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Resumen mod1
El ser es ante todo un ser inmutable, permanente. Se llegó a pensar que absolutamente todo podía tener una
explicación, asumiendo que las cosas son lo que son de acuerdo con su ser. El énfasis en las cosas llevó a restarle
autoridad al lenguaje, que pasó a desempeñar un papel insignificante en la constitución del mundo y de nosotros
mismos: el ser precedía al lenguaje.
Luego de algún tiempo, un grupo de filósofos metafísicos cristalizó una visión social predominante que continuó
como herencia durante varios siglos.
Las nuevas condiciones históricas llevaron al observador metafísico a preguntarse ¿qué hemos sido?
La percepción de que esta concepción de hombre basado ya sea en el idealismo o en el materialismo había llegado a
su propio límite llevó a la necesidad de buscar nuevas perspectivas que brindaran nuevas respuestas a preguntas
acerca de qué somos los seres humanos.
Idealismo: se opone al materialismo. El idealismo como teoría filosófica sostiene que la realidad es una consecuencia
de la actividad del sujeto, en el sentido de que el acto de conocer influye en lo que se conoce, la mente está
sometida a procesos o mecanismos que determinan y construyen la realidad del objeto conocido.
Tiene variables:
Idealismo subjetivo: considera que las ideas se encuentran en la mente del sujeto, no existen en un mundo
externo a él; algunos adherentes fueron Leibniz y Hegel.
Idealismo objetivo: las ideas tienen una existencia independiente, existen por sí mismas; algunos adherentes
fueron Berkeley y Kant.
Existen tres grandes desarrollos importantes que desafían el programa metafísico, induciendo a nuevas posibles
respuestas.
Primeramente, los aportes del filósofo Friedrich Nietzsche, quien nos entregó algunas de las críticas más
contundentes y fuertes acerca de la comprensión del alma humana.
En segundo lugar, los aportes del filósofo Martin Heidegger a la construcción de la crítica al cartesianismo.
El tercero corresponde al segundo periodo de la filosofía de Ludwig Wittgenstein, quien ofreció una nueva
concepción del lenguaje humano.
El autor sostiene que la interrelación entre mundo, lenguaje y pensamiento permite describir el mundo con una
forma lógica, de modo que aparece como conformado por hechos en lugar de objetos.
Aportó el concepto de juego de lenguaje como una actividad humana inversa en un sistema de prácticas que
constituyen la forma de vida.
Esta disciplina nos permite incorporar una nueva y poderosa interpretación del ser humano individual y de los
fenómenos relacionados con la convivencia social
El lenguaje es el espacio del cual el ser humano no puede escapar y, a la vez, la morada donde se reconoce como tal.
La Ontología del lenguaje hace referencia a una comprensión genérica, a una interpretación de lo que significa ser
humano.
La preocupación de esta disciplina no es el estudio del lenguaje al estilo de la lingüística o de la filosofía del lenguaje.
La Ontología del lenguaje, al reconocer el papel central que le cabe al lenguaje en la formación de nuestras vidas, de
nuestras identidades y de los mundos en los que nos desenvolvemos, nos permite incorporar una nueva y poderosa
interpretación del ser humano individual y de los fenómenos relacionados con la convivencia social. En este sentido,
analiza cómo nuestras conversaciones, públicas o privadas, así como los juicios que hacemos sobre nosotros mismos
sobre los demás y el mundo generan y condicionan futuros diferentes, es decir, básicamente, cómo el lenguaje nos
permite otorgarle dirección y sentido a la vida.
La Ontología del lenguaje nos permite observar, en primer lugar, al ser humano como un individuo inserto en un
medio social, constituyéndose como tal en su interacción con otras personas a través del lenguaje. También nos
permite observar la trama en la cual un individuo coordina acciones con otros, sus actos lingüísticos y las narrativas
personales y sociales que constituyen su identidad como persona. Además, nos permite intervenir en esas
narrativas. Por último, nos permite potenciar al máximo la capacidad de diseñar nuestra propia identidad por la
determinación autónoma de nuestras acciones.
La globalización nos impone la idea de un ser humano en relación íntima con otros que no son los próximos o
cercanos, sino que se contempla la necesidad de tener en cuenta a otro que está más allá de las fronteras y que
comparte lo cotidiano a través de, por ejemplo, las nuevas tecnologías.
La ontología pone al ser humano como eje clave para pensar en los cambios acontecidos y por acontecer.
