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El capital ante la crisis epocal del capitalismo

Primera Edición 2016


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Índice

ÍNDICE

Presentación 7

Los claroscuros de la “nueva lectura”


de El Capital en Alemania 9

La trascendencia de la lectura de El Capital


de Bolívar Echeverría para América Latina 43

Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento


del marxismo crítico en el siglo XXI 91

Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI 113

Planetary management y crisis ambiental mundializada 133

Los retos del Derecho


ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI 167

Bibliografía 193

Semblanza curricular del autor 203


Presentación
El Capital en el siglo XXI de Thomas Piketty constituye una obra que ha puesto al
descubierto que el debate internacional sobre el magnum opus de Karl Marx está de
regreso. La actual crisis epocal del capitalismo –una crisis de mayores impactos que
la Larga Depresión del siglo XIX o la Gran Depresión del siglo XX–, ha suscitado
ese retorno. Textos sumamente destacados en torno a El Capital se han escrito, re-
cientemente, desde las más diversas latitudes. Alemania, Italia, Francia e Inglaterra,
asimismo Brasil, Argentina y México, e incluso Canadá y EUA, han sido lugares desde
los cuales, en la vuelta de siglo, se han escrito importantes libros sobre la crítica de la
economía política y su vigencia. Sin duda, en el siglo XXI, El Capital está de regreso
en el debate internacional de frontera en ciencias económicas y sociales.
Si bien la obra de Piketty tiene la incuestionable virtud de que conjunta, por primera vez,
la información estadística sobre la marcha de la desigualdad a nivel mundial para poder dar
cuenta de su tendencia desde el siglo XVIII hasta nuestros días, logrando demostrar que la
brecha por la polarización en la distribución del ingreso se ha vuelto a abrir enormemente
a lo largo de las últimas décadas, luego de haberse estrechado en el curso del siglo XX, sin
embargo, hay que decir que su perspectiva se encuentra atravesada por un peculiar titubeo
que la debilita sobremanera. Al explorar la dinámica de la desigualdad mundial desde el
siglo XVIII hasta el siglo XXI, Piketty toca las puertas para transitar hacia una lectura del El
Capital que otorgue el estatus que corresponde a la ley general de la acumulación capitalista
como trend secular, es decir, como tendencia de largo plazo que atraviesa varios siglos.
Regularmente esta ley ha sido desvirtuada en función de interpretaciones circunscritas al
positivismo cortoplacista hegemónico en el pensamiento económico moderno. Al rebasar la
temporalidad de ciclos cortos (como el Kitchin o el Juglar), y de los ciclos medios (como el
de Kondratieff, que comprende alrededor de cinco décadas), Piketty prepara el terreno para
leer El Capital como una obra abocada al desciframiento de las tendencias de largo plazo
de la mundialización capitalista. No obstante, apenas coloca esta premisa, por no superar
la subordinación de la mainstream economics al mito del progreso, titubea y retrocede,
generando que su lectura se debilite posicionándose muy por detrás de la conceptualización
crítica de la mundialización capitalista y su trend global en clave de valor de uso.
Ahora que el debate internacional sobre El Capital se está mundializando de nueva cuenta,
una peculiar ventana histórica se ha abierto para reevaluar la polémica clásica y contemporánea
sobre la crítica a la mundialización y la modernidad capitalistas. La revaloración de la crítica
de la economía política es crucial para abrir camino hacia la comprensión en todos sus alcan-
ces de la radicalidad de los retos que significa la crisis epocal del capitalismo del siglo XXI.

7
Presentación

En este sentido, El Capital ante la crisis epocal del capitalismo es una obra que se
desdobla programáticamente en dos grandes secciones argumentales. La primera presenta
una evaluación panorámica del debate internacional contemporáneo y clásico sobre El
Capital. La segunda expone un desarrollo original de la crítica de la economía política
para escudriñar la crisis epocal del capitalismo y el trend del planetary management.
La polémica acerca de los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Ale-
mania –que empezó con la intervención de Hans-George Backhaus y ahora tiene a la
cabeza a Michael Heinrich–, la especificación de la trascendencia de la poderosa lectura
de El Capital de Bolívar Echeverría para repensar la historia del siglo XX y de América
Latina, así como la valoración de Rosa Luxemburgo en el marco del relanzamiento del
pensamiento crítico en este siglo, conforman una tríada de ensayos teóricos en acuerdo
a los cuales se articula el escudriñamiento de la capacidad explicativa de la crítica de la
economía política para descifrar la tendencia epocal de la mundialización capitalista.
La segunda tríada de ensayos desarrolla una evaluación crítica de la crisis epocal
del capitalismo del siglo XXI, indagando el trend de la crisis alimentaria global y,
más aún, el amenazante trend de la crisis ambiental mundializada, frente a los cuales
se da cuenta de las encrucijadas y los desafíos que encara el derecho moderno ante
esta crisis epocal.
Por este camino, el horizonte conceptual de El Capital se asume como una con-
vocatoria heurística indudablemente vigente que invita a desarrollar la crítica de la
economía política para el examen incisivo del capitalismo del siglo XXI.
Desde este mirador, nuestra era emerge como un tiempo de transición, complejo e
inédito, donde los alcances del entrecruzamiento esquizoide de progreso y devastación
activa la yuxtaposición de una doble encrucijada histórica.
La primera encrucijada la integra la disyuntiva en curso en la cual colisionan proyec-
tos contrapuestos de mundialización capitalista como respuesta ante su crisis epocal. En
ella vienen enfrentándose entre sí la tendencia que pugna por conformar un capitalismo
auténticamente liberal en el siglo XXI y el planetary management, que no cede ante la
gravedad de los desequilibrios en curso con tal de apuntalar el poder global del capitalismo.
La segunda encrucijada, que es distinta a la anterior pero que se yuxtapone sobre
ella, consiste en una disyuntiva de otro orden en la cual proyectos contrapuestos de
modernidad, ya no sólo de capitalismo, jalonean entre sí por definir el rumbo de la
historia contemporánea. En esta encrucijada en curso la potencialidad prometeica
de una modernidad alternativa emerge de la convocatoria ineludible que nuestra era
significa como tiempo de peligro que exige ser superado, subvirtiéndolo para hacer
de él un tiempo de oportunidades insospechadas.

8
Los claroscuros de la “nueva lectura” de
El Capital en Alemania

Con la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI, la Crítica de la economía política
está regresando. Ahora que estamos entrando en la crisis de mayores alcances en la
historia de la mundialización capitalista, el mito del progreso que proyectan tanto el
ethos realista como el ethos romántico, es decir, aquellos comportamientos cultura-
les identificados con la marcha del capitalismo, sea desde el plano del valor que se
autovaloriza o desde el plano de su valor de uso,1 está explotando. La crisis mundial
promueve y envuelve dentro de sí la crisis de la ilusión que identifica progreso y
capitalismo. La quimera de que nos encontramos insertos en una historia que inde-
fectiblemente apunta hacia adelante, trayendo consigo bienestar económico universal
para la sociedad y sistemas políticos cada vez más democráticos, se está tornando
insostenible en el tiempo de la combinación más radical de progreso y devastación
que está constituyendo el siglo XXI. Pertenecemos a la época del mayor progreso
tecnológico en la historia no de la modernidad sino de la civilización pero, al mis-
mo tiempo, de mayores riegos por la devastación que está desatando el capitalismo
mundializado. Hemos entrado en un tiempo en el que, se ha vuelto inocultable que
lo define –para decirlo evocando el principio de la totalidad de Lukács– una crisis
epocal, justo porque se cimbra y pone en jaque al mundo social in totto.
Incluyendo pero desbordando a la vez el arribo a una crisis cíclica de la acu-
mulación capitalista, en esta crisis se yuxtaponen, sobreponen o entrecruzan crisis
de distintos órdenes que al interactuar se retroalimentan entre sí complejizándose
para conformar la crisis de una era. Con los colapsos producidos por la persistencia
durante más de un cuarto de siglo de una configuración demagógicamente denomi-

1
Bolívar Echeverría, Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco, UNAM/El Equilibrista, México, 1994, pp.19-20.

9
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

nada “neoliberal”, –colapsos que tienen sus expresiones más dolorosas en la crisis
mundial alimentaria y en la mundialización de la pobreza, que no era mundial pero
se le llevó a esa medida con la vuelta de siglo–, la crisis contemporánea muy rápido
detonó y sobrepuso a la crisis de una forma del capitalismo, el estallido de una crisis
capitalista cíclica pero con un alcance nunca antes visto. La 4ª gran crisis en los ciclos
económicos de la historia capitalista –después de las crisis europea de 1870-1890, la
crisis intercontinental de 1929-1944 y la crisis cuasimundial de 1971-1989-1991–,
explotó en 2008, estrenando la primera crisis cíclica específicamente mundializada del
capitalismo. Y, si ya esa yuxtaposición configuró un escenario sumamente complejo,
la crisis contemporánea llega aún más lejos, ya que, para descifrar su especificidad es
imprescindible sumar la crisis ambiental mundializada y sus impactos. Juntas estas
tres crisis –las crisis o colapsos generados por el capitalismo cínico, la 4ª gran crisis
cíclica y la crisis ambiental mundializada– constituyen una crisis global única en la
que va en juego una era.
Sin que esto signifique que la historia es destino, justo porque el futuro nunca
puede estar decidido de antemano, de modo que ni el derrumbe ni la continuidad del
capitalismo son definibles a priori, hablar de que una era está en juego quiere decir
que nos encontramos insertos en una crisis epocal que funda tiempos de transición.2
Arribando a colapsos producidos por el capitalismo cínico, jalonean entre sí dos
tendencias que se contraponen por definir la configuración de la mundialización, al
menos para la primera mitad de este nuevo siglo. Por un lado, existe una tendencia
que reconoce que se ha llegado muy lejos en la ofensiva lanzada y propulsa una
reconfiguración de la mundialización que corresponde a lo que podríamos denomi-
nar el liberalismo del siglo XXI, no por filantropía sino debido a que se percata de

2
La especificación de la crisis mundial contemporánea de ninguna manera se logra señalando que constituye
una crisis multidimensional. La multidimensionalidad es decisiva pero requiere ser especificada en cuanto
tal. Multidimensionalidad en los impactos regresivos de la mundialización capitalista es algo que puede
rastrearse muy atrás, incluso antes de la crisis de 1971, pero esta yuxtaposición de crisis generada por el
cinismo histórico, la 4ª crisis cíclica y la crisis ambiental mundializada es una peculiaridad que establece la
diferenttia specifca entre ésta y todas las crisis previas del capitalismo. Coincidiendo en denunciar la explo-
sión de una crisis global, los conceptos crisis civilizatoria y crisis epocal no son idénticos. Mientras el primero
preponderantemente tiene versiones en las que el derrumbe del capitalismo se garantiza como un futuro
ineluctable para este siglo; el segundo reconoce ese derrumbe como una necesidad social pero no como
destino, asumiendo la complejidad de la era en curso, sus peligros y, con ellos, sus encrucijadas y retos. Luis
Arizmendi, “Crisis epocal del capitalismo y desmercantificación en el siglo XXI”, en Horizontes de la vuelta
de siglo, CIECAS, IPN, México, 2011.

10
Luis Arizmendi

que moderar la lucha global de clases dotaría al capitalismo de continuidad histó-


rica y cierta estabilización; por otro, existe una tendencia que se niega a perder los
privilegios y el poder conquistados en las últimas décadas de cinismo histórico y
apunta a radicalizar la dominación contemporánea, impulsando una reconfiguración
neoautoritaria de la mundialización. Frente y contra ellas, con una presencia menor
pero a la vez presionada por la crisis epocal para desarrollarse, existe otra tendencia
que, abriendo una esperanza, empuja por desplegar una transición transcapitalista.
Nos encontramos, entonces, en tiempos de transición. Tiempos en que jalonean
tendencias históricas buscando definir su prevalencia sin que ninguna acabe todavía
de lograrlo. Esto significa que la configuración de la mundialización para el siglo
XXI está por ser definida.
En este escenario, la complejidad de la crisis epocal en curso –indescifrable des-
de el mirador de las líneas de pensamiento absortas en el mito del progreso– viene
abriendo condiciones que van posicionando la crítica de la economía política en el
debate científico-social de frontera internacional. Después de la larga noche que se
pretendió lanzarle, al proclamar su presunto desfallecimiento, El Capital está de
regreso y lo está haciendo volar los marcos epistemológicos con los que el discurso
del poder moderno intenta circunscribir y cercenar la discusión sobre la tendencia
epocal del siglo XXI.
No es casual que este inicio de siglo constituya un tiempo en el que, desde diversos
ángulos y desde distintas latitudes, esté surgiendo un creciente abanico de posiciones
dirigidas a explorar las claves heurísticas que El Capital de Karl Marx diseña para
descifrar los fundamentos, las tendencias y los retos no de un capitalismo decimo-
nónico, sino del capitalismo mundial del nuevo siglo. La imagen de que la magnum
opus de Marx es una obra del pasado está empezando a quedar atrás.
Textos, desde Francia, como Marx intempestivo del destacado trotskista reciente-
mente fallecido Daniel Bensaid3 y Refundación del marxismo del promotor del alter-
marxismo Jaques Bidet,4 o, desde Italia, Re-Reading Marx de Riccardo Bellofiore y
Roberto Fineschi,5 y, desde el otro lado del mundo en Sudamérica, Conocer el capital

3
Daniel Bensaid, Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica, Ediciones Herramienta,
Buenos Aires, 2003.
4
Jaques Bidet ,Refundación del marxismo, Explicación y reconstrucción de El Capital, LOM, Santiago, 2007.
5
Riccardo Bellofiore y Roberto Fineschi, Re-Reading Marx. New Perspectives after the Critical Edition, Pal-
grave Macmillan, 2009.

11
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

hoy. Usar críticamente El Capital (que se vincula con El capital: razón histórica, sujeto
revolucionario y conciencia) de Juan Íñigo Carrera,6 a los que hay que agregar Más allá
de El Capital de Michael Lebowitz escrito desde Canadá,7 e incluso, desde EUA Marx
reloaded (vinculado con Tiempo, trabajo y dominación social. Una reinterpretación de
la teoría crítica de Marx) del historiador Moishe Postone8 y, en un mirador contrario al
de éste, La ecología de Marx de John Bellamy Foster,9 lo mismo que tempranamente
Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social de Bolívar Echeverría,10
revelan el despliegue internacional de la nueva discusión acerca de la obra de Karl
Marx en la periferia pero también en los países metropolitanos del capitalismo global.
En el marco del debate internacional en torno a la Crítica de la economía política,
Alemania ha tenido varias de las más destacadas intervenciones. Elmar Altvater,11

6
Juan Iñigo Carrera, Conocer el capital hoy. Usar críticamente El Capital, Imago Mundi, Buenos Aires, 2007;
El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2003.
7
Michael Lebowitz, Más allá de El Capital. La economía política de la clase obrera en Marx, Akal, Madrid, 2005.
8
Moishe Postone, Marx reloaded. Repensar la teoría crítica del capitalismo, Traficantes de sueños, Madrid,
2007; Tiempo, trabajo y dominación social. Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, Politopías-Marcial
Pons, Madrid, 2006.
9
John Bellamy Foster, La ecología de Marx, El Viejo Topo, Madrid, 2004.
10
Temprana en el cuestionamiento de la crisis epocal de la vuelta de siglo es la intervención de Bolívar Echeve-
rría –de la que derivan diversas líneas de pensamiento crítico–, que ubica como el fundamento desde el que la
Crítica de la economía política hace estallar los marcos de intelección del discurso del poder moderno al valor
de uso. Desde Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social (coedición Nariz del Diablo-UNAM,
Ecuador, México, 1995) –en cuya elaboración tuve el honor de apoyarlo–, busca dotar a la fundamentación
trazada por Ruy Mauro Marini de un carácter global que, desbordando su estudio puramente latinoamerica-
nista, sirva para descifrar la dominación centro-periferia en cualquier zona del capitalismo mundial y, luego,
va más lejos al especificar el trend secular de la mundialización capitalista y su vigencia. He construido esta
fundamentación en “Progreso y devastación en la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría” de próxima
publicación en un libro de homenaje póstumo a este inolvidable autor ecuatoriano.
11
En la discusión sobre la vigencia de El Capital, Elmar Altvater ha llevado a cabo una de las intervenciones
más enriquecedoras para el marxismo del siglo XXI. A partir de articular sólidamente la crítica de Marx en
clave de valor de uso con la perspectiva de Georgescu Roegen acerca de la interacción entre economía
y entropía, Altvater ha elaborado una demoledora crítica de la economía ambiental como expresión de la
economía convencional y ha explorado desarrollar El Capital para la crítica de la crisis ecológica global de
nuestra era en un brillante texto que lleva por nombre “Hacia una crítica ecológica de la economía política”,
cuya traducción al español realizamos y publicamos en los números fundacionales del proyecto editorial de la
revista internacional Mundo Siglo XXI (nos. 1 y 2, CIECAS, IPN, México, 2005) del Centro de Investigaciones
Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional.
Cabe informar a los lectores que, el último año del siglo XX, Elmar Altvater, junto con el mismo Michael
Heinrich, Rolf Hecker y Petra Schaper-Rinkel publicaron un comentario analítico capítulo por capítulo del Libro
Primero de El Capital. Kapital.doc. Das Kapital (Bd.I) von Marx in Schaubildern mit Kommentaren. Münster:
Westfählisches Dampfboot, 1999.

12
Luis Arizmendi

Alfred Schmidt,12 Wolfang Fritz Haug,13 Hans-George Backhaus y Michael Heinrich


han participado enriqueciendo los enfoques del abanico de lo que más que “marxismo
occidental”14 cabe denominar marxismo crítico o clásico. Todos ellos parten de la
imprescindible necesidad de trascender –para recordar la expresión de Sartre– la re-
funcionalización del marxismo que lo metamorfoseó en un “saber que no sabe nada”
y que resultó infortunadamente hegemónica el siglo anterior.

1. Los alcances de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Para valorar el peso de una intervención como la de Michael Heinrich es impres-


cindible trazar y reconocer su despliegue sobre tres coordenadas crítico-epistemoló-
gicas: 1) la herencia del proyecto de la “nueva lectura” de El Capital, fundado por
Hans-George Backhaus desde hace varias décadas en Alemania y en el que, bajo su
propia versión, participan otros autores (como Helmut Reichelt,15 Helmut Brentel,16

12
Alfred Schmidt y Walter Euchner, Kritik der politischen Okonomie heute. 100 Jahre “Kapital”, Europaische
Verlagsanstalt, Frankfurt, 1968.
13
De su creativa obra, sobre la crítica de la economía política en español están Introducción a la lectura de
El Capital, Materiales, Barcelona, 1978, y “Nuevas lecciones para la introducción a la lectura de El Capital”,
originalmente publicado en Das Argument (Berlín, 2006).
14
“Marxismo occidental”, como se sabe, es una expresión que diseñó Perry Anderson (Consideraciones sobre
el marxismo occidental, Siglo XXI, México, 1979) para referirse a la línea de pensamiento crítico que tiene en la
crítica de la cosificación, la filosofía de la praxis, la autogestión o el consejismo su fundamento. En tanto contrasta
con el “marxismo soviético” del “socialismo real”, al que implícitamente se le define como “marxismo oriental”,
tiene una cierta utilidad crítica. Sin embargo, la denominación que contiene este desdoblamiento geohistórico
suscita una doble confusión: por un lado, ensombrece que el “marxismo oriental”, por decirlo de este modo, se
occidentalizó, al cumplir su funcionalidad para las estructuras de poder establecidas por los partidos comunistas
en el capitalismo del 1er y del 3er Mundos el siglo pasado; por otro, proyectando cierto eurocentrismo, implica
que la única versión revolucionaria del marxismo se dio en Occidente, lo que obnubila las contribuciones para
el marxismo crítico realizadas desde Oriente (como las de Zeleny, Rubin, Kosík, Illienkov, Vygotsky, entre otros).
Bajo otra forma, la esencia de esa desespecificación geohistórica continúa cuando se habla de las lecturas
francesa, italiana o asiática de El Capital. En Francia, la lectura de Henri Lefebvre es opuesta a la de Althus-
ser, en Italia no coincide la lectura de Negri con la de Napoleoni, en Asia chocan las lecturas del “marxismo
soviético” con Rubin o Zeleny. Colocar como criterio de especificación de versiones del marxismo una base
geohistórica genera yuxtaposición de posiciones encontradas, efectos falseadores y, más bien, desespeci-
ficación, justo cuando de lo que se trata es de la especificación que, invariablemente, necesita realizarse
desde un fundamento político-epistemológico. En este sentido, es preferible el concepto “marxismo clásico”
para nombrar la línea de pensamiento heredera de Marx que va de Lukács a Benjamin, incluyendo nombres
como los de Korsch, Pannekoek, Gramsci, Adorno, Marcuse, Sartre o Reich.
15
Helmut Reichelt, Zur logischen Struktur des Kapitalbegriffs bei Karl Marx, Friburgo, 2001.
16
Helmut Brentel, Soziale Form und ökonomisches Objekt: Studien zum Gegenstands- und Methodenver-
ständnis der Kritik der politischen Ökonomie, Westdeutscher Verlag, 1989.

13
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Diethard Behrens,17 y Nadja Rakowitz18); 2) los alcances de su crítica a la reducción


del marxismo a una idea que le permite abarcar no sólo el cuestionamiento tanto al
“marxismo soviético” como al “marxismo socialdemócrata” en cuanto versiones
de un marxismo acientífico, sino impugnar también, de modo explícito y directo,
las Teorías del Imperialismo, ante todo en su versión leninista, y 3) su comentario
dirigido a cuestionar al determinismo histórico desde los manuscritos originales de
Marx sobre el Libro Tercero de El Capital, publicados por primera vez en 1993 en el
marco de la 3ª fase del proyecto MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe).
Sobre la primera coordenada, que se da en el marco del debate en torno al pen-
samiento crítico en Alemania, es decisivo resaltar que Michael Heinrich es heredero
directo del proyecto de “nueva lectura” de El Capital que fundó Hans-George Bac-
khaus, quien acuñó esta expresión en el prólogo a su importante obra Dialektik der
Werthform en 1997.19 Desde 1975, Hans-George Backhaus se embarcó en un programa
de “reconstrucción” de la obra teórica de Marx20 contrapuesto al proyecto, de 1976, de
“reconstrucción del materialismo histórico” de Jürgen Habermas.21
Habermas insiste en que se ha arribado a un tiempo en el que se da un “envejeci-
miento del paradigma de la producción” desde el que el proceso de trabajo ha perdido
su efectividad como fundamento del materialismo histórico, por lo que existe la ne-
cesidad de sustituir la acción material por la acción comunicativa como fundamento
explicativo de la historia social. “Reconstruir”, mediante el paradigma del lenguaje y
la comunicación, un espacio de entendimiento y consenso, de aceptación y cooperación,
como plataforma de un nuevo pacto social, permitiría –cree Habermas– integrar una
sociedad unificada no por la imposición o el temor, sino por el conocimiento. Llevaría
a volver horizonte de la acción comunicativa la promesa del ágora. Deslizando de
este modo una ilusión, instala una plataforma giratoria que ensayando “reconstruir”
el marxismo, más bien lo metamorfosea para volverlo un discurso políticamente
acomodaticio. Desplazando y cancelando como núcleo de la crítica al capitalismo el
dominio sobre el sistema total de convivencia social y, por tanto, la explotación de

17
Diethard Behrens, Gesellschaft und Erkenntnis, Friburgo, 1993.
18
Nadja Rakowitz, Einfache Warenproduktion. Ideal und Ideologie, Friburgo, 2000.
19
Dialektik der Werthform. Untersuchungen zur marxschen Ökonomiekritik, Ça ira, Friburgo, 1997.
20
Hans-George Backhaus, Materialien zur Rekonstruktion der Marxschen Werttheorie en Gesellschaft. Beiträge
zur Marxschen Theorie 11, Frankfurt a. M, Suhrkamp, 1978, S. 16-177.
21
En ese año se publicó en Alemania el texto que un quinquenio ulterior, se editó en español como La re-
construcción del materialismo histórico (Taurus, Madrid, 1981).

14
Luis Arizmendi

los dominados modernos y el simulacro de paz que recubre la lucha de clases en la


modernidad, instala como núcleo la acción comunicativa y, desde un juego plural de
diálogos entre las más diversas posiciones, categoriza acríticamente a los interlocutores
como sujetos con idéntica legitimidad. Lo que quiere decir, en otras palabras, que
en la construcción del consenso todos los participantes tendrían el mismo estatus y
derechos de reconocimiento sin importar su postura. Aunque la conciencia reflexiva
no asume indagar lo que se afirma en sus últimas consecuencias, finalmente esto
incluiría hasta la extrema derecha. En este sentido, el mito de un diálogo irrestricto
y universal con la ilusión de la reedición imposible del ágora, reemplaza la crítica al
capitalismo y su dominación. Lejos de ser una “reconstrucción”, semejante proyecto
introduce, más bien, la destrucción del materialismo histórico.
Contrastando con Habermas, quien, en verdad, no es heredero de la Escuela de
Frankfurt sino su negación, Hans-George Backhaus se posiciona buscando darle
continuidad a los planteamientos centrales de Horkheimer y Adorno. La “recons-
trucción” de la obra de Marx que impulsa, por principio, coloca como piedra angular
de su nueva lectura de El Capital el concepto de werthform (la forma valor). No se
podrían valorar los alcances de su intervención si no se percibe que justo lo peculiar
de ella consiste en que, para imprimirle continuidad a las críticas de la Escuela de
Frankfurt a la cosificación y el fetichismo modernos, soporta su lectura de El Capital
desde lo que denomina la dialéctica de werthform.22 Este posicionamiento, llevando la
“reconstrucción” del discurso crítico más allá del contraste con Habermas, le permite
abrir su espectro para denunciar que en el siglo XX resultó triunfante la reducción
hegemónica de la crítica de la economía política a teoría económica con el neoposi-
tivismo. Para él, el reto de asumir la reconstrucción de la obra de Marx emana de que,
a través de múltiples variantes, ha sido refuncionalizada y asimilada por una raciona-
lidad economicista que, bajo el empirismo o la cuantificación matematizadora, vacía
su contenido impugnador sustituyéndola por un discurso realista.23 En este sentido, a
contracorriente del marxismo analítico, del “marxismo cuantitativista”, del “realismo
crítico” y de la teoría de la regulación, insiste en rechazar la concepción cósica del
valor que lo reduce a una sustancia inmanente a los objetos mercantiles como cosas
aisladas porque ese mirador bloquea la comprensión crítica de la enajenación como

22
Hans-George Backhaus, Dialektik der Werthform, cap. 1, pp. 9-40.
23
Op. cit., pp. 41-64.

15
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

fundamento del sistema histórico que constituye el capitalismo. Su conceptualización


del valor como forma social, como werthform, es superior porque pone al descubierto
que el valor no constituye una cosa pero sí una forma histórica cosificada desde la
que se invierten y pervierten la totalidad de formas de práctica y socialidad humana.24
Dándole una versión propia al planteamiento crítico de Lukács –quien, colocando la
enajenación como fundamento del capitalismo no sólo como sistema económico sino
como sistema histórico, afirmaba que la mercancía no constituye un problema aislado,
ni siquiera un problema central de la economía, sino el “problema estructural central
de la sociedad capitalista en todas sus manifestaciones vitales”–,25 para Backhaus,
la dialéctica de la forma valor constituye la clave para llevar a cabo la crítica total
del capitalismo.26
Este es explícitamente el fundamento que hereda la intervención de Michael Hein-
rich. Impugnando la lectura neopositivista de El Capital, insiste en conceptualizar el
valor como werthform para replicar que, teniéndola como plataforma, lejos de existir
entre los individuos del mundo moderno un contrato implícito pero efectivo para or-
ganizar racional y deliberativamente su sistema económico mediante el dinero –como
formulaba Locke, el “filósofo de la economía política” (Marx)–, se le imprime a la
historia económica y, desde ahí, a la totalidad de la historia social una enajenación
radical. Cabría decir, entonces, que werthform es el fundamento del principio fáusti-
co que reconfigura la historia de la modernidad como teatro: si “en el principio fue
la acción” y los hombres “actúan antes de haber pensado”, es precisamente porque
desde la forma valor el capital subordina el mundo de la vida social que los sujetos
crean pero siempre de un modo que se les va de las manos, como una tragedia que
personifican en una historia que generan y actúan pero sin saberlo.
Cabe decir que al cuestionar el vaciamiento de la crítica de la economía política,
Heinrich va más lejos que Backhaus. Coincidiendo con él en el reconocimiento de
que el siglo pasado sucedió la sustitución generalizada del discurso crítico de Marx
por una “economía política marxista” –entre otros, por Paul Sweezy o Ronald Meek,
quienes vieron en ese discurso únicamente una respuesta diferente pero en continuidad
con los mismos problemas que plantea el mirador de la economía política sin percibir

24
Op. cit., pp. 299-333.
25
Georg Lukács, Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México, 1969, p. 89.
26
Hans-George Backhaus, op. cit., pp. 421-430.

16
Luis Arizmendi

el modo en que Marx lo hizo estallar–, Heinrich abre en una medida mucho mayor el
objeto de su cuestionamiento –y esto lleva a la segunda coordenada de su interven-
ción– porque propulsa la superación de la totalidad de vertientes que integran lo que
denomina “marxismo ideológico”. Un corpus discursivo que, integrando dentro de
sí al “marxismo soviético” la lectura socialdemócrata de Marx pero también las
Teorías marxistas del Imperialismo, se caracteriza por impulsar y elogiar, en una u
otra forma, lo que cabe llamar determinismo histórico27 y, desde ahí, la negación del
sujeto. Sin ser idénticos en su funcionalidad y sus proyectos, la historia de la moder-
nidad con el capitalismo es leída por esos discursos como el recorrido de un devenir
predefinido o decidido de antemano por leyes objetivas ineludibles e ineluctables,
frente y dentro de las cuales a los sujetos y los movimientos sociales no les queda más
que su admisión y, en el mejor de los casos, su aceleramiento. Desde el “marxismo
soviético” el determinismo histórico se impulsó bajo la figura de presuntas “leyes de la
dialéctica”, imperecederas y naturales, que sólo podrían ser verticalmente descifradas
y transcritas en líneas de acción por el Mesías (Stalin) y las cúpulas de los partidos
comunistas; con la lectura socialdemócrata del marxismo (en especial con Hilferding)
el determinismo histórico adquirió la forma del mito de una metamorfosis espontánea
e indetenible del capitalismo en socialismo, gracias al crecimiento de los bancos y
los monopolios; con las Teorías del Imperialismo se enunció que desde principios del
siglo XX el capitalismo se encontraba en su “fase superior”, marchando en la direc-
ción impostergable de su derrumbe. Aunque no alcanza a trazar suficientemente la
differentia specifica entre cada uno de estos discursos, Heinrich percibe incisivamente
que, en el siglo XX, con ellos “lo que se propagó no fue la crítica de la economía
política de Marx”, sino la metamorfosis que hizo del marxismo un mito o una idea,
esto es, una crítica acientífica que, desde el determinismo histórico, autodestruye o
cercena su criticidad, volviéndose, cuando no cómplice, al menos impotente ante el
poder establecido.
Según Heinrich –y esto nos lleva a la tercera coordenada de su intervención–,
constatar la inviabilidad de la identificación de El capital con el determinismo histórico
puede lograrse mejor cuando se aprovechan las tesis trazadas por el mismo Marx en
sus escritos originales. Ahora que ya se han editado, aunque sea sólo en alemán, los

27
Michael Heinrich, Crítica de la economía política. Una Introducción a El Capital de Marx, Escolar y Mayo
Editores, España, 2008, p. 42.

17
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

manuscritos de los Libros Segundo y Tercero de El Capital, puede encontrarse ahí un


conjunto de planteamientos que comprueban cómo es que la crisis no se concibe como
sinónimo invariable de un presunto derrumbe ineluctable para el capitalismo, sino
con una compleja dialéctica en la que incluso puede jugarse el apuntalamiento de su
dominio. En este sentido, la recuperación de los manuscritos originales de Marx que
realiza Heinrich despliega su función positiva al cuestionar la concepción de la historia
económica como destino que edificó el “marxismo ideológico”. Su intervención en
el debate europeo sobre deconstrucción o reconstrucción de El Capital,28 formula

28
El proyecto MEGA se encuentra en la 3ª fase de su historia. La 1ª fase, con la que nace el proyecto de una
edición científica en ruso y alemán de las obras completas de Marx y Engels, fue fundada y dirigida por David
Riazanov –a quien Lunacharsky llamaba “indiscutiblemente el hombre más culto” del partido bolchevique–.
Desde 1924, junto con un equipo de especialistas designado por él, se encargó de la recopilación tanto de los
textos en diferentes idiomas publicados por Marx y Engels como de la totalidad de sus manuscritos inéditos.
Organizando el enorme quantum de textos, ensayos y cartas, diseñó las obras completas en 42 tomos. Riazanov,
que era un consistente consejista y que había cuestionado directamente la estructura partidaria propuesta por
Lenin calificando su “centralismo democrático” más bien de “fetiche antidemocrático”, no tuvo reparo en publicar
los manuscritos de la dura crítica de Marx a la Rusia zarista que son decisivos para abrir sólidas y penetrantes
líneas de conceptualización crítica del stalinismo y su geopolítica totalitaria. Por este atrevimiento, que revela la
radicalidad de la oposición entre la perspectiva de Marx y la personificación del despotismo asiático en forma
capitalista que Stalin significó, éste ordenó detener a Riazanov y lo condenó al exilio, hundiéndolo en una ominosa
situación de hambre, para después decretar su asesinato y el de toda su familia. Como si borrando de la faz de
la tierra el apellido Riazanov, el pensamiento crítico que simbolizaba pudiera eliminarse para siempre. De 1931
a 1935, Adoratskii, intentando darle continuidad a esa labor, publicó otros seis de los volúmenes preparados por
Riazanov, quien sólo tuvo oportunidad de dejar editados 11 de su proyecto de 42 tomos. Finalmente, bajo el
simulacro de ediciones “populares” codificadas para su autolegitimación, Stalin –constatando la veracidad de la
expresión de Maximilien Rubel que define a Marx como un “autor maldito en Rusia” (Marx y Engels contra Rusia,
Libera, Buenos Aires, 1965)–, canceló el proyecto MEGA y “depuró” sus obras, mandó encarcelar y condenar a
muerte a sus colaboradores, y, por si fuera poco, además ordenó desmontar todas las bibliotecas públicas. Casi
a la par, el nazismo detuvo el proyecto MEGA en Alemania. La 2ª fase empezó, a mediados de los setenta del
siglo pasado, bajo la cooperación de los Institutos de Marxismo-Leninismo de Alemania del Este y la URSS, con el
programa de una edición histórico-crítica que, mediante un aparato de notas que señala correcciones y variantes,
documentara todos los cambios que se realizaron en la elaboración de El Capital y sus diversas traducciones. Sin
embargo, con el derrumbe de la URSS y el auge antimarxista del postmodernismo, el proyecto volvió a quedar
inconcluso. A partir de una iniciativa del Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam se crea, en 1990,
la Fundación Internacional Marx-Engels (Internationale Marx-Engels-Stiftung) que, reagrupando estudiosos de
múltiples países, ha dado vida a la 3ª fase del proyecto MEGA, con el objetivo de publicar ahora sí definitiva-
mente las obras completas de estos autores, en un plan editorial que casi triplica el original de Riazanov con un
programa de 114 volúmenes. La fundación viene realizando una labor de suma importancia que ha tenido como
uno de sus principales resultados la publicación de los manuscritos originales de Marx sobre los Libros Segundo
y Tercero de El Capital. De esa publicación deriva la polémica europea entre reconstrucción o deconstrucción
de El Capital, que Re-Reading Marx, New Perspectives after the Critical Edition (Palgrave Macmillan, 2009), de
Riccardo Bellofiore y Roberto Fineschi, aborda las más de cinco mil intervenciones de redacción efectuadas por
Engels en la edición del Libro Tercero, del que apuntó que varios pensamientos se registraron en statu nascendi.

18
Luis Arizmendi

una serie de problemas que, desbordando la esfera puramente filológica, absorbe e


inserta ésta en su proyecto genuinamente comprometido en atravesar y desmontar la
conversión del marxismo en weltanschauung, en un discurso mítico-omnicomprensivo,
para lograr la reactivación de la Crítica de la economía política en nuestro tiempo.

2. Las ambivalencias de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Las mismas tres coordenadas desde las cuales puede valorarse la trascendencia
de la contribución de Heinrich para la “nueva lectura” de El Capital constituyen, a
la vez, los parámetros desde los que cabe especificar sus límites. Al especificarlos
puede reconocerse que su “nueva lectura de El Capital” se encuentra atravesada por
una doble línea reflexiva que, más que entrecruzarse en zigzag, tensa los argumentos
traspasándolos por sentidos teóricos contrapuestos y contrarios: por un lado edifica su
“nueva lectura” desde un creativo programa de superación del marxismo ideológico,
comprometido con el renacimiento de la Crítica de la economía política en el siglo
XXI; por otro, sobrepone o yuxtapone a esa línea argumentativa otra que, a partir
de convertir el programa de la Crítica de la economía política en una continuación
acrítica del proyecto de la economía política, invisibiliza y anula apotegmas centrales
del discurso de Marx para el desciframiento del capitalismo del siglo XXI.
Desde esta doble línea argumentativa, emergen tres límites cardinales que
demarcan la especificidad de la intervención de Michael Heinrich y permiten dar
cuenta de su horizonte global. En primer lugar, al impugnar la lectura historicista
que circunscribe la vigencia de El Capital exclusivamente al siglo XIX, Heinrich
introduce un negativo efecto giratorio que lo lleva del historicismo a la ahistoricidad
en la lectura de El Capital. Dicho de otro modo, a una concepción que instala una
destotalización heurística o un hiato entre ese magnum opus y el desarrollo de la
modernidad capitalista. En segundo lugar, iniciando esa desconexión esencial entre
teoría/realidad al posicionar el concepto de werthform como fundamento nuclear
de El Capital, sin embargo lo define de un modo que desvanece o desdibuja su fun-
damento material y –esto es lo más delicado–, desde ahí, desemboca en la pérdida
de la contradicción valor/valor de uso como núcleo de la crítica a la modernidad
capitalista en la Crítica de la economía política. Y, en tercer lugar, last but not least,
desaprovechando convertirse en el primer comentarista de los manuscritos originales
de Marx sobre el Libro Tercero, Heinrich redondea el impacto de su desconexión

19
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

esencial de la relación teoría/realidad en su “nueva lectura de El Capital” porque


va desde el desvanecimiento del fundamento material de la forma valor hasta la
invisibilización de la ley general de la acumulación capitalista y la ley de la ten-
dencia decreciente de la tasa de ganancia como leyes del desarrollo capitalista, de
suerte que, una vez que la Teoría de la Crisis de Marx se queda sin sus fundamentos,
reposiciona al capital financiero y el sistema crediticio como centro e “instancia
directiva” de la relación global capitalismo y de sus crisis.

