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LA REBELION CAMPESINA DE 1885 EN ANCASH

No hay, ni puede haber, fenómeno sin causa. Todo efecto obedece a una causa.
“No hay humo sin fuego”, es un dicho, que resume una verdad corroborada a
través de la práctica social.
La Rebelión Campesina de 1885 en Ancash, no sucedió, pues de la noche a la
mañana, porque alguien quiso que sucediera. Fue el efecto cuantificado de
causas económicas, políticas y sociales.
Para comprender el surgimiento del fenómeno social que nos ocupa,
comenzamos pues, por describir en forma sucinta, las causas que dieron vida al
encabritamiento popular.
Libertad, justicia e igualdad fue la bandera de la Guerra de Independencia de
1821. Para la gran masa del pueblo, que fue la fuerza motriz del conflicto, el
sueño tan ansiado que enarbolaba la bandera de lucha, fue simplemente una
ilusión, ya que la vida continúo tan igual como en la colonia, solamente se mudó
de amos; ibéricos por criollos. La gran masa, constituida por mestizos, indios y
negros, seguían siendo bestias de carga, asfixiados por el pago del tributo
personal, que se suspendía o se reanudaba su vigencia, según el parecer del
gobierno de turno. Situación que sumía a los tributarios en incertidumbre
permanente.
Acciones abusivas y humillantes se iban encarnando de generación en
generación, en el alma de los naturales, constituyéndose a la larga, en una de
las causas del encrespamiento popular de 1885.
En la dinámica del desarrollo de los fenómenos naturales y sociales, la causa
provoca efecto, el efecto tampoco es pasivo, ya que se convierte en causa de
nuevos fenómenos.
El efecto de la Guerra con Chile (1879-1884), o mejor dicho la Guerra con
Inglaterra, que tuvo como instrumento a Chile, que duró 4 años, fue también una
de las causas de la rebelión campesina de 1885. Durante la guerra, el ejército
chileno, prácticamente se paseó por nuestro territorio, hizo lo que quiso*.
En el país, reinaba la anarquía, la guerra civil estaba a la orden del día. No había
clase dirigente cohesionada, existía ambiciones económicas diferentes y por

* La correría llegó a su más alto grado: saqueos, pillajes, pagado de cupos,


violaciones, campos incendiados.
consiguiente, también políticas diferentes. Mientras unos con Andrés A. Cáceres,
a la cabeza hacían frente a la intromisión y las tropelías chilenas, otros, con
Miguel Iglesias en la dirección actuaban como vende patrias.
El departamento de Ancash, en especial Huaraz (capital del departamento), y las
provincias de Recuay, Carhuaz, Yungay y Huaylas (su capital Caraz), que
forman parte del Callejón de Huaylas, fueron el teatro de la guerra. La oligarquía
para guardar sus intereses “empujó” al pueblo a participar en el conflicto, en
“nombre de Dios y la patria”.
Mediante una leva forzada, el pueblo ancashino vio a cientos de sus hijos
enrolarse en el ejército peruano. Leva forzada, que no respetó ni a niños, como
a Manuel Eulogio del Río, que a sus doce años encontró la muerte en
Huamachuco (La Libertad).
La mayor matanza fue en Pallasca, donde fueron fusilados 165 hijos del pueblo.
Terminada la guerra de rapiña, el país desangraba, la economía estaba por los
suelos, las pequeñas industrias nacientes de la costa, fueron destruidas. Ni que
decir del ande peruano, donde el gamonalismo se había convertido en una traba
para el desarrollo de los pueblos y por consiguiente no había ninguna industria.
La agricultura, la ganadería incipiente, sostenidos por el campesino sin pago
alguno, quedó en ruinas, toda vez que, por la guerra no había quien la trabajara.
La clase dominante, integrada por terratenientes y la burguesía naciente,
adquieren en el Estado un poderoso instrumento para someter a los oprimidos y
explotados, es así que, después del conflicto, se elevan los diezmos, las pitanzas
y otras regalías; mientras el jornal miserable, seguía congelado.
A inicios de 1885 se prohibió a los campesinos, la extracción libre de la sal y la
leña. Se inventaron cobros absurdos, como la contribución minera e industrial.
Los campesinos eran obligados a trabajar sin pago alguno para las autoridades.
Se puso en vigencia los “Trabajos de la República”, que consistía en trabajar
gratuitamente, haciendo caminos, puentes, cuarteles, levantar cementerios,
catedrales, etc.
Las tierras de los campesinos eran arrebatadas por los hacendados valiéndose
de muchas argucias.
¡Solo 26 familias eran dueñas de todo Áncash! El pago de la contribución
personal, de dos (2) soles plata semestrales, que se impuso a la población, fue
la más cruel y humillante. Renacía el tributo personal, que tuvo vigencia en la
Colonia. Esta ofensa, fue el punto nodular, el punto de ebullición, que dio paso a
la rebelión.
De lo dicho, líneas arriba, podemos concluir, que: las cusas cuantificadas,
encarnadas en el alma del pueblo, esperaba una hora propicia, para
desbordarse, cual un aluvión, y así, barrer con todo lo que encuentra a su paso.
Faltaba un motivo, una chispa, que encendiera la pradera.
Los indígenas llevaban un extenso memorial, solicitando la rebaja del tributo,
porque todos arrastraban la pobreza, no tenían trabajo remunerado, y estaban
obligados a trabajar gratis para el Estado; así mismo pedían cese de abusos al
campesinado. Noriega, que era el Prefecto, en ese entonces, se indignó, “se
sulfuró”, “botaba chispas” ordenó la captura de los dos alcaldes ordinarios
distritales, Pedro Atusparia de La Independencia, y Pascual Gullén, de La
Restauración, a efectos de hacerle declarar quien era el redactor del documento.
Atusparia, fue sindicado como el “cabecilla” y sometido a vejámenes por orden
del gobernador José Collazos, que se valió de la maldad, del jefe de los
gendarmes, el “zambo” Miguel Vergara, encomendándole la misión de hacerle
declarar quién había redactado el memorial. A pesar de ser flagelado con
despiadada crueldad, no incriminó al autor del documento. Sometido
nuevamente al castigo, que lo dejó a un paso de la muerte, el Prefecto obtuvo el
nombre del autor, recayendo en la persona de José García Gonzales. La ágil
movilización de la gendarmería resultó vana, porque, ya había fugado de Huaraz,
o tal vez, puesto a buen recaudo para evitar una detención.
El alcalde ordinario de La Restauración, Pascual Guillen, que estaba libre, reunió
a los alcaldes pedáneos y todos se apersonaron ante Collazos, para exigirle el
resultado del memorial y la libertad de Atusparia. El insólito y “creído” gobernador
los hizo aprehender y en castigo les hizo cortar las trenzas, que dentro de la
tradición indígena, era símbolo de dignidad y prestigio. Humillados y mancillados,
son arrojados a la calle. Este acto fue el motivo, fue la chispa que encendió la
pradera. El corte de las trenzas había venido a echar gasolina al fuego. Huaraz
entero, hervía como una olla puesta al fuego. En el campo, grande fue la
indignación, con sangre juran vengar la ofensa.
