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Emma

Dramatic Biography
of
Emma Smith
Keith & Ann Terry

Keith & Ann Terry Butterfly publishing Co. 1979

Traducción Libre: Adrián Arnould Mayo, 2008

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INTRODUCCIÓN

El clima de aquella helada mañana de febrero de 1839,


congelaba al andrajoso grupo de refugiados mormones
detenidos en la ribera oeste del Mississippi, observando el hielo
que había congelado el ancho río. Los primeros en una
caravana continua de 5000 hombres mujeres y niños
perseguidos, llegaban al final de su miserable viaje.
Entumecido de frío, el conductor de uno de los carros bajo
hasta el suelo y se encaminó hacia el hielo. Finalmente, luego
de caminar una docena de pasos en cada dirección, sacudió la
cabeza. El hielo parecía inseguro para ser atravesado por una
carreta cargada y los caballos, pero debían intentarlo.
Habiendo decidido desatar a uno de los caballos, el conductor
le silbó a un jovencito para que llevara el caballo unas 10
yardas del costado de la carreta, para disminuir la
concentración de peso en un solo punto. Entonces, con gran
respeto, le pidió a su pasajera y sus cuatro hijos que se
bajaran para alivianar la carga.

Cumpliendo con su pedido, la atractiva mujer, cuya esbelta


figura se envolvía en varias capas de ropa de lana, descendió
del vagón con sus hijos siguiéndole de cerca mientras el
conductor quitaba el arnés del caballo. El hombre se encargó
de tomar el otro extremo de la doble línea de tres, mientras que
el caballo restante, al que la familia llamaba Charlie, comenzó
a tirar de la carga esforzándose por poner en movimiento las
ruedas enllantadas en acero de la carreta durante el trayecto
de milla y media hacia la ribera de Illinois del río, y hacia la
seguridad.

La cansada mujer tomó a sus dos hijos más pequeños en


brazos y partió detrás de la carreta. Un niño y una niña más

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grandes se aferraron de su amplia falda que se veía aún más
llena debido a los sacos cargados de manuscritos que llevaba
sujetos a su cintura bajo la ropa.

Años más tarde un historiador de Illinois resumiría la


apariencia de la mujer en esa helada mañana con estas
palabras: "La señora Smith, agotada, triste y con el corazón
roto, cruzó a pie el poderoso río hacia Quincy, Illinois".

¿Quién era aquella infortunada mujer, agotada pero aún


erguida? Aún durante su huida desde la frontera infernal, a
sus 34 años, Emma Smith permanecía alta y elegante. Sus
ojos oscuros y penetrantes no se habían apagado, ni se había
inclinado su cabeza abatida por desánimo, aunque había
dejado terribles pruebas tras de sí.

El hombre que amaba, su esposo el Profeta, permanecía en


Missouri, en una prisión de fría piedra y barrotes de hierro.
Emma, que se había sometido a sí misma y a sus hijos a los
salvajes elementos en Missouri durante más de un año, había
visto por última vez a su esposo José sujeto por cadenas que
no sólo retenían su poderoso cuerpo físico, sino que también
debilitaban su espíritu. Aun así, las tribulaciones del momento
de su separación eran atenuadas por el conocimiento seguro
de que Dios vivía y los amaba. Seguramente Él los libraría de
las manos de sus enemigos.

Recuerdos tristes y dolorosos, junto a oraciones constantes


por su esposo, debieron llenar la mente de esa mujer mientras
se dirigía en aquel día helado a refugiarse en el lado de Illinois
del río Mississippi.

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CAPÍTULO 1.

Poco se sabe sobre la juventud de Emma Hale Smith. Luego


de su matrimonio con el profeta José Smith, su vida en
contacto con la de él está bien documentada. De cualquier
forma ella no dejó ningún diario, y sus cartas fueron pocas. Ha
sido necesario armar un relato de su intrigante vida mediante
los diarios y relatos de quienes estuvieron allí.

Emma Hale Smith nació el 10 julio 1804, en el tranquilo y


amoroso hogar de la familia Hale en Harmony, Pennsylvania.
La séptima de nueve hijos, fue criada y educada en una forma
muy refinada. Al llegar a la madurez, comenzó a dar clases en
una escuela, viviendo aún en el hogar de su niñez.

Su madre siempre fue una persona religiosa, pero Isaac Hale


su padre, había sido hasta que Emma tuvo siete años, "Deista”
(alguien que cree que el creador ya no está interesado en sus
creaciones). Esta escrito que un día en que caminaba por el
bosque, Isaac vio a su hija de rodillas pidiendo a Dios por él, y
quedó profundamente conmovido. De ahí en más, ambos
padres se volvieron metodistas devotos. De hecho le abrían sus
puertas a los ministros itinerantes tan a menudo que se
decía: "El hogar del señor Hale, es el hogar del predicador”.

A los 21 años, Emma conoció a José Smith, un buscador de


tesoros de 20 años, miembro del grupo de excavación que se
estaba quedando temporalmente en casa de los Hale, parte de
la cual había sido acondicionada como hospedaje.

Muy pronto, José se enamoró de la “… muy hermosa Emma,


de cuerpo largo y esbelto y encantadores ojos oscuros, quién era
además excepcionalmente inteligente”.

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Ella a su vez, se sintió atraída por José, pero a Isaac no le
agradaban los busca tesoros, y menos este José Smith, cuyos
compañeros aseguraban que podía usar una “piedra
mágica” para descubrir plata u oro enterrados.

Isaac Hale era un campesino rústico. Un hombre


pragmático. Un respetado granjero y hombre de negocios que
miraba con desconfianza las cosas abstractas o poco prácticas,
así que se opuso al romance en varios niveles, pero más que
nada porque el joven profeta era un “buscador de dinero”.

Años más tarde, José escribiría sobre la experiencia: “En el


mes de octubre de 1825 me empleó un señor de edad llamado
Josíah Stowell, del Condado de Chenango, Estado de New York.
Él había oído algo acerca de una mina de plata que los
españoles habían explotado en Harmony, Condado de
Susquehanna, Estado de Pennsylvania; y antes de ocuparme ya
había hecho algunas excavaciones para ver si le era posible
descubrir la mina. Después que fui a vivir con él, me llevó con el
resto de sus trabajadores a excavar en busca de la mina de
plata, en lo cual estuve trabajando cerca de un mes sin lograr el
éxito en nuestra empresa; y por fin convencí al anciano señor
que dejase de excavar. Así fue como se originó el tan común
rumor de que yo había sido buscador de dinero (caza-fortunas).”

Aunque había por cierto, más razones para oponerse al


romance de su hija que el empleo de su pretendiente. José
había hablado frecuentemente de una maravillosa experiencia
religiosa que había tenido, y sobre su habilidad de utilizar una
“piedra mágica”. Sus historias le habían atraído la atención de
un número creciente de escépticos, y la familia de Emma creyó
los rumores desfavorables que seguían cada acción de José.
Luego de unos meses, consciente de que el joven se volvía
demasiado amigable con su hija, el señor Hale insistió en que
José tomara sus pertenencias y buscara otro lugar para vivir.

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Aunque José accedió a la petición del hombre regresando al
hogar de sus padres en Palmyra, las cartas y el contacto
mediante amigos lo mantuvieron cerca de Emma. Más de una
vez, José y Emma se reunieron en casa de los Knight, amigos
mutuos, y de los Stowell, sin el conocimiento de los padres de
Emma. Pero la separación era difícil y las reuniones poco
frecuentes.

El 18 de enero de 1827, un año y medio después de


conocerse, se escaparon y fueron casados por Zachariah
Tarbell, un juez de paz, en casa de este en South Bainbridge,
New York.

Muchos años después, Emma le describió las circunstancias


en una carta a su hijo mayor. Ella dijo: “Me encontraba de
visita en lo del Señor Stowell, que vivía en Bainbridge, y allí vi a
tu padre. Ninguna intención de casarme tenía cuando salí de
casa; pero durante mi visita al Señor Stowell, tu padre fue a
verme allí. Mis conocidos se oponían a él amargamente; y siendo
importunada por tu padre, quién ayudado por el Señor Stowell
me instaba a casarme con él, y prefiriéndolo sobre cualquier
hombre que conocía, accedí”.

Sin duda, las impresiones de Emma sobre el resentimiento


de su padre pueden tener su origen en la respuesta de Isaac
Hale cuando José le había pedido la mano de Emma en
matrimonio. Isaac ciertamente le dijo a José que era “… Un
extraño que no tenía un empleo remunerado estable, y con la
reputación de mirar en `piedras mágicas´ y buscar tesoros con
un `amuleto de bruja´”.

Existe evidencia de que José había considerado y planeado


cuidadosamente el evento. Su madre Lucy Mack Smith
mencionó en sus memorias:

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“José nos llamó aparte a mi esposo y a mí y dijo, `Me he
sentido muy solo desde que Alvin (su hermano) murió y he
decidido casarme. Y si no se oponen a que me una en
matrimonio con la Señorita Emma Hale, ella sería mi elegida por
sobre cualquier mujer que haya visto jamás´. No solo estuvimos
complacidos con su decisión y no solo accedimos a su
matrimonio con ella, sino que le pedimos que la trajera a casa y
vivieran con nosotros”.

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CAPÍTULO 2

Ocho meses después de la boda, en setiembre de 1827, José


llevó a Emma muy entrada la noche, a un paseo en un
carruaje prestad hasta lo que se convertiría en el la colina-
santuario más famosa del mormonismo: El Cerro Cumorah.
Habiéndole pedido a su esposa que esperase en el carruaje,
José ascendió solo por la colina. Emma estaba abrigada,
llevando un vestido de montar y un sombrero, pero la espera le
pareció larga. Finalmente José regresó cargando un objeto
pesado.

En su imprudente forma de ser, José debió hacer saber


entre sus asociados que pronto se encontraría en posesión de
algo de gran valor, porque desde ese momento en la colina, fue
asediado por buscadores de tesoros. En su apurado viaje de
regreso a casa, le explicó a Emma que en el envoltorio, había
un registro escrito en planchas de oro que un ángel le había
prestado para traducir. Pero su plática fue interrumpida ya
que feroces merodeadores los perseguían, y José tuvo que
detenerse antes de llegar a su casa para esconder las planchas
dentro de un tronco hueco.

Poco después, José y Emma recibieron noticias de que la


familia Hale, al menos temporal y exteriormente, había
suavizado sus sentimientos hacia José y los invitaba a vivir
con ellos en Harmony. La joven pareja se sintió agradecida por
la tregua y por la oportunidad esto que les daba de dejar
Palmyra.

Se hicieron los arreglos para que en diciembre de 1827,


Alva, hermano de Emma llevara una carreta hasta lo de los
Smith y ayudara a José y a Emma a mudarse a Pennsylvania.
La mudanza era algo deseado ya que había existido una
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conmoción constante alrededor de la casa de los Smith,
causada solamente por el deseo profundo de hombres
inescrupulosos de poner sus manos en lo que llamaban “el
tesoro de Joe Smith”. Además, Emma poseía 6 acres de tierra
situados en una esquina de la propiedad de su padre, por lo
que sabía que tendrían privacidad.

La idea de vivir en Harmony debió haber sido


tranquilizadora para José y Emma, pero el viaje sin duda no
sería agradable para la valiente mujer. La urgencia del viaje se
desprende del hecho de que Emma estaba embarazada, pero
soportó un ajetreado trayecto sobre el asiento de madera de la
carreta por caminos congelados durante las 128 millas que
separaban Palmyra del hogar de su niñez.

De cualquier forma, ni bien José y Emma comenzaron a


descargar sus escasas posesiones, la familia de Emma
comenzó a hacer preguntas sobre la misteriosa caja escondida
al fondo de un barril de frijoles. Habiendo escuchado que José
poseía algunas antiguas planchas de oro, El padre de Emma
quiso ver el contenido del barril, pero José se lo impidió. Su
obstinación se volvió sin duda una de las causas de constantes
desacuerdos que pronto surgieron entre la joven pareja y los
padres de Emma.

No fue difícil para José mantener las planchas ocultas.


Emma y él se habían mudado a una pequeña casita que antes
se usaba como cobertizo en la propiedad de los Hale. El joven
vidente comenzó ávidamente la traducción de las planchas en
ese hogar acogedor, con su living, estufa y dormitorio con piso
de tablas de arce. Un ático se volvió el refugio para los
primeros esfuerzos de traducción.

En el cuarto de arriba, con su ventana al este y techo en


declive, José y Emma comenzaron la ardua labor. José
interpretaba el egipcio reformado de los jeroglíficos grabados en
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las antiguas planchas de oro mientras con su prolija caligrafía,
Emma escribía las palabras que él dictaba.

Emma sirvió como escribiente de José durante los primeros


meses de 1828, ayudada ocasionalmente por su hermano
Reuben. Recordando sus experiencias como escribiente de su
esposo, Emma escribió luego que José utilizaba los
instrumentos especiales llamados Urim y Tumim que el ángel
le había proporcionado junto con las planchas para ayudarlo.
Emma vio las planchas ocasionalmente, envueltas en un paño
fino de algodón. Claramente podía percibir su forma, recordó.

En años posteriores, cuando los escépticos sugirieron que


José había fabricado el manuscrito del Libro de Mormón,
Emma defendió a su esposo:

“Ningún hombre pudo haber dictado la escritura del


manuscrito a menos que fuese inspirado…” dijo. “Al regresar de
comer o luego de interrupciones, el retomaba exactamente en el
punto donde había quedado, sin mirar el manuscrito o que hacer
que se le leyera una porción del mismo. Para él era algo usual.
Habría sido improbable que un hombre instruido pudiera hacer
esto, y para uno tan ignorante e iletrado como él, habría sido
simplemente imposible”.

Con el paso de las semanas y al avanzar el embarazo de


Emma, se volvió imposible para ella continuar como
escribiente de José y a la vez realizar los quehaceres. En la
primavera de 1828, José relevó a Emma de su servicio de
transcripción cuando Martin Harris, un granjero amigo de la
familia Smith los visitó y comenzó a ayudar al profeta en su
lugar. Con la ayuda de Harris, José pronto completó la
traducción de 116 páginas manuscritas de traducción de las
planchas.

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Entonces fueron sembradas las semillas de la tragedia.
Luego de repetidas peticiones de Martin Harris de que se le
permitiera llevar las 116 páginas del manuscrito a su casa
para mostrarlas a su familia en Manchester, New York, José
importunó al Señor una y otra vez recibiendo finalmente
permiso para que Harris llevara prestado el trabajo realizado.

La ocasión parecía oportuna, ya que José debió quedarse


atendiendo a Emma durante las siguientes semanas. El día
siguiente a la partida de Harris, Emma dio a luz a su primer
hijo, un niño al que llamaron Alva, y que solo vivió unas pocas
horas. Considerando la delicada y feliz crianza de Emma, ella
tenía muy poca experiencia con tragedias personales; Alva fue
la primera experiencia registrada de Emma con la muerte, y la
pérdida de su bebé fue para ella en extremo difícil de soportar.
Aún peor, su labor de parto fue muy dificultosa y había
quedado en una condición muy débil. No está claro si había
miembros de la familia Hale cerca para ayudarla, aunque
seguramente los había. En cualquier caso, sabemos que José
estuvo junto a ella durante esas horas críticas.

El trauma del parto dejó a Emma al borde de la muerte.


Durante al menos dos semanas en esa permaneció en esa
pequeña casa luchando por su vida. En el patio trasero, José
había enterrado a su reciente niño en una pequeña tumba y
había puesto un pequeño marcador de madera. En él se leía
tallado: “En memoria de un niño nacido de José y Emma
Smith, 15 de junio de 1828”.

José había detenido todo trabajo de traducción para atender


a las necesidades de Emma. Pero sus pensamientos sobre las
primeras 116 páginas del manuscrito se agitaban más y más.
En un registro de esa época, Inez Smith escribió: “… fue una
época de oscuridad y desánimo para José. Los días pasaban y
Harris no regresaba. El (José) fue reprendido por el Señor por su

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pobre cuidado del manuscrito. Mientras el joven velaba junto a
la cama de Emma día y noche, meditaba ansiosamente en
cuanto al destino de Martin y la traducción previa”.

Al término de las dos semanas, José se separó de su esposa


en recuperación para buscar a Harris. Emma había sido como
cautivada por la importancia de la traducción del Libro de
Mormón tanto como José, y fue por la insistencia de ella que
José salió a buscar a su amigo. Seguramente, sentían que para
esa altura, Harris ya debería haber regresado con las 116
páginas de manuscrito.

Martin finalmente apareció en la casa de los Smith en New


York, donde encontró a José y apenado le confesó haber
perdido las páginas manuscritas. José se hundió en una
depresión inmediata, exclamando: “¡Entonces debo regresar a
mi esposa con semejante historia! No me atrevo, ya que eso la
mataría al instante. ¿Y cómo me presentaré delante del Señor?”

Su preocupación por Emma tenía serios fundamentos. Sin


ninguna duda, ella compartiría la angustia de José y sufriría
junto a él el castigo que le fuera impuesto por el Señor.
Sumado a la angustia causada por la pérdida de su niño y las
dificultades de su pobre salud, debió ser sin duda un tiempo
oscuro para los dos.

Las páginas robadas nunca aparecieron de nuevo, y durante


un tiempo el Urim y Tumim le fue quitado a José por el ángel.
El Señor le prohibió a José volver a traducir la porción perdida
del manuscrito. Se le dijo a José que hombres malvados se
habían combinado para desacreditarlo. Le habían robado la
traducción a Martin y la habían alterado. Si José producía otra
copia, planeaban compararla con el manuscrito alterado y
proclamarlo profeta falso.

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Pronto de cualquier forma, los instrumentos le fueron
regresados y la traducción del resto del libro progresó
rápidamente con la llegada de un nuevo escribiente, Oliver
Cowdery, un maestro itinerante.

Emma y José vivieron un año más en la pequeña casa


detrás del hogar de sus padres. Pero cuando las condiciones en
Harmony contra José y sus esfuerzos por traducir una “biblia
de oro” empeoraron, los Withmer, amigos de Oliver Cowdery,
instaron a José a mudarse junto con Emma a Fayette, New
York para vivir con ellos por una temporada, a fin de acelerar
las etapas finales de la traducción.

Cuando la traducción fue completada, Martin Harris


financió con 3000 dólares la impresión de la primera edición de
El Libro de Mormón.

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CAPÍTULO 3

Emma y José aún se hallaban viviendo en casa de los


Whitmer cuando por mandamiento, la iglesia fue oficialmente
organizada el 6 de abril de 1830. Más de un mes después, un
grupo de personas comenzando por José, fue bautizado en la
recién creada iglesia. El bautismo de Emma tendría lugar poco
tiempo después.

En junio, Emma, José y otros visitaban Colesville, New York,


quedándose como invitados en la casa de la familia Knight. El
sábado previo a los servicios de adoración, algunos de los
hermanos fabricaron un dique en un riachuelo cercano para
asegurarse de tener una pileta bautismal al día siguiente.
Durante la noche sin embargo, los enemigos de la iglesia
derribaron el dique para que los bautismos no tuvieran lugar.
José y los otros esperaron al lunes para que la reserva se
llenara de nuevo. Entonces Oliver Cowdery se paró en medio de
la pileta improvisada y bautizó a Emma y a otros doce en la
iglesia.

Sin embargo se había corrido la voz en el área de que los


mormones estaban bautizando, así que se juntaron
espectadores indeseables de los alrededores para burlarse.
Cuando Joseph Knight se sumergió en el agua para la sagrada
ordenanza, los agitadores se paraban en la orilla del
río, “bufando y preguntando si los élderes habían estado
bañando ovejas”.

Fue un día marcado por la persecución. Agitadores


profiriendo amenazas siguieron a los conversos recién
bautizados desde el río a la casa de los Knight. Y esa noche,
cuando los miembros se reunieron para su confirmación, un
alguacil arrestó a José Smith por “predicar
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desordenadamente” El Libro de Mormón. De todos modos,
durante su juicio en South Bainbridge fue absuelto en gran
parte por el testimonio de su buen amigo Josiah Stowell, de 61
años, ciudadano prominente del área poseedor de extensas
tierras.

Igualmente, tan pronto como fue absuelto y puso un pie


fuera del tribunal, José Smith fue arrestado nuevamente,
acusado de cargos que eran mentiras increíbles, y tratado de
manera vil.

La interrumpida confirmación se llevó a cabo más delante de


forma tranquila y especial.

José y Emma habían regresado a su pequeña casa en


Harmony luego de la molesta experiencia en las cortes de New
York. Newell y Sally Knight, y John Whitmer eran invitados en
su hogar.

Bajo la dirección del Señor, prepararon su propio vino y


participaron de los sacramentos. Los hermanos entonces
pusieron gentilmente sus manos sobre las cabezas de Emma y
Sally y las confirmaron individualmente como miembros de la
iglesia. Newell registró que fue una noche gloriosa, en la
que “el espíritu del Señor se derramó sobre nosotros”.

Invaluables revelaciones se recibieron mediante José Smith


durante el primer período de la iglesia. De hecho, el profeta
recibió una revelación entera dirigida a Emma poco después de
su bautismo. Fue dio a conocer en Harmony, Pennsylvania.
Aunque solo fue la primera de varias revelaciones para ella,
esta de 1830 parece haber sido la más detallada y significativa.

El Señor le dijo a Emma: “Escucha la voz del Señor tu Dios


mientras te hablo, Emma Smith, hija mía,… He aquí, tus

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pecados te son perdonados, y eres una dama elegida a quien he
llamado…”

La revelación le dio a Emma consejo y dirección, tal como lo


haría una bendición patriarcal. Sus condiciones si eran
vividas, habrían expandido la iglesia mediante su posteridad y
habrían hecho de Emma una “dama elegida” en verdad.

El tono de las palabras a Emma indica que ella puede haber


estado desconforme por no haber sido partícipe de todas las
visiones y revelaciones que le fueron dadas a José. El Señor le
aconsejó: “No murmures a causa de las cosas que no has visto,
porque se han retenido de ti y del mundo para mi sabio
propósito en un tiempo futuro.” “Y el oficio de tu llamamiento
consistirá en ser un consuelo para mi siervo José Smith, hijo, tu
marido, en sus tribulaciones, con palabras consoladoras, con el
espíritu de mansedumbre”.

El hecho de que el Señor reconocía el intelecto excepcional y


el talento musical de Emma, se hace evidente en Sus
palabras: “Y serás ordenada por su mano para explicar las
Escrituras y para exhortar a la iglesia, de acuerdo con lo que te
indique mi Espíritu… Y también te será concedido hacer una
selección de himnos sagrados, de acuerdo con lo que te sea
indicado, para el uso de mi corazón; sí, la canción de los justos
es una oración para mí, y será contestada con una bendición
sobre su cabeza”.

También está claro que el Señor conocía bien las debilidades


de Emma, porque le dijo: “Continúa con el espíritu de
mansedumbre y cuídate del orgullo. Deléitese tu alma en tu
marido y en la gloria que recibirá. Guarda mis mandamientos
continuamente, y recibirás una corona de justicia.”

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Cerca del final de la revelación, el Señor estableció una
simple condición para todas las bendiciones prometidas: “Y si
no haces esto, no podrás venir a donde yo estoy”.

El cumplimiento del encargo del Señor (que Emma


compilara himnos), debió posponerse por más de dos años
debido a la persecución y las pruebas. Igualmente Emma debe
haber sentido su importancia, ya que incluyó algunos himnos
en el periódico de la iglesia, “The Evening and Morning Star” en
1832. En total, le llevaría a Emma 5 años publicarlos en forma
de libro.

Las posiciones de responsabilidad de Emma en la iglesia


durante los años subsecuentes, cumplieron las promesas que
recibió. Las advertencias también probaron ser proféticas,
porque el orgullo y la falta de humildad probaron ser siempre
sus piedras de tropiezo.

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CAPÍTULO 4

Mientras tanto, no todo iba bien entre la familia Hale y los


Smith en Harmony. Durante el verano de 1830, un predicador
pago había agitado a los Hale, especialmente a Isaac, con
acusaciones falsas sobre José, e Isaac se convenció de que su
yerno era un farsante.

Cuando el profeta se enteró del cambio en la disposición de


su suegro se sintió muy perturbado. Años más tarde, registró
el incidente, mencionando que el predicador “… visitó a mi
suegro y le contó falsedades de la naturaleza más vergonzosa
sobre mí, lo cual volvió al anciano y a su familia contra nosotros,
tanto así que dejaron de prometernos protección o creer en
nuestra doctrina”.

José y Emma dejaron la casa de sus padres en 1830 para no


volver a verlos. Sin raíces, la pareja regresó primero a
Colesville, luego a Fayette, a Manchester y finalmente, en la
crudeza del invierno a Kirtland Ohio. Emma estaba
embarazada nuevamente, pero su felicidad sin duda debió
estar embarrada por la hostilidad de su padre.

Las palabras de él durante un incidente anterior eran reflejo


de su actitud: “Te robaste a mi hija,”-había gritado- “y te
casaste con ella. Antes la hubiera visto en la tumba.”

En la historia de su vida juntos, lo que sigue llegó a


conocerse para José y Emma como “El período de Ohio”. A
principios de febrero en 1831, la joven pareja llegó a Kirtland
en trineo desde New York, donde habían vivido con los
Whitmer. Al no tener su propia residencia en Ohio, los Smith
se quedaron con la familia de Newell K. Whitney.

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Esa primavera, Emma dio a luz a gemelos, niño y niña, a los
que José llamó Thaddeus y Louissa, pero ambos bebés
murieron en las primeras tres horas desde su nacimiento. ¡Qué
angustia debió sentir la pobre Emma!, tal vez la agobiaron
sentimientos de fracaso. Una vez más, se enfrentaba a un
apagado futuro sin hijos.

Entonces ocurrió un extraño pero compasivo acto, que debió


tocar el corazón de los Smith y de aquellos cercanos. John
Murdock, un fiel miembro de la iglesia, había visto a su esposa
morir dando a luz a gemelos ese mismo día. Murdock ya tenía
5 hijos, por lo que en un acto de amor hacia el profeta y su
esposa, le dio los gemelos a Emma para criarlos como propios.
Nueve días después, José y Emma adoptaron legalmente a esos
gemelos, llamados Joseph y Julia.

Seis meses más tarde, en setiembre, José, Emma y sus dos


bebés se mudaron 35 millas al sur de Kirtland, a la casa de
John Johnson en Hiram, Ohio, donde José esperaba encontrar
el retiro que necesitaba para trabajar en su revisión de la
Biblia. Emma se vio obligada a encargarse de sus bebés lo
mejor que podía en la casa superpoblada. La iglesia estaba
creciendo en Ohio y en Missouri, donde muchos habían ido a
vivir en la nueva ciudad de Sion mencionada a José en una
revelación. José había pasado el verano anterior ayudando a
los santos a establecerse en Independence, Missouri y ahora,
necesitaba tiempo para meditar y escribir.

Pero no tendría un retiro pacífico. Tarde en una noche de


marzo de 1832, José estaba cargando a su pequeño hijo
Joseph, que sufría de gripe. La quietud de la casa de los
Johnson interrumpida solo por los sollozantes gemidos del
bebé, se deshizo de pronto cuando una docena de hombres
irrumpieron dentro de la casa. Los gritos aterrorizados de
Emma alertaron al cansado profeta, que se encontró siendo

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arrastrado hacia el gélido aire nocturno. Mientras luchaban
con el poderoso José, manos brutales le arrancaron la ropa en
un maizal cercano. Alguien comenzó a untar brea caliente en el
cuerpo casi desnudo de José, mientras que al mismo tiempo
otro de los del populacho le empujó una botella de ácido nítrico
contra los dientes. Uno de sus dientes resultó astillado, lo que
le causó un ligero silbido al hablar hasta que fue reparado
años más tarde en Nauvoo. Uno de los salvajes del populacho
le saltó a José encima, arrancando lo que quedaba de su ropa
y gritando: “Así es como cae el espíritu santo sobre la
gente”. Entonces clavó sus afiladas uñas en el pecho expuesto
de José.

Los insultos de esos hombres violentos y los gritos de


Emma, debieron alertar pronto a las personas de las casas
cercanas y el populacho huyó de prisa.

Histérica de miedo, Emma iba y venía corriendo desde los


asustados bebés a la fría oscuridad de afuera, gritando una y
otra vez por ayuda. Entonces vio en la entrada, la figura
tambaleante y cubierta de brea de su esposo. Creyendo que el
líquido oscuro y viscoso que lo cubría era sangre, Emma cayó
al suelo desmayada.

El resto de la noche, José soportó pacientemente mientras


sus amigos gentilmente arrancaban y lavaban la brea de su
lastimado cuerpo. En los servicios dominicales del día
siguiente, el joven profeta predicó un poderoso sermón sin
hacer referencia a la golpiza y la brea de la noche anterior.

De este incidente surgió el primer mártir del mormonismo.


El pequeño Joseph, que ya estaba enfermo y afiebrado, tomó
frío cuando fue arrancado de los brazos de su padre y dejado
en un catre. El niño murió 5 días más tarde a causa de la
exposición al frío.

