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5 EN EL AMOR

CAPITULO I: EL INICIO
Dijo “Jesús” en alguna parte de su vida, “…aquel que esté
libre de pecado, ¡que tire la primera piedra!”, quien no se haya
enamorado, ¡que tire la primera piedra!, quien no se haya
equivocado, ¡que tire la primera piedra!, quien no haya reprobado
en el amor, ¡que tire la primera piedra!… la historia trata de mi
amor colegial y a eso nos dedicaremos en las próximas líneas. No
sabía por dónde empezar este relato, así que me decidí, como
toda historia, hacerla desde el Inicio (¿Por qué no eres normal?,
dirán algunos je je). Sin duda el día que la conocí no fue un día
cualquiera, ni mucho menos un día normal, la tarde asomaba
tranquila pero a la vez inquieta, ya casi de noche la ciudad
empezaba a mostrar sus primera luces y yo cual personaje
importante me dirigía a una reunión de un grupo político, es
increíble como los políticos empiezan a captar adeptos desde muy
temprana edad, y bueno yo era parte de ese montón de niñatos
que se creía un político dominante, ingrese a la sala que estaba
en el segundo piso de aquella rustica casa, nos invitaron a
sentarnos y una chica la cual hacía de dirigente, empezó a hablar
sobre los fines de aquella reunión, mientras esto se iba realizando,
mi mente rondaba las lunas de orión, mis ojos habían quedado
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deslumbrados por la belleza de una tierna señorita que
tímidamente escuchaba todo lo que se decía en aquella sala.

Ella estaba sentada delicadamente en un rincón de aquella


sala, portaba un paraguas, tenía seguramente unos 15 o 16 años,
se le notaba alegre y yo que no salía de mi asombro la miraba
como nunca antes había visto a ningún otro ser, no recuerdo
cuanto paso, no recuerdo cuanto la estuve mirando de reojo
disimuladamente para que no se diera cuenta, pero sin duda aquel
día quede encantado por la presencia de aquel divino ángel que
había venido a visitar aquel polvoriento salón. Llego la hora de
marcharse y yo como siempre tímido y muy poco expresivo no
atine ni siquiera a saludarla, salí de aquel salón, y mi mente
adolescente termino por guardar aquel bello recuerdo en las
entrañas más recónditas de mi ser.

Sabía que tal vez no iba a ver una próxima vez, sabía que
quizá iba a ser la única ocasión que la vería, pero como siempre
no hice nada para prolongar aquel suceso tan hermoso que hasta
hoy quedo grabado en mi mente. Salí con rumbo desconocido,
busque su rastro, trate de seguirla, trate de robarle una mirada,
pero todo fue en vano, aquel ser angelical se había ido y no tenía
ninguna referencia de ella más que la imagen grabada en mi frágil
mente, quizá ella cursaba el último año en alguno de los colegios
de la ciudad, así como lo hacía yo, o quizá estuviese
preparándose en alguna academia o cursando los primeros ciclos

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de la universidad, eran muchas las opciones y poca la información
que tenía sobre ella.

Después de perder todo contacto con ella, aquel día solo


podía rogar que en la reunión siguiente, “ella”, pudiera regresar a
aquella sala que había sido convertida en cielo después de
aquella ocasión, solo me quedaba la esperanza de una vez más
volverla a ver, no la conocía, pero quería disfrutar de su sonrisa
inocente, bella y delicada que enamoraba hasta al corazón más
duro que pudiera existir en esta tierra.

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CAPITULO II: VOLVERLA A VER
¡Llego el día!, había esperado tanto este día, que estando
aún en casa mi cuerpo temblaba por los nervios que me producían
el pensar que la volvería a ver, no tenía ni la más mínima idea de
lo que hacía, sin embargo, tenía la idea clara que debía de hacer
lo posible por tratar de impresionarla o al menos llamar su
atención en esta oportunidad. Recordaba que la fecha anterior no
pude ni siquiera robarle una mirada y eso me había dejado
totalmente triste, había ocasionado que mi mente poco creativa
empiece a planear un sinfín de ideas para poder llamar su
atención y tratar de robarle una sonrisa.

Me puse la mejor ropa que tenía y empecé a arreglarme


todo lo que fuera posible, dentro de mi sentía que no era suficiente
y que talvez todo lo que hacía iba a ser en vano, ya que no veía
como una chica tan hermosa como la “chica del paraguas” se
pudiera fijar en un chico que al parecer sufría de “déficit de
atención”. De todas maneras no me rendí, continúe con el trajín
de buscar el mejor rostro para mostrar, me peine a la derecha y
cuando me vi al espejo simplemente creí que con ese peinado
ridículo no iba a lograr nada, así que lo invertí, ahora mi peinado
estaba hacia la izquierda, sin embargo no podía evitar el hecho
de que en esta ocasión mi cabello rebelde que se había
acostumbrado a la derecha, ahora este a la izquierda,
simplemente era una mala idea, así que intente tratando de

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peinarlo hacia atrás, pero por más que lo intentaba no lograba ni
siquiera el hecho de verme bien. Finalmente, ya resignado decidí
dejarlo a derecha y esperar que con un milagro ella no se fije en
ese detalle.

