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Contenido
1. Introducción
2. Principales ventajas y desventajas de la fitorremediación
3. ¿Por qué usar árboles?
3.1 Beneficios globales
3.2 Algunos árboles están excepcionalmente dotados para fitorremediación
3.3 Servicios ambientales adicionales
4. Fitorremediación con árboles
4.1 Contaminación elemental
4.2 Contaminación orgánica
4.3 Mejora de las capacidades endógenas
5. Conclusiones y caminos a seguir
6. Agradecimientos
7. Referencias
8. Más Lectura
Resumen
La fitorremediación es una tecnología comprobada para muchos contaminantes
orgánicos e inorgánicos. Razones prácticas han llevado a que los árboles sean
descuidados en estudios de laboratorio a favor de especies modelo herbáceas. Sin
embargo, los árboles están obteniendo momentos en plantas herbáceas en
ensayos de campo debido a su mayor efectividad. El progreso reciente respalda
que los árboles de rápido crecimiento que se usan comúnmente en cultivos de
rotación corta tienen ventajas clave para combatir la contaminación. Si se manejan
adecuadamente, estos árboles también pueden proporcionar servicios ecológicos
importantes que contribuirán positivamente a la rentabilidad y la percepción social.
Para explotar completamente este potencial, necesitamos comprender mejor las
redes bioquímicas que subyacen al metabolismo de los contaminantes y las
complejas interacciones entre los árboles y sus comunidades endofíticas y
rizosféricas. Examinamos aquí los avances recientes con respecto a la absorción y
el destino de contaminantes orgánicos e inorgánicos relevantes en las plantas, con
especial énfasis en los resultados obtenidos con los árboles. También se discuten
las perspectivas que ofrece la inoculación microbiana y la transformación genética,
dos enfoques probados con éxito en el campo. La plantación de árboles para la
restauración de la tierra encaja perfectamente en el nuevo paradigma de la gestión
de la planta.
1. Introducción
Una desventaja de la industrialización, la agricultura, la urbanización y otras
actividades humanas es la dispersión de una gran cantidad de contaminantes en el
medio ambiente, muchos de los cuales se acumulan a tasas alarmantes. A pesar
de una mayor conciencia pública, se espera que el crecimiento de la población y la
globalización empeoren el problema (Landrigan et al., 2018). Según las últimas
estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, los riesgos para la salud
ambiental ya causan 12,6 millones de muertes al año, casi una cuarta parte de todas
las muertes, así como innumerables casos de enfermedades debilitadas (Pr € uss-
Ust € un, Wolf, Corvala ´n, Bos y Neira, 2016). El impacto económico asociado se
ha estimado en un rango de billones de dólares, lo que representa una seria
amenaza para el desarrollo social (Banco Mundial e Instituto de Evaluación y
Medición de Salud, 2016). No menos significativo es el costo ecológico de la
contaminación, ya que afecta aspectos tan fundamentales para la biosfera como la
calidad del agua y el aire, la fertilidad del suelo, la proliferación de plagas y
enfermedades, la salud forestal, la biodiversidad, el secuestro de carbono y la
mitigación del cambio climático. A pesar de estos efectos negativos, muchos
gobiernos pasan por alto la acumulación de contaminantes, especialmente en
países de ingresos bajos y moderados (Landrigan et al., 2018). Se necesitan
acciones globales efectivas para mejorar esta situación, incluidos los avances en
investigación dedicada, educación y regulación. Es igualmente imperativo asignar
más recursos para remediar los sitios contaminados existentes.
La limpieza ambiental está dominada hoy en día por la ingeniería convencional. Sus
métodos se basan principalmente en la eliminación del suelo y el bombeo de agua,
seguidos de combinaciones ad hoc de tratamientos fisicoquímicos como
incineración, filtración, adsorción, lavado, extracción multifásica y mezcla con
tensioactivos, solventes, oxidantes fuertes y otros reactivos (Suthersan, Horst ,
Schnobrich, Welty y McDonough, 2016). Tales métodos son típicamente intensivos
en energía, perjudiciales para el medio ambiente y, sobre todo, muy caros. El
resultado es que la remediación de muchos sitios contaminados se descuida,
incluso en las naciones ricas. La Agencia de Protección Ambiental de los Estados
Unidos estima que hay aproximadamente 450,000 brownfields en los EE. UU.
(Https://www.epa.gov/brownfields). Alrededor de 250,000 es la evaluación de la
Agencia Europea del Medio Ambiente para sus países miembros (EEA, 2017). La
mayoría de los sitios catalogados están contaminados con mezclas de metales
pesados y compuestos orgánicos, este último consiste principalmente en
hidrocarburos de gasolina y organoclorados persistentes.
Las limitaciones de los métodos basados en ingeniería han provocado la búsqueda
de tecnologías biológicas alternativas o complementarias. En esta revisión, nos
centraremos en el potencial excepcional de las plantas perennes leñosas de larga
vida, los árboles de aquí en adelante, para remediar contaminantes orgánicos y
elementales. La utilización de organismos vegetales para la limpieza ambiental se
ha denominado fitorremediación desde que Ilya Raskin acuñó el término hace casi
tres décadas. Desde entonces, se han publicado periódicamente revisiones
exhaustivas en la literatura científica (por ejemplo, Doty, 2008; Kramer, 2010; Lee,
2013; PilonSmits, 2005; Robinson, Ban ˜uelos, Conesa, Evangelou y Schulin, 2009;
Van Aken y Doty , 2010; Vangronsveld et al., 2009; etc.). Para una compilación
reciente de estudios de campo y una descripción general de la fitorremediación, se
remite amablemente al lector a Gerhardt, Gerwing y Greenberg (2017) y a sus
referencias. Las revisiones recientes sobre aspectos específicos tratados aquí se
mencionan en las secciones correspondientes.
Expresiones de gratitud
Nuestra investigación sobre fitorremediación ha sido financiada por el Programa de
I + D de la Comunidad de Madrid (subvención S2009AMB-1478), el programa LIFE
+ de la UE (subvención LIFE / ENV / ES / 505) y el Ministerio de Economía y
Competitividad de España (subvención BIO2016-77840-R) . Agradecemos a C.
Salarnier (IAA) y M. Esteban (UPM), respectivamente, por el amable regalo de las
imágenes que aparecen en las Figs. 1 y 2.