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Emma estaba destrozada. En solo 5 breves años de
matrimonio, había depositado 4 preciosos bebés en sus
pequeñas tumbas. No resulta extraño que la amada suegra de
Emma, Lucy Mack Smith, quién parecía encontrar solamente
cualidades admirables en la esposa de José, haya descrito así
este tiempo de prueba: “La salud de Emma en ese tiempo era
bastante delicada, aunque ella no lo hacía notar, sino que
cualquier tarea que sus manos encontraran para hacer, la hacía
con toda su energía hasta sobrepasar el límite de sus fuerzas,
tanto que enfermó gravemente y permaneció así durante 4
semanas. Y aunque sus fuerzas se hubieran agotado su ánimo
era siempre el mismo, lo que de hecho era siempre el caso con
ella, aún bajo las circunstancias más extremas.”

Lucy alabó la perseverancia de Emma al continuar


diciendo: “Nunca he visto otra mujer en toda mi vida, que
pudiera soportar toda clase de fatiga y esfuerzo, de mes a mes,
y de año a año con ese mismo coraje, celo y paciencia
indoblegables”.

Una cosa muy difícil de soportar para Emma, era la


frecuente necesidad de recibir caridad de los miembros de la
iglesia. A menudo ella y sus hijos se veían obligados a
quedarse en casa de otros miembros durante varios meses, y a
veces pasaban de familia en familia según cambiaban las
circunstancias. ¡Cómo debe haber deseado un hogar propio!

Algunas veces, ni los miembros de la iglesia recibían a


Emma. El 1º de abril, 3 días después del fallecimiento de su
pequeño hijo, José partió para la frontera de Missouri junto a
Newell K. Whitney. Antes de partir, Newell había invitado a la
pobre y desconsolada Emma a quedarse en su casa. De
cualquier forma, no se había preocupado de arreglar el asunto
con su esposa, así que cuando Emma llegó con la beba y el
equipaje, Elizabeth Ann fue tomada por sorpresa.

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Biblioteca SUD
Su tía, que se había mudado con los Whitney, declaró con
frío resentimiento que si Emma se mudaba, ella se iría.
Elizabeth Ann, avergonzada y consternada, le pidió a Emma
que buscara otro lugar donde quedarse.

Lucy Mack Smith indicó que Emma no dijo nada sobre esa
humillante experiencia sino hasta varios años después. La
esposa del profeta simplemente se tragó su orgullo y se mudó
con otra familia caritativa.

Lucy escribió: “…no era ociosa, sino que trabajaba fielmente


por el bienestar de aquellos con quienes se quedaba,
alegrándolos con su animada y alegre conversación…”

Al regreso de José a Kirtland en 1832, Emma y él, junto a su


hija Julia, “tomaron residencia” en uno de los cuartos
superiores de un viejo almacén que los Whitney poseían en
conjunto con un tal A. S. Gilbert. Emma estaba embarazada
por tercera vez, pero José no pudo permanecer mucho con ella.
Pronto partió en una breve misión al este, ahora en compañía
de Newell K Whitney, a fin de obtener fondos para un almacén.

Tres semanas antes del nacimiento del bebé, José le escribió


a Emma una tierna carta expresándole su preocupación por su
“delicada” salud en las etapas finales del embarazo.

El escribió: “Pensamientos del hogar, de Emma y Julia corren


por mi mente como un torrente, y desearía por un momento estar
con ellas. Mi pecho se encuentra lleno con todos los sentimientos
y ternura de un padre y esposo, y si pudiera estar contigo te
diría muchas cosas… me conmuevo por ti, porque conozco tu
situación y otros no, pero debes consolarte, sabiendo que tienes
un amigo verdadero y amoroso en la tierra, tu esposo…”

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 5

José se apresuró a volver a casa para presenciar el


nacimiento de su cuarto hijo. No lo logró por poco. Temprano
en la helada mañana del 6 de noviembre de 1832, Emma dio a
luz por tercera vez. El profeta llegó por la tarde, un orgulloso
padre, agradecido de estar allí. Llamaron al bebé José (Joseph),
y durante años se le llamaría el joven José, para distinguirlo de
su padre.

En Kirtland, Emma finalmente tuvo un hogar real para que


podía llamar propio, una pequeña construcción unida al
almacén de los Whitmer. Allí los Smith llevaron una vida
bastante tranquila. La casa y el almacén adyacente, daban al
lado oeste de una calle que corría desde el sitio de
construcción del templo hasta el río Chagrin, cerca de un
puente que cruzaba la pequeña corriente de agua.

Los primeros recuerdos del joven José, eran de esa casa y el


recién completado Templo de Kirtland. Recordando esos días,
escribió: “Tengo en la memoria una imagen de mí mismo,
bajando al río con otros niños que se ponían a buscar los
pequeños peces que había en el riachuelo. Viendo su éxito, yo
también quise pescar”.

Entonces menciona la consideración de Emma hacia su


pequeño hijo: “Mi madre, para complacerme buscó un pequeño
palo y le añadió una cuerda, un alfiler doblado como anzuelo, y
marché al río a pescar. Lancé al agua mi anzuelo sin carnada y
los pececitos se juntaron alrededor de él. Por alguna extraña
casualidad, uno quedó enganchado y fue llevado a la orilla. Con
gran emoción, arrojé el palo y tomando al pez en mis manos
corrí a la casa con él, gritando: ` ¡Tengo uno! ¡Tengo uno!´ que
por cierto, medía como seis pulgadas, era gordo y llamativo”.
24
Biblioteca SUD
Tal vez el evento más emocionante y claramente el más
significativo que ocurriría durante el período de Kirtland, fue la
construcción y dedicación de ese destellante edificio, El
Templo. La construcción comenzó el 15 de junio de 1833, y la
estructura fue dedicada luego de mucho sacrificio personal en
1836. Durante la construcción, la apacible voz de Emma podía
oírse entre las damas de Kirtland, animando a las hermanas a
sacrificarse en pos del nuevo edificio, a coser ropa para los
trabajadores, a alojarlos y proporcionarles la mejor comida que
pudieran preparar.

Pero no todo marchaba bien para los Smith en la comunidad


mormona de Kirtland. José había hecho muchos viajes lejos de
casa durante la primera parte de los años ´30. Sin duda, su
marcha al frente del Campo de Sion, una fuerza paramilitar de
hombres armados con la misión de ayudar a los cientos de
santos perseguidos en Missouri, era para Emma una gran
fuente de preocupación. Llegaban noticias esporádicas sobre
las privaciones, la miseria y hasta una epidemia de cólera que
se había desatado entre el grupo. Se reportó que varios habían
muerto. El criticismo hacia el profeta se expresó desde todas
partes. Como su esposa, Emma debió haber sufrido en carne
propia la furia que había hacia José.

Al final, la banda de mormones en crecimiento adquirió


fortaleza a partir de la trágica experiencia en el Campo de Sion.
Aunque muchos dejaron la iglesia amargados y se volvieron
sus más acérrimos perseguidores, los que quedaron
permanecieron fieles Dios y leales al profeta. De entre ese
grupo, los doce apóstoles y otros líderes fueron escogidos.

Las admirables cualidades que Emma poseía, fueron


también forjadas en el fuego de esa experiencia. Fue otra de las
muchas veces en que debería arreglárselas sola. Emma
comenzó a ser autosuficiente, capaz de encargarse de los

25
Biblioteca SUD
asuntos financieros, y convertirse en una imagen de seguridad
para sus hijos.

Hubo cierta cantidad de paz en Kirtland durante la


primavera de 1835, una paz basada en el ordenado pero
constante influjo de mormones llegando a Ohio. José y Emma
abrieron las puertas de su casa a muchos de los santos que
llegaron a Kirtland. Registrando sus observaciones en esa
ocasión, Lucy Mack anotó: “Muy a menudo dividí cada cama de
la casa para acomodar a los hermanos, tendiendo entonces una
frazada en el suelo para acostarme con mi esposo, mientras
José y Emma dormían sobre ese mismo suelo sin nada más que
sus abrigos como colchón y manta.”

Gente de todas las edades se detenía en casa de los Smith,


tanto conocidos como extraños. A veces, los padres de José se
mudaban allí. Y cuando Brigham Young y Heber C. Kimball
llegaron a Kirtland, también se quedaron con los Smith.

Además de cuidar a todos los que se quedaban a dormir,


José y Emma recibían diariamente un gran número de
visitantes, atraídos por las famosas momias egipcias y los
papiros que José había comprado en Julio a Michael Chandler.
La exposición atraía innumerables personas para ver y hablar
sobre las antiguas curiosidades.

La abierta hospitalidad de los Smith, marcó el comienzo de


un modelo de comportamiento social que alcanzaría su apogeo
durante sus momentos finales en Nauvoo, antes de la muerte
del profeta.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 6

Fue a mediados del período de Kirtland en 1835, que Emma


completó su excepcionalmente inspirada obra con los himnos
de la iglesia, trabajo que había comenzado mientras se
esforzaba por mantener la paz con sus padres en Harmony, 5
años atrás. Puede no haberlo sabido en ese entonces, pero
Emma fue la primera persona en toda la historia de las
escrituras que recibió una revelación específica llamándola a
compilar himnos. El Señor había hecho mención a Su amor
por la música diciendo, “Porque mi alma se deleita en el canto
del corazón; si, la canción de los justos es una oración para
mí.” La revelación que había recibido mediante su esposo el
profeta, había encendido su talento y originado su interés en la
compilación de himnos.

Como se mencionó anteriormente, Emma había comenzado


la obra inmediatamente, pero tuvo que dejarla de lado por
varios años. En 1832, el Evening and Morning Star, un
pequeño periódico de la iglesia publicado en Missouri, contenía
algunos de los himnos que Emma había seleccionado. Pero en
ese mismo año, los santos fueron expulsados de sus hogares y
la imprenta había sido destruida, por lo que los medios para
imprimir los himnos habían desaparecido.

Finalmente, en 1835 con el restablecimiento de la imprenta


en Missouri, Emma y un asistente, el habilidoso William W.
Phelps, reunieron una compilación de excelentes himnos
congregacionales y los imprimieron en un libro de 120 páginas
que titularon “Una Colección de Himnos Sagrados, para la
Iglesia de los Santos de los Últimos Días”. La Compañía de
Publicaciones Williams se encargó de los detalles físicos de
impresión y encuadernado del pequeño libro.

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Biblioteca SUD
Emma y el hermano Phelps agruparon los himnos y los
clasificaron en categorías tales como himnos para la mañana,
la tarde, despedidas, bautismos, sacramentales, bodas, etc. En
total, el número de selecciones era de 90 en la primera edición.

Un aspecto interesante de la selección de himnos que Emma


supervisó, fue que un gran número había sido escrito por
talentosos miembros de la iglesia. Emma seleccionó 29 himnos
de su asistente, W. W. Phelps y varios conteniendo la
dramática poesía de uno de los más apasionados oradores de
la iglesia, Parley P. Pratt. Aún su buena amiga, la poetisa de la
iglesia Eliza R. Snow hizo su contribución.

Del mundo sectario, Emma incluyó los himnos más


populares del día. Algunas de las obras de Isaac Watts, el niño
precoz que se había convertido en un poeta brillante del siglo
XVII en Inglaterra fueron incluidas. Por ejemplo, uno de los
verdaderamente grandiosos himnos sacramentales que aún es
usado por la iglesia mormona, “¡Murió! ¡El Redentor murió!”
fue escrito por Isaac Watts. Además había himnos de los
hermanos Wesley, quienes durante su vida habían llegado a
escribir más de 6000 himnos.

Cabe mencionar que los himnos se publicaron en forma de


poemas, solamente la letra. No había música impresa en la
primera edición.

La primera selección de himnos de Emma, fue la utilizada


hasta que el Sumo Consejo solicitó que el libro se ampliara y se
incluyera música además de las palabras. Algunas de sus
selecciones originales, aún se utilizan en la actualidad.

La selección de himnos de Emma, es solo una parte del


legado de su influencia que aún se percibe. Muchos
historiadores creen además que la recepción de la revelación
comúnmente llamada La Palabra de Sabiduría, puede tener su

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Biblioteca SUD
origen en el estricto trasfondo metodista de Emma, que le
había inculcado firmes convicciones de carácter. El uso de
bebidas fuertes y de tabaco eran vicios, según ella creía, y su
crianza no le permitía ser tolerante con esos hábitos.

Tampoco era muy circunspecta al plantearle a José sus


creencias. Brigham Young mencionó una vez, mientras
comentaba sobre la Escuela de los Profetas, que Emma le
había presentado sus quejas a José sobre la conducta de los
hermanos allí. La Escuela de los Profetas había comenzado a
mediados de enero de 1833, para la instrucción de los líderes
en cuanto a elementos de lenguaje y escritura. La escuela se
reunió primero en el pequeño cuarto encima de la cocina de
Emma, en aquella pequeña casa adyacente al almacén del
obispo Whitney. Los hermanos asistentes se reunían luego del
desayuno y el ambiente era casual. En un humor relajado, los
hermanos llenaban sus pipas de tabaco y las encendían. El
cuarto pronto estaba lleno de humo cargado de nicotina. Otros
mientras tanto, mordían pedazos de tabaco para masticar,
escupiendo ocasionalmente en el suelo.

Emma, cuyas energías estaban dedicadas a mantener la


concurrida casita limpia, debía entrar cada día detrás de los
hermanos una vez que las clases habían concluido, para airear
el cuarto y fregar el piso. Con su inflexible condena al tabaco,
le tomó poco tiempo hacerle saber a José sus problemas con
cualquier iglesia, y especialmente con cualquier esposo que
permitiera tales situaciones. Indudablemente, también le dijo a
José que los líderes de la iglesia Metodista eran abstemios, así
como ella.

José tomó el consejo de Emma. Preguntando al Señor,


recibió la revelación conocida como La Palabra de Sabiduría.

Dicha revelación se encuentra en las ediciones actuales de


Doctrina & Convenios. A través de José, el Señor dijo: “…si
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Biblioteca SUD
entre vosotros hay quien beba vino o bebidas fuertes, he aquí,
no es bueno ni propio a los ojos de vuestro Padre,… Y además,
el tabaco no es bueno para el cuerpo ni para el vientre, y no es
bueno para el hombre, sino que es una hierba para
magulladuras y para todo tipo de ganado enfermo, que se ha de
usar con juicio y destreza”. El Señor incluyó una grandiosa
promesa los que fueran aquellos fieles “… y todos los santos
que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo
obediencia a los mandamientos, recibirán salud en el ombligo y
médula en los huesos… y correrán sin fatigarse y andarán sin
desmayar…”

Este tipo de interacción parece típica del matrimonio de José


y Emma. En gran medida a lo largo de su unión, cuando
Emma hablaba, José escuchaba. El valoraba grandemente el
juicio de ella. Por supuesto, hubo ocasiones en las que debió
dirigir a Emma forzosamente. Muchas entradas en el diario de
José indican que él era firme con ella. Por ejemplo, el 8 de
noviembre de 1835, escribió que Emma había llorado sin
respuesta verbal cuando él la reprendió por salir de la reunión
dominical sin participar del sacramento.

Aun así, aunque a veces chocaran, todas las indicaciones


apuntan a que en general, José admiraba el juicio claro de
Emma, y con frecuencia actuaba según sus sugerencias.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 7

Kirtland, con su verde follaje primaveral, sus jardines de


verano y sus regiones cargadas de madera, le resultaba
agradable a Emma. Pareció encontrar paz y crecimiento en el
pequeño vecindario que su esposo dirigía aunque éste no
estuviese, como sucedía a menudo. José viajaba aún más de lo
que lo había hecho previamente. Durante este período, el
alcance de los emprendimientos de José se expandió. Se vio
involucrado en inversiones de negocios, y estas le requerían
viajar.

Emma sabía que su relativa seguridad no duraría para


siempre. Ella sabía que Kirtland, el pacífico pequeño pueblo en
los bosques, cerca de los grandes lagos no sería Sion. Pero
durante un tiempo, con un hogar propio, Emma disfrutó de
una situación estable. Otro hijo, Frederick, nació en Kirtland el
20 de junio de 1836.

Su tranquilidad iba a ser breve. José había escrito en agosto


de 1834 que el sumo consejo de Missouri “debía estar
preparado para mudarse a Jackson County, Missouri en dos
años…”.

Seguramente José querría estar en medio de aquella


mudanza. En lugar de eso, mantuvo su residencia en Kirtland
para ayudar a fundar y organizar la Sociedad de Seguridad
Financiera de Kirtland, una compañía bancaria independiente
que pronto quebró a causa de la gran especulación con
tierras de ese momento. Muchos miembros que habían
invertido en acciones del banco perdieron su dinero causando
gran alboroto en la comunidad.

31
Biblioteca SUD
Así fue que las condiciones en Kirtland empeoraron para
José y Emma, al aumentar las hostilidades dentro y fuera de la
iglesia. Los miembros estaban confundidos. Muchos perdieron
sus propiedades cuando el banco quebró, y culparon a José
llamándolo profeta falso, sin que importara el hecho de que
una caída económica nacional había hecho quebrar a cientos
de bancos más en ese mismo momento. Una hueste de
demandas civiles fue presentada contra José, e incluso hubo
un grupo que trató de confiscarle las momias egipcias que
había recibido como regalo de parte de los miembros en 1835.

Las condiciones eran tan volátiles que la vida de José se


encontró en grave peligro. Un reporte que recibió sobre un plan
para asesinarlo, debió alarmarlo tanto como a Emma.

Sintiendo la urgencia de alertar a su familia sobre las


circunstancias, José se reunió con la mayoría de los Smith
tarde de noche el 12 de enero de 1838. De acuerdo con la
madre del profeta, que estaba entre los presentes, José se puso
en pie y declaró: “…pero una cosa hermanos, es segura, os veré
de nuevo con toda certeza, porque tengo la promesa de vivir
cinco años más y no podrán matarme hasta que ese tiempo
haya expirado”.

Más tarde esa noche, José despertó en su cama con la clara


sensación de que debía huir. Se levantó y despertó a Sidney
Rigdon, el hombre al que había llamado y sostenido como su
primer consejero en la presidencia. Antes de convertirse al
evangelio, Sidney Rigdon había ayudado a fundar los
Campbelitas, una secta fundamentalista, y había sido pieza
fundamental en el establecimiento de una comunidad social en
Kirtland. Temblando de miedo y frío, Emma juntó rápidamente
las provisiones que tenía a mano y José salió por la puerta.
Con su mente despierta y movido por el deseo de ayudar al

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Biblioteca SUD
profeta, Sidney ayudó a José a escapar el peligro que sabía que
enfrentaba.

Pero antes de que José pudiera llegar al extremo del pueblo,


se había formado un populacho. De acuerdo con un registro,
los amigos de José rápidamente lo colocaron en una caja con la
tapa clavada dentro de un carro tirado por bueyes y lo sacaron
del pueblo. Se les procuraron caballos a él y a Sidney para su
viaje a la seguridad. Cabalgaron 60 millas hasta la localidad de
Thompson en Medina County, Ohio, donde encontraron refugio
entre amigos.

En menos de tres días, Hyrum, el siempre fiel hermano


mayor del profeta había ayudado a Emma a reunir sus
pertenencias y escaparse del pueblo con sus niños a cuestas
para reunirse con José. Por alguna razón, presumiblemente
por seguridad, Sidney Rigdon llevó a su familia y a otros hacia
Missouri por una ruta diferente a la de los Smith.

Fue una forma abrupta y desagradable para que Emma


dejase el hogar que amaba. José había decidido al huir de
Kirtland que iría a Far West, Missouri, donde los santos se
estaban congregando. En el camino, en Dublin, Indiana, los
Smith se quedaron 9 días con Brigham Young y su familia, que
también viajaban al oeste. Al encontrarse sin dinero, José cortó
madera para mantener a su familia mientras se reunía con
Brigham. Eventualmente, el dilema de los Smith con el dinero
se resolvió. Uno de los santos locales vendió su granja luego de
haberlo intentado durante mucho tiempo. Brigham le recordó
al hermano que la mano del Señor le había proporcionado al
comprador y que el Señor quería que ayudase al profeta. El
hermano Tomlinson alegremente le dio $300 a José para los
víveres que necesitaba en su viaje a Missouri.

El joven José, el mayor de los hijos vivos del profeta, tenía


seis años en esa época y recordó aquel frío viaje invernal hacia
33
Biblioteca SUD
el oeste, su familia sufrió por los caminos congelados, escribió
años después, y “…llegamos a un río, que ahora supongo era el
Wabash en Indiana, y los caminos que recorrían las tierras
bajas eran del tipo conocido como corduroy. Uno de los que iba
en los vagones anduvo por esos caminos, y yo también lo hice,
pisando los palos rígidos tomado de la mano de mi madre.”

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 8
Far West se estaba volviendo la plaza fuerte del
mormonismo para cuando Emma y José al mudarse allí,
abandonaron Kirtland geográfica y culturalmente. Aun así, a
pesar de lo incómodo del trayecto, todos parecían tener buena
salud cuando llegaron, aún Emma soportó el viaje bastante
bien, considerando que tenía seis meses de embarazo cuando
la familia finalmente llegó a Far West.

Emma había escuchado sobre el rústico comportamiento


fronterizo de Missouri. Aunque Far West había sido ocupado
principalmente por mormones del este que habían traído
consigo sus costumbres culturales, el vecindario era sin
embargo crudo para los estándares de cualquiera. Para cuando
los Smith se establecieron en el hogar de George W. Harris, los
mormones habían construido cerca de 150 casas, e incluso
habían construido una escuela, que servía también como lugar
de reuniones. Pero las rudimentarias casillas que los santos
edificaron, a Emma solo le habrán parecido adecuadas para su
perro, Major, que había viajado con ellos desde Kirtland.

El 2 de junio, a los tres meses de haber llegado los Smith a


Far West, Emma fue bendecida con el nacimiento de otro hijo,
el sexto nacido vivo, de los cuales solo 3 aún vivían. José llamó
al pequeño: Alexander Hale Smith, en honor a su buen amigo
el abogado Alexander Doniphan, un hombre que salvaría la
vida del profeta en cuestión de meses.

Aunque el nacimiento de Alexander fue una instancia feliz,


ciertamente no habría paz para Emma ni su familia en
Missouri. Los mormones estaban superpoblando Far West y
distribuyéndose en las áreas adyacentes, llenando otros
condados. En el condado de Caldwell por ejemplo, donde la
población llegaba a 5000, solo unos cien pueblerinos no eran

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Biblioteca SUD
mormones. Los líderes locales comenzaron a tomar nota del
influjo creciente de mormones y se pusieron inquietos,
especialmente porque los mormones estaban comprando
grandes parcelas de tierra, y volviéndose una considerable
fuerza política.

No pasó mucho tiempo hasta que la situación explotó, con


José y Emma en medio de la conflagración. Nadie pudo haber
previsto cuan violentos podrían llegar a ser los Missourianos.
Para octubre de 1838, la presencia de José había atraído a
cientos de santos que atestaban los alrededores reclamando
tierras en Missouri, enfureciendo aún al gobernador. Los
ingenuos miembros de la iglesia se jactaban de que Missouri
era Sion y que había sido reservada para ellos por el Señor. Su
jactancia fue recibida con furia y promesas de represalia.

Diariamente llegaban noticias a José y Emma de terrorismo


de los populachos aquí o allá en el área circundante. Mientras
el hermano menor del profeta, Don Carlos se encontraba
sirviendo una misión en las regiones del sur, por ejemplo, una
banda de hombres armados había entrado a su casa, y la
había incendiado luego de robarse sus posesiones. Entumecida
de frío, Agnes su esposa apareció en la carpa de un vecino en
medio de la noche, habiendo cargado a sus dos hijos luego de
atravesar una tormenta de nieve y el Río Grande con el agua
gélida hasta la cintura. Cando Lyman Wight, uno de los
audaces líderes al servicio de José había demandado saber por
cuanto más deberían los mormones someterse a tales actos, el
General H. G. Parks le dijo que armara a sus propios hombres
y suprimiera los ataques del populacho por sí mismo.

¡Y se armaron! Los mormones estaban indignados, sintiendo


que habían sido presionados tanto como podían resistir. Ni
leyes ni ejércitos habían venido en su ayuda, así que
decidieron convertirse en ley y ejército por sí mismos.

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Biblioteca SUD
El 15 de octubre José habló a los hermanos con su voz
encendida por la indignación: “Todos son el populacho,”
declaró, “el gobernador es el populacho, la milicia es el
populacho, y el estado completo es el populacho... estoy
determinado a no ceder una pulgada más, y no me importa
cuántos vengan contra nosotros… Dios enviará Sus ángeles a
liberarnos, y derrotaremos a diez mil de ellos ¡tan fácilmente
como si fueran diez!”.

Cuando el gobernador se enteró de la postura militar de


José y los hombres mormones, redactó una orden tan vil, que
podría compararse a las requeridas por Hitler. La orden
terminaba con las palabras: “Los mormones deben ser tratados
como enemigos y deben ser exterminados o expulsados del
estado, si es necesario para el bien público”.

Para finales de octubre las líneas se habían trazado. Los


niños, pálidos y asustados, muy rara vez se alejaban de la
falda de sus madres. Su sueño era interrumpido por
pesadillas, mientras que la palabra “populacho” llenaba sus
corazones de terror.

¿Y Emma? Vivía con la posibilidad de que su esposo, ella, o


sus niños pudieran ser asesinados en cualquier momento.
Después de todo, José era el líder de los mormones, un gran
premio para los frenéticos Missourianos sedientos de sangre.

El atardecer de un día de calor, el 30 de octubre de 1838, se


volvió de pronto un infierno indescriptible. Mientras las
familias de un pequeño asentamiento formado alrededor de
Haun´s Mill iban y venían en sus quehaceres, una banda de
hombres asesinos apareció maldiciendo, disparando sus armas
a diestra y siniestra, matando todo mormón a la vista. Las
madres tomaban a los niños que podían y huían al bosque.
Cuarenta santos fueron asesinados, incluyendo muchos niños.

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Biblioteca SUD
Far West, donde Emma y sus hijos se refugiaban,
permanecía bajo el asedio de 2000 soldados de la milicia de
Missouri con la orden de exterminio del gobernador Boggs. Los
santos levantaron fortificaciones en preparación para la batalla
masiva que anticipaban. Al día siguiente, 1500 soldados
adicionales llegaron para darles batalla a los mormones si
estos no entregaban a sus líderes.

Era más que evidente que los mormones se encontraban


superados. Con una bandera de tregua, José y los hermanos a
cargo del asentamiento se dirigieron al general al mando de la
milicia y rápidamente fueron tomados como prisioneros. Esa
tarde, Emma esperó dentro del asentamiento, con su corazón
agobiado por el miedo, cualquier noticia sobre el destino de su
esposo.

Se le informó que José había sido juzgado por traición en


una corte marcial, y que el General a cargo le había ordenado
al amigo de José, el Brigadier General Alexander
Doniphan “llevar a José Smith y a los otros prisioneros a la
plaza pública de Far West, y dispararles mañana, a las 9:00 de
la mañana”.

Se informó que Doniphan respondió: “Es un asesinato a


sangre fría. No obedeceré su orden… si ejecuta a estos hombres,
lo tendré por responsable ante algún tribunal de la tierra, con la
ayuda de Dios”.

La orden no fue llevada a cabo. José fue transferido a


Independence, Missouri en vez de eso. Pero antes de dejar Far
West, al menos se le permitió despedirse de su familia.

Rodeado de guardias, José se reunió con Emma en la puerta


de su propia casa. Emma estaba junto a sus cuatro asustados
hijos: Julia de 7, José de 6, Frederick de 2, y Alexander de 5
meses. Hasta el momento en que José apareció en la puerta,

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Biblioteca SUD
Emma no sabía si alguna vez volvería a ver a su esposo con
vida.

José, empapado y congelado trató de entrar a la casa para la


triste despedida, pero los guardias lo detuvieron. Así que
Emma y los niños, llorando, tuvieron que salir hasta donde
estaba su maltrecho padre con sus mentes paralizadas de
miedo. Habían pensado que José ya habría sido asesinado.

José mencionó después esa patética escena cuando


escribió, “… se prendían de mi ropa, con los ojos llenos de
lágrimas, con emociones encontradas de gozo y tristeza
manifestándose en sus rostros. Pedí permiso para hablarles en
privado por unos minutos, pero este privilegio me fue negado por
el guardia. Entonces fui obligado a partir. ¿Quién puede conocer
los sentimientos que experimenté en esos momentos, al ser
arrancado así de mi compañera, y dejarla rodeada de
monstruos con forma de hombres, y también de mis hijos, sin
saber cómo les serían provistas sus necesidades; mientras yo
era llevado lejos de ellos para que mis enemigos me destruyeran
cuando lo considerasen apropiado? Mi compañera lloró, mis
hijos se abrazaron a mí, hasta que fueron apartados por las
espadas de los guardias. Me sentí sobrecogido al presenciar la
escena, y pude solo encomendarlos al cuidado de Dios, cuya
bondad me ha acompañado hasta el tiempo presente, y quién
era el único capaz de protegerlos, y de liberarme de las manos
de mis enemigos, y devolverme a mi familia.”

Los temores de José en cuanto a su familia no eran


infundados. Luego de que los guardias partieron con él, una
horda de tropas cayó sobre el pequeño asentamiento. Se
encaminaron a la casa de los Smith y la saquearon, echando a
Emma y a los niños a la calle. Cuando se hubieron repartido la
mayoría de las pertenencias de los Smith, obligaron a los
ciudadanos de Far West a firmar un documento en la plaza

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Biblioteca SUD
pública renunciando a cualquier reclamo posterior de sus
posesiones.

El General Clark de la milicia de Missouri, prohibió que


cualquiera abandonase el asentamiento. Permaneció impávido
a los ruegos de los santos, que se vieron obligados a comer
maíz pisado para salvar sus vidas.

