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CAPÍTULO 5

La Doctrina de la
Salvación Soteriología
La palabra “soteriología” se deriva de dos palabras griegas, sotería y logos. La primera
significa “salva- ción”, y la última palabra, “disertación, o doctrina.” Habiendo tratado con
la doctrina de la teología, donde fue enfatizada la santidad de Dios, y habiendo visto el
fracaso y pecado de la humanidad en el estudio de antropo-logía y hamartiología, nos
es traída a conciencia la extrema necesidad de un plan de salvación suficiente paracerrar
la vasta brecha entre estos dos extremos infinitos, la pecaminosidad del hombre y la
santidad de Dios.
El plan de salvación es tan simple que hasta el menor entre los hijos de los hombres
podría tomar suficien- te de el para experimentar su poder transformador. Al mismo
tiempo, es tan profundo que jamás se ha descu- bierto ninguna imperfección en él. En
realidad, aquellos que mejor lo conocen están continuamente asombra- dos de que un,
y sólo un plan de salvación fuera necesario para satisfacer la vasta cantidad de
necesidades espirituales entre casi una ilimitada variedad de necesidades en los
hombres de toda raza, cultura y condición entre las naciones de este mundo.

I. PROVISIONES QUE HAN SIDO HECHAS

A. LA MUERTE DE CRISTO.

Al estudiar la vida de Cristo, nos admiramos por las muchas obras maravillosas
ejecutadas por Él. El dar de comer a las multitudes, convertir el agua en vino, sanar a
los enfermos, hacer caminar a los paralíticos, hacer hablar a los mudos, y hacer ver a
los ciegos eran evidencias que señalaban que Él era el Hijo de Dios. A través de estas
poderosas obras, Él dio amplia evidencia de que Él era en verdad todo lo que había
dicho que era. Sin embargo, su trabajo no estaba terminado por las poderosas hazañas
hechas en su vida, las grandes verdades que predicó, o por ser un gozo y una bendición
a la gente de su día. Su principal propósito en venir a esta tierra fue traer salvación a las
almas de los hombres.
B. LA RESURRECCION DE JESUCRISTO.
Parece casi increíble que una gran parte de la iglesia cristiana ve muy poco o ningún
significado en la re- surrección de Jesucristo, si no como lo afecta a El personalmente.
A medida que seguimos este estudio vere- mos cuán esencial y cuán glorioso es el
hecho de la resurrección de nuestro Señor.

C. LA ASCENSION Y GLORIFICACION DE JESUCRISTO.

1. Su ascensión.
Por la ascensión de Cristo nos referimos a aquel evento en el que Él dejó esta tierra
en su cuerpo de resu- rrección y fue visiblemente llevado al cielo. Marcos y Lucas son
los únicos dos escritores de los Evangelios que hablan de esto: “Y el Señor, después
que les habló, fue recibido arriba en el cielo” (Mr. 16:19). “Y los sacó fuera hasta
Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó
de ellos y fue llevado arriba al cielo” (Lc. 24:50, 51). “Y habiendo dicho estas cosas,
viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos” (Hch. 1:9).
II. LA APLICACION DE LAS PROVISIONES

A. ELECCION.

La doctrina de elección es una de las más controversiales en toda la teología. A través de


los siglos ha continuado dividiendo a cristianos en varios campos. Algunos libros de teología
sistemática ni siquiera ense- ñan este tema.
Esta doctrina a veces ha sido presentada de una manera tan extrema que ha dado a entender
que aquellos que son elegidos seguramente serán salvos, sin importar su respuesta al
evangelio, y su forma de vida. Contra- riamente, se dice que aquellos que son elegidos para
ser perdidos perecen eternamente, sin importar cualquier intento de venir a Dios por medio
de la fe en Cristo.
La elección es un acto soberano de Dios porque, siendo Dios, Él no tiene que consultar, ni
preguntar la opinión de nadie más. La escritura enseña que la elección tomó lugar “antes
de la fundación del mundo”

B. ARREPENTIMIENTO.

El arrepentimiento es un tema poco predicado dentro de nuestras iglesias de hoy en día.


