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18772-Texto Del Artículo-18848-1-10-20110602 PDF
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quedaba otra vía que también había abierto Descartes: el cuerpo máqui-
na. Desde el Disc. de la Méth. manifestaba su admiración por esta máqui-
na salida de las manos de Dios; pero se quedaba en eso, en una máquina
al servicio de lo auténticamente importante en su concepción del hombre:
el alma, el espíritu, el pensamiento, la conciencia, por muy diversas que
vayan a ser las orquestaciones de la melodía fundamental de un hombre
entendido, estudiado y valorado desde la concíencía. Las muchas críticas
a Descartes manifestaron las insuficiencias de su dualismo, pero no cons-
truyeron una teoría que fuese su certificado de defunción. Pues bien, a
nuestro modo de ver, con Schopenhauer se ponen los fundamentos para
superar ese dualismo. Repito: acaso él no logró una teoría con suficiente
solvencia en el plano metafísico, antropológico, gnoseológico, etc., pero
abrió caminos que otros, al caminar por ellos, van a completar.
Y entramos ya en el tema. Permítaseme hacerlo con dos textos que
nos presentan el panorama del tema:
«Al sujeto de conocer, que por su identidad con el cuerpo aparece como indivi-
duo, le es dado este cuerpo de dos maneras totalmente diferentes: una vez, como
representación en la intuición del entendimiento, como objeto entre objetos y some-
tido a las leyes de éstos, pero luego también, al mismo tiempo, de otra manera.
concretamente como aquello inmediatamente conocido para cada cual que expresa
la palabra Voluntad»’,
«Desde eí tiempo de Sócrates hasta el nuestro, encontramos como un objeto
fundamental de las interminables disputas de los filósofos aquel en.s ra/ionís deno-
minado obra. Vemos a la mayoría afirmar la inmortalidad, que quiere decir la
esencialidad metafísica de la misma: a otros, en cambio, apoyados en hechos que
demuestran irrefutablemente la total dependencia del intelecto respecto de los órga~
nos corporales, mantener infatigablemente firme su oposición contra lo anterior.
Tal alma fue entendida por todos, y ante todo, como ahsalmamente simple: pues
exactamente a partir de aquí se demostraba su esencia metafisica, su inmaterialidad
y su inmortalidad, si bien ésta no tiene por qué seguirse necesariamente de ello.
pues, aunque nosotros no podamos pensar la destrucción de un cuerpo estructurado
más que por la disgregación en sus partes, de aquí no se sigue que la destrucción de
un ser simple del que no tenemos ningún concepto en absoluto no sea posible de
cualquier otra manera, como, por ejemplo, por una progresiva disolución. Yo. por
el contrario, parto deque suprimo la supuesta simplicidad de nuestra esencia subje-
2.
tivamente conocida, o del yo..»
Dic Web aLt $‘ilIe und Vorstetlung, en Zúrcher Ausgabe. Werke ¿a se!?,, Bánden. Edie. de
Angelika [-¡Ubseher,siguiendo la edición histórico-crítica de Arthur i-liibscher. Zurich, Diogenes.
[977, libro II. parágrafo [8, vol. 1/1, pág. [43 (En las notas siguientes se cilará con [a sigla
wwv>.
2 WWX’. II, E.. e, 21. vol. ííií, p. 316.
El cuerpo en Schopenhauer 137
Cuerpo y sujeto
Cuerpo y organismos del cuerpo
Cuerpo y fenómeno
Cuerpo y voluntad
Cuerpo y Voluntad de vivir
No son los únicos, pero son los importantes. Y por supuesto, adverti-
mos que el modo de su tratamiento o simple presencia en Schopenhauer
puede no señalar, al menos siempre, la distinción de fronteras que noso-
tros proponemos, aunque sea sólo por razones expositivas.
