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Presentado por
Asesor de trabajo
Magíster en Filosofía
Docente Universitario.
Facultad de Psicología
Santiago de Cali
2014
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TABLA DE CONTENIDO
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Pregunta Problema
Justificación
Los cambios culturales por los que ha atravesado la humanidad, han desembocado en
nuevas formas de perversión. La transgresión que durante mucho tiempo estuvo ligada
directamente con lo perverso ha dejado de ser característica imprescindible de la misma.
En el presente texto se plantea lo perverso desde el sufrimiento afligido al otro como
particularidad principal de la perversión actual, lo que significaría una discusión en torno al
lugar en el que se inscribe el goce abyecto.
Método de trabajo.
Se revisaron distintas fuentes tanto de psicoanálisis como de filosofía, con el fin de lograr
una discusión entre los diversos autores que permitiera arrojar nuevos caminos para el
texto a continuación. Fueron revisados tanto textos clásicos, como artículos
contemporáneos con el fin de comparar puntos de vista.
La razón de que se hayan citado textos que no eran propios del psicoanálisis es porque lo
perverso no concierne únicamente al área psicoanalítica, sino a otras formas de entender
la praxis humana, como lo es la filosofía.
Introducción
La perversión, del latín Pervertere (Dar vuelta) ha sido un término que a través de la
historia, no ha tenido un consenso claro, pues etimológicamente el solo hecho de su
significado “Dar vuelta”, da a entender que ha habido un estado original que ha sido
transgredido. Este estado original, o estado normal hablando concretamente, no es una
constante en la praxis humana, es siempre una variable sujeta a los cambios culturales
que se dan históricamente en el trasegar humano.
Cambios que se han dado desde guerras que terminan con la anexión de un pequeño
Estado a un Imperio, religiones que se imponen sobre otras, o las nuevas tecnologías que
perpetran en la vida diaria de los sujetos. El cambio cultural resultante ha supuesto un
cambio en las acciones, algunas se aceptan, mientras que otras se consideran perversas.
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Para Castilla del Pino (2009), esta normalidad es un código cambiante, que se inscribe en
leyes.
La perversión como variable infinita, no obstante, tiene algo que se puede retomar en
cada aparición, algo común, y es la transgresión de una Ley, sea esta simbólica o jurídica
demarca un límite que no se puede cruzar so pena de caer en la interdicción y en un
castigo que puede traducirse en exclusión o en suplicio. Ahora bien, con la reducción de
la locura a la enfermedad mental que Foucault (1998) analiza en La historia de la Locura,
se puede encontrar a un nuevo transgresor determinado por una debilidad propia, así
mismo la enfermedad mental sirvió como catálogo de múltiples comportamientos como
objetos de considerarse interdictos, no desde lo jurídico, sino desde lo natural, lo que la
Ley no condena, lo habría de hacer la psiquiatría.
El sexo destinado puramente al placer, el uso de la boca, el ano o distintos objetos para
satisfacer las necesidades sexuales, se consideraron como desviaciones que según
Krafft-Ebing (1906) acompañarían el crimen del futuro transgresor. Freud (1993) le dio
una dimensión psíquica a la sexualidad, y consideró a las desviaciones como formas de
manifestaciones reprimidas de esta energía sexual, su término no fue peyorativo, pero no
extrajo lo perverso de lo sexual.
Ya a mediados del siglo XX, la Revolución Sexual iba acompañada de una nueva manera
de ver el placer, como una energía importante, pero no como una enfermedad en tanto
que no afectara al sujeto. Los diferentes modos de obtener gratificación en el área de la
sexualidad dejaron de considerarse como síntomas exclusivamente neuróticos, y para
autores como Reich (1986), esos síntomas no vendrían desde lo meramente sexual, sino
desde una incapacidad de demostrar amor, como lo diría Daniel Coth Bendit en el Mayo
Francés al referirse al acto de miles de personas que quisieron hablarse y amarse
(Galván 2009).
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han desaparecido, un giro que empezó a gestarse en Occidente a partir de los años 60
del siglo pasado.
Perversión y Sexualidad
Antes de hablar de cualquier tipo de perversión, es importante mencionar el hecho de que
esta misma no puede existir sin un marco de referencialidad que en este caso preciso
sería el marco de la normalidad. Piera Aulagnier (1994) plantea que lo normal como parte
del funcionamiento psíquico, al lado de la neurosis, la psicosis y la perversión. Insiste en
que se podría pensar en la desaparición de alguna de estas tres modalidades, pero que
no se puede prescindir del criterio de normalidad, pues el modelo psíquico yacería
inservible. De este modo, al enfrentar como primera instancia a las perversiones
sexuales, es necesario tener en cuenta ese último criterio con el fin de una ulterior
comprensión de lo expuesto.
