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Trabajo Semiótico
Trabajo Semiótico
desde las funciones de lo narrativo en la historia del hombre y del tiempo, hasta la
reflexión sobre algunas problemáticas de la narración, presentes en El entenado de Juan
José Saer.
EL NARRADOR
Benjamin se pregunta qué papel tiene el narrador en cuanto al problema
antropológico. Para él, el primer punto de la configuración del narrador se da a partir de la
afirmación de que el homo narrans está debilitado. Se pregunta qué es la narración: se
responde que la facultad de intercambiar experiencias, la fuente que nutre a los narradores
es la experiencia que se comunica de boca en boca, en un escenario primigenio. Tienen
como matriz a la oralidad, lo que Bajtín llama género primario.
Hay dos tipos de narradores:
el marino o narrador prototípico, que necesita irse y vivir aventuras para narrar
el campesino, metáfora del narrador sedentario, que no se mueve pero sabe todas
las historias del pueblo, y realiza una narración retrospectiva.
Estos tipos se entrecruzan y forman las estirpes de narradores. Rasgo característico del
narrador es su orientación a la práctica: el narrador primitivo se ubica en la vida práctica y
su narración tiene un sentido de moraleja, de vida, sentido práctico, que conlleva valores
culturales del grupo en el que está.
La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los
narradores. Y los más grandes entre los que registraron historias por escrito, son aquellos que menos
se apartan en sus textos del contar de los numerosos narradores anónimos. Estos últimos conforman
dos grupos compenetrados. La figura del narrador adquiere su plena corporeidad sólo en aquel que
encarne a ambas: la figura del marino mercante, que viaja, y el campesino sedentario, que no
abandonó la tierra de origen pero conoce sus tradiciones e historias. (Benjamin, 1991,pp. 112-113)
Hay una experiencia y un saber referente a la historia en curso. En lo narrativo hay una
sabiduría, que el grupo va acumulando como bagaje cultural. Esta base narrativa entra en
crisis por su juego competitivo con la novela que, como género supone al libro, a la
escritura, en un discurso literario instalado. Esta competencia marca el ocaso de la
narración primitiva, pues la novela es una escritura solitaria(se escribe y se recepciona en
soledad). Benjamin señala la fricción entre géneros primarios(la narración oral) y
secundarios(la novela). Ambos se articulan pero hay diferencias.
La narración, tal como brota en el círculo del artesanado—el campesino, el marítimo, y luego,
el urbano—es, de por sí la forma similarmente artesanal de la comunicación. Por lo tanto, la huella
del narrador queda adherida a la narración como las manos del alfarero a la superficie de la vasija de
barro. El narrador tiende a iniciar su historia con precisiones sobre las circunstancias en que ésta le
fue referida, o bien la presenta como experiencia propia. (Benjamin, 1991,p. 119)
El sentido de la vida es el centro alrededor del cual se mueve la novela., mientras que la
moraleja de la historia es la de la narración. (Benjamin, 1991,p. 126)
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La imprenta transforma la ética, valora la información. Hay más énfasis en la
información que en el discurso, que se va despojando la oralidad de sus caracteres. La
imprenta desplazó la noticia memoriosa y la suplanta por la novedad.
El narrador es una voz de la colectividad. La novela retoma la memoria de un sujeto,
en ese recuerdo está metido todo el imaginario, narrado a través de un narrador.
El género épico es lo narrativo. La novela, en cambio, un tipo de narración moderna.
La memoria es un hecho fundamental en la narrativa.
En la narratividad hay un conflicto con la muerte, o la conjura o la evita. La muerte es
autoridad, saber. En ella hay un pacto con el recuerdo, con lo inolvidable, experiencia,
práctica pedagógica. El marinero y el campesino poseen saber y autoridad para contar:
tienen un privilegio social. La novela privilegia la construcción de una identidad.
El sentido de la vida del personaje novelesco sólo se descubre a su muerte; en el peor de los
casos, a la muerte figurada: el fin de la novela. Lo que atrae al lector de la novela es la esperanza de
calentar su vida helada al fuego de la muerte que lee.(Benjamin, 1991, p. 127)
NARRACIÓN Y ARGUMENTACIÓN
La semiótica narratológica explica todos los fenómenos de sentido como objetos
inmanentes y formales que son autónomos respecto de los contextos y condiciones de su
producción, mientras que la teoría de la argumentación pone en práctica las máximas
pragmaticistas que presuponen el funcionamiento de la terna subjetividad-racionalidad-
intencionalidad. Pero estas disciplinas ¿son incompatibles?
Parret propone una solución parcial “la pragmatización de la semiótica” o la
“semiotización de la teoría de la argumentación”1
La supuesta pragmatización de la semiótica narratológica significaría, así, la
revaluación de la deixis y el enriquecimiento de la modalización.
