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Las nuevas caras de la perversión: La Guerra.

Presentado por

Juan Fernando Aguilar Cárdenas. 1100338

Monografía presentada como trabajo de grado para optar el título de


Psicólogo

Asesor de trabajo

Mg. GUSTAVO BARONA TOVAR

Magíster en Filosofía

Docente Universitario.

Universidad de San Buenaventura Cali.

Facultad de Psicología

Santiago de Cali

2014
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TABLA DE CONTENIDO

Pregunta Problema .......................................................................................................................... 3


Justificación ....................................................................................................................................... 3
Método de trabajo. ........................................................................................................................... 3
Introducción ....................................................................................................................................... 3
Perversión y Sexualidad .................................................................................................................. 5
Perversión como estructura. ........................................................................................................... 7
Transformaciones culturales. La Homosexualidad como ejemplo. ........................................ 13
Nuevas formas de Perversión. ..................................................................................................... 18
Modalidades de las nuevas perversiones. La guerra. .............................................................. 19
a) La Orden. ................................................................................................................................ 20
b) Biopolítica................................................................................................................................ 22
c) Alienación ................................................................................................................................ 25
Conclusiones, Deliberación del Sujeto en la Alienación. ......................................................... 26
Bibliografía ....................................................................................................................................... 28

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Pregunta Problema

¿Es la guerra una nueva cara de la perversión?

Justificación
Los cambios culturales por los que ha atravesado la humanidad, han desembocado en
nuevas formas de perversión. La transgresión que durante mucho tiempo estuvo ligada
directamente con lo perverso ha dejado de ser característica imprescindible de la misma.
En el presente texto se plantea lo perverso desde el sufrimiento afligido al otro como
particularidad principal de la perversión actual, lo que significaría una discusión en torno al
lugar en el que se inscribe el goce abyecto.

Método de trabajo.
Se revisaron distintas fuentes tanto de psicoanálisis como de filosofía, con el fin de lograr
una discusión entre los diversos autores que permitiera arrojar nuevos caminos para el
texto a continuación. Fueron revisados tanto textos clásicos, como artículos
contemporáneos con el fin de comparar puntos de vista.

La razón de que se hayan citado textos que no eran propios del psicoanálisis es porque lo
perverso no concierne únicamente al área psicoanalítica, sino a otras formas de entender
la praxis humana, como lo es la filosofía.

Introducción
La perversión, del latín Pervertere (Dar vuelta) ha sido un término que a través de la
historia, no ha tenido un consenso claro, pues etimológicamente el solo hecho de su
significado “Dar vuelta”, da a entender que ha habido un estado original que ha sido
transgredido. Este estado original, o estado normal hablando concretamente, no es una
constante en la praxis humana, es siempre una variable sujeta a los cambios culturales
que se dan históricamente en el trasegar humano.

Cambios que se han dado desde guerras que terminan con la anexión de un pequeño
Estado a un Imperio, religiones que se imponen sobre otras, o las nuevas tecnologías que
perpetran en la vida diaria de los sujetos. El cambio cultural resultante ha supuesto un
cambio en las acciones, algunas se aceptan, mientras que otras se consideran perversas.

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Para Castilla del Pino (2009), esta normalidad es un código cambiante, que se inscribe en
leyes.

La perversión como variable infinita, no obstante, tiene algo que se puede retomar en
cada aparición, algo común, y es la transgresión de una Ley, sea esta simbólica o jurídica
demarca un límite que no se puede cruzar so pena de caer en la interdicción y en un
castigo que puede traducirse en exclusión o en suplicio. Ahora bien, con la reducción de
la locura a la enfermedad mental que Foucault (1998) analiza en La historia de la Locura,
se puede encontrar a un nuevo transgresor determinado por una debilidad propia, así
mismo la enfermedad mental sirvió como catálogo de múltiples comportamientos como
objetos de considerarse interdictos, no desde lo jurídico, sino desde lo natural, lo que la
Ley no condena, lo habría de hacer la psiquiatría.

El sexo destinado puramente al placer, el uso de la boca, el ano o distintos objetos para
satisfacer las necesidades sexuales, se consideraron como desviaciones que según
Krafft-Ebing (1906) acompañarían el crimen del futuro transgresor. Freud (1993) le dio
una dimensión psíquica a la sexualidad, y consideró a las desviaciones como formas de
manifestaciones reprimidas de esta energía sexual, su término no fue peyorativo, pero no
extrajo lo perverso de lo sexual.

Ya a mediados del siglo XX, la Revolución Sexual iba acompañada de una nueva manera
de ver el placer, como una energía importante, pero no como una enfermedad en tanto
que no afectara al sujeto. Los diferentes modos de obtener gratificación en el área de la
sexualidad dejaron de considerarse como síntomas exclusivamente neuróticos, y para
autores como Reich (1986), esos síntomas no vendrían desde lo meramente sexual, sino
desde una incapacidad de demostrar amor, como lo diría Daniel Coth Bendit en el Mayo
Francés al referirse al acto de miles de personas que quisieron hablarse y amarse
(Galván 2009).

Desde esta perspectiva, la homosexualidad considerada como una perversión, fue


extraída por votación de la categoría sociopática del DSM III (1980), dando cuenta así de
la incapacidad psiquiátrica para determinar las causas específicas de la condición de
homosexual, esto sumado a la Revolución sexual ya referida, supusieron un cambio
cultural que tuvo como consecuencia la aceptación de nuevas sexualidades, de Neo-
sexualidades en palabras de Mcdougall (Lutenberg 2005), lo que se traduce en este caso,
en nuevas perversiones ligadas al sufrimiento más que a la sexualidad, en tanto que otras

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han desaparecido, un giro que empezó a gestarse en Occidente a partir de los años 60
del siglo pasado.

Estas nuevas perversiones pueden apreciarse desde los sustratos comunes, la


normalidad y la transgresión, y desde el aporte psicoanalítico, el goce instaurado en la
angustia del otro, perversiones que van más allá de la sexualidad, y están estrechamente
ligadas al dolor del otro principalmente (sufrimiento). Para el presente texto se tomará la
guerra como gestora de diferentes acciones de goce y de angustia enmarcados en el
dolor de un semejante, la guerra analizada desde el punto de la alienación, y de la
responsabilidad del sujeto en ella,.

Perversión y Sexualidad
Antes de hablar de cualquier tipo de perversión, es importante mencionar el hecho de que
esta misma no puede existir sin un marco de referencialidad que en este caso preciso
sería el marco de la normalidad. Piera Aulagnier (1994) plantea que lo normal como parte
del funcionamiento psíquico, al lado de la neurosis, la psicosis y la perversión. Insiste en
que se podría pensar en la desaparición de alguna de estas tres modalidades, pero que
no se puede prescindir del criterio de normalidad, pues el modelo psíquico yacería
inservible. De este modo, al enfrentar como primera instancia a las perversiones
sexuales, es necesario tener en cuenta ese último criterio con el fin de una ulterior
comprensión de lo expuesto.

Uno de las primeras obras en recopilar las distintas perversiones sexuales, fue
Psychopathia Sexualis de Richard Krafft-Ebing (1906), en donde se encuentra un
análisis del estado mental de los transgresores en el área sexual. Es importante resaltar el
hecho de que Krafft-Ebing distingue a la sexualidad meramente animal de la sexualidad
humana, en tanto que esta última está investida de ideas de moralidad, de lo sublime y
de lo hermoso. Aún dentro de la sexualidad humana pueden pensarse distinciones, dado
que los sujetos son seres hablantes y deseantes. El autor alemán pensó en ello también y
agregó la premisa de que si se eliminaran las distinciones sexuales probablemente se
eliminaría la moralidad y la poesía (Krafft-Ebing 1906).

En cuanto a la moralidad, Krafft-Ebing la menciona como una consecuencia del instinto


sexual humano, al deseo como raíz de toda ética, del ascetismo y de la religión. Un deseo
que debe ser controlado porque de lo contrario se convierte en un abismo devorador del

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honor y de la salud (Krafft-Ebing 1906). El autor agrega que el decaimiento de la
moralidad en las naciones coincide todo el tiempo con lo afeminado, lo obsceno y lo
lujurioso, siendo la religión y la poesía los destinos o descansos de estas pasiones.