El mundo como representación tiene como soporte una estructura
fundamental: la de sujeto y objeto, no hay sujeto más que para el objeto,
ni hay objeto más que para el sujeto. No estamos todavía en el plano del
sujeto puro, que habrá de tener su momento y función en el conocimiento
de las Ideas: estamos en el puro plano fenoménico construido en el mareo
legal de espacio, tiempo y causalidad. Pues bien, en este plano fenoméni-
co la subjetualidad fenoménica está enraizada en la corporalidad: «No se
podría encontrar jamás el significado que se inquiere del mundo que se
alza enfrente, para mí solamente como mi representación si el investi-
gador mismo no fuera nada más que el puro sujeto cognoscente (una
alada cabeza de ángel sin cuerpo). Ahora bien, él mismo está enraizado
en aquel mundo, a saber, se encuentra en él como individuo, es decir, su
conocer, que es el portador que contiene todo el mundo como representa-
ción, está, no obstante, completamente mediado por un cuerpo, cuyas
afecciones..., son para el entendimiento el punto de partida de la intui-
ción de aquel mundo»3.
No hay sujeto de la representación para el mundo como representa-
ción si la representación no está mediada en la corporalidad de ese sujeto,
y ello, entre otras razones, porque las representaciones las construimos a
partir de las afecciones del cuerpo. El punto de arranque está en la sensa-
ción. que es «un proceso del organismo mismo y, como tal, limitado a la
zona de debajo de la piel»~. Es el momento inicial de estímulo, previo a
más que la voluntad «objetivada», esto es, «hecha objeto» para el conoci-
miento.
Pero, por importante que sea lo que los textos aducidos nos aporta,
no hemos superado el mundo como representación y, por tanto, el ámbito
de los fenómenos. ¿Hemos adelantado algo para acercarnos a la Voluntad
con mayúscula, a la unidad en-sí de la realidad plural? Repitamos que de
la Voluntad en-sí no hay conocimiento, pero digamos, al paso, que esta-
mos en una de las posibles vías de acercamiento a ella.
Esto se nos muestra en el texto siguiente, si no esperamos claridades
que en este tema Schopenhauer nunca ofreció: «Esta cosa en sí (queremos
conservar la fórmula kantiana como una fórmula consagrada) que, como
tal, no es nunca objeto, precisamente porque todo objeto no es va a su
vez sino su mero fenómeno, y no ella misma, si, no obstante, tiene que
ser pensada objetivamente, ha de tomar prestado un nombre y un con-
cepto de un objeto, de algo dado en cierta medida objetivamente, por
consiguiente de uno de sus fenómenos; pero éste, para servir como punto
de aproximación, no podría ser, entre todos sus fenómenos, ningún otro
que el más perfecto, es decir, el más claro, desarrollado al máximo, ilumi-
nado inmediatamente por el conocimiento: y éste es justamente la volun-
tad del hombre. Hay que notar, sin embargo, que utilizamos aquí, eviden-
temente, una denoininatio a potiori, en virtud de la cual, por ello mismo.
el concepto de Voluntad toma una mayor extensión de la que tenía hasta
el momento>§t
Reparemos: la voluntad humana, que es voluntad corporificada, es el
fenómeno modelo del que se toma el término y el concepto para denomi-
nar a la Voluntad en sí, y es una denominado a potiori, es decir, no hay
otro fenómeno de prerrogativas equiparables para acercarnos a entender,
en la medida de lo posible, lo que sea la l-’oluntad en sí. Schopenhauer
rechaza el término y cl concepto de fuerza, ya que toda fuerza es ejercicio
y despliegue de esa Voluntad en sí que abarca todas las fuerzas sin identi-
ficarse con ninguna. Ello quiere decir que cuanto mejor el hombre se
conozca a sí mismo como un fenómeno de voluntad corporalizada, tanto
más estará en disposición de vislumbrar lo que es la Voluntad en sí.
algo infinitamente más conocido, más aún, a lo único conocido para nosotros abso-
lutamente y de un modo realmente inmediato»~.
26 J págs. [56-7.
27 ~wVII. 43. pág. 162.
28 WWV, [.2, Vol. 1/1. pág. 31.
144 5. Rábade Romeo