Las nuevas generaciones que comienzan a irrumpir en la sociedad presentan diferencias notorias respecto del resto
coexistente.
Dan lugar a la denominada turbulencia generacional.
Podemos decir que estamos enfrentando una revolución radical en la forma en la que nos comunicamos con los
demás. La convivencia, la comunicación, el entendimiento, el pensamiento, la comprensión de uno mismo y del otro,
de lo humano, se presentan como claves significativas que dilucidar.
Un filósofo de gran influencia como Descartes (cartesianismo) dijo la frase paradigmática “Pienso, luego existo”, que
es la base del ser. La razón es lo que nos hace seres humanos.
La ontología del lenguaje sostiene una comprensión radicalmente nueva acerca de la concepción del ser humano.
Como antecedente destacado podemos nombrar la aparición del alfabeto, que dio origen así a una forma de
sociedad con nuevas formas de convivencia y con nuevos interrogantes.
El alfabeto inicia su intervención en el lenguaje y cambia la forma de pensar las cosas, de modo que se deja de lado
el lenguaje del devenir y otorgándole el ingreso al lenguaje del ser. Se genera de esta manera un poderoso cambio:
el pensar, el rey de todas las acciones; queda así postulado el concepto: los seres humanos somos seres racionales.
¿Qué se entiende por ontología?
Puede denominarse ontología al estudio del ser, en tanto lo que el ser es y cómo es el ser. La ontología define al ser
y establece las categorías fundamentales de las cosas a partir del estudio de sus propiedades, sistemas y estructuras.
En tanto se define al ser, también lo circunscribe, lo limita, es decir, cuando afirmamos que algo es, al mismo tiempo
estamos diciendo que algo no es.
Siempre que hagamos o digamos algo como “esto o aquello es así”, estaremos hablando desde nuestra propia
concepción ontológica sobre “esto o aquello”.
“Cada planteamiento hecho por un observador nos habla del tipo de observador que ese observador considera que
es” (2008, p. 19).
Todo lo que hacemos, sea lo que sea, revela nuestro juicio, nuestra propia forma de pensar y hablar, revela quiénes
somos.
El primer postulado: “el lenguaje es, ante todo, lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que son”
Este postulado no niega la realidad misma; permite comprender que los seres humanos no solo somos seres
lingüísticos, sino que el lenguaje es una parte importante del encuadre multidimensional, reconociendo en el ser
humano la existencia de tres dominios primarios:
El dominio del cuerpo.
El dominio de la emocionalidad.
El dominio del lenguaje.
Pues es a través del lenguaje que le damos el sentido a la experiencia vivida, el lenguaje es lo que transforma las
explicaciones de los dominios existenciales no lingüísticos (considerando dominios no lingüísticos el dominio de las
emociones y del cuerpo).
El segundo postulado, la interpretación del lenguaje como generativo: durante siglos el lenguaje fue percibido por el
ser humano como un instrumento meramente descriptivo. Este postulado cuestiona la concepción tradicional del
lenguaje sosteniendo que el lenguaje es generativo.
Partimos de la base de que el lenguaje no solo describe la realidad, sino que, desde la emocionalidad, es capaz de
crearla, de generarla. El lenguaje genera ser. Cuando nombramos, designamos algo, le estamos otorgando
existencia, lo estamos creando en el lenguaje.
Con esto se postula que el lenguaje es acción.
El lenguaje se transforma así en una herramienta activa que permite que participemos por medio de él en el proceso
de un continuo devenir.
El tercer postulado, la interpretación de que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él:
la ontología del lenguaje asume una posición sosteniendo que la vida es un espacio en el que los seres humanos nos
inventamos a nosotros mismos, sujetos a limitaciones biológicas y naturales, históricas y sociales; los seres humanos
nacemos dotados de posibilidades de participar activamente en el diseño de nuestra propia vida.
LAS INQUIETUDES
“Una acción se lleva a cabo para atender una inquietud”.
Esta afirmación responde a la pregunta: ¿para qué está la persona ejecutando una acción?
“cada vez que actuamos podemos suponer que lo hacemos para hacernos cargo de algo”. “A ese algo –continúa–
sea lo que sea, le llamamos inquietud”.
Una inquietud es una interpretación que confiere sentido a las acciones que realizamos”. O sea, las acciones no
tienen sentido como tales: el sentido es algo que se les “confiere” merced de la interpretación.
“Las inquietudes… residen en el que escucha.
