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Una lección

de luz
Roberto Martínez Garcilazo

La intuición del instante, de Gastón Bachelard (1884-1962), tiene su


primera edición en francés en el año 1932.
En español, el FCE la publicó por vez primera en 1987: han pasado 32
años y los pusilánimes lectores mexicanos no hemos agotado la edición
de 5,000 ejemplares que continúa durmiendo en la oscuridad de
alguna incógnita y olvidada bodega editorial.
El traductor de este libro de 133 páginas es de Jorge Ferreiro Santana y
el cuidado editorial de Purificación Jiménez.
En la web existe una página de cierta revista literaria colombiana
llamada Clave que menciona a Jorge Ferreiro como poeta pero no da
registro de su biografía, de su fotografía ni de su obra poética.
Se presentan 27 ediciones, el inventario termina en 2018.
En el primer número de Clave, fechado en el 2004, el texto principal es
el discurso de Estocolmo de Wislawa Symborska (“…el poeta, si es un
verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente «no sé»”).
Por otra parte, en uno de los dos textos preliminares de la revista, José
Zuleta dice que
“Quienes dirigimos Clave pertenecemos a grupos que
se reúnen para leer en voz alta: el Taller de Versería
y Los Jueves de Poesía. Hemos aprendido que la
poesía es vecina de la música y que cuando leemos
poesía, somos el intérprete y el instrumento, estamos
ante una partitura y ante un texto y por ello la poesía
se puede arruinar o lograr en su lectura; la lectura es
la ejecución del poema y en ella, cómo en la música,
podemos encontrar los matices, las destrezas del
poeta, hacer los énfasis y las pausas, los silencios,
buscar el tono que propone el poema, encontrar las
claves y hacerlo sonar.”
Ahora, en el último número, el 27, aparece un poema de Symborska
titulado “A algunos les gusta la poesía…” que a continuación
reproduzco porque de manera misteriosa se enlaza perfectamente con
su declaración de que el poeta verdadero dice ‘no sé’:
A algunos, es decir, no a todos. Ni siquiera a los más,
sino a los menos. Sin contar las escuelas, donde es
obligatorio, y a los mismos poetas, serán dos de cada
mil personas. Les gusta, como también les gusta la
sopa de fideos, como les gustan los cumplidos y el
color azul, como les gusta la vieja bufanda, como les
gusta salirse con la suya, como les gusta acariciar al
perro. La poesía, pero qué es la poesía. Más de una
insegura respuesta se ha dado a esta pregunta. Y yo
no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro como a un
oportuno pasamano.

Bien. Todo la anterior para ha sido expuesto para decir que Jorge
Ferreiro Santana es para mí, hasta este día, un fantasma benefactor. O,
tal vez, un heterónimo, como todos los que escribimos poesía. Escribí
‘benefactor’, porque su traducción de La intuición del instante, es una
obra maestra a la que regreso periódicamente:
Cuando un alma sensible y culta recuerda sus
esfuerzos por trazar, según su propio destino
intelectual, las grandes líneas de la Razón; cuando
estudia, por medio de la memoria, la historia de su
propia cultura, se da cuenta de que en la base de sus
certidumbres íntimas queda aún el recuerdo de una
ignorancia esencial. En el reino del conocimiento
mismo hay así una falta original, la de tener un
origen, la de perderse la gloria de ser intemporal, la
de no despertar siendo uno mismo, sino esperar del
mundo oscuro una lección de luz.

Desde hace años, he optado por no consultar el texto francés de


Bachelard. He preferido la delicia del misterio de ignorar el nombre del
demiurgo de la belleza.

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