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CIFA
Dirección general
Arquitecto Juan Luis Isaza Londoño
CIE
CENTRO DE INVESTIGACIONES ESTETICAS
Coordinador - investigador del estudio
Arquitecta - paisajista Diana Wiesner Ceballos
EQUIPO PROFESIONAL
Director de proyecto
Arquitecto Camilo Salazar Ferro
Investigadores
Arquitecto Juan Pablo Ortiz Suarez
Arquitecta Catalina Useche Mariño
Asesores
Antropóloga Mónika Ingeri Thérrien Johannesson
Arquitecto - urbanista Lorenzo Fonseca Martínez
Cartografía Digital
Arquitecto Maurix Suárez Rodríguez
INDICE
1. PRESENTACIÓN
2. INTRODUCCIÓN
2.1. Objetivos
2.2. Antecedentes
2.3. Enfoque
2.4. Alcances
2.5. Metodología
2.5.1. Forma de Trabajo
2.5.2. Actividades Realizadas
2.6. Delimitación del área de estudio
4. LUGAR Y MEMORIA
5.1 Significado
5.1.1. El paisaje cultural como patrimonio de la ciudad
5.1.2. La urbanización
5.1.3. El medio natural como telón verde patrimonial
5.2 Identificación de proyectos y propuestas
5.2.1. Programas para la valoración y recuperación del medio natural
5.2.2. Programas para incentivar la apropiación y la identidad cultural.
Los cerros como bien público
6. BIBLIOGRAFIA
7. ANEXOS
8. PLANOS
1. PRESENTACIÓN
Este estudio de carácter histórico tuvo como enfoque central el papel y significado de
los cerros orientales en la historia de Bogotá. Para el logro de este propósito se
desarrollaron temas que apoyaron su realización, como fueron los aspectos
geográficos, el medio natural y su situación actual, los cuales permitieron la
elaboración de un diagnóstico de la relación de la ciudad y los cerros hoy, y formular
una serie de propuestas hacia su futuro.
Este enfoque permitió establecer las relaciones que los cerros orientales han tenido
con la ciudad y su desarrollo a lo largo de la historia, ya que no sólo han sido el telón
verde de fondo que completa la imagen de Santa Fe de Bogotá, sino que desde
probablemente el origen de la ocupación humana, han sido escenario de múltiples
eventos e hitos del paisaje; para el ciudadano, permanente elemento de referencia y
orientación. Adicionalmente son fuente importante de recursos vitales para el sustento
de la estructura urbana, pues representan una porción importante del capital orográfico
e hídrico y contienen valores representados en relictos de bosques y subpáramos de
gran relevancia histórica y biológica en la Sabana de Bogotá.
del medio natural se realizó sobre el área delimitada para el trabajo. Sin embargo, la
lectura de la extensa morfología de la metrópoli contemporánea y la Sabana sobre la
que se localiza fue indispensable en la identificación de los diferentes fragmentos que
conforman la unidad ambiental de los cerros orientales.
Para la realización del capítulo central del estudio, Lugar y Memoria, se definieron
cuatro períodos de acuerdo con las más relevantes transformaciones de la ciudad y su
relación con los cerros, periodos que abarcan toda la historia del desarrollo urbano
desde su origen hasta nuestros días. Estos son: i) Los Muiscas, rito y ceremonial; ii) La
colonia: La espada, la urbs, y la cruz toman el territorio (Siglos XV a XVIII); iii) El siglo
XIX: Dos fortificaciones que dominan la ciudad y; iv) el siglo XX: El límite de la
metrópoli.
Este capítulo comienza con la descripción del territorio indígena que encuentran los
conquistadores a su llegada a la Sabana, en la que se destacaban los ritos y
ceremonias de carácter religioso, profundizando en los diferentes usos y apropiaciones
que los bogotanos han dado a los cerros en los diferentes periodos desde la fundación
hasta nuestros días. Este estudio se realizó por medio del análisis de variables, que
con diferentes dimensionamientos de acuerdo a cada periodo histórico (época
indígena, conquista y colonia, siglo XIX y siglo XX), arrojaron datos sobre las formas
de uso, valoración, apropiación y transformación del espacio de los cerros. La
aproximación a los cerros como patrimonio implicó la utilización de instrumentos de
análisis histórico y urbano que dieron cuenta del desarrollo de la ciudad sobre su
territorio y permitieron plantear relaciones con otros aspectos de la sociedad urbana.
Estos análisis buscaron la valoración de este patrimonio, basada en la identificación
del medio natural, los elementos urbanos primarios y las permanencias, tales como
paisajes, zonas de reserva forestal, trazados, espacios públicos, edificios y usos
significativos, entre otros.
Con la identificación de estas acciones al futuro, que buscan una apropiación masiva
de los cerros por parte de los habitantes de la ciudad, se propone partir de la “la
intervención sobre enclaves míticos, con el ánimo de operar una reapropiación del
valor histórico del lugar”1. Se tratará entonces de retomar el sentido histórico sobre
lugares significativos, buscando el valor urbano del mito, como expresión de nuestra
época. Estas acciones se mapificaron mediante la construcción de una planimetría que
cubre los cerros orientales en la región y el área de estudio, que da cuenta de los
diferentes momentos del desarrollo urbano de la ciudad, y en la cual se localizan los
lugares relevantes y se delimitan las diferentes áreas identificadas en estudios
especializados.
1 Ezquiaga, José María, Ex-director de urbanismo de la Comunidad de Madrid, España, en entrevista personal.
2. INTRODUCCION
Este estudio es el producto del contrato realizado entre el Instituto Distrital de Cultura y
Turismo y la Universidad de los Andes, cuyo objeto fue: “Realizar un estudio histórico
sobre el papel y significado que han tenido los cerros orientales en el desarrollo de
Santa Fe de Bogotá”.
2.1. Objetivos
Generales
Realización de un estudio histórico que diera cuenta del uso y apropiación que
los ciudadanos han hecho de los cerros orientales para determinar el papel y
significado que éstos últimos han tenido en la historia de Bogotá y la posición que
podrían adoptar en el futuro.
Particulares
2.2. Antecedentes
Esta coyuntura de la nueva cultura sobre la conservación del medio natural en las
ciudades que actualmente se presenta en nuestro país, abre la posibilidad de construir
Los estudios que hasta la fecha se han realizado sobre los cerros orientales, abarcan
de forma particular diferentes aspectos, en su mayoría de carácter técnico, sobre
temas específicos de las áreas de estudio y sus condiciones actuales. En los últimos
años se han realizado varios de estos conducentes a establecer las condiciones
actuales de los cerros y sus posibilidades de desarrollo como parte de la estructura
urbana:
En cuanto a los estudios históricos tomados como punto de partida para el presente
proyecto de investigación, en su mayoría se refieren al desarrollo de la ciudad en su
totalidad o tratan temas especializados y particulares. Se destacan los trabajos
realizados por el arquitecto Carlos Martínez, el historiador Alfredo Ortega, la Fundación
Misión Siglo XXI, el historiador Germán Mejía y algunos trabajos de carácter
antropológico, en especial aquellos realizados por los antropólogos Karl Langebeak y
Eduardo Londoño sobre la sociedad muisca en el siglo XVI. Por otra parte, también se
han realizado pequeñas investigaciones y proyectos puntuales sobre diferentes áreas
de los cerros que han permitido identificar valores y nuevas posibilidades de uso.
Dentro de estos estudios se encuentran los realizados por la Fundación Parque Museo
del Páramo, Fundación Bachaqueros y proyectos tales como “El plan maestro para el
Parque Nacional”, realizado por la CAR en 1.989, sumados éstos a numerosos
estudios y publicaciones del Departamento Administrativo del Medio Ambiente, DAMA.
Con base en estos estudios, entre otros, además de la revisión realizada sobre los
libros de cronistas y sobre archivos iconográficos, se propuso la construcción de este
estudio que da cuenta de la historia de la ciudad a partir del papel y significado que
han tenido los cerros orientales en su desarrollo.
2.3. Enfoque
Los cerros orientales son un componente esencial de la ciudad ya que han sido
testigos de su desarrollo y han permanecido en el tiempo. Son, en términos del
arquitecto y teórico italiano Aldo Rossi un elemento primario2. De esta manera los
cerros son de capital importancia para la ciudad porque poseen un sentido
estructurante dentro de la dinámica urbana a lo largo de su historia, le otorgan una
cualidad específica y la conforman. Por sus características físicas de localización y
permanencia forman parte de la ciudad como paisaje y de la memoria colectiva como
hecho cultural y patrimonial.
Los cerros de Bogotá son un hecho natural y geográfico que pertenece al sistema
orográfico de la cordillera de los Andes. A su vez, están relacionados directamente con
la historia social, cultural y urbana de la ciudad, por lo que ha sido necesario utilizar un
modelo de observación y conceptualización que nos permitiera entender esta doble
condición que los constituye. De esta manera los cerros son entendidos en este
estudio como una porción de territorio en el cual interactuan de manera simbiótica los
hechos artificiales construidos por el hombre y los hechos pertenecientes a la
naturaleza3. Los Cerros Orientales son hoy en día el lugar que alberga lo natural y las
transformaciones que sobre este hecho ha realizado el hombre. A su vez, son paisaje
pues son en primer término un hecho eminentemente visual y como cosa visual es a
su vez cultural por ser los hombres los que interactuan con el medio y lo conforman4.
2 Los cerros orientales forman parte de los elementos primarios, “ya que participan de la evolución de la ciudad en el
tiempo de manera permanente, identificándose a menudo con los hechos que constituyen la ciudad”. Estos elementos
primarios se consideran relevantes en cada una de las partes de la ciudad porque poseen un sentido estructurante
dentro de la dinámica urbana, le otorgan una cualidad específica a los espacios que ocupan y conforman por su
persistencia en el tiempo e individualidad en la imagen física. Es decir, que por sus características físicas de
localización y permanencia forman parte de la ciudad como hecho físico y de la memoria colectiva como imagen
urbana. Para el estudio de los elementos primarios de la ciudad es indispensable el análisis y valoración específica de
cada hecho singular en su historia y su relación con la estructura urbana, entendiendo de esta forma las permanencias
físicas como clave de lectura del pasado, del presente y del futuro de la ciudad. En: Rossi, Aldo; “La arquitectura de la
Ciudad”, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1972.
3 Para acercarnos a una definición de naturaleza se puede utilizar por ejemplo la incluida por Enzio Manzini en su libro
Artefactos: “naturaleza es el conjunto de fenómenos y leyes que constituyen la base para que lo artificial se produzca”
En: Manzini Enzio, “Artefactos, Hacia una nueva ecología del ambiente Natural”, Experimenta ediciones Madrid,
1992.
4 Se puede hablar de los cerros como paisaje visual, como territorio que puede ser percibido para el disfrute estético, y
también como paisaje cultural, “como extensión de territorio experimentada por el hombre según sus rasgos culturales
y condicionada por su capacidad física de percepción”. En Ministerio del Medio Ambiente; “Guía metodológica para la
elaboración del estudio del medio físico”, MOPT, Madrid, España.
En los últimos estudios adelantados a escala mundial por la UNESCO se han incluido
nuevas categorías de valoración de los recursos naturales que contemplan visiones de
carácter más local, que tienen que ver con la interacción entre los pueblos y el medio
ambiente en el que viven. Ejemplo de estas nuevas categorías son los Paisajes
Culturales5 a los cuales se los entiende como resultado de esa interacción y que
basan su significado en la imagen que combina medio natural con intervenciones
realizadas por uno o varios grupos humanos a lo largo del tiempo. Por lo tanto, es
diferente la valoración de paisajes que están sujetos a una transformación permanente
por ser expresión del vínculo entre una cultura viva y su entorno geográfico natural, de
otros que como los parques naturales, adquieren un gran valor debido a sus propias
características. Para que los paisajes que conforman el medio ambiente de una
comunidad adquieran valor se deben entender como “un activo patrimonial y como un
.
recurso cultural no renovable”6
Adicionalmente a ser considerados como un paisaje cultural fue necesario entender los
cerros orientales como un bien publico7, es decir como cualquier cosa que puede
utilizarse libremente, sin haber adquirido previamente derechos específicos de uso en
una transacción. Esta condición de pertenencia que una comunidad posee sobre un
hecho físico lo convierte en patrimonio8, entendido de acuerdo a lo consignado en la
5 El tema de los Paisajes Culturales en Colombia se ha trabajado únicamente desde el Ministerio de Cultura. Este
concepto está explicado en: Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo; “Paisajes culturales: territorio y cultura en la cordillera
de los Andes”. Sin Publicar.
6 Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo .Op. cit.pág. 6
7 CIFA/ CPU, Universidad de los Andes: “Estrategia Nacional para el manejo del Espacio Público en Colombia”.
CPU, Universidad de Los Andes, Agosto de 1998. Sin Publicar.
8 Para comprender los cerros como patrimonio se requiere de una definición precisa. De esta manera el estudio se
enfoca hacia el termino Patrimonio Cultural, que se define: “como el conjunto de los valores más representativos y
originales de una sociedad que la destacan y diferencian frente a otras culturas” (En: Subdirección de Patrimonio,
Colcultura: documento introductorio a la exposición “Patrimonio Urbano en Colombia”, Colcultura, Subdirección de
Patrimonio, 1997).
Al patrimonio cultural pertenecen las tradiciones, manifestaciones y creaciones que representan los valores de una
comunidad, su cosmovisión y sus ideales. Este contiene manifestaciones de diversa índole: el paisaje, sus elementos,
su ritmo y equilibrio; lo musical, oral y literario; los bienes inmuebles, las bellas artes, los utensilios y objetos creados
por la mano y la mente del hombre; las costumbres, mitos, ritos y lo lúdico en la sociedad y sus grupos; vestigios
arqueológicos, prehistóricos o históricos; y los elementos o espacios construidos por el hombre, surgidos siempre con
la doble y simultánea condición de satisfacer una necesidad y expresar unos ideales, elementos que van desde lo
arquitectónico hasta lo urbano”. Precisando aun más el término encontramos el patrimonio cultural inmueble que
contiene también diversas instancias ”la rural; la estructura productiva, de transporte, o almacenamiento; las obras de
infraestructura, como caminos, puentes, sistemas de riego, defensa de la naturaleza y hasta transformaciones del
mismo paisaje; …” (En: Subdirección de Patrimonio, Colcultura: documento introductorio a la exposición “Patrimonio
Urbano en Colombia”, Colcultura, Subdirección de Patrimonio, 1997)., Subdirección de Patrimonio, 1997).
Indagando aún un poco más se llega a la conclusión de que los cerros además de ser patrimonio cultural inmueble son
patrimonio arquitectónico y urbanístico, pues en la clasificación hecha por el “Manual para reglamentar Poblados de
Interés Patrimonial”, propone una división del área urbana en tres componentes: casco urbano consolidado, área de
expansión del casco urbano y entorno natural no edificable. “Este entorno natural entendido como un espacio diferente
dentro del área urbana requiere ser protegido y tratado como un espacio natural no edificable. Aquellas condiciones
geográficas y naturales en que toda población se ha implantado, deben ser valoradas. Todo asentamiento está rodeado
de un entorno con características ambientales, paisajísticas y naturales que hacen parte del patrimonio, estos
constituyen el espacio natural patrimonial”. (En Cortés, Rodrigo; Del Castillo, Juan Carlos; “Manual para
reglamentar Poblados de Interés Patrimonial, Subdirección de Patrimonio, Colcultura, 1995. Pag. 18.
“Política Cultural para los Centros Históricos y el Patrimonio Inmueble”9, elaborada por
Colcultura en 1.990 como los bienes humanos, naturales, infraestructurales y
culturales de una nación o comunidad. Es decir al ver el paisaje como patrimonio de la
ciudad y sus habitantes, se lo entiende como un sistema complejo de recursos
naturales y culturales conformado a lo largo de la historia que tiene una estrecha
relación de significado y uso con sus habitantes y que por lo tanto debe valorarse y
protegerse como tal.
9 Barco, Carolina; Cortés, Rodrigo; Niño, Carlos; Salazar José: “Política Cultural para los Centros Históricos y el
Patrimonio Inmueble”. Colcultura, OEA, Bogotá, 1.990
10 Lynch, Kevin; “La imagen de la ciudad”. Gustavo Gili reprints, Barcelona 1.998.
11 Se entiende para este estudio como recurso natural los “aspectos del ambiente que facilitan la satisfacción de las
necesidades humanas y el alcance de los objetivos sociales. Cualquier cosa que es útil para algo. Recursos naturales o
bienes naturales son los bienes procedentes de la naturaleza no transformada por el hombre, entre los que se incluyen
al agua, el aire, el paisaje, la vida silvestre, etc., en cuanto son capaces de satisfacer las necesidades humanas”. En:
Ministerio del Medio Ambiente: “Guía para la elaboración de estudios del medio físico” Glosario. MOPT , España,
1998.
12 El desarrollo sostenible es el proceso de mejora económica y social que satisfaciendo la necesidades y los valores
de diferentes grupos sociales mantiene al mismo tiempo las opciones futuras, conservando los recursos y la diversidad
de los ecosistemas. La Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo lo definió como “el desarrollo que
satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de que las futuras generaciones puedan
satisfacer sus propias necesidades”.
13 El tema del medio ambiente se ha venido estudiando con gran auge en los últimos años, con especial atención
dentro de los campos de la valoración y protección de los recursos naturales que rodean o se localizan al interior de las
ciudades. Estos recursos, en el caso de las ciudades colombianas, son de gran diversidad y heterogeneidad, pero se
encuentran en peligro por diferentes motivos tales como su explotación indiscriminada, su uso inadecuado y el auge de
la urbanización, entre otros, lo cual hace que se requiera de un tratamiento especial para su conservación. Por otra
parte el medio ambiente, la diversidad natural y la sostenibilidad son elementos primordiales en el desarrollo hacia el
futuro de las ciudades. Estos elementos constituyen el pilar fundamental sobre el que se apoyan nociones como la
calidad de vida y la competitividad que hacen de las ciudades elementos participativos de las dinámicas actuales.
14 Pizano, Olga; Cortés, Rodrigo Op. cit.pág. 6.
Este estudio sobre los cerros orientales entendidos como patrimonio natural y paisaje
cultural de Bogotá, tiene el interés de vincular los cerros de forma directa en la cultura
y la ciudad contemporánea. Se abordó desde la visión patrimonial sobre este
importante hecho geográfico, como aquel elemento perteneciente a la ciudad y su
historia y por lo tanto cargado de significados para sus habitantes. Con esto se buscó
una orientación particular de los diferentes temas - histórico, social, urbano -,
buscando la identificación y valoración de elementos relevantes presentes en los
cerros, con el objeto de enunciar planes y programas que potencien su significado y
permitan su uso y apropiación por parte de los habitantes de la ciudad.
Por su parte, para el capítulo que se ocupa del recuento histórico, Lugar y Memoria,
el enfoque definido fue el mostrar la relación de la ciudad construida y sus habitantes
con los cerros en el tiempo, entendiendo como el hombre y sus maneras de ocupación
han transformado dicho entorno, para convertirlo en el paisaje testigo de esta
apropiación cultural. Así, se abordó un análisis que se basó en la siguiente pregunta:
¿Cuales han sido las maneras en que los habitantes de Santa fe de Bogotá han
valorado, apropiado y transformado los cerros desde la fundación de la ciudad hasta
nuestros días?. Este cuestionamiento fue la base para enfocar de manera general los
cuatro períodos históricos estudiados.
2.4. ALCANCES
- Recuento histórico
Se desarrolló un análisis histórico de los cerros orientales en relación con la ciudad y
sus habitantes, cubriendo cuatro periodos históricos (indígenas, colonia, siglo XIX y
siglo XX) lo cual permitió una visión global de su conformación y desarrollo.
- Identificación de programas
Para obtener una visión total del problema, se realizó un recuento de los programas,
planes, desarrollos, normativa y competencias administrativas que involucran los
cerros y su territorio.
2.5. METODOLOGIA
b. Recopilación de la información
Revisión de los centros de documentación.
Se visitaron los centros de documentación que contenían información de utilidad para
el estudio de acuerdo a su enfoque. En cada uno, se revisaron los listados de
bibliografía existentes y se realizó una ficha bibliográfica por centro, en donde se
listaron aquellos documentos que serían revisados individualmente.
Revisión de la documentación.
Se realizó una segunda visita a los centros de documentación para la revisión de cada
uno de los documentos que contenían información relacionada con los cerros
orientales y se elaboró una ficha bibliográfica para cada uno. Paralelamente se realizó
la revisión de los estudios técnicos recientes sobre la situación actual de los cerros
orientales y se seleccionó la información escrita y la cartografía de acuerdo al enfoque
del proyecto de investigación.
Preparación de la cartografía
Los cerros orientales sobre los cuales se asienta la ciudad de Bogotá, pertenecen al
sistema montañoso de los Andes. La sabana de Bogotá se levanta sobre la cordillera
oriental a 2.600 m.n.m.m. y está limitada naturalmente por los cerros que alcanzan
hasta 3.700 m.n.m.m. Santa Fe de Bogotá mantiene una relación de dependencia con
la sabana y el sistema montañoso que la rodea, no sólo al nivel del paisaje sino
también como potencial ya que en estos encuentra espacio para algunos de sus
servicios principales, como las áreas recreativas y para el abastecimiento, en especial
en lo referente a las reservas de agua para parte de la población. La ciudad ha tenido
que proveerse a lo largo de la historia, de otras reservas de agua como son el embalse
de San Rafael, Chingaza y Tibitó las cuales no se encuentran dentro del área de
estudio.
Por el norte:
Límite del Distrito Especial, quebrada Torca, desde la Carrera 7a hasta la cota
3000, limitando con el Municipio de Chía.
Por el oriente:
El límite oriental del Distrito Capital, desde la quebrada Torca hasta el cruce del
boquerón de Chipaque con la carretera a Oriente. Se incluye el valle del río
Teusacá, limitando con los municipios de La Calera, Choachí y Ubaque.
Por el sur:
Cruce de la Carretera a Oriente con el Boquerón de Chipaque.
Por el occidente:
Desde la quebrada Torca, al norte, por la Carrera 7a hasta la Calle 94.
Continua por la avenida Circunvalar desde la calle 94 hasta la intersección con
la vía a oriente y por esta hasta encontrarse con el boquerón de Chipaque.
Limita con el municipio de Usme.
El estudio realizó un recuento y descripción de la variación que han tenido los límites
físicos a lo largo de la historia de la ciudad, con el objeto de comprender el manejo que
las diferentes administraciones de la ciudad le han dado para su incorporación al
proceso de planeación.
1
Este debate cobra especial importancia en esta época por la coyuntura de los municipios y su obligación de realizar
Planes de Ordenamiento Territorial.
La descripción física del área que se desarrolla en este capítulo, se abordó dentro de
los parámetros establecidos en los objetivos de la investigación. Las condiciones
particulares del lugar determinaron la necesidad de profundizar en el conocimiento de
algunos factores que fueron importantes para la identificación de valores patrimoniales
e históricos. Este capítulo, que aborda las condiciones del medio natural de los cerros
orientales en el área de estudio, está basado principalmente en información extractada
de los siguientes estudios:
Los cerros orientales hacen parte del sistema montañoso colombiano. Este sistema
orográfico está ubicado en el extremo norte de la Cordillera de los Andes, que
atraviesa Sur América desde Chile hasta Colombia y Venezuela, bordeando la costa
Pacífica. Al entrar a Colombia, la cordillera se divide en tres ramales: occidental,
central y oriental. El Oriental nace en el Macizo Colombiano y al llegar al norte se
divide nuevamente en dos: la Cordillera de Mérida (que termina en Venezuela) y otro
ramal que termina en la península de la Guajira. La cordillera Oriental se caracteriza
por ser la más ancha de las tres, formando en su parte central una serie de altiplanos y
terrazas de acarreo, que llegan a tener hasta 250 km. de ancho. Los mayores
altiplanos son los de Bogotá (la Sabana), Fúquene y Sogamoso (los tres de origen
fluvio-lacustre).(Thomas Van der Hammen).1
1
VAN DER HAMMEN, Thomas, “Plan ambiental de la Cuenca alta del río Bogotá”, Bogotá, 1998.
2 “La unidad del área está dada por su geografía, geología, hidrogeología y su hidrología. En estos términos, una acción
en cualquier parte del área puede tener influencia sobre grandes extensiones de toda la cuenca”. En: Van der Hammen,
Thomas, Op. cit. pág 10.
3 Hacen parte de la Cuenca Alta: toda la cuenca hidrográfica del río y sus afluentes entre los que se cuentan las
subcuencas de los ríos Bojacá, Subachoque, Frío, Tuesacá, Tunjuelo, Tominé, Checua, Neusa y un gran número de
microcuencas de quebradas. Van der Hammen, Op.cit. , pág10.
del río Tunjuelo4. En los costados oriental y occidental aparecen dos ramales
cordilleranos paralelos a su eje, en donde están ubicados, entre otros, los páramos de
Cruz Verde, Siecha (que pertenece al Macizo de Chingaza), Guerrero y el Tablazo;
hacia el noroccidente se encuentran los cerros de Suba. Otro elemento geográfico
importante de la Sabana, en su límite suroccidental, es el Salto del Tequendama, lugar
por donde el río Bogotá sale del altiplano.
