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Hogg & Vaughan - 2010 - 03 - Atribucion PDF
Hogg & Vaughan - 2010 - 03 - Atribucion PDF
PREGUNTA INTRODUCTORIA
• Acaba de llegar a un país extranjero y se da cuenta de que se está irritando por la manera
aparentemente distante y brusca en que la gente responde a sus preguntas sobre
indicaciones para llegar al hotel. ¿Es deliberada esta antipatía? ¿Podría ser una práctica
cultural? ¿Es usted una persona intolerante para haberse ofendido tan rápido, o su
conducta sólo confirma sus expectativas acerca de la gente de ese país? ¿En realidad le
importa? De ser así, ¿qué factores tomaría en cuenta para explicar la conducta de ellos y
sus propias reacciones? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de la explicación a la que
llegue?
Términos clave
Atribución
Atribución externa (o situacional)
3
Atribución interna (o disposicional)
Atribuciones intergrupales
Autoanticipación de mal desempeño
(self-handicapping)
Creencia en un mundo justo
Descarte
Efecto actor-observador
Efecto del falso consenso
Efectos no comunes
Error extremo de atribución
Error fundamental de atribución
Esencialismo
Explicación social
El pensamiento humano intenta buscar, construir y dar explicaciones a nuestras experien-
cias. Intentamos comprender nuestro mundo para hacerlo suficientemente ordenado y
significativo para la acción adaptativa, y tendemos a sentirnos incómodos si no contamos
con este conocimiento. En particular, necesitamos comprender a la gente. A lo largo de la
vida, la mayoría de nosotros construimos de manera gradual explicaciones adecuadas (es
decir, teorías) sobre por qué la gente se comporta de ciertas maneras; en este aspecto, todos
somos psicólogos “ingenuos” o legos. Esto es de enorme utilidad, porque nos permite
predecir (con variable exactitud) cuándo alguien se comportará de una determinada
manera; también nos permite influir en que alguien se comporte o no de ese modo. Así,
logramos cierto control sobre nuestro destino.
La gente construye explicaciones acerca de fenómenos físicos (p. ej., terremotos, esta-
ciones) y de la conducta humana (p. ej., ira, determinadas actitudes), y en general estas
explicaciones son causales, pues atribuyen a condiciones específicas un papel causal. Las
explicaciones causales son bases particularmente poderosas de la predicción y el control
(Forsterling y Rudolph, 1988).
En este capítulo, analizamos cómo la gente infiere las causas de su propia conducta y
las de la conducta de los demás, y los antecedentes y las consecuencias de tales inferencias.
Las teorías psicológicas sociales de inferencia causal se llaman teorías de la atribución
(Harvey y Weary, 1981; Hewstone, 1989, Kelley y Michela, 1980; Ross y Fletcher, 1985).
Hay siete marcos teóricos principales que componen el cuerpo general de la teoría de la
Atribución atribución:
Proceso de asignar una
causa a nuestra propia 1 Teoría de la psicología ingenua de Heider (1958).
conducta y a la de
2 Teoría de la inferencia de correspondencia de Jones y Davis (1965).
otros.
3 Modelo de covariación de Kelley (1967).
4 Teoría de la labilidad emocional de Schachter (1964).
5 Teoría de la autopercepción de Bem (1967, 1972).
6 Teoría de la atribución de Weiner (1979, 1985).
7 Perspectiva intergrupal de Deschamps (1983), Hewstone (1989) y Jaspars (Hewstone
y Jaspars, 1982, 1984).
brir sus motivos. De hecho, la búsqueda de las causas parece impregnar el pensa-
miento humano, y por cierto a veces es difícil explicar o analizar algo sin utilizar un
lenguaje causal. Heider y Simmel (1944) demostraron esto en un ingenioso experi-
mento en el que se pidió a los participantes que analizaran los movimientos de cier-
tas figuras geométricas abstractas que les fueron descritas como si fueran seres
humanos con intenciones de actuar de determinadas maneras. En la actualidad pode-
mos ver el mismo fenómeno en la atribución, a menudo muy emocional, de motivos
humanos a figuras inanimadas de juegos de video u ordenador. La necesidad omni-
presente que tiene la gente de hallar explicaciones causales se revela con máxima
intensidad en la manera en la que la mayoría de las sociedades construyen un mito de
origen, una explicación causal elaborada del origen y el significado de la vida que
suele ser el centro de una religión.
2 Como construimos teorías causales a fin de poder predecir y controlar el medio,
tendemos a buscar propiedades estables y duraderas del mundo que nos rodea. Atribución interna
Intentamos descubrir rasgos de personalidad y aptitudes persistentes de la gente o (o disposicional)
propiedades estables de situaciones que causan conductas. Proceso de asignar la
3 Al atribuir causalidad a la conducta, distinguimos entre factores personales (p. ej., causa de nuestra
personalidad, aptitud) y factores ambientales (p. ej., situaciones, presión social). Los propia conducta o la de
la conducta de otros a
primeros son ejemplos de una atribución interna (o disposicional) y los últimos de
factores internos o de
una atribución externa (o situacional). Así, por ejemplo podría ser útil saber si disposición.
alguien a quien conoce en una fiesta y que parece una persona fría y retraída es de
hecho una persona fría y retraída o está actuando de esa manera porque no está disfru- Atribución externa
tando de esa fiesta en particular. Heider consideraba que, como las causas internas o (o situacional)
intenciones están ocultas para nosotros, sólo podemos inferir su presencia si no hay Asignación de la causa
causas externas evidentes. Sin embargo, como explicamos más adelante, la gente tiende de nuestra propia
a preferir las atribuciones internas a las externas, aun teniendo pruebas de causalidad conducta o la de la
externa. Parece que nos resulta fácil atribuir la conducta a las propiedades estables de conducta de otros a
las personas. Scherer (1978), por ejemplo, observó que la gente presume rasgos de factores externos o
personalidad estables en completos extraños sólo por escuchar su voz en el teléfono. ambientales.
Heider identificó los temas principales y aportó la comprensión básica que forma el camino
para todas las teorías de la atribución ulteriores más formales.
Efectos no comunes 1 La conducta libremente elegida es más indicativa de una disposición que la conducta
Efectos de la conducta que está claramente bajo el control de amenazas, limitaciones o incentivos externos.
que son relativamente
2 La conducta con efectos relativamente excluyentes para esa conducta y no comunes
exclusivos de esta
conducta más que de
a varias otras conductas (es decir, una conducta con efectos no comunes) nos dice
otras. más acerca de la disposición. La gente asume que los otros están conscientes de los
efectos no comunes, y que la conducta específica se realizó en forma intencional para
Sesgo de resultados generar un efecto no común: esta tendencia se ha denominado sesgo de resultados
Creencia de que los (Allison, Mackie y Messick, 1996). Por ejemplo, si una persona debe elegir entre la
resultados de una conducta A y la conducta B, y ambas generan más o menos los mismos efectos (es
conducta fueron decir, efectos no comunes) o un número muy grande de efectos diferentes (es decir,
buscados por la persona numerosos efectos no comunes), la elección nos dice poco sobre la disposición de la
que eligió esa conducta. persona. En cambio, si las conductas provocan una pequeña cantidad de efectos dife-
Figura 3.1
¿Cómo hacemos una Señales
inferencia de
correspondencia?
rentes (es decir, pocos efectos no comunes: p. ej, la conducta A causa sólo terror y la
conducta B sólo alegría), la elección nos indica algo acerca de la disposición de esa
persona.
3 La conducta socialmente conveniente nos dice poco sobre la disposición de una
persona, porque es probable que esté controlada por normas de la sociedad. En
cambio, la conducta socialmente inconveniente suele ir en contra de las normas y, por
ende, es una mejor base para efectuar una inferencia de correspondencia.
4 Realizamos inferencias de correspondencia más fiables sobre las conductas de otros Relevancia hedónica
que tienen consecuencias importantes para nosotros, o sea las conductas que tienen Hace referencia a la
relevancia hedónica. conducta que tiene
importantes
5 Efectuamos inferencias de correspondencia más fiables sobre las conductas de otros
consecuencias directas
que parecen estar destinadas a beneficiarnos o perjudicarnos directamente, o sea las para uno mismo.
conductas que tienen personalismo.
