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+Cuando se vendió todo, quedaron doce francos setenta y cinco céntimos que

sirvieron para pagar el viaje de la señorita Bovary a casa de su abuela. La buena


mujer murió el mismo año; como el tío Rouault estaba paralítico, fue una tía la que
se encargó de la huérfana. Es pobre y la envía, para ganarse la vida, a una
hilatura de algodón. 162

+Y creyendo que quería jugar, lo empujó suavemente. Cayó al suelo. Estaba muerto
162

+Ya casado, vivió dos o tres años de la fortuna de su mujer, comiendo bien,
levantándose tarde, fumando en grandes pipas de porcelana, y por la noche no
regresaba a casa hasta después de haber asistido a los espectáculos y frecuentado
los cafés. 2

+En la soledad de su vida, trasplantó a aquella cabeza infantil todas sus


frustraciones. Soñaba con posiciones elevadas, le veía ya alto, guapo, inteligente,
situado, ingeniero de caminos, canales y puertos o magistrado. Le enseñó a leer a
incluso, con un viejo piano que tenía, aprendió a cantar dos o tres pequeñas
romanzas. Pero a todo esto el señor Bovary, poco interesado por las letras, decía
que todo aquello no valía la pena. 3

+Carlos había vislumbrado en el matrimonio la llegada de una situación mejor,


imaginando que sería más libre y que podría disponer de su persona y de su dinero.
Pero su mujer fue el ama; delante de todo el mundo él tenía que decir esto, no
decir aquello, guardar abstinencia los viernes, 5

+Lo que tenía más hermoso eran los ojos; aunque eran castaños, parecían negros a
causa de las pestañas, y su mirada franca atraía con una audacia cándida. 6

+Es verdad que Eloísa poseía también, además de una parte de un barco valorada en
seis mil francos, su casa de la calle Saint–François; y, sin embargo, de toda esta
fortuna tan cacareada, no se había visto en casa más que algunos pocos
muebles y cuatro trapos. 8

+Emma trataba de saber lo que significaban justamente


en la vida las palabras felicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían
parecido en los libros. 14

+Sólo se trataba de amores, de galanes, amadas, damas


perseguidas que se desmayaban en pabellones solitarios, mensajeros a quienes matan
en todos los relevos,
caballos reventados en todas las páginas, bosques sombríos, vuelcos de corazón,
juramentos, sollozos,
lágrimas y besos, 15

+había bastado para hacerle creer que por fin poseía aquella pasión maravillosa que
hasta entonces se había
mantenido como un gran pájaro de plumaje rosa planeando en el esplendor de los
cielos poéticos, y no
podía imaginarse ahora que aquella calma en que viva fuera la felicidad que había
soñado 16

+La conversación de Carlos era insulsa como una acera de calle, y las ideas de todo
el mundo desfilaban
por ella en su traje ordinario, sin causar emoción, risa o ensueño 17
+¿Acaso un hombre no debía conocerlo todo, destacar en actividades múltiples,
iniciar a la mujer en las
energías de la pasión, en los refinamientos de la vida, en todos los misterios?
Pero éste no enseñaba nada,
no sabía nada, no deseaba nada. 17

+El recuerdo de aquel baile fue una ocupación para Emma. Cada miércoles se decía al
despertar: “¡Ah,
hace ocho días... hace quince días..., hace tres semanas, yo estaba a11í!” 23

+Se compró un plano de París y, con la punta de su dedo sobre el mapa, hacía
recorridos por la capital.
Subía los bulevares, deteniéndose en cada esquina, entre las líneas de las calles,
ante los cuadrados blancos
que figuraban las casas 24
+Hasta la misma
mesa llevaba su libro y volvía las hojas, mientras que Carlos comía y le hablaba.
El recuerdo del vizconde
aparecía siempre en sus lecturas. Entre él y los personajes inventados establecía
comparaciones24

