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Música y musicalidad en Venezuela Heroica

Chapter · January 2012

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1 author:

Juan Francisco Sans


Central University of Venezuela
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Esta publicación ha sido subvencionada parcialmente .:.

Hispanic Scudies Deparment,


Rice University, Houston, Texas-USA .:.
Beatriz González-Stephan
.:.
.:. y Carlos Sandoval
.:. (coordinadores)
.:.
.:.
.:.
.:. Fijar la patria

.:. Eduardo Blanco


.:.
.:. y el imaginario venezolano
.:.
Colección Intramuros .:.
.:.

.:.

tÍtulo: ¡.;fjar la patria

coordinadores: Beatriz Gonzalez.-Srephan y Carlos Sandoval

© bid & ro. editor C.a., 20 r 1

enuzils~ bidandco@gmaiLcom • bidandco@yahoo.com

.:.
website: hrrp:/ /w.........w.bidandco.ner
.:.

.:.

isbn: 98o~403-017-8

depósiro legal: If-909201 1800421 3

.:.

diseño gráfico: bid & ca.


.:.

.:.

imagen de portada: .M..ourrÍN TOVAR y TovAR. Batalla de

Cambobo, 1888; óleohela en maroujlage (detalle).


.:.

coordinación editorial: Bernardo Infame-Daboln


.:.

cuidado de edición: Carlos Sandoval

autoedición electrónica: IMPRIMATuR. arres gráficas

.:. bid ca. editor

·236 . Fijar la patria


+ + + + + + + • + + •

Fue directora del Postgrado de Literatuta Latinoamerioma


.:.

de la Universidad Simón Bollvar. Ha publicado Una vasta

morada de enmascaradas. Poesia, cultura y modernización en

VmezueM Il finales del siglo XIX (1993); De médicos, idilios


t~ .:.

.:. BElíTRIZ GONl'ÁLEZ-STEPHAN y CARLOS SANDOVAI.: El autor


y otrlls historias. ReMtos sentimentales'y diagnósticos de fin de

sigkJ, ]880-1910 (2000),l.tl$ tramas de Ios,lecto!1!S. Estrategias


'1
.:. celebridad, 7.
comQ

de Mmodernización c"lturtll en v"nezueM (2008), además de


.:.
artículos en libros y revistas especializadas. Obtuvo el pre­

.:. TOMÁS Sn'AKA: l.tl épica del desencantv: Edumda Blanco a"le
mio «Pensamiento LatinoamericatJO» (2000) del Convenio

Andrés Bello, Bogotá, y el premio Transgenérko de la l'un­


,;i¡

J
.:. su historia, 17•
dadón para la CulturaUrbana del 2007.
,~"
.:.
ToMÁS Sn!AID\. Proresor-investigador del Instituto de
Investigaciones Hisroricas ((Hermann GonzáJez. Oropeza)
~, .:. RAQUF,L RIvAS-RoJAS:Un campo de batal/. .sin sangre: Mheroi­

sj», de la Universidad Católica Andrés Bello, y del Instituto .:.


cidadvicaria deEdwtrda Blanco, 58.
Pedagógico de Caracas; director de las maesrríaB en Historia
en la mistna <--asa de estudios. Entre sus libros se encuentran;
.:.

La voz los vencidas, ideas del pllrtida realista de Caracas , .:. bMndm: sm,ibi/idadesammllZtUÚlsNarrativas
BEATRIZ GONZÁLEZ-STEPHAN: duras ro tiempos
de los hombres de let/11,f, 70.
(1810-1821) (2000); Lasa{¡ude Icaro. Indagación sobre ética'y +:.
1

~
ciudttdaniaen VenezueM (J80()..1830) (2005); Un reino pam
este mundo. Catolicismo y republicOflÍsmo en Vma;ueM (2006) .:.
JUAN FRANCISCO SANS: Música'y musicalidaden Venezuela he­
y La épica del desencanto. Bolivarianismo, historiografta y po­ :!
:11
.:.
roica, 117_
lfticll en v"nezueM (2009). Ha compílado La tradicián de [¡}
moderno. Venezuela en diez enfoques (2006); Instauración de
.:.

M república liberal autocrática. Claves para su interpretación, ;¡.


.:.

ÁI.VAROC,oNTRERAS:LJerro¡¡,z, redenci/mymemoriajilial, 139.


1830· 1899(201O); e Historiade Miglesia católica en Venezue­
la. Documentosparasuestudío (ron Manuel Donís, 2010).
.:.

.:.

JU~" PABW nABOVE: 7,átrlte: el banditÚJ y su legado rrv¡ldito en


.:.
.:.
Mfonddción ddtltdtÚJ-naci.ón, 159·

.:. I'AULETIE SILVA-BEAUREC.ARD: Zárate: urú:t buena receta contra


.:. M~I97 .
.:.
.:.
•:. S"brelosautvres,233·
l1li.:",.,;",,,,;,
~!f,I'I .. 'I'
'

,116, la p.:rrria
Beatriz GonzáleL-Stephan y Carlos Sandoval (coords.) . 11 '7 '

SCOtc} Joan. (996), «El género: una categoría útil par:a el análi­
sÍs histórico/), En Marra Lamas (comp.), El género: la cons­ Música y musicalidad en Venezuela heroica
trucción cultural de la difirencia sexual, México: UNAM I
PorrlÍa. Juan Francisco Sans
Sedgwick, Eve K (1985). Retuleen Men; Eng!ish Lit"",ure and
Male llomosocial Desire. Nueva York: Columbia University
,
Prcss,
Showalter, Elaine, (1990), SexualAnarchy, (lende, and Culture at
the Fin deSiécle, USA: Penguin Bonks,
Silva Beauregard, Paulette. (1998), ¿De que hablaban euancú> ha­
bkzban de amor? Narrativas sentimentales y médicas ctl Véne­
zuela. Caracas: Universidad Simón Bolfvar, Tesis Doctoral.
No hay duda deque el rumbo que seguía la música venezola­
_ _' (1993). Una vasta monuln. tÚ enmascarados. C1Iacas: La
na durante el período previo a la independencia fue tOrcido
de una manera radical por los acontedmIenlOS que se preci­
II
Casa de Bello, 1
pitaron a partir del 19 de abril de 1810, Las obras que hoy se
Stallybrass, Peter y Allane White, (1986), me Polities andPo,eics

ofTratJsgression. Nueva York: Cornell University Press.