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Parret
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El triángulo deíctico(persona, tiempo, espacio)no es tomado en serio por la semiótica
narratológica, sino agregado a nivel superficial de la discursivización, como si la estructura semio-
narrativa no comportara ninguna marca deíctica. Esto concuerda con la tesis central de que los
relatos son objetos eternos que no crean más que accidentalmente efectos actoriales, temporales y
espaciales. Tomar en serio la deixis significaría que la actorialización, la temporalización y la
espacialización se considerasen poseedoras de una potencia de modificación de la semántica
fundamental y de la estructura semionarrativa generada por esta semántica.(Parret, 1995, p.62)
Parret defiende una organización “egocéntrica” : aquí y ahora son calificaciones del
yo, que está completamente determinado como miembro de una comunidad de solidaridad,
que delega al yo su autoridad especial.
En lo que se refiere al enriquecimiento del punto de vista semiótico en el dominio de
las modalidades, la atención debería dirigirse más bien a la dinámica de la modalización.
De la semiótica habría que retener su fuerza fundamental, crítica con respecto a ciertas
actitudes teóricas, subyacentes en las instancias del discurso argumentativo en ciencia y
filosofía.
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2) el caso en que un relato reemplaza a un argumento o a una secuencia del
argumento(una premisa del silogismo, por ejemplo), y
3) el caso en que una secuencia argumentativa, en un discurso científico o filosófico,
funciona como un relato, que es el que le parece más interesante.
Una secuencia argumentativa puede estar estructurada como una secuencia narrativa.
Esto se justifica porque:
1) el análisis narratológico demuestra que los discursos filosófico y científico son
argumentativos, y no descriptivos(que reflejan la realidad como un espejo), y trae a la luz
el enorme peso de la persuasión, manipulación y seducción en esos textos, el peso de la
retórica en textos supuestamente transparentes. Es como si toda pasión, toda emoción,
estuviesen de hecho ausentes en el discurso científico o filosófico. Pero puede mostrarse
que un argumento científico no descansa necesariamente en procesos inductivos o
deductivos, sino en procesos de abducción, basados en el sentimiento y la intuición. A
través de su metodología esencialmente abductiva, la racionalidad científica no es aislable,
la racionalidad científica no es aislable de las pasiones(teóricas como la curiosidad), ni de
las emociones;
2) Los textos científicos contienen estrategias explícitas de persuasión y manipulación.
El hombre de ciencia emplea técnicas canónicas que manifiestan un saber-hacer, y
traicionan una estructura de poder y una apropiación por el hombre de ciencia de una
deontología que le fuerza a actuar según las obligaciones que la Ciencia y la Sociedad le
imponen.
3)La temporalidad, específicamente organizada, del discurso argumentativo es un
problema más local. Se constata una teleología prototípica delo texto científico, que va del
problema a la solución, y del fracaso a la victoria. Cabría también combatir la idea de que el
discurso científico es ahistórico y que no implica ninguna temporalidad interna.
4)Resultaría fructífera la aplicación del esquema actancial al discurso argumentativo.
La “voz” del hombre de ciencia o del filósofo en su texto funciona como un actante al que
se oponen anti-sujetos(proyectados por el propio actante) y co-sujetos(ciertas corrientes o
tradiciones científicas citadas por el actante). El anti-actante es un oponente imaginario y su
presencia en el texto da la posibilidad de una discusión interna o de un diálogo implícito o
escondido. No se admite fácilmente que el texto argumentativo sea polémico pero el
hombre de ciencia y el filósofo proyectan solidaridades y oposiciones en el texto, se crean
oponentes y ayudantes, y estas son características estructurales e inmanentes al discurso
argumentativo de la ciencia y la filosofía mismas.
5)Finalmente, la relatividad epistémica del discurso argumentativo. No hay frontera
clara entre el conocimiento y la creencia y todas las proposiciones deben ser evaluadas
según el eje de la certidumbre a la probabilidad y por fin a la incertidumbre.
Además, los propios sistemas de creencias son radicalmente dependientes de
posiciones axiológicas no-objetivables, esas posiciones que están arraigadas en facultades
humanas confusas, exactamente lo mismo que el inconsciente. También en ese dominio, el
análisis narratológico combate la ingenuidad epistemológica.
Parece posible, para Parret, homologar narratividad y argumentatividad.
Con la narración también se argumenta. Hay muchos contextos en los que hay
argumentación en los relatos: los protagonistas formulan argumentos en los diálogos y las
conversaciones; hay secuencias narrativas que están dominadas por motivos y estrategias
argumentativas. También hay narratividad en la argumentación: la retórica de la
argumentación es intensificada por la narración.
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En El entenado, el testigo está argumentando sobre ese mundo “otro”: la antropofagia
y, sobre todo, la sexualidad, son temas presentados por la versión que se da de los hechos.
Es significativo que el tema de la sexualidad esté descrito extensamente entre los miembros
de la tribu, pero se omitan las experiencias del narrador en su versión de los
acontecimientos.
Esto tiene un sentido argumentativo. El entenado constituye un único bloque en
continuidad, es un relato ininterrumpido, que no cesa, avanza en una única dirección. Se
cuenta desde el final con una retrospección. A cada momento el narrador trae su actualidad
de escritura.
La argumentación es un discurso que se aprende. Hay entrecruzamiento entre los dos
paradigmas, pues también aparecen los valores de la narrativa: los de ser natural, moral,
auténtica. En los géneros primarios, la argumentación está inserta en lo que se cuenta.