Bajo la dirección de Manuel Granados, el 1 de marzo, los campesinos se iban
apostando en todos los cerros que circundan la ciudad de Huaraz, encendiendo
fogatas, en horas de la noche.
El 2 de mayo se parapetan los campesinos en las alturas de los cerros,
paralelamente se producían las primeras escaramuzas. Perecieron muchos
campesinos, tan solo un militar, el cabo Miguel Ángel Bautista, integrante del
“Batallón Artesanos”, esto sucedió en horas de la mañana. Luego de una corta
retirada, de parte de los rebeldes, en horas de la tarde, se trabó un recio
combate, que duró 5 horas. Murieron muchos campesinos y 3 soldados
“artesanos”.
Al amanecer del 3 de marzo, Huaraz que estaba defendida por 100 soldados,
120 de la guardia urbana y 52 caballerías, estaba sitiada.
La rabia acumulada por años, se desata incontenible. A pesar de tener como
armas: piedras, palos, huaracas, rejones y avellanas, a eso de las 3 de la tarde
la tropa era derrotada, con el saldo de cientos de campesinos muertos y 180 de
parte de los soldados.
Algunos defensores del gobierno, como el gobernador Collazos y el coronel
Vidaurre huyen por el camino que conduce a Recuay. El cobarde Prefecto
Noriega, que en ese entonces se encontraba en Aija, desiste tornar a Huaraz, al
tener conocimiento de que la ciudad ha sido tomada por el “rebaño
desconcertado” y que ahora las cosas “están de cabeza”; no le queda otra
alternativa, que huir con dirección a la costa (al puerto de Huarmey), para luego
emprender viaje, vía marítima, rumbo al Callao, de donde nunca más retornaría.
La representatividad política del gobierno en Ancash, quedó acéfala, tras la
retirada intempestiva de Noriega.
Si después de esta dura batalla, en la que tuvo participación, importante y
destacable la mujer ancashina, los campesinos se hubieran retirado a sus
respectivos caseríos, el baño de sangre no pasaría de ser más que un motín, era
necesario y urgente, encauzar el espíritu de rebeldía que reinaba en las
provincias vecinas del Callejón de Huaylas, toda vez, que ellos eran la cuna de
los hacendados (terratenientes), donde la opresión, el abuso, el analfabetismo
estaba en su máxima expresión.
Entonces, para llevar a la cima, la rebelión emprendida, era urgente nominar a
sus propias autoridades. Es así que, el 5 de marzo nombran como “Delegado de
la Prefectura”, representante de todas las estancias a Pedro Pablo Atusparia,
asimismo por consiguiente el cargo de “Jefe Supremo de la Rebelión”.
Como prefecto del Departamento, fue nominado el abogado de filiación
cacerista, Manuel Mosquera; como Subprefecto de la Provincia de Huaraz, es
nombrado Manuel Alzamora, persona allegada a Atusparia; Felipe
Montestruque, periodista y poeta, que surgió del anonimato, pasó a ser el
Secretario General del Movimiento.
El sábado 7 de marzo, se publica el primer bando del gobierno rebelde:
 Que todos los alzados en armas respeten a los “blancos” (terratenientes,
comerciantes y gamonales).
 Ordenó la limpieza inmediata de la ciudad.
 Autorizó a los sublevados el libre uso de las cosechas y el ganado de los
patrones, con exclusivos fines de alimentación.
 Extendió el llamado, para que los indígenas de Huánuco, La Libertad se
unieran a la rebelión.
 Convocó a los campesinos para asistir a la misa de gracia en el tempo del
Señor de la Soledad.
Encontrándose la provincia de Huaraz, en poder de los insurrectos, surgen
de inmediato levantamientos en diferentes partes del departamento,
incluyendo la zona de los Conchucos, por ejemplo en Huari, Pomabamba y
Pallasca.
Hacían su aparición otros líderes comprometidos con la cusa, tales como: Pedro
Nolasco, en Aija; José Orobio y Simón Bambarén, en Yungay; Miguel Soria,
Pedro Ulacho, en Pueblo Libre (Huaylas); Federico Cáceres, en Huari; surge
también en Ataquero (Carhuaz), como una de las figuras más notables de la
rebelión, la figura de Pedro Celestino Cochachin, conocido con el seudónimo de
“Uchcu Pedro”, que no cesaría de luchar hasta el final de su existencia.
Huaraz convertido en el faro de la rebelión, irradiaba su luz de rebeldía de alta
intensidad, a las vecinas provincias, en las que sobraba las condiciones objetivas
de la sublevación, mas no las subjetivas, pero aun así, se había emprendido la
lucha, no se podía “desmontar del caballo”, se tenía que avanzar, hacia el norte
y aglutinar a los descamisados, nombrándose para este fin al prefecto Mosquera,
que marcharía a Carhuaz.
Y así fue, el día 15 de marzo, consiguió que los indígenas se plegaran a la causa.
Adhesión, complementada con el nombramiento de autoridades. Según algunos
autores, de la presente historia, la toma de Carhuaz fue facilitada por el trabajo
previo de Uchcu Pedro.
Superando contradicciones, propias de nuevas situaciones, los líderes acuerdan
establecer su cuartel general en Mancos (distrito actual, que pertenece a la
provincia de Yungay), por considerarlo estratégico. Determinación que se
materializó el 28 de marzo.
El día 29 de marzo, José Orobio y Simón Bambarén, a la cabeza de 2000
campesinos se movilizan decididos a tomar Yungay, que por supuesto no sería
fácil, toda vez, que los gamonales enterados de la llegada de los rebeldes, se
organizan formando la denominada “Guardia Urbana” al mando del alcalde y
terrateniente Manuel Rosas Villón.
El primer intento de tomar Yungay se frustró, ya que la guardia urbana, en alianza
con los policías de la provincia desalojaron a los rebeldes, con el saldo de un
fallecido, miembro defensor de la ciudad, Federico Arias. En represalia de este
acto, fue fusilado Simón Bambarén.
El día 30 de marzo el propio Atusparia al mando de 8000 indígenas, se dirige a
la toma definitiva de Yungay. Después de una ardua lucha, recién el 4 de abril,
la ciudad fue sitiada por los rebeldes, destacando a toda prueba la valentía de
“Uchcu”. Murieron muchos campesinos, también la gran mayoría de los
integrantes de la guardia urbana, destacándose la persona de Manuel Rosas
Villón.
Al mando de Mosquera, los rebeldes ingresan a la ciudad de Caraz, el 9 de abril,
sin uso de sus armas. Contrariamente a lo sucedido en Yungay, tuvieron un
recibimiento apoteósico, llegando inclusive a brindarles, a los jefes de la rebelión
un suntuoso almuerzo y abundante licor. El historiador Alva Herrera, manifiesta:
“Caraz estuvo libre de toda violencia, porque sus pobladores satisficieron con un
cupo de 12000 soles plata y billetes”.
Dando cumplimiento al decreto prefectural, emitido el 9 de marzo en Huaraz se
instaló el Consejo Provincial de Huaylas, el día 14 de abril, asumiendo la alcaldía,
Pío Guzmán, cuya función fue efímera, puesto, en menos de un mes, reasumió
el cargo se señor Jorge Álvarez Sáenz, por disposición del Prefecto
Departamental, José Iraola.