preservan de la llamada "Escuda de Chacarm, conformada


por compositores que trabajaron durante las últimas déca­
I
Sussman, Herbert. (1995). l/ictorianMasculinities. }¡[anhoodand

das de la Colonia en Caraca< y sus alrededores. nos mues­ II


Masculíne P()ettcs in Early Vü:torian Literature andArt. Cam­
tran el cultivo de un arte dedicado esencialmente al oficio
bridge: Camhridge University Press,
divino: mi<;as (incluidos las de difuntos)) motetes, lecciones,
Tickner, Lisa. (1992). {,Men;s Work? Ma..o;;cuH [ljty and Moder­
nism». En diffirenm; AJournal ofFeminist Cultural Studies,
salmos, antÍfonas~ respon;~or¡os, lamentaciones~ villandcos~
tonos, himnos, trisagios, graduales, ofertorlos, etc. Lamen­
I
[Vol, 4]. [N°
tablernentc se conservan tan pocos documentos acerca de [
'fl,ewe!eit, (i 987 Y 1989). Mak Famasies. TI: "",mm
KlallS,
la música colonial profana, que resulta muy dificil hacerse
Floods, Bodies His"'ry, 1: 2: M,,/e Bod;es; PhychMna!yzing
siquiera una idea de cómo funcionó t"Se mundo sonoro más 1
&he Whíte Terror. Mlnneapolis: University of MinncapoHs ,
1

allá de las referencias vetbales que encontramos dispersas en


Press.
las fuentesdelaépoca, Pcrodelo quesi estamos seguros es de
que el panorama musical sufrió -con el advenimiento de la
Guerra de Independenda- una transformací6n dramática.
El trastorno de la vida cotidiana afectó de manera cnIdal
el desarrollo paulatino y orgánico que se venía dando en la
esrétíca de la música venewlana desde la segunda mitad
siglo XVJIL l.as circullStancias extremas que se fueron pre­
sentando a partit de la declaración de la independencia el5
julio de 1811, arrastraron aloscompositores y rnúsicosde
manera inevitable al conRicto que se desencadenó en conse­
cuencia, lo que los apartó de sus actividades habituales para
-...",,11.·.
1¡;.L'~i .. ,;,~

· 118 . P"ijar la patria Beatriz González-Stepb-an y Carlos Sandoval (coords.) , 119 .

obligarJ", a trabajar en fuvor de las causas en pugna. Esto, superior y las finanzas europeas~ experto en macro y micro
aunado a la reorganización social, polfrica y económica que economía, así como en sociología, matenlátlca financiera y
se produjo tras la victoria patriota y la consolidación de la re­ geopolítica. Su estuclio Ruidos IEnsayo sobre la economía po­
pública en 1830, introdujo cambios substanciales en la pro­ lítica de la música (1997) se ha convertido en u na referencia
ducción y el consumo de música. Se rompió, por así decirlo, fundamenta.! para comprender cómo el poder y la música
e! hilo conductor que venía de los alarenta afias anteriores han interactuado de una manera insospechadamente fluida
al comienw de la guerra, dando paso a una nueva forma de a lo largo de la historia. El que Ateali no provenga en lo ab­
hacer y entender la música. soluco del medio musical, lo despoja de cualquier sospecha
Pero si resulta obvio que los acontecimientos políticos, respecro del interés que pueda tener en darle a la m(c,ica
econÓmicos y sociales tuvieron un rol crucial en la transfor­ un poder más allá del que realmente pueda tener. Según
mación estética operada de la música colonial a la música Ate.li, «la música es metáfora creíble de lo reaL No es ni una
republicana (pasando por las prácticas musicales a lo largo actividad autónoma, ni una implicación automática de la ,1
del proceso independentistamísmo), no lo es tanto el que la infraestructura económica. Es. anundo, pues el camhio se
música puede haber jugado un papel fundamental en estas inscribe en el ruido más rápidamente de lo que rarda en
transformaciones sociales y politicas. Aunque esro pudiera transformar la sociedad.» (1997: 14). Así, «escuchar la mú­
sonar pretencioso a los oídos de los historiadores, no pode­ sica, es escuchar todos los ruidos y darse cuenta de que su
mos ignorar el que los discursos musicales no son solamen­ apropiación y su control es teRejo de poder, esencialmente
te el fiel teRejo de una época, sino que anticipan de manera polírico.» (1997: 15). J\ tal punto llega su convicción "',­
asombrosa Jos acontecimienws históricos, al punto de que pecto a que el control del ruido equivale al control del poder,
en muchas ocasiones podemos leer en ellos los cambios que que se atreve a afirmar que «una leoría del poder exige pues
se avecinan. Esta idea había sido expuesta hacen más de dos actualmente una teotÍa de la localización del ruido y de su
milenios en el tercer libro (9-13) de La República de Platón, formación.» (1997: 16). Para Atrali do que hoy día llama­
donde se discute cómo lo eurrÍtmko y lo arrítmico, lo ar­ mos música no es, dC!lláSiado amc::nudo, más que un disfraz
tnónko y lo inarmónico, Influyen de manera sustanriva en poder monologan te» (1997: 19). Sin embargo, lo que
la conducción del Estado. A lo largo de la histOria se siguió más nos interesa aquí es su acuerdo con Kalteoecker en el
reiterando esto con insistencia. Kaltenecker dta en su libro hecho de que «cada ruptura social importante ha sido prece­
El "'mur de las batalMs, a un periodista de comienros del si­ dida por una mutación esencial en los códigos de la música,
glo XIX, quien se percata de que da revolución en la música en su modo de audidón yen su econom1:~~), yque «la música
francesa precedió a la revolución en la constitución política es paralela a la sociedad de los hombres, estructurada como
francesa. Es posible que aquélla fuvoreciera en algo a ésta, ella, y cambiante junto con ella. No evoluciona .sino imbri­
si hemos de dar crédito a los antiguos políticos griegos, que cada en la complejidad y circularidad de los movimientos de
estaban persuadidos de que los cambios de la música in­ la historia>, (Arrali, 1997: 21). No obstante esto, la historia
Ruían en los del Estado» (2004: 94). y la sociología le han dado muy poca importancia al tema.
Con respecto a esre punto, resulra especialmente sig­ La música no ha sido vista más que como Un fondo absolu­
nificativa la posición asumida en la acrualidad por Jacqucs
Artali, importantísimo personaje de la política, la educación
I tamente prescindible en el discurso de estas disciplinas. Por
su parte, la historia de la música, como humilde subsidiarla
JI