2.1. La ambivalencia de la especificación epistemológica de la “nueva lectura”


alemana de El Capital

En la historia del debate internacional en torno a El Capital se han edificado


múltiples lecturas aunque entre ellas, con diversos alcances en su difusión, tres se
han convertido en un rígido obstáculo para la comprensión de su vigencia en el
siglo XXI. Fue desde el mirador del marxismo ideológico que se realizaron estas
tres lecturas, integrando y venciendo la Crítica de la economía política bajo el mito
del progreso. Es decir, a la ilusión de que la historia de la modernidad capitalista
garantizaba ir sólo hacia adelante mejorando gradualmente el bienestar económico
y social: esas lecturas, han sido la lectura positivista, la lectura historicista y la
lectura modular.
La lectura positivista, sosteniendo que El Capital se remite a estudiar la economía
inglesa del siglo XIX, se caracteriza por circunscribir su objeto a un estudio de caso.
Constituye una lectura que, desde el empirismo, introduce una triple reducción de El
Capital: 1) una reducción estructural que contrae su objeto de estudio a economía,
como si Marx no desarrollara la crítica de la política moderna, tal como –rebasan-
do el mero cuestionamiento a un corpus discursivo–, de fondo, apunta a revelar el
subtítulo crítica de la economía política; 2) una reducción histórico-temporal al
siglo XIX, que pasa por alto el estatuto epistemológico que Marx mismo adjudica
a la ley general de la acumulación capitalista y la ley de la tendencia descendiente
de la tasa de ganancia como leyes del desarrollo capitalista; y 3) una reducción
geohistórica o espacial que, al circunscribir la obra de Marx al caso inglés, invisi-
biliza su teoría de la mundialización.
La lectura historicista, desbordando hasta cierto punto la lectura anterior, podría
admitir la irreductibilidad estructural y espacial de la obra de Marx, sin embargo a

20
Luis Arizmendi

través de un rodeo regresa y reconfigura el positivismo para consolidarlo. Puede llegar a


asentir que, en el marco de una teoría de la mundialización, El Capital aborda la crítica
de la economía y de la política modernas, pero reinstala la reducción histórico-temporal
y, de hecho, la apuntala desfigurando a Marx como un autor que sólo se mueve como
pez en el agua cuando aborda el siglo XIX. Para esta lectura, El Capital se remite a
estudiar exclusivamente una fase del desarrollo capitalista, el capitalismo de “libre
competencia”. Objetivo que, por cierto, su autor nunca se propuso. Caracterizada por
el traslado que adjudica a Marx el mirador de la economía convencional –que desde
su origen planteó la existencia de un capitalismo de modelo de libre competencia por
contraste con otro de modelo monopolista–, ésta ha constituido la lectura que mayor
presencia ha alcanzado al vaciar de su contenido a la Crítica de la economía política.
Complementándolas, la lectura modular es aquella que, pese a desbordar la re-
ducción geohistórica y reconocer la universalidad de El Capital para analizar al capi-
talismo en todo país y en cualquier etapa, a través de un rodeo radicaliza la inversión
de la especificidad epistemológica del horizonte del discurso crítico. Desgarrando
esquizofrénicamente al autor de El Capital, para esta lectura no existe uno sino
dos Marx. Contrapuesto al Marx de los Libros Primero y Tercero, que denuncia la
relación inextricable entre crisis y capitalismo, existiría el Marx del Libro Segundo
que, negando desde los esquemas de reproducción la teoría de la crisis, diseñó una
especie de ingeniería económica que permite adelantarse a la marcha de los sucesos,
guiando la acumulación con políticas que garanticen su equilibrio. Como para esta
lectura Marx construye un modelo que posibilita modular armónicamente ad infinitum
la dinámica económica del capitalismo, El Capital ofrece la prueba de verdad del
proyecto del progreso que nunca ha podido proporcionar la economía convencional.
Como puede verse, desde estas lecturas cuando se desborda la reducción espacial
persiste la reducción historicista y cuando se desborda la reducción historicista se
introduce una desespecificación que convierte a Marx en un autor de la economía
convencional. En consecuencia, desde esas lecturas El Capital es una obra decimonó-
nica rebasada por la marcha de la historia que el progreso conduce indeteniblemente
hacia un mundo mejor o, peor aún, es justo la obra que puede guiar esa conducción
dentro de los parámetros mismos de la modernidad capitalista.
Al contrastarla frente a estas tres lecturas, absorbidas y vencidas por el mito del
progreso, puede identificarse el alcance de la “nueva lectura” de El Capital que se
ha realizado en Alemania.

21
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Percibiendo que el concepto Crítica es el nombre de un programa heurístico, es


decir, de un horizonte de producción de conocimientos, Heinrich sabe ver que existe
cierta afinidad entre los miradores de Marx y Kant. De ahí que enfatice que no por ca-
sualidad el subtítulo Crítica de la economía política evoca el título de la célebre Crítica
de la razón pura. Desde Kant, Crítica es un término que da cuenta de un proyecto que
coloca como su raison d´être especificar las condiciones de posibilidad y los límites
de su objeto de estudio, lo que exige cuestionar la totalidad del horizonte discursivo
desde el que se le ha abordado. En este sentido Marx “no únicamente cuestiona teorías
singulares o resultados alcanzados por otros”, critica los “fundamentos conceptuales”
y las “formas de pensamiento” que fueron admitidos y empleadas por la totalidad de
escuelas del pensamiento económico moderno previo a él.29 Para lograrlo construye,
en eso reside la especificidad epistemológica de El Capital según la define Michael
Heinrich, una conceptualización total de la estructura “media ideal” del modo de
producción que integra el capitalismo.30
Frente y contra las lecturas de El Capital derrotadas por el mito del progreso, el
indudable alcance positivo de esta especificación epistemológica que forja Heinrich
reside en que, desbordando cualquiera de las versiones que lo reduce a un texto
decimonónico, le atribuye una criticidad universal que dota de vigencia a El Capital
para la crítica del capitalismo de los siglos XX y XXI.
Ahora que, con el estallido de la crisis mundial en el debate internacional la obra
de Marx está de regreso, cada vez más intervenciones han reconocido la necesidad
histórica de desmontar el obstáculo epistemológico y político que significan tanto
el marxismo soviético como el marxismo socialdemócrata para la reactualización
de la crítica de la economía política en el siglo XXI. Entre ellas, Michael Heinrich
sobresale por abrir en tal medida el objeto de su crítica que incluye la totalidad de
versiones del marxismo ideológico. Mientras el marxismo soviético fue funcional a
la reconfiguración del despotismo asiático que realizó el capitalismo en la URSS al
edificar otra versión pero con una marca oriental de sí mismo,31 mientras el marxismo
socialdemócrata fue funcional al liberalismo de la modernidad capitalista deslizando

29
Michael Heinrich, “Relevance and irrelevance of marxian economics”, en New School Economic Review,
Volume 1(1), 2004, p. 55.
30
Michael Heinrich, Crítica de…, p-49.
31
Para la especificación histórica de la URSS como capitalismo despótico, Luis Arizmendi, “La globalización
como mito y simulacro histórico” (primera parte), en eseconomía no. 2, ESE-IPN, México, 2002, pp. 34-41.

22
Luis Arizmendi

la ilusión de un progreso armonicista para contener políticamente en Occidente al


movimiento obrero,32 las Teorías del Imperialismo, hasta en sus mejores versiones, que
se opusieron al abandono del proyecto de la revolución anticapitalista e incluso avan-
zaron en la crítica del Estado autoritario en el 2º Mundo, jugaron un papel central en
la circunscripción de la Crítica de la economía política a discurso decimonónico.33
Sin embargo, justo lo que define el alcance positivo de la especificación epistemo-
lógica de El Capital que propone Heinrich, es exactamente lo mismo que determina
la introducción de un negativo efecto giratorio que lo lleva del polo que constituye
el historicismo al polo que conforma él al definir la “nueva lectura” de El Capital
desde la ahistoricidad, es decir, desde un mirador que instala un hiato, una destota-
lización heurística o, lo que es lo mismo, una desconexión esencial entre la Crítica
de la economía política y el desarrollo de la modernidad capitalista.
La afinidad entre Marx y Kant existe pero es puramente formal. La differentia
specifica entre sus proyectos reside en que mientras en Kant la crítica a la teoría
del conocimiento no guarda una relación determinada con la historia, para Marx la
crítica al capitalismo es inviable sin el descubrimiento de las leyes de su desarrollo
global. Descifrar las condiciones de posibilidad y los límites del objeto de estudio
capitalismo exige dar cuenta de las leyes que explican su origen, desarrollo y dinámica
de derrumbe, dicho de otro modo, conduce a comprender los principios generales

32
Bo Gustafsson, Marxismo y revisionismo, Grijalbo, México, 1975. Para la crítica al neoarmonicismo hilfer-
dingniano y sus consecuencias, Henryk Grossmann, La ley general de la acumulación y del derrumbe del
sistema capitalista (Siglo XXI, México, 1984, pp. 389-399).
33
La crítica a las Teorías del Imperialismo se formuló como programa, por primera vez, a partir de la interven-
ción de Giovanni Arrighi en La Geometría del Imperialismo (Siglo XXI, México, 1978). Ese texto, que no se
conoce mucho en nuestro país, se caracteriza por sostener que la hegemonía estadunidense en la postguerra
derrumbó el explicandum de las teorías clásicas del imperialismo, reveló que según Arrighi, la existencia de lo
que Hobson denominó una “federación experimental y progresiva”, mostró que el imperialismo de ningún modo
constituyó la fase “superior” o última del capitalismo. Aunque pone al descubierto la crisis de ese explicandum, la
intervención de Arrighi, más sugerente en sus preguntas que en sus respuestas, se extravió y terminó unificando
de modo ecléctico a Hilferding con Braudel mediante su formulación de los ciclos sistémicos de acumulación,
con los que, desplazando al capital industrial, retroproyecta hacia el pasado la supuesta centralidad del capital
financiero para dar cuenta de los “largos siglos” de las hegemonías sucesivas de Italia, Holanda, Inglaterra y
EUA en El largo siglo XX (Akal, Madrid, 1999). Después de él pero antes que Michael Heinrich, desarrollando
desde México la Teoría de la Subsunción introducida en América Latina por Bolívar Echeverría, Alberto Carrillo,
en La noción de desarrollo capitalista en Marx (Tesis de Maestría, UNAM, Facultad de Economía, 1982), y, en
especial, Jorge Veraza, en Para la crítica a las teorías del imperialismo (Itaca, México, 1987), construyeron
consistentemente el cuestionamiento global a las Teorías del Imperialismo por obnubilar la periodización del
desarrollo del dominio capitalista que proviene de Marx.

23
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

rectores de sus tendencias como era de la historia social.34 Descifradas desde la ley
del valor, para Marx son dos leyes, la ley general de la acumulación capitalista y la
ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, las que revelan la tendencia
epocal de la modernidad capitalista.
Cuando Heinrich define la especificidad epistemológica de El Capital como la
concepción de la estructura media ideal del capitalismo, acercando esta obra a los
neokantianos tipos ideales de Weber, no delimita la diferencia epistemológica esencial
entre Marx y Kant, absorbiendo a aquel bajo el mirador de éste. En este sentido, el
estatuto de criticidad universal de la Crítica de la economía política se establece a
costa de cancelar su unidad indisociable con la historicidad de la modernidad. La
consecuencia mayor de esa cancelación va a ser la invisibilidad de la ley general de la
acumulación capitalista y de la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia
para descifrar la tendencia epocal del capitalismo y su vigencia en el siglo XXI. Es
decir que la adjudicación de universalidad sin historicidad a El Capital genera una
contrafinalidad ineludible: a la hora de propulsar su vigencia la formulación se auto-
revierte y regresa, por la puerta de atrás, la caracterización de la falta de vigencia de
sus leyes históricas.
Desde esta ambivalencia en la especificación epistemológica de El Capital, Hein-
rich debilita su caracterización del marxismo ideológico puesto que ella es igualmente
ambivalente. Sin perder el alcance de su crítica al determinismo histórico, el principal
lado débil de su definición del marxismo ideológico35 consiste en que, desespecifi-
cando la caracterización epistemológica de Engels de la historicidad de El Capital,
indebidamente le adjudica ser el fundador de su lectura historicista.36 Cuando, en su

34
“En sí y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado, en su desarrollo, por los antagonismos
sociales que resultan de las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de
esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad”. Karl Marx, Prólogo a la 1ª edición de El
Capital, Libro I, Vol 1, Siglo XXI, México, 1975, p. 7.
35
Sin que deba hacerse caso omiso de su identificación acrítica de Lenin con el marxismo-leninismo que, en
verdad, fue un mito diseñado por el stalinismo para justificar la mundialización de las estructuras de poder de
los partidos comunistas a partir de adjudicarle a la polémica estrategia del “centralismo democrático” un carácter
universal, aplicable a cualquier tiempo y país, cuando la estrategia de un partido vertical en el que los campesinos
siguen a los obreros y éstos a una vanguardia de “revolucionarios profesionales” sólo es comprensible como el
intento específicamente ruso, o sea para nada mundializable, que Lenin ensayó para resolver un problema de
fondo irresoluble: el de la construcción de una revolución socialista en un país atrasado y esencialmente campesino
a principios del siglo XX. Rudi Dutschke, Lenin, Tentativa de poner a Lenin sobre los pies, Icaria, Barcelona, 1976.
36
Michael Heinrich, op. cit., p. 47.

24
Luis Arizmendi

reseña de la Contribución a la crítica de la economía política, Engels afirma que


en la exposición de Marx “el único método indicado era el lógico”, pero éste “no es, en
realidad, más que el método histórico despojado simplemente de su forma histórica
y de las contingencias perturbadoras”,37 está revelando que el entrecruzamiento del
orden lógico –desde el que el capitalismo se explica según su estructura funcional–
con el orden histórico –desde el que el capitalismo se explica según la dinámica de
su desarrollo– integra a aquel dentro de éste para descifrar la tendencia epocal de la
modernidad capitalista en general, sin abocarse a la forma singular del desarrollo
capitalista en una situación concreta o en cierto país. Con esta especificación epis-
temológica de ningún modo Engels está reduciendo historicistamente la Crítica de
la economía política, al revés, descifra su universalidad pero de modo complejo y
peculiar: dando cuenta de la unidad orgánica entre universalidad e historicidad en
la crítica al capitalismo de Marx.

2.2. La ambivalencia de la “nueva lectura” alemana sobre werthform


y la invisibilidad de la centralidad de la contradicción valor/valor de uso

La ambivalencia que suscita la caracterización de El Capital como un tipo ideal


de capitalismo lo impacta en su totalidad y afecta la argumentación desde su mismo
inicio. Desde la disquisición del capítulo 1º de El Capital ese impacto genera, sin que
se disuelva la herencia de la teoría crítica de la enajenación, un doble efecto negativo:
en primer lugar, integra un obstáculo epistemológico que impide asimilar suficiente-
mente la fundamentación histórico-materialista de la forma valor; en segundo lugar,
conduce a una parálisis de werthform que sustrae la historicidad de las formas del valor.
Rebasando la caracterización efectuada por Sombart y Bernstein38 de la forma
valor que identifica su abstracción como sinónimo de una abstracción puramente
discursiva, Heinrich, de modo coherente con la enajenación como plataforma de un
teatro histórico, subraya que en el acto del intercambio mercantil las personas “no

37
C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Vol. I, Progreso, Moscú, 1980, p. 528.
38
La desmaterialización del valor lleva a la desmaterialización del plusvalor en Bernstein: “Para medir el valor se
necesita una serie de abstracciones (…) De esta manera, el valor (…) pierde todo contenido y se convierte en una
construcción meramente lógica… Por esta razón es obvio que en el momento en que el valor trabajo se vuelve
únicamente una fórmula lógica o una hipótesis científica, con mayor razón el plusvalor se convierte en una mera
fórmula”. Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, Siglo XXI, México, 1982, pp. 142-143.

25
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

saben realmente lo que hacen”, pero eso no cancela que la abstracción que se juega al
definir la equivalencia entre productos mercantiles constituya una “abstracción real”.39
Sin embargo, pese a percibir la realidad de la abstracción, el acercamiento de la
Crítica de la economía política a un tipo ideal bloquea la asimilación suficiente del
fundamento histórico-material de la forma valor.
Desde Backhaus, el proyecto de “reconstrucción” de la obra de Marx ha estado
estructurado por un dualismo esencial compuesto por líneas de reflexión no sólo
disímiles sino contrapuestas, con las que, por un lado, efectivamente se trata de res-
tablecer la Crítica de la economía política a contracorriente de su destrucción reali-
zada por el “marxismo ideológico”, pero por otro, también se trata de reconstruirla a
contrapelo del mismo Marx. Sosteniendo que la confusión que desdibuja la diferencia
entre la economía política y su crítica la inició Marx, Backhaus va a debilitar tesis
trascendentales que, después de ser extraídas, conducirán a una desespecificación del
horizonte epistemológico de El Capital, contradictoriamente cuando se apuntaba a
su reconstrucción.
Al heredar a Backhaus, Heinrich continúa con ese proyecto e imprime su pro-
pia versión de ese dualismo. Su cuestionamiento al neopositivismo economicista
confronta certeramente la reducción del valor a una sustancia, esto es a un tiempo
laboral inmanente a las mercancías, independientemente de la relación entre sí, pero
yerra al plantear que esa reducción la incita Marx cuando define al trabajo abstracto
como desgaste natural de fuerza fisiológica laboral. Cuando Heinrich escinde dua-
listamente a Marx, de modo que contraviniendo la revolución científica que realiza
el Marx crítico presuntamente existe otro Marx continuador de la economía política,
desliza un quid pro quo que califica como naturalización de werthform40 lo que, más
bien, constituye la especificación del contenido material que permite y efectiviza su
funcionamiento. Ciertamente, el trabajo abstracto abre una “relación de validez” de
mercancías disímiles para alcanzar su equivalencia, pero esto de ningún modo significa
que la objetividad abstracta que integra la forma valor surja ex novo, es decir de la
nada, al margen de toda determinación material del proceso de reproducción social.
Fue Bolívar Echeverría quien reveló que el contenido de la forma valor reconfigura
e hipostasia una determinación ya contenida en la forma concreta del proceso de

39
Michael Heinrich, op. cit., pp. 63-64.
40
Ibid., pp. 66-67.

26
Luis Arizmendi

reproducción social: “La relación entre la objetividad social-natural y la objetividad


social de intercambio en el objeto mercantil es la relación entre una forma de existencia
básica y total del objeto (concreta) y otra derivada y parcial (abstracta)… La obje-
tividad social de intercambio en la mercancía no es otra cosa que uno de los niveles
de determinación propios de su objetividad social-natural: el nivel de determinación
abstracto-cuantitativo, pero separado de ella como estrato de existencia autónomo
y que se sobrepone a ella”.41 Lo que en las sociedades de escasez no antagónicas o
comunitarias, funcionando al interior de la forma concreta del proceso de reproduc-
ción social, constituye un principio de reciprocidad positiva, que Marx sintetiza en
la expresión “a cada quien según su trabajo”, en las sociedades de escasez, asociales
o basadas en la propiedad privada, con la forma valor como dimensión contrapuesta
al valor de uso, se autonomiza y reordena configurándose como un principio cósico
y anónimo, puramente abstracto y cuantitativo. Dicho de otro modo, en werthform
la reciprocidad, a través de la equivalencia como resultado de un combate en el que
todos intentan dar menos para obtener más terminando tablas, intenta abrirse camino
pero sin soberanía o autogestión social, a espaldas de los sujetos.
Desde lo que considero la fundación histórica de la lectura más avanzada de El
Capital, Bolívar Echeverría ha demostrado que Marx trasciende la economía política,
precisamente con la tridimensionalidad de su concepto werthform: tiene sustancia
(trabajo privadamente necesario o abstracto), magnitud (tiempo de trabajo social
medio) y forma de expresión (valor de cambio).42 El valor es una forma social porque
constituye una forma de resocialización específicamente cosificada de sujetos asociales.

41
Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986, pp. 79-80 (subrayados propios).
42
Antes de Marx las posiciones de la economía política se definían mediante dos polos en choque que unilateralizan
la concepción del valor. Reducir el valor a su sustancia, a un tiempo de trabajo privado contenido en las mercancías,
constituyó la peculiaridad de la teoría de Ricardo –cuyos contenidos frecuentemente son los que se le atribuyen a
Marx, desespecificando su teoría especialmente en el debate de la transformación de valores en precios–. El mirador
clásico pero fundado en la propiedad privada de Ricardo le impidió ver al tiempo de trabajo social, por eso, usó la
denominación “valor absoluto”. Implicando el absurdo de que entre más prolongada o enlentecida fuera la producción
de un objeto mercantil, más productos de otro tipo se podrían obtener en su intercambio. Resaltar ese absurdo
para oponerse al sustancialismo ricardiano fue la clave de la posición con que Bailey promovió el fenomenismo,
promulgando que el valor sólo existe como valor de cambio, o sea que únicamente existen intercambios mercantiles
sostenidos en proporciones regidas por el azar. Con este profundo retroceso la economía política vulgar condujo al
abandono del trabajo como fundamento del valor, preparando la muerte de la economía ricardiana que llevó al giro
hacia la teoría del valor-consumo con el marginalismo. Marx introdujo una revolución en la concepción del valor al
cuestionar la unilateralización contenida tanto en el sustancialismo como en el fenomenismo de la economía polí-
tica. De ningún modo, en su mirador persisten restos de economía política. Bolívar Echeverría, op. cit., pp. 89-96.

27
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Con ella, desde la producción invidente o sin plan, sujetos atomizados generan un
tiempo de trabajo abstracto, es decir un desgaste físico-intelectual de energía laboral
en general específicamente efectuado por propietarios privados, como sustancia
del valor que, mediante el lanzamiento del objeto mercantil a la esfera comercial en
el marco de un proceso siempre incierto, explora ser reconocida como socialmente
necesaria obteniendo, de lograrlo, forma de expresión. Esto significa que la sustancia
de valor es sólo la premisa, condición imprescindible pero siempre insuficiente de la
forma valor (werthform), ya que el valor sólo se realiza si alcanza forma de expresión
(form des werths). Si el objeto mercantil es tratado como socialmente innecesario, si
nadie está dispuesto a adquirirlo, la sustancia de valor es desvalorizada y, por tanto,
destruida con la inutilización del producto. Si ese objeto es reconocido como social-
mente necesario y, por tanto, consigue adquirir forma de expresión como valioso
para el cambio, viene una redefinición, anónima pero efectiva, para determinar no
de acuerdo con el tiempo de trabajo privado sino según el tiempo de trabajo social
medio la proporcionalidad del intercambio. En consecuencia, sin la sustancia, tanto
la magnitud como la forma de expresión del valor serían sencillamente imposibles.
La sustancia del valor constituye condición funcional interna sine qua non para la
existencia de werthform.
En la historia de la discusión internacional en torno al trabajo abstracto como
sustancia del valor ha existido un triple desvirtuamiento: 1) la identificación, plan-
teada por Sombart y Bernstein, del trabajo abstracto como una abstracción puramente
teórica –lo que anula la realidad de su abstracción–; 2) la identificación, formulada por
Bogdanov y Diehl, del trabajo abstracto como trabajo simple –lo que es cancelarlo al
confundirlo con una forma del trabajo concreto–, y 3) la identificación, introducida por
Kautsky, del trabajo abstracto como desgaste natural de fuerza laboral. En la historia
de la polémica internacional no fue Marx sino Kautsky quien, suprimiendo la sustancia
del valor como condición interna de una forma histórica exclusivamente funcional
en sociedades privatizadas, fundó la definición naturalista del trabajo abstracto.43
Lo más delicado consiste en que posicionar pero cercenadamente werthform
como piedra angular de la Crítica de la economía política, esto es, desde una rede-
finición asustancialista, funciona como un espejo con el que, a través de un rodeo,

43
Isaac Illich Rubin cuestiona muy bien los dos últimos desvirtuamientos del trabajo abstracto en su clásico
Ensayo sobre la teoría marxista del valor (Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1982, pp. 185-186).

28
Luis Arizmendi

se proyecta la invisibilización de la contradicción valor/valor de uso como núcleo


totalizador de El Capital.
La presencia de dos niveles de realidad en el objeto mercantil, la forma concreta
o el valor de uso y la forma abstracta o el valor, sintetiza en el objeto la presencia de
dos niveles de realidad que atraviesan la totalidad del proceso de reproducción social.
Mientras la forma social-natural o concreta del proceso de reproducción está regida
por un sentido positivo que unifica metabólicamente el circuito de producción, circu-
lación y consumo en función de una tendencia que apunta a realizar la afirmación de
la vida de la humanidad, la forma valor constituye una forma que intenta neutralizar
sin pretender superar el contrasentido radical que la propiedad privada instala en el
proceso de reproducción social. Werthform surge como una forma histórico-particular
que intenta suspender el peligro de muerte con el que la propiedad privada, por desco-
hesionar estructuralmente producción y consumo, amenaza el proceso de reproducción
social. Sin embargo lo único que logra es desdoblar los efectos repartiéndolos caótica-
mente sobre la sociedad: aquellos propietarios privados que, en medio de la anarquía
inmanente al mercado, contingentemente consiguen vender y comprar, alcanzan la
neutralización del contrasentido que la propiedad instala a la vida social, aquellos que
también contingentemente no consiguen vender o lo consiguen pero sin encontrar lo
que requieren comprar, justo debido a que la producción mercantil es ciega, padecen la
explosión de ese contrasentido histórico y la asfixia de necesidades.44 La forma valor
constituye una forma histórica que surge para hacer vivible la situación invivible que
significa la presencia de un peligro universal de muerte.
Cuando Heinrich cercena werthform, la plataforma y el alcance radical de la teoría
de la crisis de Marx se invisibilizan. Como disipa la centralidad de la contradicción
valor/valor de uso, cuando su “nueva lectura” aborda las leyes de la modernidad
capitalista, ya tiene colocada una premisa que ineludiblemente le impide identificar
en todos sus alcances el desciframiento de la crisis y su tendencia epocal en Marx.
Ahora que nos encontramos insertos en la gestación de la crisis epocal de mayores
alcances en la mundialización capitalista, es decisivo que el proyecto de actualización
de la Crítica de la economía política reconozca que la Teoría de la Crisis, lejos de
integrar sólo ciertos pasajes en ella, es justo la que la especifica y define en cuanto
tal. La Teoría de la Crisis atraviesa la totalidad de El Capital.

44
Bolívar Echeverría, “Comentario sobre el punto de partida de El Capital” y “Valor y Plusvalor”, op. cit., pp. 64-101.

29
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Ahora bien, el segundo efecto negativo de la caracterización de El Capital como


construcción de un tipo ideal de capitalismo reside en que se vacía la historicidad
de werthform. Esa historicidad está cargada de un doble sentido: hacia atrás, lleva
a descifrar su origen desde la forma simple del valor hasta la forma dinero mundial
para dar cuenta del proceso de formación y desarrollo del mercado internacional como
premisa histórica imprescindible para la génesis del capitalismo, a la vez que, hacia
delante, lleva de la ley del valor a las leyes de la modernidad capitalista para descifrar
su tendencia epocal.
Cuando Backhaus indaga el alcance del concepto forma en Marx poniendo énfasis
en que únicamente es comprensible en función de la inversión de un contenido social
que en ella se expresa pero se esconde, acierta en tanto busca que el planteamiento
de Lukács en torno a la mercancía como problema estructural central de la sociedad
capitalista sirva para demostrar que la forma valor es el fundamento de una enajena-
ción universal con la que el capitalismo apunta a dominarlo todo, mercantificándolo
y asignándole un precio. La existencia no sólo de la diferencia sino de la unidad de
forma y contenido, por tanto, de su unidad contradictoria, es aludida por Backhaus
para demostrar que con la mercantificación y el precio las cosas adquieren una forma
aparencial con la que ocultan e invierten el contenido que constituye la cosificación
universal en el capitalismo. El sentido crítico de su caracterización de la teoría del
valor como una teoría monetaria es denunciar la tendencia a la enajenación universal
en el capitalismo.45
No obstante, al definir el concepto forma en función del paralelismo del duplo
forma/contenido con el duplo apariencia/esencia, desacierta porque reduce la forma
a apariencia sin percibir que el concepto forma es la base de un proceso histórico de
formación. En este sentido, las formas del valor no retroproyectan hacia el pasado y
hasta las sociedades arcaicas los principios cósicos que caracterizan al capitalismo
–como equivocadamente formula Backhaus cuando contrapuntea las investigaciones

45
“Todo lo posible parece tener un precio –mercancías, servicios, trabajo, dinero, bienes muebles y terrenos– y
a un mayor número de medios de circulación se llama sin diferencia dinero: cambio, bienes, certificados banca-
rios, dinero en papel estatal y oro… La esencia debe aparecer, pero como aparece, no es la esencia: aparece
en forma invertida. En este sentido, Marx puede hablar de que la apariencia o forma oculta objetivamente las
relaciones sociales… La aplicación de la pareja de conceptos esencia y apariencia lleva a la transformación
de la teoría del valor en una teoría del dinero”. Hans-George Backhaus, “La crítica de la economía política”,
en revista Nueva Política, Vol. II, no. 8, 1980, pp. 243, 248 y 253.

30
Luis Arizmendi

de Marcel Mauss46 y Maurice Godelier47 con Engels y Marx–,48 más bien, descifran
la respuesta de las sociedades de escasez al surgimiento de la propiedad privada que
se activa como estrategia propiamente espontánea de sobrevivencia, dando pie a la
formación del mercado internacional. La mercancía y consigo la enajenación que
le es concomitante de ningún modo surge hasta la modernidad capitalista, aunque
no puede volverse universal y fundamento de una enajenación global hasta que se
desarrolla subordinada a ella. El mercado internacional tiene su origen desde la
Antigüedad, en el Mediterráneo en torno a Grecia y Roma. Pero en las sociedades
premodernas, las formas del valor acompañan y se insertan en formas históricas
de dominación no mercantiles. Sirven como medio de conexión entre Occidente
y Oriente de civilizaciones basadas en diferentes modalidades históricas de la
propiedad privada, a la vez que, especialmente en Occidente, sin ser preponderantes
pero tampoco secundarias o irrelevantes, son funcionales al desarrollo de formas de
dominación precapitalistas.49 Calificar El Capital como un tipo ideal de capitalismo

46
Marcel Mauss, Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas, Katz
Editores, Buenos Aires, 2009.
47
Maurice Godelier, Antropología y Economía, Barcelona, Anagrama, 1976.
48
Hans-George Backhaus, op. cit., p. 235.
49
A la hora de conceptualizar y diferenciar los proyectos de esclavitud en la Antigüedad desde El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado de Engels y los Apuntes etnológicos de Karl Marx (Siglo XXI, México,
1988) –en los que se sustenta aquel texto de Engels–, puede distinguirse el proyecto de una esclavitud do-
méstica propia del periodo homérico –en el que las formas del valor aún no desmontan el fundamento agrícola
sedentario de la gens y, por tanto, las esclavas, como se describe en La Odisea, se remiten a cumplir funciones
de sirvientas–, del proyecto de una esclavitud artesanal-comercial o ateniense –en el que el desarrollo de las
formas del valor funda el mercado internacional, de modo que los esclavos se concentran en la pólis, no en el
campo, y se les explota específicamente para generar una diversidad de productos que se lanzan al mercado
mediterráneo pero con el objetivo no de producir ganancias y acumular capital sino de incrementar la riqueza
concreta de sus amos–. Lo peculiar de este segundo proyecto consiste en que sin ser dueños de su fuerza
de trabajo, de la que más bien otros son propietarios, los esclavos producen desde la ciudad para el mercado
internacional, dentro de una forma histórica en que las formas del valor se insertan y son funcionales a formas
sociales de dominación no mercantiles. Más aún, cabe diferenciar la esclavitud agrícola inespecífica o esparta-
na –en la que, sin dejar de existir un régimen sumamente violento, se conceden casa, medios de producción,
bienes y hasta la oportunidad de procrear familia a los esclavos, a cambio de rendir plusproducto agrícola no
mercantil al Estado, ya que son propiedad pública y no de un señor–, de la esclavitud agrícola específica o
romana –en la que, como resultado de un Estado militarista, se constituyen amplios latifundios, no comerciales,
que obtienen su fuerza de trabajo de la esclavización no de miles sino de millones de prisioneros de guerras
de conquista–. Aunque con esta última los esclavos no producen ante todo para el mercado mediterráneo, son
movilizados en cantidades masivas a través de sus circuitos de compra/venta internacionales, de modo que
las formas del valor son funcionales a la esclavitud romana. El centro internacional del comercio de esclavos
con Roma radicaba en Delos, que, desbordando los 4 mil esclavos al año que arribaban a Atenas, en sus mo-
mentos cumbre comerciaba diariamente 10 mil esclavos. Las formas del valor erosionan en tal magnitud la vida

31
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

y, desde ahí, concebir werthform, integra un obstáculo epistemológico para vislum-


brar suficientemente el fundamento histórico-material del origen y el desarrollo de
las formas del valor.
La herencia del proyecto de reconstrucción de la Crítica de la economía política
fundado por Backhaus, en consecuencia, marca de modo ambivalente al mirador de
Michael Heinrich, puesto que, por un lado, hereda la teoría crítica de la enajenación
y desde ahí conceptualiza la forma valor, a la par que por otro, vacía a werthform de
su historicidad hacia atrás y hacia adelante.

2.3. La ambivalencia de la “nueva lectura” alemana de la Teoría de la Crisis


en El Capital

Reconocer la universalidad crítica de El Capital pero a costa de suprimir su histo-


ricidad acarrea la invisibilización de la vigencia de la ley general de la acumulación
capitalista y de la tendencia descendente de la tasa de ganancia como leyes que rigen

social que, destruyendo el fundamento del comunismo arcaico, impulsan la mercantificación de la tierra –cuyo
surgimiento describe Hesíodo en Los trabajos y los días–, pero desde ella, en Roma, a diferencia de Grecia,
se propulsa la esclavización de ciudadanos libres sin que el Estado le ponga un límite legal. En el marco de la
esclavitud romana, el dinero está ahí como equivalente general que dinamiza la circulación de la riqueza, pero
al servicio de una forma de enriquecimiento centrada en una lógica no mercantil. Como puede constatarse des-
de esta interpretación de los textos de Marx y Engels, cuando conceptualizan la historicidad de las formas del
valor son enteramente concientes de que en su desarrollo concreto sucede su ininterrumpido entrecruzamiento
con formas sociales no mercantiles. De ningún modo retroproyectan hacia el pasado principios de cosificación
propios de la modernidad capitalista.
Antes del surgimiento de las sociedades antagónicas, en el curso del paleolítico, el entrecruzamiento de las
formas simple, total y general del valor con las formas comunitarias provoca que el principio del intercambio
mercantil entre y salga del escenario del mundo social arcaico sin conseguir consolidarse. Contradictoriamente,
es funcional al intercambio entre comunas, a la vez, que erosiona su fundamento centrado en el valor de
uso. En ese proceso, la equivalencia, a contrapelo de la retroproyección que Backhaus le atribuye a Marx,
no puede desplegarse más que como una tendencia siempre aproximativa e inestable. Al llegar el desarrollo
técnico a un punto que multiplica el excedente vuelve imprescindible, para dinamizar el juego de intercambios,
el origen de la forma dinero. La consolidación de esta forma, que la esclavización necesariamente propicia
con Grecia y Roma, va a suceder invariablemente manchada con sangre.
En conclusión, en la sección 1ª de El Capital al dar cuenta de la historicidad de las formas del valor, desde la
forma simple hasta la forma dineraria e, incluso, hasta la forma dinero mundial, para descifrar el fundamento
histórico-material que propicia el surgimiento de la mercancía y la tendencia que su desarrollo conlleva a
la formación del mercado internacional, Marx tiene que indagar la forma valor en términos de su desarrollo
general sin yuxtaponerla con su desarrollo específico singular, lo que no significa que desconozca la marcha
de sus complejos entrecruzamientos con formas sociales no mercantiles. Esta conceptualización la he plas-
mado como parte de un trabajo que aún no he publicado cuyo título es El antievolucionismo de Marx y Engels.

32
Luis Arizmendi

la tendencia epocal de la modernidad del capitalismo, contradictoriamente, justo


cuando se trataba de constatar la actualidad de este magnum opus.
Al aproximarse a la ley general de la acumulación capitalista resulta sumamente
positivo que, buscando dotarla de fundamentación científica para cuestionar al capita-
lismo europeo, Heinrich no reduzca esta ley a una dinámica creciente e irreversible de
depauperización absoluta de los dominados modernos. Comprendiendo desde El Capital
una visualización de la era que es más nítida en los Grundrisse, percibe que la tendencia
ascendente de la tasa de plusvalor no es sinónimo de tendencia descendente de la tasa
salarial. Vislumbra que, a través de la modernización tecnológica, es inapelablemente viable
elevar la productividad abstracta generando un doble efecto: el aumento del plusvalor,
ante todo relativo y extraordinario, acompañándolo con el aumento del salario, en lugar
de suscitar depauperización absoluta de los trabajadores modernos.50 En los Grundrisse,
se descifra esa viabilidad construyendo como complemento central del concepto plusva-
lor relativo el concepto salario relativo. Se revela que es perfectamente posible no sólo
mantener constante sino incluso acrecentar el salario real, esto es la base de valores de uso
que se adquieren con el salario nominal moderno, a la par que decrece el salario relativo,
esto es la parte del producto de valor dedicado a generar el equivalente al salario desde
la jornada laboral. La conclusión que deriva de esa mirada desde Marx es incisiva: en los
capitalismos metropolitanos, en efecto, a los dominados modernos se les proporciona un
salario real considerablemente mayor en comparación con el que existe en los capitalis-
mos periféricos, pero, lejos de constatar debilitamiento alguno de la explotación, en ellos,
por situarse a la vanguardia de la técnica planetaria, se imponen la tendencia hacia una
tasa de plusvalor mayor al mismo tiempo que un principio rector que, con certeza, Rosa
Luxemburg denominó la “ley de la caída tendencial del salario relativo”.51
Sin embargo, al adaptarla para realizar el cuestionamiento del capitalismo europeo,
Heinrich introduce una lectura eurocentrista y más bien germanocentrista de la ley
general de la acumulación capitalista, con la que no sólo cierra la perspectiva que esa
ley abre para conceptualizar al capitalismo periférico en América Latina, gran parte de
Asia y África, sino que bloquea vislumbrar la tendencia epocal de la mundialización
capitalista en nuestra era.

50
Michael Heinrich, op. cit., pp. 132-138.
51
Roman Rosdolsky fue el primero en saber resaltar la teoría de Marx sobre el salario relativo, Génesis y
Estructura de El Capital de Marx, Siglo XXI, México, 1978, pp. 329-332.

33
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

El apotegma De te fabula narratur (A ti se refiere la historia)52 con el que Marx


anuncia la tendencia de los capitalismos de la periferia, no cabría ser leído como
si anunciara el camino, en verdad imposible, de desarrollar los estados de esos ca-
pitalismos como un doble de los estados europeos. Al analizar la marcha de la ley
general de la acumulación capitalista como ley mundializada, sin circunscribirla a
la historia europea pero tampoco excluyéndola, puede apreciarse que la relación de
poder que los capitalismos de la metrópoli despliegan sobre los capitalismos de la
periferia instaura una rapport de forces desde la técnica planetaria en la que, como
compensación al tributo sistemático que éstos tienen que rendirle a aquellos a través
de la renta tecnológica, se impone como una tendencia la violación sistemática de
la ley del valor en la relación capital/trabajo y, por tanto, la propulsión a deprimir
tanto el salario relativo como el salario real en los capitalismos de la periferia. Su
incapacidad para salir del subdesarrollo y la crisis de la soberanía de sus Estados no
es, por encima de todo, el resultado de políticas estratégicamente equivocadas: es el
producto ineluctable de la estructura jerárquica de poder que se despliega desde la
técnica planetaria.
Pero con la marcha del “progreso” capitalista la sobre-explotación, esto es la
instalación sobre la explotación de plusvalor de un mecanismo distinto, el de expro-
piación de porcentajes del valor necesario al salario por violación de la ley del valor
en la relación del capital con los dominados modernos ha dejado de ser un fenómeno
propio de las periferias y sus migrantes.
Con base en una intelección que funda el desciframiento de la unidad entre universa-
lidad e historicidad en El Capital, Bolívar Echeverría dio un significativo paso adelante
al identificar el trend secular del capitalismo desde la ley general de la acumulación
capitalista como ley mundializada. Su examen de la marcha del progreso tecnológico
subsumido realmente por el capitalismo comprueba que no puede más que instaurar
una combinación esquizoide, cada vez más radical, de progreso y devastación. Cada
victoria alcanzada por los domini modernos, esto es, los capitales transnacionales
posicionados a la vanguardia de la innovación de la técnica planetaria, derrotando
las estructuras defensivas de las naciones periféricas, la esgrimen para agudizar en todas las
latitudes la confrontación de los dominados modernos. El ágil traslado del capital para
migrar de un país a otro sobre un mercado de capital globalizado le permite, pese a que

52
Prólogo a la 1ª edición alemana de El Capital, Libro I, vol. 1, Ed. Siglo XXI, México, 1975, p. 7.

34
Luis Arizmendi

el mercado laboral se encuentra desglobalizado, enfrentar mundial y ascendentemente


a los trabajadores de los más diversos países sin que ellos tengan necesariamente que
migrar. La mundialización de la técnica moderna, que podría tener otro sentido histórico,
es usada como una plataforma con la que el capitalismo avanza crecientemente en la
mundialización de la sobre-explotación de la fuerza laboral.53Admisión de la sobre-
explotación o desempleo, he ahí la encrucijada a la que la marcha de la modernidad
capitalista enfrenta cada vez con mayor intensidad a los dominados modernos de todo
el orbe, no sólo de la periferia. El tránsito del siglo XX al XXI constata esa dirección
ya que, en especial desde la revolución informática y ahora con la crisis del Estado
social en Europa, hemos empezado a testificar la gradual pero ofensivamente expan-
siva imposición de la violación de la ley del valor en la relación capital/trabajo en los
capitalismos de la metrópoli. No cabe duda, lo que Europa fue hacia mediados del siglo
XIX, la modernidad capitalista como plataforma de una polarización radical con la cual
al lado de un enorme sistema industrial de fábricas automatizadas o tecnocientíficas,
se constituye un enorme ejército internacional de reserva, con una ingente producción
de riqueza una ingente producción de miseria; es el espejo de nuestro tiempo que tiende
a configurar esa tragedia con una dimensión geohistórica mucho mayor: proyectando lo
que significa la combinación esquizoide de progreso y devastación, la reedición de 1848
constituye el escenario hacia el que la ley general de la acumulación capitalista empuja al
siglo XXI, pero ahora como tendencia epocal de su despliegue como ley mundializada.54

53
Justo por la polémica implícita que contiene con la perspectiva braudeliana, no es casual que Bolívar
Echeverría expusiera este trend secular en una conferencia que impartió, al lado de Giovanni Arrighi, en
el Fernand Braudel Center en Nueva York. Véase la traducción que realicé, junto con Vianey Ramírez, de
“Renta Tecnológica y Capitalismo Histórico” (publicada originalmente en la revista de la que soy director,
Mundo Siglo XXI no. 2, CIECAS, IPN, México, 2005, pp. 17-20 y luego, con el título “Renta Tecnológica y
Devaluación de la Naturaleza” en su libro póstumo Modernidad y blanquitud, Era, México, 2010, pp. 35-41).
Para poner al descubierto todos sus alcances, esa fundamentación requiere unificarse triangularmente con
las tesis contenidas en el apéndice de Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social (coedición
UNAM/Nariz del Diablo, Ecuador, México, 1995, pp. 96-101) y los últimos pasajes del ensayo “Clasificación del
plusvalor” de El Discurso crítico de Marx (Era, México, 1986, pp. 125-136).
54
Contrariando la afirmación con la que Heinrich cree que “el aumento tendencial del ejército de reserva supuesto
por Marx no se puede fundamentar de manera rigurosa” (op. cit., p. 136), la existencia de más de un cuarto de
millón de slums, es decir, de áreas urbanas hiperdegradadas, que conforman auténticos agujeros de degrada-
ción social como ciudades-miseria, se ha instalado y expandido tanto en el ex Segundo Mundo como en el ex
Primer Mundo, no sólo en lo que se conoció como Tercer Mundo el siglo pasado: es una prueba inapelable de
que constituye una peculiaridad del siglo XXI la mundialización de la pobreza. He abordado esa peculiaridad
histórica en “Concepciones de la pobreza en la fase del colapso del capitalismo neoliberal”, incluido en Verónica
Villarespe (Coord.), Pobreza: concepciones, mediciones y programas, IIEc, UNAM, 2010, pp. 15-30.