La sublevación se produjo hasta en los pueblos más alejados de la provincia:
Mato, Huaylas, Pueblo Libre, Pamparomas, Moro, donde los naturales, aunque
en forma espontánea y desordena, se identificaron con la lucha emprendida,
materializándola, en acciones violentas, contra sus opresores locales
principalmente.
Luego del 3 de marzo en que fue tomada Huaraz, los rebeldes no tuvieron un
enfrentamiento tan desigual con sus opositores, pero era inminente que se
avecinaba la incursión de la fuerza regular del gobierno para restablecer el orden.
Razón por la que una parte de los insurgentes parapetaban las cumbres de los
cerros, las quebradas y los caminos colindantes a la costa; se ubicaron pues en
las zonas focalizadas, por donde se suponía que el enemigo iba a abrirse paso.
Parte del contingente está a cargo de los hermanos José y Justo Solis, ambos
tenientes coroneles, que se complementaban con el comandante Luis Lazo y el
sargento mayor José Toribio. El resto se ubicaba en la quebrada Quillo (vía
Casma – Yungay), se encontraba a cargo de “Uchcu Pedro”, que dicho sea de
paso, era ex soldado del ejército guerrillero de Andrés Avelino Cáceres, por
consiguiente estaba preparado para situaciones, como las que avecinaban.
Por su parte, Atusparia, que se encontraba en Huaraz, luego de la toma de
Caraz. Organizar a los suyos, era tarea urgente, para enfrentar a las tropas que
habían salido de Lima a batirlo, esta vez al mando del nuevo prefecto, José
Iraola, que había desembarcado en Casma el 13 de abril.
La primera expedición punitiva, al mando del coronel Gonzales, ya había
ocupado los valles de Yaután y Pariacoto y la haciendo de chanchan, lo que
indica que solo faltaba una jornada para tomar Huaraz.
“Uchcu Pedro”, cual una avalancha, les cortó el paso, valiéndose de su
indomables seguidores y haciendo uso de las galgas, de los derrumbes, las
granizadas de pedruscos, los gritos de guerra, derrotó al ejército punitivo, que
amedrentado huía, con el coronel Gonzales a la cabeza.
El prefecto Iraola, indignado por la derrota esta vez entregó el mando de las
tropas al teniente coronel Callirgos, para una segunda expedición. Para este
cometido, los hacendados costeños, que eran enemigos jurados de los indios,
organizaban sus cuadrillas de negros y chinos, para repeler el ataque de la
indiada, que al igual que los condores, oteaban desde las alturas.
El contingente dirigido por Uchcu, parapetado en la cordillera Negra, vigilaba los
caminos de Casma y Huarmey. Pero Callirgos después de hacer falsos amagos,
por los caminos indicados pudo burlar a Uchcu, pasando por las cumbres de la
cordillera, por un tercer camino, el de Quillo, que directamente conduce a
Yungay, lugar a donde apuntaba llegar la fuerza punitiva, para finalmente
desembocar a Huaraz. El grupo rebelde salieron a frenar a los invasorses. En
este acometido, tuvo varios enfrentamientos y en diferentes puntos, con el saldo
de muchas pérdidas de sus aguerridos miembros.
El ejército invasor, también tuvo muchas bajas. Pero, finalmente, el Prefecto
Iraola, ingresó a Yungay, sin ninguna resistencia, porque la fuerza rebelde que
debía trasladarse de Huaraz, al mando de Mosquera, que no llegó
oportunamente, costándole por esta falta, su destitución. Fue remplazado por
Granados.
El contingente encabezado por Granados, al llegar a la escena de batalla,
reanima al contingente de la cordillera negra, que estaba diezmada, a
consecuencia de los choques por evitar el ingreso de las fuerzas del gobierno a
Yungay. El 21 de abril, en horas de la noche, los rebeldes atacaban la ciudad de
Yungay, pero la tropa que estaba en vigilia los recibió con descarga de fusilería.
A la aurora, el combate se había generalizado, Iraola se había posesionado muy
bien de la plaza. Su artillería barría con la avalancha de indios, que se
desgalgaban de los cerros sobre la ciudad, según indica Ernesto Reyna, en
Revolución Campesina de Pedro Pablo Atusparia.
A pesar de la valentía, el coraje, la rabia, el odio puesto en su máxima expresión,
los rebeldes en esta oportunidad estaban frente a un enemigo, preparado para
el combate, con dominio de táctica y estrategia, para cuya materialización
contaban con armas de fuego de la época; en esas condiciones de lucha tan
desigual, la posibilidad de triunfo para el bando rebelde, era escasa. Y En efecto,
así fue. Los rebeldes perdieron muchas vidas, además de cientos de heridos.
Formaban parte de los fallecidos: Angel Bailon y Luis Felipe Montestruque, este
último considerado el ideólogo de la rebelión. Según manifiesta, E. Reyna,
cuando una bala traidora dio en su pecho… ensayó una postura de héroe y
amenazando con el puño al cielo, gritó: ¡Viva la revolución! De sus amplios
bolsillos de su chaqueta, cayeron los últimos números de “Sol de los Incas”, que
se había constituido en el vocero de la rebelión. Asimismo Luis Felipe
Mostestruque, el romántico poeta, que soñó con un imperio comunista. Hermano
espiritual de los indios hasta la muerte, ignorado su cadáver en la fosa común se
pudrió junto a los héroes anónimos de la jornada.
Atusparia y Granados, ambos con heridas graves, decidieron retirarse a Huaraz,
al mando del contingente, que aun sufriendo fuertes bajas, mantenían vivas el
deseo de continuar en la brega, que sin duda, en Huaraz se libraría la batalla
decisiva.
“Uchcu Pedro” y José Orobio, mientras tanto, con sus guerreros quedan con la
misión de hostigar a las fuerzas de Iraola, que bien parapetados, seguían
diezmando a los rebeldes. En esta oportunidad, cae también el valiente José
Orobio.
Los ataques de la indiada sobre Yungay, se repitieron sin cesar, hasta el 29 de
abril. Uchcu viendo la imposibilidad de tomar la plaza, con los pocos valientes
que quedaban, decide también marchar a Huaraz.
El prefecto Iraola, hizo al gobierno de Lima, el siguiente parte:
“Yungay, abril 29 de 1885 – Señor director General de Gobierno – Lima –
Después de haber vencido infinitas dificultades e ingresado a esta ciudad, está
entristado mi ánimo, señor ministro al ver el estado de desolación y ruina en que
se encuentra esta población, presa de verdaderos salvajes, que roban, incendian
y matan.
“Nunca estuvo tan acertado el supremo gobierno, como cuando mandó esta
expedición, cuya misión es santa, púes viene a arrebatar al crimen su más
codiciada presa: los niños, ancianos, y mujeres, se han amparado a nosotros
como los únicos salvadores.
“Ya han sido escarmentados los indios, y se van retirando a sus estancias, según
ultimas noticias.