Cuando escuchamos, por lo tanto, escuchamos el por qué las personas realizan las acciones que realizan …Cuando
escuchamos… somos activos productores de historias”.
Resulta entonces que no es la acción la que se hace cargo de algo, sino la inquietud la que se hace cargo de la acción.
No es la acción la que se ejecuta para atender una inquietud, como afirmaba al principio que suponíamos, sino que
ahora son las inquietudes (historias, interpretaciones) las acciones que se ejecutan para hacerse cargo de otras
acciones.
El sentido es un “invento” inexplicable, un “porque sí”, un arbitrario, y por lo mismo nos deja en la libertad de
fabricarlo de una manera u otra.
Interpretar una acción o un comportamiento (mío o de otros) implica dos momentos: uno, la acción, y dos, la
interpretación sobre la acción, es decir, la atribución de sentido.
El sentido es articulación de experiencias y no planos recursivos.
Lo que “hace” el sentido es la articulación de todos esos momentos: el sentido “es” la sintaxis, es la articulación más
lo articulado, lo que forma una cadena determinada y no cualquiera. Esos mismos elementos, en otra cadena, tienen
otro sentido.
El comportamiento, la acción humana es articulada como tal, y por lo tanto, es en sí misma sentido, y no una historia
creada antes o después de ella.
Como “observadores” tenemos acceso a nuestros imaginarios. Pero no lo tenemos a los imaginarios de otro: allí sólo
observamos sus movimientos y sus palabras.
Por lo tanto, la observación no es una y la misma si se trata de mí o de los otros.
Esto es lo que mueve al ser vivo y no otra cosa. Esa carencia es la que, en el ser humano, toma la forma de
“imaginario”.
La depresión del estado de ánimo puede interpretarse como una carencia de deseo.
Al no haber deseo no hay carencias. Nada le falta. Por ello no tiene emociones.
La “interpretación” del mundo y la “explicación” que realiza el “observador” deprimido es completamente diferente
a la que realiza ese mismo observador al recuperarse su estado de ánimo. Todo lo que dice, hace, piensa, siente,
etc., es diferente.
Lo inverso ocurre en los estados de exaltación anímica. Allí el mundo y la persona que existe en él, se desbordan
de sentido. El deseo se reconstituye sin cesar en todas las esferas y la persona no deja de comportarse en ningún
momento. Todas la emociones se desencadenan ante pequeños estímulos y el lenguaje surge a raudales en forma
ininterrumpida; el recuerdo y la fantasía (los imaginarios), junto a una aguda capacidad de percibir (lo real), inundan
la experiencia de la persona.
Como en el caso de la depresión, existen grados de intensidad en la exaltación anímica.
TRANSPARENCIA Y QUIEBRES
Al realizar cualquier comportamiento, “lo hacemos en transparencia”. “Ello implica –continúa– que no tenemos la
atención puesta en cada paso que damos al caminar o en cada movimiento que hacemos con las manos al escribir en
el computador”. “Tampoco proyectamos por anticipado el movimiento que haremos a continuación”…
”Nuestra atención –afirma– suele estar puesta en otra parte”.
“Un quiebre, dirá, es la interrupción en el fluir transparente de la vida”.
“todo quiebre involucra un juicio de que aquello que acontece, sea ello lo que sea, no cumple con lo que
esperábamos que aconteciera”. “Un quiebre, por lo tanto –agrega– es un juicio de que lo acontecido altera el curso
esperado de los acontecimientos”.
“Cuando formulamos un juicio como ‘Miguel es un orador eficaz’…estamos en el presente emitiendo un veredicto
acerca de Miguel. Segundo,…estamos haciendo una referencia al pasado. Tercero, los juicios también hablan acerca
del futuro. Cuando emitimos un juicio estamos implicando que, sobre la base de acciones observadas en el pasado,
se pueden esperar ciertas acciones en el futuro.
En su “interior” los juicios son transparentes, y el quiebre es pasar de un juicio a otro juicio, el que a su vez será
transparente en su interior.
Lo dicho quiere decir que no podemos vivir “fuera” de los juicios, y que la transparencia no es más que un juicio “en
realización”, y el quiebre, un obstáculo que interrumpe la realización del juicio anterior y sobre el que emitimos otro
juicio.
LA ACCIÓN
“¿Qué es la acción?”, “Es una distinción lingüística”. Bien, ¿pero qué distingue? “La acción humana es una actividad
que es interpretada al referirla al dominio de las inquietudes”. “La acción humana es actividad más interpretación”.