En el costado oriental de la Sabana se encuentran los cerros orientales, con una altura
que varía entre los 2.800 y los 3.600 m.s.n.m.m, en una continuación del Macizo de
Sumapaz; comienzan en el sur-oriente de la Sabana, en el Boquerón de Chipaque,
conformando en primera instancia los páramos de Cruz Verde, Choachí y Verjón;
continúan hacia el norte formando boquerones, picos y páramos de menor altura, como
el cerro de la Teta, la cuchilla del Zuque, los cerros de Monserrate y Guadalupe, el Alto
de los Cazadores, el cerro del Cable, el páramo La Cumbrera y los boquerones de San
Francisco y San Cristóbal, hasta dilatarse en la planicie a la altura de La Caro. Durante
su recorrido conforman, en su costado oriental, los valles de Teusacá y de Sopó, que
limitan con el Macizo de Chingaza.
Hace cien millones de años, durante el período Cretáceo5, toda la Sabana de Bogotá y
sus alrededores estaban cubiertos por el mar. Su profundidad fue disminuyendo poco a
poco durante la etapa final del periodo Cretáceo, formando en las partes menos
profundas depósitos de arena y sal. Estas formaciones6 son las que hoy conocemos
como Grupo Guadalupe7. Aproximadamente hace 65 millones de años, el mar
desapareció de la Sabana. La zona se convirtió entonces en una planicie costera
cubierta de pantanos y desembocaduras de ríos, donde se acumularon arenas, arcillas
y restos de vegetación8 que hoy en día pertenecen a la formación Guaduas.
4 El macizo de Sumapaz hace parte del Distrito Capital, siendo de gran valor ambiental para este por ser una de las
principales fuentes de agua de la ciudad, junto con el Macizo de Chingaza. Además, por su gran valor ecológico hace
parte de las reservas naturales del país. Guhl, Ernesto, “Los páramos circundantes de la Sabana de Bogotá”, Jardín
Botánico Jose Celestino Mutis, 1982, pág 37.
5 El período Cretácico forma parte de la era Mesozoica. Comenzó hace 144 millones de años y terminó hace
aproximadamente 79 millones de años. Durante esta época América y Africa formaban un solo continente, que luego se
separó, dando paso al océano Atlántico. En: Blyth, Francis, “Geología para ingenieros”, Editorial Continental, Bogotá,
1989.
6 Una formación geológica es un cuerpo de estratos rocosos formado generalmente por uno o varios tipos de rocas. En:
Blyth, Op.Cit.
7 El grupo Guadalupe está conformado por las formaciones Arenisca Dura, Plaeners, Arenisca Labor y Arenisca Tierna.
Este grupo abarca un 53% del área de los cerros orientales. Además, estas formaciones están compuestas por
diferentes arcillas, arenas y rocas, utilizados como materiales de construcción y que dan origen a numerosas canteras a
lo largo de los cerros. CADSA-DAPD, Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de
Usaquén, Chapinero, Santafé y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar, pág47.
8 Estos restos formaron los mantos de carbón o Turbas, hoy explotados en varios lugares de la Sabana. Van der
Hammen, Op.Cit.
Una zona plana o ondulada, (donde existió la laguna hace 50.000 años).
Una zona montañosa producto de los plegamientos y movimientos tectónicos.
La zona montañosa del costado sur oriental está a su vez dividida en tres bloques
morfoestructurales:
Dentro de la estructura de los cerros los plegamientos y las fallas son características
muy importantes. Formados durante los movimientos tectónicos compresivos del
9
Cubillos-DAPD, “Criterios de Ordenamiento de los Cerros Orientales” 1998, sin publicar, pág15.
Los tipos de suelos son también resultado de las formaciones geológicas que al
interactuar con la cobertura vegetal y las condiciones climáticas adquieren ciertas
características propias. En los cerros, el lento proceso de degradación de la materia
orgánica y la conformación geológica hace que los suelos sean muy ácidos y poco
fértiles.17 La clasificación física de los suelos se describe en cuatro asociaciones
desarrolladas a partir de materiales del cretáceo (ya descritos), a saber: asociación
monserrate ( la cual ocupa un 75% aproximadamente del área de estudio y está
distribuido entre los 2750 y 3200m.s.n.m.m), asociación Cabrera- Cruz Verde (la cual
10 Anticlinal o antiforma, es un pliegue arqueado de los estratos de la corteza, cuyos limbos o flancos se inclinan
separándose unos de otros y las rocas que forman su parte central o núcleo son más antiguas que los estratos
exteriores. En: Blyth, Op.Cit.
11 Sinclinal o sinforma, es un pliegue en el cual los flancos se inclinan mutuamente entre si, y los estratos que
conforman el núcleo del pliegue son más jóvenes que los que están debajo de ellos. Blyth, Op.cit.
12 Fallas son fracturas en las cuales ha tenido lugar el desplazamiento relativo de los dos lados de la ruptura. Blyth,
.Op.cit.
13 Una descripción más técnica y detallada de estas fallas y plegamientos se encuentra en el documento: CADSA-
DAPD, Op.Cit.“
14 Aunque la existencia de fallas aumenta la posibilidad de riesgo por inestabilidad del terreno, esta depende además
de otra serie de variantes como el tipo de suelo que lo conforma, los procesos de transformación a los que se ha
sometido cada zona, y el grado de erosión o degradación entre otros. Entrevista con el ingeniero forestal Diego
Rubiano, consultor de la Universidad de los Andes.
15 DAMA: “Los cerros de Santa Fe de Bogotá”, Bogotá, 1992.
16 Cabe anotar que la topografía de altas pendientes es definitiva para limitar el crecimiento urbano.
17 Jardín Botánico Jose Celestino Mutis: “Guía Ecológica Páramo La Cumbrera”. Folleto de divulgación.
ocupa un 8% y se distribuye entre los 2800 y 3100 m.s.n.m.m.), Serie Coluvios (Cuya
ocupación es del 2% y se distribuye en las localidades de Chapinero y Santa Fe), y
Asociacion Páramo Usme-Guasca( Cuya ocupación es del 13% aproximadamente y se
distribuye sobre una altitud superior a los 3100m.s.n.m.m). Existe también una
clasificación agrológica dada por las características que determinan la aptitud de la
tierra para uso agrario( entre ellas están su productividad, cualidad para ser laboreadas
y de conservación). Según el estudio de CADSA-DAPD, se han establecido ocho
categorías a nivel de clase. Las tierras de las primeras cuatro clases (de I a IV) son
apropiadas para ser cultivadas, las clases V,VI y VII son aptas para el desarrollo de
plantas nativas de la zona y la clase VIII no ofrece una utilidad inmediata y requiere de
prácticas costosas para su recuperación( solo se recomienda su uso para vida
silvestre).18
Al analizar los aspectos geológicos y morfológicos de los cerros como son la existencia
de fallas y plegamientos, las intervenciones urbanas que afectan la estabilidad del
terreno, la predominancia de fuertes pendientes que influyen en la fragilidad de la
vegetación existente y en la tendencia a la erosión del terreno19 y el tipo de suelos
ácidos y poco fértiles se llega a la conclusión de que gran parte del área (un 97% del
total del área de estudio20) no es apta para las actividades agrícolas ni urbanas.
18
CADSA-DAPD.Op Cit. Pág.61
19 Las pendientes mayores al 25% son por lo general muy frágiles y susceptibles a la erosión, sobre todo si no se
conserva su capa vegetal. Cubillos-DAPD. Op.cit. pág17
20 Estos datos y porcentajes fueron tomados del estudio sobre los cerros orientales: CADSA-DAPD: Op.Cit.
21 DAMA. Op.cit.
Las características anteriormente mencionadas influyen, junto con las diferentes alturas
y el clima, en la conformación de la flora y fauna de los cerros. Para entender su
estado actual y los peligros y potenciales que la rodean es necesario entender los
procesos de transformación por los que ha atravesado (paralelos a los cambios
sufridos por las estructuras geológicas y morfológicas).
Durante los procesos de transformación sufridos por la Sabana y los cerros a través de
los diferentes períodos, su cobertura vegetal atravesó por diversas etapas. Los
orígenes de la flora actual datan del comienzo del período Cuaternario22, hace 2,5
millones de años, cuando la Sabana estaba aún cubierta de agua. En esta época se
produjeron grandes cambios climáticos llamados hoy en día glaciales e interglaciales,
que consistían en el periódico enfriamiento y calentamiento de la atmósfera . Con el
enfriamiento de la Sabana surgió, en los alrededores de la laguna, una vegetación
característica del actual páramo y subpáramo (la cual se describe más adelante); y las
partes más altas (desde los 2.800 m.s.n.m.m. hacia arriba) se cubrieron de nieves
perpetuas y glaciares. Los páramos estaban además poblados por grandes animales
como los mastodontes, caballos americanos, venados y otros.
Con el comienzo del siguiente interglacial (el Holoceno) hace 13.000 a 10.000 años, la
temperatura subió y la Sabana adquirió un clima similar al que tiene hoy en día. El
altiplano y los cerros cambiaron su vegetación, predominando entonces el bosque
andino alto en donde abundaban especies como: corono (Bellucia axinanthera),
espino(Duranta mutisii), raque (Vallea stipularis), mano de oso (Oreopanax
floribundum), gomo (Cordia dentata) y encenillo (Weimannia tormentosa). En las zonas
planas y el piedemonte se formaron bosques de palo blanco y raque. El occidente y sur
de la Sabana se caracterizaron como zonas secas donde predominaba el matorral
xerofítico23. La Sabana estaba entonces poblada por animales como el venado, el oso
de anteojos y otros mamíferos pequeños, los cuales permanecieron hasta la llegada de
los conquistadores.
22 El período cuaternario forma parte de la era Cenozóica. La última época de este período se denomina pleistoceno
que se caracteriza por el progresivo enfriamiento de la tierra, llamado glaciaciones, lo que ocasionó que se formaran
grandes mantos de hielo en las zonas más altas y en las más septemtrionales. Las glaciaciones fueron interrumpidas
periódicamente por episodios llamados interglaciales, durante los cuales las temperaturas subieron. Actualmente nos
encontramos en el interglacial Holoceno, que comenzó hace aproximadamente 10.000 años. Estos ciclos climáticos
tienen una duración de 100.000 años. Blyth, Op.Cit.
23 Este nombre se le da a las plantas adaptadas a un medio seco. Ven der Hammen, Op.Cit.
24
Karl Langubaek, antropólogo director del CESO, Centro de Estudios Socio Culturales e Internacionales, conferencia
realizada en la Universidad Javeriana, Santa Fe de Bogotá,1999.
Producto de estas intervenciones es el deterioro casi total del bosque natural primario 26
y de la fauna existente en él. Además, como consecuencia de estas transformaciones y
de la construcción de vías, el ramal de los cerros orientales que originalmente hacía
parte del sistema ecológico Sumapaz-Chingaza, ha quedado aislado de este
“convirtiéndose en un subsistema frágil y aislado en proceso de degradación, con
vegetación secundaria en el mejor de los casos y población de especies foráneas y
zonas de pastos en el resto de la zona”. 27
Los diferentes pisos térmicos de los cerros han dado origen a diferentes ecosistemas,
cada uno con sus propias especies de fauna y flora. Para definir mejor el estado actual
de la cobertura vegetal y fauna de los cerros, se tomó la clasificación de los
ecosistemas realizada por los estudios anteriormente citados :
25 Los lugares de extracción de materiales se desplazaban a medida que la ciudad se iba expandiendo. De esta
manera, prácticamente toda la ladera y piedemonte de los cerros, desde el centro de la ciudad hasta la calle 170, al
norte, fueron en algún momento utilizados como canteras o chircales. Estas zonas son después urbanizadas, la
mayoría de las veces con vivienda informal.
26 La Vegetación Natural Primaria o Bosques Naturales son aquellos que son producto de la dinámica ecológica y que
evolucionan hacia estadios sucesionales climáxicos; tardan aproximadamente 50 años en llegar al climax. Bosque
Secundario es: un bosque en procesos de recuperación por sucesión natural después de intervenido por causas
humanas o naturales. Bosque Plantado es: aquel resultante de la actividad humana directa, es decir, plantados por el
hombre. En: CADSA-DAPD: “Estrategias de Ordenamiento para las zonas rurales de las localidades de Usaquén,
Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar. Pág72.
27 DAPD, Cartilla del Espacio Público, Bogotá, 1993. Capítulo sobre el Sistema Orográfico.
28 DAPD, Op.cit., pág70.
29 DAPD, Op.cit., pág172.
30 Es decir que se compone de especies de poca altura y distanciadas unas de otras. CADSA-DAPD, Op.Cit.
Bosque Andino Alto: está ubicado entre los 2.750 y 3.200 n.m.s.n.m., con una
temperatura entre los 9°C y 12°C; se caracteriza por su bosque de vegetación
alta y cerrada (opuesta a la de los páramos) con Bosques de encenillo
(Weimannia tormentosa), y de otras especies como el pegamoscos(Befaria),
gaque (Clusia), canelo (Drymis), Espino (Duranta), Arrayán (Eugenia) y Uva
(Macleania), entre otros. Tiene además un nivel de humedad alto (entre 900 y
1500 mm anuales) y una gran variedad de plantas: “En un área de 500 m2 en
este tipo de bosque es fácil encontrar de 50-60 especies de plantas”.37
31 Los líquenes y musgos absorben y retienen toda la humedad producida en el páramo (similar a la acción de las
esponjas), que gracias a la poca asoleación, permanece acumulada, dando origen al nacimiento de ríos y lagunas.
32 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. pág 27.
33
Ernesto Guhl, “Los páramos circundantes de la sabana de Bogotá”. Jardín Botánico José Celestino Mutis. Litografía
Arco. Santa Fe de Bogotá, Colombia. 1982
34
Tomado de CADSA-DAPD .Op.cit. pág.93.
35 Localizado entre los 3200 y 3600 n.m.s.n.m. Dominado por arbustos que colinda en su límite inferior con el Bosque
Andino y en su zona superior con el Páramo. Se caracteriza por la variedad de arbustos achapanados con hojas muy
pequeñas y adaptadas a las condiciones de sequía: CADSA-DAPD: “Estrategias de Ordenamiento para las zonas
rurales de las localidades de Usaquén, Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal”, Bogotá, 1998. Sin publicar. pág70.
36 Los cultivos de papa causan un fuerte proceso de degradación en los suelos. Por lo tanto, una vez utilizado el
terreno en un cultivo de papa, este queda inutilizado para cualquier uso agrícola por períodos hasta de 5 años. Esto
implica que para el desarrollo de estos cultivos es necesario habilitar constantemente nuevas zonas. Por otra parte,
estas actividades agrícolas se han visto forzadas a desplazarse a las zonas más altas debido a la presión de los
desarrollos suburbanos que se han generado en los últimos años. Van der Hammen, Op.Cit.
37 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág 32
Bosque Andino Bajo: aparece en las laderas bajas de los cerros, entre los
2.550 y 2.750 n.m.s.n.m.; al igual que el Bosque Andino Alto, estos bosques
están formados por una gran diversidad de especies (de 50-70 especies por
500 m2). En los cerros orientales, entre Chapinero y Monserrate y en la zona de
Torca, se encuentra el bosque mano de oso (Oreopanax floribundum) y gomo
(Cordia dentada). Además de estas dos especies, en esta zona se encuentran
trompeto (Bocconia frutescens), espino (Barnadesia spinosa), cedrillo
(Phyllantus salviaefolius), Raque (Vallea stipularis) y Helechos (Jamesonia
imbricata), entre muchos otros. En los potreros o zonas de pastos que quedan
luego de la tala de bosques, la fauna es muy pobre y sólo se encuentran
algunas comadrejas, ruchos y cánidos en aquellos lugares donde hay cercas
vivas o reductos de bosque en las cercanías. En cuanto a las aves, existen
mirlas negras( Turdus fuscater gigas), golondrinas (Stretoproche zonaris
albicincta), cernícalos y chirlobirlos (Sturnella magda meridionalis).
La desaparición de estos bosques, al igual que de la cobertura vegetal del resto de los
cerros, es muy perjudicial para todo el sistema de la Sabana:
“La destrucción de los bosques naturales de los cerros tiene relación directa con
la desaparición de aguas superficiales (quebradas), la disminución de la
infiltración de aguas hacia el agua subterránea y la erosión y degradación de
suelos.”39
Así mismo, la extracción de las aguas subterráneas de la parte plana reduce el nivel
freático superior que se encuentra en los cerros, disminuyendo la capacidad de estos
de alimentar ríos y quebradas que nacen en ellos, es decir que los cerros actúan como
zonas de recarga de los acuíferos de la sabana y los riachuelos recogen los
excedentes de agua.
3.4. HIDROLOGÍA
40 Colombia es uno de los cinco países del mundo que tienen páramos. Van der Hammen .Op.cit. pág 28.
41 Van der Hammen, Thomas. Op.cit. 1. pág 128
Valle del río Teusacá: localizado hacia el oriente de los cerros, detrás de
Bogotá. El río Teusacá nace en el páramo del Verjón, desarrolla su cuenca a lo
largo del valle del mismo nombre y continua su recorrido hacia el valle del Sopó.
Esta cuenca es de gran importancia para la ciudad por ser una de las fuentes
de alimento del Embalse de San Rafael en el municipio de La Calera.
Por su cercanía a la ciudad, esta zona sufre en el momento una alta presión por
parte de desarrollos suburbanos. Un alto porcentaje de la zona ha sido
predializado y desarrollado con vivienda, sin respetar las rondas del río y sus
quebradas afluentes, ni tener en cuenta su importancia para la estabilidad de la
corriente hídrica. Tanto a estos procesos como a los procesos de deforestación
debe prestarse gran cuidado, dado que por los desarrollos constructivos que
muchas veces se sitúan en nacimientos de agua que alimentan el río, se ha
disminuido el caudal en un porcentaje no inferior al 20%. El costo ambiental
para la ciudad es entonces muy alto, en contraste con el beneficio de unos
pocos.
La parte sur de los cerros (páramo de Cruz Verde hasta Monserrate) es una de
las zonas con más fuentes hídricas del país. Entre ellos cabe resaltar los
siguientes:
La cuenca del río San Cristóbal, que nace en el páramo de Cruz Verde
y posteriormente se convierte en el río Fucha, que continua su recorrido
a través de la ciudad hasta desembocar en el río Bogotá. Durante su
recorrido hacia la Sabana recibe una gran cantidad de afluentes (el San
Francisco y el San Agustín, entre otros) que aumentan su caudal
considerablemente. Su cuenca alta se destaca por conservar una gran
zona con reductos de bosque secundario que se han mantenido en muy
buen estado gracias a la protección del acueducto.
La zona central de los cerros (Parque Nacional hasta Santana Oriental, calle
106) cuenta también con numerosas fuentes hídricas, aunque de menor
tamaño. Algunas de estas son:
La principal es la quebrada Arzobispo que nace por detrás del Alto del
Cable y desciende hacia el altiplano por el Boquerón del Arzobispo,
entrando a la ciudad a través del Parque Nacional donde forma la
hermosa cascada de La Ninfa. Al llegar a la carrera quinta es canalizado
(canal de la 39) y sigue su camino por entre la ciudad hasta desembocar
en el río Juan Amarillo, el cual a su vez es afluente del Río Bogotá. Sus
aguas fueron utilizadas durante la colonia para los acueductos de San
Victorino y Las Nieves.
La contaminación del agua es un factor altamente negativo para todos los ecosistemas
de la Sabana. Ríos como el San Cristóbal o Fucha y el Juan Amarillo reciben aguas
negras durante la mayor parte de su recorrido por la ciudad, convirtiéndose en
alcantarillas abiertas y afectando la vegetación que los rodea, los asentamientos
humanos vecinos y el sistema hidrológico del que hacen parte. Estudios realizados
para la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá42 demuestran que quebradas
como las Delicias se encuentran contaminadas con desperdicios orgánicos. Así mismo,
la tala de bosques en las partes altas de los cerros, donde se originan estos ríos y
quebradas, y las disminución de sus rondas han conducido a una reducción de sus
caudales y en algunos casos a su desaparición. Actualmente se realizan estudios
ambientales para la recuperación de algunas de las quebradas, principalmente para su
revegetalización y recuperación de vegetación nativa.43
42
Cesar Valdiri, Ingeniero Forestal Estudio para la quebrada las Delicias. Santa Fe de Bogotá. 1998.
43
EEAAB- Ingenieria Ambiental IGEODESIA “Plan de ordenamiento ambiental para la quebrada la Vieja”. Estudio en
curso. Santa Fe de Bogotá,1999.
3.5. CLIMA
En general, los meses más lluviosos son abril, mayo, junio, octubre y noviembre, y los
más secos enero, febrero, julio, agosto y septiembre. La temperatura varía de acuerdo
con la altura oscilando entre los 6ºC y los 13ºC.45
Así como la protección de los bosques de los cerros es indispensable para mantener el
equilibrio en el resto de la Sabana, el control de la contaminación y de la extracción de
aguas subterráneas en la parte plana es urgente para la conservación del sistema
hídrico de los cerros (y por tanto, de la fauna y flora):
“Al explotar el agua subterránea, el nivel freático desciende, cada vez menos
agua sale superficialmente por los ríos: lo que sacamos en los pozos de agua
ya no sale por los ríos”.47
4. LUGAR Y MEMORIA
“..., al norte, los dominios del Zaque, quien gobernaba desde Hunza (Tunja); y
al sur, las tierras del Zipa, quien tenía su centro de gobierno en Muequetá
(Bacatá), hoy Funza”1,
Por su parte, Miguel Triana menciona otros cacicazgos importantes en las zonas
limítrofes, que seguramente hacían parte de los otros grandes cacicazgos 3. Sin
embargo, estas divisiones políticas no respondían a divisiones físicas en el territorio.
Los diferentes cacicazgos se ubicaban en los valles y zonas planas a lo largo de la
Sabana, generalmente separados unos de otros por cerros y montañas. Ejemplo de
esto son los cerros orientales, los cuales al parecer servían de límite entre el cacicazgo
1 Falchetti, Ana María; “El Territorio Muisca a la llegada de los Españoles”; en “Razón y Fábula”. No.30, 1972. pag
39.
2 Londoño, Eduardo; “El lugar de la religión en la organización social muisca”; en “Boletín del Museo del Oro”.
No.40, 1996. pag.63.
3 Algunos de estos cacicazgos mencionados por Miguel Triana eran: Pasca, Subachoque, Cáqueza, Teusacá, Fosca,
Guasca, Pacho y Simijaca. En: Triana, Miguel, “La Civilización Chibcha”, Editorial Carvajal y Cia. Cali, 1922/72.
pag.161
Hacia el costado oriental de los cerros, es decir en el valle del Teusacá y Sopó,
habitaban grupos indígenas sujetos al cacicazgo de Guatavita: Teusacá, Suaque7,
Sopó y Guasca entre otros. Más al sur, hacia el boquerón del río Negro, estaban los
cacicazgos de Ubaque, Choachí y Cáqueza. Se han encontrado numerosas muestras
arqueológicas en este valle, especialmente en el costado oriental entre Sopó y Meusa
y en la zona de Ubaque.8
4 Si se observan y comparan los mapas realizados por numerosos antropólogos e historiadores sobre la ubicación de
los diferentes cacicazgos, se puede concluir que en todos estos mapas los cerros orientales no estaban incluidos dentro
del área de ninguno de los cacicazgos, eran mas bien límite entre ellos.
5 Cada individuo pertenecía a una u otra Capitanía y Cacicazgo por herencia matrilianeal. “la pertenencia a ellas se
transmitía de madre a hijo y de tío a sobrino hijo de hermana mayor”. La relación de estas familias con su cacique
respectivo se basaba en la ofrenda mutua de tributos y en la realización de trabajos en los cercados del cacique”.
En: Londoño, Eduardo. Op. cit. 2, pag.64.
6 “En ella se destacaban numerosas aldeas – Suba, Tuna, Tibabuyes, Usaquén, Teusaquillo, Cota, Engativá, Funza,
Fontibón, Techo, Bosa y Soacha... – y palacios compuestos por bohíos rodeados por dos o tres empalizadas
concéntricas, semejantes a los alcázares árabes del sur de España... Este “Valle de los Alcázares” que con las sierras
nevadas de la Cordillera Central en el horizonte dio pie para el nombre de Nuevo Reino de Granada. En: Londoño,
Eduardo; “Los Muiscas: una reseña etnohistórica con base en las primeras descripciones”. Página de Internet Museo
del Oro.
7 Velandia relata la existencia de estos asentamientos: “En lugar no precisado hubo dos pueblos aborígenes; Teusacá y
Suaque, los cuales en el siglo XVI fueron encomiendas...”. En: Velandia, Roberto; “Enciclopedia Histórica de
Cundinamarca”. Biblioteca Autores Colombianos, Bogotá, 1979, pag 1.452.
8 Langebaek, Carl; “Los Caminos del Piedemonte”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1.997. pag.58
9 Antropólogo, Director del CESO, Centro de Estudios sociales e Internacionales, Universidad de los Andes.
El intercambio, tanto interno como externo, se realizaba por medio de caminos a través
de las montañas y boquerones o por los valles y los rios, cuando era posible. De estos
no hay ninguna evidencia o rastro arqueológico anterior al siglo XVI pues se cree que
los caminos indígenas eran simples trochas peatonales que han desaparecido con el
paso del tiempo. Sólo se tiene conocimiento de caminos a partir del siglo XVI, cuando
comenzaron a construirse los caminos reales. A pesar de no haber rastros de las rutas
prehispánicas, con seguridad este fue uno más de los usos que tuvieron los cerros, ya
que así como eran límite entre los cacicazgos, era a través de ellos que se
comunicaban unos grupos con otros.
