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CONTRA EL OLVIDO

A partir de este juicio (…) nos cabe la responsabilidad


de fundar una paz basada no en el olvido sino en la
memoria, no en la violencia sino en la justicia.

Palabras de cierre del fiscal Strassera


en el Juicio a los Comandantes,
Buenos Aires, septiembre de 1985

¿Es posible que el antónimo de “el olvido”


no sea la “la memoria” sino la justicia?

Y. H. Yerushalmi, “Reflexiones sobre el olvido”.

No tengo recuerdo de mi infancia, porque nunca hubo


relato de mi infancia. El dato desconcertó durante algún
tiempo a mi psicoanalista argentina, hasta que ambas des-
cubrimos que la falta de recuerdos no ocultaba traumas
inconfesables. Episodios desdichados de otras épocas fue-
ron surgiendo en las sesiones, pero el vacío de los largos
años de infancia nunca pudo ser cubierto ni siquiera por
el mero placer anecdótico.
Tan recalcitrante era el olvido que, fuera por afán ar-
queológico o por una desconfianza natural hacia las infan-
cias felices, intenté cuanto recurso tenía al alcance para
cubrir el vacío: conversaciones con parientes y ex vecinos,
examen cuidadoso de álbumes de fotografía, exhumación
de diarios íntimos, viajes a los países donde mis padres y
abuelos nacieron o encontraron la muerte, a la espera de
que, descubriendo sus infancias, encontraría yo también
la parte del rostro que me faltaba. Fue en vano: no hubo
modo de recuperar lo perdido. Con el tiempo, advertí que
la ausencia de relatos domésticos era compartida por bue-

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na parte de mi generación, todos hijos de sobrevivientes Los recuerdos no son más que representaciones. Qué
del Holocausto. La ausencia de memoria era el recurso de y cómo se recuerda habla mucho de lo que somos. Memo-
nuestros padres para mantenernos a salvo de su insopor- ria, olvido, represión, desplazamiento: los eslabones de la
table memoria. Criados con el mandato ancestral de re- cadena de quién soy o creo ser, de quiénes somos o cree-
cordar la Historia colectiva (“recuerda, para que las atro- mos ser. La memoria es nuestro marco de referencia, es la
cidades no vuelvan a suceder”, nos repetían en el colegio médula de nuestra identidad, nuestra herramienta central
judío), sin embargo, carecíamos de recuerdos en la vida para emitir juicios, el telos para nuestras respuestas. Hasta
personal. Como buenos hijos de sobrevivientes, habíamos nuestra capacidad para emitir juicios se basa en la memo-
aprendido a hablar solo del presente más inmediato. Si no ria, como bien lo acotó Cicerón en De Inventione, ya que
habíamos olvidado la infancia, fue porque no se puede ol- la memoria nos permite discriminar entre lo bueno y lo
vidar –en el sentido estricto de “perder la memoria de una malo. A esto agregó, sarcástico, La Rochefoucauld: “todo
cosa” – lo que nunca estuvo en la memoria. el mundo se queja de la memoria, pero nadie se queja de
El pasado no está simplemente allí, en la memoria, su propio juicio”.1
sino que debe ser articulado para convertirse en memoria. Mis sesiones de psicoanálisis tenían lugar en Buenos
Qué se elige para representar en la cultura y en el recuer- Aires. ¿Podía extremar mi examen en la naturaleza del re-
do –todo recuerdo es representación–, dice mucho de la cuerdo y llevarlo al cuadro mayor? Mi curiosidad y descon-
identidad de los individuos, de los grupos sociales y de cierto hacia los hondos vericuetos de la memoria personal,
las naciones. Olvidar y recordar no son opuestos: son el ya hasta aquí tan claramente arados entre los pozos de la
tejido mismo de la representación. Cuando hablo del re- identidad, el conocimiento moral y las lagunas de relatos
lato y de la memoria, lo hago en el mismo sentido en que, que nunca se contaron, ¿podían volcarse y encontrar res-
en el ámbito de la cultura, se construyen los imaginarios: puestas en lo colectivo de una ciudad para ese entonces
como narrativas constituidas por secuencias de acciones profundamente sacudida por la necesidad del recuerdo?
con comienzo, medio y final, con protagonistas que actúan Debo aclarar que el momento histórico era el de la exhu-
y otros que recuperan, rehacen, repiten esas narrativas a mación de los testimonios de sobrevivientes de los cam-
través de canciones, mitos, chistes, cuentos antes de dor- pos de tortura de la dictadura militar de los años 70; más
mir, libros, rituales, monumentos. Hablo del imaginario: que de exhumación tal vez hay que hablar de develamien-
ese rosario de narraciones ensartadas en un macro-relato to, de exposición de lo que nunca se había contado en el
fluido y ordenador, emblemático y cohesivo como el in- espacio público. Mi encuentro con Buenos Aires coinci-
consciente. Más que ideología, el imaginario es la poética dió con el Juicio a los Comandantes, donde el tema de
de la identidad colectiva. Y, como toda representación o los desaparecidos intentaba encontrar un lenguaje capaz
conjunto de representaciones, sea a través del lenguaje, de comunicar el espanto a quienes siempre habían vivi-
la narrativa, la imagen o el sonido grabado, se basa en la do dentro de la normalidad e ignoraban o decían ignorar
memoria. las atrocidades que se habían cometido. Había allí no solo