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·120· Fij.tr kl. pdtria Beatriz Gon¡ález~Stephan y Carlos Sandoval (monis.) , 121 '

de la historia general, no se ha atrevido a proponer aún una finitivo del Congreso de Angostura y las sucesivas victorias
teoría del poder en los términos que propone Attali. Sólo en militares patriotas que llevan a la independencia, la con·
los ú1tímos tiempos, y muy particularmeme en 1m estudios formación de la Gran Colombia y su desaparición en 1830
sobre música popular, se ha venido dando un interesante paraconstiruirse Venezuelaen un país independiente: todo
vuelco en torno a este asunto. estos cambios y Inatkes se reflejan de lnanera inequívoca
Las guerras independentistas ocurrid¡¡s en Suramérica en la letra y la música de estas canciones, que anticipan de
a partir de la segunda década del siglo XIX constituyen de manera sorprendente procesos que se desencadenarán.
por sí un interesantísimo cmupo de estudio donde verifi­ Particularmente significativo es el análisis que hace Quin­
car las teorías de Attali y Kaltenccker. Aunque las prácticas tana de la Gmeió" dedicado. tl Cowmbia, atribuida a
musicales durante ese período en Venezuela ya se han visto Meseron. Escrita en 1823, una vez terminada la guerra, en
abordadas por algunos investigadores, no ha sido sino hasta ella no encontramos ya apologías a la lucha ni alodio al
muy recientelnente que se han relacionado con la.., estruC~ enemigo. Muy por el contrario) el texto hace vehementes
turas del poder. Véronique Hébrard (2001), por ejemplo, exhortaciones a la paz, a la concordia, a la reconciliación y
define como {(!nanifestacionC5J musicales impue..'itas la.s al trabajo, en un país exhausto por la guerra.
práctiGlS auspiciadas a nivel ofidal, a través de las ~'Uales De la mayoría de estas canciones políticas a las que se
las amoridades del momento deciden marcar a nivel so­ refiere Quintana en su artículo, conocemos sólo la letra, ya
noro un proyecto y un conrex:to político» (2001: 30). Mi, qne no nos llegaron hasta hoy registros escritos de la música
adelante añade que el proccso revolucionario tiene que di­ en partituras, como vimos que sí ocurrió con la produc~
señar Hfonnas de comunicación donde himnos, la música ción sacra de la época colonial arlterior. Esto no sig¡úJica
y la candón están en el primer plano de las ceremonias, ya necesariamente que los dOCUlnentos se hayan extraviado o
que son las vias más apropiadas para suscitat el pretendido destruido en el fragor de la gnerra. Más bien pareciera qne
sentimiento de unión y fraternidad" (2001: 30). En este la práctica musical consistió en componerlas con melodías
sentido, cabe mencionar de manera muy particular el ensa­ extremadamente sencillas y acornpaiíamientos esquemáti~
yo de Hugo Quintana (1995) sobre las canciones políticas cos, fácilmente memorizables, adapradas a las necesidades
durante el proceso de independencia en Venezuela, quien y posibilidades propagandísticas del momento, lo que ha­
hacc un estudio de los contenidos de las letras de las can­ da innecesaria su escritura. En este sentido ~y atendiendo
dones políticas, patríotasy realistas, a a la evolución del género descrita por Quintana- hay que
Allí demuestra cómo el discurso va cambiando a la par que hacer notar las diferencias de carácter musical que observa­
lo hace el propio proceso: desde las inflamadas canciones mos entre la desnuda canción que se canta en los annpos
revolucionarias que acompañaron las frustradas revueltas de batalla en coro al unisono, y por ejemplo, la Canóón
sociales de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, ins­ patriótica escrita por Jnan Meserón en 1827, la Canción
piradas en la Revolución Franccsai alentadas nuevamente patriótica de José Maria Izaza de 1825, o la Canción de
gracias al, debilitamiento de la corona española a raíz de la Apure de autor anónimo de 1830, una vez consolidado el
invasión napoleónica a España ya la defensa de los derechos proceso independentista. Estos tres últimos espedrnenes,
del rey Fernando VlI; prosiguiendo con la deelar.roriade la compuestos en los años inmediatos posteriores a la Jjbera~
independencia, la Guerra a Muetre, el establecimiento de- ción de Venezuela en la Batalla de Carababo (1821), no s610
DWi~.;".;

. 122· Fijar la patria Beatri7. GonzálezwSrephan y Carios Sandoval (coords.) . 123 .

están escritos en partituras -en contraste con los ejemplos nos. En realidad, Blanco s610 se limita a colocar en la escena
que menciona Quintana- sino que utilizan un orgánico algo que es impensable que fuIte en el contexto de su relato.
instrumental fuertemente institucionalizado: solistas, coro La música ha tenido históricamente una impommcía vital
y orquesta. Y como dice Attali, «una orquesra es siempre en el combate, sobre todo en la etapa previa a la recnologfa
demostrad,m de poder" (1997: 25). Podemos entender así de las comunicaciones inalámbricas que se desarrollaron
la ingenuidad de la afirmación de Stuckenschmidt, quien apenas durante el siglo XX. Ya veremos por qué.
al referirse a lo que él denomina «rnúsica comprometida)). Las bandas constituyen la base de la música militar,
dice que «toda la má,ica con intención política puede ser entendida.'i como orquestas constitujda"i por instrumentos
utilizada por los del grupo contrario, con sólo cambiar el de diversas familias (metales, maderas y petcusiones), Son
texto;>}) Q)nduycndo que «los músicos mismos pueden estar cuerpos muy instírucionalizados que tienen al menos tres
comprometidos polítkamente, pero sus obras deberán ser funciones básicas: ordenar y organizar el paso de marcha de
juzgadaB de acuerdo Ulll criterios estéticos y no políticos)} la infanterÍll. (tal cual ocurre en los desfiles militares), animar
(1960: J 44). Desde el punto de vista de Attali, toda música con la interpretaci6n a las propias huestes (como se dice que
está inevitablemente comprometida, tenga letra o no. Atanasio Bello Momero lo hacía con los patriotas durante la
Es en este sentido que nos parece sumamente intere­ Batalla de Carabobo), e intimidar al contrario (el redoble de
same entender el papel que ha jugado la música en j&nezue­ un coro de tambores puede Uegar a amilanar a cualquiera).
la heroica de Eduardo Blanco, ya que ésta ha contribuido Por otro lado, hay que entender que no se puede pretender
de nlanera deternünante en la construcción del imaginario dirigir a todo un ejército disperso en un área grande a puma
nadonal. En esta obra, la música se constituye en una pro­ de gritos) rrmcho menos cuando el volumen necesario para
tagonista de excepción, algo que hasta ahora no han desta­ hacerse oír tiene que sobrepasar mn creces el estrépito gene­
cado lo crlticos. No hay prácticamente pasaje en este libro rado por los relinchos, rebuznes, mugidos, galopes, golpes,
en el cllalla mÍlsica no aparezca mencionada. Si hacemos: cañonazos, disparos, metales cbocando entre ayes y gritos
un recuento comparativo dé cuán presentes: se encuentran de los soldados, etc. Ya lo Kaltenecket cuando comenta:
en esta epopeya otros dementos de la vida cotidiana como «¿Qué podían entender exactamente los soldados de Napa-­
el vestido, la comida, las fiestas, o la enfermedad, nos dare­ león arengados por el emperador, de quien Reicbardt escribe
mos cuenta de que la música goza de un sitial privilegiado que poseía una voz grave, ronca y poco modulada?»
en ella. Y es que no puedesetde otra manera, porque la mú­ 123). Puesro en este contexto, podemos entender que re­
sica no es un adorno en las batallas. ¿Cómo podrfa serlo en sulta muy poco verosímil el famoso grito de «vuelvan ca!"",»
un evento que constituye un enfrentamiento con la muerte lanzado por Páez en las Queseras del Medio. Con el ruido de
misma, que por su naturaleza se despoja necesariamente de dos ejérciros persiguiéndose al galope y disparándose entre
todo aquello que es superfluo, para quedarse s610 con lo es­ sí, esto no ha de bido escucharse en lo absoluto. Debemos ro-­
trictamente necesario, con aquello que puede conducir a la mar en cuenta el hecho de que las órdenes en las contiendas
victoria y ga.rantlzar así la supervivencia? No pretendemos: están dirigidas a componentes que se encuentran enfrasca­
por supuesto, decir que Blanco sintió una preferencia dos en aniquilar a como de lugar a un enemigo, y que difl­
tal por la música que lo llevó a incluirla masivamente en su cilmente pueden Oíf, mucho menos atender, iru.trucclones
texto. De eso no tenemos constancia alguna, ni mucho m,e~ verbales en tan compleja situación. Obviameme tiene que
IUI"',II;i"
.Wi¡JtI,l,¡"",,!,