“Muy pornto emprenderé sobre Huaraz y creo que sea el último baluarte de los
indios. Desde allí tendré la satisfacción de comunicar a Us. Todo lo que ocurra
en el departamento.
Dios guarde a Ud. – José Iraola.
En Huaraz, los rebeldes manifestaban malestar, inquietud, zozobra ante la
incertidumbre de la situación, porque en 2 meses de duro batallar, lo que se
había conseguido es perder muchas vidas, y ninguno de los puntos
reivindicativos.
Multitud desordenada. Brazos amenazantes, pedían a Atusparia, que ordene
incendiar Huaraz, matar a los blancos, saquear.
 Tomando del Boletín Oficial – mayo de 1885.
Atusparia, trata de evitar el desborde popular. No autoriza el saqueo. Lo juzgan,
como un acto de cobardía y traición: “Atusparia está vendido a los blancos, por
eso es que no ordena el saqueo, dijeron…
Antes de organizarse, preferían beber. Renegaban de la autoridad de su líder.
Incertidumbre y vacilación reinaba, a la llegada de Uchcu a Huaraz, que traía la
noticia de que… ¡Callirgos está por llegar¡
Al oír la noticia, la multitud se arremolinó ante Atusparia: “Traicionados” ¡De un
momento a otro llega Callirgos! ¡Al saqueo¡ ¡Al saqueo¡
Quizás la mano oculta de curas y patrones, acostumbrados en situaciones como
esta a urdir traiciones, desvió a los rebeldes de sus intenciones de saqueo. Sacar
procesión… cumplir con Dios primero, y después, destruir Huaraz. Esto sucedía
cuando apenas faltaba una hora para que llegue el enemigo.
Una detonación terrible… los cañones de Callirgos, rompiendo la tregua pactada,
ametrallaba la ciudad, la masacre apocalíptica empezaba. Desde el puente de
Quilcay, batallones de chinos, negros y cholos costeños, enrolados en Casma,
hacían una terrible carnicería con la masa, que buscaba la salvación en la huida.
Atusparia y “Uchcu” con sus escasas tropas lograron contener a sus enemigos,
permitiendo la huida de la masa, que despavoridos, ascendían por los cerros.
Cayó herido Aatusparia… fue escondido por los suyos en casa de un notable de
la ciudad. “Uchcu” huyó.
“El coronel Callirgos, con sonrisa satánica en sus labios entra triunfal en la
ciudad”, según, manifiesta Reyna en su crónica de la sublevación indígena de
1885.
A las 12 de la noche empezaba el escarmiento. Eran triunfadores” y por
consiguiente tenían libertad, para hacer lo que querían. Tanían licencia, para dar
rienda suelta a sus bajos instintos: emborracharse, violar (Los oficiales ebrios de
pisco, cataban la virgen carne cobriza, para luego dar pase libre a la tropa)
saqueos, etc.
Al amanecer funcionaba el Consejo de Guerra. Tenían cientos de detenidos. Las
preguntas de los jueces, tuvieron respuestas lastimeras. La corte marcial daba
sus inapelables fallos inmediatamente después de haber oído al acusado. De

*Se refiere a la imagen del Señor de la Soledad, que el 3 de mayo era su día de
celebración.
antemano la muerte estaba decretada a los mocetones robustos y a los
cabecillas. A los viejos e inútiles se les perdonaba la vida.
La plaza de armas, fue el escenario donde fueron ejecutados públicamente los
primeros condenados. Niños, mujeres y ancianos se precipitaban sobre los
ejecutados tan luego como sonaba la descarga. Por orden de Callirgos, los
soldados noveles hacían su “práctica de tiro” y perdieran el miedo a la sangre.
Muchos rebeldes fueron remitidos al cementerio, donde los hacían cavar una
gran fosa. Al filo los colocaban de dos en fondo. Les hacían fuego, y muertos y
heridos caían en la fosa. Las paletadas de tierra y piedra acallaban los gemidos
y las maldiciones.
El jurado trabajaba apresuradamente. Algunos blancos fueron también
ajusticiados. Un mayor del ejército apellidado Dorado, también fue fusilado por
haber formado parte del séquito de Mosquera.
Huaraz estaba desolada, lúgubre. “Uchcu” que había tomado el mando de los
rebeldes, planeaba vengar la afrenta, para la que recompone su ejército, luego
de una purga minuciosa.
El 7 de mayo, pudo ingresar a Huaraz y enfrentar al batallón Canta, que se
hallaba acuartelado en el colegio La Libertad. Se retiraron luego de ocasionar
muchas bajas entre los soldados.
No pudiendo castigar a los malhechores, los soldados impotentes ante la acción
sorpresa, se vengaron, asesinando a niños y mujeres que bajaban de
Pumacayan en dirección del mercado. Acción cobarde que exasperó a los indios,
que nuevamente bajaron de sus estancias e instaron a “Uchu” a cercar Huaraz
y exterminar a los blancos.
El jefe rebelde dividió su ejército: una mitad colocó en la cordillera Blanca a cargo
de Justo Solís, y la otra en la cordillera negra, que estaría bajo su tutela. El plan
era, incendiar y destruir Huaraz, para obligar a los gobiernistas a luchar en las
alturas y punas, a la que no estaban acostumbrados los costeños.
Justo Solís, un mestizo, que al igual que Mosquera se habría insuflado dentro de
la insurrección, con fines políticos partidarios, se asustó de los planes de
“Uchcu”, se apresuró a negociar la paz, con este fin escribió una nota al prefecto.
Lo que aprovechó Iraola, para enviar al campamento de Solís, como delegado al
señor Rodolfo Santa Gadea y el presbítero, Fidel Olivas Escudero, lo que logaron
convencer al líder y a todos los caciques e indios, de no prestar apoyo a “uchú”,
se firmó la capitulación (los arreglos de paz), la que fue avalada por Atsuparia.
La misma comisión se dirigió al bastión de Pedro Celestino, jefe de la
insurrección en su segunda fase.
El jefe indio mostró su total desconfianza a la pretendida negociación,
manifestando: “que estaban ya cansados de sus engaños, y que, morirían
muchos de sus hombres, por cada indio que cayese, habían diez para ocupar su
puesto.
El presbítero Olivas Escudero, le mostró el acta firmada por Solís, la misma que
tenía el aval de Atusparia; razón por la que pidió un día de tregua, para evaluar
la situación con sus capitanes.
“Uchcu” les expresó a sus seguidores, la situación del momento: la traición de
Solís, las promesas del Prefecto y las amenazas.
Concluida la exposición del jefe, sus seguidores al unísono manifiestan: ¡A
morir…pero matando, incendiando y destruyéndolo¡
Esa noche, fue la noche de despedida en el camposanto indio.
Todos juraban morir, antes de volver las espaldas.
El 11 de mayo, un tiro de fusil en dirección a la plaza de armas, anunció a los
blancos de Huaraz, el inicio del combate.
Capitaneados por “Uchcu” y como tenientes, su hijo Hilario Cochachin, Huira
Alegre, Carhuapoma, Condor Senqa y otros, se precipitan sobre la ciudad. Sus
armas eran garrotes y rojones y tan solo, pocos eran los que tenían armas de
fuego.