“La acción humana responde a la pregunta: ¿qué mueve a esa persona a hacer lo que está haciendo?”
Entonces, actividad más aseveraciones semánticas = acción.
Como queda claro, el sentido es algo que el observador-interpretador-explicador otorga a la actividad, gracias a lo
cual ésta adquiere un sentido u otro, dependiendo de qué inquietudes suponga se está haciendo cargo.
7.- Una aproximación lingüística a las organizaciones desde la Ontología del lenguaje
1. INTRODUCCIÓN
Las organizaciones son sistemas complejos que pueden ser estudiados desde múltiples perspectivas y niveles de
análisis. Desde un nivel ontológico, entendiendo a las organizaciones como fenómenos lingüísticos.
Concebimos a la organización como un fenómeno comunicacional. De este modo, podemos distinguir a las
organizaciones como sistemas que coordinan conductas y emociones y que además actúan como ambientes
semánticos.
La organización es lo que su comunicación sea, porque la organización misma es un fenómeno comunicacional.
La organización es un contexto que resignifica los mensajes que en ella se emiten.
El lenguaje es acción. A través de él no solo hablamos de las cosas, sino que también alteramos el curso espontaneo
de los acontecimientos: hacemos que las cosas ocurran. Al decir lo que decimos, de un modo y no de otro, o no
decimos nada, intervenimos en el curso de los acontecimientos, ampliamos o reducimos el horizonte de posibilidades.
Como seres humanos vivimos en comunidades que existen como redes de conversaciones entrecruzadas, y nuestro
presente como seres humanos es siempre un nodo en una red de conversaciones. (Maturana, 1997, p. 64).
El análisis, debe considerar tres dominios abiertos al diseño: el lingüístico, el emocional y el corporal.
3. LAS ORGANIZACIONES COMO RED DE CONVERSACIONES
En primer lugar, debemos distinguir qué es lo que hace a la identidad de la organización.
Debemos distinguir algo que le otorga una continuidad en el tiempo, que hace que trascienda la identidad de la
empresa independientemente de quienes la componen. En este punto, es importante diferenciar dos aspectos: la
estructura y la organización de los componentes. Al hablar de estructura hacemos referencia a los elementos
concretamente dados, como los recursos y las personas.
Mientras que las relaciones entre los componentes son las que permiten reconocer al sistema a pesar de sus
cambios estructurales. Pues es en las conversaciones que las empresas se constituyen como unidades particulares
circunscribiendo a sus miembros en una entidad. Por tal motivo, al considerar a la empresa como una red estable de
conversaciones estamos destacando la práctica de coordinación de acciones como lo invariante de toda
organización, y como aquello que genera una identidad que trasciende a sus componentes y a sus miembros
individuales.
Todos los distintos tipos de comunidades humanas que nosotros integramos, difieren en las redes de conversaciones
que los constituyen. (p. 61). De este modo, las organizaciones, como todo sistema de coexistencia, son unidades
constituidas a partir de conversaciones específicas. La empresa es una red estable de conversaciones siendo la
estructura lingüística la que fija la identidad de la organización a través de la coordinación de prácticas, pues una
organización es precisamente una coordinación de acciones entre personas.
4. LA ESTRUCTURA LINGÜÍSTICA DE LAS ORGANIZACIONES
Las organizaciones y las personas, son consideradas sistemas cerrados, esto es, sistemas estructuralmente
determinados que en base a sus coherencias internas observarán e interpretarán los hechos. Analizar la estructura
lingüística de la organización es fundamental para poder comprender la misma y poder realizar e implementar
cambios de acuerdo a sus coherencias operacionales.
Para examinar la estructura lingüística de las organizaciones Echeverría (1994, p. 147) propone cuatro aspectos a
tener en cuenta: los limites lingüísticos de la organización, la red de promesas mutuas, el trasfondo cultual y la visión
compartida.
Podemos afirmar que lo que nos permite distinguir que pertenece y que no pertenece a la organización está trazado
por límites lingüísticos, particularmente a través de declaraciones.
En segundo lugar, la estructura de una organización está constituida como una red de promesas mutuas. Cada
persona está ligada a la organización por compromisos específicos y es responsable de cumplir con determinadas
pautas.