;111,

. 124· Fijar !LJ. patria Beatriz González-Srephan y Carlos Sandoval (coorJs.) . 125 '

haber una manera eficiente de comunicar a los soldados to· conceptos definidos. En el siguiente relato del poeta Hein­
das las decisiones que toman los oficiales en medio de tan in· rich Heine, a propósito de su encuenrro con Le Grand -uno
tenso ruído. Esta manera es a través de los toques de cornetas de los mi, importantes músicos militares de los ejércitos de
y cornetines, y del batir de los tambores. Estos instrumentos N.poleón- se evidencia cómo éste puede contarle a aquél
poseen un gran potencia y timbre penetrante, lo suficiente toda una historia a Duma de redobles:
como pata ttaspasar el volumen de la tefriega. Los toques Monsieur Le Grand chapurreaba muy poco alemán, tan
están altamente codificados, y comunican órdenes muy ,610 las palabras importantes - pan, beso, honor-, pero
precísas. Par.a demostrarlo ofrecemos un listado resumido ~abia hacerse entender perfectamente con el tambor. Por
de nombres de las dianas militares de cornetín y cornela de ejemplo, cuando yo no sabía lo que significaba la palabra
la in!amerm real de España, cuyo examen evidencia que se «libertad", tamborileaba la marcha de los marselbes, y
trata de indicaciones dirigidas a la tropa!: alinearse, alto, ar· le entendía. Si no conocía el sentido de la palabra «igual·
mas al bt37-O, armen y envainen) atención, atención general, dad», tocaba la marcha «Ah <;a ira, ~a ira, les arÍstocrates
crunbien arUla5, cuelguen armas~ de frente suspendan, dcrc~ a la lanterne!», y yo le entendía, Si yo ignoraba lo que era
cha, descansen ambns hombros, descansen armas, descanso, la (¡estupidez)), me hada cSt."Uchar la Marcha de De.1isau,
descanso a discreción, entrada f.Jgina marchando, entrada que nosotros, los alemanes, como relata rambién Goethe,
!agina parado, enrrada himno nacional, entrada marcha tocamos en Champagne, y yo entendía, Un día quiso ex­
infames, firmes, izquierda, llamada banderines, marcha de plicarme la palabra «Alernania» y me tocó esa vieja me­
nente, media vuelta, paso ligero, paso maniobra marchando, lodía tan sencilla que se escucha a menudo los días de
paso maniobra parado, presenten armas. rindan armas, so­ hacer que los perros bailen, es decir,
dum-dum-dum; me daba rabia, pero entendía, De esta
bte hombro derecho, sobre hombro izquierdo. Fstos toques
manera me enseñó la historia reciente .. Yo no entendía las
se transcribían con todo cuidado eu partituras como el Libro
palabras que pronunciaba, pero, como las arompaítaba
de ordmaw.d de los t¡;ques militares de la infonter/a española
al mismo tiempo con golpes de tambor, sabía a qué se
de Manuel Espinosa de 1761, donde aparece por primera
refería. En el fondo, ése es el mejor método de enseñanza,
vez escrita la Marcha granadera (de autor desconocido), hoy
La historia de la toma de la Bastilla, de las Tullerías, etc., se
en dia Marcha real española, himno nacional de España. En
entendía bien a condición de saber qué música había so­
los atchivos venezolanos encontramos a menudo documen~
nado entonces en los tambores (Kallenecker, 2004: 50).
tos de esta índole con las vcrsjones crloHas de estos toques.
CAn estas órdenes musicales se podia ir a la carga, batirse en Los signos sonoros suelen ser de gran eficacia para des­
retirada, pasar marchar alpaso, flanquear el batallón, encadenar acciones bélicas previamente concertadas <~ ••• a
y muchas otras acdones cruciales paradefinirel resultado de una sefial convenida de nuestros tambores y cornetas, la
una contienda, como por ejempJo l vuelvan caras. división republicana lanza un inmenso vítor a la Patria y Se
Queda así demosrrado que la música puede ser lo su­ atroja impetuosa sobre el terrible bosque, que se inflama
ficientemente elocuente por si sola como para transmirir de súbito despidiendo rayos y atronando el espacio con el
, .. " " , .... , " .. " " ... , , .......... , ... " '" ... " " . , ........ " ruido incesante de sus repetidas descargas» (Blanco, 1981:
'J amado de Imp:f/www.geocitieuom/¡udnt';_28017Iban""l 212). Es por ello que la aniquiladón del tambor yel Corneta
donde además se pueden escuchar todos e."os wques. Con­
sul l'"jo e13 ¡ 107/2006, (nos referimos ahora a quienes tocan estos instrumentos,
.,1,.,,'

·126 Fijar la patrid Beatriz Gomález-Stephan}' Carlol:i Sandoval (coorcL'i.) . 127 .

