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Intervencion en Crisis Curso de Formacic3b3n de Terapeutas Gestalt PDF
Intervencion en Crisis Curso de Formacic3b3n de Terapeutas Gestalt PDF
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FUNDAMENTOS DE PROGRAMACIÓN
NEUROLINGÜÍSTICA (PNL)
INTERVENCIÓN EN CRISIS
Autora:
Yolanda Coggiola S.
Psicóloga / Terapeuta Gestalt
Miembro del Equipo Docente del ITG
Pág.
I. Resumen ……………………………………………………………………………………………………...... 4
Pág.
II.. RReessuum
meenn
La crisis, según Sullivan y Everstine (1983) se define como el momento en el que se produce un
cambio muy marcado en algo. Situación momentáneamente mala o difícil para una persona. Desde
el enfoque Gestalt la crisis se define como el punto de cambio, sugiriendo que el cambio puede
ser: sanar o enfermar, mejorar o empeorar.
Lo que hace que una crisis desemboque en crecimiento y que otra lo haga en daño inmediato o en
problemas psicológicos subsecuentes, puede ser la gravedad del suceso que la precipita, los
recursos personales (algunas personas están mejor dotadas que otras para manejar las tensiones
de la vida) y los contactos sociales concurrentes al momento de la crisis (quién está disponible
para ayudar con las consecuencias inmediatas al suceso y qué clase de auxilio proporciona).
Las investigaciones sobre desastres de Sullivan y Everstine (1983) indican por qué algunos
desastres producen más estrés que otros. Algunas de las razones para esto son: falta de
advertencia, cambio brusco de la realidad, tipo de agente destructor utilizado (bomba, arma de
fuego, etc.), temor de más destrucción, resultados de los intentos de rescate, trauma que resulta
de ver la muerte tan cerca, sentimientos de que debería haber existido alguna forma de evitar el
desastre, cobertura de los medios de comunicación.
• Corto espacio de tiempo para poder desarrollar una relación terapéutica significativa
• La posibilidad de una evaluación del estado de la persona está muy limitada en el tiempo
Ante un desastre inicialmente hay un enojo natural, que va unido al sentimiento de que no se está
protegido de cosas como éstas, y que la forma de vida puede cambiar bruscamente. También hay
temor de que pueda ocurrir una situación de desastre a sí mismo a los seres queridos. No hay un
gran problema por estas reacciones. Con el tiempo, cuando no suceda nada peligroso, suelen
desaparecer por sí solas.
Las reacciones más comunes son: pensar que la vida no tiene sentido, recordar y pensar
constantemente en el desastre, tener pesadillas acerca de lo ocurrido, sentir rabia hacia los
causantes (si los hay) y experimentar sentimientos de culpabilidad o de estar indefenso. Este tipo
de pensamientos, que pretenden explicar de forma lógica lo inexplicable, fluyen en la cabeza sin
que realmente existan datos que lo justifiquen.
Igualmente pueden aparecer síntomas físicos como: Tensión, nerviosismo, agitación taquicardia,
vértigos o mareos o fatiga intensa, dolores corporales difusos e inespecíficos, pérdida de apetito,
hipersensibilidad a estímulos del medio. También es frecuente sobresaltarse con facilidad, estar
irritable, la impaciencia y los problemas de sueño, de concentración e incluso agresividad hacia las
personas más cercanas.
Según Coggiola, citada en Salama (1997), una de las principales demandas de la persona que
busca ayuda acuciada por una experiencia de crisis, es la de cuestionar y enjuiciar al terapeuta al
que acude para que le ayude a atravesar el infierno que está experimentando. La sensación de
desesperación favorece la distorsión, en algunas ocasiones, de lo que se observa y de la persona
de quien se solicita la ayuda. En cierto modo, es la contradicción entre creer que la situación no
tiene solución y el pedir ayuda, lo que aumenta las suspicacias del paciente.
Ante esto, el terapeuta necesita participar en lo que acontece, para permitirle a la persona
soportar la ampliación de su frontera hasta que la labor concluya. Asimismo, la valoración que el
terapeuta hace de una persona en crisis, es importante en la medida en que existe el peligro de
que olvide, que aunque el cliente necesita ayuda, aun tiene capacidad de hacer algo por sí mismo,
si encuentra apoyo de un otro significativo durante algún tiempo.
En este contexto es igualmente importante que el terapeuta ponga énfasis en el contacto persona
a persona, ya que éste se convierte en el puente entre las fantasías catastróficas del cliente y las
posibilidades reales de efectuar un cambio actitudinal, cognitivo y existencial.
En una Intervención en Crisis, el terapeuta no tiene tiempo para esperar que se desarrolle el Darse
Cuenta del cliente, ha de intervenir de modo directivo para crearlo. Partiendo de los postulados
propuestos por la Terapia Gestalt, el ser humano se considera como un todo. Es por ello, por lo
que en cualquier situación de crisis recoge implicaciones en las tres zonas de experiencia (Zona
Interna, Zona de la Fantasía y Zona Externa). Sin embargo, según sea la configuración de la crisis,
una zona se va a ver más afectada que las otras. En el recorrido a lo largo del Ciclo de la
Experiencia la conveniencia de alcanzar el cierre va a suponer, también, una necesidad de
directividad del terapeuta para que el cliente llegue a conseguirlo.