El ejercito de Callirgos y la Guardia Urbana de Huaraz, estratégicamente
ubicados para repeler el ataque, tras cuatro hora de intenso combate, dio como
resultado el penoso panorama de cientos de muertos, heridos y detenidos,
quienes no tenían otra opción que cavar sus fosas para ser fusilados sin consejo
de guerra, ni nada por el estilo, porque todos los gobiernistas así lo disponían.
El 12 de marzo, el prefecto Iraola, como queriendo aminorar sus excesos, publicó
un bando, señalando: “que el cobro de la contribución personal, está suprimido
por el supremo decreto del 14 de marzo último y que no se haga dicho cobro por
ninguna autoridad”.
Edicto que se debía haber publicado oportunamente, se había mantenido
secuestrado, ¿Por qué? ¿Acaso querían desquitarse con los indefensos, la
humillación que el ejército chileno les propino?
El 15 de mayo, un contingente de campesinos llegó hasta el Fundo de Viña
(Casma), incendiando algunos ranchos.
El basto escenario de la Cordillera Negra, era el lugar de las correrías de los
rebeldes encabezado por Uchcu, secundado por sus 5 hijos. Los hacendados,
dueños de extensos fundos, vivían en zozobra, porque eran saqueados, sus
productos y animales, para luego ser repartidos. Razón por la que a gritos
solicitaban el sojuzgamiento inmediato de la insurrección.
Pedro Cochachin, temible guerrillero, con sus galgas y hondas, los tenía locos a
los hacendados principalmente, que vivían en incertidumbre permanente. Sus
gritos al cielo generó la intensificación militar, apoyado por guardias urbanas,
para de una vez acabar, el coraje y la ferocidad del jefe de la segunda fase de la
sublevación.
“UCHCU”, guerrillero a carta cabal, era un convencido de la superioridad bélica
de las fuerzas gobiernistas y desilusionadas por el acuerdo de paz, que firmara
Solís y que avalara Atusparia, presentaba sorpresivos combates a sus
perseguidores y huía cuando el peligro era inminente.

Era obvio que en 6 meses de combate permanente, la hueste rebelde, sufriera


no solamente desgaste físico y moral, también se sumaba a estas, la carencia
de pertrechos. Razón por la que se retiró a Quillo; ocasión propicia que
aprovechó el suprefecto de la provincia de Santa, Aquiliano Duffó, para urdir
maquiavélicamente, empleando como intermediario a Francisco Arteaga, para
llegar a Dámaso Rodríguez, quien valiéndose de la confianza de “UCHCU” –que
era su compadre- lo citó en una vivienda de Carhuapampa, en Quillo, el 28 de
setiembre; con el aparente propósito de trazar un ataque a la ciudad de Casma,
para apoderarse de armas y municiones que se requerían con prontitud.
El hecho es que la farsa funcionó, ya que el líder campesino se presentó al lugar,
a la hora convocada, siendo sorprendido por sus captores. Su séquito luchando
con bravura enfrentó a la muerte. Formaba parte del grupo, José Manuel
Cochachin, el último de sus hermanos, que en todo momento estaba al lado del
líder.
Capturado “UCHU”, fue conducido a Casma, el día 29 de setiembre por
Francisco Arteaga, para finalmente ser entregado al Suprefecto Duffó, quien a
nombre del Ministerio de Guerra, lo sentenció a pena capital, sin juicio alguno.
Luego de algunas formalidades, la sentencia se materializó, el mismo día, a la
4:30 de la tarde, en una de las paredes del templo “María Magdalena de Casma”.
Según Santiago Antúnez de Mayolo, “murió como valiente”: sin proferir una queja
y sonriendo como guatemozín.
Ernesto Reyna, sobre el caso dice: “Por blasfemo, el cura le negó la sepultura y
los vecinos lo arrojaron al muladar, y solo un pastor protestante que
incidentemente pasaba por Casma, piadoso como buen cristiano, lo enterró en
la falda de un cerro, a la salida del desierto, bajo las ruinas de una fortaleza
incaica. Así se libró el cadáver de la ferocidad de los gallinazos”.
Muerto Pedro Cochachin, la rebelión campesina cayó en languidez. El
contingente que quedaba en pie estaba agobiado por las marchas y
contramarchas, lo que originó la progresiva deserción de sus hombres, por lo
que deciden, licenciar a sus hombres, fieles y tenaces en la lucha emprendida.
Así culmina un capítulo más de la historia de las luchas sociales en el Perú.
BIOGRAFIA DE PEDRO PABLO ATUSPARIA
La situación contradictoria en extremo y la necesidad de luchar contra ella, hizo
que aparezca, en la escena dela historia, la personalidad de: Pedro Pablo
Atusparia, que nació el 29 de junio de 1840, en el caserío de Marian (Huaraz),
aunque algunos autores basándose en fuentes orales, sostienen que vio la luz
en la villa Huaraz y criado en Marian. Sus padres fueron: Cayetano Atusparia y
María Melchora Ángeles, según unos y según otros, la pareja susodicha, fueron
sus padres adoptivos. El origen de pedro Pablo, por consiguiente está nimbado
de misterio, más aun si tenemos en cuenta de que en aquella época, era
costumbre, principalmente en la sierra (paraíso del gamonalismo), que el hijo de
un matrimonio indígena llegado a cierta edad, fuera entregado a un “señor”, aun
“taita”, aun “mishti” con poder, para que le sirviese a cambio de la protección e
instrucción que este le brindaría.
Entregado Pedro Pablo a su padrino, el señor Alzamora se adiestró como
tintorero, aprendió a teñir jergas, bayetas, cordellates, y otras telas de lana que
se comercializaba entre los naturales de la región.
Hablaba quechua y castellano, sabía leer, según algunos autores; otros afirman
que era analfabeto, basándose en un documento de 1880, otra persona firma “a
ruego de” Atusparia.
La vida de Atusparia transcurrió entre Huaraz y el campo, se amamantó y se
nutrió de la vida natural y espiritual de su lugar y de su época.
En octubre de 1869 contrajo matrimonio con María Fernanda Yauri, en la
parroquia de San Sebastián de Huaraz. La pareja tuvo 5 hijos: Manuel Ceferino,
Margarita, Visitana, María y Flora.
Encarnado en su alma el sentir de su pueblo, fue la razón para ser elegido como
alcalde pedáneo a partir de 1880.
Próximo a cumplir sus 45 años de edad, decidió enarbolar la bandera del
movimiento campesino de mayor trascendencia, que sacudió el departamento
de Ancash, donde al igual que en otros puntos del país, la explotación y el
vejamen que ejercían los “mishtis” sobre los naturales, estaba en su máxima
expresión.
Luego de dos meses y más días de lucha, consecuencia de la brutal arremetida
de los coroneles, Iraola y Callirgos, Pedro Pablo, cae herido de la pierna
izquierda, por lo que decide abandonar la lucha. Asume la conducción de la
rebelión Pedro Celestino Cochachin, mas conocido con el mote de “Uchcu
Pedro”.
En 1886 viaja con destino a Lima, y se entrevista con el Presidente Andrés
Avelino Cáceres, a quien le encomendó la protección de su hijo Manuel Ceferino.