no a Jos instrumentos en sí), constituyen un objetivo clave smmdtrack. En el cine se habla de música diegética, músi­
en las batallas, por lo que deben ser especialmente protegi­ ca incidental y folia diégesis (X,labarder, 1997). El término
dos durante las operaciones, so pena de perder el contacto música diegética se refiere a aquella música que fortna parte
entre la oficialidad y la tropa en combate. A propósito de del propio relato, que se produce dentro de la historia mis­
la Batalla de Carabobo, Blanco hace referencia L'Xplícíta al ma. Cuando Blanco escribe que
evento musical que constituye la señal pasa ir a la carga:
Atronadores vítores resuenan en el campo repuhlicano;
De pronto, en medio del estrépito de las descargas ene­ redoblan los tambores; cornetasyclarines lanzan al viento
migas. se Otro lejano ruído) débil en su principio, provocadoras vibraciones que acogen los contrarios corno
entrecortado, luego más vivo, violento al fin y repetido un guante que se les arroja; crece el fragor de la impetuosa
como un inmenso redoble de tambores. Un estrcrncciw carga; ruge el cañón vomitando metralla; y una inmensa
miento simultáneo, eléctrico. recorre nuestras filas y Iull granizada de balas que se cruzan COn fatídico silbido, re­
voces robustas se elevan vitoreando la división de P'¡"z, bota sobre la plaza [... ] (1981: 43)
cuyos fuegos reconocen sus impacientes compañeros. Las
no hace sino evocar el aInbiente sonoro que viven Jos pcr~
bandas marciales dan al viento sus noto.'. Aquella primera
,onajes de la trama, sonidos que ellos mismos están pro­
réplica de nuestra vanguardia, es para los Olros cuerpos
la señal de acometer, y las dos divisiones de C,cdeña y de duciendo y oyendo al momento de ocurrir la acción. De
Pl= se lanzan atropelladamente por la trocha en ros de este tiro de diégesis hay muchos ejemplos en La obra, como
los que ya combaten (1981: 386). cuando se describe el dispar ejército de Boves, donde el
mento sonoro es uno de sus rasgos más característicos:
Las milicias se entrenan con todo cuidado a objeto de
reconocer el significado de estas señales durante la acción Agregad a todo esto, abigarran:üento de colores, diversi­

bélica. Ya lo dicc el propio Blanco al referirse al recluta­ dad de tipos, formas robustas y bronceadas, escorr.Qs im­

miento forzoso de jóvenes que se vio obligado a hacer el posibles, ruidor discordante>, tambores que redoblan, clari­
nes que ensordecen, estrepitoJa vocería"> bruscos movimien­

bando patriota en los peores afios de su gesta, donde no


tos, chasquidos de espadas, pi.wdas de albaUos, relinchos; y

hubo tiempo siquiera para enseÍlarles los rudimentos mí­


la Inás completa confusión de hirsuta) crines,

nimos necesarios: "... parten en solicitud del enemigo los


bayonetas sin brillo y desgarradas banderolas; y tendréis a

imberbes conscríptos, confundidos con las tropas de línea;


la vista el ejército de Boves [...] (1981: 40, énfasis

y aprender de camino, el manejo del arma que los abruma


con su peso, asl como acostumbran el oldo a los toqlles de gue­ La fuente de la música diegétíca utilizada en Vén<zue­
rra, y a las voces de mando de aquellos nuevos decuriones la heroica proviene por lo general de las acciones militares
que se prometen enseñarles a morir por la Patria» (1981: mismas. En muchos casos se trata de referencias de corteab­
38, énfasis mío). Lo que le roc6 hacer a estos muchachos fue solutamente realista, en la cual la música no añade ningún
literalmente lo que se llama «aprender sobre la marcha." significado adicional al relato:
, ""1
'1 .
La presencia de la música a lo largo de 1knezuelaheroica Nuestros tambores baten marcha, yel ejército patriota, lle·
¡!, ¡:;; es extremadamem:e notoria. Para analiza rla, apelaremos a no de entusiasmo, sale por tercera vez a la Hanura [... ]
.1
1
I
.
las herramientas conceptuales que nos brinda la teoda Redoblan 105 tambores, suenan cornetasy clarines, rdindJan
',11,1,11
· 128· Fijar la patria Sanuoval (courds.) . 129.

los caballos y crujen las cureñas de las piezas volantes que cuando Blanco se refiere a la guerra psicológi­
d enemigo pone en movimiento [... 1 A la mañana sl­
ca que se produce con el uso intencional de la música para
guieme, el cOmilnddme de Ia/ortd!eza llama laatención de
intimidar al otro, las referencias a ésta son del todo directas.
la, republicanos con repetidos toques de corneta [... ] Oíd: en
Como sabemos, las guerras no se libran sólo con las armas.
elejército realista redoblan los tambores, suenan los clarines)
La consigna parece ser que quien más ruido hace es quien
los regimientos se forman en batalla, se cruza.n órdenes
más puede, Esto lo retrara Blanco cuando nos describe las
que trdSrniten veloces edecanes. relinchan los caballos, se
actirudes de amago que protagonizan los bandos en pugna:
desnudan los sables, la artillería se exhibe amenazante) y
las mechas encendidas ondulan en el aire sobre el cebo Después de algunas horas de inexplicable inmovilidad,
de los cañones, cual serpiente de fuego [...] .. . 105 cÚ2rines todo cl ejército realista se pone de pronto en movimiento,
del fjército patriota resuenan en las quiebras de los montes marcha al paso de carga contra nuestros baluartes, yensor­
con repetidos toqut'J" de silencio: todo enmudece en nuestro decedora algazara resuena amenazante. A los clarines de
campo [ ... ] (1981: 240,87,269,303,340, énfasis mío). Roves t que vibran en todas direcciones) con testan nuestras
cornetas y tambores con sin par os.dia ... (1981: 131).
Incluso encontramos interesantes alusiones de índole
etnográfica, como cuando se describe la música marcial que O cuando descrlbe las provocaciones que lanza el ejér­
hadan los indígenas redutados por la causa independentista cito realista a los patriotas:

al propío tiempo, los 500 indios flecheros acuden al car­ rugidos de indignación provoca en nuestras filas semejall­
cajJya.lJon monótono de susgaitas) tamboriles que resuenan te amena:za. Escalona organiza una columna de araque y
meÚ2ncó!icammteen m~dÍó del estrépitoguerrero, extienden V"a a lanzarse fuera de las trincheras, cuando de súbito, a

el poderoso arco, y una Uuviaincesante de agudos dardos, cosa de las diez de 1. mañana, ruidosos redobles de tam­
como menud.s plumas, anubla el cielo y rápidas descien­ hores y vítores .1 rey resuenan en el campo realista, donde
sohre los tercios españoles, davándose vibrantes en al fin de una salV'd. de veintiún cañonazos) aparece una
muchos csfo=doscorazones (1981: 241-242). bandera blanca (1981: 137).