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una batalla por la justicia, por el castigo a los torturadores dar la prueba, el documento, el relato para la memoria. No
del pasado reciente y por la restitución de los valores de la sorprende que durante años haya circulado la versión de
sociedad democrática y de los derechos humanos; la ba- que la mayor parte de los casetes había sido borrada para
talla era también por armar un relato, por contar una his- hacer encima grabaciones casuales. La versión no resultó
toria que “corrigiera” el macro-relato de lo sucedido en la cierta, pero es notable que, en su momento, se decidió no
Argentina entre 1976 y 1983, durante el reino del llamado transmitir el Juicio por televisión, que la sentencia se leyó
Proceso de reconstrucción nacional. solo por la radio y que las grabaciones se mostraron en la
Una y otra vez los testigos comparecían en el edificio pantalla chica fragmentariamente y solo muchos años des-
de los Tribunales y una y otra vez debían explicar su voca- pués. El caso de las grabaciones explica, en gran medida, el
bulario, encontrar equivalencias en el lenguaje, ingeniár- miedo a las reacciones colectivas que la fuerza de la imagen
selas para “hacer decible” su experiencia. Los jueces los podía suscitar; el episodio entero de la dictadura y, espe-
miraban asombrados, tratando de re-armar o re-construir cialmente de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final
la historia de los años de la dictadura, incluyendo una y el decreto de amnistía a los militares, hablan de recuer-
enorme zona de la realidad que le había sido escamoteada dos borrados, de relatos suprimidos, de desaparecidos. Es
a la sociedad en general. El mismo concepto de “desapare- la voluntad oficial de “sanar” a la fuerza la memoria de una
cidos” sigue produciendo asombro: ¿cómo miles de perso- comunidad, tratando de borrarla o de callarla por medio
nas pueden desaparecer para siempre, sin dejar rastro, sin de recursos legales de dudosa efectividad, puesto que las
relato de lo que ocurrió con ellos? El concepto es tan inad- cicatrices no pueden ser borradas por actos de poder.4
misible que el mismo ex comandante Jorge Rafael Videla
tuvo el desfachatado cinismo de declarar, como jefe del El estilo de las naciones
gobierno militar, que no entendía tanta alharaca de par- Vacíos de la memoria: hay también historias que no
te de los que se asumían como deudos de algo (alguien) llegan nunca a registrarse. Hay muchos ejemplos de perso-
inexistente, puesto que un desaparecido “no tiene entidad nas que durante años insistieron en no querer saber nada
(…) ni está ni muerto ni vivo”.2 Los hechos demostraron sobre la violencia y la represión, o de otros que, pese a los
cuántas de esas “no entidades” habían sido ya asesinadas secuestros de vecinos, juran que no tenían la menor idea
de la peor manera cuando Videla hizo el comentario. de los abusos. Hay quienes, después de haber enfrentado
Michel Foucault observó que la memoria es un fac- un secuestro, la desaparición de un pariente o el propio
tor esencial en la batalla por el poder: quien controla la exilio, se sorprenden cuando leen décadas después docu-
memoria de la gente, también controla la dinámica social.3 mentos sobre el período, aduciendo que nunca antes ha-
Recuerdo que durante el Juicio a los Comandantes las cá- bían tomado conciencia del peligro. En realidad, el miedo
maras de televisión registraban sin parar las confesiones es tal que sentir que se lo ha olvidado es un milagro de la
de los sobrevivientes, con el ánimo no solo de dar a cono- supervivencia. Se podría hablar de “olvidos recurrentes” ya
cer sino, muy especialmente, de archivar los videos: guar- que, como ciertas pesadillas, los malos recuerdos resurgen

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implacables y hay que tratar de acallarlos a la luz del día. seguir con este mismo ejemplo, Francia pasó a ser el país
Supresión y rechazo de lo desagradable: a veces por como- con mayor cantidad de inmigrantes del mundo, con un ín-
didad y a veces por complicidad, aunque en la mayoría de dice de extranjeros de 515 por cada 100.000 habitantes
los casos es un recurso para mantener la cordura. Pienso (mientras que en Estados Unidos era de 492); en los años
ahora en la terrible ironía de la frase que oía en la Caracas 70 los inmigrantes residentes en Francia llegaron al 11%,
donde crecí. Allí no hubo dictaduras desde mi temprana mientras que apenas alcanzaron el 6% en Norteamérica.
infancia, pero los índices de pobreza y corrupción eran ¿Por qué la diferencia de versiones? Porque Francia se ve
alarmantes; sin embargo, cada vez que me frustraba en a sí misma como una nación unificada étnica y lingüística-
mis intentos de investigar en la historia reciente y no en- mente casi desde la Edad Media y, como desde la época de
contraba archivo ni documentos, me contestaban: los pue- la Revolución Francesa era el país más poblado de Europa,
blos felices, como las mujeres felices, no tienen historia. solo concibe al inmigrante como mano de obra temporal.
Lo suprimido no es más que parte del relato de lo que Estados Unidos, en cambio, ha mantenido el modelo de
somos, la otra cara de la misma moneda. Ernest Renan lo los vastos territorios a ser poblados por los inmigrantes, el
expresó con precisión: “la esencia de una nación es que modelo americano del “nuevo hombre”, del país nuevo, no
todos los individuos tengan muchas cosas en común y que terminado. En Argentina, La Constitución Nacional sigue
todos hayan olvidado las mismas cosas. El olvido y el error promoviendo la inmigración pobladora de territorios; pero
histórico, agrega, son un factor esencial en la creación de el dato notable es que aún hoy discrimina muy claramente
una nación, puesto que en todo origen hay hechos de vio- y solo fomenta la inmigración europea, como lo reitera la
lencia.5 O como lo dijo Benedict Anderson: las comunida- Constitución reformada de 1994, artículo 25.6
des se distinguen no por cuán genuinas o falsas son, sino
por el estilo en que son imaginadas. Entonces, si olvidar Argentina o el imaginario de una nación blanca/europea
y recordar son las dos caras de lo que somos como indi- En los primeros días de mi vida en Buenos Aires, como
viduos y como naciones, si nuestra identidad es también provinciana apabullada por las dimensiones de esa colosal
el estilo en que somos imaginados, sería significativo pre- ciudad, desconfiando de mi talento para comprender las
guntarse por qué se recuerda lo que se recuerda y por qué redes del transporte colectivo, preferí limitar las ansieda-
se olvida lo que se olvida. des de la adaptación a otros menesteres y reposar, deján-
Así, al igual que solía decirse que Venezuela era un dome llevar confiada por los taxistas. Había pasado poco
país joven y feliz, se repite –por ejemplo– que Estados tiempo entonces de la guerra de las Malvinas y de la solida-
Unidos es el país de lo nuevo y de los inmigrantes, mien- ridad latinoamericana hacia la Argentina. Poco importaba:
tras que Francia es el lugar de la tradición. Los datos histó- la memoria es frágil. Bastaba que yo le indicara al taxista
ricos demuestran, sin embargo, cuán distinta es la realidad la dirección hacia la que debía llevarme para que volviera
de los hechos a la realidad del “estilo” en que gustan de la cabeza y, sorprendido por mi acento tropical, me dijera:
imaginarse a sí mismas esas naciones. En los años 30, para “Usted no es de aquí, ¿verdad? ¿De dónde es? ¿De allá,