Acto que no fue bien recibido por sus hermanos de clase.
Murió el 25 de agosto de 1887, según algunas versiones fue envenenado con
mate de chicha. Por su parte Manuel Reyna Loli, da fe a la versión de que murió
de tifus.
BIOGRAFÍA DE PEDRO CELESTINO COCHACHIN
“… el 29 de setiembre fue ejecutado y hasta los últimos momentos demostró un
gran valor”
Jorge Basadre.

Nació en Ataquero, que está ubicado en las faldas de la Cordillera Negra, y que
pertenece a la provincia de Carhuaz, según Santiago Maguiña Ch., vio la luz el
19 de mayo de 1835, sus progenitores fueron, Mateo Cochachin y María de la
Cruz.
Sus años de niñez transcurrieron en su terruño natal. Apenas contaba con 11
años, cuando la muerte le arrebató a su padre, situación que aceleró su
participación directa en lidiar por ganar el pan de cada día, en el cultivo de la
tierra al lado de su madre.
Sus años de juventud transcurriría en labor parmente en el campo, las minas y
el arrieraje. En esta última actividad, mediante una recua de bestias, trasladaba
diversos minerales con destino al puerto de Casma, para su embarque hacia la
capital.
Conoció hogar con Lucía Castillo, relación que tuvo como fruto 8 hijos: Hilario,
Manuel, Mariano, María, Juana, Josefa, Bonifacio y Apolinario, de las cuales
todos los varones participaron en la rebelión.
A consecuencia de la incursión de los efectivos del ejército chileno al
departamento, se organizó una guerrilla por orden del coronel Isaac Recavarren;
y que tuvo participación en la batalla de Huamachuco el 10 de julio de 1885, de
la que salió con el grado de comandante de milicias, otorgado por el mismísimo
general Andrés A. Cáceres. Esta experiencia sumada a su recia personalidad,
hizo que fuera uno de los abanderados más distinguidos de la rebelión de 1885
a la que se integró el 15 de marzo, sitiando la ciudad de Carhuaz, reflejando su
carácter de caudillo impetuoso y rebelde, organizando la resistencia a lo largo de
la cordillera negra.
Félix Álvarez Brun, expresa: “era un indio aguerrido, indomable, irreflexivo;
enemigo de alternativas o arreglos pacifistas con los adversarios; hombre forjado
en el duro trabajo de las minas, que en la lucha se dio entero y que podía con
una vara en la mano destrozar de un solo golpe, la testa de sus contendores
como si se tratase de un terrón pulverizable”.
Después de los “arreglos de paz” firmado por Solís y que avalara Atusparia, se
creía que era el ocaso de la fiebre insurreccional, pero ese equivoco se desvirtuó
en este personaje, que enarboló el movimiento de resistencia.
Fue el único jefe indígena que con su contingente trató de evitar el ingreso de la
fuerza represiva, por la quebrada de Corrillo.
La pretendida negociación promovida por Iraola y su consiguiente rechazo por
parte de Cochachín, refleja el dogmatismo y el radicalismo de un líder que,
aunque instintivamente tenía en claro, que la lucha en que estaba inmerso, era
una lucha de castas o mejor dicho era una lucha de clases. A este respecto es
singularmente ilustrativo el dialogo que presenta Santiago Maguiña (de la
entrevista habida con Fidel Olivas Escudero, en que el jefe indio respondió: “yo
no creo en sacerdotes ni beatas. Si Dios existe, si el infierno, primero que se
condenen los mestizos… y al insistir Fidel Olivas, que le escuche en nombre de
Dios, Uchcu, contestó: “Dios de los blancos no es mi dios, por esta actitud al ser
fusilado no recibió sepultura, su cadáver fue arrojado para el pasto de los
buitres”.
Asimismo mostró su total desconfianza a la pretendida negociación,
respondiendo: “Que estaban ya cansados de ser engañados y que es cierto que
morirían muchos de sus hombres, por cada indio que cayese, habían diez para
ocupar un puesto”.
Como consecuencia de una traición, ejecutada por su compadre Dámaso
Rodríguez, cae en manos de las fuerzas militares en Quillo el día 28 de setiembre
y es trasladado prisionero con dirección a Casma, donde sin ser sometido a
proceso alguno fue condenado a morir fusilado por orden directa del Suprefecto
Aquiliano Duffó. Luego de algunas formalidades, siendo las 4:30 de la tarde el
día 29 de setiembre de 1885, la detonación de 4 disparos terminó con la vida del
líder de los guerrilleros mineros campesinos y el bravo caudillo de la segunda
fase de la rebelión.
LUIS FELIPE MONTESTRUQUE
Toda cosa se desarrolla, todo lo que existe camina en busca de su perfección,
de su “entelequia”.
La sociedad humana, desde su formación va camino en busca de su perfección.
Sus actores en busca de esa perfección, han ideado caminos diferentes, hasta
que en el transcurrir del tiempo, llegó una etapa en que la sociedad se escindió
en dos clases sociales, con interese opuestos. A partir de entonces, existe dos
ideologías bien marcadas, aunque muy variadas, y quieran mostrarse
independientes, no dejan de ser satélites, de una de las dos ideologías
fundamentales: progresiva y reaccionaria.
La lucha irreconciliable de ambas clases, es la que traza el camino por donde
debe recorrer la sociedad en busca de su perfección. Pero la perfección es
relativa, por consiguiente la sociedad humana no se detendrá en tal o cual
estado, mientras sus actores existan y hagan uso del don maravilloso de su
imaginación y abstraigan de ella, ideas de perfección.
En la sociedad clasista, a pesar del predominio de la ideología y política de la
clase dominante, la clase oprimida tiene la suya que se desarrolla, no en forma
lineal, sino en zigzag, por el hostigamiento permanente de su antípoda, que lucha
mano a mano junto a su tribunal del Santo Oficio, para sentenciar a los que
intentaban romper los parámetros del statu quo, pero esa tormenta social, no es
impedimento para que surjan señores dispuestos a romper la rutina, la quietud,
buscando alguna perfección: son los idealistas.
Sin ideales, sería inexplicable la evolución humana. Los hubo y había siempre.
La sociedad peruana, en su recorrido en busca de su desarrollo, al iniciar la
penúltima década del siglo XIX se abatía en crisis económica, política y social,
consecuencia de su modo de producción, en el que convergían, rezagos del
esclavismo, del feudalismo que aún estaba en pie y del capitalismo en su
desarrollo incipiente. Situación que fue agravada por la guerra del 79.
Situaciones como aquella, no ha sido, ni es ningún obstáculo para el surgimiento
de idealistas. Al contrario en el espacio-tiempo, que permite el surgimiento de
ideólogos, líderes, políticos identificados con las causas del pueblo.
Al relatar la historia de la rebelión campesina de 1885 no se puede obviar, una
mención particular a Luis Felipe Mostestruque, estudiante sanmarquino, que
estaba en camino a asegurar un bienestar personal, al igual que sus
contemporáneos; sin embargo, optó por lo más noble, por lo más sublime:
participando en las batallas de Acuchimay, Marcavalle, Pucará y Huamachuco,
bajo las banderas de resistencia, contra la intromisión chilena. Su participación
en la rebelión del 3 de marzo de 1885, es sin duda, lo más alto, lo más excelso.