Al respecto de ello, Elizabeth Roudinesco habla de lo sublime y lo abyecto en lo perverso,


teniendo como base en esta ocasión lo religioso, lo sagrado. Un buen ejemplo de ello es
la flagelación, o el devoramiento de excrementos como prueba de santidad, en tanto que
de las porquerías del mundo se puede llegar a lo sublime (Roudinesco 2009). Sin
embargo, cuando culturalmente no se llega a la sublimación, las prácticas desviadas se
consideran perversas, o en palabras de Krafft-Ebing, anomalías de las funciones sexuales
que ocurren por el abuso de los órganos sexuales (Krafft-Ebing 1906).

El niño masturbador fue considerado durante mucho tiempo como un peligro, en tanto que
representaba las fases de una temprana corrupción que según el análisis histórico de
Foucault (Los Anormales, Clase 22 de Enero 1975) se consideraba a la masturbación
como provocadora de terribles deformidades y de monstruosidades en el comportamiento
(Foucault 2001). En efecto, Krafft-Ebing mencionó a la masturbación infantil como
Paraxodia, instinto sexual manifestado independiente de los procesos fisiológicos y que
podía desembocar en pensamientos homicidas como lo demuestra usando el ejemplo de
una niña de cuatro años que practicaba el hábito de la masturbación y que seguido a ello
manifestó alguna vez el habérsele ocurrido el matar a sus padres (Krafft-Ebing 1906).

La disfunción en el sistema nervioso central se manifiesta en los sádicos de la manera en


que si es incapaz psíquicamente o físicamente de realizar un coito brutal, entonces como
sustituto a él matará o apuñalará a la mujer (Krafft- Ebing 1906). Es menester resaltar
que el sexólogo atribuye la acción violenta a una incapacidad, a una debilidad propia de
un sujeto que le llevó a cometer un crimen.

Havelock Elis (1915) en su obra Inversión Sexual, inicia desde un estudio con animales
como perros, carneros y toros. Qué, al estar aislados de hembras se comportan de una
manera peligrosa y se ponen en un estado de permanente excitación sexual. Incluso una
vez puestos en relación con las hembras, insistían en copular entre ellos. Elis comparó
este hecho con la abundante homosexualidad en las cárceles, no como una condición
inscrita por su rotulo de criminal, sino por la noción de que existe un gran instinto sexual
que insta al humano hacia una relación homosexual (Elis 1915).

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Desde el psicoanálisis Freud (1993) tomó la idea de perversión, que en un primer
momento (1905) llamó aberraciones. Los sexólogos de la época habían hecho una
clasificación perversa de las conductas sexuales consideradas desviadas (Fetichismo,
sadismo, homosexualidad etc.), Freud tomó este catálogo que en muchos modos se
asemejaba a lo escrito por Sade, y le introdujo una noción más humana al conceptualizar
un mecanismo psíquico de la perversión. Para este psiquismo Freudiano lo perverso
contenía goce del mal, erotización del odio, y argumentaba un devenir perverso en los
infantes antes de su entrada al mundo de la Ley. Así mismo, Freud propuso que toda
persona está habitada por el crimen, el sexo, la transgresión, la locura, sin que esto lo
determine eternamente a ello (Roudinesco, 2009).

Para Freud, las psiconeurosis se manifiestan a través de pulsiones de carácter sexual, en


tanto que estas son las únicas fuentes energéticas constantes de neurosis, al
exteriorizarse lo hacen a modo de síntoma. Síntoma neurótico proveniente de una
represión hacia un trámite que pretende lograrse de manera natural y que no llega al
estado consciente (Freud 1993). El neurótico para Freud exterioriza su represión a modo
de síntoma, a modo de enfermedad. No obstante, Freud pensaba que esta energía sexual
invertida o desviada, propia de los infantes, era un paso obligado para la normalidad
(Roudinesco 2009).

El neurótico lleva dentro de sí, mociones de inversión, de destino libidinal a personas del
mismo sexo. Así mismo el neurótico se encuentra en el lugar de una eventual
transgresión anatómica, en tanto que puede no usar sus genitales para la reproducción,
sino para la búsqueda del placer. La visión Freudiana no condena estas prácticas, más
les da una nueva visión instaurada desde la energía sexual, energía directora y
determinante en la vida de los sujetos en tanto que las pulsiones eróticas buscarán
exteriorizarse ya sea desde la aparición de una psiconeurosis, hasta la violencia como
medio de satisfacerlas (Freud 1993).

Perversión como estructura.


Distintas disciplinas han tratado de darle una historia y una justificación a lo abyecto, algo
que explique el porqué del accionar perverso, la razón por la cual los hombres
transgreden las normas establecidas. Los innatismos, La Ley, los mecanismos psíquicos
o el libre albedrío, son algunas explicaciones que se han dado al respecto del
comportamiento desviado, que siempre parte de una norma. La transgresión de la misma

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ha recibido distintos nombres, crimen, desviación, enfermedad, debilidad o destino, la
norma es el marco referencial de ello. Para Roudinesco (2009), lo perverso preserva la
norma sin dejar de asegurar el placer.

En cuanto al origen de lo perverso desde el psicoanálisis, Piera Aulagnier subraya tres


puntos que justifican la noción de la perversidad como una estructura: Renegación, Ley, y
Desafío, estos son los puntos que asumen la respuesta del sujeto ante lo que Freud
llamaría “horror”. El horror que surge para el sujeto al momento de tener conciencia de la
diferencia de sexos, y que le condenará a perder el objeto de deseo (la madre) y el
instrumento de placer (el pene) por no haber sido capaz de reconocer la Ley. Esta
respuesta al horror va más allá de la renegación, es una transformación en una única vía
para acceder al goce, al que accede con un simulacro de castración, ya sea ofreciendo su
cuerpo al dolor, u ejerciéndolo sobre el cuerpo de otro (Aulagnier 2000).

Daumezon retoma a H. Wallon en L´enfant turbulent, y en el apartado conocido como La


perversidad propone una dualidad entre placer y dolor, que en este caso no se distinguen
bien, parecen estimularse recíprocamente, de este modo un perverso se ve cometiendo
crímenes, o haciendo daño a otros esperando alguna retribución en forma de placer. Esta
práctica de estimulación recíproca, recuerda a las relaciones sadomasoquistas descritas
por el Marqués de Sade en sus obras, quien construyó una enciclopedia del mal basada
en la necesidad de una rigurosa pedagogía del goce ilimitado (Roudinesco 2009). Sin
embargo, ¿de qué crímenes se habla?, en muchos modos dependerá de la luz normativa
que arroje cada cultura sobre lo que es interdicto.

Uno de los adagios principales en la cuestión de los crímenes es nullum crimen sine lege
(La ley hace al crimen), (Daumezón, 2000). Si el adagio es cierto, o al menos si tiene un
ápice de aplicación práctica, entonces es una comprobación más o menos satisfactoria de
que una conducta perversa no puede considerarse universal, a menos de que las leyes
(jurídicas) lo fueran. Patrick Ange Raoult hace una clara distinción entre Ley jurídica y Ley
simbólica, piensa que el delito es ante todo un término del derecho y no de lo psíquico,
pues lo psíquico está inscrito en la Ley simbólica, que los sujetos en tanto que son seres
hablantes, pueden transgredir (Raoult 2012), de esta manera el transgresor simbólico no
sería un delincuente, sino un desviado. No obstante, ambas formas de Ley, en tanto que
están sujetas al orden cultural que las creó no operarán de la misma manera en dos
grupos sociales distintos, por lo que si se pretende hablar de una perversión universal,
cualquier deseo es objeto de ser inscrito en la desviación o en la delincuencia.
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El deseo también es un desafío, pues en muchas ocasiones va más allá de lo permitido
para encontrarse con aquello que anhela. El objeto de deseo, el objetivo hacia el que
dirige su empeño es considerado muchas veces como malvado, una interdicción que no
deja lugar a otra explicación que al hecho de que tanto el objeto, como el deseante
operan en el mal. Esta noción de malignidad va más allá de la mera clasificación, pues el
mal supone un desafío no solamente a la teología, sino también a la filosofía (Ricoeur
1994), el sujeto malvado, desviado en tanto que desafía los designios sociales ha sido
llamado por el psicoanálisis como perverso. El perverso que sea identificado por alguien
que se desempeñe en criminalística, en psicología o hasta en el sacerdocio, servirá como
prueba para la moral, la religión y algunas corrientes filosóficas de que el transgresor es
un ser malvado, desviado, porque se ha apartado del contrato social que determina los
comportamientos en colectividad (Foucault 2001) y que por ende el contrato, la Ley
acordada es lo bueno, lo moral. Según Daumezon (2000), en “El encuentro de la
perversión por el psiquiatra” resulta tranquilizador para la humanidad, poder atribuir a una
debilidad mental, algunos crímenes que más la deshonran.