En tercer lugar, los miembros de una organización desempeñan sus acciones sobre la base de un trasfondo
compartido. Este crea un marco de referencia propio de cada organización que conforma la cultura organizacional,
la cual permite dar cuenta de la red conversacional que configura la identidad de la organización. A partir de él, se
establecen prioridades y preferencias acerca de lo que es esperable por parte de los individuos que conforman la
organización. Asimismo, establece estándares sociales comunes desde los cuales cada miembro individual emite
juicios, y formas compartidas de actuar y de hacer frente a las diversas circunstancias que se presenten, en armonía
con las coherencias internas de la organización, es decir, marcan comportamientos que los sujetos deben seguir mas
allá de sus propósitos personales.
En cuarto lugar, el lenguaje une a los miembros individuales de una organización entorno a una visión compartida,
esto es, en torno a una historia común acerca de lo que es posible y un compromiso compartido de realizar esa
visión en conjunto. Este futuro compartido permite un “acuerdo sobre dirección”, es decir, permite que ejecuten
acciones desde una base consensuada compartiendo inquietudes y metas de la empresa, sin que sea necesario
explicarlas constantemente. Ahorra tiempo, recursos y aumenta la productividad.
6. SUPERVIVENCIA ORGANIZACIONAL
La supervivencia de las organizaciones se caracteriza por requerimientos de calidad e innovación permanente.
En primer lugar, debemos destacar cuatro aspectos decisivos que deben enfrentar las empresas en el entorno
actual: la aceleración del cambio, la globalización de los mercados, el incremento de la competitividad y el efecto de
las nuevas tecnologías (Echeverría, 2000, p.43). Estos aspectos plantean nuevos requerimientos, demandan una
estructura flexible y una gran capacidad de respuesta y adaptación.
Dos aspectos son fundamentales para la supervivencia y la excelencia organizacional: desarrollar la capacidad de
aprendizaje y las competencias genéricas. Ambos remiten al lenguaje.
6.1. Aprendizaje organizacional
En un entorno donde lo continuo es el cambio, es fundamental desarrollar prácticas de aprendizaje que contribuyen
a la transformación permanente de las organizaciones y de los propios modelos de gestión.
La empresa debe ser una organización en constante aprendizaje y ello debe traducirse en su estructura y forma de
organización.
Al entender a la organización como una red de conversaciones, el aprendizaje puede ser visto como una
conversación sobre los supuestos de nuestras conversaciones, que puede introducir quiebres que resignifiquen esas
conversaciones.
6.2. Competencias genéricas
Echeverría (2000) analiza tres dimensiones del trabajo en la organización: la tarea individual, la actividad de
coordinación y el trabajo reflexivo. La primera consiste en la tarea que le es asignada a cada individuo. La
productividad del trabajo no solo depende de cómo resolvamos la productividad de la tarea individual sino que
también debemos otorgarle especial importancia a las actividades de coordinación que las articulan.
Por otro lado, el trabajo reflexivo del aprendizaje, tal como detallamos en el punto anterior, es una dimensión crucial
del trabajo de una empresa. Es un trabajo sobre el trabajo, es decir, consiste en revisar como parte inherente al
trabajo la forma como hacemos las cosas en vistas a mejorarlo en el futuro.
Las tres dimensiones descansan en procedimientos conversacionales específicos que deben ser desarrollados para
aprovechar el potencial del trabajador, maximizando la generación de valor.
Las cosas no tienen sólo una manera de ser vistas, tienen infinitas maneras de ser observadas, y cada mirada se
dirige hacia ellas desde una perspectiva a exclusión de otras. (Echeverría, 2009, p.110). Por tal motivo reviste
especial importancia desarrollar las competencias genéricas en los trabajadores, tales como la escucha efectiva,
saber fundar los juicios, formular promesas y desarrollar la capacidad de reflexionar sobre el tipo de observador que
somos, para facilitar la construcción de consenso, convirtiendo las diferencias en posibilidades de agregar valor y
ampliando el horizonte de posibilidades.
7. CONSIDERACIONES FINALES
Al considerar a la organización como un fenómeno lingüístico, podemos dar cuenta de aquellos aspectos que definen
la identidad de toda organización, pues es a través de la coordinación de prácticas que la organización crea su
particular forma de ser, que es actualizado constantemente gracias a los mecanismos de auto-transformación que
son los que garantizan la supervivencia de la organización en un entorno de gran complejidad como es el
característico del contexto actual.
