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LENGUA Y SU DIDÁCTICA

DIDÁCTICA DE LA ORALIDAD EN LA EDUCACIÓN PRIMARIA

 Características del lenguaje oral:

1. Canal auditivo. El receptor comprende el texto mediante su oído.


2. Lineal. Los distintos signos son percibidos sucesivamente por el receptor, uno tras
otro.
3. La comunicación es espontánea. El emisor puede rectificar (pero no borrar) lo ya
dicho. El receptor debe comprender el texto en el momento en que se está emitiendo
(no después) y tal como se lo emite.
4. La comunicación es inmediata en el tiempo y en el espacio. La comunicación oral
es más rápida y ágil. No es casual que nos resulte más cómodo hablar por teléfono
con un amigo que vive lejos, que escribirle una carta.
5. La comunicación es efímera. Los sonidos son perceptibles solamente durante el
tiempo en que permanecen en el aire. A partir de esta característica es que se puede
valorar la importancia de la escritura, como soporte estable y duradero que permite
registrar lo diversos hechos y/o acontecimientos que deseamos recordar.
6. Intervienen notablemente los códigos no verbales: la fisonomía y los vestidos, el
movimiento corporal y de las manos, los gestos, las vocalizaciones (risa, llanto,
expresiones como “hum” o “ah”, etc.).
7. Hay interacción durante la emisión del texto. Mientras habla, el emisor va
registrando la actitud del receptor y puede modificar su discurso de acuerdo con su
redacción.
Cuando estamos explicando un tema y percibimos que los alumnos no nos
entienden, intentamos modificar la explicación, buscando ejemplos, clarificando
conceptos, etc.
8. El contexto cumple un papel muy importante.

 La oralidad en el individuo y en la sociedad:


Para Mostacero (1999) la oralidad se presenta de tres maneras o clases:
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1) La oralidad primaria individual o del niño que aprende la lengua materna, de 0 a 3 año
aproximadamente, sin importar el tipo de sociedad en la que vive, es decir, si es indígena,
rural o urbanizada. En otras palabras, la experiencia personal de apropiación de la lengua
materna.
2) La oralidad primaria colectiva, de niños y adultos, la cual pertenece a sociedades
predominantemente orales, que viven al margen de una cultura letrada, como las sociedades
indígenas de América, pero que no están exentas de contactos permanentes o esporádicos
con cualquier elemento de la cultura escrita.
3) La oralidad secundaria urbana, dependiente de los mass-media, la escuela, las
instituciones, las empresas, la banca, los partidos políticos, etc., donde la oralidad se mezcla
con las más sofisticadas tecnologías de la información y de la comunicación, y donde lo
característico es la invención de nuevos soportes, nuevos formatos, nuevas variedades de
oralidad, pero a partir de la hibridación con las variedades de la escrituralidad.

A la escuela le corresponde la enseñanza de lo que podemos denominar oralidad


secundaria, es decir, la modalidad de lengua oral que los hablantes adquieren al interactuar
en contextos formales, y que sin duda está influida por la modalidad escrita de la lengua,
regida por convenciones sociales que son diferentes de las normas de convivencia familiar
más informales, a las que podemos llamar oralidad primaria.

Es tarea de la escuela formar sujetos competentes que puedan participar oralmente


en situaciones comunicativas, es decir, que sepan usar adecuadamente la lengua en diversos
contextos, con interlocutores diferentes (pares, adultos, conocidos y desconocidos,
familiares, autoridades de la escuela, etc.) y con propósitos variados (mantener un diálogo,
intervenir en un debate, hacer entrevistas adecuadas en una entrevista, defender una opinión
en público, poder argumentar sobre un tema determinado).

Un hablante competente será aquel capaz de reconocer y utilizar distintas


variedades lingüísticas según la situación comunicativa en la que participa.

Las exigencias de la vida democrática reclaman el manejo de la palabra pública y el


ejercicio de la escucha atenta, tanto en la comunicación “cara a cara” como en la
percepción crítica de los mensajes de los medios masivos de comunicación.
Por ejemplo, la situación de decidir la manera de solicitar a la directora de la escuela
un permiso para una actividad particular favorecerá la discusión acerca de los diferentes
modos de formular un pedido, el vocabulario a utilizar, la mejor forma de obtener lo
deseado, etc. Vivenciar este tipo de situaciones enriquecen tanto los procesos de
comprensión como los de producción oral.
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Si entendemos que la escuela es el único ámbito institucional para contactarse con la


lengua formal, entonces la escuela es la encargada de desarrollar y favorecer la
incorporación paulatina de la lengua estándar y los registros más formales, sin por ello
desvalorizar toda la serie de variaciones regionales (o dialectales) y socioculturales y los
registros más o menos formales del lenguaje. Por el contrario, también le corresponde a la
escuela favorecer a la comprensión y la valoración de dichas diferencias.