Del mismo modo, es necesario, tener claro que la responsabilidad por parte del terapeuta, se sitúa
en dar una respuesta a la situación de la vida real que el cliente plantea y a las necesidades del
individuo. Se pretende una mejora en la experiencia del cliente de suficiente envergadura como
para hacer posible que la persona siga funcionando. Teniendo siempre como meta a medio plazo
el incremento de su autoapoyo.
Por otra parte, dentro de las situaciones y en lo que hace referencia a la problemática que el
cliente presenta, se enfatizan los problemas intrapersonales (como por ejemplo, la sensación de
depresión), los problemas somáticos los cuales que requieren la comprobación de su incidencia y
los problemas interpersonales ya que el nivel y el modo de implicación de otras personas en la
experiencia de crisis, van determinar la configuración y la vivencia de esa experiencia.
Durante el proceso de curación según Bass y Davis (1994), es posible que los síntomas empeoren
antes de mejorar, ante lo cual el terapeuta no debe preocuparse ya que a medida que la persona
piense y/o hable sobre lo sucedido comienza a notar cómo puede controlar, reducir y eliminar los
síntomas. El agravamiento inicial de los síntomas, a veces, es un paso necesario para superar la
crisis. También puede pasar que la sintomatología puede no desaparecer por completo o para
siempre, sin embargo el proceso terapéutico contribuye a que con el paso del tiempo se haga
tolerable. Aunque parezca difícil de creer, en la mayoría de los casos, se puede sacar algo positivo
de la experiencia y del esfuerzo de la persona por enfrentarse a ella.
IIII.. JJuussttiiffiiccaacciióónn
Los esfuerzos dirigidos al síntoma (figura) de la Intervención en Crisis Gestalt son necesariamente
relativos. Ya que no siempre se reduce el síntoma al punto de la desaparición (cierre del asunto
inconcluso), en estos casos el terapeuta debe interesarse en grados de mejoría, con la limitada
meta de conseguir por lo menos algún mejoramiento en el funcionamiento y la adaptación de la
persona.
Para el estudiante de formación, es importante para el estudiante el revisar sus propios periodos
de crisis como parte de su crecimiento personal. Los ingredientes con los que se conforma la vida
son las crisis y las principales transiciones de la vida similares en sus componentes, variando solo
en grado e intensidad. Todos los seres humanos pueden estar expuestos en ciertas ocasiones de
sus vidas a experimentar crisis caracterizadas por una desorganización emocional, perturbación y
trastornos en las estrategias previas de enfrentamiento.
El primer intento para resolver y manejar los problemas se rompe ante nuevos retos y desafíos. El
potencial de los resultados palpables buenos o malos, recaen en el desequilibrio o desorganización
de la crisis. Puede esperarse que la persona siga sus patrones aprendidos secuenciales de
desarrollo y tener el potencial de resolución a niveles de funcionamiento más altos o bajos.
La resolución final de la crisis depende de numerosos factores, incluyendo la gravedad del suceso
precipitante, recursos personales del individuo (fuerza del Yo, experiencia con crisis anteriores,
etc.) y los recursos sociales del individuo.
Las crisis pueden dirigirse hacia: un crecimiento positivo, deterioro psicológico y aun la muerte.
Dependiendo de múltiples variables en cada caso, y de la clase de ayuda disponible durante esta
etapa de crisis. El tipo de resolución alcanzada, puede tener implicaciones en el funcionamiento
futuro del individuo.
Como resultado de una solución satisfactoria de la crisis en la vida, se observa una personalidad
más segura y altamente integrada con un aumento en la fuerza para enfrentar tensiones futuras.
De hecho, el estado actual de salud mental de la persona y futuro terapeuta puede contemplarse
como un producto de la forma en que se han resuelto una serie de crisis en el pasado.
Teniendo en cuenta que es el último año de formación, se ofrece este tema como parte de una
futura especialización, ya que actualmente los temas que implica el abordaje de Intervención en
Crisis Gestalt (intervención en catástrofes, violencia familiar y de pareja, abuso sexual, maltrato
infantil, víctimas de crímenes violentos, suicidio y enfermedades terminales y el acoso laboral, etc.)
son áreas que por desgracia están saliendo a la luz con más frecuencia dentro de la sociedad y
seguramente con este material de apoyo el futuro Terapeuta Gestalt puede contar con las
herramientas necesarias para hacer frente a estos problemas en su práctica profesional y tal vez
interesarse en profundizar en el abordaje terapéutico de algún tema en particular en su futura
práctica.
Del mismo modo, la necesidad de conocer y/o aprender este contenido para la aplicación de
conocimientos en el futuro desempeño en la labor terapéutica o como herramienta de crecimiento
personal, proviene de la escasez de personal competente para responder a las necesidades de la
psicoterapia, este tipo de intervención es capaz de dispensar una intervención rápida que sea
beneficiosa para los que tienen los problemas más urgentes, o por lo menos con los conocimientos
elementales para efectuar el cambio entre una persona lisiada por algún desorden emocional para
que pueda sobrellevarlo - hasta que en algunos casos sea posible realizar un proceso más
profundo.