Aún meses después, los niños despertaban durante la noche


gritando de terror en medio de pesadillas de populachos y
milicia.

Clark dejó muy claro que él, como oficial en jefe, llevaría a
cabo las órdenes que había recibido del gobernador de
exterminar a los mormones de Missouri. Mencionó que si los
santos no hubiesen cooperado al punto de entregar a sus
líderes y renunciar a sus armas, ya habrían sido destruidos y
sus casas reducidas a cenizas.

“Están en deuda con mi clemencia,” declaró


cortantemente “… en cuanto a sus líderes, no piensen, no
imaginen ni por un momento, no dejen que entre en su mente
que serán liberados, o que verán sus rostros de nuevo, porque
su destino está asegurado, su suerte está echada, su ruina está
sellada.”

Las palabras de Clark deben haber generado descargas de


terror que corrieron a través de Emma. Día tras día esperaba
noticias sobre el destino de José. Las tropas lo habían llevado a
Independence, en vagones cubiertos junto a otros líderes para
someterlos a juicio, y no tenía idea de qué estaba sucediendo
con él.

Dos días después de haber sido aprehendido y llevado, José


le escribió a Emma desde Independence:

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Biblioteca SUD
“Querida compañera de mi corazón, en tribulaciones y
aflicciones:-

“Quisiera informarte que estoy bien, y que todos tenemos


buen ánimo en lo que atañe a nuestro destino. Siento gran
ansiedad por ti y mis amados niños…”

El invierno de 1838-39, pasaría de ese modo, con cartas


esporádicas de José. Emma y sus hijos soportaron la crudeza
del invierno con escasa comida y sin comodidades, recibiendo
solo fragmentos de información sobre la situación de José.

En una de sus cartas, con fecha del 12 de noviembre de


1838, José comentó: “… recibí tu carta, la cual leo una y otra
vez; fue como un dulce bálsamo para mí”. Muy poética y
amorosa, la carta desde la cárcel de Richmond continuaba: “
Oh Dios, concédeme que pueda tener el privilegio de ver una vez
más a mi amada familia en el disfrute de la vida social y la
libertad; el apretarlos contra mi pecho y besar sus adorables
mejillas llenaría mi corazón con inexpresable gratitud”.

Entonces José le pidió a Emma que fuera a visitarlo a la


prisión, y llevara a los niños, pero antes de que Emma pudiera
hacer el viaje, José y otros fueron transferidos desde Richmond
a la cárcel de Liberty, donde pasaron el invierno en celdas que
parecían más bien mazmorras. Al fin, el 8 de diciembre, cinco
semanas después de que los líderes mormones se rindieran, se
les permitió a Emma y a las esposas de los otros líderes de la
iglesia el ver a sus esposos.

Debe haber sido a la vez glorioso y triste para Emma.


¿Cuánto más podría ella resistir la agobiante separación sin
saber nunca a ciencia cierta el futuro destino de su esposo?

En una de las muchas visitas posteriores, llevando cada vez


un permiso para se le dejara ver a José, Emma llevó a sus

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Biblioteca SUD
hijos a visitar a su padre en prisión. El joven José recordó una
de las visitas que hizo con su madre. Recordando haber visto a
su padre, a su “tío Hyrum” y a “otros”, escribió: “Tengo el
recuerdo de acompañar a mi madre en otra visita a la cárcel, y
fue en la ocasión una u otra de esas visitas en que mi padre,
junto con otro puso sus manos sobre mi cabeza y me bendijo,
como su hijo mayor, para recibir las bendiciones que él había
recibido mediante el linaje de sus progenitores”.

Durante una de las visitas, José y Emma deben haber


trazado planes para su huida de Missouri a Illinois. Brigham
Young, el influyente líder que incansablemente procuraba el
bienestar de las viudas y los desamparados, ya había
implementado un plan para ayudar a los santos a salir de
Missouri. Su lógica apuntaba a Illinois como destino. El viajar
más hacia el oeste habría sido casi imposible. En 1839, ningún
vagón o registro había llegado más allá del extremo de las
grandes planicies. Además, éstas eran territorio indio, así que
los mormones decidieron retroceder hasta Illinois, pero
abandonar Missouri a toda costa.

Emma, en compañía de un grupo de santos, estaba lista


para partir. Ese grupo partió hacia Illinois el 6 de febrero de
1839. Se habían asignado hombres para ayudar a las mujeres
y niños que estuvieran sin esposos o padres, y aparentemente,
Stephen Markham fue el encargado de ayudar a Emma y sus
niños a recorrer las 150 millas hasta el lado occidental del
Mississippi.

Durante el viaje, Emma y sus niños pudieron disfrutar de al


menos algunos momentos de bondad y calor humanos. Por
ejemplo, el joven José recordó que durante el éxodo al
Mississippi, su grupo llegó hasta una granja hecha de troncos
una noche ya muy tarde. Cuando Charlie y Jim, los caballos de
José se detuvieron, una jauría de perros asedió a los

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Biblioteca SUD
mormones, “…pero el granjero, saliendo a las puertas nos dijo
que no temiéramos, ya que no lastimarían a nadie. En respuesta
a nuestra pregunta de si podía alojarnos por la noche dijo,
`Ciertamente´, y nos invitó a entrar”.

“La casa del granjero era lo que se llamaba una doble cabaña
de troncos, esto es: tenía dos grandes cuartos construidos en
forma separada, pero unidos por un gran pasillo cerrado en uno
de los costados y techado como la casa. En ese espacio se
almacenaban diferentes tipos de arneses, monturas,
implementos y otras cosas propias de la vida de granja de
Missouri”.

“El granjero era un hombre adusto, pero nos dio una cálida
bienvenida. El clima era frío, pero había una gran estufa en un
extremo del living y muy pronto estuvimos muy confortables.
Cenamos y luego se hicieron camas, algunas en el suelo, las
cuales se nos permitió ocupar. Dormimos cómodamente al calor
de aquel gran fuego que gradualmente se convirtió en cenizas”.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 9

Cuando Emma finalmente llegó a la casa del juez Cleveland


en la ribera este del río Mississippi en Quincy, donde vivía una
de las primeras familias en dejar Far West, debe haberse
sentido personalmente segura. Aunque José, su esposo aún
sufría “enmohecido”, decía él, en la miserable cárcel de Liberty
allá en las planicies salvajes del oeste de Missouri.

Quincy, situada a medio camino hacia el norte del extremo


occidental de Illinois, alojaba la población más grande de la
región. Su gente además les proporcionó la ayuda más grande
hasta ese entonces ofrecida en el oeste a los santos refugiados.
Al observar la caravana de acongojados y andrajosos
mormones que atravesaba el río durante el deshielo de
primavera, algunos de ellos enfermos, habiéndolo perdido casi
todo, muchos residentes de Quincy se conmovieron hasta las
lágrimas. Se condenó a los Missourianos de parte de los
buenos ciudadanos de Quincy por el trato inhumano que los
santos habían recibido.

El corazón de Emma debió desbordarse de gozo frente a las


expresiones de ayuda y bondad manifestadas por la gente de
Illinois. Hasta la figura política en ascenso Thomas Carlin, un
ciudadano de Quincy que llegaría a ser gobernador de Illinois
el año siguiente, expresó profunda preocupación por el injusto
trato de los mormones. ¡Cuán diferente era Carlin del vicioso
gobernador Boggs de Missouri!

Naturalmente, Emma y los líderes de la iglesia en Quincy


esperaban encontrar protección permanente en este nuevo
estado que los había recibido.

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Biblioteca SUD
De cualquier modo José aún no se encontraba entre los
líderes que Illinois había acogido. Emma recibió una carta suya
que había pasado entre los mormones que huían, amigos que
habían burlado a la muerte marchando al oeste. En la carta,
lamentaba su condición, pero más significativamente,
expresaba el claro amor del profeta por su familia, Emma y los
cuatro niños. Cinco miserables meses de confinamiento habían
pasado cuando escribió que estaba “… tras las paredes,
grilletes y puertas de hierro crujientes de una solitaria, sucia
prisión.”

Entonces expresaba su profunda preocupación por el


bienestar de su pequeña familia diciendo, “No dejes que esos
pequeños muchachos me olviden…Diles que su padre los ama
con un amor perfecto, y que hace cuanto puede para escapar del
populacho e ir con ellos” instruyó a Emma.

Haciendo referencia a sus pensamientos, le dijo a su


esposa “esos pequeños niños están presentes en mis
meditaciones constantemente.” Entonces José le dio un consejo
a Emma, que debió causarle pena que debiera
recordársele: “Enséñales todo lo que puedas, que deben tener
buenos pensamientos. Se tierna y amable con ellos. No seas
irritable, antes atiende a sus peticiones.”

Ratificando nuevamente sus convicciones, destacó


además: “… la salvación de mi alma es aquello de mayor
importancia para mí. Por cuanto sé con certeza de las cosas de
la eternidad, si los cielos se demoran no significa nada para mí;
yo debo mantener mi barca (alma) en curso.”

Emma debió suponer que José estaba esperando la menor


oportunidad para escapar de su calabozo. Había hecho varios
intentos frustrados durante el largo invierno de 1838-39. Por
ejemplo, el 8 de febrero José y los demás habían planeado
escapar, pero la visita de seis santos a su celta frustró el
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Biblioteca SUD
intento. Un segundo intento de escape había consistido de
semanas de excavación, hasta que las improvisadas
herramientas de rompieron antes de que el grueso muro
pudiera ser atravesado. José comentó alegremente después
que ese intento abortado le “costó al estado una suma
considerable”.

El santuario de Emma, la casa de Cleveland, se situaba 4 o


5 millas afuera de Quincy, y allí esperaba noticias de José. No
solo Emma y sus hijos se encontraban allí, sino también parte
de la familia Rigdon se había refugiado en el hogar de los
Cleveland.

Todos asumían que José, su profeta, llegaría para congregar


a los santos. Habían llegado instrucciones desde su celda de
que los santos debían hacerse amigos de Isaac Galland, un
ciudadano local con acceso a grandes parcelas de tierra, y se
les pidió a ellos que obedecieran la ley.

Sin embargo, José aún no había aparecido. En la mañana


del 22 de abril de 1839, Emma le pidió a Dimick Huntington
que cabalgara a Quincy para indagar sobre alguna novedad de
José. Aparentemente, su pedido reflejaba un procedimiento
regular, ya que sin duda ella recibía noticias regularmente por
parte de los refugiados que llegaban de Missouri.

Esa mañana en particular, Dimick observaba a los pasajeros


que descendían del ferri que había atracado a las 8:00 a.m. Le
llamó la atención un hombre medio desnutrido, pálido, vestido
con pantalones remendados y botas gastadas que se le
acercaba. Prestándole más atención al extraño, Dimick notó
que el desgastado cuello de su saco estaba levantado y su
sombrero de ala ancha doblado hacia abajo, como si tratara de
evitar ser reconocido.

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Biblioteca SUD
Dimick esperó a que el hombre pasara a su lado y le dio un
vistazo a una parte de su rostro tapado. “Dios mío, ¿es usted
Hermano José?” exclamó en voz alta alarmando al hombre
encubierto, que levantó su mano en señal de silencio y
susurró “¡Calla!”.

Era José.

Dimick, le contó en voz baja a José dónde se estaban


quedando Emma y los niños. Al escuchar estas palabras, José
le pidió ser llevado a la casa del juez en lugar de visitar a sus
padres, que vivían en Quincy, como había planeado.

Aun viajando como un fugitivo, José le advirtió a Dimick que


salieran de la calle principal para evitar a la gente, preocupado
por ser arrestado inmediatamente. Dimick debe haber
tranquilizado a José al contarle lo amigables que habían sido
los residentes de Quincy.

Evitar a la gente se volvió imposible. Muchos reconocieron a


José apenas entró al pueblo y alguien eventualmente le
consiguió un caballo ensillado para que cabalgara hasta las
afueras, a la casa del juez Cleveland. Cuando el maltratado
profeta desmontó en la entrada de Cleveland, Emma lo vio
desde dentro de la casa. Seguramente su corazón se desbordó
cuando finalmente asimiló que José, el amor de su vida,
desmontaba y atravesaba la puerta del jardín. Corrió afuera
con sus brazos abiertos, y se encontraron a mitad de camino.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 10
Dos semanas y media más tarde, José había puesto a Emma
y los niños en una carreta y partió hacia el asentamiento de
Commerce, 50 millas al norte de Quincy, a lo largo de una
curva del Mississippi. Ya había negociado parcelas en el
terreno pantanoso de la parte baja de Commerce, porque había
llegado el momento de congregar a los santos juntamente en
su propia comunidad.

Emma se mudó a una cabaña de troncos, asentada


literalmente en la ribera del río. Conocida como la cabaña de
Hugh White, la construcción era mucho mejor que la tienda en
la que Emma había dormido la noche anterior en Lima, y aún
era más cómoda que muchas de las pequeñas cabañas de un
solo cuarto que los santos habían tomado para sí. Esta casa de
troncos tenía una amplia sala de estar y un dormitorio
escaleras arriba. Con los años, los Smith le añadirían una
estructura a la construcción original en el lado sur,
convirtiéndola en un hogar confortable.

La residencia llegó a conocerse como La Cabaña de Troncos.


Había sido en años anteriores la construcción principal de una
especie de plantación, propiedad de Hugh White, uno de la
“gente del río”. El solo hecho de que José estuviese al frente de
una congregación religiosa de miles de personas, le daba
crédito con los especuladores, el cual usó para adquirir el 1º de
mayo de 1939 no solamente su granja de 135 acres y su casa
por el precio de US$5000, sino que también compró la granja
de Isaac Galland por US$9000. La granja de Galland se
compró para la iglesia.

En la cabaña, Emma pudo dedicarse al cuidado del hogar.


Cuan aliviado su corazón y cuán felices deben haber sido sus
días. Siempre había sido un ama de casa inmaculada teniendo

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Biblioteca SUD
la chance, y pronto transformó la cabaña en un lugar cálido y
hogareño. En el patio exterior había un pozo de agua y una
despensa.

La casa de los Smith se convirtió pronto en el centro de la


actividad social. Desde la llegada de los santos, cuando los
miembros plantaron sus tiendas junto al río hasta que se
completó el Templo, Commerce ofrecía pocos lugares donde
reunirse. Los miembros se congregaban en una arboleda o en
alguna casa dependiendo del clima; y más tarde se usaría el
cuarto superior de un almacén para las reuniones. A veces, en
los días cálidos, los Smith organizaban reuniones sobre el
pasto a la sombra de un roble gigantesco que le daba sombra a
toda la casa en el verano.

En esa época de establecimiento, implicó trabajar duro a fin


de despejar el terreno y la granja de Commerce. José, al poco
tiempo de mudarse a la cabaña escribió acerca del área: “La
mayoría del terreno estaba cubierta de árboles y arbustos, y en
gran parte era tan húmeda que con mucha dificultad un hombre
podía cruzarla a pié, lo cual resultaba totalmente imposible para
los bueyes. Commerce era tan insalubre que pocos podrían vivir
allí; pero creyendo que podría convertirse en un lugar saludable
mediante las bendiciones del cielo a los santos, y no habiéndose
presentado un lugar más elegible, consideré sabio el intentar
edificar una ciudad.”

Las condiciones insalubres que describió José pronto


diezmaron a la ciudad de tiendas. Julio y agosto de 1939
fueron tiempos de severa enfermedad. Al esparcirse la malaria,
especialmente entre las tiendas a lo largo de la orilla del río, los
santos le llamaron “fiebre del pantano” o a veces “escalofríos”.
Como fuera que lo llamaran, los síntomas eran: fiebre alta y
temblores que consumían la energía tan necesaria para
levantar la cuidad soñada de José.

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Biblioteca SUD
Emma abrió las puertas de su hogar a los enfermos. Aún
atendió a los afiebrados en el jardín, donde José había puesto
una tienda para que estuviesen más cómodos cuando la casa
quedó llena. Una enfermera con estilo propio, Emma ministró a
los enfermos con su reserva de hierbas y medicinas.

Ella realizó el servicio de un ángel misericordioso “… tan


devotamente, que se ganó el corazón de los santos.”

Los Smith tampoco quedaron libres de la epidemia. Aún


José sufrió un ataque violento de fiebre, permaneciendo
enfermo dos semanas. Entonces, como por pura fuerza de
voluntad, se levantó una mañana determinado a revertir la
epidemia. Se movió con decisión entre los de su casa y entre
los del jardín, bendiciendo a los enfermos. Tal como el Salvador
lo hizo durante su ministerio, José sanó a casi todo el que tocó.
Anduvo entre las tiendas y luego cruzó el río a ver a los
afligidos santos en Montrose, Iowa, donde se habían instalado
en unas viejas barracas militares. Los diarios personales están
repletos de experiencias de ese día milagroso en el que Wilford
Woodruff, uno de los doce, simplemente tomó el pañuelo de
seda de José, lo pasó por el rostro de los enfermos y estos
sanaron instantáneamente.

Ese otoño, José dejó la ciudad para la que los mormones


tenían ahora su propio nombre, cambiado de Commerce a
“Nauvoo”, que significa “La hermosa”. Habiendo concertado un
encuentro con Martin Van Buren, el sucesor colocado de
Andrew Jackson, José pasó meses lejos de casa. Para ese
entonces, Emma había aprendido a manejarse muy bien sin la
asistencia diaria de un esposo. Por un lado, desde que los
Smith se hubieron instalado en la cabaña de troncos, contaban
constantemente con ayuda doméstica. Los hermanos y
hermanas Walker, que habían sido recogidos cuando su madre
murió, no eran empleados de los Smith, sino que se los trataba

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Biblioteca SUD
como a hijos propios proporcionándoseles lo que necesitasen.
Ellos a cambio ofrecían sus servicios, no solo dentro sino fuera
de la casa, donde los mayores se encargaban de la granja y el
mantenimiento de las instalaciones.

Todo esto debió supervisarlo Emma. Fue Emma la que


contrató hombres para cargar provisiones, quién supervisó la
compra de los animales de granja y el cuidado de estos. El
joven José, escribiendo sobre su tarea de cuidar la vaca
familiar, anotó de hecho que su madre la había comprado.
Contó además sobre el carácter de la vaca, “… que era muy
errática. Era muy difícil de ordeñar y, cansándose de mis
esfuerzos por hacerlo, se escapaba de mí y corría de nuevo a la
casa de Mr. Hibbard.”

La postura de Emma sobre el desempeño de su esposo en la


granja mientras trataba al mismo tiempo de dirigir la iglesia, se
refleja en su comentario liviano a su hijo José III años después,
cuando este era el líder de la Iglesia Reorganizada SUD.

Ella escribió: “No espero que puedas hacer mucho más en el


jardín de lo que hacía tu padre, y yo jamás quería que entrara
en el jardín a trabajar ya que cuando lo hacía, antes de quince
minutos habían tres o cuatro y a veces hasta una docena de
hombres a su alrededor, que hollaban el piso mucho más rápido
de lo que él lo arreglaba.”

El 13 de junio de 1840, Emma le dio a José otro hijo al que


llamaron Don Carlos en homenaje al hermano menor de José.
Esta vez, Emma al parecer no tuvo complicaciones y el bebé
nació normal y sano.

Pero el verano de 1841 trajo consigo otra epidemia de la


enfermedad. En solo siete semanas desde agosto de 1841, Don
Carlos Smith, hermano de José, más el joven Hyrum, hijo de
siete años de Hyrum Smith, y el más terrible para Emma, su

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Biblioteca SUD
propio bebé Don Carlos, fallecieron por fiebre del pantano. La
muerte era tan frecuente en ese verano caluroso y húmedo
cuando los pantanos aún no habían sido drenados
apropiadamente, que Sidney Rigdon comenzó a utilizar un
sermón “general” para los funerales.

Para Emma, darse cuenta que muchas otras madres


lloraban la pérdida de sus pequeños, no era para nada
consolador. Don Carlos había estado riendo, tambaleándose al
caminar con pasitos inseguros solamente horas antes de que la
muerte le quitara a su madre todo, excepto su cuerpo sin vida.
Las palabras no pueden describir la pena y el dolor que
traspasaron el corazón de Emma.

Aún con José ausente de Nauvoo por numerosos asuntos


eclesiásticos durante los siguientes dos años y medio, la
ciudad creció alcanzando más de 15.000 habitantes. Desde la
cabaña, Emma observó a la ciudad crecer hasta casi el sitio de
construcción del Templo sobre la colina.

Mucho antes de la explosión demográfica de Nauvoo, los


Smith ya carecían de suficiente espacio en su cabaña para
recibir a los numerosos visitantes y viajeros que les llegaban a
casa.

El joven José escribió: “La casa de mi padre en Nauvoo,


estaba casi siempre abarrotada de visitantes. Difícilmente
hubiese algún domingo de buen clima en el que la casa y el
jardín no estuvieran repletos, el jardín de caballos y la casa de
visitas. Esto causaba gran enredo y confusión, y además una
pesada carga de tareas adicionales para mi madre y gastos
innecesarios para mi padre.”

Para aliviar la presión, en 1842 la iglesia construyó la


espléndida Mansión en una esquina frente a la vieja cabaña. El

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Biblioteca SUD
edificio acabado, pintado de blanco tendría en total 22
habitaciones al completarse.

Emma debe haber sentido que sus sueños se hacían


realidad al mudarse a la casa más hermosa en tal vez 50
millas.

La familia Smith ocupó seis cuartos de la Mansión como un


complejo familiar privado. Pero la mansión se convirtió en el eje
social para toda la iglesia y fue utilizada durante el resto de la
vida del Profeta José, más como un edificio público que como
la casa de los Smith. Y en buena ley, ya que había sido
levantada y pagada mediante contribuciones de la iglesia.

Comentando sobre la terminación de La Mansión, el joven


José dijo: “Luego de terminada y cuando nos hubimos mudado
a ella, algunos amigos sugirieron que se debía convertir en un
hotel, lo suficientemente grande para acomodar a la hueste
usual de visitantes y también a un equipo adecuado de ayuda
doméstica.”

Qué contraste con aquella casucha miserable en Far West, o


los años sin ningún hogar, cuando hubieron dependido de la
hospitalidad de amigos caritativos. Emma debió observar sus
dominios con una profunda mirada de satisfacción.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 11

En la tarde del 17 de mayo de 1842, José Smith se


encontraba parado detrás de una lustrosa mesa de roble en el
Salón Masónico de Nauvoo, apoyando ambas manos sobre su
pulida superficie mientras se dirigía a los allí reunidos. Sobre
él, colgaba de la viga del techo una lámpara de bronce; detrás
de él, en una plataforma elevada se sentaban dos de sus
líderes prominentes, los Élderes John Taylor y Willard
Richards, quienes un día formarían parte de la primera
presidencia de la iglesia.

Un alto grado de autoestima y confianza prevalecía en su


audiencia. Después de todo, en ese Salón Masónico se
encontraban reunidas dieciocho damas que habían contribuido
personalmente a hacer su ciudad de crecientes miles lo que
era, un modelo de prolijidad y clase.

El edificio en el que se reunían era nuevo. José lo había


hecho construir mediante habilidosos trabajadores solo meses
antes. Una estructura doble de ladrillos, con sus vigas de
madera que alcanzaban la pared trasera en la misma orilla del
Mississippi. La estructura, con su amplio salón superior
cumplía dos funciones: El almacén general de José, que él
mismo atendió durante sus primeros años en Nauvoo quedaba
en el piso de abajo. El salón del piso superior era un cuarto de
reuniones llamado El Salón Masónico, porque él y los otros
líderes de Nauvoo habían formado una logia de Masones Libres
a la que José se había unido a fines de diciembre del año
anterior.

Sentadas en un semicírculo de sillas, las dieciocho


prominentes damas escuchaban atentamente a su Profeta
mientras les instruía, cada una de ellas usando un sombrero a
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Biblioteca SUD
la moda, todas sentadas apropiadamente con largos vestidos
que llegaban al piso de roble.

El Profeta estaba allí para instruirles en cuanto a la forma


de organizar la recién concebida Sociedad de Socorro
Femenina. La idea de formar una organización de hermanas
había tenido su origen pocos días antes. Una ferviente
hermana, Sarah Kimball, había presentado la propuesta
cuando sintió que más mujeres deberían dedicar su esfuerzo
colectivo a hacer camisas para los trabajadores del recién
comenzado proyecto del Templo. Ella y otras llamaron a Eliza
R. Snow, buena amiga de Emma y bien educada escritora de
Nauvoo para que escribiera los estatutos de la organización.
Cuando Eliza hubo terminado de redactar el documento, ella y
otras hermanas le presentaron el proyecto al Profeta en su
casa.

José, luego de escucharlos estatutos dijo que eran los


mejores que había visto. “Pero,” dijo “esto no es lo que quieren.
Díganle a las hermanas que su ofrenda es aceptable al Señor, y
que Él tiene algo mejor para ellas que una constitución escrita.”

Entonces, José les indicó a las hermanas que invitaran a


otras a reunirse con él y algunos de los hermanos en el Salón
Masónico sobre su almacén. “Organizaré a las hermanas bajo
la autoridad del sacerdocio y según el modelo del sacerdocio,”
declaró. Dijo además, “La iglesia no estuvo perfectamente
organizada hasta que las mujeres se organizaron así.”

Comenzaron esa `primera reunión cantando, “El Espíritu de


Dios”. Elder Taylor ofreció una oración. Luego las hermanas
escucharon atentamente al Profeta decirles, “La Sociedad de
Hermanas debe impulsar a los hermanos a hacer buenas obras
para atender las necesidades de los pobres-buscar recipientes
de caridad y administrar según sus carencias.”

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Biblioteca SUD
José sugirió que las hermanas eligieran oficiales
presidentes, dirigidas por una presidenta y dos consejeras.
Luego de discutirlo un poco, Emma fue electa presidenta de
forma unánime; eligiendo ella como sus consejeras a su buena
amiga Sarah M. Cleveland, quién la había acogido en Quincy y
a la esposa del obispo Whitney, Elizabeth Ann. Eliza R. Snow
fue elegida como secretaria de la organización, a la que el
grupo llamó “Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo”.

El hecho de que la eligieran como su primer líder habla muy


bien de la posición de Emma en la sociedad y del aparente
respeto que inspiraba entre las hermanas prominentes de
Nauvoo.

El último movimiento de José en la reunión fue el ofrecer


US$5 en oro fara ayudar a fundar la recién organizada
sociedad. Entonces salió, dejando la reunión en manos de
Emma, quien se levantó y condujo el resto de la misma. Habló
de las tareas de las hermanas y de que “cada miembro debe
tener la ambición de hacer el bien.”

Se ha dicho en la Sociedad de Socorro moderna que “el


tiempo para tal organización se había cumplido. Los anhelos de
los corazones de las mujeres se habían expresado… en su
búsqueda por dirección. El lugar para dicha organización era
más que apropiado, fue como el cumplimiento del destino.” En
un arrebato de orgullo se ha dicho además “En ese momento de
la historia de la tierra, se formó una organización sempiterna”.

Con el consentimiento de otros líderes de la iglesia, José


había decidido expandir la mansión para hacer un hotel, por lo
que los carpinteros le agregaron un ala al sur.

“En el piso de abajo,” Escribió el joven José en años


posteriores, “esta incluía un gran comedor y una amplia cocina
con un sótano donde se guardaban los utensilios y una

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Biblioteca SUD
despensa para las provisiones. Sobre el comedor había una
serie de dormitorios, seis simples paralelos al ala norte y los
dobles con corredores que los conectaban en el ala sur”.

Para ese tiempo y lugar, la mansión expandida parecía


grande. De cualquier forma, para los estándares posteriores,
los techos eran bajos y los cuartos distaban de ser espaciosos.
Por ejemplo, cuando los Smith organizaban una celebración, y
lo hacían a menudo, el comedor se despejaba de mesas y sillas,
per el espacio no alcanzaba más que para tres o cuatro parejas
de baile en formación cuadrada.

Gente prominente de Nauvoo se quedaba en la mansión, o


“La Mansión de Nauvoo”, como decía el letrero oficial. Los
invitados incluyeron a Stephen A. Douglas, John Quincy, una
hueste de líderes religiosos, especuladores de tierras, y
empresarios que desembarcaban de los barcos a vapor tan solo
a una cuadra de la entrada a la mansión.

Abundaba el confort y la algarabía llenaba el aire, pero


debajo de la placentera fachada existían los rumores de que
José Smith estaba tomando para sí otras esposas; que de
hecho estaba enseñando a otros que Dios había ordenado,
para algunos hombres selectos, el principio del matrimonio
plural.

En julio de 1843, Emma abordó un vapor a St. Louis para


comprar muebles y artículos para el hotel. Aunque
externamente la vida se veía más tranquila que nunca para los
Smith, Emma debió estar ardiendo internamente en el incendio
de la poligamia. El viaje a St. Louis puede haber cumplido dos
propósitos, superficialmente para abastecer la mansión recién
expandida, pero internamente, para alejarse de Nauvoo y José,
evaluar las decisiones que la confrontaban desde la distancia,
tal vez para mirarlas con una mejor perspectiva.

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Biblioteca SUD
También José, a pesar de toda su dignidad como alcalde de
Nauvoo, tenía sus problemas personales. Tuvo escaramuzas
con pretendidos asesinos y rufianes del río, además de los
seguidores desencantados que habían jurado matar al Profeta.
Emma fue testigo presencial del cuerpo de guardaespaldas que
patrullaban la casa de los Smith como resultado de dichos
encuentros, siempre alertas para proteger a su amado Profeta.