+Ella hubiera querido que este nombre de Bovary, que era


el suyo, fuese ilustre, verlo exhibido en los escaparates de las librerías,
repetido en los periódicos, conocido
en toda Francia. ¡Pero Carlos no tenía ambición! 25

+En efecto, Emma, antes tan


cuidadosa y delicada, se pasaba ahora días enteros sin vestirse, llevaba medias
grises de algodón, se
alumbraba con velas. Repetía que había que economizar puesto que no eran ricos,
añadiendo que estaba
muy contenta, muy feliz, que Tostes le gustaba mucho, y otras cosas nuevas que
tapaban la boca a su sue-
gra. 27
+Emma se volvía difícil, caprichosa. Se encargaba platos para ella que luego no
probaba, un día no bebía
más que leche pura, y, al día siguiente, tazas de té por docenas 27

+Emma por su parte nunca se preguntó si lo amaba. El amor, creía ella, debía llegar
de pronto, con grandes
destellos y túlguraciones, huracán de los cielos que cae sobre la vida, la
trastorna, arranca las voluntades
como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón entero 41

+-¿Cuánto cuestan?
-Una miseria –respondió él–, una miseria; pero ya me pagará, sin prisa; cuando
usted quiera; ¡no
somos judíos! 42

+-Además –añadió–, cuando se vive en el campo...


-Es perder el tiempo –dijo Emma.
-¡Es verdad! –replicó Rodolfo–. Pensar que nadie entre esas buenas gentes es capaz
de apreciar
siquiera el corte de una levita.59

+-Por ejemplo, nosotros –decía él–, ¿por ,qué nos hemos conocido?, ¿qué azar lo ha
querido? Es
que a través del alejamiento, sin duda, como dos ríos que corren para reunirse,
nuestras inclinaciones
particulares nos habían empujado el uno hacia el otro.64

+Se repetía: “¡Tengo un amante!, ¡un amante!”, deleitándose en esta idea, como si
sintiese renacer en ella
otra pubertad. Iba, pues, a poseer por fin esos goces del amor, esa fiebre de
felicidad que tanto había
ansiado. 71

+Emma no sabía si le pesaba haber cedido o, por el contrario, si deseaba amarle


más. La humillación de
sentirse débil se tornaba en rencor que los placeres atemperaban. No era cariño,
era como una seducción
permanente. Rodolfo la subyugaba. Ella casi le tenía miedo.75
+Las apariencias, sin embargo, eran más tranquilas que nunca, pues Rodolfo había
acertado a llevar el
adulterio según su capricho; y al cabo de seis meses, cuando llegó la primavera, se
encontraban, el uno
frente al otro, como dos casados que mantienen tranquilamente una llama doméstica.
Era la época en que el tío Rouault mandaba su pavo en recuerdo de su pierna
recompuesta. 75

+Era el mes siguiente cuando iban a fugarse. Ella saldría de Yonvitlle como para ir
a hacer compras a
Rouen. Rodolfo habría reservado las plazas, tomado los pasaportes a incluso escrito
a París, a fin de contar
con la diligencia completa hasta Marsella, donde comprarían una calesa, y, de allí,
continuarían sin parar
camino de Génova. 87

+Y volvió a desvanecerse. La llevaron a su cama.


Allí seguía tendida, con la boca abierta, los párpados cerrados, las palmas de las
manos extendidas, inmó-
vil, y blanca como una estatua de cera. De sus ojos salían dos amagos de lágrimas
que corrían lentamente
hacia la almohada. 92

+libros piadosos circulaba en el mercado. Eran pequeños manuales con preguntas y


respuestas, panfletos de
un tono arrogante en el estilo del de Maistre (1), especie de
novela:–,encuadernadas en cartoné rosa, y de
estilo dulzón, escritas por seminaristas trovadores o por pedantes arrepentidos.
Había allí el Piense bien en
esto; El hombre mundano a los pies de María, por el señor de..., condecorado por
varias Ordenes; Errores
de Voltaire, para uso de los jóvenes, etc. 95
+Emma se
comparaba a esas grandes señoras de antaño, cuya gloria había soñado en un retrato
de la Vallière (2), y
que, arrastrando con tanta majestad la recargada cola de sus largos vestidos, se
retiraban a las soledades
para derramar a los pies de Cristo todas las lágrimas de su corazón herido por la
existencia.95