Uno de las primeras obras en recopilar las distintas perversiones sexuales, fue
Psychopathia Sexualis de Richard Krafft-Ebing (1906), en donde se encuentra un
análisis del estado mental de los transgresores en el área sexual. Es importante resaltar el
hecho de que Krafft-Ebing distingue a la sexualidad meramente animal de la sexualidad
humana, en tanto que esta última está investida de ideas de moralidad, de lo sublime y
de lo hermoso. Aún dentro de la sexualidad humana pueden pensarse distinciones, dado
que los sujetos son seres hablantes y deseantes. El autor alemán pensó en ello también y
agregó la premisa de que si se eliminaran las distinciones sexuales probablemente se
eliminaría la moralidad y la poesía (Krafft-Ebing 1906).
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honor y de la salud (Krafft-Ebing 1906). El autor agrega que el decaimiento de la
moralidad en las naciones coincide todo el tiempo con lo afeminado, lo obsceno y lo
lujurioso, siendo la religión y la poesía los destinos o descansos de estas pasiones.
El niño masturbador fue considerado durante mucho tiempo como un peligro, en tanto que
representaba las fases de una temprana corrupción que según el análisis histórico de
Foucault (Los Anormales, Clase 22 de Enero 1975) se consideraba a la masturbación
como provocadora de terribles deformidades y de monstruosidades en el comportamiento
(Foucault 2001). En efecto, Krafft-Ebing mencionó a la masturbación infantil como
Paraxodia, instinto sexual manifestado independiente de los procesos fisiológicos y que
podía desembocar en pensamientos homicidas como lo demuestra usando el ejemplo de
una niña de cuatro años que practicaba el hábito de la masturbación y que seguido a ello
manifestó alguna vez el habérsele ocurrido el matar a sus padres (Krafft-Ebing 1906).
Havelock Elis (1915) en su obra Inversión Sexual, inicia desde un estudio con animales
como perros, carneros y toros. Qué, al estar aislados de hembras se comportan de una
manera peligrosa y se ponen en un estado de permanente excitación sexual. Incluso una
vez puestos en relación con las hembras, insistían en copular entre ellos. Elis comparó
este hecho con la abundante homosexualidad en las cárceles, no como una condición
inscrita por su rotulo de criminal, sino por la noción de que existe un gran instinto sexual
que insta al humano hacia una relación homosexual (Elis 1915).
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Desde el psicoanálisis Freud (1993) tomó la idea de perversión, que en un primer
momento (1905) llamó aberraciones. Los sexólogos de la época habían hecho una
clasificación perversa de las conductas sexuales consideradas desviadas (Fetichismo,
sadismo, homosexualidad etc.), Freud tomó este catálogo que en muchos modos se
asemejaba a lo escrito por Sade, y le introdujo una noción más humana al conceptualizar
un mecanismo psíquico de la perversión. Para este psiquismo Freudiano lo perverso
contenía goce del mal, erotización del odio, y argumentaba un devenir perverso en los
infantes antes de su entrada al mundo de la Ley. Así mismo, Freud propuso que toda
persona está habitada por el crimen, el sexo, la transgresión, la locura, sin que esto lo
determine eternamente a ello (Roudinesco, 2009).
El neurótico lleva dentro de sí, mociones de inversión, de destino libidinal a personas del
mismo sexo. Así mismo el neurótico se encuentra en el lugar de una eventual
transgresión anatómica, en tanto que puede no usar sus genitales para la reproducción,
sino para la búsqueda del placer. La visión Freudiana no condena estas prácticas, más
les da una nueva visión instaurada desde la energía sexual, energía directora y
determinante en la vida de los sujetos en tanto que las pulsiones eróticas buscarán
exteriorizarse ya sea desde la aparición de una psiconeurosis, hasta la violencia como
medio de satisfacerlas (Freud 1993).
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ha recibido distintos nombres, crimen, desviación, enfermedad, debilidad o destino, la
norma es el marco referencial de ello. Para Roudinesco (2009), lo perverso preserva la
norma sin dejar de asegurar el placer.
Uno de los adagios principales en la cuestión de los crímenes es nullum crimen sine lege
(La ley hace al crimen), (Daumezón, 2000). Si el adagio es cierto, o al menos si tiene un
ápice de aplicación práctica, entonces es una comprobación más o menos satisfactoria de
que una conducta perversa no puede considerarse universal, a menos de que las leyes
(jurídicas) lo fueran. Patrick Ange Raoult hace una clara distinción entre Ley jurídica y Ley
simbólica, piensa que el delito es ante todo un término del derecho y no de lo psíquico,
pues lo psíquico está inscrito en la Ley simbólica, que los sujetos en tanto que son seres
hablantes, pueden transgredir (Raoult 2012), de esta manera el transgresor simbólico no
sería un delincuente, sino un desviado. No obstante, ambas formas de Ley, en tanto que
están sujetas al orden cultural que las creó no operarán de la misma manera en dos
grupos sociales distintos, por lo que si se pretende hablar de una perversión universal,
cualquier deseo es objeto de ser inscrito en la desviación o en la delincuencia.