Aún faltaba mucho tiempo para la reunión, sin embargo


estaba muy impaciente, así que decidí salir, empecé a recorrer la
calle principal de esta hermosa ciudad, llegue a la plaza de armas,
mire la hora en el reloj de la catedral y note claramente estaba
desubicado, la reunión era a las 6 y recién eran las tres de la tarde,
no sabía qué hacer, camine y camine para tratar de “matar el
tiempo”, no recuerdo muy bien cuantas vueltas di, pero termine
cansado de tanto caminar, llegue a la plaza Bolognesi, me senté
en donde pude y espere un tiempo más, mis ojos se dirigían al
hermoso templo de “San Francisco”, veía los detalles y en mi
asombro noté que en la fachada de aquella iglesia habían unos
pequeños ángeles, en un momento noté que aquellos ángeles
revoloteaban inquietos, no sabía si lo que veía era verdad o era
producto de mi desesperada imaginación, mi angustiado cerebro
en complicidad con mi loco corazón trataban de buscar en
aquellos ángeles a la “Chica del Paraguas”.

Después de un largo rato regrese a la plaza de armas para


poder ver la hora, doble la esquina de la tan conocida “Calle de la
Panchada” y vi el reloj con la esperanza de que faltase poco para
volverla a ver, “3:15 p.m.” marcaba el reloj, no lo entendía, había

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dado tantas vueltas, me había quedado mirando durante un largo
tiempo el templo de San Francisco y aun así solo había pasado
un cuarto de hora. Había caído en una profunda desesperación,
la locura de volver a verla me estaba jugando una mala pasada.

Después de dar muchas vueltas y caminar por una infinidad


de calles de esta mi ciudad, volví a ver el reloj de la plaza de
armas, ¡Era las Cinco con treinta!, aún faltaba media hora para la
reunión, sin embargo no podía darme el lujo de llegar tarde, me
dispuse a caminar hacia el salón rustico donde nos reuniríamos
por segunda vez, ingrese al salón y solo se encontraban sentados
dos jóvenes, estos parloteaban cuál políticos importantes sobre
cuestiones de la vida social, yo, me senté tímidamente y espere
ilusionado la llegada de la “Chica del Paraguas”, los minutos se
hacían eternos, iban llegando uno a uno los integrantes de este
grupo político, la mayoría eran adolescentes y jóvenes, y solo
unos cuantos, “los dirigentes”, eran de edad mayor, ya casi a las
6:20 p.m. Después de esperar y girar muchas veces hacia la
puerta con la esperanza de que ella pudiera ingresar, resignado
comprendí que la “Chica del Paraguas” no iba a llegar.

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CAPITULO III: ALGO INESPERADO
Tercera, cuarta, quinta reunión, simplemente ella parecía
que nunca iba a volver, mis esperanzas de volver a ver a la “chica
del paraguas”, eran casi nulas, el grupo político que se había
formado terminó con sus reuniones, dijeron que se iban a tomar
unas cortas vacaciones y que después volverían, para mí este era
el final en aquel grupo, un grupo político en la cual no sabía ni
siquiera de que se hablaba, estaba tan distraído y mis intenciones
eran otras, que ni enterado estaba de lo que se trataba en aquel
grupo, con esta decisión era casi imposible que la volviera a ver,
mis esperanzas se habían reducido a un simple e insignificante
“cero”.

Después de aquella fecha tuve la oportunidad de asistir a otro


grupo de “jóvenes líderes”, en este grupo, se instruía a los jóvenes
en oratoria y política, ingresé a la sala en la cual se desarrollaban
las reuniones e inmediatamente después nos empezaron a hablar
sobre algunos temas de “vital” importancia, después de aquello
nos invitaron a presentarnos uno a uno, aquella sesión fue muy
motivadora y bastante llamativa. Cuando la reunión se ponía aún
más buena y cuando ya no creí que se podría poner mejor,
apareció cual ángel enviado del cielo “La chica del Paraguas”, no
podía creer lo que veían mis ojos, había perdido anteriormente
toda esperanza de volverla a ver, sin embargo ella apareció donde
jamás hubiese imaginado encontrarla, ¿Sería el destino?.

