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1) La oralidad primaria individual o del niño que aprende la lengua materna, de 0 a 3 año
aproximadamente, sin importar el tipo de sociedad en la que vive, es decir, si es indígena,
rural o urbanizada. En otras palabras, la experiencia personal de apropiación de la lengua
materna.
2) La oralidad primaria colectiva, de niños y adultos, la cual pertenece a sociedades
predominantemente orales, que viven al margen de una cultura letrada, como las sociedades
indígenas de América, pero que no están exentas de contactos permanentes o esporádicos
con cualquier elemento de la cultura escrita.
3) La oralidad secundaria urbana, dependiente de los mass-media, la escuela, las
instituciones, las empresas, la banca, los partidos políticos, etc., donde la oralidad se mezcla
con las más sofisticadas tecnologías de la información y de la comunicación, y donde lo
característico es la invención de nuevos soportes, nuevos formatos, nuevas variedades de
oralidad, pero a partir de la hibridación con las variedades de la escrituralidad.
Otro aspecto que merece destacarse es la existencia de una lengua oral, una lengua
escrita y una relación entre ambas, que debe ser objeto de un cuidadoso y detenido
tratamiento didáctico. Durante mucho tiempo se consideró que la lengua escrita era una
simple transcripción de la lengua oral y esto no es así. Cada una tiene características
propias y como tal debe ser enseñada.
Para que no queden dudas sobre lo afirmado, reflexionemos sobre el siguiente
mensaje:
“Mi hijo adora los a los perros. Usted acaba de comprarse un ovejero. Yo le prometí
uno exactamente así.”
En este ejemplo queda claro que le se refiere a mi hijo y así a las características de
un perro determinado.
Narración y renarración:
La lengua hablada ha sido durante muchos siglos el único vehículo por el que se
han transmitido de generación en generación los conocimientos adquiridos por una cultura,
sus mitos, sus cantos y sus cuentos. En este sentido, la narración y la renarración se
vinculan estrechamente con los contenidos de la literatura oral.
Si bien puede pensarse que a partir de la aparición de la escritura y, en mayor
medida, a partir de la invención de la imprenta esta situación ha cambiado, es notable
observar la persistencia de la tradición oral. Todos conocemos nanas o canciones de cuna,
villancicos, canciones que acompañan los juegos infantiles, cuentos maravillosos,
romances, mitos y leyendas que pertenecen a la llamada literatura oral. Seguramente
conocemos la mayoría de estas expresiones desde la primera infancia, a través de la
escucha atenta de las palabras expresadas con afecto por nuestros mayores. Y es muy
probable que también la hayamos transmitido a nuestros hijos. Veamos qué relación
encuentra Ana Pelegrín entre literatura oral e infancia:
“Para el niño pequeño, la palabra oída ejerce una gran fascinación. La palabra y su tonalidad,
su ritmo, los trazos afectivos que teje la voz, cuando es temperatura emocional, calma,
consuelo, ternura, sensorialidad latente. El magnetismo por el ritmo y la entonación puede
desplegarse con intensidad, al escuchar la voz de otras memorias, viejas-nuevas-voces, de
rimas, retahílas, cancioncillas, cuentos. Podemos formular la hipótesis de que la literatura oral
es una forma básica, un modo literario esencial en la vida del niño pequeño, porque la palabra
está impregnada de afectividad. El cuento, el romance, la lírica, construyen el mundo auditivo-
literario del niño, le incorporan vivencialmente a una cultura que le pertenece, le hacen
partícipe de una creación colectiva, le otorgan signos de identidad.” (Pelegrín, 1984)
Conclusión: