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La represión (1915)

(Representante psíquico de la pulsión -representante de la representacion representación o grupo de


representaciones investidas desde la pulsión con un determinado monto de energía psíquica.
Representación + monto de afecto)
En el caso de la pulsión, de nada vale la huida pues el yo no puede escapar de si mismo. Más tarde se
encontrará el rechazo por el juicio (juicio adverso) un buen recurso contra la moción pulsional. Una etapa previa al juicio
adverso, una cosa intermedia entre la huida y el juicio adverso, es la represión. La condición para la represión es
q el motivo de displacer cobre un poder mayor q el placer de la satisfacción.
La represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes q se haya
establecido una separación nítida entre actividad cc y actividad Icc del alma, y su esencia consiste en rechazar algo de
la cc y mantenerlo alejado de ella.

Represión primordial: Una primera fase de la represión q consiste en q el representante psíquico


(representante de la representación) de la pulsión se le deniega la admisión en lo cc. Así se establece una fijación,
a partir de ese momento el representante en cuestión persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a él. Es una marca, no
tiene contenido, inaugura la cadena asociativa pero no entra dentro de ella. Funciona como un “polo de atracción” para
la represión secundaria. Gasto permanente de energía.

Represión secundaria: La segunda etapa de la represión, la represión propiamente dicha, recae sobre
retoños psíquicos del representante reprimido o sobre unos itinerarios de pensamiento q, procedentes de
alguna otra parte, han entrado en vínculo asociativo con él. A causa de ese vínculo, tales representaciones
experimentan el mismo destino q lo reprimido primordial. La represión propiamente dicha es entonces una post-
represión.

Se comete un error cuando se destaca con exclusividad la repulsión q se ejerce desde lo cc sobre lo q ha de
reprimirse. En igual medida debe tenerse en cuenta la atracción q lo reprimido primordial ejerce sobre todo aquello con lo
cual puede ponerse en conexión. Probablemente, la tendencia a la represión no alcanzaría su propósito si estas
fuerzas (atracción y repulsión) no cooperasen, sino existiese algo reprimido desde antes, presto a recoger lo
repelido por lo cc.
La represión no impide al representante de pulsión seguir existiendo en lo Icc, continuar organizándose, formar
retoños y anudar conexiones. Ni siquiera es cierto q la represión mantenga apartados de lo cc a todos los retoños de lo
reprimido primordial. Si estos se han distanciado lo suficiente del representante reprimido sea por las trasposiciones q
adoptaron o por los eslabones medios q intercalaron, tienen, sin más, expedito acceso a lo cc.
Se invita al paciente a producir esos retoños de lo reprimido q a consecuencia de su distanciamiento o su
transposición, pueden salvar la censura de lo cc. El paciente puede devanar una serie de ocurrencias hasta q
tropieza en su decurso con una formación de pensamiento en q el vínculo con lo reprimido se hace sentir tan
intensamente q se ve forzado a repetir su intento de represión. También los síntomas neuróticos tienen q haber llenado
esa condición (distanciamiento), pues son retoños de lo reprimido, q por intermedio de estas formaciones (los síntomas)
han terminado por conquistarse su denegado acceso a la cc.
La represión trabaja de manera en alto grado individual, cada uno de los retoños de lo reprimido puede
tener su destino particular, un poco más o un poco menos de trasposición cambian radicalmente el resultado. La
cancelación de la represión es sólo provisional, enseguida se restablece.
Además de ser individual es en alto grado móvil. No tenemos q imaginarnos el proceso de represión como un
acontecer q se consumaría de una vez y tendría un resultado perdurable, sino q la represión exige un gasto de fuerza
constante, si cejara, peligraría su resultado haciéndose necesario un nuevo acto represivo. El mantenimiento de una
represión supone un dispendio continuo de fuerza, y en términos económicos su cancelación implicaría un ahorro.
Junto a la representación interviene algo diverso, algo q representa a la pulsión y puede experimentar un
destino de represión totalmente diverso del de la representación, el monto de afecto. El destino general de la
representación representante de la pulsión difícilmente puede ser otro q desaparecer si antes fue cc, o seguir
coartada de la cc si estaba en vías de venir cc. El factor cuantitativo del representante de la pulsión tiene 3
destinos posibles: la pulsión es suprimida por complejo, sale a la luz como afecto coloreado o se muda en
angustia. Las dos últimas posibilidades nos ponen frente a la tarea de discernir como un nuevo destino de pulsión la
transposición de las energías psíquicas de las pulsiones en afectos y, muy particularmente, en angustia. Si una
represión no consigue impedir q nazcan sensaciones de displacer o de angustia, ellos nos autoriza a decir q ha
fracasado, aunque haya alcanzado su meta en el otro componente, la representación.
El mecanismo de la represión sólo nos es asequible cuando podemos inferirlo retrospectivamente desde los
resultados de ella. El mecanismo de la represión no coincide con el o los mecanismos de la formación sustitutiva, existen
muy diversos mecanismos de formación sustitutiva, los mecanismos de la represión tienen al menos algo en común la
sustracción de la investidura energética (o libido si tratamos de pulsiones sexuales)

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Lo Icc (1915)
Capítulo 2: La multivocidad de lo Inconciente, y el punto de vista tópico (práctico)
Lo Icc abarca, por un lado, actos q son apenas latentes, Icc por algún tiempo, pero en lo demás en nada
se diferencian de los cc, y, por otro lado, procesos como los reprimidos, q, si devinieran c, contrastarían de la
manera más llamativa con los otros procesos cc.
Un acto psíquico por lo general atraviesa por dos fases de estado, entre las cuales opera como selector una
suerte de examen (censura). En la primera fase él es inconciente y permanece al sistema Icc; si a raíz del examen es
rechazado por la censura, se le deniega el pasado a la segunda fase, entonces se llama “reprimido” y tiene q permanecer
inconciente. Pero si sale airoso de este examen entra en la segunda fase y pasa a pertenecer al segundo sistema, q
llamaremos Cc. No es conciente aún, sino susceptible de conciencia, por lo q llamaremos al sistema CC también el
preconciente.
Si un acto psíquico experimenta la trasposición del sistema Icc al sistema Cc (o Precc), ¿Debemos
suponer que a ella se liga una fijación nueva, a la manera de una segunda trascripción de la representación
correspondiente, la cual entonces puede contenerse también en una nueva localidad psíquica subsistiendo,
además, la trascripción originaria, inconciente? ¿O más bien debemos creer que la trasposición consiste en un
cambio de estado que se cumple en idéntico material y en la misma localidad?