Junto con los productos agrícolas, la alimentación muisca estaba basada en la carne,
en especial de venados, curíes y conejos que encontraban en los cerros:
“..., páramos a quienes el rigor de los fríos hizo inhabitables y sirven de morada
a mucha abundancia de ciervos, conejos, dantas y gatos monteses donde la
inclinación de la caza halla interés y desahogo.”12
También extraían de los montes plantas medicinales y sagradas como el Nogal, árbol
al que consideraban sagrado, y el borrachero que utilizaban como alucinógeno, este
último mencionado en el siguiente aparte de Alexander Von Humbolt:
“Los indios preparaban una bebida mágica con la semilla del borrachero, una
veces para ver arder las guacas (tumbas que esconden tesoros de los
antepasados indígenas)... la bebida se llama Tongo.”13
La importancia que los muiscas daban a la religión, los ritos y ceremonias y los lugares
donde los practicaban, da una idea sobre el papel que jugaban los cerros y las
montañas en esta cultura. Los indígenas ocupaban para sus viviendas y labranzas las
zonas planas de la sabana:
10 Al interior de los Muiscas, el intercambio de bienes alimenticios y de lujo era mucho mayor:
“..los de Teusacá cambiaban papas y leña por mantas "chingas", a su vez les servían para obtener algodón en Suesca,
Ubaté y territorio panche. En la Sabana de Bogotá, por su parte, los indígenas de Cajicá llevaban mantas, sal y ollas de
barro para conseguir algodón en Pacho y en territorio panche. De otro lado, los Llanos Orientales y las cuencas bajas
interandinas de los ríos Garagoa y Negro también figuran como áreas productoras de algodón. Parece que los
intercambios de algodón y mantas al extremo sur del territorio Muisca no fueron muy comunes. (Se mencionan algunos
intercambios de algodón y pieles en Pasca y Fusagasugá)”. En: Langebaek, Carl. Op.cit. 8
11 Respecto al comercio tanto interno como externo también se refiere Triana: “La sal era el eje económico de todo el
comercio Chibcha. (Zipaquirá, Nemocón, Sesquile) Otra industria importante era la de la alfarería. (Ráquira). Las
mantas tenían como objeto de retribución y presente, más importancia y aplicación que la moneda, la cual solo se
usaba en los tratos. Los indígenas de la Sabana se proveían de algodón en Fusagasuga y Cáqueza, los de Tundama,
Soatá y Ubaté en el mercado de Sorocotá. La industria de la platería (oro) estaba radicada principalmente en la
intercordillera, al oriente de la Sabana de Bogotá,... , los súbditos de Guatavita eran los más hábiles joyeros.” En:
Triana, Miguel. Op.cit. 3 pag. 161
12 Langebaek, Carl; “Los Muiscas siglo XVI”. Banco de la República, Bogotá, 1.987, pag.70.
13 Flota Mercante Grancolombiana, “Alexander von Humboldt”. Publicismo y Ediciones, Bogotá, 1982, pag.43a
”La mayor parte de las evidencias disponibles sugieren, en todo caso, que las
áreas agrícolas más importantes fueron las partes planas no inundables de los
valles fríos, las cuales fueron utilizadas con el fin de obtener cosechas fuera de
riesgos de erosión, poca fertilidad y gran inversión de trabajo que implica
laborar en tierras de pendiente”14.
Los cerros rara vez eran ocupados. Estos eran considerados lugares sagrados donde
se ubicaban los santuarios más importantes y los lugares ceremoniales, como ocurre
en otras culturas.
“Tres modos había de ofrendar: en los santuarios de los campos; en los templos
y en las lagunas, arroyos, peñas y cerros”.15
“Según el cronista Simón, las lagunas eran los principales santuarios de estos
indios..., Sie o Sia llamaban a esta divinidad sublime, a quien adoraban en la
laguna de Siecha.”16 Más adelante Triana corrobora la importancia de estas
lagunas: “... Pero se puede asegurar que todos los depósitos de agua, por
pequeños que fueran, constituían para los muiscas otros tantos santuarios de
adoración a la diosa Agua”17.
Además de las lagunas, los cerros eran también lugar de ceremonias y ritos de
adoración al sol “Xue”:
“En el equinoccio de primavera... como oblación simbólica bañaban a los niños,
los azotaban y los despachaban con una mochila al hombro a que discurrieran
por los montes en busca de frutos naturales, cuya recolección les indicaba por
su cuantía lo abundante de la cosecha. Al cabo de un mes había carreras de
Junto con los relatos indígenas contados por los cronistas de los siglos XVI y XVII, se
han encontrado múltiples huellas de antiguos santuarios y tesoros escondidos en
boquerones y peñascos al suroriente de los cerros orientales:
“En el picacho que domina la laguna de Ubaque había ocultado sus tesoros el
cacique de la región...”20
Los numerosos relatos hechos por los cronistas reafirman la tesis sobre el papel
religioso y místico de los cerros en la sociedad muisca. Los cerros orientales de
Santafé seguramente hacían parte de estos lugares sagrados, a pesar de que por la
lejanía de los asentamientos no hayan construido allí santuarios ni enterramientos,
como si se han encontrado en otros cerros del territorio colombiano.
Correr la Tierra
Una de las ceremonias más conocidas, relacionada con la adoración a las lagunas era
la de “Correr la tierra”, que Triana relata de la siguiente manera:
“Fiesta de todos los caciques Chibchas en honor del agua... coronaban los
montes y las altas cumbres la infinita gente que corría la tierra, ... , salían del
valle de Ubaque , ...,y la gente de Guatavita, Tunja y Ramiquirí comenzaban
desde la laguna grande de Guatavita; por manera que estos santuarios se
habían de visitar dos veces. Duraban estas fiestas 20 días o más, había
además varios ritos, uno de ellos le venía al demonio su granjería, demás de
que todo lo que se hacía era en su servicio. Había en este término de tierra que
se corría otros muchos santuarios y enterramientos; pues era el caso que
descubriendo los corredores del cerro donde había santuario, partían con gran
velocidad a él, cada uno por ser el primero y ganar la corona que se daba por
premio y por ser tenido por más santo". Una vez finalizada la carrera, se
reunían todos los indígenas en torno a la laguna de Guatavita en donde
realizaban grandes fiestas y ceremonias.
Aunque es cierto que el sistema inicial impuesto por los conquistadores conservó la
estructura social existente, también procuró desde un comienzo congregar a los
indígenas en “pueblos de indios”, encomiendas y posteriormente en resguardos.24 Con
este fin fueron trasladados miles de indios de sus lugares de origen a nuevos
asentamientos, o a poblados de indios ya existentes, cerca de las ciudades fundadas.
Tal es el caso de los indios de Teusacá y Suaque, a quienes el Oidor Luis Enríquez
trasladó en 1.600 al nuevo pueblo de Usaquén donde se conformó un resguardo
indígena hasta 1.776, cuando estos mismos indígenas fueron trasladados a Soacha y
se erigió en el antiguo pueblo una parroquia de blancos en 1.790. Las tierras del
resguardo fueron vendidas a particulares,25 conformando años más tarde haciendas
como la de Santa Bárbara. En la zona en que habitaban en un comienzo los indígenas
de Teusacá se conformó una hacienda llamada La Calera (en algunos planos aparece
como Patronato de los Tovar26) y posteriormente en 1778, se fundó una parroquia de
blancos.
22 Freyle Rodriguez, Juan; “El Carnero”; Editorial Imprenta Nacional, Bogotá, pag.72.
23 Londoño, Eduardo. Op. cit. 2. pag. 64
24 Se debe recordar que estos solían estar dispersos, cerca de sus áreas de cultivo y no congregados en grandes
aldeas, a la manera del modo de vida europeo de esa época.
25 Velandia, Roberto. Op. cit. 7, Tomo I, pags. 1.452 y 1.460.
26 Carrasquilla, Juan; “Quintas y Estancias de Santa Fe y Bogotá”. Editorial Presencia, Bogotá, 1989.
Para apropiarse del papel sagrado de los cerros orientales los misioneros españoles
construyeron santuarios y símbolos cristianos en las cimas de estos cerros,
convirtiéndolos en lugares de peregrinación y símbolos del nuevo poder que regía
sobre la zona. Simbología de los cerros que aún prevalece entre los habitantes de la
ciudad de hoy en día.
En síntesis, el valor cultural que tenían los cerros y las montañas dentro de la sociedad
muisca, era como parte de una naturaleza viva superior a la raza humana, compuesta
por dioses inspirados en los elementos naturales más representativos: el agua, el sol,
la luna, la rana y los árboles, entre muchos otros, a los cuales era necesario adorar,
respetar y en algunos casos hasta imitar. Era una sociedad totalmente diferente a la
que implantaron los conquistadores a su llegada, es decir, a aquella visión occidental
que se tenía en el siglo XVI en donde la naturaleza era un elemento salvaje que era
función del hombre dominar y moldear a imagen y semejanza suya. Aunque los cerros
continuaron siendo destino de peregrinaciones y se ubicaron sobre éstos hitos
religiosos y culturales, su valor como elemento natural pasó a un segundo plano,
primando ahora toda creación humana y adquiriendo valor sólo en la medida en que
pudieran ser útiles a dichas creaciones.
Tras una corta escala de recuperación, Quesada procedió a la conquista del pueblo
muisca. De inmediato tomo posesión de la capital del zipasgo de nombre Bacatá. En
realidad Bacatá, más que un asentamiento urbano como los que hoy conocemos era
simplemente un caserío ubicado en las cercanías del hoy Funza, en donde habitaba el
zipa Tisquesusa, autoridad máxima de la región. 3
El zipa una vez se percato de la presencia de los conquistadores, para proteger a su
pueblo huyó inteligentemente con el tesoro real y dispersó a sus pobladores, dejando
el caserío sin ningún atractivo para los españoles. Esta estratagema le propinó a
Quesada un primer fracaso en su afán de conseguir fortuna.
Afectado por este insuceso partió con su tropa a la conquista del territorio norte del
reino muisca, dirigiéndose hacia Somondoco, Tunja y después a Sogamoso. En esta
travesía logró obtener un importante tesoro que subió el ánimo de la tropa. De
Sogamoso partió hacia Neiva en busca de un supuesto templo con columnas de oro
que nunca encontró. Desilusionado, cansado, sin las suficientes armas y pertrechos,
regresó al ya conquistado campamento de Bacatá, los primeros días del mes de Junio
de 1538. Quesada bautizó este campamento con el nombre de “Nuestra Señora de la
Esperanza”, sitio que contaba con los recursos básicos que requerían los españoles
para fundar asentamientos: agua, leña, gente natural, materiales de construcción,
tierras de ganadería y labranza. Pero su localización no era buena para la defensa
militar:
1
Martínez Carlos; “Santafé de Bogotá Capital del Nuevo Reino de Granada”. Fondo de Promoción de la Cultura
Banco Popular, Bogotá, 1.987. pág 34
2
Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”; Tomo 1 Colonia. Salvat – Villegas Editores, Bogotá, 1.989. pág 91
3
Julian Vargas en la Historia de Bogotá describe de la siguiente manera el asentamiento de Bacatá : que no era
propiamente un conjunto urbano en el sentido del vocablo. Pues el máximo nivel que los muiscas habían alcanzado en
materia de desarrollo urbano era el de una cierta aglomeración en torno aun cacique “Fundación Misión Colombia.
Op.cit.
Esta última, que estaba bajo el mando de Pedro Fernández de Valenzuela encontró un
caserío que los indios llamaban Teusaquillo, situado en la falda del cerro de
Guadalupe, que cumplía cabalmente con las condiciones que se buscaban: aguas
abundantes, leña, tierras para siembra, protección contra los vientos, mano de obra
indígena y sobre todo, una implantación apropiada para la defensa militar. Este
pequeño asentamiento era una residencia de recreo del Zipa, ubicada “a lado y lado de
la quebrada de San Bruno, afluente del río San Francisco, a la altura de la actual
carrera 2 con calle 13”8. El informe favorable fue presentado por el capitán e
inmediatamente Quesada tomo la decisión de ocupar el nuevo espacio cerca a los
cerros e instalar allí la sede del ejercito conquistador.
Como se vio en las crónicas descritas, lo que realmente maravilló a los conquistadores
del territorio muisca, desde el momento en que pisaron esta tierra, era el llamado Valle
de los Alcáceres, lo que hoy se conoce como Sabana de Bogotá y no los cerros que la
conformaban. De hecho los primeros campamentos españoles se asentaron en la
sabana y fue la azarosa desprotección de ésta lo que los llevó a cambiar de sitio. De
esta manera la primera valoración que los españoles dieron a los cerros orientales fue
la de aprovechar sus características naturales y topográficas para protegerse.9 El
microclima que proveían Guadalupe y Monserrate, sumado a la protección de sus
laderas, ayudaron, junto con las demás cualidades ya mencionadas, para valorar
4
Martínez Carlos Op. cit.. 1 pág. 37.
5
Espacio según su etimología quiere decir lugar franqueado para la población o el campamento. En: Heidegger, Martin:
“Construir, Habitar y Pensar”.
6
“El general informó a los asistentes, que los españoles querían permanecer en la tierra y vivir en ella, y tenían
necesidad de sitio bueno y acomodado en que hiciesen sus casas ; y que ellos (los indios) se lo señalasen y desen de
su mano, tal cual convenía. Los principales le dieron por respuesta......., y que ellos mismos lo buscasen , lo
escogiesen y eligiesen, pues había de ser sitio para su habitación,”. En: Aguado, Pedro de; “Recopilación Historial”,
Bogotá, 1956.
7
“Que hacer las casas tomaban a su cuenta, pero tomar el sitio lo señalasen ellos a la suya pues tenían tierra harta de
donde escoger”. En: Fray Pedro Simón en: “Noticias Historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias
Occidentales”. Bogotá, 1.953.
8
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia. Pág. 92
9
“Fueron pues consideraciones eminentemente estratégicas, primordialmente defensivas......las que decidieron al
general a aceptar a Teusaquillo para mudar la posición del cuartel”. En: Martínez Carlos; “Bogotá sinopsis sobre su
Evolución Urbana”, Escala Editorial, Bogotá, 1976. Pág 18
“Desde su posición destacada era fácil a simple vista dominar gran extensión
de la planicie, observar las actividades de los indios y prevenirse en caso de
una emergencia bélica... Esa posición estratégica contaba además con flancos
poco accesibles que la protegían naturalmente (los cerros) contra el alcance de
las flechas”10.
La espada toma posesión. Una palabra y un trazo sobre la tierra abren mundo
Cuando Quesada estaba planeando el viaje para adquirir la potestad y los recursos
necesarios para la fundación, - de hecho el conquistador alcanzó a partir rumbo a
Santa Marta -, se enteró que iban hacia Bacatá, por el occidente Belalcázar y por el
oriente Federman. Después del rápido retorno de Quesada y un cordial recibimiento a
los otros dos conquistadores, lo que implicó acuerdos y arreglos amigables, los recién
llegados decidieron quedarse y tomar como base la guarnición de Quesada para
acometer la conquista.
10
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 19
12
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 90.
Una vez escogido el lugar se procedió a pronunciar la palabra que nombrara este
espacio, cuyo sonido hizo eco en los cerros: “Santafé”. Ahora, el agrimensor toma en
su mano el instrumento e inicia la escritura del nuevo trazado sobre la tierra y es justo
en ese momento cuando se evidencia su forma, cuando aparece el 27 de abril de
1.539 Santafé. Partiendo del lugar que corresponde hoy a la Plaza de Bolívar, se
procedió a implantar un trazado en forma de damero que constaba de 27 manzanas
cuadradas, destinando la cuadra central para el poder religioso y civil y dejando un
espacio vacío (futura Plaza Mayor), cuya fachada oriental la ocupará la iglesia
principal. De acuerdo a las leyes de indias, el centro del trazado urbano debía ser
ocupado por el poder religioso, “Cuando repartáis por suertes la tierra en heredad,
apartéis una porción para Jehová. Ezequiel (45,1)”.
“El terreno elegido para la fundación de Santafé tuvo, como quedó demostrado,
una topografía, netamente demarcada por linderos naturales”14.
Aunque sus límites estaban regidos por los accidentes naturales, el acto de ocupación
por medio del trazado en Damero fue un hecho eminentemente artificial; este trazado
era implantado por los españoles sobre cualquier territorio a ocupar (en América), sin
que sus características geométricas y espaciales cambiaran de un lugar a otro. Este
trazado de forma topológica, cartesiana y abstracta que permitía el crecimiento
indefinido sobre el terreno, era un sistema eficiente, mental y artificial, cuya finalidad
última era la de crear el espacio posible para albergar las actividades mítico -
religiosas, económicas, sociales y el legitimado imaginario español. El trazado en
cuadrícula se acomodó a los accidentes naturales existentes que se convirtieron en
límites que representaban el lugar hasta donde llegaba lo natural y comenzaba el
escenario de lo artificial, lo español y católico. Todo lo que no perteneciera a esta
condición, que estuviera previamente “domesticado”, quedaba afuera, en el mundo del
“otro”. Como se verá más adelante, la naciente ciudad diluiría sus límites hacia la
sabana (espacio que fue domesticado desde los primeros años de la colonia) y por el
contrario daría la espalda a los cerros (lugar agreste y hostil).
La ciudad colonial quedó entonces limitada; por el occidente el trazado llegaba hasta la
hoy carrera 10a, que presentaba un profundo barranco producto de los
desbordamientos del río Vichacá (hoy San Francisco); por el norte y sur el lindero
estaba conformado por los ríos Vichacá y Manzanares (hoy San Agustín)
respectivamente, y por el oriente limitaba con la hoy carrera 5a, que es donde ocurre el
incremento de la pendiente de los cerros orientales, en la falda del cerro de
Guadalupe. De esta manera la ladera del cerro de Guadalupe, que albergó el
13
Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 24.
14
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 64.
Cabe anotar que para la tierra urbanizable se tuvieron en cuenta las más obvias
condiciones de eficiencia, razón por la cual el sector pendiente de los cerros no se
consideró por no ser el más adecuado para el desarrollo del trazado. Anotó el cronista
Simón:
”Lo que hizo determinar la fundación de aquel sitio, fueron las comodidades
que en el se hallaron que son las que debe tener una población cuerdamente
poblada, porque el suelo tiene la altura que ha menester para que corran las
aguas sin empantanar las calles y plazas y le falta, la que no ha menester que
hiciera las calles dificultosas de andar” 15.
Por otra parte, los trazados españoles preveían la protección militar como una de las
características importantes que debía cumplir una ciudad; por lo tanto, el resguardo
que los cerros prestaban al asiento militar de Teusaquillo lo heredó entonces la nueva
fundación, por lo que los cerros orientales además de ser el límite principal de la
naciente ciudad, continuaran siendo la barrera defensiva más importante. Al respecto
Martínez comenta:
“A estas ventajas añadió el sitio ocupado por Santafé su vecindad a los cerros
llamados más tarde Monserrate y Guadalupe. Prestaron estos sus flancos
como murallas protectoras y como escenario maravilloso para la exaltación
urbana. A su contribución protectora y de ornato agregaron los cerros la calidad
16
de almacenes abastecidos de materiales” .
“Otro factor que siempre se tuvo presente fue que el sitio elegido (Teusaquillo)
ofreciera facilidades para guarecer la futura urbe contra posibles ataques de los
indígenas. Desde luego, esta consideración se tuvo en cuenta para la fundación
15
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 31
16
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág 32
17
Mollien, Gaspar; “Viaje por la República de Colombia”, Imprenta Nacional, Bogotá. pág 178.
“Los aires calientes de las selvas del Magdalena y de las tierras despejadas del
Socorro y Vélez, levantan vapores acuosos, los cuales se dirigen después a
Chiquinquirá y Muzo. La diferencia de temperatura que se encuentra en los
páramos (de los cerros orientales), rompe el equilibrio de las capas
atmosféricas y determina las corrientes del aire que se dirigen de Ubaté y de
Pacho a Zipaquirá y luego a Bogotá. Lo propio sucede con las capas
atmosféricas que se levantan en las tierras cálidas del Magdalena, y de los
cerros de la mesa de Juan Díaz y Guaduas, las cuales acarrean e introducen
por los boquerones o depresiones de la cordillera, los torbellinos de vapores
que producen las lluvias venidas del occidente”.19
Los anteriores testimonios corroboran que los cerros de Monserrate y Guadalupe, por
ser las murallas protectoras de la ciudad, retienen las diversas corrientes de aire, lo
cual contribuyó a determinar el régimen de lluvias y la temperatura que reinaba en la
Santafé colonial. Otros cronistas, como José María Salazar en 1.810, escribieron
también sobre este particular clima:
47
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia. pág 92
18
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, págs 9-10.
19
Pérez; “Geografía física y política del distrito federal”, Op.cit. pág 15.
20
Pérez, Op. cit. 19, pág. 15
21
Pérez, Op. cit. 19, pág. 15
Como ya se mencionó, los ríos que bajaban de los cerros, San Francisco y San
Agustín, se convirtieron en los límites morfológicos de la ciudad colonial.
Adicionalmente, estos fueron fundamentales para el sostenimiento de la ciudad, ya
que de ellos se sacó el agua de consumo doméstico y la fuerza de sus corrientes sirvió
para mover las maquinarias de algunas incipientes formas de producción, en especial
de molinos localizados sobre sus orillas. Además, fueron utilizados para dar una
solución parcial a los agobiantes problemas de aseo que tuvo Santafé desde finales
del siglo XVII .
22
Universidad Distrital; “Bogotá 450 años, de los orígenes al descubrimiento”. Universidad Distritral, Bogotá 1.998.
Pág. 176
“Los dos ríos que cruzaban la ciudad eran el San Francisco y el San Agustín. Otros
dos riachuelos que también bajaban de los cerros por la zona sur eran el San Juanito y
la Calera, los cuales influyeron de manera secundaria en la vida urbana. Además
existían otros pequeños arroyos y quebradas, algunos de los cuales eran: las
quebradas del Hoyo de Venado, la de Guadalupe, la de San Bruno, la de mi Padre
Jesús, la del Zanjón, la del Aserrío, la del Teñidero y la del Soche. Finalmente, otros
ríos como el Arzobispo, al norte y el Fucha al sur, sirvieron también como abasto de
aguas desde épocas coloniales”23.
El río San Francisco era el principal de la ciudad. Conocido por los muiscas como
Vicachá, fue llamado San Francisco desde mediados de siglo XVI, por la localización
del convento de los franciscanos sobre sus orillas, en lo que hoy es la Avenida
24
Jiménez entre carreras 7a y 8a . Este río, con su profundo lecho de orillas escarpadas
e irregulares, se convirtió en muralla al separar entre sí las parroquias de la Catedral,
las Nieves y San Victorino y convirtió estos sectores en mundos distintos, pues sólo
hasta muy entrado el siglo XIX se construyeron suficientes puentes que facilitaron la
comunicación entre ellos25. Así mismo, dicha corriente fue utilizada para alimentar el
primer acueducto de la ciudad. Comentaron Javier y José Vergara sobre el río San
Francisco:
“Nace este río en la laguna del Verjón, ubicada entre los páramos de Choachí y
Cruz Verde al oriente de Bogotá. Luego de Cruzar los cerros por el boquerón,
desciende rápidamente y profundizaba su lecho al entrar en la ciudad por la
parte alta de la parroquia de las Nieves. Un poco más abajo aumenta su caudal
al recibir el agua de tres quebradas que nacían en las faldas del cerro de
Guadalupe: la del Hoyo del Venado, al oriente de la Quinta de Bolívar, la de
Guadalupe aproximadamente a la altura de la carrera 3a con calle 16 o 17 y la
de San Bruno sobre la Jiménez entre la 4a y la 5a. Continuaba luego su curso
hasta llegar a la altura de la actual carrera 9a con Jiménez, donde comenzaba
a formar una ligera curva que, luego de pasar cerca de la plazuela de San
Victorino, se prolonga hasta la plaza de los Mártires y desde allí, seguía en
línea recta hacia el sur hasta la calle 6a, donde giraba bruscamente al
occidente y recibía frente a la Quinta de Ninguna Parte las aguas del río San
Agustín”.26
“De los ríos que cruzaban la ciudad, el río Manzanares era el segundo en
importancia. Después cambió su nombre por el de San Agustín, debido a la
construcción en su orilla del convento y la iglesia de los agustinos a la altura de
las actuales carrera 7a con calle 7a. El río nacía en el cerro de Guadalupe y
antes de entrar al casco construido se alimentaba, primero de la quebrada
Manzanares y luego de la Peña, además de otras pequeñas acequias. Su curso
seguía la dirección de la actual calle 7a desde su origen hasta la carrera 9a, y
allí se dirigía en leve diagonal hacia el sur hasta alcanzar la carrera 10a con
calle 6a, y por esta seguía hasta desembocar en el San Francisco. Los dos ríos
unidos continuaban su marcha al occidente, pasaban el sitio de Aranda, donde
23
Mejía Pavoni, Germán; “Los Años del Cambio”. Sin publicar, Pág. 62
24
Olivos, Andrés; “Los Ríos y puentes de Santafé de Bogotá”. Bogotá. pág. 102
25
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 62
26
Vergara, Francisco Javier; Vergara, Francisco José; “Almanaque guía”, Bogotá, 1.881. pág. 56
El abastecimiento de agua
De los ríos San Francisco, San Agustín, Arzobispo y Fucha y de algunas otras
quebradas, fueron tomadas las aguas que alimentaban los primeros acueductos de la
ciudad.
27
Pérez, Op. cit. 19, pág,10.
28
Holton; “La Nueva Granada, Banco de la República”, Bogotá, 1.981. Pág. 161
29
Universidad Distrital, Op. cit. 22. Págs 63 y 176
30
De la Rosa, Moisés; “Calles de Bogotá”. Pág. 321
31
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, págs. 144-148.