35
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Ahora bien, cuando, redondeando la ley general de la acumulación capitalista


–que es la ley de la marcha de la relación capital/trabajo–, Heinrich pasa a tratar la
ley que da cuenta del impacto decisivo de la competencia estratégica en la relación
capital/capital para impulsar la continua innovación tecnológica, esto es, la ley de la
tendencia descendente de la tasa de ganancia, las inconsistencias que va sumando a
lo largo de su lectura ambivalente de El Capital como un tipo ideal de capitalismo
se sintetizan y estallan. El vaciamiento de su historicidad auto-revierte en tal medida
el proyecto dirigido a constatar la vigencia universal de este magnum opus que, por
cancelar la actualidad de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, Heinrich
mismo invierte su crítica a las Teorías del Imperialismo como versión del marxismo
ideológico y, sin nombrarlas, reintroduce pero por la puerta de atrás su tesis central.
En el marco del debate internacional en torno a la tendencia descendente de la
tasa de ganancia, Joan Robinson y Paul Sweezy la cuestionaron extrayendo la carac-
terización de la tendencia epocal de la modernidad capitalista que esa ley descifra
de un modo muy peculiar: justo a partir de invisibilizar esa extracción bajo una
discusión matematicista en torno a la tasa de plusvalor como una variable impres-
cindiblemente constante para que la caída de la tasa de ganancia pudiera acontecer.55
Desde el marxismo clásico, Rosdolsky rebatió reimprimiéndole historicidad a esta
ley al demostrar que, exactamente al revés, la tendencia descendente de la tasa de
ganancia tiene como fundamento la tendencia ascendente de la tasa de plusvalor.56
Contrariando su crítica al economicismo neopositivista, Heinrich retrocede y desliza
la invisibilización de la vigencia de esta ley con ese mismo método de sustracción
de historicidad. Suprime su carácter de tendencia epocal al impugnarla desde un
cuestionamiento matematicista que, presuntamente, descubre que si el capital global
invertido cae porque el incremento del capital constante es menor al decremento del
capital variable suscitado por la reducción de trabajadores empleados, la tasa de ga-
nancia asciende en lugar de descender.57 Su descubrimiento es inviable en términos

55
Paul Sweezy, Teoría del Desarrollo Capitalista, FCE, México, 1984, pp. 109-122; Joan Robinson, Introducción
a la economía marxista, Siglo XXI, México, 1986, pp. 57-64.
56
Roman Rosdolsky, op.cit., pp. 440-454.
57
“Si el número de fuerzas de trabajo disminuye (…), en algún momento disminuye también la masa de
plusvalor producida… Una masa de plusvalor decreciente sólo indica con seguridad una caída de la tasa de be-
neficio si el capital global (…) no cae a su vez… Si el capital constante no aumenta tanto como para igualar
la reducción del capital variable, entonces disminuye el capital global adelantado… Tenemos una masa de
plusvalor decreciente con capital decreciente. El que caiga la tasa de beneficio depende de qué caiga más

36
Luis Arizmendi

históricos. El matematicismo ahistoricista le impide vislumbrar que la tendencia del


desarrollo capitalista de ningún modo apunta a que la inversión de capitales adelan-
tados decrezca. La competencia estratégica entre capitales por control del mercado y
mayor tasa de acumulación, sistemáticamente los empuja hacia el crecimiento de la
medida mínima para activar o invertir capital. La economía de capital constante puede
enlentecer pero nunca detener la tendencia descendente de la tasa de ganancia.58 El
problema en su lectura de esta ley es aún más profundo, ya que, Heinrich, mutatis
mutandis, reedita la desespecificación esencial que se jugaba en Robinson y Sweezy:
extraviado en escenarios matemáticos vaciados de historicidad, no percibe que la
tendencia descendente de la tasa de ganancia lejos de tener como supuesto una masa
de plusvalor constante o incluso descendente, en sentido contrario, contiene como su
fundamento la tendencia ascendente tanto de la tasa como de la masa de plusvalor.59

rápido, la masa de plusvalor o el capital adelantado. Si cae más rápido la masa de plusvalor, baja la tasa de
beneficio; si cae más rápido el capital adelantado, sube la tasa de beneficio, a pesar de la disminución de la
masa de plusvalor… Eso no significa que la tasa de beneficio no pueda caer, es perfectamente posible que
caiga, pero también puede aumentar… Al contrario de lo que Marx pensaba, no podemos partir de una ley
de la caída tendencial de la tasa de beneficio”. Michael Heinrich, op. cit., p. 157-158.
58
En los Grundrisse, Marx demuestra que la inevitabilidad del crecimiento del capital constante proviene de que el
progreso tecnológico tiene que ser sistemáticamente más poderoso para generar un ascenso efectivo aunque
cada vez más problemático de la tasa de plusvalor. La profunda divergencia que en la modernidad capitalista existe
entre la productividad concreta y la productividad abstracta funda la tendencia a una valorización crecientemente
ascendente pero gradualmente menor, ya que, el acrecentamiento del poder de las fuerzas productivas incrementa
el plusvalor, pero el plusvalor nunca crece en la misma medida en que aquellas incrementan su poder. Por ejemplo,
si se duplica la productividad concreta y concomitantemente se reduce a la mitad el valor necesario, correspondiente
al salario obrero, el plusvalor de ningún modo se duplica, sólo se acrecienta absorbiendo la otra mitad de lo que
previamente era valor necesario. En consecuencia, mientras mayor sea la tasa de plusvalor con anterioridad a la
multiplicación del poder de las fuerzas productivas, mayor dificultad tendrá el capital para incrementar esa tasa.
Contrariando la visión de Heinrich, la tendencia del progreso tecnológico de la modernidad capitalista exige un
sistemático crecimiento del capital constante para contrarrestar la tendencia a una valorización crecientemente
ascendente pero gradualmente menor. Karl Marx, Grundrisse, Libro 1, Siglo XXI, México, 1982, pp. 276-282.
59
Heinrich no diferencia el análisis de la relación de transfiguración entre tasa de plusvalor y tasa de ganancia
que se efectúa en el cap. 3º y la sección 3ª del Tomo III de El Capital. Demostrando la irresolución de esa
relación en el máximo ponente de la economía clásica, Marx muestra que una doble ambivalencia atraviesa la
concepción de Ricardo en torno a la tasa de ganancia. En primer lugar, Ricardo reconoce y desconoce la existencia
del plusvalor. Lo reconoce cuando explica a la clase dominante moderna el concepto ganancia, puesto que
de esa concepción derivan pautas de acción para desarrollar al dominio capitalista. Lo desconoce cuando
explica el concepto salario, puesto que mistifica para la clase dominada moderna la explotación definiendo
este ingreso como pago por todo el trabajo realizado. En segundo lugar, incluso cuando reconoce la explota-
ción, Ricardo de todos modos introduce una mistificación: como identifica la tasa de plusvalor con la tasa de
ganancia, escamotea el reconocimiento de la auténtica magnitud de la explotación de la que es objeto la clase
trabajadora moderna. Como mide la relación del plusvalor con el capital variable, no con el capital total como le

37
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

En este sentido, la explosión cíclica de las crisis en la acumulación capitalista para


nada sucede debido a que el capitalismo tienda a debilitar la explotación de los domina-
dos modernos. Esquizoidemente, sucede porque justo el proceso que el capital requiere
para desarrollar la explotación global del plusvalor, el progreso de la técnica moderna,
es el mismo que desata tendencialmente la caída de la tasa internacional de beneficio.
De la crítica consistente a las Teorías del Imperialismo non sequitur el vacia-
miento de la historicidad de esta tendencia descendente. Cuando Heinrich insiste en
este vaciamiento configura la premisa de un retroceso que pone en jaque su propio
proyecto heurístico en torno a la Crítica de la economía política. Como realiza un
cuestionamiento frontal al horizonte de las Teorías del Imperialismo, no podría haberse
planteado un retorno abierto a ellas, por eso lo efectúa de un muy peculiar modo no
convencional, a través de la conformación de dos líneas de pensamiento, una en la
que critica y otra en la que retrocede hacia las Teorías del Imperialismo, líneas que más que
correr paralelamente se entrecruzan al modo de un zigzag e, incluso, se yuxtaponen.
Desde el concepto werthform Heinrich pone al descubierto la incoherencia que
existe entre la teoría imperialista de Lenin y la Crítica de la economía política de Marx.
Después de subrayar incisivamente que “hay que tener cuidado cuando se afirma que
ahora se trata de un capitalismo completamente distinto” y que es necesario cuestionar
las Teorías del Imperialismo por formular el tránsito del “capitalismo de la competencia
al capitalismo del monopolio”, ya que, desde ahí, concluyen que “ya no es el valor lo que
domina la economía, sino la voluntad de los monopolistas”, por lo que, confunden “los
intentos de planificación” de los capitales individuales con una inexistente “transforma-
ción fundamental del proceso social mediado por el valor”. Lo que acompañan, con la
supresión de la complejidad del Estado moderno al “reducirlo a un mero instrumento

corresponde a la tasa de ganancia, la tasa de plusvalor es sistemáticamente mayor a aquella. Esa diferencia
es la que Ricardo desconoce. Ahora bien, la incoherencia de Ricardo es coherente porque los dos sentidos
de su ambivalencia se complementan para desarrollar el dominio capitalista. Una concepción científica de la
relación entre estas tasas en la Crítica de la economía política necesitaba ser firmemente coherente. Cons-
truir esa coherencia llevó a Marx a elaborar un doble análisis: un análisis puramente matemático o sincrónico
–esto es, sin cronos o devenir histórico– y un análisis diacrónico o tendencial de la relación entre las tasas
de plusvalor y ganancia. Dedicó el cap. 3 a su análisis sincrónico, demostrando que ambas tasas pueden
variar en el mismo sentido o en sentidos contrarios, así como en muy diversas proporciones, conforme varían
sus elementos constitutivos. Mientras que la sec. 3ª presenta el análisis diacrónico descifrando la tendencia
descendente de la tasa de ganancia como expresión transfigurada de la tendencia ascendente de la tasa de
plusvalor. Heinrich invisibiliza la diferencia y complementariedad crítica de estos análisis de distintos órdenes
por vaciar de historicidad el magnum opus de Marx.

38
Luis Arizmendi

de estos monopolistas”. Y, más aún, con la invención del Imperialismo como una fase,
para deslizar la justificación del determinismo histórico que anuncia un presunto colapso
indetenible, cuando “el interés global capitalista a nivel internacional por medio de la
presión económica, política y militar (…) no es un estadio particular en la evolución del
capitalismo”. De modo que, “lo que Lenin pretendió que fuera una continuación
del análisis de Marx tiene como resultado algo que ya no tiene casi nada que ver con su
crítica de la economía política”.60 Después de todas estas disquisiciones que constituyen
un significativo paso adelante, Heinrich titubea, formula una contradictio in objecto
y da un significativo paso atrás. Contraviniendo antitéticamente su cuestionamiento a
las Teorías del Imperialismo, reintroduce, pero sin nombrarlas, la tesis central de ellas
respecto de la existencia de una presunta discontinuidad histórica entre el siglo XIX
y el siglo XX que suscitó una mutación esencial para el capitalismo. Enarbolando esa
discontinuidad Hilferding, con su tesis en torno al imperialismo monopolista, enunció
la caducidad de la ley de valor y Lenin continuó en esa línea, pero sin formular de
modo explícito el ineludible reemplazo de la ley de la tendencia descendente de la tasa
de ganancia que esa caducidad de modo implícito presupone. Fueron Baran y Sweezy
quienes redondearon las Teorías del Imperialismo diseñando su reemplazo por la ley del
excedente creciente del capitalismo.61 Resulta paradójico que, pese a la crítica directa a
Sweezy, a través de un rodeo, Heinrich recaiga en su perspectiva. En conclusión, luego
de entrecruzarse, estas dos líneas de pensamiento dejan de hacerlo y, conformando
la peculiaridad de la reedición de las Teorías del Imperialismo en la versión Michael
Heinrich, terminan yuxtaponiéndose para desembocar en una contradictio in subjecto
que provoca el colapso de su proyecto heurístico cuando afirma: vigencia de la ley del
valor y del capitalismo medio ideal, pero caducidad tanto de la ley general de la acu-
mulación capitalista como de la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia
o, lo que es lo mismo, actualidad inactual del concepto capitalismo de El Capital.62

60
Michael Heinrich, op. cit., pp. 219-220.
61
Paul Baran y Paul Sweezy, El Capital monopolista, Siglo XXI, México, 1986, pp. 47-66. Jorge Veraza es
quien ha dado cuenta consistente y puntualmente de las desventuras de la negación de la ley de la tendencia
descendente de la tasa de ganancia en las Teorías del Imperialismo. Véase su libro Para la crítica del Teorías
del Imperialismo, op. cit.
62
Desde la reedición de la discontinuidad histórica en el capitalismo, Heinrich se ve obligado a retroproyectar
esta explosiva contradictio in subjecto hacia el siglo XIX. Caracteriza, entonces, la teoría de la crisis de Marx
por una actualidad inactual no hasta el siglo XX sino desde su origen. Evidenciando su retroceso hacia las
Teorías del Imperialismo y contraviniendo su formulación de werthform y el capital industrial como fundamento,

39
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

Por vaciar de historicidad el concepto capitalismo de El Capital, a partir de


reducirlas a simples escenarios probables, Heinrich invisibiliza estas leyes como
tendencias seculares, no lineales pero implacables, que configuran, cada vez más
inestable y riesgosamente, la modernidad capitalista como combinación esquizoide
de progreso y devastación, es decir, suprime su estatus como tendencias de una era.
Mientras la ley general de la acumulación capitalista permite abrir el desciframiento
del impacto de la dialéctica progreso/devastación sobre el proceso de reproducción
vital de la sociedad planetaria, la ley de la tendencia descendente de la tasa de ga-
nancia permite descifrar la dialéctica progreso/devastación sobre la modernización
tecnológica y el desarrollo económico de la mundialización capitalista. De ninguna
manera, como asume Heinrich, ésta segunda ley es puramente constatable en el siglo
XIX en ciclos de corta duración, ni se desvanece como tendencia desde el siglo XX.63
Constituye la legalidad que da cuenta de la configuración global que adquiere la cen-
tralidad de la contradicción valor/valor de uso como principio rector del desarrollo de la
modernización capitalista. Expresa el conflicto nuclear que atraviesa desgarradoramente

Heinrich reposiciona al capital bancario como centro o, para decirlo en sus términos, como “instancia directiva
de la economía capitalista”. Desde ahí, desaprovecha tener al alcance los manuscritos originales de los Libros
II y III leyéndolos como la presunta prueba de que la teoría de la crisis de Marx es inconsistente desde su
nacimiento, supuestamente, debido a que dejó el análisis del sistema bancario y creditico más allá de
su proyecto crítico. Op. cit., pp. 168-178 y “Engels’ Edition of the Third Volume of Capital and Marx’s Original
Manuscript”, Science & Society, Vol. 60. No. 4, Winter 1996-1997, 452-466.
La compleja dialéctica entre sobreproducción y sobrefinanciamiento que, como coautores orgánicos de
la sección 5ª del Libro III, descifran Marx y Engels es, así, desafortunadamente invisibilizada. Heinrich hizo
esto justo en la antesala de la crisis mundial contemporánea que está constatando su vigencia. A diferencia
de la dislocación entre la teoría de la crisis y la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia que
fundó Hilferding –llevándose el fundamento de aquella a una inadecuada proporcionalidad en la producción
sectorial que sería contrarrestable por la planificación al interior del “capitalismo organizado”–, la dislocación que
realiza Heinrich pretende mantener cierta conexión entre las teorías de la crisis y la sobreproducción. Pero
su conexión, aunque bajo otra forma, reposiciona con el capital bancario el centro de mando del capitalismo
en la circulación. Es la consecuencia final de su teoría monetaria de werthform o, mejor dicho, de una teoría
que ha perdido la centralidad de la contradicción valor/valor de uso como núcleo de la crítica al capitalismo.
Al interior del debate alemán en torno a El Capital, no es casual que Elmar Altvater, quien tiene una versión
propia del valor de uso como su plataforma, sin introducir choque con los manuscritos preparatorios originales
ni enfrentar a Engels con Marx, realice una lectura contrapuesta a la de Heinrich. Por la indudable importancia
de su contribución en torno a la vigencia de El Capital en el siglo XXI, debido a que conceptualiza con base
en la sec. 5ª del Libro III la dialéctica entre sobreproducción y sobrefinanciamiento y, a partir de ahí, analiza,
incisiva y pedagógicamente, las crisis financieras desde de la crisis de la deuda del Tercer Mundo hasta la
crisis actual, traduje su ensayo “Análisis crítico de la crisis financiera global” (Mundo Siglo XXI no. 20, CIECAS-
IPN, México, 2010, pp. 27-37).
63
Michael Heinrich, op. cit., p. 173-174.

40
Luis Arizmendi

a la modernidad realmente existente instalando el choque, cada vez más conflictivo, de


la tendencia positiva hacia la automatización total del proceso productivo propia de la
modernidad y la tendencia de sentido contrario a un autosabotaje esquizoide que le impone
el capitalismo. Mientras la modernidad apunta a consolidar el fundamento sui generis que
la define como era, conduciendo la sustitución del sujeto en la transformación del objeto
de trabajo hacia su triunfo pletórico con la automatización total del proceso productivo,
el capitalismo le imprime dos sentidos de rumbo contrario a la modernidad realmente
existente; por un lado propulsa la modernización incesante del sistema económico pero,
desgarradoramente, por otro, impone una y otra vez la devastación no sólo como resultado
de una voracidad abstracta indetenible sino como necesidad epocal de su persistencia.
Porque para el capitalismo la automatización total del proceso productivo constituiría su
derrumbe, por anular la explotación internacional de plusvalor: apunta hacia ella como
un límite en el significado lebniziano del término, esto es, como un punto al que tiende
pero al que requiere imposibilitar y bloquear su arribo, como un punto al cual acercarse
cada vez más exige justo devastar las bases tecnológicas de ese acercamiento. Fundar y
promover la modernidad pero no en la búsqueda realizadora de sus mejores potenciali-
dades históricas, sino con un recorrido que sólo puede persistir desde su cercenamiento y
su traición o, en otras palabras, unificar inextricablemente modernidad y devastación, en
eso reside la especificidad histórica de la modernidad con el capitalismo. Diferenciándose
de la modernidad que como era podría adquirir una configuración basada en diversos
proyectos transcapitalistas de afirmación, el capitalismo no puede vivir si no es a partir
de imponerle un autosabotaje cada vez más inestable y amenazador.
Contrastando con el mirador de Heinrich, el siglo XX constató de modo arrollador
la vigencia de la combinación ambivalente de progreso y devastación que rige la ten-
dencia descendente de la tasa de beneficio. Después del apogeo abierto desde la última
década del siglo XIX, la gran crisis de 1929 y su complemento indispensable, la Segunda
Guerra Mundial, fueron la premisa del periodo ulterior de auge que conformaron los
trente glorieuses. La crisis de los setenta-noventa del siglo pasado y la activación de la
guerra comercial con el capitalismo cínico, destruyendo ramas fabriles y cercenando
el proceso de reproducción social bajo una forma diferente pero similar a una guerra
militar, constató que, debido a que permite reatraer trabajadores a la producción des-
pués de expulsarlos de ella por el avance del progreso tecnológico, la devastación es
la premisa que el capitalismo imprescindiblemente requiere para reactivar sus ciclos
económicos. Al lanzar una mirada panorámica a la marcha de la modernidad realmente

41
Los claroscuros de la “nueva lectura” de El Capital en Alemania

existente, la tendencia descendente de la tasa de ganancia constituye la legalidad que


permite aprehender la tendencia de largo plazo que unifica revoluciones tecnológicas
y grandes crisis en la totalidad de la historia económica del capitalismo.64
El siglo XXI es en el que se encuentra en curso el choque más radical de progreso y
devastación. Nunca la historia de la modernidad había estado tan avanzada, pero tampoco
nunca estuvieron puestos en jaque tan radicalmente los fundamentos de la vida civilizada.
Aunque, teniendo al alcance los manuscritos originales de Marx, Heinrich percibe los
conceptos subsunción formal y subsunción real del trabajo al capital y explora su vínculo
con el trabajo productivo e improductivo,65 el vaciamiento de historicidad los impacta im-
pidiendo identificarlos como plataforma de una periodización de la modernidad capitalista
y, más aún, como fundamento de una tendencia epocal. Desde la historicidad de ellos,
rebasando la lectura eurocentrista de la ley general de la acumulación capitalista, puede
comprenderse que, absorbiendo y venciendo el europeísmo de la modernidad capitalista,
caracterizable justo por tener que realizar concesiones a otros proyectos civilizatorios al
absorberlos y conquistarlos, el americanismo de la modernidad capitalista ha triunfado y
conseguido universalizarse por conformar una civilización en la que progreso y devastación
se codifican en el sistema total de valores de uso. Constituye la concreción de la tendencia
epocal de la subsunción real capitalista: la tendencia a vencer radicalmente el valor de uso
que ha triunfado con la imposición civilizatoria de la americanización de la modernidad.66

64
Formulé una periodización de cuatro revoluciones tecnológicas entrecruzadas con cuatro grandes crisis
para conceptualizar la historia económica de la mundialización capitalista en “Modernidad y mundialización”,
economía siglo XXI no. 1, ESE, IPN, México, 1998, pp. 42-55.
65
Michael Heinrich, op. cit., pp. 128-132.
66
“Más que la idiosincrasia de un imperio, el ‘americanismo’ ha sido el imperio de una ‘idiosincrasia’: la del
ser humano cortado a imagen y semejanza de la mercancía-capital. El ‘americanismo’ no es una caracte-
rística identitaria de la nación ‘americana’ que haya sido impuesta en el planeta por los Estados Unidos de
América, sino un modo peculiar de vida civilizada que ‘se sirvió’ casualmente de la historia y la ‘sustancia’
norteamericanas para alcanzar su universalización… ‘Globalizada’, omnipresente, la ‘modernidad americana’
inunda desde todos lados el mercado mundial… Así como ‘lo alemán’ no basta para explicar causalmente la
realidad del nazismo, así también ‘lo (norte)americano’ resulta insuficiente para dar cuenta de la figura histórica
más radical de la modernidad capitalista… Si examinamos lo que distingue la modernidad ‘americana’ de la
modernidad europea –de la que es un desprendimiento histórico independiente–, su rasgo peculiar parece
estar en la disposición total o irrestricta a asumir el hecho del progreso... La entrega incondicional de la vida
norteamericana a la marcha automática del progreso implicaría esencialmente una clausura estructural de la
experiencia cotidiana frente a las determinaciones provenientes del pasado y del futuro… Una indiferencia lo
mismo frente a los compromisos históricos objetivados o cristalizados en el mundo de la vida…, que frente a
las expectativas proyectadas hacia el futuro desde la vida actual de la sociedad… Con la modernidad ‘ameri-
cana’…, la resistencia del ‘valor de uso’ al ‘valor’ mercantil se encuentra completamente desarmada… Fueron
pocos quienes advirtieron al `principio que tras la ingenua prepotencia con la que comenzó a exhibirse la ‘hybris
americana’ se escondía el triunfo catastróficamente peligroso de la contrarrevolución”. Bolívar Echeverría, La
americanización de la modernidad, Era, México, 2008, pp. 33-34, 36, 38-39 y 42.

42
La trascendencia de la lectura de
El Capital de Bolívar Echeverría
para América Latina

I
Estado autoritario y reconfiguración
del planetary management en la entrada al siglo XXI

“Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”. Esta demoledora cita


proveniente de la pluma de Baudelaire, con la que un autor tan importante para la
historia de la literatura latinoamericana como Roberto Bolaño inicia su novela titulada
2666, con su implacable cuestionamiento de la tendencia de nuestra era al horror en
medio de la insensibilidad o, incluso, del desencanto, igualmente podría haber abierto
el primer gran libro de Bolívar Echeverría: El discurso crítico de Marx.1 “En la hora
de la barbarie” es el título original del ensayo que ahí aparece sólo como Presenta-
ción, pero que contiene un incisivo balance global del marxismo como discurso en
situación, es decir como discurso que entre diferentes caminos posibles afirma uno,
lo que significa que niega otros, y toma posición ante el siglo XX, definido como el
“Tiempo de los Asesinos” por Rimbaud,2 la “Edad de la Violencia” por Thomson,3 el
“Siglo del Odio” por Moriani4 o –para decirlo en los términos de Bolívar Echeverría–
como el “Siglo de las Tinieblas”.5

1
Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986.
2
Arthur Rimbaud, Matinée d´ivresse, en Íd., Poesías Completas, Catédra, Madrid, 1996.
3
David Thomson, The era of Violence, Cambridge University Press, Cambridge, 1960.
4
Gianni Moriani, Il secolo dell´odio, Conflitti razziali e di clase nel Novecento, Marsilio, Padua, 1999.
5
Bolívar Echeverría, “Benjamin, la condición judía y la política”, ensayo introductorio a su propia traducción
de Walter Benjamin, Tesis sobre la Historia y otros fragmentos, Ediciones desde abajo, Colombia, 2010, p. 12.

43
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

Originalmente publicado en la revista El buscón no. 5 en 1983 –no en 1984,


como se afirma en El discurso crítico de Marx–, “una vida cuyo transcurrir fuera
(…) ruido y furor carente de todo sentido”, “ausencia de sentido”, constituyen el
contenido o la clave de una compacta pero incisiva definición de la barbarie como
peculiaridad de la modernidad y la mundialización capitalistas del siglo pasado.
Desde el mirador Bolívar Echeverría, las guerras mundiales como “traslación de
la irracionalidad de la vida capitalista a escala planetaria” y Auschwitz como ho-
locausto en el que acontece el “sacrificio excedentario con el que el cuerpo social
debía pagar el triunfo de la contrarrevolución anticomunista en la Europa de la
civilización burguesa”, de ningún modo constituyen una especie de interregno en la
marcha indetenible y certera de la generalización del progreso hacia todas las latitu-
des, que en todo caso se suspendió de modo temporal para después presuntamente
seguir indemne hacia adelante. Más bien, conforman tragedias que sintetizan un
horror que nunca se detuvo, ya que, en verdad, en el curso del siglo XX las guerras
jamás se interrumpieron, sólo cambiaron de lugar. Nunca a lo largo de la historia
de las civilizaciones tantos seres humanos muertos en un solo siglo por guerras sin
fin. El siglo del triunfo de la planetarización de la técnica propia de la modernidad
capitalista, es decir, de la mundialización del “progreso” de su sistema de fábricas
automáticas o gran industria, es visto por él, precisamente, como siglo representativo
par excellence de la modernidad como barbarie.
Para el mirador Bolívar Echeverría, el obstáculo mayor para leer la historia de la
mundialización capitalista en el siglo pasado y, desde ahí, en el nuestro, proviene justo
y ante todo del mito del progreso. Un horizonte de intelección que se caracteriza por
leer la marcha del apuntalamiento incesante del poder planetario conforme avanza el
siglo XX exactamente al revés; no como si fuera desarrollo del dominio del capita-
lismo, que impone una agresiva hybris o desmesura a la relación de la sociedad con
la naturaleza y el sabotaje a la modernidad como barbarie, sino como mundialización
gradual pero ascendente y cada vez más prometedora del progreso tanto económico
como político. Asumir que la expansión de la técnica capitalista hasta conformarse como
técnica planetaria llevaba consigo el bienestar y el confort a todas partes, tendiendo
a elevar cada vez más el estándar de vida de los ciudadanos y las naciones; y, más
aún, que la dinámica de ese proceso histórico iba invariablemente acompañada por el
oleaje del triunfo de regímenes democráticos en cada vez más Estados; en eso reside
propiamente la perspectiva del mito del progreso.

44
Luis Arizmendi

Un mito que, con su expresión paradigmática en la intervención de Hannah


Arendt,6 se pone a prueba en su abordaje del totalitarismo para desde ahí lanzar una
interpretación de la totalidad del siglo XX funcional al discurso del poder moderno
y al encomio de la mundialización capitalista. Atravesada por un importante efecto
paradójico, si bien la concepción de Arendt en torno al totalitarismo tiene la virtud de
que sabe ver la concreción del “dominio total” no sólo en Occidente con el nazismo
alemán sino también en Oriente con el estalinismo ruso, sin embargo, resulta suma-
mente conveniente porque trata a éste como resultado de una profunda irracionalidad
puramente ajena y exterior a la legalidad de la modernidad capitalista. Concibe el
totalitarismo como un fenoméno político que presuntamente llega desde fuera a la
modernidad capitalista para desestabilizarla implacable pero sólo temporalmente
alterando la marcha de su historia y el continuum del progreso. Pero que, después de
la Segunda Guerra Mundial, una vez derrotado el mesianismo hitleriano, pudo ser
relanzado por el capitalismo especialmente con la modernidad americana.
Frente y contra una lectura de la historia política del siglo XX de este orden, no
es nada casual que Bolívar Echeverría contraponga una perspectiva como la que
emerge del ensayo Estado autoritario de Max Horkheimer –al que correctamente dota
del estatus de Manifiesto Político de la Escuela de Frankfurt–.7 Audaz y sumamente
sugerente a la vez, la concepción de Horkhemier no sólo constituye una alternativa
crítica original ante la visión del totalitarismo de Arendt, en tanto comprende como
concreciones del Estado autoritario también al Estado nazi y al Estado estalinista –que
caracteriza como distintas configuraciones del “capitalismo de Estado”–,8 sino
que lleva la mirada hacia una concepción de la totalidad del siglo XX que sencilamente
hace pedazos el mito del progreso. Lejos de ver al Estado autoritario, ahí al nazismo y
la barbarie, como una violencia extrema puramente exterior y extraña ante la legalidad

6
Hannah Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo, Taurus, España, 1974.
7
Originalmente, Bolívar Echeverría realizó, en 1980, la traducción del alemán de este relevante ensayo de
Horkheimer, que era prácticamente desconocido en América Latina, para la revista Palos de la crítica, no. 1,
México, 1980, p. 112-135. Ulteriormente, se reeditó, en 2006, con una profunda Presentación suya.
8
Refiriéndose a la URSS como economía explotadora de plusvalor, Horkheimer afirmaba: “la forma más
consecuente del Estado autoritario, la que se ha liberado de toda dependencia respecto del capital privado,
es el estatismo integral o socialismo de Estado… Los países fascistas constituyen en cambio una forma mixta.
También aquí, ciertamente, se extrae y se distribuye el plusvalor bajo el control estatal, aunque sigue fluyendo
todavía en grandes cantidades, bajo el antiguo nombre de ganancia, hacia los magnates de la industria y
los terratenientes… En el estatismo integral (…) los capitalistas privados son eliminados… El capitalismo de
Estado es el Estado autoritario del presente”. Estado autoritario, Itaca, México, 2006, pp. 45-46 y 31.

45
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

de la modernidad capitalista, justo lo que Horkheimer hace es denunciarla y revelarla


como forma histórica que, en tiempos de crisis, lanzando por la borda al liberalismo,
exacerba y conduce à la limite la violencia como fundamento permanente e ineludible
del capitalismo y de la lucha moderna de clases. Para Horkheimer, ante todo es en
tiempos de crisis que la modernidad capitalista propulsa el Estado autoritario como
causa contrarrestante de aquella.9
Viendo en el surgimiento del Estado autoritario la conformación de un poder
meta-mercantil, Horkheimer pone énfasis en que la violencia como fundamento
de ese poder impacta agresivamente tanto en la relación capital/trabajo como en
la relación capital/capital, denunciando que, en lugar del confort y el bienestar, el
“progreso” tecnológico del capitalismo había devenido en devastación, que “las má-
quinas se han convertido en medios de destrucción”,10 subrayó que ese “progreso”
había producido cada vez mayores masas de pluspoblación o población sobrante,
volviendo imperioso e ineludible su dominio hasta el límite a través de la reedición
de la esclavitud antigua. Desde su óptica podría decirse que Auschwitz y los gulag
fueron la forma más notoria e inocultable de esa reedición que, desactivando la com-
petencia en el mercado laboral, se instala a partir del dominio violento directo de la
fuerza de trabajo y de la población nacional. De modo que ya no se retribuye a los
trabajadores modernos mediante el salario el valor de su fuerza laboral, más bien, con
base en la violencia político-destructiva se les aterra, se les explota y, en todo caso,
se deja que se mantengan por sí mismos o se les “subsidia”. A la par, la imposición
de la violencia político-destructiva como fuerza que despliega el Estado autoritario
introduce una drástica diferenciación y polarización entre los capitales, que ya no se
distinguen sólo como capitales de vanguardia o retaguardia en función de su posición
al interior de la dinámica de la innovación tecnológica. Los capitales privados pasan
a diferenciarse en función de su posición respecto de la dinámica de la violencia
político-destructiva y ante el poder meta-mercantil. Aquellos capitales privados que
resultan directamente beneficiados por la violencia político-destructiva, disfrutan el
acceso monopólico a masas laborales sobre-explotadas, políticamente doblegadas y
autoritariamente disciplinadas, a redes tecnológicas expropiadas y a recursos natu-
rales estratégicos sumamente ricos; mientras aquellos capitales privados que no son

9
Ibid., p. 33.
10
Ibid., p. 29.

46
Luis Arizmendi

directamente beneficiados enfrentan el escenario de un mercado al cual ingresan por


principio desde una posición desfavorable. Para Horkheimer, así, el Estado que se
integra justo como Estado autoritario es aquel que haciendo uso y abuso de la vio-
lencia político-destructiva como fundamento de un poder meta-mercantil, esto es, de
un poder colocado por encima del mercado pero que impacta en él reorganizándolo
radicalmente, por un lado, impone una especie de retorno a la esclavitud antigua en
medio de la acumulación capitalista, como forma híbrida funcional a ella, a la par
que, por otro lado, en la esfera de la competencia entre capitales, impone las ventajas
derivadas de la violencia político-destructiva a favor de un delimitado conjunto de
grandes capitales.
Después del Holocausto, con el triunfo de las “democracias occidentales” sobre el
proyecto del planetary management hitleriano e, incluso, después de la Guerra Fría, con el
fracaso del régimen de partido único y el derumbe del Segundo Mundo, un diagnóstico
como el de Horkheimer parecería no tener vigencia y haber entrado en un tiempo de
inactualidad. Sin embargo resulta altamente fértil para la crítica de nuestra era, si es
objeto de una reconceptualización como la que realiza sobre él Bolívar Echeverría.
Aunque no cabe duda de que percibió un fenómeno real, su concepción en el
tránsito del siglo XX al siglo XXI sólo puede adquirir vigencia si se le actualiza y
se le cambia la forma. En este sentido, heredando la criticidad de la intervención
de Horkheimer, Bolívar Echeverría introdujo una doble reconceptualización de la
violencia propia de la modernidad capitalista.
Para empezar, frente y contra el mito del progreso, demostró que es sencillamente
imposible la existencia histórica del capitalismo sin violencia. Que, incluso cuando no
hay confrontación bélica o armada entre Estados o guera civil al interior de ellos, un
simulacro de paz, un falso escenario de alto al fuego o, lo que es lo mismo, un estado
de pax, consituye el fundamento sine qua non para el funcionamiento de la modernidad
capitalista. Demostró que, en la medida en que existe a partir de expropiar medios de
producción y por lo mismo medios de consumo a los dominados modernos, el capi-
talismo vive de poner en peligro de muerte al grueso de la sociedad contemporánea.
Sólo sobre esa situación límite, direccionalizada específicamente contra el proceso de
reproducción vital de los dominados modernos, es que el capitalismo consigue que el
grueso de la sociedad admita la mercantificación de sí misma como fuerza laboral. Lo
que empieza siendo una violencia económico-anónima exterior, la puesta en peligro
de muerte de los expropiados, se interioriza o introyecta en el momento en que el

47
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

sujeto social expropiado, negando otras posibilidades como rebelarse o morir, toma
posición y opta por asumirse como mercancía fuerza de trabajo, autoconduciéndose a
la explotacion laboral. Desplegando espontáneamente, así, como estrategia elemental
de sobrevivencia, es decir como plataforma histórico-material del ethos moderno,
una peculiar complicidad e integración de los dominados contemporáneos con la
modernidad capitalista.11
Sobre este atrevido desciframiento de la violencia económico-anónima como pla-
taforma permanente del sistema de convivencia global capitalismo, Bolívar Echeverría
desarrolló su conceptualización crítica del trend secular, es decir de la tendencia histó-
rica de largo plazo, que deriva de la modernidad capitalista. En este sentido, subrayó
que la dinámica epocal de la mundialización capitalista atraviesa por formas liberales
en las que el Estado interviene de modo efectivo como contrapeso ante la violencia
económico-anónima estructural de la acumulación pero que, en la medida en que el
capitalismo, desde la combinación cada vez más esquizoide de progreso y devastación,
desde el entrecruzamiento de modernización continua de la técnica planetaria y destruc-
ción creciente de los fundamentos social-naturales de la vida, apunta no sólo a generar
crisis económicas ciclícamente más agudas, sino que ha conducido éstas a desembocar
ya en una crisis civilizatoria sin precedentes, tiende a llevar la violencia capitalista à la
limite reeditando al Estado autoritario aunque bajo formas reconfiguradas que no operan
como la modalidad que Horkheimer denunció para el siglo anterior.

11
No es casual que sea en su obra dirigida precisamente a cuestionar el mito del progreso, Las ilusiones
de la modernidad, donde Bolívar Echeverría introduce esta radical reconceptualización de la violencia como
fundamento permanente de la modernidad capitalista. Lo que en la versión de 1989 de sus “Quince tesis
sobre modernidad y capitalismo” (publicada en Cuadernos Políticos no. 58) constituía la Tesis 11, en la versión
publicada en su obra Las ilusiones de la modernidad consituyó la Tesis 10, demostrando que la differentia
specifica en la violencia como fundamento de la esclavitud antigua y la esclavitud moderna reside, precisamente,
en que mientras aquella conforma una violencia política-concreta, donde es inmediatamente identificable el
dominador que la ejecuta y ejerce, ésta última adquiere forma y singularidad como violencia económico-
anónima. Esto le permite dotarse a sí misma de un dispositivo de “invisibilización” u ocultamiento porque en tanto
no la ejerce nadie sino el mercado, en tanto no tiene rostro pero surge una y otra vez de la estructra económica
del capitalismo, pareciera no existir. En palabras de Bolívar Echeverría: “la paz generalizada es imposible
dentro de una sociedad construída a partir de las condiciones históricas de la escasez… La creación de la
zona pacificada (el simulacro de paz interna generalizada) sólo puede darse cuando –además de los aparatos
de represión– aparece un dispositivo no violento de disuasión capaz de provocar en el comportamiento de los
explotados una reacción de autobloqueo… En el esclavo antiguo (…) la violencia implícita en su situación sólo
estaba relegada o pospuesta; la violación de su voluntad de disponer de sí mismo estaba siempre en estado
de inminencia… A la inversa, en el esclavo moderno (…) la violencia implícita en su situación está borrada”.
Las ilusiones de la modernidad, El Equilbrista/UNAM, México, 1995, pp. 177 y 179.