Personalismo
Los experimentos diseñados para investigar la teoría de la inferencia de corresponden- Conducta que parece
cia aportan cierto aval. Jones y Harris (1967) observaron que los estudiantes estadouniden- dirigida directamente a
ses que hacían atribuciones sobre los discursos de otros estudiantes tendían a efectuar más beneficiar o a dañar a
inferencias de correspondencia sobre posiciones socialmente impopulares elegidas libre- uno mismo en lugar de
mente, como elegir hablar en apoyo de Fidel Castro. a otros.
¿Conducta
libremente elegida?
La información
conseguida por una
confesión obtenida
bajo graves
violaciones de la
Tercera Convención
de Ginebra de 1949
para el tratamiento
de prisioneros no es
fiable.
En otro experimento, Jones, Davis y Gergen (1961) observaron que los participantes
realizaron más inferencias de correspondencia sobre conductas no correspondientes al rol,
como una conducta afable y extrovertida en alguien que se postula para astronauta, en el
que se requieren atributos de una persona tranquila, reservada, introvertida.
Modelo de
covariación
Modelo de covariación de Kelley
Teoría de Kelley de la La teoría de la atribución mejor conocida es el modelo de covariación de Kelley (1967,
atribución causal: la 1973). Kelly creía que al tratar de descubrir las causas de la conducta la gente actúa de una
gente asigna la causa
manera muy similar a la de los científicos. Las personas tratan de identificar qué factores
de la conducta al factor
que covaría más
covarían con la conducta y luego asignan a ese factor un papel causal. El procedimiento es
estrechamente con la similar al de la técnica estadística de análisis de la varianza (ANOVA), y por esta razón el
conducta. modelo de Kelley se suele denominar un modelo de ANOVA. La gente emplea este princi-
pio de covariación para atribuir una conducta a disposiciones internas (p. ej., personalidad)
Información de o a factores ambientales externos (p. ej., presión social).
coherencia Para tomar esta decisión, la gente evalúa 3 clases de información asociada con la coocu-
Información acerca de rrencia de una determinada acción (p. ej., risa) de una persona específica (p. ej., Tom) con
la medida en que un una posible causa (p. ej., un comediante):
comportamiento Y
siempre se produce
concomitantemente con
1 Información de coherencia: si Tom siempre se ríe con este comediante (alta cohe-
un estímulo X. rencia) o sólo lo hace a veces (baja coherencia).
2 Información de distintividad: si Tom se ríe de cualquier cosa (baja distintividad) o
Información de
sólo con el comediante (alta distintividad).
distintividad
Información acerca de 3 Información de consenso: si todos se ríen con el comediante (alto consenso) o sólo
si una reacción de una Tom lo hace.
persona sobreviene
sólo con un estímulo o
es una reacción común Cuando la consistencia es baja la gente descarta la causa potencial y busca una alter-
a muchos estímulos. nativa (véase figura 3.2). Si Tom a veces se ríe con el comediante y a veces no, presumi-
blemente la causa de la risa no es el comediante ni Tom, sino algún otro factor de
Información de covariación: por ejemplo, si Tom inhaló o no gas hilarante antes de escuchar al comediante
consenso o si el comediante hizo un chiste divertido o no (para una revisión de las condiciones que
Información acerca de determinan la máxima probabilidad de descartar véase McClure, 1998). Cuando la consis-
la medida en que otra tencia es alta y la distintividad y el consenso también lo son se puede atribuir la risa al
gente reacciona de la comediante, o sea el factor externo (la causa de la risa de Tom fue el comediante), pero
misma manera al
cuando la distintividad y el consenso son bajos se puede atribuir la risa a un factor interno
estímulo X.
de la personalidad de Tom (Tom se rió con el comediante, porque simplemente es la clase
Descarte
de persona que tiende a reírse mucho).
Si no hay una relación McArthur (1972) evaluó la teoría de Kelley haciendo que los participantes efectuaran
consistente entre una atribuciones internas o externas de una serie de conductas, cada una acompañada de 1 de
causa específica y un 8 configuraciones posibles de alta o baja información de coherencia, distintividad y
comportamiento consenso. Si bien había un apoyo general a la teoría (véase revisión de Kassin, 1979), se
específico, la causa se observó una tendencia de la gente a subutilizar la información de consenso. También hay
descarta a favor de otra. algunos problemas generales que vale la pena considerar:
Descartar
Baja (buscar una causa
diferente)
Externa
Alta + Alta + Alta atribución
al estímulo
Interna
Alta + Baja + Baja
atribución
a la persona
Teoría de la autopercepción
Una implicación de largo alcance de tratar las emociones como una excitación o activación
etiquetada cognitivamente es que la gente puede realizar atribuciones más generales sobre
su propia conducta. Esta idea ha sido elaborada por Bem (1967, 1972) en su teoría de la Teoría de la
autopercepción, que es una explicación sobre cómo construye la gente su autoconcepto. autopercepción
Por lo tanto, la tratamos en el capítulo 4, que explora la naturaleza del yo y la identidad. Idea de Bem de que
obtenemos conocimientos
sobre nosotros mismos
Teoría de Weiner de la atribución sólo efectuando
autoatribuciones: por
Las dimensiones atributivas del logro de la tarea son el centro de otra extensión de la teoría de ejemplo, inferimos
la atribución, formulada por Weiner (1979, 1985, 1986). Weiner estaba interesado en las causas nuestras propias actitudes
y las consecuencias de las clases de atribución efectuadas respecto del éxito o del fracaso en de nuestra propia
una tarea: por ejemplo, el éxito o el fracaso en un examen de psicología social. Consideraba conducta.
que al realizar una atribución respecto del logro consideramos 3 dimensiones del desempeño:
1 Locus: ¿el desempeño es causado por el actor (interno) o por la situación (externo)?
2 Estabilidad: ¿la causa interna o externa es estable o inestable?
3 Controlabilidad: ¿en qué medida el desempeño futuro en la tarea está bajo el control
del actor?
Interna Externa
Ayuda u
Ayuda u
Esfuerzo Esfuerzo obstaculización
Controlable obstaculización
habitual inusual consistente de
inusual de otros
otros
Estado Dificultad de
Incontrolable Capacidad Suerte
de ánimo la tarea
Atribución de logros
¿No es encantadora? ¿Atribuirá
Miss Mundo su nueva corona a su
trabajo duro, su belleza física,
juicios sesgados o quizás a la
suerte?
El modelo de Weiner está bastante bien avalado por experimentos que aportan a los
participantes los resultados del desempeño e información sobre locus, estabilidad y contro-
labilidad, a menudo en condiciones de un juego de roles (p. ej., de Jong, Koomen y
Mellenbergh, 1988; Frieze y Weiner, 1971). Sin embargo, los críticos han sugerido que la
dimensión controlabilidad puede ser menos importante de lo que se pensó al principio.
También se han preguntado en qué medida la gente, fuera de condiciones controladas de
laboratorio, analiza, en realidad, de esta manera los logros. Más recientemente Weiner
(1995) ha ampliado su modelo para poner énfasis en los juicios de responsabilidad. Sobre
la base de las atribuciones causales, la gente realiza juicios de responsabilidad, y son estos
juicios, no las atribuciones causales en sí mismas, los que influyen en la experiencia afec-
tiva y las reacciones conductuales.
Rotter diseñó una escala de locus de control de 29 ítems, que se ha empleado para rela-
cionar el locus de control con una serie de conductas, como las opiniones políticas, la forma
de manejar los logros, las reacciones ante la enfermedad, etcétera. Un problema de la escala
es que quizás no mida realmente un solo constructo (es decir, una sola dimensión de la
personalidad), sino más bien una serie de creencias relativamente independientes relacio-
nadas con el control (Collins, 1974).
Se han desarrollado otros cuestionarios para medir los estilos atributivos: una tendencia
de los individuos a efectuar determinadas clases de inferencias causales en lugar de otras
en diferentes situaciones y a lo largo del tiempo (Metalsky y Abramson, 1981). De éstos,
el cuestionario de estilos atributivos o ASQ (attributional style questionnaire, Peterson y
cols., 1982; Seligman, Abramson, Semmel y von Baeyer, 1979) es quizás el más conocido.