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de América latina?”. Nunca tuve la rapidez de contestar recido de la sociedad y de casi todas las formas del recuer-
preguntando si el aquí del taxista estaba localizado en otro do. ¿Negros en Argentina? ¿Cautivas? Ni siquiera de los
continente. Presentí entonces lo que hoy creo saber: ser o indios quedaban muchos vestigios que el simple paseante
no ser latinoamericano (o al menos identificarse como tal) pudiera notar, pero la existencia de negros y de cautivas
no es solo producto de una coordenada histórica y geográ- en algún momento de la historia sugería una genealogía
fica, sino que también depende de una voluntad de ser, mestiza de la que difícilmente se pueden encontrar rastros
al menos en función del macro-relato compartido por la ni en las calles, ni en los libros de textos, ni en los relatos
comunidad. El hecho de que hay argentinos que nieguen nacionales. A diferencia de lo que ocurre en otros países
su latinoamericanidad no borra el peso del mapa ni de las latinoamericanos que repiten –al menos a nivel de pre-
circunstancias reales, pero creerse europeos funciona en dicado– el orgullo mestizo como el de Martí al hablar de
este contexto más o menos como el dato citado un párrafo “nuestra América”, en Argentina parecía ser mucho más
atrás de Francia y Estados Unidos con relación a los inmi- popular la idea, tan bien resumida por Eduardo Mallea, de
grantes y la identidad nacional. El modo de representar la que los argentinos son europeos desterrados en América.7
realidad suele pesar mucho más que la realidad misma. ¿Un país blanco en las Américas?, ¿o un país discursiva-
El tema de la memoria y el olvido, de la memoria y la mente blanco? ¿Dónde queda la América pre-hispánica, la
represión fue expandiéndose. Tratando de conciliar lo que historia de la Colonia y de la esclavitud? ¿Dónde las socie-
había leído en la literatura argentina con la experiencia de dades negras –especialmente de mujeres– que, más avan-
vivir en ese país, dediqué una época a recorrer museos, zado el siglo XIX, apoyaban activamente la dictadura de
pensando que en las representaciones colgadas en las Juan Manuel de Rosas?8
paredes podría encontrar algunas claves. Me dediqué al El pasado debe ser articulado para ser memoria. Toda
siglo XIX como época fundacional: la guerra con el Para- articulación (todo relato) tiene que ver con la identidad
guay encontraba conmovedora expresión en los cuadros (con lo que se quiere o cree de la identidad) y por eso, ya
de Cándido López, el horror que debió inspirar la Mazorca llevada a un nivel sociohistórico, se hilvana con los discur-
en la época del dictador Rosas estaba muy bien registra- sos de la raza, el etnocentrismo, el autoritarismo, el pro-
do en las telas coloradas con su lema “Mueran los salvajes greso, la modernidad, la doctrina liberal. Corrijo: el pasado
unitarios” y en las vajillas con el rostro del dictador que debe ser articulado por el presente para ser memoria. Peor:
se exhiben en el Museo Histórico, confirmando mis lec- toda imagen del pasado que no se reconozca activamente
turas argentinas. Sin embargo, dos imágenes inesperadas en el presente amenaza con desaparecer irreparablemen-
se repetían de un cuadro a otro y de un museo a otro: la te, como lo advirtió Walter Benjamin. Por eso es respon-
imagen de habitantes negros en la ciudad de Buenos Aires sabilidad del presente estudiar las desapariciones (de gru-
a comienzos del siglo XIX y la imagen de mujeres blancas pos de personas, de episodios históricos): las supresiones
en el momento en que eran secuestradas por los indios. tienen más que ver con la identidad del presente que con
Registrados en las telas, negros y cautivas habían desapa- la cultura del pasado. “Solo se puede explicar el pasado a

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través de lo más poderoso en el presente”, señaló Friedrich “normalizadas” dentro de la cultura y nadie se sorprende
Nietzsche. No es este el lugar para citar a los que, como ni repara en la relevancia de esta discriminación social; de
R.G. Collignwood o Hayden White, han estudiado el rol las blancas que pasaron a trabajar en el lado indígena casi
narrativo del historiador, pero en esta indagación en la no se habla. El tráfico de mujeres ha servido desde la an-
memoria es inevitable recordarlos al pasar: la Historia es tigüedad para establecer lazos de parentesco entre grupos
escritura desde el presente. Así, la reiteración del olvido de humanos; en la frontera argentina del siglo XIX se agregan
la existencia de los negros argentinos, por ejemplo, habla dos elementos esenciales: el mercado humano y la pro-
de los deseos del presente. creación. Esta establece un parentesco histórico totalmen-
Sigo ahora a Sande Cohen y a Matt Matsuda, para afir- te indeseable para una sociedad con un proyecto nacional
mar dos asuntos centrales para este trabajo: uno, habría blanco.
que preguntarse por qué un fenómeno entra o no entra El tema de las mujeres olvidadas en un medio hos-
al sistema de escritura llamado Historia; otro, para leer el til me impresiona sin remedio. Recuerdo una película de
pasado con el ánimo de hacerle justicia a los olvidados, John Ford, The Searchers, donde John Wayne buscaba
habría que partir de la idea de que toda Historia es des- venganza contra una tribu de indios que mató a su familia
confiable y conflictiva. y secuestró a su sobrina, encarnada por la hermosa Nata-
Pienso en las mujeres blancas secuestradas en la fron- lie Wood. John Wayne, con su traje de vaquero, al ver a la
tera interna argentina de las que nunca se supo más. Aún sobrina vestida de india, la niega para siempre. No es más
correspondiendo a un proyecto nacional que se declara una de los nuestros, dice, ahora es de ellos. Por supuesto
étnicamente blanco, no encontraron mejor destino en los que ese ellos es, en realidad, parte del verdadero nosotros
archivos que las omitidas minorías raciales. La única expli- nacional, históricamente hablando, aunque los múltiples
cación que encuentro para este silencio es que reconocer adláteres de John Wayne no lo aceptarían jamás. En reali-
su existencia hubiera exigido revisar los mitos fundaciona- dad, toda construcción de ellos conlleva su desaparición,
les de la Argentina moderna e incluir lazos de parentesco sea por asimilación o por muerte, extremos perfectamente
con el enemigo que habría de ser destruido (el salvaje). contemplados en el olvido. En la película, Natalie Wood
De hecho, si el tráfico de mujeres (indias y blancas) revela se salva hacia el final por el amor de su hermano adoptivo
mecanismos raciales y de género sexual en el intercambio quien –gracias a sus sentimientos no exactamente frater-
mercantil y el servicio laboral, implica, sobre todo, un in- nos– logra demostrar que la chica secuestrada desde niña
tercambio de cuerpos que a la vez crea nuevas relaciones sigue siendo persona, es decir, blanca y familia. No es lo
de parentesco. Este intercambio entre grupos raciales en- que ha ocurrido con las cautivas argentina que, a diferen-
frentados variaba las normas del acceso sexual, el status cia de Remedios la Bella que se va volando por los cielos
genealógico y la ubicación en el sistema de derechos so- mientras dice adiós con la mano en sus cien años de sole-
ciales de la época.9 Las indias que pasaron a formar parte dad, dan su despedida desde unas pocas pinturas del si-
del personal de servicio doméstico de los blancos fueron glo XIX, idealizadas en el martirio del rapto a caballo, para