48
Luis Arizmendi

Percibiendo que la esclavitud antigua no necesariamente debe estatuirse


como su condición imprescindible, reconfiguró la incisiva conceptualización
de Horkheimer al dar cuenta del Estado autoritario de la vuelta de siglo como
aquel que, dejando definitivamente atrás las veleidades keynesianas, asume que
de ningún modo procede anhelar alcanzar una nueva belle epoqué porque el
progreso tecnológico del capitalismo global ya sólo podrá aspirar al bienestar
y el confort si admite que no son universalizables. Si asume que no podrán ser
para todos y, más aún, que para que unos cuantos puedan acceder a ellos y dis-
frutarlos debe, más que consentirse, propulsarse el dolor y la muerte de muchos
más con el objetivo de garantizar el control de la riqueza en unas manos. Sin
necesidad imprescindible de reedición de la esclavitud antigua, el Estado auto-
ritario es el que admite sin reparos el cercenamiento del cuerpo social, o sea de
todos aquellos lanzados a ser parte de las filas de los “condenados de la tierra”.
Es aquel que, sin pretender ninguna intervención como contrapeso, permite que
la violencia económico-anónima desde la economía mundial defina millones de
heridos y muertos que arroja asumir cínicamente sin reparos la maximización de
las ganancias capitalistas.
Aún más, percibiendo que el capitalismo “neoliberal” constituye la plata-
forma para la reedición contemporánea del Estado autoritario –aunque éste no
se queda ahí y cada vez más dimensiones suyas propulsan tendencialmente
configuraciones neonazis del sistema económico-político–, al revés del plan-
teamiento de Horkheimer, Bolívar Echeverría pone énfasis en que, lejos de
tender a suprimir a los capitales privados o pretender circunscribir su poder
económico, el Estado autoritario del siglo XXI es precisamente aquel que, lejos
de ser Estado mínimo o no interventor, despliega y ejerce la violencia político-
destructiva como complemento potenciante de la violencia económico-anónima
para garantizar un ofensivo posicionamiento ascendente de los capitales privados,
ante todo transnacionales, como centro de mando de la economía planetaria. En
consecuencia, abandonando todo compromiso con su nación o sus nacionalida-
des, el Estado autoritario del siglo XXI constituye un Estado antinacional, es
aquel que se mueve abierta y cínicamente como cómplice de que los capitales
privados transnacionales avancen en la imposición de la mundialización de la
sobre-explotación laboral y en la creciente monopolización “neoliberal” de los
recursos naturales excepcionalmente ricos.

49
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

En palabras de Bolívar Echeverría:

El triunfo de las “democracias occidentales”, primero, sobre la versión nazi del capitalismo
de Estado y, después, con la “guerra fría” (que comenzó curiosamente con el fuego atómico
de las explosiones en Hiroshima y Nagasaki y en la que no faltaron otros momentos de
“alta temperatura”) sobre la versión soviética del mismo, pareció haber clausurado defini-
tivamente esas vías posibles del Estado autoritario… Corregida después de los sucesos, la
proyección de Horkheimer puede resultar válida. Puede decirse que, en esta vuelta de siglo,
después de la bancarrota catastrófica de la época “neoliberal” del capitalismo –cuando
éste recobró su antiliberalismo profundo, despidiéndose de la respuesta keynesiana (…)–,
es innegable que la imposición arbitraria de una diferenciación del “valor del trabajo” en
el “mercado globalizado” en marcado detrimento de los trabajadores “no civilizados” se
acerca a su manera a la “superación” del mercado de trabajo”...12

El Estado neoliberal, el Estado autoritario “occidental”, es el resultado de una sociedad


civil cuya escisión constitutiva –entre trabajadores y capitalistas– está sobredeterminada
por la escisión entre capitalistas manipulados por la circulación mercantil y capitalistas
manipuladores de la misma: es el Estado de una sociedad civil construida sobre la base
de relaciones sociales de competencia mercantil en tanto que son relaciones que están
siendo rebasadas, acotadas y dominadas por otras, de poder meta-mercantil… En la
nueva esfera neoliberal, el capital despide al Estado nacional de su función de vocero
principal suyo… Esta transformación estructural de la sociedad civil ofrece la clave
para comprender la complementariedad conflictiva que hay entre la versión nacional
y la versión trans-nacional de la entidad estatal contemporánea.13

Cada vez más autores coinciden en la idea expuesta por Carl Amery (…),14 de que
Hitler, el vicario de la escasez, habrá sido el verdadero “precursor” del siglo XXI.15

Si damos el paso que sigue desde esa óptica, debería decirse que, subordinando al
grueso de Estados del orbe, sin todavía conformarse redondamente en un conjunto de

12
Presentación a Estado autoritario, pp. 19-20.
13
Bolívar Echeverría, “Violencia y Modernidad”, en Valor de uso y utopía, Siglo XXI, México, 1998, pp. 104-105.
14
Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?: Hitler como precursor, FCE, Turner, Madrid, 2002.
15
Bolívar Echeverría, op. cit., p. 20.

50
Luis Arizmendi

instituciones que lo identifiquen como tal, pero marchando cada vez más en esa direc-
ción, el Estado autoritario del siglo XXI rebasa su versión nacional para configurarse
como Estado transnacional, es decir, propiamente como una especie de proto-Estado
global o planetario. Integrado con el Banco Mundial, el FMI, la ONU y el G-8 como su
plataforma básica, constituye la estructura institucional a través de la cual los grandes
capitales privados transnacionales de la mundialización capitalista gobiernan la economía
global de nuestro tiempo, definiendo y administrando el ejercicio y el despliegue sobre
ella tanto de la violencia económico-anónima como de la violencia político-destructiva.
Imprimiéndole nueva configuración al proyecto de la dominación tecnocrático-
autoritaria del planeta en la entrada al siglo XXI, dos son las concreciones inocultables
de la mundialización de la violencia económico-anómima, con su concomitante muti-
lación social, que asume y propulsa este proto-Estado global: el planetary management
de la pobreza global y el planet management del “cambio climático”.
El siglo XXI, mutatis mutandis, no ha aprendido nada del profundo dolor del siglo
pasado. Constituyéndose como el tiempo más avanzado en la marcha del progreso
tecnológico no simplemente en la historia de la modernidad sino en la historia de las
civilizaciones, con la informática, la robótica, la ingeniería genética y la nanotecnolo-
gía, el siglo XXI cuenta con la técnica planetaria más desarrollada, pero trágicamente,
a la vez, constituye el tiempo del mayor alcance en la devastación capitalista en curso
de los fundamentos tanto sociales como naturales del mundo de la vida.
Aproximándose desde un mirador consistentemente liberal al carácter cínico de la
economía mundial contemporánea, es decir a la denuncia de la combinación irrestricta
de progreso y devastación que la rige, el principal crítico del Banco Mundial desde
EUA, Thomas Pogge, economista de la Universidad de Yale, ha demostrado que la
“pobreza masiva y extrema coexiste con una prosperidad extraordinaria y creciente
en otras partes”. Cuestionando duramente al Banco Mundial, Pogge ha probado que,
entre 1990 y 2005, las muertes asociadas a la pobreza suman 300 millones: cerca de 20
millones por año, lo que significa más del doble anual de muertes que en la Segunda
Guerra Mundial (donde la media anual fue de 8 millones), y seis veces más que el total
de muertos en esa guerra (que fue de 50 millones).16 Convenir sin reparos que, con base

16
En este sentido, el abordaje de Thomas Pogge de la pobreza mundial como un problema de derechos
humanos es indudablemente certero, justo porque ubica que es la vida misma de los pobres la que está
realmente en peligro. Cfr. Hacer justicia a la humanidad, FCE, México, 2009, p. 526.

51
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

en la revolución informática, para el capitalismo global es abierta y estructuralmente


innecesario un amplio porcentaje de la población y, por eso, consentir una devastación
que arroja más muertos que la Segunda Guerra Mundial, hace que el Banco Mundial,
por primera vez en la historia de los organismos internacionales, desde 1990, haya
tenido que reconocer y administrar la pobreza global como un problema de orden
estratégico. La enorme magnitud de su impacto masivo acarrea una desestabilización
que maneja canalizando programas que únicamente como simulación están diseñados
para el combate contra la pobreza, debido a que su objetivo genuino es el combate
contra los pobres. Buscando no la superación de la pobreza global, sino la contención
estratégica del potencial político explosivo que con los pobres extremos se juega,
dirige hacia ellos recursos que, reduciéndolos a una dimensión puramente animal,
brutalmente apuntan a garantizar sólo su acceso a alimentos crudos. La función que
la línea de pobreza extrema trazada en 1.25 dls por el Banco Mundial cumple, más
que escamotear demagógicamente el auténtico reconocimiento de la pobreza global
–escamoteo que, por supuesto, efectúa– reside en indagar el reconomiento geohistórico
sobre la economía planetaria justo de aquellos focos rojos que conforman los pobres
extremos para canalizar hacia ellos programas de contención político estratégica. El
planetary management de la vuelta de siglo administra, de este modo, la definición
de los heridos y muertos que arroja la pobreza global.17
A la par, lejos de plantearse medidas estratégicas para superar la crisis ambiental,
desde una administración tecnocrática autoritaria del sobrecalentamiento de la Tierra,
el capitalismo del siglo XXI integra y propulsa lo que cabe denominar el planetary
management del “cambio climático”.18
2008-2012 va a pasar a la historia del siglo XXI como el periodo en el que
el cinismo histórico ha logrado preponderar derrotando delicadamente a un de
por sí moderado liberalismo ambientalista, en la disputa por la toma de posición
frente al sobrecalentamiento planetario. Contraviniendo el compromiso pactado,
2008-2012 se convirtió en un quinquenio con el que 35 países desarrollados

17
Luis Arizmendi y Julio Boltvinik, “Autodeterminación como condición de desarrollo en la era de mundialización
de la pobreza”, revista internacional Mundo Siglo XXI no. 9, CIECAS, IPN, México, 2007, pp. 32-53.
18
Esta es la expresión que una lead author del Quinto Informe del IPCC de la ONU, Asuncion Lera St Clair
–investigadora de la Universidad de Oslo, Noruega–, formuló explícitamente en la Conferencia Pobreza y
cambio climático: Perspectivas para una visión integral, impartida en El Colegio de México, en marzo de 2010,
y de la cual tuve el gusto de ser su comentarista. Véase la semblanza en Mundo Siglo XXI no. 20, CIECAS,
IPN, México, 2010, pp. 22-25. O la dirección web: http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/nov/01.pdf

52
Luis Arizmendi

que se plantearon alcanzar la reducción al menos 5% en sus emisiones de gases


invernadero en referencia a las de 1990, eligieron hacer de Kyoto un simulacro
e incumplir. Con todo y que sus compromisos para reducir la emisión de gases
invernadero, con el objetivo de impedir que se rebase el límite de incremento
de la temperatura global por encima de los 2ºC porque superarlo detonaría
el desbocamiento termal, estaban lejos de la reducción del 40 o hasta 60%
planteada por científicos como James Hansen o Brian Huntley, la posición de
EUA, Rusia Canadá y Japón fue desvincularse formalmente. El Acuerdo de
Copenhague (2009) formalizó la muerte del Protocolo de Kyoto cerrando la
historia de una serie de postergamientos que se dieron sucesivamente al interior
de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: el
Mandato de Berlín (1995), el Plan de Acción de Buenos Aires (1998), la Hoja
de Ruta de Bali (2007), en verdad, constituyeron mediatizaciones a través de
las cuales logró preponderar la persistencia cínica del capitalismo fosilista con
sus intereses estratégicos. Lo que se conoce como la Puerta Climática de Doha
(2012), aplazando una vez más la aplicación de medidas que deberían asumirse
con carácter de urgentes, retrocedió incluso respecto del limitado carácter vin-
culante de Kyoto: hizo de lo que algunos llaman la “segunda parte de Kyoto”
o Kyoto II un acuerdo en el que los países firmantes quedan libres para fijar de
forma puramente voluntaria la reducción de sus emisiones hasta el año 2020.
Kyoto II no contiene ni compromisos internacionales obligatorios ni asume fe-
chas de reducción de emisiones de gases invernadero a la altura de los desafíos
del siglo XXI. Con Kyoto II, la crisis ambiental mundializada se encuentra en
marcha sin la menor existencia de algún acuerdo consistente para contrarres-
tarla en el sistema internacional de Estados. Lo que, al revés, significa que el
acuerdo silencioso pero efectivo reside en que con tal de obtener las ganancias
extraordinarias que derivan del crecimiento económico capitalista basado en el
patrón tecnoenergético de petróleo y gas, el grueso del sistema de Estados en
el siglo XXI admite los heridos y los muertos que la persistencia anti-ecológica
de ese patrón acarreará.
Las zonas de alta vulnerabilidad no están por definirse, con base en los infor-
mes del IPCC ya están reconocidas: son zonas de países pobres. Según reconoce
el IPCC, entre 1970 y 2008 95% de las muertes derivadas de consecuencias del

53
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

“cambio climático” han sucedido en los países en desarrollo.19 Y se espera que,


en un periodo pequeño, experimenten un aumento dramático. Sin embargo,
aunque los principales desequilibrios apuntan a vulnerar al Sur, para nada hay
que suponer que el Norte quedará indemne. La ola de calor que, en el año 2003,
suscitó el fallecimiento de 14 mil ancianos en Francia estimuló el proyecto del
planetary management del “cambio climático”. Desde ahí el proyecto de poner
sombrillas artificiales en el cielo. La geoingeniería o ingeniería del cambio cli-
mático se ha planteado la manipulación intencional del clima a gran escala como
supuesta medida para contrarrestar el sobrecalentamiento planetario. La siembra
de nubes o el empleo de aerosoles estratosféricos para reducir la radiación solar
que alcanza la superficie terrestre, sin embargo, especula con los riesgos que podría
acarrear la geoingeniería incrementando la acidificación de los océanos, destru-
yendo la capa de ozono, alterando la fotosíntesis por oscurecimiento artificial,
pero, ante todo, propiciando sequías sobre enormes extensiones de la tierra.20 Es
en este sentido que la mundialización capitalista viene propulsando una dinámica
tecnoenergética que no niega al fosilismo, sino que pretende complementarlo
mediante la manipulación ambiental con el proyecto del planetary management
del cambio climático.
En consecuencia, si se desarrolla la mirada crítica para escudriñar panorámicamente
la historia económico-política del siglo XX y la entrada al siglo XXI partiendo del
mirador Bolívar Echeverría, derrumbándose la ilusión de que la modernidad capitalista
es sinónimo irreversible de progreso, sobresale de modo inocultable que el Estado
liberal efectivamente estuvo ahí como contrapeso ante la violencia económico-anónima
en las fases de auge de la acumulación mundial. No por filantropía, sino por admins-
tración estratégica, tanto en el Norte como en el Sur, de la dominación moderna y su
lucha de clases. Pero, invariablemente, puede verse que de ningún modo el Estado

19
IPCC, ONU, Informe especial sobre la gestión de los riesgos de fenómenos meteorológicos extremos y
desastres para mejorar la adaptación al cambio climático, Cambridge University Press, Cambridge, 2012, p.
8. Puede verse en la dirección web: https://www.ipcc.ch/pdf/special-reports/srex/IPCC_SREX_ES_web.pdf
20
Para mostrar la complejidad de la fase de transición en que estamos insertos, dando cuenta de la existencia
de un choque de proyectos tecnológicos al interior de EUA, traduje la crítica, elaborada desde la perspectiva
naciente en el debate ecológico mundial de la seguridad humana, de Stephen Gardiner, investigador de la
Universidad de Washington, al Premio Nobel de Química Paul Crutzen, quien acríticamente formula la falsa
disyuntiva tecno-ajuste con geoingeniería o catástrofe climática. “¿La geoingeniería es el ´mal menor´?”, en
Mundo Siglo XXI no. 23, CIECAS, IPN, México, 2010-2011.

54
Luis Arizmendi

autoritario y el proyecto de planetary management constituyen desestabilizaciones


pasajeras del pasado, ajenas a la legalidad de la mundialización capitalista, ya que, en
la medida en que su marcha conduce a una combinación cada vez más esquizoide de
progreso y devastación, como lo constata el inicio de este siglo, tienden a re-editarse
una y otra vez aunque bajo nuevas configuraciones a través de las cuales al actuali-
zarse se metamorfosean.

II

La trascendencia de la lectura praxeológico-concreta de


El Capital de Bolívar Echeverría

Leer el siglo XX como el “Siglo de la Barbarie”, como un siglo en el que


como nunca “tantas posibilidades sociales y técnicas de felicidad, de armonía
entre los hombres y entre éstos y la naturaleza fueron convertidas de manera tan
sistemática en compulsiones a la desgracia y la destrucción”,21 ofrece la llave
de acceso para descifrar lo que aludía Bolívar Echeverría cuando, al realizar su
evaluación de la historia del marxismo como discurso en situación ante la marcha
incólume de la modernidad como barbarie, denunció la “crisis del marxismo”.
Aquello que Maurice Merleau-Ponty, llevando más lejos el planteamiento que
había formulado en Humanismo y terror, trazó al hablar de Las aventuras de la
dialéctica, esto es, aventurarse hacia un marxismo en el cual “lo que está caduco
no es la dialéctica, es la pretensión de terminarla en un fin de la historia”, o dicho
de otro modo atreverse al viaje de un marxismo que rompe con toda “hipótesis
progresista”;22 desde el mirador Bolívar Echeverría, lleva a que la “crisis del
marxismo” vuelve imprescindible la crítica del marxismo progresista, lo que de
ningún modo es sinónimo de convocatoria al abandono del proyecto crítico del
progreso, de un proyecto en el cual –por contraste con Merleau-Ponty– la “eli-
minación del sin sentido” sí exige la producción consistente, si no de uno sólo,
sí de “sentido en la historia”.

21
Bolívar Echeverría, “En la hora de la barbarie”, El Buscón no. 5, México, julio-agosto, 1983, p. 116.
22
Maurice Merleau-Ponty, Les aventures de la dialéctique, Gallimard, París, 1955, pp, 58-59 y 285.

55
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

Negarse a asumir, pese a todas las masacres y las catástrofes, un diagnóstico tan
contundente y condenatorio del siglo XX como siglo de la barbarie, insistir en voltear a
ver desde la ceguera ante la devastación la historia económico-política contemporánea
como una flecha que puede tener oscilaciones pero va hacia adelante, eso es, precisa-
mente, lo que define al marxismo progresista. Nacido de su integración y derrota bajo
las ilusiones del mito del progreso en el curso del siglo XX, el marxismo progresista
se desdobló en dos versiones desafortunadamente preponderantes y a través de las
cuales el marxismo se mundializó desfigurándose: el marxismo socialdemócrata y
el marxismo soviético.
Mientras el marxismo socialdemócrata emanó específicamente del Bernstein
Debate, antes de la “época de la guerra total” (1919-1945) –como la denomina
Hobsbawm–,23 pero luego de ella no sólo no retrocedió en sus ilusiones, sino que las
propagó con mayor amplitud, más que sólo por Europa, además por EUA, América
Latina y Asia –volviendo a plantear que la modernidad capitalista había dejado atrás,
en su historia decimonónica, la inevitable repetición cíclica de las crisis para entrar en
una era de progreso económico ad infinitum, que en todo caso requiere del diseño de
la política económica más ad hoc desde los Estados nacionales para ser irreversible–;
el “marxismo soviético” –para usar la expresión de Marcuse– desfiguró el marxismo
al hacer de él un discurso oficial funcional al Estado autoritario estalinista y, justo
por eso, persistió en una postura que combinó ceguera y amnesia ante los múltiples
horrores y atrocidades derivados del despliegue histórico de la violencia político-
destructiva ejercida por éste. Uno y otro se caracterizan como discursos en situación
ante la historia del siglo XX. Como discursos teórico-políticos que, ante la marcha
de una forma u otra de la barbarie, toman posición por evadir su reconocimiento y
asumir que la historia es destino, que un único camino hacia el porvenir la constituye
y que, pese a los vaivenes, el progreso económico-político está deterministamente
garantizado y es inquebrantable. Porque en un tiempo de muerte el marxismo pro-
gresista no tomó posición por los fundamentos de la vida social-natural que generó
la “crisis del marxismo”.
Sin embargo, ahí donde el marxismo progresista conducía la historia del mar-
xismo hacia su desfallecimiento y hasta casi su extinción, al mismo tiempo, a

23
Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Ed. Crítica, Buenos Aires, 1998, pp. 29-61.

56
Luis Arizmendi

contrario sensu lo empujaba hacia la vitalización de su criticidad radical, el que cabe


denominar marxismo crítico o clásico. “Crisis del marxismo”, entonces, de ningún
modo es una expresión con la que el mirador Bolívar Echeverría aluda al marxismo
tout court en general. Su denuncia se dirige, precisamente, a las dos versiones del
marxismo integradas y vencidas por el mito del progreso, frente y contra el marxis-
mo progresista, como discurso en situación, negándose a admitir el autoritarismo y
la barbarie, rechazando atravesar por un tiempo de muerte a partir de mistificarlo,
sosteniendo siempre posiciones por la vida y la autogestión, estuvo ahí el marxismo
crítico. Un marxismo que denunció, una y otra vez, la unidad inextricable de crisis
y mundialización en la historia capitalista, que nunca cayó en las ilusiones de una
belle époque interminable y que jamás renunció a su compromiso con el proyecto
anticapitalista de la revolución.
Porque El Capital abre el horizonte de intelección a partir del cual puede hacerse
pedazos al discurso del poder contemporáneo y el mito del progreso en todas sus
configuraciones; permitiendo descifrar la legalidad de la modernidad y la mundializa-
ción capitalistas, es que a lo largo de su historia el marxismo crítico o clásico siempre
colocó como eje vertebrador de su criticidad y sus debates en torno a nuestra era las
diversas lecturas que desarrolló del magnum opus de Marx.
Si atravesamos y desactivamos el pernicioso obstáculo epistemológico que cons-
tituyen para acercarse a Marx en el siglo XXI las infortunadamente preponderantes
lecturas desvirtuantes de El Capital, impactadas y sustancialmente absorbidas por
uno u otro tipo de encomio al capitalismo desde el marxismo progresista y el influjo
que éste interioriza de la mainstream economics, es decir, si rebasamos la lectura
positivista –que reduce El Capital a mero estudio de caso, mutilándolo como análisis
de la economía inglesa del siglo XIX, lo que significa lanzar por la borda su amplia y
compleja crítica a la mundialización capitalista–, la lectura historicista –que reduce
la obra de Marx al siglo XIX, cercenando su crítica a la legalidad de largo plazo de la
acumulación global para así poder reevaluarla desde el mito del progreso–, y la lec-
tura modular –que pretende hacer de Marx una especie de anti-Marx, o sea un autor
que con sus esquemas de reproducción presuntamente daría la prueba de verdad de
un crecimiento ad infinitum en equilibrio del capitalismo–, entramos en el universo
de las lecturas poderosas de El Capital que produjo el marxismo crítico o clásico.
La lectura de Bolívar Echeverría no sólo significó, en los setenta y ochenta del siglo
XX, una vía de acceso al marxismo muy superior y contrapuesta al althusserianismo y

57
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

el marxismo soviético, tan contrarios a la teoría crítica de la enajenación y que tan pre-
ponderantes resultaron en América Latina. Su avanzada lectura de El Capital significó
una vía de acceso al marxismo clásico que logró alcances superiores a los efectuados
por las perspectivas sustentadas en la teoría de la enajenación en Hispanoamérica, re-
basando la gran contribución de Adolfo Sánchez Vázquez –debido a que su crítica a la
enajenación contemporánea en la mundialización capitalista no desliza ninguna medida
de acriticidad ante la URSS–,24 y el horizonte político de José Revueltas –debido a que
su crítica a la enajenación política contemporánea está fundamentada en una concepción
de la ambivalencia de la modernidad capitalista que no se hunde en el desencanto–.
Dentro del gran universo del marxismo clásico tanto en Occidente como en Orien-
te, a la hora de compararla con la lectura estructuralista de Althusser y Balibar,25 las
lecturas epistemológicas de Ilienkov,26 de Kosík27 o de gigantes como Grossmann28
y Rosdolsky,29 la lectura genético-estructural de Zeleny,30 la lectura crítica de la ena-
jenación global de Lukács31 o las lecturas histórico-concretas de Rosa Luxemburgo32

24
Combinando su profundo aniti-imperialismo gestado como latinoamericano crítico con su militancia en el
movimiento estudiantil de los sesenta en Alemania, Bolívar Echeverría, desde el Grupo del Tercer Mundo en
el que trabajaba con Rudi Dutschke en Berlín, contaba con la plataforma geohistórica adecuada para ver la
barbarie que provenía desde Occidente y Oriente. Por eso, desarrolló un incisivo cuestionamiento a la URSS
que definió como un “capitalismo subdesarrollado” cómplice de la barbarie. Véase Luis Arizmendi, “Bolívar
Echeverría o la crítica a la devastación desde la esperanza en la modernidad”, en Diana Fuentes, Isaac García
y Carlos Oliva (compiladores), Bolívar Echeverría: crítica e interpretación, Itaca, México, 2012, pp. 142-154.
25
Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El Capital, Siglo XXI, México, 1985; Louis Althusser, La revolución
teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1985.
26
E. V. Ilienkov, “Elevarse de lo abstracto a lo concreto”, en Pedro López (coordinador), El Capital, Teoría,
estructura y método, Ediciones de Cultura Popular, México, 1985, pp. 27-83; Lógica dialéctica, ensayos sobre
historia y teoría, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.
27
Karel Kosík, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967.
28
Henryk Grossmann, La Ley de la Acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista, Siglo XXI, México, 1984. El
comentario, poco conocido, publicado por Bolívar Echeverría para evaluar el alcance de la lectura grossmanniana de
El Capital, “La discusión de los años veinte en torno a la crisis: Grossmann y la teoría del derrumbe”, se encuentra
en Pedro López Díaz (coordinador), La crisis del capitalismo, Siglo XXI, México, 1984, pp. 173-193.
29
Roman Rosdolsky, Génesis y estructura de El Capital de Marx, Siglo XXI, México, 1978.
30
Jindrich Zeleny, La estructura lógica de El Capital de Marx, Grijalbo, México, 1978.
31
György Lukács, Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México, 1969. Aunque no se concentra en evaluar
la lectura lukácsiana de El Capital, el dialógo crítico de Bolívar Echeverría con la perspectiva estratégica de
esta obra puede verse en “Lukács y la revolución como salvación”, Las ilusiones de la modernidad, UNAM/
El Equilibrista, México, 1995, pp. 97-110.
32
Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital, Grijalbo, México, 1967. La evaluacion realizada por Bolívar
Echeverría de la lectura luxemburguista de El Capital se encuentra en el apéndice del libro en cuya preparación
tuve el honor de apoyarlo: Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social, Ed. Nariz del Diablo/
UNAM, Ecuador, 1994, pp. 63-102.

58
Luis Arizmendi

y Ernest Mandel,33 la lectura de Bolívar Echeverría emerge como una desde la cual
pueden forjarse múltiples diálogos luminosos profusos y profundos con todas, pero,
sin duda, a la hora de evaluarla ante la complejidad del siglo XXI, la suya consigue
posicionarse como la más avanzada.
En la entrada al nuevo siglo, sencillamente es imposible valorar en todos sus
alcances al mirador Bolívar Echeverría si no se coloca por delante como plataforma
vital de la totalidad de sus contribuciones en historia, economía, sociología política,
filosofía, antropología, cultura, semiótica y arte, su innovadora y radical lectura de
El Capital, la llave epistemológica sine qua non para aprehender su crítica a la crisis
civilizatoria de nuestra era.
Dentro del universo del marxismo crítico o clásico, quizás lectura praxeológico-
concreta sea la expresión conceptual más adecuada para caracterizar y definir la
lectura echeverriana de El Capital.
A la hora de introducir la praxis como fundamento de la Crítica de la economía
política, es decir, al indagar el profundo choque entre el sentido del proceso de repro-
ducción social, dirigido a la afirmación de la vida social-natural, y el contrasentido que
impone el proceso de acumulación del capital, instaurando una legalidad abstracta en
la cual la producción está al servicio de la explotación productivista ininterrumpida e
incesante de plusvalor internacional –la legalidad de “la producción por la producción
misma” de la que hablaba Marx y que desemboca en la hybris del progresismo, del
progreso por el progreso económico en sí sin importar los fundamentos de la vida
de la sociedad y de la naturaleza–, Bolívar Echeverría llevó hacia su frontera más
avanzada la conceptualización praxeológica en la historia del marxismo crítico o
clásico, justo y ante todo porque posicionó como núcleo totalizador del horizonte
de intelección de El Capital la contradicción valor/valor de uso.34 Al posicionar
la praxis en clave de valor de uso como plataforma de la Crítica de la economía
política, fundó un horizonte radical que permite cuestionar en todos sus alcances la
combinación esquizoide de progreso y devastación que despliega la mundialización
capitalista en nuestra era.

33
Ernest Mandel, El Capital, Cien años de controversias en torno a la obra de Marx, Siglo XXI, México, 1981.
34
Frente a la excelente contribución de Adolfo Sánchez Vázquez, que coloca la praxis como núcleo del marxismo
clásico o crítico en América Latina –véase su Filosofía de la praxis, Grijalbo, México, 1967–, Bolívar Echeverría
efectuó un enorme paso adelante al conceptualizar la praxis desde el valor de uso como fundamento de la
crítica a la historia económica y política de la modernidad y la mundialización capitalistas.

59
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

En sus magníficas obras El Anti-Edipo y Mil Mesetas,35 Deleuxe y Guattari fueron


los primeros, en las fronteras del marxismo crítico, en formular y explorar la compleja
dialéctica entre capitalismo y esquizofrenia. Sin embargo, aunque su perspectiva
indaga de modo audaz el impacto que desde la producción suscita la “máquina ca-
pitalista” en la psique subjetiva individual y colectiva generando esquizofrenia, por
contraste con el neurótico –que se entrampa en los códigos establecidos– y el perverso
–que crea territorios artificiales–, ven en la esquizofrenia una experiencia confusa de
desestabilización y fracaso pero también y ante todo una “línea de fuga”. Una línea
psicosocial que denominan “desterritorialización” puesto que asume llevar hasta sus
últimas consecuencias la pérdida del supuesto “mundo verdadero”, que admite lle-
var a límite volver todo inválido para presuntamente así poder reinventarlo. En este
sentido, su exploración de la dialéctica capitalismo/esquizofrenia no puede dejar de
multiplicar las incertidumbres y propiciar un delicado cul de sac: en lugar de andar
una vía por la cual la producción de esquizofrenia sea cuestionada como la dinámica
de una catástrofe en la que se juega acumulación explosiva de condiciones desesta-
bilizadoras de la subjetividad, andan la vía de un quid pro quo desde la cual insisten
en que consituye una rebeldía que “desterritorializa”. Pese a su precaución por definir
al esquizo como “alguien que ha intentado algo y ha fracasado”, es inocultable que
deslizan una escisión insostenible entre el proceso de producción de esquizofrenia y
el esquizo como su resultado, debilitando sobremanera su crítica a la relación entre
capitalismo y esquizofrenia.
Pionero en otro camino, al posicionar el valor de uso como fundamento, Bolívar
Echeverría edifica un mirador crítico-materialista desde el que explora la legalidad
esquizoide del capitalismo de forma sumamente innovadora y radical. Construye una
reflexión que no va de la producción capitalista a la esquizofrenia, sino que, profun-
dizando esa interconexión, descifra la presencia de la esquizofrenia en la estructura
interna de la producción y la economía capitalistas. Desde ahí es que, a contrapelo del
mito del progreso, consigue desocultar la tendencia epocal que deriva de la dualidad
o ambivalencia histórica propia de la modernidad capitalista: la tendencia hacia una
crisis civilizatoria cada vez más amenazadora y propulsora de la barbarie, justo porque
emerge del incesante entrecruzamiento de progreso y catástrofe.

35
Gilles Deleuxe y Felix Guattari, El Anti-Edipo, capitalismo y esquizofrenia, Paidós, Buenos Aires, 1985; Mil
mesetas (capitalismo y esquizofrenia), Pre-Textos, Valencia, 1998.

60
Luis Arizmendi

Nosotros, sujetos colocados en el siglo XXI, vivimos una era que constata como
nunca la vigencia de esta conceptualización crítica. A la vez que conforma la era
del mayor desarrollo en la historia de las civilizaciones, poniendo a descubierto la
complejidad de la relación entre capitalismo y esquizofenia, el siglo XXI constituye
el tiempo de mayores peligros para el mundo de la vida social-natural. Producir una
modernización cada vez más avanzada de la técnica planetaria, pero conducirla por
trayectorias que niegan otras trayectorias alternativas –ecológicas y autogestivas–
enteramente viables y posibles, bloqueándolas, cercenándolas o cerrándolas, con
el fin de garantizar que las trayectorias que se andan sean funcionales al apuntala-
miento continuo del poder planetario, sin detenerse en la devastación del proceso de
reproducción vital de la sociedad humana y de la naturaleza, es lo que hace que una
hybris o desmesura cada vez más ominosa norme la relación del capitalismo con la
modernidad. Vivir de un sabotage que hace que la modernidad realmente existente
multiplique los peligros de muerte, justo cuando mayores potencialidades contiene la
técnica planetaria para ser dirigida por trayectorias alternativas que afirmarán la vida
de la humanidad, en eso reside conducir a situaciones límite la legalidad esquizoide
del capitalismo en el siglo XXI.
La lectura praxeológico-concreta de El Capital de Bolívar Echeverría –haciendo
pedazos todas la interpretaciones provenientes del marxismo progresista que pretenden
reducir aquella a una obra decimonónica–, constituye la lectura más avanzada en la
historia del marxismo crítico o clásico, justo porque al posicionar la contradicción
valor/valor de uso como su fundamento totalizador permite descifrar, como no puede
lograrse desde ningún otro mirador contemporáneo, la radical ambivalencia que, en-
trecruzando progreso y devastación, rige los complejos y urgentes desafíos históricos
de la mundialización en el siglo XXI.

61
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

III

Las lecturas de El Capital de Bolívar Echeverría y Ruy Mauro Marini


Crítica a la mundialización capitalista y su trend secular

Lanzada al debate internacional desde su presentación como ponencia en la


Conferencia Afro-Latinoamericana que se reunió en 1972 en Dakar, convocada por
el Instituto de Desarrollo Económico y Planificación de la ONU dirigido por Samir
Amin, y, pocos años después, más aún con sus traducciones al alemán, italiano, ho-
landés y portugués, Dialéctica de la Dependencia de Ruy Mauro Marini constituye
un pequeño gran libro que sintetiza la lectura más poderosa de El Capital realizada
hasta ese tiempo en América Latina. Junto con su muy poco conocido ensayo de título
“Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital” –que Marini mismo calificaba
como “complemento indispensable” de Dialéctica de la Dependencia–,36 al que cabría
sumar “La acumulación capitalista mundial y el subimperialismo”, se conforma la
tríada que integra el núcleo de la lectura marinista de El Capital. Una lectura que,
sentando un enorme precedente, abrió una novedosa perspectiva debido a que fue
la primera en desarrollar la teoría de la mundialización contenida en El Capital para
reconceptualizar la historia y las encrucijadas de América Latina.
A contrapelo del mito del progreso en todas sus versiones, desde el comienzo
mismo de su intervención histórica, Marini siempre sostuvo que América Latina se
encontraba imposibilitada estructuralmente para acceder a convertirse en el doble de
los capitalismos y los Estados metropolitanos europeos. La imagen de que el “sub-
desarrollo” constituye una fase ineludible pero trascendible dentro de un proceso
histórico-económico que puede arribar al “desarrollo” si se aplica la política correcta,
insistía Marini, es pura ilusión. El “subdesarrollo” no es la fase previa al “desarrollo”,
constituye su polo permanente en la economía mundial.
Desde su conformación, la relación de poder entre los capitales de vanguar-
dia concentrados en los capitalismos de la metrópoli y los capitales de retaguardia

36
Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la Dependencia, Era, México, 1973. Con total acierto, el IAEN ha propulsado
la obra de dos de los pensadores críticos más destacados en la historia de América Latina: Ruy Mauro Marini
y Bolívar Echeverría. En este sentido, el IAEN ha editado las Memorias de Marini, acompañadas por otros
ensayos políticos suyos, donde él mismo explora su biografía intelectual en conexión con su biografía política.
Ruy Mauro Marini, El Maestro en Rojo y Negro, IAEN, Ecuador, 2012, pp. 82, 92 y 102.

62
Luis Arizmendi

concentrados en los capitalismos dependientes ha girado en torno al rendimiento


estructural de un tributo. Una y otra vez, cada ocasión en que se conectan a través
del mercado planetario, el intercambio desigual –según lo conceptualiza Marini– o
la renta tecnológica –según la conceptualiza Bolívar Echeverría– han servido de ve-
hículo para que los capitalismos dependientes o subdesarrollados cedan y transfieran
un porcentaje nada menor de su plusvalor nacional a los capitalismos de la metrópoli
o “desarrollados”. La supremacía que detenta el monopolio en la vanguardia de la
innovación tecnológica dota a los capitalismos que la ejercen de una posición de poder
sumamente ventajosa para ellos e insalvable para los demás.
En este sentido, recuperando un planteamiento original de Marx, Marini ve que
la esfera par excellence de violación continua de la ley del valor la constituye el
mercado mundial.
Pero a partir de ahí, va más lejos. Formula que inserta y enfrentada a las relaciones
de poder de la economía planetaria, América Latina se encuentra atrapada en una
“dialéctica de la dependencia” que constituye eso, precisamente, porque agrega a la
primera una segunda violación de la ley del valor que no resuelve aquella sino que
la complementa, desarrollando el dominio capitalista global. Lo que comienza como
una confrontación entre capitalismos, sin dejar de serlo, se vuelve un medio esencial
para el apuntalamiento del dominio que cada uno de ellos ejerce. Buscando compensar
el tributo que rinden a los capitalismos metropolitanos, los capitalismos dependientes,
sin remitirse a explotar sólo plusvalía absoluta y sin dejar de propulsar su desarrollo
tecnológico para apropiarse de plusvalía extraordinaria,37 e incluso (en ciertos casos
como Brasil)38 planteándose convertirse en un poder subimperial regional,39 insta-
lan como mecanismo compensatorio estructural la duplicación de la violación de la ley
del valor, pero canalizándola al interior de sus propios Estados nacionales contra sus
propia población trabajadora. Lo que empieza como confrontación económica entre
capitalismos en la economía planetaria, según su posición en la estructura jerárquica
de la técnica, desemboca agudizando la ofensiva económico-política de los capitalismos

37
Ruy Mauro Marini, “Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital”, en Cuadernos Políticos no. 20, Era,
México, abril-junio de 1979, pp. 18-39.
38
Ruy Mauro Marini, “Estado y Crisis en Brasil”, en Cuadernos Políticos no. 13, Era, México, julio-septiembre
de 1977, pp. 76-84.
39
Ruy Mauro Marini, “La acumulación capitalista mundial y el subimperialismo”, en Cuadernos Políticos no.
12, Era, México, abril-junio de 1977.