Pasaje de lo inconciente a lo conciente (de la representación): 2 hipótesis


Tópica  la fase Cc de la representación significa una transcripción nueva de ella, situada en otro lugar.
Transcripciones diversas y separadas (en el sentido tópico) de un mismo contenido. Nuestra tópica psíquica
provisionalmente nada tiene que ver con la anatomía; se refiere a regiones del aparato psíquico, dondequiera que estén
situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas.
Funcional  cambio de estado en el mismo material y localidad

Con el primer supuesto, el supuesto tópico, se enlaza un divorcio tópico entre los sistemas Icc y Cc y la
posibilidad de q una representación esté presente al mismo tiempo en dos lugares del aparato psíquico, y aun de q se
traslade regularmente de un lugar a otro si no está inhibida por la censura, llegado el caso sin perder su primer
asentamiento o su primera trascripción.
Si comunicamos a un paciente una representación q él reprimió en su tiempo y hemos logrado colegir, ello al
principio en nada modifica su estado psíquico. Sobre todo, no cancela la represión ni, como quizá podría esperarse, hace
q sus consecuencias cedan por el hecho de que la representación antes icc ahora devenga cc. Al contrario, primero no
se conseguirá más que una nueva desautorización de la representación reprimida. Pero de hecho el paciente tiene
ahora la misma representación bajo una doble forma en lugares diferentes de su aparato anímico; primero,
posee el recuerdo conciente de la huella auditiva de la representación q le hemos comunicado, y en segundo
término, lleva en su interior el recuerdo inconciente de lo vivenciado. En realidad, la cancelación de la represión
no sobreviene hasta que la representación cc, tras vencer las resistencias, entra en conexión con la huella
mnémica icc. Sólo cuando esta última es hecha cc se consigue el éxito. Por tanto, para una consideración superficial
parecería comprobado que representaciones cc e icc son trascripciones diversas, y separadas en sentido tópico, de un
mismo contenido. El tener-oído y el tener-vivenciado son, por su naturaleza psicológica dos cosas por entero diversas,
por más q posean idéntico contenido.

Capítulo 3: Sentimientos inconcientes (teórico)


La oposición entre cc e Icc carece de toda pertinencia respecto de la pulsión. Una pulsión nunca puede
pasar a ser objeto de la cc; sólo puede serlo la representación q es su representante. Ahora bien, tampoco puede
estar representada en el Icc sino es por la representación. Cada vez q hablamos de una moción pulsional icc, o
reprimida, no podemos aludir sino a una moción pulsional cuyo representante de la representación es icc.
El hecho de q un sentimiento sea sentido, y por tanto, la cc tenga noticia de él, es inherente a su esencia. La
posibilidad de una condición Icc faltaría por entero a sentimientos, sensaciones, afectos. Pero en la práctica psa se
habitúa a hablar de amor, odio, furia, inconcientes. En realidad, puede ocurrir q una moción de afecto o de sentimiento
sea percibida, pero erradamente. Por la represión de su representante genuino fue compelida a enlazarse con otra
representación y así la cc la tiene por exteriorización de esta última. Cuando restauramos la concatenación correcta
llamamos inconciente a la moción afectiva originaria, aunque su afecto nunca lo fue, pues sólo su representación debió
pagar tributo a la represión.
Sabemos que los destinos del afecto puede ser tres: persiste en un todo o en parte como tal, es mudado
en un monto de afecto cualitativamente diverso (en particular, en angustia), o es sofocado, se estorba por
completo su desarrollo. En todos los casos en q la represión consigue inhibir el desarrollo del afecto, llamamos
inconcientes a los afectos q volvemos a ponen en su sitio tras enderezas lo q el trabajo represivo había torcido.
En la comparación con la representación Icc surge una diferencia: Tras la represión, aquella sigue
existiendo en el interior del sist Icc como una formación real, mientras q ahí mismo al afecto inconciente le
corresponde solo la posibilidad de planteo a la q no se le permite desplegarse. En rigor, no hay afectos icc como

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hay representaciones icc. Toda la diferencia estriba en q las representaciones son investiduras mientras q los afectos y
sentimientos corresponded a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones ultimas se perciben como sensaciones.

Capítulo 4: Tópica y dinámica de la represión (práctico)


La represión es en lo esencial un proceso q se cumple sobre representaciones en la frontera de los sist
Icc y Precc (Cc). Ha de tratarse de una sustracción de investidura (precc). La representación reprimida sigue
teniendo capacidad de acción dentro del Icc; por tanto, debe haber conservado su investidura. Lo sustraído a de ser algo
diverso. En el caso de la represión propiamente dicha (“el esfuerzo de dar caza”), tal como se ejerce sobre la
representación precc o aun sobre la ya cc, solo puede constituir en q a la representación se le sustraiga la investidura
(pre)conciente q pertenece al sistema Precc. La representación queda entonces desinvestida, o recibe investidura del icc,
o conserva la investidura icc q ya tenía.
Hipótesis funcional: El paso desde el sistema Icc a uno contiguo no acontece mediante una transcripción
nueva, sino mediante un cambio de estado, una mudanza en la investidura.
Empero, este proceso de sustracción de libido no basta para hacer inteligible otro carácter de la represión. No se
advierte la razón por la cual la representación q sigue investida o q es provista de investidura desde el icc no haría
intentos renovados por penetrar en el sist Precc, valida de su investidura. De igual modo, el mecanismo de sustracción
de investidura no funcionaria cuando estuviera en juego la representación icc q aun no ha recibido investidura alguna del
precc y entonces ella no puede serle sustraída.
Necesitamos, entonces, otro proceso, q en el primer caso (represión 2°) mantenga la represión y en el
segundo (rep 1°) cuide de su producción y de su permanencia, y sólo podemos hallarlo en el supuesto de una
contraivestidura mediante la cual el sist Precc se protege contra el asedio de la representación icc. La
contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primordial, en la represión propiamente dicha se suma la
sustracción de la investidura precc. Y es muy posible q precisamente la investidura sustraída de la representación se
aplique a la contrainvestidura.
R1  contrainvestidura, gasto permanente de energía que mantiene fijado el representante. En este caso, la
inscripción misma vale como contrainvestidura, ya que nunca ha recibido investidura precc y, por lo tanto, no puede
sustraérsele.
R2  la investidura precc sustraída a la representación se aplica a la contrainvestidura (ej. Signorelli-Botticcelli)

Freud propone q cuando consigamos describir un proceso psíquico es sus aspectos dinámicos, tópicos y
económicos eso se llame exposición metapsicológica.

Capítulo 5: Las propiedades particulares del sistema Icc (práctico)


El núcleo del Icc consiste en representantes de pulsión q quieren descargar su investidura, por tanto, en
mociones de deseo. Dentro de este sistema no existe negación, no hay duda ni certeza. Todo esto es introducido sólo
por el trabajo de la censura entre Icc y Precc. Por el proceso de desplazamiento, una representación puede entregar a
otro todo el monto de su investidura; y por el de condensación, puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas
otras, estos dos procesos son indicios del llamado proceso primario (en el Precc rige el proceso secundario).Los
procesos del Icc son atemporales, no conocen miramiento por la realidad, están sometidos al ppio de placer.
Resumiendo: ausencia de contradicción, proceso primario (movilidad de las investiduras), carácter
atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica.
Los procesos icc solo se vuelven cognoscibles para nosotros bajo las condiciones del soñar y de las neurosis, o
sea, cuando procesos del sist Precc son trasladados hacia atrás, a un estadio anterior (regresión). Por si solos, son
insusceptibles de existencia, ya que el Precc esta superpuesto al Icc, quien posee el acceso a la Cc y a la motilidad.
Los procesos del sist Precc exhiben una inhibición de la proclividad a la descarga, característica de las
representaciones investidas. A este sistema competen el establecimiento de una capacidad de comercio entre los
contenidos de las representaciones, de suerte q puedan influirse unas a otras, el ordenamiento temporal de ellas, la
introducción de una censura o de varias. También la memoria Cc parece depender por completo del Precc (hay q
separarla de las huellas mnémicas en q se fijan las vivencias del Icc)

Capítulo 6: El comercio entre los dos sistemas (teórico?)


El Icc se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye de continuo
sobre el Precc y a su vez está sometido a influencias de parte de este.
Entre los retoños los hay q reúnen dentro de si notas contrapuestas, presentan alta organización, están exentos
de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sist cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las
formaciones de este sistema. Por otra parte, son icc e insusceptibles de devenir cc. Por tanto, cualitativamente
pertenecen al Precc pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo decisivo para su destino.
Otros retoños del Icc de alta organización son las formaciones sustitutivas, q, no obstante, logran irrumpir en la
cc merced a una relación favorable, por ejemplo, su coincidencia con una contrainvestidura del Precc.
Un sector muy grande de lo precc proviene de lo Icc. Otro sector es susceptible de cc sin censura. Cuando
consideramos la represión nos vimos precisados a situar entre los sist Icc y precc la censura decisiva para su devenir cc,

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ahora nos es sugerida otra censura entre Precc y Cc. La existencia de esta censura nos advierte q el devenir cc no es un
mero acto de percepción, sino q probablemente se trate de una sobreinvestidura.
El contenido del sist Precc (o Cc) proviene, en una parte, de la vida pulsional (por mediación del Icc) y, en
la otra, de la percepción. La cura psa se edifica sobre la influencia del Icc desde la Cc.
Una cooperación entre una moción precc y una icc, aun reprimida con intensidad, puede producirse en esta
situación eventual: q la moción icc pueda operar en el mismo sentido q una de las aspiraciones dominantes. La represión
queda cancelada para ese caso.

Capítulo 7: El discernimiento de lo inconciente (práctico)


En la neurosis de transferencia nada había q empujase a primer plano la oposición entre yo y objeto. La
investidura de objeto persiste en el interior del sist Icc a pesar de la represión.
En el caso de la esquizofrenia, en cambio, está el supuesto de q tras el proceso de la represión la libido
quitada no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo, se resignan las investiduras de objeto y se reproduce
un estado de narcisismo primitivo carente de objeto. Ej, enferma que dice “los ojos no están derechos, están
torcidos”, porque es un hipócrita, un torcedor de ojos. El lenguaje en la esquizofrenia tiene un sesgo hipocondríaco, es
lenguaje de órgano. Hay materialidad de la palabra, las palabras son tratadas como cosas. Las palabras son sometidas
al mismo proceso q desde los pensamientos oníricos latentes crea las imágenes del sueño, el proceso primario.
Si nos preguntamos q es lo q confiere a la formación sustitutiva y al síntoma de la esquizofrenia su carácter
extraño, caemos finalmente en la cuenta de q es el predominio de la referencia a la palabra sobre la referencia a la cosa.
Toda vez q ambas, palabra y cosa no coinciden, la formación sustitutiva de la esquizofrenia diverge de la q se
presenta en el caso de las neurosis de transferencia.
Tendríamos q modificar el supuesto de q en la esquizofrenia son resignadas las investiduras de objeto:
La investidura de las representaciones-palabra de los objetos se mantiene. Lo q pudimos llamar la
representación-objeto cc se nos descompone ahora en la representación-palabra y la representación-cosa q
consiste en la investidura.
De golpe creemos saber ahora donde reside la diferencia entre una representación cc y una icc. Ellas no son,
como creíamos, diversas trascripciones del mismo contenido en lugares psíquicos diferentes, ni diversos estados
funcionales de investidura en el mismo lugar, sino q la representación cc abarca representación-cosa más la
correspondiente representación-palabra, y la icc es la representación-cosa sola.
Representación cosa - investidura icc, huella mnémica de las cosas
Representación objeto
cc
Representación palabra - investidura precc

El sist Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos, q son las investiduras de objeto primarias y genuinas,
el sist Precc nace cuando esa representación-cosa es sobreinvestida por el enlace con las representaciones palabra q le
corresponden. Ahora podemos formular de manera precisa eso q la represión, en las neurosis de transferencia, rehúsa a
la representación rechaza: la traducción en palabras, q debieran permanecer enlazadas con el objeto. La representación
no aprehendida en palabras, o el acto psíquico no sobreinvestido, se quedan entonces atrás, en el interior del icc, como
algo reprimido.

Tótem y tabú (1913)


IV: El retorno del totemismo en la infancia
El psa ha revelado q el animal totémico es realmente el sustituto del padre, y la actitud ambivalente q
caracteriza todavía hoy al complejo se extendería también a él.
La horda primordial darwiniana no deja espacio alguno para los comienzos del totemismo: Hay aquí un padre
violento, celoso, q se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen. Ese estado
primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte. Lo q hallamos como la organización más primitiva, lo q
hoy todavía está en vigor en ciertas tribus, son las ligas de varones compuestas por miembros de iguales derechos y
sometidos a las restricciones del sistema totemista, q heredan por línea materna. ¿Acaso lo uno pudo surgir de lo otro?
La respuesta está en la celebración del banquete totémico: Un día los hermanos expulsados se aliaron,
mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevar a cabo lo q
individualmente les habría sido imposible. El violento padre primordial era el arquetipo envidiado y temido de cada
uno de los miembros de la banda de hermanos, y en el acto de la devoración consumaban la identificación con él,
cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete totémico sería la repetición y celebración
recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo cosas como las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas o la religión.
La banda de hermanos estaba gobernada, respecto del padre, por los mismos sentimientos q podemos
pesquisar como contenido de la ambivalencia del complejo paterno en los niños y los neuróticos. Odiaban a ese
padre q tan gran obstáculo significaba para su necesidad de poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y
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admiraban. Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él, forzosamente se abrieron
paso las mociones tiernas avasalladas entretanto (acaso esta nueva actitud se vio favorecida por el hecho de q la hazaña
no pudiera satisfacer plenamente a ninguno de quienes la perpetraron; en cierto sentido había ocurrido en vano, ninguno
de los hijos pudo abrirse paso en su deseo originario de ocupar el lugar del padre). Aconteció en la forma de
arrepentimiento sentido en común. El muerto volvió aún más fuerte q lo q era en vida. Lo q antes él había impedido
con su existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la obediencia de efecto
retardado.
Así desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del
totemismo, q por eso mismos necesariamente coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de
Edipo: el asesinato y el incesto.
Estos dos tabúes del totemismo, con los cuales comenzó la eticidad de los hombres, no son psicológicamente
del mismo valor. Sólo uno, el respeto del animal totémico, descansa por entero en motivos de sentimiento, es q el padre
había sido eliminado y en la realidad ello no tenía remedio. Pero la prohibición del incesto también tenia un poderoso
fundamento práctico, la necesidad sexual no une a los varones sino q provoca desavenencias entre ellos, si los
hermanos se habían unido para avasallar al padre, ellos eran rivales entre sí respecto de las mujeres. Cada uno habría
querido tenerlas todas para sí, como el padre, y en la lucha de todos contra todos se habría ido a pique la nueva
organización. Ya no existía ningún hiperpoderoso q pudiera asumir con éxito el papel del padre. Por eso a los
hermanos, si querían vivir juntos, no les quedó otra q erigir la prohibición del incesto, con la cual todos al mismo
tiempo renunciaban a las mujeres por ellos anheladas y por causa de las cuales, sobre todo, habían eliminado al
padre.
Al otro tabú, el q ampara la vida del animal totémico, se vinculan en cambio los títulos del totemismo para
ser apreciado como un primer ensayo de religión. La religión totemista había surgido de la conciencia de culpa de los
hijos varones como un intento de calmar ese sentimiento y apaciguar al padre ultrajado mediante la obediencia de efecto
retardado.
Existen múltiples vínculos entre dios y el animal sagrado (tótem, animal sacrificial), nos sugiere el
supuesto de q dios sería el animal totémico. Aquel pudo ser la primera forma del sustituto del padre, y el dios una
forma posterior en la q el padre recuperaba su figura humana.

Nota sobre el concepto de lo inconciente en psa (1912)


Descriptivo  icc pensamientos latentes.
Dinámico  icc pensamientos latentes y eficientes que se mantienen alejados de la cc.
Sistemático  sistema que se da a conocer por el signo distintivo de ser inconcientes los procesos singulares que lo
componen.