Por otro lado la Intervención en Crisis Gestalt también puede ser útil como medida preventiva: en
muchos casos una intervención inmediata, aunque corta, impide que el mal evolucione hacia una
desadaptación grave que puede llegar a ser una enfermedad seria y crónica. Hay muchas
situaciones claramente circunscritas que predeciblemente van a desembocar en reacciones
emocionales catastróficas; estas, a su vez podrían predeciblemente prevenirse si se identifican y se
tratan terapéuticamente antes en lugar de después del hecho.
La motivación del ITG es ofrecer herramientas de trabajo para que los estudiantes, puedan
proporcionar un servicio a quienes han sufrido un trauma psicológico, aunque no se cuente con un
programa de urgencias, es posible lograr ciertas ventajas en la terapia mediante la intervención
inmediata en un momento de crisis, pues el trauma psicológico no se puede ignorar y sus efectos
no desaparecerán pos sí solos, por lo que el terapeuta que ayuda a aliviar el trauma cuando éste
es más intenso, tendrá mejores posibilidades de ayudar en las etapas posteriores de la resolución
del conflicto.
La mayoría de los terapeutas no pueden responder a la escena de una crisis, pues no están
preparados, por lo que el ITG entiende que esto no debería impedir que cualquier terapeuta dé
cabida en su práctica a las víctimas de crímenes o a quienes piden ayuda en una situación de
urgencia.
La mayoría de personas han leído relatos de terremotos y creen tener cierta idea del sacudimiento
de la tierra durante minutos, como se ha podido ver por televisión en el terremoto de Haití o Chile,
pero la realidad es algo que nadie puede siquiera tratar de imaginar. Mucho más grave es el caso
de la inimaginable experiencia del dolor físico intenso, las devastadoras consecuencias de un
trauma emocional grave, la aterradora experiencia de la ira ciega, de la crueldad bestial y de los
múltiples traumas que tal vez se aborden en el taller, y que son capaces de destruir por completo
la concepción del mundo de la víctima.
Para prestar ayuda, quien lo haga debe conocer algo más que las técnicas de la Terapia Gestalt,
de buscar o resolver situaciones inconclusas y de apelar al Darse Cuenta; la intervención en crisis y
la capacidad para resolver de manera adecuada las manifestaciones de la interacción violenta, son
habilidades para las que la mayoría de los terapeutas, sin importar el grado de su experiencia,
clínica no está bien preparado.
IIIIII.. O
Obbjjeettiivvooss
4.1 Introducción
De acuerdo con Keeney (1990), la idea de que la resolución inadecuada de las crisis vitales
puede conducirnos a un deterioro psíquico a largo plazo, es una de las piedras angulares en
la teoría de las crisis. En algunos casos, la posibilidad de una adaptación futura es limitada
como lo indican muchas veces los encabezados de los periódicos.
A muchas personas, los problemas insuperables y las tensiones de la vida las conducen a un
punto tal, que tienen que encontrar una válvula de escape. El daño físico a sí mismo, a la
familia, los amigos o inclusive, a alguna persona ajena al problema, puede ser el resultado
trágico.
Sin embargo, históricamente el concepto de crisis ha sido entendido también, con un sentido
positivo, el ideograma chino de crisis, que indica lo mismo peligro que oportunidad. Desde el
enfoque Gestalt se define como el punto de cambio, sugiriendo que el cambio puede ser:
sanar o enfermar, mejorar o empeorar. Este punto de vista, ha creado gran interés en el
público con respecto a las crisis del desarrollo personal, o etapas de enfrentamiento con
acontecimientos esperados en la vida.
¿Qué hace que una crisis desemboque en crecimiento y que otra lo haga en un daño
inmediato o en problemas psicológicos subsecuentes?:
• Los recursos personales integran un segundo grupo de variables clave. Sea que hayan
nacido así o que se hayan habituado a ello mediante la experiencia vital, algunas
personas están mejor dotadas que otras para manejar las tensiones de la vida
• Un tercer grupo de variables incluye los contactos sociales concurrentes al momento
de la crisis. ¿Quién está disponible para ayudar con las consecuencias inmediatas al
En tanto que las crisis se caracterizan por un colapso en la capacidad para resolver
problemas, la ayuda externa es fundamental para determinar cómo van a sortear los
individuos, estos puntos de cambio.
¿Quién puede ayudar a enfrentar una crisis?, ¿Cuál es la diferencia entre la intervención en
crisis de primero, segundo y tercer orden?, ¿Es efectiva la línea telefónica de urgencia?, ¿La
intervención en crisis es aplicable en casos de violación, ataque físico o muerte inesperada
de un ser querido?, ¿Cuales son los medios para enfrentar una crisis?
El punto de partida va a ser la definición de crisis, según Sullivan y Everstine (1983) quienes
la definen como: Momento en el que se produce un cambio muy marcado en algo. Situación
momentáneamente mala o difícil para una persona.
• Corto espacio de tiempo para poder desarrollar una relación terapéutica significativa:
En la mayoría de los casos una vez desaparecida la sensación de crisis es frecuente el
abandono de la terapia. En otras ocasiones la demanda se circunscribe a la solución
de la crisis presente
La percepción de los síntomas por parte del terapeuta va a ser un factor que
incrementa la calidad de la intervención. Parece muy útil considerar los síntomas
como fragmentos valiosos de conducta, que en un momento determinado pueden
convertirse en un punto de apoyo para la persona.