Pero Nauvoo, en su mayor parte ajena a las ansiedades


privadas de Emma y José, había verdaderamente florecido en
el mejor sentido del siglo diecinueve, para convertirse en la
cuidad de ensueño en cuanto crecimiento y prosperidad.

El 4 de julio, justo antes de la partida de Emma a St. Louis


fue un día glorioso para Nauvoo. La ciudad había estado
colmada de visitantes que se unieron a las festividades del día
de la independencia.

“Fue un día hermoso”, según la historiadora Donna Hill, “con


un cielo claro y despejado. Siempre ansiosos de disfrutar las
actividades mormonas en Nauvoo, la ciudad más alegre del
estado, los visitantes llegaron desde millas a la redonda.
Además de los que cabalgaron a través de las praderas, cerca
de mil llegaron de tarde en tres vapores desde St. Louis, Quincy
y Burlington, y al menos en esa ocasión, prevaleció una
atmósfera amistosa. Cada barco fue recibido con disparos de
cañón y música de la Banda de Nauvoo, y se condujo a los
visitantes a asientos de honor.”

Un pasatiempo que los Smith y otros disfrutaban mucho,


era pasear en el vapor “Maid of Iowa”, que José había
comprado a principios de junio de 1843 por US$1375. El vapor
servía principalmente como ferri a través del Mississippi para
los viajeros, en su mayoría miembros de la creciente iglesia.

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Biblioteca SUD
Más allá de su intranquilidad mental, el viaje a St. Louis de
compras, debió coronar una era para Emma. Durante tanto
tiempo no había poseído nada, ni bienes personales ni tiempo
para nada más que tareas y las necesidades de su familia y
otros desde la mañana a la noche. El viaje para comprar bienes
para el hotel debe haber sido una excursión excitante. En St.
Louis, la ciudad repleta de comercios y mercaderes, Emma
compró cantidades de elementos para la recién expandida
casa: muebles, cortinas, sábanas, alfombras, manteles, vajilla
y utensilios. Compró felizmente todo lo necesario para equipar
el hotel.

Emma regresó a casa el 12 de agosto de 1843, a su


mansión, indudablemente cansada pero complacida con la
expedición. Sin embargo, su humor cambió rápidamente al
entrar al cuarto principal de la mansión, donde se recibían los
invitados. Al mirar al otro lado de la sala, sus ojos se
encontraron con un bar recién instalado. Tenía un inventario,
“estantes, botellas, vasos, y otra parafernalia para una taberna
totalmente equipada…”

Emma se mantuvo tranquila mientras atendía otros asuntos


urgentes. Pero en unas horas encontró a su hijo mayor José en
el corredor entre el comedor y el cuarto del frente, y le
preguntó dónde estaba su padre. Informada de que su esposo
se encontraba en el cuarto del frente, Emma entonces
preguntó si había alguien con él en el cuarto. El joven José
respondió “Sí, bastantes.”

Sin titubear, Emma le pidió a su hijo que le dijera a su


padre que ella quería verlo.

Cuando Emma vio a José luego de que su hijo le trajera al


hall, le increpó con un tono discreto pero inconfundiblemente
firme, “José, ¿cuál es el significado de ese bar en la casa?”

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Biblioteca SUD
José le respondió que su buen amigo y confiable
guardaespaldas Orrin Porter Rockwell había regresado de su
encarcelamiento en Missouri, y que precisaría ingresos hasta
que pudiera mudarse a su nueva barbería y taberna al otro
lado de la calle. José le dijo a Emma que le había permitido a
Porter instalar un bar en el hotel de la mansión hasta la
mudanza.

De acuerdo con el joven José, no hubo nerviosismo ni enojo


en la voz de su madre al responder a la explicación de José,
aunque percibió “una acentuación y un énfasis que jamás
olvidé, y que tuvo también su efecto en mi padre.”

Emma dijo, “¿Cómo se ve que el líder espiritual de un


movimiento religioso administre un hotel en el que existe un
cuarto acondicionado como establecimiento de venta de licor?”

José le explicó entonces que todas las tabernas tenían


barras en las que se vendía licor. Le recordó que el bar en la
mansión era solamente un arreglo temporal para ayudar a
Porter Rockwell, quien después de todo, había sido el chivo
expiatorio de la iglesia en Missouri.

Sin dejarse impresionar por las razones de su esposo, Emma


respondió muy enfáticamente, “Muy bien José, los muebles y
otros artículos que compré para la casa llegarán, y tú puedes
hacer que alguien más se encargue de las cosas aquí. En cuanto
a mí, tomaré a mis hijos y me mudaré a la vieja cabaña para
quedarme ahí, porque no pienso criarlos bajo las condiciones
que este arreglo nos impone, ni dejaré que se relacionen con la
clase de hombres que frecuentan tales lugares”.

La antigua crianza metodista aparecía nuevamente en


Emma. Aparentemente jamás había aceptado algún
comportamiento que no implicara la abstinencia absoluta, y no
iba a empezar ahora.

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Biblioteca SUD
Finalmente le lanzó su ultimátum: “Eres libre de hacer tu
elección; o ese bar sale de la casa, o nosotros lo haremos”.

El joven José dijo que no le tomó mucho tiempo a su padre


decidir.

El Profeta respondió, “Muy bien Emma, haré que lo quiten


enseguida.”

Si la venta de licores hubiera sido el único gran motivo de


discordia, José y Emma lo habrían resuelto fácilmente y se
habría restablecido la paz.

Pero no lo era. Emma enfrentaba además la mayor crisis sin


ser la muerte, que jamás conocería: El espectro del matrimonio
plural, con su laberinto de secretismo y sus conflictos con las
bases de su cultura.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 12

La mayor pesadilla de Emma había surgido


intermitentemente desde los primeros años con José, su
inspirado esposo. Pero no fue sino hasta una mañana de
domingo a principios del verano de 1841, que el impacto
completo de la poligamia golpeó de lleno a Emma.

José había estado predicando a un grupo de santos a la


sombra de una arboleda que se utilizaba a menudo para
reuniones. Los veranos en Nauvoo eran calurosos y húmedos,
y el aire debió estar cargado con la fragancia de los árboles
que a menudo florecían en el calor.

Las palabras de José cayeron inesperadamente sobre los


hombres y mujeres de la congregación, sacudiendo la
tranquilidad de la mañana. Las mujeres especialmente habían
quedado paralizadas por la impresión.

El texto para el sermón de José había sido simplemente que


el antiguo orden concerniente a Abraham, Isaac y Jacob
estaría entre las prácticas que pronto serían restauradas como
parte de la plenitud del evangelio.

Para el oyente casual, las palabras no tuvieron mayor


importancia, pero para los mormones presentes las palabras
de José habían sido absolutamente claras y significaban…
poligamia.

Para 1841, José y sus seguidores ya habían sido


perseguidos por rumores de que practicaban la poligamia y de
que extrañas e inaceptables relaciones matrimoniales eran
practicadas en secreto por todos. Ya para 1835 de hecho, la
discusión pública en varios tonos era tal, que causó alarma en

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Biblioteca SUD
los oficiales de la iglesia. El 17 de agosto de 1835, William W.
Phelps, quien debió estar convencido de que eran rumores sin
fundamento y meras invenciones de enemigos que buscaban
desacreditar a los mormones, bosquejó el folleto “Artículo sobre
el Matrimonio”, que leyó frente a una Conferencia General de la
Iglesia en Kirtland.

Decía: “Por cuanto esta iglesia de Cristo ha sido acusada del


crimen de fornicación y poligamia, declaramos que: Nosotros
creemos que un hombre debe tener solo una esposa, y la mujer
un solo esposo, excepto en casos de fallecimiento, en los que
cada uno es libre de casarse nuevamente.”

Los santos reunidos aceptaron por unanimidad el artículo, y


por muchos años fue publicado en Doctrina & Convenios. De
cualquier forma cuando se leyó el artículo, José Smith se
hallaba visitando a los conversos en Michigan y no tuvo la
oportunidad de comentar al respecto.

Solo 6 años más tarde, las creencias de José eran claras: En


breve, las prácticas de la iglesia incluirían el orden de
matrimonio practicado por Abraham, Isaac y Jacob, y dicho
orden incluía el principio de la pluralidad de esposas.

A la conclusión de la reunión al aire libre José tuvo que


encarar a una furiosa Emma entre los muchos que lo
confrontaron acerca de la doctrina. Emma; el hermano de
José, Don Carlos; y Vilate Kimball, esposa del apóstol Heber C.
Kimball, todos estaban en contra de las declaraciones públicas
de José sobre el matrimonio plural.

Don Carlos había exclamado: “Cualquier hombre que enseñe


y practique la doctrina de las esposas espirituales se irá al
infierno, no me importa que sea mi hermano José.”

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Biblioteca SUD
En un aparente esfuerzo por calmar a su enfurecida familia
y seguidores, José habló nuevamente ese mismo día en una
reunión a la tarde. Sin embargo, en esa ocasión declaró que el
momento para el matrimonio plural podría no llegar tan rápido
como lo había anticipado, y que además el Señor ayudaría a
los santos a entender la práctica y cumplir con Su voluntad si
se mantenían fieles.

Los sentimientos de Emma deben haber sido turbulentos.


No solo era ella un miembro de la comunidad, por tanto
consciente de los rumores de que su marido y otros tenían
varias esposas, rumores que jamás cesaron, sino que además
era la esposa del Profeta y confidente de sus pensamientos y
comentarios privados. Seguramente habrían tocado el tema de
la poligamia. ¿Cuán profundamente habría ella preguntado y
cómo habría él respondido?

Las cartas y los documentos indican que ya en 1831, El


Señor le había enseñado a José que el matrimonio plural era
un principio verdadero aunque el momento para su práctica no
habría llegado. Seguramente José conocía a su gente y conocía
los estrictos códigos de ética monógamos que su cultura les
exigía. El conocimiento de que la poligamia sería instituida en
un futuro no muy distante debe haber pesado mucho en su
mente a principios de la década de 1830.

Aun así, de tanto en tanto a partir de 1831, José les habría


confiado porciones de su entendimiento a sus hermanos de la
iglesia. En una carta a Brigham Young, W. W. Phelps
compartió la esencia de una revelación que José Smith había
recibido en su presencia el 17 de julio de 1831.

Citó la revelación en parte: “De cierto, de cierto os digo, que


la sabiduría del hombre en su estado caído, no comprende los
propósitos ni los privilegios de mi santo sacerdocio, pero sabréis
cuando recibáis una plenitud por causa de la unción. Porque es
64
Biblioteca SUD
mi voluntad que a su debido tiempo toméis para vosotros
esposas de entre los lamanitas y los nefitas, para que su
posteridad se vuelva blanca, deleitable y justa, porque aún
ahora sus mujeres son más virtuosas que las de los gentiles.”

Cuando se le pidió a José que explicara el contenido de esa


revelación 3 años más tarde, el replicó: “De la misma forma en
que Abraham tomó a Agar y a Cetura, y Jacob tomó a Raquel,
Bilha y Zilpa, mediante revelación.”

Es posible que la revelación completa y formal sobre el


matrimonio plural ahora registrada en la sección 132 de
Doctrina & Convenios fuera recibida muchos años antes de ser
leída completa ante el sumo consejo de la iglesia en 1843.
Abundan las declaraciones juradas en las que asociados
cercanos a José afirman que éste les contó cómo un ángel se le
había aparecido varias veces, indicándole “avanzar en cuanto a
dicho orden”. Todas las fuentes muestran que José se contuvo
“hasta que un ángel con su espada desenvainada se paró ante
él y declaró que si demoraba más en cumplir la orden, él (el
ángel) lo mataría.”

Aunque José hubiera vacilado en instituir el principio del


matrimonio plural entre los miembros de la creciente iglesia,
existen indicaciones de que él mismo había estado practicando
la poligamia ya en 1835. Muchas personas han declarado que
José estaba casado con Fanny Alger, “una linda y simpática”
muchacha de alrededor de 17 años mientras vivían en
Kirtland, Ohio.

La joven Fanny había estado viviendo en casa de los Smith


como una “hija adoptiva” de Emma, pero casi siempre se
referían a ella como “Fanny muchacha contratada”. La leyenda
dice que “Emma la echó de la casa cuando el secreto de Fanny
y José quedó al descubierto debido a su embarazo.” Aunque se
desataron los rumores sobre la inmoralidad de José Smith, la
65
Biblioteca SUD
madre de Fanny siempre insistió en que su hija ya estaba
sellada a José para entonces. Más tarde, Fanny se mudó con
su familia a Wayne County, Indiana, donde se casó y crió una
familia propia.

No causa ninguna sorpresa entonces que Emma haya


estado entre los ultrajados miembros esa mañana de domingo
en Nauvoo. Con sus destellantes ojos y voluntad determinada,
dejó bien en claro que no deseaba tomar parte en ningún
matrimonio plural.

A pesar de haber suavizado José sus declaraciones sobre el


orden de Abraham, Isaac y Jacob, él mismo era consciente de
que había llegado el momento de revelar esa doctrina a líderes
selectos de la iglesia.

EL 1º de julio de 1841, José esperó ansioso la llegada del


vapor con siete élderes que regresaban de su altamente exitosa
misión a Inglaterra. Aparentemente impávido a los deseos de
ellos de ver a sus familias luego de tanto tiempo, se llevó a los
hombres directamente a la casa de Heber C. Kimball donde se
“reunió con ellos hasta tarde enseñándoles sobre el Matrimonio
Celestial”.

Era tan importante que José introdujera el principio de la


poligamia, que le dijo a John Taylor que la iglesia no
progresaría hasta que dicho principio estuviera establecido, ya
que sin él, el grado más alto de la Gloria Celestial no podía
alcanzarse. Según Heber C. Kimball, José se sintió tan aliviado
de contar con la aprobación de los Apóstoles luego de la
reunión que aplaudía y saltaba como un escolar al salir a
jugar.

¿Y Emma? Su reacción estuvo lejos de ser jubilosa. Al


murmurarse insinuaciones por todos lados y al imprimirse
acusaciones en forma de exposición en los periódicos anti-

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Biblioteca SUD
mormones, Emma debió sentir que su posición de honorable
esposa y madre, aún como la Dama Escogida, estaba bajo
amenaza.

Había permanecido junto a José a través de experiencias


terribles. Lo había sostenido aun cuando los padres de ella lo
vilipendiaban a él y a las creencias que expuso. De acuerdo
con su suegra: “Entonces ella era joven y naturalmente
ambiciosa, con todo su corazón puesto en la obra del Señor, sin
sentir otro interés que el de la iglesia y la causa de la verdad.
Cualquier cosa que sus manos hallaban para hacer, lo hacía
mediante su esfuerzo y sin hacer preguntas egoístas como ¿me
beneficiará esto más que a otros? Si los élderes eran enviados
lejos, ella era la primera voluntaria en su servicio de asistir en
vestirlos para su viaje y cualesquiera que fueran sus propias
privaciones, como el hijo de Altnomak, se esforzaba
sobremanera por cumplir.”

Que Emma se haya sentido profundamente herida, que se


sintiera traicionada, dejada de lado y ya no deseada, son todas
cosas altamente posibles. También es probable que su
comportamiento haya estado teñido por su conflicto interno.

Como presidenta de la Sociedad de Socorro, Emma contaba


con un foro desde al cual declarar sus puntos de vista. De la
esposa de George Albert Smith aprendemos que “Emma le
anunció a la Sociedad de Socorro que un terrible mal estaba
colándose en la iglesia, y que debían usar cualquier método
honorable para combatirlo y proteger la santidad de sus
hogares”.

Mary Barzee Boyce, también miembro de la Sociedad de


Socorro dijo que Emma además, “le dijo a las hermanas que si
alguna se enterase de alguna cosa semejante, que la ventilara a
los cuatro vientos.”

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Biblioteca SUD
Los frecuentes desbordes violentos de Emma, fueron
presenciados por varios. Aidah Clements, que trabajó en casa
de los Smith declaró haber visto a Emma tomar de la solapa a
su esposo antes de salir este de la casa, y darle una
reprimenda verbal sobre el salir a perseguir mujeres. La misma
mujer dijo haber visto en otra ocasión a Emma arrastrar del
pelo a Eliza R. Snow escaleras abajo.

Emma había invitado a Eliza a vivir en su casa en el verano


de 1842, poco después del matrimonio de Eliza con José. Era
natural que Emma lo hubiera hecho, ya que Eliza enseñaba en
una escuela de 65 alumnos organizada y dirigida por José y
Emma. Sin duda ambas mujeres eran amigas, ya que Emma
había ayudado a elegir a Eliza como secretaria de la Sociedad
de Socorro mientras ella era la presidenta.

Pero si Emma era consciente de que José y Eliza estaban


sellados no está claro. Una historia que circuló durante mucho
tiempo en la familia Snow, sugiere que Emma encontró en una
ocasión a José y Eliza abrazados en el piso de arriba. Furiosa
al enterarse del embarazo de Eliza, Emma la empujó por las
escaleras causándole un aborto.

El diario de Eliza R. Snow no registra al incidente, pero por


razones no especificadas ella se mudó de la casa de los Smith
el 11 de febrero de 1843, siete meses después de su llegada.

Aun así, a veces Emma vacilaba en sus sentimientos sobre


la poligamia. Allen Joseph Stout, guardaespaldas del Profeta
José, dijo que mientras estaba de guardia en la mansión, con
solo una puerta entre él y la familia, escuchaba a Emma y José
hablar sobre el matrimonio plural. Stout dijo: “Esta impulsiva
mujer, pasaba por momentos de denuncia apasionada a
contristarse con lágrimas de arrepentimiento y a reconocer que
su oposición violenta a dicho principio era instigada por los
poderes de las tinieblas; que Satanás estaba haciendo su mayor
68
Biblioteca SUD
esfuerzo por destruirla, etc.” Y solemnemente llegaba la
inspirada advertencia del Profeta, “Si, y logrará tu destrucción
si no escuchas mi consejo.”

Orson Pratt, un devoto amigo de los Smith recordaba que


Emma “a veces luchaba contra él (José) con todo su corazón; y
luego, nuevamente ablandaba sus sentimientos…y entonces
traía muchachas y pondría las manos de ellas sobre las de
José”.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 13

Aceptando Emma la poligamia o no, es un hecho


documentado que su esposo practicaba ese orden del
matrimonio, y que lo hacía desde mucho antes que la
revelación oficial sobre el tema se leyera ante el Sumo Consejo
de la iglesia el 12 de julio de 1843.

Numerosos testigos han firmado declaraciones juradas a los


efectos de que Emma estaba enterada de las otras esposas de
José y que al menos en el caso de cuatro de ellas, las instruyó
ella en persona sobre los pormenores del matrimonio plural, y
ofició como testigo de los sellamientos.

Emily Partridge, una de dos hermanas que Emma había


“dado” a José, escribió que aunque Emma había accedido y
testificado en la ceremonia de Emily y José, “desde esa misma
hora” del matrimonio, “Emma fue nuestra acérrima enemiga”.

De acuerdo con Emily, Emma resintió su consentimiento en


el asunto antes del final del día y entretuvo a José hasta muy
tarde hablando con él. La jovencita sentía que Emma
observaba cada uno de sus movimientos para coartar
cualquier oportunidad de que ella estuviese a solas con José.
Finalmente, Emma llamó a las jovencitas al cuarto donde a
José le esperaba “una escena de despecho”. Cuando Emma
amenazó con que “correría sangre” si José no renunciaba a las
muchachas, José solemnemente les dio la mano a Emily y su
hermana Eliza, quedando entendido que todo había terminado
entre ellos. Emily vio solo una vez más a José para hablar con
él, y eso fue poco antes de morir él.

Si solamente Emma hubiera llevado un diario personal o


expresado sus profundos sentimientos en cartas podríamos

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Biblioteca SUD
saber lo que pensaba, pero mayormente contamos apenas con
las declaraciones de otros para adivinar sus pensamientos.

Consciente de que Emma era inamovible en su rechazo


hacia la poligamia, Hyrum Smith, el hermano mayor del
profeta que actuaba como firme consejero y pacificador, urgió
al Profeta a escribir la revelación. El (Hyrum) se la llevaría a
Emma y se la leería. Aunque Hyrum sentía que seguramente
regresaría con la bendición de Emma, José se mantuvo
escéptico declarando, “No conoces a Emma tanto como yo”.

Aparentemente el Profeta estaba en lo cierto ya que Hyrum


regresó a la oficina del almacén considerablemente
contrariado, reportando que Emma lo había reprendido con
furia y amargura. De hecho, le había dado la reprimenda más
severa de su vida.

José sacudió la cabeza calmadamente ante al relato de


Hyrum y replicó, “Te dije que no conocías a Emma tan bien
como yo”.

Una entrada sospechosa aparece en el diario de José del día


siguiente, 13 de julio de 1843. Solamente escribió: “Pasé en
conversación con Emma la mayor parte del día”.

William Clayton, secretario del Profeta José Smith y


escribiente de una copia de la revelación, reporta que José le
dijo, “Emma le insistió y suplicó tan fervientemente por el
privilegio de destruirla (la revelación)” que él se la entregó. Acto
seguido, ella la quemó en la estufa, pensando que ese sería el
fin de todo el asunto.

Emma Smith no estaba sola en sus sentimientos


vehementes y cambiantes hacia la poligamia. Cuando el
documento que se conoce como la sección 132 de D&C se leyó
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Biblioteca SUD
ante el Sumo Consejo de Nauvoo, los hombres se dividieron en
sus reacciones. Para algunos, el distanciamiento con José y la
iglesia fue permanente. Otros oraron y supieron por si mismos
que el principio era verdadero.

Cuando el Profeta les comunicó que el Señor había indicado


que debían ser sus esposas, algunas de las jóvenes
reaccionaron fuertemente. Lucy, de 16 años fue una de ellas.
Cuando su madre murió dejando diez hijos, los Smith le
ofrecieron su ayuda. José y Emma siempre fueron generosos
en su hospitalidad, y frecuentemente recibían en casa a
jóvenes sin hogar. En el caso de Lucy, la recibieron a ella y a
tres hermanos y los criaron como propios. Lucy dijo que en su
momento no había comprendido el significado completo de lo
que implicaba el Profeta, cuando le dio la bienvenida diciendo,
“Mi hogar será tu hogar, eternamente tuyo.” Pero cuando al año
siguiente él se le acercó con una inusual proposición, ella se
sorprendió increíblemente. José le dijo: “Dios me ha ordenado
tomar otra esposa, y esa mujer eres tú.”

Lucy escribió, “Me encontraba tan indispuesta a considerar el


asunto favorablemente, que temo que no pedí al Señor por luz.
Densas tinieblas se apoderaron de mi mente. Fui tentada y
torturada más allá de lo posible, hasta que la vida se me hizo
indeseable.”

Está claro que era una decisión agónica para Lucy, y que
recibía insistencia y presión de parte de José. Finalmente, él le
dijo que lo tenía palabras halagadoras que ofrecerle, sino que
el asunto era un mandamiento de Dios. Le dijo que debía
decidir en el término de un día más, si obedecería la orden de
Dios o no.

“Si rechazas el mensaje”, le dijo, “las puertas estarán


cerradas para siempre ante ti.”

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Biblioteca SUD
En ese desafiante momento, recordó Lucy, “Eso hizo hervir
cada gota de mi sangre escocesa en mis venas. Por algunos
momentos me paré sin miedo ante él, mirándolo directamente a
los ojos. Había permanecido en silencio, pero finalmente
encontré las palabras y le dije `Aunque seas un Profeta de Dios,
no puedes inducirme a tomar un paso de tan grande
importancia a menos que yo sepa que Dios aprueba mi proceder.
Antes, preferiría morir´.”

Le prohibió a José que volviese a hablarle del asunto,


declarándole que sabía que el Dios de su juventud le
manifestaría su voluntad a ella. El Profeta le prometió que
tendría su manifestación.

A la noche siguiente, Lucy dijo que su cuarto se llenó de luz,


y su alma fue consolada con una dulce paz. “Me sobrecogió una
felicidad suprema,” dijo ella, “y recibí un poderoso e irresistible
testimonio de la veracidad del matrimonio plural, el cual ha sido
un ancla a través de todas las tribulaciones de mi vida”

Indudablemente compartía el cuarto con otras hermanas en


la pequeña y abarrotada cabaña de troncos, así que se sintió
constreñida de expresar sus emociones. Afuera, decidió, podría
“dar rienda suelta al gozo y la gratitud” que llenaban su alma.

Encontró a José parado al pié de la escalera. “Gracias a Dios


que obtuviste tu testimonio”, le dijo, “yo también he orado”.
Entonces, la llevó hasta una silla, e imponiendo sus manos
sobre la cabeza de ella, “me bendijo con toda posible bendición
que mi corazón fuera capaz de desear”.

Aún para los más fieles, el mandamiento de tomar en la


práctica de la poligamia, probó ser una amarga prueba. La
familia de Heber C. Kimball fue uno de los casos.

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Biblioteca SUD
Para el pesar de Heber, el Profeta le dijo que debía tomar
otra esposa, Sarah Peak Noon, una inmigrante de Inglaterra
con dos hijas. Se le dijo también que no le revelara este
matrimonio a su esposa de tantos años Vilate. Haber quedó
tan acongojado debido a sus sentimientos de decepción, que se
enfermó físicamente. Al no revelarle la razón de su miseria a su
esposa, esta se volvió al Señor en oración.

De acuerdo con su hija Helen, Vilate recibió una visión


especial concerniente al matrimonio plural. Helen escribió,
“Ante ella fue ilustrado el orden del Matrimonio Celestial en toda
su belleza y gloria, junto con la gran exaltación y honor que se le
conferiría en esa esfera inmortal y celestial, si ella lo aceptaba y
permanecía en su lugar al lado de su esposo…”

La visión le confirió a Vilate un sentimiento paz. Con el


mensaje aún resonando en su interior se dirigió a Heber y le
contó que sabía lo que le perturbaba, y que haría convenio de
permanecer junto a él.

De cualquier forma, aún con esa experiencia espiritual,


muchas veces se le hizo difícil a Vilate el vivir bajo las
condiciones de la poligamia. Un par de conmovedoras cartas
intercambiadas por los eternamente enamorados Heber y
Vilate mientras este estaba lejos en una misión, expresan
algunas de las congojas inherentes a un hogar polígamo.

Vilate escribió, “Nuestra buena amiga S (Sarah, la otra


esposa) está tal como siempre, y somos como una. Me dijiste que
te revelara todos mis sentimientos; pero si te dijera que a veces
me he sentido tentada y probada y que he pensado que mi
carga es más de lo que puedo soportar, solo te sería una fuente
de tristeza, y sabe el Señor que no deseo añadir ni una sola
pena a tu corazón, pues te aseguro Heber, que no te amo para
nada menos debido a lo que ha pasado, ni creo que tú me ames
menos a mí; por eso guardaré mis malos sentimientos para mí.”
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Biblioteca SUD
La respuesta de Heber llega al corazón. “Lloraría como un
niño,” le dijo, “si pudiera llegar a pensar que he sido el culpable
de causarte alguna pena. Comprendo que hayas tenido malos
sentimientos, pero yo oro constantemente por ti, ya que no has
estado fuera de mi mente más que algunos minutos desde que
te dejé en casa… cada vez que puedo me dirijo al bosque y
derramo a Dios mi alma en oración a fin de que me proteja y te
bendiga a ti, ya que tú eres mi más amada”

Al parecer, Vilate superó sus malos sentimientos. La misma


Lucy Walker, que también se selló a Heber luego de la muerte
de José Smith y dio a luz a 9 de sus hijos, admiraba a Vilate
como “una de las mujeres más nobles de la tierra”.

Lucy escribió, “Era muy querida por sus esposas e hijos, así
como por todos los que la conocieran de forma cercana… Era un
ángel ministrante para aquellos en penurias… nunca parecía
más feliz que cuando ayudaba a hacer felices a otros”.

Parece poco probable que en su hora de mayor


desesperación, Emma la esposa del Profeta se haya humillado
y buscado un testimonio de parte del Señor sobre la veracidad
del principio del matrimonio celestial. Por el contrario, toda la
evidencia sugiere que ella luchó contra la poligamia como
principio y práctica, con toda su fuerza.

Los encabezados del momento gritaban acusaciones sobre


los mormones y la poligamia. Algunos hacían referencia
específica a José y Emma. Por ejemplo, uno decía, “Emma
echada de casa por su esposo.” Otro declaraba “Reconciliación
de Emma con José, viaje por el río de Emma.”

Brigham Young, en un sermón dado en una Conferencia


General en Salt Lake City, Utah algunos años después,
denunciaba severamente a Emma: “Poco menos de seis meses
antes de la muerte de José, él llamó a Emma a un concilio

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Biblioteca SUD
secreto, y allí le dijo toda la verdad, y la desafió a negarla (la
poligamia) si podía. Le dijo que de allí en más, los juicios de Dios
le sobrevendrían si no se arrepentía.”

En una carta a William E. McLellan de Independence,


Missouri, Joseph F. Smith declaró, “…el matrimonio plural fue
introducido en la iglesia por José Smith. Emma lo sabía y peleó
contra dicho principio como una tigresa durante la vida de su
esposo el Profeta… hasta amenazó la vida de su esposo si éste
persistía en la práctica.”