Llamaríamos a una representación icc a aquella de la no nos percatamos, a pesar de q estamos dispuestos a
admitir su existencia sobre la base de otros indicios y pruebas. Esto podría considerarse un trabajo descriptivo o
clasificatorio harto insípido.
Nos hemos visto llevados de una concepción puramente descriptiva del fenómeno a una dinámica. La idea de la
acción ordenada en la hipnosis no devino un mero objeto de la cc en un momento determinado, sino q además devino
eficiente: fue transferida a la acción tan pronto como la cc se hubo percatado de su presencia. Puesto q el estímulo real
para actuar es la orden del médico, es difícil no conceder q la idea de la orden del médico devino eficiente también, sin
embargo, esta ultima no fue acogida en la cc como ocurrió con su retoño, la idea de la acción; permaneció icc y por eso
fue al mismo tiempo eficiente e icc. La vida anímica del paciente histérico rebosa de pensamientos (ideas) eficientes,
pero icc, de ellos provienen todos los síntomas.
Un pensamiento latente o icc no necesariamente es débil, y su presencia en la vida anímica admite
pruebas indirectas de la mayor fuerza, equivalentes casi a la prueba directa brindada por la cc. Distingo
fundamental entre diversas variedades de pensamientos latentes e icc. Estamos acostumbrados a pensar q todo
pensamiento latente lo era a consecuencia de su debilidad y devenía cc tan pronto cobraba fuerza. Ahora hemos
adquirido la convicción de q hay ciertos pensamientos latentes q no penetran en la cc por intensos q sean. Llamaremos
entonces preconcientes a los pensamientos latentes del primer grupo, mientras q reservaremos el término inconciente
para el segundo grupo, q hemos estudiado en las neurosis.
El término “inconciente” q hasta aquí empleábamos en un sentido meramente descriptivo recibe ahora
un significado más amplio. No sólo designa pensamientos latentes en general, sino, en particular, pensamientos
con un cierto carácter dinámico, a saber, aquellos q a pesar de su intensidad y su acción eficiente se mantienen
alejados de la cc.
Hemos hallado un precc eficiente, q sin dificultad pasa a la cc y un icc eficiente, q permanece icc y
parece estar cortado de la cc. Al producto de lo icc eficaz en modo alguno le es imposible penetrar en la cc, mas para
ellos es necesario cierto gasto de esfuerzo. Si lo intentamos en nosotros mismos, recibimos el nítido sentimiento de una
defensa q tiene q ser dominada, y si lo provocamos en un paciente, recibimos los indicios de su resistencia a ello. Así
aprendemos q el pensamiento icc es excluido de la cc por unas fuerzas vivas q se contraponen a su aceptación, mientras
q no estorban a otros pensamientos, los precc.

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El distingo entre actividad precc e icc no es primario, sino q sólo se establece después q ha entrado en
juego la defensa.
En el caso del sueño, hemos aprendido el arte de descubrir los restos diurnos y los pensamientos oníricos
latentes; por su comparación con el contenido manifiesto del sueño somos capaces de formarnos un juicio sobre las
migraciones por las q han atravesado y sobre el modo en q estas sobrevinieron. Merecen el nombre de pensamientos
precc y de hecho pueden haber sido cc en algún momento de la vigilia. Pero en virtud de la conexión q por la noche
establecieron con las aspiraciones icc, fueron asimilados a estas ultimas, en cierto modo rebajaos al estado de unos
pensamientos icc y sometidos a las leyes por las q es regulada la actividad icc.

Sobre el psa silvestre (1910)


Dama q se quejaba de estados de angustia desde la separación de su último esposo pero q se le había
acrecentado mucho al consultar un médico q le había dicho q la causa de su angustia era su privación sexual. Ella
entonces tuvo el convencimiento de q era incurable ya q no quería volver con su marido y su moral y religiosidad le
impedían seguir las otras sugerencias del médico (satisfacerse sola, conseguir un amante)
El médico habría cometido errores científicos, su concepción de sexualidad era evidentemente la
popular, y no la del psa que comprende mucho más, q imputa a la vida sexual todo quehacer de sentimientos tiernos q
brote de la fuente de mociones sexuales primitivas. Se habla de psicosexualidad para destacar q no se omite el
factor anímico de la vida sexual. El médico simplificó el problema mediante su unilateral insistencia en el factor
somático dentro de lo sexual.
Además, dejó traslucir otro malentendido. ¿Se pretende dejar de lado, por demasiado compleja, la enseñanza de
q los síntomas neuróticos brotan de un conflicto entre dos poderes, entre una libido y una desautorización sexual
demasiado estricta o represión? Quien no olvide este factor, no podrá creer q la satisfacción sexual constituya en sí la
panacea universal para los achaques de los neuróticos.
La dama se quejaba sobretodo de estados de angustia y entonces, él supuso q padecía de neurosis de angustia
y juzgó legítimo recomendarle una terapia somática. Pero no todo el q padece angustia tiene necesariamente una
neurosis de angustia. Freud supone q la dama sufría de histeria de angustia, q posee otra etiología y terapia
diversa.
En la alternativa propuesta por el médico no quedaba lugar para el psa. ¿Dónde intervendría el tratamiento
analítico, q es el principal recurso frente a los estados de angustia?
El factor patógeno no es no-saber en sí mismo, sino el fundamento del no-saber en unas resistencias
interiores q primero lo generaron y ahora lo mantienen. La tarea de la terapia consiste en combatir esas
resistencias. La comunicación de lo q el enfermo no sabe pq lo ha reprimido es sólo uno de los preliminares necesarios
para la terapia. El psa no se debe emprender antes q se cumplan dos condiciones: Primero q el enfermo haya sido
preparado y él mismo ya esté cerca de lo reprimido por él; segundo, q su apego al médico (transferencia) haya llegado al
punto en q el vínculo afectivo con él le imposibilite una nueva fuga. Sólo cumplidas estas condiciones se vuelve posible
discernir y dominar las resistencias q llevaron a la represión y al no-saber.