Mide las clases de explicación que la gente da sobre eventos que causan aversión (es decir,
desagradables) en tres dimensiones: interna/externa, estable/inestable, global/específica. La
dimensión global/específica hace referencia al grado en que una causa tiene una variedad
amplia o reducida de efectos: la “economía” es una explicación global que para algunos
puede ser redundante, mientras que el cierre de una determinada compañía es una explica-
ción específica. Las personas que tienden a considerar los eventos que provocan aversión
como causados por factores internos, estables y globales tienen un “estilo atributivo depre-
sivo”, que puede llevar a la impotencia y la depresión y tener consecuencias adversas para
la salud (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978; Crocker, Alloy y Kayne, 1988).
Fletcher y cols. (1986) han elaborado otra escala ligeramente diferente, denominada
escala de complejidad atributiva (ACS, attributional complexity scale), para medir las
diferencias individuales en la complejidad de atribuciones que las personas hacen de los
eventos.
El concepto de estilo atributivo como un rasgo de la personalidad no está exento de
problemas: por ejemplo, el ASQ y el ACS proporcionan sólo evidencia limitada de la
consistencia individual en la atribución causal más allá de la situación (p. ej., Cutrona,
Russell y Jones, 1985). También plantea problemas el importante vínculo entre el estilo
atributivo, la indefensión adquirida y la depresión clínica. Aunque más de 100 estudios
que reclutaron alrededor de 15.000 participantes confirman una correlación promedio de
0,30 entre el estilo atributivo y la depresión (Sweeney, Anderson y Bailey, 1986), esto no
prueba causalidad: es una correlación en la que un factor explica el 9% de la variación
del otro.
Resultan más útiles los estudios diacrónicos que muestran que el estilo atributivo
medido en un momento predice síntomas depresivos en una fecha ulterior (Nolen-
Hoeksma, Girgus y Seligman, 1992), pero tampoco en este caso se establece la causalidad.
La causalidad es difícil de probar, porque no es ético inducir una depresión clínica en
contextos experimentales. Sólo nos queda la evidencia experimental de los estudios del
estado de ánimo transitorio, que es un análogo bastante pálido de la depresión. ¿Es correcto
generalizar lo que se siente al desempeñarse bien o mal en una tarea trivial de laboratorio
y extenderlo a una auténtica depresión clínica?
Relaciones interpersonales
Las atribuciones adquieren gran importancia en las relaciones interpersonales (véase capí-
tulo 13), especialmente en las relaciones interpersonales íntimas (p. ej., amistad y matrimo-
nio), en las que las atribuciones son comunicadas para cumplir diversas funciones: por
ejemplo, explicar, justificar o excusar conductas, así como atribuir culpa e infundir culpa
(Hilton, 1990).
Harvey (1987) sugiere que las relaciones interpersonales atraviesan tres fases básicas:
formación, mantenimiento y disolución (véase también modelo de socialización grupal de
Moreland y Levine [1982, 1984] en el capítulo 8). Fincham (1985) explica que durante la
etapa de formación las atribuciones reducen la ambigüedad y facilitan la comunicación y
un entendimiento de la relación. En la fase de mantenimiento, disminuye la necesidad de
efectuar atribuciones, porque se han construido personalidades y relaciones estables. La
fase de disolución se caracteriza por un aumento de las atribuciones a fin de recuperar una
comprensión de la relación.
Atribución
de la culpa
En ocasiones, las
parejas no pueden
coincidir en cuál es la
causa y cuál el
efecto. Por ejemplo,
¿los reproches
causan retraimiento
o es al revés?
SESGOS DE ATRIBUCIÓN 91
Otro estudio longitudinal (aunque sólo de dos meses) confirmó que las atribuciones
tienen, de hecho, una repercusión causal sobre la satisfacción ulterior respecto de la rela-
ción (Fletcher, Finchman, Cramer y Heron, 1987). Estudios longitudinales ulteriores, más
extensos y mejor controlados, han replicado estos hallazgos tanto en maridos como en
esposas (Finchman y Bradbury, 1993; Senchak y Leonard, 1993).
Sesgos de atribución
Es evidente que el proceso de atribución está sujeto a sesgos: por ejemplo, puede estar
sesgado por la personalidad, por la dinámica interpersonal o para satisfacer las necesidades
de comunicación. No enfocamos la tarea de atribuir causas para la conducta de una manera
totalmente desapasionada, desinteresada y objetiva, y los propios mecanismos cognitivos
responsables de la atribución pueden estar sujetos a imperfecciones que los vuelven subóp-
timos.
La evidencia acumulada sobre sesgos y “errores” atributivos ha ocasionado un
cambio de perspectiva. En lugar de considerar a la gente como científicos o hasta espe-
cialistas en estadística ingenuos (en cuyo caso los sesgos deberían considerarse, en gran
medida, un fastidio teórico), ahora pensamos en la gente como mezquinos cognitivos o Mezquindad cognitiva
tácticos motivados (Taylor, 1981, 1988; véase también capítulo 2). Los individuos Modelo de cognición
emplean atajos cognitivos (estrategias heurísticas) para efectuar atribuciones que, aunque social que sostiene que
no siempre son objetivamente correctas, son bastante satisfactorias y adaptativas. A veces la gente utiliza las
la elección del atajo y la elección de la atribución también pueden ser influenciadas por cogniciones menos
motivos personales. complejas y exigentes
Los sesgos son características totalmente adaptativas de la percepción social común y capaces de producir
conductas generalmente
cotidiana (Fiske y Taylor, 1991; Nisbett y Ross, 1980; Ross, 1977). En esta sección anali-
adaptativas.
zamos algunos de los sesgos atributivos más importantes.
Táctico motivado
Modelo de cognición
Sesgo de correspondencia y error fundamental de atribución social que postula que
Uno de los sesgos de atribución mejor conocido es el sesgo de correspondencia: una las personas tienen
tendencia general de la gente a atribuir indebidamente la conducta a disposiciones de la múltiples estrategias
personalidad estables subyacentes (Gilbert y Malone, 1995). Este sesgo se denominó origi- cognitivas, entre las que
nalmente error fundamental de atribución, y las expresiones se suelen emplear como eligen en función de
objetivos, motivos y
sinónimos: el cambio de denominación refleja la evidencia acumulada de que este sesgo o
necesidades personales.
error puede no ser tan “fundamental” como se pensó en primera instancia (véase más
adelante).
Sesgo de
El error fundamental de atribución, identificado por primera vez por Ross (1977), hace
correspondencia
referencia a una tendencia de la gente a efectuar atribuciones disposicionales respecto de la Sesgo general de
conducta de otros, aun cuando haya causas externas/ambientales claras. Por ejemplo, en el atribución en el que la
estudio de Jones y Harris (1967) mencionado antes, los participantes leyeron discursos gente tiene una mayor
sobre Fidel Castro escritos por compañeros suyos. Los discursos eran pro-Castro o anti- tendencia a considerar
Castro, y los autores o bien habían elegido libremente escribir el discurso o bien se les que la conducta refleja
había ordenado que lo hicieran. Cuando mediaba una elección, no era sorprendente que los (corresponde a)
participantes pensaran que los que habían escrito un discurso pro-Castro estaban a favor de atributos de
Castro, y viceversa: así fue que se produjo una atribución interna disposicional (véase personalidad de base,
figura 3.4). estables.
Pero también se efectuó una atribución disposicional cuando los escritores del discurso
habían recibido órdenes de redactarlo. Aunque había evidencia abrumadora de una causa Error fundamental de
exclusivamente externa, los participantes parecieron ignorar, en gran medida, esta informa- atribución
ción y preferir una explicación disposicional: un error fundamental de atribución. Sesgo de atribuir la
Otros estudios aportan evidencia empírica adicional sobre el error fundamental de atri- conducta de otro a
bución (Jones, 1979; Nisbett y Ross, 1980). Por cierto, el error fundamental de atribución, causas internas más que
a causas situacionales.
o sesgo de correspondencia, se ha demostrado reiteradamente tanto dentro como fuera del
laboratorio de psicología social (Gilbert, 1998; Jones, 1990). El sesgo de correspondencia
Figura 3.4
Error fundamental de atribución: Pro-Castro 75
atribuir actitudes a los escritores del Discurso pro-Castro
discurso sobre la base de su libertad Discurso anti-Castro
de elección al escribir el discurso
también puede ser responsable de una serie de tendencias explicativas más generales: por
ejemplo, la tendencia a atribuir indebidamente los accidentes en la carretera al conductor
más que al vehículo o a las condiciones del camino (Barjonet, 1980); y la tendencia de
alguna gente a atribuir la pobreza y el desempleo a la persona más que a las condiciones
sociales (véase más adelante).