Retomando a H. Wallon a través del texto de Daumezon, encontramos lo siguiente: “La


perversidad no reside en la acción maligna misma, sino en el placer que le está vinculado
y que lleva a cometerla” (Daumezon 2000, pag 15) Aquí encontramos el placer como un
aparente director general en la actuación perversa, y de este modo hay también una
humanidad por la condición de sujeto hablante cuyo deseo debía ser legislado y limitado.
Para lograrlo, fue necesario patologizar algunas conductas, inscribirlas en el crimen. Una
vez admitida la posibilidad de que la conducta criminal puede estar relacionada con una
enfermedad, se hizo necesaria la presencia de un médico, cuya misión era determinar si
efectivamente existía alguna enfermedad dentro del sujeto, que lo instó a delinquir
(Daumezón, 2000).

Ahora bien, el psicoanálisis ha dado un puente para un ulterior análisis desde otras
disciplinas, el puente en el presente texto, se funde a través de las conclusiones de los
dos últimos párrafos, la atribución de enfermedad mental a un determinado grupo de
individuos, y la enfermedad mental como determinante en el acto delictivo del transgresor.
La primera discusión se dará en torno a la primera, ya que la debilidad, o falencia mental,
estaría aludiendo a un determinado número de individuos cuya naturaleza les insta a
transgredir en tanto que son débiles, no hay influencia de lo volitivo, el enfermo mental

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de acuerdo al análisis de Daumezón (2000) estará compelido a cometer crímenes
deshonrosos.

En cuanto a la atribución de una falencia mental como pretexto para conservar la idea de
humanidad, el antropólogo inglés Ashley Montagu analiza el mito de una violencia natural
humana, bajo el argumento de que los primeros grupos humanos eran muy pequeños, y
dado que sus actividades principales eran la recolección y la caza, era imprescindible la
colaboración mutua de todos los miembros del grupo, el individuo que se hubiera
mostrado en exceso agresivo sin duda alguna habría sido expulsado, pues su
comportamiento habría puesto en peligro la existencia del clan, así mismo, una sociedad
que fuera por naturaleza belicosa, no habría logrado prosperar, pues el reducido número
de los pueblos cazadores era muy pequeño, la organización y la convivencia fueron la
base de la subsistencia de estos primeros pueblos (Montagu, 1983).

No obstante, Anthony Sampson tiene otra visión al respecto de la violencia humana,


afirma que la misma constitución de un Yo, implica la presencia de un Otro, con el que la
relación siempre será conflictiva. Sin embargo, Sampson piensa que esta constitución del
Yo, si bien se puede traducir en una disposición humana para la agresividad, no lo será
así con la violencia, como fenómeno de goce transgresor, pues el desarrollo de esta
depende del entramado social en el que crezca el sujeto (Sampson 2001). Para
Sampson, la agresividad, como posible violencia a posteriori se gesta con la aparición del
lenguaje, es decir, de la intencionalidad, y en tanto que hay un carácter volitivo en lo
agresivo, no se puede hablar de un instinto.

En cuanto a quienes determinan la debilidad mental de los transgresores, puede


mencionarse el análisis de Michel Foucault en Los anormales, (Clase 8 de Enero de 1975)
la aparición de estos médicos de la mente mejor conocidos como psiquiatras, no fue una
aparición en modo alguno de carácter comprensivo del sujeto, al menos no en la manera
en que se pretende analizar al individuo como ser deseante y con libre albedrío, sino
como un sujeto cuyo crimen se parece a él, es decir el discurso jurista condena al
delincuente mientras que el psiquiatra hace ver usando como base una anamnesis, en
muchas ocasiones plagada de pensamientos propios del examinador y con asociaciones
apresuradas ( de niño torturaba insectos, robaba caramelos, se fugaba de casa) que el
sujeto prácticamente estaba condenado a transgredir la ley (Foucault 2001).

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En la misma clase Foucault utiliza el término Ubuesco, introducido en 1922 en relación a
la obra de A. Jarry, Ubu Rey (1896) que hace relación a un carácter caricaturesco y
grotesco. El término es aquí utilizado para mostrar el discurso jurídico que condena y
mata, como un poder de carácter cínico, burlesco y peligroso al pretender que los sujetos
son universales. Ahora bien, lo ubuesco no está ausente en la pericia psiquiátrica, pues
hay que ver observar los adjetivos utilizados por los peritos: Inmadurez psicológica,
personalidad poco estructurada, mala apreciación de la realidad etcétera (Foucault 2001).
Estas apreciaciones hacen que la infracción ya no sea estrictamente legal, sino una
anormalidad con respecto a reglas que pueden ser éticas, psicológicas o morales. El dúo
psiquiátrico jurídico no condena al crimen, sino a estas conductas, irregulares que
avergüenzan la sociedad y que tienen su origen en estos adjetivos ubuescos
psiquiátricos.

Este análisis que sé hace de cómo un sujeto desea todo el tiempo cometer un delito, no
quiere condenar reamente el deseo de transgredir la ley, sino condenar el deseo en su
forma más general, parece entonces que el sujeto deseante es en suma peligroso, y que
su conducta debe ser encauzada. Foucault (2008) en Vigilar y Castigar, dedica un
capítulo al sometimiento de conductas en regímenes disciplinarios que no reducen al
sujeto como tal, sino que encauza sus fuerzas en una lógica de producción. No obstante
si la pasión (el deseo) desborda lo permitido (porque la voluntad del individuo se mantiene
aún en la disciplina) el aparato panóptico denunciará y la sancionará. El sujeto presentado
como un delincuente, o más precisamente como un anormal frente a sus jurados y
psiquiatras, pierde su status de sujeto y se convierte en un objeto susceptible de
reparación, reinserción, corrección. Para esto la doble acción psiquiátrica y jurídica se
dedicará a una labor demostrativa de como el individuo estaba condenado a delinquir, de
que arrastraba desde la infancia el germen del crimen, esto convierte al acusado además
en un culpable no sólo jurídicamente hablando, sino en un culpable de tiempo completo,
una culpa que trasciende cualquier ley, cualquier concepción social, una culpa acechante
desde la misma esencia del sujeto, desde su concepción holística.

Como puede observarse, estas concepciones de peligro, perversidad, anormalidad que se


muestran en el doblete psiquiátrico- jurídico, obedecen a una concepción de pensamiento
universal y ético que se ha venido construyendo desde la antigüedad particularmente
desde la metáfora del navegante, la cual hace referencia al gobierno de sí mismo en todo
sentido, nuevamente viene a discurso Foucault en su texto La hermenéutica del Sujeto

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(Clase 17 de febrero 1982, Primer Hora). El sujeto como concepción atravesó por una
serie de modelos (de los cuales serán referidos dos) que intentaban definirlo, y que daban
pautas sobre cómo debía construirse de una manera personal. En la Grecia antigua
específicamente en el modelo platónico, se partía de la ignorancia total, seguida de la
premisa de “Conócete a ti mismo”, y era terciada por la reminiscencia del alma, que
recordaba lo que había olvidado. A este modelo se contrapone el modelo cristiano, que
pretendía renunciar a sí mismo para alcanzar la salvación, es decir una exegesis de sí
(Foucault 2002).

