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TEMA 17.

LA BASE MOLECULAR DE LA HERENCIA

0. INTRODUCCIÓN

1. EL ADN COMO MOLÉCULA PORTADORA DE LA INFORMACIÓN


GENÉTICA

2. REPLICACIÓN DEL ADN


2.1. MECANISMO DE LA REPLICACIÓN
2.2. CORRECIÓN DE ERRORES

0. INTRODUCCIÓN
Conocer el sistema por el que los seres vivos perpetúan sus características biológicas
generación tras generación ha sido el objetivo de los investigadores durante mucho
tiempo. Pronto resultó evidente que debía existir alguna sustancia que pudiera
transmitirse de padres a hijos y que portara la información necesaria para el desarrollo
de un organismo. Dicha sustancia, la molécula de ADN, puede formar copias de sí
misma que, al repartirse en las células obtenidas por división, permite que estas
conserven las mismas características que la célula de la que proceden. Evidentemente, el
proceso de duplicación de la molécula de ADN debe ser preciso para evitar errores en la
transmisión genética.

1. EL ADN COMO MOLÉCULA PORTADORA DE LA INFORMACIÓN


GENÉTICA
Hoy sabemos que la molécula que contiene la información de las características
biológicas de los seres vivos es el ADN. Sin embargo, la demostración de que este ácido
nucleico constituía el material hereditario solo fue posible gracias a la paciente labor de
investigación de muchos científicos durante la primera mitad del siglo XX.
Antes de que se identificara la molécula portadora del mensaje genético, ya se sabía que
esta debía cumplir ciertos requisitos:
▪ Tenía que ser químicamente estable para que la información contenida en la molécula
no sufriera alteraciones.
▪ Debía ser capaz de replicarse y originar copias de sí misma que pasaran a las células
hijas durante la división celular, asegurando así la pervivencia de la información
biológica de una célula determinada en su estirpe.
▪ Era necesario, además, que esa información pudiera transmitirse de una generación a
la siguiente para permitir que las características biológicas pasaran a la descendencia.
▪ Por último, aunque fuera químicamente estable, la molécula debía ser susceptible de
experimentar cambios que posibilitaran la aparición de cierta variabilidad a fin de
poder explicar la evolución de los seres vivos.
Aunque el ADN ya se conocía desde su descubrimiento en 1869 por el científico suizo
Friedrich Miescher, se consideraba que eran las proteínas, y no el ADN, las portadoras
de la información genética.

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El descubrimiento de que los cromosomas se dividían y se
transmitían durante la división de las células eucariotas,
permitió comprobar que ambos componentes cromosómicos
(ADN y proteínas) cumplían los requisitos citados.
Ya en 1928, en el curso de sus experimentos con la bacteria
Streptococcus pneumoniae, agente causante de la neumonía,
Frederick Griffith demostró que la capacidad biológica para
producir una cápsula (hecho que determina la virulencia1 de
las bacterias) podía ser adquirida de otra cepa por medio de
una sustancia, todavía no identificada, a la que se dio el Cromosoma metafásico. Los
nombre de «factor transformante». cromosomas están constituidos
por ADN y proteínas, y en ellos se
localiza la información genética.

Griffith trabajaba con dos cepas de esta bacteria patógena, R y S, y pudo comprobar lo
siguiente:
▪ La cepa S poseía cápsula y provocaba la muerte en los ratones de experimentación.
▪ La cepa R carecía de cápsula y resultaba inofensiva para los ratones.
▪ La cepa R se originaba como consecuencia de alteraciones desarrolladas en la cepa
virulenta S.
Griffith también comprobó experimentalmente que si se calentaba la cepa bacteriana S
hasta destruirla y se inyectaba después a los ratones, estos no desarrollaban la
enfermedad.
Más sorprendente aún fue el descubrimiento de que si se inyectaba conjuntamente la
cepa muerta S de Streptococcus pneumoniae y la cepa inofensiva R de esta especie, los
ratones inoculados enfermaban y morían, ya que en su sangre se podían encontrar
bacterias S vivas.
Al estudiar más detenidamente estas bacterias S vivas, este científico pudo comprobar
que presentaban propiedades de la cepa R y de la cepa S, es decir: tenían propiedades de
todas las cepas bacterianas, vivas o muertas, que se habían inyectado a los ratones.
Griffith dedujo que la información genética se había transferido de una cepa a otra,
mientras habían estado juntas. Para probar esta hipótesis diseñó un experimento que
constaba de los siguientes pasos:
1. Lisar2 las células virulentas de manera que todo su contenido intracelular fuera
vertido al medio externo.
2. Poner en contacto las bacterias no virulentas con el extracto celular de las células
virulentas.
3. Observar finalmente la aparición de células «transformadas», en este caso, células
virulentas.
Los resultados obtenidos confirmaron la predicción y corroboraron la veracidad de la
hipótesis, lo cual permitió obtener dos conclusiones que se revelaron como
fundamentales:

1
Virulencia: capacidad de ciertos microorganismos de causar la aparición y desarrollo de una enfermedad
infecciosa.
2
Lisar: acción de romper la membrana plasmática de la célula.

2
 La información genética está contenida en un componente celular, es decir, en algún
tipo de molécula que se encuentra presente en las células de todos los organismos
existentes.
 El material genético constituye un portador activo de la información genética aunque
la célula que lo contiene no esté viva.

En 1944, Oswald T. Avery, Maclyn McCarty y Colin MacLeod observaron que la


capacidad transformante de las cepas virulentas de Streptococcus pneumoniae
desaparecía cuando se agregaban enzimas que destruían el ADN. Dedujeron que el
factor transformante era la molécula de ADN.
Existían, además, otros indicios que apoyaban esta idea. Por una parte, se había
comprobado que la cantidad de ADN era la misma para todas las células somáticas de
los individuos de una determinada especie, mientras que los gametos solo tenían la
mitad.
Asimismo, los estudios de Erwin Chargaff sobre las similitudes en las proporciones de
bases nitrogenadas presentes en el ADN de los individuos de la misma especie parecían
confirmar la relación existente entre esta molécula y la información genética.
La prueba definitiva fue obtenida en 1952 por Alfred Hershey y Martha Chase,
quienes demostraron de forma concluyente que era el ADN, y no una proteína, el
material genético del bacteriófago T2.
Para ello prepararon dos cultivos de virus bacteriófagos3. El ADN de los virus de uno de
ellos estaba marcado con 32P. Los virus del otro cultivo tenían marcadas sus proteínas
con 35S. Ambos isótopos son radiactivos.

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Bacteriéfago: virus que se reproduce en células bacterianas.

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A continuación Hershey y Chase inocularon estos virus
en sendos cultivos de la bacteria Escherichia coli. Los
virus se unen a la cubierta de las bacterias inoculando el
ADN en el interior celular mientras que la cubierta
proteica permanece en la superficie. Posteriormente se
produce la multiplicación de los virus bacteriófagos.
Se comprobó que aparecía marcaje radiactivo en el
interior o en la superficie bacteriana, respectivamente.
Posteriormente se observó que los virus procedentes del
cultivo originalmente marcado con 32P estaban también
marcados. Sin embargo, esto no ocurría en ninguno de los virus obtenidos tras la
reproducción de los virus marcados con 35S. De ello se dedujo que el material genético
reproducible es el ADN y no las proteínas.

Al año siguiente, James Watson y Francis Crick elaboraron conjuntamente su famoso


modelo de doble hélice para explicar la estructura secundaria de la molécula del ADN.
No siempre es el ADN la molécula portadora de la información genética. En algunos
virus es el ARN el que desempeña esta función. Por otra parte, se cree que el ARN
constituyó el material genético de los primeros organismos vivos que aparecieron en la
Tierra, siendo reemplazado posteriormente por el ADN, más estable.

