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El Pulso, año 10, Número 112, enero 2008

Coriolano
Amador:
¿“Burro de oro” o
visionario de ciudad?
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co

¿Quién fue Coriolano Amador? Un “burro de oro


dementalidad raquítica”, para la familia de su esposa
que no entendía tanto derroche; para la historia, el
visionario que empujó a Medellín hacia el progreso,
hacia el siglo XX, el rico que creó riqueza y cimentó
cultura. Carlos Coriolano Amador Fernández vivió a
caballo entre dos siglos, entre 1835 y 1919. Lo
bautizaron Coriolano, como un patricio y general
romano del siglo V antes de Cristo, que inmortalizara
Shakespeare en un drama y Beethoven en una
obertura. El primer automóvil de Medellín y sus
múltiples innovaciones y adelantos, son su profesión de
fe en el progreso humano.

Del diálogo con el antropólogo antioqueño Víctor Ortiz sobre su tesis “Tras las huellas de Coriolano Amador
y la construcción de imaginarios de progreso en la ciudad de Medellín”, en proceso de ser laureada, sale
esta crónica. “Amador materializa la imagen de progreso de los medellinenses, que abrimos caminos y
vencimos la selva, para ser los mejores ciudadanos del país, concepto que data de la mitad del siglo XIX”,
señala el autor.
La Mina El Zancudo
Coriolano Amador recibió la Mina El Zancudo en Titiribí, en la dote de su esposa, doña Lorenza Uribe
Álvarezdel Pino, hija única del dos veces presidente del Estado Soberano de Antioquia, José María Uribe:
86% era de ella. Las mujeres hasta muy entrado el siglo XIX no podían celebrar vínculo comercial alguno y
requerían un albacea para manejar sus capitales. Se casan, él, rico importante de Medellín; ella, rica
heredera de lo que hoy son El Poblado, Sabaneta y Envigado, y sobrina del médico y científico Manuel
Uribe Ángel.

Coriolano heredó una fortuna de su


padre Sebastián Amador, dueño
deuna casa importadora de mercan-
cías en Cartagena, casi tan grande
como la Aduana Nacional, según
tesis del gerente del Banco de
laRepública en esa ciudad, y quien
vendía al menudeo todo lo que los
barcos traían: lámparas, tapetes,
gobelinos, obras de arte, lana,
cobijas, especies, semillas, etc.
Con sus 7 hijos, encontró en Medellín una forma más fácil de hacer dinero: la vocación agrícola y sobre
todo minera del centro del país. El auge del oro en Antioquia y en Marmato (Caldas) se da al mismo tiempo
que en el viejo oeste norteamericano.
Un rico peculiar
Coriolano tipificó una clase peculiar de rico, distinto de su contemporáneo José María “Pepe” Sierra, el rico
austero, ahorrador. Coriolano fue el rico bien vestido, el rico de automóvil, muy distinto de los Vásquez, los
Jaramillo, los Wills, etc., que ya tenían mucho dinero en Medellín. Coriolano nunca conoció la pobreza,
murió a los 86 años en el palacio de su único hijo varón, José María, en la Playa con la actual Avenida
Oriental; sí la conocieron los Echavarría, los Restrepo y Pepe Sierra, de Girardota, quien en sonado juego
jurídico, desheredó a sus hermanos y se volvió el hombre más rico del siglo XX en Colombia, rico porque no
permitía a su esposa gastarse un peso mal gastado.
Coriolano hizo 9 viajes a Europa, posible récord para un suramericano de su tiempo, cuando un viaje de
Medellín a Bruselas o París tomaba ocho meses. Fue cliente por lo general de la Línea Estrella Blanca
(White Star Line) a partir de Nueva York, que años después construiría el Titanic. Pepe Sierra explotó las
rentas de licores más ricas: las de Antioquia, Atlántico, Valle y Cundinamarca, y sostuvo las finanzas de los
presidentes Carlos E. Restrepo, Pedro Nel Ospina y de Rafael Reyes. Coriolano creyó en la empresa, Pepe
Sierra no, sólo tuvo una fábrica de hielo y de resto, tierra suburbana, pues “la tierra no se pudre”, decía.
Coriolano hizo la primera nacionalización de la raza Holstein en Colombia e introdujo semillas de cacao, de
café, de pastos, el primer automóvil, el fonógrafo, el cinematógrafo, las alfombras de Aubusson, las
porcelanas de Sévres, los muebles Chippendale y los muebles Tonet, que hoy están en la memoria
fotográfica de la ciudad.
También trajo un personaje desconocido aquí: el ingeniero. Carl Greiffenstein, alemán, abonó terrenos e
hizo estudios estructurales y de intervención. Y quien realmente hizo rico a Coriolano Amador fue el
ingeniero inglés Tyrrell Moore: él trajo las ruedas Pelton, los sulfuros, las separaciones por magnetos, inició
la Sociedad Minera de El Zancudo, la tecnificó, y en vetas como La Lorenza, produjo oro de 23.7 quilates,
impresionantemente puro. También le apostó a la explotación de metales de desecho (plata, estaño, cobre,
aleaciones) que Coriolano comercializó en el extranjero. El contador de la Sociedad Minera El Zancudo
atestigua: cuando una familia de 3 a 5 integrantes, mercaba para una semana y media con dos o tres
centavos y unos botines europeos de cuero en el mercado de Medellín costaban 80 centavos o un peso, y
pocos tenían con qué, Coriolano Amador le sacó a la Sociedad para irse en 1875, al matrimonio de su hija
Magdalena en una catedral de París, con esposa, hijos, nietos, yernos y servidumbre, en estancia larga, con
bauleros y cocheros, unos dos millones de pesos, suma fabulosa en ese momento.