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El deseo también es un desafío, pues en muchas ocasiones va más allá de lo permitido
para encontrarse con aquello que anhela. El objeto de deseo, el objetivo hacia el que
dirige su empeño es considerado muchas veces como malvado, una interdicción que no
deja lugar a otra explicación que al hecho de que tanto el objeto, como el deseante
operan en el mal. Esta noción de malignidad va más allá de la mera clasificación, pues el
mal supone un desafío no solamente a la teología, sino también a la filosofía (Ricoeur
1994), el sujeto malvado, desviado en tanto que desafía los designios sociales ha sido
llamado por el psicoanálisis como perverso. El perverso que sea identificado por alguien
que se desempeñe en criminalística, en psicología o hasta en el sacerdocio, servirá como
prueba para la moral, la religión y algunas corrientes filosóficas de que el transgresor es
un ser malvado, desviado, porque se ha apartado del contrato social que determina los
comportamientos en colectividad (Foucault 2001) y que por ende el contrato, la Ley
acordada es lo bueno, lo moral. Según Daumezon (2000), en “El encuentro de la
perversión por el psiquiatra” resulta tranquilizador para la humanidad, poder atribuir a una
debilidad mental, algunos crímenes que más la deshonran.
Ahora bien, el psicoanálisis ha dado un puente para un ulterior análisis desde otras
disciplinas, el puente en el presente texto, se funde a través de las conclusiones de los
dos últimos párrafos, la atribución de enfermedad mental a un determinado grupo de
individuos, y la enfermedad mental como determinante en el acto delictivo del transgresor.
La primera discusión se dará en torno a la primera, ya que la debilidad, o falencia mental,
estaría aludiendo a un determinado número de individuos cuya naturaleza les insta a
transgredir en tanto que son débiles, no hay influencia de lo volitivo, el enfermo mental
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de acuerdo al análisis de Daumezón (2000) estará compelido a cometer crímenes
deshonrosos.
En cuanto a la atribución de una falencia mental como pretexto para conservar la idea de
humanidad, el antropólogo inglés Ashley Montagu analiza el mito de una violencia natural
humana, bajo el argumento de que los primeros grupos humanos eran muy pequeños, y
dado que sus actividades principales eran la recolección y la caza, era imprescindible la
colaboración mutua de todos los miembros del grupo, el individuo que se hubiera
mostrado en exceso agresivo sin duda alguna habría sido expulsado, pues su
comportamiento habría puesto en peligro la existencia del clan, así mismo, una sociedad
que fuera por naturaleza belicosa, no habría logrado prosperar, pues el reducido número
de los pueblos cazadores era muy pequeño, la organización y la convivencia fueron la
base de la subsistencia de estos primeros pueblos (Montagu, 1983).
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En la misma clase Foucault utiliza el término Ubuesco, introducido en 1922 en relación a
la obra de A. Jarry, Ubu Rey (1896) que hace relación a un carácter caricaturesco y
grotesco. El término es aquí utilizado para mostrar el discurso jurídico que condena y
mata, como un poder de carácter cínico, burlesco y peligroso al pretender que los sujetos
son universales. Ahora bien, lo ubuesco no está ausente en la pericia psiquiátrica, pues
hay que ver observar los adjetivos utilizados por los peritos: Inmadurez psicológica,
personalidad poco estructurada, mala apreciación de la realidad etcétera (Foucault 2001).
Estas apreciaciones hacen que la infracción ya no sea estrictamente legal, sino una
anormalidad con respecto a reglas que pueden ser éticas, psicológicas o morales. El dúo
psiquiátrico jurídico no condena al crimen, sino a estas conductas, irregulares que
avergüenzan la sociedad y que tienen su origen en estos adjetivos ubuescos
psiquiátricos.
Este análisis que sé hace de cómo un sujeto desea todo el tiempo cometer un delito, no
quiere condenar reamente el deseo de transgredir la ley, sino condenar el deseo en su
forma más general, parece entonces que el sujeto deseante es en suma peligroso, y que
su conducta debe ser encauzada. Foucault (2008) en Vigilar y Castigar, dedica un
capítulo al sometimiento de conductas en regímenes disciplinarios que no reducen al
sujeto como tal, sino que encauza sus fuerzas en una lógica de producción. No obstante
si la pasión (el deseo) desborda lo permitido (porque la voluntad del individuo se mantiene
aún en la disciplina) el aparato panóptico denunciará y la sancionará. El sujeto presentado
como un delincuente, o más precisamente como un anormal frente a sus jurados y
psiquiatras, pierde su status de sujeto y se convierte en un objeto susceptible de
reparación, reinserción, corrección. Para esto la doble acción psiquiátrica y jurídica se
dedicará a una labor demostrativa de como el individuo estaba condenado a delinquir, de
que arrastraba desde la infancia el germen del crimen, esto convierte al acusado además
en un culpable no sólo jurídicamente hablando, sino en un culpable de tiempo completo,
una culpa que trasciende cualquier ley, cualquier concepción social, una culpa acechante
desde la misma esencia del sujeto, desde su concepción holística.
