Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Subeete A Srcrip Ctmre
Subeete A Srcrip Ctmre
César Sparrow
RESUMEN
Se formula una apreciación clínica del ex-asesor presidencial Vladimiro Montesinos desde los
puntos de vista psicológico, psiquiátrico y psicoanalítico. Son analizados aspectos publicados de su
historia personal, sus antecedentes y biografía, su ascenso al poder y los mecanismos de que se
valió para concentrarlo de manera casi absoluta. Se coteja sus características de personalidad con
diversos cuadros de la nosología psiquiátrica. Se realiza un estudio psicoanalítico del caso
fundamentado en la teoría sobre las perversiones y la criminalidad. Finalmente se propone
esquemáticamente la dinámica inconsciente de su estructura en términos formales y lógicos.
Palabras clave:
Vladimiro Montesinos, trastornos de la personalidad, perversiones, superyó, ética, Ley, goce.
ABSTRACT
Keywords:
Vladimiro Montesinos, disorders of personality, perversions, superego, ethics, Law, jouissance.
Los acontecimientos políticos traumáticos en el Perú durante los últimos años nos dejan,
aparte de los estragos conocidos por todos y repetidos hasta la saciedad, una brillante oportunidad
de examinar desde el punto de vista psicológico a uno de los personajes más singulares de nuestra
Publicado en la Revista de Psicología de la UNMSM (2001). Año V, No. 1 – 2.
0
insipiente historia republicana; oportunidad muy desaprovechada sobre todo por los psicoanalistas
en nuestro medio, preocupados más en preconizar sus tesis acerca de la moralidad, la decencia, la
democracia y las buenas costumbres, que en un examen medianamente riguroso del fenómeno.
Teniendo en cuenta que no es frecuente encontrar en la práctica clínica al tipo de sujetos conocidos
bajo el rótulo genérico de “perversos”, o de los más mentados “psicópatas”, es precioso contar con la
vasta información de un caso particular, de dominio público, para extraer deducciones actuales
adicionales a lo aportado por la teoría al respecto. Un único caso es, desde luego, insuficiente, pero
avengámonos a que se trata de uno extraordinario y ejemplar por el conjunto de circunstancias
kafkianas que se conflagraron en su despliegue y que le sirvieron de abigarrado telón de fondo.
Recordamos, asimismo, precedentes célebres de personajes que supieron maniobrar las vicisitudes
del poder político a la sombra del ojo público, como Maquiavelo, Fouché, Goebbels o Hoover. No
pretenderemos generalizar nuestras conclusiones sino tan sólo indicar patrones individuales
privativos en torno de Un caso, el que nos ocupa.
Perfil psicológico
Vladimiro Illich Montesinos Torres, hijo mayor del escribano Francisco Montesinos y
Montesinos y de Elsa Torres Vizcarra, primero de cinco que el matrimonio tuvo en común, nace en un
hospital estatal de la ciudad de Arequipa en 1945. Proviene de una familia arequipeña de abolengo,
destacada en su región más bien por su activa participación en los ámbitos político, artístico y de las
humanidades que por su opulencia y fortuna. Una tía suya, Adela, era poeta; un hermano de su
padre, José Benito, era músico talentoso, profesor y director de un colegio nocturno; otro, Domingo,
fue médico pediatra y dirigente del Partido Comunista, siendo encarcelado en la década de 1930
debido a su militancia política. Pero fue aun otro hermano de su padre quien tendría mayor influencia
sobre el joven Vladimiro: el abogado Alfonso Montesinos, quien llegaría a senador de la República
por el partido Acción Popular en 1956. Se trataba de un hombre hecho al hábito de adquirir y
conservar toda clase de papeles, documentos, expedientes y recortes periodísticos que pudieran
eventualmente redituarle beneficios políticos; en su archivo podía hallarse gran diversidad de
información seleccionada sobre los personajes más importantes de su entorno. Algunos otros
familiares de Vladimiro, dos hijos de la tía Adela, adhirieron también al Partido Comunista, al igual
que otro primo con quien tuvo especial cercanía y confianza, Gustavo Espinoza Montesinos, quien
además de miembro del Partido fue líder del órgano sindical Confederación General de Trabajadores
del Perú (CGTP). El padre de Vladimiro era un marxista fanático, sin mayor relieve, talento o brío
como los de sus hermanos y varios de sus parientes. Subrayamos la elección del nombre de Lenin
(Vladimir Illich) para su primogénito a fin de intentar establecer su actitud y animosidad para con el
socialismo y la izquierda en lo por venir.