32
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 2, Colonia, pág. 37
” La primera pila que tuvo Bogotá estaba ubicada en la plaza Mayor, tomaba
aguas del Río San Agustín. Para llegar hasta la plaza atravesaba una zona
abundante en arbustos de Laurel, de allí tomo el nombre de acueducto de los
33
Laureles” . “La obra fue lenta en extremo, sufrió varias interrupciones y solo
hacia 1738 quedó concluida”. 34
La Real Audiencia preocupada por el mal estado de las aguas del río San Francisco,
pues en la parte alta estaban siendo utilizadas aguas para la fuerza motriz de varios
molinos y como lavandería publica, prohibió que sus aguas se siguieran usando de la
misma manera, mediante el siguiente acuerdo de 1.557:
Ante el fracaso del acueducto del río San Agustín, optó entonces el cabildo por un
segundo acueducto, valiéndose de las aguas del río Fucha. En la reunión del Cabildo
del 5 de enero de 1.589, es decir, cinco años después del mandato del oidor Salazar,
aclararon los cabildantes:
“Que lo mejor era traer agua del río Fucha, servicio que debía complementarse
con la construcción de un arca y almacén para recoger el agua por la propia
acequia de la fuente, y ejecutar y limpiar los caños, para lo cual es necesario la
35
cal, ladrillo y aceite y estopas y otras cosas.”
“Los regidores de aguas se junten esta tarde para supervigilar que se encañe el
agua del río Manzanares con la que viene del río Fucha por ser ambas pocas,
36
separadas, y necesitarse reunirlas para el abastecimiento de la ciudad.”
Finalmente la pila se construyó, tomando aguas del río San Francisco por medio de un
caño abierto. El cuarto acueducto se adelantó bajo el gobierno del virrey Solís, el cual
permitiría normalizar el suministro de agua a la ciudad.
33
EAAB- ESP, Universidad externado de Colombia; “El agua en la historia de una ciudad”. Bogotá, 1.997. pág. 38
34
EAAB, Op. cit. 33, pág. 38
35
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo 3 Colonia, pág. 138
36
Ortega Ricaurte, Enrique; “Cabildos de Santafé de Bogotá”, Archivo Nacional de Colombia. Bogotá. Pág. 149
37
Ortega Ricaurte, Daniel; “Cosas de Santafé de Bogotá”. Academia Colombiana de Historia, Biblioteca Eduardo
Santos, Editorial ABC. Bogotá, 1.959, pág. 132
“El Día del señor San Fernando Rey y Patrono de España, miércoles 30 de
mayo de 1757, corrió el agua nueva a la pila de la plaza Mayor, traída del
boquerón, a el fomento del Excelentísimo señor Virrey de este reino don José
Solis y Folch de Cardona (que Dios guarde) y su Excelencia subió a verla
echar, por la tarde, con todos los señores ministros, Contadores y otros
caballeros y mucho gentío.”40
“Los vecinos ansiosos de tener unan pila en su plaza, presentaron en 1.680 una
petición con el ruego de obtener ese servicio, y apenas en 1793 pudo el cabildo
satisfacer tan justas aspiraciones”41
Moviendo engranajes
Las corrientes de los ríos que bajaban de los cerros, en especial la del río San
Francisco, prestaron otros servicios a la ciudad, además de los ya mencionados. Entre
ellos se destaca la utilización de la energía hídrica para mover los molinos de trigo y la
38
Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 282
39
EAAB, Op. cit. 33, pág. 38
40
Tiempos Coloniales; “El Diario de Vargas Jurado”. Bogotá, 1902. Pág. 62
41
Fundación Misión Colombia. Op. cit.. 2, Tomo 1 Colonia, pág. 139
42
EAAB, Op. cit. 33, pág. 40
“En el San Francisco están las moliendas de trigo, por ser capaz para eso, por
que el otro (San Agustín) más es de pluvias que de natural origen”.
“El río San Francisco es tan provechoso que forma una acequia con que dentro
del circulo de la población muelen ocho molinos”. (pie de página)
Otra de las industrias coloniales que tuvieron que ver con los cerros orientales y sus
ríos, fue la de curtiembres. Esta actividad se “inicia en 1.542 y se deduce del acta del
cabildo fechada el 7 de diciembre de ese año y que dice textualmente: Cristóbal Toro
pidió junto al río ( San Francisco) para hacer una tenería ; se le proveyó un lugar”43.
Esta industria fue importante para la Santafé colonial, pues las pieles curtidas se
requerían para diferentes utensilios como zapatos, sillas y aperos de montar,
taburetes, canapés y otros mobiliarios domésticos.
Cabe anotar que las aguas de estos ríos eran también utilizadas por los centenares de
44
lavanderas que iban regularmente a sus orillas . Fue una actividad tan importante en
Santafé que el barrio de Las Aguas, que era cruzado por el río San Francisco, “recibía
el nombre de Barrio de las lavanderas”45. Este oficio continuó hasta bien entrado el
siglo XIX. 46
La madera y la leña
43
Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 1 Colonia. Pág. 126
44
Mejía, Germán; Op. cit. 23, pág. 73
45
García, Juan Crisostomo, 1.833. En: Martínez, Carlos; “Bogotá Reseñada por cronistas y viajeros ilustres”.
Editorial Escala. Bogotá. Pág. 100
46
Esta misma nota de prensa comenta el daño que a la salud pública causaba el lavado de ropas en los ríos de la
ciudad...”La urgencia de establecer lavaderos públicos en esta ciudad, cuya salubridad afecta, quizás más que ninguna
otra causa, la falta de agua limpia para el efecto, la forma bárbara en que se hace y la promiscuidad que resulta de
contactos y humores pestilentes...”. En: El Telegrama, No 1938, Abril 13 de 1893; “Tranvías y Lavanderos”.
Como parte de la excursión que el cronista Holton realizó al boquerón del San
Francisco, presentó la siguiente descripción sobre los leñeros :
Cabe anotar que la leña que se tomaba de los cerros orientales, además de servir para
las labores domésticas, también fue importante para varias industrias en Santafé. Una
de estas industrias fue la de fundición de metales que utilizaba carbón vegetal,
48
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 32
49
Martínez, Carlos. Op. cit. 9, pág. 199
50
Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 201
51
Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 3 Colonia. pág. 26.
52
Holton, Op. cit. 28. Págs. 232-233. No hay precisión sobre la fecha en que se produjo esta expedición, según el
arquitecto Carlos Martínez en la introducción, (página 7) de su libro Bogotá reseñada por cronistas y viajeros ilustres
precisa : No dejó Holton sobre cuanto tiempo residió en Bogotá ; sobre su llegada al país consigno los renglones
siguientes : “Mi primera vista de la Nueva Granada fue el 21 de agosto de 1852. He aquí querido lector una fecha que
debe aceptar ; recuérdela bien ; tal vez no encontrará otra a lo largo de este libro”.
Otra de las industrias relacionadas con la leña extraída de los cerros, fue la de la
pólvora, actividad exclusivamente oficial que se sirvió también del carbón vegetal como
uno de los componentes primordiales para su proceso productivo. La primera fábrica
de Santafé fue inaugurada por el virrey Messía de La Zerda en 1.768. En el plano de la
ciudad elaborado por Domingo Esquiaqui en 1.791 figura esta fábrica, localizada en la
54
parte suroriental de la ciudad, sobre las orillas del río Fucha . Aparece también en el
urbanograma de Morata de 1.772, como un edifico de gran magnitud. Continua
comentando Martínez:
“De España vinieron los expertos polvoreros. También los loceros, porque el
transporte de la pólvora a largas distancias requiere de ánforas torneadas y
vidriadas, al calor del carbón vegetal”. (pie de página).
La industria de ladrillos y tejas, cuyos primeros locales se ubicaron en las laderas del
cerro de Guadalupe, en especial en el barrio de Santa Bárbara, fueron las primeras
industrias extractivas que tuvieron lugar en los cerros orientales. El arquitecto Carlos
Martínez escribió sobre el desarrollo de esta industria los siguientes apartes:
53
Martínez, Carlos. Op. cit.. 1. Pág. 126
54
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 129
55
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199
56
Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 126.
“También se saca de las entrañas de los cerros y de los escarpes de los ríos un
excelente gres que sirve para los enlosados,... 58.”
Los árboles y arbustos eran el único medio posible para obtener durante la colonia
energía calórica, situación que generó una indiscriminada tala de árboles que llegó a
agotar los recursos vegetales y dejar las laderas de los cerros orientales desprovistas
de verde, como lo muestran las diferentes iconografías de la época, condición de
devastación que continuó hasta los primeros años del presente siglo.
“...pero el aspecto de Bogotá es triste lo mismo de lejos que de cerca, pues sus
alrededores están desprovistos de arboles que pudieran velar, hermoseándola,
la monotonía de las laderas desnudas de las montañas que las enmarcan,
cuyos tintes grises o sombríos se confunden con los de las pesadas
techumbres de teja que tienen todas las casas...” 61.
Salvo por el interés manifiesto de los naturalistas y el valor religioso de las montañas,
los cerros de oriente no fueron para los residentes de la ciudad sitio de paseo sino de
57
Martínez, Carlos; “Apuntes sobre el Urbanismo en el Nuevo Reino de Granada”. Bogotá, 1.967, pág. 64
58
Crónicas de L.R 1.803
59
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199
60
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199
61
Le Moyne Augusto; “Viajes y estancias en América del Sur”. Bogotá, 1.834, pág. 78
peregrinación 62. Los paseos se realizaban hacia las llanuras, buscando la vega de los
ríos, no los cerros orientales. Sin embargo, un lugar que llamaba mucho la atención a
los extranjeros, aunque pocos entraron en el, era el boquerón del río San Francisco.
Holton describió este espacio así :
El paisaje que nos rodea es el más agreste y magnífico que recuerdo haber
visto. Por más de una milla los desfiladeros son tan escarpados que no se
puede pensar en escalarlos y la hondonada es demasiado estrecha para
construir una carretera.
A través de esta estrecha garganta llega gran parte de las provisiones que se
consumen en Bogotá, cargadas sobre los hombros de hombres y mujeres y
sobre los lomos de bueyes. A todas horas del día y en especial el viernes por la
mañana (día de mercado), fluyen por la hondonada leña, carbón, trigo, aves,
trementina de frailejón en los recipientes de las hojas y hasta plátanos de las
regiones cálidas que hay al otro lado de las montañas.”63
Por el cañón pasaba una trocha bastante frecuentada por indios y mestizos la cual
comunicaba a Santafé con los asentamientos de oriente y los páramos ubicados en
las alturas de los cerros Orientales. El arquitecto e historiador Carlos Martínez escribió
a acerca de estas conexiones con oriente:
“En el plano de Santafé en 1,797 elaborado por Carlos Cabrer se señala con el
nombre de Camino a Fómeque. Por éste acudían labranza, aves, huevos y
flores. No tuvo mayor importancia económica porque los territorios no
sobresalían por sus adelantos agropecuarios. Bajo el gobierno del virrey Solís
se adecuó y prolongó este sendero hasta Villavicencio, cabecera de los llanos,
región prácticamente desconocida entonces sin geografía y sin historia.”64
De los caminos reales, se tiene certeza de que existían por lo menos tres que
cruzaban los cerros orientales: en 1.605 Juan de Borja mandó a construir un camino
entre Bogotá y los llanos a través de Cáqueza, siguiendo un camino indígena existente
que llegaba a la sabana a través del boquerón del río San Francisco ; otra ruta, salía
del boquerón del San Francisco y bajaba por Choachí, Fómeque y Quetame; saliendo
por Usme existía otro camino que comunicaba con los llanos a través de río Blanco 65.
Posteriormente, más hacia el norte existió un camino real que subía por la cuenca de
la quebrada la Vieja y otro más que subía a la altura de Usaquén, los cuales se unían
en la cima con otro que iba de Choachí al sur de Sopó y Guasca.
62
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 199
63
Holton, Op. cit. 28, pág. 165
64
Martínez, Carlos. Op. cit. 1, pág. 201
65
Langebaek, Carl; “Los Caminos del Piedemonte”. Universidad de los Andes. 1.997. Sin publicar
Como se vio en el apartado anterior, los muiscas tuvieron una íntima relación de
carácter ritual y mágico con los cerros orientales. La montaña para los indios, era por
su elevación, lo más próximo al cielo, el centro del mundo y del cosmos; la montaña
simbolizaba la residencia de las divinidades solares y las cualidades superiores del
alma, por esto era sagrada. Las lagunas en lo alto de los cerros y los ríos eran motivo
de adoración, lugar de múltiples rituales y significaban el nacimiento de su civilización.
A su vez el árbol es el símbolo de la vida en perpetua evolución cósmica, muerte y
regeneración. Relaciona los tres niveles del mundo (raíces), la superficie de la tierra,
(tronco y ramas) las alturas, que atraídas por la luz ascienden hasta el cielo. Los
árboles eran símbolo de los poderes femeninos de la procreación. Toda la energía vital
de la tierra estaba representada en la montaña, sus aguas y sus árboles.67
en ellos; lo cual está muy seguro que nadie los tocará en ello, porque pasaría
que luego se habían de caer muertos. Lo mismo es lo de las lagunas, las que
tienen dedicadas a sus sacrificios, que van allí y echan mucho oro y piedras
68
preciosas que quedan perdidas para siempre.”
“...son grandes idólatras, y todo cuanto procuran adquirir es para ofrecer a sus
santuarios, que tienen muy escondidos y encubiertos en las montañas, y así
reciben mal la doctrina cristiana.”69
los indígenas en la Fe cristiana. Para los jerarcas del gobierno era claro que sólo
difundiendo y arraigando entre los aborígenes los fundamentos del cristianismo y
enseñándoles la lengua castellana, podría contarse con ellos como verdaderos
vasallos de la corona.
Dentro de la estructura urbana, las iglesias y conventos sobresalían con gran fuerza en
la imagen de la ciudad. El papel de estas construcciones como verdaderos hitos
urbanos no resultó únicamente en el gran número de éstas, sino también en la manera
71
en que estos edificios rompían la uniformidad del paisaje urbano . Por ello un testigo
afirma ”que con sus respectivas cúpulas y torres animan la vista de la ciudad” 72. Al
predominio de las construcciones religiosas en el paisaje, debemos agregar que ellas
fueron las únicas construcciones realmente diferenciadas dentro del conjunto de la
arquitectura colonial. Varios de los principales edificios públicos apenas se distinguían
de las viviendas; otras fueron ubicadas en viviendas que se adaptaron para el fin
institucional.
70
”Puesto que los indios que eran sorprendidos en el ejercicio de su culto pagano sufrían penas que para ellos eran la
máxima deshonra, tales como la pérdida de los cabellos y de la manta conque se cubrían.” En: Fundación Misión
Colombia. Op. cit. 2, Tomo 4 Colonia, págs. 10-11
71
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 178
72
Cartas Escritas desde Bogotá; citado por Mejía, Germán. El autor de esta cita es anónimo Op. cit. 23, pág. 94
73
Le Moyne, Op. cit.. 61, pág. 118
74
Martínez, Carlos, Op. cit.. 1, pág. 90
“El invasor les había quitado a los indios cuanto poseían. Ya no podían adorar
al sol y las aguas en las altas montañas”76 .
Otro de los ejemplos del proceso de imposición de este imaginario, fue cuando Juan
de Castellanos, en 1.520, consideró que el bosque nativo era un criadero de
pestilencias y por esta razón encargó a varias cuadrillas para que lo destruyeran. En
1.575 el gobierno español emprendió una caza en contra de los nogales por ser el
árbol que adoraban los indios 77 .
Otras de las formas de domesticar el territorio por parte de los españoles, de suma
importancia para esta investigación, fue la costumbre cristiana de fundar ermitas en las
soledades de los cerros. Algunos cronistas e historiadores escribieron acerca de la
fuerte imagen que representaban las iglesias y conventos en el paisaje natural y
urbano de Santafé:
“La iglesia fue el mayor pilar de la sociedad colonial y el catolicismo llenó uno a
uno casi todos los intersticios del vivir cotidiano, desde el nacimiento hasta la
muerte....Las iglesias llegaron a ser los más grandes casatenientes, y en
conjunto poseían más de la mitad del suelo sabanero.”78
75
Pérez, Op. cit. 19 pág. 10
76
Forero, Manuel José; “Bogotá 450 años De los Orígenes al Deslumbramiento”. Universidad Distrital, Bogotá 1988.
Pág. 118
77
Molina Sánchez, Gonzalo; “Guía de Arboles”. DAMA. Editorial Tercer Milenio, Bogotá. 1.997
78
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia, pág. 29
“Desde los primeros días de la conquista habían fijado los soldados fundadores
de Bogotá sendas cruces sobre las cúspides de las eminencias de Monserrate
y Guadalupe.”79
79
Ibañez, Pedro María; “Crónicas de Bogotá”. Editorial ABC, Bogotá, 1.891 Tomo 1. Pág. 214
80
Steuart; “Narración de una expedición”. Bogotá, pág 177.
81
Martínez, Carlos, Op. cit.. 9, pág 46
82
Conselheiro Lisboa, 1853. En: Martínez, Carlos. Op. cit.. 69, pág. 80
83
Martínez, Carlos, Op. cit.. 9, págs. 58-59.
Las asociaciones mágico - religiosas de los habitantes con los cerros explican esta
abundancia de lugares de peregrinación y adoración . Monserrate y Guadalupe
estaban rodeados de un halo de misterio que era reproducido por las leyendas que se
contaban una y otra vez, o por las fervientes creencias en tesoros ocultos que,
protegidos por almas en pena o el demonio, podían sin embargo ser hallados al
señalar los fuegos fatuos el lugar donde se encontraban. Al respecto escribió un
viajero hacia comienzos del decenio de 1830:
“Cien veces he oído narrar que según una tradición de los indios, había un
ciervo de oro de tamaño natural enterrado desde la llegada de los españoles al
país; en una caverna de las montañas que protegen a Bogotá, situada en línea
recta con el emplazamiento que ocupa la catedral y que, siempre de acuerdo
con la tradición, algunas noches se ven ir y venir llamas en derredor de aquella
cueva misteriosa.”84
La ermita de la Peña fue inicialmente construida en un sitio mas alto que el actual, en
el cerro de Guadalupe, en el lugar en el que la virgen se apareció a un habitante de la
ciudad, sitio en donde se encontraron unas estatuas milagrosamente esculpidas en la
roca, según lo establecido en la tradición; luego de ser trasladada la ermita al cerro de
85
los Laches, “en el sitio se coloco una gran cruz que se domina en toda la ciudad” .
Holton escribió con relación a estas estatuas:
“En Monserrate la ermita en su cima guarda la imagen del señor caído, objeto
frecuente de peregrinación individual, así como masiva una vez al año y
84
Le Moyne , Op. cit. 61, pág. 123
85
Ortega Ricaurte, Daniel. Op. cit.. 37, pág. 123
86
Holton, Op. cit.. 28, pág 237
“La edificación que fue demolida por el terremoto, cuyo impacto fue tan
tremendo que lanzó montaña abajo una inmensa masa de material a una
plataforma de la montaña, entre otras cosas, la imagen de piedra de Nuestra
Señora que sin embargo, no sufrió daño alguno de la informal modalidad de su
descenso. Los monjes difundieron la noticia tal como si hubiese sido un
milagro, y una creencia se vio fortalecida aún mas por el hecho de que la
mañana siguiente la misma imagen, mostrando su incalificable predilección por
88
la antigua morada, había regresado durante la noche al sitio acostumbrado.”
A pesar de la importancia de los caminos que unían a la ciudad con las provincias de
oriente, desde el punto de vista paisajístico y desde una perspectiva contraria, Santafé
fue un balcón sobre la Sabana. Las circunstancias climáticas de su ubicación hacían
de esta ciudad un punto gris y encapotado que miraba hacia un occidente luminoso,
con extensos sembradíos de trigo que reflejaban su color de Sabana produciendo
90
deliciosos matices .
La red de caminos que cruzaba los cerros unía estratégicamente a la ciudad con otro
paisaje, otro mundo que quedaba a sus espaldas. Cuando desde la ciudad se miraba
al oriente solo escarpadas montañas componían el paisaje. Por ello, el mundo atrás de
ella desaparecía. Este hecho explica aún más el nudo existente entre la ciudad y la
sabana y da razón del generalizado argumento de que la ciudad dependía en su
mayoría de lo que la planicie le entregara, sin olvidar la otra relación de dependencia
que existía con los llanos, los páramos y el piedemonte sobre el que estaba recostada
la ciudad 91. Algunos cronistas escribieron sobre la relación preponderante que jugaba
la sabana para conformar la imagen de la ciudad :
“La ciudad está construida entre la serranía que le cubre las espaldas y la
extensa sabana que le muestra el horizonte, es decir su ubicación recuerda un
anfiteatro” 92
87
Steuart. Op. cit.. 50, pág 177
88
Le Moyne. Op. cit. 61, pág 182
89
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág 58
90
Fundación Misión Colombia, Op. cit. 2, Tomo I Colonia, pág. 28
91
Pérez. Op. cit.. 19, pág. 10
92
Gosselman, Carl August; “Viaje Por Colombia”. Banco de la República, Bogotá, pág. 198
“Todo viajero se demora para ver la ciudad por ser esta del mismo color
sombrío de la montaña que se yergue detrás.... cuyas amplias proporciones
93
dominan la sabana.”
Al fin de cuentas la sabana predominaba sobre las montañas por ser la tierra plana,
fértil y luminosa que tanto maravilló a los españoles a su llegada. El tan ponderado
“Valle de los Alcaceres” era descrito invariablemente como una comarca bella y
“regalada de los favores de la primavera”. Innumerables textos desde la colonia hasta
el siglo XIX hablan sobre el verdor de sus praderas, la abundancia de sus cultivos, las
enormes fincas ganaderas y la variedad de la fauna y la flora.
La ocupación de Teusaquillo, actual “plaza del Chorro de Quevedo, que sirvió como
resguardo militar ubicado en la parte alta del territorio, permitió al campamento una
95
importante visión panorámica sobre la planicie . De esta situación de dominio visual
se desprendió otra forma de valoración de los cerros que estaba arraigada en una
costumbre paisajística que tiene su raíces en el momento mismo en que el oficial de
Quesada escogió este lugar como el propicio para la futura población. Por lo tanto,
Santafé miraba hacia la Sabana porque los cerros lo obligaban a ello y es la condición
de dominio visual sobre ésta la que llevó a los españoles a valorar el piedemonte por
encima de esta para implantar la ciudad, pues su ventaja comparativa desde el punto
vista militar estaba en dos razones básicas: la primera era el resguardo que
proporcionaban los cerros a la espalda del campamento y la segunda, sin duda, era la
posibilidad de mirar sin barreras hacia la planicie:
“Tierra buena, Tierra buena, tierra donde se ve gente vestida, tierra buena
desde la cual se podía ver el valle del Magdalena” 96.
93
Holton Isaac, Op. cit.. 28
94
Le Moyne. Op. cit. 61, pág. 96
95
“Una plazoleta asentada sobre la cota 2660m posición prominente, aparejada al frente por flancos pendientes a la
manera de atalaya permite registrar en toda su amplitud el panorama sabanero...”. En: Martínez, Carlos, Op. cit. 9, pág
42
96
“El mirador de Bogotá. En: Diario El Espectador, 8 de abril de 1.997
97
Mejía, Germán. Op. cit. 23, pág. 76
Una vez dejó de ser importante el control militar para los españoles, se transformó la
necesidad estratégica de protección en la arraigada costumbre visual de mirar hacia la
planicie, hacia el horizonte lejano, hacia la única forma posible de volver a Europa, el
río Magdalena.
“La planicie un mar de verdura haciendo oleajes, surcado por argentinas cintas
perdiéndose con sus azuladas montañas en el horizonte, dominadas por las
melenas de nieve de los gigantes montes de la cordillera central, rodeadas de
98
nubes de armiño y rosa...”
En resumen, el lugar donde fue construida la ciudad ocasionaba que esta tuviera una
gran amplitud hacia de horizonte. El plano inclinado que forma las estribaciones de
Guadalupe permitió a los ciudadanos y visitantes una magnífica vista de la Sabana y
sus lejanos límites. El panorama solo era interrumpido por una que otra casa, los
muros de algún convento o las torres de las múltiples iglesias.
Los cerros catalogados así como extramuro de la ciudad, fueron el sitio ocupado por
las personas que se dedicaban a las actividades manuales y artesanales. Los
artesanos como los agricultores para los españoles peninsulares, eran oficios de
carácter manual propios de plebeyos y moros, en cambio la ganadería, que se
practicaba principalmente en la sabana era oficio de señores, bien visto por las clases
sociales mas altas. Así pues el habitante de los cerros será el otro, el indígena y el
mestizo artesano, quien para elevar su condición dentro del régimen colonial debió
emigrar a la ciudad y el lugar para su ocupación fue el que le permitieron: los cerros,
por ser estos un territorio de baja valoración para la clase dominante.
El desarrollo urbano en los cerros durante estos siglos se caracterizó por que desde
“los tiempos de la conquista la ciudad de Santafé quedo circundada por un collar de
resguardos y asentamientos de indios a los cuales se les adjudicaron tierras altas en
99
Usaquén , Teusaquillo etc.” . De esta forma se consolidaron zonas específicamente
habitadas por indígenas, como la de Pueblo Viejo al extremo oriente y suroriente100.
Estos asentamientos quedaban justo en el piedemonte de el cerro de Guadalupe, en el
lugar que otrora ocupó y valoró estratégicamente Quesada con su campamento
conquistador, y que para el final de la época colonial va a ser un territorio desvalorado
y por ende ocupado por aquellos que lo habitan por mera necesidad 101.