El Banco Emisor del Estado Soberano de Antioquia vio inundado el mercado de Medellín con oro que
literalmente rompía bolsillos y desordenaba las finanzas de la ciudad y del Estado. Por ello recomendó a
Coriolano que El Zancudo tuviese billete propio. Al ponerse orden en las finanzas nacionales, los billetes de
El Zancudo fueron quemados públicamente en la Plaza Mayor de Berrío.

Cine, telégrafo y regalo principesco


En el Teatro Bolívar, que construyó con Pedro Uribe Restrepo, a fines de 1899 regaló a la ciudad el
cinematógrafo de Edison. En una película de Lumiére de 3 o 4 minutos, con brincos y luz tenue, los
espectadores corrieron despavoridos cuando se les vino encima una locomotora. Similar al origen del
cinematógrafo en París o Londres, irrumpía la magia del cine en una capital aislada del mundo como
Medellín. Coriolano introdujo también el primer telégrafo, en ese momento un adelanto más militar y
estratégico que comunicacional, para comunicar a Medellín con Rionegro.
Estando en España en 1886, Amador ofreció un tributo a la familia real por el nacimiento del rey heredero
Alfonso Décimo, abuelo del rey actual Juan Carlos y fue recibido a comer en el palacio real de Madrid.
Detrás de eso estaba el regalo: una sopera de trece kilos de oro, de la Mina El Zancudo. Algunos aseguran
que está en la sala de platería del Museo del Prado. Se dice también que Amador compró en Europa el
título de Marqués de Miraflores, de la Casa Borbón.
La herencia de Coriolano
Víctor Ortiz señala sobre Coriolano: “Él dijo que tenía más enemigos que amigos y que los amigos cercanos
lo querían por su dinero y por las fiestas; también se reconoció como hombre infiel, de ideas políticas
liberales sin filiación concreta. Aunque anticlerical, no faltaba a misa, era como pagar palco en el teatro,
asociado a la visibilidad social y al poder de endeudamiento, cuando valía la palabra empeñada. Su esposa
Lorenza, quien trajo de Europa los primeros perros ornamentales, hizo grandes donaciones a la Iglesia:
joyas, tierras, la torre de la Iglesia de San José en Medellín, la Capilla de La Candelaria en Sabaletas
(municipio de Montebello). La misa era también parte del mercado matrimonial para sus bien educadas,
ricas y casaderas hijas, la presa más buscada dentro de la olla”.
Y concluye: “Coriolano hizo de las buenas maneras, del buen gusto, del uso de cubiertos, de la hora del té,
del caminar por la derecha, normas de vida. Hablaba francés e inglés, era matemático, y tenía altos
conocimientos de derecho de minas, cuando la legislación era aún muy incipiente. Coriolano Amador jalonó
un salto de lo rural a lo urbano. Vio que Medellín podía convertirse en capital cultural, que las buenas
maneras en la mesa y en la calle, el respeto por el otro y por su palabra, el empezar a creer que las mujeres
podían tener educación, eran pasos importantes. Sus avances arquitectónicos son muchos, como tecnificar
a Guayaquil, secar lagunas y convertirlo en un barrio comercial: ahora una calle nos evoca su nombre. Pero
no sólo la historia de Coriolano sino las historias de nuestros abuelos y las historias de ciudad se están
perdiendo, están amenazadas. La memoria real de Coriolano Amador está afectada por fábulas, mentiras,
verdades a medias y desconocimientos”. Así pues, Coriolano Amador fue algo más que un “burro de oro de
mentalidad raquítica”.

