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EL AVARO

ACTO PRIMERO
(Harpagón, preocupado de que nadie sepa que tiene mucho dinero, discute con La-Fleche, el criado.)
HARPAGÓN. Fuera de aquí, enseguida. Que nadie me replique. Vamos, fuera de mi casa.
LA-FLECHE. Señor, su hijo me ha ordenado que viniera a buscarlo.
HARPAGÓN. Búscalo en la calle, y que no te vuelva a ver en mi casa, plantado como una estaca, observando lo que
ocurre para aprovecharte. No quiero delante de mí espías ni traidores que vigilen con sus malditos ojos todos mis
actos, que devoren lo que poseo y estén siempre curioseando por todos lados para ver si hay algo que robar.
LA-FLECHE. ¿Cómo cree usted que puedan robarle? ¿Acaso no lo encierra todo? ¿No hace guardia noche y día?
HARPAGÓN. Encierro lo que me da la gana y hago guardia cuando quiero. ¿No hay quien espía y se preocupa de ¡ lo
que hago? (Bajo, aparte.) Tiemblo \ sólo de pensar que pueda haber sospechado algo relacionado con mi dinero.
Alto.) Me figuro que no serás capaz de decir por ahí que tengo en mi casa dinero escondido.
-A-FLECHE. ¿Tiene dinero escondido?
-HARPAGÓN. No, pillo, no digo eso. (Bajo.) ¡Qué rabia! (Alto.) Te pregunto si, por malicia, serás capaz de hacer correr
el rumor de que tengo en mi casa dinero escondido.
ACTO CUARTO
(La-Fleche ha descubierto el lugar donde Harpagón escondíe3a su tesoro. Lo toma para dárselo a Cleanto, hijo de
Harpagón.)
HARPAGQN. (Llega gritando desde el jardín y sin sombrero.) ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al asesino! ¡Al criminal! ¡Justicia,
justo Cielo! ¡Estoy perdido! ¡Asesinado! ¡Me han cortado el cuello! ¡Me han robado mi dinero! ¿Quién podrá ser?
¿Qué ha sido de él? ¿Dónde está? ¿Dónde se esconde? ¿Qué haré para encontrarlo? ¿Adónde correr? ¿Adónde no
correr? ¿No está ahí? ¿No está aquí? ¿Quién es? ¡Detente! ¡Devuélveme mi dinero, bandido!... (A sí mismo,
cogiéndose del brazo.) ¡Ah, soy yo! Mi ánimo está trastornado; no sé dónde me encuentro, ni quién soy, ni lo que
hago. ¡Ay! ¡Mi pobre! ¡Mi pobre dinero! ¡Mi más querido amigo! Me han privado de ti, y, puesto que me has sido
arrebatado, he perdido mi sostén, mi consuelo, mi alegría; se ha acabado todo para mí, y ya no tengo nada que
hacer en el mundo. Sin ti no puedo vivir. Se acabó; ya no puedo más; me muero; estoy muerto; estoy enterrado. [...]

MOLIÉRE, El avaro (Fragmentos).

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