25° conferencia: La angustia


Hallamos en primer lugar un estado general de angustia, una angustia libremente flotante, dispuesta a prenderse
del contenido de cualquier representación pasajera. Llamamos a este estado angustia expectante, o expectativa
angustiada. Un grado llamativo de angustia expectante corresponde, por regla general, a una afección q Freud llamaba
“neurosis de angustia” e incluía entre las neurosis actuales.
Una segunda forma de la angustia, a diferencia de la q se acaba de describir, está más bien
psíquicamente ligada y anudada a ciertos objetos o situaciones. Es la angustia de las fobias, de enorme diversidad y
a menudo muy extrañas.
Las dos formas de angustia aquí descritas, la angustia expectante, libremente flotante, y la unida a
fobias, son independientes entre si. No es q una sea una etapa superior de la otra; sólo por excepción se presentan
juntas, y cuando lo hacen es como por casualidad. Un estado de angustia general, aun el más fuerte, no necesita
manifestarse en fobias.
¿Puede la angustia neurótica, en la cual el peligro no desempeña papel alguno o lo tiene muy ínfimo, vincularse
con la angustia reales, q es, en todo, una reacción frente al peligro? ¿Y cómo hemos de entender la angustia neurótica?
Consignemos primero nuestra expectativa: Si hay angustia tiene q existir también algo frente a lo cual uno se angustie.
No es difícil comprobar q la angustia expectante o estado de angustia general mantiene estrecha
dependencia con determinados procesos de la vida sexual, con ciertas aplicaciones de la libido.
Nos proporciona un segundo indicio el análisis de las psiconeurosis, en especial de la histeria, En esta afección
la angustia aparece a menudo acompañando los síntomas, pero se exterioriza también, una angustia no ligada. Si
sometemos al análisis la situación de la cual nacieron la angustia o los síntomas acompañados por ella, por regla general
podemos indicar el decurso psíquico normal interceptado y sustituido por el fenómeno de la angustia.
Una tercera experiencia nos la proporcionan los enfermos q padecen de acciones obsesivas, notablemente
exentos de angustia en apariencia. Caemos en cuenta q la angustia estaba encubierta por la acción obsesiva, y esta no
se ejecutaba sino por evitar aquella. Por consiguiente, en general, los síntomas solo se forman para sustraerse a un
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desarrollo de angustia q de lo contrario sería inevitable. Esta concepción sitúa a la angustia, por así decir, en el centro de
nuestro interés en cuanto a los problemas de las neurosis.

El desarrollo de angustia es la reacción del yo frente al peligro y la señal para q se inicie la huida. En el
caso de la angustia neurótica, el yo emprende un idéntico intento de huida frente al reclamo de su libido y trata
este peligro interno como si fuera externo. Así como el intento de huida frente al peligro exterior es relevado por
la actitud de hacerle frente y adoptar las medidas adecuadas para la defensa, también el desarrollo de la
angustia neurótica cede paso a la formación de síntoma, q produce una ligazón de la angustia.
La angustia q significa una huida del yo frente a su libido no puede haber nacido sino de esa libido misma. Es la
dinámica tópica del desarrollo de la angustia la q todavía nos resulta oscura, a saber la clase de energías animas q son
convocadas, y los sistemas psíquicos desde los cuales desde los cuales lo son.
En los niños es muy común el estado de angustia, y parece muy difícil discernir si se trata de angustia realista o
neurótica. El estado de angustia aparece como primario, y se llega a la conclusión de q el niño y más tarde el
adolescente se angustian frente al nivel de su libido justamente porque todo los angustia. El niño se aterroriza frente al
rostro extraño pq espera ver a la persona familiar y amada, en el fondo, a la madre. Son su desengaño y su
añoranza las q se trasponen en angustia; vale decir, en una libido q ha quedado inaplicable, q por el omento no
puede mantenerse en suspenso, sino q es descargada como angustia. En el niño pequeño vemos más q bien q se
comporta como angustia realista algo q comparte con la angustia neurótica el rasgo esencial de provenir de una libido no
aplicada. La angustia infantil tiene muy poco q ver con la angustia realista y, en cambio, se emparienta de cerca con la
angustia neurótica de los adultos. Como esta, se genera a partir de una libido no aplicada y sustituye al objeto de amo, q
se hecho de menos, por un objeto o situación.
En el adulto, para la mudanza de la libido en angustia no basta q aquella, en calidad de añoranza, se haya vuelto
momentáneamente inaplicable. Desde largo tiempo atrás ha aprendido a mantener en suspenso esa libido o aplicarla de
otro modo. Pero cuando la libido pertenece a una moción psíquica q ha experimentado la represión, se restablece
una situación parecida a la del niño q todavía no posee ninguna separación entre Cc e Icc.
Dejamos de lado lo q acontece con el afecto adherido a la representación reprimida, y sólo ahora nos
enteramos de q el destino más angustia de ese afecto es el de ser mudado en angustia. Esa mudanza de afecto
es la parte más importante del proceso represivo.
La mudanza en angustia o, mejor, la descarga en la forma de angustia es el destino más inmediato de la
libido afectada por la represión. Pero no es el único ni el definitivo. En las neurosis hay en marcha procesos q se
empeñan en ligar este desarrollo de angustia y q lo logran incluso, por diversas vías.
En la fobia, es posible diferenciar nítidamente dos fases del proceso neurótico. La primera tiene a su cargo la
represión y el transporte de la libido a la angustia, q es ligada a un proceso exterior. La segunda consiste en la
edificación de todas aquellas precauciones y aseguramientos destinados a evitar un contacto con ese peligro
considerado como algo externo. La represión corresponde a un intento de huida del yo frente a la libido sentida como un
peligro.

Sobre la dinámica de la transferencia (1912)


Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos q recibe en su infancia,
adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor q
establecerá y las pulsiones q satisfará, así como para las metas q habrá de fijarse.
Sólo un sector de las mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo
psíquico y está vuelvo para la realidad objetiva, disponible para la personalidad cc. Otra parte de las mociones
libidinosas ha sido demorada en el desarrollo. Está apartada de la personalidad cc y de la realidad, y sólo tuvo
permitido desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero icc. Y si la necesidad de amor de alguien no está
satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, se verá precisado a volcarse con unas representaciones-expectativa
libidinosas hacia cada nueva persona q aparezca, y es muy probable q las dos porciones de su libido, la susceptible de
cc y la icc, participen de tal acomodamiento.
Es entonces en todo normal e inteligible q la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien q
está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. Insertará al médico en una de las series psíquicas q el
paciente ha formado hasta ese momento.
No es correcto q durante el psa la transferencia se presente más intensa y desenfrenada q fuera de él. No
corresponde anotar en la cuenta del psa aquellos caracteres de la transferencia, sino atribuírselos a la neurosis.
Una condición previa regular e indispensable de toda contracción de una psiconeurosis es la “introversión” de la
libido.
Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo cc hasta su raíz en lo icc, enseguida se entrará
en una región donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez q la ocurrencia siguiente no puede menos q dar razón
de ella y aparecer como un compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. En este punto
sobreviene la transferencia. Si algo del material del complejo (o sea, de su contenido) es apropiado para ser
transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata
y se anuncia mediante los indicios de una resistencia (ej, detención de las ocurrencias). La idea transferencial ha