• La figura del terapeuta cobra una significación especial: La sensación de estar sumido
en una crisis favorece la percepción del terapeuta como un último recurso. Si bien
esto puede suponer una desventaja en cuanto a que fomenta la dependencia del
paciente, también supone una ventaja en la medida en que el significado de la
intervención del terapeuta va a verse incrementado en su influencia.
Pueden ser:
• los desastres naturales como los daños causados por un huracán, un tornado,
inundaciones, incendios forestales, erupciones volcánicas o terremotos
Este segundo tipo incluye los actos de terrorismo intencionados. Cuando el desastre es
causado por un ser humano, las reacciones son más graves y son mucho más complicadas y
difíciles de superar.
Estos actos probablemente ponen en duda varias cosas relacionadas con la propia seguridad
y la de familiares y amigos, así como los aspectos morales del comportamiento correcto o
incorrecto. Este cuestionamiento es una reacción normal a un desastre causado por otro ser
humano y es importante tomarse el tiempo necesario para poner en orden ideas y
sentimientos. No hay respuestas fáciles.
Estos incidentes tan impresionantes producen, mínimamente, terror y ante estas emociones
cada persona tiene diferentes modos de enfrentarlas. Estos modos dependen de cómo han
vivido el ataque:
4.4 El impacto
Las investigaciones sobre desastres de Sullivan y Everstine (1983) indican por qué algunos
desastres producen más estrés que otros. Algunas de las razones para esto son:
• Temor de más destrucción: Cuando no se conoce lo que pueda pasar después, las
personas quedan en estado de alerta
• Resultado de los intentos de rescate: Se tiene miedo de que nadie o muy pocas
personas se encuentren con vida o que los equipos de rescate sufran heridas
• Trauma que resulta de ver la muerte tan de cerca: Ver a personas muertas y a
heridos graves puede trastornar mucho
• Sentimientos de que debería haber existido alguna forma de evitar este tipo de
desastre
Sin embargo, no es sorprendente que algunos parecen no estar afectados de la misma forma
en que las personas en crisis lo están. No todo el mundo tiene reacciones inmediatas;
algunas personas tienen reacciones que aparecen días, semanas o hasta meses más tarde, y
algunas personas tal vez nunca reaccionen.
4.5 El shock
Hay un enojo natural, hasta rabia, que va unido al sentimiento de que no se está protegido
de cosas como éstas, y que la forma de vida puede cambiar bruscamente.
También hay temor de que pueda ocurrir una situación de desastre a sí mismo a los seres
queridos. Puede suceder que los ruidos bruscos produzcan sobresaltos más fácilmente, o que
los olores u objetos asociados con el desastre, causen una reacción emocional. No hay un
gran problema por estas reacciones. Con el tiempo, cuando no suceda nada peligroso,
suelen desaparecer por sí solas.
4.6 Reacciones
• Es normal que se piense que la vida se acaba, no tiene sentido, no vale la pena, que
todo es cuestión de suerte. Es la forma normal de expresarse y ver las cosas en estas
situaciones
• Una reacción muy habitual es sentir rabia e ira hacia aquellos que causaron el
atentado. Es normal tener estos sentimientos pero es importante que no ocupen
demasiado tiempo en la vida o se volverán en contra de la propia persona
Todos estos síntomas son normales ante una situación de amenaza intensa. Reflejan que el
organismo activa al máximo sus recursos físicos para actuar en una situación de emergencia.
Mientras la persona siga valorando la situación como amenazante, es muy posible que la
activación y, por lo tanto, los síntomas, continúen.
En el caso de la ansiedad, esta puede dispararse por indicios que recuerdan la situación,
tales como olores, ruidos, horas del día. Sin embargo, se puede aprender a controlarlos.
4.8 Actitudes
• La persona comienza a evitar todo aquello que le recuerda de una u otra manera lo
que ha pasado (lugares, personas, situaciones, etc.): Es normal que sea así, pues
estas situaciones generan ansiedad y no enfrentarse a ellas produce alivio. Sin
embargo, aunque de manera inmediata ayude, a largo plazo puede limitar la vida y
hacer crónico el malestar.
• Sentir que debería hacer algo para probar que está vivo: Haciendo algo que
normalmente no haría, muchas veces sin pensar cuidadosamente acerca de las
posibles consecuencias de sus acciones
Otras personas pueden sentir un gran malestar que puede manifestarse de diferentes
formas:
• Desesperanza o desesperación
Según O'Connell citado por Fagan y Shepherd (1970), la persona que experimenta una crisis
se encuentra en una encrucijada, entre lo que es y lo que puede ser si cambia.
De este modo, se observa que existe una doble vertiente, que es lo que convierte en afilada
y dramática la situación de crisis. En el presente, la persona experimenta una doble
tendencia hacia la permanencia y hacia el cambio. La valoración de cada una de esas
Para que una situación pueda ser vivida como una crisis, es necesario que exista un nivel de
conciencia, un Darse Cuenta de lo que la persona está haciendo y experimentando, y
también, una conciencia de las demandas que recibe desde su entorno y que generalmente
vive como imposibles de atender o confrontar.