Algunos hasta han enseñado que no es necesario, que estamos viviendo en una
dispensación diferente que no lo requiere. Ellos citan las palabras de Pablo a la pregunta del
carcelero filipense: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” La res- puesta de Pablo fue, “Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hch. 16:30–31). Debido a que Pablo no
mencionó arrepentimiento, se nos dice que hoy en día todo lo que necesitamos hacer es
creer a fin de ser salvos
El arrepentimiento tiene que ver con apartarse del pecado, y desafortunadamente la
pecaminosidad del pe- cado es algo rara vez enfatizado en nuestro día. Es dudoso que una
persona sea nacida de nuevo si no ha en- tendido enteramente que el asunto de su pecado
ha sido tratado por el Señor Jesucristo. A algunos se les está pidiendo venir a Cristo
simplemente basándose en las bendiciones a ser recibidas y el gozo a ser experimenta- do.
Jesucristo enfrentó el asunto del pecado para nosotros y es de grande importancia que nos
tornemos de nuestro pecado antes que podamos creer en él como nuestro Salvador.

C. FE.

El segundo elemento esencial, junto con el arrepentimiento, que es necesario para recibir la
salvación, es la fe. Es cuestionable cuál de éstos precede al otro en punto de experiencia. Es
dudable que una persona pueda verdaderamente arrepentirse si no cree; y es cuestionable
que uno pueda verdaderamente creer para salvación sin un sincero arrepentimiento del
pecado. Juan Calvino dijo una vez, “Cuando Juan Pérez entra por una puer- ta, ¿quién entra
primero, Juan o Pérez?” De la misma forma es difícil estar seguro cuál viene primero, el arre-
pentimiento o la fe. Sabemos que los dos son necesarios. Thiessen dice: “Tanto en el caso
del arrepentimiento, como en el caso de la fe, la doctrina no recibe la atención que merece.
Gran énfasis está puesto sobre la conducta; se dice que el credo del hombre es un asunto
de indiferencia. Sin embargo la vida del hombre está gobernada por lo que cree, y en la
religión por la persona en quien él cree.
D. JUSTIFICACION.

La justificación por fe es la verdad fundamental de la provisión salvadora de Dios para los


pecadores cul- pables y perdidos. Esta fue la gran verdad que la reforma protestante
restituyó a la iglesia cristiana. Aunque es una doctrina frecuentemente mencionada en las
escrituras, es sin embargo, una de las más desentendidas de- ntro de la teología evangélica.
Es una doctrina de alcance tan extensivo y sorprendente, que muchos parecen temer
enseñarla o aún creer en la verdad bíblica. No obstante, debemos conocerla si es que
vamos a creer y entender completamente la “salvación tan grande” (Heb. 2:3) que Dios nos
ha provisto tan noble y libremente.

• El método de la justificación.
Es muy importante que entendamos el método por el cual Dios justifica al pecador. La
justificación es la base de nuestra posición delante de Dios. Por supuesto no es algo
que debe ser tomado livianamente. Dios no puede pasar por alto el pecado por la
grandeza de su corazón; debe preservar su propia santidad y justicia; debe ser “el
justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26).
Hay un plan divino por medio del cual los pecadores pueden ser declarados justos.
Fuera del plan, la justi- ficación no es posible. Es increíble que el corazón pecaminoso
del ser humano, que mereciendo la condena- ción eterna, al haberle ofrecido tan
grande obsequio, como es la justificación de su vida ante Dios, se queje
del plan divino. Hay sólo un camino, ¡el camino de Dios! regocijémonos en él, siendo
cuidadosos de notar los detalles dados en la palabra de Dios.

• No por buenas obras.


Si hay una verdad clara en el Nuevo Testamento, es que ningún hombre es justificado
con base en su pro- pia rectitud o en sus propias obras.
Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para
con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por
justicia. Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas
al que no obra, sino cree al que justifica al impío, su fe le es con- tada por justicia (Rom.
4:2–5).
• Por el don de la gracia de Dios.
No se puede obrar para justificación, ni puede ser merecida. Sólo es recibida por la
gracia de Dios. “Sien- do justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención
que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24). “Pa- ra que justificados por su gracia, viniésemos
a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tit.3:7). ¿Qué es la
“gracia”? La palabra “gracia” (griego, charis, del donde obtenemos la palabra
“carismático”) originalmente significaba “belleza” o “conducta hermosa.” Después se
usó para significar cualquier favor otorgado a otro, especialmente cuando el receptor
no merecía tal favor.