Había sido criada como una metodista devota y sus


estándares de moral eran rígidos. El testimonio de Emma del
evangelio y su relación con el Señor debieron basarse en una
comprensión intelectual, más que en una base espiritual. Es
posible que ella no hubiera hecho el compromiso que José
había hecho, de entregarse totalmente a Dios sin importar el
requerimiento.

Lo que se requería de Emma, no difería mucho de lo que se


requirió de María la madre de Jesucristo. El arcángel Gabriel le
había hecho a María un anuncio alarmante, de que ella había
hallado favor a los ojos de Dios. “Y he aquí”, le declaró el ángel
sin preguntar la opinión de María, “concebirás en tu vientre y
darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.”

María, una joven de pensamientos claros le preguntó al


ángel: “¿Cómo será esto, porque que no conozco varón?”

Y Gabriel respondió con la misma resolución, “El Espíritu


Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será
llamado Hijo de Dios.”

Sin duda, María tendría sus propios sueños sobre el


romance. Tal vez tuviera algunas ideas preconcebidas sobre

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Biblioteca SUD
moralidad. Además, tal vez hubiese escuchado de los ancianos
sus especulaciones sobre la forma de realeza en que el Mesías
llegaría a la tierra. Sin duda María debió sentirse sorprendida y
avasallada por el enorme requerimiento que se le hacía. Sin
embargo, su apacible respuesta denota que, como agente libre,
ella se había encomendado totalmente a Dios. “He aquí la
sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.”

Emma también había recibido un mandamiento directo del


Señor, “…reciba mi sierva Emma Smith a todas las que han sido
dadas a mi siervo José…”

Se le había dicho además, “…si no quiere someterse a este


mandamiento será destruida…”

Si Emma hubiese sido capaz de confiar en el Señor, de


aceptar su voluntad con una fe perfecta, tal como lo hicieron
Lucy Walker y María de la antigüedad, el Señor habría hecho
con ella como con Lucy, María e incontables otros. Pero tal vez,
la mente inquieta de Emma no podía comprender la
reconfortante promesa que se le había hecho, “…y yo, el Señor
tu Dios, la bendeciré y la multiplicaré, y haré que su corazón se
regocije.”

Así que, ¿cuál fue la respuesta definitiva de Emma? Siendo


ella su propio agente, y aunque a veces puede haber suavizado
su postura durante períodos breves, su decisión final en
cuanto al matrimonio plural fue ¡JAMÁS, JAMÁS, JAMÁS!

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CAPÍTULO 14

La poligamia, de por sí un tema inflamable, no solamente


agitó a los mormones. También excitó al ultrajado público de
Illinois a tomar acciones violentas contra los mormones,
particularmente contra el José de Emma. El Profeta era visto
como un fanático religioso determinado a hacer gala de su
desviada moral delante de los buenos cristianos del estado.

Para finales de la primavera de 1844, el furor de los anti


mormones ya no conocía límites. Le temían al poder de José.
No solo estaba al mando de un pequeño ejército conocido como
La Legión de Nauvoo, sino que dirigía una iglesia de 20.000
miembros y era el alcalde de la ciudad. Concentrando el odio
de los sin ley y llevando los asuntos políticos aún más al límite,
José había consentido a ser un candidato activo para la
presidencia de los Estados Unidos.

Estos elementos se combinaron para desatar el caos la


semana del 23 de junio, cuando la ciudad de Nauvoo se
encontraba a la expectativa de una invasión desde el exterior,
tanto de parte de la milicia como de grupos independientes del
populacho.

Emma observó cómo los mormones, bajo ley marcial se


preparaban apresuradamente para defender la ciudad. Se
cavaron trincheras y se plantaron tiendas para hacer del área
un campamento militar. La región entera se encontraba en una
conmoción febril mientras la fabricación de artillería y armas
funcionaba a pleno. Entre tres y cuatro mil hermanos portaban
armas y se mantenían cerca de sus familias. Los recuerdos de
Far West, los populachos y el pánico oprimían cada corazón.

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Biblioteca SUD
Nauvoo era solo una de las muchas localidades preparadas
para un conflicto armado. Carthage mantenía sus tropas anti
mormonas en alerta, tal como Warsaw. Toda la región ardía de
actividad militar, lista para explotar al menor incidente.

En medio de todo ese preparativo para la batalla, llegó el


gobernador de Illinois, Thomas Ford, cuyos suaves modales
parecían incongruentes en comparación con los rústicos
hombres de la frontera con los que tenía que tratar. Ford no
había buscado su nominación democrática en 1842, sino que
le cayó encima al morir el candidato oficial. Como ex juez de la
suprema corte, Ford parecía determinado a sostener la ley.

Escribiendo desde el juzgado de Carthage a 18 millas de


Nauvoo, Ford exigió que José Smith se sometiera al arresto
bajo el cargo de destruir la imprenta del periódico anti mormón
“Nauvoo Expositor”. José Smith, actuando como alcalde, había
llevado al consejo de la ciudad a condenar al Expositor como
una “afrenta pública” y había ordenado su destrucción.
Desafortunadamente, el destruir una imprenta en un estado
cuyo gobernador estaba imbuido con un ardiente espíritu de la
libertad de prensa, le atrajo a José animosidad adicional tanto
de las autoridades del condado como de las estatales.

José Smith intentó disuadir por carta al gobernador, de


forzarlo a cabalgar hasta el juzgado del condado. Habían
ocurrido tantos atentados contra la vida del Profeta, que este
sentía una genuina inseguridad al dejar el entorno
relativamente seguro de Nauvoo. El gobernador de todos
modos, le respondió con renovadas demandas que José se
presentara inmediatamente o enfrentara las consecuencias.

“Temo en gran manera que su ciudad sea destruida”, dijo


Ford, “…y mucha de su gente exterminada… El asunto, me
temo, podría cobrar un carácter revolucionario, y los hombres
podrían tener en poco la autoridad de sus oficiales.”
79
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Sin duda, lo que el gobernador implicaba, era que podía
vislumbrar la asunción del populacho, y que él no estaba
seguro de poder convocar fuerza suficiente para evitarlo.

Pero José sintió la inspiración de que si abandonaba el


estado aún como fugitivo de la justicia, probablemente el
gobernador no exigiría su extradición. Parece no haber duda de
que Ford quería a los mormones, especialmente a sus líderes
fuera de su estado. José estaba seguro de que los espinosos
asuntos, no solo de la destrucción de la imprenta, sino de la
constitución de la ciudad, la Legión de Nauvoo y una miríada
de otros asuntos, habrían llevado al gobernador a pensar que
todo el dilema se resolvería mejor mudando al Profeta mormón
lejos del estado. De hecho, el gobernador Ford admitió más
tarde que aun cuando estuvo considerando varias opciones,
pensaba que la expulsión habría sido la mejor solución.

Sintiendo la forma de pensar de Ford, José, Hyrum y un


pequeño grupo de hombres de la iglesia se reunieron en un
cuarto superior de La Mansión de Nauvoo, tarde en la noche
del 22 de junio, para implementar un plan de escape hacia el
oeste. La idea de partir hacia el oeste había estado presente en
las reuniones de los oficiales dela iglesia durante los últimos
meses. De cualquier forma, aquellos planes se centraban en un
éxodo masivo del cuerpo principal de los santos hacia el vasto
e inhóspito desierto de California. Esa noche, el plan era para
que José y su hermano, además de un pequeño grupo de
seguidores partieran hacia el oeste.

La idea tenía mucho de encomiable. Nadie perseguiría al


Profeta en las vastas montañas rocosas.

Al aproximarse la medianoche, José preparó un mensaje


para el gobernador, expresando sus preocupaciones y en
esencia explicando por qué no podía consentir a un encuentro
en Carthage. “No nos atrevemos a ir aunque su excelencia nos
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Biblioteca SUD
prometa protección. Al mismo tiempo usted ha expresado su
preocupación, preocupación de no poder controlar al populacho,
en cuyo caso quedaremos a merced de la misericordia de
aquellos que no tienen ninguna. Señor, no nos atrevemos a ir,
porque nuestras vidas estarían en peligro… Señor, no debe
culparnos, ya que un niño quemado le teme al fuego.”

Con toda su confianza en sí mismo y en la lealtad de


aquellos que le rodeaban, José Smith era un ser
completamente humano. Había sido perseguido desde que a la
edad de 14 años, le había expresado al clero pagado de
Palmyra que había tenido una visión, y que había visto a Dios
el Padre y a Su Hijo Jesucristo. Ahora expresaba su miedo, y el
miedo no era infundado. ¿Cuántas veces puede ser un hombre
cazado como un animal salvaje sin quebrarse bajo la presión
del miedo?

José buscaba seguridad. Bajó de aquel dormitorio con sus


planes formulados. Con la nitidez de la decisión en su voz
mientras bajaba apresuradamente las escaleras dijo: “Todo lo
que quieren es a Hyrum y a mí; díganle a todos que continúen
con sus asuntos y no se junten en grupos. Sin duda vendrán
buscando por nosotros. Déjenlos buscar; no los lastimarán ni en
persona ni en propiedad, ni aún un cabello de vuestras cabezas.
Nosotros cruzaremos el río esta noche para irnos al oeste.”

Habiendo tomado la decisión de irse al oeste, José les indicó


a los hermanos restantes que colocaran a su familia, la de
Hyrum y todas sus posesiones en el vapor “Maid of Iowa”. El
grupo bajaría por el Mississippi hasta el río Ohio, luego
seguiría el Ohio hasta Cincinnati, donde estarían seguros. A
partir de allí, se harían arreglos para su bienestar.

Con esos movimientos decididos, José, Hyrum, el corpulento


Dr. Willard Richards y el feroz luchador Orrin Porter Rockwell
salieron hacia la noche, en una oscuridad tan densa que
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Biblioteca SUD
apenas podían verse entre sí hasta un agujereado botecito a la
orilla del río.

Es poco probable que Emma haya hablado con José antes


de que este saliera a cruzar el río y escapar. Probablemente
estuviera bien dormida.

Por la mañana sostenía solamente una nota garabateada


por la mano de José. Había sido enviada a través del río y
entregada por el fiel Porter Rockwell. De esa nota se deduce
que Emma no estaba enterada de la partida de último minuto
hacia la seguridad de José y los otros.

La nota decía: “No desesperes. Si alguna vez Dios abre una


puerta posible para mí, te veré de nuevo. No sé a dónde iré o lo
que haré… Que el Dios todopoderoso de bendiga a ti y a los
niños, a mi madre y amigos. Mi corazón no sangra más por el
momento. Si decidieras irte a Kirtland, a Cincinnati o a cualquier
otro lugar…”

Y finalizaba encargándole que se ocupara de algunos


asuntos urgentes.

Puede haber sido que Emma le hubiera dicho antes a José


de sus deseos de regresar al este antes de permanecer en
Nauvoo o, peor aún viajar al oeste hacia territorio desconocido.
Emma debió sentir aborrecible la vida de frontera a la que
estuvo sujeta en Missouri; lo cual explicaría la referencia a
Kirtland o Cincinnati.

Luego de recibir la nota el domingo 23 de junio de 1844 de


mañana, Emma tuvo tiempo para pensar. El no haber estado
al tanto de los apresurados planes de José, debió haberla
irritado.

Debe haber conocido tanto sobre la actitud de los hermanos


en Nauvoo ese día como algunas de las otras hermanas, que
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Biblioteca SUD
registraron los eventos en sus diarios personales. Por toda la
ciudad, sus amigas estaban profundamente consternadas
porque según su manera de razonar, el Profeta les había
abandonado en una hora de gran tensión preparativos
militares.

Vilate Kimball, la esposa del apóstol Heber C. Kimball


escribió en una carta a su esposo sobre su preocupación de
que el Profeta hubiera abandonado a los hermanos. “Ayer
durante la mañana (a pesar de ser domingo), José huyó y dejó
dicho a los hermanos que mantuvieran sus armas y se
defendieran lo mejor que pudieran. Algunos fueron severamente
probados en su fe al pensar que José los había abandonado en
su hora de mayor peligro… Yo aún no he temido ni había
sucumbido mi corazón hasta ayer, cuando escuché noticias de
que José había mandado decir que su familia le siguiera, y que
la familia del hermano Whitney estaba empacando, sabiendo
tan solo que debían partir, ya que él pertenece al consejo de la
ciudad. Por un rato me sentí sumamente triste, pero no dejé que
nadie lo notase ni derramé alguna lágrima.”

En algún momento de ese domingo llegaron mensajeros a la


mansión a pedir caballos de los establos de los Smith para
José y Hyrum. Sin embargo fueron rechazados.

Emma pudo haber tenido una premonición, o si estar


enterada de que los hombres llegarían a llevarse los caballos.
Es obvio que estaba decidida a coartar los planes de huida de
José, ya que había trancado las puertas de los establos y se
rehusó a los hombres se llevaran los animales. Años después,
reflexionando en aquel momento en que Emma rehusó de
plano que José se llevara los caballos, Wilford Woodruff fue
citado diciendo que si Brigham Young hubiese estado en el
establo ese día, (estaba en una misión especial en el este)
“habría hecho astillas las puertas y llevado a José los caballos.”

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Biblioteca SUD
No existe registro o certeza de lo que pensaba José mientras
esperaba en el lado de Iowa del río por los caballos que le
llevarían al oeste. Pero Emma parece justificada en su
preocupación de que su esposo hubiera partido en lo que
parecía ser un abandono de los santos. Seguramente se
hallaba dividida entre su preocupación por José y su asombro
al ver que éste pusiera su propia seguridad primero.

La intranquilidad de Emma concerniente a su familia, o


quizá por la pérdida de su reputación pueden haberla
provocado a escribirle una carta a José y enviársela mediante
Porter Rockwell y Reynolds Calhoon. El tenor de la carta era
severo, no dejando duda en la mente de su esposo de que
Emma estaba sorprendida y decepcionada por sus acciones.

Por lo que se recuerda de aquella carta, Emma manifestó


que había algunos entre los santos que creían que José era un
cobarde. Aparentemente ella le pidió que regresara y se
entregara al gobernador Ford en Carthage.

Otros reportes indican que la carta de Emma de hecho le


ordenaba a José que regresara y se rindiera. Se reporta que el
abrumado José, que preveía el desenlace, se volvió resignado
hacia su hermano Hyrum y le preguntó lo que debían hacer, si
continuar al oeste o regresar a Nauvoo.

En voz baja y de forma pensativa Hyrum replicó,


“Regresemos y entreguémonos.”

Verdaderamente un Profeta, José protestó, “Seremos


linchados”.

“El Señor está en esto”, respondió Hyrum. “Si vivimos o


morimos nos reconciliaremos con nuestro destino.”

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Biblioteca SUD
Sobrecargado por su presentimiento y lastimado por el
rechazo de sus seguidores, José dijo sombríamente: “Si mi vida
no tiene valor para mis amigos, ningún valor tiene para mí.”

Es interesante notar que en una entrevista más de 10 años


después, Emma tuviera esto que decir sobre el abortivo plan de
José de irse al oeste: “El… dejó la casa con la intención de no
regresar hasta que la iglesia se hubiera purificado y limpiado
profundamente; pero sus perseguidores creaban problemas en
ese momento, y su ausencia causó que algunos de los hermanos
dijesen que había huido, y lo llamaron cobarde.”

Algunos años después Joseph F. Smith, hijo de Hyrum y


sobrino del Profeta concluyó: “No nos olvidemos de la influencia
con que se recargó a José Smith la cual lo persuadió a
entregarse a sus enemigos, ni los resultados de haberlo hecho.
El Espíritu de Dios se lo advirtió tal como lo hizo con el
Presidente Taylor y sus hermanos, de mantenerse fuera del
camino de sus enemigos, y él lo habría escuchado, pero el
sonido de las cabras balando en medio de las ovejas le acusó de
COBARDÍA, de MIEDO de enfrentarse al tribunal que le
esperaba, de huir del rebaño como el falso pastor, cuando el
peligro se aproximaba y se acercaba el lobo, y le DESAFIARON a
regresar (porque ya había salido hacia el oeste para mantenerse
lejos de sus enemigos) y a enfrentar al enemigo.”

Para la tarde del día de reposo, José estaba de regreso en la


Mansión. Vilate Kimball reflejó las emociones de los santos de
Nauvoo en las siguientes palabras que escribió a su esposo
ausente, “Sentí confianza en el Señor y en que él nos
preservaría de los atropellos de nuestros enemigos.
Esperábamos a miles de ellos llegaran hoy, pero ayer antes del
anochecer las cosas cobraron un aspecto diferente; José regresó
y se entregó para el juicio.”

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Biblioteca SUD
Cuando José estuvo de regreso en su mansión y con Emma,
sintió la impresión de hablarles a los santos desde el sitio del
templo. Sin duda sentía la necesidad de proporcionarles
confianza a aquellos que habían sentido que abandonó al
rebaño, y le pidió a Porter Rockwell que diese la señal para
reunir a los santos. Sin embargo a último momento José
cambió de parecer y decidió pasar con su familia la noche
previa a su rendición.

Las conversaciones entre José y Emma en esa noche no


están disponibles. Seguramente su charla se centró en asuntos
de la familia. Pero sin importar el tono o grado de
preocupación, Emma aparentemente pensaba que la vida de
José no corría peligro.

A la mañana siguiente, es obvio a partir del relato de Edwin


Ruston que Emma parecía muy confiada en que el gobernador
protegería al Profeta. Ruston escribió conmovedoramente sobre
el momento en que José y Hyrum salieron de la Mansión y se
unieron a los jinetes que acompañarían a los dos hermanos
durante el viaje de 18 millas hasta Carthage para presentarse
ante el gobernador. José se detuvo en la puerta de la Mansión,
dijo Ruston, y el Profeta suplicó tres veces, “Emma, ¿puedes
enseñar a tus hijos a caminar sobre las huellas de su padre?”

Aparentemente insensible ante ese patético ruego, Emma


respondió la pregunta cada vez con las mismas palabras
ligeramente burlonas: “Ay José, vas a regresar.”

Ella parecía vivir la crisis con el mismo optimismo que había


tenido Hyrum. La certeza de que los hombres regresarían a
Nauvoo. José sin embargo, sentía la premonición de que no
vería a su familia de nuevo una vez que entrara en Carthage.

Varias horas después, Emma observó al grupo de regreso.


Habían cabalgado en grupo durante 8 millas, pero entonces

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Biblioteca SUD
José les explicó que el gobernador había exigido que la Legión
de Nauvoo entregara todas las armas controladas por el estado.
José parecía ansioso de cumplir con cualquier requerimiento
que le concediera tiempo para permanecer con su familia.

Preparándose para salir nuevamente a eso de las 6:00pm,


José intentó convencer a Emma de que fuera con él a
Carthage. Tal vez sentía que las posibilidades de preservar su
vida fueran mayores si hubiera una mujer presente. Sin
embargo Emma, embarazada de 5 meses se detuvo en la
entrada y se excusó de ir, argumentando que podía enfermar
de fiebre si lo hacía. Él le suplicó que igualmente fuera a pesar
del riesgo.

John Taylor y su esposa Leonora escucharon a Emma


declinar la invitación. “Simplemente ella sentía que no podía
salir”. Leonora Taylor escribió que el Profeta se dio media
vuelta diciendo, “Está bien, si no me cuelgan, no me importa
como muera.”

Montando su caballo por último, José se dirigió a Emma con


una tristeza que ha atravesado los corazones a través de los
años: “Voy como cordero al matadero, pero si mi muerte expía
alguna falta que haya cometido durante mi vida, estoy
dispuesto a morir.”

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CAPÍTULO 15

Durante los siguientes tres días, la ciudad de Nauvoo esperó


noticias desde Carthage con el reporte diario que llegaba a
Emma y los santos.

El 25 de junio, José le envió una carta desde el hotel


Hamilton en Carthage, donde se había reunido con el
gobernador Ford. En la carta, le aseguró a Emma que todo
resultaría bien principalmente debido al carácter amistoso del
gobernador. El escribió: “Querida Emma, tuve una entrevista
con el gobernador Ford y nos trató de manera honorable. Hyrum
y yo, hemos sido arrestados bajo el cargo de `traición´ por haber
convocado a la Legión de Nauvoo; pero cuando la verdad salga
a luz no tendremos nada que temer. Nos sentimos calmos y
serenos.”

“Esta mañana el gobernador Ford nos presentó a Hyrum y a


mí frente a la milicia de manera muy apropiada, como el General
José Smith, y el General Hyrum Smith. Hubo un poco de
amotinamiento entre los Carthage Greys, (tropas locales), pero
creo que el gobernador logrará hacer cumplir la ley. Espero que
la gente de Nauvoo continúe pacífica y en oración.”

“El gobernador Ford ha decidido enviar algo de su milicia a


Nauvoo para proteger a los ciudadanos, y espero que se les trate
amablemente. Ellos cooperarán con la policía en mantener el
orden. Las órdenes del gobernador se leerán frente a la policía y
los oficiales de la legión, creo yo.”

“Las tres en punto, el gobernador acaba de decidir marchar


con su ejército a Nauvoo, y yo iré con él. Se permitirá fianza a
tantos prisioneros como sea posible. Tuyo, como siempre, José
Smith.”

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Biblioteca SUD
La carta se parece más a un comunicado oficial que a la
tierna correspondencia de un amoroso esposo a una esposa
ansiosa. De cualquier forma, la noticia de que José regresaba a
Nauvoo bajo la protección del que sin duda debió parecerle a
Emma un gobernador considerado, debe haber aumentado sus
esperanzas de que todo el sórdido asunto se resolvería con
algún tipo de intercambio político. Las negociaciones sin duda
ocuparían el tiempo de su esposo, pero tal vez no pasara de
eso. Una y otra vez, situaciones de este tipo habían sido
subsanadas sin daño alguno para José. ¿Por qué no sería así
esta vez?

Puede parecer extraño el que José le encargase a Emma el


que la gente hiciera tal o cual cosa, pero uno necesita
comprender que Emma también tenía gran influencia sobre los
ciudadanos de Nauvoo. Ella aún estaba al frente de la Sociedad
de Socorro Femenina; además, meramente con su ejemplo,
podía llevar a la gente a permanecer calmada.

Mientras José estaba preso en Carthage, los pensamientos


de Emma debieron recorrer mil caminos diferentes. Por
momentos se volvía introspectiva, intentando fehacientemente
discernir sus sentimientos, su papel, su futuro.

En una de esas instancias, le mandó decir a José que


deseaba una bendición de su mano. Pero como se encontraba
en prisión, jamás a solas, distraído completamente por su
precaria situación, José comprendió que no podría darle una
bendición apropiada, especialmente a su amada Emma. Así
que José envió al mensajero de vuelta, diciéndole que ella
escribiera la mejor bendición que pudiera desear, y que su
regreso él la firmaría.

Las bendiciones que Emma escribió demuestran


interesantes vetas de su carácter. Cuán profundamente
deseaba ella ser lo suficientemente fuerte para superar aquello
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Biblioteca SUD
que se le requiriese. Cuánto apreciaba ella la sabiduría, el
discernimiento y la habilidad para comprender las revelaciones
de Dios sin dudar.

“Primero que nada”, escribió Emma, “desearía como la


bendición más rica del cielo, que mi Padre Celestial me
concediera sabiduría diariamente, para que cualquier cosa que
haga o diga, no deba mirarla al final del día con remordimiento,
y para no rehusar cualquier acción que me brindara una
bendición. Deseo el espíritu de Dios para conocerme y
entenderme a mí misma, a fin de ser capaz de vencer cualquier
tradición o naturaleza que no me conduzca hacia mi exaltación
en los mundos eternos. Deseo una mente activa y fructífera para
poder comprender los designios de Dios cuando sean revelados
mediante Sus siervos sin dudar. Deseo el espíritu del
discernimiento, que es una de las bendiciones prometidas del
Espíritu Santo.”

“Deseo particularmente sabiduría para criar a todos los hijos


que han sido y serán puestos a mi cargo, de forma que leguen a
ser ornamentos útiles del reino de Dios, y en un día futuro me
levanten y me llamen bienaventurada.”

“Deseo prudencia, para que mediante la ambición no abuse


de mi cuerpo haciéndolo envejecer prematuramente y
desgastarse, sino que pueda tener un semblante alegre, vivir
para llevar a cabo toda obra que convine realizar en el mundo
espiritual, y ser una bendición para todo aquel que requiera algo
de mi mano.”

“Deseo con todo mi corazón honrar y respetar a mi esposo


como mi cabecera, siempre viviendo bajo su confianza, y
actuando en unidad con él, retener el lugar que Dios me ha dado
a su lado, y le pido a mi Padre celestial que mediante la
humildad, pueda llegar a vencer la maldición pronunciada sobre
las hijas de Eva. Deseo regocijarme con ellas en las bendiciones
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Biblioteca SUD
que Dios tiene reservadas para todos aquellos que están
dispuestos a obedecer sus requerimientos. Finalmente deseo
que, cualquiera sea mi suerte en la vida, pueda ser capaz de
reconocer la mano de Dios en todas las cosas.”

Estos deseos de mi corazón fueron inspirados por José, quien


me mandó decir *** que no tenía tiempo de escribir como
desearía, pero que yo podría escribir la mejor bendición en que
pudiera pensar y que él firmaría la misma a su regreso.”

Ella nunca le envió la bendición a José. Años más tarde,


esta fue encontrada entre los papeles de la chimenea, doblada
y gastada en los pliegues, preservada para ser leída por ésta y
futuras generaciones.

El gobernador llegó a Nauvoo al mediodía del27 de junio,


pero sin José ni Hyrum. Ford explicó que lo había pensado
mejor sobre traer a los Smith con él, porque había sido
advertido de que podría ser demasiado peligroso.
Inmediatamente a su llegada, el gobernador dio un discurso
áspero en el que les advirtió a los mormones que su ciudad
había cometido un “terrible crimen” al destruir el Expositor, y
que estaba “poniendo a la ciudad bajo ley marcial, y que una
severa expiación debía llevarse a cabo.”

Enfatizó sus comentarios advirtiendo que “Cualquier otro


mal comportamiento de parte de los ciudadanos, y la antorcha
que ya estaba encendida, se dejará caer y la ciudad será
reducida a cenizas”.

Solo podemos imaginar las oleadas de temor que recorrían a


Emma, considerando las sombrías posibilidades.

Seguramente conocía lo suficiente de la brutalidad del


populacho como para saber que su esposo, sin la protección
del gobernador, estaría en gran peligro en Carthage.

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Emma debe haber repasado una y otra vez la
desesperanzadora posdata de una carta que José le había
escrito apresuradamente a las 8:20 de esa mañana: “P.D,
Querida Emma, estoy bastante resignado a mi suerte, sabiendo
que estoy justificado y he obrado lo mejor que he podido. Dales
mi amor a los niños y a todos mis amigos, al Sr.Brewer y a todo
el que pregunte por mí; en cuanto al cargo de traición, no pueden
probar ni la apariencia de nada por el estilo. Por lo que no debes
temer que algo nos suceda en ese respecto.

Que Dios los bendiga a todos, Amén. José Smith”

Esa fue la última correspondencia que Emma recibiría de


José. Se acercaba la noche pero los ciudadanos de Nauvoo
permanecían alertas, preocupados por el bienestar de su
Profeta. Aparentemente, Emma estuvo despierta gran parte de
la noche esperando cualquier pequeña información que
pudiera llegar de Carthage.

Emma no debe haber encontrado consuelo en las palabras


de despedida de José. De hecho, podemos imaginar las
plegarias de él resonando aún en su mente. “Emma, ¿puedes
enseñar a tus hijos a caminar sobre las huellas de su padre?”

Poco después de la medianoche la calma fue rota por la voz


chillona de Orrin Porter Rockwell en la entrada, “¡Los mataron!
¡Han matado a José y a Hyrum!”

¿Quién puede dejar de pensar en la angustia que le


sobrevino a Emma? Seguramente docenas de pensamientos
surgieron y atravesaron por su mente, momentos tiernos,
terribles privaciones, recriminaciones, momentos de unidad,
separaciones, angustias, gozo en sus niños, miedos, amenazas
furiosas, anhelos eternos.

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El joven José, hijo mayor de José Smith recordó la llegada a
su casa del sobrino de Emma, el hijo de su hermana Elizabeth,
Lorenzo Wasson, que llegó a la mansión en aquella sombría
hora cubierto del polvo de un largo viaje. Se había apresurado
para confirmar a la familia la noticia de las muertes de José y
Hyrum.

Ya es bastante duro el perder a un ser amado cuando la


relación ha sido serena y el que se queda no experimenta el
pesar del arrepentimiento por sus hechos o palabras. Pero la
relación entre José y Emma, rara vez era serena, por lo que su
pérdida debió ser mucho más difícil. Cuán amargamente debió
asaltarla su conciencia, acusándola de cada palabra de queja,
desconfianza o celos que ella le hubiera lanzado a José. Ahora
él se había ido.

Ya no volvería a entrar corriendo a la casa trayendo consigo


un aura de alegría, de la plenitud de la vida. No volvería nunca
a luchar con sus pequeños, fingiendo ser vencido en medio de
sus risas triunfantes. Ya no volvería a poner sus manos sobre
las de ella reafirmándola, fortaleciéndola, instándola a alcanzar
mayores alturas.

Durante toda su vida de casada había temido este momento,


pero no había preparación posible para tan terrible sentimiento
de pérdida.

Para el amanecer, una multitud de cientos atestaba las


calles esperando la llegada de los cuerpos de José y Hyrum.
José III describió aquella vigilia al amanecer: “Recuerdo las
horas en que la familia se recluyó para estar a solas, la pompa y
lo sombrío de aquel día, esperando que los cuerpos fueran
traídos a casa.”