Una renuncia de sí para alcanzar la salvación ¿Salvación de qué? Ya no es de la Ira de


Dios ciertamente, sino de las leyes coercitivas y normalizadoras que se ciernen sobre los
sujetos, el Sí conlleva en él mismo deseos, pasiones que buscan ser satisfechas. Grecia
promovía el gobierno de Sí desde la introspección, el cristianismo desde la renuncia.
Pero aún antes de esos dos modelos está una noción referente no a la concepción de
sujeto en general, sino al conocimiento personal que cada uno hace de sí mismo, es
decir un cuidado de sí. Foucault (2002) en La Hermenéutica del sujeto, Clase 6 de
Febrero de 1982 primera hora, parte de dos máximas griegas que reformularon la relación
del sujeto con la verdad, con el mundo y con sí mismo, se refiere al Conócete a ti mismo
(Gnothi seauton) y a la Inquietud de sí (Epimeleia heautou).

La primera sentó la formula fundadora de las relaciones entre sujeto y verdad, mientras
que la segunda promueve el cuidado, la ocupación el gobierno de sí mismo, Sócrates por
ejemplo exhortó durante gran parte de su vida al pueblo ateniense a que se ocupara de sí
mismo, no sólo de su fortuna o su reputación sino de ellos mismos, de ellos como sujetos
cognoscentes y con alma. Ahora bien, Foucault piensa a la Inquietud de sí como una
actitud general con respecto de si mismo y con respecto al mundo, y es aquí donde el
perverso entraría en discusión puesto que la relación que tiene como sujeto con la verdad
(gnothi seauton) es la de que gusta del placer, y que no teme al suplicio que se puede
cernir sobre él si los medios para obtenerlo son ilegítimos, por otro lado el cuidado de sí
mismo, o la actitud para con el mundo (Epimeleia heautou) está dirigida a que para
satisfacer sus deseos es necesario hacerlo a costa del sufrimiento de otros (Foucault
2002).

El considerado perverso, conoce sus placeres, los modos, las técnicas de obtenerlos, y
también las leyes y modos de comportamiento que se rigen sobre él. Para un perverso su
desafío estaría dado desde La Ley, desde el pleno conocimiento de la misma (Aulagnier
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2000), de este modo el Gnothi seauton no llevaría en todos los casos a la virtud griega, y
la Epimeleia heautou en tanto que es también una actitud, no implicaría en todos los
casos una edificación del sujeto, pues aun sin hablar del daño provocado a otros, el
transgresor está siempre en peligro de ser capturado y enviado a la prisión, poniendo en
peligro la perpetuación de su goce.

La prisión según Foucault, no cumple con su función de reformar a las personas


ingresadas, las cuales entran allí por haber transgredido alguna norma importante, o por
ser reincidentes en faltas. El preso por el contrario lejos de ser encauzado a la realidad
permitida por su entorno aprende nuevos delitos al relacionarse con delincuentes de
distinta índole, pero más importante aún, se llena de rabia (rabia) que desencadenará en
el entorno social cuando recupere su libertad. Si acaso este sujeto pretende alejarse del
mundo de la delincuencia no podrá hacerlo, puesto que el mismo ha quedado marcado
para sus semejantes, no le darán empleo, no recibirá buenos tratos por lo que en muchos
casos el personaje no tendrá más remedio que regresar al delito y ser eventualmente
capturado y sometido al suplicio (Foucault 2008).

Transformaciones culturales. La Homosexualidad como ejemplo.


Las prácticas sexuales humanas han estado sujetas a la cultura, del mismo modo en que
lo han estado las perversiones, si cambia la cultura, cambian estas a su vez. El siglo XX
fue un despliegue de cambios culturales sucesivos, que tuvieron como resultado la
reivindicación de lo erótico. De este modo, la sexualidad como parte de la vida humana se
abrió paso hasta alcanzar derrumbar la mayoría de rigores morales que se cernían sobre
ella, incluso, en el caso de la homosexualidad, se logró que fuera extraída de las
categorías sociopáticas del DSM III (1980).

Kraff-Ebing (1906) considera que la homosexualidad era un signo de corrupción en el


individuo, lo que puede relacionarse con la historia del hermafrodita descrita por Foucault,
individuo considerado un monstruo en tanto que atentaba contra las leyes naturales y
jurídicas de la clara diferencia de sexos en el siglo XVI (Foucault 2001). La diferencia de
sexos como postura imperativa sobrevivió hasta finales del siglo XIX, donde algunos
pensadores criticaron la visión psiquiátrica de la homosexualidad. En 1894 Edward
Carpenter publicó un panfleto en Manchester en el que rescataba los antiguos ideales
griegos de la belleza y del amor por el cuerpo del otro, decía también que el amor
homosexual funcionaba de la misma manera que el amor heterosexual, puntualizando

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que el primero tenía la facultad de enaltecer las relaciones de camarería y cuidado entre
los sujetos (Elis 1915).

Karl Heinrich Ulrich, (citado desde Eribon) basando sus primeros escritos en la idea
platónica del amor presente en El Banquete, abogó por la despenalización de la
homosexualidad (Eribon 2001), y en relación con este propio término, homosexualidad,
Foucault haría una distinción entre las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo
en la Grecia clásica, la edad media, y el siglo XIX. Siendo la primera el amor griego de la
belleza, la sabiduría y la camarería, la segunda, la relación sodomita que atentaba contra
la diferencia de sexos, contra la naturaleza, y la tercera, que era la noción de
homosexualidad, que para Foucault, fue un término proveniente del discurso del siglo XIX
(Foucault, 1998).

De esta manera es posible pensar que si la sodomía perdía su carácter punitivo, entonces
la relación sexual entre personas del mismo sexo conllevaría una nueva denominación:
Homosexual, denominación que en un principio se consideró como una enfermedad, y
que posteriormente Elis encauzó en el término”invertido”, retomado por Freud en el
sentido del individuo que instaura por objeto de deseo a personas de su propio sexo
(Freud 1993).

Freud dio el primer vuelco a la concepción clásica de sexualidad, dando su aporte desde
la energía sexual directora que los seres humanos llevan dentro de sí. Sin embargo, la
noción Freudiana no fue la única en dar una crítica y un aporte a la sexualidad humana.
Para iniciar el discurso referente a la era posterior a Freud, ha de recordarse uno de los
casos expuestos por Kraff-Ebing, el del sádico que padece alguna impotencia física o
psíquica respecto de su sexualidad, y que en reemplazo del acto, utiliza al puñal para
asesinar a la mujer. El autor propone el motivo de este acto desde la debilidad, y la
condición propia de un sujeto en particular. Wilhem Reich en el capítulo La Plaga
Emocional de su obra Análisis del Carácter, propone un caso similar en que los individuos
afectados por esta plaga (Que tiene su origen en la represión en masa de la vida genital)
incapaces de amar, les impulsa a una furia sádica contra sí mismos, o contra la mujer que
se pretende amar, furia que en muchas ocasiones termina con el asesinato
(Reich 1986).

La diferencia a rescatar entre los ejemplos de ambos autores, es que mientras Krafft-
Ebing sitúa al acto criminal como un hecho particular de un sujeto débil, Reich plantea la

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situación desde una colectividad, pues el hecho de referirse a una plaga indica un
contagio, algo que no puede estar aislado a un solo individuo. La plaga para Reich es
una enfermedad epidémica que se manifiesta en el vivir social, y que es alimentada
siempre por la frustración genital, y reproducida por el garrote de policía (Reich 1986). De
acuerdo a ello, la criminalidad sigue ocurriendo por una debilidad, pero no aparece en
seres aislados, sino en una colectividad enorme, para el autor, la plaga es una tendencia
presente en toda la humanidad, en todos los individuos que aún están sanos.

Algunos ejemplos que da Reich referentes a los horrores que puede producir la plaga
emocional, son la inquisición en la edad media, y el fascismo incipiente en la época en
que el autor escribió su obra (1935-1939). Grupos de opinión, cuyo poder es intolerante y
persigue la vida amorosa natural. Para esta persecución se disfrazan bajo el amparo de la
cultura y de la moral, pues desde su incapacidad orgástica para obtener alguna
gratificación natural, surge el desarrollo de impulsos secundarios, impulsos sádicos (Reich
1986).