 Variedades de lengua y lengua estándar:

Es tarea de la escuela desarrollar “la valoración de la identidad cultural como


base para la apreciación de la lengua estándar compartida por la comunidad
hispanohablante y en relación con las segundas lenguas”.

Si algo confirma el carácter social de la lengua es su diversidad. La lengua cambia a


través de:
a) el espacio
b) el tiempo y
c) las situaciones sociales y culturales.
En relación con esto podemos reconocer las siguientes variedades:
a) Variedad geográfica o “dialecto”: revela la procedencia geográfica del hablante
que la utiliza. Las diferencias aparecen en los niveles fonológico, morfosintáctico y
léxico, aunque no impiden la comprensión. Es el caso de las películas españolas,
que no requieren traducción en Argentina si bien reconocemos diferencias con
nuestra forma de hablar.
b) Variedad según las edades de los hablantes y/o las épocas históricas, o
“cronolecto”: según la edad de los hablantes (adultos, niños, adolescentes) varía la
forma de usar el lenguaje. Un ejemplo de ello es el cronolecto de los adolescentes.
c) Variedad social y cultural o “sociolecto”: la lengua es experimentada como signo
de cohesión de un grupo o clase (las jergas son variedades sociales, en general
lenguas de oficio o profesión). De esta manera un médico dentro de su lecto
profesional (sociolecto) podrá utilizar un registro formal (para hablar en un
congreso de medicina) o informal (para hablar con un colega o familiar).

También habrá que considerar la existencia de una variedad funcional-contextual y


una estándar.
- Variedad funcional-contextual: es la adecuación que sufre el código
lingüístico en relación con el contexto. Aparece la noción de registro que es
la organización de los medios lingüísticos en relación con un tipo recurrente
de situación (hay registros escolares, populares, cultos, formales, informales,
etc. Así, por ejemplo, una persona que desea trasmitir un mensaje escrito (no
oral) deberá utilizar el registro correcto para que no aparezcan en el texto
expresiones propias de un diálogo informal.
- Variedad estándar: la estandarización es el conjunto de hábitos o normas
que definen el uso correcto de la lengua en una comunidad particular. Al
hablar de variedad estándar nos referimos a un concepto neutro, vale decir,
que no implica valoraciones ni toma de posición ideológica.
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La relación de la escuela con la lengua estándar es un tema debatido desde


diferentes posiciones: una de ellas propone aceptar solamente los sociolectos elaborados;
otra sostiene que se debe permitir al niño el uso de su propio sociolecto sin intentar
modificarlo.
Consideramos que la institución escolar debe tomar como punto de partida el
desarrollo lingüístico que los alumnos han alcanzado antes de ingresar a la escuela, como
así también las experiencias que tienen fuera de ella. A partir de: quiénes son, de dónde
vienen, cómo hablan, qué leen o escriben, etc., debemos proporcionarles los instrumentos
lingüísticos que les permitan el acceso a una educación y un progreso académico, social,
cultural y económico.
Resulta indispensable reconocer la variedad lingüística de los alumnos, para tomarla
como punto de partida para la enseñanza de nuevos modelos de interacción, desarrollando,
enriqueciendo e incorporando la lengua estándar y los registros más formales.
En la escuela también es posible propiciar la transmisión y la recreación de la
tradición oral y la exploración de las posibilidades lúdicas de la lengua oral. Desde las
canciones de cuna hasta las fórmulas para empezar a jugar, pasando por las adivinanzas, los
trabalenguas y las rimas, los niños descubrirán que se puede jugar con las palabras. En la
vigencia de los juegos tradicionales trasmitidos oralmente encontramos estructuras,
fórmulas poéticas, movimientos y gestos, que es importante rescatar. Los niños viven el
folklore infantil desde mucho antes de aprender a leer y a escribir. Durante mucho tiempo
se nutren de estas manifestaciones anónimas en las que ellos mismos son protagonistas y
participan, agregándoles palabras, transformándolas, deformándolas, recreándolas y
haciéndolas suyas.
 La oralidad en la escuela:
Una didáctica de la oralidad supone favorecer los intercambios orales de los
alumnos entre sí y con el docente, como los debates, los intercambios de opinión, la
escucha de exposiciones orales, la reflexión acerca de las características de la comunicación
oral, etc. estas actividades serán tenidas en cuenta en las planificaciones para asignarles el
tiempo escolar que requieren.
Si en la escuela no se enseñan estas formas de participación oral, se favorecerá la
marginación y la mutilación discursiva de amplios sectores de la población, que por no
saber usar la lengua estándar y los registros más formales, verán también disminuidas sus
posibilidades de participar y de hacer uso de la palabra pública para hacerse escuchar y
desempeñarse eficazmente en diversas situaciones comunicativas requeridas por las
demandas sociales.
Muchas veces en lugar de favorecer “el uso de la palabra” se promueve el silencio o
la escucha pasiva de la voz del docente. La expresión oral queda así reducida a contestar
sólo aquello que el docente pregunta, y él pasa a ser el único que otorga y quita la palabra.
En general, las clases dedicadas a la expresión oral son menos formales y no suelen
planificarse. Muchas veces consisten, simplemente, en conversar sobre algún tema de
estudio o de interés (que en el mejor de los casos proponen los alumnos). A través de estas
conversaciones los docentes buscan promover la participación de los alumnos, la expresión
de sus ideas, de sus sentimientos, de sus experiencias. Pero con esta participación informal
no se aprenden las formas de participación oral valoradas socialmente, que los alumnos no
practican en sus casas, y que deben ser enseñadas en la escuela.
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Se deben incluir, entonces, las fórmulas sociales respetuosas, presentaciones, formas