Al interpretar que todas las actividades de la empresa implican coordinación de acciones conjuntas que impactan
directamente en la productividad o en la capacidad de acción eficaz, revisar la estructura lingüística de una
organización se vuelve una herramienta de gran utilidad, a través de la cual se puede acceder a los supuestos que
conforman la identidad de la organización. Al mismo tiempo, al observar cómo se configura la estructura
lingüística, se pueden generar los mecanismos necesarios para resignificar sus elementos constitutivos, generando
conversaciones para coordinar acciones, abriendo la posibilidad al aprendizaje y generando confianza al interior del
sistema.
Aquello que somos, nuestra identidad personal, es una construcción lingüística, una historia que inventamos y
creamos sobre nosotros mismos, sobre la dirección de nuestras vidas en el futuro, y sobre nuestro lugar en una
comunidad y en el mundo.
No solo actuamos de acuerdo con cómo somos (y lo hacemos), sino que también somos de acuerdo con
cómo actuamos.
La acción genera ser.
Se deviene de acuerdo con lo que se hace.
Decíamos previamente que la concepción metafísica “privilegia una relación que va del ser hacia la acción. Tras cada
acción, conducta que se manifiesta, esta concepción supone que siempre hay un ser, un sujeto, que se revela
mediante la acción realizada” (Echeverría, 2008, p. 29), que revela su particular forma de ser. Así es como
postulamos que nuestras acciones revelan nuestra forma de ser. “Pero, al mismo tiempo, postulamos que esto es
sólo un lado de la ecuación. Nuestras acciones no sólo revelan cómo somos sino que también nos permiten
transformarnos, ser diferentes, devenir” (Echeverría, 2008, p. 29), es decir, nuestras acciones nos modifican, nos
hacen ser diferentes.
Distinguimos diez ejes que de alguna manera constituyen la estructura del observador. Estos son:
El mundo.
El tiempo.
La diada inquietud y deseo.
La línea posibilidad y facticidad.
Los problemas y soluciones.
Los desgarros existenciales.
Las expectativas.
La habitualidad interpretativa del observador.
Los límites del alma humana.
El misterio.
El mundo: es producto de la mirada del observador que somos y guarda una estrecha relación con nuestra historia y
nuestra estructura.
El observador construye un mundo de acuerdo con el tipo de relación que sostiene con él.
El tiempo: Así como somos seres en el mundo y cada mundo es un ser, también somos seres en el tiempo. No somos
solo seres en el presente, también somos aquello que aspiramos a ser y no fuimos; aquello que no pudimos ser
ocupa su presencia en el hoy. Igualmente, sucede con el ser que anhelamos ser en el futuro, que influye en nuestras
opciones y alimenta nuestras acciones.
Pero el tiempo es parte constitutiva de nuestro ser, tenemos un tiempo paralelo (sin reloj), es un tiempo que nos
pertenece, que tiene el poder de transformarnos, y allí no hay medida objetiva. Cada observador tiene un tiempo a
su medida.
La díada de inquietud y deseo: este par acción-logro nos impulsa a que actuemos para hacernos cargo de algo al
mismo tiempo que buscamos realizar un deseo; la inquietud y el deseo son espacios interpretativos que buscan
conferirle un sentido a nuestro actuar.
La línea posibilidad y facticidad: Podemos distinguir aquí que existe una línea en la que, hagamos lo que hagamos,
las cosas van a seguir como están, y esto se denomina lo fáctico.
Por otra parte, existe el juicio que hacemos acerca de lo que puede cambiar si actuamos de una u otra forma; si es
adecuada, todo podría en el futuro ser diferente. Se trata de un espacio que nos ofrece caminos abiertos a la acción,
es la línea de lo posible.
Los problemas y soluciones: declarado un problema, cada observador definirá una solución diferente de otro.
Para problemas ya establecidos por el observador, uno de los elementos que debemos tomar en cuenta para la
solución o disolución del problema es la oportunidad: el factor temporal que interviene en el curso de acción que
lleve al observador a ver nuevas oportunidades.
Desgarros existenciales: los seres humanos enfrentamos un sinnúmero de problemas, algunos de los cuales nos
llevan a constituir una forma de ser configurando nuestro carácter y personalidad. Estos son los desgarros
existenciales.
Un desagarro de la vida suele remitirnos a una experiencia del pasado que influye fuertemente en nuestro presente.
Las expectativas: todos como observadores tenemos o guardamos expectativas frente al acontecer, esperamos que
ciertos sucesos acontezcan y que otros no.
Definimos nuestra expectativa en función de confiar en la promesa de quien la hizo y en el rango de posibilidad de
que suceda en el futuro.
