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(Beatriz Galindo)
El alma
del niño
Ensayos de psicología infantil
Edición y prólogo de
Concepción Bados Ciria
El alma del niño. Ensayos de psicología infantil
© De esta edición:
Ediciones OCTAEDRO, S.L.
Bailèn, 5, pral. — 08010 Barcelona
Tel.: 93 246 40 02 — Fax: 93 231 18 68
www.octaedro.com
octaedro@octaedro.com
ISBN: 978-84-9921-682-9
S U M A R IO
AGRADECIMIENTOS 7
PRÓLOGO 9
DEDICATORIA 55
SANTOS AVISOS 57
EPÍLOGO 171
Agradecimientos
Prólogo
cana, de ahí que Isabel haga uso de una retórica subjetiva, llena
de dramatismo y de intenciones propagandísticas. Comienza en
estos términos:
más tarde le notifican que su hijo, que había estado como médico
en el frente de Aragón, también está internado en un campo de
concentración del sur de Francia. El primero de abril de 1939
abandona la embajada y se dispone a reunirse con su familia,
para salir hacia el exilio. De la incertidumbre y la angustia vivi-
das por Isabel durante los primeros meses del año 39, tenemos
noticia en sus memorias:
Hay constancia de que esta obra tuvo una acogida muy favorable,
según confirma la propia autora en sus memorias cuando asegura
que los problemas domésticos le impedían disfrutar plenamente
de su éxito como escritora en 1921.5 A tenor de sus declaraciones,
Isabel había sido invitada a Estados Unidos por segunda vez para
dar una serie de conferencias en distintas universidades. Reme-
morando los preparativos ante su partida declara:
6. Ibidem, p. 197.
7. Existe una segunda edición, publicada en México, que prescinde de la sección
«Juicios críticos», si bien el resto es calcada de la primera y con la doble firma: Isabel
de Palencia y Beatriz Galindo. Isabel de Palencia, El alma del niño. Ensayos de Psico-
logía infantil. México, D.F. Ediciones Aztlán, 1958.
Prólogo 29
con las que contaba en ese país, las cuales le proporcionaron foros
y espacios desde los que pronunciar conferencias y dar a conocer
sus escritos, siempre con el fin de obtener remuneración por su
trabajo.11 Por otro lado, fue una reconocida colaboradora en dis-
tintos periódicos madrileños de la época: El Sol, Cosmópolis, La
Esfera, Blanco y Negro entre otros; además, desde 1908, trabajó
con colaboraciones semanales para dos periódicos ingleses (The
Standard y The Laffan News Bureau) a los que enviaba crónicas
de todo tipo. Tras su muerte, acaecida en México en 1974, han
sido numerosas las investigaciones acerca de su dilatada obra li-
teraria, tanto la publicada en España entre 1900 y 1936 y la que
produjo en México, desde su llegada al país azteca en 1939 hasta
su muerte en 1974.12 De sus escritos autobiográficos publicados
en inglés en Estados Unidos, se colige que Isabel escribía, al mis-
mo tiempo y con distintos seudónimos, en distintos periódicos y
revistas madrileños y extranjeros; por otra parte, investigaba con
el propósito de divulgar determinadas obras que ella consideraba
13. Las traducciones fueron una fuente de ingresos importante para Isabel y
su marido. Entre otras, tradujo las novelas Silas Marner, de George Elliot (Calpe,
1919) y La abadía de Northanger, de Jane Austin (Calpe, 1920); obras históricas como
Enrique III y sus seis mujeres, de Francis Hackett (Juventud, 1937) y obras diversas
como los volúmenes V y VI de Psicología sexual de Havelock Ellis (1913). Asimismo,
las traducciones de novelas góticas inglesas se publicaron por capítulos, en las revis-
tas La Dama y La dama y la vida ilustrada, entre 1907 y 1911. Véase Bados Ciria,
cit. pp. 34-36.
14. Rosa María Ballesteros, «Isabel Oyarzábal: una malagueña en la corte del
rey Gustavo», Jábega, No 92, 2002, pp. 111-122.
32 El alma del niño
18. Rafael Cansinos Assens, La novela de un literato III, Madrid, Alianza Edi-
torial, 1995, p. 373.
19. Ibidem.
Prólogo 35
20. Adolfo Posada, Breve historia del krausismo español, Oviedo, Universidad de
Oviedo, 1981.