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El material genético en procariotas y eucariotas
La secuencia de bases nitrogenadas del ADN constituye la información codificada que
las células emplean para sintetizar sus proteínas. Sin embargo, la organización de esa
secuencia es distinta en células procariotas y en eucariotas.
En las células procariotas:
▪ El material genético se encuentra libre en el citoplasma y no está asociado a ninguna
otra molécula (ADN desnudo).
▪ Casi todo el ADN sirve como información para la síntesis proteica.
▪ El gen codificador de cada proteína se compone de una secuencia continua de
nucleótidos.
En las células eucariotas:
▪ El ADN está circunscrito al núcleo, donde se encuentra asociado a histonas, y a
orgánulos membranosos (mitocondrias y cloroplastos).
▪ Solo un 10% (o menos incluso) de esta molécula se emplea para codificar proteínas. El
resto tiene funciones poco conocidas, como la regulación del ADN codificante u otros
aspectos de la actividad de los genes.
▪ Casi la mitad del ADN en eucariotas es altamente repetitivo, lo que significa que
existen secuencias de nucleótidos repetidas cientos o miles de veces.
Puede servir como ejemplo la secuencia ACAAACT del genoma de Drosophila virilis,
que se repite 12 millones de veces. El ADN altamente repetitivo no lleva información
para la síntesis proteica y quizá desempeña un papel importante en la estabilidad de la
estructura de los cromosomas.
▪ Otra característica distintiva del ADN de las células eucariotas es que las secuencias
nucleotídicas que codifican para proteínas no suelen ser continuas, sino que existen
secuencias no codificadoras intercaladas entre los segmentos codificadores. Los
fragmentos de ADN codificadores se denominan exones, y los que no llevan
información para la síntesis proteica se llaman intrones.

ADN de Escherichia coli (tratada para Cromosomas humanos


liberarlo al medio).

Cuanto más completa y más reciente es una especie, más abundantes y más largos son
los intrones de su genoma. Parece, por tanto, que los intrones constituyen una ventaja
evolutiva, ya que estos fragmentos favorecen la recombinación meiótica al aumentar la
distancia entre los exones. Como estos codifican distintas zonas de la misma proteína,
podrían obtenerse así ligeras variantes, que incluirían algunos segmentos diferentes de

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la cadena polipeptídica. De esta forma aumentaría la variabilidad genética, fundamental
para que tengan lugar los procesos evolutivos.

2. REPLICACIÓN DEL ADN


El ADN portador de la información genética debe transmitirse fielmente a cada una de
las células hijas obtenidas tras la división celular. Por tanto, antes de producirse esta, es
imprescindible que el ADN pueda formar réplicas exactas de sí mismo para disponer de
dos copias iguales.
Este proceso, conocido como replicación o autoduplicación, resulta fundamental para
asegurar que todas las células de un organismo pluricelular mantengan la misma
identidad.
Cuando Watson y Crick propusieron su modelo de doble hélice en 1953, indicaron
también cuál podría ser el mecanismo para llevar a cabo la replicación del ADN:
separación de las dos cadenas y síntesis de la cadena complementaria de cada una de
ellas.
Sin embargo, otros investigadores plantearon distintas
hipótesis que proponían tres posibles formas de replicación:
▪ Conservativa. La doble cadena original se mantiene y se
sintetiza otra completamente nueva.
▪ Semiconservativa. Una hebra de cada doble hélice
procede de la original, mientras que la otra se sintetiza de
novo. Es la propuesta por Watson y Crick.
▪ Dispersiva. En cada doble hélice existen fragmentos de la
original y fragmentos nuevos.
Poco después, Matthew Meselson y Franklin Stahl
demostraron experimentalmente la hipótesis
semiconservativa. Herbert Taylor confirmó esta hipótesis
en células eucariotas y en 1963 J. Cairns visualizó el
proceso en Escherichia coli con técnicas
autorradiográficas.

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Experimento de Meselson y Stahl
En 1958, Matthew Meselson y Franklin Stahl idearon un experimento para demostrar la
hipótesis semiconservativa.
Prepararon un cultivo de la bacteria Escherichia coli en un medio nutritivo cuya única
fuente de nitrógeno era un isótopo pesado, el 15N, de forma que este isótopo se
incorporó a las moléculas de ADN sintetizadas. El cultivo se mantuvo durante varias
generaciones bacterianas para garantizar, de este modo, que todo el ADN contenía 15N.
Se extrajo, a continuación,
el ADN y se centrifugó en
un medio que contenía una
disolución de cloruro de
cesio (CsCl) en el que
existía un gradiente de
densidad. Para crear dicho
gradiente, se disuelve un
soluto a diferentes
concentraciones, de manera
que la densidad en el tubo
de centrífuga aumenta
desde la superficie hasta el fondo.
Tras la centrifugación aparece una banda donde se encuentra el ADN, que ocupa el
lugar en el que la densidad de esta molécula es igual a la de una determinada zona del
gradiente de la disolución de CsCl. La banda del ADN que contiene 15N (figura B) se
forma en distinto lugar que la del ADN que posee nitrógeno con el isótopo normal 14N
(figura A).
Posteriormente, realizaron un cultivo de las bacterias cuyo ADN tenía 15N, en un medio
con 14N, durante el tiempo necesario para que se produjera una replicación. La
centrifugación del ADN, en este caso, originó una banda que ocupaba una posición
intermedia entre la del ADN con 15N y la del ADN con 14N (figura C). Si el cultivo se
hacía durante dos generaciones aparecían dos bandas distintas: una igual a la anterior y
otra en la posición del ADN con 14N (figura D).
A raíz de estos experimentos se dedujo que la replicación se realiza de forma
semiconservativa.