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desaparecer para siempre en el silencio. ca habían sido revisados como el espejo donde se reflejan
Esta soledad atroz del rechazo y del olvido me obse- las tensiones generadas por la imposición de un proyecto
siona. Hay aquí una trampa de doble fondo: las cautivas nacional de raza blanca.
no dejaron testimonios escritos que se conozcan (no hay Henri Bergson sostenía que la memoria era un fenó-
relato recuperable) y la cultura las omitió o, lo que viene a meno puramente subjetivo, un estado de nuestro cuerpo
ser lo mismo, las relegó a un plano tan secundario como actuando el pasado acumulado en el presente. Me inte-
borroso. De hecho, las cautivas argentinas no vivieron el resa el planteamiento opuesto, de Maurice Halbwachs,
cinematográfico final feliz de Natalie Wood (la recupera- para quien la memoria es colectiva y depende de marcos
ción del ellos al nosotros) y por eso no fueron recupera- sociales (lo que él llama cadres sociaux). Entendido así, el
bles. Cautivas, desaparecidos sobrevivientes o víctimas de acto de recordar siempre se relaciona con el imaginario o
distintos actos de violencia a lo largo de la historia huma- macro-relato, que él prefiere explicar como un conjunto de
na: retazos de memoria, pacto de silencio, vastas e injus- imágenes e ideales constitutivos de las relaciones sociales
tas soledades históricas. La memoria no es solo el gesto que compartimos.11 La memoria no depende exclusiva-
de recuperar relatos o representaciones, sino una acción mente de la propia materia gris, sino de una consciencia
con profundas implicaciones políticas y culturales. Tanto compartida moldeada por las agendas sociales del presen-
es así que el silencio que oculta o borronea a las cautivas te. La memoria colectiva es una herramienta que reconfi-
argentinas no se revela en la falta de información propia- gura y coloniza el pasado, obligándolo a conformarse con
mente dicha, puesto que quien se ponga a buscar datos, las configuraciones del presente; se parece al enunciado
datos encontrará, aunque la tarea lleve años: la bibliografía de Benjamin, solo que aquí se destaca más la actividad
que acompaña este libro es prueba palpable de ello. Pero modificadora del presente (que “fuerza” al pasado a co-
la existencia de datos no significa que el silencio no exista, rresponder con una imagen de origen). Este es un proce-
ya que esos datos no han accedido a la memoria colectiva. so complejo y siempre en movimiento, como los patrones
La enorme mayoría de materiales son de muy difícil acceso que permiten afirmar cuál es la verdad (mejor dicho, qué
y hay que rastrearlos en bibliotecas especializadas, en los es creíble) o qué es ético en un momento dado.
anaqueles de algunos estudiosos, en borrosas fotocopias Este libro revisa el tema de las cautivas en la cultu-
pasadas de mano en mano; otros están allí y siempre es- ra argentina, siguiendo una lectura que busca entender lo
tuvieron, como es el caso de los cuadros que cuelgan en que se podría llamar la poética de la memoria, tomando
los museos o las imágenes que ilustraban, por ejemplo, La eclécticamente conceptos de distintas teorías, y adentrar-
cautiva de Esteban Echeverría.10 Pero, por alguna razón, se en los vacíos, en las elipsis, en los pliegues de la escri-
siempre han estado muy al fondo del escenario, nunca en tura. Las cautivas me permiten (me invitan, pero no como
el primer plano que los gauchos llegaron a ocupar, nunca un clamor histórico al que no tengo la altura para respon-
alimentando la imaginación nacional como una forma de der, sino más bien por quién sabe qué proyección de mi
identidad, ni como parte de una historia del origen. Y nun- propia historia), las cautivas me permiten revisar la mecá-

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nica de la memoria o, más humildemente, aproximarme Facundo” para comprender la realidad de su patria; Sar-
al análisis de algunas de las trampas de la palabra escrita, miento soñando con Europa, con la inmigración blanca,
revisando relatos y vacíos de relatos como secuencias de con los habitantes de las pampas como si fueran salvajes
la identidad, basadas a su vez en una racionalidad indivi- nómades del desierto árabe.
dual y colectiva que se sustenta en el macro-relato social Toda generación tiene su lenguaje, sus recursos mne-
(los parámetros del poder, la afiliación política, los pactos, motécnicos, sus alegorías. Francis Yeats, en su bello libro
los miedos, los enemigos). Mi arco temporal es limitado: El arte de la memoria, demuestra cómo también cada pe-
va solo desde la escritura de La cautiva de Esteban Eche- ríodo histórico tiene un locus o lugar de imágenes alegóri-
verría, considerado el primer poema nacional, y su com- cas construido dentro de arquitecturas mentales. Así, los
bate discursivo contra las versiones oficiales del gobierno sistemas de memoria del Renacimiento obedecen al orden
de Rosas; sigo con el único relato conocido escrito por un de un universo intelectual distinto a los de la época Clási-
protagonista, recogido bajo el título de Memorias del ex- ca o Gótica. El sistema de alegorías del siglo XIX argentino
cautivo Santiago Avendaño;12 luego con las diversas ver- encuentra su resumen en ese libro escrito por Sarmiento,
siones escritas sobre Lucía Miranda, la cautiva legendaria justo en la mitad del siglo, como un centro de gravedad
más famosa de la Argentina. Termino con un análisis de la hacia atrás y hacia adelante, Facundo. Civilización y bar-
memoria y la modernidad en Una excursión a los indios barie. El conocimiento de la realidad se organiza en bino-
ranqueles, de Lucio V. Mansilla, por ser el texto del primer mios: salvajes/civilizados, unitarios/federales, Sarmiento/
escritor que realmente viaja a la frontera interna para es- Rosas, campo/ciudad.
cribir sobre ella, antes de la eliminación de los indios y la Dentro de esta simplificación, ¿cómo pensar en la re-
consolidación del Estado moderno en este país. Recojo en cuperación de las cautivas de la realidad argentina, las que
el camino lo poco que hay sobre las cautivas de la realidad: no encontraron el destino cinematográfico del regreso al
documentos militares, memorias, cuentos de viajeros, al- hogar familiar a lo Natalie Wood en The Searchers? La po-
gunos versos gauchescos, cuadros. sibilidad de contemplar la recuperación de un grupo social
es un elemento inherente a la construcción de la memoria;
De Sarmiento, Borges y el imaginario si tal recuperación no es pensable, tampoco hay relato de
Hay un centro ordenador del macro-relato que hoy te- la memoria que la recupere. No hubo, no hay, voluntad de
nemos del siglo XIX en la Argentina y también, en buena recuperación: las cautivas se quedaron entre los indios y
medida, en América Latina en general: la épica de la civili- no hubo quien contara su historia en vez de, simplemen-
zación contra la barbarie. La esencia de la modernidad lati- te, recrear un mito útil para demonizar a los bárbaros del
noamericana está en esa lógica epistemológica que divide desierto.
la historia y la realidad en una oposición tan simple como La crítica marxista ha señalado cómo en el siglo XIX
arbitraria. Sarmiento, educador, presidente, defensor de la comienza un proceso de categorización de la realidad,
civilización; Sarmiento invocando “la sombra terrible de que separa el valor de la producción del de la función que