Este patrón sería repetido con los principales directores de Inteligencia y con los sucesivos
altos mandos de las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, colocando en el Ejército a compañeros de su
promoción militar, quienes estarían en deuda con él, volviéndolos luego sus cómplices en actividades
ilegales por las que dispondría de medios de coacción y extorsión. Un círculo vicioso. También
espiando su intimidad, hallándoles “rabos de paja”. Durante el gobierno militar de Velasco se
proclamaba a sí mismo un comunista ortodoxo, adepto al “gobierno revolucionario” de izquierda que
manejaba el poder, pero al mismo tiempo era un espía de la CIA que vendía información secreta a
los Estados Unidos. De muchas maneras se manifestó en él lo que Loayza llama “un odio ventral”
por todo lo que oliera a marxismo. Por ejemplo, fue el principal partidario de asesinar a Abimael
Guzmán, cabecilla de Sendero Luminoso, tras su captura en 1992. Aunque no pudo lograr su
cometido, entabló con él lo que denominó una “lucha de mentes”, lo cual se tradujo en conseguir
4
someterlo a un proceso de “ablandamiento”. Esto quiere decir vencerlo en una forma, no tanto militar
o física, sino moral y psicológica –constreñirlo a la capitulación. Abimael es de una personalidad
idealista, fanática, inescrupulosa y cruel muy semejante a la de su progenitor.
Cotejo psiquiátrico
5
1. El trastorno antisocial de la personalidad (denominado también “psicopatía” o
“sociopatía”), se caracteriza por un “patrón general de desprecio y violación de los derechos
de los demás”. En el caso de Montesinos, se manifiesta en por lo menos 3 ítems, suficientes
para su diagnóstico:
a) (ítem 1) “fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al
comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos que son [o
“deberían ser”, acotamos] motivo de detención”;
b) (ítem 2) “deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a
otros para obtener un beneficio personal o por placer”;
c) (ítem 7) “falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del
haber dañado, maltratado o robado a otros”.
Sobre sólo uno de los cuatro criterios para el diagnóstico de trastorno antisocial de la personalidad
no disponemos de información corroborativa o confirmatoria. El criterio C: “Existen pruebas de un
trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15 años”. El trastorno disocial es un equivalente
del trastorno antisocial de la personalidad en la infancia. No obstante es muy probable que dicho
trastorno se haya presentado en el caso de Montesinos, y nos damos por satisfechos con los datos
disponibles, reiterando nuestra presunción diagnóstica.
6
Diremos algo más respecto de esta constelación psicológica cuando nos refiramos al sadismo y a
otras perversiones.