La Jllúska es a menudo usada en la guerra como estra­ No obsrante, la música no sólo se usa como ardid o
tegia de engaño al enemigo, pero tampoco aquí sobrepasa subterfugio, sino que también sirve para elevar el decaído
i su dimensión SOllOra dentro del relato. entusiasmo de la soldadesca: ,Jos tambores redoblan en los
opuestos campos, piafan inquietos los fogosos corceles, y
Sabedor del peligro que amenaza a Caracas, Bolívar olvi­
bélica animación posee y levama los comurbados ánimos»
da generosamente su propia y angustiosa situación. R<¡­
coge de sus tropas 300 hombres de los más aguerridos, (1981: 171); o ,.el toque de generala enardece el campo re­
los municiona en abundancia, los dora con un cuadro de publicano [... ]» (1981: 240). La descripción más rica que
expertos oficiales, )\ a las órdenes de Mariano Montilla, al respecro hace Blanco, es aquella teferida a la marcha del
los hace salir de San Mateo a las dos de la tarde, tambor ba­ ejército republicano sobre el campo de Caraboho, donde se
tiente y banderas desplegadas, por el camino de la capitaL celebrará la batalla decisiva por la independencia de Vene­
Cae el enemigo en el eogaño que encierra aquella marcha zuela. El entusia'mo florece pordoquíer, y se expresa funda­
ruidosa y ostensible [...] (1981: 83, énfasis mío). mentalmente a través de una actitud netamente musical:
·130· Fijar la patria Beatriz González-Stephan y Carlos Sandoval (coords.) . 131 .

En medio del ruido acompasado de la marcha, tesonaban dor del relato, y eventualmente al efecto que provocan en
estrepitosos vítores, fanfatronadas estrambóticas, gritos los personajes que lo habitan. Más allá de eso, Blanco no
preñados de amenazas; y se entonaban coplas de melodio­ pierde oportunidad de usar la música diegética como una
so ri tmo, alusivas a los pasados triunfos, a nuestros héroes estrategia de carácter retórico que le añade dramatismo al
muertos, no vencidos; y corrían chanwnetas sarcásticas texto mismo. Cuando afirma que «renace la esperanza. La
sazonadas de gracia y de dichos pican¡es, que, unidas al nueva de un auxilio inesperado es propagada con rapidez.
metálico chasquido de las armas, al relincho de los caballos Se echan a vuelo las campanas; baten diana los tambores.
yalsusurro del vieruoen el ramaje delos árboles, formaban La batalla va a cambiar de aspecto>' (1981: 52), el autor
un extraño concierto, estrepitoso e inarmónico, pero lleno no sólo alude a campanas y tambores que efeGtivamente
de virilidad y de alegría. Nuestros soldados, como los anti­ puedan estar sonando en el lugar de los acontecimientos,
guos lacedemonios que presidía Tirteo, se enardecen con
sino que gracias a ellos opera un cambio efectivo en el tono
los himnos guerreros de sus bardos salvajes, yeamando sus
de la narración, por el giro inesperado que han tomado los
pasadas glorias se dirigen a Carabobo. (1981: 381-382).
acontecimientos. Algo similar ocurre cuando dice que «un
Son muy pocos los casos en los que la música diegética prolongado redoble de tambores, resuena en torno al valle,
no tiene vínculos con el mundo de las milicias en Venezuela como el primer anuncio de la tempestad que se preparal)
heroica. Yes natural que así suceda, ya que se trata de la (1981: 80), ya que lo que le importa no es describir el mero
historia de una campaña militar. No obstante, encontra­ batir de los timbales en tanto elementos reales dentro de la
mos dos pequeños ejemplos en los cuales Blanco se refiere historia, sino hacer una metáfora musical del trueno que
de refilón a la música de los civiles, aunque utilizada en un anuncia la tormenta que se avecina, esto es, la batalla en
contexto militar. Luego del sitio de Valencia, Boves orga­ ciernes. En el marco de la utilización retórica de la música
niza como escarmiento a la renuente ciudad, un tenebroso del relato, Blanco llega incluso a emplearla como especie de
baile al que obliga a asistir a las familias que quedan vivas leitmotiv wagneriano, ligada a la aparición o salida de per­
después de la entrada de sus tropas. Allí asesina en un cuarto sonajes importantes, o a la evocación de eventos ya conoci­
aledaño, a todos los hombres asistentes, al son de «los acor­ dos: «De súbito vibra un clarín lejano, y Boves, a caballo y
des de regalada música, yen medio de tanto duelo, danzan rodeado de lanzas, aparece a la entrada de San Mateo por el
los sanguinarios triunfadores con las esposas y hermanas de camino de Turmero» (1981: 80); o «Los clarines de nuestros
las víctimas, llevadas por la fuerza a aquel sarao del crimen)) escuadrones dan al viento sus vibradoras voces. Barreiro las
(1981: 140-141). También hay alguna alusión a la músi­ oye y se estremece: eran aquéllas las mismas notas, especia­
ca sacra, cuando los jefes y oficiales patriotas «asisten al Te les y terribles, que precedieran a la espantosa acometida de
Deum que se canta en la Iglesia Mayor, en acción de gracias 'Pantano de Vargas» (1981: 350). Quizás la más dramática
al Altísimo, 'que arrojaba sobre nuestras espadas al impío de las imágenes que nos ofrece Blanco a lo largo de su texto
que en aquella Provincia había profanado sus templos y de­ es aquella donde el himno de la victoria es cantado como un
gollado indistintamente hombres, mujeres y niños hasta en úlrimo esfuerzo por los patriotas moribundos que quedan
los mismos altares'» (1981: 210). tirados en el campo de batalla, junto a los vencedores que
Todos los ejemplos que hemos dado hasta aquí se li­ celebran el triunfo: «( •• , y en la última agonía tratan de unir
mitan a describir el sonido que se produce tal cual al inte- su voz desfalleciente al himno de victoria que entonan por
,132, Fijar !.t patria Beatrit.González-Stephan yCados Sandoval ((.OOOOs..) " 133·