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cumplen los objetos. Con la modernidad se produce la ra- del otro lado de la frontera no ocurre. “El cautivo” es el re-
cionalización o, para usar el término preciso, reificación: lato de una certeza: en definitiva, pese a sus ojos azules, el
proceso de representación por el cual las cosas parecen da- protagonista no es más que un salvaje, cuya escasa lucidez
das, naturales e inmodificables, excluyendo su origen y los es la de un perro o la de un niño; la temporada que com-
trazos que puedan mostrarlas como el resultado de una parte con la familia blanca no hace mella en su irredenta
teoría.13 Como Theodor Adorno le escribe en una carta a alma salvaje, ya corrompida por los años de convivencia
Benjamin: “toda reificación es un olvido” (Matsuda: 13). entre los indios. Quizás habría que pensar en la mera vida
La historia deja de ser un proceso complejísimo de nego- en la pampa como suficiente para la abyección irredimible,
ciaciones sociales, para quedar simplificada en un binomio sobre todo si se considera el diagnóstico de Ezequiel Mar-
movilizador de prácticas políticas: civilización o barbarie. tínez Estrada quien, en Radiografía de la pampa, cita los
Aún en el siglo XX, la articulación de las relaciones horrores descritos por virreyes coloniales ante los pobla-
con el ellos o el Otro/indígena siguió ocupando el reino de dores perdidos en el vasto territorio: “Era la victoria de la
lo irrecuperable. Los dos relatos más conocidos de Jorge tierra, el triunfo de la prehistoria… Bajo los influjos indis-
Luis Borges sobre cautivos son, una vez más, la puesta en cernibles, las poblaciones regresaron a un estado inferior…
escena de la insalvable dicotomía. Se ha renunciado a la civilización, retornando por infinitos
Ya se sabe que la obra de Borges busca en la realidad senderos, que también salen al paso en la llanura, al fon-
su esencia mítica; en “El cautivo”, el protagonista es un do de la animalidad”. Martínez Estrada describe el viaje
“indio de ojos azules” secuestrado de niño y recuperado de Darwin al interior argentino, por medio de tonos que
muchos años después por los que se creen sus padres. El funcionan como leitmotiv: “vio los saturnales de los hunos
texto nunca afirma si el indio es en realidad el hijo; el úni- argentinos, el fruitivo degüello de las reses, la borrachera
co acto de reconocimiento que el cautivo produce al ser con sangre humeante”. Siguiendo esta lógica, ni siquiera
devuelto a su hogar natal es la recuperación de un “cuchi- un perro doméstico abandonado en la pampa puede ser
llito de mango de asta”, escondido en la cocina. Ha olvi- redimido, puesto que muy rápidamente y sin salvación re-
dado el idioma y no parece comunicarse con nadie. Lleno trocede varias escalas en la evolución de las especies.15
de nostalgia escapa un día de regreso al desierto. Agrega Algo similar ocurre con “Historia del guerrero y la cau-
el narrador: “Yo querría saber qué sintió en aquel instante tiva”: como en el anterior y en muchos de los extraordi-
de vértigo en que el pasado y el presente se confundieron; narios cuentos de Borges, el argumento es más bien un
yo querría saber si el hijo perdido renació y murió en aquel pretexto para aludir a los ministerios de las coincidencias
éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura y las repeticiones, la anulación del tiempo como catego-
o un perro los padres y la casa”.14 ría y de la singularidad del individuo, visto más bien como
Yo también quisiera comprender ese vértigo y su vida parte de la sucesión de seres humanos tal vez soñados por
en el desierto, sus ganas de volver. No es, claro, el tema de Alguien. Por esto la remota comparación en “Historia del
este cuento: nunca lo es. La representación de qué pasa guerrero y la cautiva” entre “Droctulft, un guerrero lom-

