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Andrea D'Atri
@andreadatri
Jueves 6 de agosto de 2015 | Edición del día
8
¿Cuál es el fondo de la cuestión?
Pero así como sabemos que el Estado capitalista no puede abolirse por
una ley ni un decreto que salga de sus propias entrañas, si no es por la
lucha revolucionaria de la clase trabajadora que conquiste el poder para
las mayorías y avance en establecer un Estado transicional hacia el
socialismo, donde finalmente sean abolidas las clases sociales; de la
misma manera, consideramos que no puede abolirse por decreto la
opresión de las mujeres y, entonces, la prostitución.
Esta situación actual, reconfiguró viejos debates del siglo XIX, entre
“regulacionistas” y “abolicionistas”. Mientras el regulacionismo “propone
que el Estado legalice la prostitución y, por lo tanto, se reglamente la
instalación de prostíbulos, las formas de explotación de las mujeres, los
controles sanitarios” (1); el “abolicionismo” considera a la prostitución
como una forma de violencia contra las mujeres, combate el
proxenetismo y considera que podría desterrarse con campañas
educativas contra el consumo de prostitución, la penalización de los
clientes o la prohibición legal de su ejercicio. Lo único que sostienen en
común es la expectativa en que sea el mismo Estado que legitima y
reproduce la milenaria opresión de las mujeres, el responsable de ya sea
regular la vida de las personas en situación de prostitución o, por el
contrario, de abolir esta institución social propia de la sociedad de clases.
(1) Andrea D’Atri, Pecados & Capitales, revista Ideas de Izquierda, Nº7,
marzo 2014
(2) ídem.