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Unión LIBRE

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Editorial La Draga y el Dragón


Colección El Pulpo de la distancia

Curandero y fotografías
Enrique Hernández-D’Jesús

Ludovico Silva, poeta, filósofo, profesor universitario, BOOMM, un


pensador y alquimista, su manera de sentir el mundo, con unos arranques
bastante claros en percibir del propio cuerpo cada uno de los sabores y
sentir la vida desde una silla amorosa cubierta de amapolas. Su corazón
en una copa de in vino veritas que lo conducía por el verdadero camino
del amor. Sabor es saber, es conocer el vuelo del colibrí, la pisada del
elefante y el color de la iguana, es montarse en el árbol de la ventana y
escuchar los arrendajos y loros de la madrugada, es saborear las líneas
del tríptico que se utiliza para masajear el monte mágico y beber los jugos
segregados del deseo permanente. La reflexión del poeta, embriagarse y
describir en el vino exactamente lo que su mente quiere pensar de usted.
Somos el salto mortal y el acto de magia. Sonría así.

No. 13
15 setiembre de 2019

Ludovico SILVA
Sabor es SABER
Enrique Hernández-D’Jesús

El sabor es saber. Hay una palabra que lo define todo. El sabor es lo
sabroso, y en esta palabra sabroso está incluida la sabiduría, con sus
significados y movimientos, en el orden afectivo, y para ello lo más
comprensivo es la forma de sentir el sabor de la Naturaleza, o bien su
suerte serena la de Hegel en crear una “teoría de la idea en su existencia
objetiva”, y también el sabor del Espíritu, para conspirar con el Alma, con
Dios y con la Sociedad. Y Heródoto amaba la sabiduría. Y Heráclito la
Razón, y el sabor de la Lógica Kant, y Carlos Marx el sabor Dialéctico, y
“Llamó arquitectónica el arte de los sistemas” Kant.
En fin, el sabor del poeta es la palabra, la percepción de la existencia, el
encuentro con los lenguajes, con la unidad del acto creador. Y para el
filólogo románico asentado en Friburgo de Brigovia Hugo Friedrich, la
poesía de Ludovico Silva contiene un sabor de “una genuina sustancia
lírica”.





Y el sabor “Humano, Demasiado Humano” de Nietzsche: “Desde un
profundo dolor. La pasión deja, una vez que ha pasado, un sentimiento
oscuro de sí misma, y nos lanza aún, mientras desaparece, una mirada
seductora. Sin duda hay una especie de placer en recibir sus latigazos. Los
sentimientos mediocres parecen vacíos en comparación; se prefiere, a lo que
parece, el dolor violento al placer vulgar.”
Es sabor amargo para Ludovico Silva, en Francfort, Alemania, en una casa
de familia tradicional, llamados los Fruauf que significa levantarse
temprano. El poeta vivió tres meses ahí. Mientras él aprendía alemán, una
joven de esa casa aprendía español, ella se llamaba Ildegard, ella tenía
quince años, y Ludovico le enseñaba el castellano como un buen
Mefistófeles, cosa que ella reconocía cuando le decía que él era el diablo.
Ludovico llegó por la mañana y al mediodía le ofrecieron para
homenajearlo, el plato nacional, salchichas y sauerkraut. Ludovico se
comió las salchichas y el sauerkraut también por pura decencia. Lo malo
vino cuando le preguntaron –si le había gustado el sauerkraut-, y
Ludovico por cortesía dijo que sí. Y a continuación le sirvieron otro plato,
y se lo tuvo que comer haciendo de tripas corazón.




Así mismo otra de sus aventuras fue con la cerveza. Le servían una
cerveza negra los sábados que era para él como tomar café frío. Pero
Ludovico descubrió una caverna en esa casa, donde como buenos
alemanes guardaban víveres y licores, y ahí había cerveza blanca, él se las
fue tomando poco a poco, hasta que se acabaron, y él abandonó esa casa
porque tenía que regresar a España vía París.
En sus diarios que son muchas libretas habla de esas épocas.
El sabor es lo que gusta.
Eso se lo preguntó Kant y respondió con un libro de 500 páginas, y
Ludovico no está dispuesto a escribir 500 páginas, a pesar de que su
último libro tiene más de 550 páginas “ De la Alienación Como Sistema”.
El sabor es como la definición de Próspero Marime: “El sabor es como
unas ganas de dormir”. Y la felicidad también.
Así también existe un sabor por el sabor.
El sabor es bueno en la medida en que esté de acuerdo con los sueños, los
mejores platos, los sabrosos están en los sueños.



