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hormigas y revoluciones
Decía Julio Cortázar que decía Marcel Duchamp que los
elefantes son contagiosos, y decía Julio que él agregaría
que las revoluciones también son contagiosas.
Por esto, y por otras cosas, hay que hacer una revolución…
Cuentos zapatistas (18): historia de flor,
luz y madrugada
Posted on 10 abril, 2012
Historia de flor, luz y madrugada
Días de flores son los días de muertos en nuestras
montañas. Y si ayer la historia que les conté era de luz,
estrella y madrugada, la de hoy es de luz, flor y
madrugada.
Hermanos y hermanas:
Esta es la historia que nos traen nuestros muertos y así nos
platican. Ellos nos traen su palabra para que
nosotros la caminemos. Porque de por sí nosotros
caminamos sobre nuestros muertos, sólo así avanzamos.
Y creo que esta historia que nos contaron a nosotros
nuestros más primeros, y que yo les cuento a ustedes
ahora en estos días de muertos, se puede caminar de
muchas formas. Y todos los que somos pequeños nos
encontramos en esta historia. Y en veces somos los
cazadores de la madrugada ingeniando formas para
resistir las mentiras de los poderosos y para eso traemos
las luces de otros pequeños. Y en veces somos guacamaya
que prestamos nuestros colores para pintar la resistencia.
Y en veces somos luciérnagas que adornamos con luz la
soledad de hermanos pequeños. Y en veces somos buenos
entendedores para hablar y enderezar a quienes nos toman
por rivales siendo otros sus enemigos. Y en veces somos
hormigas que saben hacer, de sus ser pequeñas, fuerte
lucha y apoyo para el que espera la muerte.
Y creo que eso somos todos, ustedes y nosotros,
color, luz, buena palabra que convence y
endereza, FUERZA PEQUEÑA QUE SUMANDO SE
HACE GRANDE.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Subcomandante Insurgente Marcos.
La Realidad de los Pequeños, México, 1o. de noviembre de
1999
Historia del uno y los todos
Y así vieron los más primero dioses que el uno es necesario, que
es necesario para aprender y para trabajar y para vivir y para
amar. Pero vieron también que el uno no es suficiente. Vieron que
se necesitan los todos y sólo los todos son suficientes para echar
a andar al mundo. Y así fue como se hicieron buenos sabedores
los primeros dioses, los más grandes, los que nacieron el
mundo. Se supieron hablar y escuchar los dioses estos. Y
sabedores eran. No porque supieran muchas cosas o porque
supieran mucho de una cosa, sino porque se entendieron
que el uno y los todos son necesarios y suficientes.
Y dice también que hay quienes la comen verde, quienes la comen podrida y quienes la comen
madura.
Dice Durito que hay algunos, muy pocos, quienes pueden elegir cómo se comen la manzana: si en
un hermoso arreglo frutal, en puré, en uno de esos odiosos (para Durito) refrescos de manzana, en
jugo, en pastel, en galletas, o en lo que dicte la gastronomía.
Dice Durito que los pueblos indios se ven obligados a comer la manzana podrida y que a los
jóvenes les imponen la digestión de la manzana verde, que a los niños les prometen una hermosa
manzana mientras se la envenenan con los gusanos de la mentira, y a las mujeres les dicen que
les dan una manzana y sólo les dan media naranja.
Y dice también que un zapatista, cuando está frente a una manzana, le saca filo a la madrugada y
parte la manzana, con certero golpe, por la mitad.
Dice Durito que el zapatista no intenta comerse la manzana, que ni siquiera se fija si la manzana
está madura, o podrida, o verde.
Dice Durito que, abierto el corazón de la manzana, el zapatista toma con mucho cuidado las
semillas, va y ara un pedazo de tierra y las siembra.
Después, dice Durito, el zapattista riega la matita con sus lágrimas y sangre, y vela el crecimiento.
Dice Durito que el zapatista no verá el manzano florecer siquiera, ni mucho menos los frutos que
dará.
Dice Durito que el zapatista sembró el manzano para que un día, cuando él no esté, alguien
cualquiera pueda cortar una manzana madura y ser libre para decidir si se la come en un arreglo
frutal, en puré, en jugo, en un pastel o en uno de esos odiosos (para Durito) refrescos de
manzana.
Dice Durito que el problema de los zapatistas es ése, sembrar las semillas y velar su crecimiento.
Dice Durito que el problema de los demás seres humanos es luchar para ser libres de elegir cómo
se comen la manzana que vendrá.
Dice Durito que ahí está la diferencia entre los zapatistas y el resto de seres humanos: Donde
todos ven una manzana, el zapatista ve una semilla, va y prepara la tierra, siembra la semilla, la
cuida.
Fuera de eso, dice Durito, los zapatistas somos como cualquier hijo de vecina. Si acaso más feos,
dice Durito, mientras de reojo mira cómo me quito el pasamontañas.
Desde alguna madrugada del siglo XXI.