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bardo que en el asedio de Ravena abandonó a los suyos Lo llamativo de estos cuentos, al menos con relación
y murió defendiendo la ciudad que antes había atacado”, a este análisis, es ese “no sé” que se repite, ese recuperar
con la abuela inglesa “desterrada a ese fin del mundo” [la al cautiverio como una señal de lo que no se entiende: la
Argentina]. La abuela conoce a una india descalza y con ida y la vuelta a través de la frontera que divide la cultura
crenchas rubias: es otra inglesa, pero de las que viven del de la barbarie, atravesados, como dice el cuento al final
lado de allá, es decir, lo que llamamos una cautiva (Borges por un “ímpetu secreto, un ímpetu más hondo que la ra-
I: 556-560). “En la cobriza cara, pintarrajeada de colores zón, y los dos acataron ese ímpetu que no hubieran sabido
feroces, los ojos eran de ese azul desganado que los ingle- justificar. Acaso las historias que he referido son una sola
ses llaman gris. El cuerpo ligero, como de cierva; las manos historia. El anverso y el reverso de esta moneda son, para
fuertes y huesudas. Venía del desierto, de Tierra Adentro Dios, iguales”.
y todo parecía quedarle chico: las puertas, las paredes, los Cuando Domingo F. Sarmiento recrea la temporada
muebles”. Conversan torpemente, puesto que la india ha- de Facundo Quiroga tratando de adaptarse a los moda-
cía quince años había sido víctima de un malón y ya no re- les urbanos de Buenos Aires, la imagen que reproduce del
cordaba su lengua original, era la esposa de un capitanejo caudillo es deliberadamente patética. Sarmiento predica-
y madre de sus hijos. Continúa el texto en la notable prosa ba los beneficios de la educación y, pese a ello, la descon-
de Borges: fianza hacia el bárbaro es tan profunda que el protagonis-
ta del Facundo, pese al intento de aprender mesura en la
…detrás del relato se vislumbraba una vida feral: los toldos capital, termina perdiéndose (o re-encontrándose) en el
de cuero de caballo, las hogueras de estiércol, los festines
texto en su “costumbre de esperarlo todo del terror”.17 Lo
de carne chamuscada o de vísceras crudas, las sigilosas mar-
chas al alba; el asalto de los corrales, el alarido y el saqueo, la salvaje permanece, al acecho. Borges, más de un siglo des-
guerra, el caudaloso arreo de las haciendas por jinetes des- pués, también se siente atraído por el misterio de el otro
nudos, la poligamia, la hediondez y la magia. A esa barbarie lado; más que atraído, habría que decir asqueado. En estos
se había rebajado una inglesa. Movida por la lástima y el cuentos, el otro lado es un espacio maldito, pernicioso y
escándalo, mi abuela la exhortó a no volver. Juró ampararla,
sin salvación posible. La esencia del relato es la imposibili-
juró rescatar a sus hijos. La otra le contestó que era feliz y
volvió, esa noche, al desierto. Francisco Borges moriría poco dad del regreso. Tanto el encuentro entre las dos mujeres
después, en la revolución del 74; quizá mi abuela, entonces, como el del cautivo de ojos azules con su supuesta familia
pudo percibir en la otra mujer, también arrebatada y trans- de origen hacen las veces de una relación emblemática con
formada por este continente implacable, un espejo mons- la sociedad argentina y su modo de verse a sí misma. En
truoso de su destino.
estas imágenes hay una convergencia cultural –al modo de
los artefactos culturales de Benjamin–, la evocación de un
Cuando la abuela vuelve a encontrar a la india rubia, mundo que revela clases, jerarquías, modos de pensar de
esta bebe sangre caliente de una oveja degollada. Dice el un grupo y sobre el grupo. El hecho de que Borges siguiera
narrador: “No sé si lo hizo porque ya no podía obrar de escribiendo tantos años después de la eliminación del lla-
otro modo, o como un desafío y un signo”.16
22 23
mado problema del indio en Argentina, sin haber modifi- vido. Lo que sí es excepcional es la invención conceptual
cado ni un ápice el temor hacia lo “no civilizado”, demues- (y material) de los desaparecidos y esa pasión por tratar
tra la presencia de un síntoma –para decirlo en términos de evadir “el destino latinoamericano” como podrían ha-
lacanianos–, una fisura, una ambivalencia, una asimetría ber dicho los taxistas de mis tempranos años en Buenos
no resuelta. El hecho de que casi no se hable de los límites Aires. Por eso este libro: por la necesidad de intentar com-
que cuestionan la existencia de la nación blanca no signi- prender las complejidades de la memoria y mis propias ex-
fica que esos límites no sigan allí, presionando como los periencias, por las desapariciones en las hermosas calles
síntomas; es un tema sobre el que volveré con alguna ex- de Buenos Aires, por los olvidados de los que nadie quiso
tensión en el capítulo dedicado a Lucía Miranda. acordarse, por el dolor de los sobrevivientes y por los hijos
El imaginario, el sistema de alegorías o el macro-rela- que se quedaron sin relato. Todo esto es el trasfondo de
to se va rehaciendo, reforzando, desplazando. La memoria mi recuperación de las cautivas: asomarse y mirar en ese
personal se oscurece con el paso del tiempo, la memoria espejo, para tratar de encontrar muchas otras respuestas.
colectiva en cambio se enriquece con matices, acomodos, Cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina trata de
agregados, desplazamientos, énfasis cambiantes y repeti- entender la fundación de un país discursivamente blanco
ciones. La cultura se opone así al olvido; con sus omisio- revisando el macro-relato o conjunto de imágenes/textos
nes y ficciones, acomete “incluso a las fuerzas reactivas del que definen esa fundación, al menos en el ámbito cultural,
inconsciente, a las fuerzas digestivas e intestinales más durante el siglo XIX. Es un estudio sobre las poéticas de la
recónditas (régimen alimenticio y algo parecido a lo que memoria o sobre los pactos de silencio: cómo se construye
Freud llamará la educación de los esfínteres)”. La memoria una versión de la identidad, mientras se acalla a los indios,
–estoy citando a Nietzsche– no es la memoria de las hue- a los negros, a las cautivas. Ahora bien, ¿por qué las cauti-
llas. “Esta memoria original ya no es función del pasado, vas? Quizá porque ellas encarnan un terror obsesivo que
sino función del futuro. No es memoria de la sensibilidad, me ha perseguido siempre: la soledad de las personas que,
sino de la voluntad. No es memoria de las huellas, sino presas de acontecimientos que no controlan, de pronto se
de las palabras” (Deleuze: 188). Memoria y escritura: vo- ven del otro lado y ya no pueden regresar, porque los su-
luntad de qué creemos o queremos ser. William Saroyan yos no les perdonan haber estado allí. Asocio imágenes,
comentó que una imagen vale más que mil palabras solo casi inconscientemente, y siempre tienen que ver con una
si la imagen hace pensar más de mil palabras. Las palabras mujer: la protagonista de Hiroshima Mon Amour, atroz-
son esenciales a este proceso, como lo señala el epígrafe de mente humillada y con el cabello trasquilado por haber
Saroyan: la mera imagen no bastaría para ser. sido amante de un soldado alemán; una mujer a la que
nunca conocí y que fue quemada en la noche por algún
Lugares de la memoria, vacíos de la solidaridad desconocido en un barrio de la ciudad de Maracaibo, sin
El caso argentino no es distinto al de otras naciones, que ningún vecino reaccionara ante los espantosos gritos
todas fundadas, como decía Renan, en la violencia y el ol- nocturnos; la fotografía de mi madre durante la Segunda

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Guerra Mundial, con el pelo teñido de un rubio muy claro Al aproximarse, queda “pasmado de horror” “pues… ahora
y una expresión de distancia en la cara, como queriendo sus ojos eran redondos y de salvaje aspecto, tres veces más
adoptar una identidad desenfadada y seguramente no ju- grandes de lo que eran de ordinario… dándoles la aparien-
día; yo misma treinta años después, vestida con las ropas cia de los ojos de algún salvaje animal que se ve acosado”.
de mi madre y recorriendo Auschwitz, con el repentino El narrador le muestra un crucifijo, pero esto enfurece de
terror de que el tiempo revirtiera y me quedara atrapada tal modo a Marta que sus ojos se tornan “dos bolas ar-
dentro del campo de concentración. dientes”, “su corto pelo se erizó”, “empujó bruscamente el
A veces me persigue la imagen de Marta Riquelme, crucifijo a un lado, prorrumpiendo a la vez en una sucesión
protagonista del cuento de William Henry Hudson, rap- de quejidos y gritos terribles”, de una agonía tan profun-
tada por los indios y a quien, como en Hiroshima Mon da que el narrador se cubre el rostro y cae. “¡El kakué!, ¡el
Amour, le cortan el pelo. Los indios la encuentran muerta kakué!”, exclama su acompañante. “Recobrando el senti-
de hambre y loca de dolor por la pérdida de su hijo a causa do al oír aquellas palabras, alcé la vista, para descubrir que
de un malón; la compra un indio que podía pagar una her- Marta no estaba allí. Porque en aquel mismo momento,
mosa cautiva blanca. Su dueño no le tiene compasión y, cuando horripilantes gritos sonaban en mis oídos, desper-
hasta que no le da un hijo, la azota desnuda todos los días, tando los ecos de las soledades montañosas, habíase veri-
atada a un árbol. “También le cortó el pelo, y trenzándolo, ficado la terrible transformación, y Marta había percibido
hizo con él una faja, que siempre llevaba a la cintura; tro- por última vez con vista humana al hombre y a la tierra”.
feo dorado que, sin duda, le ganó gran honor y distinción Marta Riquelme ha huido, convertida en el pájaro kakué
entre sus compañeros”.18 Al cabo de cinco años, madre de de espantoso canto, para esconderse entre los montes,
tres nuevos hijos, consigue el consentimiento para regre- sola para siempre.
sar ante los suyos; en la huida, pierde en el río al único La historia (ficcional) de Marta Riquelme ayuda a cu-
niño que logró llevar consigo. brir los vacíos de la Historia y de los documentos públicos;
No sé qué parte de esta historia me impresiona más, contiene la angustia del secuestro, la muerte y el deseo, el
pero su efecto en mí va más allá de lo racional. No sé si es dolor, la adaptación, la pérdida de los hijos (blancos/mes-
el hecho de que en este terriblemente doloroso cruce de tizos) y la pérdida del ser: por esta suma que se asoma al
un mundo al otro, Marta pierda cada vez a sus hijos, o si es vacío del discurso para recuperar una franja de la realidad
el hecho de que, tras tanto agobio y desesperanza, al volver y dejarla para la memoria, se trata de un cuento excepcio-
a su pueblo, nadie le reconoce. En el cuento de Hudson, nal. Doble excepcionalidad del cuento porque describe lo
luego de mucho buscar en los alrededores del pueblo, el que otros textos omiten y porque su final enuncia el silen-
narrador encuentra a Marta “sentada en el trono de un cio que cubre a las cautivas. Porque la cautiva no es de allá
árbol empapado por la lluvia” y medio enterrado en masas ni de aquí, Nadie la reconoce: no es más que la leyenda
de follaje muerto, “acurrucada, en cuclillas, y con su falda de un horrible pájaro, el grito de locura y de dolor que se
hecha pedazos y cubierta de barro”, el pelo enmarañado. esconde para siempre.