7
Las personalidades paranoides son muy poco dúctiles a intimar o confiar en los demás porque
temen que la información que compartan sea utilizada en su contra. Pueden negarse a contestar
preguntas personales, argumentando que ello no es asunto de los demás o que no tiene importancia,
manteniendo en su vida, en general, una actitud de recelo y un culto por lo secreto, interpretando los
movimientos de quienes los rodean con intención de trampa y traición. El menor desaire les suscita
una enorme hostilidad y ojeriza muy persistentes a través del tiempo, por lo que saben defenderse
con rapidez y astucia de los supuestos ataques inferidos. Pueden ser, además, patológicamente
celosos, reuniendo “pruebas” o “indicios” que respalden sus sospechas y comprometan al supuesto
culpable, pretendiendo mantener control total y vigilancia cercana de aquellas personas relacionadas
con ellos y llevando “reglajes” y mecanismos de espionaje que los mantenga en situación de
vigilancia y ventaja contra sus enemigos. Son muy cautelosos y atentos a las posibles amenzas,
llevando una actitud de reserva y pareciendo fríos, calculadores, desapasionados, “objetivos” y
carentes de compasión. Se vuelven, por necesidad, autónomos, autosuficientes y controladores. A
menudo culpan a individuos próximos a ellos de sus propios desaciertos, asumiendo con velocidad
su vindicación. Tienen la fuerte tendencia a inmiscuirse en asuntos políticos, legales, de poder y
jerarquía, donde pueden desplegar sus aptitudes para la intriga y la truculencia, analizando a las
personas con quienes se interrelacionan según patrones estereotipados y rígidos (buenos/malos,
cooperador/obstructor, aliado/enemigo, etc.). Les atrae las formulaciones simplistas y elementales
del mundo y su organización, llegando al fanatismo y a creencias y posiciones radicalizadas y
extremistas en complicidad de quienes comparten sus opiniones. En el caso de Montesinos,
mencionamos, el partenaire era Fujimori. Pueden, también, presentar episodios psicóticos aislados y
de corta duración en torno a temas de grandeza, persecución, celos o envidia, por ejemplo. Existen
antecedentes en la infancia y la adolescencia que pueden prefigurar la aparición de la personalidad
paranoide, como comportamientos solitarios tendientes al aislamiento y actitudes poco sociables e
incluso autísticas, escasas relaciones con los compañeros, bajo rendimiento escolar, susceptibilidad
exagerada y pensamientos peculiares o “raros”.
Los trastornos de la personalidad a que hemos hecho referencia son trastornos mentales
caracterizados por patrones rígidos y permanentes de sentimientos, pensamientos y conductas
desviados substancialmente de la norma convencional en la cultura a la que pertenece el sujeto. Muy
a menudo una persona es diagnosticable de más de un trastorno de la personalidad al mismo
tiempo, sin embargo, como lo indica la experiencia, es raro que los sujetos que los padecen acudan
de motu propio a la consulta clínica o que puedan ser persuadidos por otros para que lo hagan,
porque, en general, su trastorno sólo los afecta en la medida en que su repercución sobre los demás
les es motivo de perturbación. Igual es el caso de las perversiones sexuales o “parafilias”. No
obstante, no se trata de un trastorno de la personalidad si la conducta y experiencia interna, sea ésta
antisocial, paranoide, narcisista, etc., responde a la transcurrencia de otra enfermedad médica
general o mental como una psicosis (esquizofrenia, trastorno bipolar), una demencia, o bajo el influjo
temporal de sustancias psicoactivas como drogas o alcohol.
Ahora bien, con relación a la apreciación clínica del caso Montesinos, éste califica para otros
caracteres patológicos, pero tomados en un sentido menos ortodoxo al espíritu de los catálogos
psiquiátricos descriptivos vigentes. Por ejemplo, nosotros aventuraríamos para Montesinos un
diagnóstico de sadismo; sin embargo en el DSM-IV no está contemplado y sólo hallamos
especificado el de sadismo sexual dentro del rubro de las parafilias y los trastornos sexuales. Hay
sólo dos criterios para el diagnóstico de sadismo sexual: “A) Durante un período de al menos 6
meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos
que implican actos (reales, no simulados) en los que el sufrimiento psicológico o físico (incluyendo la
humillación) de la víctima es sexualmente excitante para el individuo. B) Las fantasías, los impulsos
sexuales o los comportamientos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social,
laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.” Veamos cómo si omitimos toda
8
referencia “sexual” a los criterios citados, Montesinos calza a la perfección dentro de nuestra
nominación de sadismo, a secas:
Sadismo
a) Durante un período de al menos 6 meses, fantasías recurrentes y altamente excitantes,
impulsos o comportamientos que implican actos (reales, no simulados) en los que el
sufrimiento psicológico o físico (incluyendo la humillación) de la víctima es excitante para el
individuo.
b) Las fantasías, los impulsos o los comportamientos provocan malestar clínicamente
significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del
individuo.