de tratamiento, solicitud formal, saludos; el respeto de los turnos de intercambio para evitar
que se impongan los que hablan más fuerte; formas de organización de los intercambios
orales; la adquisición del vocabulario específico del tema que se estudia; la formas de
organizar una exposición oral el reconocimiento de diferentes líneas argumentativas, y de la
intencionalidad de las comunicaciones interpersonales para enriquecer el intercambio y
evitar la escucha crítica; la producción de diversos discursos según la intencionalidad:
prometer, solicitar, advertir, aconsejar.
Para desarrollar estos contenidos es necesario conocer las características de los
intercambios orales, enseñarlas y conceptualizarlas, sistematizarlas. Implica enseñar los
procedimientos para poder desempeñarse eficazmente en forma oral. Así, por ejemplo,
enseñar que un diálogo es un tipo de intercambio menos pautado que un debate en el cual
se deberán respetar los turnos para intervenir y el tema del cual se habla. Enseñar a elegir el
discurso apropiado según el objetivo que se hayan propuesto (eficacia) y acorde con la
situación comunicativa (pertinencia). Uno de los procedimientos más importantes que los
alumnos deberían adquirir es la capacidad de modificar su discurso en función de las
circunstancias contextuales en que éste se produce. Esto implica conocer qué se debe decir,
a quién, dónde, cuándo, cómo y para qué se quiere decir (competencia).

 Lengua oral y lengua escrita. Relación entre ambas:

Otro aspecto que merece destacarse es la existencia de una lengua oral, una lengua
escrita y una relación entre ambas, que debe ser objeto de un cuidadoso y detenido
tratamiento didáctico. Durante mucho tiempo se consideró que la lengua escrita era una
simple transcripción de la lengua oral y esto no es así. Cada una tiene características
propias y como tal debe ser enseñada.
Para que no queden dudas sobre lo afirmado, reflexionemos sobre el siguiente
mensaje:

“Yo le prometí uno exactamente así.”

En un contexto de oralidad, el oyente no tendría dificultades para interpretar el


significado de lo dicho por el hablante porque, además de compartir un enunciado, hablante
y oyente comparten un contexto físico en el que existen un conjunto de pautas obligatorias
(los gestos, por ejemplo).
Si la lengua escrita fuera la mera transcripción de la lengua oral, podríamos
reproducir este texto y entenderlo sin que resultara ambiguo. Sin embargo, como lectores,
percibimos de inmediato que algunas palabras podrían referirse a realidades muy dispares.
El le podría corresponder a una niña, a un niño, a un adulto, etc. por otra parte, detrás del
así podría ocultarse un tambor, un sapo, un anillo de diamantes o un cepillo de dientes y,
podríamos seguir enumerando, casi hasta el infinito, el número de objetos que podemos
enumerar en el mundo.
Para lo que fue un mensaje oral diáfano pueda llegar a convertirse en un mensaje
escrito comprensible, es necesario apelar a la elaboración de un contexto que le reste
ambigüedad. El texto así elaborado podría ser el siguiente:
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“Mi hijo adora los a los perros. Usted acaba de comprarse un ovejero. Yo le prometí
uno exactamente así.”

En este ejemplo queda claro que le se refiere a mi hijo y así a las características de
un perro determinado.

La lengua escrita no es una simple transcripción de la lengua oral.

El acto comunicativo es un proceso cooperativo de interpretación de intenciones


que exige que los interlocutores conozcan y compartan determinadas convenciones para
construir el sentido de los enunciados que producen.