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Me encontraba sorprendido por las cosas que hacia el
destino; aquella reunión fue inolvidable, no solo por la motivadora
charla que estábamos teniendo en aquel lugar, sino por la
presencia de la chica que me había robado el sueño en más de
una ocasión, después de casi hora y media de reunión, que para
mí fueron unos cortos minutos, llegó la hora de la despedida, esta
vez no podía arriesgarme a perderla nuevamente, por lo que
había decidido acércame a saludarla, intentaría pedirle su nombre
y quizá su número de celular, y si el valor me alzaba trataría de
invitarla a salir.

Estaba muy nervioso, en mi mente las ideas se


alborotaban, estaba en busca de las palabras adecuadas para
iniciar una conversación con ella, cuando ya estaba decidido y no
había nadie más que pudiera estropear aquel momento, saque las
fuerzas necesarias, me arme de valor y empecé a caminar hacia
ella, a cada paso que daba mis piernas empezaban a flaquear, la
mente se me puso en blanco y todo lo que había planeado decir
simplemente lo había olvidado, no sabía si continuar o dar marcha
atrás, sin embargo, en mi mente sabía que si no era ahora, no era
nunca, por lo que decidido, continué.

Solo dos metros me separaban de ella, es impresionante


como la distancia más corta a veces se puede convertir en una
infinidad, me encontraba a solo dos metros de la felicidad
completa, a solo dos metros del amor, a solo dos metros del

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destino; de pronto cuando ya estaba a punto de hablar con ella,
ingreso a la sala un chico, llevaba un esmoquin azul, los jóvenes
que aún quedaban en la sala le demostraban respeto, era alguien
importante para ellos, pero no para mí, seguí mi marcha y cuando
menos lo pensé aquel joven se acercó a ella y se la llevó, muy
angustiado pregunte quien era, los ahí presentes me dijeron que
era “su enamorado”.

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CAPITULO IV: VENCIDO SIN LUCHAR
Salí de aquella sala cabizbajo, no podía entenderlo, el
destino me la había traído de vuelta, sin embargo, el mismo, ahora
se reía de mí, cuando parecía que todo había mejorado, cuando
parecía que todo estaba a mi favor, se presentó esta situación a
la cual no podía hacerle frente, ella tenía un enamorado y ante
ese escenario lo único que hice fue verme vencido antes de haber
emprendido la batalla.

Aquel día camine por la orilla del rio tratando de consolarme


a mí mismo, la derrota que había sufrido, había molido a mi débil
corazón, estaba muy sensible por una situación que había pasado
hace no mucho, sentía rozar por mis mejillas el aire frio, pequeñas
gotas de dolor empezaban a caer por mi rostro machacado y el
nudo en mi garganta se hacía más profundo cada vez, sentía
morir, y en lo profundo de mi ser solo había dolor, y aun cuando
ni siquiera sabía su nombre, aquella situación me dolía como
ninguna otra. Dicen que el amor a primera vista existe, otros la
niegan, yo no sé si lo que sentía era amor, pero lo que si sabía
era que el enterarme de que la “chica del paraguas” tenía dueño,
había provocado que mi corazón quedará desgarrado, mi corazón
se desangraba y no había medicina que evite el final. Aquella
noche entre la oscuridad y la luz tenue de las lámparas de los
postes de alumbrado público, prometí nunca más enamorarme,

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seque mis lágrimas y me enrumbe a casa, estaba decidido a
olvidar a la “chica del paraguas”.

La semana siguiente fui a la reunión de “Jóvenes Lideres”,


ella ya estaba ahí, aun cuando había prometido ya no verla más
no podía evitar girar el rostro para ver como muy callada
escuchaba todo lo que se decía en aquella sesión, su mirada
irradiaba dulzura, su sonrisa destellaba como el sol, su cabello
blandeaba hermosamente, mi corazón palpitaba de tal manera
que no podía contenerse, de pronto, alguien me hizo una pregunta
y yo que no estaba atento simplemente atine a decir “Si”, no quería
que se dieran cuenta que estaba mirando a la “chica del
paraguas”, después se oyeron ciertas carcajadas, ¿Se habrían
dado cuenta? o ¿Cuál era el motivo de su risa?, me puse a
escuchar la reunión, hablaban de un paseo al campo, al cual yo
en mi distracción había aceptado asistir.

En un momento le preguntaron también a ella, no entendía


porque mi corazón gritaba que ella dijera que “Si”, sabía que “la
chica del paraguas” tenía enamorado y aun así no podía controlar
el ferviente deseo que tenia de que se diera aquella ocasión para
poder pasar más tiempo con ella, de pronto la escuche hablar, “la
chica del paraguas” había dicho que Sí.