Para el voyeurismo se nos dice: “A) Durante un período de al menos 6 meses, fantasías
sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican el
hecho de observar ocultamente a personas desnudas, desnudándose o que se encuentran en plena
actividad sexual. B) Las fantasías, los impulsos sexuales o los comportamientos provocan malestar
clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del
individuo.” En el caso de Montesinos no se trata de observar ocultamente a personas desnudas o en
actividad sexual, sino de observar a personas en actividades que deberían permanecer ocultas,
como se supone deberían serlo las relaciones sexuales. (Sabemos que el voyeur se complace
también viendo a otras personas excretando, lo cual, se supone, tampoco debería ser público)
Ahora, no tanto en actividades que deberían permanecer ocultas, si no que por lo sabido, deberían
9
no realizarse –actos ilícitos o moralmente reprobables. Esto es a lo que ha sido llamado por el
psicoanálisis ex-profesamente para el perverso el goce de la transgresión. Es decir, algo que
identifica a lo sexual con lo prohibido, que debe ser abolido derribando una norma.
Los criterios psiquiátricos para el fetichismo son 3: “A) Durante un período de al menos 6
meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos
ligados al uso de objetos no animados (por ejemplo, ropa interior femenina). B) Las fantasías, los
impulsos sexuales o los comportamientos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro
social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. C) Los fetiches no deben ser
únicamente artículos de vestir femeninos como los utilizados para trasvestirse (fetichismo
trasvestista) o aparatos diseñados con el propósito de estimular los genitales (por ejemplo,
vibrador).” Para nosotros el fetichismo será la perversión por excelencia porque aunque las fantasías
y los impulsos que involucra son sexuales, el fetiche puede parecer no tener nada que ver con lo
sexual. ¿Dónde estaría entonces lo sexual objetivo en esta parafilia? En una función que suple al
pene por desplazamiento, vamos a decir primero, y nos extenderemos a continuación.
La ética de Montesinos
10
En su trabajo El problema económico del masoquismo, Freud estipula la existencia de tres
tipos de masoquismo: el masoquismo sexual o erótico (y el masoquismo como perversión), el
masoquismo femenino y el masoquismo moral. Nosotros invertiremos la fórmula para el masoquismo
moral, denominándolo sadismo moral, pero advirtiendo que no es su contraparte ni que ambos son
recíprocos o complementarios por necesidad. El sadismo moral supondría una sexualización del
superyó en virtud de lo cual una fusión o mezcla de pulsiones (eróticas y agresivas) son
proyectadas al mundo exterior y descargadas en él. Es decir que se produce una destrucción
objetiva con satisfacción libidinal concomitante. Ya antes habíamos atribuido tal cualidad a
Montesinos, a lo que ahora añadiríamos que se trata allí de una identificación con el superyó
sexualizado, con sus características típicas de expresión de poder, rigor, vigilancia y castigo.
Para el sádico el objeto de la satisfacción es lo más lábil e indiferente; lo importante es la
inflexión de sufrimiento, dolor y humillación por sí mismos.
Un perverso es, más bien, alguien comprometido y consecuente en cuerpo y alma con la
causa de un goce; un goce que imagina dependiente de sí mismo, pero que sin embargo –
correspondiendo al adagio del nadie sabe para quien trabaja– lo sacrifica al goce de un Otro. El Otro
es lo que el perverso encuentra de su universo externo, de un anónimo o de lo más relevante en él,
el non plus ultra de la autoridad, el Padre real, Dios –que para el marqués de Sade era nada menos
que el “Ser-Supremo-en-Maldad”. Leamos una sentencia sadiana que lo resume: “Tengo derecho a
gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me
detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él”. De este lado vamos
viendo una salida a la paradoja sometimiento-complicidad sadomasoquista: que lo que
repugna al sádico es justamente una repartición coordinada del goce, la equidad y
reciprocidad cristiana. El sádico monopoliza el goce del dolor para obsequiarlo como ofrenda
oblativa al Otro. Indicaremos cuál es la razón del goce del Otro en función de la cual se mueve todo
perverso. Adelantamos que se trata de un goce fálico destinado a tapar un hueco que es una
ausencia. Pero de un goce fálico muy monótono y aburrido como lo sería todo material pornográfico
que se precie de tal. En esto nos parecemos todos al perverso; en la monotonía del fantasma
que retorna siempre y de continuo a los mismos cauces de relación con el objeto (“ahora me
chupa”, “ahora yo lo chupo”, “ahora me muerde”, “lo que quiere es que lo muerda”, “ahora
me come”, “ahora me caga”, “me mira”, “lo oigo”, etc.), sólo que el perverso no coloca ese
goce en el otro semejante, sino en el Otro universal que no existe.