Mientras que exista una coincidencia aceptable entre lo que la persona vive y hace por un
lado y lo que necesita hacer para poder desenvolverse un su entorno vital, no aparece la
sensación de crisis. La crisis se produce, cuando la persona enfrenta exigencias que le
formula la comunidad y eso la coloca frente a sus limitaciones. Ahí es donde la persona
siente que se cuestiona su modo de vivir.
Desde esta posición vital, va a ser desde donde la mayoría de las veces van a llegar las
personas a demandar ayuda psicoterapéutica. La urgencia por resolver su situación es lo que
va a determinar una buena parte de las características que configuran la Intervención en
Situaciones de Crisis.
Para que una crisis pueda ser catalogada como tal, la persona debe sentir sufrimiento y
conflicto.
Un rasgo que conviene tener en cuenta para poder tener un conocimiento más aproximado y
ajustado de la experiencia de la persona que afirma encontrarse en crisis, es el de los
intentos de esa persona para atravesar la crisis mentalmente. Se puede observar cómo está
tratando de analizar lo que sucede, al mismo tiempo que le sucede.
La persona trata de llegar a una solución racional que suponga la evitación del conflicto y el
sufrimiento que está experimentando. Al ser una respuesta parcial, lo máximo que puede
llegar a conseguir es una formulación teórica y racionalizada de lo que está experimentando,
sin llegar a contactar con los aspectos esenciales de la experiencia, los cuales al ser
ignorados o evitados, hacen que la crisis cobre caracteres cada vez más alarmantes y
dolorosos.
Así se puede observar, que lo que experimenta una persona en crisis, es un desequilibrio
que se basa en su lucha interna. Quiere resolver lo que le sucede y por otra parte, lo afronta
con hábitos y actitudes en los que se ha ido fraguando ese sufrimiento.
El paso por el infierno que supone una crisis, implica el encuentro con el propio estado de
conducta condicionado, en ese momento las pautas de conducta y los hábitos de experiencia
se ven enjuiciados y/o modificados en la medida en que bloquean el desarrollo de la
persona.
Para esto, es necesario entender en primer lugar, los planos que configuran la experiencia
de la persona que está viviendo una crisis.
En la ilustración 1 (pág. 19) se puede ver reflejada la configuración de la crisis como una
intersección entre tres planos que se explican a continuación:
• Actitudes mantenidas a lo largo del curso vital: Cada persona ha ido construyendo a lo
largo de su vida, un modo característico de hacer frente a las situaciones que se ido
encontrando. Este modo particular de vivir, supone el desarrollo de unas habilidades y
recursos, por una parte, y al establecimiento de unos déficits y carencias por otra. En
este segundo grupo se encuentra lo que Perls, Hefferline y Goodman (1951)
denominan huecos o puntos ciegos de la personalidad.
• Actitudes vitales actuales: Uno de los presupuestos básicos en los que se sustenta la
Terapia Gestalt es que sólo existe el Aquí y Ahora. La fenomenología del presente,
permite abordar el segundo de los planos desde el que va a observar las crisis.
A esta experiencia, la persona hace frente con unas actitudes que, si bien son
congruentes con las que ha mantenido a lo largo de su vida, también suponen una
innovación o al menos la búsqueda, de un modo alternativo que le permita atravesar la
crisis.
Las explicaciones que el cliente hace de los intentos para resolver la situación que
experimenta, son también una fuente muy rica de información para que el terapeuta
pueda, configurar su intervención.
• Factores ambientales actuales: El tercero de los planos que conviene observar para
llegar a una comprensión más amplia y profunda de lo que el paciente está
experimentado al vivir una crisis, se puede focalizar en los factores que éste toma del
ambiente en el que vive.
Una buena parte de las situaciones de crisis, tienen que ver con circunstancias y
contextos en el que las demandas hacia el paciente son vividas por éste como
excesivas, según los recursos que él considera disponibles y a su alcance, en ese
momento.
La descripción que el paciente hace, permite al terapeuta hacerse una idea bastante
clara de cuáles son los rasgos de percepción más característicos del paciente, como
por ejemplo, qué considera como responsabilidad propia, qué considera como
perteneciente al entorno. Si el terapeuta tiene la suficiente sensibilidad, puede ver de
forma nítida, cómo el paciente delimita la frontera de contacto organismo ambiente,
que en última instancia, es el área en la que se concreta el conflicto y la crisis.
Actitudes
mantenidas a
lo largo del
curso vital
Experiencia de
Crisis
Actitudes Factores
vitales ambientales
actuales actuales
Aquí se puede observar, que la experiencia de la crisis señala en qué dirección hay que dar
los pasos, para satisfacer la propia necesidad de resolver la crisis. De ahí que cuando el
terapeuta, se encuentre con una persona que demanda una ayuda desde una experiencia de
crisis, esta se halla también con una serie de características en la relación que va a mantener
Según Coggiola, citada en Salama (1997), una de las principales demandas de la persona
que busca ayuda acuciada por una experiencia de crisis, es la de cuestionar y enjuiciar al
terapeuta al que acude para que le ayude a atravesar el infierno que está experimentando.
La sensación de desesperación favorece la distorsión, en algunas ocasiones, de lo que se
observa y de la persona de quien se solicita la ayuda. En cierto modo, es la contradicción
entre creer que la situación no tiene solución y el pedir ayuda, lo que aumenta las
suspicacias del paciente.