En los Bordones Christiane escribió:

“Es la hora del crepúsculo
dato ingenuo que se ofrece a mis sentidos
Hay agua retenida en un pozo cercano,
algo de ilusión acorralada
reflejando aquella tarde
en la que vimos también caer el sol
Pero era otro el horizonte:
Todavía existía la esperanza.”

En “CUADERNO DE LA NOCHE”, donde Ludovico, se ilumina de las
pasiones, y ebrio despierta a las reminiscencias para conocer el sabor de
las antiguas palabras:

LANZA TU POESIA

Lanza tu poesía como un puñal enérgico hacia la


realidad; ya verás como la realidad te lo devuelve
con mayor fuerza
No te embriaguez para conocer la realidad; ella
Está embriagada. Te toca a ti ser lúcido.
El amor puro a las palabras no se mantiene por siempre;
Llega un momento en que se imponen las cosas.”


Y en IN VINO VERITAS, dedicado a Jorge Guillen
Y con las inmensas palabras de San Juan de la Cruz:
PORQUE EL HOMBRE QUE ESTÁ EN TINIEBLA
NO PODIA CONVENIENTEMENTE SER ALUMBRADO
Sino POR OTRA TINIEBLA

VINO

Si de repente el vino, como liturgia mía
se convirtiese en dios universal,
en dios único, suma de los hombres!
Si el vino, ay, se rompiera de pronto en lo infinito
como un puño de vidrio!
Si como cuerno de oro penetrase
en la virginidad de las tinieblas
y en toro, en espolón, en religiones
desgarrase los vientos conocidos!

Ah, en ese instante atroz, maravilloso,
mi cosmos arterial entregaría
su secreto, su hueso columnario,
y mi rostro, feliz de su amargura,
con qué candor estallaría en ángeles!.



El espíritu de Ludovico, el poeta candoroso, estallando en ángeles. Con
sus distintos rostros, iluminados, de inquietante belleza, con sus ojos
milenarios, profundos, en la más intensa de las melancolías. Escuchaba la
radio nacional todas las mañanas. De seis a siete escribía, comenzaba el
día con Campari, hasta perderse en el más profundo de los sueños. Así es
como podemos pensarlo cuando decía: “Me gustaría que mi libro fuese
entendido según el sibilino de estas palabras de Antonio Machado: “La
chocolatera está formada de átomos, pero no precisamente de átomos de
chocolatera. Esta observación parece demasiado ingenua. Tiene, sin
embargo, su malicia. Meditad sobre ella hasta que se os caiga el pelo”
Desde diversas visiones lo encontramos, un lingüista, que entendía a su
maestro virtual Simón Rodríguez, o inventamos o erramos, transmutó los
distintos oficios de la inteligencia, del mundo intelectual, la reflexión, la
filosofía, desde donde con La plusvalía ideológica, creaba vasos
comunicadores en la sociedad para juntar los elementos productivos y los
espirituales. En Ludovico encontraremos su pasión por la palabra, por el
verbo interpretativo, el verbo asombroso de la poesía, con las distintas
formas de las luchas interiores, de distintas voces, hablantes, creando sus
propias formas, ricas en espiritualidad por sus lecturas y por sus
relaciones de muy joven cuando Thomas Merton asume su palabra, y
emprende desde BOOMM, la voz que habla consigo mismo, y desde la
misma luz, organiza la tarea, al mismo tiempo, de la profecía, del
expresionismo, como interpretando la palabra del profeta, que es lo
mismo que el poeta retumbando desde los sótanos en soledad, viviendo
los bordes y los espacios internos.

El sabor del whisky, del corazón de la Minerluza, de la luz física de


los cabríos, del vino blanco seco, del vino purpúreo. Del adiós baleado
en la ensalada salida de Pandora, de esa reina del descuartizamiento
que es la Fresa, nos acercan, casi como mendigos de un aroma, de una
delicia, a ese ser permanentemente femenino que es la comida. La
comida como transmutación de la muerte, como adorno de un espacio,
como ceremonia.

No se deben mezclar los sabores en la preparación de un plato. Cada
alimento debe conservar su sabor. Los alimentos se mezclan es en la
boca al masticarlos. Cada gusto recorre las papilas gustativas. El placer
es sentirlo. O bien de utilizar la caja de resonancia que está en la
memoria, en el cerebro, como decía Ludovico Silva. La caja de resonancia
gustativa.
Es una lástima morir sin probar el fruto de la tentación.

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