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Para ilustración de los miembros de la Orden alcanzamos este breve ensayo, que no hace sino

recoger las lecciones de los grandes maestros que han transcurrido por esta prestigiosa institución
que es el Colegio de Abogados de Lima, y corroboradas en el transcurso que el tiempo hacía posible
dar paso a una modesta inquietud intelectual.
Como sabemos, el distintivo institucional es una estrella dorada con siete puntas o ángulos salientes
y una corona cívica en el centro, dentro de la cual se lee en tres líneas paralelas el lema: ORABUNT
CAUSAS MELIUS, pendiente de una cinta de color celeste aurora de aguas.
En relación a este tema, nuestra fuente histórica inicial la constituyen dos trabajos que reseñan la
historia institucional; el primero es el de Dn. Aníbal Gálvez, en su obra editada en 1915 “El Colegio
de Abogados de Lima, Historia de su fundación”; y el segundo el importante trabajo que nos legara
el Dr. Geraldo Arosemena Garland titulado “El Colegio de Abogados de Lima y sus Decanos”, editado
en 1977.
En los libros antes mencionados no encontramos una precisión respecto del significado de las siete
puntas de la estrella que es el distintivo del Colegio, así como también la fuente u origen de manera
indubitable respecto de la inscripción en latín que aparece en su parte central. Se hacía necesario
por tanto determinar su origen en mejor forma y con el rigor exigible en estos casos.
El derrotero nos fue dado por dos maestros del Derecho, quienes fueron igualmente ilustres Decanos
de la Orden; me refiero al Dr. Andrés Aramburú Menchaca, ya fallecido, y al Dr. Juan Vicente Ugarte
del Pino.
En efecto, con tal fin acopiamos información de carácter oral o escrita, puesto que ya desde 1973
tuvimos referencia sobre el punto. Más tarde, en los años 1991 y 1992 está a nuestro alcance la
esclarecida palabra del señor Decano Dr. Aramburú, y para el caso específico que nos ocupa se
presentó oportunidad propicia durante las ceremonias de incorporación de los nuevos abogados al
Colegio. Precisaba en ese entonces el maestro a los abogados y a los asistentes que las 7 puntas del
distintivo del Colegio, medalla que se les había impuesto al incorporarse en ese momento,
representan los siete dones del Espíritu Santo, pero no los siete dones que propiamente tiene el
Espíritu Santo, sino los dones que otorga o concede; acto seguido los mencionaba diciendo: “estos
dones del Espíritu Santo son los de sabiduría, ciencia, inteligencia, piedad, consejo, fortaleza y temor
de Dios”.., y agregaba que así se preservaba con este concepto la expresión de la religiosidad de sus
mayores.
Esta explicación es coherente, por cuanto es concordante con el pensamiento cristiano y
comprensible para nosotros, pues tratándose de la Virgen María, quienes estaban bajo su manto
protector y guardaban sus preceptos no solamente recibían su protección como expresión de su
bondad, sino que además se hacían receptores de ello a través de los dones que otorgaba.
Este mensaje responde sin duda alguna al espíritu religioso de la etapa pre-republicana y subsiste
más tarde en el proceso de la República. Como podemos observar es un sentimiento propio de la
época fundacional del Colegio, y estuvo muy arraigado en toda la sociedad durante el Virreinato. Y
esto es así, por cuanto muchas instituciones, entre ellas los gremios de artesanos y algunos círculos
profesionales (poco numerosos en ese momento) insurgían bajo la advocación de un santo protector
o el Corazón de Jesús o la Virgen María.
