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Sebastián Benavides Padilla

Sociología
El signo lingüístico y la relación intrínseca del lenguaje y pensamiento

Hasta el siglo XX se mantuvo una idea errónea sobre la complejidad de las actividades
cotidianas humanas, intentándolas reducir a una explicación cientista simple tal como lo es el
modelo estímulo- respuesta, ubicando como necesidades primarias el comer, el beber y la
comunicación. Pensadores como Jaime Nubiola y Francisco Conesa critican esta jerarquización de
las prácticas primarias, posicionado la conferencia de signos como la más básica. Ellos argumentan
que, si bien, el individuo puede dejar de comunicarse, y también abstenerse a realizar otras
actividades; sin embargo, hay algo le es imposible: No dar significado al mundo y a las
circunstancias que lo rodean. Bajo esta tesis el signo toma un rol importante en la construcción de la
realidad social.

“Todo es signo” fue enunciado sustentado por muchos pensadores, por ejemplo el caso de
Derrida, cual argumentaba que un signo lleva al conocimiento de otro signo, y ese, a su vez, a
conocer a otro signo, así sucesivamente. Esta teoría representa un círculo vicioso, en el que al
parecer el individuo pierde contacto con las cosas y se encierra en el lenguaje. La crítica de Jaime
Nubiola y Francisco Conesa rompe esta estructura equivocada a partir de la diferenciación de un
signo instrumental, como lo es el lingüístico, del concepto. Los autores parten de que la palabra es
un signo instrumental, que por naturaleza remite al conocimiento de otro signo, que es el concepto.
Sin embargo, a diferencia del primero, este último es de carácter formal, y por tanto lleva a las
cosas. Este esquema es respaldado por el triángulo de Peirce en el que se separa el lenguaje–sujeto-
cosas.

Los procesos de significación son necesarios, y esto se refleja en el afán del hombre por nombrar
y describir los objetos y las circunstancias que le son diarias, en pocas palabras, en el establecer
signos lingüísticos. Es por eso que el lenguaje toma un papel fundamental en la aprehensión de la
realidad. Centrándose en el sistema lingüístico, se puede tomar una perspectiva humboldtiana, en la
que la lengua limita un dominio que va más allá de ella, pero es al mismo tiempo el camino para
explorarlo y fecundarlo. He aquí, el carácter sensible de la lengua. Esta idea encierra una
problemática filosófica del lenguaje y el pensamiento, que es debatida desde distintos ángulos. La
pregunta principal es ¿Necesita el individuo del lenguaje para pensar, y de este modo, hay una
función determinante de la lengua en la concepción del mundo?
Sobre la relación lenguaje y pensamiento existen dos teorías. Por un lado, se encuentra la
explicación del campo de la etnolingüística, y por el otro, la de la psicolingüística. De la primera se
resalta la hipótesis de Sapir- Whorf, cual sustenta el papel activo del lenguaje en el modo de pensar
de los pueblos. Y desde la segunda ciencia se plantea que los hombres, al compartir el destino
biológico, desarrollan universales lingüísticos, y por tanto, la lengua no puede encerrar al individuo.

La hipótesis de Sapir- Whorf se puede dividir en una teoría débil y otra fuerte. La primera es
planteada por Sapir, quien toma al lenguaje desde una perspectiva heurística, concibiéndolo como
el organizador de las experiencias del individuo. Este etnólogo comprendió la importancia de la
influencia de los aspectos sociales y económicos en la vida de una comunidad, por tanto, no ve a la
lengua como un determinante. Su discípulo, Whorf, llevaría esta concepción del lenguaje a un
extremo, intentado sustentar el dominio de la lengua en las formas del pensamiento del hombre.

Los aportes de Whorf no serán vistos desde una perspectiva teórica, ya que recae en un idealismo
extremo cuando concibe al lenguaje como determinante y a la realidad como un caleidoscopio de
imágenes. Estas ideas fueron fuertemente criticadas ya que negaban la objetividad en la percepción
y condenaban al individuo a estar encerrado en el lenguaje, lo cual llevaba a un problema
metalingüístico. Lo que sí se puede salvar del esquema de Whorf son sus estudios experimentales.
Este lingüista llevo a cabo una investigación acerca de las diferencias de las lenguas SAE con la de
los hopis, y sus resultados fueron bastante prometedores. Él evidencio que los hopis no difieren de
nuestra estructura del tiempo y del espacio.

Adam Schaff, quien ha estudiado la hipótesis etnolingüística, cree que es necesario un estudio
más especializado, debido a que el problema del lenguaje-pensamiento no puede analizarse a un
nivel abstracto. Para él, esta cuestión filosófica debe apoyarse en ciencias experimentales para poder
ratificar las hipótesis con datos y resultados. Este filósofo propone un reformulación de las ideas de
Sapir y Whorf, que es conveniente resaltar: el lenguaje, al ser producto social, configura como
sistema lingüístico la forma en la que aprehendemos el mundo, y que su vez, es distinta dependiendo
de las diferencias de los sistemas lingüísticos correspondientes a medios diferentes.
Se ha visto que el lenguaje como determinante conlleva a muchas contradicciones, entonces
¿Cuál la perspectiva adecuada para esta problemática? Me parece adecuado, para responder esta
pregunta, apoyarse en el análisis de Peirce: “Tengo frío” es una expresión para comunicarse. Ahora
bien, para este filósofo, el individuo no solo dice esto por casualidad, sino que dicha oración está
justificada porque lo siente y lo piensa. Esto no solo sucede con los sentimientos y las necesidades,
sino también en la cotidianidad, en el nombrar, en el describir, etc. Entonces, pareciera que lo que se
dice, se piensa a la vez. De aquí que tome importancia la concepción del lenguaje como vehículo
del pensamiento. De esta manera, la relación es intrínseca. Esta concepción conlleva a pensar que el
hablar no es una mera actividad técnica, sino que necesita de una actividad mental altamente
consciente. “Hablar es la actividad racional por excelencia”.

Dada la premisa de Searle, no hay cábida del hablar por hablar, ya que el desarrollo de la lengua
involucra el dominio de un conocimiento. Pero ¿está esta relación intrínseca desde el nacimiento?
La respuesta es no. Muchas escuelas de psicología han intentado descubrir en qué momento surgen
el lenguaje, y si necesita del conocimiento. Por ejemplo se tiene al psicólogo ruso Vygotsky, quien
propone que el lenguaje y el pensamiento provienen de distintas raíces genéticas. Por tanto, hay una
etapa en la que el pensar es no verbal y el lenguaje es no-intelectual. Y completa esta teoría,
apoyándose en Stern, cual afirma que en un punto determinado los dos componentes se unen; el
habla se torna racional y el pensamiento verbal.

Para explicar esta unión Vygotsky se basa en la teoría de Koffka: Si bien el niño comienza una
etapa de averiguar el nombre de cada cosa, por tanto, la palabra es una parte de la estructura del
objeto. Por mucho tiempo, el término no es un signo para el niño sino simplemente una de las
propiedades del objeto, que debe serle suministrada para completar su estructura. (Vygotsky, pág.
79, 1954)

En síntesis, se ha argumentado que el hombre necesita llevar a cabo estructuras significativas,


siendo el sistema lingüísticos una de las más importantes, para construir la realidad. De tal forma,
que el lenguaje permita realizar procesos inteligibles, basados en su relación intrínseca con el
conocimiento.

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