Herberth Marcuse en 1955 en su obra Eros y Civilización menciona como Reich, el modo
en que los deseos reprimidos dan lugar a situaciones de enfermedad en los sujetos y en
la civilización. La libido reprimida se manifiesta a si misma bajo formas horribles, Marcuse
hace una clara distinción del sadismo practicado en personas cuya relación libidinal es
libre, al sadismo presente en las instituciones represivas, como lo fueron en su momento
Las SS (Marcuse 1983). La liberación periódica de la libido, dirigida por una frustración
prácticamente insostenible ha sido según el autor, el pretexto de los regímenes opresores,
pues estas liberaciones suelen ir acompañadas de actos desmesurados y violentos, como
bandas de mercenarios, guardias de prisión abusivos y campos de concentración.

Como puede apreciarse, para Marcuse, la criminalidad en estos casos particulares no


constituye una debilidad ni del sujeto, ni de una colectividad, sino una consecuencia de
una energía sexual reprimida y que encuentra su modo de manifestarse, para Reich esta
manifestación malsana sería la plaga emocional, surgida de una limitación genital. Ahora
bien, si la sexualidad se centrara en solamente en los genitales la represión sería casi
siempre efectiva, pero Marcuse plantea otro camino para la sexualidad, una trascendencia
de la misma desde lo meramente genital hacia todo el cuerpo, hacia todo el sujeto en
tanto que es un ser hablante y deseante, este suceso Marcuse lo llamaría “Eros”
(Marcuse 1983).

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¿Pero entonces como se replantearía una nueva manera de vivir la sexualidad para los
individuos en esta época? Consideramos que la explicación podría hallarse en la
declaración que da Freud en relación a que la naturaleza de los instintos, se adquiere a
través de la historia, y si las condiciones fundamentales que dieron origen a ese legado
histórico cambian, cambian estos a su vez (Marcuse 1983).

En efecto, el pasado es el pie de página del presente, pues el humano no es el amo de su


historia, este reproduce las represiones de sus deseos tal cual lo hicieron los que estaban
antes de él, y como lo hacen sus contemporáneos. Las instituciones por ejemplo son una
buena medida para guardar y reproducir las represiones aprendidas configurando la
personalidad y las relaciones de las personas. Sin embargo, este destino no es tan sólido
como se piensa, pues los instintos y sus respectivas represiones están sujetos a las
modificaciones históricas (Marcuse 1983).

Con el surgimiento de la libido como Eros, instaurado en el sujeto, en tanto que es


humano, el placer dejaría de ser solamente el privilegio de prostitutas, degenerados y
pervertidos (Marcuse 1983) lo que podría ilustrar lo ocurrido durante la era de las
revoluciones del siglo XX. Donde después de dos guerras mundiales, y dos conflictos no
tan grandes pero igualmente destructores (Guerra de Corea y de Vietnam) la humanidad
repensó las represiones que se les había impuesto con el fin de preservar la sociedad,
pues la inmensa destrucción y la tecnología puesta al servicio de ella daban cuenta de
que algo estaba funcionando mal. Por lo que se abogó por nuevas propuestas de vida,
entre las que se pueden contar la ideología de los hippies, los alucinógenos, el rock, el
Mayo Francés etc. Propuestas que atentaban contra el orden establecido y que
culminaron con la liberación sexual femenina junto a la píldora anticonceptiva, y la
despsiquiatrización de una de las desviaciones más perseguidas desde hacía muchos
siglos: La homosexualidad, suceso que merece ulterior análisis.

En cuanto al Mayo Francés, Michel Foucault opinó lo siguiente: “los individuos sometidos
a la enseñanza y sobre los cuales pesaban las formas más limitadoras del
conservadurismo y de la repetición se pusieron a la cabeza de un combate revolucionario.
En este sentido, la crisis de pensamiento que Mayo inició es extraordinariamente
profunda. Dejó a la sociedad con una perplejidad y un aprieto tales que todavía no los ha
superado” (Galván, 2009. Pag. 177). De acuerdo a ello puede verse como antiguas
formas de dominación instauradas desde los valores conservadores de antaño,
encontraron su punto de quiebre en estudiantes que decidieron renunciar a ello, a las
16
antiguas represiones, y sobre todo a la obligación de seguir repitiéndolas y enseñándolas
a las generaciones venideras.

Se ha discutido previamente el tópico del deseo, la visión de Marcuse acerca de la


transformación de la sexualidad en Eros, en ser holístico erógeno, y la visión de Reich, de
la plaga emocional surgida de lo represivo en el área sexual. Si el objeto de deseo
invertido planteado por Freud, es reprimido, es de esperar que el Eros encuentre su
camino a través de caminos agresivos (Freud 1968). Ahora bien, la agresividad no tiene
por qué manifestarse siempre de una manera física, las protestas sociales dan buena
cuenta de ello, y en el furor de las épocas de revoluciones se gestaron algunos cambios,
entre los que se cuenta la noción de homosexualidad en el siglo XX.

En 1952, la homosexualidad fue agregada al primer Diagnostic and Statistical Manual of


Mental Disorders (DSM), en la categoría de desórdenes sociopáticos. En 1968, ya en el
DSM II, se removió la homosexualidad de la lista sociopática, para categorizarla con otras
desviaciones sexuales. Para 1973, el DSM III consideraba la homosexualidad como un
problema solo cuando esta representaba alguna angustia para el sujeto (Nicolosi 2001).

Nicolosi considera que la revolución sexual, combinada con los movimientos de derechos
humanos, derechos de minorías, y derechos feministas, han intimidado a la psicología, y
han logrado desanimar a los científicos que en algún momento buscaron una cura para la
homosexualidad, o bien, el modo de demostrar que esta es una condición no natural en el
humano. Nicolosi cree que hay dos causas internas de la psiquiatría que llevaron a la
misma a aceptar la eliminación de la homosexualidad de los desórdenes sociopáticos.

La primera causa argumenta que la psiquiatría esperaba eliminar el estigma que pesaba
sobre los homosexuales, remover la clasificación de “enfermedad” (no de problema). La
segunda iba dirigida a la denuncia de que los psiquiatras habían fallado en la
identificación certera de los procesos psicodinámicos de la homosexualidad, lo que tuvo
como consecuencia, un éxito notablemente modesto en el cambio de sexualidad de los
individuos (Nicolosi 2001).

La psiquiatría había fallado en demostrar científicamente la naturaleza de la


homosexualidad, en tanto que no era grotesca, ni monstruosa. Por ello para decidir qué
hacer al respecto se resolvió el asunto mediante votación en algo que no dependía en
modo alguno de ninguna decisión electoral (Roudinesco 2009). Esta decisión electoral,

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puede dar cuenta de que lo considerado desviado, anormal, o perverso se da desde una
subjetividad, desde una opinión que en todo caso estaría regida por los códigos morales
de cada época, y de cada cultura.

Nuevas formas de Perversión.


La discusión que se ha venido realizando a lo largo del texto, ha analizado el modo en
que las antiguas perversiones han sido criticadas y puestas en tela de juicio por distintos
pensadores. Es posible extraer un sustrato común de la discusión general, que es la
normalidad, planteada por Aulagnier como marco de referencia director de lo lícito y lo
interdicto. Es cierto que la normalidad es cambiante con las épocas y las culturas, lo que
conllevaría a la generación de nuevas perversiones. Pues considerando lo normal como
una ley simbólica propensa a ser transgredida, se puede encontrar siempre a un sujeto
hablante que decida no someterse a la misma (Raoult 2012).

De acuerdo a Piera Aulagnier, una transgresión puede considerarse perversa si el sujeto


actuante instaura su goce en la angustia de otro, más allá de la existencia de una
estructura perversa o no, a este respecto se pueden mencionar dos tipos de
transgresores aún ligados a la sexualidad: El exhibicionista, y el abusador sexual, que
servirán de puente entre la sexualidad y las nuevas perversiones, en tanto que ambas
operan con una característica común, el sufrimiento del otro como objetivo, como goce, un
sufrimiento que va más allá de la interdicción.