La habitualidad interpretativa del observador: consideremos que los seres humanos llevamos adelante ciertas
acciones habituales generalmente no deliberadas. Cuanto más habituales son, menos conscientes somos de ellas, o
menor grado de conciencia les otorgamos (a ellas).
Esas prácticas definen, para los individuos, la manera de hacer dentro de un grupo humano.
Un aspecto positivo de las prácticas habituales es que nos permiten alcanzar un determinado nivel de eficacia y
rapidez. El aspecto negativo de las prácticas habituales radica en su mecánica, pues perdemos la capacidad de
observarlas, lo cual limita nuestra capacidad de aprendizaje.
El observador tiene modalidades habituales de interpretar y dar sentido a sus acciones. Las modalidades habituales
detienen la posibilidad de considerar opciones nuevas o distintas; entonces, es necesario preguntarse:
¿El sentido común es bueno?
Cabe destacar que el sentido común no es más que un sentido compartido por una comunidad y, aunque a veces
pareciera lo más seguro y sólido, no es más que una ilusión.
El sentido común nos proporciona una ayuda, una orientación para nuestras vidas, lo cual da sustento a la
habitualidad, pero el sentido común no es más que el cómodo lugar donde dejamos de hacernos preguntas, donde
el pensamiento decide descansar.
Los límites del alma humana: Como individuos genéricos, los seres humanos somos iguales, tenemos una forma
básica de ser que nos hace seres humanos y no otra especie. Pero por otra parte somos diferentes, resolvemos los
enigmas de nuestras vidas de formas diferentes; es la forma particular de seres que somos como individuos, es lo
que llamamos el alma.
El misterio: todo esfuerzo por entender al otro en su actuar, incluso por entender su forma particular de ser, como
entendernos a nosotros mismos, nos remite al observador que es cada uno de nosotros. No sabemos cómo somos,
solo sabemos cómo nos interpretamos; los seres humanos somos y seremos siempre misterios para nosotros
mismos.
¿Qué tipo de observador somos? ¿Dónde reside, pues, el observador en nosotros?
La noción del observador no es más que un recurso explicativo que pertenece al dominio del lenguaje.
Las emociones: estados emocionales básicos
El lenguaje reconoce el dominio del cuerpo y el dominio de la emocionalidad.
Estos dominios, lenguaje, cuerpo y emoción, guardan una relación estrecha y coherente entre sí, mediante la cual se
influencian mutuamente.
Comúnmente, cuando hablamos de emociones a través del lenguaje les concedemos un espacio en nuestro cuerpo:
el corazón. Nuestra vida emocional juega un papel crucial en nuestro accionar.
¿Qué es la emoción?
Estado de ánimo producido por impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que con frecuencia se traduce a
gestos, actitudes u otras formas de expresión”
¿Los celos, la duda, la fe, la esperanza, el aburrimiento?
Existen algunas emociones que parecen ser comunes a todas las culturas, por cuanto sus expresiones al nivel de los
gestos son iguales, independientemente de la cultura.
Distingamos, entonces, entre estados de ánimo y emociones
Cada vez que se produce un cambio en nuestro espacio de posibilidades, siendo estas las que se ven amenazadas o
expandidas, aparecen las emociones.
Las emociones son específicas y reactivas; los acontecimientos las preceden. Al referirnos a las emociones, a menudo
estamos observando la forma en que la acción (o determinados eventos) modifica nuestro horizonte de
posibilidades.
Si detectamos el acontecimiento que produce dicha emoción, podemos pensar en cómo evitar la repetición de dicha
emoción en caso de que no la deseemos para nosotros.
Algunas apreciaciones particulares
Examinar cuatro estados de ánimo, estrechamente relacionados entre sí, y que consideramos fundamentales en la
vida de todo ser humano. Nos referimos a los estados de ánimo del resentimiento, de la aceptación o la paz, de la
resignación y de la ambición.
Tabla 1: Juicios de
Facticidad Posibilidad
(lo que no podemos (lo que podemos
cambiar) cambiar)
Nos oponemos Resentimiento Resignación
Aceptamos Aceptación Ambición
(Paz)
¿Qué es el resentimiento?
Este estado de ánimo puede ser reconstruido lingüísticamente desde los términos de una conversación a partir de la
cual interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta. Algo que nos fue negado o simplemente
merecíamos no lo obtuvimos. En esta reconstrucción lingüística, emitimos el juicio de que alguien se interpuso y nos
impidió alcanzar lo que creíamos que merecíamos, quitándonos de ese modo el derecho que considerábamos que
teníamos; por lo tanto, nuestra interpretación nos lleva a emitir el juicio de que ello es injusto, hasta el punto de
culpar a la persona, jefe, padre, madre, hermano, etcétera.