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(Clase 17 de febrero 1982, Primer Hora). El sujeto como concepción atravesó por una
serie de modelos (de los cuales serán referidos dos) que intentaban definirlo, y que daban
pautas sobre cómo debía construirse de una manera personal. En la Grecia antigua
específicamente en el modelo platónico, se partía de la ignorancia total, seguida de la
premisa de “Conócete a ti mismo”, y era terciada por la reminiscencia del alma, que
recordaba lo que había olvidado. A este modelo se contrapone el modelo cristiano, que
pretendía renunciar a sí mismo para alcanzar la salvación, es decir una exegesis de sí
(Foucault 2002).
La primera sentó la formula fundadora de las relaciones entre sujeto y verdad, mientras
que la segunda promueve el cuidado, la ocupación el gobierno de sí mismo, Sócrates por
ejemplo exhortó durante gran parte de su vida al pueblo ateniense a que se ocupara de sí
mismo, no sólo de su fortuna o su reputación sino de ellos mismos, de ellos como sujetos
cognoscentes y con alma. Ahora bien, Foucault piensa a la Inquietud de sí como una
actitud general con respecto de si mismo y con respecto al mundo, y es aquí donde el
perverso entraría en discusión puesto que la relación que tiene como sujeto con la verdad
(gnothi seauton) es la de que gusta del placer, y que no teme al suplicio que se puede
cernir sobre él si los medios para obtenerlo son ilegítimos, por otro lado el cuidado de sí
mismo, o la actitud para con el mundo (Epimeleia heautou) está dirigida a que para
satisfacer sus deseos es necesario hacerlo a costa del sufrimiento de otros (Foucault
2002).
El considerado perverso, conoce sus placeres, los modos, las técnicas de obtenerlos, y
también las leyes y modos de comportamiento que se rigen sobre él. Para un perverso su
desafío estaría dado desde La Ley, desde el pleno conocimiento de la misma (Aulagnier
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2000), de este modo el Gnothi seauton no llevaría en todos los casos a la virtud griega, y
la Epimeleia heautou en tanto que es también una actitud, no implicaría en todos los
casos una edificación del sujeto, pues aun sin hablar del daño provocado a otros, el
transgresor está siempre en peligro de ser capturado y enviado a la prisión, poniendo en
peligro la perpetuación de su goce.
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que el primero tenía la facultad de enaltecer las relaciones de camarería y cuidado entre
los sujetos (Elis 1915).
Karl Heinrich Ulrich, (citado desde Eribon) basando sus primeros escritos en la idea
platónica del amor presente en El Banquete, abogó por la despenalización de la
homosexualidad (Eribon 2001), y en relación con este propio término, homosexualidad,
Foucault haría una distinción entre las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo
en la Grecia clásica, la edad media, y el siglo XIX. Siendo la primera el amor griego de la
belleza, la sabiduría y la camarería, la segunda, la relación sodomita que atentaba contra
la diferencia de sexos, contra la naturaleza, y la tercera, que era la noción de
homosexualidad, que para Foucault, fue un término proveniente del discurso del siglo XIX
(Foucault, 1998).
De esta manera es posible pensar que si la sodomía perdía su carácter punitivo, entonces
la relación sexual entre personas del mismo sexo conllevaría una nueva denominación:
Homosexual, denominación que en un principio se consideró como una enfermedad, y
que posteriormente Elis encauzó en el término”invertido”, retomado por Freud en el
sentido del individuo que instaura por objeto de deseo a personas de su propio sexo
(Freud 1993).
Freud dio el primer vuelco a la concepción clásica de sexualidad, dando su aporte desde
la energía sexual directora que los seres humanos llevan dentro de sí. Sin embargo, la
noción Freudiana no fue la única en dar una crítica y un aporte a la sexualidad humana.
Para iniciar el discurso referente a la era posterior a Freud, ha de recordarse uno de los
casos expuestos por Kraff-Ebing, el del sádico que padece alguna impotencia física o
psíquica respecto de su sexualidad, y que en reemplazo del acto, utiliza al puñal para
asesinar a la mujer. El autor propone el motivo de este acto desde la debilidad, y la
condición propia de un sujeto en particular. Wilhem Reich en el capítulo La Plaga
Emocional de su obra Análisis del Carácter, propone un caso similar en que los individuos
afectados por esta plaga (Que tiene su origen en la represión en masa de la vida genital)
incapaces de amar, les impulsa a una furia sádica contra sí mismos, o contra la mujer que
se pretende amar, furia que en muchas ocasiones termina con el asesinato
(Reich 1986).