99
Carrasquilla, Juan Carlos; “Quintas y Estancias de Santafé”. Fondo de Promoción de la Cultura Banco Popular,
Bogotá, 1.989.
100
“A la parroquia de Santa Barbara, se le asignó para congrua el pueblo de indios de Sisvativá y Teusaquillo por
feligresado. El pueblo se Sisvativá según tradición estaba en la margen izquierda del río Fucha, en la hacienda llamada
San Vicente. En la serranía al oriente de San Cristóbal, sobre la quebrada el Soche”. Ibañez, Pedro. Op. cit.. 79, pág.
268
101
“Aunque en la ciudad hubo zonas pobladas exclusivamente por indígenas, dicho grupo étnico se hallaba diseminado
por toda la ciudad debido esencialmente a que muchos de ellos, especialmente de sexo femenino, estaban dedicados
a prestar servicios domésticos en las casas de los blancos.” En: Fundación Misión Colombia. Op. cit. 2, Tomo 4
Colonia, pág. 16
¿Y que significa dejar ese claro en el bosque, ese lugar flanqueado? Significa que en
ese espacio aparece, se materializa, se funda el centro de un nuevo mundo (el mundo
civilizado) y todo lo que queda afuera (ese ambiente agobiante), se convierte en caos
102
neutro y sin forma. Así pues, el espacio civilizado (la ciudad colonial ) es el espacio
comprendido para el español , es el lugar ya entendido, en el cual puede dejar sus
miedos afuera; es le lugar donde se pude estar seguro en el mundo, es desde donde
el puede mirar sin ningún temor, es el espacio propio de lo doméstico.
102
Carlos fuentes en una entrevista que apareció en el diario El Tiempo el 18 de abril de 1999, plantea la diferencia
existente en la historia de América Latina entre” lo civilizado” refiriéndose a lo Europeo o Norte Americano y “la
barbarie” como lo indígena, autóctono, natural etc.
Las diferencias sucedidas durante el siglo XIX en la ciudad, con respecto al periodo
anterior, están marcadas fundamentalmente por el gran aumento de la población que no
correspondió con el crecimiento de la estructura física1. Esta escasa actividad de la
construcción y el aumento de la población se debió sobretodo a las numerosas guerras
ocurridas en el país durante todo el siglo, las cuales llevaron al estado y la sociedad a una
prolongada crisis económica2.
Por esto a pesar de que la población se quintuplicó, el área urbana se incrementó muy
poco durante este siglo, lo que llevó a una fuerte densificación del casco urbano y a una
utilización mucho más intensa de los inmuebles y predios que existían desde siglos
anteriores. Hacia comienzos de este siglo los inmuebles se localizaban sobre grandes
predios en una larga sucesión de espacios abiertos. Estos espacios, patios y solares
donde abundaban árboles y cultivos que suplían la carencia total de parques y jardines
públicos en la ciudad, se convirtieron pronto en espacios construidos. Aparecieron así
habitaciones con dimensiones mínimas sobre los antiguos solares y las casonas
subdivididas para el alquiler. Se convirtió en algo común el que los dueños de las grandes
casas, los habitantes más pudientes de la capital, dividieran la planta baja en pequeños
locales o piezas, denominados “tiendas”, que alquilaban para ser habitación de las clases
más populares. Esto conllevó a que convivieran en el mismo inmueble los estratos
sociales más diversos. Con la excepción de los barrios de Egipto, Las Cruces y San
Diego, donde los moradores vivían en chozas pajizas, la gran mayoría del sector pobre de
la población vivía en tiendas.
Estas tiendas, tipología que se reprodujo en todos los barrios de la ciudad, contaban con
sólo una puerta hacia la calle, sin comunicación hacia los espacios abiertos del interior y
ningún tipo de servicios. Esto trajo insalubridad extrema en toda la ciudad que redundó en
constantes epidemias, situación que se convirtió en el motivo principal y centro de acción
de los planes de gobierno de la diferentes administraciones durante parte importante de
este siglo y de comienzos del siguiente.
1
Según los censos realizados en la época, la ciudad pasó de tener 21.000 habitantes en 1.800 a 100.000 en 1.900 y más
de 120.000 en 1.910, con un incremento de la estructura física menor al 60%. Censo Dane.
2
Durante el siglo XIX se sucedieron ocho guerras civiles, catorce civiles locales, dos internacionales, tres golpes de cuartel
y la guerra de los mil días, hacia finales del siglo.
3
Según la tesis de Sergio Arboleda, en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, la desamortización se
realizó en muy pocos años (el 80% entre 1.862 y 1.864) y los bienes ascendieron a 1.128 predios de los 5648 existentes en
la ciudad. Citada en: Fundación Misión Colombia; “La Historia de Bogotá”, Tomo 1, Siglo XIX. Villegas Editores, 1989,
Tomp SXIX. pag. 25
afectar cerca del 20% de toda el área de la ciudad. Sobre los cerros, se encontraban
varias propiedades de la iglesia que habían contribuido a su protección de los desarrollos
urbanos, los cuales también fueron puestos en circulación. Gracias al decreto del
presidente Mosquera, que se convirtió en la única reforma urbana en la historia de la
ciudad, se inició la modernización fiscal del estado y surgió el sistema financiero moderno.
La mezcla social que tuvo lugar en la ciudad durante gran parte del siglo XIX, producto de
lo antes descrito, generó situaciones de hacinamiento que afectaban a toda la población
en general, sin importar su condición social. Esta fue la principal causa por la cual las
clases pudientes comenzaron a buscar un lugar sobre el cual construir nuevas viviendas y
huir de este nocivo ambiente en el cual se había convertido el casco urbano consolidado.
Hacia las últimas décadas de este siglo surgió la urbanización de Chapinero, localizada
originalmente sobre los predios de la hacienda del mismo nombre, a considerable
distancia de la ciudad tradicional, que presentaba las condiciones ambientales perdidas
en los últimos años. Era un lugar con condiciones naturales óptimas, -bosques, multitud
de quebradas, pequeños lagos- y con amplios espacios para construir nuevas viviendas,
denominadas quintas, para aquellas clases pudientes que ya no lo podían hacer al interior
de la ciudad tradicional.
Además de las crisis económicas ocasionadas por las guerras y del estancamiento en el
desarrollo al interior y en la periferia de la ciudad, hubo un tercer factor que frenó el
crecimiento urbano de la ciudad. Infortunadamente, el territorio sobre el que Bogotá se
asienta siempre ha sido propenso a los movimiento telúricos que varias veces durante el
siglo XIX azotaron la ciudad, el más fuerte sucedido en 1.826. Estos terremotos hicieron
que la arquitectura fuera en su mayoría compuesta de casas de un solo piso construidas
con grandes muros para soportarlos, inmuebles que debieron ser reparados y
reconstruidos varias veces. Ejemplo de esto fueron la iglesia de Santo Domingo y la
ermita de Guadalupe, localizada en la cima de uno de los cerros tutelares de la ciudad,
que se reconstruyó varias veces a raíz de estos movimientos de la tierra.
La ermita anterior, construida en 1.656, había sido arruinada por el temblor de 1826. La
nueva ermita a que hace alusión Ibáñez nunca se construyó en su totalidad. Además de la
capilla de piedra, estaban proyectadas dos torres destinadas ambas para observatorio
astronómico y una cruz monumental, las cuales nunca fueron llevadas a cabo.
4
Ibañez, Pedro María; “Crónicas de Bogotá”. Imprenta La Luz, Bogotá, pags.393-394
13 y algunos espacios recreativos y de descanso que incluyeron los cerros como parte de
la estructura urbana, como fue el Parque Centenario5, terminado en 1.883 para la
celebración de la efeméride del nacimiento del libertador.
Con estas obras, la ciudad fue sometida a una primera “modernización” en un corto lapso
de tiempo. Las obras, que por primera vez se apartaban de la trama homogénea que
existía hasta entonces, señalaron el desarrollo urbano de la ciudad durante el siglo XX. Se
destacaron como origen de la ciudad futura las alamedas, el barrio de Chapinero y la
corona de equipamientos de la periferia, entre los que se encontraban el matadero, el
panóptico y la zona de los hospitales, hacia el sur.
El desarrollo urbano, que durante la mayor parte de este siglo fue incipiente, empezó a
ser significativo hacia la última década. Las calles y carreras que se habían trazado desde
el origen en forma de tablero de ajedrez, se desviaron en su prolongación como resultado
del choque de la nueva urbanización con la topografía de los cerros. Las carreras tomaron
la curvatura de las líneas de nivel empezando así a condicionarse la trama urbana, lo cual
se acentuaría de aquí en adelante. La construcción de puentes sobre los ríos y quebradas
y de caminos sobre la periferia, iba extendiendo el trazado urbano, apropiándose de las
zonas rurales aledañas. Esta expansión urbana, aunque limitada, se produjo en todos los
costados de la ciudad; comenzaron entonces a desarrollarse o densificarse barrios como
Egipto y Las Aguas al oriente, La Perseverancia y Chapinero (declarado barrio de Bogotá
en 1.875) al nororiente; Las Cruces al sur y San Victorino al occidente. En 1.882 se
erigieron las Parroquias de Nuestra Señora de las Aguas y Egipto al oriente de la ciudad,
sobre la ladera de los cerros y se fijaron los límites urbanos, siendo el oriental la parroquia
de Choachí.
Desde la segunda mitad del siglo, la ciudad creció hacia tres de sus costados apoyada
sobre los cerros orientales que continuaron siendo la despensa para el abastecimiento de
agua y materiales de la ciudad. La apropiación de terrenos en la periferia por parte de
particulares, para usufructuar los beneficios de sus ventas, impidió que la ciudad creciera
libremente y de acuerdo a las intenciones de sus administradores. Sin embargo, hacia
mediados del siglo el gobernador de la provincia, Pastor Ospina, solicitó al Cabildo el
orientar el crecimiento de la ciudad hacia los ejidos de San Victorino6, con el objeto de
equilibrar la ciudad que tenía ya una denotada dirección de crecimiento sobre el eje norte
sur y aprovechar los terrenos planos, “más aptos para la urbanización”. Posteriormente en
la década de los años 60s, el general Mosquera volvió a proponer los mismo, en un
proyecto que tampoco se concretó7.
Para la segunda mitad del siglo, la necesidad de control sobre el crecimiento urbano se
hizo apremiante. Es así como en 1.875 se aprobó el que puede ser considerado primer
código urbanístico de la ciudad, que por medio de una normativa definió el crecimiento y
la expansión urbana.
5
Desaparecido en la década de los 60s con la construcción de la calle 26.
6
Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1 siglo XIX, pag. 23
7
La descripción de este proyecto está consignada en un artículo publicado en el periódico el Colombiano del 23 de
Noviembre de 1.861, y que en algunos de sus apartes consigna: “ (se construirá)... un magnífico plano que por orden del
ciudadano Presidente de la Unión se está formando al occidente de Bogotá. Es un pensamiento feliz. Con hermosas
plazas, con calles de 16 varas de ancho, inclusas 3 de cada lado para aceras., levantadas. Esta nueva ciudad será la obra
de pocos años porque todo ocurre a favorecer su formación. Quedará dividida de la actual por toda la anchura de la
Alameda (actual carrera 13), que será una grande y hermosa avenida”. Citado en: Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3,
Tomo 1 Siglo XIX, pág. 30
En el Plano elaborado por Agustín Codazzi en 1.852, se presta una especial atención a la
ocupación de la trama urbana y su relación con el territorio, ilustración clara de la relación
que estableció la ciudad durante el siglo XIX con la región sobre la que se localiza. En
este plano, a diferencia de la planimetría del siglo XX, la plaza Mayor (luego de Bolívar)
está localizada en el centro de la composición, con lo cual se insinúa una igual relevancia
a toda la periferia urbana. Dentro de esta periferia están desarrollados en detalle los
accidentes geográficos de los cerros, los ríos y quebradas y la ocupación del piedemonte
mediante construcciones aisladas. Se aprecian los molinos y gran cantidad de inmuebles
que se desarrollaron desde el casco urbano hacia las cotas altas de los cerros por los
cauces de los ríos San Francisco y San Agustín. También se aprecia la Quinta de Bolívar
como el inmueble “formal” más al oriente de la ciudad. Aunque la forma de expresión del
plano no permite ver con claridad la cobertura vegetal, esta no parece existir, por lo
menos en lo que a los cerros se refiere. La ocupación de estos ilustrada en el plano de
Agustín Codazzi, está descrita en las siguientes crónicas, la primera citada en la Historia
de Bogotá y extractada del periódico el símbolo en 1.865 y la segunda de Pedro María
Ibáñez en su libro “Crónicas de Bogotá”:
“... Por el oriente todas las faldas de los cerros están llenas de casitas que no
existían ni en tiempo de la verdadera Colombia; y el camino que conduce de la
ciudad a La Peña, de 10 años a esta parte, está literalmente cubierto de casas
humildes, pero que no por eso dejan de ser casas”.8
“En aquellos años se hallaba incrustada en el extremo norte del barrio de Las
Nieves una colonia de gentes perdidas, verdadera putrefacción de la ciudad,
conocida con los nombres de Santa Lucía o Pueblo Viejo, reducida cité donde
reinaban todos los vicios que degradan a la humanidad. Ocupaba una manzana
cerrada por muros de tierra, cortada por angostas y tortuosas vías llamadas calles
del Suspiro, del Silencio, de la Esperanza, de la Polka, de la Peña, etc., a las
cuales daba entrada una sola puerta, abierta sobre la calle 23...”9
8
Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. Pag. 27
9
Ibañez. Op.cit. 4 , Pag. 376.
Pero la zona oriental localizada en los extramuros de la ciudad, no sólo era un lugar para
vivienda, sino que se había convertido en zona industrial; se construyeron entonces
fábricas de loza y de tejidos en donde antes había molinos y una nueva fábrica de
pólvora. Algunos de estos edificios fabriles se convirtieron posteriormente en parte del
campus de la Universidad de los Andes.
“Se adjudica a los tres antes mencionados, la tierra comprendida en el cerro según
los linderos que expresan las escrituras (los páramos denominados “El Chapinero”,
10
Ibañez, Op.cit. 4.
11
Ibañez, Op.cit. 4, pags. 332-333.
12
Ibañez, Op.cit. 4, pag. 462.
llamados más tarde San Luis y Santo Domingo, abarcan a lo ancho de la cuchilla
más baja hasta la alta; y a lo largo desde el río Arzobispo hasta la parte superior
del Chicó y la Cabrera), la que por ser indivisible la poseerán de mancomún
declarándose incluso su valor en las estancias que se les han asignado según lo
han convenido”. 13
Por otra parte, en esta epóca la ciudad disponía de los mismos caminos de comunicación
con la región de la colonia, pero ahora sostenidos mediante peajes14. Las carreteras
regionales localizadas sobre los cerros no cambiaron mucho, ya que el comercio al
oriente no se incrementó. Son prácticamente las mismas vías que desde la Colonia
existían: la de Cáqueza (Santafé – Chipaque – Cáqueza) y la de Choachí (Santafé –
Choachí – Fómeque), este último descrito por Le Moyne en 1880 en las siguientes líneas:
“Se salía por una de las calles altas, un barranco abierto por aguas entre
Monserrate y Guadalupe, cruzaba el páramo de donde salían dos caminos hacia
Choachí. Para llegar a Cáqueza se pasa por Yomasa”. 15
Otro de los hechos que marcó el siglo XIX en el desarrollo de la ciudad y su relación con
el territorio, fue el problema de abastecimiento de agua, ya que durante todo este tiempo
los mecanismos de aprovisionamiento del líquido fueron rudimentarios e insuficientes: por
otra parte, su manejo pasó varias veces de manos del estado a manos de particulares, lo
que produjo numerosos inconvenientes producto de la mala fe de quienes en los
diferentes momentos estuvieron a cargo de su manejo.
Desde comienzos del siglo, fecha en que se construyeron los primeros acueductos, la
ciudad utilizaba para su abastecimiento las corrientes de los ríos que bajaban de los
cerros de oriente, en especial el Arzobispo, el San Francisco y el Manzanares, afluente
este último del San Agustín de donde salía la tubería que llevaba el agua a las pilas.
Hasta la década de los años treinta el agua era administrada por el Cabildo, fecha en que
pasó por primera vez a manos de particulares por el déficit de entonces en las finanzas
públicas. Debido a que el interés de los particulares era solo lucrativo, durante los
siguientes años el estado de las cañerías y las pilas se deterioró hasta el extremo de
hacerse necesario su recuperación por parte de la Administración.
13
Carrasquilla Botero, Juan Carlos; “Quintas y estancias de Santafé y Bogotá”. Editorial Presencia, Bogotá, 1989,
pag.196.
14
En la Ley 9 de 1.867 se definieron los Caminos del Estado así:
Bogotá – Villavicencio, pasando por Chipaque, Cáqueza y Quetame.
Cruz Verde – Bogotá, pasando por Quetame, Ubaque y Fómeque.
Choachí – Bogotá, pasando por el río Fómeque y el boquerón de Bogotá
Choachí – Guasca, pasando por el Puente de Ají.
“Declárese la ramificación del Camino de Oriente la calle que partiendo del punto denominado Los tres Puentes, sigue en
dirección a la Quinta de Bolivar y se refunde en el camellón situado en la parte oriental de la ciudad de Bogotá”.
15
Citado en: Langebeak, Carl:, “Los caminos del piedemonte”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1998. Sin publicar
En 1.886, fecha que marca el comienzo de la nueva etapa del abastecimiento de agua en
la ciudad, se estableció otro contrato con particulares, esta vez los señores Ramón B.
Jimeno y Antonio Martínez, con el objeto de establecer en Bogotá y Chapinero un
acueducto en tubería de hierro y usufructuarlo por los siguientes 70 años17. En este
contrato el Municipio les traspasó todos los derechos sobre las corrientes de agua que
abastecían la ciudad y las redes que estaban en servicio a los dos personajes
mencionados. En 1.888 se concluyó la primera etapa, que consistía en dos tuberías de
hierro que atravesaban las calles 9 y 11 y un estanque con capacidad para 4 millones de
litros localizado sobre los cerros en las postrimerías del barrio Egipto. Con estas obras el
acueducto fue inaugurado oficialmente, pero dos años más tarde un derrumbe en los
cerros, por donde estaba la tubería principal de abastecimiento dejó por más de siete
meses a la ciudad sin agua. Finalmente, y por medio de una tubería colgante, el problema
de abastecimiento fue solucionado una vez más. Decía en el Correo Nacional del 14 de
Enero de 1.891:
“Entre tanto continúan los derrumbes de los cerros, haciéndose más difícil la
reparación del daño, continúa la población sumida en el mayor conflicto, pululando
por las calles en busca de agua, agrupándose en verdaderos enjambres alrededor
de las únicas fuentes antiguas”18.
Al problema de los acueductos se sumaba el que las fuentes de donde se tomaba el agua
se encontraban contaminadas, pues no se ejercía control alguno sobre ellas y cuando
llegaban al acueducto ya contenían toda clase de desechos, pues habían pasado por
lugares donde los animales pastaban, algunos molinos y zonas donde las lavanderas
trabajaban. Pocos años más tarde, el problema de abastecimiento de agua fue
solucionado parcialmente cuando la empresa construyó otros dos tanques de
almacenamiento sobre los cerros orientales, uno en La Quinta de Bolívar y otro en el sitio
denominado Molino del Cubo. Sin embargo, los problemas con la empresa privada de los
señores Jimeno y Martínez que había efectuado los trabajos del acueducto continuaron
hasta la segunda década del siglo XX como se verá más adelante.
16
Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. pag. 38.
17
Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo 1, Siglo XIX. pag. 41
18
Citado en: Fundación Misión Colombia, Op.cit. 3, Tomo I, siglo XIX, pag, 44
Así como sucedió con el agua y el acueducto, hacia los últimos años del siglo XIX, los
demás servicios públicos fueron intervenidos por el estado. En esta misma década se
emprendió la construcción del primer alcantarillado de la ciudad, ya que hasta entonces
las aguas negras corrían por el centro de las calles y desbordaban en los ríos San
Francisco y San Agustín, que en ese entonces atravesaban la ciudad al descubierto. Para
estos años se empezó la canalización de estos dos ríos con los que se les destinó a
convertirse en colectores de aguas negras.
“En el mes de Abril de 1.876 se vio, por primera vez, alumbrada la ciudad con luz
producida de gas de hulla”.19
En los últimos años de este siglo, las necesidades de los habitantes y las nuevas ideas de
los gobernantes dieron el primer impulso fuerte de modernización a la ciudad. Fue en
estos años en que los principales servicios fueron intervenidos de forma drástica y cuando
llegaron aquellos que nunca habían hecho presencia en la ciudad. La ciudad entró así al
siglo XX con una imagen distinta y con los rasgos definidos de lo que sería el desarrollo
urbano en adelante.
Los comienzos del siglo fueron los tiempos de la Ilustración, época en la que hubo un
marcado interés por las ciencias, en especial en Europa. En territorio colombiano, este
movimiento intelectual llegó a través de importantes personajes que como Mutis,
emprendieron proyectos científicos de gran envergadura, que según algunos
historiadores, fueron el germen de los movimientos independentistas21. Así, hacia finales
del siglo XVIII es iniciada la denominada “Expedición Botánica” (1.783-1.816) la cual tiene
19
Ibañez. Op.cit., pag.422
20
Ibañez, Op.cit., Pag.480
21
En el comienzo de la Expedición Mutis subió a Monserrate y Guadalupe “las primeras especies que estudió fueron la
“befaria Resinosa” (pega-pega) y la Espeletia Grandiflora (frailejón) cuyo nombre honra el Virrey Espeleta. En: Guhl,
Ernesto; “Los páramos circundantes de la Sabana de Bogotá”, Jardín Botánico José Celestino Mutis, Bogotá, 1982.
Pero aunque existió un gran interés por estas especies de la sabana, por los nuevos
descubrimientos y su valor comercial (como la Quina y el Té de Bogotá), no hubo uno
particular por los cerros como conjunto natural. Con estos movimientos científicos, reflejos
de la ilustración europea, no se valoraron las cuencas ni tampoco se inventarió en detalle
la flora de los cerros de la ciudad, por lo que es difícil determinar su incidencia en el
conjunto de la expedición. Además, para el comienzo de este siglo los cerros estaban
desprovistos de naturaleza y altamente erosionados, ya que habían sido sometidos a una
fuerte explotación de leña, piedras y arena desde la fundación de la ciudad. Sólo a
mediados de siglo se despertó un primer interés por la vegetación de los cerros y se
realizaron algunas campañas de arborización y de prohibición de la tala en las cuencas de
los ríos, esto debido sobre todo a los problemas de abastecimiento de agua. Lo anterior
se puede constatar con la iconografía y planimetría de la época, que es respaldada con
las impresiones de los diferentes cronistas que visitaron a Bogotá y que coincidieron en
varios aspectos, entre otros la sorpresa por el extremo aislamiento de la ciudad de los
mares, por la gran altura y por la cercanía y tamaño de los cerros tutelares que tenían un
aspecto “gris y desolador”.
A pesar de los embates de la ilustración, la vida citadina continuaba siendo muy sencilla y
no existía prácticamente ningún tipo de eventos que sacaran a los capitalinos de su rutina
diaria. Las plazas continuaron siendo, durante la mayor parte del siglo, el punto de
encuentro y de actividad de la ciudad. La Plaza Mayor, en torno a la cual se concentraban
las autoridades civiles y eclesiásticas, las viviendas más importantes y, desde mediados
del siglo, el edificio comercial de las Galerías de Arrubla, era el corazón de la ciudad. Por
esto la ausencia de parques y jardines, así como de proyectos para la construcción de
algún tipo de espacios recreativos en la periferia, no fue prioridad de la Administración
durante la mayor parte del siglo. Es decir, a pesar del crecimiento poblacional y de los
grandes cambios industriales y sociales sucedidos en otras partes del mundo, la sociedad
bogotana continuaba viviendo el mundo colonial.
22
Flota Mercante Grancolombiana; “Alexander von Humboldt”, Publicismo y Ediciones, Bogotá, 1982, pag.50.
Sin embargo, los paseos a las afueras de la ciudad eran una costumbre arraigada desde
tiempos de la colonia. Los bogotanos realizaban con especial afluencia visitas a
Chapinero, el sur y los cerros de la ciudad, estos últimos visitados con mayor asiduidad en
los meses de Agosto para aprovechar los vientos que hicieran volar las cometas. Sobre
los cerros predominaban la subidas a Agua Nueva, Egipto y Belén, además de las
consabidas peregrinaciones a Monserrate y Guadalupe.
“La devoción ha construido capillas sobre las faldas de la cordillera al pie de la que
está situada Santafé, las ermitas de Belén, Egipto, Guadalupe y Monserrate. Estas
dos últimas las más elevadas, están separadas por un valle estrecho, formado al
parecer por un temblor de tierra. Es más un valle que una garganta. Las capillas
de Guadalupe y Monserrate se divisan desde la entrada de la Boca del Monte, y
uno cree ver dos fortificaciones que dominan la ciudad”.
“Como dato curioso diremos que desde los lejanos tiempos coloniales, hasta
1.861, se enterraban los suicidas en un agreste sitio, en las faldas del Guadalupe,
llamado Las Tapias de Pilatos”23.