+Emma se inclinaba para verlo ara-


ñando con sus uñas el terciopelo de su palco. Se llenaba el corazón con aquellas
lamentaciones melodiosas
que se arrastraban en el acompañamiento de los contrabajos, como gritos de
náufragos en el tumulto de una
tempestad. Reconocía todas las embriagueces y todas las angustias de las que había
estado a punto de mo-
rir. La voz de la cantante no le parecía sino el eco de su conciencia, y aquella
ilusión que la encantaba, algo
incluso de su propia vida. Pero nadie en la tierra la había amado con un amor
semejante99

+El joven compró uno. Era la primera vez que compraba flores para una mujer; y al
olerlas, su pecho se
llenó de orgullo, como si este homenaje que dedicaba a otra persona se hubiese
vuelto hacia él.
Sin embargo, tenía miedo de ser visto. Entró resueltamente en la iglesia 106

+Enseguida León empezó a adoptar un aire de superioridad ante sus camaradas,


prescindió de su
compañía, y descuidó por completo los legajos.
Esperaba las cartas de Emma; las releía. Le contestaba. 116

+Ella declaró que no podía dárselo. Lheureux se deshizo en lamentaciones y le


recordó todas las atenciones
que había tenido con ella.
En efecto, de los dos pagarés firmados por Carlos, Emma, hasta entonces, sólo había
pagado uno. En
cuanto al segundo, el comerciante, a instancias de ella, había accedido a
sustituirlo por otros dos, 122

+-¿No podían pasar sin una alfombra?, ¿por qué tapizar de nuevo los sillones? En
mis tiempos, en
cada casa había un solo sillón, para las personas mayores, al menos así era en casa
de mi madre, que era
una mujer honrada, os lo aseguro. ¡No todo el mundo puede ser rico! ¡Ninguna
fortuna resiste el despilfa-
rro! ¡Yo me avergonzaría de llevar una vida tan regalada como la vuestra! y, sin
embargo, yo soy vieja,
necesito cuidados... ¡Hay que ver!, ¡hay que ver, ¡cuántos perifollos!, ¡cuánta
ostentación! ¡Pero cómo!,
seda para forros, a dos francos... cuando se encuentra chaconada (3) a diez sueldos
y hasta a ocho sueldos
que cumple perfectamente su cometido. 124

+León no se atrevía a hacerle preguntas, pero al verla tan experimentada, pensaba


que ella había tenido que
pasar todas las pruebas del sufrimiento y del placer. Lo que antes le encantaba
ahora le asustaba un poco.
Además, él se sublevaba contra la absorción, cada vez mayor, de su personalidad.
Estaba resentido contra
Emma por esta victoria permanente 128

+Usted se aprovecha descaradamente de mi desgracia, señor! Soy digna de lástima,


pero no me
vendo.
Y salió.
El notario quedó estupefacto, con los ojos fijos en sus bonitas zapatillas
bordadas. Eran un regalo del
amor. Aquella contemplación le sirvió, por fin, de consuelo. Además, pensaba que
una aventura semejante
le habría llevado muy lejos. 140

+Envenenada!, ¡envenenada!” 146

+Una convulsión la derrumbó de nuevo sobre el colchón. Todos se acercaron. Ya había


dejado de existir.151

+Tuvo que vender la cubertería de plata pieza a pieza, después vendió los muebles
del salón. Todas las
habitaciones se desamueblaron; pero su habitación, la de Emma, quedó como antaño.
Después de la cena,
Carlos subía a11í. Empujaba hacia la chimenea la mesa redonda y acercaba su sillón.
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