Dicho lo cual propondremos que el núcleo real perverso en Montesinos es el fetichismo. Pero
el fetichismo en un sentido generalizado, en el sentido del “coleccionista” de objetos suplementarios
preventivos de la castración, lo que significa que el conjunto de objetos configura una identidad fálica
que representa a Una sola Cosa. Así cualquier forma de fetichismo es un revelado del negativo de la
fobia, por la angustia de la pérdida. El fetichista cree asegurarse de que “lo tiene” adjudicándole a la
Madre la tenencia fálica. Para Freud, en el fetichismo concurre un desplazamiento de la pulsión
escoptofílica o voyeurista hacia objetos externos fijados, así como el sadismo aisla un componente
de la actividad sexual –la crueldad y la agresión– y lo exclusiviza. El exhibicionismo estáría motivado
por el miedo a la amenaza de castración y es la contraparte del voyeurismo, así como el sadismo lo
es del masoquismo, siendo ambas pulsiones parciales reversibles; es decir que ambos agentes, los
del fin activo (maltratar, ver) y los del fin pasivo (ser maltratado, ser visto) pueden intercambiarse. El
sadismo “sexual” responde a una interpretación infantil violenta del acto sexual de los padres y, en
general, las perversiones son efecto de una inhibición sexual del desarrollo, es decir que el perverso
no se ha vuelto sino que ha quedado como tal. El fetichismo es en particular importante para
comprender la dinámica de las perversiones por su carácter radical de poder prescindir de todo
objeto animado o de ser vivo para el alcance de la satisfacción.
La exploración psicoanalítica nos dice que el fetiche ocupa el lugar y cobra el valor del pene
de la madre: es un sustituto de su pene que garantiza la conservación del propio negando la
castración en ella. Entonces el falo materno se desplaza por horror a la castración a un objeto
externo. Sin embargo esta solución es paradojal, porque al mismo tiempo que se niega la castración
de la madre se asume de manera implícita su inexorabilidad al colocar su falo fuera. Podría decirse
que esta contradicción se expresa inconscientemente en los siguientes términos: “la madre conserva
el pene y el padre la ha castrado”. El fetichismo ha acaecido además como una reacción al
voyeurismo prohibido: el niño no puede ver el coito de los padres y no quiere ver la castración en la
madre y mira a otra parte. Por ejemplo a sus zapatos o sus ropas íntimas, etc. En tal sentido la
erogeneidad se halla lejos de los genitales y ya ni siquiera en el ojo, sino en un objeto externo,
completamente extraño al cuerpo.
Lo que el fetichista busca es la relación con una falta de objeto por fuera de la vía humana.
Para él la situación es satisfactoria porque es enteramente dominable y controlada. Lacan en su
seminario La relación de objeto introduce el siguiente esquema para el perverso fetichista:
El fetichista es el sujeto; el objeto es lo que se supone que busca más allá del símbolo de su fetiche
dibujado sobre el velo de la cortina, por ejemplo:
ropa valiosa , relojes rolex , control y vigilancia (cuentas, videos)
mamá con pene mamá sin pene papá que castra
12
En el lugar de “nada” está el falo materno que no puede no estar: Fetiche
El fetiche ocupa el lugar de lo que no está, un objeto fuera, ilusorio. (En rigor, hablamos del
objeto transicional de Winnicott, el indicador genético del fetichismo.) Ha habido una detención en la
imagen y su perennidad, como una película detenida justo antes de la escena donde pueda aparecer
el falo materno. A este dispositivo visual Freud lo llama RECUERDO-PANTALLA (“Deckerinnerung”),
y es no sólo la instantánea de un momento sino la interrupción –pause– de la historia en suspenso.