Según José Carlos Mariátegui, la rebelión de 1885 carecía de ideología
orientadora, puesto que los discursos, intervenciones y escritos, así como sus
artículos periodísticos de su diario “El sol de los Incas” defendió la idea de la
instauración de un estado comunista-monarquico, superponiendo ideas
modernas de colectivismo al sistema socio-político de los incas.
Pienso que la observación de José Carlos Mariátegui, es justa, pero no mengua
la práctica de Luis F. Montestrueque, si se toma en cuenta, el espacio-tiempo en
que participó, ya que en ese entonces, el método de conocimiento de la
sociedad, que dominaba, era el método metafísico. Se carecía de conocimiento,
de la ciencia, de las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad.
Monstestrueque, ideólogo, romántico, utopista, soñó con una sociedad
comunista; que por supuesto, no es una posibilidad vacía, como sostener la
hipótesis de que la tierra pronto colisionará con el sol, o que, Cristo volverá a
resucitar a los muertos.
El sueño de Montestrueque, tiene fundamento en la realidad objetiva, aunque
por supuesto, esa posibilidad para transformarse en realidad, depende de
numerosas condiciones, las cuales se abstraen del desarrollo de la contradicción
interna de la sociedad.
PARTE COMPLEMENTARIA DE LA REBELION DE 1885
Para mejor comprensión de los fenómenos sociales, como el que acabamos de
estudiar, creo necesario consignar teorías y conceptos básicos que vienen a
constituirse en el “hilo conductor” que permite tener un conocimiento objetivo del
desarrollo de la sociedad y de los múltiples fenómenos que surgen en el
desarrollo de ella.
Todo lo que existe, está sujeto a cambio y movimiento perpetuo. El cambio en
las cosas y fenómenos es absoluto. La fuente del cambio en las cosas y
fenómenos, es el resultado de la lucha interna de sus contrarios, la misma que
se constituye en cualidad inherente de todo lo que existe.
La naturaleza que nos rodea hoy, no es la misma de hace 10,000 años, por
ejemplo. La de mañana tampoco será como la de hoy. Su contenido como su
forma está en cambio permanente, gracias a su propia contradicción interna,
uniéndose a ella, cada vez más, el cerebro y la mano del hombre.
El cambio que se opera en la sociedad humana, es aún más dinámico, en
relación a lo que sucede en la naturaleza. En 100 años por ejemplo, el cambio
es muy notorio. La evolución, el progreso, el cambio de la sociedad en forma
fundamental y determinante se debe al desarrollo, al avance de su modo de
producción. La manera, el cómo o de qué modo se produce, el alimento, el
vestido, la vivienda, el combustible, los instrumentos de trabajo para vivir y
desarrollarse refleja el grado de desarrollo de la sociedad.
¿Pero cuál es la causa que hace avanzar el modo de producción? Es su propia
contradicción interna. Es la lucha entre los dos aspectos de su contenido: fuerzas
productivas y relaciones de producción. Pero ¿Qué son fuerzas productivas y
relaciones de producción? Para producir bienes materiales (alimentos, vestidos,
herramientas, etc.) se necesitan instrumentos de producción (azadones, picos,
palas, tractores, etc.), los cuales operan con los instrumentos de trabajo (árboles
que esperan ser cortados en el bosque, minas que en su seno nos ofrecen
minerales , terrenos que nos esperan ser cultivados, etc.)
Para poner en contacto los instrumentos de producción con los objetos de
trabajo, se necesita la actividad humana, que viene a ser la fuerza de trabajo.
La unidad que forman los instrumentos de producción y los objetos de
producción, se conoce como medios de producción. La unidad de los medios de
producción y el hombre (fuerza de trabajo), constituyen las fuerzas de
producción.
Los hombres, los trabajadores, al producir bienes materiales no solo tienen
relación con la naturaleza, sino que entre ellos establecen vínculos, relaciones,
existe una dependencia múltiple entre ellos. El conjunto de estas relaciones, es
pues, lo que se conoce como Relaciones de Producción.
Las fuerzas productivas y relaciones de producción, aspectos de todo modo de
producción están en constante cambio. El que lleva la batuta de cambio son las
fuerzas productivas, destacándose en este caso, los instrumentos de
producción, que se constituye como el elemento más dinámico. El cambio que
se produce en las relaciones de producción se lento, rezagado, en relación a su
antípoda y en una sociedad clasista se muestra anquilosada y reacia al cambio.
El cambio lento, rezagado, de las relaciones de producción se convierte en
obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente frenan
el desarrollo progresivo de la sociedad. Esta contradicción se convierte en una
lucha permanente, que finalmente conduce a una solución, al cambio de un
modo de producción por otro nuevo, más progresivo. Pero el paso de lo viejo a
lo nuevo, no sucede en forma llana, pacífica; por el contrario, este cambio
cualitativo, significa lucha permanente de los trabajadores, contra las relaciones
de producción, que corresponde al modo de producción que agoniza, pero que
aún lucha pro prolongar su vigencia, valiéndose para ello, de toda una
infraestructura jurídica política e ideológica.
Los cambios operados en la estructura de la sociedad que han tenido lugar en la
historia, las revoluciones producidas a lo largo de los siglos, no fueron sucesos
casuales, ni provocados por la voluntad o los deseos de estos u otras personas,
de tales o cuales partidos, sino el resultado de profundas causas económicas,
de los cambios llevados a cabo en el modo de producción, de la sustitución de
unos modos de producción por otros, de modos inferiores por modos superiores.
En toda la sociedad, en la que los medios de producción están en manos
privadas, las relaciones de producción, reflejan ese dominio, tanto en: nivel
económico y los niveles jurídico-político e ideológico.
Las formas de propiedad, sobre los medios de producción, determinan todas las
relaciones vigentes en la sociedad de que se trata.
El modo capitalista de producción, por ejemplo, basado en la propiedad privada
de los medios de producción, determina la división de la sociedad en dos clases
sociales antagónicas fundamentales: el proletariado y la burguesía. Todas las
relacione sociales de la sociedad capitalista, incluyendo las condiciones
políticas, jurídicas, religiosas y artísticas, así como las instituciones sociales,
políticas, jurídicas y de otra tipo, se hallan condicionadas por el modo de
producción capitalista.
Los hombres no pueden establecer relaciones de producción a su antojo, a su
libre albedrio.
La rebelión campesina de 1885 en Ancash, surge en el seno de una sociedad en
la que aún estaba en pie el modo de producción feudal, un incipiente desarrollo
del modo de producción capitalista. Esto quiere decir que los amos y señores en
ese entonces eran los terratenientes ya que eran los dueños de los medios de
producción (contaban con grandes extensiones agrícolas-ganaderas, aunque los
instrumentos de producción con que contaban eran muy simples y manuales), y
propietarios parciales, sobre el trabajador, sobre el siervo.
El señor feudal no se cuidaba de alimentar y mantener la fuerza de trabajo.