63
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

dependientes a nivel de la relación capital/trabajo. La sobre-explotación –esto es,


que sobre la explotación de plusvalor se instale un mecanismo de otro orden, el de
expropiación de relevantes porcentajes de valor al salario, que en lugar de dirigirse
al fondo de consumo de los dominados modernos son cercenados y recanalizados
violentamente para acrecentar el fondo capitalista de acumulación– se convierte, así,
en un proceso permanente o estructural de los capitalismos dependientes.
Bolívar Echeverría siempre tuvo en alta estima esta poderosa lectura de El Capital
y sostuvo con ella un diálogo no escrito pero profundo, que marcó de modo decisivo
la lectura que él mismo edificó.
En el marco de la escritura del libro Circulación capitalista y reproducción de la
riqueza social –libro en cuya preparación tuve el honor de apoyarlo–, intercambiamos
evaluaciones al respecto de la interrelación de fondo entre su lectura de El Capital
y la de Ruy Mauro Marini, que resulta sumamente importante volver públicas para
ubicar los innovadores alcances de la lectura echeverriana. Bolívar Echeverría afirmó
que el estatus clásico de la lectura de Marini de El Capital se le otorgó haber abierto
el camino que lleva desde la teoría de la mundialización de Marx a descifrar el fun-
cionamiento del capitalismo latinoamericano, pero que la gran carencia que restaba
cubrir correspondía al camino inverso: desarrollar los descubrimientos marinistas en
torno al capitalismo latinoamericano para descifrar la dinámica de largo plazo y la
tendencia histórica de la mundialización capitalista. En este sentido, cabría decir que
si Marini hizo de la lectura de El Capital plataforma para descifrar el capitalismo
latinoamericano, Bolívar Echeverría asumió esa herencia para llevar más lejos la
lectura de El Capital y la teoría de la economía mundial.
En esa dirección, dos son los aportes fundamentales que se juegan en el diálogo
implícito pero vital de Bolívar Echeverría con Ruy Mauro Marini.
El primer aporte, convirtiéndose en pionero en explorar la tendencia epocal de
la sobre-explotación de la fuerza de trabajo mundial por el capital –a partir de de-
sarrollar un planteamiento que tuvo su expresión genética, en 1978, con su ensayo
“Clasificación del Plusvalor”, y que se redondeó, en 1994, cuando publicamos Cir-
culación capitalista y reproducción de la riqueza social–, Bolívar Echeverría sostuvo
que, aunque a lo largo del siglo XX, la sobre-explotación se había convertido en un
dispositivo estructural de los capitalismos subdesarrollados o periféricos, apuntando
crecientemente a destruir o derribar su carácter histórico de monopolio defensivo de
los capitales de retaguardia, para finales de ese siglo tendía cada vez más a convertirse

64
Luis Arizmendi

en una forma de dominio económico ejercida sin mediaciones y aprovechada por los
capitales de vanguardia.
Lanzando, como Presentación de Circulación capitalista y reproducción de la
riqueza social, un planteamiento que ahora no puede menos que emerger como de-
moledor, Bolívar Echeverría afirmó:

hasta hace unos cinco años (…) el énfasis que estas páginas ponen en la explotación de
plusvalor y en las exigencias de la propiedad rentista tenía que parecer, si no obsoleto,
sí al menos extemporáneo. Tal vez sea de esperarse que en el futuro próximo deje de
parecerlo… La victoria ahora incuestionable de la renta tecnológica sobre la renta
de la tierra es un hecho histórico que viene acompañado de otro no menos importante:
la ruptura ya indetenible de las barreras nacionales que obstaculizaron durante todo un
siglo la planetarización efectiva del mercado de trabajo. Burlados y sometidos por el
monopolio de la tecnología, los viejos monopolios –las viejas “soberanías”– nacionales
sobre el uso de determinadas características naturales de los medios de producción y
de la fuerza de trabajo ven desvanecerse en el aire su capacidad…40

La renta tecnológica ha vencido ya a la renta de la tierra, y la explotación de la fuerza


de trabajo excepcionalmente barata o explotable no es ya monopolio de ningún con-
glomerado particular de capitalistas.41

Si Marini descifró la sobre-explotación laboral como peculiaridad estructural


del capitalismo latinoamericano, Bolívar Echeverría abrió la perspectiva para des-
cifrar el trend secular, esto es la tendencia epocal, de la sobre-explotación laboral
en la mundialización capitalista: insistió en que apuntando a derrotar los monopolios
defensivos de los capitalismos periféricos, el poderío de la renta tecnológica la ha con-
vertido en una fuerza económica sumamente ofensiva que impulsa la mundialización
de la sobre-explotación masiva directa de la fuerza de trabajo por los capitalismos
metropolitanos y sus corporaciones transnacionales, tendiendo a cancelar el reparto
del valor derivado de esa sobre-explotación entre ellos y los capitalismos periféricos.

40
Bolívar Echeverría, Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social, Ed. Nariz del Diablo/UNAM,
Ecuador, 1994, pp. 1-2 y contraportada.
41
Bolívar Echeverría, “Clasificación del Plusvalor” (originalmente publicado como Cuadernos del Posgrado de
la Facultad de Economía, UNAM, México, 1978), incluído en El discurso crítico de Marx, p. 136.

65
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

Manteniendo formalmente “desglobalizado” el mercado laboral, o sea perseverando


múltiples límites que trazan los Estados al movimiento migratorio de la fuerza de
trabajo, sin embargo, la ofensiva de la renta tecnológica impone realmente su “glo-
balización” efectiva, justo en la medida en que instala el dominio directo del capital
de punta sobre la sobre-explotación de la fuerza laboral de las periferias capitalistas.
Llevando más lejos su poder, la renta tecnológica ha devenido en un arma que busca
arrebatarle a los capitalismos periféricos el monopolio de la sobre-explotación laboral.
La tendencia hacia la mundialización del acceso sin restricciones “nacionalistas” de
los capitalismos metropolitanos y sus capitales de vanguardia a la sobre-explotación
de la fuerza de trabajo dentro de los capitalismos subdesarrollados, constituye un
resultado inocultable de la victoria de la renta tecnológica.42

42
Heredando la lectura echeverriana de El Capital, me planteé dar el paso imprescindible siguiente y desarrollé
la periodización crítica de la sobre-explotación laboral en la historia de la mundialización capitalista.
Si se lanza una mirada panorámica a la marcha de la interrelación entre sobre-explotación laboral y
mundialización en la modernidad capitalista, podría decirse que se desdobla en tres fases.
Entre 1735 y 1870, puede identificarse el periodo de la sobre-explotación concentrada en el capitalismo de
la metrópoli. Cuando la fundación de la modernidad industrial en Occidente, en lugar de la “tierra de la gran
promesa”, entrecruza progreso y devastación integrando la gran industria como plataforma de las ciudades
modernas en Europa y, dentro de ellas, un enorme ejército industrial de reserva. Ejécito multitudinario que
presionó al ejército en activo llevando hacia una desvalorización de la fuerza de trabajo en tal magnitud
que empujó hacia la incorporación de las mujeres y los niños al trabajo asalariado e, incluso, para estos
últimos, propició hasta su esclavización. En este sentido, 1848 constituye una fecha simbólica que revela la
legalidad capitalista de la modernidad europea en el siglo XIX: la tendencia a pagar masivamente salarios
por debajo del valor de la fuerza de trabajo nacional.
Entre 1870 y 1970, puede identificarse una segunda fase: el periodo de la sobre-explotación concentrada en
el capitalismo de la periferia. Cuando la modernidad europea y la modernidad americana se lanzan hacia su
belle époque, elevando los estándares de vida de sus poblaciones nacionales para proveerse de mercados
internos dinámicos, mientras la sobre-explotación laboral se cancela sobre sus trabajadores nacionales,
aunque de ningún modo sobre los migrantes, a la vez que se traslada espacialmente hacia los capitalismos
de la periferia. El siglo XX como siglo de mundialización de la gran industria capitalista, concentra la sobre-
explotación de la fuerza de trabajo en los Estados de sus periferias, que van a ver bloqueados y cerrados
todos sus intentos por convertirse en el doble de los Estados más avanzados.
De 1971/1980 en adelante ingresamos en una tercera fase: el periodo de mundialización de la sobre-
explotación laboral. La informatización del proceso de trabajo planetario fue convertida en un arma económica
del capitalismo cínico, propiciando que, pese a mantener formalmente desglobalizado al mercado laboral,
se impusiera la globalización de la sobre-explotación laboral ejercida por el capital de vanguardia. Sin
necesariamente emigrar, aunque a la vez los oleajes migratorios han crecido como nunca en esta vuelta de
siglo, los trabajadores de un Estado u otro, de un continente u otro, han agudizado la confrontación entre
sí mismos por el acceso al empleo disputándose los lugares que los capitales de vanguardia tecnológica
extremadamente volátiles les otorgan. Como estos capitales fácilmente emigran, en la insaciable búsqueda
por minimizar las tasas salariales para maximizar la tasa de ganancia internacional, la mundialización de la
sobre-explotación no sólo ha significado la derrota de lo que era monopolio de los capitalismos periféricos.

66
Luis Arizmendi

El segundo aporte, abriendo una perspectiva que resulta de primer orden para con-
ceptualizar lo que acontece actualmente en América Latina, Bolívar Echeverría insistió
en que la tendencia hacia la victoria de la renta tecnológica llevaba más allá: puso
énfasis en que conduce hacia la derrota radical de la renta natural como fundamento
de las resistencias que históricamente han hecho valer los Estados de las periferias.
Expuesta como conferencia que presentó no por casualidad en el Fernand Brau-
del Center de la Universidad de Binghamton, en 1998, denominó conceptualmente
trend sistémico a esa tendencia que rige la marcha centenaria de la mundialización
capitalista a polarizar la renta tecnológica y la renta de la tierra, para luego embestir
crecientemente a ésta desde aquella.43 Inconformes con el reparto ventajoso pero al

Desbordando la victoria de la renta tecnológica sobre los capitalismos periféricos, la nueva fase de la sobre-
explotación laboral ha traído consigo su reedición y expansión ofensiva al interior de los Estados de las
metrópolis sobre los conglomerados de sus propios trabajadores nacionales.
En este sentido, después de haber estado de uno u otro modo concentrada geohistóricamente en las fases
anteriores, la especificidad de la nueva fase reside, precisamente, en golpear el proyecto del Estado liberal
en todos lados e imponer la mundialización de la sobre-explotación laboral. Constatándola, en la vuelta de
siglo, puede verse no sólo en Burkina Faso sino en el Bronx, no sólo en Rocinha sino en Sachsen-Anhalt, no
sólo en Bangalore sino en San Petersburgo. Ha impactado en el ex Tercer, pero también en el ex Segundo
y en el ex Primer Mundos. Véase, Luis Arizmendi, “Concepciones de la pobreza en la fase del colapso del
capitalismo neoliberal”, Mundo Siglo XX no. 21, CIECAS, IPN, México, 2010, pp. 31-46. O la dirección web:
http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v06/21/06.pdf
43
En la traducción de su magnum opus, Fernand Braduel insitió en que se mantuviera la expresión original
diseñada por él para conceptulizar la tendencia que rige la larga duración en la economía-mundo capitalista:
trend secular. Aunque rebasa con mucho los estrechos alcances de ciclos como el Kitchin (de 3 a 4 años),
el Juglar (ciclo intradecenal), el Labrousse (ciclo interdecenal) y hasta el Kondratieff (que es más del doble
de la temporalidad del Juglar), a la hora de conceptualizar el trend secular, es decir la tendencia que rige la
dinámica global del capitalismo visto a lo largo de los siglos de su historia, pese a haber colocado el valor de
uso como fundamento en su perspectiva, debilitando ese horizonte e incluso haciéndolo a un lado, Braudel
redujo el trend secular formalistamente a mera dinámica de los precios a largo plazo. Cfr. Civilización material,
economía y capitalismo, Tomo III, Alianza Editorial, Madrid, 1984, pp. 50-65.
Immanuel Wallerstein, buscando implícita pero notoriamente acercar la conceptualización braudeliana
del trend secular a la visión marxista de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, reconceptualizó
el trend secular llevándolo más lejos al desdoblarlo en tres tendencias: el trend secular ascendente de los
salarios reales, el trend secular ascendente de los costos ambientales y el trend secular ascendente de
los impuestos. Aunque su concepción explora sugerentemente el acercamiento entre Marx y Braudel, pesa
mucho que coloca como soporte de estos tres trends lo que, más bien, era el fundamento ricardiano de la
tendencia descendente de la tasa de gananacia: la inexistente tendencia ascendente de la tasa salarial. Cfr.
la traducción que realicé de su profundo ensayo “¿Globalización o Era de Transición?”, eseconomía no. 1,
ESE, IPN, México, 2002, pp. 11-17.
Desde su poderosa lectura de El Capital, Bolívar Echeverría descifra la tendencia epocal de la mundialización
capitalista colocando como fundamento no sólo la sección 6ª del Libro III, dedicada a la renta de la tierra, sino
una conceptualización total del magnun opus de Marx, en la cual la dinámica global de la sobre-explotación

67
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

fin y al cabo reparto del valor y el plusvalor mundial entre los capitalismos metropolianos
y periféricos, aquellos han hecho uso y abuso del poder de la renta tecnológica para
tender a derribar y destruir las barreras que integran los monopolios defensivos de
los capitalismos periféricos sobre sus recursos naturales excepcionalmente ricos y su
renta natural. Convertida en plataforma para su resguardo ante el poderío de los domini
modernos, esto es de los capitales de vanguardia tecnológica, los domini antiguos,
basados en el monopolio sobre recursos naturales extremadamente ricos, han hecho
históricamente uso de la renta natural porque constituye la vía más rápida de acceso
a recursos financieros y a una cierta ganancia extraordinaria.
Un doble monopolio de auto-sostenimiento, frente y contra el tributo a cubrir para los
capitalismos metropolitanos a través de la renta tecnológica, mantuvo al grueso de
los Estados periféricos los últimos cien años: el monopolio en la sobre-explotación
de una fuerza de trabajo extremadamente barata y el monopolio sobre la renta natural
derivada de sus yacimientos naturales excepcionalmente ricos. Precisamente, ese es
el doble monopolio que el trend sistémico que propulsa la victoria de la renta tecno-
lógica apunta a hacer estallar.

La tendencia histórica centenaria de la renta tecnológica a crecer a costa de la renta de


la tierra (…) apunta a sustituirla como principal receptora de esa parte de la ganancia
capitalista… Un hecho histórico de larga duración parece prevalecer a lo largo de
la historia del sistema económico mundial… Consiste en un trend sistémico que ha
cambiado gradualmente la posición principal en la apropiación de la renta, llevándola
del campo de los señores de la tierra hacia el campo de los señores de la tecnología.
Un trend dentro de la difícil y larga batalla entre estos dos campos que muestra muy
nítidamente la decadencia de la renta de la tierra y el consecuente ascenso de la renta
tecnológica.44

laboral juega un papel decisivo: así surge lo que denomina la tendencia a la victoria de la renta tecnológica
contra la renta natural, que expuso sintéticamente, en inglés, como la Conferencia “Renta Tecnológica y
Capitalismo Histórico” en el Fernand Braudel Center y que, en colaboración de Vianey Ramírez, tradujimos
y publicamos en Mundo Siglo XXI no. 2, CIECAS, IPN, México, 2005, pp. 17-21. Puede verse en la dirección
web: http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v01/02/02.pdf
44
Bolívar Echeverría, op. cit., p. 19. Para poder sacar a flote todos estos planteamientos pioneros de Bolívar
Echeverría en torno al trend sistémico que rige la sobre-explotación laboral y la renta tecnológica, una polémica
respetuosa pero fina y precisa tiene que desplegarse asumiendo como objetivo desarrollar el marxismo clásico
para la crítica del capitalismo del siglo XXI.

68
Luis Arizmendi

En conclusión, Bolívar Echeverría desarrolló lo que hemos denominado la lectura


más avanzada en la historia del debate internacional sobre El Capital, teniendo como
una de sus influencias más decisivas su diálogo inédito y prácticamente desconocido
con Ruy Mauro Marini.
Desde el mirador Bolívar Echeverría puede verse que la América Latina de ini-
cios del siglo XXI se ha convertido en la única región que, como ninguna otra en la
mundialización capitalista, sintetiza y proyecta el choque contemporáneo entre la
renta tecnológica y la renta natural.
Dos tendencias de sentido profundamente contrapuesto emergen de los proyectos
de Estado basados en una u otra de estas fuentes de la renta.
Si desarrollamos el horizonte echeverriano para cuestionar la mundialización
contemporánea debería decirse que la tendencia que propulsa la victoria de la renta
tecnológica, invariablemente, va acompañada por la tendencia hacia la conformación

En ese campo constituye un obstáculo aquella visión que trata su concepción de la plusvalía extraordinaria
reduciéndola a “concepción circulacionista”. Consciente de que el plusvalor extraordinario puede adquirir
una de dos modalidades en función de su apropiación, siendo directo cuando se lo queda el capitalista
que lo extrae e indirecto cuando se transfiere de unos capitalistas a otros (cfr. Circulación capitalista…,
p. 98), para Bolívar Echeverría, “en el terreno real de la historia moderna y contemporánea, la ganancia
extraordinaria de unos capitalistas no proviene principalmente de la disminución de la ganancia media
de los demás capitalistas, sino de la existencia efectiva de una substancia de plusvalor extraordinario”
(cfr. El discurso crítico de Marx…, p. 134). Esto significa que, para él, el plusvalor extraordinario sí
constituye una explotación fuera de lo común impuesta por el capital a los trabajadores al interior de la
producción moderna.
Si se reduce la concepción echeverriana del plusvalor extra a “concepción circulacionista”, se integra un
obstáculo en triple banda: no se accede a lo que sí es su planteamiento de la plusvalía extra pero, además,
se bloquea captar sus contribuciones para el desciframiento de la sobre-explotación y la renta tecnológica.
Desde aquí cabría afirmar, en consecuencia, que lo polémico viene de que yuxtapone o sobrepone dos
modalidades diferentes de sustracción capitalista de valor a los dominados modernos, ya que asume como
plusvalor extraordinario lo que es sobre-explotación laboral. “La tasa extraordinariamente elevada de plusvalor
(…) a menudo es lograda mediante la sobre-explotación de la fuerza de trabajo” (op. cit., p. 135).
Si se percibe que lo que Bolívar Echeverría denomina plusvalor extraordinario constituye, más bien, sobre-
explotación laboral –sin dejar de ser relevante que la dinámica propia del plusvalor extra viene de la ventaja
estratégica que, desde la imposición del trabajo potenciado, aprovecha una y otra vez el capital de vanguardia
en la modernidad capitalista–, emerge que, precisamente, él fue pionero en avanzar hacia el desciframiento
de la interrelación entre sobre-explotación y mundialización capitalista.
Y no sólo, ya que, entonces, puede verse que la punta de lanza de su conceptualización crítica del poder
que emana del monopolio capitalista de la innovación tecnológica viene de su poderosa concepción de la
renta tecnológica.
Si se rebasa la yuxtaposición entre sobre-explotación laboral y plusvalor extraordinario, emergen las profundas
contribuciones que pueden identificarse y desarrollarse desde el mirador Bolívar Echeverría para descifar el
trend sistémico de la sobre-explotación laboral y el trend sistémico de la renta tecnológica.

69
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

de un proto-Estado global, tendencia que aquella suscita para luego potenciarse desde
ésta. Lejos de replegarse sobre sí mismo para constituir una especie de Estado mínimo,
esto es un Estado que lleva al límite o a cuasi cero su intervención en la economía, el
Estado del capitalismo “neoliberal” se caracteriza justamente por intensificar de modo
violento su intervención en la economía. Laissez faire laissez passer constituye un
apotegma que de ningún modo es sinónimo de Estado mínimo, más bien, corresponde
a una inversión de la realidad histórica que denomina como “libertad” (de mercado)
lo que es garantizar transferir a los capitales privados, ante todo transnacionales, el
dominio directo del sistema de naciones para desarrollo del poder planetario. Embestir
y arrebatar su soberanía a los Estados periféricos tan sólo es la premisa para lo que
termina siendo su refuncionalización como instituciones al servicio del apuntalamiento
de la ofensiva del capital transnacional globalizado. La tendencia a la derrota de los
monopolios defensivos de los Estados nacionales periféricos desde la vanguardia de
las revoluciones tecnológicas en la economía mundial no sólo significa que los Estados
periféricos, erosionados y vencidos, se abren al control directo de sus plataformas
productivas excepcionalmente ricas y la sobre-explotación multitudinaria directa de
su fuerza de trabajo excepcionalmente barata por el capital global. Significa que se
abre camino la tendencia a convertir el sistema de Estados periféricos en un medio
subordinado funcional a la conformación, inestable pero implacable a la vez, de un
proto-Estado planetario.
El cimbramiento y derrumbe de la soberanía de los Estados nacionales, lejos de
responder a la extinción del Estado, se incrusta dentro de un proceso de transición,
contradictorio pero creciente, hacia la conformación de la estructura básica del proto-
Estado global que hic et nunc integran, como ya habíamos señalado, el FMI y el BM,
complementándose con la ONU y el G8 (EUA, Alemania, Francia, Italia, Japón, Reino
Unido, Canadá y Rusia).45

45
Aunque no acaba de configurarse formalmente como un Estado global, puesto que no existe como una
única institución formal planetaria que se encargue de legislar normas y aplicar un derecho que determine
sanciones para todas las naciones, su principal proyección se da en el ejercicio de lo que se ha dado en llamar
global governance. Cuando se definen acuerdos de libre comercio que dotan a sí mismos de un estatus por
encima de las leyes constitucionales de los Estados periféricos, se establecen normas jurídicas que apuntan
a subordinar el sistema de Estados a la global governance. La global governance avanza imponiendo normas
informales o “blandas”, para luego impulsar modificaciones en las normas formales o “duras”, y a partir de
ahí, introducir modificaciones en las constituciones que consoliden una reconfiguración en la dominación que
ejerce el capital mundial sobre el sistema de Estados.

70
Luis Arizmendi

Aunque la ofensiva de la tendencia a la victoria de la renta tecnológica va ga-


nando sobremanera terreno en la vuelta de siglo, frente y contra ella, exclusivamente
desde América Latina se viene desplegando una tendencia de sentido contrapuesto:
la tendencia al ejercicio de la contra-hegemonía desde el uso de la renta natural
como renta nacional.46
No pueden evaluarse adecuadamente los alcances y los límites históricos, las
potencialidades y los desafíos anticapitalistas de los proyectos de Estado contra-
hegemónico en América Latina, si se miran exclusivamente de modo endógeno
o, lo que es lo mismo, al margen de la estructura económico-política de poder del
capitalismo planetario y de la lucha mundializada de clases. Lo vigoroso del mi-
rador Bolívar Echeverría reside en que permite escudriñar los proyectos de Estado
contra-hegemónico desde una profunda conceptualización crítica de la mundia-
lización capitalista y su trend de largo plazo. Visto desde esa perspectiva, puede
vislumbrarse que, en la medida en que la renta tecnológica y la renta de la tierra
conforman concreciones geohistóricas en las que se territorializan como proyectos
de Estado no sólo diversos sino contrapuestos la polaridad centro-periferia, cuando
los Estados de la periferia pretenden intervenir a contrapelo del agresivo trend de la
renta tecnológica, es imposible que puedan contar con viabilidad histórico-material
y política para enfrentarlo sin recurrir al uso de la renta natural. El campo de la
lucha mundializada de clases y, ahí, la global governance con el poder del proto-
Estado global, instalan adversidades infranqueables.

“La política informal también puede ampliar la formal respecto de los desafíos de la globalización. Ésta
trae aparejada una necesidad de regulación no satisfecha ni por las national jurisdictions ni por el derecho
internacional… Como el derecho formal internacional no es suficiente (…), “emergen” legislaciones jurídicas en
el ámbito global que son luego adoptadas en parte por las instituciones estatales formales… La informalidad
incluye la emergencia de sistema de reglas que primero son “blandas” y básicamente privadas, pero que
luego son formalizadas… Integrando regulaciones al derecho formal del Estado nacional”. Elmar Alvater y
Brigit Mahmnkopf, La globalización de la inseguridad, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 266.
46
Contrastando la victoria radical de la renta tecnológica, cuyo triunfo ha integrado en México quizás la forma
más avanzada en la relación de poder centro-periferia en la historia de América Latina –forma que denomino
subordinación global–, ante las diversas formas que pugnan por abrir paso a la defensa de la renta natural como
renta nacional, construí una porpuesta de clasificación del postneoliberalismo latinoamericano desdoblándolo
en Estados de postneoliberalismo específico (Ecuador, Venezuela y Bolivia), Estados de postneoliberalismo
circunscrito (Brasil, Argentina y Uruguay) y Estados de postneoliberalismo ambiguo (como Guatemala y El
Salvador). Desarrollé esta tipología para el ensayo que elaboré junto con Gordon Welty, “Latin America and
the Epochal Crisis of Capitalism”, en Berch Berberoglu (ed.), The Global Capitalist Crisis and Its Aftermath,
Ashgate, 2014.

71
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

Hacer uso de las diversas fuentes de la renta de la tierra (derivada del petróleo,
del gas o de la renta de minerales estratégicos) es lo que, ante todo, les permite a los
Estados contra-hegemónicos obtener recursos con mayor rapidez para contrarrestar el
trend de la sobre-explotación laboral, derramando la renta natural como renta nacional
para impulsar la defensa y el mejoramiento del proceso de reproducción de su nación
o, mejor aún, de sus diversas nacionalidades.47
A la par, contrarrestar el trend de la renta tecnológica lleva a que el Estado contra-
hegemónico deba intentar avanzar, paso a paso pero en la mayor medida de lo posible
en cada coyuntura según la rapport de forces en el enfrentamiento con el proto-Estado
global, para arrebatarle el dominio de la renta natural al capital transancional, im-
pulsando su canalización estratégica hacia proyectos de desarrollo tecnoenergético
alternativos, mejor aún de modernidades alternativas. Los Estados contra-hegemónicos
no pueden contar con posibilidades sólidas para edificar marcos para el ejercicio
efectivo de su soberanía económica, sin aprovechar estratégicamente la renta natural
para propulsar gradual pero crecientemente su soberanía tecnológica, la soberanía en
sus recursos naturales, su soberanía alimentaria, su soberanía educativa, su soberanía
en salud, etcétera. El avance multidimensional de su soberanía económica constituye
el fundamento ab initio de la construcción creciente de su soberanía política y, por
tanto, de su resistencia contra el proto-Estado global y el trend de la renta tecnológica.
En la economía mundial del siglo XXI, sencillamente, serían imposibles los pro-
yectos de Estado contra-hegemónico desde la periferia latinoamericana sin colocar
como uno de sus soportes estratégicos la renta natural. Puede identificarse que, en
la era de la tendencia hacia la victoria mundial de la renta tecnológica y la tendencia
hacia la radicalización mundial de la sobre-explotación laboral, Ecuador, Venezuela
y Bolivia encabezan las iniciativas de la contratendencia que propulsa el avance de
la autodeterminación del Estado periférico nacional y, más aún, plurinacional. El
postneoliberalismo contrahegemónico, claramente, se dirige a contrarrestar las mu-
tilaciones crónicas impuestas por el capitalismo global al proceso de reproducción

47
Es en esta perspectiva, como medidas funcionales a contrarrestar la sobre-explotación laboral, que deben
evaluarse líneas de acción estratégicas empleadas por los Estados específicamente postneoliberales como
el rechazo a firmar tratados de libre comercio con EUA, propulsión de proyectos de seguridad y soberanía
alimentaria, bonos que se conceden sin exigir la venta de la fuerza de trabajo como mercancía, control de la
especulación de precios por las transnacionales, reorganización estatal del mercado alimentario, subsidios a
la gasolina que derraman una baja general en el sistema de precios frente a la media internacional, etcétera.

72
Luis Arizmendi

vital de sus sociedades. Resiste, dentro de los marcos que va logrando conquistar,
contra la dinámica de la sobre-explotación laboral y la subordinación global de la
nación periférica bajo el capital metropolitano que empuja por llevar cada vez más
lejos el proto-Estado planetario.
Es sobre y dentro de este escenario que emerge la contradicción histórica, hasta
cierto punto inevitable, entre la tendencia contrahegemónica –personificada por el
Estado– y la tendencia anticapitalista –personificada por los movimientos sociales
autogestivos–.
Una polaridad ante la cual el mirador Bolívar Echeverría podría auxiliar para el
reconocimiento de principios guía en el diseño y la propulsión de una estrategia que
requiere ser antiimperialista y anticapitalista a la vez.
Firme heredero de uno de los proyectos político estratégicos más radicales y
aleccionadores en lo que concierne a la interrelación entre lucha por la autogestión
anticapitalista y lucha por la autodeterminación nacional, justo el de Rosa Luxem-
burgo, Bolívar Echeverría es uno de los marxistas latinoamericanos que mejor ha
demostrado que, para asumir los desafíos de encarar al poder planetario, la lucha por
la autodeterminación nacional requiere reconocer y apoyarse en la lucha anticapita-
lista, a la vez que la lucha por la autogestión anticapitalista no tiene posibilidades de
triunfar sin asumir la lucha por la autodeterminación nacional. La polaridad entre la
lucha por la autodeterminación nacional y la lucha por la autogestión anticapitalista
no puede más que conducir al debilitamiento de ambos frentes. Justo cuando el reto
parte de reconocer que la lucha por la autodeterminación nacional –que se despliega,
ante todo, desde el Estado– lucha contra el poder del capitalismo mundial, mientras
la lucha por la autogestión anticapitalista –que se despliega desde los movimientos
sociales– lucha contra el capitalismo en cuanto tal. Como proceso en situación, la
encrucijada que, bajo una u otra forma histórica, estas dos luchas frecuentemente en-
caran es justo la de tomar posición y tener que elegir entre su polarización debilitante
o la gestación de pactos que permitan producir la dialéctica de un fortalecimiento
contra-hegemónico y anticapitalista recíproco.
Subrayando los descubrimientos de Rosa Luxemburgo, Bolívar Echeverría escribió:

¿Qué significa autodeterminación de las naciones? ¿Cómo se conectan éstas con las
necesidades de autodeterminación revolucionaria? ¿Cómo se distinguen las necesidades
de autonomía de las de autodeterminación de las naciones?... Son dos los puntos de

73
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

contacto… El primero (…) sería un lugar de coincidencia plena… Defender la auto-


nomía nacional no significa frenar la autodeterminación revolucionaria en provecho
de intereses ajenos a ella, sino al contrario continuarla bajo la forma de una reivindi-
cación de aquel contenido “histórico-moral” que Marx reconoció… El desarrollo de
las fuerzas productivas y el perfeccionamiento de las instituciones democráticas (…)
son favorables para la transición hacia el reordenamiento comunista…48

Complejo y profundo en su evaluación, desde el mirador Bolívar Echeverría


puede percibirse que la lucha por la autogestión anticapitalista y la lucha por la
autodeterminación nacional por principio están convocadas a reconocer una conver-
gencia esencial: para alcanzar sus metas ambas deben revertir la sobre-explotación
laboral.49 Ambas requieren defender y desarrollar la “dimensión histórico-moral” o
“histórico-cultural” del proceso de reproducción social, esto es, proyectos que ga-
ranticen la afirmación y el mejoramiento de la reproducción de la vida de la nación
o sus nacionalidades.
Para Rosa Luxemburgo y, desde ella, para Bolívar Echeverría, la interrelación
entre la lucha por la autogestión anticapitalista y la lucha por la autodeterminación
nacional, convierte a ésta en un obstáculo para aquélla –y éste sería, precisamente,
su segundo punto de contacto– cuando, a partir de degradar regresivamente la lucha
por la autodeterminación nacional, el Estado propulsa y justifica que un conjunto
determinado de capitalistas logren “circunscribir violentamente un ámbito social

48
Bolívar Echeverría, Prólogo a Rosa Luxemburgo, Obras Escogidas, Tomo II, Era, México, 1981, pp. 17,
22 y 19.
49
De ningún modo deben exacerbarse o confundirse las precauciones que Bolívar Echeverría tiene ante
una expresión como “Socialismo del siglo XXI” –que califica como resultado alcanzado lo que constituye una
meta por alcanzar mediante una lucha de largo plazo, que se adelanta denominando socialismo lo que es
una reconfiguración del capitalismo–, tratándolas como sinónimo de que fuera irrelevante la lucha contra
la sobre-explotación laboral y la renta tecnológica. En la medida en que la lucha anticapitalista no puede
triunfar inmediatistamente –como pretende la herencia de la Revolución Francesa que significa el “mito de la
revolución”–, la reconfiguración del capitalismo para mutar y producir otro terreno de lucha, favorable y fértil
para las diversas dimensiones de la lucha anticapitalista, es estratégicamente esencial: ahí es donde la lucha
por la autogestión anticapitalista y la lucha por la autodeterminacion nacional están convocadas a asumir el
desafío de crear sus pactos.
Por su inocultable relevancia en la lucha contra el poder planetario, Bolívar Echevería siempre valoró
–como me lo expresó en múltiples ocasiones– la red de alianzas geoestratégicas que podían forjarse al
interior de América Latina para propulsar la tendencia contra-hegemónica regional. Nunca vio en los Estados
postneoliberales proyectos que no hubiera que valorar.

74
Luis Arizmendi

y físico adecuado para el cumplimiento óptimo del ciclo de acumulación de su ca-


pital”. Pero esto significa –y aquí es de suma importancia la precisión– hacer uso
de la renta natural contra la nación a favor de un conjunto de capitalistas locales.
Cuando en lugar de mejoramiento cualitativo del proceso de reproducción social
nacional o plurinacional, y en lugar de combinación de la “democracia formal” con
multiplicación de “gérmenes” o “núcleos de democracia real”, se impone de modo
violento una dinámica propiamente represiva y político-destructiva de todo proyecto
de autogestión social.50
En conclusión, los Estados contra-hegemónicos, en el marco de la mundializa-
ción capitalista del siglo XXI, constituyen los únicos que pugnan por una resistencia
efectiva al trend secular que impulsa la renta tecnológica hacia su victoria contra la
renta natural. Su desafío proviene de la polaridad, hasta cierto punto inevitable, entre
la tendencia contra-hegemónica y la tendencia anticapitalista. De persistir e incluso
agudizarse, esa polaridad no podrá más que conducir hacia el debilitamiento tanto del
Estado contra-hegemónico como de los movimientos autogestivos en su lucha contra
el capitalismo “neoliberal” y el proyecto de multiplicación del Estado autoritario
que propulsa el proto-Estado global. O bien, paradójicamente, podría ser en sumo
enriquecedora si se consiguiera avanzar hacia una interpenetración recíproca que
lograra crear fértiles convergencias al explorar los caminos de edificación de pactos
histórico-políticos contra la tendencia del planetary management del siglo XXI.

50
“Landesselbstverwaltung”, es decir autogobierno del país, es el nombre que, en alemán, Rosa Luxemburgo
atribuyó al proyecto que, propulsando la autogestión comunista a través de diversas formas políticas como
fundamento del gobierno nacional, reconoce y legitima la autodeterminación de las comunidades espontáneas
de productores y consumidores como una forma política convergente con el consejismo anticapitalista. Op.
cit., pp. 19-23.

75
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

IV

El desafío de (re)pensar
la dialéctica capitalismo/precapitalismo y el barroquismo

Ahora que la obra de Bolívar Echeverría enfrenta el desafío de su trascendencia


póstuma, por principio, es sumamente positivo que se esté leyendo desde múltiples y
muy diversas perspectivas teórico-políticas. La riqueza de ese caleidoscopio y multi-
plicidad constata la estatura del mirador Bolívar Echeverría para las ciencias sociales
y el pensamiento político del siglo XXI. Sin embargo, un debilitamiento profundo e
inocultable puede identificarse cada vez que –ante todo, desde un horizonte postmoder-
no, poscolonial o desde la teología de la liberación– su poderosa lectura de El Capital
abiertamente se hace a un lado. No posicionar como plataforma en la herencia de sus
contribuciones su lectura praxeológica-concreta de El Capital, suscita un debilitamiento
del que deben prevenirse otros miradores afines al marxismo. Sin duda, es en el debate
en torno al barroquismo donde más puede verse ese debilitamiento, paradójicamente, en
el marco del inapelable triunfo de la intervención de Bolívar Echeverría, constatable por
su vasto y creciente reconocimiento como referente ineludible del debate internacional
sobre lo barroco. En este sentido, una convocatoria imprescindible e impostergable es
la que abre su prolífica e innovadora conceptualización: para descifrar tanto el ethos
como la modernidad regidos por el barroquismo es vital que la crítica a la modernidad
capitalista como totalidad que puede edificarse desde El Capital vaya por delante.
Lejos de ser culturalista –o sea, de pretender estudiar la cultura por la cultura
misma o, en otro plano, la religión por la religión en cuanto tal–, aunque siendo suma-
mente innovador al abordar la crítica a la cultura y la religión, la concepción radical
de Bolívar Echeverría en torno al ethos barroco sólo puede hacer emerger todos su
alcances para asumir la “historia como desencubrimiento”51 si se identifica que está
construída en la dirección de una crítica total a la mundialización y la historia global
de la modernidad capitalista en América Latina.
La “cita mesiánica” con el pasado de la que tan fuertemente hablaba Walter
Benjamin, esto es, ir a la historia acontecida haciendo pedazos toda empatía con el

51
Bolívar Echeverría, “La historia como desencubrimiento”, en Contrahistorias no. 1, México, 2003.

76
Luis Arizmendi

vencedor para poner al descubierto el dolor y la muerte de las múltiples tragedias


que en las derrotas de los vencidos se jugaron, con la perspectiva esperanzadora de
despertar una fuerza irrenunciable en su compromiso por crear en la historia por
definirse hacia el porvenir otro acontecer, constituye una cita que, en la crítica eche-
verriana al barroquismo latinoamericano, entrecruza todo el tiempo cuestionamiento
radical de la visión de los vencedores con cuestionamiento radical de la historia del
capitalismo en America Latina. En Bolívar Echeverría no hay crítica factible al ethos
barroco sin crítica al capitalismo.
Podría decirse que desde su concepción del ethos y la modernidad barrocas, dos
son las coordenadas esenciales que articulan su rico desarrollo del principio de la
totalidad para la crítica de la modernidad capitalista.
La primera, contraponiéndose a los dualismos con los que siempre se manejó el
“marxismo soviético” entre estructura/sobre-estructura, economía/cultura o sujeto/
objeto –dualismos de consecuencias políticas sumamente perniciosas–, e introdu-
ciendo una concepción de la cultura que rebasa con mucho la noción althusseriana
de “idelología”, esto es, revolucionando el horizonte político que introdujeron las
versiones principales de difusión del marxismo en América Latina, la concepción
echeverriana del ethos introduce una conceptualización muy novedosa de la economía,
la política, la ética y la cultura que con un solo término denota su unidad interior e
inextricable haciendo valer el principio de la totalidad. No se alude a cada una de
ellas como dimensión singular, exterior y dicotómica respecto de las otras, de suerte
que, al abordarlas como totalidad emerge que, en su realidad histórica, conforman
un mundo unitario que cabe llamar precisamente ethos. En consecuencia, ethos no
es sinónimo de economía/política/ética/cultura, es eso justo y más porque no es una
suma sino una unidad que integra un todo irreductible.
Notoriamente, el significado de ethos como “modo de ser” o “carácter” convertido
en “costumbre” o “hábito”, es decir en comportamiento inercial o automático –lo
que corresponde, sin duda, con la raíz etimológica de la palabra ética–, está presente
en la concepción de Bolívar Echeverría. Pero no emplea el término ethos en lugar
de ética. Sin dejar de estar ahí, la presencia de ese significado se encuentra inserta y
desbordada por el énfasis que pone en que sólo puede ser tal justo porque denota la
presencia de “morada” o “refugio”. Lo que abre la mirada completamente hacia otra
perspectiva, puesto que ethos refiere una totalidad que puede ser ubicada “lo mismo
en el objeto que en el sujeto”. Es decir, como “estrategia elemental” económico-

77
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

política de sobrevivencia alude a una forma de organizar el proceso de reproducción


vital individual y social, que hace de una modalidad de producción del valor de uso
o bien, fundamento de un principio cultural de “construcción del mundo de la vida”
y, con eso, invariablemente, de los criterios normativos de la noción de bien de un
conjunto social –ya que no existe cultura alguna sin principios éticos o, lo que es lo
mismo, no existe modo de producción de bienes que no propicie nociones de bien
normativas de la convivencia humana–. Así, como estrategia elemental económico-
político de sobrevivencia vuelta costumbre o hábito cultural, permite que el sujeto
social se proteja de la necesidad de descifrar el mundo “a cada paso”. En tanto opera
como principio cultural organizativo de las formas sociales de convivencia y se plasma
en la estructura material de valores de uso que ellas crean y en la que se soportan,
ethos es un término cuyo fundamento es la unidad histórico-material sujeto-mundo.52
No se logra valorar a cabalidad el núcleo que articula el origen de la concepción
echeverriana del ethos histórico, si sin más se asume que ethos no es ética. Ciertamente,
no son sinónimos, pero eso no significa que no guarden relación entre sí. El riesgo
de escindirlos reside en que se obstruye la vía de desciframiento a las modernidades
desde el cuádruple ethe contemporáneo. No se valora el complejo diálogo que Bolívar
Echeverría desarrolla entre Marx y Weber desde su concepción del ethos.
En este sentido, tiene razón Roger Bartra, aunque no lleva la formulación hasta
sus últimas consecuencias, cuando afirma que, con su conceptualización del cuádruple
ethe de la modernidad:

Bolívar Echeverría propone su tipología de las diversas maneras de sobrevivir en el


capitalismo como una respuesta crítica a la idea de Max Weber, según la cual habría
una relación biunívoca entre el “espíritu del capitalismo” y la “ética protestante”. En
realidad, habría por decirlo así cuatro espíritus del capitalismo.53

Tiene razón porque, ciertamente, Bolívar Echeverría está demostrando que la


historia de la cultura política de la modernidad capitalista es irreductible al protestan-
tismo, que podría decirse sólo se constituyó como primera forma histórica del ethos

52
Bolívar Echeverría, “El ethos barroco”, en Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco, UNAM/El Equilibrista,
México, 1994, p. 18.
53
Roger Bartra, “Romanticisno y Modernidad. Variaciones sobre un tema de Bolívar Echevería”, en Bolívar
Echevería: crítica e interpretación…, p. 104.