El exhibicionista transgrede su propia norma, que es también la nuestra. Conoce que su


representación genera escozor en sus receptores y esa es precisamente su intención
(Castilla Del Pino 2009). El exhibicionista pretende hacer al otro parte de su transgresión,
y en la incomodidad manifestada por este otro encuentra una complicidad tácita. El acto
perverso muestra que el otro es siempre corruptible (Clavreul 2000) y el transgresor
obsceno no constituye una excepción, pues si bien la intención del transgresor es causar
disgusto, este último depende precisamente de la interpretación que dé el receptor, si
encuentra perversión o no en la acción del otro Castilla del Pino 2009).

Si bien el exhibicionista es relativamente tolerado, no lo es así el abusador sexual. El


violador reduce al otro a un mero objeto de goce, poniendo en práctica la idea sadiana
(2006) descrita especialmente en las 120 Jornadas de Sodoma. El deseo de hacer el mal
proviene del deseo del otro. El perverso cree tener la verdad sobre el goce del otro, y en

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muchos modos entregará el cuerpo del otro al holocausto para expiar el pecado que
produce al provocar deseo, por eso el cuerpo mutilado y violado es entonces una
expiación. Así como el masoquista demanda sufrimiento, el sádico demanda que el otro
demande sufrir (Aulagnier 2000).

El concepto de abusador sexual no se limita al acceso carnal violento, este abuso puede
realizarse mediante engaños y extorsiones y aún así ser transgresor. Tal es el caso de la
pedofilia, pues los psicoanalistas y representantes de la ley jurídica consideran que el
infante no está psíquicamente capacitado para actuar autónomamente ( Sturbrin 2004). A
este punto es menester recalcar el hecho de que el abusador de menores es doblemente
perverso en la actualidad, pues desde que Freud (1993,) en los Tres ensayos de una
teoría psicosexual, instauró al niño como ser sexuado de pleno derecho, se consideró
que este se podía pervertir, considerándose entonces el pedófilo como el agente principal
de esta temprana perversión.

El exhibicionista y el abusador, no obstante, siguen estando dentro del área de la


perversión que contiene lo sexual desde lo genital. Pero como una manifestación de lo
perverso, más allá de la sexualidad, y que atenta contra los bienes más preciados de la
humanidad, que subvierte todos los valores aprendidos para entrar en una lógica
destructora, es la guerra, una nueva forma de lo perverso que aparece inscrita en la
colectividad y que al igual que los nuevos modos de lo perverso, su característica principal
es la de afligir sufrimiento a otro, sufrimiento que no necesariamente es interdicto, pero
que si se ejerce de manera consciente. Esta nueva manifestación de la perversión, se
analizará a través de tres categorías, orden, biopolítica y alienación.

Modalidades de las nuevas perversiones. La guerra.


Siempre ha habido guerra, por lo que el mencionarla aquí como una novedad puede
acarrear alguna confusión por parte del lector. Si antes la perversión se inscribía en el
marco de la ley, y planteaba una subversión a la misma, ahora parece inscribirse en el
sufrimiento del otro, y con Aulagnier (2000) podemos decir que es el goce hallado en la
angustia del otro. Ahora bien, este sufrimiento en el contexto de un conflicto bélico parece
ser legítimo, la ley ampara muchas de las acciones ejercidas dentro y fuera del campo de
batalla. La transgresión ahora no implica siempre una perversión, pero el sufrimiento
sigue estando presente, es por ello que en el texto se toma a la guerra como una
novedad, no porque nunca haya estado presente en la historia, todo lo contrario, sino

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porque una vez discutido el marco de la normalidad invertida, queda el dolor infligido en el
otro.

a) La Orden.
“¿Pensáis de veras que Robespierre, Napoleón, el príncipe de Marruecos o todos los asesinos
que se suben al patíbulo son los únicos malos entre todos los hombres? ¿No veis que otros tantos
harían lo mismo si pudieran?” El amor, las mujeres y la muerte, Arthur Schopenhauer (2004, pag
132.) (Editorial Unión),

Kant consideraba la facultad de discernir y demás talentos del espíritu como algo
deseable. Sin embargo, así mismo enunciaba que estos podían llegar a ser peligrosos si
la moderación de los mismos se usa para ejercer el mal. Para él, evadir las acciones
transgresoras y malignas era algo que debía realizarse no por inclinación, sino por deber,
el deber de hacer el bien (Kant 2007).

Lacan tomó un especial interés en el discurso kantiano del deber y de la razón, y lo


comparó con la obra sadiana (Lacan, 2013). Kant con Sade, escrito en el que se enuncia
la posición del sujeto sadiano en tanto que es objeto de goce, sin palabra y sin voluntad,
frente a la sujeción del individuo ante la Ley, cuyo acatamiento va más allá del bien, y
ante el cual no se tiene palabra alguna (Zizek 1997). Para Lacan, Kant y Sade son las
caras de una misma moneda.

De este modo, el carácter infame que pueda tener una orden de La Ley, no importará en
absoluto frente al carácter imperativo de la orden en sí misma. Si la orden de un grupo
armado es asesinar indiscriminadamente a blancos no armados, para Kant la orden será
legítima en tanto que constituye un deber (Roudinesco 2009), y porque según el filósofo
alemán no hay ninguna excusa para no cumplir con el deber ( Zizek 1997).

Para Kant, la razón debe producir una voluntad buena (Kant 2007), de esto inferimos que
si las órdenes provienen desde la racionalidad, deberán por ende ser buenas, sin punto
de discusión ante el imperativo, pues es un mandato racional inscrito en el marco del
deber. De Quincey menciona un ejemplo de Kant que ilustra el avasallamiento ante el
deber, o en el caso a continuación, ante la verdad. Si alguien ve a una persona inocente
huyendo de un asesino, y este último le pregunta por su objetivo, su deber es contestar
con la verdad y nombrar en donde se esconde el inocente, aun sabiendo que ello
terminará en un asesinato (De Quincey, 1994).

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El ejemplo mencionado por De Quincey muestra en todo su rigor el sadismo de la ética
kantiana, en tanto que es una instancia superyoica que goza con el bloqueo del sujeto,
con su conversión en objeto sin palabra (Zizek 1997). Sade hace lo propio con sus
personajes, objetos de goce, de mero placer ante el cual el sujeto dominante se arroga el
derecho de gozar del cuerpo del otro, sin límites y sin palabra contradictoria alguna que
pueda poner fin a su ejercicio sobre la corporalidad del otro ( Lacan, 2013).

Nietzsche al respecto de la moral la considerará antinatural, en tanto que instaura al


sujeto bajo un yugo de culpas y castigos, en cuestiones que son primordiales para la vida,
como lo es la sexualidad. Este dogmatismo moral es inventado para controlar las
acciones humanas no reguladas todavía por La Ley jurídica, es un mecanismo de control.
No obstante, también es un pretexto para justificar la violencia sobre otro. (Nietzsche
1991).

Esta moral dogmática se ha usado a lo largo de la historia para declarar la guerra a otros
pueblos. Ya que la moral no es universal, y cada grupo humano difiere en alguna medida
de otro. Para este efecto, los hombres siempre han sabido justificar su actuar, su mal,
como diría Nietzsche en tanto que sea erigido en honor de algo más grande que ellos, en
algún momento fue Dios, y las guerras aledañas a su nombre, y tiempo después en moral
(Nietzsche 1991). Podemos pensar entonces en la moral y en Dios como imágenes
sedientas de sangre que obligan a sus adeptos a ejercer la violencia y la humillación
sobre otros, la moral cristiana se enmarca a si misma dentro del amor, pero también en el
odio hacia los ajenos a su credo (Freud, 1992).

Este pretexto moral para la violencia puede explicarse desde el seminario XI de Jacques
Lacan, donde afirma que la Ley moral equivale al deseo mismo, en tanto que el superyó
alimenta el compromiso del deseo del sujeto. La culpa sostenida por el superyó atestigua
el hecho de que el sujeto ha traicionado de alguna manera su deseo (Zizek 1997). De
acuerdo a ello, lo moral es en muchos modos El propio deseo, lo que explicaría en
buena parte los rigores morales que convierten al otro en objeto sin palabra ante una Ley
implacable.