La diferencia a rescatar entre los ejemplos de ambos autores, es que mientras Krafft-
Ebing sitúa al acto criminal como un hecho particular de un sujeto débil, Reich plantea la
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situación desde una colectividad, pues el hecho de referirse a una plaga indica un
contagio, algo que no puede estar aislado a un solo individuo. La plaga para Reich es
una enfermedad epidémica que se manifiesta en el vivir social, y que es alimentada
siempre por la frustración genital, y reproducida por el garrote de policía (Reich 1986). De
acuerdo a ello, la criminalidad sigue ocurriendo por una debilidad, pero no aparece en
seres aislados, sino en una colectividad enorme, para el autor, la plaga es una tendencia
presente en toda la humanidad, en todos los individuos que aún están sanos.
Algunos ejemplos que da Reich referentes a los horrores que puede producir la plaga
emocional, son la inquisición en la edad media, y el fascismo incipiente en la época en
que el autor escribió su obra (1935-1939). Grupos de opinión, cuyo poder es intolerante y
persigue la vida amorosa natural. Para esta persecución se disfrazan bajo el amparo de la
cultura y de la moral, pues desde su incapacidad orgástica para obtener alguna
gratificación natural, surge el desarrollo de impulsos secundarios, impulsos sádicos (Reich
1986).
Herberth Marcuse en 1955 en su obra Eros y Civilización menciona como Reich, el modo
en que los deseos reprimidos dan lugar a situaciones de enfermedad en los sujetos y en
la civilización. La libido reprimida se manifiesta a si misma bajo formas horribles, Marcuse
hace una clara distinción del sadismo practicado en personas cuya relación libidinal es
libre, al sadismo presente en las instituciones represivas, como lo fueron en su momento
Las SS (Marcuse 1983). La liberación periódica de la libido, dirigida por una frustración
prácticamente insostenible ha sido según el autor, el pretexto de los regímenes opresores,
pues estas liberaciones suelen ir acompañadas de actos desmesurados y violentos, como
bandas de mercenarios, guardias de prisión abusivos y campos de concentración.
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¿Pero entonces como se replantearía una nueva manera de vivir la sexualidad para los
individuos en esta época? Consideramos que la explicación podría hallarse en la
declaración que da Freud en relación a que la naturaleza de los instintos, se adquiere a
través de la historia, y si las condiciones fundamentales que dieron origen a ese legado
histórico cambian, cambian estos a su vez (Marcuse 1983).
En cuanto al Mayo Francés, Michel Foucault opinó lo siguiente: “los individuos sometidos
a la enseñanza y sobre los cuales pesaban las formas más limitadoras del
conservadurismo y de la repetición se pusieron a la cabeza de un combate revolucionario.
En este sentido, la crisis de pensamiento que Mayo inició es extraordinariamente
profunda. Dejó a la sociedad con una perplejidad y un aprieto tales que todavía no los ha
superado” (Galván, 2009. Pag. 177). De acuerdo a ello puede verse como antiguas
formas de dominación instauradas desde los valores conservadores de antaño,
encontraron su punto de quiebre en estudiantes que decidieron renunciar a ello, a las
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antiguas represiones, y sobre todo a la obligación de seguir repitiéndolas y enseñándolas
a las generaciones venideras.
Nicolosi considera que la revolución sexual, combinada con los movimientos de derechos
humanos, derechos de minorías, y derechos feministas, han intimidado a la psicología, y
han logrado desanimar a los científicos que en algún momento buscaron una cura para la
homosexualidad, o bien, el modo de demostrar que esta es una condición no natural en el
humano. Nicolosi cree que hay dos causas internas de la psiquiatría que llevaron a la
misma a aceptar la eliminación de la homosexualidad de los desórdenes sociopáticos.
La primera causa argumenta que la psiquiatría esperaba eliminar el estigma que pesaba
sobre los homosexuales, remover la clasificación de “enfermedad” (no de problema). La
segunda iba dirigida a la denuncia de que los psiquiatras habían fallado en la
identificación certera de los procesos psicodinámicos de la homosexualidad, lo que tuvo
como consecuencia, un éxito notablemente modesto en el cambio de sexualidad de los
individuos (Nicolosi 2001).
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puede dar cuenta de que lo considerado desviado, anormal, o perverso se da desde una
subjetividad, desde una opinión que en todo caso estaría regida por los códigos morales
de cada época, y de cada cultura.
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muchos modos entregará el cuerpo del otro al holocausto para expiar el pecado que
produce al provocar deseo, por eso el cuerpo mutilado y violado es entonces una
expiación. Así como el masoquista demanda sufrimiento, el sádico demanda que el otro
demande sufrir (Aulagnier 2000).
El concepto de abusador sexual no se limita al acceso carnal violento, este abuso puede
realizarse mediante engaños y extorsiones y aún así ser transgresor. Tal es el caso de la
pedofilia, pues los psicoanalistas y representantes de la ley jurídica consideran que el
infante no está psíquicamente capacitado para actuar autónomamente ( Sturbrin 2004). A
este punto es menester recalcar el hecho de que el abusador de menores es doblemente
perverso en la actualidad, pues desde que Freud (1993,) en los Tres ensayos de una
teoría psicosexual, instauró al niño como ser sexuado de pleno derecho, se consideró
que este se podía pervertir, considerándose entonces el pedófilo como el agente principal
de esta temprana perversión.