Esto va a condicionar la actitud el terapeuta, puesto que en la medida en que éste trate de
mantener en una posición de no implicación y de frialdad, el contacto entre terapeuta y
cliente, se va a ver seriamente amenazado.
Una de las cuestiones más relevantes que se le presentan al terapeuta al intervenir en una
crisis, es la de ser consciente del modo en cómo se involucra. Esto requiere de una gran
sensibilidad por su parte en lo que se refiere a sus teorías y concepciones del ser humano,
así como su conceptualización de salud y enfermedad.
La tarea del terapeuta está en evitar dejarse abrumar por dicha crisis, reduciendo así su
efecto sobre el paciente. Uno de los recursos que le van a resultar más útiles al terapeuta, es
el aura y la actitud de seguridad competente que mantiene durante la entrevista.
La actitud profesional junto con la definición clara y rápida de las funciones, favorece la
reducción de los efectos desorganizadores y caóticos de la crisis, y da lugar a la creación de
una base firme desde la que iniciar el proceso de intervención.
Como el terapeuta no tiene tiempo para esperar que se desarrolle el Darse Cuenta del
cliente, ha de intervenir de modo directivo para crearlo. En el recorrido a lo largo del Ciclo de
la Experiencia la conveniencia de alcanzar el cierre va a suponer, también, una necesidad de
directividad del terapeuta para que el cliente llegue a conseguirlo.
Hay que tener claro que la responsabilidad por parte del terapeuta, se sitúa en dar una
respuesta a la situación de la vida real que el cliente plantea y a las necesidades del
individuo.
Según Sullivan y Everstine (1983) se encuentran tres niveles de Intervención con respecto a
las crisis; tal como se describen a continuación:
ii. Intervención secundaria: El objetivo en esta fase, es reducir los efectos de las crisis
de la vida, y las crisis de desarrollo, favorecer el crecimiento de la persona. Esta
intervención está dirigida principalmente a las víctimas de las crisis y a sus
familiares, se propone una acción inmediatamente después de haber pasado una
situación de crisis.
como para hacer posible que la persona siga funcionando. Teniendo siempre como
meta a medio plazo el incremento del autoapoyo del cliente, aludiendo también a la
necesidad de confrontar algunas de las expectativas del cliente, las cuáles al ser
muy elevadas se convierten en un obstáculo más que en una fuente de motivación
para el cambio.
Este tipo de intervención se establece desde los pocos minutos en que ha ocurrido la
aparición de la crisis hasta las primeras horas, las personas que la pueden ofrecer por
lo general son las que están cerca de la persona en crisis y que a la vez sirven de
apoyo y control, es decir, son los familiares cercanos, la policía, los abogados, los
médicos, y alguno que otro vecino.
Los afectados por una situación de crisis pueden facilitar la aceptación de lo que ha
pasado y prevenir los problemas futuros, teniendo en cuenta lo siguiente:
• Aceptar sentirse mal: Es normal en una situación como esta. No intentar buscar
explicaciones lógicas a lo ocurrido
• Pasar tiempo en compañía de otras personas: Es más fácil superar las situaciones
• Volver a la rutina cotidiana: Intentar organizar las actividades para los próximos
días
• Hacer algo para sentirse un poco mejor: Por ejemplo, un baño caliente, tomar el
sol, escuchar música, un paseo, jugar con el perro, etc.
• Hacer algo que ayude a sentirse útil: Por ejemplo, donar sangre, aportar dinero
para las víctimas, participar en acciones de respuesta a esta situación
Algunas personas necesitan ayuda para superar un suceso traumático. Las personas
que han vivido directamente la tragedia, personas que han pasado por otras
desgracias o personas sensibles, suelen necesitar ayuda profesional. Esto se puede
conocer si después de unos días, persisten algunos síntomas o si la persona nota que
no puede dejar de pensar en el suceso.
Es importante que se sepa que estos síntomas son normales durante los primeros días.
Si después de una semana sigue presentando los mismos síntomas, es probable que la
persona necesite consultar con un terapeuta.
Para poder hacerse una idea clara de la situación de crisis es necesario contestar las
siguientes preguntas:
Según Coggiola, citada en Salama (1997), las áreas del cliente que están inmersas en la
crisis permiten obtener información en dos direcciones (ver ilustración 2, pág. 32):
• Cuáles son las zonas de la experiencia afectadas durante el proceso seguido hasta
llegar a la situación de crisis
Zona de Zona de
experiencia experiencia
Interna de Fantasía
Zona de
experiencia
Externa
Partiendo de los postulados propuestos por la Terapia Gestalt, el ser humano se considera
como un todo. Es por ello, por lo que en cualquier situación de crisis recoge implicaciones en
las tres zonas de experiencia. Sin embargo, según sea la configuración de la crisis, una zona
se va a ver más afectada que las otras.
Si el terapeuta es capaz de determinar en cuál de esas áreas está más afectado el cliente,
esto va a hacer posible una intervención más eficaz y rápida.
Cuando la zona interna es la que está más afectada, el terapeuta se puede encontrar
con una serie de síntomas, físicos, fundamentalmente, que la persona evalúa como el
preludio de una futura enfermedad o incluso muerte, en un corto espacio de tiempo.