El significado de los cerros para los bogotanos durante el siglo XIX, fue una extensión de
lo sucedido durante la colonia en casi todos los sentidos. La ciudad siguió creciendo hacia
la sabana y dando la espalda a los cerros. Tan sólo el problema del abastecimiento de
agua llamó la atención de Administración y particulares por la recuperación de la
arborización y la protección de las cuencas, lo cual redundó en esfuerzos aislados,
dirigidos más que todo a la reforestación de las laderas de los cerros de Guadalupe y
Monserrate y los cursos de los ríos Arzobispo, San Francisco y San Agustín. Los cerros
continuaron siendo una fortificación que resguardaba a la ciudad “por detrás”, un lugar
gris y árido al cual se podía subir a una peregrinación o a mirar el verdadero paisaje digno
de ser visto: la Sabana y el sistema montañoso que se sucedía hacia el occidente de la
misma. Los cerros, aunque siempre han sido paisaje de la ciudad, no fueron valorados
como tal durante este siglo, no existió una cultura que propiciara su recuperación e
23
Ibañez. Op.cit. 4, pag. 197.
24
Ibañez. Op.cit. 4, pag. 432.
25
Alejandro von Humboldt, 1801. Citado en: Martínez, Carlos, “Bogotá reseñada por cronistas y viajeros”, Fondo
Editores, Bogotá, 1978, pág.36.
26
Fundación Misión Colombia, Op.cit., Tomo 2, Siglo XIX. Pág. 39
El crecimiento urbano
Desde la fundación los cerros orientales han marcado la historia de la ciudad, es durante
el siglo XX que estos condicionan de forma significativa el desarrollo urbano al orientar y
limitar el crecimiento y al quedar incluidos en la morfología de la ciudad, mediante la
desviación de las calles del damero original y la generación de algunos de los espacios
libres más significativos. Por otra parte, con el intenso crecimiento ocurrido a lo largo de
este siglo, los cerros se han convertido en punto de referencia obligatorio para la
orientación en una ciudad que crece de forma acelerada y dispersa sobre una extensión
de territorio considerable. Este siglo, está marcado entonces por un desarrollo urbano a
gran escala tendido desde los cerros hacia la Sabana.
1
Ortega, Alfredo; “Arquitectura de Bogotá”. L. Fas Producciones Editoriales, Colección faccimilar Proa. Bogotá, 1.988,
pág. 36
El escenario de comienzos de siglo está marcado por la desproporción que había tenido
lugar durante el siglo anterior entre el alto crecimiento de la población y el mínimo
ensanche del casco urbano. Esta sobrepoblación que ocupó prácticamente el mismo
espacio que existía a principios del siglo XIX, conllevó a grandes problemas de higiene al
interior de la ciudad que se intensificaron en las primeras décadas de este siglo. El Doctor
Manuel Lobo, Director de Higiene y Salubridad de la ciudad, citado en la “Historia de
Bogotá”, plantea el siguiente diagnóstico:
“….Es regla admitida por los higienistas que en toda aglomeración humana debe
destinarse para jardines y parques por lo menos un diez por ciento de la superficie
ocupada; bien sabemos cuan escasos son estos en la ciudad y que no se piensa
de modo serio en ampliarlos. Por 246 hectáreas ocupadas por la población de
Bogotá (exceptuando Chapinero), hay 15.5 de parques, eso contando algunos tan
pequeños como el de San Ignacio y el de Camilo Torres”.
2
Este patrón de valorización de la zona alta de la Sabana y de desvalorización de la cuesta de los cerros y la zona más
baja, cercana al río Bogotá, va a perdurar durante casi todo el siglo en el desarrollo de la estructura de la ciudad.
3
Diario El Tiempo, 27 de Mayo de 1.914. Citado en: Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”. Salvat – Villegas
Editores. Bogotá 1.989. Tomo 1 Siglo XX. Pág. 24.
Leo Kopp, fundador de Bavaria, fabrica de cerveza, ayudó a sus empleados para que
adquirieran algunos terrenos en el sector oriental, denominado entonces “Altos de San
Diego”. Allí se empezó a desarrollar entonces un pequeño barrio que en un principio de
llamó “Unión Obrera” y que posteriormente se convirtió en la hoy “Perseverancia”, uno de
los primeros barrios de origen “formal”, localizado sobre un territorio empinado en los
cerros. La idea de Leo Koop era facilitar la adquisición de vivienda y ahorrar tiempo de
desplazamiento a los obreros de la fábrica de Bavaria, localizada en el hoy “Parque
Central”. En este barrio el fundador de Bavaria estimuló la autoconstrucción, que desde
entonces empezó a proliferar en nuestra ciudad. La aparición de barrios obreros y de
bajos estratos en las laderas de los cerros orientales fue, sin embargo, objeto de
lamentaciones por parte de la Administración y de aquellos pocos que veían en los cerros
un mayor potencial para el futuro.
Unión Obrera, o Perseverancia, habitado por cerca de mil familias, con muy limitados
servicios.
4
Según los censos de la época la ciudad pasó de 203 hectáreas, en 1.797 a 320 hectáreas en 1905, a pesar de haber
quintuplicado su población, de 21,000 a 100.000 habitantes.
5
Kathleen Ramoli, 1.944. Citada en: Martínez, Carlos: “Bogotá Reseñada por Cronistas y Viajeros”. Fondo Editores,
Bogotá, 1978. pag.162.
6
Fundación Misión Colombia; “Historia de Bogotá”, Salvat – Villegas Editores. Bogotá, 1.989. Tomo 2 Siglo XX.
Bavaria, contiguo al anterior hacia el norte (entre las hoy calles 29 y 32 y al oriente de
la carrera 5ª), la mayor parte sin acueducto ni alcantarillado.
Barrio San Ignacio de Loyola 1 (entre calles 26 y 27, carrera 4ª, al oriente),
conformado por casas y locales sin acueducto ni alcantarillado.
Barrio San Ignacio de Loyola 2 (al lado del anterior) “La calidad de las construcciones
es pésima; en su mayoría son pajizas y algunas con tabiques hechos de pedazos de
tablas… el mejor saneamiento de este barrio sería su demolición…”
San Luis, con más de 350 casas (frente a la hoy calle 19).
San Martín, con 400 casas, (al sur del anterior), sin servicios.
San Miguel, al sur del anterior y sin ningún orden. “Formado por casas levantadas al
azar… chozas pajizas de una o dos habitaciones, en que viven amontonadas familias
numerosas… Pueden calcularse a ese desastroso conglomerado obrero unos 800
habitantes”.
Egipto – La Peña, (entre calles 9ª y 11ª, de la carrera 1ª al oriente), sin servicios.
Las Aguas (de las calles 16 a 22, desde la 1ª, hasta el Paseo Bolívar), sin
alcantarillado y sólo con las fuentes de agua públicas.
Chiquinquirá, (entre calles 13 y 15 de la 2ª al oriente), sin servicios.
Belén (entre calles 7 y 5, al oriente de la carrera 3ª), ocupaba un terreno pendiente y
pedregoso, sin servicios.
Todos estos desarrollos urbanos para obreros sin servicios, con gran insalubridad,
carencia de aguas, alcantarillado, aseo y vigilancia y localizados en el terreno más
inclinado de la ciudad, sobre los Cerros. Lo cual demuestra una vez más la falta de interés
de la Administración y las clases pudientes por los sectores aledaños a los cerros y su
tratamiento ya tradicional como “parte de atrás” de la ciudad.
Para dar una idea de las precarias condiciones de salubridad de estos barrios, cabe
mencionar que fue el sector de Bogotá más azotado por la epidemia de gripa de 1.918.
Por esta caótica situación, que además convirtió al sector en guarida de ladrones y
asaltantes, en 1.925 fueron iniciados los trabajos de saneamiento del Paseo Bolívar y los
barrios obreros allí localizados. Ese mismo año el Concejo de la ciudad autorizó a la
Alcaldía el suscribir un préstamo para la compra de los predios del Paseo Bolívar y otros
lotes en diferentes lugares con el objeto de reubicar la población del sector, tarea difícil ya
que a pesar de las malas condiciones de vida los habitantes se negaron a abandonar sus
viviendas.
últimas décadas del siglo XIX, pero ya para el cambio de siglo contaba con los principales
servicios públicos como agua, luz, transporte por tranvía de mulas y vigilancia. Era un
barrio destinado a las clases sociales más altas de la ciudad, que mediante la
construcción de casas quintas sobre los predios de una antigua hacienda localizada a
más de 4 kilómetros de la ciudad existente, había iniciado la urbanización de los territorios
más elevados de la Sabana hacia el norte. Este desarrollo, que ocupó el pie del cerro del
cable, haló pronto el crecimiento urbano, localizado en un principio sobre las hoy carreras
7ª y 13ª, vías que conformaron el límite de la Sabana con los cerros. Para finales de los
años 20s, Chapinero ya era un barrio consolidado que contaba con algunos
equipamientos comerciales y escolares importantes, como el Gimnasio Moderno. Se
había ya trazado además, la Avenida de Chile, que unía en ese entonces la Calle 13, con
la carrera 7ª, perpendicular a los cerros.
Cabe anotar que desde el comienzo del siglo se presentaron diferencias entre
intelectuales y profesionales, con respecto a la Administración, sobre la valoración de los
cerros como lugar privilegiado y de grandes recursos. Las ideas que de aquí surgieron se
verán en los diferentes proyectos planteados en décadas siguientes, como fueron los de
Brunner y Le Corbusier, curiosamente ambos extranjeros.
8
Antonio Gómez Restrepo, 1.918, citado en Martínez, Carlos. Ibid. 5. pag.141.
9
Como ejemplo puede nombrarse la diferencia de densidades entre sectores de la misma ciudad: para finales de los años
50s la Perseverancia contaba con 1760 habitantes por hectárea y La Cabrera con apenas 50.
Dotación de servicios
En las primeras décadas de este siglo, tuvieron lugar algunas obras públicas en las
afueras del casco urbano consolidado, que pretendieron dotar a la ciudad de los
equipamientos básicos que cualquier capital debería tener. Se realizaron entonces el
matadero y la Estación de la Sabana, ambos sobre la calle 13 hacia el occidente, se
amplió el cementerio central y sobre las estribaciones de los cerros, al norte de la ciudad
tradicional, se construyó el antiguo Panóptico (hoy Museo Nacional) y los parques
Centenario y de la Independencia, ambos conmemorativos de los 100 años de la
república.
“La ciudad de Bogotá, la antigua Santafé de la edad colonial está situada al pie de
los cerros de Monserrate y Guadalupe, dos colinas abruptas que dominan la
población con su sombra terrosa y con la escarpada rudeza de su estructura. Ya
hemos visto de cómo, a pesar de la prodigalidad con que los yacimientos de
carbón de piedra se hallan repartidos en toda la zona central de tierra colombiana,
el combustible primitivo de los bosques puede hacer competencia victoriosa a la
hulla industrial”10.
“Resulta que las aguas de las diversas fuentes que forman el río San Francisco,
son pisoteadas por las gentes y animales que transitan por aquella región (los
cerros orientales). Faltan puentes y hay caminos, como el de Choachí, que
debieran desviarse…”11.
10
Alberto Gutiérrez, 1.912, citado en Martínez, Carlos. Ibid. 9. pag. 134
11
El Tiempo, 27 de Junio de 1.913, citado en Fundación Misión Colombia, Ibid 6, Tomo 1. pag. 61.
En efecto: a pesar del adelanto obtenido, falta mucho por hacer a favor de la
salubridad, pues subsisten aun en las faldas que rodean la ciudad, las
covachuelas inmundas, que no solamente por razones de higiene y moralidad
debieran demolerse, sino por conveniencia pública, como que son focos
infecciosos que dominan la población y ocupan el lugar en donde debieran
construirse magníficas residencias de recreo que cuenten con el Paseo Bolívar
como acceso y tienen un magnífico panorama desde esta altura”13.
12
Mediante el Acuerdo Municipal No. 8 de 1915 se regula la compra o expropiación de las hoyas hidrográficas de Bogotá
por parte del Municipio.
13
Ortega, Alfredo. Op. cit. 1. pág. 88
Durante esta época fueron tradición en la ciudad los paseos hacia las afueras, en busca
de las zonas verdes que cada vez escaseaban mas en el interior del casco urbano. Estos
caminos llevaban, entre otros destinos, hasta Chapinero y algunos altos localizados más
al norte y occidente. También se volvió común ir a visitar las nuevas obras de la
Administración, como los Tanques de Vitelma y de San Diego localizados sobre los
cerros.
Si la escasa planimetría existente sobre Bogotá en siglos anteriores hacía referencia a los
cerros orientales (ver planos de 1.790 a 1.850), con el paso del tiempo la ciudad no sólo
dio espalda a estos en la realidad física y social, sino también en su representación. Es
así como contrastan los planos elaborados hasta la primera mitad del siglo XIX, con aquel
realizado por Carlos Clavijo en 1.894, representación con la cual el plano de la ciudad
perdió casi por completo la referencia de los cerros. Esto se ratificó con el plano arreglado
por el ingeniero Alberto Borda en 1.910, en el cual hasta los nombres de los cerros
tutelares (Monserrate y Guadalupe) son ignorados por prestar una especial atención al
desarrollo sobre la Sabana. Cabe anotar también sobre este plano, que aunque las
crónicas, artículos periodísticos e informes oficiales demuestren lo contrario, los
desarrollos urbanos localizados sobre los cerros no aparecen, ignorando su existencia en
esta representación.
La relación de los cerros con los habitantes de la ciudad en las primeras décadas del siglo
era similar a lo sucedido durante el periodo anterior, a pesar de los cambios sucedidos en
su estructura urbana. Hasta entonces, y como producto del desarrollo de una sociedad
cerrada sobre sí misma, los cerros continuaban siendo sinónimo de deterioro,
insalubridad, inseguridad, al mismo tiempo que eran lugar para el abastecimiento de los
recursos básicos de la ciudad. La localización de la población menos favorecida y de
parte importante de la industria de la construcción, gran depredadora de los recursos
naturales sobre los cerros, muestran un claro desinterés de la administración y las clases
pudientes por estas áreas de las afueras de la ciudad. Los pocos programas de
recuperación y conservación emprendidos resultan de esfuerzos aislados que hasta esta
época no lograron generar una cultura que permitiera cambiar la relación de los
habitantes con su entorno. La depredación continuó hasta bien entrado el siglo y sólo en
acciones posteriores se emprendió una decidida recuperación.
Durante los siglos XVIII y XIX las ciudades se ahogaron entre sus murallas; los jardines y
espacios libres privados se redujeron al máximo por lo que empezaron a construirse
paseos en la periferia y a determinarse zonas de parques para el paseo y descanso de los
habitantes. Dentro de estas primeras extensiones de la ciudad sobre el territorio que la
rodea, tienen especial importancia los grandes parques urbanos y las áreas de reserva
ambiental que buscaban proteger los recursos naturales básicos. Estas áreas surgieron
como la compensación a la densificación y extensión de las ciudades.
Mientras en otras ciudades del continente para comienzos de este siglo ya se habían
emprendido grandes intervenciones acordes con este naciente urbanismo que pugnaba
por un nuevo trazado urbano con grandes avenidas y parques, en Bogotá apenas se
empezaban a discutir reformas que permitieran mejorar el ambiente. Aunque desde
algunos años antes empezó a existir en la ciudad la preocupación por dotarla de
infraestructura y equipamientos básicos y por definir instrumentos e instituciones para el
control de su desarrollo, administración y prestación de servicios y poco tiempo después
para su ordenamiento, esto sólo adquiere relevancia hacia finales de la década de los
años veinte.
14
Cortés, Rodrigo; “Del urbanismo a la planeación en Bogotá (1.900 – 1.990). Sin publicar. Pág. 16
Hacia finales de los años veinte llegó a Bogotá el arquitecto austríaco Karl Brunner quién
propuso nuevos conceptos urbanos para la ciudad que entre otras cosas proponían una
nueva relación de la estructura urbana con su entorno natural. En 1.929 Brunner fue
nombrado director del Departamento de Urbanismo, con lo cual se inició una etapa
profesional dentro del urbanismo de la ciudad. La obra de Brunner en el Departamento no
se basó en un plano de la ciudad que marcara las directrices generales de desarrollo,
como en su momento lo hizo Bogotá Futuro. Por el contrario, los proyectos urbanos de
Brunner eran fragmentos de ciudad que se pegaban a lo que ya existía, proponiendo, por
medio de intervenciones en los alrededores, consolidar el área central y su relación con el
entorno construido y natural. Se incluyen en estas obras el barrio Santafé, el Luna Park,
Ciudad Jardín del sur, el Centenario, y hacia los cerros el barrio Bosque Izquierdo, el
Parque Nacional y las propuestas para la recuperación y diseño del Paseo Bolívar que
proponía desarrollar toda una urbanización de baja densidad junto con un parque con
15
Para contrarrestar parcialmente esto, en 1.917 se creó la Sociedad de Embellecimiento Urbano, teniendo como uno de
sus propósitos el de hacer cumplir algunas normas que se infringían de forma impune. En 1.919 se fundó en Chapinero la
Sociedad de Mejora Públicas con actividades similares a la antes mencionada.
16
Cortés, Rodrigo; “Historia de la Planeación en Bogotá”, sin publicar.
17
Aunque desde este momento los cerros eran considerados como límite oriental de la ciudad, aún no se había definido una
cota o marca específica para definir este límite.
caminos y recorridos que permitieran a la población disfrutar de una extensa zona verde a
pocos pasos de sus viviendas. Aunque este proyecto nunca se realizó si se hicieron
mejoras menores al paseo existente y en 1.936 se expulsaron definitivamente los obreros
que vivían en la zona18. Todas estas intervenciones promovían una integración entre la
ciudad y la naturaleza del entorno, generando una calidad ambiental que Brunner
consideraba esencia de la urbanización.
Durante este periodo aparecieron numerosos barrios de diferentes estratos, todos ellos
localizados sobre vías de comunicación, que consolidaron el ensanche que nunca había
tenido la ciudad. Si se observa con detenimiento el plano de la ciudad para la promoción
del barrio Teusaquillo en 1.933, se pueden ver las obras con las cuales Brunner “tejió” un
ensanche uniéndose a aquellos barrios que aún permanecían aislados. Se ve también
que sobre los cerros no hay ocupaciones nuevas hacia el norte, excepto un incipiente
desarrollo sobre Chapinero alto, en contraste con un fuerte incremento de los desarrollos
hacia el sur con barrios localizados en las estribaciones de la carretera de oriente. Por
último, llama la atención la forma en la cual están dibujados los cerros en este plano, de
los cuales sólo se incluyen Monserrate y Guadalupe (resaltados), excluyendo el resto de
los cerros, a pesar de la dimensión de la ciudad de entonces y su localización paralela al
piedemonte.
Para los años treinta los terrenos localizados en la periferia urbana sobre los cerros, en
especial hacia el norte, estaban abandonados por parte de la Administración, a excepción
de Monserrate sobre el cual se observa la construcción del funicular y algunas áreas
reforestadas. En las aerofotografías existentes entre los años 1938 y 1950 se pueden
apreciar numerosas canteras, chircales y galpones para el procesamiento de materiales
en amplias áreas de los cerros, limítrofes a la ciudad. En el sector comprendido entre el
barrio la Merced y la calle 72, hacia el norte y oriente, incluyendo el área que ocupa hoy
en día el barrio el Paraíso, existía un área altamente erosionada y numerosos puntos de
extracción y almacenamiento de materiales de construcción (ladrillo y piedra en especial).
En 1.944, como otro paso más de la Administración en el intento por dar un norte a la
ciudad, se adoptó el Plan de Ordenamiento de Bogotá llamado Soto-Bateman, que se
constituyó en el primer instrumento concreto de planificación urbana. El plan introdujo el
concepto de zonificación, concibiendo por primera vez el espacio público a escala de la
ciudad al introducir la Zona de Reserva de Areas Verdes, en la cual estaba incluida el
sector de los cerros orientales. Este es el primer instrumento con que contó la ciudad para
la protección de sus áreas de reserva ambiental.
18
Según informes de la Alcaldía, el Paseo Bolívar era habitado a mediados de la década de los años 30s por alrededor de
17.000 personas que formaban 4.500 familias que habitaban de a dos por vivienda.
los arquitectos Karl Brunner y Pablo de la Cruz. En este diseño se vio por primera vez en
la historia de la ciudad la intención de integrar la estructura urbana a los cerros y a sus
cuerpos de agua. El sector oriental del parque fue concebido desde el principio como un
pulmón para la ciudad, por lo que desde el momento en que surgió se produjo un gran
impacto ambiental que lo convirtió en germen de la recuperación de los recursos naturales
de los cerros.
Paralelamente se construyeron otros dos parques de origen privado: el Luna Park, al sur
de la ciudad, que desapareció debido al desarrollo urbano y el Parque Gaitán Cortés que
aún existe en el suroriente de la ciudad. Esto muestra el interés de la Administración de la
ciudad en este tiempo por incorporar al desarrollo urbano las zonas verdes localizadas en
su periferia como espacios recreativos, tal como había sucedido en las ciudades europeas
durante siglos anteriores. Producto de estas ideas reformadoras, en 1.935 se empezaron
a planificar las obras para el cuarto centenario de la ciudad, dentro de las que se destacó
la exposición internacional del Parque de la Independencia, límite en ese entonces de la
ciudad tradicional al oriente y refuerzo del nuevo concepto de entendimiento de los cerros
como potencialidad de generación de espacios públicos y recreativos para la ciudad. Las
obras para la exposición internacional de 1.938 fueron un acierto del que
infortunadamente, con la ampliación de la Calle 26 en los años sesenta, no quedan más
que fotografías y crónicas, al igual que lo sucedido con el parque centenario.
Otra de las obras importantes realizadas durante este periodo en el área de estudio fue la
construcción de la carretera que une a Bogotá con el municipio de La Calera en 1.938,
pavimentada solamente en los años setenta. Este mismo año se construyó la Media
Torta, teatro creado por el Alcalde Jorge Eliecer Gaitán para la diversión de los estratos
populares y construido con una donación de la colonia británica. Son también de estos
años los primeros programas de reforestación con cierta envergadura, tales como los
realizados en las laderas de los cerros de Guadalupe y Monserrate y en las estribaciones
del naciente Parque Nacional.
En este periodo convivieron dos actitudes contradictorias con respecto a los cerros por
parte de los habitantes y la administración de la ciudad; por una parte la estructura urbana
continuó en su crecimiento explotando y deteriorando los recursos naturales y mineros de
los cerros sin consideración alguna, desarrollando nuevos barrios sobre algunos sectores
de topografía empinada y marcando claramente la estratificación esbozada en décadas
anteriores (norte – sur). Los habitantes de la ciudad no emprendieron ninguna acción de
recuperación significativa19 y por el contrario se siguieron valorando más los suelos planos
hacia la Sabana, a pesar de que muchos de ellos no tenían condiciones mínimas para la
urbanización. Por otra parte, aunque sin continuidad alguna, los planes, programas y
proyectos de la administración empezaron a contemplar los cerros como parte de la
19
La única acción que buscaba la protección de este bien público fue una normativa de 1.945 expedida por Jorge Eliecer
Gaitán que prohibía los chircales en el centro de la ciudad y declaraba zonas alfareras en San Cristóbal y la carretera a
Villavicencio, en el sur.
“Para tener la mejor vista panorámica de Bogotá, de la Sabana y también hacia las
montañas al oriente, hay que subir a una de las capillas que coronan las cimas
gemelas de Guadalupe y Monserrate”20.
Hacia finales del mismo año se produjo un incendio forestal de gran magnitud en la falda
del cerro de Monserrate que condujo al convencimiento popular de que este cerro tutelar
era en realidad un volcán que pronto haría erupción y destruiría la ciudad.
En 1.929 se inauguró la estación del funicular para el ascenso a Monserrate21, lugar que
siempre ha sido objeto de culto por parte de los bogotanos. Para estas décadas era
visitado por numerosos creyentes, en especial en diciembre cuando eran organizados
paseos dominicales dirigidos por los numerosos estudiantes que habitaban la ciudad.
Desde años atrás Monserrate se había convertido en lugar tradicional para el folclor y los
usos populares que, los domingos y festivos, convertían el camino al santuario en una
mezcla de devoción y diversiones de diferente índole. Escribió un cronista en 1.935:
20
Loraine Petre, F. 1.904. Citado en: citado en Martínez, Carlos. Ibid. 5. pag. 125.
21
En 1.955 entró en funcionamiento el Teleférico.
22
El Tiempo, 12 de Marzo de 1.935. Citado en: Fundación Misión Colombia, Ibid 6, Tomo 2 Siglo XX, pág. 32
4.4.3 La idea de una ciudad moderna. Los cerros son reconocidos como paisaje
de la ciudad. 1950-1970
La visión inicial que Le Corbusier tuvo de la ciudad en su primera visita, puede sintetizarse
en el siguiente aparte, consignado en sus escritos de viaje:
23
Esto se repetirá solamente 50 años después, con la Ley 388 de 1.997, Ley que obliga a la realización de Planes de
Ordenamiento Territorial a todos los municipios del país.
El Plan Piloto sería el punto de partida para la elaboración de un Plan Regulador ya que
sentaba las bases para el crecimiento y desarrollo de la ciudad y para articularla dentro de
un sistema regional natural y de abastecimiento. El Plan estableció un perímetro urbano
fuera del cual se prohibía cualquier tipo de urbanización, zonificó la ciudad y fijó zonas de
importancia ambiental entre las que se encontraban los cerros orientales. Proponía
contener la extensión de la ciudad, ordenar su crecimiento con zonas de uso único
(vivienda en las periferias norte y sur) y densidades decrecientes hacia la periferia,
manteniendo lo que se consideraba en ese entonces “natural”: la ocupación de la franja
del borde de la Sabana contra los cerros debería ser con vivienda ya que “cuenta con las
mejores condiciones de orientación, vistas, régimen de vientos y conexiones viarias”25.