Pettigrew (1979) ha sugerido que el error fundamental de atribución puede surgir de una
forma algo diferente en contextos intergrupales, en los que los grupos efectúan atribucio-
nes sobre la conducta endogrupo (dentro del grupo) y exogrupo (fuera del grupo); es lo que
denomina error extremo de atribución (véase más adelante). El sesgo de correspondencia
y el error fundamental de atribución están estrechamente relacionados con otros dos sesgos:
el sesgo de resultados (p. ej., Allison, Mackie y Messick, 1996), en el que la gente asume
que una persona que se comporta de una manera determinada buscaba todos las consecuen-
Esencialismo cias de esa conducta, y el esencialismo (Haslam, Rothschild y Ernst, 1998; Medin y
Tendencia dominante a Ortony, 1989), que considera que la conducta refleja propiedades subyacentes e inmutables,
considerar que la a menudo innatas, de la gente o de los grupos a los que pertenecen.
conducta refleja El esencialismo puede ser particularmente problemático porque hace que la gente atri-
propiedades básicas e buya características estereotípicas negativas a atributos de personalidad esenciales e inmu-
inmutables, a menudo
tables de los miembros de ese grupo (p. ej., Bain, Kashima y Haslam, 2006; Haslam,
innatas, de las
personas o de los
Bastian, Bian y Kashima, 2006). Por ejemplo, el estereotipo exogrupo de ser despreocu-
grupos en los que pado, liberal y escasamente educado se vuelve más pernicioso si estos atributos se consi-
aparece tal conducta. deran propiedades inmutables, quizás inducidas genéticamente, de los miembros del grupo:
se considera que las personas en sí mismas tienen personalidades que son inmutablemente
holgazanas, inmorales y estúpidas.
Se han propuesto una serie de explicaciones para el error fundamental de atribución:
Foco de atención La conducta del actor atrae más atención que el telón de fondo: su promi-
nencia en la cognición es desproporcionada, sobresale como la figura contra el fondo situa-
cional y, por lo tanto, está causalmente sobrerrepresentada (Taylor y Fiske, 1978). Así, el actor
y la conducta del actor forman lo que Heider (1958) denominó una “unidad causal”. Esta
explicación tiene mucho sentido. Los procedimientos destinados a desviar el foco de atención
del actor y dirigirlo a la situación han mostrado que aumentan la tendencia a efectuar atribu-
ciones situacionales en lugar de disposicionales (p. ej., Rholes y Pryor, 1982). Cuando la
gente en realidad desea averiguar sobre una situación a partir de la conducta de una persona,
se concentra en la situación y es menos probable que salte a una atribución disposicional: el
error fundamental de atribución se anula o se invierte (p. ej., Krull, 1993).
SESGOS DE ATRIBUCIÓN 93
Efecto actor-observador
Imagine la última vez que un empleado de un negocio fue grosero con usted. Es probable
que usted haya pensado: “¡Qué persona grosera!”. En otras palabras, hizo una atribución
interna a la personalidad perdurable del empleado. En cambio, ¿qué explicación dio la
última vez que usted le contestó bruscamente alguien? Probablemente no en términos de su
personalidad sino por factores externos, como la presión por la falta de tiempo o el estrés.
El efecto actor-observador (o efecto yo-otro) es, en realidad, una extensión del error Efecto
fundamental de atribución. Hace referencia a la tendencia de la gente a atribuir a factores actor-observador
diposicionales internos la conducta de los otros y a factores ambientales externos la propia Tendencia a atribuir
(Jones y Nisbett, 1972). Veinte años de investigación han aportado evidencia sustancial de nuestras propias
este efecto (Watson, 1982) y algunas extensiones y calificaciones. Por ejemplo, no sólo conductas a factores
tendemos a atribuir de manera más disposicional la conducta de los otros que nuestra propia externos y las
conducta, sino que también tendemos a considerar que su conducta es más estable y prede- conductas de otros a
cible que la propia (Baxter y Goldberg, 1988). factores internos.
1 Foco perceptivo. Esta explicación es casi idéntica a la del “foco de atención” para el
error fundamental de atribución (véase antes). Para el observador, el actor y la
conducta del actor son llamativos contra el telón de fondo de la situación. En cambio,
el actor no se puede “ver” a sí mismo comportándose, de manera que la situación de
fondo asume el rol de una figura contra el telón de fondo del yo. El actor y el obser-
vador tienen perspectivas diferentes (bastante literalmente) sobre la conducta y por lo
tanto la explican de distintas maneras (Storms, 1973). De hecho, la prominencia
perceptiva sí parece desempeñar un papel importante en la explicación causal. Por
ejemplo, McArthur y Post (1977) informaron que los observadores tendían a hacer
atribuciones más disposicionales para la conducta de un actor cuando éste estaba
intensamente iluminado que cuando la iluminación era tenue.
2 Diferencias de información. Otra razón por la que los actores tienden a efectuar atri-
buciones externas y los observadores internas es que los actores tienen mucha infor-
mación sobre la que basar su manera de comportarse en otras circunstancias. En
realidad pueden saber que se comportan de modos muy diferentes en distintos
contextos y, por ende, tienden a considerar, con bastante exactitud, que su conducta
se encuentra bajo control situacional. Los observadores no tienen acceso a esta infor-
mación autobiográfica. Simplemente tienden a ver que el actor se comporta de cierta
manera en un contexto o en un número limitado de contextos y no tienen informa-
ción acerca de cómo lo hace en otros contextos. Por lo tanto, no es una presunción
irrazonable efectuar una atribución disposicional. Esta explicación, sugerida por
primera vez por Jones y Nisbett (1972), sí tiene cierto aval empírico (Eisen, 1979;
White y Younger, 1988).
SESGOS DE ATRIBUCIÓN 95
Hay más de 100 estudios que atestiguan la solidez del efecto del falso consenso (Marks
y Miller, 1987; Mullen y cols., 1985; Wetzel y Walton, 1985). Éste puede tener muchas
causas. Como las personas tienden a buscar la compañía de otras similares, quizás simple-
mente encuentran más individuos similares a ellas mismas que distintos, por lo que su
consenso es mayor. Otra posibilidad es que nuestras propias opiniones tiendan a ser tan
prominentes que desplazan la consideración de alternativas y, por ende, cualquier compa-
ración que aporte una estimación más exacta del consenso. Una tercera posibilidad es que
justifiquemos subjetivamente la corrección de nuestras opiniones y acciones basándolas en
un consenso exagerado. Esto indica la importante posibilidad de que el falso consenso sea
un mecanismo para mantener una percepción estable de la realidad: realidad basada en el
consenso.
La investigación de los factores que influyen en el efecto del falso consenso señala que
el efecto es mayor para las creencias más importantes y que nos interesan mucho (p. ej.,
Granberg, 1987) y para las creencias sobre las que estamos muy seguros (p. ej., Marks y
Miller, 1985). La amenaza externa, las cualidades positivas, la similitud percibida con otros
y la condición de grupo minoritario también aumentan las percepciones de consenso (p. ej.,
Sanders y Mullen, 1983; Sherman, Presson y Chassin, 1984; van der Pligt, 1984).
Sesgos de Los sesgos de autoservicio o por interés personal sirven sin duda al yo (Snyder,
autoservicio o por Stephan y Rosenfield, 1978). Sin embargo, Miller y Ross (1975) sugieren que también
interés personal puede haber un componente cognitivo, especialmente para el aspecto del automejora-
Distorsiones de miento. En general las personas esperan triunfar y, por ende, aceptan la responsabilidad por
atribución que protegen el éxito. Si se esfuerzan mucho por triunfar, correlacionan el éxito con su propio esfuerzo
o mejoran la autoestima y suelen exagerar el grado de control que tienen sobre desempeños exitosos. En conjunto,
o el concepto de uno estos factores cognitivos podrían alentar la atribución interna del éxito. De todos modos,
mismo. parece probable que, en general, intervengan factores tanto cognitivos como motivadores
(Anderson y Slusher, 1986; Tetlock y Levi, 1982), difíciles de separar entre sí (Tetlock y
Manstead, 1985; Zuckerman, 1979).