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CAPITULO V: AIRES DE ESPERANZA
¡Que Hermosa!, cada vez que la miraba, mis ojos no se
querían despegar de su presencia, mi corazón latía rápidamente
y mi mente dejaba de lado al mundo para pensar solo en ella.
Aquel día había faltado al colegio para poder asistir al paseo,
caminábamos con dirección a Sacsamarca, un pequeño pueblo a
las afueras de Huancavelica, no había tenido durante todo el
recorrido valor para poder siquiera decirle ni un simple “Hola”, ella
hablaba con las chicas del grupo, su andar era muy delicado,
como si estuviese pisando las nubes del cielo, sonreía y
conversaba con total naturalidad que daba la impresión de que te
invitaba a charlar con ella.

Poco a poco, lentamente, “como dice la canción”, me fui


acercando a ella, parecía que no había nada en este mundo que
pudiera impedir aquel encuentro, cuando de pronto, recordé que
ella tenía enamorado y las fuerzas que tenía para ir acercándome
se desvanecieron al pensar que estaba tratando de ir por un
camino peligroso. De pronto, sin darme cuenta los amigos con los
que yo estaba caminando en grupo se alejaron de mí, y
curiosamente las amigas que caminaban junto a la “chica del
paraguas” también se habían alejado de ella. ¿Habrían notado
que yo estaba intentando acercarme a ella? ¿Se habrían alejado
intencionalmente?, miles de ideas pasaban por mi mente y
mientras pasaba todo esto por mi volátil imaginación, escuche un

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dulce ¡Hola!, un saludo que me llevo en menos de 2 segundos al
cielo, fue como escuchar el canto de los Ángeles celestiales. Me
quede perplejo, y tontamente atine a responder ¿Hola?

Ella sonrió, había notado mi nerviosismo, ¿Cuál es tu


nombre? pregunte, Yesica me dijo ella, sentía mi corazón latir muy
rápido y peor aún al conocer el nombre de la chica que había
sacudido mi corazón hasta dejarlo sin razón, sentía tal emoción
que sonreía como un idiota, ¿Qué haces le dije?, a lo que ella solo
atinó a responder “caminando y conversando contigo”, no podía
sentirme más idiota de lo que ya me sentía, no sabía que más
preguntar, mi mente estaba en blanco y para no aburrirla empecé
a preguntarle cosas sobre ella, cual si fuera un detective en busca
de un malhechor, ¿Eres de Huancavelica? ¿Qué estudias?
¿Tienes Hermanos? ¿Por dónde vives? ¿Qué género de música
te gusta?, había preguntado tanto, que sabía hasta como se
llamaba su profesora de inicial.

Yesica no se cansaba de mis preguntas tan estúpidas, aún


mejor, respondía con alegría y se reía conmigo, poco a poco
fuimos entablando una conversación más interesante (según yo
interesante), nos empezamos a hacer amigos, tanta era la
confianza y comprensión que habíamos ganado en pocas horas,
que hasta parecía que nos conocíamos de siempre, jugamos
entre nosotros, nos bromeábamos y hablábamos con placer,

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había olvidado completamente la existencia del susodicho que
estaba con ella.

Pase todo aquel día con Yesica, no nos volvimos a separar,


bajamos juntos y la acompañe a su casa, estábamos cansados,
pero no nos importaba mucho, en un santiamén llegamos a la
esquina donde vivía, ella me señalo y explicó cuál era su casa, y
después se despidió con un beso en la mejilla. Me la quede
mirando, di vuelta e hice como si me estuviera marchando, sin
embargo, gire al poco tiempo y empecé a verla caminar, deseaba
que girará y me pidiera que me quedará un tiempo más con ella,
pero como ya lo deben imaginar, eso no paso.

De camino a casa, recordaba lo ocurrido aquel día, había


sido el mejor día de mi vida y reía como un loco al recordar los
momentos divertidos que habíamos pasado juntos, veía a la gente
y parecía que todos me miraban, ¿Qué me pasaba? ¿Acaso
estaba enamorado?

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CAPITULO VI: EL REGRESO DEL AYER
Tuve una noche de insomnio, pasaban los minutos y no
podía dejar de pensar en ella, su risa, su voz, su cabello, su
mirada, su inteligencia, su humildad, todo lo que había en ella me
volvía loco, la soñaba despierto, la imaginaba soñando, la amaba
recordando, en mi corazón había una tormenta de emociones…

Abrí los ojos, no recordaba la hora en la cual conseguí


conciliar el sueño, sin embargo, pase una de las mejores noches
de mi vida, había amanecido contento, iba a ser el mejor día de
mi vida, cuando de pronto recordé que no tenía ninguna manera
de encontrarla más que en su casa, me empecé dar golpes en el
rostro por lo tonto que había sido ¿Por qué no le pedí su
Messenger o su hi5? (jejejeje si en ese tiempo se usaba esos
medios de comunicación), ¿Qué haría ahora? ¿Esperarla fuera de
su casa? (¿Imaginan eso?) creería que soy acosador o un
pervertido, nuevamente estaba en la misma situación de
desconcierto ¿Y qué tal si no iba a la próxima reunión? y ¿Qué tal
si no la volvía a ver?, mi mente que imaginaba lo peor nuevamente
me jugaba una mala pasada.