 Narración y renarración:

La lengua hablada ha sido durante muchos siglos el único vehículo por el que se
han transmitido de generación en generación los conocimientos adquiridos por una cultura,
sus mitos, sus cantos y sus cuentos. En este sentido, la narración y la renarración se
vinculan estrechamente con los contenidos de la literatura oral.
Si bien puede pensarse que a partir de la aparición de la escritura y, en mayor
medida, a partir de la invención de la imprenta esta situación ha cambiado, es notable
observar la persistencia de la tradición oral. Todos conocemos nanas o canciones de cuna,
villancicos, canciones que acompañan los juegos infantiles, cuentos maravillosos,
romances, mitos y leyendas que pertenecen a la llamada literatura oral. Seguramente
conocemos la mayoría de estas expresiones desde la primera infancia, a través de la
escucha atenta de las palabras expresadas con afecto por nuestros mayores. Y es muy
probable que también la hayamos transmitido a nuestros hijos. Veamos qué relación
encuentra Ana Pelegrín entre literatura oral e infancia:

“Para el niño pequeño, la palabra oída ejerce una gran fascinación. La palabra y su tonalidad,
su ritmo, los trazos afectivos que teje la voz, cuando es temperatura emocional, calma,
consuelo, ternura, sensorialidad latente. El magnetismo por el ritmo y la entonación puede
desplegarse con intensidad, al escuchar la voz de otras memorias, viejas-nuevas-voces, de
rimas, retahílas, cancioncillas, cuentos. Podemos formular la hipótesis de que la literatura oral
es una forma básica, un modo literario esencial en la vida del niño pequeño, porque la palabra
está impregnada de afectividad. El cuento, el romance, la lírica, construyen el mundo auditivo-
literario del niño, le incorporan vivencialmente a una cultura que le pertenece, le hacen
partícipe de una creación colectiva, le otorgan signos de identidad.” (Pelegrín, 1984)

Rescatar y registrar estas variadas expresiones de nuestro amplio acervo cultural


puede convertirse en una rica experiencia de aprendizaje para los alumnos.
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No solamente la literatura escrita, sino también la literatura oral propia de cada


región, tales como cancioneros, refraneros, romances y payadas han de tener un lugar en
la escuela, en tanto constituyen un mapa de la memoria y de la reserva cultural.

La renarración consiste en volver a contar un suceso, un relato, un cuento que se ha


escuchado o leído previamente. Por ejemplo, el maestro lee un cuento u uno de los chicos
relata algo. Más tarde el maestro pide a todo el grupo que recuerden lo narrado y vuelvan a
contarlo. Se trata de desarrollar la escucha atenta, para recuperar la secuencia del relato o
lo sucesos importantes, los nombres de los personajes, el lugar, el tiempo. Es un trabajo
creador que desarrolla la atención y la memoria, y favorece la comprensión del orden
lógico.
También se puede narrar y renarrar a través de láminas (éstas son el “soporte
gráfico”) presentadas en orden para los más chicos y desordenadas para los más grandes
(del segundo año en adelante). En este caso, los niños deben mirar atentamente las láminas,
verbalizar qué sucede en cada una y organizar la historia completa. Se puede realizar la
tarea con el grupo completo de niños la primera vez, luego en pequeños grupos (con otro
soporte gráfico), para observar cuál de ellos logra el relato más satisfactorio, y por último,
individualmente. La evaluación colectiva de la actividad permite que los niños conversen
acerca de cuál de los relatos estuvo mejor contado, por qué y en qué aspectos los otros
podrían ser mejorados. Si es posible grabar los relatos, se facilita el análisis. A la vez, con
estos materiales, el docente puede iniciar el registro escrito de nombres de los personajes,
lugares, frases correspondientes a los sucesos principales del relato. Es decir, se puede
vincular la renarración oral con la escritura.

Todas las actividades de lengua oral, lectura y exploración literaria se pueden


relacionar con actividades de escritura que a su vez dan lugar a reflexiones sobre la
forma y la función de los hechos del lenguaje orales y escritos.

 Conclusión:

El lenguaje constituye un medio privilegiado de comunicación, ya que posibilita los


intercambios y la interacción social y, a través de ellos, regula la conducta propia y ajena.

A través de su dimensión representativa el lenguaje permite al ser humano


configurar mentalmente el mundo que lo rodea, los contenidos y las categorías, las
relaciones y la estructuración de los mensajes orales y escritos. En tal sentido, el
lenguaje posibilita la planificación de acciones, la organización de ideas, el análisis de
los propios procesos de pensamiento, el registro, la fijación y la memoria de los mismos.

Tal como dice P. Bourdieu, el lenguaje funciona como un instrumento de poder y no


sólo de comunicación o de conocimiento, utilizamos el lenguaje con la intención de que nos
crean, nos obedezcan, nos respeten y nos reconozcan.

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