78
Luis Arizmendi

realista.54 Al abrir el abanico e incluir, junto al ethos realista, los ethe romántico, clásico
y barroco, Bolívar Echeverría rebasó a Weber demostrando que el ethos protestante
sólo es una forma del ethos realista y que existen otros tipos de ethe que desbordan el
binomio weberiano. Dicho en otros términos, desde su origen mismo el capitalismo
cuenta con otros “espíritus” distintos del realismo protestante.
Pero esta formulación sólo puede ser efectiva si se observa que Bolívar Echeverría
no sólo está planteando que existan otros “espíritus del capitalismo” y, por tanto, otras
éticas además de la protestante.
En tanto el fundamento de su concepto de ethos es la unidad sujeto-mundo, lo
que está abriendo Bolívar Echeverría es enorme: a contrapelo del mito del progreso
y de la visión lineal de la historia capitalista presente en Weber, pone al descubierto
que las diferentes formas de ethos proyectan diferentes configuraciones históricas de
la modernidad y por tanto del capitalismo. Bolívar Echeverría cuestiona a Weber no
simplemente por no abrir el abanico y no identificar mínimo el cuádruple ethe de la
modernidad. Lo cuestiona por ser uno de los principales ponentes de una concepción
de la historia de la modernidad capitalista que la reduce a una sola línea, a una única
trayectoria en acuerdo a la cual se define y “avanza” el “progreso”.55 Llevando más
lejos a partir de Marx una perspectiva que enriquece con Braudel, para Bolívar Eche-
verría, la historia del capitalismo es la historia del choque de diversos proyectos o
configuraciones históricas de capitalismo, que se enfrentan entre sí, para prevalecer
una cancelando las trayectorias de las otras, en medio de un conflicto en el que sin
embargo la mundialización capitalista se origina y desarrolla sobre la presencia de
múltiples modernidades capitalistas.
Afinando un planteamiento original de Marx en El Capital –justo el que denuncia
que lo que distingue a la “esclavitud antigua” de la “esclavitud moderna” es la presencia
en esta última de una “complicidad” que deriva de que, una vez expropiado de medios

54
Bolívar Echeverría, “Imágenes de la blanquitud”, en Modernidad y blanquitud, Era, México, 2010, p. 57.
55
“En la nota preliminar a sus Artículos escogidos de sociología de la religión, Max Weber dejó planteada la
idea de que la capacidad de corresponder a la solicitación ética de la modernidad capitalista, la aptitud para
asumir la práctica ética del protestantismo puritano, puede tener un fundamento étnico y estar conectada
con ciertas características raciales de los individuos. Las reflexiones que quisiera presentarles intentan
problematizar este planteamiento de Max Weber a partir del reconocimiento de un “racismo” constitutivo de
la modernidad capitalista, un “racismo” que exige la presencia de una blanquitud de orden ético o civilizatorio
como condición de la humanidad moderna, pero que en casos extremos (...) pasa a exigir la presencia de
una blancura de orden étnico, biológico y cultural”. Op. cit., p. 58.

79
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

de vida, el sujeto introyecta la violencia capitalista al admitir coexistir con ella y, por
tanto, asumir la cosificación de su humanidad, esto es, la mercantificación de su fuerza
de trabajo–, la conceptualización echeverriana del cuadrúple ethe contemporáneo
desoculta los diversos modos de esa “complicidad” para vivir en y con el capitalis-
mo que despliegan los dominados modernos. E, incluso, va más allá porque con ese
cuádruple ethe también da cuenta de las estrategias histórico-culturales que pueden
desplegar para organizar su reproducción los dominadores modernos. Así, el cuádruple
ethe contemporáneo descifra las formas histórico-culturales de reproducción que
pueden compartir tanto dominados como dominadores en la modernidad capitalista.
Explicadas todas las configuraciones del ethe moderno desde la contradicción
entre el sentido vital del proceso de reproducción social y el contrasentido explotador
de la acumulación capitalista, para Bolívar Echeverría, mientras al ethos realista lo
caracteriza la asunción de que la modernidad no puede tener realidad histórica más
que siendo capitalista, por tanto que no procede más que entregarse abiertamente al
poder del dinero como capital y a la lógica de la insaciable explotación abstracta que
impone; al ethos romántico lo define la identificación con la modernidad capitalista
pero a partir de la ilusión de que constituye el fundamento imprescindible del bien-
estar y el progreso que llegará tarde o temprano para todos. Complementándolos, al
ethos clásico lo caracteriza no identificarse con el capitalismo en su dimensión de
valor –como hace el ethos realista– o en su dimensión de valor de uso –como hace el
ethos romántico–, pero sí asumir al capitalismo como un hecho ineludible e intras-
cendible a la vez, respecto del cual no procede más que su admisión pasiva o, mejor
aún, puramente el despliegue de compensaciones, ante todo filantrópicas.
Rebásandolos, pero también partiendo de imprimirle una forma a la complicidad
con el dominio moderno, el ethos barroco se caracteriza por una combinación o
entrecruzamiento inestable aunque promisorio entre resistencia e integración ante
la modernidad capitalista. Una dialéctica histórica que establece una doble marca,
por un lado, de la integración desde la resistencia y, por otro, de la resistencia desde
la integración, para generar una forma que no se remite a ser su suma, puesto que
se sustenta en “pactos” o concesiones en las que el capitalismo para prevalecer
debe admitir la persistencia de principios no capitalistas que, sin embargo, no lo
dejan indemne, constituye el fundamento del barroquismo. Esto significa que el ethos
barroco es tal, precisamente, porque en su surgimiento al entrecruzar la cultura de
los vencedores con la cultura de los vencidos para fundar una nueva forma histórica

80
Luis Arizmendi

instala como su núcleo una cierta mixtura entre capitalismo y precapitalismo. No


puede ser de otro modo porque en su origen, al entreverarse la modernidad capitalista
con lo no capitalista, así sea para subsumirlo formalmente con alcances limitados pero
efectivos, justo con lo que se entrevera es con el precapitalismo.56
Sin darse nunca la presencia de uno solo de estos ethos, su coexistencia ineludible
es irreductible a su simultaneidad. Para Bolívar Echeverría, porque tiende a darse la
preponderancia de una u otra forma del ethos, e incluso la necesaria traducción hacia
una de ellas de los códigos culturales de las otras, es que sucede la integración de
una u otra configuración histórica de la modernidad capitalista. De ahí que, Bolívar
Echeverría mismo explícitamente hable de “modernidad protestante” para referirse a la
modernidad realista, de “modernidad romántica”, “modernidad clásica” y “modernidad
barroca”. Tenía que ser así justo porque la preeminencia en una cierta sociedad de un
ethos, denota la decantación histórica de la elección vuelta costumbre cultural por una
modalidad de organización de la interrelación del proceso de reproducción social con
la acumulación capitalista. Sólo no se ve que la elección de preminencia de un ethos
moderno desemboca en la definción de proyectos de modernidad capitalista, cuando
el concepto de ethos se empobrece al mirarlo culturalistamente, de suerte que se le
reduce al ámbito microsocial o en el ámbito macrohistórico se le limita seriamente.
En palabras de Bolívar Echeverría:

ninguno de estos cuatro ethe que conforman el sistema puro de “usos y costumbres” o
el “refugio y abrigo” civilizatorio elemental de la modernidad capitalista se da nunca
de manera exclusiva; cada uno aparece siempre combinado con los otros… Puede, sin
embargo, jugar un papel dominante en esa composición, organizar su combinación
con los otros y obligarlos a traducirse a él para hacerse manifiestos. Sólo en este

56
Revela una palmaria incomprensión del concepto ethos moderno pretender cuestionar a Bolívar Echeverría
por dejar un presunto vacío al no construir la definición de un quinto tipo de ethos: el ethos revolucionario. En la
medida en que el carácter inercial o automático es condición sine qua non para la presencia de una estrategia
elemental histórico-cultural de sobrevivencia, que deviene como tal precisamente para no tener que descifrar
el mundo a cada paso, constituye un contradictio in adjecto una expresión como ethos revolucionario. Porque el
adjetivo revolucionario nunca constituye una acción de orden automático o irreflexivo, porque para revolucionar
el mundo subjetivo y objetvo el sujeto está enfrentado al reto de descifrar y producir un nuevo mundo a cada
paso, es que jamás podría condensarse como ningún tipo de ethos histórico. Al asumir reinventar la relación
sujeto-mundo, la acción revolucionaria se constituye a sí misma porque hace estallar la esencia de todas las
formas del ethos moderno. Incluso, tratándose del ethos barroco, para radicalizar su poder de autodeterminación
inventiva revolucionariamente tendría que adquirir la forma de un comportamiento post-barroco.

81
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

sentido relativo sería de hablar, por ejemplo, de una “modernidad clásica” frente a otra
“romántica”… Provenientes de distintas épocas de la modernidad, es decir, referidos a
distintos impulsos sucesivos del capitalismo el mediterráneo, el nórdico, el occidental y
el centroeuropeo, los distintos ethe modernos configuran la vida social contemporánea
desde diferentes estratos “arqueológicos” o de decantación histórica. Cada uno ha
tenido así su propia manera de actuar sobre la sociedad y una dimensión preferente de
la misma desde donde ha expandido su acción.57

En la medida en que, entre los siglos XVI y XVIII, “la modernidad europea
protestante o noroccidental presentaba (…) un alto grado de cristianización debido
a que se había gestado en un proceso de evangelización cuyo efecto devastador
había avanzado sin grandes obstáculos sobre las ruinas de las identidades y culturas
noreuropeas (celtas y germánicas)”, logrando imponerse “sin necesidad de hacer
ninguna concesión de principio y sin entrar en las complejidades del mestizaje”,58
para Bolívar Echeverría, a ella le corresponde ser la cuna del ethos realista y de la
“modernidad protestante”.
Es en la configuración de la modernidad de la Europa noroccidental del siglo
XVII donde ubica el proyecto de capitalismo que inicia la tendencia hacia la derrota
total del valor de uso, que llevará hasta sus últimas consecuencias la modernidad
americana en el siglo XX.

La modernidad “americana”, como prolongación de la particular modernidad noreu-


ropea, viene a culminar algo que el cristianismo pareciera haber tenido el encargo
de preparar: una socialidad dotada de un “ethos” que la vuelva capaz de dar una
respuesta positiva, “realista”, aquiescente y dócil, al “espíritu del capitalismo”…
El capitalismo radical no tiene en principio ninguna preferencia identitaria en su
realización histórico concreta; sin embargo, dado que una actualización de este orden
es única e irrepetible y que las poblaciones cristianas noroccidentales fueron de facto,
accidental o casualmente, las que lo actualizaron de la manera más limpia y potente
(…) la forma se hizo fondo”…59

57
Bolívar Echeverría, “Modernidad y Capitalismo (Quince Tesis)”, en Las ilusiones de la modernidad, tesis 7, p. 166.
58
Bolívar Echeverría, “La modernidad americana (claves para su comprensión)”, en La americanización de
la modernidad, Era, México, 2008, p. 22.
59
Ibid., p. 23.

82
Luis Arizmendi

En la medida en que “la modernidad europea católica o mediterránea presentaba


un grado de cristianización relativamente bajo debido a que provenía de un proceso
de evangelización cuyo efecto destructivo sobre las identidades y las culturas paga-
nas (…) se encontró con fuertes resistencias”, en tanto sólo pudo dominar porque
fue “cediendo a estas resistencias” aplicando “una estrategia peculiar de tolerancia
ante las idolatrías, de integración o mestizaje de las mismas en una identidad y una
cultura cristianas relativizadas y aflojadas”,60 Bolívar Echeverría ve en ella la que
le corresponde ser la cuna del ethos y de la modernidad regida por el barroquismo.
Así, mientras la modernidad noroccidental constituye la génesis de la modernidad
realista protestante, que posteriormente se expandirá hacia Norteamérica dando pie
a la modernidad americana; la modernidad mediterránea constituye la génesis de la
modernidad barroca católica, que se expandirá hacia la modernidad latinoamericana.
Desde esta óptica puede verse que, partiendo de El Capital para llevarlo más lejos,
entre lo más profundo que Bolívar Echeverría está haciendo desde su teorización del
cuádruple ethe, es descifrar desde la teoría crítica de la cultura la acumulación origi-
naria del capital mundial. Desdobla geohistóricamente la acumulación originaria de
capital en Europa, ante todo, en estas dos modernidades, la modernidad noroccidental
y la modernidad mediterránea, para desde ahí descifrar el desdoblamiento geohistórico
de la acumulación originaria de capital en el continente americano.
Al llegar aquí emerge que, si bien la primera coordenada del uso del principio de
la totalidad como fundamento del ethos lleva de éste como forma histórico-cultural a
las configuraciones de la modernidad capitalista en la historia europea y su mundiali-
zación, la segunda coordenada lleva del ethos barroco a repensar, de modo sumamente
innovador, la historia total de la modernidad capitalista en América Latina.
Contraponiéndose de modo frontal al mito del progreso, el poderoso horizonte de
intelección de la historia capitalista que abre el cuádruple ethe moderno y, en especial,
la visión echeverriana del barroquismo, colisiona y derrumba la concepción que
mira la historia del capitalismo europeo y de América Latina como una historia unívoca
y unilineal. Sumamente conveniente para el mito del progreso resultó ser la perspectiva
del marxismo progresista que tanto insistió en que lo que hubo en América Latina, en
los siglos XVI-XVIII, fue feudalismo. Reduccionista y esquemático, puesto que trata
la economía capitalista –como dice Wallerstein– como un “constructo nacional”, el

60
Ibíd.

83
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

marxismo progresista es impotente para descifrar el “performance sin fin del mestizaje”
no sólo racial sino civilizatorio que se ha desplegado en América Latina. Desde el mito
del progreso abre un gran hiato con el cual, así sea de modo tácito, los horrores del
genocidio y del ecocidio que trajo consigo la acumulación originaria del capital mundial
con la conquista de América Latina quedan adjudicados al feudalismo. Lo propio del
marxismo progresista, en nuestra región, siempre ha sido leer la historia de América
Latina en clave de una u otra forma de desmundialización del concepto capitalismo.61
Ya sea que se lea desde la visión del “constructo nacional”, la teoría de la “articulación
de los modos de producción”, la noción del “modo de producción latinoamericano” o,
incluso, desde la “desacumulación originaria del capital”, siempre se impone una u otra
forma de desmundialización del concepto capitalismo y, consecuentemente, se integra
un obstáculo infranquebale que bloquea descifrar el peculiar y complejo modo en que la
mundialización capitalista generó una configuración entreverada de la modernidad capi-
talista en América Latina destinada a ser el doble imposible de la modernidad europea.
Posicionándose, por principio, desde su poderosa lectura de El Capital, que asume
que la relación entre capitalismo y mundialización es permanente, desde la concepción
echeverriana del barroquismo, la acumulación originaria en América Latina jamás
es vista desde la desmundialización del concepto capitalismo. América Latina no
tiene que esperarse hasta los siglos XIX o XX para entrar en la modernidad capita-
lista, ingresa desde los siglos XVI y XVII, pero con una configuración sumamente
peculiar: quizás justo la que constituye la configuración más representativa de la
modernidad barroca.

61
Cuando efectúa el balance del debate internacional que desató la publicación de su magnum opus, El
moderno sistema-mundial, Wallerstein cuestiona directamente a Ernesto Laclau por desmundializar el concepto
capitalismo. Aunque Laclau –en “Feudalismo y Capitalismo en América Latina” (incluído en Política e Ideología
en la Teoría Marxista, Siglo XXI, 1978, pp. 10-52)– pretende que es a través del capital comercial que se vinculan
el capitalismo europeo y el feudalismo latinoamericano, paradójicamente, al cuestionar por circulacionista la
visión de Wallerstein, que según él no se da cuenta de que las relaciones de producción de América Latina son
precapitalistas, es el mismo Laclau quien proyecta su visión circulacionista. Incapaz de descifrar el impacto
que desde la circulación el capital tiene en las formas productivas y de explotación en América Latina, Laclau
está lejos de entender la mixtura entre capitalismo y precapitalismo que, a nivel del proceso de producción y
reproducción social, se constituye con la modernidad barroca. La crítica de Wallerstein a Laclau se expone
en El moderno sistema-mundial, Tomo I, Siglo XXI, México, 1999, pp. 178-179. Traduje su balance global
de la polémica internacional que suscitó su magnum opus, donde cuestiona la reducción del capitalismo a
“constructo nacional”, en “Debate en torno a la economía política de El moderno sistema-mundial”, en revista
Mundo Siglo XXI no. 24, CIECAS, IPN, México, 2011, pp. 5-12. Puede verse en la dirección web: http://www.
mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v06/24/01.pdf

84
Luis Arizmendi

Aquí se da una interesante convergencia de la fina conceptualización de Wa-


llerstein en torno a lo que denomina el primer y el segundo siglo XVI, con la sólida
formulación de Bolívar Echeverría de la situación cuasi de “civilización cero” en que
la Conquista hunde a América Latina.
Desarrollando el planteamiento original de Braudel sobre el “largo siglo XVI”
–un siglo que no se define cronológicamente sino por el acontecimiento histórico
esencial que lo articula: el origen del sistema-mundo capitalista–, Wallerstein lo
desdobla, en el “primer” (1450-1557) y el “segundo siglo XVI” (1557-1640), con
el objetivo de dar cuenta del ascenso y el derrumbe del proyecto del imperio-mundo
español. Wallerstein demuestra que es una contradicción sumamente peculiar la que
caracteriza a España en el nacimiento del sistema-mundo moderno. Rebasando a
Portugal como cabeza de la expansión ultramarina de Europa, España se convierte
en puntal del origen del sistema-mundo capitalista, pero justo al integrarse como
imperio-mundo para posicionarse como naciente hegemón, provoca paradójicamente
su declive histórico. Embarcada en la expansión militar de su poder en América
Latina, al mismo tiempo que en las ofensivas militares a los Países Bajos, intentando
posicionarse como hegemón dentro de Europa, España se plantea un proyecto de
dimensiones insostenibles: ni con todo el oro y la plata americanos que sustrajo podía
financiar y sostener el gasto militar que exigía el proyecto de semejante imperio-
mundo. Luego de detonar el origen del sistema-mundo moderno en el “primer siglo
XVI”, por la magnitud geohistórica de su proyecto, España tuvo necesariamente
que fracasar y venirse abajo en el “segundo siglo XVI”.62
En cercano paralelismo con esta periodización, Bolívar Echeverría da cuenta de
la convergencia en una auténtica situación límite tanto de la civilización dominante
ibero-europea como de la civilización indígena, producto de una combinación de la
desvastación impuesta por la Conquista y el abandono de América Latina a su suerte,
una vez que se viene abajo el imperio-mundo español. Situación límite que lleva a
ambas cerca del grado cero de civilización.

La crisis en que estaba sumida la civilización dominante, ibero-europea, después del


agotamiento del siglo XVI –cuando casi se había cortado el circuito de retroalimentación
que la conectaba con el centro metropolitano–…, (y) la crisis de la civilización indígena,

62
Immanuel Wallerstein, El moderno sistema-mundial, Tomo I, Siglo XXI, México, 1999, pp. 233-316.

85
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

después de la catástrofe político-religiosa que trajo para ella la Conquista, (donde) los
restos de la sociedad prehispánica no estaban en capacidad de funcionar nuevamente como
el todo orgánico que habían sido…, (desembocaron ante el desafío de una salida) que
ninguna de las dos podía construir sola o independientemente. Ambas experimentaban la
imperiosa necesidad de mantenerse al menos por encima del grado cero de civilización…63

En estas condiciones, la estrategia del apartheid tenía sin duda unas consecuencias inme-
diatamente suicidas… Inadecuado y desgastado, el esquema civilizatorio europeo era de
todos modos el único que sobrevivía… El otro, el que fue vencido (…), pese a no haber
sido aniquilado ni sustituído, no estaba en condiciones ya de disputar esa supremacía...64

Dispuesta por ser la expansión de la modernidad mediterránea propensa al barro-


quismo, pero, más aún, conducida ineludiblemente por imperiosa necesidad de sobre-
vivencia hacia él, la modernidad capitalista nació en América Latina con base en una
entreverancia ineluctable e indispensable con formas premodernas precapitalistas para
evitar caer en el grado cero de la civilización. Así, un doble entreveramiento complejo
la constituye: el entreveramiento entre europeos vencedores e indígenas vencidos, pero
asimismo el entreveramiento entre formas originarias del capital y formas precapitalistas.
Dando cuenta del complejo modo en que ese entreveramiento surge embistiendo
y erosionando, germinal pero efectivamente, la legalidad cualitativa del valor de uso
desde la legalidad abstracta del valor-capital, Bolívar Echeverría demuestra que, entre
1595 y 1635, tres metamorfosis esenciales se abren paso para fundar el barroquis-
mo latinoamericano. Constata, junto a la necesaria presencia de una recomposición
demográfica basada en el mestizaje que tiene un crecimiento sostenido a partir de
1630, una doble recomposición económica basada en una curva comercial y otra
curva expoliadora. Mientras la curva comercial proyecta el tránsito de la función de
América Latina en el mercado mundial como proveedora de minerales (para fungir
como dinero mundial) y esclavos (como fuerza de trabajo funcional a la acumulación
originaria, no a la reedición del esclavismo como sistema histórico), hacia un nuevo
lugar que se dota a sí mismo al empezar a desarrollar la producción de manufacturas

63
Bolívar Echeverría, “La Compañía de Jesús y la primera modernidad de la América Latina”, en La modernidad
de lo barroco, Era, México, 1998, p. 82.
64
Bolívar Echeverría, “El ethos barroco”, op. cit, p. 34.

86
Luis Arizmendi

y productos agropecuarios; la curva expoliadora constata como fundamento de las


nuevas funciones productivas de América Latina para el mercado mundial, el trán-
sito de formas de explotación productivistas que entreveran principios feudales con
principios capitalistas, pero de tal modo que éstos últimos se vuelven cada vez más
prominentes. Poniendo claramente al descubierto la encomienda y la hacienda como
formas in nuce de la subsunción capitalista del trabajo, para Bolívar Echeverría,
mientras la encomienda es propia de un régimen de “feudalismo modernizado”, es
decir de una forma feudal que tiene una impronta capitalista puesto que “asegura
con dispositivos mercantiles un sometimiento servil del explotado al explotador”; la
hacienda corresponde a un régimen de “modernidad afeudalada”, esto es a una forma
capitalista que tiene una impronta feudal puesto que “burla la igualdad mercantil de
propietarios y trabajadores mediante recursos de violencia extraeconómica”.65 Nada de que
lo que existe en América Latina en los siglos XVI y XVII es sin más feudalismo. Nada
de lecturas unilineales de la historia latinoamericana, funcionales a los servicios que
el mito del progreso rinde al discurso del poder contemporáneo.
Para Bolívar Echeverría, desde los siglos XVI y XVII, no hasta los siglos XIX
y XX, América Latina está de lleno inserta en la modernidad capitalista pero bajo
una forma peculiar: a las complejas formas de dominación capitalista originarias
–que se integran con el “feudalismo modernizado” o, más aún, con la “modernidad
afeudalada”–, los sujetos vencidos y dominados responden haciendo valer como es-
trategia elemental de sobrevivencia, como forma dirigida a hacer vivible lo invivible,
precisamente, con el ethos barroco. Desde el siglo de la Contraconquista en adelante,
el siglo XVII, la modernidad barroca constituye la configuración permanente de la
modernidad en América Latina. Porque aunque, por supuesto, puedan suscitarse y de
hecho se suscitan efectivamente las otras modalidades del ethos moderno –la realista,
la romántica y la clásica–, la historia económica-política y cultural de esta región del
orbe sería sencillamente imposible sin la marca y la preminencia del ethos barroco.66

65
Bolívar Echeverría, “El ethos barroco”, op. cit., pp. 30-31.
66
En nítido contraste con una intervención tan erudita como la de Gilberto Argüello, que definió su posición
planteando que la acumulación originaria del capital mundial, justo porque benefició a Europa a partir de imponer
una enorme devastación sobre los recursos naturales y la población indígena, suscitó que se conformara, como
su polo opuesto pero complementario, una ineludible desacumulación originaria en América Latina, el mirador
Bolívar Echeverría afirma lo inverso, permitiendo percibir que la devastación sucedió pero que de ningún modo
bloqueó que la acumulación originaria de capital aconteciera en esta latitud. Lleva a comprender que lo que se
fundó fue un ethos y una civilización configuradas de forma barroca. Cfr. de Gilberto Argüello, "La acumulación
originaria en la Nueva España", en Historia y Sociedad, núm. 2, (2ª época), México, 1974, pp. 39-69.

87
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

Para demostrar que el barroquismo da forma no sólo al ethos, sino a la modernidad


en el mirador Bolívar Echeverría, cito sus propias palabras:

La modernidad barroca como estrategia para soportar el capitalismo (…) pervive entre
nosotros con efectos en un cierto sentido positivos, por aligeradores de la vida, pero en
otro sumamente dañinos, por promotores de conformismo… La modernidad alternativa
como “negación determinada” que sería, tendría matices barrocos, si sale de la América
Latina, pero siendo necesariamente una modernidad post-barroca…67

Ahora bien, si desarrollamos los planteamientos de las dos lecturas más avanza-
das de El Capital en América Latina, la de Bolívar Echeverría y la de Ruy Mauro
Marini, podría decirse que, desde fines del siglo XIX comenzó una metamorfosis
que en el siglo XX se consolidó, llegándonos esencialmente así al siglo XXI: la
transición hacia formas de subsunción real capitalista más avanzadas con la gran
industria y las ciudades basadas en fábricas automáticas –dejando atrás los entrevera-
mientos entre formas capitalistas y formas feudales–, lejos de cancelar la existencia
del ethos barroco, sólo llevó a la reconfiguración de su fundamento económico.
Dentro de la modernidad latinoamericana, el impacto de la renta tecnológica como
tributo que rinden los capitalismos de la región ha propulsado que la preminencia
del ethos barroco por encima de las otras modalidades del ethe nunca desaparezca.
Resultado ineludible del poder de la renta tecnológica, porque los capitalismos
latinoamericanos compensan con la imposición de la sobre-explotación laboral
como dispositivo estructural de sus economías, porque pagan la fuerza de trabajo
tanto rural como urbana con salarios por debajo de su valor, es que la modernidad
capitalista en América Latina impone como violencia estructural pagar salarios
que no cubren la reproducción de la fuerza de trabajo nacional. Sobre este esce-
nario es que los dominados modernos en los capitalismos latinoamericanos deben
defenderse desplegando, espontánea pero ineludiblemente, estrategias mixtas de
reproducción vital de la fuerza de trabajo nacional. El entrecruzamiento de capi-
talismo y precapitalismo, es decir, de mercantificación de la fuerza de trabajo y
procesos de auto-reproducción comunitaria como complemento de aquella, cons-

67
“Barroco y Modernidad Alternativa. Diálogo con Bolívar Echeverría”, entrevista publicada en la revista Iconos
no. 17, FLACSO, Ecuador, septiembre 2003, p. 106.

88
Luis Arizmendi

tituye un entrecruzamiento imprescindible que define y marca la peculiaridad de


la modernidad contemporánea en América Latina.
Esto significa que –a contrapelo de las ilusiones del mito del progreso acerca
de la tendencia a la extinción de los indígenas y los campesinos–, las comunidades
indígenas han llegado hasta pleno siglo XXI por una combinación de resistencia,
integración y funcionalidad histórica. Porque resisten contra la modernidad capita-
lista persisten, pero, a la vez, cada que caen en una “complicidad inevitable” con la
mercantificación de su fuerza de trabajo se integran. Sin embargo también, persisten
no sólo por resistencia sino por funcionalidad al capitalismo. Porque la modernidad
capitalista en América Latina, contradictoriamente pero de modo inevitable, debe abrir
cauces a otras formas no mercantificadas de reproducción social o sencillamente la
fuerza de trabajo nacional no subsiste.
En nuestro tiempo, así, en su plano económico, el ethos barroco sigue siendo el
fundamento histórico del proceso de reproducción social de los dominados dentro de
las modernidades de América Latina. Confirma y afirma la validez de sus estrategias,
necesariamente mixtas de reproducción social en medio de la amenaza generalizada
de muerte, actualizándose a sí mismo al imprimirle forma completa al mundo a través
de sus formas histórico-culturales. Sin embargo, el entreveramiento de resistencia
e integración en la esencia de la dialéctica ambigua del barroquismo, constituye
un reto que convoca a trascenderlo hacia el post-barroquismo, si se quiere que sus
fundamentos autogestivos y eco-comunitarios sirvan de soporte a la edificación de
modernidades postcapitalistas.68
En este sentido, los fundamentos autogestivos del barroquismo latinoamericano,
cuyo potencial transcapitalista valoraba Bolívar Echeverría al grado de postular que
podrían llegar a convertirse en soporte de una nueva estrategia revolucionaria
que ya no se planteara la “toma apoteótica del Palacio de Invierno”, se encuentran

68
Aunque el término pathos grotesco, que brillantemente formula Armando Bartra, capta ampliamente el collage
y el carnaval de formas que entrecruzan resistencia e integración, no cabe tratarlo como término que podría
sustituir mejorándolo el horizonte histórico que abre el concepto ethos barroco. Pathos grotesco constituye
una forma que por igual puede encontrarse en cualquier lugar del mundo. En este sentido, denota una realidad
diferente al barroquismo, aunque tenga ciertos cruces con ella. Ethos barroco, aunque puede encontrarse
en todos los lugares en donde surge la modernidad capitalista cada vez que construye acuerdos, silenciosos
pero efectivos, con principios no capitalistas de organización del mundo humano de la vida, en cambio, para
recordar una expresión sartreana, es un término totalizador en tanto abre una reconceptualizacion global de
la modernidad y su historia en América Latina.

89
La trascendencia de la lectura de El Capital de Bolívar Echeverría para América Latina

históricamente convocados a propulsar formas de reproducción social-nacional –no


puramente formas de reproducción circunscrita o local–. A la vez, que la tendencia
que pugna por la autodeterminación nacional está convocada a abrir espacios que
permitan la edificación, gradual pero ojalá creciente, del autogobierno nacional. Pero
eso nos lleva de frente al reto histórico ineludible de nuestra América Latina en el
siglo XXI: asumir el desafío de inventar pactos que desarrollen y lleven más lejos,
contra la amenaza del planetary management, las luchas por la autodeterminación
nacional y las luchas por la autogestión anticapitalista. Ahí reside la potencialidad
revolucionaria para convertir la crisis global del capitalismo del siglo XXI en un
tiempo de oportunidad.

90
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del
marxismo crítico en el siglo XXI

I
La lectura histórico-concreta de El Capital de Rosa Luxemburgo
en el nacimiento del marxismo crítico

Mirar retrospectivamente, a un siglo de distancia, una de las intervenciones más radi-


cales en la fundación del marxismo clásico, como la que realizó Rosa Luxemburgo,
resulta tanto propicio como prolífico prospectivamente en un tiempo como el nuestro,
en el que se encuentra en curso el renacimiento internacional del marxismo crítico
debido a la explosión de la crisis más grave en la historia de la mundialización, una
crisis que, desde el carácter unificado aunque múltiple de sus colapsos, constituye en
sí misma una era que cabe denominar como crisis epocal del capitalismo.1
Marxismo crítico o marxismo clásico –que son sinónimos–, en contraste con el
limitado término “marxismo occidental” inventado por Perry Anderson,2 constituye
una expresión adecuada para nombrar ese horizonte del discurso crítico que, tanto en
Occidente como en Oriente, se negó una y otra vez a la conversión del marxismo
en una “saber que no sabe nada”, precisamente porque fue integrado y vencido por
alguna de las versiones del mito del progreso y del discurso del poder moderno. Es
decir, por la ilusión de que la marcha de la modernidad y de la mundialización se

1
Luis Arizmendi, “Crisis epocal del capitalismo, encrucijadas y desafíos del transcapitalismo en el siglo XXI",
en Nuestra América y EU: Desafíos del Siglo XXI, coeditado por el Centro Internacional de Información Estra-
tégica y Prospectiva de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina y la Universidad Central de Ecuador,
2013. Puede verse en el link: http://www.asipress.ir/vdcdno0f.yt0956ml2y.txt
2
Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, México, 1979.

91
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

encuentra regida por una dinámica generalizable e irrefrenable que hace tanto del
progreso económico como del progreso político un camino ineluctable. Visto, así,
puede identificarse que la desfiguración introducida por el marxismo progresista se
desdobló incluyendo dentro de sí, además del “marxismo soviético” en Oriente, al
“marxismo socialdemócrata” en Occidente. Antes que Historia y conciencia de clase
de Georg Lukács3 o Marxismo y Filosofía de Karl Korsch,4 la fundadora teóricamente
más vigorosa del marxismo crítico –que tanta influencia ejerció para la célebre obra
de Lukács– fue, inapelablemente, Rosa Luxemburgo.
Apareciendo en la antesala de lo que Hobsbawn5 (1998, 26-61) ha dado en llamar
la “época de la guerra total” (1919-1945), en la historia internacional de las grandes
lecturas de El Capital –que cuenta con nombres inolvidables como Henryk Grossman,
Roman Rosdolsky, Ernest Mandel, Isaak Illich Rubin, Jindrich Zeleny y, por supues-
to, los mismos Lukács y Korsch–, sin duda alguna Rosa Luxemburgo ocupa un alto
lugar: ni más ni menos debe ser reconocida como la autora fundadora de la primera
lectura poderosa de la magnum opus de Marx.
Inspirada en un libro que ella no vio publicarse –la Introducción a la economía
política6 que editó en 1925 Paul Levi a partir de rescatar los manuscritos que pudo de
la casa de Rosa Luxemburgo después de ser asesinada–, La Acumulación del Capital,7
su obra maestra, publicada en 1913, expone ampliamente lo que, en el marco de la
caracterización epistemológico-política de las grandes lecturas de Marx, podría cla-
sificarse como la lectura histórico-concreta de El Capital.
En 1906 el Partido Socialdemócrata Alemán estableció en Berlín una Escuela Cen-
tral dirigida a la formación de cuadros. Menos de dos años después, en reemplazo de
Anton Pannekoek, Rosa Luxemburgo empezó a impartir una cátedra en la que buscó
llevar mucho más lejos la primera recuperación que efectuó de El Capital, cuando lo
empleó como plataforma de su obra (originalmente su tesis doctoral) El desarrollo
industrial de Polonia.8 Mientras ahí la teoría del desarrollo capitalista de Marx, que
va de la acumulación originaria a la gestación de la gran industria, es interpretada y

3
György Lukács, Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México, 1969.
4
Karl Korsch, “Algunos supuestos básicos para una discusión materialista de la Teoría de las Crisis”, en
¿Derrumbe del capitalismo o sujeto revolucionario?, Cuadernos de Pasado y Presente no. 78, México, 1978.
5
Eric Hobsbawn, Historia del siglo XX, Ed. Crítica, Buenos Aires, 1998, pp. 29-61.
6
Rosa Luxemburgo, Introducción a la economía política, Cuadernos de Pasado y Presente no. 35, México, 1972.
7
Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital, Grijalbo, México, 1967.
8
Rosa Luxemburgo, El desarrollo industrial de Polonia, Cuadernos de Pasado y Presente no. 71, México, 1979.

92
Luis Arizmendi

empleada como fundamento de la conceptualización histórico-concreta del capitalismo


en Polonia –con el objetivo político de demostrar que, dado su desarrollo económico,
la revolución socialista tenía viabilidad en ese país de Europa Oriental–, La Acu-
mulación del Capital asume el desafío de construir una conceptualización original
de El Capital dirigida a dar cuenta del desarrollo histórico-concreto de la economía
mundial de principios del siglo XX, con el objetivo de convocar, frente y contra la
tendencia a la barbarie moderna, a asumir la necesidad de la revolución anticapitalista
internacional y, más bien, global. La Introducción a la economía política constituye
un texto inconcluso, preparado desde 1908 pero escrito entre 1916 y 1917, mientras
se encontraba en la cárcel de Wronke acusada de “alta traición a la patria” por oponerse
a la Gran Guerra y llamar a una huelga general contra el gobierno en Alemania, cuya
función consistía en abrir el acceso popular a la peculiar perspectiva teórico-política
de El Capital a partir de trazar su differentia specifica ante las otras perspectivas del
discurso económico, funcionales al discurso del poder moderno. Es una obra de la
que apenas lograron salvarse cinco de los diez capítulos de su proyecto original, con
el cual Rosa Luxemburgo pretendía darle forma redonda a los manuscritos de sus
clases para aproximarse a la especificidad epistemológica de la crítica de la economía
política. Como ella misma señala, La Acumulación del Capital nació de que a la hora
de intentar exponer el proyecto completo de El Capital en la Introducción a la eco-
nomía política, “no conseguía exponer con suficiente claridad el proceso global de la
producción capitalista en su aspecto concreto, ni sus límites históricos objetivos”.9 La
Acumulación del Capital es el intento sumamente polémico pero militante y sincero
de desarrollar El Capital de Marx para descifrar el capitalismo mundial de principios
del siglo XX y contribuir a la conceptualización crítica de la tendencia al derrumbe.
En este sentido, El desarrollo industrial de Polonia, la Introducción a la economía
política y La Acumulación del Capital constituyen la trilogía que sintetiza el programa
y los aportes de la lectura histórico-concreta luxemburguista de El Capital.
Parada firmemente frente al nacimiento del marxismo progresista, que desde el
Bernstein-Debate generó sus dos principales lecturas desvirtuantes de El Capital,
la lectura historicista y la lectura neoarmonicista, Rosa Luxemburgo se negó tanto a la
reducción de la obra de Marx a una obra decimonónica, como a su desfiguración re-
gresiva que trata los esquemas de reproducción del capital global como la presunta

9
Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital, Grijalbo, México, 1967, p. 9.

93
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

prueba de verdad, no ofrecida por la economía convencional, de un capitalismo en


equilibrio regido por un crecimiento económico ad infinitum.
Desde muy temprano, al poco tiempo de su llegada a Alemania, país al que se
trasladó desde Polonia para dotarse de la plataforma para influir en todo el movimiento
socialista europeo, Luxemburgo –apodada elogiosamente “Rosa, la Roja”, por su
impactante capacidad oratoria– tomó una indeclinable posición por cuestionar en
los congresos del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) al fundador del marxismo
progresista: Bernstein, líder de la socialdemocracia no sólo alemana sino europea y
yerno de Marx. En 1898, empieza a publicar en el Leipziger Volkszeitung, en vísperas
del Congreso de Hanover, sus incisivos cuestionamientos a los ensayos que Berns-
tein desde dos años atrás –poco después del fallecimiento de Engels, al que tuvo
que esperar– venía publicando en Die Neue Zeit, base del nacimiento del marxismo
progresista con el revisionismo en su libro Las premisas del socialismo y las tareas de
la socialdemocracia.10 A contrapelo de la reducción de la Ley General de la Acumu-
lación Capitalista a ley decimonónica que tanto propulsa la lectura historicista de El
Capital, Rosa Luxemburgo fue la fundadora del marxismo crítico que abrió la lectura
de El Capital que posiciona justo esa ley como uno de sus fundamentos vitales. A
partir de inaugurar los intentos del marxismo clásico por conceptualizar la Teoría de
la Economía Mundial desde la Ley General de la Acumulación Capitalista –intento
que tendrá una versión diferente posteriormente con Grossmann–, Rosa Luxemburgo
produjo su poderosa lectura histórico-concreta de El Capital, sosteniendo que de nin-
gún modo ésta era una obra anacrónica y que, más bien, desde ella podía percibirse
que era una entera falacia eso de que la dinámica de una acumulación destructiva, que
produce cada vez mayor devastación social justo en la medida en que produce cada
vez mayor riqueza, era mera cosa del pasado y no del siglo XX.
Interviniendo a contrapelo en una etapa histórica sumamente peculiar, hacia los
últimos años de la belle époque –que parece llegar para dejar en el olvido la pobreza
instalada masivamente por el nacimiento de la modernidad industrial en Europa–,
Rosa Luxemburgo se negó a admitir las ilusiones de que el auge de la acumulación del
capital elevaría el nivel de vida de todas las naciones e inauguraría una belle époque
mundializable y sin fin. Desde un horizonte irrenunciablemente iconoclasta, luego de
la Larga Depresión (1871-1893) pero adelantándose al estallido de la Gran Depresión

10
Eduard Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, Siglo XXI, México, 1982.

94
Luis Arizmendi

(1929-44), a contracorriente de la belle époque europea y en medio de ella, fue inci-


siva al postular que una modernidad capitalista sin crisis, regida por un crecimiento
económico ad infinitum, no era más que una ilusión del mito del progreso. No titubeó
al enfrentarse en los congresos del SPD y afirmar que la Teoría de la Crisis y la Teoría
del Derrumbe conforman la irrenunciable “piedra angular del socialismo científico”,
leitmotiv de El Capital y su crítica a la mundialización capitalista.
Aunque cuestionó frontalmente ante todo a Bernstein –que en términos teóricos
siempre fue de muy poca talla11– y a Otto Bauer –uno de los autores principales en el
desvirtuamiento neoarmonicista de los esquemas de reproducción del Libro II de El
Capital12–, es sumamente relevante percibir que su perspectiva se contrapone profun-
damente a la del pensador par excellence del marxismo progresista: Rudolf Hilferding.
Con El capital financiero Hilferding13 se posicionó indudablemente como el autor
central en la lectura neoarmonicista de El Capital forjada por el marxismo progresista.
Abriendo la línea que hizo de Marx un autor dualista, Hilferding sostuvo que entre el
Marx de la Teoría de la Crisis expresada en los Libros Primero y Tercero de El Ca-
pital, se encontraba en el Libro Segundo otro Marx –diríamos nosotros una especie
de anti-Marx–, que postulaba la viabilidad de un capitalismo en armonía o equilibrio
ad inifinitum. Según él, el capitalismo del siglo XX había dejado atrás la legalidad
histórica que entrecruzaba inexorablemente crisis cíclicas y acumulación del capital.
Con el desplazamiento del capital industrial por la centralidad del capital finan-
ciero, había sucedido una mutación histórica. Una nueva configuración del capita-
lismo, gracias a la expansión indetenible de los monopolios y los bancos, haciendo
definitivamente a un lado la economía anárquica, estaba integrando la economía
planificada como plataforma de múltiples Estados, para empezar en Europa pero, a
partir de cancelar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, detonaba la ten-
dencia a su mundialización conforme se avanzara en la gestación de un trust global.
Desvirtuando los esquemas marxistas de reproducción del capital, Hilferding planteó
que los monopolios se habían dotado a sí mismos de un nuevo e inédito poder: podían
encargarse no sólo de la anulación de la ley del valor desde la definición volitiva del
sistema de precios, sino también de garantizar que los dos sectores de la economía

11
Rosa Luxemburgo, “¿Reforma o Revolución?”, en Obras Escogidas, Tomo I, Era, México, 1978a.
12
Rosa Luxemburgo, op. cit., 1967, pp. 404-454
13
Rudolf Hilferding, El capital financiero, Ed. Revolucionaria, La Habana, 1971.