Pero el resentimiento nos lleva a construcciones más profundas en conversaciones que sostenemos con nosotros
mismos al punto de prometernos, dada la injusticia, que tarde o temprano pagará. El resentimiento se nutre de dos
fuentes: de las promesas y de las expectativas, cuando estas últimas no son cumplidas.
¿Qué es la aceptación?
La aceptación y la paz son los estados de ánimo opuestos al resentimiento y, por lo tanto, cuentan con una paleta de
emociones diametralmente diferente que resulta de una misma situación: la aceptación es la expresión de
reconciliación. La aceptación hace referencia claramente al hecho concreto de aceptar que no podemos cambiar lo
ya ocurrido, y por lo tanto lo declaramos “tema cerrado”.
¿Qué es la resignación?
Como algo que ocurrió en el pasado no puede ser cambiado, cabe solo reconocer el presente tal como está. La
resignación tiene una doble acepción: por un lado, se entiende como aquel estado en el que un individuo se
encuentra, en el cual (resignado) no puede hacer nada, deja sus brazos a un lado y se deja caer.
Desde nuestra perspectiva, la resignación tiene otra forma de ser entendida, y consideramos lo contrario. Una
característica de una persona en estado de resignación es que claramente no ve el futuro como un espacio de
intervención, donde las acciones que esa persona haga le permitan modificar o transformar el presente.
¿Qué es la ambición?
En este espacio, la resignación se coloca de la vereda opuesta. Mientras la resignación se ve clausurada por las
posibilidades futuras, la ambición se destaca por identificar amplios espacios de intervención que conllevan a la
transformación.
Una persona ambiciosa entiende y ve el presente como una construcción de futuro, trascendiendo así lo que hoy
existe.
Emoción y estados de ánimo: diferenciación
Los estados de ánimo se distinguen de las emociones. El estado de ánimo remite no necesariamente a condiciones
específicas, y por ello no podemos relacionarlo con situaciones concretas; “los estados de ánimo viven en el
trasfondo desde el cual actuamos”
Independientemente del lugar donde nos encontremos y de lo que hagamos, siempre estamos en algún estado de
ánimo que no elegimos ni controlamos.
La ontología del lenguaje sostiene que si el observador cambia el estado de ánimo que lo posee, abre las
posibilidades de acción que normalmente parecen escondidas, limitadas por el sentido común.
Las emociones y los estados de ánimo guardan una estrecha relación. Así, lo que comienza siendo una emoción
puede convertirse en un estado de ánimo si permanece con una persona el tiempo suficiente y se traslada al
trasfondo desde el cual actúa.
El cuerpo. La corporalidad
Nuestros cuerpos constituyen un contexto vivencial, no hablado, sin palabras, pero con un código particular, con una
impronta histórica que lo ha tallado hasta otorgarle su propio vocabulario.
Hay palabras expresadas a través de los gestos.
La palabra también es cuerpo; la vida no solo graba en el cerebro, sino también en el cuerpo. Las personas somos
una unidad y también un sistema.
Afirmamos que el ser humano es un ser energético que constantemente toma y da energía, la transforma, inmerso
también en un universo de energía. Los encargados de organizar funcionalmente la energía son los llamados centros
de energía. Distribuidos y ubicados en diferentes partes del cuerpo, están íntimamente relacionados y actúan en
forma conjunta y simultánea. Estos son:
1) Centro bajo: las piernas son el representante físico de este centro).
2) Centro lumbo-sacro: comprende la columna lumbo-sacra, las caderas, la pelvis y el arco del pie.
3) Centro medio: comprende la parte superior del abdomen y la columna dorsal.
4) Centro cardíaco: es el centro de la vida afectiva. Le corresponden el tórax, la columna dorsal alta y su
prolongación por los brazos y las palmas de las manos.
5) Centro laríngeo: representante físico de la vida intelectual, comprende cuello, cara, orejas, ojos, hasta las cejas,
hombros y dedos.
6) Centro frontal: dirige a todos los demás centros, comprende el cráneo, el tronco cerebral y el cerebelo.
7) Centro coronario: ubicado en la parte superior de la cabeza, como una ventana de la coronilla, guarda relación
con la vida espiritual (Wolk, 2007).