Un hombre de Palmyra llamado Richmond, entonces


huésped de la mansión, registró la terrible amargura de Emma.

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Biblioteca SUD
Él la encontró sentada en una silla, en un cuarto pequeño,
gritando amargamente a grandes voces: “¿Por qué oh Dios soy
afligida de esta manera? ¿Por qué soy una viuda, y mis hijos
huérfanos? Tu sabes que siempre he confiado en tu ley.”

Cuando un visitante intentó consolarla asegurándole que su


aflicción le sería una corona de vida, ella exclamó: “Mi esposo
era mi corona, por él y por mis hijos he sufrido la pérdida de
todas las cosas, y ¿por qué, oh Dios estoy abandonada y mi
corazón atravesado por esta horrible angustia?”

Por toda la mansión, Richmond encontró a la familia


superada por la tristeza. Los niños más grandes se
arrodillaban abrazando a los más pequeños, que se
encontraban tirados en el suelo, todos mezclando su llanto en
un grito de desesperación.

Un poco más lejos, en la casa de Hyrum, el fiel hermano que


nunca dejó de estar junto al Profeta, su paciente esposa Mary
había reunido a los niños en el living. Cada uno deseaba
abrazo consolador de Mary, por lo que se amontonaban unos
sobre otros, gimiendo y llorando. En los hogares de ambos
mártires, se permitió a algunos allegados acercarse a ofrecer
palabras de consuelo y acompañar a las desconsoladas
familias.

También en la casa de Agnes Smith, la viuda de Don Carlos,


también hermano del Profeta asesinado, se desarrollaba otra
escena de tristeza. Lucy Walker, una joven esposa de José se
había mudado a casa de Agnes tiempo atrás y había llegado a
querer a Agnes como a una hermana. En su diario, Lucy
registró: “Nos habíamos acostado recién en la noche del 27 de
junio, cuando llamaron fuertemente a la puerta del frente.
Noticias, grité, y volé escaleras abajo. Un mensajero dijo en voz
baja que José y Hyrum habían sido asesinados. Quedé como
paralizada de terror, sin tener el poder de hablar o moverme.
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Agnes preguntó cuáles eran las noticias y al no recibir
respuesta, bajó a enterarse de la horrible verdad. Cuando
finalmente regresamos a nuestro dormitorio, habiéndonos
arrodillado le entregamos la angustia de nuestra alma a ese
Dios que sostiene en sus manos el destino de todos sus hijos.”

Temprano a la mañana del 28, un pequeño cortejo desde


Carthage avanzaba lentamente hacia la Mansión desde el
borde de la ciudad. El sol del mediodía brillaba sobre los
cientos de ciudadanos que caminaban detrás de los carros que
llevaban los cuerpos de Hyrum y José. Conduciendo el vagón
que iba adelante estaba el hermano menor del Profeta, Samuel
Smith, mostrando en su transpirado rostro las marcas del
agotamiento. Detrás de él se encontraba el cuerpo de José
cubierto con tres ramas y un abrigo de búfalo para protegerlo
del sol y las moscas.

Cada vez más santos se unían al cortejo para llorar la


muerte de alguien tan querido. Gente de las regiones
circunvecinas seguidora del Profeta continuaba llegando.

“Entre ellos… había muchos nuevos conversos de Irlanda y


Gales, quienes comenzaron con un tenue lamento, que se
incrementó hasta convertirse en un llanto como jamás había
sido oído hasta entonces en esta parte del nuevo mundo”,
escribió la historiadora Donna Hill.

“Cuando los cuerpos de José Y Hyrum llegaron a la mansión,


las puertas se cerraron inmediatamente. Se le dijo a la gente que
regresara tranquilamente a casa, y que los cuerpos serían
exhibidos a las 8:00 de la mañana al día siguiente.”

Fue entonces que el Doctor Willard Richards, que había


presenciado los disparos a los hermanos Smith en la prisión de
Carthage, se paró sobre una plataforma de la parcialmente
completada mansión de la calle Water y habló a los santos. Los

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Biblioteca SUD
miles que se hallaban reunidos lo escucharon detallar la
escena de muerte. Habló el tiempo suficiente como para calmar
a los santos reunidos, amargados por el trágico hecho.
Indudablemente su voz llegó hasta las ventanas de la mansión
donde Emma y sus hijos junto a la familia de Hyrum y Lucy
Mack Smith esperaban en duelo durante las horas necesarias
para preparar los cuerpos para su exhibición.

Abajo, mientras Emma permanecía en el dormitorio, tres


hermanos limpiaron y lavaron los cuerpos. Examinaron las
heridas mientras realizaban la terrible tarea de limpiar los
restos de sangre. José había sido herido a la altura del pecho
bajo el corazón y también en el estómago del lado derecho. Los
hermanos también notaron un orificio de salida debajo de su
omóplato derecho. Mientas limpiaban, rellenaron las heridas
de ambos cuerpos con algodón empapado en alcanfor.
Finalmente vistieron a los hermanos con camisas de algodón,
pantalón, medias y pañuelos blancos y los pusieron sobre
sábanas blancas. Cuando los cuerpos fueron colocados en el
living, estos tres hermanos llamaron a las viudas y familiares.

Richmond, el visitante de Palmyra presenció la horrible


escena. Escuchó el llanto de 10.000 personas que llegaba del
exterior, sintió el pesar del pueblo y lo describió como
“verdaderamente terrible”.

“Al abrirse la puerta”, dijo, “entró la esposa del Profeta con


dos asistentes. Avanzó unos pasos hacia donde se encontraba
el cuerpo de Hyrum, se desvaneció y cayó al suelo. Sus amigos
la levantaron y le dieron agua, pero se desmayó nuevamente y
fue llevada afuera sin sentido… Seis veces intentó ver los
cuerpos, y las seis fue sacada en brazos de sus asistentes.”

Dimmick B. Huntington, uno de sus acompañantes relató


también sus impresiones de ese momento, recordando que
sostuvo su sombrero de ala ancha frente al rostro de Emma
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cuando ella entró al cuarto, tapándole la vista del cuerpo de
José hasta que ella estuvo junto al mismo. El escribió: “Al ver
el cuerpo de su esposo ella gritó, y cayendo sobre el rostro de
José lo besó, llamándolo por su nombre y pidiéndole que le
hablase una vez más.” Entonces Emma, de acuerdo con
Huntington le dirigió a su esposo muerto esta patética e
interesante plegaria: Le imploró a José que la perdonara.

Por supuesto que era un momento terrible, y seguramente


Emma sentía que le había fallado a José al negarse a ir con él
a Carthage. Pero están aquellos que creen que Emma se sentía
culpable por mucho más que eso. Ella le había enviado la nota
instándolo a regresar de su intento de huir al oeste, y lo había
combatido día y noche sobre el asunto del matrimonio plural.
Un montón de equivocaciones pueden haberle provocado esas
palabras mientras contemplaba el cuerpo rígido de su esposo
que yacía ante ella.

Sin importar cuanto le pesara en la mente, Emma no


recibiría el perdón de labios del Profeta muerto, y esto debió
haber tenido un profundo efecto en sus acciones futuras.

Una cosa parece cierta ante todo. Sin importar la culpa que
Emma haya podido sentir por errores de juicio cometidos que
hubieran afectado a su esposo, nadie duda de su sincero amor
por José.

Contrastando con el momento de desesperación de Emma,


estuvo la reacción de Mary. Habiendo entrado al cuarto al
mismo tiempo que Emma, “Mary manifestó calma y compostura
en medio de la terrible escena.” Mary Smith tendría el poder y
la convicción para permanecer firme en la causa por la cual su
esposo el patriarca había muerto. Serían su hijo y su nieto los
que llegarían a convertirte un día en profetas. Su progenie
llenaría los puestos de liderazgo en la iglesia a lo largo del

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Biblioteca SUD
siguiente siglo. Su dedicada influencia pondría los cimientos
que solidificarían el compromiso de su familia con su destino.

Siguiendo a las viudas llegó el resto de los miembros de la


familia a ver los cuerpos. “Los niños del Profeta y el patriarca
martirizados fueron admitidos para ver los cuerpos, siguiendo
una escena que no admite descripción, totalmente
descorazonadora. Se permitió también a amigos y parientes
visitar los cuerpos esa tarde.

Al día siguiente, una multitud estimada de entre 8.000 y


9.000 personas pasó a ver los cuerpos en exhibición. Luego, los
encargados de los arreglos funerarios quitaron los cuerpos de
sus cajones de roble y los llenaron con bolsas de arena para
simular el peso de los cuerpos. Los cajones llenos de arena se
enviaron al cementerio para un funeral y entierro falsos, ya
que entre los santos prevalecía el temor muy real de que los
enemigos del Profeta desenterrarían sus restos para
profanarlos.

A fin de evitar cualquier molestia a los cuerpos, un grupo de


hombres que incluía una guardia armada entró al pequeño
dormitorio en la parte de atrás de la mansión, cargó los cajones
y los llevó rápidamente a través del jardín, alrededor de la
bomba de agua y hasta el sótano sin terminar del mesón de
Nauvoo.

Entonces, al otro lado de la calle de la mansión de Emma en


la oscuridad de la medianoche, se enterraron los cuerpos de
José y Hyrum. Luego de cubrir los ataúdes con tierra, los
hombres suavizaron el terreno y esparcieron aserrín y astillas
para ocultar el sitio. Más tarde esa noche, una tormenta
imprevista acompañada de truenos y relámpagos desvaneció
cualquier rastro de las recién excavadas tumbas.

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 16

Con el sonido de la tierra cayendo sobre los ataúdes de los


hermanos martirizados, la calma había regresado a Nauvoo.
José había estado en lo cierto. Al menos por el momento, los
populachos solo habían querido su sangre y no la de los
santos.

Para mediados de Julio de 1844, Emma había recobrado lo


suficiente de su compostura usual como para viajar en
carruaje al juzgado de Carthage a fin de realizar algunas
transacciones que veía urgentes sobre asuntos de propiedad.
Llevó con ella a dos abogados Woods y Wasson.

Emma puede haber desfallecido cuando vio por primera vez


el cuerpo vestido en algodón de su esposo fallecido, pero llevó
sus agallas consigo cuando llegó a Carthage para asegurarse
de que recibiría lo que había determinado que le correspondía
justamente. Sus ojos negros y brillantes se habían
entrecerrado, y las líneas de su boca eran serias y firmes. Un
aura de amargura caía como un velo sobre su forma vestida de
negro.

En los siete días posteriores al martirio, Emma se encontró


con que enfrentaba serias dificultades económicas.

Un desacuerdo financiero entre Emma y la iglesia había


comenzado el 2 de julio de 1844, cuando William Clayton la
llamó para ofrecerle sus condolencias. La encontró muy
alterada. Más que de luto estaba muy agitada, ya que su
suegra estaba preocupada por la propiedad de la iglesia que se
encontraba a nombre del Profeta.

99
Biblioteca SUD
Clayton registró en su diario que le dijo a Emma en ese
momento, “Existe un peligro considerable si la familia comienza
a pelear sobre la propiedad, de que los acreedores de José
Smith se adelanten y utilicen toda la propiedad existente. Si
permanecen tranquilos, existirá propiedad suficiente para pagar
todas las deudas y aún para muchos otros usos.”

Es evidente que Emma estaba dudosa, ya que le pidió al


abogado personal de José, un hombre llamado Woods que se
reuniera con Clayton, lo cual hicieron en casa de ella no más
de dos días después. Clayton expresó en la reunión, que la
situación financiera se veía tenebrosa para Emma ya que
aunque la mayoría de las propiedades se hallaban a nombre de
José como apoderado legal de la iglesia, parecía que la mayoría
de sus deudas eran consideradas personales.

El 7 de julio, Clayton fue designado por los líderes restantes


como el apoderado temporal hasta que los Doce Apóstoles
regresaran, pero Emma objetó. Quería que se designara un
apoderado en forma permanente, y aún más, insistía en que
fuera alguien de su aprobación. Si ella no lo aprobaba, declaró
que le causaría todo el daño posible a la iglesia reteniendo toda
la propiedad que ya estuviera a su nombre.

Al avanzar las negociaciones, una diferencia de conceptos


básica surgió, que probó ser la cuña que finalmente abriría la
grieta entre Emma y los líderes en los que su esposo había
confiado.

La diferencia era simple. Los hermanos querían mantener


todos los negocios muy en privado, a menudo excluyendo a
Emma aunque los asuntos en discusión le concernieran
directamente. Per Emma era una persona directa y frontal, y
quería que todo se hiciera público. En su ira criticó a Clayton y
a los Doce. Fueron justamente esas reuniones secretas,
exclamó, las que le costaron a José y a Hyrum sus vidas.
100
Biblioteca SUD
Emma se había sentido alejada de Clayton aún meses antes
de la muerte del Profeta. Clayton había sido el escribiente del
Profeta, su secretario, confidente y compañero constante. Es
posible que Emma sintiera que José le habría comentado a
Clayton sobre la indisposición de ella a aceptar el matrimonio
plural, y que aún le hubiese confiado asuntos de índole
personal. Así, sin importar cuanto Clayton lo intentara, Emma
se rehusaba a creer que fuera su amigo.

El hijo mayor de Emma, el joven José, recordó años después


que a los pocos días de la reunión con Clayton Joseph W.
Coolidge fue asignado como administrador de la propiedad.
Coolidge, carpintero de oficio había sido uno de los hombres
designados para separar las propiedades de la iglesia de las de
la familia Smith. Durante su vida, José había adquirido
granjas, lotes junto a la calle River, un almacén de ladrillos y
establos. Por supuesto que también estaba La Mansión, pero
se entendía generalmente que la iglesia era la propietaria de
ella y otras propiedades, como del Mesón de Nauvoo entonces
en construcción.

Habían surgido dificultades sin embargo, del hecho de que


tanto las propiedades de la iglesia como las posesiones
personales de José Smith estaban a su nombre como
apoderado legal. Era evidente el hecho de que debía hacerse
una separación de bienes, pero cómo debía dividirse la
propiedad, no estaba claro.

Joseph Coolidge puede haber sentido que estaba siendo


justo y razonable cuando le ofreció a Emma un establecimiento
que consistía en “los bienes de su casa”, la vieja cabaña de
White, “dos caballos (Charlie era uno de ellos), dos vacas, sus
máquinas de hilar, y ciento veinticuatro dólares anuales para
el sostén de la familia.”

101
Biblioteca SUD
Pero no parece haber dudas de que ese arreglo era una
afrenta para la esposa del Profeta. Sin embargo, Emma se tomó
un tiempo para pensar en el arreglo. En un esfuerzo por
calmar a los hermanos, se mudó temporalmente a la cabaña,
la casita donde José y ella habían pasado sus primeros años
en Nauvoo. El Presidente de Estaca Williams Marks y su
familia se mudaron a la Mansión, y se hicieron cargo de los
detalles de administración del hotel para la Iglesia.

En Carthage con sus dos abogados, Emma obtuvo una carta


de posesión de todos los bienes que ella tuviera en común con
José, lo cual representaba la propiedad individual más grande
de Nauvoo. Su primer movimiento legal le permitió rechazar de
plano cualquier transferencia de propiedad que los líderes
asumieran que perteneciera a la Iglesia.

Su postura no siempre había sido tan radical. Inicialmente,


antes del regreso del Quórum de los Doce a Nauvoo, Emma
había intentado trabajar con los hermanos restantes para
proteger los bienes poseídos conjuntamente por José y la
Iglesia, más allá de su resentimiento por el arreglo propuesto
por Coolidge.

Parley P. Pratt escribió en su autobiografía, “El Presidente


Marks se reunió con la viuda del martirizado José y otros en
concilio, en el cuarto superior de la casa de José para tratar de
nominar y designar un apoderado legal para toda la Iglesia.
Entré a la reunión y escuché a la señora Smith apelar en
relación a este asunto, sobre la gran importancia y absoluta
necesidad de una acción inmediata en el tema ya que cualquier
demora pondría en peligro mucha propiedad pública y privada,
y tal vez la pérdida de decenas de miles de dólares.”

“Me puse de pié”, continuó el hermano Pratt, “y protesté


contra cualquier acción semejante, diciéndoles claramente que el
nombramiento de un apoderado legal era un asunto que
102
Biblioteca SUD
concernía a toda la iglesia mediante sus Autoridades Generales,
y que no era asunto de las autoridades locales una sola estaca
de la Iglesia, por lo que no podría llevarse a cabo hasta que el
resto del Quórum hubiera regresado”

El hermano Pratt seguía los procesos gubernamentales de la


iglesia al declarar, “Dólares y centavos me eran de poca
consideración cuando un principio estaba en juego, y si miles o
aún millones se perdían, que así fuera. No podíamos y lo
dejaríamos que las autoridades y principios de la Iglesia fueran
hollados con los pies a causa de un interés pecuniario.”

Pero ya fuera que el hermano Pratt estuviera o no en lo


correcto, seguramente Emma se sintió rechazada por la
postura de los hermanos.

Tengamos en cuenta que el clima político de Nauvoo aún era


muy incierto. Los hombres involucrados en negocios con
Emma estaban más bien preocupados por sus vidas, por la
misma seguridad de sus hogares. Es posible que actuaran de
manera cautelosa, silenciosamente para no atraer la atención
hacia la iglesia, esperando que luego de la muerte de José, esta
no fuera un blanco de la persecución del populacho.

También es digno mencionar que las reuniones del Quórum


de los Doce Apóstoles eran de naturaleza solemne y privada.
No había mujeres presentes en sus reuniones, y es más dicho
procedimiento continúa hasta el presente.

Sin embargo, mucha de la tensión sobre la propiedad y los


reclamos se habría evitado si los hermanos hubieran hecho un
esfuerzo mayor por discutir con Emma sobre la propiedad de
José como ellos la entendían, escuchando además lo que
Emma consideraba una propuesta de patrimonio justo.

103
Biblioteca SUD
Tal vez los hermanos no estuvieran al tanto de que Emma
había estado involucrada desde hacía mucho tiempo en
asuntos de propiedades y negocios. Existen documentos que
indican que ella era parte activa en transacciones como las que
siguen: “El siguiente (Julio1841), Thompson le vendió a la
señora Smith 123 acres en el borde sur de Nauvoo por
$4.000.” Una lista de los accionistas del “anti banco” de
Kirtland con fecha del 9 de diciembre de 1836, indica que
Emma compró 1.200 acciones a $50 cada una.

José había estado lejos de casa la mayoría del tiempo, y le


había confiado a Emma negocios tan a menudo que, siendo la
mujer inteligente que era, Emma aprendió algunas actividades
en ese respecto. José escribió una vez: “Puedo pensar muchas
cosas referentes a nuestros negocios, pero solamente oro para
que puedas tener la sabiduría para administrar la parte que te
concierne a ti.”

Mientras José estaba escondido en 1844, justo antes de


entregarse, escribió: “El hermano Lewis tiene algo de dinero mío
– H. C. Kimball tiene en sus manos $1000 de mi pertenencia, El
Hermano Neff, Lancaster Co.Pa, - $400. Puedes vender la
propiedad de Quincy – o cualquier propiedad que me pertenezca
según te parezca, para tu sostén, el de mi madre y los niños.”

Emma también había ayudado a José a llevar un registro del


dinero y los bienes de la Iglesia. Por ejemplo, la entrada del
diario de José el 31 de enero de 1842 dice: “Ayudé contabilizar
los diezmos del sábado con Emma. Recibí muchas visitas.”

Sin duda Emma creía saber exactamente qué propiedades y


bienes pertenecían a la iglesia y cuáles le pertenecían a ella
como la viuda de José Smith. También es seguro que al
examinar la breve lista de la magra heredad que los hermanos
de la Iglesia habían decretado que serían para ella, debió darse

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Biblioteca SUD
cuenta de que necesitaba actuar rápidamente si deseaba salvar
su propiedad.

Emma, por razones conocidas solamente para ella, no


solamente tomó acciones legales para retener las propiedades
que honestamente pensara que fueran de ella, sino que avanzó
de manera implacable contra los líderes de la Iglesia para
obtener un título absoluto de todos los activos de la misma.
Una cosa es segura, Emma rehusó convertirse en una rama de
la iglesia con 124 dólares anuales y tal vez un terreno como
bono extra.

No fue mucho después de la administración de Coolidge


sobre los bienes de los Smith que Emma reunió coraje y con
gran determinación buscó asesoramiento legal adicional.
Encontró un amigo y un abogado despiadado en George
Edmund que apareció en Nauvoo en el verano de 1844, justo
cuando podía hacerle el mayor bien.

George Edmund no simpatizaba con los líderes de la fe


mormona. Reconocía a Emma como la legítima heredera de
todo lo que su esposo hubiese tenido a su nombre o el de ella.
De acuerdo con la familia Smith, George Edmund
“voluntariamente se hizo cargo de defender” a la familia,
aunque indudablemente cobró por sus servicios.

Los líderes pronto se enfrentaron con lo que parecía ser una


cacería de todas las propiedades de la Iglesia por parte de
Emma. Aunque José Smith hubiese sido el esposo de Emma,
había comprado propiedades y equipamiento como apoderado
legal de la Iglesia, con el consentimiento de su cuerpo de
líderes.

Por ejemplo, cuando en 1843 los hermanos decidieron en


conjunto que la ciudad necesitaba más lugares de hospedaje y

105
Biblioteca SUD
una vivienda apropiada para su líder el Profeta, se construyó
La Mansión utilizando el dinero de la Iglesia.

Es posible que Emma pensara en La Mansión como suya.


Seguramente cuando la desocupó temporalmente, sintió una
pérdida, ya que había sido su hogar.

Pero con toda justicia hacia los líderes de la Iglesia, La


Mansión era un hotel, y ellos la veían como una propiedad en
la que la Iglesia había invertido. Deben haber tenido la misma
apreciación de la Mansión que el Congreso tiene sobre la Casa
Blanca. Aun siendo la casa del presidente en funciones, le
pertenece al gobierno federal.

Otra propiedad en disputa era la vieja cabaña de troncos y el


terreno donde José y Emma se habían establecido al llegar
desde Quincy. También conocida como el hogar de Hugh
White, aparece en los documentos como “un pedazo de tierra
en el llano”. Emma estaba convencida de que la propiedad le
pertenecía, porque José la había puesto a su nombre. De
cualquier forma, en la transferencia de los documentos de la
propiedad, José había actuado como apoderado legal. Aun así,
Emma ahora tenía un título legal a su nombre.

Las acciones de Emma pronto captaron la atención pública.


El periódico Hawkeye de Burlington, Iowa, imprimió una
pequeña noticia en sus columnas, mencionando que “Emma, la
viuda del fallecido Profeta, ha causado mucho descontento a
causa de su negativa de transferir algunas propiedades de la
iglesia que estaban a nombre del Profeta.” Y continuaba “Se
dice que es débil en la fe.”

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 17

Las semanas posteriores a la muerte del Profeta José Smith


debieron ser atemorizantes y confusas para todos los
miembros de la relativamente nueva Iglesia. Para Emma, que
había quedado viuda y despojada de la protección de una
figura masculina en medio de un Nauvoo amenazado por los
populachos, ese tiempo debe haber sido aterrador.

Ella había resistido las adiciones más radicales a la doctrina


de la Iglesia aún mientras su esposo estaba con vida para
animarla y consolarla tranquilamente. Luego de su muerte, ella
puede haber temido que la teología que encontraba totalmente
inaceptable constantemente estaría sobre ella. Otros que
habían encontrado la doctrina de la poligamia difícil de
aceptar, pronto habían empacado sus pertenencias y se
fueron, desafiliándose de los mormones permanentemente.

Aún hubo otros que se unieron entre sí para formar sus


propias iglesias, manteniendo las prácticas que creían
verdaderas y descartando el resto. El grupo más grande de
estos separatistas fue dirigido por William Smith, hermano del
Profeta, y William Marks, entre otros. Se llamaron a sí mismos
Santos de los Últimos Días Reorganizados. En otro movimiento
separatista, Sidney Rigdon se fue a Pitsburgh junto a muchos
santos ingleses, shockeando a la Iglesia.

Tales divisiones no eran la única fuente de alboroto en la


Iglesia. El cuerpo principal de la misma nunca había pasado
por una transferencia de autoridad, por lo que esa interrupción
también aumentaba las tensiones en general.

El 8 de agosto de 1844, Brigham Young recibió el


sostenimiento del cuerpo de la membresía de la Iglesia cuando,

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Biblioteca SUD
como Presidente del Quórum de los Doce, fue designado como
su líder para tomar el lugar de José Smith. Pero hubo tanta
disensión entre los líderes de la Iglesia en las semanas
siguientes a la sucesión, que aparentemente lo único que
Brigham Young pudo lograr fue controlar la oleada de
descontento entre los partidos anti poligamia que pronto
surgieron.

Emma parece haber estado encerrada en su propia


condición miserable de viuda, asustada, llegando a las últimas
etapas de su embarazo, profundamente preocupada en cuanto
a tener suficiente dinero para alimentar a sus hijos,
desprovista del privilegio de un proveedor; y simplemente no
simpatizó con el grupo de líderes de siempre.

Su hijo José, describe la relación infeliz de Emma con los


hermanos de esta manera: “Este desagradable estado de las
cosas era causado aparentemente, por el hecho de que mi
madre se había vuelto molesta para algunos de los hombres al
frente de la Iglesia, incluyendo a Brigham Young.”

Unos días después de la transferencia de autoridad a


Brigham Young, el Dr. Richards, amigo fiel de la familia, visitó
a Emma. Había venido asignado por el Quórum de los Doce a
pedirle a Emma que le entregara a la Iglesia la Nueva
Traducción de la Biblia. Todos sabían que la Nueva Traducción
era el trabajo que José había estado realizando durante más de
una década antes de su muerte, una obra inspirada
corrigiendo errores que se habían introducido en esos libros
canónicos cristianos, El Antiguo y El Nuevo testamento que la
Iglesia utilizaba como escrituras. La corrección de La Biblia,
llamada Nueva Traducción, había sido un mandamiento del
Señor, y José se había esforzado año tras año para apartar
tiempo suficiente de cumplir con el mandato del Señor.

108
Biblioteca SUD
El Dr. Richards llegó con una misión vital. El y los que le
enviaron querían que ese sagrado registro corregido estuviese
seguro en posesión de los nuevos líderes señalados por el
Señor. Brigham Young ya le había regresado a Emma la más
que extensa biblioteca de José Smith, pero sabiendo que el
Seños había inspirado los cambios en la Biblia para el uso de
su membresía en general, Young quería las escrituras
corregidas.

Emma se rehusó. El Dr. Richards debe haber intentado


diligentemente disuadirla de su curso de acción, pero sin éxito.
Ella simplemente repetía “que no se sentía dispuesta a entregar
la Nueva Traducción en ese momento.”

El por qué Emma permanecía inamovible en cuanto a


entregar las escrituras a la iglesia no se entiende, considerando
los muchos buenos amigos que aún tenía en posiciones de
liderazgo, los cuales habían sido designados por su esposo
personalmente.

La Biblia había pertenecido originalmente a Newell K.


Whitney, y José la había tomado prestada para realizar la
Nueva Traducción. Emma debió sentirse apegada al libro,
habiéndolo cargado debajo de su falda, con los cambios de
José garabateados en los márgenes cuando salió de Missouri.
Pero Brigham Young aseguraba que Emma había obtenido aún
otra granja gracias a su posesión de las escrituras. Había
hecho un trato con el hermano Whitney en el que ella le daría
las escrituras a cambio de los títulos de la granja de Cleveland.
En un extraño giro de la negociación, Emma terminó con los
títulos de todos modos, pero Newell nunca recuperó su Biblia,
ya que Ema insistió en conservarla un poco más.

Ema parecía tener una especie de venganza personal contra


Brigham Young. Tal vez un incidente ocurrido con el caballo de
montar de los Smith, Joe Duncan, fuera el punto de
109
Biblioteca SUD
contención. El asunto puede haber sido un pequeño incidente
sin importancia, per aumentó la animosidad de Emma hacia
Brigham Young, y es importante notarlo en cualquier análisis
de sus acciones durante 1844.

Poco tiempo después de la muerte del Profeta, cuando


Brigham Young regresó y asumió la posición de liderazgo de en
la Iglesia, preparó un desfile de la Legión de Nauvoo. Young
recordaba al Profeta vestido en un espléndido uniforme
pasando revista a las tropas, montado en su brioso caballo Joe
Duncan.

Tal vez el nuevo líder deseaba promover un sentimiento de


bienestar entre los miembros, así que le mandó una petición a
Emma para utilizar a Joe Duncan. Lo que Brigham Young
puede no haber sabido cuando pidió el animal de los establos
de los Smith, era la pobre condición del caballo. El animal
había sido montado desconsideradamente por dos empresarios
que habían viajado desde Fort Madison a Nauvoo, y los Smith
lo estaban cuidando a fin de que se recuperase.

Cuando Emma recibió la nota pidiendo el caballo ensillado


para que el mensajero se lo llevara a Brigham Young hasta el
sitio del desfile, el pequeño José le rogó a su madre que no
dejara ir al caballo. Emma aparentemente le restó importancia
al asunto y le habló duramente al joven José, diciéndole que
tal como se le había indicado, ensillara el caballo. Emma le
recordó que la nota indicaba que el caballo sería montado
cuidadosamente durante el desfile entre las diez y el mediodía,
y luego sería devuelto.

