Cap.56 Comparación con Eriúgena, Abismo Ontológico entre Dios y la Creatura.
Para Juan Escoto Eriúgena, Dios se hace presente en la creatura, la naturaleza humana unida a la de Dios parece hacerse totalmente Dios. La esencia divina aparece unida a la criatura intelectual. Todos los seres poseen una relación directa con el ser supremo por lo cual podemos llegar a cierto conocimiento de él. Dios da el ser y la existencia a sus creaturas que existen de forma contingente, más él, es la causa de su existencia, lo que lo hace un ser superior, mas sin embargo, de él participan los entes creados. Las criaturas son participaciones: participan de las causas primordiales, así como éstas a su vez participan inmediatamente en Dios , Escoto mantiene que el mundo no está fuera de dios, y que es a la vez eterno y creado dentro de Dios, atrae a todas las cosas de regreso a sí mismo, a la naturaleza divina de la que proceden siendo causa primera y causa final, el mundo de las criaturas que procede de las causas primordiales, regresará a dichas causas. En el caso de Maimónides, no hay una relación admisible entre Dios y las creaturas, la esencia de Dios no es comparable con ninguna otra esencia. Dios se distingue de todo lo creado aún en sus atributos, provocando así una inviabilidad de definición para uno y para el otro. La relación de Dios con lo creado no puede establecerse sobre la base de la semejanza ya que, no hay en ellos relación de especie o relación genérica. La esencia de Dios a diferencia de las creaturas, es su existencia misma y como su existencia es eterna, no tiene ninguna cualidad accidental a diferencia de los seres creados por el. El mundo es algo nuevo, nuevo como algo que ni es Dios, ni se enlaza con Dios con ningún género de necesidad, distinto de ser y existencia respecto de Dios. No es temporal el mundo en el sentido de haber sido hecho en el tiempo.
2. Capítulo 57. Comparación con el argumento de San Anselmo Idea de Dios.
Para San Anselmo Dios es aquello mayor que lo cual nada puede pensarse Simplificando, sería que Dios es lo máximo pensable en cuanto a todas las dimensiones.Según San Anselmo, esta idea de lo que se entiende por el término “Dios“ no la tiene sólo el creyente, sino también el ateo. Porque cuando el ateo niega la existencia de Dios al decir: “Dios no existe“, entiende lo que dice y entiende que “Dios“ significa “un ente tal que nada mayor puede ser concebido” (San Anselmo 2008, 367). Sin embargo, niega que este ente exista en la realidad. Es decir, lo que entiende está en su inteligencia, aunque no entienda que eso que está en su inteligencia existe en la realidad. Pues, prosigue San Anselmo, no es lo mismo tener una cosa en la inteligencia que sostener que esa cosa existe en la realidad. De la misma manera que un pintor cuando piensa la pintura que pintará la tiene en su entendimiento, pero esto no significa que exista en la realidad la pintura que aún no ha pintado. Sin embargo, cuando ya pintó la pintura, ésta existe, además de en su entendimiento, también en la realidad. A partir de este ejemplo, San Anselmo distingue dos tipos de existencia: por un lado, la existencia mental, es decir, la existencia de una cosa pensada en el entendimiento y, por otro, la existencia real, es decir, la existencia de una cosa fuera del entendimiento. De esta manera, el ateo debe aceptar que cuando sostiene que “Dios no existe” está aceptando su existencia mental porque entiende lo que dice y todo lo que se entiende está en el entendimiento, aunque niegue su existencia real, así como un pintor tiene en su mente la idea de una pintura aunque todavía no la ha pintado. Sin embargo, para San Anselmo el ente mayor que el cual nada puede pensarse no puede existir sólo en la inteligencia. Pues si existiera sólo en la inteligencia, podría pensarse que también existe en la realidad, lo cual es mayor. De tal forma que, si el ente mayor que el cual nada puede pensarse existiese sólo en la inteligencia, podría pensarse algo mayor que él, es decir, podría pensarse algo mayor que el ente mayor que el cual nada puede pensarse. Pero esto es evidentemente contradictorio y, en consecuencia, falso. En consecuencia, el ente mayor que el cual nada puede pensarse existe no sólo en la inteligencia sino también en la realidad. En lo que respecta a Maimónides, no trata de demostrar la existencia. La metafísica de Maimónides está en la afirmación de que hay un primer motor que puso en movimiento al mundo entero. Sólo sabemos que Dios existe, pero no sabemos qué sea Dios. En Maimónides, el concepto de Dios, es una esencia absolutamente simple , Dios no es ni un cuerpo ni una fuerza en un cuerpo. El conocimiento de Dios es un conocimiento por negaciones y este a su vez es una ignorancia de esencia. De Dios solo se conoce la existencia necesaria, la idea de que existe el Creador, es decir, una existencia absolutamente perfecta en todo aspecto posible, y ella es la causa de todo lo existente. En Él reside la posibilidad de ser de todo lo demás y por Él existen. Es absurdo suponer que no exista, pues al dejar de existir, todo lo demás se anularía y no quedaría nada que pudiera subsistir por sí mismo. Si pudiéramos suponer que todo dejará de existir con excepción de Él, no se anularía la existencia de Dios y en nada Lo afecta, pues Le basta consigo mismo para existir y no precisa de nada ajeno a Él. Todo lo demás, desde lo celestial, me refiero a los ángeles, hasta lo terrenal y lo que entre ellos hay, todo precisa de Él para existir. 