Salí a la calle, caminaba pensando en cómo encontrarla,


fui hasta su casa, y empecé a ver desde la esquina para ver si
salía y tratar de buscar alguna excusa para poder verla y hablar
con ella, pero durante todo el tiempo que estuve ahí, ella no salió.
Aquel mismo día teníamos una reunión en el grupo, y tenía la
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esperanza de que ella también estuviera pasando lo que yo, fui
muy temprano a la reunión, aquel día también falte a clases, en
estos momentos me importaba poco el colegio, mi mente solo
tenía espacio para pensar en ella, al llegar al salón de reuniones
la espere pacientemente, creía que después de lo que habíamos
vivido en el paseo ella iba venir con las mismas ansias con las que
me encontraba yo.

Me imaginaba un encuentro apasionado, con un abrazo


muy fuerte de por medio y quizá unas palabras dulces para
acompañar la noche, imaginaba que ella se acercaba a mí y me
hablaba para revivir lo pasado el día anterior, imaginaba que ella
me pediría que la acompañe a su casa, imaginaba que en ese
recorrido iba tocar su mano, acariciarla y disfrutar de ese grato
momento.

Pero nuevamente nada de eso paso, pasaron los minutos


y ella no llegaba, aquel día estaba perdido totalmente, mi mente
vagaba por el universo infinito y no prestaba ninguna atención a
lo que sucedía en la sala, faltaba solo media hora para terminar la
reunión y yo aún la seguía esperando, creyendo que quizá ella
ingresaría por esa puerta y ocurriría lo que había imaginado hace
no mucho.

Faltaban solo 10 minutos para irnos, cuando de pronto


alguien abrió la puerta, mi corazón se aceleró, era ella, “Yesica”,
me apresuré a ponerme de pie para poder saludarla, los que
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estaban al costado mío rieron inmediatamente, y de pronto
consternado vi que la mano derecha de la “Chica del Paraguas”
sostenía otra mano, era la mano del chico del esmoquin que venía
detrás. Me senté avergonzado, mi cabeza echaba la culpa a mi
corazón por haberse ilusionado, mi corazón no perdía la
esperanza que dentro de ella, pudiera haber algún sentimiento por
mí, pero por ahora ya nada podía hacer.

Termino la reunión y ella se fue con él, nuevamente yo solo


me quedé; Salí a la calle, caían suavemente sin darme cuenta
pequeñas gotas de mis ojos y bañaban mis resecas mejillas,
caminaba lentamente, tratando de perderme en las pequeñas
callejuelas de esta lúgubre ciudad nocturna, me senté en las
bancas de un parquecillo que yacía vacío en aquel momento y
empecé a llorar desconsoladamente.

Una mano tocó mi espalda, giré para ver de quien se


trataba, ella al notar mis lágrimas me abrazó fuertemente, su
abrazo me fortalecía, ella sabía cómo consolarme y sanar mis
heridas, me vio a los ojos, secó mis lágrimas, acaricio mi rostro y
con un beso ahuyentó mis penas, en ese momento no había mejor
medicina que el amor de mi ex enamorada.

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CAPITULO VII: ENTRE LA ESPADA Y LA
PARED
Se sentó en mis piernas y empezó a abrazarme
fuertemente, sentía su pecho cálido y oía su corazón palpitante,
su respiración era lenta y sus brazos parecían tenazas que
brindaban una tranquilidad profunda. Sus manos empezaban a
tocar mi rostro húmedo, sus caricias hacían que poco a poco mis
lágrimas dejarán de caer, levantó mi rostro que yacía demacrado,
me hablo suavemente y empezó a besarme con tal pasión que
hacia revivir los momentos vividos con ella, sus labios cálidos,
tenían un sabor muy dulce, hacía que quisieras besarla una, otra
y otra vez, quedaron atrás los días en los cuales nuestras
diferencias nos habían separado, quedaron atrás los días en los
cuales habíamos reñido y por la cual habíamos terminado la
relación que llevábamos, quedaron atrás los disgustos que
habíamos vivido juntos, los celos, las mentiras, todo quedó atrás
y solo vivíamos el momento.