la patria sus más .f"reunados compañeros. Aquí el duelo; Al ruido de h.s armas, al estrépito de las batallas, a los
más allá la apoteosis» (1981: 397-398). Este último caso, debates turbulentos de los primeros clubs [síc] republica­
junto con el ya referido del baile organizado por Boves en nos, donde rugía Coto Paú], fulminando desde lo
Valencia, son buenos ejemplos de la utilización de un tipo la tribuna las amenazas de su có¡era; a los cantos patrióti­
de música llamada anempdtica en el cine. Por lo general, la cos y al grito santo de libertad queenardeda todos los co­
música suele estar acorde con los sucesos que acontecen en razones, sucede un silencio de muerte; silencio pavoroso,
la tratna de un relato: si es alegre. la música es alegre; si es que no turba siquiera los ares de las víctimas, porque
triste) ia música es triste, y así sucesivamente. Esto se hay cuidado de ponerles mordaza antes de herirlas [.,,1
en el cine música empática. No obstante, pueden darse casos Un sepukral silencio reina en tomo de aquel inmenso
de contradicción entre la música y el evento en la. cual esta cuadro de profunda desolación; silencio pavoroso que
ocurre. Tanto en el canto victorioso de los moribundos, en­ interrumpe tan sólo los graznidos de las aves de presa y
mo en la masacre al son de música de baile que protagoniza
el metálico timbre de una vm varonil y alentadora que
repiten los ecos de la sierra con la sonoridad vibrante del
Boves, la música an~mpdtica acentúa por contraste el drama
clarín (1981: 65, 330).
a un punto extremo. Este artilugio retórico es de exccpcio­
efecro, y Blanco no deja de aprovecharlo al máximo en El silendo pasa aquí a tener una carga emocional muy
su técnica narrativa. fuerte, Ese es por lo general el papel que juega la música
Además de la música diegética, encontramos en los incidental: enfatizar el poder persuasivo de la narraci6n. Es
mes la llamada música incidental, Se suele definir la música por eso que la música incidental en la narrativa está fuer­
incidental como la no dicgética por antonomasia. I.a música temente asociada a la metáfora. Cuando Blanco dice que
incidental no se ellcuentradentro de la historia, sino fuerad. «De las llanuras del Arauca, donde los clarínes de h.
ella. Los personajes no panidpan de esta música: no la oyen repiten los hechos fabulosos del vencedor en 'Las Queseras',
ni la producen. w música no es realista, sino que colabora Bolívat se lanza a conquistar más aIra gloria» (1981: 317),
con las necesidades narrativas para caractetizar y enfurizar no está hablando evidentemente de música diegérica, sino
ambientes, sitUadones o estados psicológicos. Tal es lo que que la fuerza de los clarines COl1<tiruyen una meráfora de l.
sucede en los casos en que Blanco hace, por ejemplo, alusión amplitud alcanzada por el presdgio de Páez como militar.
al silencio. El silencio es inaudible precisamente porque es Igual ocurre en otros pasajes de esta obra, donde la música
silendo. Se trata sólo de un estado psicológico de ausencia q~e se menciona en el texto no tiene referentes concretos en
de sonidos, porque de hecho, fisiológicamente hablando, el la realidad de la narración:
oído humano no puede privarse de la audición, a menos que
Colombia, la aspiración grandiosa del genio de Bolívar,
haya una sordera absoluta. No podemos cerrar los oídos, era una realidad r...]
Hija del heroísmo, concebida en el
como sí los ojos. El silencio, que ¡¡Hma una parte importan­ seno de las tempestades al eléctrico resonar de los clarines~
tísima en la música (de hecho, existen signos en la escritura entre el fragor de las batallas, los rugidos dellcón soberbio,
musical para determinar su duración exacta), ticncun poder dominadot del Nuevo Mundo, y los himnos triunfales de un
dramático que ha sido explotado con mucho éxito por mu­ pueblofanatizado hasta el martiriQ por la idea TY!denf<Jrti de
chos compositores como el clásico caso de Beethoven, Esto independencia y libertad., había surgido altiva como deidad
mismo hace Blanco en los siguientes pasajes: terrible, cotOnadah.frente de sangtientos laurelesyarmada
._tu__
·¡¡,mll·;¡,li,I"I.:I.· l . "*I~'!li¡Wlflii¡

·134 . Hjar /.a patria Beatriz GonzáJez-Stephall y Carlos Sandoval (coords.) . 135 .

dela noble potencia de su virilidad ysus derechos, del surco un territorio tan va~to. Se trata efectivamente de una hi­
ardienre de la guerra en el Clmpo inmortal de «floyacl» pérbole que sintetiza el poder de convocatoria que tenía el
Despiertan los dormidos ecos de nuestras montañas, y jefe realista en los llanos venezolanos. Otra escena musical
cual centineLcs que se alertan, la repiten en coro: las llanuras que parece veroslmil, pero que no 10 es, la narra Blanco a
la cantan en mspalmasflexibles: los ríos la murmuran en sus propósito de los preparativos que hace el Libertador para la
rápidas ondas; y el mar, su símbolo, la, recoge y envuelve Batalla de Carabobo. Un sincronismo entre bandas y tropas
entre blancas espumas) y va a arrojarla luego~ como reto de colocadas en pumos geográficos preswniblememe lejanos
muerte, en las playaB que tul dia dejó Colón para encontrar entre si no es algo creíble (la velocidad del sonido hace que
un mundo (1981: 355, 19, énfasis mío).
se retarde tanto en la distanda, que es imposible tocar jun­
Finalmente tenemos la llamada jiLfa diégesis, que no es tos), pero conforma sin duda una imagen de sinl,>u.lar belle­
. más que música diegética, que adquiere un grado de abs­ za, que Blanco explota con eficacia:
tracción tal que se escapa de la verosimilitud de la historia Las bandas marciales de todos los batallones entonaban a
para contrihuJr con la narrativa en sí miSIua. En el siguiente un tiempo la marcha popular que tantas veces los condu­
ejemplo vemos cómo una música que era en principio die­ jera ala victoria; yen medio al bélico clamor que reperían
gética, se transfurma en incidental, al constituirse en un los ecos de la inmottalll.nura, resonaba a períodos mar­
reflejo de la permrbación psicológica que estÍn sufriendo eados, como el trueno de aquella tempestad del entusias­
los personajes durante la célebre huida a Oriente: mo; el gritO unán¡mc~ mil voces repetido por todo aquel
Tras las COntadas horas de reposo que les aUlerda noche ejército, de: '¡Vlvad Libertador!' (1981: 379-380).
angustlosa t lIena de tertort"s, se oyen dolientes ayes y des­ Ahora bien, una cosa es la referencia constante que hace
esperados alaridos contestar al toque de clarín que anuncia Blanco a la música en Venezuela y que hemos estu­
diariamente, al despuntar la aurora, el insta,nte cruelúimo diado hasta aquí, y otra muy disrima lo que hemos deno­
de ponerse en camino [... J Sobresalrados se levantan con el minado la musÜ"atidad de su obra. Blanco escribe una épica
fllido que meten las cornetas, cualsí les desgarrasen los oídos de la independencia de Colombia, tal como lo hicieran en
bu pavoroS4S resonancias de fa trompeta apocalíptica; yvuel­ su momento los mejores bardos de la historia. Corno buena
tos alavida) yconella a todas las miserias queJos aco.~ansin
epopeya, es cantdlM, que no nanada. No es por ende gratui­
descanso, claman al cielo entristecidos, yen confuso tropel
to el titulo que diera Pedro Pablo flarnola a Eduardo Blan­
se aprestan a seguir la dolorosa marcha, en la que a cada
co como el «(cantor nacional en prosa de la epopeya patria»
paso acrece su infortunio (1981: 147, énfasis mío).
(B.mola, 1963: 32). fllanco es el Homero nacional, a qué
Por supuesto que la f.Jsa diégesis tiene un parentesco dudarlo; un rapsoda que cantó -en el sentido literal del tér­
con las figuras retóricas. Aunque pudiera parecer realista, la mino-lahazañaheroicade nuestros próceres. El propio au­
expresión: "Un solo toque de llamada a sus filas, resonando tor está plenamente condente de esto. En un confuso pasaje
en las márgenes del Guárico, bastaba a Boves para acrecer de su libro -donde no queda del rodo claro si está citando
de nuevo sus mermadas falanges» (1981: 98) no lo es en ab­ un despacho del general Tomás Montilla, o comentando un
soluto. Ningún toque de clarín, corneta, trompera, pifano texto anterior de Simón flo!fvar- asevera que «la epopeya de
o cualquier otro instrumento tnilltar puede hacerse oír en Iluestraindependenda lucirá sus refulgentes galas. Yacaso al
"',, "1' ,i i·j,!:I"'" ," ,1" 1, ,1,"':' ··,'I'~i~i",cli¡~li:H"iilll¡ 1,,", ' ,',1', I ,,:, '
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, 136· Fijar la patria Beatriz González-Stephan y Cados Sandoval (coords.) . 137 .