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irrumpido hasta la cc a expensas de todas las otras posibilidades de ocurrencias pq su acatamiento también va a la
resistencia.
Es preciso decidirse a separar una transferencia “positiva” de una “negativa”, la transferencia de
sentimientos tiernos de la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el
médico. Y la positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos q son susceptibles de cc, y la
de sus prosecuciones en lo icc, q remontan a fuentes eróticas.
La transferencia sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas. Cuando “cancelamos” la transferencia haciéndola
cc, solo hacemos desasirse de la persona del medico esos dos componentes del acto de sentimiento, en cuanto al otro
componente susceptible de cc y no chocante, subsiste y es en el psa al igual q en otros métodos de tratamiento, el
portador del éxito.
La transferencia negativa se encuentra junto a la positiva dirigida de manera simultánea sobre la misma persona,
es decir, es ambivalente. La ambivalencia del sentimiento es lo q mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para
poner sus transferencias al servicio de la resistencia. La transferencia brinda el servicio de volver actuales y
manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes, pues, en definitiva, nadie puede ser
ajusticiado in absentia o in effigie*.
(*Con la ayuda de esta expresión, tan abundantemente citada, nos damos cuenta de un punto capital: lo que se presenta en acto no
remite a alguna otra cosa, más allá de ella misma, a la que representaría. No es effigie, vale decir no es representación, o imagen, o
retrato, o sombra, etc. Tampoco es la otra forma posíble de representación: presencia simbólica, articulada como tal a su propia
absentia. Lo que se presenta en acto (en tanto, queda claro, no se representa, o mejor todavía, no se re-presenta) aparece entonces
como algo cuya dimensión esencial no es ni imaginaria ni simbólica sino real.)

Recordar, repetir y reelaborar (1914)


El médico pone en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra
con toda facilidad las situaciones y nexos olvidados.
El olvido de las impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más veces a un “bloqueo” de ellas. El olvido
experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos encubridores, de tan universal presencia. No se conserva sólo
algo esencial de la vida infantil, sino en verdad todo lo esencial; sólo hace falta saber desarrollarlo desde ellos por medio
del análisis.
Los otros grupos de procesos psíquicos q como actos puramente internos uno puede oponer a las impresiones y
vivencias (fantasías, procesos de referimiento, mociones de sentimiento) deben ser considerados separadamente en su
relación con el olvidar y el recordar. Para el decurso psíquico no parece tener importancia alguna q uno de esos nexos
fuera cc y luego se lo olvidara, o no hubiera llegado nunca a la cc.
Para un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas muy tempranas de la infancia y q
en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado inteligencia e interpretación con efecto retardado, la mayoría de las
veces es imposible despertar un recuerdo. Se llega a tomar noticia de ellos a través de sueños, y los más probatorios
motivos extraídos de la ensambladura de la neurosis lo fuerzan a uno a creer en ellas.
El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino q lo actúa. No lo reproduce
como recuerdo, sino como acción, lo repite, sin saber q lo hace.
Lo q más nos interesa es la relación de esta compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Pronto
advertimos q la transferencia misma es sólo una pieza de la repetición, y la repetición es la transferencia del
pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico sino también sobre los otros ámbitos de la situación presente.
Tenemos q estar presentes para q el analizado se entregue a la compulsión de repetir, q le sustituye ahora el impulso de
recordar, no solo en la relación personal con el medio sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su
vida. Tampoco es difícil discernir la participación de la resistencia, mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el
recordar por el actuar.
Si la cura empieza bajo el patronazgo de una transferencia suave, positiva y no expresa, esto permite, como en
el caso de la hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo transcurso hasta callan los síntomas patológicos; pero
si en el ulterior trayecto esa transferencia se vuelve hostil o hiperintensa, y por eso necesita de represión, el recordar deja
sitio enseguida al actuar. Y a partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo q se repetirá.
Repite todo cuando desde las fuentes de su reprimido ya se abierto paso hasta su ser manifiesto: Sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Y, además, durante el tratamiento repite
todos sus síntomas.
La introducción del tratamiento conlleva, particularmente, q el enfermo cambie su actitud cc frente a la
enfermedad. Es preciso q el paciente cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su enfermedad. Ya no
tiene permitido considerarla despreciable: más bien será un digno oponente. Así es preparada desde el comienzo la
reconciliación con eso reprimido, pero también se concede cierta tolerancia a la condición de enfermo.
Ulteriores peligros nacen por el hecho de q al progresar la cura pueden también conseguir la repetición
mociones pulsionales nuevas, situadas a mayor profundidad q todavía no se habían abierto paso. Las acciones
del paciente fuera de la transferencia pueden conllevar pasajeros perjuicios para su vida, o aun ser escogidas de modo q
desvaloricen duraderamente las perspectivas de salid.
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Cuando la ligazón transferencial se ha vuelto de algún modo viable, el tratamiento logra impedir al
enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizar el designio de ellas como un material para
el trabajo terapéutico.
El principal recurso para someter la compulsión de repetición del paciente, y transformarla en un motivo para el
recordar, residen en el manejo de la transferencia. Volvemos esa compulsión inocua y, más aun, aprovechable si le
concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como donde tiene permitido
desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena q escenifique para nosotros todo pulsional patógeno q
permanezca escondido en la vida anímica del analizado. Con tal q el paciente nos muestra al menos la solicitud de
respetar las condiciones de existencia del tratamiento, conseguimos, casi siempre, dar a todos los síntomas de la
enfermedad un nuevo significado transferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de
transferencia, de la q puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. El nuevo estado ha asumido todos los
caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible por doquiera a nuestra
intervención. De las reacciones de repetición q se muestran en la transferencia, los caminos consabidos llevan luego al
despertar de los recuerdos q, vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad.
Es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia, no consabida para él para
reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental.
Solo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo en común con el analizado, las mociones
pulsiones reprimidas q la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal
vivencia.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en
una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo q produce el máximo efecto alterador sobre
el paciente y q distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo.

Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (170-1)


¿Acaso no cabe llamar real al enamoramiento q deviene manifiesto en la cura analítica? La participación de la resistencia
en el amor de transferencia es indiscutible y muy considerable. Sin embargo, la resistencia no ha creado este amor
sino q lo encuentra ahí, se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones. Y el carácter genuino del fenómeno tampoco
es despotenciado por la resistencia. Es verdad q este enamoramiento consta de reediciones de rasgos antiguos y repite
reacciones infantiles, pero ese es el carácter esencial de todo enamoramiento.
No hay ningún derecho negar el carácter de amor “genuino” al enamoramiento q sobreviene dentro del
tratamiento analítico. Se singulariza por algunos rasgos q le aseguran una particular posicion:1) Es provocado
por la situación analítica, 2) es empujado hacia arriba por la resistencia q gobierna la situación, 3) carece en alto
grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente de sus consecuencias, más ciego en la apreciación
de la persona amada q lo q querríamos concederle a un enamoramiento normal.

27 conferencia: La transferencia
Notamos q el paciente desarrolla un interés particular hacia la persona del médico. Todo lo q tenga q ver
con esta persona le parece mucho más importante q sus propios asuntos, y lo distrae de su condición de enfermo. El
trato con el paciente resulta muy agradable y el análisis hace brillantes progresos.
Pero un día se estropea, aparecen dificultades en el tratamiento, el paciente asevera q nada más se le ocurre. Se
comporta como lo hace fuera de la cura, como si nunca hubiera establecido aquel pacto con el médico. Se está frente a
una violenta resistencia pero, ¿q ha ocurrido?
Si uno es capaz de aclarar de nuevo la situación, reconocerá como la causa de la perturbación el hecho
de q el paciente ha transferido sobre el médico intensos sentimientos de ternura q ni la conducta de este ni la
relación nacida de la cura justifican.
Llamamos transferencia a este nuevo hecho. Creemos q se trata de una transferencia de sentimientos sobre
la persona del médico, pues no parece q la situación de la cura avale el nacimiento de estos últimos. La transferencia
puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas, pero en el fondo siempre
trata de lo mismo y siempre es inequívoca su proveniencia de la misma fuente.
Con los pacientes masculinos no ocurre nada muy diverso q en el caso de las mujeres. El mismo vínculo con el
médico, la misma sobrestimación de sus cualidades, el mismo abandona al interés de él y los mismos celos hacia cuanto
todo lo rodea en la vida. En los pacientes masculinos, el medico observa más a menudo q en el caso de las mujeres una
forma de manifestación de la transferencia q a primera vista, parece contradecir lo dicho: la transferencia hostil o
negativa.
La transferencia surge en el paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un tiempo constituye el
más poderoso resorte impulsor del trabajo. Nada se registra de ella, y tampoco hace falta tomarla en cuenta, mientras
opera en favor del análisis emprendido en común. Pero si después se muda en resistencia, es preciso prestarle
atención y reconocer q modifica su relación con la cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas: en
primer lugar, cuando en calidad de inclinación tierna se ha hecho tan fuerte, ha dejado ver tan claramente los
signos de su procedencia de la necesidad sexual, q no puede menos q suscitar nuestra resistencia contra ella; y
en segundo lugar, cuando consiste en mociones hostiles en vez de mociones tiernas.
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Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia, y sería absurdo rechazarlas
inamistosamente o con indignación; superamos la transferencia cuando demostramos al enfermo q sus sentimientos no
provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino q repiten lo q a él le ocurrió una vez, con
anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces la transferencia, q, tierna u hostil,
en cualquier caso parecía significar la mas poderosa amenaza para la cura, se convierte en el mejor instrumento de ella,
con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica.
La iniciación del tratamiento no pone fin al desarrollo de la enfermedad, pero, cuando la cura se ha
apoderado del enfermo, suceda q toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en la relación con el
médico. Cuando la transferencia ha cobrado vuelo hasta esa significación, el trabajo con los recuerdos del
enfermo queda muy relegado. No es entonces incorrecto decir q ya no se está tratando con la enfermedad
anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada, q sustituye a la primera.
Todos los síntomas han abandonado su significado originario y se han incorporado a un sentido nuevo,
q consiste en un vínculo con la transferencia. O de esos síntomas subsistieron sólo algunos, q admitieron esa
remodelación.
La transferencia tiene esa importancia extraordinaria, lisa y llanamente central para la cura en las histerias, las
histerias de angustia y las neurosis obsesivas, q por eso se reúnen bajo el nombre Neurosis de Transferencia.
En la medida en q su transferencia es de signo positivo, reviste al médico de autoridad y presta creencia a sus
comunicaciones y concepciones. Sin esa transferencia, o si ella es negativa, ni siquiera prestaría oídos al médico o sus
argumentos. Es preciso atribuir a todos los hombres normales la capacidad de dirigir investiduras libidinosas de objeto
sobre personas. La inclinación a la transferencia en el neurótico no es sino un extraordinario acrecentamiento de
esa propiedad universal.
Los q adolecen de Neurosis Narcisistas no tienen ninguna capacidad de transferencia o sólo unos restos
insuficientes de ella. Rechazan al medico no con hostilidad sino con indiferencia. Por eso este no puede influirlos, no
les causa ninguna impresión y entonces no puede establecerse en ellos el mecanismo de curación q implantamos en los
otros, la renovación del conflicto patógeno y la superación de la resistencia de la represión, por eso no pueden ser
curados por el psa.

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