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Hay una mezcla de razones que explican mi interés cultura cierre filas y la olvide. Hubo, sí, intentos de rescate
por las cautivas. La que quizá me pertenece más íntima- y tráfico comercial con el cuerpo de las cautivas, pero no se
mente, además de la genuina necesidad de entender la trata ya más que de una cifra anónima y no significativa. La
poética de la memoria colectiva, es la parte que atañe al gente de bien ha cerrado sus puertas para que los gritos no
pacto colectivo. No me refiero aquí al pacto al modo de perturben el sueño.
Renan o de Anderson, que aluden a una serie de códigos No puedo explicar esta falta de solidaridad más que a
y tradiciones compartidos; me refiero a los grupos que se través del miedo que todos sentimos hacia la muerte, ha-
mantienen coherentes y sobreviven gracias a su falta de cia lo desconocido. Como en los cuentos de Borges, acaso
solidaridad. Me aterra la fragilidad del destino humano las cautivas sean portadoras de un mestizaje que no que-
que, de golpe, en un instante, ve su vida cambiada para remos ver, pero, sobre todo, de un conocimiento que ya no
siempre sin haber tenido voz ni voto: un rapto a caballo, pueden olvidar, que les impide volver a la vida anterior y
un oficial de la Gestapo tocando a la puerta, un Ford Fal- que nos asusta.
con atravesando las calles de Buenos Aires con una perso- Por encima de todo, me impresiona la falta de solida-
na encapuchada a la fuerza y de la que nunca se sabrá más. ridad grupal para mantener la coherencia del grupo. Pero
Pero detrás de ese miedo, viene uno peor: el del silencio también está el problema de los dolientes y sus silencios:
de la sociedad, el de la gente que no sale de su casa para todos aquellos que a lo largo de la historia no pudieron
evitar que siga sufriendo en la mitad de la noche la mujer acceder al espacio público para reclamar a sus muertos y
quemada, el silencio de quien no se acerca para no “conta- desaparecidos (como sí lograron hacer, admirablemente,
minarse” con las víctimas que estuvieron del otro lado, el las Madres de Plaza de Mayo). Los parientes que perma-
silencio de los intelectuales que –siguiendo las tradiciones necieron en duelo, en silencio, sin que nadie abriera las
del siglo XIX– hacen la vista gorda y solo hablan de sus puertas o les prestara sus páginas para dejar oír sus voces
propios duelos (como la lucha contra Rosas), para labrarse y recordarlos.
una posición de poder personal, mientras se va extermi- Me permito citar cómo se inventó el arte de la me-
nando a los negros, a los indios. El silencio –ese pacto de moria, siguiendo el relato inicial de Yates, quien a su vez
falta de solidaridad– hacia la cautiva, tan bien encarnada parafrasea a Cicerón, en una historia que hubiera sido muy
en la demente Marta Riquelme, ya convertida en un pája- del gusto de Borges. En un banquete en Tesalia, el poe-
ro horrible, me impresiona (quizá en ella se resuma todo ta Simónides de Ceos cantó los elogios del anfitrión y de
el tema de Cautivas) porque, como a todas las cautivas, no los dioses gemelos Cástor y Pólux. Al terminar, el anfitrión
se la debería ignorar, como se ignora a los diferentes. Las contestó de mala manera que le pagaría solo la mitad del
cautivas eran nuestras, eran uno de nosotros. Y, sin embar- poema y que el poeta tendría que cobrarle el resto a los
go, basta que haya salido del espacio doméstico de nuestra dioses. Simónides fue interrumpido por un mensajero con
civilización (no importa que a la fuerza), basta que haya el pedido de salir del banquete para atender a dos jóvenes
cruzado al otro lado de nuestra tranquilidad, para que la que lo estaban esperando afuera. Mientras buscaba a los