Una vez clarificado este punto, se tiende entonces a la confrontación ya sea de las
actitudes de incapacidad para efectuar cambios, o bien el trabajo sobre el desarrollo de
la aceptación de las circunstancias en las que la persona se está desenvolviendo.
No cabe la menor duda que la persona siempre aporta algún componente de esta zona
en cualquiera de las dos anteriores. Si esto no fuera así, la intervención terapéutica se
podría limitar única y exclusivamente, al cambio en alguna de aquellas y esto se podría
efectuar sin la menor dificultad.
La línea de trabajo en este caso, ha de tener siempre el referente del Aquí y Ahora,
como punto en el que contrastar lo que está fantaseando. Igualmente, el trabajo con
el contínuo de conciencia y el Darse Cuenta van a ser de una extrema utilidad.
Por otra parte, dentro de las situaciones y en lo que hace referencia a la problemática que el
cliente presenta, se enfatizan los problemas intrapersonales como por ejemplo, la
sensación de depresión que el cliente experimenta en un momento de crisis, aunque con
muchos rasgos similares a una crisis depresiva, se suelen confundir ambas.
Problemas
Problemas
intrapersonales
Sensación de
crisis
Problemas
somáticos
Problemas
interpersonales
Conviene señalar que una crisis depresiva, ha de ser vista como el agravamiento de forma
crítica, de un proceso depresivo que la persona ha venido padeciendo en épocas anteriores.
En el caso de la sensación de depresión que acompaña a una crisis, se pude encontrar con
un episodio puntual que no supone la existencia de una depresión subyacente o
preexistente.
En todo momento hay que prestar atención, para poder establecer un diagnóstico
diferencial, e indicar a qué grupo pertenece la depresión que el cliente narra o que el
terapeuta observa.
En el primer caso, en el de una crisis depresiva, las metas de la intervención se ven
matizadas en la medida en que no es posible esperar un cambio hacia la salud, a corto
plazo, más que a niveles muy moderados.
La habilidad y capacidad del terapeuta de captar las relaciones que el cliente establece entre
la sensación de angustia y el peligro imaginado, son de gran utilidad para que su
intervención alcance un mayor nivel de ayuda y efectividad.
Otro de los planos en los que se manifiestan los problemas intrapersonales en una situación
de crisis, es en el de la sensación de confusión. Tanto en el sentido de no saber cómo ha
llegado a esa situación, como en el de no saber cómo salir de su estado, la confusión supone
una merma en la capacidad de utilizar los recursos, que el cliente tiene a su disposición en
otras ocasiones donde no experimentaba una crisis.
A veces, esa comparación entre la situación de crisis actual y anteriores situaciones donde la
persona ha podido manejarse con mayor autonomía y efectividad, contribuye una mayor
sensación de frustración de no poder o no saber desenvolverse.
Se hace necesario, por parte del terapeuta, conocer cuáles son las habilidades que el cliente
ha utilizado en situaciones de conflicto anteriores y que ahora no llega a recuperar.
En lo referente a los problemas somáticos que están presentes en una crisis, lo más
importante es la comprobación a dos niveles de cuál es su incidencia.
Siempre que hay alguna persona implicada en la situación de crisis que el paciente vive, el
terapeuta ha de tener en cuenta el plano interpersonal, no obstante, la experiencia vivida en
el momento de una crisis, pertenece a la esfera de lo intrapersonal.
Entrando ya en lo que a la intervención propiamente dicha se refiere, cabe señalar que el punto de
atención del cliente en el momento de crisis, está en el presente, y hay una sensación de urgencia
por lo apremiante del tiempo. De modo que, el terapeuta ha de colaborar en favorecer la
concentración sobre aquello que es emocionalmente importante para el cliente.
Dado que no existe ningún momento que sea apropiado para que una persona experimente una
crisis, se puede afirmar que el terapeuta va a tener que adaptarse a la situación en la que se
demanda su intervención.
Se ha de partir de la explicación que el cliente da, puesto que en ella van a aparecer reflejadas las
características más destacables para poder entender su experiencia presente, la tensión que ha
desatado la crisis y las circunstancias y personas que el cliente implica en la crisis.
Generalmente, la entrevista inicial se realiza a solas con el cliente, sin embargo, en determinadas
circunstancias, tanto en la solicitud de la sesión, como de la persona que la acompaña, puede ser
conveniente entrevistar tanto al cliente como al acompañante. Normalmente el terapeuta puede
encontrar indicios de que conviene entrevistarlos a ambos, cuando se reciben en la sesión.
Siempre está a disposición del terapeuta, el variar el número de personas que van a estar
presentes en la entrevista inicial, pudiendo incluir o excluir a alguno de los que ha acudido,
aunque, eso sí, siempre en presencia del cliente.
En la fase inicial de la intervención lo más fundamental es atender a lo que el cliente define como
su mayor preocupación (figura), o en su defecto las sensaciones que experimenta que le conducen
a solicitar ayuda. Según Coggiola en Salama (1997), conviene obtener información clara y precisa
respecto de:
De estas tres cuestiones, y dando por sentado que las dos primeras han de quedar claras, es
en la tercera donde hay que centrar la atención.
La cuestión de ¿por qué ahora?, lleva a tratar de obtener una información precisa respecto
de ¿Qué gana y qué evita el cliente?, ya que cuanto más pronto se obtenga esta
información, más rápidamente se puede orientar el curso de la intervención.