La moral es entonces una máscara tomada por los positivistas que han reprimido su
deseo de herir, para ser un carnicero lícito es necesario disfrazarse de moralista, para
denunciar los vicios de sus víctimas, clasificarlos y segregarlos, o en algunos casos
enviarlos a la muerte (Roudinesco 2009). Retornando a la idea kantiana de que la razón

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produce voluntades buenas, es menester referirse a Auchwitz y al genocidio perpetrado
allí, en tanto que este campo de concentración es construido completamente por hombres
razonables, que seguían órdenes razonables de líderes con facultades mentales óptimas.

La razón que organizó al genocidio estaba influida por el odio, en tanto que un genocidio
no se limita simplemente a la muerte o desaparición del otro sino a la exterminación de su
genos (Roudinesco 2009). Pues la imagen del odiado no desaparece ni siquiera con la
muerte, su imagen vive mientras viva la persona que lo odie. Carlos Castilla Del Pino da
una referencia histórica de ello: “Hace sesenta años, Vallejo Nájera, un psiquiatra militar,
escribió que los rojos no pagan del todo su culpa con ser fusilados y estar en el infierno (él
lo aseguraba); pedía que sus hijos cambiasen de apellido y así el fusilado desapareciese
para siempre de la faz de España” (Castilla del Pino 2009, Pag 254, (Ensayos Tusquets)
2009)

Si Kant afirma que el bien no debe hacerse por inclinación, sino por deber, encontramos
cierto punto a discutir, dado que el deber procede de la razón, no debería haber ninguna
inclinación, ni hacia el bien, ni hacia el mal. Pero Auchwitz, y muchos otros conflictos traen
en su discurso racional, el odio, pues procuran que la eliminación del enemigo sea total.
El genocidio da cuenta de que hay odio en el accionar de la razón de acuerdo a lo
expuesto por Castilla del Pino. Y si la razón es aledaña a la moral, encontramos un
secreto placer en ella cuando se trata de transgredir el bienestar del otro, “ De fairle le mal
pour le plaisir de le faire” ( de hacer el mal, por el placer de hacerlo) (Nietzsche 1991).

b) Biopolítica.
Uno de los adversarios debe parar. ¿Por qué no somos nosotros? Si ellos entraran en Italia, pronto
se cansarían y se marcharían. Tienen su patria. Pero no les importa y, en vez de hacer eso, ¡Se
divierten con la guerra! Adiós a las Armas, Ernest Hemingway (1980) (Círculo de lectores), pag 48

Foucault en Los Anormales menciona la soberanía grotesca, el terror ubuesco, término


relacionado a la obra Ubu Rey de 1896, hace referencia a lo caricaturesco y a lo ridículo a
modo de demostrar de alguna manera lo inevitable que es el poder, a pesar del ejercicio
mal administrado del mismo. El sujeto puede criticar al poder, oponerse a quien lo
ostente; pero sentirá lo inevitable del mismo en tanto que habrán mecanismos que
intenten aplacar su disidencia (Foucault, 2001).

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El poder encarnado en un déspota, (un monstruo moral en términos de Foucault), hará las
veces de criminal en tanto que el tirano como el delincuente hacen valer su interés
personal a costa del otro (Focault, 2001). Podemos pensar en el tirano como un individuo
cuyo poder le permite instaurar un goce en la angustia del otro, de su pueblo subyugado
en este caso, el deseo del perverso tirano sería asumir el poder absoluto de ese otro
( Martin, 2000).

En el Nacimiento de la Biopolítica, Foucault (2007) retoma el término Razón de Estado


acuñado en el siglo XVI, que insta al gobernante a dirigir al Estado de modo que este
llegue a ser sólido, permanente y pueda llegar a defenderse contra lo que amenace
destruirlo, para llegar a ello el gobernante debe respetar las leyes, tanto las divinas, como
las naturales y las jurídicas. Nos centraremos en las últimas, en tanto que son
directamente herederas del pacto social. El tirano irrespeta ese pacto, lo transgrede, o lo
ignora, o bien, lo ajusta para su goce personal, (Si al perverso le hace falta, crea su propia
ley) (Eiguer 2005), de este modo perturba al orden público, pues si el soberano no respeta
las leyes a las que está sujeto por el pacto social, ¿por qué otros deberían respetarlas
entonces? El Déspota es así mismo un transgresor, con la diferencia de que este posee
influencia suficiente para afectar no solamente a unos cuantos, sino a un Estado
completo. Impone su voluntad a todo el cuerpo social haciendo uso de un estado
permanente de violencia (Foucault 2001), cuyo ejercicio radicará principalmente en
grupos perversos que propaguen la gloria del autócrata, que impongan su poder en las
ciudades (Deleuze, Guattari, 1995).

El poder ostentado produce un saber sobre los sujetos, sobre sus cuerpos concretamente,
en tanto que a partir del siglo XVIII no se buscaba la eliminación de las fuerzas de los
individuos, sino su encauzamiento para multiplicarlas y usarlas. Esta tecnología política
del cuerpo como la denominó Foucault encontraba su piedra angular en la disciplina, pues
esta era capaz de producir sujetos para fines particulares (Foucault, 2008). Efecto muy a
lugar para la Razón de Estado que mencionábamos hace un momento, esta exige el
fortalecimiento económico mediante el crecimiento de la población y de territorio, así
como la permanente competencia con otros Estados ( Foucault, 2007). Para la defensa de
los intereses de Estado la disciplina de la prisión y la disciplina de la institución militar
producían individuos propicios para ello. Antiguos delincuentes y soldados problemáticos
han sido enviados a guerras que desde su bagaje disciplinario entienden como modo de

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asesinar legalmente, o de engrandecer la causa que se les ha inculcado defender
(Foucault, 2008).

Estos intereses de Estado se pueden traducir en el binomio primario que se fundamenta


en el “Nosotros”, a través del “Ellos”. Recordando a Lacan en el Estadio del Espejo, la
configuración del Yo se da a través de un otro, y la relación con ese otro siempre es
conflictiva (Sampson 2001). El conflicto es mediado a través de la necesidad de amor,
que transforma los instintos egoístas en instintos sociales, diferente al hombre primordial
que otorga la muerte sin reparo alguno (Freud 1968), esta violencia es vencida por la
unión, por el pacto, que es el derecho. Sustituye el poderío de un individual por el de una
comunidad (Freud, 2001).

Sin embargo, este derecho encierra un pacto a ejercer la violencia de una manera
legítima y consensuada, el individuo entiende que la injusticia a nivel personal le es
prohibida porque el Estado pretende monopolizarla, no solo como ejercicio coercitivo con
sus propios ciudadanos, sino contra los ciudadanos de otro Estado, de ese “Ellos”. En la
antigüedad se confundía el término extranjero con enemigo, y a pesar de las relaciones
entre naciones civilizadas, la tensión con el otro sigue estando presente (Freud, 1968).

El Estado tiene su origen en una violencia fundadora, que seguirá ejerciendo en aras de la
preservación de la paz, bajo este concepto el Estado se toma la responsabilidad de trazar
la diferencia con otro Estado, de delimitar fronteras y diferencias (Sampson 2001).
Entendiendo la guerra como un modo de violencia eminentemente político, Karl Von
Clausewitz en su obra “De la Guerra”, menciona a la misma como un instrumento
principalmente político, el conflicto bélico entre dos Estados es un instrumento de los
mismos para resolver sus diferencias, una continuación de la política, un conflicto de
grandes intereses que solo se diferencia de los otros porque hay un derramamiento de
sangre ( Clausewitz 2005).

En la guerra interviene un sentimiento hostil, y una intención hostil, no puede existir la


primera sin la segunda, pero si puede haber una intención hostil sin el sentimiento
aledaño. Es decir, la guerra puede librarse sin que exista necesariamente un odio de por
medio. Más, Clausewitz plantea que hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse
del odio más atroz, dado que si la guerra entre hombres civilizados radicara solamente en
el uso de su razón, no habrían ejércitos sino debates políticos. En tanto que la acción

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bélica es un empleo de la fuerza, las emociones necesariamente estarán ligadas a ella
( Clausewitz 2005).