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misteriosos visitantes, el techo de la casa se derrumbó y na Ruiz Guiñazú, Buenos Aires, 1998.
murieron los invitados, quedando irreconocibles. Simóni-
3 “Film and Popular Memory”, Foucault Live (Interviews 1966-1984),
des recordaba el lugar donde estaba sentado cada uno y, trad. Martin Jordin, ed. Sylvere Kitrunger (Nueva York: Semiotext[e],
gracias a eso, los familiares pudieron recuperar a sus muer- 1989), 92.
tos. Tal vez Cástor y Pólux recompensaron al poeta por su
4 Hasta tal punto es real que las heridas no se borran por decreto
homenaje salvándole la vida con la pretendida visita, pero que, pese a los intentos de olvido y reconciliación nacional promovi-
el premio mayor fue la invención de la mnemotecnia. Si- dos por el gobierno argentino, el tema de las torturas, los asesinatos
mónides infirió que para adiestrar la memoria hay que se- y desapariciones vuelve a aparecer una y otra vez. Tanta insistencia y
tanta presión ha producido, sin duda, la alternativa judicial al perdón
leccionar lugares, formar imágenes mentales de las cosas que los gobiernos de Alfonsín y Menem dieron a los comandantes.
que se deseen recordar y almacenar esas imágenes en los Como se sabe, la alternativa ha sido juzgarlos por otros crímenes
lugares, de modo que el orden de los lugares preserve el relacionados con el mismo período pero no juzgados antes: se los
encarcela ahora por el secuestro de niños. El fenómeno de la memo-
orden de las cosas, y las imágenes de las cosas denoten a ria no sanada se ve en otras latitudes, como por ejemplo en Brasil,
las cosas mismas. Los lugares y las imágenes, respectiva- donde también años después de la dictadura, se trata de revocar la
mente, han de ser invocadas como una tablilla de escribir licencia de los médicos que colaboraron con las torturas (The New
York Times, 11 de marzo de 1999). Nicole Loreaux reflexiona sobre
de cera y las letras escritas en ella (Yates: 14). el intento fallido de lograr una amnesia a través de la amnistía en
El arte de la memoria se inventa, entonces, como un “De la amnistía y su contrario” en Usos del olvido de Y. Yerushalmi
modo de recuperar la identidad de los muertos. Por eso, et al., trad. Irene Agoff (Buenos Aires: Nueva Visión, 1989), 27-52;
acaso, la memoria colectiva borra tantos lugares, rostros, en el mismo libro Yerushalmi incluye preguntas inquietantes sobre
la relación entre la justicia y el olvido (“Reflexiones sobre el olvido”,
palabras, muertos; por eso solo se erigen ciertos monu- 13-26).
mentos. Me acerco apenas a los textos, entonces, como
sitios de la memoria, los que Pierre Nora, en su admirable 5 Ernest Renan, ¿Qué es una nación? Cartas a Strauss, trad. Andrés
de Blas Guerrero (Madrid: Alianza, 1987), 65-66. La cita de Ander-
edición de varios volúmenes para repensar el pasado fran- son es de Imagined Communities. Reflections on the Origin and
cés, ha llamado lieu de mémoire. El lugar de la memoria Spread of Nationalism (Londres, Nueva York: Verso [1983], reimpre-
es como un templo: aunque profano, es un círculo donde so en 1991).
todo cuenta (Nora I: XVII y 16-20). Me acerco a las cauti- 6 Debo el dato de la Constitución a Tomás Eloy Martínez, quien de-
vas con la certeza de que todo es simbólico y significante, sarrolló el tema en “En defensa de los diferentes”, diario La Nación
hasta el silencio que las rodea. de Buenos Aires (27 de febrero de 1999).

7 Con nostalgia de Europa, dice Mallea: “Desterrados, los argenti-


nos lo somos todo. Desterrados del espíritu, desterrados de la civili-
1 Estos datos vienen del erudito estudio de Frances E. Yates, El arte
zación de que venimos, de aquel nudo ancestral en que, a diferencia
de la memoria [1966], trad. Ignacio Gómez de Liaño (Barcelona:
nuestra, los hombres produjeron arte, pensamiento, filosofía”. En
Taurus, 1974).
Historia de una pasión argentina (Buenos Aires, México: Espa-
sa-Calpe, 1945, 4ª ed.), 184.
2 Recogido en el documental para la televisión ESMA: El diario del
Juicio, de Walter Goobar y Rolando Graña, producción de Magdale-
8 Marta B. Goldberg, “La mujer negra rioplatense (1750-1840)”, en
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La mitad del país. La mujer en la sociedad argentina, comp. Lidia Formaban, contra los rebaños, manadas intensas; ya no eran perros,
Knecher y Marta Panaia (Buenos Aires: Centro Editor de América sino chacales. Fue preciso organizar expediciones militares para
Latina, 1994), 67-81. combatirlos. En pocos años retrogradaron centenares de siglos”, en
Radiografía de la pampa (Buenos Aires: Losada, 1953), 20.
9 Levi-Strauss estudia el tráfico de mujeres y el establecimiento de
lazos de parentesco entre grupos humanos primitivos atribuyéndole 16 Borges solo repara en el salvajismo de las costumbres indígenas,
un valor mítico, en Tristes Tropiques (Nueva York: Atheneum, 1974). ignorado la crueldad de los blancos en la frontera. Alfred Ebelot, por
Su tesis fue refutada desde un punto de vista feminista/marxista/ ejemplo, describe la técnica para carnear vacas o novillos: “A veces
psicoanalítico, para demostrar que el sistema de parentesco produce para prevenir una vuelta ofensiva, se le cortan ante todo los gar-
no solo opresión femenina sino definiciones de género, distintas rones. Entonces se arrastra sobre los muñones y el dolor le arranca
del sexo biológico en sí. Ver Gayle Rubin, “The Traffic in Women”, gritos penosos. Es un espectáculo cruel, pero esta necesidad place a
en Toward an Anthropology of Women, ed. R. Reiter (Nueva York: los soldados en los que contribuye no poco a desarrollar los gustos
Monthly Review Press, 1975), 157-210; para un análisis feminista con- sanguinarios que revelan con demasiada frecuencia en las batallas”.
trario al de Rubin, ver Nancy C. M. Hartsock, The Feminist Stand- En Recuerdos y relatos de la guerra de fronteras (Buenos Aires: Plus
point Revisited and Other Essays (Nueva York: Westview Press, Ultra, 1961), 91.
1998).
17 Cito de esta edición de Facundo con prólogo de Noé Jitrik, notas
10 Para un buen estudio iconográfico sobre las ilustraciones a la de Nora Dottori y Susana Zanetti (Caracas: Biblioteca Ayacucho,
obra de Echeverría y otras representaciones de las cautivas ver Laura 1997), 191-192.
Malosetti Costa, Rapto de cautivas blancas en la serie monográfica
Hipótesis y Discusiones 4 (Buenos Aires: Facultad de Filosofía y 18 William Henry Hudson, “Marta Riquelme (Del manuscrito de
Letras, UBA, 1994). Sepúlveda)” en El ombú y otros cuentos, trad. Luis Justo (Buenos
Aires: Belgrano, 1981), 125-162. Éste es uno de los escasos cuentos
11 Maurice Halbwachs, The Collective Memory [1928] (Nueva York: escritos durante el siglo XIX sobre el tema de las cautivas; su autor,
Harper and Row, 1980). como se sabe, es de origen inglés.

12 P. Meinrado Hux, ed. Memorias del excautivo Santiago Aven-


daño (Buenos Aires: Elefante Blanco, 1999).

13 La reificación es como la memoria: un relato que parece dado y no


muestra que se trata de un proceso, de una interpretación o de una
teoría. Cfr. George Lukacs, “Reification and the Consciousness of the
Proletariat”, History and Class Consciousness, trad. Rodney Living-
ston (Cambridge: MIT Press, 1971); Roland Barthes, Mitologías, trad.
Héctor Schmucler (México: Siglo Veintiuno, 1980).

14 Jorge Luis Borges, El hacedor en Obras Completas. 1952-1972,


tomo II (Buenos Aires: Emecé, 1993), 166. Todas las citas de los tex-
tos de Borges provienen de esta edición.

15 En una nota, Martínez Estrada dice: “Los perros huían de las casas
y se hacían enemigos feroces de los rebaños y los hombres. La abun-
dancia de carne, abandonada en los campos, donde las reses qued-
aban luego de quitárseles el cuero, las astas y el cebo, los embraveció.
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