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porque una vez discutido el marco de la normalidad invertida, queda el dolor infligido en el
otro.
a) La Orden.
“¿Pensáis de veras que Robespierre, Napoleón, el príncipe de Marruecos o todos los asesinos
que se suben al patíbulo son los únicos malos entre todos los hombres? ¿No veis que otros tantos
harían lo mismo si pudieran?” El amor, las mujeres y la muerte, Arthur Schopenhauer (2004, pag
132.) (Editorial Unión),
Kant consideraba la facultad de discernir y demás talentos del espíritu como algo
deseable. Sin embargo, así mismo enunciaba que estos podían llegar a ser peligrosos si
la moderación de los mismos se usa para ejercer el mal. Para él, evadir las acciones
transgresoras y malignas era algo que debía realizarse no por inclinación, sino por deber,
el deber de hacer el bien (Kant 2007).
De este modo, el carácter infame que pueda tener una orden de La Ley, no importará en
absoluto frente al carácter imperativo de la orden en sí misma. Si la orden de un grupo
armado es asesinar indiscriminadamente a blancos no armados, para Kant la orden será
legítima en tanto que constituye un deber (Roudinesco 2009), y porque según el filósofo
alemán no hay ninguna excusa para no cumplir con el deber ( Zizek 1997).
Para Kant, la razón debe producir una voluntad buena (Kant 2007), de esto inferimos que
si las órdenes provienen desde la racionalidad, deberán por ende ser buenas, sin punto
de discusión ante el imperativo, pues es un mandato racional inscrito en el marco del
deber. De Quincey menciona un ejemplo de Kant que ilustra el avasallamiento ante el
deber, o en el caso a continuación, ante la verdad. Si alguien ve a una persona inocente
huyendo de un asesino, y este último le pregunta por su objetivo, su deber es contestar
con la verdad y nombrar en donde se esconde el inocente, aun sabiendo que ello
terminará en un asesinato (De Quincey, 1994).
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El ejemplo mencionado por De Quincey muestra en todo su rigor el sadismo de la ética
kantiana, en tanto que es una instancia superyoica que goza con el bloqueo del sujeto,
con su conversión en objeto sin palabra (Zizek 1997). Sade hace lo propio con sus
personajes, objetos de goce, de mero placer ante el cual el sujeto dominante se arroga el
derecho de gozar del cuerpo del otro, sin límites y sin palabra contradictoria alguna que
pueda poner fin a su ejercicio sobre la corporalidad del otro ( Lacan, 2013).
Esta moral dogmática se ha usado a lo largo de la historia para declarar la guerra a otros
pueblos. Ya que la moral no es universal, y cada grupo humano difiere en alguna medida
de otro. Para este efecto, los hombres siempre han sabido justificar su actuar, su mal,
como diría Nietzsche en tanto que sea erigido en honor de algo más grande que ellos, en
algún momento fue Dios, y las guerras aledañas a su nombre, y tiempo después en moral
(Nietzsche 1991). Podemos pensar entonces en la moral y en Dios como imágenes
sedientas de sangre que obligan a sus adeptos a ejercer la violencia y la humillación
sobre otros, la moral cristiana se enmarca a si misma dentro del amor, pero también en el
odio hacia los ajenos a su credo (Freud, 1992).
Este pretexto moral para la violencia puede explicarse desde el seminario XI de Jacques
Lacan, donde afirma que la Ley moral equivale al deseo mismo, en tanto que el superyó
alimenta el compromiso del deseo del sujeto. La culpa sostenida por el superyó atestigua
el hecho de que el sujeto ha traicionado de alguna manera su deseo (Zizek 1997). De
acuerdo a ello, lo moral es en muchos modos El propio deseo, lo que explicaría en
buena parte los rigores morales que convierten al otro en objeto sin palabra ante una Ley
implacable.
La moral es entonces una máscara tomada por los positivistas que han reprimido su
deseo de herir, para ser un carnicero lícito es necesario disfrazarse de moralista, para
denunciar los vicios de sus víctimas, clasificarlos y segregarlos, o en algunos casos
enviarlos a la muerte (Roudinesco 2009). Retornando a la idea kantiana de que la razón
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produce voluntades buenas, es menester referirse a Auchwitz y al genocidio perpetrado
allí, en tanto que este campo de concentración es construido completamente por hombres
razonables, que seguían órdenes razonables de líderes con facultades mentales óptimas.