Los sesgos de autoservicio tienen una serie de otras ramificaciones. Los esfuerzos de
autopresentación puede influir en el grado en que la gente asume públicamente el crédito
por el éxito (a menudo, la modestia puede impedir el automejoramiento) o niega la respon-
sabilidad del fracaso (los hechos pueden hacer que los intentos de autoprotección sean
embarazosamente transparentes) (p. ej., Schlenker, Weingold y Hallam, 1990). Riess,
Rosenfield, Melburg y Tedeschi (1981) investigaron esta idea y observaron que los esfuer-
zos de autopresentación debilitaban, pero no abolían, los sesgos de autoservicio o por inte-
rés personal.
También hay evidencia de un sesgo de autoservicio anticipatorio, en el que la gente que
Autoanticipación de prevé el fracaso hace deliberada y públicamente atribuciones externas antes del evento.
mal desempeño Berglas (1987) ha denominado a esto autoanticipación de mal desempeño (self-handi-
(self-handicapping) capping) (véase recuadro 3.1 y figura 3.5).
Hacer públicamente Otro fenómeno de atribución por interés personal o de autoservicio es la atribución de
atribuciones externas la responsabilidad (Weiner, 1995), que se ve influenciada por un sesgo de resultados
por adelantado sobre (Allison, Mackie y Messick, 1996). La gente tiende a atribuir mayor responsabilidad a
nuestro previsto alguien que participa en un accidente con consecuencias importantes que con consecuen-
fracaso o mal cias menores (Burger, 1981; Walster, 1966). Por ejemplo, atribuiríamos mayor responsabi-
desempeño en un
lidad al capitán de un buque cisterna que derrama millones de litros de petróleo que al
evento venidero.
capitán de un pequeño barco que derrama sólo unos pocos litros, aunque el grado de
responsabilidad puede, en realidad, ser el mismo.
Ilusión de control Este efecto puede formar parte de una tendencia general a aferrarse a una ilusión de
Creencia de que control (Langer, 1975) al creer en un mundo justo (Furnham, 2003; Lerner, 1977). A la
tenemos más control gente le agrada pensar que las cosas malas le suceden a la “gente mala” y las cosas buenas
sobre nuestro mundo a la “gente buena” (es decir, las personas obtienen lo que merecen), y que la gente tiene
del que en realidad control sobre los resultados. Este patrón de atribuciones hace que el mundo parezca un
tenemos. lugar controlable y seguro, en el que podemos determinar nuestro propio destino.
Nuevas investigaciones 3.1 ver algunos problemas que eran solubles o insolu-
Autoanticipación de mal desempeño bles. Se les dijo que lo habían hecho muy bien y,
(self-handicapping): explicación de su antes de continuar con una segunda tarea de resolu-
fracaso ción de problemas, se les permitió que eligieran to-
mar un fármaco llamado Actavil, que mejoraría
ostensiblemente su funcionamiento y rendimiento
Imagine que está aguardando para rendir un examen de intelectual, o Pandocrin, que ejercería el efecto
un tema que le resulta difícil y que prevé que no apro- opuesto. Como se predijo, los participantes que
bará. Usted bien podría asegurarse de que tanta gente habían tenido éxito con los problemas solubles
como sea posible sepa que no ha repasado, que en reali- confiaron en su capacidad y, por ende, eligieron
dad no le interesa el tema y que, por si fuera poco, tiene Actavil para mejorar aún más (véase figura 3.5). Los
una terrible resaca. Así, su fracaso ulterior será atribuido que habían tenido éxito con los problemas insolubles
a razones externas sin que parezca que usted busca ex- atribuyeron su rendimiento a la suerte y eligieron
cusas para explicarlo. Berglas (1987) llamó a esto auto- Pandocrin para poder explicar con mayor facilidad el
anticipación de mal desempeño (self-handicapping). fracaso previsto en la segunda tarea.
Para investigar el fenómeno, Berglas y Jones (1978)
les pidieron a los participantes que intentaran resol- Fuente: basado en datos de Berglas y Jones (1978)
ATRIBUCIÓN INTERGRUPAL 97
Figura 3.5
100 Autoanticipación de mal desempeño
Actavil: mejora el rendimiento
Porcentaje de sujetos que eligieron cada fármaco
Atribución intergrupal
Las teorías de la atribución se ocupan, sobre todo, de cómo la gente realiza atribuciones
disposicionales o situacionales respecto de su propia conducta y de la de los demás, y de
las clases de sesgos que aparecen en este proceso. La perspectiva está muy atada a las rela-
ciones interpersonales: las personas, como individuos únicos, hacen atribuciones sobre su
propia conducta o sobre la conducta de otros individuos únicos. Sin embargo, hay otro
contexto atributivo –las relaciones intergrupales– donde los individuos como miembros de
un grupo hacen atribuciones respecto de la conducta de ellos mismos como miembros del Atribuciones
grupo y de otros como miembros del grupo o fuera del grupo (Deschamps, 1983; intergrupales
Hewstone, 1989; Hewstone y Jaspars, 1982, 1984). Asignaciones de la
Abundan los ejemplos de atribuciones intergrupales. Uno es la atribución de los causa de nuestra
problemas económicos a grupos minoritarios (p. ej., inmigrantes de Europa oriental en propia conducta o la de
Gran Bretaña, Gastarbeiter [trabajadores invitados] en Alemania). Otro es la explicación la conducta de otros a
de la conducta en términos de propiedades estereotípicas del grupo de pertenencia: por la pertenencia al grupo.
Conducta
contraestereotípica
¡Vamos, Boris! En
ocasiones, la conducta
del ex presidente iba
en contra de lo que el
pueblo ruso esperaba
ATRIBUCIÓN INTERGRUPAL 99
participantes hindúes efectuaron más atribuciones internas para los actos socialmente
convenientes que para los socialmente inconvenientes de los hindúes (endogrupo). Esta
diferencia desapareció cuando los hindúes efectuaron atribuciones respecto de los
musulmanes (exogrupo).
Hewstone y Ward (1985) efectuaron un seguimiento más completo y sistemático, con
malayos y chinos en Malasia y Singapur. Los participantes realizaron atribuciones resumi-
das internas o externas para conductas convenientes o inconvenientes de malayos o de
chinos. En Malasia, los malayos mostraron un claro sesgo de atribución etnocéntrica: atri-
buyeron más a factores internos un acto positivo de un malayo que un acto similar de un
chino y atribuyeron menos a factores internos un acto negativo de un malayo que un acto
similar de un chino (véase figura 3.6). El efecto de mejoramiento del endogrupo fue mucho
más intenso que el efecto de menoscabo del exogrupo. Los participantes chinos no mostra-
ron sesgo etnocéntrico; en cambio, presentaron una tendencia a hacer atribuciones simila-
res a las efectuadas por los malayos. En Singapur, el único efecto significativo fue que los
malayos hicieron atribuciones internas para actos positivos de malayos.
Hewstone y Ward explican estos resultados en términos del carácter de las relaciones Estereotipo
intergrupales en Malasia y Singapur. En Malasia, los malayos son claramente el grupo Imagen de evaluación
mayoritario y los chinos una minoría étnica. Más aún, las relaciones entre los dos grupos ampliamente compartida
eran tensas y relativamente conflictivas en esa época, y Malasia impulsaba una política de y simplificada de un
asimilación étnica. En general tanto los malayos como los chinos compartían un estereo- grupo social y sus
tipo desfavorable de los chinos y un estereotipo favorable de los malayos. En cambio, miembros.
En Malasia En Singapur
Proporción de atribuciones internas
0,80
0,60
0,40
0,20
°°°°0
Objetivo: chino malayo chino malayo chino malayo chino malayo
Participante: CHINO MALAYO CHINO MALAYO
Etnia de los objetivos y los participantes
Figura 3.6 Atribución interna de actos positivos y negativos por malayos o chinos en función de la
etnia de quien atribuye
Los malayos mostraron un sesgo atributivo etnocéntrico en el que un acto positivo por razones internas era atribuido
más a un malayo que a un chino, y un acto negativo por razones externas era atribuido menos a un malayo que a un
chino: el efecto fue más pronunciado en Malasia, donde los malayos son el grupo dominante y los chinos la minoría
étnica, que en Singapur. Los chinos no mostraron un sesgo atributivo etnocéntrico.
Singapur es más tolerante desde el punto de vista étnico. Los chinos son mayoría, y los
estereotipos étnicos son notoriamente menos pronunciados.