2.1. MECANISMO DE LA REPLICACIÓN


La precisión necesaria en la replicación del ADN implica un mecanismo complejo para
asegurar la obtención de copias idénticas. Baste decir que para que un ser humano se
desarrolle a partir del cigoto, se calcula que deben producirse unos mil billones de
divisiones celulares con otras tantas replicaciones previas del ADN.
Si consideramos que existen unos 3 500 millones de pares de nucleótidos en el genoma
humano, es posible hacerse cierta idea de la magnitud del proceso.
La replicación de la célula se lleva a cabo durante la fase S del ciclo celular.
Originalmente fue estudiada en células procariotas, pero posteriormente se comprobó
que el mecanismo es similar en las eucariotas, aunque no idéntico.

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Inicio de la replicación
La replicación comienza en ciertas zonas del ADN donde existen determinadas
secuencias de nucleótidos.
En primer lugar interviene en el proceso una
enzima helicasa que separa las dos hebras de ADN
al romper los enlaces de hidrógeno entre las bases
nitrogenadas complementarias.
La separación y desespiralización de ambas hebras
genera tensiones en ellas, que son eliminadas por
la intervención de otras enzimas, las
topoisomerasas. Para ello cortan una de las dos
hebras (topoisomerasa I) o las dos (topoisomerasa
II o girasa).
Una vez separadas, las dos hebras se mantienen así
por la acción de las denominadas proteínas SSB
(proteínas estabilizadoras de la cadena sencilla).

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Formación de las nuevas hebras
A continuación comienza la síntesis de las hebras complementarias sobre cada una de
las originales mediante la enzima ADN polimerasa III, que presenta las siguientes
características:
▪ Necesita una hebra molde de ADN, que recorre en sentido 3'  5' y sobre la que
sintetiza la hebra complementaria.
▪ Une nucleótidos en sentido 5'  3', es decir, la nueva hebra formada crece en este
sentido. Los nucleótidos que se van uniendo son los que se sitúan previamente frente a
los correspondientes nucleótidos complementarios del ADN molde.
▪ Utiliza nucleótidos trifosfato, los cuales proporcionan, al mismo tiempo, la energía
necesaria para la unión.
▪ No puede comenzar la síntesis por sí misma, pues solo puede añadir nucleótidos sobre
el extremo 3' libre de una cadena polinucleotídica previa. Por este motivo es necesario
que exista una cadena corta de ARN (de 40 o 50 nucleótidos), denominada ARN
cebador o primer.
El ARN cebador es sintetizado por la enzima primasa (ARN polimerasa ADN
dependiente) que, utilizando ADN como molde, sintetiza ARN complementario de este.

El cebador se escinde en una etapa posterior de la replicación.


A medida que la doble hélice del ADN original se va separando (de manera semejante a
una cremallera que se abre), se forma la llamada burbuja de replicación donde actúa la
ADN polimerasa III. Existe una horquilla de replicación en cada extremo, pues el
proceso es bidireccional, es decir, avanza en ambas direcciones.
Dado que la ADN polimerasa III recorre el ADN molde en sentido 3'  5', la síntesis de
una de las hebras es continua, ya que, a medida que se abre la doble hélice, esta enzima
va avanzando y añadiendo nuevos nucleótidos a la cadena en formación. Dicha hebra se
denomina hebra conductora.
Sin embargo, como la otra cadena es complementaria, la ADN polimerasa debería
recorrerla en sentido 5'  3', añadiendo nucleótidos a la hebra en formación en sentido
3'  5', lo cual no es posible. La síntesis, en este caso, es discontinua y se produce en
segmentos separados. Esta cadena se denomina hebra retardada, pues su síntesis es
más lenta que la de la hebra conductora. Los segmentos de ADN sintetizados de este
modo se conocen como fragmentos de Okazaki y constan de 1 000 a 2000 nucleótidos.
Cada fragmento de Okazaki requiere un ARN cebador para iniciar la síntesis de una
secuencia de nucleótidos.
Posteriormente, tras la eliminación de los ARN cebadores, los fragmentos de Okazaki
se unen gracias a la acción de las enzimas ligasas.