grande Homero ya Virgilio yal Tasso, no les falten en nues­ el libro es un gran fiasco. No intenta transmitir información,
tro suelo dignos imitadores» (Blanco, 1981: 57-58). Tan sino emoción. Y pese a que la prosa de! libro pudiera parecer
alta responsabilidad la asume sin titubeos nuestro valiente alambicada para nuestros gustos actuales, sigue atrapando al
escritor (y vaya que lo es), tal como antes los libertadores lector contemporáneo que se acerca a él sin prejuicios, por la
arrojaron en su momento sobre sus hombros compromisos pasión con la que está escrito. En este sentido, llama profun­
de naturaleza más cruenta. Se trata de tstar a la altura de damente la atención la insulsa discusión acerca del valor real
lo que nos exige la historia en cada momento. A Blanco le de los datos históricos que pueda orrecer la obra, acerca de si
tocó «, .. transmitir a nuestros hijos las tradiciones épicas de se puede considerar en definitiva como historia o no, y otras
las pasadas glorias de la patria, es un deber sagrado, que nos cuestiones de este tipo. Cualquier obta humana puede ser
impone juntamente con el amor al s~elo en que nacimos, el una fuente importante de datos históricos. El motete Popule
noble orgullo de ofrecer ante el mundo la eximia ejecutoria mem de JoséÁnge! Lamas no es historia, pero puede decir­
de nuestra nacionalidad ... » (1981: 93). nos tanto sobre su época como cualquier otro documento
Cuando hablamos de la musicalidad de Venezuela he­ de! mismo período.
roica, no nos referimos únicamente a su carácter de canción Si hemos resaltado al comienzo de este artículo e! poder
de gesta. Si en algo podemos comparar este libro al Cantar del que es capaz la música, ¿cómo no conferirle la misma
del Mio Cid, o a la Canción de Rolando, es precisamente en cualidad al verbo, más aún si es cantado? La teoría de los
su capacidad de inflamar los ánimos, como muy bien lo dice actos de habla propuesta John Austin y John Searle, nos
Martí al comienzo de su tan citado prólogo al libro: "Cuan­ demuestra que más allá de la enunciación, decir algo es hacer
........p.lt~nlf'"'" ¡:!'!'l""'~rc""!"·,;:,,,,,¡,i~'",mlill'ip!¡iIItffl¡
algo. Blanco tiene muy claro este poder de conmoción, de
:j!1:-:''f." ; ' , " do se deja este libro de la mano, parece que se ha ganado una
P,I·, .. '
batalla. Se está a lo menos dispuestO a ganarla: -ya perdonar hacer mover, de! que goza la palabra. Al respecto, resulta más
después alas vencidos» (1981: 15). El acento que hace Martí que elocuente su aseveración de que «mientras la poesía nos
'1",
en los efectos perlocutivos del texto es probablemente uno viniera de España, no había razón para temerla... » (1981:
de los aspectOs más notables de Venezuela heroica, y quizás 18). Y esta es precisamente la apuesta de nuestro autor: ha­
uno de los menos estudiados y apreciados. Es precisamen­ cer en suelo patrio una poesía temible, una poesía que, como
te estO lo que hemos denominado aquí su musicalidod. La en el ditirambo, purificara todas las pasiones hasta llegar ala
música no ofrece razones ni datos para persuadir (ya que no catarsis. Por eso no tiene pruritos en afirmar: «Pero ¡basta!:
puede), no procura convencer con argumentos (ya que no la pluma se resiste a detallar tantos hotrores, de todo punto
los tiene), sino que intenta ante todo conmover, inquietar, históricos» (1981: 149). En esto fue probablemente e! más
perturbar. Martí da, en muy pocas palabras, en e! clavo de lo eficiente de nuestros escritores del siglo XIX, y es precisa­
que constituye la esendade este escrito: «••. este libro es una mente esa cualidad, su musicalidad, que no sus dotes de
llama.» Es fuego puro: nada más lejos de un manual de his­ historiador, lo que le ha garantizado su trascendencia.
toria patria, ni nada que sela parezca. Cualquiera que se haya
acercado a Venezuela heroica en busca de datos histórlcos
se lleva una gran decepción: pueden pasar muchas páginas
antes de poder pescar algo que le sea medianamente útil.
Visto como una histOria de la independencia de Venezuela,
"'.1 ¡"I' i!l"!'II:íi~¡¡'ii::¡¡I"1 " .. ".. . ." . ""'. ¡"" ,: '. ''''.1''''1''''Ii'T
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·138· PUar la patria Bearriz González~Stephan y Carlos Sandoval (coords.) . 139 .

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signos de identificación, figurando la nación con un valor
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de propiedad. Este núcleo narrativo coloca la atención en
Madrid: Ediciones B.
los tipos de conflicto planteados en sus novelas, en los pro­
blemas-enigmas claves en la armazón de los imaginarios
nacionales. Como argucia narrativa, la filiación permite
pensar en términos afectivos y sanguíneos el origen de la
nación, haciendo implícita la estrategia de justificar un ori­
gen familiat de 10 nacional. Estas son las claves a rastrear en
sus novelas Venezuela heroica (I 881)1 y Zdrate (1882).

La primera edición de Venezuela heroica llevaba el subtitulo


de Cuadros históricos (CaraGaB: Imprenta Sanz, 1881) y cons­
taba de cinco cuadros-relaws épicos sobre las guerras inde­
pendentistas: «La Victoria», ~(San Mateo», (tLas Queseras)),
ttBoyacá» y «Carabobo». Debido al éxiro de su recepción,
Blanco decide realizar una segunda edición en 1883, agre­

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