Para Montesinos la pantalla es más preciosa que la realidad porque sobre su superficie puede
representar su proyección imaginaria. En esto es función de velo el fetiche, una condición de la que
pende el deseo. Pero en Montesinos se manifiesta además con gran énfasis la pulsión escópica. Por
eso el objeto pasa de ser mera falta a algo más específico: a ser mirada (a). Entonces la historia
representada prosigue sucediéndose ad infinitum. Pero sostenemos que en su estructura el nódulo
es el factor fetichista (fetiche proviene del portugués factiço que significa facticio). La dimensión de
voyeur corresponde a una impotencia del ojo a ver lo que transcurre más allá por el lado del goce por
estar supeditado al deseo del Otro, ergo conságrase con denuedo a ser un objeto de goce fálico para
el Otro. Aquí reside la esencia perversa según Lacan. El perverso se propone a sí mismo como un
devoto “defensor de la fe”, que el Otro obtenga un goce fálico a través suyo, entregándose a obturar
su agujero de falta.
Si notamos la función del Otro en el voyeur contaremos con su inclusión 3 agentes: el que
mira (“visualiza” o “visiona”, como se puso de moda decir a propósito de Montesinos y sus videos) –
activo–, el que es mirado –pasivo–, y el testigo que mira al que mira sancionando que no debería
mirar –el Otro–. El perverso, voyeur o exhibicionista, requiere de una sanción del Otro como
condición para el goce; a través de su mirada como objeto que tapa o de su agresividad como efecto
que satisfaga, se esfuerza en la Misión vana de demostrar que el Otro existe. Ambas pulsiones
visuales no son simétricas sino paralelas, porque mientras una busca demostrar que tiene algo bajo
el fondo de que no lo tiene, bajo la realidad de su impotencia, la otra muestra realmente su
impotencia de tener porque el ojo es impotente y su goce radica sólo en la violación de una
prohibición en el acto de fisgonear y espiar, y nada más.
Ahora vamos a revisar lo dicho sobre los momentos de la pulsión parcial. Basándonos en
Freud, extendemos la fórmula de los tiempos del masoquismo a la pulsión escópica. Hay (1) la voz
activa “ver”, (2) la voz refleja “verse” a sí mismo y (3) la voz pasiva “ser visto” por otro. Freud dice
13
que es recién en el tercer momento, el de la voz pasiva, donde emerge un nuevo sujeto para la
pulsión ya que en los anteriores ésta es autoerótica. Lacan lo reformula planteando que la voz es
activa en los tres tiempos: (1) “ver” y (2) “verse”, donde todavía no hay una posición definida del
sujeto, y (3) no tan sólo “ser visto” por otro sino “hacerse ver” por el Otro. Éste último es el momento
de la perversión escoptofílica, cuando el sujeto pasa a ser objeto, procurando responderse a la
pregunta sobre el deseo del Otro “¿Qué quiere?”. La estrategia imaginaria del fantasma es “lo que
quiere es algo para ver”. El “fin” de la pulsión parcial, como lo indica el circuito lacaniano diagramado,
adaptado por nosotros para la pulsión escópica, está en el recorrido, trayecto o viada (aim) y en su
meta (goal). La fuerza, presión o perentoriedad de la pulsión se dirige a sólo bordear al semblante
del objeto mirada, puesto que está perdido (a) y no se recupera. La “fuente” es de naturaleza
biológica y atañe a la zona erógena de la cual emana la “presión”. Es un borde que remonta esta
fuerza e involucra al ojo. Luego de conseguido el fin, la pulsión se relanza.
La mirada debe estar perdida y debe faltar para que la percepción ocular se organice. Una
mirada en lo real impediría el enfoque, la configuración de las imágenes y una desaprehensión del
goce más allá del cuerpo que se vivenciaría fragmentado. Luego la mirada estaría en todos lados,
“las cosas miran”. En ello estriba una diferenciación estructural de las psicosis y las perversiones en
lo concerniente a la mirada como objeto, en lo que se dio a llamar la esquizia del ojo y la mirada.