La implicación importante de este análisis es que la atribución etnocéntrica no es una
tendencia universal que refleja cognición asocial; más bien, depende de la dinámica inter-
grupal en un contexto sociohistórico. Las clases de atribución que los miembros del grupo
hacen acerca de la conducta del endogrupo y del exogrupo son influenciadas por el carác-
ter de la relación entre los grupos.
Esto es compatible con el argumento de Hewstone (1989) de que un análisis correcto
de la atribución, descrita más exactamente como explicación social, requiere una articula-
Nivel de análisis ción cuidadosa (es decir, integración o conexión teórica) de diferentes niveles de análisis
(o explicación) (o explicación) (véase Doise, 1986; véase también capítulo 1). En otras palabras, necesita-
Tipos de concepto, mos saber cómo los procesos cognitivos individuales, las interacciones interpersonales, la
mecanismos y lenguaje dinámica del grupo de pertenencia y las relaciones intergrupales influyen, son influencia-
utilizados para explicar das y se interrelacionan entre sí.
un fenómeno. Hay más evidencia sobre las atribuciones intergrupales etnocéntricas que viene de estu-
dios de actitudes interraciales en contextos educativos de los Estados Unidos (Duncan,
1976; Stepahn, 1977), de estudios de relaciones interétnicas entre israelíes y árabes
(Rosenberg y Wolfsfeld, 1977) y entre hindúes y musulmanes en Bangladesh (Islam y
Hewstone, 1993), y de estudios de atribuciones de éxito y de fracaso basadas en raza,
género y clase social (Deaux y Emswiller, 1974; Feather y Simon, 1975; Greenberg y
Rosenfield, 1979; Hewstone, Jaspars y Lalljee, 1982).
Más recientemente Mackie y Ahn (1998) observaron que el sesgo de resultados, la
presunción de que los resultados de la conducta fueron buscados por la persona que eligió
la conducta, es afectado por la condición de miembro del grupo o no del actor y por la
conveniencia o no del resultado. Mackie y Ahn observaron que había un sesgo de resulta-
dos en el caso de un miembro endogrupo y un resultado conveniente, pero no cuando el
resultado era inconveniente.
Hay por lo menos dos procesos que pueden explicar las atribuciones intergrupales etno-
céntricas. El primero es de tipo cognitivo. La categorización social genera expectativas
congruentes con la categoría en forma de previsiones (Deaux, 1976), esquemas (p. ej.,
Fiske y Taylor, 1991) o prototipos o estereotipos grupales (p. ej., Hogg y Abrams, 1988;
Turner y cols., 1987; véase capítulo 11).
La investigación indica que la conducta compatible con el estereotipo o con la expecta-
tiva es atribuida a factores internos estables, mientras que la conducta incompatible con la
expectativa es atribuida a factores inestables o situacionales (p. ej., Bell, Wicklund, Manko
y Larkin, 1976; Rosenfield y Stephan, 1977). Cuando la gente explica la conducta que
confirma la expectativa, puede simplemente fiarse de disposiciones implícitas de un estereo-
tipo, sin molestarse en hacer un esfuerzo cognitivo por considerar otros factores (Kulik,
1983; Pyszczynski y Greenberg, 1981).
El segundo proceso involucrado en las atribuciones intergrupales es la necesidad de la
gente de obtener autoestima basada en el grupo de pertenencia a partir de comparaciones
Teoría de la intergrupales. La teoría de la identidad social describe este proceso (p. ej., Tajfel y Turner,
identidad social 1979; también Hogg y Abrams, 1988; véase capítulo 11). Como la gente deriva su identi-
Teoría sobre la dad social de los grupos a los que pertenece (una descripción y evaluación de sí misma en
pertenencia a grupos y función de las características que definen al grupo), tiene un gran interés en mantener u
las relaciones obtener un perfil intergrupal que sea más positivo que el de otros grupos relevantes. El
intergrupales basada sesgo de atribución etnocéntrico satisface con bastante claridad este objetivo: atribuye a
en la motivos las cosas buenas acerca del grupo y las cosas malas acerca de los que no pertene-
autocategorización, la
cen al grupo (exogrupo), y atribuye a motivos externos las cosas malas acerca del grupo y
comparación social y la
construcción de una
las cosas buenas acerca del exogrupo.
autodefinición
compartida en términos
de propiedades que
Atribución y estereotipación
definen al endogrupo. Los procesos de atribución que operan en la sociedad en un contexto intergrupal bien
pueden desempeñar un papel importante en modelar el perfil y la dominancia de determi-
nados estereotipos. La estereotipación no sólo es una actividad cognitiva individual (véase
capítulo 2); también puede cumplir funciones de defensa del yo (hacer que uno se sienta
bien en contraste con los otros) y funciones sociales (permitir que uno se adapte a los
conceptos del mundo de otra gente) (Snyder y Miene, 1994).
Según Tajfel (1981a), los grupos sociales pueden activar o acentuar estereotipos exis-
tentes para atribuir eventos angustiantes de gran escala a las acciones de exogrupos especí-
ficos, es decir, chivos expiatorios. Por ejemplo, durante la década de los treinta en
Alemania, los judíos fueron culpados por la crisis económica de la época. Fue conveniente
activar el estereotipo de “judío mezquino” para explicar en términos simplistas la falta de
dinero: no hay dinero porque los judíos lo están acaparando. Asimismo, se pueden elabo-
rar estereotipos para justificar acciones cometidas o planificadas contra un exogrupo. Por
ejemplo, un grupo podría desarrollar un estereotipo de un exogrupo y caracterizarlo como
mentalmente lento, simple, holgazán e incompetente para explicar o justificar la explota-
ción económica y social de ese grupo.
La vida real 3.2 negro. Todos los sacerdotes que estaban corriendo
Una costumbre muy extraña: el alrededor con objetos sagrados redondos los aban-
contexto cultural en la atribución causal donan, y, a la orden de los sumos sacerdotes, co-
mienza la ceremonia religiosa. Después, cuando el
sumo sacerdote jefe emite un sonido agudo, todos
corren detrás del único objeto sagrado que queda,
Gün Semin cuenta una historia ficticia acerca de un sólo para patearlo lejos cuando lo alcanzan.
aborigen brasileño que visita Río de Janeiro y luego Siempre que el objeto sagrado atraviesa una de las
regresa a su tribu de la selva amazónica (Semin, 1980, dos puertas y golpea la red sagrada, los seguidores
p. 292). religiosos comienzan a gritar, clamando a los cielos,
y la mitad de los sacerdotes se embarcan en un
En determinados días más personas de las que festejo frenético hasta que el sumo sacerdote prin-
ustedes han visto en toda su vida llegan a este cipal sopla el silbato.
enorme sitio de adoración, una choza abierta de la
que nunca se imaginarían el tamaño. Llegan gri- Por supuesto, ésta es una descripción de un partido
tando, cantando, con símbolos de sus dioses, y, de fútbol de alguien que no conoce el propósito ni las
una vez que todos están reunidos, los gritos alejan reglas del juego. Ilustra un punto importante. Para que
a todos los espíritus extraños. Después, a la hora las explicaciones causales sean significativas, deben
establecida, llegan los sacerdotes con vestimentas formar parte de un marco interpretativo general muy
coloridas, y los cánticos se elevan a gritos de guerra complejo, que representa nuestro conocimiento cultu-
hasta que llegan tres sumos sacerdotes, vestidos de ral socialmente adquirido.
Representaciones sociales
Representaciones La teoría de Moscovici de las representaciones sociales describe una manera en la que el
sociales conocimiento cultural sobre las causas de las cosas se puede construir y transmitir (p. ej.,
Explicaciones elaboradas Farr y Moscovici, 1984; Lorenzi-Cioldi y Clémence, 2001; Moscovici, 1961, 1981, 1988;
colectivamente de Purkhardt, 1995). (Véase análisis de la relación entre representaciones sociales y actitudes
fenómenos no familiares en el capítulo 5.) Las representaciones sociales son comprensiones consensuales comparti-
y complejos, que los das por los miembros de un grupo. Emergen a través de la comunicación cotidiana infor-
transforman en una
mal. Transforman lo poco familiar y complejo en familiar y simple, y así brindan un marco
forma familiar y simple.
de trabajo para interpretar nuestras experiencias.
