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Represión secundaria: La segunda etapa de la represión, la represión propiamente dicha, recae sobre
retoños psíquicos del representante reprimido o sobre unos itinerarios de pensamiento q, procedentes de
alguna otra parte, han entrado en vínculo asociativo con él. A causa de ese vínculo, tales representaciones
experimentan el mismo destino q lo reprimido primordial. La represión propiamente dicha es entonces una post-
represión.
Se comete un error cuando se destaca con exclusividad la repulsión q se ejerce desde lo cc sobre lo q ha de
reprimirse. En igual medida debe tenerse en cuenta la atracción q lo reprimido primordial ejerce sobre todo aquello con lo
cual puede ponerse en conexión. Probablemente, la tendencia a la represión no alcanzaría su propósito si estas
fuerzas (atracción y repulsión) no cooperasen, sino existiese algo reprimido desde antes, presto a recoger lo
repelido por lo cc.
La represión no impide al representante de pulsión seguir existiendo en lo Icc, continuar organizándose, formar
retoños y anudar conexiones. Ni siquiera es cierto q la represión mantenga apartados de lo cc a todos los retoños de lo
reprimido primordial. Si estos se han distanciado lo suficiente del representante reprimido sea por las trasposiciones q
adoptaron o por los eslabones medios q intercalaron, tienen, sin más, expedito acceso a lo cc.
Se invita al paciente a producir esos retoños de lo reprimido q a consecuencia de su distanciamiento o su
transposición, pueden salvar la censura de lo cc. El paciente puede devanar una serie de ocurrencias hasta q
tropieza en su decurso con una formación de pensamiento en q el vínculo con lo reprimido se hace sentir tan
intensamente q se ve forzado a repetir su intento de represión. También los síntomas neuróticos tienen q haber llenado
esa condición (distanciamiento), pues son retoños de lo reprimido, q por intermedio de estas formaciones (los síntomas)
han terminado por conquistarse su denegado acceso a la cc.
La represión trabaja de manera en alto grado individual, cada uno de los retoños de lo reprimido puede
tener su destino particular, un poco más o un poco menos de trasposición cambian radicalmente el resultado. La
cancelación de la represión es sólo provisional, enseguida se restablece.
Además de ser individual es en alto grado móvil. No tenemos q imaginarnos el proceso de represión como un
acontecer q se consumaría de una vez y tendría un resultado perdurable, sino q la represión exige un gasto de fuerza
constante, si cejara, peligraría su resultado haciéndose necesario un nuevo acto represivo. El mantenimiento de una
represión supone un dispendio continuo de fuerza, y en términos económicos su cancelación implicaría un ahorro.
Junto a la representación interviene algo diverso, algo q representa a la pulsión y puede experimentar un
destino de represión totalmente diverso del de la representación, el monto de afecto. El destino general de la
representación representante de la pulsión difícilmente puede ser otro q desaparecer si antes fue cc, o seguir
coartada de la cc si estaba en vías de venir cc. El factor cuantitativo del representante de la pulsión tiene 3
destinos posibles: la pulsión es suprimida por complejo, sale a la luz como afecto coloreado o se muda en
angustia. Las dos últimas posibilidades nos ponen frente a la tarea de discernir como un nuevo destino de pulsión la
transposición de las energías psíquicas de las pulsiones en afectos y, muy particularmente, en angustia. Si una
represión no consigue impedir q nazcan sensaciones de displacer o de angustia, ellos nos autoriza a decir q ha
fracasado, aunque haya alcanzado su meta en el otro componente, la representación.
El mecanismo de la represión sólo nos es asequible cuando podemos inferirlo retrospectivamente desde los
resultados de ella. El mecanismo de la represión no coincide con el o los mecanismos de la formación sustitutiva, existen
muy diversos mecanismos de formación sustitutiva, los mecanismos de la represión tienen al menos algo en común la
sustracción de la investidura energética (o libido si tratamos de pulsiones sexuales)
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Lo Icc (1915)
Capítulo 2: La multivocidad de lo Inconciente, y el punto de vista tópico (práctico)
Lo Icc abarca, por un lado, actos q son apenas latentes, Icc por algún tiempo, pero en lo demás en nada
se diferencian de los cc, y, por otro lado, procesos como los reprimidos, q, si devinieran c, contrastarían de la
manera más llamativa con los otros procesos cc.