La noche caía y ya casi no había personas en la calle, nos


levantamos de aquella banca en la cual estábamos juntos
reviviendo los tiempos de felicidad y comenzamos la marcha hacia
su casa, la abrace y ella me abrazo, juntos recorríamos las calles
frías de esta ciudad solitaria, de vez en cuando nos mirábamos,
sonreíamos y con un beso rompíamos el silencio, ella solo sonreía
y yo no tenía palabras para poder expresar lo que sentía en aquel

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momento, me sentía confundido, por un lado disfrutaba los besos
y recordaba los sentimientos que alguna vez tuve hacia ella, y por
otro “mi corazón”, “mi mente” no dejaba de pensar en Yesica, “la
chica del paraguas”, todo en mi mundo era confuso en aquel
momento. ¿Qué debía hacer? regresar con mi ex y tratar de que
la relación funcione, o luchar y quizá desfallecer en el intento de
tratar de conquistar a la “chica del paraguas”, no tenía ni 17 años
y ya me encontraba en tal dilema, el colegio había pasado a ser
tema secundario y por ahora mi corazón importaba más que las
matemáticas.

Por un lado, mi ex parecía tener la convicción de que el


retorno provocaría que nuestra relación mejore, yo, muy
confundido sabía que si volvía con ella “nuestra relación no iba a
durar demasiado”. ¡Torpe, Tonto y Egoísta! estaba haciendo que
mi ex se ilusione con este retorno, la acariciaba y ella me
susurraba al oído “te amo”, me sentía el ser más despreciable del
mundo, sabía que al día siguiente tal vez ya no la volvería a
buscar, pero aun así estaba reviviendo en ella los sentimientos
que un día nos unieron.

Llegamos a su casa, nos detuvimos en su puerta, ella me


abrazo muy fuerte, yo levante su rostro y le di un beso, le dije que
la quería y ella me pidió retomar la relación, era el momento de
decirle que lo nuestro no iba a funcionar, pero mi corazón dolido,
mi corazón que en ese momento se encontraba adormecido por

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lo que había pasado le dijo que “…todo estaría bien de hoy en
adelante, que jamás debimos separarnos, que nuestro amor era
más grande que cualquier pelea y otras tantas cosas que hicieron
que “Luna” se sintiera feliz…”, Nos despedimos con un beso
apasionado, me dijo que “pensaría en mí” y yo le dije que “soñaría
con ella”, mi hipocresía había llegado a tal limite que fingía
felicidad y amor cuando claramente en ese momento solo
pensaba en la “chica del paraguas”.

Empecé el camino de vuelta a casa con pasos torpes y


confundidos, no entendía la razón de mis actos, amaba a la “chica
del paraguas”, pero había estado reviviendo pasiones con “Luna”,
algo dentro de mi decía que no había hecho nada incorrecto, pero
mi cerebro condenaba a mi corazón por engañar vilmente a “Luna”
e ilusionarla con algo de la cual yo no me sentía seguro. ¿Qué
debía hacer? otra vez me venía esta pregunta a la mente, dentro
de mí sentía que ya no amaba a “Luna”, pero mi corazón dolido
añoraba sus besos, caricias y palabras, todo el concepto de ella
se hacía extrañar.

Mañana debía decidir todo, tratar de seguir luchando por


Yesica, “La chica del paraguas”, la cual tenía enamorado y de la
cual tenía muy pocas esperanzas que logrará amarme o volver
con “Luna”, mi ex, y disfrutar los momentos con ella hasta donde
la ilusión dure.

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CAPITULO VIII: ALGO INESPERADO II
Al día siguiente desperté con la clara intención de hacer
bien las cosas, sin embargo, algo no estaba bien, un bullicio fuera
de mi cuarto hizo temblar mis entrañas, mi madre estaba
charlando con alguien, bajé sigilosamente las escaleras para ver
de quien se trataba y grande fue mi sorpresa al ver en la sala de
la casa a mi maestra, seguramente había venido informar a mi
madre sobre mis faltas al colegio, el terror se apoderó de mí,
cuando me disponía a regresar a mi cuarto, tropecé, de un salto
mi madre apareció al lado mío, me tomó por las orejas y me llevo
delante de la maestra, me obligo a pedirle disculpas y a
prometerle que nunca más iba a faltar a una de sus clases, si esto
pasaba nuevamente, mi madre había autorizado a la profesora a
castigarme.

La profesora y mi madre se despidieron, su forma de mirar


y su misteriosa amistad me hacían presagiar lo peor, habían
creado una sociedad para impedir que yo pueda echar a la basura
mi futuro, aquel día, me pase la mañana entera en clases,
seguramente el grupo de jóvenes líderes se había reunido
también hoy, seguramente la chica del paraguas estaría
nuevamente sentada en aquella sala, seguramente estaría con el
tonto del esmoquin, el tiempo en el salón de clases se había
detenido, ya nada me parecía divertido en aquella sala, ni mis
compañeros, ni las tontas bromas, nada, mi mente estaba situada

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en otro lugar, contaba los minutos para poder salir y de esta
manera tratar de dar alcance a la chica del paraguas a la salida
de la reunión de jóvenes líderes.