El plan traducía los principios del movimiento moderno en cuatro escalas en las que se
destacaba la regional, cuya premisa era la de prever un futuro equilibrado para la ciudad
dentro del sistema regional, la Sabana, lo cual no coincidió con las ideas de los
gobernantes del momento. Por esta razón, quedaron a la deriva las relaciones de la
ciudad con los recursos naturales que la rodeaban.
A partir del Plan Piloto se oficializó en la ciudad el perímetro urbano y el trazado del Plan
Vial, elementos que se convirtieron en medio para concretar una política que expresase
objetivos generales sobre la forma de la ciudad. Así, el Plan estableció elementos que
pasaron a cumplir el papel de potenciales organizadores de la forma urbana. Dentro de
estos adquirieron presencia la forma lineal, las vías y los accidentes geográficos como
son las escorrentías, los ríos y pantanos y los cerros. Aquí, el concepto de límite
esbozado en planos por el Plano de Bogotá Futuro, se convirtió en uno de los principales
elementos ordenadores de la forma urbana. Sin embargo, a pesar de las
recomendaciones de los planes mencionados, el manejo de los cerros quedó relegado
24
Le Corbusier Sketchbooks, vol. 2, 1.950 – 54. The architectural History Foundation, New York, MIT Press. Citado en:
Cortés, Rodrigo. Ibid 15. Pag. 25
25
Rodrigo Cortés: “Historia de la Planeación en Bogotá”, Sin publicar.
26
Le Corbusier; “Plan Directeur de Bogotá, 1.959”. Citado en: Cortés, Rodrigo. Op. Cit. 15, pág. 27
La llegada de la dictadura (1953 - 1957) no permitió que el Plan Regulador pudiera ser
adoptado por la ciudad por lo que tan sólo fueron retomadas parcialmente algunas de sus
recomendaciones, a manera de proyectos aislados. Las obras más relevantes
desarrolladas por la dictadura en Bogotá, sobre todo en barrios obreros, fueron
localizadas fuera de las zonas identificadas en el Plan e incluso fuera del perímetro
urbano27. Desde 1.951 se mencionaba la necesidad de convertir a Bogotá en Distrito
Especial, recomendando la anexión a la ciudad de los municipios de Usme, Bosa,
Fontibón, Engativa, Suba y Usaquén, delimitando la zona urbana y creando una
corporación para la salvaguarda de los recursos naturales de la Sabana (con lo cual por
primera vez se siente a nivel administrativo esta necesidad, reforzando lo consignado en
el Plan Piloto), esto sólo se concreta con la Dictadura hacia 1.955.
Otras de las obras relevantes emprendidas por el régimen militar en el área de estudio
son el Hospital Militar, en la calle 45 con carrera 5, iniciado en 1.953 y la construcción de
la Avenida 26 en 1.957 con la cual desaparecieron el parque Centenario y parte del
parque de la Independencia.
Durante la década de los años cincuenta se vio la necesidad de modernizar las entidades
administrativas de la ciudad. Se crearon entonces empresas como la de Acueducto y
Alcantarillado, fundada en 1.955, que inició posteriormente, en la década de los años
sesenta, la compra de parte importante de los predios localizados en las laderas de los
cerros con el objeto de protegerlos ambientalmente. En 1.959 se constituyó la Empresa
de Energía Eléctrica y años antes se había creado la Empresa de Teléfonos de Bogotá28.
En 1.960 se amplió el área del parque Nacional hasta 260 hectáreas que cubren desde su
trazado original hasta el camino de peregrinación a Monserrate, con lo cual se empezaron
27
Dentro de las principales obras realizadas por la Dictadura en Bogotá, vale destacar el Aeropuerto el Dorado, el CAN, el
hotel Tequendama y el edificio Bochica, estos dos últimos primeras piezas delo que luego sería el Centro Internacional.
28
Fundada en la 1.940
En la medida en que la ciudad fue creciendo en el sentido norte – sur, los cerros
adquirieron mayor protagonismo al tener una posición privilegiada, paralelos al sentido de
mayor desarrollo de la ciudad. Sin embargo, en este periodo durante el cual la
Administración de la ciudad tomó conciencia de la importancia de los cerros y su
protección, las acciones sobre los mismos fueron aisladas y algunas veces
contradictorias; se emprendieron la compra de predios y programas de reforestación y
conservación; paralelamente se sucedieron la localización de las antenas y torres de
energía en la parte alta de los cerros (antenas) y la realización y promoción de proyectos
tales como la Avenida de los Cerros que por su trazado afectaría parte importante de los
recursos naturales e incentivaría los desarrollos de urbanizaciones, en especial, de
estratos altos.
Entre la década de los años cincuenta y sesenta, la ciudad continuaba creciendo de forma
acelerada30, por lo cual su planeación debió ajustarse nuevamente, convirtiéndose en un
instrumento flexible, adaptable a los constantes cambios dentro de la estructura urbana.
El documento “La Planificación en Bogotá: 1.964”31, se preocupó entonces más por definir
la forma de desarrollo para cada parte de la ciudad – densidad, equipamientos, etc.-, por
fijar normas y procedimientos, que por definir de manera rígida la forma y la estructura
urbana. En concordancia con el Plan Piloto, este documento desarrolló un nuevo Plan Vial
mucho más amplio que ocupaba una porción mayor de territorio, dentro del cual se
29
Según el Decreto-Ley 2.811 de 1974, sobre el cual se basa el INDERENA para el Acuerdo 30 de 1976, define en el
Artículo 204 las Áreas Forestales Protectoras así: Son áreas que deben estar conservadas permanentemente con bosques
naturales o plantados para proteger, en este caso, los recursos hídricos principalmente.
30
La tasa de crecimiento urbano de la ciudad para las décadas de los años cincuenta y sesenta fue una de las más altas del
mundo: 6.8%.
31
Base de este documento fue el trabajo realizado en los primeros años de la década de los 50s, por un grupo de
arquitectos liderado por el entonces Director de Planeación, el arquitecto Carlos Martínez
incluyeron los anillos viales que son hoy en día la base del plan vial de la ciudad. Sin
embargo, este documento desconoció la proliferación de barrios clandestinos que por esta
época tuvieron un desarrollo muy importante, sobre todo en la periferia de la ciudad
articulados a las vías de salida; la mayoría de estos barrios estaban localizados en la vía
a Usme y la carretera a oriente, al sur de la ciudad en las estribaciones de los cerros.
Es sobre todo de la década de los años sesenta, el gran auge de los desarrollos urbanos
sobre los cerros, hacia el norte, centro y sur de la ciudad. Aparecen hacia el norte los
desarrollos de Chapinero Alto, Rosales, Emaús, Santa Bárbara Alta y Santa Ana, entre
otros, dedicados a los estratos más altos de la ciudad, lo que muestra una alta valoración
de estos terrenos considerados entonces exclusivos y destinados a una población
privilegiada. También aparecieron equipamientos escolares como el Gimnasio Femenino
y la Universidad Javeriana. En el centro tuvieron lugar programas de vivienda masiva de
carácter social que se localizaron en áreas colindantes con los cerros como son los
proyectos de las Torres Jiménez de Quesada (calle 18),( que se han convertido con
Monserrate y la plaza de Bolívar en elementos de identidad de la ciudad), las Torres de
Fenicia (calle 22), las Torres Blancas (calle 26) y las Torres del Parque (calle 27) y se
empezaron a desarrollar asentamientos de origen ilegal como los barrios el Paraíso y el
Mariscal Sucre. Hacia el sur los desarrollos se localizaron sobre el comienzo de Ciudad
Bolívar dando origen a una ocupación indiscriminada de los cerros en la siguiente década.
Son en su mayoría de origen ilegal, producto de la explotación de terrenos de la periferia
de la ciudad por parte de los denominados urbanizadores piratas.
Para Bogotá se realizó el estudio denominado Fase II (1972), que propuso como
elemento de desarrollo la densificación de la estructura existente (con bloques de mayor
altura), lo cual implicaba una estricta definición del perímetro urbano y de servicios por
fuera del cual debería impedirse todo desarrollo, promoviendo a su vez un cinturón verde
de contención de la ciudad. Paralelamente se impulsaron también programas que
buscaban integrar a la ciudad los barrios marginales mediante la construcción de vías de
penetración y redes de servicios.
32
Este modelo de planeación estaba liderado por el economista norteamericano Lauchlin Currie.
Desde comienzos de los años setenta, durante el gobierno de Misael Pastrana (1.970 –
74), se retomó la idea de construir una avenida perimetral por el oriente de la ciudad,
sobre los cerros. Esta avenida, que había sido propuesta durante la alcaldía de Gaitán
Cortés (1.961 – 66) y en el plan regulador, no fue incluida en el plan vial de 1964, por lo
que su construcción no era considerada primordial para la ciudad.
“El Paseo Bolívar actual, entre el Chorro de Padilla, Puente Holguín y la Plaza de
Egipto, conservará estrictamente su condición de vía institucional, paisajística,
turística y recreativa, de tránsito limitado integrado a la zona histórica…”.
33
Palabras de Emilio Urrea, alcalde de Bogotá durante la administración Pastrana. Citado en: Mosca, Juan; “Bogotá, Ayer,
Hoy y Mañana”. Villegas Editores, Bogotá, 1987. Pág. 195.
34
Palabras de Carlos Albán Holguín Alcalde de Bogotá 1970 -1973. Tomado de Mosca, Juan. Op. Cit. 36, pág. 195
35
Ver anexo sobre la normativa de los cerros. Acuerdo 5 de 1973.
“En la mayor parte de su recorrido servirá como límite urbano oriental de la ciudad.
Será una vía escenográfica, una vía parque, para lo cual se harán estudios de
integración urbana, de paisajismo y de influencia de la vía”. 36
Durante más de cinco años se desató una fuerte polémica en torno al préstamo y su
destino: La Avenida de los Cerros. Durante la alcaldía siguiente, Palacio Rudas (74 – 75),
en el gobierno de López Michelsen (1.74 – 78), se rechazó el préstamo del BID y se llevó
el problema al Senado y Concejo hasta paralizar la obra por completo:
Hasta 1.973, según puede verse en las aerofotografías de la época, las áreas rurales de
los cerros no tenían ningún tipo de desarrollo urbano. Las vías existentes eran
únicamente las que comunicaban a la ciudad con Choachí y La Calera. En Monserrate y
Guadalupe se aprecia un fuerte incremento de las áreas recuperadas por medio de
programas de reforestación y es de esta época la aparición de los puntos de venta
ambulante sobre el camino de asenso al Santuario de Monserrate.
36
Ver anexo sobre la normativa de los cerros. Acuerdo 5 de 1971.
37
Cortés, Rodrigo. Ibid 15, pag. 55
38
En 1.982 se formuló la segunda etapa del Piduzob, esta vez dirigida a la recuperación de los cerros del sector sur en el
área de Ciudad Bolívar.
Hacia el norte los asentamientos de origen ilegal localizados sobre los cerros como son
San Cristobal, La Cita y Barrancas llegaban sólo hasta el perímetro de servicios. La
explotación de canteras en este sector estaba llegando a su mayor producción, lo cual
empezaba a generar un nuevo tipo de desarrollo subnormal en sus bordes. Se inició
también un nuevo modelo de desarrollos ilegales, ahora con estratos altos (Santa Ana
oriental y nuevos desarrollos en Chapinero Alto y Rosales) que contaban con un suelo de
condiciones urbanas aceptables al estar cercano a la ciudad central. En el centro
aparecieron equipamientos educativos como la Universidad Externado, en el borde
oriental del centro histórico.
Entre los años de 1.973 y 1.982, aparecieron vías departamentales y carreteras que
facilitaban la accesibilidad a diferentes zonas, incluyendo el páramo de Cruz Verde; hacia
el norte apareció una vía carreteable que unió la calle 170 con La Calera. Esto, sumado al
incremento de la población en la ciudad entre otros motivos, hizo que existiera un rápido
incremento del uso residencial, con vivienda de diferentes estratos sobre el área de los
cerros, hasta entonces de carácter rural. Hacia el norte, en la Floresta de la Sabana, se
construyó la vía que llega hasta la reserva forestal de la CAR, lo cual convirtió a la zona
en un área propensa a los nuevos desarrollos e intensificó la explotación de canteras en
la zona de Usaquén, especialmente en los sectores de Barracas y San Cristóbal.
Los asentamientos que surgieron como puestos de ventas sobre el corredor vial a La
Calera, con la regularización y pavimentación de la vía se expandieron, convirtiéndose en
desarrollos de vivienda de estratos bajos, depósitos para materiales de construcción y
actividades recreativas como discotecas.
Por su parte, la cuenca del río Teusacá, seguía siendo hasta entonces, una zona rural con
pocas construcciones, manteniendo su productividad agrícola y sus grandes predios que
no tenían un rango menor de 20 hectáreas.
A partir de la década de los años ochenta, con la intensificación del desarrollo urbano se
aprecia un cambio de valoración de los cerros por parte de los habitantes de la ciudad.
Ahora los terrenos urbanizables más accesibles se convierten en lugares apetecidos por
los estratos altos y por los urbanizadores piratas. Sin embargo, la apropiación de los
cerros por parte de los ciudadanos no puede darse de una forma masiva, ya que cada vez
una mayor parte del espacio se privatiza, haciendo difícil el acceso. Junto con esto, los
sectores de carácter público son presas de la inseguridad y el abandono por parte de las
autoridades, hecho que no solo ha persistido a través de los años sino que con el tiempo
se ha incrementado. Por su parte la Administración, intensificó en estos años la
recuperación ambiental de los cerros, por medio de programas de protección y
reforestación.
La expansión de la ciudad sucedida en las décadas de los años setenta y ochenta reforzó
la estructura existente al localizarse principalmente en las periferias de los tentáculos de
crecimiento, con la característica adicional de una elevada proporción de los desarrollos
clandestinos. La ciudad siguió creciendo con el mismo patrón de desarrollo en todas
direcciones, apareciendo desarrollos sobre los cerros cada vez más desvinculados de la
estructura urbana existente.
También tuvieron lugar en este periodo algunas obras para complementar la oferta de
servicios públicos de la ciudad. Dentro de estas están las diferentes redes de energía y
las obras del acueducto como la tubería del silencio, que atraviesa los cerros por el túnel
de los Rosales para traer el agua desde San Rafael a Bogotá; esta tubería desemboca en
un inmenso tanque construido en predios del Parque Nacional. Para entonces se proyectó
por la CAR la extensión de las obras de infraestructura del Parque mediante el proyecto
del Plan Maestro elaborado por el arquitecto Pedro Mejía en 1.988. De este parque se
construyeron sólo parcialmente algunas obras como la Plaza del Silencio, sobre el tanque
y parte de las construcciones deportivas.
Para el comienzo de la década de los años noventa, el desarrollo urbano sobre las áreas
rurales y de protección de los cerros se intensificó. Aparecieron entonces urbanizaciones
y asentamientos de diferentes estratos como Montearroyo, Sierras del Moral, y las partes
altas de Santa Ana, Santa Bárbara y Bosque de Medina, todos desarrollos de estratos
altos, y numerosas urbanizaciones informales sobre la salida a Villavicencio. Al costado
opuesto del cerro, sobre la cuenca del río Teusacá, producto de la normativa flexible que
municipio de La Calera tiene sobre el sector, en los últimos años se ha incrementado
considerablemente la subdivisión de los predios y la construcción de viviendas sobre todo
el valle, amenazando el equilibrio ambiental de este importante recurso vital de la ciudad.
39
DAPD-CADSA. Op. Cit. Pág.139.
Perseverancia, Chicó oriental, etc.), zonas de vivienda suburbana (áreas de Torca y del
río Teusacá) zonas de trabajo (canteras al norte y sur) y algunas zonas de reforestación
repartidas en toda la extensión del territorio, con especial énfasis sobre los predios del
Acueducto al centro y sur de la ciudad.
Sobre la recuperación y valoración de los recursos naturales de los cerros durante los
últimos años, sólo hasta 1.976 se expidió un primer reglamento para la explotación de los
chircales y las canteras que se localizaban sobre el área de estudio. Sin embargo, el
control y recuperación de estos puntos de extracción de materiales han sido lentos y aún
hoy en día existe una marcada erosión y un aspecto de abandono del telón de fondo de la
ciudad.
Durante la administración del Alcalde Mockus (1.995 –97) los cerros volvieron a adquirir
relevancia en la discusión sobre el futuro de la ciudad, tanto al interior de la
Administración como con la sociedad en general. Se generaron entonces polémicas
alrededor del proyecto de la Avenida Jiménez y su extensión posterior con el Camino a
Monserrate, proyectos elaborados por el consorcio Salmona & Kopec y por el proyecto
presentado a Planeación Distrital para el desarrollo urbano del predio denominado
“Sierras del Chicó”. Los proyectos de Salmona & Kopec se encuentran aún en proceso de
gestión para su realización y las Sierras del Chicó fueron declaradas zona de reserva,
quedando a la espera de las últimas decisiones que se adopten por parte del Plan de
Ordenamiento Territorial.
Según los estudios del POT y otros anteriores como el de la firma CADSA, más del 90%
del área de estudio no es apropiada para cultivos. En su mayoría es sólo apta para pastos
y bosques y cerca del 80% de las quebradas se han secado y las fuentes y manantiales
del piedemonte han desaparecido.
Actualmente, como alternativas a lo propuesto en los estudios previos del POT, la CAR y
el profesor Tomas Van der Hammen han propuesto la prohibición total a cualquier
desarrollo sobre los cerros y por el contrario la declaratoria de la totalidad del área, desde
la cota 2.800 hacia arriba, y de las cuencas de los ríos y quebradas, como zona de
reserva. Por otra parte el DAMA a convocado a un concurso para la elaboración de un
Plan Maestro para los cerros orientales que incluye el diseño arquitectónico del parque
corredor ecológico y algunas alamedas que comuniquen la ciudad con los cerros (calle
134, Parque Entre Nubes y quebrada La Vieja). Junto con esto también fue contratado por
el DAMA un “Plan de Gerencia del Parque Cerros Orientales” el cual busca congregar las
diferentes problemáticas de esta área de 10.500 hectáreas, tales como la vigilancia del
Plan Maestro, el estado actual de las divisiones prediales, la situación socioeconómica de
quienes lo habitan, ya sea legal o ilegalmente, con el fin de hallar una solución integral
para los cerros y proponer una políticas generales para su manejo sostenible.
Por su parte los ciudadanos, aunque mediante esfuerzos aislados, también han
emprendido programas de concientización sobre la importancia de la conservación de los
cerros orientales y su papel protagónico en la búsqueda de una identidad en la ciudad. Es
así como han surgido asociaciones y fundaciones de carácter privado que mediante la
realización de publicaciones y la creación de museos, rutas ecológicas y paseos
dominicales proponen a los ciudadanos la apropiación de los cerros tutelares de la ciudad.
Para esto se aprovechan las pocas vías existentes y las cuencas y valles de ríos y
quebradas que crean puntos de acceso desde la ciudad a los cerros. Infortunadamente se
han presentado grandes dificultades para el éxito de estas iniciativas, tales como la falta
de una actitud decidida de la Administración para impedir los desarrollos urbanos
(vivienda y equipamientos) sobre las cotas más altas, y la inseguridad reinante en todo el
área de estudio que impide la apropiación masiva y el disfrute colectivo de los habitantes.
Con esto se puede afirmar que ya están sentadas las bases para la valoración de los
cerros como paisaje e identidad cultural de la ciudad y como elemento primordial en la
generación de una identidad para los bogotanos. Falta emprender los programas y
acciones que mediante la realización de proyectos concretos consoliden lo emprendido
hasta la fecha.
40
Centro de Planificación y Urbanismo, CPU, Universidad de los Andes; “Plan de Ordenamiento Físico del Sistema
Orográfico y del Borde Oriental de Bogotá”. Bogotá, 1991. Sin publicar.
5.1. SIGNIFICADO
Este concepto que marcaba una diferencia entre lo conocido y lo desconocido se sumó a
la posición estratégica de la ciudad que desde su origen contemplaba, por su localización
en el piedemonte, el mirar hacia la Sabana y valorar estas tierras como el recurso
alrededor del cual ordenar la vida de Santa Fe, lo cual llevó a que los terrenos de los
cerros no fueran precisamente los más apetecibles. Al fundar la ciudad en este lugar, se
valoraron las tierras que se extendían de los cerros al río Bogotá, mientras los primeros
se convertían en la espalda de la ciudad. Esta preferencia por la planicie se hizo evidente
con el crecimiento de una ciudad que siempre ha avanzado mirando hacia la Sabana.
El valor paisajistico de los cerros constituye uno de los temas de gran importancia a tener
en cuenta para reconocerlos como bien público. Según el historiador Lorenzo Fonseca1 la
importancia de tener en cuenta la atmósfera que crean los cerros en relación de la ciudad
debe considerarse como aspecto fundamental en la memoria de la ciudad. Los cambios
cotidianos en el carácter de los cerros, desde la luminosidad de un día soleado con un
fondo de cielo azul, hasta su total desaparición tras la bruma de una mañana lluviosa, con
todos los matices de luz y sombra, diafanidad u opacidad, permiten definir elementos
para la comprensión de la idiosincrasia urbana del citadino que tal vez no lo perciba pero
lo afecta en su estado de ánimo.
Los rasgos que caracterizan el paisaje como lo son su forma, dada por la topografía, los
contrastes de su geomorfología, el color y textura dadas por las características de
ocupación del suelo, su cobertura vegetal y la luminosidad variable le dan un enorme
valor escénico.
Son estos habitantes, los que con sus discursos y vivencias contribuyen a configurar el
sentido de la ciudad. Desde las primeras crónicas de los conquistadores, pasando por los
grandes pensadores de la ilustración como Mutis y Humbolt, hasta llegar a la iconografía
actual (televisión, cine, fotografía), se ha descrito y conformado una realidad simbólica y
material de la ciudad. Y a esta realidad siempre han pertenecido como constante punto
de referencia los cerros orientales. En la medida en que estos han alcanzado una amplia
cobertura social, o sea que son compartidos como una percepción colectiva de los
ciudadanos, se han convertido en patrimonio. Esta noción de patrimonio es
adecuadamente sintetizada por Nestor García Canclini y Rosa Mantecón en su artículo
“Las múltiples ciudades de los viajeros”, del cual se extracta el siguiente aparte:
“El patrimonio cultural –o sea lo que un conjunto social estima como cultura
propia, que sustenta su identidad y lo diferencia de otros grupos- no abarca sólo
los monumentos históricos, el diseño urbanístico y otros bienes físicos; también la
experiencia vivida se condensa en lenguajes, conocimientos, tradiciones
inmateriales, modos de usar los bienes y los espacios...”
1
Arquitecto investigador asesor de la presente investigación ,director de la revista de arquitectura Proa,
miembro activo de la Junta de Patrimonio de Santa Fe de Bogotá.
Este patrimonio de los bogotanos, está contenido en lo que se denomina en este estudio
Paisaje Cultural, paisaje producto de la interacción del medio natural de los cerros con
las sociedades que han habitado la ciudad en el tiempo. En algunos casos las
modificaciones del paisaje de los cerros realizadas por el hombre han sido favorables, por
ser respetuosas del medio, al valorarlo manteniendo su equilibrio. En otros casos este
paisaje se ha visto afectado negativamente por los asentamientos urbanos densos o en
lugares de reserva forestal y por la industria extractiva de materiales para la construcción.
Para lograr una permeabilidad visual se considera fundamental que en los planes
parciales que se realicen sobre los cerros se impongan servidumbres visuales en normas
de ocupación para mantener el campo visual desde lugares públicos de la ciudad.
La valoración y conservación de los cerros como paisaje cultural es importante para todos
los ciudadanos, y debe ser aprovechada en su enorme potencialidad de recursos que
contiene.
5.1. 2. La urbanización
De estas actividades urbanas, tal vez las de mayor impacto negativo en el área de
estudio son la vivienda, tanto de estratos altos como bajos, y la industria extractiva.
Desde las primeras décadas de fundación de la ciudad se comenzaron a poblar los
cerros, en los barrios de Santa Bárbara, Las Aguas y San Diego, albergando los sectores
más pobres de la población. Sin embargo, fue a partir de los años cincuenta del presente
siglo que la presión urbana, formal e informal, llevó a la ocupación de una gran área del
piedemonte y de las laderas de los cerros que bordean Bogotá, llegando en algunos
sectores hasta la cota 3000m de altitud, cuando el límite para la prestación de los
servicios se define en 2.800. El mayor problema de este proceso de urbanización de los
cerros ha sido su crecimiento incontrolado sin ningún tipo de planeación y que, por lo
general, no respeta límites urbanos o suburbanos, ni zonas de conservación ambiental
como las rondas de los ríos o los bosques naturales. Tampoco tiene en cuenta el costo
que este proceso significa para la ciudad, al extender redes de infraestructura y servicios
sobre un territorio con topografía pendiente, lo cual contradice un posible desarrollo
sostenible.
Hitos y equipamientos
Los cerros han servido, incluso desde antes de la fundación de la ciudad, como lugar de
culto y expresión de actividades religiosas y de significado. Símbolos, entierros, ermitas y
cruces entre otros, han sido implantados en algunas cimas, las cuales se constituyen hoy
en hitos urbanos. Los más antiguos de éstos que aún se conservan, y tal vez los
principales, son Monserrate, Guadalupe y La Peña.