• Por medio del sacrificio sustituto de Jesucristo.


Dios no puede perdonar nuestros pecados solamente porque está lleno de gracia. Dios
es justo, no puede sobrepasar nuestro pecado. Su perdón se basa sobre los términos
estrictos de la justicia. La pena de nuestro pecado ha sido pagada por ningún otro mas
que el Señor Jesucristo. Los pecados del creyente fueron puestos a cuenta de Cristo.
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (I P. 2:24). “Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él” (II Cor. 5:21).

• Por medio de la fe solamente.


Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso por propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de [p 249] haber pasado por alto, en su paciencia, los
pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él
sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Rom. 3:24, 26).

E. REGENERACION.
Es de suma importancia conocer el significado las palabras de Jesús a Nicoderno: “De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”
(Jn. 3:3). La historia de la iglesia refleja una tendencia de que las organizaciones
religiosas, una vez aquietado el avivamiento inicial, consideran que
la conversión es un acto ceremonial de la iglesia, o un acto voluntario y humano, en vez
de un acto sobrenatu-ral del Espíritu Santo. En esta sección consideraremos el
significado y la importancia de lo que es “nacer de nuevo.”

F. ADOPCION.
La adopción, como doctrina, es una fase de nuestra salvación que rara vez se enfatiza.
Sin embargo, es una gran verdad de la que todo creyente debería darse cuenta y
debería apropiarse. La palabra “adopción” es usada exclusivamente por Pablo en sus
epístolas. Ocurre cinco veces en sus escritos. El término lo aplica una vez a Israel
como nación: “Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Rom. 9:4). En otro pasaje Pablo lo
usa al referirse a la culminación de nues- tras experiencias en la segunda venida del
Señor: “Nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la
adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Rom. 8:23).
G. SANTIFICACION.
La doctrina de la santificación es de gran importancia porque tiene que ver con la vida
diaria del cristiano. Por lo tanto, es una consideración sumamente práctica. Una amplia
variedad de enseñanzas han sido procla- madas bajo este encabezamiento. Es bueno
mantenerse muy cerca de las enseñanzas explícitas de la escritura a fin de no ser
llevado a nociones falsas de este gran tema. Necesitamos conocer los beneficios
completos que están disponibles para nosotros mediante esta provisión.
H. CERTEZA.
La más grande necesidad en la vida es creer en el Señor Jesucristo y encontrar la vida
eterna: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay [p 270] otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamosser salvos” (Hch. 4:12). “Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn.14:6). Es igualmente
importante, que cuando uno ha llegado a creer, tenga la certeza verdadera y perdurable
de haber recibido la vida eterna. Muchos son llenos de incertidumbre en cuanto a su
posición ante Dios. Pien- san que son salvos, sin embargo les falta entonar con certeza
dicha verdad. Otros tienen miedo de ser dema- siado positivos sobre el tema, temiendo
quizás presumir sobre la gracia de Dios. Como resultado, su vida cris- tiana es
apologética, y falta la realidad de una verdadera comunión con Dios por medio de
Jesucristo.
I. LA SEGURIDAD DEL CREYENTE.
1. El problema.

Si hay un hecho desgarrador en nuestra nación hoy, es la multitud de hermanos y hermanas


a nuestro alre- dedor, que alguna vez han servido al Señor en la iglesia, han profesado la
vital experiencia de la salvación, han dado evidencia de haber recibido el bautismo del
Espíritu Santo hasta han predicado la palabra de Dios pero hoy, no hacen ni sombra en la
puerta de la iglesia, no tienen ninguna pretensión de servir al Señor que una vez profesaron
amar con todo su corazón.