21. A través del la ILE se iniciaron una serie de reformas en materia de educa-
ción y se crearon distintos organismo como El Museo Pedagógico Nacional, La Jun-
ta de ampliación de estudios y la Residencia de estudiantes, centro de los intelectua-
les y artistas de la Generación del 27. Por otro lado, distintos intentos de renovación
pedagógica cristalizaron desde 1907 hasta 1936, con iniciativas pioneras como el
Instituto Escuela, las colonias escolares de vacaciones, la Universidad Internacional
de verano y las llamadas Misiones Pedagógicas que actuaron bajo el amparo de la
Segunda República con el fin de divulgar la cultura incluso en las zonas rurales más
alejadas del país. Shirley Mangini, Las modernas de Madrid, cit. pp. 135-148.
22. Ibidem. Fruto del empeño y el esfuerzo de estas intelectuales es la Residencia
de Señoritas que se fundó en 1915 bajo la dirección de María de Maeztu, una de
las figuras más notables en la evolución de la mujer en España. Como fundadora
de varias asociaciones femeninas es considerada la promotora más activa de la edu-
cación de las mujeres entre 1915 y 1936. La Residencia de Señoritas había surgido
de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en el año
de 1915 inspirada en la Residencia de Estudiantes masculina. Ambas instituciones
36 El alma del niño
eran herederas de las ideas y propuestas del Instituto Libre de Enseñanza fundado
en 1876 por Francisco Giner de los Ríos.
Prólogo 37
23. William T. Preyer. El alma del niño. Observaciones acerca del desarrollo psíquico
en los primeros años de la vida. Traducción española, Madrid, Daniel Jorro editor,
1908, p. 32.
38 El alma del niño
24. Isabel Oyarzábal de Palencia El alma del niño. Ensayos de psicología infantil,
cit. p. 10.
25. Ibidem, p. 12.
Prólogo 39
que puedan corregirlos. Isabel confirma que los niños pueden ser
tercos, ingratos, envidiosos, egoístas, curiosos, entre otras cosas,
de modo que razona y expone, con la ayuda de símiles y analo-
gías, las causas que provocan tales sentimientos negativos. Como
ejemplo, la justificación del egoísmo infantil, con el consiguiente
entrenamiento desde la niñez para evitarlo, es decir, enseñarle a
compartir con otros sus pertenencias y no conceder —en opinión
de la autora— excesiva importancia al mundo material:
Añadir que este libro interesa a todos los que de algún modo
se preocupan por el problema de la educación humana, y
en especial, a los maestros, me parece innecesario. El viejo
tópico de que para enseñar a los pequeños bastaban unas
cuantas nociones vagas —de Gramática, Aritmética o Geo-
grafía— ha desaparecido con el siglo xix. Si la función pe-
dagógica consiste en una serie de actos que tienden a trans-
formar la realidad dada para convertirla en otra mejor, lo
primero será determinar en labor exacta lo que esa realidad
es, sin pretender de momento que sea de otro modo, para que
llegue en su día a ser lo que debe. En suma, el educador, antes
que nada, ha de conocer la materia que, ingenua, se entrega
a su solicitud, esto es: el niño. Pero, ¿qué es el niño? Eso, al
parecer, tan conocido, ¿no es la más grave incógnita que se
presenta al educador?34
Bibliografía
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——. Nuevos modelos: cultura, moda y literatura (España 1900-1939), Eds.
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Prólogo 51
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Palencia, Isabel de. El alma del niño. Ensayos de psicología infantil. Ma-
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52 El alma del niño
Dedicatoria
Santos avisos
Por eso debe andar en las manos de los maestros y en las de los
educandos de los colegios, manera de que sean corregidos tantos
yerros, rectificadas tantas enormidades, y asegurada la existencia
mental de las nuevas generaciones. Su lectura ennoblece, su con-
sejo destruye la vieja rutina… Beatriz Galindo ha prestado a la
pedagogía un servicio eminente.