Para que esto sea posible, se ha de producir una asimilación por parte del cliente, lo que
supone que el cliente está aplicando lo que ha aprendido y reelaborado durante la sesión o
sesiones.
Para evitar que se queden asuntos pendientes, el terapeuta debe avisar al paciente que la
sesión está finalizando por si desea aclarar algún punto de los tratados o dejar algún tema
pendiente para sesiones futuras.
De cara a favorecer la sensación del cliente de que dispone de alguien en quien puede
confiar y que además le brinda seguridad, conviene establecer una cita concreta para la
siguiente sesión.
Según O'Connel citado en Fagan y Shepherd (1970), en términos generales, se puede decir
que los aspectos más característicos del trabajo en situaciones de crisis, supone confrontar
fundamentalmente:
• Sentimientos de culpa
• Resentimientos
• Es normal tener recuerdos invasivos, con los que se intenta dar significado a la
experiencia
• Es normal tener sentimientos de rabia o culpa. Sentir que se está volviendo loco o
que se puede perder el control. Éstas son reacciones normales ante lo que ha
ocurrido.
Es necesario recordar que estas pautas ayudan a comprender y asumir lo que ha sucedido y
lo que puede suceder. También, qué hacer respecto a ello. También es importante saber que
también es normal:
• Que los síntomas empeoren antes de mejorar: Por esto es importante no asustarse
en caso de que inicialmente se experimente un gran malestar. A medida que la
persona piense y/o hable sobre lo sucedido comienza a notas cómo puede controlar,
reducir y eliminar los síntomas. El agravamiento inicial de los síntomas, a veces, es
un paso necesario para superar la crisis.
• Que la sintomatología puede no desaparecer por completo o para siempre: Pero que
con el paso del tiempo se hace tolerable
Aunque parezca difícil de creer, en la mayoría de los casos, se puede sacar algo positivo de
la experiencia y del esfuerzo de la persona por enfrentarse a ella.
Después de algún tiempo es más fácil encontrar soluciones. A veces es útil asociarse y
compartir experiencias con personas en la misma situación. En caso de necesitarlo, siempre
se puede buscar ayuda profesional
Cuando el paciente sienta algunos de estos síntomas u otros similares puede utilizar
la respiración como método sencillo, rápido y fácil para reducir estos niveles de
malestar. Mediante la realización del ejercicio siguiente:
Además, es conveniente saber que abordar cuanto antes estos síntomas puede
ayudar a que no se produzcan más reacciones de ansiedad en otras situaciones y a
que no se mantengan de forma prolongada en el tiempo.
Sin embargo, evitar pensar, evitar hablar de lo ocurrido no son modos eficaces de
olvidar, al contrario, eso hace que el recuerdo vuelva a nosotros con más fuerza.
Pensar y recordar para poder asimilarlo y darle un sentido, es muy importante.
Contar lo vivido, la historia que describe esa experiencia personal, ayuda a integrarla,
de forma adecuada, en la propia vida.
Para contar esta experiencia de forma que realmente ayude a superar la angustia se
deben tener en cuenta algunos aspectos:
• Describir todo lo visto, sentido, oído y pensado: Es decir, todo aquello que
ha sido generado por el suceso. Para ayuda para relatar la experiencia se
puede pedir al paciente que intente responder a algunas de las siguientes
preguntas:
- ¿Dónde estabas?
- ¿Con quién?
Revisión Nº: 1. Marzo de 2010 Yolanda Coggiola Página 44 de 52
Curso de Formación de Terapeutas Gestalt. Intervención en Crisis
- ¿Cuánto duró?
De acuerdo con Araujo (2002), las personas que han experimentado un evento traumático,
frecuentemente sufren de estrés psicológico relacionado con el incidente. En la mayoría de
los casos, estas son reacciones normales a situaciones anormales y tienden a desaparecen
en 2 o 3 semanas.
Los individuos que sienten que no son capaces de recuperar el control de sus vidas, o
quienes han experimentado los siguientes síntomas por más de un mes, deberían considerar
ir en busca de asistencia profesional, es decir terapia.
• Pensamientos intrusivos sobre el evento. Revivir el evento o tener pesadillas sobre éste
• No ser capaz de enfrentar algunos aspectos del evento traumático, así como evitar
actividades, lugares, y hasta personas que lo hagan recordar
Los Factores específicos que se deben tomar en cuenta al inicio del proceso de
terapia de las personas afectadas por estrés postraumático son:
• Bass E. y Davis L. (1994). The Courage to Heal. Traducido al castellano por: Brito, A.
bajo el titulo: El Coraje de Sanar, Guía Para las Mujeres Supervivientes de Abuso Sexual en
la Infancia. Editorial Urano. Barcelona.1995.
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a) Proceso de Terapia:
b) Violencia Familiar:
c) Violencia en la Pareja:
• Love, Guilt and Reparations and Other Works. Autor (es): Klein M
• I Can’t Live With Mum and Dad Anymore. Autor (es): Smith, R., Joanne, R. y
Campbell, H.J.
• Cómo Perdonar Cuando no Sabes Cómo Hacerlo. Autor (es): Bishop J & Grunte
M.
• Final Exit, The Practicalities Of Self-deliverance and Assited Suicide for the
Dying. Autor (es): Humphry Derek