Un individuo o un grupo de interés especializado proporciona una explicación técnica
sofisticada, no obvia, de un fenómeno común (p. ej., explicar la enfermedad mental en
términos de factores biológicos o sociales en lugar de fuerzas espirituales). Esto atrae la
atención pública y se torna ampliamente compartido y generalizado (es decir, simplificado,
distorsionado y ritualizado) a través de la discusión informal entre legos. Ahora, es una
representación social: una explicación de sentido común aceptada, incuestionable, que
tiende a hacer caer alternativas y se convierte en ortodoxia.
La formulación original de Moscovici se enfocó en el desarrollo de la teoría del psico-
análisis, pero es igual de aplicable a otras teorías formales y fenómenos que han sido trans-
formados para convertirse en parte de la conciencia popular: por ejemplo, la teoría de la
evolución, la teoría de la relatividad, teorías dietéticas y de la salud, la economía marxista
y el sida. La teoría de las representaciones sociales ha recibido algunas críticas, a menudo
por la manera bastante imprecisa en la que está formulada (p. ej., Augoustinos e Innes,
1990). No obstante, sí sugiere una manera en la que la interacción social común en la socie-
dad construye las teorías causales de sentido común o “ingenuas” (legas) que son amplia-
mente usadas para explicar eventos (Heider, 1958).
Una fuente de crítica es que siempre ha sido difícil analizar cuantitativamente las repre-
sentaciones sociales. Sin embargo, se han dado algunos pasos hacia el desarrollo de técni-
cas cuantitativas apropiadas (Doise, Clémence y Lorenzi-Cioldi, 1993). Además,
Breakwell y Canter (1993) han reunido una colección de capítulos que describen en térmi-
nos concretos las diversas maneras en que diferentes investigadores han enfocado la medi-
ción de las representaciones sociales. Estos métodos incluyen análisis cualitativos y
cuantitativos de entrevistas, cuestionarios, datos observacionales y material de archivo. Un
buen ejemplo de este pluralismo metodológico es la descripción clásica de Jodelet (1991)
de las representaciones sociales de la enfermedad mental en la pequeña comunidad fran-
cesa de Ainay-le-Chateau, en la que se emplearon cuestionarios, entrevistas y observación
etnográfica.
Las representaciones sociales, como las normas (véanse capítulos 7 y 8), tienden a estar
basadas en grupos y difieren entre los distintos grupos, de manera tal que la conducta inter-
grupal a menudo puede girar alrededor de un conflicto de representaciones sociales
(Lorenzi-Cioldi y Clémence, 2001). Por ejemplo, en los países occidentales, las actitudes y
las conductas que promueven modos de vida saludables se asocian positivamente con el
estatus social, y los mensajes de promoción de la salud tienden a emanar de grupos de
profesionales de clase media (Salovey, Rothman y Rodin, 1998). Un análisis de represen-
taciones sociales indica que estos mensajes son relativamente ineficaces para promover
modos de vida saludables en personas que no pertenecen a la clase media, porque son
incompatibles con el marco de representación más amplio de una buena vida para esta
gente.
El desarrollo de la Unión Europea (UE) ha aportado un terreno fértil para la investiga-
ción de la representación social (p. ej., Chryssochoou, 2000), que se vincula con el estudio
de la dinámica de identidad europea (p. ej., Cinnirella, 1997; Huici y cols., 1997). En
muchos aspectos, la UE puede ser considerada una representación social prototípica: una
idea nueva y bastante técnica que tiene sus raíces en cuestiones económicas complejas rela-
cionadas con el libre comercio, los subsidios, etcétera. Pero la UE es ahora una parte acep-
tada y un lugar común del discurso europeo que a menudo suele poner énfasis más en
aspectos emotivos de la identidad nacional y europea que en asuntos económicos y comer-
ciales.
Rumor
El proceso mediante el cual se construyen las representaciones sociales tiene más que un
simple parecido pasajero con la manera en que se desarrollan y comunican los rumores.
Uno de los primeros estudios del rumor fue llevado a cabo por Allport y Postman (1945),
quienes hallaron que si los participantes del experimento describían una fotografía a
alguien que no la había visto y después esta persona se la describía a otra y así sucesiva-
mente, sólo persistía el 30% del detalle original después de 5 re-descripciones. Allport y
Postman identificaron 3 procesos asociados con la transmisión de rumores:
El teórico del complot talentoso puede, con consumada habilidad y sorprendente versa-
tilidad, explicar aun los eventos más crípticos y desconcertantes en términos de esquemas
tortuosos y maquinaciones inescrutables de conspiradores ocultos. Billig (1978) considera
que es precisamente esto lo que vuelve tan interesantes a las teorías conspirativas: son
increíblemente efectivas para reducir la incertidumbre (Hogg, 2007b). Suministran una
explicación causal en términos de disposiciones duraderas que pueden explicar una amplia
variedad de eventos, en lugar de factores situacionales complejos que no se pueden aplicar
de manera tan amplia. Además, los eventos preocupantes se vuelven controlables y fáci-
les de remediar, porque son causados por pequeños grupos de gente muy visible, en lugar
de deberse a circunstancias sociohistóricas complejas (Bains, 1983).
No es sorprendente que las teorías conspirativas sean casi inmunes a la evidencia de
desconfirmación. Por ejemplo, en diciembre de 2006, publicó el resultado de una investi-
gación de tres años y 3,5 millones de libras sobre la muerte de la Princesa Diana en 1997:
aunque no hubo ninguna evidencia de que la familia real británica conspirara con el
gobierno británico para asesinarla e impedir su matrimonio con un egipcio musulmán, esta
teoría conspirativa aún persiste. Otra teoría conspirativa aun mayor prevalece en gran parte
del mundo musulmán: que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en los
Estados Unidos fueron perpetrados por Israel o quizás incluso por el propio gobierno de
los EE. UU. (Lewis, 2004).
Atribuciones a la sociedad
El énfasis en las atribuciones como conocimiento social se expresa en la investigación
sobre las explicaciones que da la gente acerca de fenómenos sociales a gran escala. En
general esta investigación avala el concepto de que las atribuciones causales respecto de
fenómenos específicos están localizadas dentro de (y son moldeadas por) sistemas de
creencias más amplios, socialmente construidos.
Por ejemplo, la investigación de explicaciones sobre la pobreza revela que tanto los
ricos como los pobres tienden a explicarla en términos de gente pobre y no de la situación
en la que se encuentra esa gente (p. ej., Feagin, 1972; Feather, 1974). Esta tendencia indi-
vidualista no es tan intensa en las personas con ideología más de izquierda o socialista, o
en las que viven en países en vías de desarrollo, donde la pobreza es generalizada (Pandey,
Sinha, Prakash y Tripathi, 1982).
Las explicaciones de la riqueza tienden a depender de la afiliación política. En Gran
Bretaña, los conservadores la atribuyen a cualidades individuales positivas de ahorro y
trabajo duro, mientras que los laboristas la atribuyen a una determinación implacable, una
cualidad negativa individual (Furnham, 1983). No es sorprendente que también haya dife-
rencias transculturales: por ejemplo las explicaciones individualistas tan comunes en Hong
Kong (Forgas, Morris y Furnham, 1982; Furnham y Bond, 1986).
De modo similar, las explicaciones sobre el desempleo son influenciadas por las creen-
cias u opiniones y los sistemas de valores más amplios de las personas (capítulo 5). Feather
(1985) hizo que estudiantes australianos explicaran el desempleo en una serie de dimensio-
nes. Ellos prefirieron explicaciones referidas a la sociedad más que individualistas: por
ejemplo, un gobierno deficiente, el cambio social y la recesión económica fueron conside-
radas como causas más válidas de desempleo que la falta de motivación y las desventajas
personales (véase también Feather y Barber, 1983; Feather y Davenport, 1981). Sin
embargo, los estudiantes políticamente más conservadores tendieron a poner menos énfa-
sis en las explicaciones referidas a la sociedad. Estudios llevados a cabo en Gran Bretaña
muestran que allí las explicaciones referidas a la sociedad son más prominentes que las
explicaciones individualistas, y que hay un grado bastante importante de coincidencia entre
los empleados y los desempleados que respondieron (Furnham, 1982; Gaskell y Smith,
1985; Lewis, Snell y Furnham, 1987).
Otras investigaciones han considerado las clases de explicación que la gente da sobre
los disturbios (el capítulo 11 analiza en detalle la inquietud social, el comportamiento
colectivo y los disturbios). Los disturbios son fenómenos sociales muy complicados, pues
reconocen causas próximas y alejadas: un determinado evento o acción podría desencade-
nar el disturbio, pero sólo debido a la conjunción compleja de condiciones más amplias.