J. Ortega Munilla
61
PRIMERA PARTE
Defectos que son fuerzas en potencia
63
Preámbulo
II. La vanidad
III. La terquedad
IV. La curiosidad
V. La envidia
VI. La ira
VII. El egoísmo
IX. La ingratitud
X. La crueldad
XIII. La mentira
SEGUNDA PARTE
Las fuentes de la emoción
121
XVIII. La individualidad
viación del criterio de los chicos, esta forzosa inacción de sus fa-
cultades razonadoras, es más general de lo que se supone. No nos
damos cuenta de ello a causa de la excesiva ductilidad del niño,
que permite un rápido aniquilamiento de la voluntad sin aparen-
tes e inmediatas consecuencias. Más tarde, cuando se advierte la
falta, cuando se observa que el pequeño cerebro, ya desarrollado,
carece de ciertas virtudes determinantes, es cuando sobrevienen
las dudas acerca de si convinieron los medios educativos que con
él se emplearon, y se procura remediar sus efectos, lográndolo
muy rara vez. En los casos más favorables, hay que someter al
sujeto a un nuevo entrenamiento; pero en muchos de ellos nada
puede hacerse. El niño llega a la adolescencia cercenada su fa-
cultad de discernimiento, convertido bien en un rebelde, en un
despilfarrador de energías: bien en un esclavo, ciego intérprete
de la voluntad ajena y humilde asimilador de criterios que le son
extraños, incapaz de lograr su máximo desenvolvimiento ni mu-
cho menos de encauzar a quienes más tarde estén destinados a
seguirle como eslabones inconscientes de la inacabable cadena
humana.
¡Si al menos concediéramos mayor libertad a las iniciativas
primarias del niño!… Pero casi siempre nos empeñamos en en-
mendar, en adaptar a nuestro gusto, quizás menguado y plebe-
yo, una nueva y vibrante personalidad, en someterla a nuestra
influencia, sin escrúpulos, sin consideraciones, con una falta de
tacto y de delicadeza sencillamente inconcebibles. Todo a cau-
sa de la arraigada convicción que tenemos de la ineptitud del
niño, y nuestra falta de respeto por cuanto en él hay que no
comprendemos.
Tales procedimientos ordenancistas son contrarios a la ley del
espíritu, que autoriza y requiere el desarrollo del libre albedrío,
y la Humanidad entera sufre las consecuencias de nuestros pa-
sados errores en este terreno. Errores que no bastará a corregir
el esfuerzo de unos cuantos educadores de amplia visión, si el
resto del mundo se abstiene de una obra de tan universal impor-
144 El alma del niño
XXIII. El castigo
Tal estudio debe, sin embargo, de ser llevado a cabo con gran
tacto y delicadeza y sin que el niño lo advierta: de lo contrario,
jamás llegaremos a sorprender su manera de ser íntima. Por lo
mismo, no conviene que nos inmiscuyamos demasiado en sus
juegos ni procuremos sujetarle a nuestro gusto en este terreno.
Puede, sí, aconsejársele y poner a su alcance lo preciso para
que el pequeño realice la obra de su desenvolvimiento sin contra-
riarle, excepto en aquello que juzguemos nocivo para su salud, ni
hacerle más consideraciones que las que creamos oportunas des-
de el punto de vista de la higiene. Así, por ejemplo, puede y debe
de hacérsele ver que convienen a su salud los juegos y el ejercicio
al aire libre, y el entrenamiento físico y moral que del cultivo de
los deportes se desprende.
Fuera de esto, el niño tiene derecho a ser el entrenador de su
voluntad en esta materia.
Tampoco conviene acostumbrarlo al uso excesivo de juguetes
muy perfeccionados, que, además de no estimular sus facultades
imaginativas, suelen hastiar a la mayoría de los pequeños.
¿Cuántas veces sufren un desencanto las personas mayores al
ver que los niños, echando a un lado los juguetes costosísimos,
se entretienen horas enteras con las cosas más nimias y de nin-
gún valor? Por regla general, un pequeño se divierte más con
una cuerda amarrada a una silla, que con un caballo de cartón
o madera bien enjaezado; con un pedazo de caña y un braman-
te convertidos en un arco, que con una escopeta de complicada
mecánica; con una mesa y cuatro tablas, fantástica ilusión de un
acorazado, que con un minúsculo modelo de yacht. Y los mismo
las niñas. ¿Quiénes de entre éstas no prefieren improvisar los
cacharritos de su casa de muñecas y vestir éstas con trapitos con-
feccionados por sus propias manos, a jugar con las que, para su
regalo, preparan los fabricantes más expertos? ¿Y quién de todos
nosotros no conservará el recuerdo de esas horas inolvidables de
encanto en que, al mágico impulso de nuestra voluntad, trocába-
nse en imaginarios gigantes los árboles, del jardín o del paseo, en
XXIV. Los juegos 167
Epílogo
… su madre, empero, guardaba
todas estas cosas en su corazón.