El joven ensilló y puso riendas al caballo y el mensajero


partió en el animal. Regresó pronto sin embargo, diciendo que
Brigham Young deseaba todo el equipamiento militar en el
caballo, incluyendo fundas para las pistolas. José hizo lo que
se le indicó, pero se sintió enfurecido por la petición.
110
Biblioteca SUD
Ni Emma ni sus hijos asistieron al desfile. Esperaron el
regreso de Joe Duncan en casa, pero para las 4:00 de la tarde,
el caballo no había sido regresado, así que Emma le envió una
nota a Brigham Young exigiendo el regreso del animal como se
había prometido.

Sin duda Brigham Young se inquietó al enterarse de la


situación. Su joven secretario George Q. Cannon no había
regresado el caballo, en lugar de eso Cannon lo había hecho
correr a toda velocidad por la ribera del río, y había sido un día
de sol calcinante.

En cuestión de una hora el caballo fue devuelto, pero estaba


hambriento y sediento. Joe Duncan debió dar lástima,
transpirado, con la cabeza baja y las patas temblorosas. El
pequeño José bañó a su caballo con lágrimas cayendo por sus
mejillas, como cualquier niño.

Emma no se guardó en secreto sus sentimientos por


Brigham Young. Su hijo José los resumió de esta forma: “El
(Young), asumió el control de los asuntos de la Iglesia y parecía
dispuesto a controlar y hacer que todo y todos se doblegaran a
su voluntad. Dicha sumisión no le caía bien a mi madre, además
de que ella no consentía otras cosas que estaban sucediendo.
Ella habló abiertamente contra en contra de ello.”

Mientras tanto, en medio de todas sus pruebas, un evento


dulce le trajo alivio a la vida de Emma. Un varón, su último
hijo nació el 18 de noviembre de 1844.

Cumpliendo con el pedido de su esposo fallecido al partir


hacia Carthage por última vez, llamó al bebé David Hyrum
Smith.

Por su nacimiento, Eliza R. Snow, con tierna empatía,


compuso un poema.

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Biblioteca SUD
Sin pecado cual espíritu celestial
Adorable como una flor de la mañana.
Llega este sonriente, extraño infante,
en una hora sombría y malvada.

Sin conocer amor de un padre.


Sin saber lo que su padre ha valido.
Por mano de la persecución,
es huérfano este recién nacido!

Podrás obtener de amor y ternura,


lo que una madre es capaz de proveer
Pero Alas!, en la tierra un padre
No estás destinado a conocer.”

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Biblioteca SUD
CAPÍTULO 18

Para el invierno de 1845-46, mientras el cuerpo principal de


la Iglesia se preparaba para marchar al oeste, la animosidad de
Emma hacia Brigham Young se había vuelto febril. Si alguna
vez Brigham Young habló con ella durante los últimos meses
antes del gran éxodo, no aparece en ningún registro.

Sin embargo, en un discurso de conferencia de años


después en Salt Lake City, Melvin J. Ballard dijo: “Recuerdo
haber escuchado el testimonio de una hija de Samuel S. Smith
en la ciudad de St. Louis hace muchos años, a los efectos de que
durante esos días Brigham Young le envió una invitación Emma
Smith, la esposa del Profeta José, para preparar transporte para
ella y sus hijos, provisiones y medios para llevarlos a las
montañas, pero fue rechazada, y Emma no viajaría con los
Santos de los Últimos Días.”

Brigham Young sentía una profunda preocupación por el


hecho de que la familia de José se quedara atrás, preocupación
que pudo estar basada en dos puntos. Primero, Nauvoo se
estaba convirtiendo en un lugar cada vez menos seguro para
vivir, lo cual solo empeoraría una vez que los líderes de la
Iglesia no estuvieran. Segundo, puede haber sentido que
Emma alejaría del evangelio, llevándose consigo a los hijos del
Profeta.

Un punto más puede haberse agregado a la preocupación de


Brigham Young. En un artículo publicado en el New York
World, un Elder mormón sugirió que Brigham Young había
cortejado a “la masculina Emma Hale” en Nauvoo. Brigham se
había sellado a muchas delas esposas del Profeta José luego de
la muerte de este. El artículo indicaba de todos modos que La
femenina, gentil y sumisa Eliza y la adorable Emily, no eran
113
Biblioteca SUD
pareja para Young, mientras que Emma, con su fortaleza de
carácter, voluntad de hierro y un intenso desagrado por la
poligamia era diferente.

“Sin duda Brigham habría tomado a Emma Hale también”,


especulaba el Elder, “pero la primera esposa del Profeta odiaba
a Young más de lo que había despreciado a su esposo, y así, el
reinado de la Iglesia cayó sobre Eliza R. Snow.”

Ya sea que Brigham Young se haya reunido con Emma o no,


lo cierto es que si intentó persuadirla de ir hacia el oeste.

Sin duda, Benjamin Johnson y Newell Whitney estaban


entre los mensajeros que Young le envió. Llegaron un
anochecer a La Mansión donde Emma había tomado residencia
nuevamente con su familia y amigos en 1845. Los mensajeros
habían venido a persuadirla de permanecer junto al cuerpo
principal de la Iglesia y prepararse para partir al oeste con los
santos.

Benjamin Johnson se lamentó: “Casi toda la noche nos


esforzamos con ella y todo lo que nos dijo fue que ella estaba
dispuesta a marchar con la Iglesia con la condición de que ella
fuera liderando.”

Para Emma, la propuesta no parecía irracional. Después de


todo, ella había sido la presidente de la Sociedad de Socorro
para todas las mujeres de la Iglesia. Seguramente sentía algo
del poder del liderazgo que los hombres poseían. De cualquier
forma, para el momento en que los élderes fueron a buscarla,
ella había sido relevada de su llamamiento junto con las otras
hermanas en puestos de liderazgo. Con una desorganización de
la iglesia tan extensa, Brigham Young había decidido cesar las
operaciones de la organización de mujeres hasta algún día
futuro en el que prevaleciera un mejor espíritu de armonía y
amor. Como lo expresó Heber C. Kimball, “El Presidente Young

114
Biblioteca SUD
pensó que sería mejor terminar las operaciones de esa
organización, y las labores de la Sociedad cesaron.”

Seguramente Emma debió haber pensado bien que ella


podría dirigir Iglesia. Puede probablemente haber sentido que
sus habilidades de liderazgo eran equiparables a las de los
líderes entonces constituidos.

Años más tarde poco antes de morir, se le preguntó a Emma


sobre su relación con el Profeta José. En su respuesta,
vislumbramos algo de la influencia que ella sintió que tenía en
su esposo. Ella replicó: “Era buena. No había necesidad de
discutir. Él sabía que yo no desearía nada que no fuera correcto.
Usualmente daba oído a lo que yo tenía que decir. Era una cosa
bastante dificultosa para algunos el hecho de que yo tuviera
alguna influencia en él.”

Heber C. Kimball registró en su diario “Declaró que lo


dejaría, si no la sostenía a ella en lugar de al Hermano Brigham,
a Heber y al resto de los Doce Apóstoles de Dios. Esto es tan
verdadero como que el sol brilla. Ella tuvo su elección, pero José
no la seguiría.”

Adicionalmente, ella puede haber querido asumir el


liderazgo de la Iglesia en calidad de guardiana, hasta que su
hijo alcanzara la madurez y pudiera asumir la posición que ella
sentía que era suya por derecho.

José III, al que todos llamaban joven José, consideraba a su


madre como una líder, y mencionó años después como Emma
había “sufrido muchas perplejidades y dificultades en aquellos
primeros años luego de convertirse en viuda a cargo de cinco
hijos”.

También mencionó que no solamente tenía a sus cinco hijos


a cargo, sino al personal del hotel, compuesto por el siempre

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Biblioteca SUD
fiel Loren Walker y su joven esposa Lovina. Lovina era hija de
Hyrum, y sobrina de Emma. Wesley Knight y su familia se
agregaban al grupo, además de Nancy Carter, que ayudaba a
Emma en las tareas domésticas.

El joven José recordaba vívidamente aquellos días finales


antes de que el cuerpo principal de la Iglesia partiera, días que
sin duda reconocía como dolorosos para Emma. Tenía amigos
entre los que partían, y compartía con su madre los
comentarios de los hombres acerca de su padre, y el gran
Profeta que había sido.

Un día, en medio de los preparativos de los santos para


dejar la ciudad, el joven José trajo a casa un regalo que le
había dado Brigham Young “para que me recuerdes”. Una
pequeña pistola de tambor pequeño, del tipo de las que los
hombres usaban en esos días para batirse a duelo. Pero
cuando Emma se dio cuenta del peligro que representaba en
manos de un jovencito, no le permitió conservarla, así que se la
vendió alegremente a su tío Arthur.

Cuando George A. Smith, primo del Profeta y miembro del


Quórum de los Doce se enteró de que el joven José había
recibido un regalo de Brigham Young, él también quiso dejar
un recuerdo de su amistad como regalo de despedida. De
George, José recibió un cuchillo del tipo que Porter Rockwell
llamaría “escarbadientes de Arkansas”. La hoja de ocho o
nueve pulgadas de pesado acero, filosa como una navaja de
afeitar le causó un enorme disgusto a Emma cuando la vio en
la mesa de la cocina. Regresó a su mesa de trabajo
comentando entre dientes: “¿Por qué no pudo regalarte algo
útil?”.

“Bueno madre”, le dijo el pequeño José con una sonrisa


“puedes usarlo para cortar el pan y otras cosas en la cocina,
¿no?”
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Biblioteca SUD
Emma le espetó que el cuchillo de caza era demasiado tosco.
El joven José, buscando complacer a su madre, pronto le
cambió el cuchillo a John Huntington por un palo de amasar
de madera de cerezo. Cuando le presentó el palo de amasar a
su madre, Emma sonrió y dijo: “Esto sí es algo útil”.

José llevó a casa una pequeña y bien terminada tabla de


escribir de parte del Obispo Newell K. Whitney. Esta se
convirtió en una posesión preciada, no solo durante la
adolescencia de José, sino durante toda su vida. Ha sido
heredada por generaciones de la familia, y tal vez se encuentre
en los tesoros de los Smith hoy en día.

Muchos de los santos pasaban por la casa de Emma antes


de dejar Nauvoo. Al partir, muchos de sus bienes, que no
podían llevar consigo o liquidar a bajo precio antes de la
partida, se dejaban a los amigos que quedaban atrás,
incluyendo a Emma o Lucy Mack Smith, la madre del Profeta.

Brigham Young mencionó que su esposa le dejó a Emma sus


platos de porcelana como regalo. Además, Brigham Young se
sintió obligado a darle a Lucy un “lindo carruaje” que había
restaurado en 1845, ya que este había sido causa de un
momento embarazoso. Lucy lo había visto bajar por la calle, y
lo había confundido con uno que su hijo José le iba a
construir.

“Qué alegre estoy”, había exclamado “de que el carruaje que


José me prometió esté terminado…” ¿Qué otra cosa podía hacer
Brigham Young?

Aún antes de los regalos de despedida y las partidas a


último momento, la familia Smith había tuvo la protección
ininterrumpida de una guardia policial en su propiedad. Para
1846, de acuerdo con la familia, no se permitía a nadie cruzar
el cordón policial sin permiso. Los hijos de los Smith se

117
Biblioteca SUD
quejaron en años posteriores de que Brigham Young había
ordenado la vigilancia. Aparentemente lo veían como un
atropello. Pero, ¿con qué propósito?

Debe recordarse que la muerte de José Smith no acabó con


el odio hacia los mormones ni detuvo los ataques de los
populachos ni los atropellos. Durante los últimos meses en que
los santos vendían sus propiedades y se preparaban para
mudarse, nadie se sentía seguro en la hostil Nauvoo, ni Emma,
ni su familia, ni aún Brigham Young ni sus muchos
seguidores. La comunidad era un hervidero de descontento. Tal
vez Young temía por la vida de Emma, y por eso montó una
guardia de protección alrededor de la casa.

Durante esos difíciles días de intranquilidad y violencia


cuando los así llamados “ratas del río”, los criminales de la
más baja calaña a lo largo de la costa comenzaban a avanzar
lentamente hacia el centro de la cuidad, Emma fue amenazada
una vez con que debía dejar su casa o verla quemada hasta los
cimientos. Aparentemente no fue una amenaza vacía.

Una calurosa noche mientras los niños estaban jugando en


el piso de abajo en la casa y Emma se preparaba para retirarse
a su dormitorio arriba, le advirtió a los niños que guardaran
silencio y la llamaran inmediatamente si escuchaban algún
problema.

A la mañana siguiente, para la gran sorpresa de los Smith,


descubrieron que se había iniciado un fuego en una pila de
basura en la pared del fondo, quemando la pintura, pero
afortunadamente sin causar mayores daños.

En otra ocasión un amigo de la familia, Charles Smith,


había venido de visita tarde en la noche, cuando un hombre le
salió de entre las sombras y le amenazó con un cuchillo.
Charles cargaba un pesado bastón de ébano con el que golpeó

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Biblioteca SUD
al atacante desestabilizándolo. El fiel perro del Profeta
fallecido, el viejo “Major”, comenzó a ladrar, y el atacante,
dejando a Charles arremetió contra el perro, causándole un
corte profundo que tomó bastante tiempo para sanar.

Hubo una persona que visitó a los Smith para decir adiós,
que pareció simbolizar la partida de un grupo de personas poco
común, y que al hacerlo verdaderamente marcó el fin de una
era.

Una tarde de verano de 1846, cerca del anochecer, Orrin


Porter Rockwell, ese hombre sin una pizca de miedo que salvo
por su inusual bondad hacia personas selectas era un
completo forajido, caminó a lo largo de la cerca de los Smith.
Emma se hallaba ocupada dentro de la casa en ese momento.
Sin embargo, el joven José vio a Porter aproximarse desde el
costado de la casa y saltó la cerca para saludar a su viejo
amigo con la mano extendida. Porter le dio mano al muchacho
afectuosamente, y luego lo atrajo hacia sí, y le dio un fuerte
abrazo. Se formaron lágrimas en los ojos de Rockwell mientras
decía con la voz entrecortada, “¡Oh, José, José! ¡Asesinaron al
único amigo que alguna vez tuve!”

El joven José se sintió avergonzado y hasta trató de consolar


al robusto hombre que se había ganado una reputación
asombrosa por sus bajas pasiones y su ferocidad en las peleas.
Aparentemente Porter se emocionó tanto que desistió en sus
planes de visitar a Emma.

“José, mejor te regresas”, le advirtió, “Me honra que hayas


venido a saludarme, pero es mejor que no te vean conmigo. A mí
no me hará bien, y a ti te puede hacer daño.”

Vacilante, el joven José observó mientras Porter se alejaba, y


luego corrió adentro de la mansión a decirle a su madre que
Porter Rockwell había pasado.

119
Biblioteca SUD
Más temprano durante el año 1846, el grupo principal de
santos había cruzado el río hasta Iowa y se estaba preparando
para el viaje al oeste, hacia las Rocosas. La constitución de
Nauvoo había sido revocada a principios de 1845, y para el
otoño de ese año los populachos habían comenzado a atacar
los vecindarios de las afueras. Como resultado, los mormones
fueron forzados a acelerar sus preparativos para dejar el
estado. Aún la ley estaba en su contra. El gobernador Ford
había pasado una resolución que decretaba que los mormones
debían irse de una vez por todas.

Como el gobernador había desmantelado la Legión de


Nauvoo cuando declaró la ley marcial y demandó que le
entregasen todas las armas proporcionadas por el estado, los
residentes de Nauvoo contaban con muy poca protección
contra los saqueos. La única defensa de la ciudad había sido la
fuerte determinación y entrenamiento experto de los líderes
para protegerse a sí mismos de los extraños.

A lo largo del verano de 1845-46, Emma observó los


preparativos para la partida con reserva. Reticente sobre sus
planes, Emma había sido interrogada por su suegra en cuanto
a su curso de acción.

Emma estaba resuelta en su decisión de no mudarse al


oeste, pero hubo algunos entre los líderes principales que
nunca cesaron en sus esfuerzos por convencerla de su
necesidad de ir con ellos. Wilford Woodruff fue el que visitó a
Emma antes de partir hacia el oeste. Emma quedó tan
conmovida por su visita que le obsequió un pedazo de madera
de roble para fabricarse un bastón. No era cualquier pedazo de
madera, sino uno que Emma había tomado del ataúd de José.
También le regaló a Woodruff un par de guantes de algodón y
un pañuelo para su esposa.

120
Biblioteca SUD
Entonces, a fines de Febrero cuando el río se había vuelto
hielo sólido, las partidas comenzaron con toda intensidad.
Caravanas de carretas llenas de santos cruzaban el río hasta el
lado de Iowa. Como William Berret el historiador lo escribió, “El
gran éxodo del pueblo mormón había comenzado”

Durante toda la primavera y el verano, en la medida en que


podían vender sus posesiones y comprar provisiones, familia a
familia los miembros formaron compañías y partieron hacia las
Montañas Rocosas.

La familia del martirizado Hyrum fue una de las últimas en


partir. Como su última obra en Nauvoo, la viuda de Hyrum,
Mary Fielding Smith sirvió toda la mañana del 9 de setiembre
de1846, asistiendo en las ordenanzas vicarias por los muertos
en el hermoso templo de Nauvoo. Entonces llegó el momento de
partir.

La pequeña hija de Hyrum de cinco años Martha Ann


recordó la escena años después. Ella y su familia fueron a La
Mansión a decirle adiós a su hermana Lovina, sus primos, la
tía Emma, y su anciana abuela Lucy Mack Smith. Escribiendo
sobre su abuela, Martha recordó “Nunca olvidaré las amargas
lágrimas que derramó al despedirse de nosotros por última vez.
Sabía que sería la última vez que vería a la familia de su hijo en
esta vida.”

Aunque Emma se haya mantenido impasible ante la partida


de otros amigos, esta separación familiar debió tocarla
profundamente.

Pero no había tiempo de lamentaciones. Las condiciones


finalmente empeoraron tanto para cualquiera conectado con
los mormones, que hasta Emma sintió que tenía que dejar
Nauvoo y buscar otro santuario, aunque no se fuera al oeste, a
las montañas Rocosas. Un periódico de St. Louis reportó: “Todo

121
Biblioteca SUD
el que estuviera conectado con la iglesia mormona tuvo que irse,
y por esa razón, partieron algunos contra los que no se siente
ninguna hostilidad, quienes probablemente regresarán
nuevamente a disfrutar de sus propiedades. Uno de ellos es la
Señora Emma Smith, la viuda de JOE SMITH.”

El 12 de setiembre, tres días después de la partida de su


concuñada, Emma puso a su familia, el grupo de amigos que
cuidaba y algunos bienes de la casa a bordo del vapor “Uncle
Tobey” y se mudó a Fulton City, habiendo rentado La Mansión
totalmente amueblada a un tal Van Tuyl, recién llegado a
Nauvoo.

Su partida aparentemente ocurrió justo a tiempo. Ya se


veían populachos acampando en la granja de Hyrum mientras
el vapor pasaba en su viaje a Fulton City.

122
Biblioteca SUD
CAPÍTULO 19

Para el verano de 1847, cuando el cuerpo principal de


santos se encontraba en las planicies de Iowa y Nebraska,
mientras la vanguardia dirigida por Brigham Young entraba al
valle de Salt Lake, Emma regresaba a Nauvoo luego de pasar el
invierno en el centro de Illinois. Cuando huyó a la relativa
seguridad de Fulton City para evitar a los bandidos que
saqueaban Nauvoo, nunca intentó que fuera una mudanza
permanente.

En una casita en las afueras de Fulton City, Emma había


hecho un cómodo hogar donde pasar el invierno. Había inscrito
a los niños en la escuela y esperado a la primavera para
regresar a Nauvoo.

Mediante su buen amigo el doctor John M. Bernishel, que


había permanecido en Nauvoo, Emma se había enterado en
febrero de 1847 que el hombre al que le había alquilado La
Mansión, el sr. Van Tuyl había estado arreglando
subrepticiamente un gran bote para flotar bajando por el
Mississippi colmado de los bienes de la Mansión a bordo,
indudablemente pretendiendo venderlos río abajo. Al enterarse
de las noticias Emma le indicó a Loren Walker que atase a
Charlie a un carruaje, y ella junto con los niños partió sobre el
suelo congelado hacia Nauvoo. Llegaron justo cuando el tiempo
se hacía más caluroso y las calles alrededor de la ciudad se
llenaban de barro.

De acuerdo con José Smith III, “mi madre pronto tuvo en su


posesión el hotel, menos algunos pocos muebles y una gran
parte de la mantelería con la que estaba equipado.”

123
Biblioteca SUD
Emma se consideró afortunada de haber seguido el consejo
del doctor Bernishel y haber huido hacia Fulton City. A su
regreso en Nauvoo se enteró que los forajidos del río habían
invadido la ciudad, robando, saqueando, y destruyendo
propiedades luego de la partida de los mormones. Pero para
cuando Emma regresó, las condiciones habían mejorado
bastante. Un gran contingente de alemanes pertenecientes a
una secta religiosa habían tomado muchas de las propiedades,
sintiendo que podrían prosperar a lo largo del Mississippi. Al
menos su presencia sirvió para frenar el crimen en el área.

En aquel verano de 1847, Emma era tal vez la poseedora de


tierras más grande a lo largo de esa zona del río Mississippi.
Fue en esos días que el mayor Lewis Crum Bidamon y un
hombre llamado James Mulholland comenzaron a cortejar a
Emma, compitiendo por su compañía en esas calurosas tardes
veraniegas.

Quizá el mayor tuviera la ventaja al gozar de mejor posición.


Había iniciado un comercio de venta de muebles en la ciudad,
y se había asociado con un hombre llamado Hartwell. Habían
tomado uno de los establecimientos abandonados de un
edificio de ladrillos.

De ascendencia germana, Bidamon no había conservado el


uso de la lengua nativa de sus padres, y hasta se disculpaba
por su nombre alemán. Bidamon no era un hombre religioso,
de hecho bebía demasiado y parecía interesado en Emma solo
por su fama y propiedades. Aunque había pertenecido a una
familia metodista, su credo deísta era simple: “Creo en un Dios
que no tiene religión ni clero.”

El joven José escribió: “Era un viudo, había enterrado a su


esposa en Cantón, donde además había perdido un hijo. Tenía
dos hijas que más tarde y a veces formaban parte de la familia
en La Mansión.”
124
Biblioteca SUD
Lewis Bidamon, nacido en Virginia, había servido como
Teniente Coronel del regimiento nº 32 de la infantería de
Illinois, pero parece que se le conocía mejor como el mayor
Bidamon. A los 40 años, este oportunista se mudó a Nauvoo
con los nuevos habitantes que buscaban establecerse en los
despojos que los mormones habían dejado atrás.

El mayor era un hombre alto con porte noble. Tendía a


vestirse bien y a la moda del día, llevaba un sombrero formal
de copa alta.

Una tarde de verano mientras Emma bordaba cerca de una


ventana del piso superior, el mayor llegó en su cortejo.
Viéndola al aproximarse al jardín, gallardamente hizo una
reverencia y se quitó el sombrero. Al ponerse el sombrero
nuevamente, continuó avanzando cuando de improviso, la
tirante cuerda de colgar la ropa se encontró con el sombrero
del mayor, y salió volando junto con su espléndido peluquín de
alta calidad, dejando al descubierto de Emma la parte calva de
su cabeza.

La familia Smith escuchó al mayor exclamar “maldita


peluca”, pero el incidente no interrumpió el cortejo, aunque
Emma y su hijo lo encontraron hilarante.

A finales de 1847, Emma decidió casarse con el mayor en


una ceremonia celebrada cerca de navidad. El Nauvoo Rustler,
un periódico local, mencionó que Emma se casó en el
cumpleaños del Profeta, el 23 de diciembre, pero otros relatos
indican que la fecha fue el 27.

Sarah M. G. Kimball le escribió a Marinda Hyde la esposa


del Apóstol Orson Hyde desde Nauvoo el 2 de enero de 1848
contándole sobre la boda. Ella dijo: “El casamiento de la Señora
Smith es el tema de conversación general. Se casó el pasado
jueves a la tarde. El novio, el Sr. Bidamon es tolerado en

125
Biblioteca SUD
general, es viudo, usa peluca y tiene dos hijas jóvenes. Una tal
Señora Kinny, que le atribuye uno de sus hijos asegura que el
aún la ama, pero se casa con Emy por su propiedad. La Señora
Smith manifestó su confianza en su futuro esposo empleando
abogados que realizaran contratos de separación de bienes
sobre toda su propiedad. La ceremonia fue llevada a cabo por el
Reverendo Metodista, el Sr. Hay… no fuimos invitados, pero se
nos contó que todo transcurrió de forma placentera. El pequeño
David H. Smith estaba muy enfermo, hubo un brindis a la tarde
y luego un baile.”

Inmediatamente después de la boda, se corrió la voz de que


Emma y el mayor se habían reunido con abogados para
invocar una ley que decretaba que ninguna iglesia podía poseer
más de diez acres de tierra en el estado. Así, de acuerdo con
Almon W. Babbit, cuya tarea era vender todas las propiedades
de Nauvoo en propiedad de la iglesia, se vieron los efectos del
movimiento legal que permitió a Emma obtener limpiamente
un título legal sobre todas las propiedades que habían
pertenecido a la Iglesia.

Alguna vez, José y Emma habían controlado en conjunto


todas las propiedades hasta que se hizo un arreglo de
fideicomiso poco antes de la muerte del Profeta. Ahora,
mediante esta última jugada Emma bien podría haberse
convertido en la propietaria más grande de la región. El arreglo
“le puso fin a todo intento de vender nuestras propiedades en la
ciudad.”

La trampa legal, fue un paso más de Emma para proteger


sus intereses y para excluir a cualquier mormón vinculado al
oeste de recibir cualquier remuneración financiera a futuro
desde Nauvoo.

El resumen final de Brigham sobre ese arreglo legal fue


breve: “Obtuvo hasta el último acre de tierra que hubiese estado
126
Biblioteca SUD
en manos del apoderado legal. Todo fue para Emma, para su
beneficio personal.” Dijo Babbit.

Los hermanos que partían al oeste parecen haber disfrutado


tirarle esos pequeños golpecitos a Emma. Después de todo,
ella le hizo muy difícil a los agentes de la Iglesia el obtener
algún beneficio de la ciudad desierta.

Almon W. hizo otro comentario sobre interesante sobre la


vida de Emma, aparte de sus transacciones de propiedad
cuando escribió: “Emma además se unió a la Iglesia Metodista
Episcopal hace como dos semanas. Fue admitida a prueba, por
supuesto. `Dejemos que la prueben ellos.´”

Emma había pertenecido a la fe metodista antes de su


matrimonio con José. La influencia de ello se manifestó en
Emma tal vez de forma más significativa en su política de
abstinencia, la razón subyacente por la que se enfureció tanto
por el uso de tabaco y licor entre los mormones. Aún su
selección de himnos tuvo influencia metodista, y por eso tal vez
fue natural que ella regresara a la familiar doctrina metodista
al hallarse a la deriva, sin afiliaciones fuertes. Si intentaba o
no convertirse en una participante activa de la iglesia
metodista de Nauvoo no está claro, pero ella buscó sus
servicios para casarse con el mayor.

Nauvoo había cambiado rápidamente pero nunca llegó a ser


un asentamiento vacío, no en la frontera americana de
mediados del siglo XIX. A Nauvoo llegaron más de 240
Icarianos, o socialistas franceses, a poblar la tierra. Más tarde
vendrían los alemanes y aún después, una variedad de
granjeros y comerciantes que no pertenecían a ninguna
denominación religiosa.

El Dr. Bernishel, uno de los pocos mormones con afiliación


en el oeste que mantenía algún lazo amistoso con Emma,

127
Biblioteca SUD
regresaría a Nauvoo dos meses después de que Emma se casó
con el mayor, y encontró la ciudad desolada. “Nauvoo presenta
la apariencia más sombría y desolada. Los jardines y las calles
con muy pocas excepciones están cubiertos de hierbas y maleza.
Muy pocas de las casas hablando comparativamente están
habitadas; el resto se encuentra en estado desolado y
absolutamente ruinoso. Aunque las paredes del templo están en
pié, se encuentran muy agrietadas, especialmente la que da al
este; y no queda vestigio de la hermosa pila bautismal. No se ha
hecho nata por repararlo, salvo el apartar algunos escombros, y
es altamente probable que jamás se haga nada.”

Emma había cambiado también. Aparentemente ganó peso


durante los años posteriores a su matrimonio con el mayor
Bidamon. El Dr. Bernishel, en su correspondencia con
Brigham Young mencionó que Emma se había “vuelto bastante
corpulenta”. También notó que Emma no se había unido a los
metodistas, así que aparentemente se arrepintió de cualquier
compromiso que hubiera contraído con ellos o tal vez la Iglesia
Metodista no quiso recibirla. Después de todo, Babbit
mencionó que estaba “a prueba”.

Cualquiera fuera el caso con su vida religiosa, la familia de


Emma estaba creciendo y a ella parecía irle bien
financieramente, proporcionándole a sus hijos una buena
vivienda y educación. Aunque había considerado enviarlos a
una escuela recomendada en el este, o bien no pudo pagarla o
escogió tenerlos cerca. De cualquier forma, Emma contrató
una maestra que vivía con la familia en el hotel para que
enseñara a los niños.

