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Introducción
Como ya sabrás por tus clases de Introducción al lenguaje de la música, la música para su estudio
sistemático se descompone en diferentes elementos: ritmo, melodía, armonía, timbre, articulación,
agógica, y estilo. Y si bien es cierto que la música es un evento complejo que involucra y articula de
manera simultánea a todos estos elementos, también es muy cierto que para su aprendizaje y dominio
conviene en principio abordarla bajo estas perspectivas aparentemente, o de manera artificiosa,
independientes. Pensemos que es como cuando los físicos e ingenieros descomponen un evento en
diferentes perspectivas para su estudio; por ejemplo: si quiero calcular la altura que debe tener una
puerta, me interesará más conocer las estaturas de las personas que pasarán por ella; mas si lo que
quiero es calcular la estructura de un templete donde se subirán las mismas personas, además de sus
dimensiones, me convendrá más bien conocer el peso de esas personas. Es obvio que la estatura y el
peso de las personas son realidades simultáneas e inseparables, pero dependiendo qué necesito resolver,
me convendrá observar más bajo una perspectiva que bajo la otra. Pues bien, algo análogo ocurre en el
estudio sistemático de la música, y por ello la diseccionamos en los elementos mencionados al
principio de este párrafo.
El elemento singular que más información nos da acerca de la identidad de una pieza musical, e
inclusive de su “narrativa”, es la melodía. De hecho, en principio, la melodía en sí misma ya nos dice
muchísimas cosas acerca de una pieza, su afecto, su sentido de discurso y dirección, etc., sin embargo
desde hace muchos siglos nos encontramos que las melodías necesitaban una suerte de apoyo, o de
ambiente que pudiera enfatizar y reforzar aquello que la melodía planteaba, algo así como el escenario
para un actor. Pensemos cómo sería escuchar el famoso soliloquio “Ser o no ser...” de Hamlet con un
actor contra una pantalla verde, en vez del escenario representando un cementerio. El efecto sería
dramáticamente distinto, aunque el actor pudiera declamar con corrección el soliloquio. Pues de alguna
forma, la armonía es el escenario para la melodía, y también puede hacer cambiar completamente de
sentido lo que una melodía propone, y volverse en sí misma (la armonía) un discurso independiente.
En la música tonal europea, especialmente de finales del renacimiento y principios del barroco, hacia
el clásico y el romántico; nos encontramos que la planeación armónica de una pieza, o su esquema
armónico, es uno de los principios de diseño de uso más extendido entre los compositores de dichos
periodos. Es importante mencionar que la armonía no sólo organizaba los acompañamientos
simultáneos a las melodías, sino que también regulaba las sensaciones de reposo y movimiento, y con
ello llegó a delimitar elementos formales grandes de las piezas, e inclusive llegó a condicionar las
resoluciones melódicas o las posibilidades de movimiento de las melodías.
Definición del término armonía
La definición general del término armonía que normalmente se encuentra en los diccionarios más
elementales es la siguiente:
Armonía: (Del lat. harmonia, y este del gr. άρμονία, de άρμόζ, ajustamiento, combinación).f. Unión y
combinación de sonidos simultáneos y diferentes pero acordes.
Y posteriormente en una de las acepciones del término aparece: “...Mús. Arte de formar y enlazar los
acordes”, sin embargo, estas definiciones son en realidad muy amplias y poco específicas para entender
el concepto bajo una perspectiva musical, de manera que prefiero utilizar la siguiente definición de
armonía que aparece en Harvard Concise Dictionary of Music de Don Michael Randel:
“Armonía: Aquel aspecto de la música consistente de alturas sonando simultáneamente (p. ej.,
acordes) en oposición a líneas o melodías sonando simultáneamente, lo que se conoce con el término
de contrapunto. Visualizado en términos de notación musical, la armonía es el elemento vertical de la
música, mientras que la textura y el contrapunto son los elementos horizontales de la misma. Ambos
aspectos son en esencia inseparables, sin embargo, la armonía es enseñada como una materia
separada. El término a veces connota sonidos placenteros, pero con propiedad, se aplica a cualquier
colección de alturas sonando simultáneamente, o, de tal manera que les cause funcionar como una
simultaneidad. Puede también utilizarse el término con referencia a una abstracción de tal colección
de alturas como distinta de los acordes en particular (de los cuales puede haber muchos de ellos) que
son ejemplos de ello. Así, uno podría decir que Do mayor es la tonalidad de un cierto compás en el
cual estén presentes las alturas de la tríada de Do mayor en una variedad de maneras. Así como con
otros aspectos de la música: los gustos en la armonía han variado ampliamente con el tiempo y lugar,
aunque han habido numerosos intentos para mostrar que el estilo armónico de la música occidental de
los siglos XVIII y XIX está ordenado por la naturaleza”.
Y aunque en la anterior definición encontramos ya ciertos detalles acerca de la aplicación del término,
puede ser aún más específica y subrayar más la relación con la melodía, como por ejemplo, este párrafo
con el que empieza el apartado de armonía en Diccionario Oxford de la Música de Percy Scholes:
“Armonía: 1. Definición del término. La armonía puede definirse como la vestidura de la melodía.
Así fue considerada desde su introducción en el siglo IX, y también durante mucho tiempo después en
los cantos eclesiásticos tradicionales, entonados al principio por todas las voces al unísono, se dejaron
al cuidado de los cantores de media voz (de donde procede su nombre: tenores, o sea, literalmente “los
que tienen la melodía”), mientras que las otras voces los envolvían con un acompañamiento de partes
melódicas; y en el noventa y nueve por ciento de la música, el compositor, al “armonizar”, mantiene
aún como fibra maestra, en un momento dado, una melodía que considera como principal, y que
espera que el oyente considere también como tal, mientras que concibe cualquiera de las otras
melodías que pueda hacer combinar con la primera (por interesantes, individuales, y aparentemente
independientes que sean), como simples accesorios decorativos.
Sin embargo, esta definición de la armonía como “vestidura de la melodía” es excesivamente amplia,
y requiere una pequeña limitación. Las “voces”, o “partes” que acompañan a la principal, producen
inevitablemente con esta última y entre sí una sucesión de acordes, y este aspecto acórdico de la
combinación de voces es lo que se toma propiamente como el elemento de la armonía”.
Me parece que al leer ambas definiciones se comienza a clarificar de qué va la armonía, a saber: como
las posibilidades de combinaciones verticales de sonidos (o notas disponibles para exitosamente
combinarse verticalmente), con respecto de una melodía principal a la que se desea acompañar o
contextualizar; y es importante en este concepto, mantener a toda costa la importancia de la melodía, ya
que en sus orígenes ese era el meollo de la armonía: encontrar las organizaciones verticales de sonidos
que mejor acompañaran a una melodía y más delinearan o demostraran, el diseño de tensión y
relajación, o propósito expresado por tal melodía. Posteriormente, como ya mencionamos antes la
armonía se enfocó como un aspecto más independiente del discurso musical, y algo así como el terreno
a definir antes de siquiera considerar una melodía, pero esto fue subsecuente y en realidad menos
presente de esa forma que el sentido original de la armonía, como acompañamiento y refuerzo de una
idea melódica considerada como principal.