(San Lucas, cap. II)
Era su hijo…
Dióle de niño vida, le arrulló en sus brazos, y sostuvo, con
amor incansable, sus primeros pasos titubeantes e inseguros.
De mozo acarició su frente pura, apartando de ella los rizos
rebeldes para escudriñar los ojos luminosos, en cuyo fondo se
condensaban todas las tristezas del mundo.
Ya hombre, siguióle paso a paso por los montes áridos y los
campos henchidos de grano, y veló su descanso, y atesoró en su
corazón las palabras que, como santa semilla, derramaban los
labios del Predestinado
Y cuando llegó la hora de la suprema inmolación, la Madre,
recogiendo en un último y sobrehumano esfuerzo las energías
agotadas de su alma, lanzóse sobrecogida de espanto tras el
hombre que iba a ser crucificado.
Vióle a lo lejos subir el Calvario. Le rodeaban soldados de faz
amoratada, e irrumpieron en el espacio los insultos, los gritos y
amenazas. El sol primaveral caía de plano sobre la tierra preñada,
liberando de su regazo los capullos y vigorizando los tallos. Los
campos se estremecían de gozo ante el renacer de sus frutos, pero
en el corazón de la Madre había hecho presa el dolor, y sus ojos
llorosos vislumbraban la muerte.
Tendiéronle sobre el leño áspero, alzándole luego para que
todos le contemplaran. Cayó la hermosa cabeza sobre el pecho
buscando reposo, y al fin le halló… Y de la garganta de la Ma-
172 El alma del niño
FIN
173
Se interesa por el alma del niño Beatriz Galindo, pseudónimo que nos
habla de una inteligencia luminosa aplicada al bien de la sociedad es-
pañola, y de una ternura exquisita puesta al servicio de los males que
sufrimos y para ver de remediarlos. Sólo el propósito de escribir esta
obra merece alabanzas; el de dar cumplimiento al deseo arrancará elo-
gios a quienes se sientan más reacios para aplaudir.
El más importante de nuestros problemas es el de la niñez, lo mis-
mo para lo físico que para lo espiritual. En los niños está la clave
de nuestra suerte futura. La decadencia fisiológica de la raza podrá
contenerse y convertirse en resurgimiento y poderío, si ponemos en
la puericultura nacional cuantos recursos estén a nuestro alcance. El
triunfo futuro del alma española, diseminada por la Tierra entera, será
indiscutible si sabemos infundir a las generaciones que nacen la fuerza
necesaria para que sean dignas de su origen histórico.
Los viejos y maduros, acaso buena parte de los que aún son jóvenes,
difícilmente se acomodarán a las exigencias de los tiempos presentes.
178 El alma del niño
Hay que dejarles cumplir sus respectivos destinos como Dios les dé
a entender. Pero, en cambio, es preciso esforzarse en provecho de las
criaturas, que son el anuncio de los hombres del mañana. La nación
entera, con todos sus recursos de carácter material y morales, aplíque-
se a la obra fundamental de crear vigor físico, caracteres templados
e inteligencias diestras y nutridas. En ello, en conseguirlo, está que
España triunfe, pues todo lo demás ha de dársele por añadidura.
Por lo mismo, el intento de Beatriz Galindo debe ser elogiado. Su
labor constante en el periódico, y la que ahora completa en el libro, es
digna de aplauso. Quisiera poseer una gran autoridad para emplearla
en honor de esta notable escritora, que en vez de lanzarse a las aven-
turas de la imaginación, gusta de servir a la realidad, madre y señora
del noble vivir.
J. Francos Rodríguez
Í N DIC E
SUMARIO 5
AGRADECIMIENTOS 7
PRÓLOGO 9
Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 1878-Ciudad
de México, 1974) 11
La educación en España hacia 1920 27
El alma del niño. Ensayos de psicología infantil 37
Bibliografía 50
DEDICATORIA 55
SANTOS AVISOS 57
III. La terquedad 78
IV. La curiosidad 82
V. La envidia 86
VI. La ira 90
VII. El egoísmo 94
VIII. La falta de probidad 97
IX. La ingratitud 100
X. La crueldad 104
XI. La falta de generosidad 107
XII. El miedo y la cobardía 110
XIII. La mentira 114
EPÍLOGO 171