El timbre sonó a la hora en punto y yo cual corre caminos


empecé a salir dando brincos de alegría, sin embargo, y cuando
ya me encontraba fuera del salón, la profesora dio un grito
tremendo, regresé inmediatamente y al verla, me comunicó que
por una semana iba a almorzar con ella y que por las tardes iba a
recuperar las clases perdidas, tremendo plan malévolo habían
maquinado mi madre y mi maestra, durante toda la semana no
pude hacer nada, estaba recibiendo la peor tortura que un
estudiante puede recibir, al finalizar la semana, la profesora por
fin me dejó salir, no sin antes amenazarme nuevamente sobre mis
faltas, toda la semana me la había pasado pensando en la chica
del paraguas y ahora por fin tendría la oportunidad de volverla a
ver, sin embargo, los momentos vividos con “luna”, mi ex, me
tenían confundido, era hora de poner las cosas claras.

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CAPITULO IX: OJO POR OJO
Al día siguiente había tomado una decisión, busque en mi
directorio el número de “Luna”, mi ex, y la llame, ¡Hola! me dijo
ella, ¿Qué alegría oír tu voz? continuó… y yo aun vacilando le
conteste y pregunte si quería salir conmigo a una reunión y
después salir a pasear. Ella acepto, me dijo que la esperara en la
plaza de armas para luego ir a la reunión del grupo al cual asistía
también la “chica del paraguas”.

Muchas vueltas habían dado en mi cama durante toda la


noche, el pensar en Yesica y Luna hacia que mi mente no pudiera
descansar y el hecho de amar a Yesica, “la chica del paraguas”,
hacía que mi imaginación buscara alguna forma de llamar su
atención. Ella tenía enamorado y yo estaba solo, pero Luna, mi
ex, había regresado y mi mente malévola no había olvidado los
muchos momentos en los cuales mi corazón había sufrido por ella,
y tampoco había olvidado las tantas lagrimas que mis ojos habían
derramado, entonces cual venganza, decidí usar a Luna para
intentar que Yesica sienta celos y de este modo al menos tratar
de que ella se fije en mí.

¿Mala decisión? Tal vez, pero ya no me quedaban


argumentos para poder conseguir que ella dejara a su enamorado
y se fije en mí. ¿Era imposible? Tal vez, pero debía intentarlo y
mejor ocasión no había, tenía a una ex que quería regresar

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conmigo y la iba a usar como instrumento para que Yesica se fijara
en mí.

Llegó temprano, me saludó con beso en la boca y yo con


desgano le respondí, nos pusimos de camino a la reunión, “la
chica del paraguas ya estaba ahí”. Apenas la vi, tome de la cintura
a mi ex, la abrace como nunca, la tome de la mano y me senté al
lado de Yesica, finalmente y para dar la última estocada le di un
beso muy profundo; de reojo veía a “la chica del paraguas”, ella
se sentía incomoda. ¿Hola? me dijo, después del paseo no me
había vuelto a hablar y hoy al verme con mi ex, lo había vuelto
hacer, mi plan estaba funcionando.

¿Cómo estas le dije? ¿Cuál era tu nombre? le pregunté,


estaba dispuesto a provocar que ella se sintiera mal, para que de
esta manera busque mi atención, ¿Ya te olvidaste de mí? me dijo,
perdóname, le dije, no lo recuerdo, “…Yesica” me dijo ella, en mi
interior no paraba de reírme por todo aquello, yo sabía muy bien
su nombre e incluso su apellido, no lo había olvidado, sin embargo
todo aquello que estaba diciendo era con la finalidad de que se
interesara más en mí. ¿No recuerdo de donde nos conocemos?
le dije, ella se molestó y con voz firme me dijo: “…como me vas a
olvidar, fuimos juntos al paseo….”, ¡Ahhh claro! le dije; en ese
momento Luna me preguntó algo, no recuerdo que, pero ni caso
le hice. Estaba tan concentrado en Yesica que lo que pasara con
Luna, era de muy poco interés.

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Yesica se pasó toda la reunión preguntándome cosas
mías, había conseguido que ella me prestará la atención, todo
estaba yendo a la perfección, estaba a punto de terminar la
reunión de aquel día, saque a Luna de la reunión y fuera del salón
le dije que no la podía acompañar y que se fuera sola a su casa,
ella que ya se había dado cuenta me dijo que me odiaba y que
jamás me iba a perdonar que la haya usado de esa manera,
estaba muy resentido con ella por todo lo que me había hecho
vivir, por lo que todo lo que dijo me interesó poco o nada, después
de eso volví al salón.