Teniéndose a la vista los antecedentes de la creación del Colegio encontramos también esta
motivación. Así, al remontarnos a los orígenes cuando se instauró la hermandad de abogados, que
fue erigida en el año de 1726 por el señor Virrey don José de Armendáriz, Marqués de Castel fuerte,
se dispone que dicha hermandad estuviera bajo la advocación del.. “purísimo corazón de María
Santísima..”, y así se ratifica y está expresado en el Estatuto primigenio fundacional de nuestro
Colegio de 1808, que en su ARTICULO I dice:..”El establecimiento de este Colegio ha de correr baxo
de los auspicios del Purísimo Corazón de María Santísima nuestra Señora, de Santa Rosa de Santa
María Patrona de esta Ciudad, y del esclarecido Mártir San Juan Nepomuceno, a quienes elige por
sus gloriosos Tutelares renovando en la primera advocación la piadosa memoria de la Ilustre
Hermandad que erigió en la capilla interior de la casa profesa de los Desamparados de esta ciudad
el Excmo. Señor Marqués de Castelfuerte, el año de 1726 y la han inutilizado ocurrencias
posteriores.” Es esta profunda espiritualidad la que forma parte también, como sabemos, de la
herencia cultural del Virreinato recibida por los peruanos, y es la característica general de las
actividades humanas que se desarrollaron durante la sociedad virreinal.
Hasta aquí, damos por concluida nuestra primera inquietud.
Respecto de la inscripción emblemática en latín, debo anotar previamente que, tal como lo expresara
el Dr. Arosemena Garland, el Estatuto VI del Colegio dado en 1808 en principio dice en el artículo 4º
que los miembros de la Orden usarán como distintivo en los juzgados y tribunales puños lisos y traje
de ropilla; pero la corporación misma no tenía ningún emblema. Para salvar esta situación y dar el
mayor realce posible al Colegio se acordó en una de las primeras Juntas Generales la adopción de un
sello o escudo que simbolizara la alta misión de la abogacía. Esta inscripción latina que aparece en el
escudo primigenio de 1818 subsiste en el sello luego de declarada la independencia del Perú en 1821,
y permanece vigente en el nuevo escudo más de un siglo en los diplomas de los miembros del Colegio
y en folletos y revistas hasta el año 1941 en que siendo Decano el Dr. Manuel C. Gallagher es
cambiado el distintivo de la Orden por la estrella de oro de siete puntas conservándose en la parte
central el lema primigenio: ORABUNT CAUSAS MELIUS .
La estrella de siete puntas, no era propiamente una innovación sino por el contrario es la expresión
auténtica de la insignia que como distintivo de los miembros del Colegio se acordó en Junta General
del 04 de enero de 1838, que en su parte central tiene la inscripción en texto latino que dice:
“ORABUNT CAUSAS MELIUS” cuyo exacto significado literal, repetimos, es “defenderán mejor las
causas”.
Ahora bien, tanto Don Aníbal Gálvez como el Dr. Arosemena Garland no hacen referencia a lo que
podríamos denominar el origen mismo de esta sentencia emblemática. Sin embargo, en una
conversación que tuvimos con el maestro Ugarte del Pino, sabedor él de esta inquietud que nos
preocupaba y de la cual anteriormente no se había hecho anotación alguna, refirió que sí en efecto
existe el texto y él recordaba haberlo leído en uno de los pasajes de “La Eneida”, obra del poeta latino
Virgilio. Años después, le escuchamos este mismo parecer y nos propusimos por tanto hacer una
indagación esta vez sobre el texto mismo.
Recordando nuestro años juveniles en que habíamos leído esta misma obra que reseña el periplo del
héroe troyano Eneas, y situándome esta vez dentro de lo que podemos denominar un marco
histórico literario, repasamos el texto en su edición completa, por cuanto como se sabe existen
ediciones en las que sólo se publica una condensación y en algunos casos un resumen. Fue ahí donde
corroboramos, en primer término, escrita en castellano la frase.. “defenderán mejor las causas”.
Seguidamente, se hizo necesario confirmar lo anterior en base a la fuente misma del texto de “La
Eneida” en su versión en latín. Indagamos por ello y tuvimos a la vista la edición publicada en la
ciudad de Bologna del editor Nicola Zanichelli, libro que nos fue proporcionado gentilmente por la
Biblioteca del Instituto Italiano de Cultura. Así fue en efecto, esta inscripción en latín “orabunt causas
melius” a que hacemos referencia se encuentra en el verso número 849, en el Libro VI de “La Eneida”,
obra del escritor y poeta latino Publio Virgilio Maron.
En ella nos relata el poeta Virgilio el encuentro del héroe Eneas con su padre Anquises, cuando
desciende al infierno en compañía de la sacerdotisa Sibila.
