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CARLOS MONSIVÁIS
25 julio, 2004
La Primera Generación Teleadicta se divierte con lo que sea, porque lo que sea es un
beneficio del arribo del cine “sin problemas” a la sala, la recámara o la habitación única Si
el cine divulga tramas y escenarios más sofisticados, la actitud iniciática ante la televisión
es casi forzosamente pueril, porque así lo impone la novedad del medio El que no fuere
como niño no gozará del espectáculo de la lucha libre, los teleteatros, el humor a
pastelazos, las series estadunidenses dobladas (Hopalong Cassidy, El Llanero Solitario, I
Love Lucy), las series donde los efectos especiales son en sí mismos cuentos de hadas, las
fantasías campiranas (Así es mi tierra), y los noticiarios que ensalzan el régimen y las
buenas costumbres (entiéndase por esto las alabadas entre bostezos y abjuraciones
instantáneas) “Noticia transmisible no es que un hombre muerda a un perro, sino que un
hombre alabe al Señor Gobierno”
Añádanse los noticiarios que mundializan la información (la guerra de Corea o el conflicto
de Suez son ya “exotismo cotidiano”), y, corona de lágrimas, ténganse en cuenta las
telenovelas, que trastocan el sentido del melodrama fílmico al devolverlo a las técnicas del
folletín y su legión de enigmas y episodios climáticos que se suceden unos a otros con tal
rapidez que disuelven la memoria Más que el humor no apto para adultos y las series de
folclor rancherizado, a la televisión la “nacionalizan” las telenovelas, al proclamar lo obvio:
lo más entretenido, y por lo mismo lo más divertido, es lo vinculado al melodrama que es el
lenguaje de la familia
De consecuencias e inconsecuencias
-Irrumpe y trastorna los hábitos hogareños, que ya nunca se recompondrán, es decir, que
renunciarán a la ortodoxia de la vida familiar Al cambiar el uso del tiempo libre, la familia
misma se modifica casi sin decirlo, porque se reinventan drásticamente sus hábitos de
conversación, de entretenimiento, de jerarquías visuales
-Se desgastan velozmente las fortalezas del tradicionalismo al extinguirse el aislamiento del
mundo (“el castillo de la pureza”) con sólo el trámite de encender un aparato En lo
declarativo, la moral conservadora se mantiene hasta cierto punto, pero en la práctica rigen
las relaciones entre la comodidad (la inversión del tiempo libre en las horas frente al
aparato) y las tradiciones No pregunten quién gana
-Se modifica el habla colectiva al restringirse y ajustarse el vocabulario, se convierte a los
anuncios comerciales en los estímulos del día (la publicidad como la utopía nunca muy
secreta), y en oficios y reuniones amistosas se acatan como temas inevitables los programas
del día anterior Si el cine mexicano entrega una imagen de conjunto del país, la televisión
(sobra decir que privada) fragmenta trágicamente la experiencia
-Al cine y a la radio los espectadores y los oyentes les deben la introducción general al
entorno planetario, y la televisión reafirma este “asomarse al mundo” de un modo
envolvente Se afirma lo absolutamente inevitable (la americanización, un aceptar el modelo
único para modernizarse colectivamente) y se van transformando las costumbres con
énfasis unitario Poco a poco la tolerancia -en su nivel de aceptación de otros modos de
vida- se filtra como atmósfera cotidiana, mientras se divulga una legión de
comportamientos desconocidos (la ironía aplicada a uno mismo, por ejemplo)
Especialmente en provincia (que así se llama todavía), la televisión es el adversario que
hace a un lado la misa de siete, las veladas familiares, las sensaciones de quietud
vespertina, el deambular por las calles como el coctel nómada Al imponerse la televisión, el
costumbrismo va siendo cada vez más un acto devocional de la memoria
En la variedad está el gasto
La censura es implacable, pero se acepta con algo más que resignación: la empresa sabe
mejor que nosotros lo que le conviene a la familia, y en las casas no hay la dispensa de la
oscuridad de los cines Mientras se desarrolla el placer por la telenovela, se acentúa la
definición implícita de televidente: aquel que acepta lo que le dan, porque al hacerlo se
siente superior a las generaciones anteriores, que ya hubiesen querido el aparato en las
horas de su tedio infinito Persisten las series estadunidenses (unas cuantas excelentes, como
Dimensión desconocida o The Twilight Zone), el humor aún certifica el infantilismo del
