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Natalia Cáceres

Valeria Reyes
2°D - 2019
“¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el museo
Metropolitano?
Menos del 5% de los artistas en el Arte moderno son mujeres, pero el
85% de los desnudos son femeninos” - Guerrilla Girls
Los museos están llenos de obras en las que su tema central es el cuerpo de
la mujer, pero por otro lado pocas obras artísticas realizadas por mujeres
han tenido el privilegio de estar en esa posición.

El papel que tenía reservado la mujer en cada época se veía reflejado en las
representaciones que se hacía de su imagen.

La figura de la mujer se ha asociado a la moralidad, al vicio, al pecado, a la


santidad, a todo lo malo que pueda acontecer.
El siglo XIX se fundamentaba sobre una estructura social
patriarcal. El género masculino se apropia de la fuerza productiva y
reproductiva de la mujer, asi como de su cuerpo, a través de
diferentes medios.

Esta construcción social, el patriarcado, es un sistema que se basa


en que la autoridad sea ejercida por el varón jefe de familia.

La finalidad última de este esquema es una división de la sociedad


en dos grandes grupos: los hombres, que ejercen el poder de
dominación, y las mujeres, el grupo dominado.

La mujer, para ser parte integrante de dicha sociedad debía de


cumplir un par de requisitos: sumisión y entrega.

La consecuencia de esta construcción de género conformaba un


modelo de mujer pasiva, sumisa y relegada a la sombra de su
esposo, y “asexual” puesto que el sexo no formaba parte del
código del matrimonio, sólo la reproducción.
Joan Llimona. La lectura.
1891. Óleo/lienzo.
El origen de la figura de la femme fatale se remonta al
personaje de Lilith.

Lilith aparecerá en la Historia del Arte como una mujer


dominante y sensual, muchas veces en actitud cariñosa
con alguna serpiente (la personificación del Diablo). Y
normalmente con el pelo largo, símbolo de energía y
poder. El pelo se representaba con el color rojo, en
relación con el fuego y el carácter erótico; además los
cabellos rojizos siempre han tenido connotaciones
demoníacas.

Es la transgresión y perversión personificadas en una


mujer, el tema predilecto del varón del siglo XIX.

John Collier. Lilith. 1887.


Óleo/lienzo.
En el siglo XX, con la llegada de las
Vanguardias, se genera una ruptura
total con las formas tradicionales
de representación artística.
Aparece el Superrealismo, el
Impresionismo y el Cubismo, entre
otros.

Las Vanguardias representaron un


cambio radical de mentalidad y
perspectiva en el arte, pero la
realidad es que no modificaron el
estatus de la mujer. Esto quiere
decir que, a pesar de su ímpetu
transgresor, en los hechos no se
Pablo Picasso. opusieron al rol comunmente Fernando Botero.
Las señoritas de Avignon. asignado a las mujeres en la Mrs. Rubens. 1968.
1907. pintura.

LA HISTORIA DEL ARTE
OCCIDENTAL ES LA
HISTORIA DEL HOMBRE
PINTANDO MUJERES
Uno de los factores que explican la desigualdad entre hombres y
mujeres con respecto al arte es el acceso a la educación artística,
la cual durante mucho tiempo estuvo vetada a las mujeres. La
educación artística de mujeres estaba restringida al dominio
privado.

Prácticamente la totalidad de las pintoras de los siglos XVII y XVIII


recibieron su aprendizaje artístico en el seno de una familia de
artistas, con frecuencia al lado de un padre que era pintor.
En realidad, la marginación histórica de las mujeres en la educación artística (y, de manera
más general, en el arte) debe relacionarse con los estereotipos de género y, en particular,
con la idea, en otro tiempo admitida comúnmente, de que el arte era por definición dominio
masculino, debido a las cualidades y a los esfuerzos que moviliza: destreza, rigor o
determinación.

Las mujeres que se lanzaban a verdaderas carreras artísticas eran vistas como seres
subversivos, y a menudo las insultaban y se burlaban de ellas los homólogos masculinos.

Es interesante observar que algunas mujeres artistas adoptaron ciertos atributos


masculinos para legitimar su trabajo.
Artemisia Gentileschi, una de las grandes pintoras del siglo
XVII, gozaba de una libertad y de una autonomía impensables
en una mujer de su época, y su infalible determinación, a pesar
de una dramática historia personal (fue violada, llevada ante la
justicia y torturada), la llevó a representar con fuerza y
violencia escenas religiosas, generalmente reservadas a los
hombres.

Esta obra sobre el baño de Susana no parece un pretexto para


representar un desnudo femenino. De hecho, el tratamiento
naturalista de la anatomía despoja la escena de toda carga
erótica. En realidad, Artemisia, por ser mujer, estaba en el
derecho y el deber de profundizar en un tema como éste, y no
pasar por alto la gravedad de que una escena de agresión
Artemisia Gentileschi.
sexual se hubiera transformado en toda una frivolidad.
Susana y los viejos. 1610.
La manera en que
una mujer es
representada,
entonces, depende
en gran medida de
si el artista que crea
dicha imagen es
otra mujer o un
hombre.

Elisabeth Louise Vigée Le Brun. Juan Manuel Blanes. Retrato


Autorretrato con sombrero de paja. 1782 de Carlota Ferreira. 1883.
Por un lado, tenemos el autorretrato de una artista que se representa
a sí misma con un símbolo tan importante como la paleta de colores.
Elisabeth Louise Vigée Le Brun elige representarse a sí misma como
ARTISTA, no como madre, ni esposa o femme fatale. Esto equivale a
un gesto transgresor porque envía un mensaje claro y contundente.

Por otro lado, vemos un retrato de una mujer realizado por un artista
masculino. La mujer de dicha pintura es reducida a la categoría de
objeto de contemplación pues su actitud resulta bastante “pasiva”:
está allí, de pie, para ser inmortalizada por un hombre.
No es hasta la llegada del feminismo en los años ‘60 cuando se empezará a reconocer el
papel de la mujer como artista y a investigar sobre épocas pasadas, donde muchas artistas
quedaron en el olvido. Este es el momento donde se produce una gran ruptura en cuanto al
papel de la mujer en el arte.

La misoginia de algunos de los grandes nombres del arte ha contribuido también a la


cosificación de la mujer.

Las artistas mujeres han sido víctimas de la exclusión que ha realizado el poder machista
“borrándolas” de los manuales y libros de Historia del Arte, a pesar de que algunas de ellas
fueron reconocidas como excelentes artistas en su época.

Mientras el poder sea exclusivamente masculino, la mujer seguirá pasando por el arte como
de “prestado”, como si el arte en realidad no le perteneciera y fuera un ámbito en el que
simplemente se le “permite” estar.

Prevalece un sentimiento de frustración al comprobar que en el siglo XXI en el arte las


diferencias entre los generos persisten y no existe un verdadero reconocimiento para las
mujeres artistas.

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