Es en el diálogo que se suscita entre Eneas y su padre donde se lee entre otros aspectos, un mensaje
y exhortación a su hijo, expresándole proféticamente el futuro de lo que será Roma y los habitantes
del Lacio; así le dice.. “Escúchame pues voy ahora a decirte la gloria que aguarda en lo futuro a la
prole de Dárdano, qué descendientes vamos a tener en Italia, almas ilustres, que perpetuarán
nuestro nombre; voy a revelarte tus hados..”, y agrega más adelante.. “Has de saber, hijo mío, que
bajo los auspicios del padre de los dioses la soberbia Roma extenderá su imperio por todo el orbe y
levantará su aliento hasta el cielo. Siete colinas encerrará en su recinto esa ciudad, madre feliz de
ínclitos varones”... Y prosigue luego:.. “Vuelve aquí ahora los ojos y mira esa nación; esos son tus
romanos. Ese es César Augusto,...Mas ¿Quién es aquél que se ve allí lejos, coronado de oliva, que
lleva en la mano sacras ofrendas? Reconozco la cabellera y la blanca barba del rey que dará el
primero leyes a Roma y que desde su humilde Curez y desde su pobre tierra pasará a regir un grande
imperio”; y luego Anquises refiere a Eneas que en los años posteriores.. ¡cuántas guerras moverán
entre sí, cuánto estrago! “¡Cuántas huestes armarán uno contra otro!..¡Oh hijos míos no
acostumbréis vuestras almas a esas espantosas guerras, no convirtáis vuestro pujante brío contra las
entrañas de la patria! Y tú el primero, tú, ¡oh sangre mía!, tú, que desciendes del Olimpo, ten
compasión de ella y no empuñes jamás semejantes armas....Las fuerzas me faltan, ¡Oh Fabios!, para
seguiros en vuestra gloriosa carrera. Tú, ¡oh Máximo!, ganando tiempo, conseguirás salvar la
República. Otros, en verdad, labrarán con más primor el animado bronce, sacarán del mármol vivas
figuras, defenderán mejor las causas, medirán con el compás el curso del cielo y anunciarán la salida
de los astros; tú, ¡oh romano!, atiende a gobernar los pueblos; ésas serán tus artes y también
imponer condiciones de paz, perdonar a los vencidos y derribar a los soberbios.”. Anotamos hasta
aquí la circunstancia del encuentro de Eneas y su padre Anquises .
Con ello doy término a nuestra segunda inquietud.
Ilustrada así la simbología de la estrella de siete puntas a la cual hiciera referencia el Dr. Andrés
Aramburu Menchaca y el significado de la inscripción latina conforme lo anotara el Dr. Juan Vicente
Ugarte del Pino, culmina este modesto trabajo.
El distintivo o insignia de la Orden es patrimonio institucional. En la actualidad se encuentra
debidamente registrado e inscrito en el Registro de Marcas de Servicio de la Propiedad Industrial,
mediante Resolución N° 010629 de fecha 30 de setiembre de 1999, extendida por la Oficina de Signos
Distintivos del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad
Intelectual INDECOPI , así como también la denominación Colegio de Abogados de Lima.
Cabe destacar que las gestiones para este fin fueron iniciadas y finalmente ejecutadas por la
Comisión especial designada para este efecto en el año 1999, que integraron los doctores Pedro
Patrón Bedoya, en su Calidad de Director de COMUNICACIONES e INFORMÁTICA JURÍDICA, Juan José
Blossiers Mazzini y Silvia B. Calderón García. Se obtuvo en tal forma la resolución antes mencionada,
la misma que fue puesta en conocimiento del Colegio al año siguiente. La entrega oficial de este
importante documento para la institución tuvo lugar en ceremonia especial llevada a cabo el día
viernes 4 de mayo del año 2001 presidida por el señor Decano de la Orden Dr. Martín Belaunde
Moreyra, y con la asistencia del señor Director de Comunicaciones e Informática Jurídica, Dr. Carlos
Torres Caro , quien como directivo desde un primer momento ha impulsado su difusión.

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