público, se determina el primer criterio canónico de las telenovelas (las “clásicas”, como
Gutierritos, Simplemente María, Ave sin nido), y se matiza el pasmo “religioso” ante la
televisión Ya no se venera lo asombroso, sino lo inevitable
La telenovela es la otra familia del espectador, no tanto la trama de sus vidas posibles o
imposibles, sino la otra familia, la que vive en los escenarios convincentes, la que sufre con
estilo y entre muebles carísimos, la que atraviesa en una hora por las desventuras que, en la
realidad, la mayoría de los espectadores juzgaría irrelevantes Y el melodrama clásico se
extingue con los 400 o 500 capítulos de que puede constar una telenovela, en la que,
además, la intensidad narrativa se desvanece en los comerciales La censura prohíbe la
sensualidad y el sexo, pero, ante las situaciones “difíciles” que apenas se insinúan, los
televidentes transforman el comentario en chisme (al fin y al cabo es la otra familia) y lo
que no pasa en la pantalla chica transcurre en las habladurías sobre los personajes “Se ve
que no era virgen” Por eso, a la telenovela se le dedican cinco horas al día, y El derecho de
nacer, María Isabel, Los ricos también lloran, El Maleficio y Cuna de lobos disponen es su
momento climáticos de 30 o 40 millones de espectadores sólo en México
Se experimenta poco Hay casos límite, por ejemplo los programas de Manuel El Loco
Valdés, que le pierde el miedo a la cámara, desafía, improvisa sin ninguna idea previa e
influye ampliamente en el sentido del humor Pero son excepciones
Noticiario informativo
Políticamente, Televisa responde a los designios de la Era del PRI que se extingue el 2 de
julio de 2000 (fecha en que no da inicio la Era del PAN). Se agrede a la oposición y se
magnifica todo acto oficial. Durante el movimiento estudiantil de 1968 invisibiliza a los
estudiantes y defiende los actos represivos del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, y esto, más
que ningún otro hecho, determina el fin de una etapa luego del 2 de octubre, al surgir la
primera alternativa en forma de duda o reclamo iracundo: “Mienten, las cosas no son así,
calumnian, ocultan la verdad, tergiversan” Eso no deriva en fugas masivas de los
televidentes, sino en la pérdida de la confianza absoluta, en el desencanto que se extiende
hasta volverse, casi institucionalmente, recelo de los vencidos, no por arrinconado menos
existente La feligresía se vuelve, y ya con zonas de excepción, la fanaticada
La decisión política de la televisión privada (“Soy un soldado del PRI”, afirma Emilio
Azcárraga Milmo) es el otro gran elemento de la puerilización de los espectadores No
únicamente la censura “moralista” se opone toda a toda pretensión de madurez (entiéndase
por madurez aquello que confía en la inteligencia y sensibilidad de los espectadores), sino,
también, se declara eternamente pendiente la ciudadanía Y no obstante esto, la
modernización de la sociedad le debe bastante al mismo fragmentario y controladísimo;
como sea, se filtran o arraigan otras conductas y la normalización de otra vida doméstica
Con lo paradójico o típico del caso, nada pone al día a una sociedad con tanta rapidez como
la imitación
Durante un período es impresionante la fuerza que alcanzan, por ejemplo, los Polivoces
(“¡Ahí madre!”), Héctor Suárez (“No hay, no hay”), Pompín Iglesias (“¡Qué bonita
familia!”), Clavillazo (“De pura uva, nomaaás”), el programa Siempre en Domingo,
conducido por Raúl Velasco (“Aún hay más”), el noticiario de Jacobo Zabludovsky, el
humor “para la chiquillada” de Chabelo y Ricardo González Cepillín En este período, antes
de que un proceso muy selectivo del DVD comience a recoger telenovelas y programas
cómicos, no se concibe la revisión metódica de logros y etapas de la televisión mexicana, la
crítica sistemática todavía no existe y -en materia de recapitulación- si la suerte de las
estrellas se estaciona en el limbo del recuerdo, ya nada les toca a las segundas figuras que
luchan por dejarse ver en los programas y en los pasillos de las televisoras: “Se me hace tu
cara conocida” “¿Y qué se habrá hecho de aquella muchacha tan guapa que salía en la serie
que te gustaba mucho?”
Todavía en el año 2000 la gran tradición televisiva es el olvido Imagen eres y en sombra
del control remoto te convertirás.
https://www.proceso.com.mx/192902/de-la-television-entre-nosotros-i