Terminó la reunión, ella me pidió que la acompañara a su


casa, no podré le dije, tengo que ir con mis amigos a otra parte,
ella suplicó que la acompañara, no pude resistirme y acepte. Nos
pusimos en marcha, ella me invito a sentarnos en una banca de
un parquecillo que había de camino a su casa, me empezó a
contar que aquel día había sido muy duro para ella, “Terminé con
mi enamorado” me dijo, y se puso a llorar en mi hombro, yo estaba
feliz, muy contento pero debía disimular. La hable cual “psicólogo
de parejas”, le dije que hablara con él para tratar de solucionar las
diferencias que los había separado, a lo que ella me contesto, que
ya se había cansado de él.

No podía estar más feliz, ella estaba sola, por fin, y yo la


tenía llorando en mi hombro, ocasión más buena no iba a tener,
levante su rostro seque sus lágrimas, y le hable muy bajito, le dije

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que no llorara más, que él no merecía ni una sola de sus lágrimas,
le dije que yo la apoyaría y que confiara en mi para todo lo que
necesitase. Ella me agradeció, me abrazó muy fuerte y sin
pensarlo nos besamos.

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CAPITULO X: CORAZONES DOLIDOS
El tiempo se detuvo, no nos importó que en ese momento
pasara un sinfín de gente, no importo que nuestros amigos y otras
personas nos vieran, no importo que talvez su ex enamorado nos
pudiera ver, ahora no importaba nada, vivíamos el momento,
disfrutábamos de aquel beso tan apasionado que adormecía
nuestros labios y redimía a nuestros corazones dolidos. Era
imposible no sentirse emocionado, era imposible no temblar
sabiendo que por fin la chica con la cual había soñado demasiado,
ahora me daba un beso, era imposible no ser feliz.

La abrazaba con todas mis fuerzas, y no quería por nada


del mundo dejar de hacerlo, ella tampoco se soltaba de mí, ambos
sentíamos el amor que en ese momento corría por nuestras
venas, ambos habíamos soñado el uno con el otro, ambos
habíamos ansiado tanto este momento, que ahora era imposible
alejarse. El tiempo se detuvo, pero nuestros corazones latían
como nunca, el tiempo se detuvo pero nuestros labios se movían
como jamás se vio, “…ni el mejor discurso político hacia que los
labios se movieran más que los nuestros…”, estuvimos
hipnotizados, aquel momento era mágico e interminable, nuestros
labios no se despegaban por nada y la pasión era cada vez más
grande.

Respirábamos fuertemente, juntamos nuestras frentes,


sentía su aliento en mi rostro, la sentía muy acalorada y yo estaba
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sonrojado, aquella niña preciosa despertaba en mí, sentimientos
nunca antes vistos, le tocaba el rostro, y la apretujaba contra la
pared, era excitante pasar mi mano por las formas de su cuerpo,
era muy atrevido para ser la primera vez, pero ella no decía nada,
estaba tan adormecida en aquel momento que solo lo disfrutaba,
pegaba finamente sus labios con los míos, el deseo se hacía más
profundo, nuestros labios rosaban con deseo, nuestro aliento se
juntaba en una maravillosa mezcla de sabores que hacían
enloquecer a mi mente que ya se había quedado sin razón.

Caminamos de manera inconsciente hacia un lugar más


apartado, no había demasiada luz y la penumbra cubría nuestros
cuerpos, el deseo era inmenso, ella se abrazó fuertemente de mi
cuello, yo la abrace calurosamente de la cintura, los besos que
nos dábamos eran cada vez más apasionados, no había forma de
controlarnos, era una pasión que había sido retenida por mucho
tiempo, y yo estaba muy feliz porque ambos sentíamos lo mismo.

Nos soltamos, sabíamos que no debíamos continuar, el


silencio provocado era tranquilizante, nuestros corazones
palpitaban a mil por hora y había un nudo en mi garganta que se
había formado por la emoción que vivía en ese momento, nos
tomamos de la mano y en silencio caminamos hacia su casa,
estábamos totalmente avergonzados, tanto que ninguno de los
dos se atrevía a “romper el hielo”, llegamos a la puerta de su casa
y muy ruborizados, nos despedimos con un beso en la mejilla.

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Ya cuando nos prestábamos a soltarnos de las manos, ella
giró, y gire también a la misma vez, nuevamente nos abrazamos
y quedamos sumisos en un profundo y apasionado beso que
confirmaba que entre nosotros iba a ver algo más. “Hasta pronto”
me dijo con su dulce voz, “Cuídate Mucho” le dije torpemente, ella
ingresó a su casa, cerró la puerta y yo salte de la emoción que me
embargaba en ese momento. Ahora si lo podía gritar a los cuatro
vientos ¡Estaba Enamorado!

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