Por ejemplo, la causa próxima de los disturbios de Los Ángeles de 1992 puede haber sido
la absolución de oficiales de policía blancos acusados de golpear a un motociclista negro,
Rodney King (véase recuadro 11.1), pero es improbable que esto solo hubiese promovido
el disturbio de no mediar la inquietud racial y los problemas económicos que atravesaba
Estados Unidos en esa época.
Al igual que las explicaciones sobre la pobreza, la riqueza y el desempleo, las clases de
explicación que la gente da sobre un determinado disturbio parecen estar influenciadas por
la perspectiva sociopolítica de la persona (p. ej., Litton y Potter, 1985; Reicher, 1984, 2001;
Reicher y Potter, 1985; Schmidt, 1972). Los miembros más conservadores de la clase diri-
gente tienden a identificar desviaciones o patologías personales o sociales, mientras que los
que tienen actitudes sociales más liberales tienden a identificar circunstancias sociales.
Por ejemplo, Schmidt (1972) analizó las explicaciones de los medios de comunicación
gráficos sobre la avalancha de disturbios en ciudades estadounidenses durante 1967. Las
explicaciones se podían clasificar con respecto a tres dimensiones:
1 legitimidad-ilegitimidad,
2 causa interna-externa,
3 causa institucional-ambiental.
Contribución de la cultura
Cada vez es más evidente que las atribuciones específicas o explicaciones causales pueden
ser comprendidas por completo sólo si se tienen en cuenta las creencias y los sistemas de
valores más amplios de los individuos. Ya hemos visto, por ejemplo, la influencia de valo-
res sociopolíticos, nivel educacional, grupo de membresía y etnicidad; y han aflorado facto-
res culturales por todas partes.
La gente de diferentes culturas suele hacer atribuciones muy distintas, hace atribucio-
nes de diferentes maneras o enfoca toda la tarea de explicación social de distintos modos
(R. Bond y Smith, 1996; Markus, Kitayama y Heiman, 1996; Smith, Bond y Kağitçibas,i,
2006; Triandis, 1976; Triandis y cols., 1972). En consecuencia, la posibilidad de malenten-
Cultura y atribución
¿Es la marioneta
responsable de sus
propias acciones? La
probabilidad de
efectuar atribuciones
disposicionales sobre
la gente es menor en
los orientales que en
los occidentales,
¡dejen en paz a las
marionetas!
RESUMEN 107
Figura 3.7
Atribuciones disposicionales en función de la
Proporción de atribuciones disposicionales
0,5
edad y los antecedentes culturales
Norteamericanos
0,4
Los norteamericanos y los hindúes no difieren
inicialmente en la proporción de atribuciones
0,3 disposicionales efectuadas respecto de la conducta. Sin
embargo, a los 15 años hay una clara diferencia que
Hindúes
0,2 se acentúa en la edad adulta; los estadounidenses
hacen una cantidad significativamente mayor de
atribuciones disposicionales que los hindúes.
0,1
Fuente: basado en datos Miller (1984)
0
8 años 11 años 15 años Adulto
Edad
La lección importante que enseña este estudio es que los factores culturales tienen
un impacto significativo sobre las atribuciones y las explicaciones sociales. En el capí-
tulo 16 volvemos a tratar el papel de la cultura y el funcionamiento social de los seres
humanos.
RESUMEN
• Las personas son psicólogos ingenuos que pias, y una tendencia a proteger el auto-
buscan conocer las causas de sus propias concepto atribuyendo sus propios fracasos
conductas y las de las conductas de los a razones externas y sus éxitos a razones
demás. internas.
• De forma muy similar a la de los científicos, • Las atribuciones sobre la conducta de la
la gente considera la información de con- gente como miembros del grupo (endogru-
senso, la consistencia y la distintividad al po) o no (exogrupo) son etnocéntricas y
decidir si atribuye la conducta a rasgos de están basadas en estereotipos. Sin embargo,
personalidad y disposiciones internas, o a este sesgo es afectado por el carácter real o
factores situacionales externos. percibido de las relaciones intergrupales.
• Las atribuciones que realizamos pueden e- • Los estereotipos se pueden originar en una
jercer una profunda repercusión en nuestras necesidad de los grupos de atribuir la causa
emociones, autoconcepto y relaciones con de los eventos angustiantes a gran escala a
los demás. Puede que haya diferencias indi- exogrupos que tienen propiedades (estereo-
viduales en la propensión a efectuar atribu- típicas) vinculadas de manera causal con los
ciones internas o externas. eventos.
• En realidad, las personas son malos científi- • La gente recurre a atribuciones causales sólo
cos cuando hacen atribuciones. Tienen mu- cuando no hay conocimiento social fácil-
chos sesgos diferentes, de los cuales los mente accesible (p. ej., guiones, esquemas
más importantes son una tendencia a atri- causales, representaciones sociales, creen-
buir las conductas de los demás a razones cias culturales) para explicar las cosas de
disposicionales y a razones externas las pro- manera automática.
L I T E R AT U R A , C I N E Y T V
JFK
La película de Oliver Stone de 1991. Kevin Costner es un fiscal del distrito de Nueva Orleans que reabre el caso
para investigar quién asesinó en realidad al presidente John Fitzgerald Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en
Dallas, y cuál fue el complot detrás del hecho. Éste es un maravilloso encuentro con las teorías conspirativas y la
necesidad de la gente de elaborar una explicación causal, por extraña que sea, sobre un evento perturbador. En
la película, también actúan Tommy Lee Jones y Sissy Spacek.
Macbeth
La tragedia de Shakespeare de 1606/07 en la que tres brujas profetizan una cadena de hechos maléficos come-
tidos por Macbeth durante su sangriento ascenso al poder, incluido el asesinato del rey escocés Duncan. La
pregunta causal es si la profecía causó los eventos o si hubo algún otro complejo de causas.
LECTURAS RECOMENDADAS
Fiske, S. T. y Taylor, S. E. (1991). Social cognition (2ª ed.). Nueva York: McGraw-Hill. Este libro, que
todavía es la cobertura más autorizada y completa de cognición social, también trata de manera
excelente la teoría clásica y la investigación de la atribución. Esto no es sorprendente, dado que los
procesos de atribución son procesos cognitivos sociales, y que la teoría de la atribución fue precursora
de la cognición social contemporánea.
Fletcher, G. y Finchman, F. D. (eds.) (1991). Cognition in close relationships. Hillsdale, NJ: Erlbaum.
Una recopilación de los principales académicos aporta capítulos detallados sobre atribución y otros
enfoques sociocognitivos de las relaciones estrechas.
Hewstone, M. (1989). Causal attribution: From cognitive processes to collective beliefs. Oxford:
Blackwell. Una cobertura completa y detallada de la teoría y la investigación de la atribución, que
también trata las perspectivas europeas que ubican los procesos de atribución en el contexto de la
sociedad y las relaciones intergrupales.
McClure, J. (1991). Explanations, accounts, and illusions: A critical analysis. Cambridge, UK:
Cambridge University Press. Una discusión crítica, de amplio alcance y ecléctica de la atribución
como explicación social.
Moskowitz, G. B. (2005). Social cognition: Understanding self and others. Nueva York: Guilford. Un
texto de cognición social, totalmente actualizado y completo, escrito con un estilo relativamente
accesible como introducción al tema. También considera la atribución.
Smith, E. R. (1994). Social cognition contribution to attribution theory and research. En: P. G. Devine, D.
L. Hamilton y T. M. Ostrom (eds.). Social cognition: Impact on social psychology (pp. 77-108). San
Diego, CA: Academic Press. Una cobertura dirigida a las dimensiones cognitivas sociales de los
procesos de atribución.
Trope, Y. y Gaunt, R. (2003). Attribution and person perception. En M. A. Hogg y J. Cooper (eds.), The
Sage handbook of social psychology (pp. 190-208). Londres: Sage. Una revisión reciente, completa y
muy amena de la investigación sobre atribución.
Weary, G., Stanley, M. A. y Harvey, J. H. (1989). Attribution. Nueva York: Springer-Verlag. Una
discusión sobre las aplicaciones de la teoría de la atribución y la operación de los procesos de
atribución en contextos clínicos y la vida cotidiana fuera del laboratorio.