Un acto psíquico por lo general atraviesa por dos fases de estado, entre las cuales opera como selector una
suerte de examen (censura). En la primera fase él es inconciente y permanece al sistema Icc; si a raíz del examen es
rechazado por la censura, se le deniega el pasado a la segunda fase, entonces se llama “reprimido” y tiene q permanecer
inconciente. Pero si sale airoso de este examen entra en la segunda fase y pasa a pertenecer al segundo sistema, q
llamaremos Cc. No es conciente aún, sino susceptible de conciencia, por lo q llamaremos al sistema CC también el
preconciente.
Si un acto psíquico experimenta la trasposición del sistema Icc al sistema Cc (o Precc), ¿Debemos
suponer que a ella se liga una fijación nueva, a la manera de una segunda trascripción de la representación
correspondiente, la cual entonces puede contenerse también en una nueva localidad psíquica subsistiendo,
además, la trascripción originaria, inconciente? ¿O más bien debemos creer que la trasposición consiste en un
cambio de estado que se cumple en idéntico material y en la misma localidad?
Con el primer supuesto, el supuesto tópico, se enlaza un divorcio tópico entre los sistemas Icc y Cc y la
posibilidad de q una representación esté presente al mismo tiempo en dos lugares del aparato psíquico, y aun de q se
traslade regularmente de un lugar a otro si no está inhibida por la censura, llegado el caso sin perder su primer
asentamiento o su primera trascripción.
Si comunicamos a un paciente una representación q él reprimió en su tiempo y hemos logrado colegir, ello al
principio en nada modifica su estado psíquico. Sobre todo, no cancela la represión ni, como quizá podría esperarse, hace
q sus consecuencias cedan por el hecho de que la representación antes icc ahora devenga cc. Al contrario, primero no
se conseguirá más que una nueva desautorización de la representación reprimida. Pero de hecho el paciente tiene
ahora la misma representación bajo una doble forma en lugares diferentes de su aparato anímico; primero,
posee el recuerdo conciente de la huella auditiva de la representación q le hemos comunicado, y en segundo
término, lleva en su interior el recuerdo inconciente de lo vivenciado. En realidad, la cancelación de la represión
no sobreviene hasta que la representación cc, tras vencer las resistencias, entra en conexión con la huella
mnémica icc. Sólo cuando esta última es hecha cc se consigue el éxito. Por tanto, para una consideración superficial
parecería comprobado que representaciones cc e icc son trascripciones diversas, y separadas en sentido tópico, de un
mismo contenido. El tener-oído y el tener-vivenciado son, por su naturaleza psicológica dos cosas por entero diversas,
por más q posean idéntico contenido.
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hay representaciones icc. Toda la diferencia estriba en q las representaciones son investiduras mientras q los afectos y
sentimientos corresponded a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones ultimas se perciben como sensaciones.
Freud propone q cuando consigamos describir un proceso psíquico es sus aspectos dinámicos, tópicos y
económicos eso se llame exposición metapsicológica.
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ahora nos es sugerida otra censura entre Precc y Cc. La existencia de esta censura nos advierte q el devenir cc no es un
mero acto de percepción, sino q probablemente se trate de una sobreinvestidura.
El contenido del sist Precc (o Cc) proviene, en una parte, de la vida pulsional (por mediación del Icc) y, en
la otra, de la percepción. La cura psa se edifica sobre la influencia del Icc desde la Cc.
Una cooperación entre una moción precc y una icc, aun reprimida con intensidad, puede producirse en esta
situación eventual: q la moción icc pueda operar en el mismo sentido q una de las aspiraciones dominantes. La represión
queda cancelada para ese caso.
El sist Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos, q son las investiduras de objeto primarias y genuinas,
el sist Precc nace cuando esa representación-cosa es sobreinvestida por el enlace con las representaciones palabra q le
corresponden. Ahora podemos formular de manera precisa eso q la represión, en las neurosis de transferencia, rehúsa a
la representación rechaza: la traducción en palabras, q debieran permanecer enlazadas con el objeto. La representación
no aprehendida en palabras, o el acto psíquico no sobreinvestido, se quedan entonces atrás, en el interior del icc, como
algo reprimido.