Tanto el exhibicionista como el voyeurista se dan a ver mostrándose como mirada para el Otro,
creyendo tener la mirada, que ella no está perdida. El exhibicionista llama a ser visto mientras que el
voyeur espera ser descubierto mirando, recibiendo la sanción de vergüenza del Otro. Ambos se
ofrecen como mirada. La pulsión se relanza porque el objeto no se encuentra sino que se revela
como un espejismo, un puro truco que frustra la divina demanda del gran Otro omnividente anónimo.
Un cuaternario compuesto
de dos triángulos adyacentes.
A la derecha el triángulo de lo
simbólico S con 3 factores: el
Otro [A], el Ideal del Yo [I(A)] y
el objeto a [a]. El Otro en tanto
Padre superyoico que clama
«¡Goza!» es la ética de
Montesinos. Su ética está
sujetada a un mandato
imperativo que identifica en una sola dos causas opuestas: la Ley con el goce, según la versión del
Padre. (Un juego de palabras lacaniano es expresivo y aleccionador: la pèreversion=perversión,
père=padre, vers=hacia, version=versión; ”versión hacia el padre”.) Que la transgresión de una ley
sea condición para el goce, deviniendo esta condición en la ética promulgada por La Ley. Por la
parte del Ideal del Yo, identificación paterna, encontramos nada menos que a la Segunda Espada de
la Revolución, Vladimir Illich Lenin. Reflexionemos en que Abimael Guzmán –subrrogado paterno–
se autoproclamaba la Cuarta Espada. Como a ubicamos para lo simbólico S a la voz como objeto
del sadismo, un sordo golpe de sonido procedente de lo real R. Podemos entender la Ley del Padre
como pacto simbólico o como imperativo ciego; el segundo es el caso de Montesinos. Para generar
una ética es necesaria una legalidad, un código general desprovisto de afectos y de objetos, no
14
buenas intenciones en el cumplimiento de ideales sino un estatuto firme de sujeción para todos. La
Ética no puede ser parcial, debe ser absoluta, estricta e inflexible.
Acerca de la flecha que va del Otro al sujeto “Yo tengo el falo”, diremos con relación al objeto
a, la mirada, que la aplicación de una solución como la de Montesinos, donde la proliferación de
fetiches que hacen Una Cosa –y no La Cosa (a)– en busca de asegurarse por la pérdida fálica, no
representa a fin de cuentas sino a la propia castración, en concordancia con el reverso típico de las
soluciones neuróticas. El corolario de la castración es convenir en elidirla a la manera del mito de la
cabeza de Medusa y su mirada petrificante. Se vale entonces de los muchos artificios electrónicos y
mecanismos audiovisuales adquiribles para el control de sus “posesiones”, para lo que un buen símil
es la llamada instrumentalización sadomasoquista, perversa además a fin de cuentas.
* Nota de junio de 2001: En favor de nuestra hipótesis sobre la situación de Lenin en el ángulo del
Ideal del Yo, como identificación simbólica paterna recusativa, hacemos constancia de las primeras
dos exigencias planteadas por Montesinos, inmediatas a su traslado a Lima tras su captura en
Venezuela en calidad de prisionero:
1) No permanecer recluido en la Base Naval del Callao, en el recinto que él mismo diseñó
personalmente para recluir a Abimael Guzmán y a otros terroristas (al no considerarse su
petición se declaró en huelga de hambre).
2) Que su verdadero nombre no es Vladimiro ‘Lenin’ Montesinos Torres, como se había hecho
público en la propaganda que ofrecía una recompensa por revelar datos que condujesen a su
15
paradero, sino simplemente Vladimiro Montesinos Torres. Consta en documentos oficiales que
su nombre original y completo es el que indicamos, Vladimiro Illich Montesinos Torres.
04/2001
csparrowly@hotmail.com
CIRCULOIMAGO@terra.com
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
3. FREUD, Sigmund “Tres ensayos para una teoría sexual” Viena, 1906.
11. LACAN, Jacques “Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”
París, 1964.
14. SADE, Marquis de “La Philosophie dans le boudoir ou les instituteurs inmoraux.
Dialogues destinés à l’education des jeunes demoiselles” Paris, 1795.
16