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En Buenos Aires, don Pedro tuvo la suerte de encontrarse con un paisano y amigo
de la familia, Rafael Cimorelli, quien , debido a que regresaba a Italia, le
traspaso el carrito en el que vendía helados por las calles de Buenos Aires.
A esto se dedicó D’Onofrio durante tres años, hasta que en 1893 volvió a Italia y
conoció a su esposa, Rafaela Di Paolo. Juntos decidieron emprender camino
nuevamente hacia Argentina, pero una confusión los llevó a terminar en el Puerto
de Nueva York. Decididos a enfrentar lo inesperado, decidieron quedarse en
Estados Unidos e instalarse en Patterson, New Jersey.
Al poco tiempo volvió a aparecer Cimorelli, quien animó a don Pedro a trasladarse
a Richmond, Virginia, pues el clima era más favorable para la venta de helados.
Algunos años después, el mismo Cimorelli llamó a D’Onofrio para invitarlo a Perú.
Así, a fines de 1897, Don Pedro, su esposa Rafaela y sus 5 hijos se
instalaron en Lima.