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Violencia Doméstica y Relaciones de Poder
Violencia Doméstica y Relaciones de Poder
Graciela Angeloz*
Así, las Facultades Espirituales, Inteligencia y Voluntad son las que nos diferencian del
resto de los seres vivos. La primera se dirige al conocimiento, conocer es su acto, y la
segunda tiene por acto el “querer la realización del bien” conocido por la
inteligencia. Esto nos lleva a considerar al acto voluntario como aquello que se realiza
libremente, lo que se opone a la violencia. Sujeto humano>voluntad> acto
voluntario>libertad.
Sin embargo el temor que acaso despierte, la turbación psicológica que es capaz de
producir, pueden disminuir la conciencia y la libertad interior.
El miedo: puede cobrar tal intensidad que llega a suprimir el uso de razón y suprime
la libertad ante la amenaza de sufrir un mal inminente y difícil de evitar. En este
sentido, es importante, además, considerar la singularidad de cada situación.
La angustia es algo diferente del miedo o el temor. Éste parece tener uno o varios
objetos determinados y causalidades. La angustia, en cambio, puede carecer de
contenido a primera vista, e ir acompañada por una inquietud indeterminada que
puede tomar la forma de la ansiedad. También se han referido a ella los filósofos
existencialistas:
…”La angustia es esta conciencia de nuestro destino personal que a cada instante nos
saca de la nada abriendo ante nosotros un porvenir en el que se decide nuestra
existencia…”[1]
II. Desde la Mitología [arriba] -
Por ejemplo, la Orestíada de Esquilo nos ofrece un material interesante para pensar
el lugar de la mujer y del hombre en las relaciones conyugales, filiales, la fratría, etc.
Medea, una obra en donde Eurípides muestra los extremos a los que pueden llegar
quienes frente a los cambios de paradigmas, de lugares, roles y funciones dentro de la
familia se encuentran en situación de crisis.
Mitos fundantes de nuestra cultura, que siguen dándonos elementos para metaforizar,
representar escenarios en donde sólo cambian los personajes pero sus libretos y sus
intenciones parecen estar signadas por un eterno retorno.
La cólera, la ira, en la mitología griega, Ate, Atea o Ateo (en griego antiguo, Ἄτη:
‘ruina’, ‘insensatez’, ‘engaño’) era la diosa de la fatalidad, personificación de las
acciones irreflexivas y sus consecuencias. Típicamente se hacía referencia a los
errores cometidos tanto por mortales como por dioses, normalmente debido a su
hibris o exceso de orgullo, que los llevaban a la perdición o la muerte.
Era una fuerza irresistible enviada por los dioses. Es interesante señalar que todavía
se consideraban externas las causas de las acciones erróneas o descontroladas.
Desde tres lados amenaza el sufrimiento: desde el cuerpo propio, que destinado a la
ruina y la disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de
alarma, desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con
fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras, por fin, desde vínculos con los otros
seres humanos. Al padecer que viene de esta fuente lo sentimos tal vez más doloroso
que a cualquier otro.
Simetría, o sea, búsqueda de igualdad entre los que intercambian mensajes. Aquí la
violencia toma la forma de agresión desde el enfrentamiento de posiciones
igualitarias. Intercambio de gritos, insultos, amenazas y finalmente golpes: tanto uno
como otro reivindican su pertenencia a un mismo status de fuerza y de poder. La
escena es la de una tragedia o escándalo. Ciertas familias, generalmente marginales,
albergan miembros que se detestan y que juran querer eliminar a aquel que se opone
a su dominación. El caso paradigmático es el de las familias mafiosas contadas por la
literatura o los films como ”El Padrino”
Estas distinciones son útiles para el diagnóstico del potencial de agresividad de las
personas involucradas y, constituyen una fuente riquísima de información, dado que
configura tres modelos relacionales diferentes para organizar las intervenciones de los
operadores que intervengan, tanto del ámbito jurídico como del psicológico.
Según el punto de vista del componente de agresividad que los anima, y el grado de
internalización de la ley en el que se encuentran, se observan cinco posiciones
existenciales que pueden ser la consecuencia de la posición víctima y victimario
(posición a veces dinámica)
Integrarse: Se utiliza la agresividad para construir con los otros. Se busca la propia
identidad a partir de la similitud y la aceptación de la diferencia. Puede ocurrir que
entre las partes entren en juego agresiones y violencia que, en ese caso, se
transforma en imposición, rechazo, y mutua exclusión, entre otras características.
Existir: siendo éste un término que ofrece distintas acepciones, acá lo tomamos como
“mínima expresión de vida”, “falta de participación”. Se trata de seres que no
pueden confrontar ni oponerse, tienen gran dificultad para expresar o exteriorizar la
agresividad. Se acomodan, se sobreadaptan con el alto riesgo de contraer
enfermedades corporales. La timidez, la inhibición, el temor se ponen en el cuerpo
por la dificultad en instrumentar la agresividad.
Algunos individuos en esta posición, sólo viven para evitar el sufrimiento, esto se
convierte en su único deseo, que conlleva también la imposibilidad de disfrutar de la
vida.
Hay factores que posibilitan o dificultan el pasaje de una posición a otra; por
ejemplo, quien se impone en general dificulta que otro se afirme, a veces la vida
transcurre en afirmarse y no hay integración, todo depende de la manera de utilizar
la agresividad y el sentido final que se le otorga a su instrumentación.
Ante un conflicto: ¿qué pienso acerca de esto? ¿Qué siento, qué emociones despiertan
en mi esto que pienso? ¿Qué quiero hacer con esto que pienso y siento?
Una posible definición de Familia hoy es la que la concibe como una estructura
abierta, compleja, heterogénea y en permanente intercambio entre sí y con el
afuera, como toda construcción de la cultura.
Cabe aclarar que las nuevas configuraciones familiares obligan a considerar al término
familia como un término análogo que se refiere a distintas realidades que tienen algo
en común.
Esto trae aparejado la necesidad de defenderse de todo. Porque todo es vivido como
amenaza, acusación, denuncias mutuas, que proyectivamente, impiden al menos al
principio, que el divorcio cumpla una de las funciones principales que lo justifican:
ser un remedio ante una situación ”que hace imposible la vida en común”.
De este modo se hace imposible también la separación, necesaria ante ciertos casos
de violencia, y se perpetúa la unión a través de la eternización de la batalla conyugal,
y judicial que hace de los hijos, seres transparentes, invisibles para estos padres que
ni siquiera pueden hacerse cargo de sí mismos, ahogados en odios y rencores, que
pueden llegar hasta la misma muerte física o espiritual, o a la muerte del vínculo.
Notas [arriba] -
[1] Lavelle, Louis., La philosophie francaise entre les deux guerres., Paris, Aubier,
1942.
[2] Spivacow, Miguel., La pareja en conflicto. Aportes psicoanalíticos. Bs. As., Paidós,
2011., Bs. As., Paidós.
[3] Freud, Sigmund., Malestar en la Cultura, 1930, Obras completas, Volumen 21
(1927-1931)., Bs. As., Amorrortu editores, 1979.