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La enzima ADN polimerasa I elimina los ARN cebadores gracias a su actividad
exonucleasa (rotura de enlaces fosfodiéster a partir de un extremo nucleotídico libre).
Esta misma enzima posee también actividad polimerasa, por lo que puede rellenar el
hueco dejado por el ARN cebador que se ha eliminado.

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Finalización
Al acabar el proceso, cada hebra recién sintetizada y la
que ha servido de patrón aparecen enrolladas originando
una doble hélice.
A pesar de todas estas etapas, el proceso de replicación es
muy rápido; en Escherichia coli, por ejemplo, se unen
45 000 nucleótidos por minuto.

2.2. CORRECCIÓN DE ERRORES


La replicación no ha concluido hasta que se comprueba que la copia de la secuencia
nucleotídica es correcta. Es necesario, pues, detectar y corregir los errores producidos.
El ADN es la única molécula capaz de efectuar una reparación de sí misma.
La ADN polimerasa III no une los nucleótidos que no sean complementarios de los
correspondientes nucleótidos de la hebra molde, aunque, en ocasiones, se produce un
error que hay que eliminar. En estos casos el nucleótido mal emparejado es eliminado
por la acción de enzimas nucleasas.
Por esta razón, el número de errores producidos durante el proceso de replicación es
muy bajo (uno por cada 107-108 bases incorporadas). Sin embargo, esta proporción tan
baja no es despreciable, ya que el número de nucleótidos de una cadena de ADN es muy

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alto, sobre todo en organismos pluricelulares (con más información genética y un gran
número de células).
Por ello, existe un proceso posreplicativo de corrección de errores en el que participan
varias enzimas:
▪ Endonucleasas que detectan errores y cortan la cadena anómala.
▪ Exonucleasas que eliminan el fragmento incorrecto.
▪ ADN polimerasas que sintetizan el segmento correspondiente al fragmento eliminado.
Esta acción y la anterior pueden ser realizadas por la enzima ADN polimerasa I, como
ya se indicó.
▪ ADN ligasas que unen el nuevo segmento al resto de la cadena.

Tras la corrección realizada, el número de errores desciende hasta uno por cada 1010
bases incorporadas.
Para posibilitar la detección de los errores es necesario diferenciar la cadena nueva de la
antigua. Esto se consigue por metilación de las adeninas, proceso que tiene lugar pasado
un cierto tiempo.
Así, las adeninas pertenecientes a la hebra recién sintetizada no están aún metiladas y
las de la hebra antigua sí, lo que permite que las enzimas reparadoras la identifiquen.
A pesar de los mecanismos correctores de errores, la fidelidad en la replicación no es
absoluta, lo cual no es necesariamente negativo, ya que si los errores no tienen
consecuencias sobre la viabilidad de las células (o de los individuos) que los poseen, se
convierten en fuente de variación genética, imprescindible para el desarrollo de los
procesos evolutivos.
De esta manera, aunque en la replicación es fundamental mantener la fidelidad del
mensaje genético en la síntesis de nuevas copias de ADN, se deja siempre un mínimo
margen a la aparición de variaciones que contribuyen a los cambios evolutivos.
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Telómeros: en los extremos de los cromosomas de las células eucariotas se encuentra una secuencia fija y repetida
de nucleótidos llamada telómero (en el ser humano consiste en la secuencia TTAGGG que se repite 2 500 veces).
Los telómeros se van acortando en cada tipo de división celular. Para retrasar este proceso existe una enzima, la
telomerasa, muy activa durante el periodo embrionario pero que va perdiendo actividad posteriormente.

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