TIEMPO Y NARRACIÓN
Ricoeur relaciona dos problemas: la función narrativa y la experiencia del tiempo.
Considera que la narratividad y la temporalidad se encuentran estrechamente vinculadas.
Para él, la temporalidad es una estructura de la existencia que accede al lenguaje mediante
la narratividad, mientras que la narratividad es la estructura lingüística que tiene como
último referente a la temporalidad. Es una relación recíproca, por lo tanto, la diferencia que
existe entre historia verdadera y relato de ficción no es irreductible. La función narrativa
alcanza su unidad fundamental debido a la capacidad de expresar, de modo diferente, la
misma temporalidad profunda de la existencia.
Asume la idea de que existen grados diferentes de profundidad a la hora de organizar
el tiempo.
Piensa que la representación vulgar del tiempo como sucesión lineal de instantes oculta
la verdadera constitución del mismo, que se divide al menos en tres niveles:
a) la estructura temporal que considera el tiempo como aquello en que suceden los
acontecimientos. La representación vulgar del tiempo conlleva, precisamente, la
nivelación de esa estructura temporal. El análisis del relato ayudará a apreciar qué
diferencia existe entre esa “intratemporalidad” o “estar en el tiempo” y el tiempo
lineal.
b) En un nivel de profundidad mayor, está el tiempo de la historicidad, que hace
hincapié en el pasado y, sobre todo, puede considerar la distancia que existe entre la
vida y la muerte mediante operaciones repetitivas, es el tiempo de la cura.
c) La temporalidad en la unidad plural de pasado, presente y futuro. En este punto, el
análisis del tiempo está vinculado al de la cura, cuando reflexiona sobre sí misma
como ser mortal.
Ricoeur trata de demostrar que la función narrativa no sólo contribuye a distinguir la
intratemporalidad del tiempo lineal, sino que participa en el movimiento de profundización
que nos lleva del “estar en el tiempo” a la historicidad.
Las actividad narrativa nos hace dudar de que la temporalidad profunda alcance su
significado último en el ser para la muerte.
El arte de contar realiza una configuración que, junto con la dimensión temporal
existenciaria, dan forma al concepto principal de función narrativa. El relato es mucho más
que una sucesión de episodios; la dimensión configurativa significa doblemente: lo que se
cuenta siempre se recuerda para volver a ser contado. Esta acción de “volver a contar”, la
“repetición” nos coloca frente al concepto clave de historicidad. La configuración permite
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que la trama del relato y ese tiempo profundo llamado historicidad sea recordado por la
memoria.
Esta recuperación del sentido a partir del final aproxima la intelección de la trama a la idea
de “repetición” que, como veremos, es la clave de la idea de “historicidad”. No se trata aún de la
repetición como destino, sino como recapitulación de los episodios, desde el punto de vista de su
conclusión. (Ricoeur, 1999, p.198)
FICCIÓN Y REALIDAD
Ferro considera el problema de la referencia que es obligado en la narrativa. Se pone
el énfasis en la referencia, a pesar de que, en Saer aparece de un modo poético.
El narrar se dirige hacia la mutación, al devenir, en un fluir del acontecer. Esta problemática
pone el lenguaje en un mecanismo particular acerca de cómo dar cuenta del
acontecimiento: hay un modo figurado de presentarlo o tropología.
El problema de la nada inicial ha dado lugar a las fórmulas inventadas por la retórica
popular de cada cultura. Cada tribu genera esas fórmulas que le dan un grado cero de la
significación. Este problema se repite indefinidamente en un presente perpetuo de la
narración que, en El entenado está incorporado al relato: una y otra vez, el narrador muestra
su presente.
Cuando se habla de historia, debe considerarse el problema de la ficción, relacionado
con el de la trama y el conjunto de combinaciones para construirla, y a su vez, con el
problema de la verdad, el del realismo; las adecuaciones o no de los mecanismos que
pueden llamarse realistas según los géneros, en suma, el problema de la verosimilitud.
A Saer, en particular, le interesa cómo hacer un realismo que no se ate a la historia,
cuestiona el realismo tradicional y busca cuál es la verdad de la ficción, qué contratos tiene
que establecer el discurso con su lector para que le crea..
El contrato literario está marcando que El entenado es una ficción aunque el
personaje sea histórico: es un juego con el lector.
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La verdad de la ficción se sustenta dentro de las propias reglas del mundo posible. No
se somete a las reglas de la verdad histórica.
Saer no hace estudios históricos para sostener su materia narrativa: decide armar el
relato pero no hace una búsqueda etnográfica ni histórica.
El realismo de Saer indaga sobre cómo se construye el “real-otro”. La lógica de su
relato es independiente del acontecimiento, tiene que ver con la historia del narrador. Toma
el personaje histórico y borra las huellas de la historia, y la vuelve a contar de manera
ficcional.
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BIBLIOGRAFÍA
Benjamin, Walter: “El narrador” en Para una crítica de la videncia y otros ensayos,
Iluminaciones IV, Madrid, Taurus, 1991.
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Universidad Nacional de Misiones
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Cátedra: Semiótica II