Vida palaciega
El arquitecto italiano Felipe Crosti, cuyos planos para la Catedral
Metropolitana rechazó la Curia por exagerados, fue contratado por
Coriolano, mientras el francés Charles Émile Carré rediseñaba la
Basílica. Amador dijo a Crosti: Diséñeme un palacio como los que yo
conozco en Europa, y él le construyó una casa que por primera vez
veían los habitantes de Medellín -cuando lo más alto de la ciudad
eran las torres de la Iglesia La Candelaria-, en el crucero de Palacé
con Ayacucho, tres niveles, malacate para subir y bajar alimentos,
ropas y otras cosas, puertas talladas de madera con la precisión de
joyas, gran reja de hierro forjado por donde la gente veía los cisnes

negros que nadaban en lagos con bombas para subir el agua a fuentes estilizadas, lámparas de Baccarat de
París, escalera monumental de mármol de Carrara, vitrales de Bélgica donde Coriolano hizo retratar a todos
los miembros de su familia, habitaciones separadas, salón de cámara por piso diseñado para orquesta,
salón de baile, de protocolo, alfombras árabes y de Aubusson, muebles de maderas aromáticas, salón de té
y salón de brandy. A su hijo José María le hizo contra-reloj, como regalo de boda, un palacio similar donde
hoy están los edificios Vicente Uribe Rendón y Cámara de Comercio de Medellín (La Playacon Avenida
Oriental), neoclásico como los palacetes de Champs Elysées, que más tarde sería el Palacio

Arzobispal. Igual magnificencia tuvieron las casas de Coriolano en


Santa Fe de Antioquia, Cartagena, Mompox, Bogotá, Jamaica, Nueva
York, Amberes, Brujas, Schaerbeek, tres en Bruselas y el famoso
palacio de París.
De la Hacienda Miraflores y su Puerta Inglesa -similar a la del Palacio
de Buckingham-, donde festejó al pintor Francisco Antonio Cano al
ganar la beca de estudio para París y donde Carlos E. Restrepo alzó
el mantel de una mesa para ver los enanitos que cantaban en un
extraño aparato (el fonógrafo de Edison), sólo quedan los muros
blancos de una casa donde hasta hace poco Regina Once recetó sus
pócimas.

El primer carro
El primer automóvil de Medellín se estrenó el 19 de octubre de 1899, un último modelo rojo de la casa
francesa Dion Bouton, para 3 personas (en Medellín decían que era para cinco: tres encima y dos
empujando) y acaso alcanzaría 25 kilómetros por hora, de combustión por gasolina e iniciación con
manivela, arranque por cadenas que lo movía a jalones y se varaba a trechos. Ese domingo a la salida de la
misa de 12, la gente corrió, los caballos se desbocaron y el cura echó bendiciones, cuando Coriolano pasó
frente a la iglesia de La Candelaria en el coche conducido por un chofer francés de apellido Tissnés, quien
importó el carro con 7 galones de combustible. Horas después estalló en Medellín la Guerra de los Mil Días
y entonces la gente dijo: El caballo del Demonio trajo la guerra.
Carlos Coriolano Amador Fernández Año 1860 Fotógrafo Bartel A. Biblioteca Pública Piloto de Medellín / Archivo
Fotográfico

Muertos: vivos en la memoria colectiva


John Saldarriaga

El Colombiano,

La familia Amador, por ejemplo, es objeto de visita frecuente. Con ella, por cierto, ocurre algo simpático:
mientras el más recordado de ellos, Coriolano Amador Fernández, "El burro de Oro", Gobernador de la
Provincia de Antioquia en 1851, el industrial visionario, el primero en traer un automóvil a Colombia, quien le
diera nombre a la calle Amador por sus palacios situados en esa zona, tiene una bóveda en arco, sin lujo, en
la que apenas reza: Carlos C. Amador 1835-1919. Una cruz en bajorrelieve está encima de la leyenda. En la
fila contigua, un puesto más abajo, hay otra igual -salvo porque en lugar de cruz hay una virgen-, la de su
esposa: Lorenza U. de Amador 1843-1920.

No obstante, la que se "roba el protagonismo" es la de su hijo, José María Amador, "muerto el 18 de


noviembre de 1893 a la edad de 24 años", puesto que tiene la escultura de La madre que llora por su hijo y
un letrero: "su madre que confía en Dios consolador". A esa escultura, muchas mamás que pierden a su hijo,
van a llevarle una flor y a rezarle una oración.

Imágenes de dolor y gloria.

Un ángel custodia a los Bedout.

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