El joven José, quien para 1849 se encontraba en la


adolescencia, estudió diligentemente inglés, francés y latín. A
los pequeños también se les enseñaba en el hotel. Julia, la
mayor, se había casado para entonces con un apostador

128
Biblioteca SUD
reformado, cuya nueva tarea era el mantenimiento de La
Mansión.

Ya en 1848, la tirante relación entre Emma y el Presidente


Brigham Young estaba tan impregnado de amarguras del
pasado que había muy poco que cualquiera pudiera hacer para
lograr una mejor actitud de su parte hacia el nuevo líder de la
Iglesia. Sin embargo, cuando viejos amigos que hubiesen
partido al oeste con la iglesia se detenían en Nauvoo de camino
a sus misiones, algunos todavía visitaban a Emma y a menudo
le contarían al presidente de la Iglesia sobre ella.

Entre ellos estuvo Jonathan C. Wright quien le escribió a


Young: “Luego pedí para ver a la Señora Emma. Ella me recibió
muy fríamente. Dice que no se lamenta por los que sufren allá
(refiriéndose a las dificultades de los santos en el valle de Salt
Lake), que debieron saberlo de antemano, y que muchos de ellos
lo supieron, porque ella se los dijo, y sabían que ella jamás
había dicho una sola mentira en toda su vida. Dijo que sabía
que la primera cosa que Young les enseñaba a sus seguidores
era a mentir bien, etc.”

Uno de los mayores actos de compasión que Emma realizó


durante esos años de desolación, fue el cuidado devoto que le
dio a la madre del Profeta, Lucy Mack Smith. Cuando Lucy
estaba viviendo con su hijo William y enfermó, quedando con
su salud muy frágil, Emma la recibió en la Mansión y la trató
como si hubiera sido su propia madre. La relación entre las
dos pareció haberse cimentado en su compañerismo de toda
una vida. Desde su primera reunión en Palmyra, new York
cuando José llevó a Emma a casa por un tiempo, Emma quedó
admirada por los padres de los Smith.

Siempre una pacificadora, Lucy fue capaz de tender un


puente sobre la brecha entre los santos organizados que vivían
en Utah y su amor y devoción por Emma. Desde el tiempo en
129
Biblioteca SUD
que los hermanos determinaron irse al oeste, y aún después de
que estuvieron establecidos en el valle de las Rocosas, Lucy
mantuvo un lazo de amor tanto por ellos, así como por los
disidentes que eligieron quedarse a lo largo del Mississippi.
Parece que veía a esas personas como una madre que mira a
sus hijos, jamás reteniéndoles su amor o correspondencia de
ninguna forma.

Que era amada por todos es evidente. Más atrás, en el otoño


de 1845 justo antes del éxodo de los santos Lucy asistió a una
Conferencia General de la Iglesia Nauvoo, presidida por
Brigham Young. En esa conferencia, Lucy con sus muchos
años, se paró frente al nuevo líder y le solicitó dirigirle a la
gente unas pocas palabras. En su discurso “de duración
considerable y dado de manera audible, ya que fue oído por una
gran parte de la vasta congregación” nombró entre sus muchas
credenciales el ser una madre en Israel, habiendo tenido 11
hijos y habiéndolos criado para ser obedientes.

Además de dar algunos consejos sobre la crianza de los


hijos, quiso saber si la gente la consideraba una madre en
Israel. Ante la pregunta, Brigham Young la interrumpió para
pedís un voto de “Si”, si la congregación estaba de acuerdo.
Llegó la respuesta general, sonando como una sola voz, “Si”.

Lucy se refirió también a Brigham, guiando la gente al oeste,


diciendo: “Y siento que El Señor dejará que Brigham se lleve a la
gente.” Entonces hizo un comentario sobre su determinación
parcial de marchar al oeste también. “Aquí en esta ciudad
yacen mis muertos, mi esposo y mis también ms hijos, y si
sucede que el resto de mis hijos se va con ustedes (y quiera Dios
que todos puedan hacerlo), no se irán sin mí.”

La referencia al resto de sus hijos, sin dudas involucraba


también a Emma, a quién Lucy consideraba una hija propia.
Finalmente Lucy estipuló una última condición, en la
130
Biblioteca SUD
eventualidad de que viajara al oeste: “Si yo voy”, advirtió,
“quiero que mis huesos sean traídos de regreso si es que muero
lejos, y deseo ser enterrada junto a mi esposo e hijos”.

Pero Lucy no iría al oeste. Había establecido claramente que


solo iría si alguno de sus hijos la llevaba, y ninguno lo hizo.

Para cuando el éxodo estuvo en marcha, su hijo William


Smith había sido excomulgado. De hecho, perdió sus derechos
de miembro solo 4 días después del discurso de Lucy en la
conferencia.

En 1855, la salud abandonó a Lucy Mack Smith. Según


todos los registros, yacía en la cama de uno de los cuartos
superiores de La Mansión, esperando la muerte. Emma, fiel a
su devoción por su suegra, cuidaba de ella.

El Elder Enoch Tripp visitó a la madre del Profeta al pasar a


ver a Emma. Lucy y el Elder Tripp eran viejos, buenos amigos.
Escribió que después de cenar con Emma en el hotel, ella le
llevó al cuarto de Lucy. “Estaba en cama, y muy débil. Al
acercarme junto a su cama, le informé quien era. Ella se
incorporó en la cama y echando sus brazos sobre mi cuello me
besó, exclamando, `Ahora puedo morir en paz, ya que he visto tu
rostro de regreso desde los valles de las montañas´.”

Elder Tripp continuó destacando cómo Lucy le inquirió


acerca de los santos, y que remarcó cuanto había disfrutado
los viejos días en Nauvoo. También le mencionó que se sentía
preparada para encontrarse con sus seres queridos más allá
del velo. El Elder Tripp le dio una bendición de despedida antes
de dejar La Mansión.

Lucy murió en mayo de ese mismo año. Tal vez el lazo más
directo de Emma con su esposo el Profeta se cortó con la
partida de la madre Smith. Ciertamente Emma se recluyó

131
Biblioteca SUD
mucho más luego de su muerte. Para Emma y sus hijos, la
muerte de Lucy significó el fin de una era.

132
Biblioteca SUD
CAPÍTULO 20

Luego del fallecimiento de su suegra, la vida de Emma se


tornó completamente monótona y aburrida en comparación
con su vida anterior junto al Profeta.

La experiencia más dramática que las investigaciones han


descubierto ocurrió como 5 años luego de su boda con el
mayor Bidamon. Emma le ordenó a un hombre que
abandonara La Mansión debido a su conducta impropia con
una jovencita en la propiedad. El furioso hombre regresó con
un revólver y con él amenazó a Emma. Fiel a su espíritu
indomable, Emma enderezó los hombros y con su
característica firmeza le dijo furiosa al hombre que tanto él
como la mujer deberían salir inmediatamente. Sin ser rival
para Emma aún con un arma en su mano, el hombre se fue.

Cuando Bidamon regresó y se enteró de la experiencia,


inmediatamente consiguió un arma y salió a buscar al hombre.
Aparentemente los dos arreglaron sus diferencias sin llegar a
un duelo, ya que fueron vistos entrando juntos a una taberna
esa misma tarde.

Una razón para que su vida careciera de incidentes, fue que


Emma se mantuvo aislada de sus antiguos amigos, los
miembros de la Iglesia que su esposo el Profeta había
restaurado.

En una carta a Emma en 1846, el hermano Gregg había


intentado obtener acceso a todos los documentos de José
Smith, aparentemente en un esfuerzo por armar una historia.
Su respuesta el 21 de abril de 1846 era escueta. Ella dijo: “No
tengo documentos o papeles de algún carácter histórico en mi
posesión. Todos los registros del Señor Smith de esa naturaleza

133
Biblioteca SUD
fueron entregados a Willard Richards y William Clayton, y se los
llevaron con ellos. No creo estar relacionada con ningún evento
de importancia que no sea ya de dominio público.”

En realidad, excepto por la visita ocasional de algún


misionero o viajero del oeste, Emma tuvo poco contacto con
sus antiguos amigos de la Iglesia.

El Elder Joseph C. Rich, que pasó por Nauvoo en 1869


escribió sus impresiones sobre Emma y La Mansión. “Me dirigí
a La Mansión para cenar, y allí, así como en todo el tiempo que
permanecí en la ciudad experimenté sentimientos que jamás
había tenido. Siempre había venerado el nombre del Profeta, y
las impresiones que había dejado en mi mente el leer sobre la
historia de la Iglesia habían hecho que imaginara Nauvoo y los
lugares frecuentados por José como tierra santa. Juzguen mis
sentimientos cuando crucé el umbral de La Mansión, donde
alguna vez el Espíritu de Dios parecía animar aún el edificio
mismo. Entré a la oficina que tal vez en algún momento visitaron
ángeles, y ahí encontré a tres hombres sentados, dos de ellos
jugando a las damas y el tercero (el viejo Bidamon, actual
esposo de Emma) escupía tabaco en el brasero. Fotos del
asesinato de Lincoln y noticias del vapor y el tren adornaban las
paredes, mientras que la mueblería y la apariencia general del
cuarto eran de desgaste, suciedad y descuido intencional. Se
anunció la cena, pasé por el salón alguna vez familiar para los
santos, y de ahí a la cocina. Allí vi por primera vez según tengo
memoria a Emma, la esposa de la juventud de uno de los más
grandiosos Profetas de Dios. Me senté a la mesa para comer,
pero mis pensamientos estaban en otro tiempo. Emma se ve muy
vieja y desgastada; nunca dijo una palabra mientras estuve en
el cuarto, sino para darle órdenes a la empleada que servía la
mesa. Mientras conversaba con Bidamon en la mesa, le dije en
respuesta a sus preguntas que era de Salt Lake y le dije a la vez
quién era yo. Miré al lugar donde se sentaba Emma, sabiendo

134
Biblioteca SUD
que ella conocía muy bien a mis padres, pero ella nunca levantó
la mirada ni dijo una sola palabra mientras estuve allí.”

Qué cambio desde los primeros días de Nauvoo cuando


Emma y José con las caras llenas de entusiasmo, mandaban a
sus sirvientes pulir la plata, cepillar las lámparas y abrir las
puertas de par en par para recibir a sus invitados. Cenas,
paseos en trineo, celebraciones de todo tipo y las excursiones
en vapor por el Mississippi, todo eso comenzó en La Mansión.

Ahora Emma parecía un cascarón, solamente un pálido


reflejo de la que una vez fue la vibrante y hermosa mujer que
José había escogido para que fuera su amada esposa.

135
Biblioteca SUD
CAPÍTULO 21

Emma les enseñó a sus hijos muchas cosas tanto


verbalmente como mediante el ejemplo, moldeando sus vidas
cuidadosamente y acomodando los hechos según su parecer.

Un asunto en el que puso especial énfasis con sus hijos era


el concerniente a la poligamia. Habiendo vacilado en su
aceptación del principio mientras José aún vivía y habiendo
reaccionado violentamente en más de una ocasión con sus
otras esposas, Emma dio un paso más luego de que José fue
asesinado.

Les enseñó a sus hijos que jamás existió tal cosa como el
matrimonio plural durante la vida de su esposo.

Los historiadores están divididos en sus opiniones sobre el


estado mental de Emma en este punto. Algunos sienten que la
tremenda presión que sufrió finalmente hizo que colapsara
emocionalmente.

Luego de la muerte del Profeta, como ya hemos visto, Emma


gradualmente se apartó de cualquiera que estuviera conectado
con la Iglesia. De ahí en adelante, se rehusó a admitir que su
amado José alguna vez hubiera enseñado o practicado el
principio de la poligamia en cualquiera de sus formas, física o
espiritual.

Aún hasta el final de su vida se mantuvo fiel a su


declaración: “José Smith nunca sugirió o practicó la poligamia.
Él era un esposo devoto y fiel. La mancha de la poligamia fue
impresa sobre el mormonismo, que era una fe pura, gentil y
confiable por Brigham Young y Orson Pratt luego del cruel
asesinato de mi esposo.”

136
Biblioteca SUD
Y así les enseñó a sus hijos que su padre jamás había tenido
otra esposa aparte de ella. Aún más, ella inculcó en ellos un
verdadero odio hacia todas las personas y prácticas
relacionadas con los mormones de las Montañas Rocosas. Esas
pasiones serían arrastradas por los hijos de los Smith hacia
sus afiliaciones religiosas.

Fue 16 años luego de que su padre murió, que el joven José


fue persuadido finalmente de asumir el liderazgo de La Iglesia
de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días Reorganizada,
una religión derivada que había tenido su origen en los días del
martirio del Profeta José.

El joven José había desarrollado un interesante pasatiempo


al aproximarse a la madurez. De acuerdo con el Elder Enoch B.
Tripp, el jovencito le mencionó en 1855 que podía comunicarse
con su padre el Profeta José mediante el “poderoso medio
espiritual” de la escritura. Afirmaba obtener el mismo
“sosteniendo en sus manos una pluma y apoyándola sobre un
papel”, así su padre podía comunicarse con él.

El Elder Tripp quedó atónito. Le respondió al joven


informándole de forma muy específica que “Dios, los ángeles y
los siervos de Dios jamás lo habían y jamás habrían de
comunicarse con los hijos de los hombres de esa forma.” Y luego
le dio a entender al joven José que “los poderes de abajo
también se comunicaban con el hombre… le advertí en contra de
esa gran maldad.”

Lo que el joven José, para entonces conocido como José


Smith III haya hecho con el fuerte consejo del Elder Tripp no
está registrado. En ningún lugar de sus memorias, José III
menciona ese poder que aseguraba tener.

Es un hecho bien registrado que José Smith III, el mayor de


los hijos de Emma, procedió a aceptar el pedido de un grupo de

137
Biblioteca SUD
hombres que aseguraban saber por revelación que José III
debía asumir el liderazgo de la iglesia como su legado, en
virtud de su posición en la familia Smith.

En la primavera de 1860, nueve años después de que dos


hombres afirmaron su revelación de que José III era el elegido,
ellos y otros invitaron al joven José, ahora un hombre, a una
conferencia en Amboy, Illinois. José III cruzó el río con su
madre y fue instaurado como el líder de la así llamada Iglesia
de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días Reorganizada,
que había se había mantenido pequeña en comparación con
los Mormones de las Montañas Rocosas.

Se le dio el voto de aprobación a José III cuando su nombre


se presentó ante los líderes de la iglesia reorganizada.

El programa de la reunión indica que José Smith III y Emma


fueron bien recibidos. “Al terminar este discurso, se realizó la
moción mediante Isaac Sheen, para que el Hermano José Smith
III fuera recibido como Profeta, Vidente, Revelador y sucesor de
su padre. Una ola de asentimiento recorrió la sala, luego de lo
cual Emma Smith Bidamon, viuda de José Smith el fundador de
la iglesia, fue recibida como miembro de la congregación
reconociéndosele su bautismo original. Luego, José Smith III fue
ordenado Presidente del Sumo Sacerdocio.”

El oficial que presidia dijo: “Hermano José, le presento esto


en el nombre de Jesucristo.”

Emma observó inexpresiva mientras José respondió: “Que


Dios me conceda en su infinita misericordia que jamás haga
nada para traicionar la gran confianza depositada en mí. Ruego
que nos conceda el poder de llamar a los esparcidos de Israel, y
solicito sus oraciones.”

138
Biblioteca SUD
Así, a los 27 años de edad, José III asumió el rol de
presidente para guiar a la iglesia en desarrollo.

Aparentemente todos los hijos de José y Emma se fueron a


la iglesia reorganizada. David por ejemplo, que era un joven
talentoso y sensible, escribió poesía y compuso muchos
himnos.

La iglesia recién conformada necesitaba del talento de los


Smith. Aún Emma contribuyó a la nueva iglesia con algunos
himnos.

Pero mayormente, Emma desarrolló poco entusiasmo por la


iglesia reorganizada. Es obvio al leer las minutas que Emma
asistió a pocas de sus reuniones. Aun así, la iglesia
reorganizada estaba dispuesta a recibir a la “dama escogida”
en sus propios términos. Una de las ventajas adicionales de la
iglesia reorganizada fue la buena disposición de Emma en la
primavera de 1866, de entregarle a William Marks el
manuscrito original que contenía las revisiones del Antiguo y
Nuevo testamento del Profeta, también conocido como la Nueva
Traducción. Marks, que entonces era el líder de la iglesia
reorganizada, era un Presidente de Estaca en la época de la
muerte de José y había seguido siendo un fiel amigo de Emma
durante los años de lucha posteriores al martirio. De acuerdo
con él y otros oficiales, Emma hizo la entrega voluntariamente
y hasta se rehusó a que se le pagara.

Poco después de la asunción de José Smith III como


presidente de la iglesia, él sus hermanos y otros líderes
aparentemente se convencieron de que si les predicaban a los
mormones de las Montañas Rocosas y les demostraban el error
en su proceder, estos hermanos regresarían al verdadero
rebaño y pastor.

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En esa premisa se enviaron misioneros. Antes de 1866, los
hijos de José Smith y otros de su iglesia viajaron a Salt Lake
City, Utah para hacer obra misional, esforzándose por
convencer a los mormones de que se habían equivocado al
seguir a Brigham Young.

Clamaban que Brigham Young era un profeta falso y que


José Smith había conferido el liderazgo de la Iglesia al joven
José, mientras el Profeta se encontraba en la cárcel de Liberty.
Además insistían con que José Smith nunca se había casado
con nadie además de Emma.

José III convirtió casi en la cruzada de su vida el probar que


su padre había sido monógamo, entrevistándose
incansablemente con mujeres que afirmaban haber estado
casadas con el Profeta.

Una de esas entrevistadas fue Malissa Willes, cuya


declaración jurada fue firmada ante notario en Salt Lake el 4
de agosto de 1893. Malissa le dijo a José III que
verdaderamente había sido la esposa de su padre. Aún le
mostró la Biblia familiar en la que se encontraba registrado el
acontecimiento.

Malissa Willes fue una de entre muchas mujeres que


firmaron declaraciones juradas ante notario, a los efectos de
que habían estado casadas y selladas al Profeta José Smith. De
hecho, para contrarrestar los esfuerzos de José III, Joseph F.
Smith preparó una colección de 40 declaraciones juradas de
esposas plurales del Profeta José.

Los hijos de Emma hicieron poco más que lograr que unos
pocos de los mormones de las Montañas Rocosas los
escucharan educadamente. Después de todo muchos de ellos
habían vivido con el Profeta en Nauvoo y conocían la verdad.

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Alguno de sus portavoces sin embargo, sintió que había que
aclarar las cosas definitivamente, no fuera que algunos se
desviaran y creyeran las palabras de José Smith III.

Una de esas personas resueltas fue Eliza R. Snow, que le


escribió a los editores del Deseret News. En su carta,
publicada el 17 de octubre de 1879, algunos meses después de
la muerte de Emma declaraba. “Yo alguna vez amé
profundamente a la hermana Emma y ahora, para mi creer que
ella, alguna vez una mujer honorable pueda haberse hundido
tan profundamente, aún a su propia estima como para negar lo
que sabe que es verdad, me parece un palpable absurdo. Si lo
que se supone fue su último testimonio realmente fue el último,
murió con una mentira en los labios. Una mentira contra su
esposo, contra las esposas de este, contra la verdad y una
blasfemia contra Dios; y al publicar esa mentira, su hijo ha
impreso un estigma en la reputación de su madre que jamás
podrá ser borrado.”

Brigham Young era el Profeta y Presidente de la Iglesia en la


época en que los hijos de Emma se encontraban predicando
activamente entre los mormones de Utah. En la manera
frontal que lo caracterizaba, denunció a Emma desde el púlpito
diciendo: “No hubo un día en el mundo en el que casi no habría
adorado a esa mujer, Emma Smith, si ella fuera una santa en
lugar de un demonio. Así lo siento hoy… Emma es por
naturaleza una mujer muy lista, es sutil e ingeniosa y ha hecho
que sus todos sus hijos crean que el hermano Kimball, los otros
hermanos del Quórum de los Doce y yo mismo ideamos el
complot que culminó con la muerte del Profeta. Esta acusación
es hecha especialmente contra mí. En el momento en que José
fue muerto yo me encontraba en la ciudad de Boston, a varios
cientos de millas de la escena del martirio. Tengo el
conocimiento certero de que Emma es una de las mentirosas
más malditas que conozco en este mundo; aun así no hay nada

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que no haría por ella si solo fuera una mujer recta, pero ella
continuará en su maldad.”

Uno de los argumentos clave que José utilizaba para probar


que su padre no había tenido otras esposas, era el que José no
había dejado otra posteridad aparte de los hijos de Emma, así
que le preguntó a Malissa Willes si es que había sido esposa
del Profeta, por qué no habían tenido hijos.

Ella le respondió: “No fue por decisión de ninguno de los dos,


sino tal vez por no darse las condiciones por mi parte
posiblemente, o tal vez fue en la sabiduría del Todopoderoso que
no tuviéramos hijos. El Profeta fue asesinado nueve meses
después nuestro sellamiento.”

La evidencia demuestra que hubo hijos que le nacieron al


Profeta José mediante sus otras esposas. En el caso de algunas
de ellas, al quedar embarazadas se mudaban a otro hogar por
diferentes razones. A veces el traslado lo causaban los
arranques temperamentales de Emma, los esfuerzos de los
hermanos de evitar que llegasen a conocimiento público sus
familias polígamas también habían sido un factor
contribuyente. Pero hay testigos que han dejado declaraciones
firmadas de que entre los miembros y bajo otros nombres, esa
descendencia existe.

Lucy M. Smith la esposa de George Albert Smith era prima


de José Smith y escribió en una carta el relato de su esposo.

De acuerdo a Daniel Bachman, “George le dijo a Lucy que


una tarde había encontrado al Profeta Lavando sus manos
ensangrentadas en una cubeta. Al preguntarle a su primo lo que
hacía, el Profeta le explicó que había estado ayudando a Emma
a recibir un niño de una de sus otras esposas.”

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Una carpeta sellada dentro de los archivos SUD, hay un
certificado firmado por Josephine S. Fisher, hija de Sylvia
Sessions, una de las esposas del Profeta José. La Señora
Fisher dijo: “Justo antes de su muerte en 1882, mi madre me
llamó a su cama y me dijo que sus días sobre la tierra estaban
contados y que antes de dejar la vida mortal deseaba decirme
algo que había guardado en absoluto secreto de mí y todos los
otros, pero que ahora deseaba contármelo. Me dijo entonces que
yo era la hija del Profeta José Smith, habiéndose ella sellado al
Profeta cuando su esposo fue excomulgado de la Iglesia… en
conclusión, mi madre me dijo que no hiciera su declaración
demasiado pública, ya que podría causar problemas y atraer
una curiosidad desagradable.”

Mary E. Lightner, otra de las esposas del Profeta escribió:


“Sé que tuvo tres hijos. Eso me dijeron ellos. Pienso que aún
viven, pero no se conocen como sus hijos por estar usando otros
nombres.”

José Smith III tenía 12 años cuando su padre murió. Es


difícil de creer que no hubiese escuchado alguno delos rumores
sobre la poligamia, que no haya hecho preguntas, ni
escuchado alguna de las intensas discusiones entre sus
padres, o que años después como un adulto no haya aceptado
el testimonio avasallador de docenas de mujeres que él sabía
que eran honorables.

Muchas cartas sobre la poligamia fueron intercambiadas


entre los mormones de Utah y los Santos de los Últimos días
Reorganizados que dirigía José Smith III. En una, Solon Foster,
cochero del profeta y residente en la casa de José en Nauvoo,
se refirió a una ocasión en que Emma “sacó a Eliza R. Snow a
la calle en ropa de cama.” El cochero escribió: “Tú y toda la
familia estaban parados llorando, yo te llevé de nuevo a la casa
y te acosté conmigo, y me dijiste: `Quisiera que mamá no fuera

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tan cruel con la tía Eliza´. La llamabas tía porque sabías que era
la esposa de tu padre.”

Según el diario de Lucy Walker, “El joven José le había


confesado a Oliver Huntington, de quien era amigo muy
cercano durante la niñez, y a otros que sabía que su padre
tenía otras esposas además de su madre.”

¿Cuales pueden haber sido los sentimientos de Emma sobre


los conflictos con la poligamia que sus hijos comenzaron? Es
posible que encontrara una curiosa satisfacción al observar el
furor que había provocado. Es también posible que luego de
establecer su postura una y otra vez a lo largo de los años,
hubiese llegado a auto convencerse. Si así fuera el caso, puede
de hecho haber sentido que cumplía cabalmente con la última
plegaria de José: “Emma, ¿puedes enseñar a tus hijos a
caminar sobre las huellas de su padre?”

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CAPÍTULO 22

A principios de la primavera de 1879, Emma yacía postrada


en el cuarto superior de La Mansión de Riverside, el gran
edificio que los santos habían comenzado a construir antes de
la muerte del Profeta y que el mayor había completado para
ella. Había estado confinada a su cuarto durante semanas, ya
que la avanzada edad y una vida de tribulaciones, pasaban su
último recibo. La señora Revel, una amiga y la hija adoptiva de
Emma, Julia (que ahora estaba casada y era madre también)
permanecían cuidándola.

Su tercer hijo vivo, Alexander, había estado cerca durante


días, mientras su madre se debilitaba más y más. Decidió que
era el momento de enviarle un mensaje a su ocupado hermano,
que dirigía La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días Reorganizada, José Smith III. El telegrama decía: “José, si
esperas ver a mamá con vida, ven inmediatamente.”

José III llegó a la callada ciudad de Nauvoo a últimas horas


de la tarde, mientras el sol mostraba sus rayos sobre el
tranquilo Mississippi. Garabateó en su diario: “Encontré a mi
madre aún con vida pero muy débil, no parece que vaya a vivir
mucho más.”

Emma resistió otros nueve días. A primeras horas de la


madrugada del 30 de abril de 1879, mientras la familia
descansaba de su semana de vigilia, la señora Revel se movía
por el cuarto asistiendo a su amiga. La señora Revel le dijo a la
familia que estaba convencida de que su padre, José Smith, el
Profeta había visitado a Emma y le había mostrado una visión
que Emma, aún en su frágil condición fue capaz de relatar a su
amiga.

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La señora Revel declaró que el Profeta dijo: “´Emma, ven
conmigo. Es hora de que vengas conmigo.´” La señora siguió
citando a Emma que dijo: “Me puse mi sombrero y mi chal y salí
con él. No me pareció que fuera nada inusual. Entré con él a una
mansión, una hermosa mansión, y me condujo por las diferentes
habitaciones de esa hermosa mansión. En un cuarto estaba la
guardería y en ella había una cuna con un bebé.”

La señora Revel insistió en que Emma dijo: “Reconocí a mi


bebé, mi Don Carlos, que me fue arrebatado.” Entonces, en su
visión, Emma se adelantó, tomó al bebé en sus brazos y lloró
de gozo sobre él. Recuperándose de su excitación y alegría dijo,
“`¿Dónde está el resto de mis bebés?´”

Emma relató que José le respondió: “`Emma, sé paciente, y


tendrás a todos tus hijos.´”

Aún más tarde antes del amanecer del 30 de abril,


Alexander le escribió a su esposa: “La salud de mamá se
deteriora paulatinamente… simplemente estamos aguardando el
final, y este parece cercano, solo Dios sabe cuánto. Pienso a
veces que ya he pasado por lo peor, pero aun así, sé que será
difícil perder a mamá.”

Fue también Alexander que registró una escena junto a la


cama mientras él y su hermano mayor José III, Julia la hija
adoptada y su padrastro el anciano mayor Bidamon se
encontraban aguardando el final.

De pronto Emma se incorporó en la cama. Dijo Alexander:


“Justo antes de fallecer ella llamó: `José, José!´ Pensé que se
refería a mi hermano. Le hablé y le dije, `José, mamá te
necesita´ Yo estaba a la cabecera de la cama. Mi madre se
enderezó, levantó su mano izquierda tan alto como podía y
llamó: `José´.Puse mi brazo bajo el suyo, tomé su mano con la
mía y le dije `Madre, ¿qué sucede?´”

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Finalmente la familia se dio cuenta de que no era a su hijo
José a quién había llamado Emma, sino a su esposo el Profeta,
quien había muerto hacía 35 años.

José escribió que su madre giró su rostro y miró hacia


arriba. Sus últimas palabras fueron: “¡Si, si! Ya voy!”. Luego
ella “tranquilamente dejó su vida terrenal, y su desgastada
forma se hundió para descansar.”

Al planear el funeral, José Smith III tuvo al principio alguna


dificultad convenciendo a los ciudadanos locales de que se le
debería permitir enterrar a su madre junto a su padre en el
cementerio frente a La Mansión de Riverside, detrás de La
Cabaña.

José III registró que “me acerqué al mayor sin dudar y le dije
que proponía enterrar a mi madre en mis propias instalaciones,
cerca de donde el cuerpo de mi padre, su esposo descansaba,
así como dos de sus hijos y otros miembros de la familia. Le dije
que enfrentaría las consecuencias de mi proceder. El elogió mi
resolución, y mis planes se llevaron a cabo sin demora ni
interferencia.”

Así, apaciblemente y luego de un funeral que atrajo a


amigos, familiares y a los curiosos de la región, el cuerpo de
Emma fue puesto a descansar en terreno familiar, en una
rústica tumba junto al poderoso río Mississippi y su magnífico
esposo, el Profeta José Smith.

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