La razón que organizó al genocidio estaba influida por el odio, en tanto que un genocidio
no se limita simplemente a la muerte o desaparición del otro sino a la exterminación de su
genos (Roudinesco 2009). Pues la imagen del odiado no desaparece ni siquiera con la
muerte, su imagen vive mientras viva la persona que lo odie. Carlos Castilla Del Pino da
una referencia histórica de ello: “Hace sesenta años, Vallejo Nájera, un psiquiatra militar,
escribió que los rojos no pagan del todo su culpa con ser fusilados y estar en el infierno (él
lo aseguraba); pedía que sus hijos cambiasen de apellido y así el fusilado desapareciese
para siempre de la faz de España” (Castilla del Pino 2009, Pag 254, (Ensayos Tusquets)
2009)
Si Kant afirma que el bien no debe hacerse por inclinación, sino por deber, encontramos
cierto punto a discutir, dado que el deber procede de la razón, no debería haber ninguna
inclinación, ni hacia el bien, ni hacia el mal. Pero Auchwitz, y muchos otros conflictos traen
en su discurso racional, el odio, pues procuran que la eliminación del enemigo sea total.
El genocidio da cuenta de que hay odio en el accionar de la razón de acuerdo a lo
expuesto por Castilla del Pino. Y si la razón es aledaña a la moral, encontramos un
secreto placer en ella cuando se trata de transgredir el bienestar del otro, “ De fairle le mal
pour le plaisir de le faire” ( de hacer el mal, por el placer de hacerlo) (Nietzsche 1991).
b) Biopolítica.
Uno de los adversarios debe parar. ¿Por qué no somos nosotros? Si ellos entraran en Italia, pronto
se cansarían y se marcharían. Tienen su patria. Pero no les importa y, en vez de hacer eso, ¡Se
divierten con la guerra! Adiós a las Armas, Ernest Hemingway (1980) (Círculo de lectores), pag 48
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El poder encarnado en un déspota, (un monstruo moral en términos de Foucault), hará las
veces de criminal en tanto que el tirano como el delincuente hacen valer su interés
personal a costa del otro (Focault, 2001). Podemos pensar en el tirano como un individuo
cuyo poder le permite instaurar un goce en la angustia del otro, de su pueblo subyugado
en este caso, el deseo del perverso tirano sería asumir el poder absoluto de ese otro
( Martin, 2000).
El poder ostentado produce un saber sobre los sujetos, sobre sus cuerpos concretamente,
en tanto que a partir del siglo XVIII no se buscaba la eliminación de las fuerzas de los
individuos, sino su encauzamiento para multiplicarlas y usarlas. Esta tecnología política
del cuerpo como la denominó Foucault encontraba su piedra angular en la disciplina, pues
esta era capaz de producir sujetos para fines particulares (Foucault, 2008). Efecto muy a
lugar para la Razón de Estado que mencionábamos hace un momento, esta exige el
fortalecimiento económico mediante el crecimiento de la población y de territorio, así
como la permanente competencia con otros Estados ( Foucault, 2007). Para la defensa de
los intereses de Estado la disciplina de la prisión y la disciplina de la institución militar
producían individuos propicios para ello. Antiguos delincuentes y soldados problemáticos
han sido enviados a guerras que desde su bagaje disciplinario entienden como modo de
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asesinar legalmente, o de engrandecer la causa que se les ha inculcado defender
(Foucault, 2008).
Sin embargo, este derecho encierra un pacto a ejercer la violencia de una manera
legítima y consensuada, el individuo entiende que la injusticia a nivel personal le es
prohibida porque el Estado pretende monopolizarla, no solo como ejercicio coercitivo con
sus propios ciudadanos, sino contra los ciudadanos de otro Estado, de ese “Ellos”. En la
antigüedad se confundía el término extranjero con enemigo, y a pesar de las relaciones
entre naciones civilizadas, la tensión con el otro sigue estando presente (Freud, 1968).
El Estado tiene su origen en una violencia fundadora, que seguirá ejerciendo en aras de la
preservación de la paz, bajo este concepto el Estado se toma la responsabilidad de trazar
la diferencia con otro Estado, de delimitar fronteras y diferencias (Sampson 2001).
Entendiendo la guerra como un modo de violencia eminentemente político, Karl Von
Clausewitz en su obra “De la Guerra”, menciona a la misma como un instrumento
principalmente político, el conflicto bélico entre dos Estados es un instrumento de los
mismos para resolver sus diferencias, una continuación de la política, un conflicto de
grandes intereses que solo se diferencia de los otros porque hay un derramamiento de
sangre ( Clausewitz 2005).
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bélica es un empleo de la fuerza, las emociones necesariamente estarán ligadas a ella
( Clausewitz 2005).
La guerra para Estanislao Zuleta es una fiesta, fiesta de la comunidad que al fin se une
para un fin particular, este vínculo entrañable libera al individuo de su soledad para
disolverlo en una colectividad en la cual es capaz de entregarlo todo, hasta su vida. En
esta fiesta los participantes creen tener la razón, y creen que su deber es probarlo
derramando sangre. Los gobiernos tienen conocimiento de ello, e imponen a sus
seguidores una verdad, se les pone a elegir entre la solidaridad o la derrota; se le muestra
al amo absoluto hegeliano: La muerte (Zuleta 1994).
c) Alienación
Piera Aulagnier describe la alienación como un modo de huir de conflicto pulsional, de
llegar a un estado donde no exista conflicto entre el identificante y el identificado. El sujeto
no sustituye la realidad por su fantasma, ni por un delirio, sino por el discurso del otro.