95
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

moderna –el I Productor de medios de producción y el II Productor de medios de


consumo– generaran sus productos en la escala requerida para asegurar la reproducción
de la totalidad de la economía, cancelando así la repetición inevitablemente cíclica
de las crisis y lanzando el crecimiento económico hacia una dinámica armónica irre-
versible. “Capitalismo organizado”, término con el cual Hilferding caracterizó esa
presunta nueva configuración, constituye el concepto que expresa de forma redonda
su cuestionable concepción del capital financiero, tan elogiada en el marco de la belle
époque por el marxismo progresista, pero también en el apogeo de los trente glorieuses,
la fase de auge de tres décadas posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que ahora,
ante lo que llaman “financiarización de la economía mundial”, sin aprender de las
consecuencias histórico-políticas de esa perspectiva, desatinadamente varios autores
afines al marxismo progresista están poniendo de regreso otra vez.
Como supo resaltar el marxista polaco Roman Rosdolsky14 en su análisis com-
parativo de las posiciones en la polémica internacional sobre los esquemas de re-
producción del capital, fue a Rosa Luxemburgo, no a Lenin –que se encontraba en
un país económicamente atrasado, Rusia–, a quien correspondió la tarea de leer El
Capital demostrando que la Teoría de la Crisis y la Teoría del Derrumbe constituyen
el “núcleo revolucionario del marxismo”. Desde Alemania, Luxemburgo podía ver
que los neoarmonicistas rusos, Bulgákov y Baranovski, “demostraban demasiado”.
Deslizando un quid pro quo inocultable, habían hecho de la demostración de la
viabilidad del surgimiento del capitalismo en Rusia, más bien, la presunta prueba
de la viabilidad de la eternidad del capitalismo ruso.15 Y en eso los neoarmonicistas
alemanes los habían rebasado, puesto que habían llegado hasta formular la presunta
viabilidad de la eternidad del capitalismo armónico europeo y mundial.
Antes que los firmes cuestionamientos enderezados desde el marxismo crítico por
Grossmann16 y Korsch17 a Hilferding, son sumamente relevantes los contrastes radi-
cales entre las lecturas de El Capital de Rosa Luxemburgo y el autor par excellence
del marxismo progresista.

14
Roman Rosdolsky, Génesis y Estructura de El Capital, Siglo XXI, México, 1978, pp. 538-552.
15
Rosa Luxemburgo, op. cit., 1967, pp. 226-245.
16
Henryk Grossmann, La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, Ed. Siglo XXI, México,
1979a, pp. 389-401.
17
Karl Korsch, “Algunos supuestos básicos para una discusión materialista de la Teoría de las Crisis”, en ¿Derrumbe
del capitalismo o sujeto revolucionario?, Cuadernos de Pasado y Presente no. 78, México, 1978, pp. 128-129.

96
Luis Arizmendi

Impugnando radicalmente las lecturas historicista y neoarmonicista de El Capital


–antecedente indudable de la lectura modular que construyó el “marxismo analítico”–,
Rosa Luxemburgo forjó una conceptualización original, sumamente sugerente más
por las problemáticas que abre que por las soluciones que aporta, de la Teoría de la
Economía Mundial como fundamento de la Teoría de la Crisis.
Su teorización es enteramente incomprensible si se pretende cuestionarla
sin percibir que lo que ella efectivamente consigue vislumbrar proviene de una
toma de posición iconoclasta ante la frontera entre dos periodos históricos de la
mundialización capitalista. No sólo intervino a contrapelo de la belle époque, en
el interregno entre las dos primeras grandes crisis capitalistas, intervino hacia el
cierre de una fase de la mundialización y el inicio de otra nueva, en los albores de
la fase que comenzó a estar regida por lo que Wallerstein18 denomina la tenden-
cia a la desruralización del sistema-mundo moderno. Su insistencia, acerca de la
necesidad imperiosa e imprescindible del precapitalismo por el capitalismo para
la realización de la plusvalía global, que presuntamente no tiene modo alguno de
transformación en masa de ganancia al interior del sistema, aunque se equivoca en
su conceptualización de los esquemas de reproducción de El Capital, justo lo que
proyecta es el hecho de que la fase de mundialización formal de las relaciones de
producción capitalistas –recorrida, aproximadamente, entre 1850 y 1914-1918–
había llegado a su fin.
La explosión de la Primera Guerra Mundial como disputa entre los Estados
metropolitanos por la redistribución de las colonias africanas y asiáticas, expresó el
hecho de que el capitalismo ya dominaba la totalidad espacial del orbe y, por tanto,
sus límites geohistóricos formales se habían alcanzado. En el tiempo del arribo a
estos límites, si bien no descifró la especificidad de la nueva fase naciente –cuya tarea
ya no correspondía a la mundialización de la producción capitalista, puesto que ésta
se acababa de cumplir, sino a la mundialización de su gran industria, fase que abarcó
aproximadamente de 1914-1918 a 1971-199119–, sin embargo, Rosa Luxemburgo
vislumbró que el tránsito hacia una nueva etapa de la mundialización de ningún modo
significaba la pérdida de la centralidad del capital industrial por la supremacía del

18
Immanuel Wallerstein, Después del liberalismo, Siglo XXI, México, 1996, p. 40.
19
Luis Arizmendi, “El Siglo XXI en la historia de la mundialización”, apartado IV “Capitalismo y Mundialización”,
en Horizontes de la vuelta de siglo, CIECAS-IPN, México, 2011, pp. 17-23.

97
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

capital financiero. Manteniendo la centralidad del capital industrial al cuestionar la


mundialización capitalista, fue justo ella quien inauguró para la historia del marxis-
mo clásico la crítica a la relación entre capitalismo y militarización y, más aún, a la
historia por venir del siglo XX a partir de la herencia de la encrucijada con la que
Marx había impugnado la dinámica de largo plazo de la modernidad capitalista:
la encrucijada Socialismo o Barbarie. Aunque exacerbó los límites de la mundiali-
zación de su tiempo al caracterizarlos como límites definitivos, Rosa Luxemburgo,
como nadie, se adelantó al mirar el siglo XX como el Siglo de la Barbarie –un siglo
en el que, ciertamente, las guerras nunca se detuvieron y sólo cambiaron de lugar–.
Desde un mirador exactamente contrario, que llevaba al ámbito de las relaciones
internacionales el mito del progreso, Kaustky –maestro de Hilferding–, con su con-
cepción del “superimperialismo” o “ultraimperialismo” había difundido la ilusión de
que las alianzas crecientes entre los Estados metropolitanos generaban la tendencia,
gradual pero ascendente, hacia la conformación de un solo cártel global, de suerte que,
según él, la posibilidad de una confrontación bélica entre ellos quedaba definitiva-
mente superada y cancelada debido a sus intereses económico-políticos entrecruzados
y compartidos. En la antesala de la Primera Guerra Mundial –que hizo pedazos al
marxismo progresista y su ilusión del “superimperialismo”–, Rosa Luxemburgo abrió
horizontes al producir, desde su lectura histórico-concreta de El Capital, la crítica
a la militarización como fundamento de la mundialización capitalista y la barbarie.
Lejos de las ilusiones de la tendencia hacia la armonía tanto económica como
política de la mundialización capitalista, con base en su sincero compromiso por llevar
El Capital más lejos, amplió los esquemas de reproducción del Libro Segundo agre-
gando un sector III compuesto por la economía militar. Tadeusz Kowalik20 comprendió
que Rosa Luxemburgo, del lado del marxismo, y Keynes, del lado de la economía
convencional, fueron los autores que propiamente estrenaron el escudriñamiento de
la interrelación estructural entre capitalismo y militarización. Pero –y esto Kowalik
lo pasa por alto– mientras Keynes lee la militarización de la economía capitalista
desde el mito del progreso, Rosa Luxemburgo la cuestiona desde la encrucijada
Socialismo o Barbarie. Mientras para Keynes la militarización constituye una fuerza
que dinamiza la demanda efectiva y, en consecuencia, la concibe como el pernicioso
costo imprescindible pero finalmente positivo para lograr que el capitalismo impulse

20
Tadeusz Kowalik, Teoría de la acumulación y del imperialismo en Rosa Luxemburgo, Era, México, 1971, pp. 135-141.

98
Luis Arizmendi

su crecimiento económico y, desde ahí, active la multiplicación del bienestar social;


Rosa Luxemburgo, en el capítulo final de su magnum opus, analiza el militarismo
como “campo de acumulación de capital” que opera como plataforma de la barbarie.
La conceptualiza como una especie de doble de los ámbitos precapitalistas que, des-
de dentro del capitalismo, cumple las funciones que aquellos espacios externos a él
deben cumplir, puesto que hacia ella puede canalizarse y realizarse la plusvalía que
el sistema no puede realizar dentro de sí. Incluso, Rosa Luxemburgo va más lejos
porque reconoce la militarización como campo que abre nuevos canales de explo-
tación de plusvalía en los capitalismos metropolitanos. La asume como un campo
que no hace más que agudizar la contradicción histórica nuclear del capitalismo: la
contradicción entre la tendencia hacia la expansión de la explotación irrefrenable
de plusvalor y la tendencia al agotamiento de los espacios para su realización en las
economías nacionales y planetaria. Así, la lectura luxemburguista de El Capital ve la
militarización creciente en el siglo XX como la constatación irrefutable de la relación
entre mundialización capitalista y barbarie moderna.
El concepto de imperialismo que deriva de la lectura luxemburguista de la acumu-
lación mundial y la militarización es peculiar. No va a considerar, como Bujarin, que
el ciclo que inicia la Gran Guerra detonará una cadena ininterrumpida e indetenible
de confrontaciones bélicas entre potencias que conducirá inexorablemente al de-
rrumbe cercano del capitalismo. Para ella, la Teoría del Derrumbe es más compleja
y no debe ser reducida a una visión determinista de la historia de la mundialización.
Según su perspectiva, imperialismo es el nombre que cabe asignarle al ejercicio del
poder económico-político y militar que despliegan las potencias metropolitanas contra
las colonias, a la vez que entre sí mismas, en su disputa por el control monopólico de
los restantes hinterland y los contornos precapitalistas de la economía planetaria, con el
objetivo de garantizar la persistencia de canales circulatorios para la realización inter-
nacional de su plusvalía nacional, pero en el marco de una tendencia devastadora con
la que la mundialización de la producción capitalista apunta a depredar y extinguir la
totalidad de los ámbitos precapitalistas. Arrolladora en sí misma, porque empuja hacia
la violenta proletarización de la fuerza de trabajo indígena y, a la par, a la expropiación
capitalista de los recursos naturales estratégicos de las colonias, a esta tendencia no
le corresponde, para Rosa Luxemburgo, un rumbo unívoco o unilineal. Justo porque
las guerras pueden encargarse de hacer uso y abuso de la devastación para propiciar
regresiones que reintegren y reconstituyan, una y otra vez, áreas precapitalistas en la

99
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

economía mundial que doten de continuidad a la acumulación, desde una dinámica en


la cual la exacerbación de la barbarie se le va cada vez más de las manos al capitalismo.
Es en este profundo sentido que deben leerse las inolvidables palabras de Rosa
Luxemburgo en su célebre Folleto Junius –escrito, en 1915, desde la cárcel de mujeres
de Berlín–, cuando impactada por la complicidad de la socialdemocracia europea con
la Gran Guerra, relanzó, por primera vez después de Marx, la encrucijada Socialismo
o Barbarie para denunciar la tendencia epocal de la mundialización capitalista. Para
ella, ciertamente, el derrumbe capitalista conforma una tendencia inevitable, pero
que para nada debe ser leída desde el mito del progreso o, lo que es lo mismo, como
presunto próximo tránsito espontáneo hacia una civilización postcapitalista mejor.
Como lo esclareció Norman Geras en su clásico The Legacy of Rosa Luxemburg,21
esa encrucijada es sinónimo de que si el socialismo no avanza para detener y vencer la
barbarie, sus efectos ominosos traerán consigo el hundimiento de todas las civilizacio-
nes. Las guerras mundiales, por tanto, no tienen definida de antemano una trayectoria
unívoca. Hacen de la dialéctica entre barbarie y mundialización un proceso indefinido
ante dos caminos factibles: si son de cierta escala e intermitentes, las guerras funcio-
nan como vehículos funcionales a la continuidad de la acumulación; si se despliegan
a gran escala ininterrumpidamente, sobre todo entre metrópolis, traerán consigo el
derrumbe de la mundialización dejando tras de sí sólo destrucción. Aunque imprecisa,
vista desde el siglo XXI –con su acumulación de condiciones posibilitantes de una
Tercera Guerra Mundial detonable desde Asia– esta concepción luxemburguista de
la dialéctica entre barbarie y mundialización no deja de ofrecer lecciones: denuncia la
delgada frontera que existe entre guerras capitalistas como procesos funcionales a
la acumulación mundial y el tránsito a una era de devastación y furor irreversibles.
Recordemos las inolvidables palabras escritas por Rosa Luxemburgo en su célebre
Folleto Junius:

¿Qué quiere decir retroceso a la barbarie a la altura de nuestra civilización europea?...


Esta Guerra Mundial es un retroceso a la barbarie. El triunfo del imperialismo conduce
al aniquilamiento de la cultura, esporádicamente en tanto dure una guerra moderna y
definitivamente si el periodo de guerras mundiales que acaba de comenzar siguiese
sin trabas y hasta sus últimas consecuencias… Se hunde toda cultura (…), sobreviene

21
Norman Geras, Actualidad del pensamiento de Rosa Luxemburgo, Era, México, 1980, pp. 14-38.

100
Luis Arizmendi

la despoblación, la devastación, la degeneración, el mundo se convertirá en un gran


cementerio… Envilecida, deshonrada, chapoteando en sangre, cubierta de suciedad:
así aparece la sociedad burguesa, así es la sociedad burguesa. Su rostro verdadero, des-
nudo, no lo muestra cuando, relamida y decente, parlotea de Filosofía, Cultura y Ética,
Orden, Paz y Estado de Derecho, sino ahora: como una bestia feroz, como aquelarre
de la anarquía, como flagelo pestilente de la cultura y la humanidad…22

En conclusión, cabe decir que cuatro son las coordenadas que caracterizan y
articulan de modo global la lectura histórico-concreta de El Capital que fundó Rosa
Luxemburgo: 1) la conceptualización, sin reducirla a un constructo nacional, de la Ley
General de la Acumulación Capitalista desde la Teoría de la Economía Mundial; 2) la
fundación del estudio de la relación entre capitalismo y precapitalismo en la historia
del marxismo crítico; 3) la inauguración de la crítica a la interrelación estructural
entre capitalismo y militarización, y 4) el vigoroso relanzamiento de la encrucijada
Socialismo o Barbarie, originalmante formulada en el Manifiesto Comunista.
Distinguiéndose de aquellas lecturas posteriores del marxismo clásico que le
atribuyeron al concepto de capitalismo contenido en El Capital, ante todo, un alcan-
ce estructural,23 genético-estructural24 o una validez epistemológica universal desde
un método de aproximaciones sucesivas a la realidad concreta,25 Rosa Luxemburgo
produjo la primera lectura poderosa en el debate internacional en torno a El Capital,
generando una lectura histórico-concreta que, sin dejar de ser cuestionable y aleccio-
nadora a la vez, resalta porque intentó emplear y desarrollar este magnum opus para
descifrar la tendencia epocal de la mundialización capitalista.

II
La paradoja Luxemburgo y el barroquismo

Procede denominar paradoja Luxemburgo al leitmotiv que guía su cuestionamiento


al Libro Segundo de El Capital. Ciertamente, por un lado, como incisivamente lo

22
Rosa Luxemburgo, Escritos Políticos, Grijalbo, Barcelona, 1977, pp. 270-1, 398-399.
23
Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El Capital, Siglo XXI, México, 1969.
24
Jindrich Zeleny, La estructura lógica de El Capital, Grijalbo, México, 1978.
25
Henryk Grossmann, “La transformación de los valores en precios en Marx y el problema de las crisis”, en
Ensayos sobre la Teoría de las Crisis, Cuadernos de Pasado y Presente no. 79, México, 1979b.

101
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

percibe Grossmann,26 Luxemburgo se equivocó al plantear la presunta imposibilidad


de la realización de la plusvalía al interior del sistema capitalista –error en el que,
pese a hablar de una imposibilidad no total sino parcial, la siguió Fritz Sternberg27–.
No comprendió, como se demuestra en El Capital, que el capitalismo cuenta con
las condiciones necesarias y suficientes al interior de sí mismo para la realización
de la masa de plusvalor como masa de ganancias, gracias al entrecruzamiento de la
reproducción ampliada tanto del capital constante como del capital variable de ambos
sectores y al ciclo del rédito creciente de la burguesía. Atribuir una imposibilidad
inexistente a la realización intracapitalista del plusvalor global, fue justo lo que llevó
a que ella construyera una improcedente fundamentación extracapitalista de la acumu-
lación mundial del capital. Aunque es falso que el capitalismo dependa invariable y
estructuralmente del precapitalismo para su ciclo de realización, es decisivo no pasar
por alto –y en esto consiste la paradoja Luxemburgo– que ella cuestiona a Marx en
su intento por heredar a Marx.
En un libro que tuve el honor de ayudarle a elaborar, Circulación capitalista y
reproducción de la riqueza social, Bolívar Echeverría28 señaló que, originariamente,
el interés de Rosa Luxemburgo por la relación entre capitalismo y precapitalismo
surgió del impacto que le produjo el conocimiento del intercambio epistolar entre Karl
Marx y Vera Zasúlich, la líder narodniki. Lo que en esas cartas es conceptualización
de la relación entre capitalismo y precapitalismo para explorar las condiciones de
posibilidad de una revolución socialista en Rusia,29 Rosa Luxemburgo lo convirtió en
el desafío histórico de repensar la relación entre capitalismo y precapitalismo como
fundamento de la acumulación mundial del capital. En el curso de 1905, en Varsovia
y por viva voz de Zasúlich, Rosa Luxemburgo se enteró de la existencia de estas car-
tas, escondidas por Bernstein justo porque en ellas se exponía una concepción de la
mundialización capitalista radicalmente contrapuesta a la perspectiva pro-colonialista
o pro-imperialista que él propagó, propulsando que regulara la práctica del SPD y
de la II Internacional.

26
Henryk Grossmann, op. cit., 1979a, pp. 183-184.
27
Fritz Sternberg, El Imperialismo, Siglo XXI, México, 1979, pp. 60-84.
28
Bolívar Echeverría, Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social, Coedición Nariz del Diablo/
UNAM, Ecuador, 1994a, p. 93.
29
Karl Marx y Friedrich Engels, Escritos sobre Rusia II. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de
Pasado y Presente no. 90, México, 1980.

102
Luis Arizmendi

Empleado ante todo como una referencia puramente retórica, lo que Bernstein
denominaba “mal colonialismo”, el proyecto de dominación por Europa de otras
naciones para acrecentar sus ganancias capitalistas, le servía para que, a partir de
oponerse a él pudiera promover lo que llamaba un “buen colonialismo”. Es decir, la
ilusión de que la expansión del capitalismo europeo por el orbe que, al absorber y
refuncionalizar al precapitalismo, desplegaba la tendencia a mundializar “la cultura
y la civilización”. Promotora firme de esa versión del mito del progreso, al final del
camino la socialdemocracia europea se topó con la Primera Guerra Mundial, que
aunque Bernstein individualmente no apoyó, aquélla sí lo hizo.
Rechazando la idea de que el capitalismo se expande a través de un “crecimiento
por contagio”, que supuestamente al apoderarse de territorios no-capitalistas duplica
en ellos convirtiéndolos en su doble análogo o similar, la civilización europea, Lu-
xemburgo no sólo insistió en que esa era una ilusión del mito del progreso, sino que,
heredando de las cartas de Marx a Zasúlich la teoría de la mundialización capitalista
por “integración funcional bipolar”, esto es, formulando que el capitalismo se desdobla
estructuralmente en polos centrales y polos periféricos de modo que éstos se encuentran
imposibilitados para ser el doble de aquéllos, buscó llevar más lejos la crítica a esa
integración bipolar al incluir la relación capitalismo/precapitalismo pero como rela-
ción entre territorios. Al edificar, en La Acumulación del Capital, su conceptualización
de la economía mundial fundamentada en la presencia complementaria del proceso de
reproducción capitalista y el proceso de reproducción no-capitalista como sustento
imprescindible de aquel, Rosa Luxemburgo buscó heredar la problematización de la
relación entre capitalismo y no-capitalismo formulada por Marx e imprimirle una
nueva forma: la de una contradicción territorializada en la mundialización capitalista.
En este sentido, Rosa Luxemburgo cuestionó los esquemas de reproducción del
Libro Segundo de El Capital, pero pretendiendo heredar las cartas de Marx a la líder
narodniki para construir su teoría de la mundialización capitalista.
Brillante más por las problematizaciones de suma relevancia que abre que por
las soluciones que para las mismas aporta, habría que decir que son, ante todo, tres
los límites esenciales propios de la lectura luxemburguista histórico-concreta de El
Capital. Primero, como señaló Grossmann,30 se equivocó al repetir, aunque bajo otra
forma, la caracterización que la lectura neoarmonicista había efectuado del Libro

30
Henryk Grossmann, op. cit., 1979a, pp. 182-183.

103
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

Segundo de El Capital: los esquemas de reproducción del capital de Marx de ningún


modo responden a la idea de una armonía o un equilibrio general crónico o estructural
en la economía capitalista. Segundo, como Rosa Luxemburgo reconoció al elaborar su
Introducción a la economía política, ciertamente no consiguió “exponer con suficiente
claridad el proceso global de la producción capitalista”, ya que, sin comprender la
fundamentación intracapitalista de los esquemas de reproducción formuló la impo-
sibilidad, enteramente inexistente, de realización del plusvalor global al interior del
sistema. Deslizando, así, un quid pro quo esencial: que al capitalismo le sea funcional
el precapitalismo como mercado internacional de realización del plusvalor, de ningún
modo es sinónimo de que el capitalismo dependa ineluctablemente del precapitalis-
mo para esa realización. Y, tercero, last but most important, al pretender corregir y
completar los esquemas de reproducción de El Capital mediante la fundamentación
extracapitalista de la acumulación global, Rosa Luxemburgo sobredimensiona los
límites de la fase de la mundialización capitalista de su tiempo atribuyéndoles un
significado que no les corresponde: más que identificarlos como límites de una fase,
los caracteriza como límites sistémicos tendencialmente definitivos. Aunque hacia
la segunda década del siglo XX lo que llegaba a su fin era la planetarización formal
del capitalismo –límite espacial que motivó la polémica en torno al derrumbe–, para
devenir en límite tendencialmente definitivo tendría que haber estado soportado en
su planetarización real, es decir, en la mundialización de una estructura tecnológica
que sintetice amenazadoramente la combinación esquizoide de progreso y devastación
propia de la modernidad capitalista límite al que sí tiende nuestra era, que no por
casualidad se vuelve a interesar en Rosa Luxemburgo.
Si bien Rosa Luxemburgo, rebasando por adelantado incluso lecturas posteriores
del marxismo clásico, se embarca en demostrar que El Capital, más que sólo construir
un concepto de capitalismo de vigencia universal, descifra la tendencia epocal de la
mundialización capitalista, sin embargo, desespecifica esa tendencia al adjudicarle
los límites formales de la fase de la mundialización que le tocó vivir. Justo por eso
reinterpreta la tendencia epocal que denuncia El Capital, reconceptualizándola de
modo histórico-concreto en función del choque del capitalismo con el precapitalismo.
Gilbert Badia,31 quien ha realizado el estudio más completo de la “biografía intelectual”
de Rosa Luxemburgo, tiene razón cuando formula que una peculiar ambigüedad, o un doble

31
Gilbert Badia, Rosa Luxemburgo journaliste, polémiste, révolutionnaire, Ed. Sociales, París, 1975, p. 515.

104
Luis Arizmendi

significado, atraviesa su concepto de ámbito, contorno o medio no-capitalista. Por un lado,


es un término que en abstracto denota la presencia de un proceso de reproducción social
no-capitalista, pero, por otro, en lo concreto alude a un territorio o área no-capitalista. La
línea de teorización de procesos reproductivos no-capitalistas pero integrados al capitalismo,
aunque se abre, rápidamente se cierra, para dejar exclusivamente en su horizonte la línea
que refiere áreas precapitalistas pero externas a él. Sin dejar de estar esas dos líneas de modo
un tanto confuso y zigzagueante, con mucho Rosa Luxemburgo se carga a la segunda.
Si recuperamos este cuestionamiento de Badia, debemos concluir que el límite
por antonomasia de la lectura luxemburguista de El Capital proviene de que al inten-
tar sinceramente completar los esquemas de reproducción del capital, diseñados en
términos abstractos por Marx, pretende completarlos en términos concretos. Por eso
les enclava de modo forzado, además exacerbándolos, la tendencia hacia los límites
geohistóricos formales de la fase de la mundialización que ella veía concluir: la ten-
dencia a la expansión de los territorios capitalistas que conduce hacia la aniquilación
de los territorios precapitalistas.
Sin embargo, pese a este inocultable límite, es de suma trascendencia valorar el
desafío que Rosa Luxemburgo lanzó para la historia del marxismo crítico: el reto de
repensar la dialéctica de la relación entre capitalismo y precapitalismo.
En América Latina han sido conceptualizaciones como la del boliviano René Za-
valeta32 en torno a lo que denominaba “formación social abigarrada”, la del peruano
José Carlos Mariátegui33 sobre la “organización comunal” y el “colonialismo”, y la
del brasileño Ruy Mauro Marini34 acerca del capitalismo dependiente, antecedentes
memorables de la exploración de la relación capitalismo/precapitalismo en este sub-
continente. En esa indagación el que ha llegado más lejos es el marxista ecuatoriano-
mexicano, tan profundamente influido por Rosa Luxemburgo, Bolívar Echeverría.
Para hacer emerger el alcance de la exploración echeverriana en torno a la relación
del capitalismo con el precapitalismo en América Latina, es sumamente importante
interconectar su intervención con la que realizó Ruy Mauro Marini35 en su célebre
Dialéctica de la Dependencia.

32
René Zavaleta, Las masas en noviembre, Ed. Juventud, La Paz, 1983.
33
José Carlos Mariátegui, “El problema de la tierra”, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana,
Fundación Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1979.
34
Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la Dependencia, Era, México 1973.
35
Ruy Mauro Marini, op. cit.

105
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

Usando como plataforma la teoría de la economía mundial de El Capital, Marini


fue el primero que se planteó desarrollarla para dar cuenta del capitalismo sui generis
que se había conformado históricamente en América Latina. Siempre sostuvo que
en este subcontinente el capitalismo se encontraba estructuralmente imposibilitado
para convertirse en el doble de los Estados europeos. Señaló que la imagen de que el
“subdesarrollo” constituye una fase ineludible pero superable dentro de un proceso
histórico que puede arribar al “desarrollo” si se aplica la política económica correcta,
es pura ilusión. El “subdesarrollo” no constituye la fase previa al “desarrollo”, integra
su polo opuesto permanente en la economía del capitalismo mundial.
Desde el reconocimiento del intercambio desigual como vía de rendimiento de un tributo
continuo que los capitalismos dependientes latinoamericanos deben cubrir para los capitalis-
mos metropolitanos, ante todo para EUA –tributo que Bolívar Echeverría36 denominó renta
tecnológica–, Marini hizo un doble descubrimiento. Primero planteó que, para compensar
las pérdidas que experimentan por cubrir ese tributo, los capitalismos latinoamericanos
implementan, junto a la explotación a los trabajadores de la región, la expropiación de
importantes porcentajes de su salario para convertirlos en fondo capitalista de acumulación.
Es este proceso, que articula explotación de plusvalor y expropiación de valor al salario, al
que calificó como sobre-explotación de la fuerza de trabajo. Condenados a configurarse
como capitalismos dependientes, el impacto que su subordinación a la mundialización ca-
pitalista produce es muy radical: la expropiación sistemática e ininterrumpida de amplios
fragmentos al salario hace que los capitalismos de América Latina estén estructuralmente
imposibilitados para garantizar la reproducción de su fuerza de trabajo nacional. Afectados
ineludiblemente por la sobre-explotación, los salarios no cubren las condiciones mínimas
para asegurar la reproducción vital de los trabajadores latinoamericanos. Segundo, sostuvo
que así, como consecuencia inevitable de la sobre-explotación, la subsistencia de la fuerza
de trabajo nacional en América Latina sólo logra abrirse paso si se despliega con base
en estrategias mixtas de reproducción social. Es decir, si al lado de la mercantilización de
la fuerza laboral, se despliega un proceso de autoconsumo sustentado en la persistencia
de formas precapitalistas de reproducción vital. En consecuencia, podría concluirse: las
formas indígenas precapitalistas de reproducción social han subsistido de modo crónico en
América Latina, no sólo como producto de su resistencia –que indudablemente está ahí–,

36
Bolívar Echeverría, “Renta Tecnológica y Capitalismo Histórico”, (Traducción: Vianey Ramírez y Luis Ariz-
mendi), en Mundo Siglo XXI no. 2, CIECAS, IPN, México, 2005.

106
Luis Arizmendi

sino por una combinación peculiar de resistencia y funcionalidad para los capitalismos
dependientes de la región. Resistencia combativa y a la vez funcionalidad paradójica han
sido el fundamento de una prolongada persistencia, de orden podría decirse cuasi-estructural,
de las formas comunitarias indígenas precapitalistas en el capitalismo de América Latina.
Desde un diálogo implícito pero esencial con Marini, Bolívar Echeverría desarrolló
su propia concepción en torno a América Latina. Su innovadora y compleja perspectiva
en torno al barroquismo no puede mostrar todos sus alcances si se lee culturalistamente:
si la crítica a la cultura barroca se formula sin reconocer su crítica a la economía y la
política barrocas en el marco de la crítica a la mundialización capitalista.
Lo barroco en Bolívar Echeverría37 no refiere únicamente un entrecruzamiento
sumamente peculiar de la cultura de la Conquista con la cultura de la Contraconquista,
que surgió desde el siglo XVII en América Latina. Siempre presente en su mirador
la crítica a la mundialización capitalista, caracteriza la historia económica, política y
cultural de América Latina como una historia en la cual el capitalismo naciente no sólo
tuvo que acceder a entreverarse con formas sociales precapitalistas para prevalecer
y abrirse camino en su acumulación originaria, sino que, desde fines del siglo XIX
o principios del siglo XX –dependiendo de cada país–, una vez que la acumulación
originaria concluyó, admitió la existencia limitada, circunscrita y marginada, pero
cuasi-estructural del precapitalismo a su interior, precisamente para garantizar, con
base en estrategias mixtas, la reproducción de la fuerza de trabajo nacional y, desde
ahí, el funcionamiento de la acumulación de capital dentro de una configuración del
capitalismo imposibilitada para asegurar esa reproducción.
En este sentido, modernidad barroca es un término que Bolívar Echeverría38
inventó para dar cuenta de la especificidad de una configuración del capitalismo dis-
puesta a realizar concesiones a las formas no-capitalistas preexistentes con las que se
las tiene que ver, en su afán por absorberlas y refuncionalizarlas para ponerlas al
servicio de su poder. La modernidad barroca se tornó la peculiaridad del capitalismo
latinoamericano dentro de la economía mundial.39

37
Bolívar Echeverría, “El ethos barroco”, en Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco, UNAM/El Equi-
librista, México 1994b.
38
Bolívar Echeverría, “Barroco y Modernidad Alternativa”, entrevista publicada en la revista Iconos no. 17,
FLACSO, Ecuador, septiembre 2003.
39
Bolívar Echeverría, “La modernidad americana (claves para su comprensión)”, en La americanización de
la modernidad, Era, México, 2008, p. 23.

107
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

III
Los principios estratégicos de la política revolucionaria luxemburguista

Espontaneidad, huelga general y autodeterminación nacional constituyen tres


principios esenciales a través de los cuales Rosa Luxemburgo le da forma, de modo
sumamente original y sugerente, a la autogestión como núcleo estructurador de su
proyecto en torno a la estrategia y la táctica de la revolución anticapitalista.
Aunque el “socialismo real” ya se ha venido abajo, no se podría acceder en el siglo
XXI al profundo significado de la concepción revolucionaria de Rosa Luxemburgo
sobre la espontaneidad si se mantiene en pie el mito negativo del “luxemburguismo”.
Como complemento producido al interior del “marxismo-leninismo”–ese mito positivo
que el estalinismo diseñó sobre sí mismo para justificar su despotismo político y la
estructura de poder vertical y mesiánica del “partido comunista” en la URSS y en el
mundo–, el “luxemburguismo” fue generado como un mito negativo: como un dis-
curso político presuntamente catastrofista y espontaneísta que negaba al “leninismo”,
esto es, como un discurso que atribuía el derrumbe a causas puramente objetivas y
mecánicas y, desde ahí, carente de toda visión organizativa, consideraba que las masas
iban a rebelarse automáticamente ante el capitalismo. Edificados por el estalinismo de
modo contrapuesto pero para ser complementarios, el mito del “marxismo-leninismo”
y el mito del “luxemburguismo” constituyen una radical desfiguración tanto de Lenin
como de Rosa Luxemburgo.40
Lejos de ser sinónimo de automatismo, de una revuelta que surge prácticamente
como reflejo de los hechos económicos, el incisivo concepto de espontaneidad de
Luxemburgo es mucho más que coyuntural. Sin dejar de elogiar respuestas que en
ciertas circunstancias concretas puedan ofrecer las masas auto-organizándose, es la
autogestión como fundamento de la dialéctica entre masas y partido político lo que
constituye su contenido crítico. Comenzando por la convocatoria a admitir los procesos
de autogestión emanados desde los dominados modernos como un proceso aleccionador
para el partido, el concepto de espontaneidad de Rosa Luxemburgo lleva a que, al estilo
del “viejo topo”, el partido para ser auténticamente revolucionario propulse como su
objetivo estratégico, con base en una labor subterránea y molecular, la generación y el
desarrollo de la capacidad de autogestión en las masas. Exactamente contrario al proyecto

40
Bolívar Echeverría, “Prólogo”, en Obras Escogidas de Rosa Luxemburgo, Era, México, 1978, pp. 19-21.

108
Luis Arizmendi

del mesianismo autoritario –en el cual el líder, al abrigo de la promesa de la salvación,


cancela y reprime toda intervención de la multitud en la toma de decisiones–, esponta-
neidad en Luxemburgo es el nombre de un proyecto que, más que respetar acciones de
autodeterminación aisladas, se plantea como su reto alcanzar que las masas dejen de ser
tales –un sujeto que se reduce a ser objeto de la acción política que sobre él se ejerce–.
Espontaneidad es la denominación de un principio estratégico que asume el desarrollo de
la autogestión en las multitudes para que devengan creativamente sujetos de la historia.41
Huelga de masas (o sea, huelga que involucra multitudes que pueden empezar
impactando en una localidad o en cierta rama económica) y, más aún, huelga
general (que constituye una convocatoria a una huelga nacional), son formas de
acción ensalzadas por Rosa Luxemburgo como medidas dirigidas a conquistar
derechos que permitan mejorar el proceso de reproducción vital de los dominados
modernos, pero que muestran su mejor sentido cuando avanzan en la articula-
ción de demandas mínimas entre sí para desarrollar demandas máximas y, en
ese proceso, cultivan la construcción de un poder dual avant la lettre. Hacer de
las huelgas de masas un recurso que responde a la ofensiva de la acumulación
capitalista con contraofensivas dirigidas a desestabilizarla para construir abajo
formas de democracia y autogestión que edifiquen un poder político que se ade-
lante a su tiempo y así ir produciendo el futuro, ese es el sentido revolucionario
de este principio estratégico. El clásico “Huelga de masas, partido y sindicatos”42
–que comenzó a distribuirse a fines de 1906, para ser poco después retirado de
circulación y destruido por la presidencia del SPD a petición de los sindicatos
alemanes–, constituye un ensayo que pasa de la huelga de masas como arma contra
la acumulación capitalista a la huelga general como recurso de auto-educación
de las multitudes, que irían de la autogestión que significa una negación parcial
del sistema a la autogestión como su negación total.
En polémica directa con el anarquismo –que formula la ilusión del tránsito al
postcapitalismo de un día para otro–, realizando un balance de los avances que se van
logrando en Europa, América y Rusia a principios del siglo XX, Luxemburgo43 insiste

41
Rosa Luxemburgo, “Problemas de organización de la socialdemocracia rusa”, en Obras Escogidas, Tomo I,
Era, México, 1978b.
42
Rosa Luxemburgo, “Huelga de masas, partido y sindicatos”, en Obras Escogidas, Tomo I, Era, México, 1978c.
43
Rosa Luxemburgo, “La huelga política de masas y los sindicatos”, en Obras Escogidas, Tomo I, Era,
México, 1978d.

109
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

en que el sentido profundo de la lucha autogestiva con la huelga de masas reside en


la construcción, paso a paso, de un poder político anticapitalista abajo que prepare un
gobierno nacional. Huelga de masas y huelga general conforman acciones estratégicas
que ponen al descubierto todo su alcance cuando son insertas como medidas revolu-
cionarias para responder a la encrucijada Socialismo o Barbarie. “El militarismo, la
guerra y la clase obrera”44 constituye un ensayo adelantado a un tiempo que se negó
a oír, justo porque demuestra que la mejor respuesta contra la militarización de la
economía mundial y las guerras capitalistas es la huelga general.
Ahora, last but not least, Luxemburgo fue la autora del marxismo crítico que
inauguró la exploración de la interacción estratégica que podría suceder entre
autogestión anticapitalista y autodeterminación nacional. Negándose a admitir que
entre estas dos luchas no puede más que existir polaridad y antinomia, planteando
que esa confrontación debilita tanto a una como a la otra, demostró que en los
Estados periféricos la lucha por la autogestión anticapitalista, si no pretende
remitirse a ser una lucha puramente local, tiene que plantearse la lucha por
la autodeterminación nacional, a la vez que la lucha por la autodeterminación
nacional no puede alcanzar firmemente sus objetivos si no asume la lucha por la
autogestión anticapitalista.
Por supuesto, para ella se trata de una convergencia necesaria pero nunca apro-
blemática. Por eso en su ensayo “La acrobacia programática de los socialpatriotas”,45
denuncia que la lucha por la soberanía nacional puede convertirse en un obstáculo para
la lucha por la autogestión anticapitalista, cuando, integrada y vencida bajo una forma
burguesa, se remite a pretender circunscribir un territorio delimitado para garantizar la
propiedad privada de ciertos recursos naturales estratégicos y de la fuerza de trabajo
que lo habita a favor de ciertos capitalistas o grupos de poder, más aún cuando esa
delimitación va acompañada de violencia política represiva.
Lo profundo de su perspectiva, sin embargo, reside en demostrar que, desde la
periferia del capitalismo mundial, la lucha por la autogestión anticapitalista no tiene
cómo abrirse camino sin asumir la lucha por la soberanía nacional. Incluso fue más
lejos. En su importante y larguísimo ensayo “La cuestión nacional y la autonomía”,

44
Rosa Luxemburgo, “El militarismo, la guerra y la clase obrera”, en Obras Escogidas, Tomo II, Era, México,
1981a.
45
Rosa Luxemburgo, “La acrobacia programática de los socialpatriotas”, en Obras Escogidas, Tomo II, Era,
México, 1981b.