Llamaríamos a una representación icc a aquella de la no nos percatamos, a pesar de q estamos dispuestos a
admitir su existencia sobre la base de otros indicios y pruebas. Esto podría considerarse un trabajo descriptivo o
clasificatorio harto insípido.
Nos hemos visto llevados de una concepción puramente descriptiva del fenómeno a una dinámica. La idea de la
acción ordenada en la hipnosis no devino un mero objeto de la cc en un momento determinado, sino q además devino
eficiente: fue transferida a la acción tan pronto como la cc se hubo percatado de su presencia. Puesto q el estímulo real
para actuar es la orden del médico, es difícil no conceder q la idea de la orden del médico devino eficiente también, sin
embargo, esta ultima no fue acogida en la cc como ocurrió con su retoño, la idea de la acción; permaneció icc y por eso
fue al mismo tiempo eficiente e icc. La vida anímica del paciente histérico rebosa de pensamientos (ideas) eficientes,
pero icc, de ellos provienen todos los síntomas.
Un pensamiento latente o icc no necesariamente es débil, y su presencia en la vida anímica admite
pruebas indirectas de la mayor fuerza, equivalentes casi a la prueba directa brindada por la cc. Distingo
fundamental entre diversas variedades de pensamientos latentes e icc. Estamos acostumbrados a pensar q todo
pensamiento latente lo era a consecuencia de su debilidad y devenía cc tan pronto cobraba fuerza. Ahora hemos
adquirido la convicción de q hay ciertos pensamientos latentes q no penetran en la cc por intensos q sean. Llamaremos
entonces preconcientes a los pensamientos latentes del primer grupo, mientras q reservaremos el término inconciente
para el segundo grupo, q hemos estudiado en las neurosis.
El término “inconciente” q hasta aquí empleábamos en un sentido meramente descriptivo recibe ahora
un significado más amplio. No sólo designa pensamientos latentes en general, sino, en particular, pensamientos
con un cierto carácter dinámico, a saber, aquellos q a pesar de su intensidad y su acción eficiente se mantienen
alejados de la cc.
Hemos hallado un precc eficiente, q sin dificultad pasa a la cc y un icc eficiente, q permanece icc y
parece estar cortado de la cc. Al producto de lo icc eficaz en modo alguno le es imposible penetrar en la cc, mas para
ellos es necesario cierto gasto de esfuerzo. Si lo intentamos en nosotros mismos, recibimos el nítido sentimiento de una
defensa q tiene q ser dominada, y si lo provocamos en un paciente, recibimos los indicios de su resistencia a ello. Así
aprendemos q el pensamiento icc es excluido de la cc por unas fuerzas vivas q se contraponen a su aceptación, mientras
q no estorban a otros pensamientos, los precc.
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El distingo entre actividad precc e icc no es primario, sino q sólo se establece después q ha entrado en
juego la defensa.
En el caso del sueño, hemos aprendido el arte de descubrir los restos diurnos y los pensamientos oníricos
latentes; por su comparación con el contenido manifiesto del sueño somos capaces de formarnos un juicio sobre las
migraciones por las q han atravesado y sobre el modo en q estas sobrevinieron. Merecen el nombre de pensamientos
precc y de hecho pueden haber sido cc en algún momento de la vigilia. Pero en virtud de la conexión q por la noche
establecieron con las aspiraciones icc, fueron asimilados a estas ultimas, en cierto modo rebajaos al estado de unos
pensamientos icc y sometidos a las leyes por las q es regulada la actividad icc.
El desarrollo de angustia es la reacción del yo frente al peligro y la señal para q se inicie la huida. En el
caso de la angustia neurótica, el yo emprende un idéntico intento de huida frente al reclamo de su libido y trata
este peligro interno como si fuera externo. Así como el intento de huida frente al peligro exterior es relevado por
la actitud de hacerle frente y adoptar las medidas adecuadas para la defensa, también el desarrollo de la
angustia neurótica cede paso a la formación de síntoma, q produce una ligazón de la angustia.
La angustia q significa una huida del yo frente a su libido no puede haber nacido sino de esa libido misma. Es la
dinámica tópica del desarrollo de la angustia la q todavía nos resulta oscura, a saber la clase de energías animas q son
convocadas, y los sistemas psíquicos desde los cuales desde los cuales lo son.
En los niños es muy común el estado de angustia, y parece muy difícil discernir si se trata de angustia realista o
neurótica. El estado de angustia aparece como primario, y se llega a la conclusión de q el niño y más tarde el
adolescente se angustian frente al nivel de su libido justamente porque todo los angustia. El niño se aterroriza frente al
rostro extraño pq espera ver a la persona familiar y amada, en el fondo, a la madre. Son su desengaño y su
añoranza las q se trasponen en angustia; vale decir, en una libido q ha quedado inaplicable, q por el omento no
puede mantenerse en suspenso, sino q es descargada como angustia. En el niño pequeño vemos más q bien q se
comporta como angustia realista algo q comparte con la angustia neurótica el rasgo esencial de provenir de una libido no
aplicada. La angustia infantil tiene muy poco q ver con la angustia realista y, en cambio, se emparienta de cerca con la
angustia neurótica de los adultos. Como esta, se genera a partir de una libido no aplicada y sustituye al objeto de amo, q
se hecho de menos, por un objeto o situación.
En el adulto, para la mudanza de la libido en angustia no basta q aquella, en calidad de añoranza, se haya vuelto
momentáneamente inaplicable. Desde largo tiempo atrás ha aprendido a mantener en suspenso esa libido o aplicarla de
otro modo. Pero cuando la libido pertenece a una moción psíquica q ha experimentado la represión, se restablece
una situación parecida a la del niño q todavía no posee ninguna separación entre Cc e Icc.
Dejamos de lado lo q acontece con el afecto adherido a la representación reprimida, y sólo ahora nos
enteramos de q el destino más angustia de ese afecto es el de ser mudado en angustia. Esa mudanza de afecto
es la parte más importante del proceso represivo.
La mudanza en angustia o, mejor, la descarga en la forma de angustia es el destino más inmediato de la
libido afectada por la represión. Pero no es el único ni el definitivo. En las neurosis hay en marcha procesos q se
empeñan en ligar este desarrollo de angustia y q lo logran incluso, por diversas vías.
En la fobia, es posible diferenciar nítidamente dos fases del proceso neurótico. La primera tiene a su cargo la
represión y el transporte de la libido a la angustia, q es ligada a un proceso exterior. La segunda consiste en la
edificación de todas aquellas precauciones y aseguramientos destinados a evitar un contacto con ese peligro
considerado como algo externo. La represión corresponde a un intento de huida del yo frente a la libido sentida como un
peligro.
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irrumpido hasta la cc a expensas de todas las otras posibilidades de ocurrencias pq su acatamiento también va a la
resistencia.
Es preciso decidirse a separar una transferencia “positiva” de una “negativa”, la transferencia de
sentimientos tiernos de la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el
médico. Y la positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos q son susceptibles de cc, y la
de sus prosecuciones en lo icc, q remontan a fuentes eróticas.
La transferencia sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas. Cuando “cancelamos” la transferencia haciéndola
cc, solo hacemos desasirse de la persona del medico esos dos componentes del acto de sentimiento, en cuanto al otro
componente susceptible de cc y no chocante, subsiste y es en el psa al igual q en otros métodos de tratamiento, el
portador del éxito.
La transferencia negativa se encuentra junto a la positiva dirigida de manera simultánea sobre la misma persona,
es decir, es ambivalente. La ambivalencia del sentimiento es lo q mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para
poner sus transferencias al servicio de la resistencia. La transferencia brinda el servicio de volver actuales y
manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes, pues, en definitiva, nadie puede ser
ajusticiado in absentia o in effigie*.
(*Con la ayuda de esta expresión, tan abundantemente citada, nos damos cuenta de un punto capital: lo que se presenta en acto no
remite a alguna otra cosa, más allá de ella misma, a la que representaría. No es effigie, vale decir no es representación, o imagen, o
retrato, o sombra, etc. Tampoco es la otra forma posíble de representación: presencia simbólica, articulada como tal a su propia
absentia. Lo que se presenta en acto (en tanto, queda claro, no se representa, o mejor todavía, no se re-presenta) aparece entonces
como algo cuya dimensión esencial no es ni imaginaria ni simbólica sino real.)
27 conferencia: La transferencia
Notamos q el paciente desarrolla un interés particular hacia la persona del médico. Todo lo q tenga q ver
con esta persona le parece mucho más importante q sus propios asuntos, y lo distrae de su condición de enfermo. El
trato con el paciente resulta muy agradable y el análisis hace brillantes progresos.