Esta sustitución siempre estará argumentada por alguna buena causa, la enajenación del
pensamiento siempre es por una causa concreta (Aulagnier 1994).
El alienado concreta la tentación de encontrar por fin la certeza, y excluir del Yo cualquier
duda y conflicto. En fenómenos más grandes, la alienación requiere de la unificación de
varias idealizaciones del discurso de un alienante lo suficientemente capaz de unir estos
fenómenos antes singulares, en una sola causa (Aulagnier 1994), Para Freud, este
fenómeno en masa inhibe la capacidad de pensamiento de sus adeptos, e idealizan a su
director como una suerte de gran hermano, o de gran general, capaz de llevarles a la
salvación o a la victoria (Freud 1992).
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Para Freud, la coerción y el control de los instintos primitivos instauran a los individuos
como seres morales, una sociedad exige esto para sobrevivir. En los horrores de la guerra
no es que se caiga bajo, es que nunca se estuvo alto, y dado que nuestro intelecto solo
puede funcionar correctamente cuando se encuentra ajeno a la acción intensa de
impulsos emocionales, no se puede esperar mayor comprensión a argumentos lógicos en
una persona alienada (Freud, 1968). Mucho menos si esta alienación corresponde al
conflicto bélico, el cual según Clausewitz despierta tantas emociones aun en los más
hombres civilizados, que en obediencia a alguna causa, o a algún discurso cometieron
crímenes (Roudinesco 2009).
El asesinato es un oficio que debe ser aprendido, y es aquí donde juega un papel
fundamental la figura de autoridad, pues la orden, en tanto que es un deber para Kant,
deberá ser cumplida como ya hemos dicho, sin dilación y sin discusión, sin meditar en el
carácter intrínseco de la misma, proviene de una racionalidad y el ejercicio de matar
estará incluida en ella. Una vez que se cruza la primera barrera de este deber, la barrera
que se traduce en la repulsión a matar. Es probable que la repetición se convierta en un
goce abyecto, que matar se vuelva una sed insaciable que, amparado por la orden podrá
saciar legítimamente. (Sampson 2001).
El sujeto alienado atraviesa por una vivencia no nombrable, no perceptible para sí mismo,
solo un observador podría detectar la realidad del otro sustituida por un discurso
(Aulagnier 1994). Darse cuenta de la propia alienación significaría un retorno a sí, una
inquietud de sí (Epimeleia Heautou). Este retorno implicaría una liberación del discurso
alienante, y pondría de nuevo la vergüenza ante sí mismo como limitante de acciones
indecorosas. Ocuparse fundamentalmente del alma puesto que ella se vale del cuerpo
como su instrumento, de la misma manera en que un alienante se vale del individuo
(Foucault 2002).
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le presente al sujeto y logre seducirlo, no obstante, esto no significa que esa fue la única
opción para el individuo en tanto que pudo elegir no supeditarse al discurso del otro.
Desde el psicoanálisis, Piera Aulagnier plantea al perverso como aquel que justifica su
actuar en el nombre de una libertad que al final resultan siendo falaz, pues es el único
modo que tiene el sujeto perverso de acceder al goce (Aulagnier 2000). En referencia a
ello, puede citarse el ejemplo de Alex en la Naranja Mecánica de Anthony Burgess (2005),
donde manifiesta sus actos destructores y violentos, los hace porque los disfruta. De esta
manera podemos ver una elección subjetiva que le da placer, la libertad falaz propuesta
por Aulagnier sería discutida por las ideas Sartreanas en tanto que el sujeto es una nada,
indeterminado y arrojado a sus proyectos. En un sujeto libre, no habría limitaciones
anteriores a su existencia que lo supeditaran a un único modo de obtener placer.
En los conflictos bélicos se encuentran órdenes que van desde el saqueo, hasta la
aniquilación de civiles o de combatientes ya vencidos, (como lo fueron las bombas de
Hiroshima y Nagasaki) pasando por capturas, torturas y violaciones de las que fueron
víctimas los retenidos en pozos clandestinos durante la dictadura argentina (Seoane,
Ruiz. 1986).
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Si entonces lo volitivo sobrevive en contextos como la orden, o la alienación, podría
pensarse en que lo perverso no se centra exclusivamente en lo sexual, o en lo interdicto,
sino en todo lo que corresponda a lo humano, en tanto que los sujetos son seres
hablantes, seres deseantes. Si la visión de que es lo perverso se amplía, podría llegarse a
la producción de nueva literatura que busque la perversión no desde algo tan maleable
como las normas, sino desde la constante del goce encontrado en el sufrimiento del otro,
sufrimiento legitimado por el consenso social.
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