La guerra para Estanislao Zuleta es una fiesta, fiesta de la comunidad que al fin se une
para un fin particular, este vínculo entrañable libera al individuo de su soledad para
disolverlo en una colectividad en la cual es capaz de entregarlo todo, hasta su vida. En
esta fiesta los participantes creen tener la razón, y creen que su deber es probarlo
derramando sangre. Los gobiernos tienen conocimiento de ello, e imponen a sus
seguidores una verdad, se les pone a elegir entre la solidaridad o la derrota; se le muestra
al amo absoluto hegeliano: La muerte (Zuleta 1994).

c) Alienación
Piera Aulagnier describe la alienación como un modo de huir de conflicto pulsional, de
llegar a un estado donde no exista conflicto entre el identificante y el identificado. El sujeto
no sustituye la realidad por su fantasma, ni por un delirio, sino por el discurso del otro.
Esta sustitución siempre estará argumentada por alguna buena causa, la enajenación del
pensamiento siempre es por una causa concreta (Aulagnier 1994).

El alienado concreta la tentación de encontrar por fin la certeza, y excluir del Yo cualquier
duda y conflicto. En fenómenos más grandes, la alienación requiere de la unificación de
varias idealizaciones del discurso de un alienante lo suficientemente capaz de unir estos
fenómenos antes singulares, en una sola causa (Aulagnier 1994), Para Freud, este
fenómeno en masa inhibe la capacidad de pensamiento de sus adeptos, e idealizan a su
director como una suerte de gran hermano, o de gran general, capaz de llevarles a la
salvación o a la victoria (Freud 1992).

Para Zuleta, la idealización de cualquier conjunto social a nombre de la razón, o de Dios,


o de cualquier causa alienante, siempre conducirá al terror. Cita a Dostoievski a propósito
de la Revolución Francesa: “Liberté, Egalité, Fraternité…De la mort.” (Libertad, Igualdad,
Fraternidad, De la muerte) (Zuleta, 1994, pag 71). En un conflicto armado los adversarios
siempre se van a justificar el uno al otro mediante sus acciones, cualquier interpretación
de agresión a la causa, o al conjunto social nacional, se tomará como una agresión
directa que debe ser respondida, los oponentes legitiman la acción del otro
(Clausewitz).2005.

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Para Freud, la coerción y el control de los instintos primitivos instauran a los individuos
como seres morales, una sociedad exige esto para sobrevivir. En los horrores de la guerra
no es que se caiga bajo, es que nunca se estuvo alto, y dado que nuestro intelecto solo
puede funcionar correctamente cuando se encuentra ajeno a la acción intensa de
impulsos emocionales, no se puede esperar mayor comprensión a argumentos lógicos en
una persona alienada (Freud, 1968). Mucho menos si esta alienación corresponde al
conflicto bélico, el cual según Clausewitz despierta tantas emociones aun en los más
hombres civilizados, que en obediencia a alguna causa, o a algún discurso cometieron
crímenes (Roudinesco 2009).

El asesinato es un oficio que debe ser aprendido, y es aquí donde juega un papel
fundamental la figura de autoridad, pues la orden, en tanto que es un deber para Kant,
deberá ser cumplida como ya hemos dicho, sin dilación y sin discusión, sin meditar en el
carácter intrínseco de la misma, proviene de una racionalidad y el ejercicio de matar
estará incluida en ella. Una vez que se cruza la primera barrera de este deber, la barrera
que se traduce en la repulsión a matar. Es probable que la repetición se convierta en un
goce abyecto, que matar se vuelva una sed insaciable que, amparado por la orden podrá
saciar legítimamente. (Sampson 2001).

El sujeto alienado atraviesa por una vivencia no nombrable, no perceptible para sí mismo,
solo un observador podría detectar la realidad del otro sustituida por un discurso
(Aulagnier 1994). Darse cuenta de la propia alienación significaría un retorno a sí, una
inquietud de sí (Epimeleia Heautou). Este retorno implicaría una liberación del discurso
alienante, y pondría de nuevo la vergüenza ante sí mismo como limitante de acciones
indecorosas. Ocuparse fundamentalmente del alma puesto que ella se vale del cuerpo
como su instrumento, de la misma manera en que un alienante se vale del individuo
(Foucault 2002).

Conclusiones, Deliberación del Sujeto en la Alienación.


El discurso, no viene desde la nada, es decir, no se hace exclusivamente desde el sujeto.
El individuo efectivamente acarrea un pasado, pero este no lo determina, tiene la
posibilidad de elegir, y es aquí donde puede considerarse que la alienación encuentra su
cuestionamiento más contundente, la posibilidad de elegir que tienen los sujetos, el sujeto
en tanto que es Ser, porque ha elegido (Sartre 2005). Puede que el discurso alienante se

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le presente al sujeto y logre seducirlo, no obstante, esto no significa que esa fue la única
opción para el individuo en tanto que pudo elegir no supeditarse al discurso del otro.

Desde el psicoanálisis, Piera Aulagnier plantea al perverso como aquel que justifica su
actuar en el nombre de una libertad que al final resultan siendo falaz, pues es el único
modo que tiene el sujeto perverso de acceder al goce (Aulagnier 2000). En referencia a
ello, puede citarse el ejemplo de Alex en la Naranja Mecánica de Anthony Burgess (2005),
donde manifiesta sus actos destructores y violentos, los hace porque los disfruta. De esta
manera podemos ver una elección subjetiva que le da placer, la libertad falaz propuesta
por Aulagnier sería discutida por las ideas Sartreanas en tanto que el sujeto es una nada,
indeterminado y arrojado a sus proyectos. En un sujeto libre, no habría limitaciones
anteriores a su existencia que lo supeditaran a un único modo de obtener placer.

De acuerdo a lo expuesto, el alienado en un conflicto bélico, seguiría siendo responsable


de sus actos, la orden no sería suficiente para ampararlo en tanto que el sujeto, como ser
hablante, pudo elegir desobedecer. Las justificaciones de la guerra, los adversarios que
se legitiman el uno al otro con sus intereses de Estado (Foucault 2007) no son suficientes
para anular por completo el discurso de los individuos, por lo que es probable que dentro
de estas alienaciones se esconda un secreto placer en ejercer las órdenes recibidas.

En los conflictos bélicos se encuentran órdenes que van desde el saqueo, hasta la
aniquilación de civiles o de combatientes ya vencidos, (como lo fueron las bombas de
Hiroshima y Nagasaki) pasando por capturas, torturas y violaciones de las que fueron
víctimas los retenidos en pozos clandestinos durante la dictadura argentina (Seoane,
Ruiz. 1986).

La guerra a pesar de ser justificada, y aceptada en muchos modos por la sociedad,


alberga en su accionar la perversión en tanto que transgrede no una normalidad, sino el
respeto por la subjetividad y por la vida de los individuos, obteniendo como gratificación el
goce puesto en la angustia de otro. Goce en tanto que el individuo eligió el camino bélico,
y eligió seguir órdenes de las cuales en muchas ocasiones tendría conocimiento de que
eran nocivas para otro individuo. Este tipo de perversión cuenta con la ventaja de que es
aceptada, y hasta promovida, sus participantes no se consideran interdictos ni se les
aísla, sino que son condecorados y puestos como ejemplo de valentía. La época de la
perversión interdicta parece haber dado paso a la perversión aclamada, el goce perverso
ahora es conocido como “buena causa”.

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Si entonces lo volitivo sobrevive en contextos como la orden, o la alienación, podría
pensarse en que lo perverso no se centra exclusivamente en lo sexual, o en lo interdicto,
sino en todo lo que corresponda a lo humano, en tanto que los sujetos son seres
hablantes, seres deseantes. Si la visión de que es lo perverso se amplía, podría llegarse a
la producción de nueva literatura que busque la perversión no desde algo tan maleable
como las normas, sino desde la constante del goce encontrado en el sufrimiento del otro,
sufrimiento legitimado por el consenso social.

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