Pero un día se estropea, aparecen dificultades en el tratamiento, el paciente asevera q nada más se le ocurre. Se
comporta como lo hace fuera de la cura, como si nunca hubiera establecido aquel pacto con el médico. Se está frente a
una violenta resistencia pero, ¿q ha ocurrido?
Si uno es capaz de aclarar de nuevo la situación, reconocerá como la causa de la perturbación el hecho
de q el paciente ha transferido sobre el médico intensos sentimientos de ternura q ni la conducta de este ni la
relación nacida de la cura justifican.
Llamamos transferencia a este nuevo hecho. Creemos q se trata de una transferencia de sentimientos sobre
la persona del médico, pues no parece q la situación de la cura avale el nacimiento de estos últimos. La transferencia
puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas, pero en el fondo siempre
trata de lo mismo y siempre es inequívoca su proveniencia de la misma fuente.
Con los pacientes masculinos no ocurre nada muy diverso q en el caso de las mujeres. El mismo vínculo con el
médico, la misma sobrestimación de sus cualidades, el mismo abandona al interés de él y los mismos celos hacia cuanto
todo lo rodea en la vida. En los pacientes masculinos, el medico observa más a menudo q en el caso de las mujeres una
forma de manifestación de la transferencia q a primera vista, parece contradecir lo dicho: la transferencia hostil o
negativa.
La transferencia surge en el paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un tiempo constituye el
más poderoso resorte impulsor del trabajo. Nada se registra de ella, y tampoco hace falta tomarla en cuenta, mientras
opera en favor del análisis emprendido en común. Pero si después se muda en resistencia, es preciso prestarle
atención y reconocer q modifica su relación con la cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas: en
primer lugar, cuando en calidad de inclinación tierna se ha hecho tan fuerte, ha dejado ver tan claramente los
signos de su procedencia de la necesidad sexual, q no puede menos q suscitar nuestra resistencia contra ella; y
en segundo lugar, cuando consiste en mociones hostiles en vez de mociones tiernas.
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Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia, y sería absurdo rechazarlas
inamistosamente o con indignación; superamos la transferencia cuando demostramos al enfermo q sus sentimientos no
provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino q repiten lo q a él le ocurrió una vez, con
anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces la transferencia, q, tierna u hostil,
en cualquier caso parecía significar la mas poderosa amenaza para la cura, se convierte en el mejor instrumento de ella,
con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica.
La iniciación del tratamiento no pone fin al desarrollo de la enfermedad, pero, cuando la cura se ha
apoderado del enfermo, suceda q toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en la relación con el
médico. Cuando la transferencia ha cobrado vuelo hasta esa significación, el trabajo con los recuerdos del
enfermo queda muy relegado. No es entonces incorrecto decir q ya no se está tratando con la enfermedad
anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada, q sustituye a la primera.
Todos los síntomas han abandonado su significado originario y se han incorporado a un sentido nuevo,
q consiste en un vínculo con la transferencia. O de esos síntomas subsistieron sólo algunos, q admitieron esa
remodelación.
La transferencia tiene esa importancia extraordinaria, lisa y llanamente central para la cura en las histerias, las
histerias de angustia y las neurosis obsesivas, q por eso se reúnen bajo el nombre Neurosis de Transferencia.
En la medida en q su transferencia es de signo positivo, reviste al médico de autoridad y presta creencia a sus
comunicaciones y concepciones. Sin esa transferencia, o si ella es negativa, ni siquiera prestaría oídos al médico o sus
argumentos. Es preciso atribuir a todos los hombres normales la capacidad de dirigir investiduras libidinosas de objeto
sobre personas. La inclinación a la transferencia en el neurótico no es sino un extraordinario acrecentamiento de
esa propiedad universal.
Los q adolecen de Neurosis Narcisistas no tienen ninguna capacidad de transferencia o sólo unos restos
insuficientes de ella. Rechazan al medico no con hostilidad sino con indiferencia. Por eso este no puede influirlos, no
les causa ninguna impresión y entonces no puede establecerse en ellos el mecanismo de curación q implantamos en los
otros, la renovación del conflicto patógeno y la superación de la resistencia de la represión, por eso no pueden ser
curados por el psa.
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