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Había una vez una princesa, que vivía en un reino lejano. Está princesa aspiraba a
ser reina, sin embargo antes de esto, según las tradiciones de la monarquía, la
princesa tenía que pasar por múltiples actividades en las que tenía que poner a
prueba sus capacidades para poder gobernar el reino.
Este príncipe solía ser muy egoísta, y había llegado al castillo con la idea de
“darse unas vacaciones” y mantenía un itinerario bastante amplio. La princesa al
querer pasar tiempo con él, lo invitó a ser partícipe de sus actividades. Al príncipe
no le pareció la idea de “trabajar”, así que engañó a la princesa haciéndole creer
que al final pero solo al final de su itinerario realizarían las actividades para que
ella se convirtiera en reina. La princesa no se sentía tan conforme con la
propuesta del príncipe, sin embargo no quiso contradecirlo, para que siguiera en el
reino.
Después de unos días de convivir con el príncipe y realizar las actividades que él
quería, y al ver que las actividades de ella no llegaban, la princesa empezó a
preocuparse, a tal grado de dejar de dormir, e incluso sentirse presionada, pues
de las actividades que tenía que realizar, a duras penas había empezado con solo
una, la cual no pudo terminar, pues el príncipe deseaba dar un recorrido por el
reino.
Después que el príncipe se fue del castillo, la princesa pudo enfocarse en las
actividades que quería realizar y así pudo terminar a tiempo para la coronación,
convirtiéndose en la reina del pueblo.