2. La certeza es posible.

Note que el tema no se ha elaborado bajo el tema “La inseguridad del creyente”, sino más
bien, “La segu- ridad del creyente.” Sobre todo lo demás, en nuestra vida cristiana, debemos
tener una certeza positiva de nuestra salvación. Ciertamente es la voluntad de Dios que los
hombres sean salvos y que lo sepan. Toda expe- riencia espiritual, todo conflicto con el
enemigo, cada oración contestada, toda promesa que es buscada, se basa en la certeza
de la posición de uno en Cristo. Cuando un cristiano trate de hacer cualquier cosa por Dios
debe tener certeza de que es su hijo. ¡La certeza es posible hoy mismo! “Pues nuestro
evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu
Santo y en plena certidumbre” (I Tes.1:5).

3. Dos lados del tema.

Este tema constituye un antiguo campo de batalla. La controversia ha durado durante años,
y han habido aquellos que han ido a los extremos en ambos lados de la controversia. En
algunos casos, amigos se han sepa- rado; en otros casos, iglesias se han dividido; se han
comenzado denominaciones y se han formulado escuelas enteras de teología. Hay sólo
una forma de resolver el desacuerdo y es por medio de la palabra de Dios. Lo negativo es
que ambos lados dicen exactamente la misma cosa.

4. El balance de la escritura.

Note estas benditas promesas del poder preservador de Dios: “Y yo les doy vida eterna; y
no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Yo y el Padre uno somos” (Jn.
10:28–30). “Por lo cual estoy se- guro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Rom. 8:38, 39).
5. Advertencias bíblicas.

La palabra de Dios contiene suficiente advertencia para impedir cualquier pensamiento de


presumir de la gracia de Dios. Los seguidores de Cristo son exhortados a “Velad y orad,
para que no entréis en tentación” (Mt. 26:4); de “Guardaos, no sea que arrastrados por el
error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (II P. 3:7); de “procurad hacer firme vuestra
vocación y elección” (II P. 1:10); de mantener “la fe y buena con- ciencia” a fin de evitar un
naufragio (I Ti. 1:19); de procurar “ocuparse en buenas obras” (Tit. 3:8); de “estad así firmes
en el Señor” (Fil. 4:1).
Al cristiano se le advierte del peligro mortal: mediante la sal perdiendo su sabor (Lc. 14:34,
35); por fraca- sar al no permanecer en Cristo (Jn. 15:6); en ser removido de la esperanza
del evangelio (Col. 1:23); en errar de la fe [p 284] (I Ti. 6:10); en ser tomado cautivo por el
Diablo (II Ti. 2:24–26); en descuidar una salvación tan grande (Heb. 2:3); en apartarse del
Dios vivo (Heb. 3:12); en ser endurecido por el engaño del pecado (Heb. 3:13); en pecar
voluntariamente (Heb. 10:26–31); en errar de la verdad (Stg. 5:19, 20); en ser vencidos por
el mundo (II P. 2:20–22); y en abandonar el primer amor (Ap. 2:4, 5).

6. La responsabilidad del creyente.

Sin embargo el reconocer la posibilidad de que la unión con Cristo puede ser quebrantada,
no debe llevar- nos al pensamiento legalista de que somos guardados por nuestros propios
esfuerzos. El cristiano no puede guardarse a sí mismo por el poder de la carne, como
tampoco puede salvarse por la carne. Somos “guardados por el poder de Dios a través de
la fe” (I P. 1:5). Nuestra parte es creer en Él; la parte de Dios es guardarnos. La
responsabilidad del creyente es apropiarse de los medios de gracia provistos por Dios para
sus hijos. El creyente no se puede guardar a sí mismo pero debe someterse al poder de
Dios. La única manera en que el creyente puede actuar a favor de su salvación es en
proporción a la obra de Dios en él (Fil. 2:12, 13).

SEMINARIO BÍBLICO CENTRAL

Estudiante SERGEY BERNAL GONZALEZ Programa SEMINARIO BIBLICO

Asignatura SOTERIOLOGIA Fecha 12 OCTUBRE 2019

Presentado a: PASTORA LILIA MORENO

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