A menor escala simbólica, existen ciertos usos sobre los cerros que cobran importancia
en el ámbito urbano. Son estos en su mayoría usos de carácter institucional como el
núcleo formado por las universidades (Externado, Distrital, América y Andes), la escuela
militar de la calle 100 y el seminario Mayor en la calle 94, entre otros, equipamientos que
han conformado elementos de gran significación en la ciudad. Este uso ha logrado
preservar y mantener con cierta calidad ambiental los recursos naturales, por su baja
ocupación y por convertirse en barrera del desarrollo urbano descontrolado.
Recientemente, en los lugares más altos y ocupando zonas de reserva ambiental han
aparecido otros equipamientos que a diferencia de los anteriores, han incrementado la
ocupación, causado congestión y contaminación ambiental y deteriorado los recursos
naturales por el inadecuado manejo de la topografía, implantación, densidad de
ocupación y manejo del entorno. Ejemplos de éstas son las universidades localizadas en
el sector de Chapinero alto (Manuela Beltrán, Politécnico Gran Colombiano y Antonio
Nariño).
Por último existen otros elementos que de forma no planificada se han localizado sobre
diferentes áreas de los cerros, en algunos casos áreas de conservación ambiental y con
gran impacto visual sobre la ciudad. Es así como están las antenas de comunicación y
las torres de energía eléctrica que en algunos casos afectan negativamente diferentes
áreas por convertirse en parte de la contaminación visual y energética del sector. Por su
presencia no planificada y por ser producto de las necesidades de determinados
momentos, estas torres y antenas no han recibido el tratamiento que requieren por medio
de la realización de un proyecto de integración que las convierta en hitos urbanos como
ha sucedido en otras ciudades (Barcelona, París, etc.). Su implantación, no sólo
funcional, sino con criterios de manejo estéticos y ambientales, podría constituirse en
elementos favorables al paisaje y en símbolos de identidad parea los bogotanos.
Sistema Vial
Pocas vías cruzan los cerros de oriente a occidente, lo cual ha contribuido para su
conservación. Estas son: la vía al Guavio, la vía a la Calera, la vía a Choachí, la vía
Patios – Choachí y la antigua carretera a Oriente.
Servicios públicos
Los cerros son la fuente hídrica de Bogotá. Utilizando los numerosos ríos y quebradas se
han creado, durante este siglo, diferentes sistemas de abastecimiento como son:
Los Embalses de Chisacá y La Regadera utilizando los ríos San Cristobal y
Tunjuelito.
Embalses del Sisga, Neusa y Tominé con el agua del río Bogotá.
A través de Chingaza se abastece al 70% de la ciudad por medio del túnel de Los
Rosales desde San Rafael, pasando a la Planta Wiesner y llegando al Tanque del
Silencio.
Embalses de los Tunjos, Chisacá y La Regadera, son un sistema alternativo de San
Cristobal.
A nivel informal hay algunos barrios subnormales que utilizan agua de las quebradas
Las Delicias, Arzobispo y La Vieja.
En cuanto a las redes de energía eléctrica, a través de los cerros cruzan las líneas de
alta y media tensión que vienen desde Guavio y atraviesan por Torca hasta Cisco (en
Santa Fe).
Realizando una síntesis de los fenómenos que afectan el medio natural del área de los
cerros orientales en el perímetro del Distrito, según el estudio elaborado por la firma
CADSA y el trabajo preliminar para el Plan de Ordenamiento Territorial del sector, se
pueden enumerar los siguientes problemas:
Industria Extractiva
Los principales factores del deterioro ambiental de los cerros provienen, como ya se
mencionó, de la alta construcción de inmuebles de uso residencial e institucional y de la
explotación de canteras. Según el estudio adelantado por el arquitecto Carlos Cubillos
“Criterios de ordenamiento y diseño urbano de los cerros orientales”, la industria
extractiva, incluyendo canteras, chircales y gravilleras, es la actividad que mayor impacto
social y físico genera actualmente en el sistema montañoso de los cerros orientales, ya
que ocupa un 14% de los usos urbanos y genera zonas de alto riesgo, debido esto a la
forma inadecuada y poco técnica de explotación.
Estas actividades causan gran daño paisajístico y ambiental en los cerros y afectan las
fuentes de agua, desestabilizan el terreno, deterioran la cobertura vegetal y contaminan
el aire. Así mismo, estos lugares se han constituido en polos de desarrollo de vivienda de
estratos bajos, por lo general habitados por personas vinculadas a esta industria, que
crecen sin control alguno sobre áreas consideradas de protección ambiental (ya que se
ubican por encima del perímetro urbano y por lo general están cubiertas por bosques
nativos). El impacto de estas actividades aumenta debido a la falta de tecnificación de los
procesos extractivos y al abandono a que estas zonas se ven sometidas una vez se
Zonas rurales
Las zonas rurales localizadas sobre el área de estudio tienen grandes valores como
reserva natural, con una alta biodiversidad y, como lo menciona el estudio de CADSA
tienen el potencial (montañas, subpáramos, valles coluviales, quebradas, ríos y bosques)
para ser parte de un sistema ecológico de borde que ayude a controlar la expansión de la
ciudad.
Sin embargo, estas zonas rurales son explotadas con actividades agrícolas que en
algunos casos deterioran irreversiblemente algunas de las más importantes condiciones
del medio natural. Debido a la presión de la urbanización suburbana, las actividades
agrícolas (en su mayoría cultivos de papa) se han ido desplazando hacia las zonas más
altas de los cerros, consideradas no aptas para cultivar, como son las zonas de páramo y
subpáramo, lo cual afecta la flora y fauna del sector y la estabilidad de todos los
ecosistemas de los cerros.
Por otra parte la actividad agrícola que se desarrolla en el valle del Río Teusacá se ejerce
sin control alguno por lo que los reductos de vegetación nativa desaparecen cada día
más y los productos químicos contaminan las aguas que alimentan el embalse de San
Rafael.
Como ya se dijo, las acciones, programas y proyectos que se presentan son extraídos de
la presente investigación y de las conclusiones elaboradas por estudios recientes, en
especial el de CADSA , el de Las Directrices de Ordenamiento para Los Cerros de Carlos
Cubillos y el de Las Directrices de Ordenamiento para Bogotá y la Sabana, del CEDE de
la Universidad de los Andes.
Esto tiene como objeto el frenar y limitar el crecimiento urbano sobre los cerros y el valle
del río Teusacá. Paralelo se debe realizar un inventario de los asentamientos urbanos
localizados sobre las zonas de riesgo y de conservación para reubicar esta población.
La zonificación del área de los cerros, que deberá establecer políticas y clasificación del
suelo, permitirá declarar zonas de reserva y protección absoluta (páramo, bosques,
cuerpos de agua), áreas de manejo especial y reserva natural anexas a las anteriores,
entre otras. Es decir que la delimitación del áreas no debe ser política (por localidades),
sino geográfica de acuerdo a sus recursos naturales y su protección.
4. Prohibición de usos
Los terrenos de los cerros en el Distrito Capital, según estudios técnicos, son en su gran
parte de su extensión no aptos para la mayoría de los usos. Por las condiciones
geológicas de pendientes y calidad de los suelos y por la vegetación de conservación,
parte importante de los terrenos no son aptos para la urbanización ni para la actividad
agrícola.
2
Van der Hammen, Thomas, Plan ambiental de la Cuenca alta del río Bogotá, CAR Bogotá, 1998, pag.109.
Respecto al mismo tema en los “Criterios de Ordenamiento y Diseño Urbano de los Cerros Orientales” del DAPD, se
propone hacer un Plan General de Rehabilitación de Canteras y declaras esta zona de Desarrollo Prioritario, con el fin de
lograr la recuperación ambiental de estas zonas y prohibir la expansión, sobre zonas nuevas, de esta actividad. Respecto a
la creación de nuevas zonas de extracción existe el Artículo 4 numeral 5 de la resolución 222 del 3 de Agosto de 1994 del
Ministerio de Medio Ambiente que determina las zonas compatibles con esta actividad. Esta resolución se anexa al final del
documento.
Por esto deben controlarse al máximo los desarrollos suburbanos (en especial sobre la
cuenca del río Teusacá) y los cultivos en las zonas altas que ponen en peligro recursos
vitales como el agua (en particular los cultivos de papa desarrollados en las zonas de
páramo, áreas de gran debilidad ambiental).
Los terrenos que sobre los cerros se han mantenido en mejor estado de conservación del
medio natural, han sido aquellos que pertenecen a la Empresa de Acueducto y
Alcantarillado de Bogotá. Con el objeto de extender esta protección y poder realizar
proyectos puntuales de espacio público y programas de reforestación es necesario la
compra por parte de la ciudad o el estado de predios sobre los cerros y la reubicación de
residentes y colonos que allí viven.
8. Control a la contaminación
Dentro de la normativa de la ciudad deberá incluirse el control y penalización sobre la
contaminación visual y de residuos sólidos y líquidos sobre el área de los cerros. Así,
deberán prohibirse el vertimiento de aguas residuales de las urbanizaciones más altas y
los desarrollos rurales sobre los cauces de agua, el vertimiento de basuras y controlarse
Por la gran significación que han representado y representan los cerros como patrimonio
de la ciudad, es necesario garantizar su preservación como paisaje cultural de la ciudad,
fuente de recursos hídricos, naturales y ecológicos únicos con un valor cultural
incalculable. De esta forma se reafirma la necesidad de crear un sentido de pertenencia y
apropiación por parte de los ciudadanos hacia su paisaje, hacia su patrimonio.
El presente estudio busca resaltar el paisaje de los cerros como potencial para la
identidad de la ciudad, como patrimonio de los ciudadanos, con el objeto de que se tome
conciencia de la importancia que tiene el velar por el mantenimiento integral de sus
condiciones, hoy en día indispensables en la búsqueda de una mejor calidad de vida en
la ciudad.
Debido a las grandes distancias que se dan por la extensión de la ciudad contemporánea
y a otros problemas como la falta de mantenimiento, la contaminación y la inseguridad en
el área de los cerros que limita con la urbanización, hoy en día es difícil la apropiación de
este espacio por parte de los ciudadanos, incluso durante el tiempo libre. Las siguientes
acciones y proyectos se presentan como estrategias que permitan la apropiación de los
ciudadanos de este importante espacio urbano.
3. Programa de seguridad
Para los ciudadanos comunes la idea de inseguridad en los cerros, que se ha
incrementado en los últimos años pasando de una inseguridad esporádica a los grandes
asaltos en masa, se localiza como uno de los principales impedimentos en la apropiación
de esta área ya que han hecho que se vuelva “peligrosa”. Por esta razón uno de los
principales proyectos que apoyan la apropiación ciudadana de los cerros es un programa
que brinde la seguridad necesaria para la realización de los otros programas y proyectos.
Este programa deberá implementarse con la mayor brevedad posible mediante la
localización de Comandos de Atención Inmediata (CAIs) o subestaciones de policía, la
organización de vecinos, la señalización preventiva de peligro en aquellas zonas que sea
imposible controlar y una red de comunicación.
Actualmente existen asociaciones que organizan caminatas y recorridos por los cerros,
sin ningún apoyo de la Administración y corriendo grandes riesgos de seguridad. El
programa propone la formalización de estas asociaciones, mediante el apoyo por parte
de la Alcaldía y la organización conjunta de estos recorridos culturales. Mediante la
realización de estudios arqueológicos se podrán establecer nuevos recorridos que
reproduzcan los caminos reales o los recorridos indígenas.
7.1. ANEXO 1.
NORMATIVA RELACIONADA CON LOS CERROS ORIENTALES
Los Cerros Orientales, por su riqueza natural, están protegidos por diversas normativas
tanto a nivel local como Nacional. La existencia de estas normas es una herramienta
para la protección del bien público y de los recursos naturales del país, por encima de
todo interés privado. Sin embargo, aunque en las últimas décadas la conciencia
ambiental de los colombianos se ha incentivado, en la medida en que se han generado
leyes y normativas que protegen de una manera cada vez más eficiente los recursos
naturales de la nación, esta legislación aún no es lo suficientemente fuerte y coherente;
las áreas de valor ambiental que es necesario proteger (páramos, reductos de bosque
nativo, cuencas hidrográficas, etc.) son cada vez menores y corren un mayor riesgo de
desaparecer debido a la expansión urbana o desarrollo de actividades que no contemplan
un desarrollo sostenible que respete el medio ambiente. Por esta razón, es necesario
crear una conciencia general sobre la importancia de la protección de los cerros como
patrimonio de la ciudad, y crear una normativa lo suficientemente fuerte y estable para
proteger los recursos naturales tanto públicos como naturales, que actúe conjuntamente
con programas educativos que complementen la acción de las normas.
Resolución 2337 del 6 de agosto de 1985 de la CAR que sustrae una parte del
área de reserva.
2. S.XVI.
La Real Audiencia ordena la protección de los bosques.
3. 1830.
Simón Bolívar ordenó la siembra de 1 millón de árboles en el país. (No se hizo).
4. 1905.
Se motivó la reforestación de una franja de 50 mts. a cada lado de los ríos y prohibió
destruir los árboles, arbustos y malezas de las cabeceras y márgenes de la parte alta
de los ríos. Pag. 163. Libro de la historia del agua.
126
19. Ley 99 de 1993 del Ministerio del Medio Ambiente: mediante la cual se crea el
Ministerio del Medio Ambiente.
Artículo 66. Ratifica que “Declárese la Sabana de Bogotá, sus páramos, aguas, valles
aledaños, cerros circundantes y sistemas montañosos, como de interés ecológico
Nacional, cuya destinación prioritaria será agropecuaria y forestal”... “El Ministerio del
Medio Ambiente determinará las zonas en las cuales exista compatibilidad con las
explotaciones mineras... Con base en esta determinación la Corporación Autónoma
Regional de Cundinamarca – CAR – otorgará o negará las correspondientes licencias
ambientales... Los Municipios y el Distrito Capital expedirán la reglamentación de los
usos del suelo, teniendo en cuenta las disposiciones de que trata este artículo y las
que a nivel Nacional expida el Ministerio del Medio Ambiente”.
128
52. Acuerdo 5 de 1973 del Concejo del Distrito Especial de Santa Fe de Bogotá.
Por medio del cual se modifican el trazado y las especificaciones de una vía del Plan
Vial de Santa FeBogotá (Avenida de los Cerros), se dictan normas encaminadas a
preservar las condiciones ecológicas y urbanísticas de la Zona Oriental y otras
disposiciones.
continuo y coherente que se integra a los usos del D.C. “Toda acción que se adelante
en el borde Oriental tendrá como único fin la preservación, conservación y
recuperación de sus sistemas orográfico e hídrico”.
Define el Sistema Orográfico de Santa Fe de Bogotá como “… El recurso ambiental
más importante de la ciudad capital y es el mayor potencial paisajístico, de recreación
y preservación del espacio público”.
la vocación de cada una de ellas: Zona 1. Río San Francisco a río San Cristobal; Zona
2. Río San Francisco a límite del Distrito... (y otras fuera del área C.O.)
Artículo 10. Sistema Hídrico. Cuerpos de agua: Río San Cristobal... (entre otros fuera
del área C.O.)
Artículo 11. Sistema Orográfico. Constituye un recurso ambiental importante de la
ciudad y el mayor potencial paisajístico, de recreación y de espacio público. Dicho
sistema está conformado por los siguientes elementos: Cerros Orientales, Parque
Corredor Ecológico, Cerros Surorientales, Parque Entrenubes y Parque Serafín”.
132
133
Fotografías antiguas sobre los cerros orientales y planos antiguos de la ciudad y los
cerros.
134
7.3. ANEXO 3.
ALBUM ICONOGRAFÍCO
Fuentes Iconográficas
Fotografías antiguas sobre los cerros orientales y planos antiguos de la ciudad y los
cerros.
7.4. ANEXO 4.
ALBUM FOTOGRAFICO.
7.5. ANEXO 5
ESTUDIOS Y PROYECTOS SOBRE CERROS ORIENTALES
CUADRO DE PROYECTOS Y ESTUDIOS EXISTENTES, ACERCA DE LOS CERROS ORIENTALES
Entidad Entidad Contrato Objeto Producto
Contratada Contratante
CIFA, Instituto Estudio Histórico del Teatro Investigación de carácter Documento y
Universidad Distrital de al Aire Libre de la Media histórico que da cuenta Cartografía
de los Andes Cultura y Torta. 1999 del papel que ha
Turismo desempeñado el teatro al
aire libre de la Media Torta
en la vida cultural de
Santa Fe de Bogotá.
CIFA, Jardín Manual Verde para el área Manual Verde para el área Cartografía, base de
Universidad Botánico José urbana y área de expansión urbana y área de datos, SIG,
de los Andes Celestino de Santa Fe de Bogotá. expansión de Santa Fe de Documento.
Mutis 1999. Bogotá, como guía
científica, tecnológica y
lergal que permita el
ordenamiento de la
arborización.
CIFA, D. A.P.D. Plan de ordenamiento físico Descripción físico- Cartografía, SIG,
Universidad del área de preservación geográfica de los cerros Documento.
de los Andes del sistema orográfico y del orientales, zonificación
borde oriental de Bogotá, paisajística, análisis de la
Distrito Especial. 1992 oferta ambiental,
descripción de las
características
socioeconómicas, urbanas
y naturales de los cerros.
CIFA, D. A.P.D. Plan de ordenamiento Desarrollo del plan de Cartografía, SIG,
Universidad territorial zona sur. 1998 ordenamiento territorial de Documento
de los Andes la zona sur de Santa Fe
de Bogotá, Ciudad Bolivar
y Usme.
CIFA, Fondo de Acciones estratégicas del Formulación de un plan de Cartografía, SIG,
Universidad Desarrollo sector suroriental. acciones estratégicas para Documento
de los Andes Local del el ordenamiento físico del
Distrito sector suroriental de la
Capital localidad de Santa Fe de
Bogotá.
CIFA, Instituto Sistema Distrital de Establecer el marco físico Cartografía, SIG,
Universidad Distrital para parques. 1998. y administrativo que debe Documento
de los Andes la Recreación regir sobre el desarrollo
y el Deporte. subsecuente del plan
maestro de los espacios
recreacionales deportivos
y naturales de Santa Fe
de Bogotá.
CIFA, Corporación Estudio de la zona oriental Estudio sobre el desarrollo Cartografía, SIG,
Universidad Autónoma de Santa Fe de Bogotá. de los recursos naturales Documento
de los Andes Regional 1972 y turísticos de la zona
oriental de Bogotá y su
área de influencia.
Entidad Entidad Contrato Objeto Producto
Contratada Contratante
Carlos D.A.P.D. Criterios de ordenamiento y Cartografía.
Cubillos diseño urbano de los Cerros Documentos.
Orientales. 1998
Fernando D.A.P.D. Plan de ordenamiento de la Cartografía.
Montenegro localidad de Usme y de los Documentos.
y Perfetti cerros de Guacamayas,
Arquitectos Juan Rey y la cuchilla del
Gavilan”.1997
Fernando D.A.P.D. “Instrumentos de gestión Cartografía.
Montenegro urbanística y regional de las Documentos
y Perfetti áreas rurales de Sumapaz,
Arquitectos Ciudad Bolívar y Usme.
1997
B&C Cia. D.A.M.A. Identificación de Propuestas En proceso
Ltda. sobre los Cerros Orientales.
1999
D.A.P.D. Plan parcial y diseño del Diseño del borde del En proceso de
parque Entrenubes. 1999 parque. contratación.
D.A.M.A. Elaboración del plan En proceso de
maestro del proyecto de los contratación..
Cerros Orientales de Santa
Fe de Bogotá. 1999.
7.6. ANEXO 6
COMPETENCIAS INSTITUCIONALES
7.7. ANEXO 7
LISTADO DE FAUNA EN LOS CERROS ORIENTALES DE SANTA FE DE BOGOTA
El listado de fauna asociada al área de los cerros orientales se basa en un estudio en curso elaborado por la
1
Universidad de los Andes . Algunas de las especies estudiadas son:
AVES
FAMILIA Nombre Nombre científico Habito LUGARES DE
común alimenticio OBSERVACION
Trochilidae Colibrí Colibri coruscans Nectarívoro Bordes de bosques
Pastizales
2100-3100 m.s.n.m.m.
Colibrí mosca Acestrura mulsant Nectarívoro Pastizales de páramo y cultivos
1500-2800 m.s.n.m.m.
Coerebidae Carbonero Diglossa humeralis Nectarívoro Piedemonte de los cerros
orientales
Matorrales, bosques enanos
hasta la línea de árboles
2200-3400
Paramero Diglossa sittoides Nectarívoro Acacia decurrens, abutilón y
fucsia arbustiva.
Bordes de bosques, pastizales
y jardines
1700-2800 m.s.n.m.m.
Azucarero Conirostrum rufum Nectarívoro Universidad Nacional
Jardín Botánico
Abutilón y mangle
Matorrales, no en bosques,
2650-3300 m.s.n.m.m.
Toche Icterus chrysater Frugívoro Sangregao, gaque, roble
Bordes de bosque, bosques
claros, pendientes con
arbustos. zonas húmedas altas.
hasta 2700 m.s.n.m.m.
Maicero, Molothrus Frugívoro Areas cultivadas, claros de
tordo bonariensis bosque (desde húmedos hasta
secos)
2000 m.s.n.m.m.
Chirlobirlo Sturnella magna Insectívoro Desde el páramo, la línea de
bosque hacia abajo
hasta 3500 m.s.n.m.m.
Hirundinidae Golondrina Notiochelidon Insectívora Páramos y terrenos abiertos en
bogotana murina zonas altas
2100-3500 m.s.n.m.m.
1
CIFA – Jardín Botánico José Celestino Mutis: Diseño preliminar del Manual Verde para Santa Fe de Bogotá. Junio
1999.
MAMIFEROS
REPTILES
7.8. ANEXO 8.
FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y DE ENTREVISTAS
6. BIBLIOGRAFÍA
11. CORPORACIÓN AUTÓNOMA REGIONAL, Parque Nacional Olaya Herrera, Bogotá, 1989.
Folleto de divulgación. B.F.10.
22. FALCHETTI, Ana María, El Territorio Muisca a la Llegada de los Españoles, Universidad de
los Andes, Bogotá, 1972. Sin publicar. B.C.12.
23. FORERO, Manuel José, Bogotá 450 Años: De los Orígenes al Deslubramiento, Universidad
Distrital, Bogotá, 1998.
24. FUNDACION MISIÓN COLOMBIA, Historia de Bogotá, 10 Tomos, Editorial Villegas Editores,
Bogotá, 1989. B.F.20.
26. GUHL, Ernesto, La Sabana de Bogotá, sus Alrededores y su Vegetación, Jardín Botánico
Jose Celestino Mutis, Bogotá, 1981. B.N.2.
27. GUHL, Ernesto, Los Páramos Circundantes de la Sabana de Bogotá, Jardín Botánico Jose
Celestino Mutis, Bogotá, 1982. B.N.3.
28. HEIDEGGER, Martin, Construir, Habitar, Pensar, Conferencias y Artículos, Ediciones del
Serbal, Barcelona, 1994.
29. HERNANDEZ DE ALBA, Guillermo, Teatro del Arte Colonial, Editorial Ministerio de
Educación Nacional, Bogotá, 1938. B.C.6.
30. IBAÑEZ, Pedro María, Crónicas de Bogotá, Editorial ABC, Bogotá, 1891/1951. B.C.8.
33. LANGEBAEK, Carl H., Los Muiscas Siglo XVI, Editorial Banco de la República, Bogotá, 1987.
B.C.10.
34. LANGEBAEK, Carl H., Por los Caminos del Piedemonte, Bogotá, 1997. Sin publicar. B.F.9.
35. LE MOYNE, Augusto, Viajes y Estancias en América del Sur, Bogotá, 1834.
37. LOPEZ G.,Max, Retablo Indígena, Editorial PRAG, Bogotá, 1953. B.C.1.
38. MARTINEZ, Carlos, Bogotá Reseñada por Cronistas y Viajeros, Editorial Fondo, 1978.
B.C.2.
39. MARTINEZ, Carlos, Bogotá: Sinopsis sobre su Evolución Urbana, Editorial Escala, Bogotá.
B.C.4.
40. MARTINEZ, Carlos, Santa Fe Capital del Nuevo Reino de Granada, Editorial Banco Popular,
Bogotá, 1987. B.C.3.
41. MEJIA P. Germán, Los Años del Cambio. Historia Urbana de Bogotá. 1820-1910. Tesis
doctoral. Sin publicar.
43. MOLLIEN, Gaspar, Viaje por la República de Colombia, Ed. Imprenta Nacional.
47. ORTEGA Ricaurte, Enrique, Cabildos de Santa Fe de Bogotá, Archivo Nacional de Colombia.
49. RIVERA y CÓRDOBA, Guía Ecológica del Páramo La Cumbrera, Bogotá. 1997, Folleto de
divulgación. B.N.6.
50. RODRIGUEZ F, Juan, El Carnero, Editorial Imprenta Nacional, Bogotá, 1963. B.C.9.
52. TRIANA, Miguel, La Civilización Chibcha, Editorial Carvajal y Cia., Cali, 1922/1972. B.C.5.
53. USECHE, Mariano, Caminos Reales de Colombia, Editorial FEN, Bogotá, 1995. B.F.8.
54. VAN DER HAMMEN, Thomas, Plan Ambiental de la Cuenca Alta del Río Bogotá, CAR,
Bogotá, 1998. B.N.1.
57. ZERDA O., Enrique, Guía de las Aves en el Jardín Botánico “Jose Celestino Mutis”,
Colección Francisco Jose de Caldas, Vol 1, Jardín Botánico Jose Celestino Mutis, Santafé de
Bogotá, 1998.
7.8. ANEXO 8.
FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y DE ENTREVISTAS