A la par, en la propiedad del señor feudal, existía, en la época, la propiedad
individual del campesino y del artesano, sobre los instrumentos de producción,
manuales y primitivos (azada, horcas, pala, barra, maza, chaquitaclla) y sobre
una economía basada en el trabajo personal.
El estado de desarrollo en el que se encontraban los instrumentos de producción,
que es el elemento más dinámico de las fuerzas productivas, nos permite
deducir, la naturaleza, el carácter de las relaciones de producción imperantes en
las sociedades del ande peruano, específicamente en la sierra de Ancash.
Pequeñas parcelas de terreno, y las menos apropiadas –las mejores tierras
estaban en manos de los terratenientes-, trabajadas con instrumentos de
producción manuales y simples, producían frutos que apenas alcanzaban para
sobrevivir, toda vez que la pequeña producción tenían que conservarla,
racionarla, para todo el año, ya que solamente tenían una cosecha al año, no por
dejadez, sino porque sus pequeñas tierras, eran secanos, o sea, para trabajarla,
dependían de la lluvia de la naturaleza.
No teniendo excedentes en producción, como para venderla, y con ella cubrir
otras necesidades básicas; recurrían al trueque para variar de algún modo el pan
de cada día y la cubierta del cuerpo.
La circulación de la moneda era muy exigua, y generalmente iba a parar en
manos de los curas y terratenientes, que tenían la manía de atesorar.
El campesino vivía “arañando” tierras estériles y sirviendo en forma gratuita al
terrateniente. Llevaba una vida miserable, material y espiritualmente, situación
que se constituía en terreno fértil para el florecimiento de curas y terratenientes,
que “sembraban” en la mente de los campesinos, toda una basura ideológica, a
la vez que la idiotizaban promoviendo el consumo del alcohol y coca.
El modo de producción predominante, y próxima a la rebelión de 1885, era pues,
muy atrasado. Sus relaciones de producción, la evidenciaban.
El analfabetismo, reinaba en la sociedad ancashina. ¿Escuela…, para qué,
acaso te da de comer? Decían los terratenientes dirigiéndose de sus siervos.
Las pequeñas escuelas, en el inmenso departamento, eran pequeños oasis que
estaban al alcance de los hijos de los terratenientes, comerciantes y un número
ínfimo de los hijos de campesinos, a los que la casualidad los diferenciaba de la
gran masa.
Aprender a leer y escribir, era cosa de locos, para los hijos del pueblo. Los niños
y las mujeres en general, estaban totalmente excluidas de la locura de ir a la
escuela.
La vida miserable, iba acompañando poco a poco al siervo, a buscar nuevos
horizontes. Los más osados, los atrevidos, toman la iniciativa de desfilar a la
costa, donde la situación era relativamente diferente, puesto que las relaciones
de producción iban teniendo aires de una incipiente y lenta penetración de
capitalismo.
Los campos de la costa, específicamente de Casma y Chimbote en Ancash, y
los de Pativilca, Paramonga, Barranca y Chancay en Lima, se convierten en lugar
de migración, para el hombre del ande ancashino.
Los terratenientes costeños, ofrecían pagar por la fuerza de trabajo del
descamisado, lo que significaba un alivio para este, ya que en la sierra, su fuerza
de trabajo tenía valor de uso, mas no valor de cambio, trabajaba gratis. Pero
tampoco, la costa era un paraíso, para el recién llegado, prácticamente era un
matadero, porque tenía que trabajar de sol a sol, principalmente en las haciendas
cañeras y algodoneras, por un jornal miserable, no siempre pagado.
Los hacendados costeños tampoco se habían desembarazado de su espíritu
feudal. Se reflejaba en las condiciones en que los trabajadores que les producía
ganancia, plusvalía, tenían que pasear por la paila, para recibir sus alimentos,
que dicho sea de paso era poco, tanto en cantidad y calidad, luego de la jornada
extenuante, el bracero iba a pasar la noche en una vivienda, que más parecía un
galpón, que compartía con sus similares, donde cada cual se acomodaba,
buscando la mejor manera de pasar la noche, encomendándose al señor , para
no ser perturbado por los zancudos; el agua líquido elemento que bebía el
trabajador, generalmente era la que circulaba por las acequias, o en el mejor de
los casos, la tomaban de los ríos y puquios, consecuencia de ello, la enfermedad
se extendió entre los trabajadores.
Indudablemente, el conocimiento que el hombre adquiere tanto de la naturaleza,
y de la sociedad, proviene: de su participación directa o indirecta, en la
producción de bienes, de las relaciones que tiene con unos y con otros hombres;
de su participación en labores científicas. Actividades humanas, que se conoce
como práctica social.
El bracero andino, en un ambiente laboral nuevo, ya como peón en los
cañaverales, en los algodonales, o en las islas guaneras en algunos casos, iba
adquiriendo conocimientos nuevos, no solamente referente a la producción de
bienes en que estaba destinado, sino también de la manera de actuar y pensar
de los demás actores directos e inmediatos de la producción. Sin duda este
conocimiento, no pasó de ser en la gran mayoría de la masa trabajadora, más
que un conocimiento superficial, inconexo, dado la complejidad de la conciencia
social que reflejaba la coexistencia, no solo del modo de producción feudal y de
modo de producción capitalista, se sumaba también los rasgos del modo de
producción esclavista. Pero al fin y al cabo, el conocimiento sensorial de las
cosas y fenómenos, sirve de base para formar los conceptos, los juicios y los
razonamientos.
El bracero andino, específicamente el ancashino, en sus idas y venidas a la
costa, antes y después de la guerra del 79, se iba nutriendo de ideas de cambio,
de lucha, que de alguna manera influyeron en el encendido de la rebelión
campesina de 1885, encabezado por Pedro Pablo Atusparia.
Los conceptos adicionales a la historia de la rebelión de 1885, sirva pues, para
comprender: la causa, el carácter, tácticas y estrategias y el humor de sus
conductores de la rebelión indígena más grande de la etapa republicana.
Agustín Bercelle, en Breve Historia Económica-social del Perú, considera que
Juan santos Atahualpa, Túpac Amaru, Atusparia y Teodoro Gutiérrez (Rumi
maqui) juntos, forman el cuarteto de auténticos caudillos de la gesta indígena.
Va más allá aun, al considerar a la rebelión de 1885 como verdadero
prolegómeno de la revolución burguesa, parangonándola con las de Munzer en
Alemania, Zanneki en Flandes, Wat Taylor en Inglaterra, Razin y Pugachov en
Rusia.
Cerramos el presente capitulo, consignando al parecer de José Carlos
Mariátegui*. Punto de vista, que figura en la página 186 de su obra: Ideología y
Política:
“La derrota de Atusparia y Uchcu Pedro es una de las muchas derrotas sufridas
por la raza indígena. Los indios de Ancash se levantaron contra los blancos,
protestando contra los trabajos de la República, contra el tributo personal. La
insurrección tuvo una clara motivación, económico-social… pero, cuando la
revuelta aspiró a transformarse en una revolución, se sintió impotente por falta
de fusiles, programa y doctrina.

*Editada por la Empresa editora amauta.

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