3.Capítulo 58. Maimonides agrega algo más al método de las 2 teologías como las definieron el Pseudo-Dionisio. En Maimónides los verdaderos atributos de Dios son aquellos cuya atribución se hace por medio de negaciones, lo que no trae consigo necesariamente ninguna expresión impropia, ni da lugar, en manera alguna, a atribuir a Dios ninguna imperfección, al contrario de la atribución enunciada afirmativamente, que encierra la idea de asociación e imperfección. De Él no alcanzamos sino que es, pero no lo que es. No se puede admitir, por tanto, que tenga atributos afirmativos, pues no tiene ser fuera de su quidditas, de modo que el atributo no puede ser ninguna de las dos cosas. Con mayor razón su quidditas no puede ser compuesta, de manera que el atributo pueda indicar sus dos partes y con mayor razón todavía no puede tener accidentes que puedan ser indicados por el atributo. No hay, pues, manera de dar a Dios ningún atributo afirmativo. Hay que servirse de los atributos negativos para guiar el espíritu a lo que se debe creer de Dios; pues de ellos no resulta ninguna multiplicidad y llevan al espíritu al término de lo que al hombre es posible alcanzar de Dios. Pues se nos ha demostrado, por ejemplo, que existe necesariamente algo fuera de las esencias percibidas por los sentidos, a cuyo conocimiento llegamos por medio de la inteligencia, de ese algo decimos que existe, lo que quiere decir que es inadmisible que no exista. Comprendiendo luego que no ocurre con ese Ser como con el intelecto, que, aunque no sea un cuerpo, ni carezca de vida, es, sin embargo, producido por una causa, decimos que Dios es eterno, lo que significa que no tiene causa que lo haya hecho existir. Luego comprenderemos que a la existencia de ese Ser, la cual es su esencia, no le basta para existir Él solamente, sino que, al contrario, de ella emanan numerosas existencias, y no como el calor emana del fuego, ni como la luz proviene del sol, sino por una acción divina que les da la duración y la armonía, gobernándolas bien, como expondremos. Y por todo eso atribuimos a Dios la potencia, la ciencia y la voluntad, queriendo decir con estos atributos que no es ni impotente ni ignorante, ni aturdido ni negligente. Si decimos que no es impotente, esto significa que su existencia basta para hacer existir cosas distintas de Él; no ignorante significa que percibe, es decir, que vive, pues todo lo que percibe tiene vida; con no aturdido ni negligente queremos decir que todos esos seres siguen un cierto orden y régimen, que no son abandonados ni entregados al azar, sino que son como todo lo que está conducido con una intención y una voluntad, por Aquél que lo quiere. Finalmente comprendemos que ese Ser no tiene semejante, así que si decimos que es único, esto equivale a negar su pluralidad. Maimónides no sigue un método del Pseudo- Dionisio, este último mira en la teología negativa una forma de contemplar a Dios. Trascendiendo todo lo que es sensible e incluso lo que es inteligible e inteligente, el hombre puede aferrarse a Aquel que es completamente inasible e invisible, y pertenecer por completo a Aquel que todo lo trasciende y a nadie más, mediante la inactividad de todo conocimiento, haciéndose capaz de conocer más allá de la inteligencia a través de no conocer nada. Dentro de las dos vías, la vía positiva pasa a ser la que es más limitada ya que se puede conocer a Dios por medio de símbolos que están dentro de los términos humanos, la limitante es que estos símbolos siempre representan distintas cosas que suelen ser una considerada como positiva y la otra como negativa. Por otro lado, la vía negativa tiene como fin, también el conocimiento de la supraesencial y se llega a él en la medida de que se sabe lo que no es.
4- C.59 El papel del sabio comparación con el Pseudo-Dionisio.
En Maimónides hay una homologación del sabio con la figura de Moisés, los sabios son aquellos que pueden llegar a Dios. Moisés se muestra como el elegido por Dios para salvar a su pueblo, Dios llega a su pueblo desde la figura de Moisés, este recibe las tablas de los 10 mandamientos de la mano de Dios. Puede llamarse sabio aquel individuo que es experto (que posee pericia) en algo útil en la vida. Intencionadamente se abarcan todos los ámbitos de la vida individual y colectiva, y se subraya únicamente el aspecto de eficacia: medio-fin, excluyendo cualquier referencia a la moralidad de los actos. Con el paso del tiempo se advierten matices nuevos en los que el calificativo de sabio (sabiduría) se va aplicando también al ámbito de lo moralmente bueno. Resultan así las antítesis y equivalencias sabio/necio, sabio - justo /necio - malvado, que se aplican tanto a las relaciones interhumanas como a las del individuo o comunidad con Dios.
Garrido Maturano, Angel E. - ¿Dónde Estás, Señor. El Acceso Al Fenómeno Religioso en La Filosofía Fenomenológica, Hermenéutica y Existencial - Biblos 2012