110
Luis Arizmendi

publicado en varios números de la revista polaca Przeglad Socjaldemokratyczny entre


1908 y 1909, es decir una vez que ya conocía las cartas de Marx a Vera Zazulich
–ensayo de suma relevancia histórica que nunca fue editado en un solo volumen, ni
siquiera en polaco y que Bolívar Echeverría publicó unificado por primera vez en
español46–, Rosa Luxemburgo puso a la orden del día la cuestión de las nacionali-
dades, demostrando que la revolución anticapitalista requería nutrir el proyecto de
la autogestión desde dos fuentes: desde las formas de autogestión proletarias y las
formas de autogestión precapitalistas. Sensible a que las alianzas entre las naciona-
lidades tienen que trascender situaciones conflictivas, puso un enorme énfasis en que
las formas de autogestión precapitalistas podían convertirse en fuente anticapitalista
si el proyecto de edificación del autogobierno del país construía las alianzas entre
las nacionalidades con base en principios socialistas.
En este sentido debe decirse que el desafío que ella lanzó para el marxismo crítico,
el reto de repensar la relación entre capitalismo y precapitalismo, no sólo tuvo que ver
con explorar el funcionamiento de la acumulación del capital: ella fue la heredera de
Marx, pionera en indagar la contribución que las formas de autogestión precapitalistas
podrían desarrollar para la revolución internacional socialista.
Las fronteras alcanzadas por su atrevido pensamiento histórico-político han dejado
huellas indelebles para el marxismo crítico del siglo XXI.
Lo que en su tiempo emergió como la polaridad entre la lucha por la revolu-
ción socialista y la autodeterminación nacional, mutatis mutandis, se corresponde
con la polaridad entre movimientos autogestivos y movimientos estadocéntricos
que hemos presenciado en la América Latina de la vuelta de siglo. Aunque existe
una conflictividad inevitable entre ellos, el que las formas concretas de ambos
movimientos los enfrente entre sí, no anula la necesidad y el desafío histórico
de construir la asunción de la convergencia del anticapitalismo y de la autode-
terminación nacional.
Si partimos de las lecciones político estratégicas que nos hereda Rosa Luxem-
burgo y damos el paso que sigue, en la América Latina del siglo XXI deberíamos
decir que la lucha contra el tributo que impone la renta tecnológica, instalando tanto
la sobre-explotación laboral crónica como la devastación de la naturaleza al interior
de las naciones, hace imprescindible que las luchas por la autogestión anticapitalista

46
Rosa Luxemburgo, “La cuestión nacional y la autonomía”, en Obras Escogidas, Tomo II, Era, México, 1981c.

111
Rosa Luxemburgo ante el relanzamiento del marxismo crítico en el siglo XXI

y las luchas genuinas por la soberanía nacional desarrollen formas tácticas y estra-
tégicas de convergencia desde alianzas eficaces y crecientes que permitan avanzar
hacia la edificación de lo que Rosa Luxemburgo llamaba el autogobierno del país.
De asumir ese desafío dependerá la capacidad para enfrentar la dominación tecno-
crático autoritaria cada vez más amenazante del capitalismo mundial del siglo XXI.

112
Crisis alimentaria y planetary management
del siglo XXI

I
La especificidad histórica de la crisis alimentaria mundial del siglo XXI

La complejidad de la crisis alimentaria contemporánea –que la vuelve sui generis en


la larga historia de las crisis alimentarias en las sociedades clasistas– proviene de que
en ella convergen, expresándose juntos a la vez, el giro drástico que ha traído consigo
el cambio en la configuración histórica de la economía mundial con la vuelta de siglo,
es decir, la emergencia cínica del planetary management y la explosión de la crisis
epocal del capitalismo, en la que el sabotage más radical del capital a la modernidad
está en juego. No se puede descifrar la especificidad histórica de la crisis alimentaria
global del siglo XXI si la barbarie que significa no se ubica en la historia de la
mundialización capitalista.
Derrumbando la ilusión de que si no fue en el tránsito del siglo XIX al siglo
XX, sería en el tránsito al siglo XXI cuando, por fin, gracias a la nueva revolución
tecnológica y la informatización de la economía global, podría alcanzarse una belle
époque consistente y perdurable, muy rápido el comienzo del nuevo milenio detonó
la más grave crisis alimentaria no en la historia de la modernidad, sino en la historia
de las civilizaciones. En el siglo XXI dramáticamente coexisten el mayor desarrollo
tecnológico y la mayor crisis alimentaria en la historia de la humanidad. El entre-
cruzamiento simbiótico y esquizoide de un alto desarrollo de las fuerzas productivas
en la economía mundial con la mutilación radical de la vida humana proyecta la
legalidad de la modernidad capitalista: la combinación cada vez más amenazadora
de progreso y devastación.

113
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

Con el surgimiento –que, más bien, significa la reedición aunque bajo una forma
nueva– del planetary management (esto es, de la dominación tecnocrático autoritaria del
orbe), el capitalismo de la vuelta de siglo preponderantemente se ha tornado, tanto en
términos políticos como económicos, cada vez más violento. Ha agudizado la violencia
económico-anónima que le es estructural. A partir de dejar atrás sin reparos su mediador
central en la administración de los antagonismos modernos, el Estado liberal ha llegado
ya al punto de admitir que la promesa del progreso universalizable que tanto promulgó
–la promesa del mejoramiento de la vida económica para todos– definitivamente ha
ingresado en su colapso. Para la modernidad capitalista del siglo XXI, el confort y la
opulencia hic et nunc sólo podrán ser si para asegurar que unos cuantos disfruten los
beneficios de la maximización de la acumulación y el concomitante apuntalamiento
del poder planetario, se asume y administra la propagación masiva de los heridos y los
muertos.1 Ese es el “sentido” del planetary management impuesto con la vuelta de siglo.
Nunca antes en la historia de la modernidad tantas oportunidades de afirmación
de la vida humana para la sociedad mundializada habían sido, más que simplemente
objeto de dilapidación o despilfarro, subsumidas y vencidas por una vorágine de
generación de muerte y devastación.
Si algo representaba de modo paradigmático la promesa del progreso con la mo-
dernidad capitalista era, precisamente, la certeza de que se alcanzaría la superación
histórica del hambre. Tratadas como flagelo de regímenes políticos anacrónicos e
irrepetibles, la modernidad capitalista promulgó que las hambrunas se acabarían con
la caída del Ancien Régime. Después de él, hambrunas y crisis alimentarias nunca más.
En la medida en que la industrialización estaba en curso en los capitalismos
americano y europeo y a la par los capitalismos periféricos no se encontraban indus-
trializados, el siglo XIX no pudo ser el tiempo de realización de esa promesa. Pero
el siglo XX, proyectándose a sí mismo desde la perspectiva del ethos romántico –es
decir, desde la perspectiva que mira el progreso tecnológico de la modernidad ca-
pitalista como sinónimo de progreso de la humanidad–, nació recibiendo la fase de

1
La primera configuración del planetary management la conformó el proyecto hitleriano de dominación
tecnocrático-autoritaria del orbe. En los “treinta gloriosos”, la fase de auge en la posguerra, la modernidad
liberal propagó la ilusión de que ese proyecto había llegado, desde fuera de la legalidad económica del capi-
talismo, como un interregno histórico en la marcha de la mundialización regida por un progreso prometedor e
indetenible. La historia de la vuelta de siglo ha hecho pedazos esa lectura ilusoria de la mundialización forjada
por el discurso liberal. Aproximándose a descifrar la tendencia que se juega en la reedición del planetary
management, Carl Amery escribió Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? (FCE, México, 2002).

114
Luis Arizmendi

mundialización de la gran industria como un tiempo que traería la superación histórica


del hambre. Conforme la modernidad se mundializara y los países periféricos fueran
objeto de industrialización, las crisis alimentarias no sucederían nuevamente.
La marcha de la mundialización capitalista en el siglo XX, sin embargo, traicio-
nó una y otra vez esa promesa. El capitalismo trajo al mundo a la modernidad, es
decir, a una época que tiene como fundamento el desarrollo cada vez más poderoso
de la tecnología y su automatización, que trae consigo el poder material latente para
mejorar el mundo humano de la vida superando la escasez material y su violencia
social concomitante, pero no puede persistir más que a partir de obstruir, revertir e
incluso destruir las potencialidades más prometedoras de la modernización económica,
puesto que sólo así puede imponer la legalidad histórica de su propia dominación. La
dialéctica esquizoide de la relación del capitalismo con la modernidad reside, así, en
que cada vez que ésta bosqueja y delinea históricamente la posibilidad de trascender la
escasez, el capitalismo la vuelve a (re)imponer pero de modo inocultablemente artifical
y violento justo porque traiciona radicalmente la oportunidad de ir más adelante.2
En este sentido, el siglo que el capitalismo prometió convertir en siglo de la
“abundancia” fue convertido en siglo de multiplicación innecesaria e interminable
del dolor y la muerte. Si algo hizo del siglo pasado el “Tiempo de los asesinos” como
anunciara Rimbaud o el “Siglo de las Tinieblas”, para evocar la designación de Bo-
lívar Echeverría, fue la presencia cercenante e incesante de la relación entre barbarie
y modernidad capitalista a través de las guerras, los genocidios y la explosión sólo
cambiante de lugar de las más graves hambrunas en la historia de la humanidad.
Si se mira panorámicamente la historia del siglo XX explorando la dialéctica
esquizoide de la relación entre capitalismo y modernidad respecto al peligro de la
privación de alimentos y el hambre, podría construirse su periodización desdoblándola
en tres períodos.
La primera fue la fase que corresponde al sabotaje del potencial de superación
histórica de la privación de alimentos y del peligro de hambre para las naciones de
los Estados metropolitanos.
Al escudriñar debajo de la conversión de la civilización en cementerio el poten-
cial prometeico de la modernidad, puede verse que, la primera vez en la historia que
el capitalismo delineo la posibilidad de vencer el hambre fue, insólitamente, en el

2
Bolívar Echeverría, Las ilusiones de la modernidad, UNAM/El Equilibrista, México, 1995, pp. 138-140 y 156-161.

115
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

tiempo que Hobsbawn denominó la “época de la guerra total” (1914-1918-1945).3 La


época en que la totalidad de la economía industrial y la totalidad de los ciudadanos
fueron movilizados al servicio de la barbarie moderna. La reestructuración de la gran
industria para transformarla en una economía militarizada y la conducción ominosa
de tantos millones de hombres a las conflagraciones que significaron la Primera y la
Segunda Guerra Mundial, constituyen la prueba inapelable de que, al menos para los
países industrializados, la producción internacional de alimentos había alcanzado el
nivel para garantizar la inexistencia del hambre. Sus ingentes conglomerados militares
podían movilizarse y las economías de sus Estados nacionales subordinar el progre-
so tecnológico a la guerra total. Por supuesto, la devastación bélica y los bárbaros
modernos terminaron produciendo poblaciones hambrientas, contradictoriamente,
en un tiempo en el que la guerra total constató que la modernidad capitalista tenía el
potencial histórico para trascender el hambre.
Sobre el escenario de la Gran Depresión, la enorme Marcha Nacional del Hambre
que se realizó en Londres en 19324 y manifestaciones similares en EUA paradójica-
mente demostraron lo mismo, justo porque la crisis alimentaria no derivaba de la falta
de alimentos, sino de la falta de empleo. Ciertos segmentos del ejército de reserva en
los capitalismos metropolitanos sufrieron hambre, con existencias de alimentos en el
mercado. Fue la primera vez en la historia del capitalismo metropolitano en el siglo
XX que se presentó la imagen grotesca de personas hambrientas con excedentes de
alimentos frente a ellas.
Es destacado que, a un año de comenzar sus ediciones, en 1948, el informe El
Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación, resaltara la existencia gravosa
del exceso de alimentos en ciertos lugares del mundo mientras, al mismo tiempo,
en otras se registraba su aguda escasez. A la cabeza entre los Estados con exceso de
alimentos se ubicaban EUA, Canadá, Australia y Argentina.5
Aunque lo formula desde la perspectiva del liberalismo el más importante texto
de Amartya Sen Pobreza y hambruna: Un ensayo sobre el derecho y la privación,6

3
Eric Hobsbawn, Historia del siglo XX, Crítica, Grijalbo, Buenos Aires, 1998, pp. 29-61.
4
Keith Laybourn, Britain on the Breadline: A Social and Political History of Britain 1918 - 1939, Ed. Phoenix
Mill, Gloucester, England, 1998.
5
FAO, El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación, Enseñanzas de los últimos cincuenta años,
ONU, Roma, 2000, p. 108.
6
Amartya Sen, Poverty and Famines: An Essay on Entitlements and Deprivation, Oxford University Press,
Nueva York, 1981, pp. 52-85.

116
Luis Arizmendi

tiene la virtud de que empezó a percibir que las hambrunas –el declive precipitado
del consumo alimentario hasta un nivel que condena a mucha gente al hambre, la
enfermedad y la muerte– ya no eran más un “acto” de la naturaleza o de la furia de
Dios. Demostró que, producidas socialmente, también en la periferia del sistema
mundial las hambrunas empezaban a explotar sin existir carestía real de alimentos.
Su estudio versó sobre la principal hambruna detonada para un país por la Segunda
Guerra Mundial: la Gran Hambruna de Bengala, en India, entre 1942-1943. El alza
en los precios del arroz –que hizo de este grano una excelente inversión– combinada
con la drástica caída de los ingresos de los más empobrecidos, generó un “holocausto
creado por el hombre”, como lo llamó Gideon Poyla, donde perecieron entre cuatro
y siete millones de personas.
Sin embargo, en este periodo el potencial de superación de las crisis alimentarias
estuvo propiamente circunscrito para los capitalismos metropolitanos. Resultado de la
inestabilidad política y la devastación producidas por la guerra, la ingesta de calorías
per cápita cayó en casi todos los países productores de arroz. Notoriamente en India,
Pakistán, Japón y Filipinas. Al inicio de la postguerra Asia experimentó una inversión
de su rol: pasó de ser excedentaria, a ser región netamente importadora de alimentos.7
Recayeron sobre los Estados periféricos los oleajes de drásticas hambrunas ma-
sivas que detonó la época de la guerra total. No es casual que rebasando el sitio de
Leningrado ordenado por Hitler,8 si no en sus horrores al menos sí en su impacto en
términos de magnitud de población afectada, las mayores hambrunas fueran las que
sucedieron en Estados periféricos invadidos. Además de las hambrunas en India y
Rusia, al inicio de la postguerra, en 1945, explotó una crisis alimentaria en Vietnam,
donde, como consecuencia ulterior de la devastación bélica francesa y japonesa sobre
la agricultura de Indochina, se amplificó el impacto de inundaciones que destruyeron la
cosecha produciendo, según informó Ho Chi Minh en su Declaración de Indepen-
dencia, la muerte de dos millones de personas.9 Todas éstas se encuentran entre las
peores crisis alimentarias del siglo pasado.

7
FAO, op. cit., p. 110.
8
John Barber y Andrei Dzeniskevich, Life and Death in Besieged Leningrad, 1941–44, Palgrave Macmillan,
New York, 2005.
9
Ho Chi Minh, Declaración de Independencia de la República Democrática de Vietnam, Hánoi, 1945, p. 2. Link:
http://www.matxingunea.org/media/pdf/ho_declaracion_de_independencia_de_la_republica_democrati-
ca_de_vietnam.pdf

117
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

La segunda fue la fase que correspondió al sabotaje del potencial de superación


histórica de la privación de alimentos y del peligro de hambre para las naciones de
los Estados periféricos. Su tiempo histórico abarca de 1945 a 1982-1983.
En el tiempo que los franceses denominaron los trente glorieuses (1945-1973), por
primera vez en la historia económica moderna ya no explotaron grandes hambrunas
ni en los centros ni en las periferias de la economía mundial. Por decirlo así, fue un
tiempo profundamente “contra-malthusiano”. Gracias a que la producción alimentaria
creció por encima del crecimiento demográfico, las poblaciones de África, Extremo
Oriente y Sur de Asia se duplicaron, mientras en América Latina el impacto positivo
de ese proceso permitió que la tasa de incremento poblacional fuera aún mayor. En
los cincuenta y los sesenta la producción total de alimentos en los países subdesa-
rrollados aumentó de modo continuo, incluso más rápidamente que en los países
desarrollados. La soberanía alimentaria o la mínima dependencia alimentaria de los
países subdesarrollados, que venía avanzando desde los treinta, dio frutos: la economía
mundial bosquejó ahí la potencialidad de la superación histórica del peligro de crisis
alimentarias para las naciones de las periferias.
La soberanía alimentaria del grueso de Estados-nación periféricos fue la peculia-
ridad de este periodo. Mientras Europa Occidental era la única región importadora de
cereales, las exportaciones de América Latina duplicaron a las de EUA e, incluyendo
a la URSS, las de Europa Oriental. En este periodo, EUA no fue el único exportador
de alimentos, de suerte que ni cercanamente pudo posicionarse como hegemón del
mercado mundial alimentario.
Ambivalente en sí misma, sin embargo, esta fase desplegó la coexistencia de la
soberanía alimentaria para los Estados periféricos con la concentración geohistórica
de la sobre-explotación laboral en las periferias.10 Desde la belle époque la mun-

10
Sobre-explotación es una forma que no representa una gran explotación de plusvalor. Da cuenta de la
yuxtaposición de dos procesos: del hecho de que sobre la explotación de plusvalor, distinguiéndose de ella
pero complementándola, el capital impone la expropiación de relevantes porcentajes de su valor al salario de
la fuerza de trabajo nacional e internacional. De modo que, instala una violencia económica peculiar: la ley
del valor en la relación capital-trabajo se viola para canalizar grandes masas de valor del fondo salarial de
consumo al fondo capitalista de acumulación.
Si se ve panorámicamente la historia capitalista de la sobre-explotación laboral, pueden identificarse tres
grandes fases. La primera corresponde a la fase de la sobre-explotación laboral concentrada en la metrópoli
(1740-1896). Cuando el surgimiento de la modernización industrial, trajo consigo la sobre-explotación para los
trabajadores metropolitanos. En Europa duró hasta la Larga Depresión de fines del siglo XIX, en EUA hasta el
cierre de su acumulación originaria. La segunda constituye la fase de la sobre-explotación laboral concentrada

118
Luis Arizmendi

dialización capitalista desactivó la sobre-explotación laboral sobre los trabajadores


de las metrópolis, pero la trasladó a las periferias. De modo que si en ellas no hubo
hambrunas en esta fase, o sea perecimientos masivos por desnutrición crónica, las
estrategias de sobrevivencia de los pobres tuvieron de todos modos que vérselas con
el hambre y la malnutrición.
De hecho, junto con la sobre-explotación laboral, la mundialización de la Revo-
lución Verde, bloqueando trayectorias tecnológicas que permitieran potenciar la pro-
ducción global de alimentos pero a partir de respetar ecológicamente a la naturaleza,
impuso la lógica del progresismo capitalista en la agricultura periférica. El monocultivo
y los agroquímicos se expandieron a escala internacional como expresión de una fase
de la dominación capitalista de la naturaleza en la cual desplegó una depredación
inintencional aunque inevitable del mundo natural. El capitalismo no buscaba destruir
a la naturaleza, pero su desmesura en la búsqueda sin fin por maximizar la tasa de
acumulación no podía dejar de generar ese pernicioso efecto.11
En los setenta la explosión de una nueva gran crisis capitalista impactó en la agri-
cultura mundial, cuya productividad tuvo relevantes retrocesos. Los precios de los
alimentos aumentaron y las hambrunas regresaron, pero sobre el continente que era una
especie de apartheid tecnológico en la economía mundial: África. Sobre el hambre en
Etiopía, Amartya Sen escribió: “si bien la producción alimentaria del Wollo se redujo
considerablemente en 1973, la incapacidad de esta provincia para obtener alimentos
del exterior fue resultado de su baja capacidad adquisitiva. Una característica notable
de la hambruna de Wollo fue que los precios de los alimentos en general subieron

en las periferias (1896-1971/91). Cuando los capitalismos metropolitanos mejoraron los niveles de vida de sus
ciudadanos nacionales, pero la mundialización capitalista no superó sino traslado la sobre-explotación para
instalarla estructuralmente en los países periféricos. Siguiendo el camino de una industrialización subordinada,
los capitalismos periféricos, pese a anhelarlo, jamás pudieron duplicar la forma de la relación capital-trabajo que,
en sus mejores tiempos, se ejerció en las metrópolis. Desde las últimas décadas del siglo XX asistimos a una
nueva fase: en lugar de hacer de la mundialización de la tecnología moderna fundamento para mejorar la vida
de todas las naciones, el capitalismo global fundó el periodo de mundialización de la sobre-explotación laboral.
Con él, ya no sólo los capitales de retaguardia la imponen, ahora la comandan los capitales de vanguardia
tecnológica de la economía global. Luis Arizmendi, “Concepciones de la pobreza en la fase del colapso del
capitalismo neoliberal”, en revista internacional Mundo Siglo XXI no. 21, CIECAS, IPN, México, 2010, pp. 35-37.
11
La forma de depredación inintencional aunque inevitable de la naturaleza que desplegó la subsunción
real capitalista de la tecnología productiva en el siglo pasado, fue acompañada por otra forma, regida por la
depredación programada pero inestable, que desarrolló la dominación real capitalista de la tecnología militar.
Una forma que, en el nuevo siglo, ha trasladado su lógica a las nuevas tecnologías productivas como la
ingeniería genética o la geoingeniería.

119
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

muy poco, y las personas se estaban muriendo de hambre aun cuando los alimentos se
vendían a precios no muy diferentes a los registrados antes de la sequía. El fenómeno
puede explicarse por la ausencia generalizada de prestaciones en varios sectores de
la población”.12 A su modo, Sen percibió que la economía mundial alimentaria tenía
ya la capacidad para contrarrestar las limitaciones productivas agrícolas que pudieran
presentarse en la periferia para su autoalimentación. Y que las hambrunas africanas
correspondían a un estado de escasez artificial instalado por la privación capitalista.
En consecuencia, en el curso de los trente glorieuses la potencialidad latente de
superación histórica de la privación de alimentos y del peligro del hambre para las
naciones de los Estados periféricos efectivamente se bosquejó, pero a juego de po-
nerla al servicio del apuntalamiento del poder planetario del capital, sin detenerse al
imponer una arrolladora devastación de la naturaleza con la Revolución Verde y sin
dejar de traicionar intermitentemente esa potencialidad con la dinámica excluyente
de la sobre-explotación laboral. La gran crisis de sobreacumulación capitalista que
estalló en los setenta para cerrar este periodo, acabó por redondear ese sabotaje.
Es importante precisar que en el curso de estas dos fases las dos hambrunas
más graves del siglo XX no acontecieron en Occidente. Fueron resultado de la
“colectivización forzosa” de la tierra en la URSS y en China. Si se les lee cues-
tionando la simulación histórica de que estatalización de la tierra como medio
esencial de producción es sinónimo de su socialización, se abre una ventana que
permite empezar a reconocer que lo que emergió en la URSS de ningún modo fue
el socialismo como sistema histórico, sino una configuración sumamente atípica y
peculiar del capitalismo con la que éste parecía inexistente porque no reeditaba su
configuración occidental: el capitalismo despótico, esto es, el capitalismo con el
Estado autoritario13 y la nomenklatura como personificaciones exclusivas del ca-
pital.14 Vista así, Holodomor, la hambruna en la que perecieron hasta diez millones
de seres humanos en Ucrania, entre 1932-33, para imponer mediante la violencia
política destructiva la expropiación de la tierra a los campesinos15 y devastar los
últimos restos de la comuna rural rusa como forma precapitalista, no fue producto
de una catástrofe natural que generó una mala cosecha ni sólo el enloquecido acto

12
Amartya Sen, op cit., p. 111-112.
13
Max Horkheimer, Estado autoritario, Itaca, México, 2006.
14
Luis Arizmendi, Horizontes de la vuelta de siglo, CIECAS, IPN, México, 2011, pp. 18-20.
15
Miron Dolot, Execution by hunger, The hidden holocaust, Norton & Company, EUA, 1985.

120
Luis Arizmendi

intencional de exterminio desatado por el poder central estalinista, fue la expresión


histórica más trágica de la acumulación originaria como gestación implacable y sui
generis del capitalismo despótico ruso.
Aunque la República Popular China no duplicó la configuración del capitalismo
despótico ruso, edificó su propia versión del capitalismo estatizado, y al hacerlo, de
modo similar a la “colectivización forzosa” rusa, produjo una catástrofe devastadora.
En el país más poblado del orbe, la recanalización masiva y autoritaria de la fuerza
de trabajo campesina hacia labores industriales para impulsar la modernización eco-
nómica desde la ilusión maoísta del Gran Salto Adelante, dejó la agricultura china
en situación de indefensión ante las inundaciones y las sequías. De modo fulminante
detonó una drástica caída de la producción agrícola que dio pie a la Gran Hambru-
na China (1958-1962): un cataclismo histórico en el que sucedieron entre treinta
y cuarenta y cinco millones de muertes.16 Por supuesto, sus efectos mutilantes se
distribuyeron diferencialmente, de modo que la privación de alimentos se hizo valer
ante todo contra la población rural, no sobre la población urbana. Ante los graneros
de Henan y Hebei, la gente murió de hambre.17
Como puede verse, las dos mayores hambrunas del siglo XX constatan que el
potencial de superación histórica de la amenaza de crisis alimentarias sólo se bos-
quejó hasta que el desarrollo de las capacidades productivas fue llevado más lejos
en la economía mundial.
Si se mira panorámicamente la historia de la mundialización capitalista a lo largo
del último siglo y medio, podría decirse que cuando se desplegó la subsunción for-
mal del mundo por el capital (1850-1970 y 1914-1918), esto es la planetarización
de las relaciones de producción capitalistas, el capitalismo ni siquiera trazó de modo
mínimo la posibilidad de vencer el hambre en el mundo. En ese contexto debe leerse
la denuncia de Mike Davis sobre el “genocidio olvidado” que representan las ham-
brunas coloniales del siglo XIX.18 En cambio cuando se desplegó la subsunción real
del mundo por el capital (1918-1991), esto es, la planetarización de la modernización

16
Frank Dikötter, Mao´s Great Famine. The history of China´s most devastating catastrophe, 1958-1962,
Walker & Co., Nueva York, 2010.
17
Felix Wemheuer, Femine politics in Maoist China + the Soviet Union, Yale University Press, USA, 2014.
18
Mike Davis, Génocides tropicaux, catastrophes et famines coloniales (1870-1900). Aux origines du sous-
développement, La Découverte, París, 2003.

121
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

industrial capitalista,19 el capitalismo bosquejó la potencialidad histórica para superar


el hambre, sucesivamente primero en la metrópoli y luego en la periferia de su sistema
mundial. No obstante, la primera pontecialidad prometeica la traicionó la época de la
guerra total, mientras la segunda la traicionaron la fase de sobre-explotación laboral
concentrada en la periferia y la gran crisis capitalista que estalló en los setenta.
La tercera fase de este proceso histórico la constituye lo que puede definirse como
el periodo de un doble sabotaje inédito del capitalismo contra la potencial superación
histórica del hambre a escala mundial (1982-…). El siglo XXI nació sin aprender
del sin sentido del siglo XX.
En la polémica sobre el fundamento de la crisis alimentaria global contemporá-
nea, el reto más complejo no reside en demostrar que por fin la economía mundial
ha llegado a la era en que cuenta con capacidades productivas “abundantes” para
alimentar a la sociedad mundial; ni al revés, tampoco consiste en demostrar que el
siglo XXI enfrenta la historia a su más grave y amenazadora escasez alimentaria. El
reto consiste en descifrar la especificidad esquizoide de la nueva forma de subsunción
real capitalista del mundo que genera que ambos fundamentos coexistan a la vez, de
tal modo que el segundo contraviene y niega radicalmente al primero, sin por eso
hacerlo desaparecer, al menos hasta ahora.
Desde mediados de los sesenta la economía mundial, aunque con vaivenes,
logró acrecentar su productividad hasta aumentar en mil millones de toneladas la
producción global de cereales. Lo que equivale a que hoy, según Jean Ziegler –quien
fuera Relator Especial para la ONU sobre el Derecho a la Alimentación–, medido
puramente en términos cuantitativos por ingesta de calorías, la agricultura mundial
tenga el potencial para dar de comer a doce mil millones de seres humanos. Sin duda,
el siglo XXI cuenta con las capacidades productivas para proveer de alimentación a
casi el doble de la población mundial contemporánea.
Sin embargo, subsumiendo y desfigurando grotescamente ese potencial, en lugar
de trascender las crisis alimentarias de una vez por todas y a escala planetaria, el
capitalismo de la vuelta de siglo ha impuesto dos procesos de sabotage peculiares
que se acoplan entre sí para detonar la crisis alimentaria más infame en la historia
moderna, justo porque afecta a más seres humanos que todas las hambrunas del siglo
pasado juntas: articulados entre sí el surgimiento del planetary management y la crisis

19
Luis Arizmendi, op. cit., pp. 15-23.

122
Luis Arizmendi

epocal del capitalismo, ciertamente, imprimen a la crisis alimentaria global del siglo
XXI un carácter inédito y amenazador.
Los fundamentos históricos de la crisis alimentaria global se integraron con el sur-
gimiento del planetary management, su explosión la ha entrecruzado peligrosamente
con las demás dimensiones de la crisis epocal del capitalismo.
Desde fines de los setenta se abrió paso el trend que, a lo largo de todo el siglo
XX, enfrentando a los capitalismos metropolitanos contra las estructuras defensivas
de los capitalismos periféricos, pugnó por la victoria de la renta tecnológica. Los
capitalismos metropolitanos nunca se encontraron satisfechos con el tributo que,
por su supremacía instrumental, ineludiblemente los Estados-nación de las perife-
rias debían rendirles. Jamás les bastaron las formidables transferencias de masas de
valor y plusvalor a través de la renta tecnológica. Pero hicieron de ella un arma que,
primero, llevó a los capitalismos periféricos a subordinarse a la dinámica expoliadora
de la deuda externa, para luego, arrinconados y vencidos, obligarlos a ceder al capital
trasnacional el dominio directo de sus estructuras productivas y reproductivas. En
este sentido, con la vuelta de siglo lo que aconteció no fue simplemente el cambio
de un modelo económico, fue el triunfo del trend secular de la renta tecnológica.20
Una de las principales constataciones de su victoria reside en el drástico giro
de la configuración de la economía alimentaria mundial. Desde los treinta, durante
casi medio siglo, casi todos los Estados periféricos lograron establecer como forma
defensiva ante la sobre-explotación laboral de su fuerza de trabajo nacional, la so-
beranía alimentaria. Su capacidad de autoalimentación permitía que, ante la escasez
capitalista lanzada sobre los dominados modernos, si no se podía evitar la pobreza,
al menos se intentaba evitar la muerte por hambre.
Pero, en las últimas décadas del siglo XX la reproducción alimentaria mundial
pasó a ser subsumida directamente por el capital trasnacional, por delante por EUA,
y, así, quedó inserta en la violencia económico anónima de la acumulación global.
La reconfiguración “neoliberal” de la economía alimentaria, haciendo pedazos la
capacidad de autoalimentación de las naciones de las periferias, instaló una violencia
radical: la escasez alimentaria artificial al interior de ellas con un creciente exceso
de alimentos en la economía global.

20
Bolívar Echeverría, “Renta tecnológica y capitalismo histórico”, en revista internacional Mundo Siglo XXI
no. 2, CIECAS, IPN, México, 2005.

123
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

El planetary management hizo que las hambrunas regresaran y las ha agudizado


cada vez más. Desde fines de los ochenta, el Estado prototipo en el que nació la nueva
forma de subordinación de la economía alimentaria, Somalia, detonó los oleajes del
nuevo tipo de hambrunas asociadas a la derrota de la soberanía alimentaria.
Denunciando la multiplicación de sus oleajes, Michel Chossudovsky expuso el
gravísimo impacto del planetary mangement que no se detuvo en desmontar quizá
la única fuerza económica del continente africano: su soberanía alimentaria. “Hay
muchas Somalias en el mundo en vías de desarrollo: el paquete de reformas económi-
cas es similar en más de cien países… El hambre no es consecuencia de una escasez
de alimentos. Por el contrario, las hambrunas se desataron como resultado de una
sobreoferta global de granos. Desde los ochenta, los mercados de granos han sido
desregulados bajo la supervisión del Banco Mundial y los excedentes de granos de
EUA se han utilizado sistemáticamente para destruir al campesinado y desestabilizar la
agricultura nacional. Combinada con el aumento en las importaciones comerciales,
la entrada de excedentes de trigo y arroz baratos provocó el desplazamiento de los
productores locales, así como un cambio de ciento ochenta grados en los patrones
de consumo. El ajuste estructural ha tenido en la mira la destrucción de la seguridad
alimentaria”.21 Inserta en la lógica del planetary management, la “ayuda humanita-
ria” lejos de operar como un conjunto de medidas basadas en principios solidarios,
funciona como el complemento necesario de la nueva estrategia de dominio de la
economía mundial alimentaria. No es causal incluso que en lo que va del siglo XXI
la diferencia entre los “fondos necesarios” y los fondos proporcionados para “ayuda
humanitaria” se haya triplicado.22 Cuando las hambrunas africanas ya estaban en curso,
su objetivo nunca fue crear los fundamentos para trascender el hambre, fue neutra-
lizar estallidos políticos para garantizar la persistencia e incluso el recrudecimiento
de la dependencia alimentaria artificial que subordina el consumo de alimentos a las
corporaciones de EUA. Es impresionante: en Ruanda, Etiopía, África Subsahariana y
Somalia, desde mediados de los ochenta el planetary management se ha beneficiado
del hambre. África fue el continente en el que, de inicio, se ensayó la nueva domina-
ción capitalista del circuito global de producción/consumo de alimentos que, después

21
Michel Chossudovsky, Globalización de la pobreza, Siglo XXI, México, 2002, pp. 114-120.
22
Oxfam, Hambre y calentamiento global: cómo impedir que el cambio climático haga fracasar la lucha contra
el hambre, México, 2014, p. 9. Link: https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/mb-hot-hungry-food-
climate-change-250314-es_1.pdf

124
Luis Arizmendi

de mundializarse, ha estallado con la crisis alimentaria mundial del siglo XXI. Para
2015, así, Somalia ha llegado a la peor hambruna de su historia.
La dominación tecnocrático autoritaria de la economía alimentaria global consis-
te, entonces, en la asunción sin reparo alguno de que la nueva forma de dominación
capitalista de la reproducción alimentaria de las naciones trae consigo la explosión
de una drástica violencia económico anónima que no se va a enfrentar buscando
superarla, sino haciendo valer la admisión y la administración estratégica de la
multiplicación ineludible de millones de heridos y muertos. De este modo se gestó
la nueva geopolítica del hambre,23 y lo que Jan Breman denomina el “regreso del
darwinismo social”.24 Esa es la especificidad histórica del planetary management de
la crisis alimentaria global.

II
El mito del progreso en torno a la reducción del hambre mundial

Percibiendo, desde la perspectiva de lo que denomina la “desigualdad radical”,


la coexistencia de la pobreza extrema masiva en múltiples lugares del orbe con la
prosperidad creciente en otras partes, Thomas Pogge –el principal crítico alemán del
Banco Mundial– ha denunciado que cada año suceden 18 millones de muertes prema-
turas por causas relacionadas con la pobreza extrema y el hambre.25 Lo que equivale
a un tercio del total de muertes diarias, o sea aproximadamente 50 mil perecimientos
que incluyen a 34 mil menores de cinco años. En otras palabras, alrededor de cada
2.5 segundos muere un niño, casi cada segundo y medio un pobre.
“Desigualdad radical” es un término que Pogge emplea para aproximarse a su
modo a la era del planetary managment. Ha demostrado que bastaría dedicar incluso
menos del 1% del ingreso mundial para erradicar la pobreza global,26 lo que lleva a

23
Jorge Semprún y Olivier Longué, Geopolítica del hambre, cuando el hambre es un arma, Icaria Editorial,
Madrid, 1999.
24
Jan Breman, Fuerza de trabajo paria en Asia, IAEN, Ecuador, 2014, pp. 399-407.
25
Thomas Pogge, La pobreza en el mundo y los derechos humanos, FCE, México, 2002, p. 14.
26
Thomas Pogge, “Crítica al progreso cosmético de la pobreza y el hambre del Banco Mundial y los Objetivos
del Milenio”, en revista internacional Mundo Siglo XXI no. 34, CIECAS, IPN, México, 2014, pp. 16-18.

125
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

Pogge a definir la pobreza como un problema de derechos humanos es que, en efecto,


constituye una situación inercialmente homicida, la vida de los pobres está puesta en
peligro. Esa mitad vive con menos del 3% del ingreso mundial, la otra mitad tiene
acceso al 97%. En contraste con el siglo pasado, en el siglo XXI la pobreza acarrea
un enorme costo en términos humanos, pero en términos económicos resolverla
exigiría una redistribución mínima. Sin embargo, ni siquiera eso cede el planetary
management de la pobreza global.
Desde esta óptica hay tres cuestionamientos muy agudos que Pogge endereza al
Banco Mundial y la FAO.
En primer lugar, el acuerdo que se pactó en la Cumbre Mundial de la Alimentación
en Roma27 formuló un proyecto “grotescamente poco ambicioso”.28 Prometer, en
1996, “erradicar el hambre en todos los países, con la finalidad inmediata de reducir
el número de personas desnutridas a la mitad del nivel actual no más tarde del año
2015”; en verdad significaba asumir un largo periodo de dos décadas para que la
meta simplemente fuera arribar a un escenario en el que se deja morir por hambre a
nueve millones de pobres, justo cuando evitar ese desenlace requiere una redistribución
mínima del ingreso mundial.
En segundo lugar, el proyecto de reducción a la mitad del hambre mundial para
2015 se volvió puramente un “progreso cosmético”, una ilusión proyectada por el
Banco Mundial, pero desafortunadamente también por la ONU. Cuatro años después
de la Declaración de Roma, en 2000, la Declaración del Milenio y los Objetivos del
Milenio introdujeron cambios sustanciales, que se complementaron para redefinir
duramente a la baja la de por sí limitada meta original.
Mientras la Declaración de Roma se planteó reducir para 2015 a la mitad el número
de personas con hambre, la Declaración del Milenio redefinió el objetivo formulando
reducir a la mitad exclusivamente su proporción. Si en el año 2000 existían 1708.7
millones de pobres extremos y desnutridos, en el 2015 la meta original debía llegar a
854.35 millones. Pero la redefinición de la meta en términos puramente porcentuales,
aprovecha el crecimiento de la población mundial para mutilar la población objetivo.
Esto significa que el plan de reducción de los pobres de 27.90% en el año 2000 a

27
FAO, Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, 1996. Link: http://www.fao.org/do-
crep/003/w3613s/w3613s00.HTM
28
Thomas Pogge, Hacer justicia a la humanidad, FCE, México, 2009, p. 251.

126
Luis Arizmendi

13.95% en 2015, desliza un efecto distractor. Simula programar reducir a la mitad los
pobres del mundo para desviar la mirada respecto de que la Declaración del Milenio
ha amputado la meta original: al volverla 1016.1 millones, excluye a 161.75 millones
de pobres extremos (véase Cuadro 1).

Cuadro 1
Cambio de la meta de reducción de la pobreza extrema para 2015
(millones)
Declaración del Milenio ODM
Proyecto original Proyecto modificado
Año Pobres Población Pobres Meta Cambio de Pobres Cambio de Cambio Cambio de
extremos mundial extremos 2015 año base extremos Población a Pobres Meta
(%) base a extremos Pobres
PMD de PMD extremos
(%) 2015
2000 1708.7 6123 27.90 1990 1908.6 4431 43.10

2008 1289 6740 19.10 2008 1289 5753 22.40

2015 7284 13.95 2015 6270 21.55


(est) (est)

Incremento 1161 1839


poblacional (18.96%) (41.50%)

Exclusión
programada 335.1
de (48.38%)
DM a ODM

1016.1 1351.2

Fuente: elaboración propia con base en Thomas Pogge, “Crítica al progreso cosmético de la pobreza y el
hambre del Banco Mundial y los Objetivos del Milenio”, en revista internacional Mundo Siglo XXI no. 34,
CIECAS, IPN, México, 2014, p. 9.

127
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

Aunque se formularon el mismo año, los Objetivos del Milenio no son idénticos
a la Declaración del Milenio, introdujeron dos cambios sustanciales aún más re-
gresivos. Alterando el statu quo ante relativo cambiaron el año base y la población
base. Al modificar y correrlo hacia 1990, se amplía la masa de pobres en referen-
cia a la cual se calcula su reducción a la mitad para 2015. Al poner como base la
población de los países menos desarrollados se desliza una tasa de crecimiento
poblacional que equivale a más del doble de la que desplegó la población mundial
en ese período. En consecuencia, la reducción programada de 43.1% de pobres
extremos de 1990 a 21.55% para 2015, hace uso y abuso del efecto distractor:
simula disminuir la pobreza mundial a la mitad, para justificar la ampliación de
la exclusión programada de pobres en la población objetivo. Al volverla 1351.2
millones quedan fuera 335.1 millones en referencia a la meta de la Declaración del
Milenio (1016.1 millones); peor aún, 496.85 millones respecto de la Declaración
de Roma (854.35 millones). Esto significa que la meta fue mutilada excluyendo
58.15% de la población objetivo original. Más de la mitad de la meta originaria
de la Declaración de Roma, se esfumó.
En el paso de la Declaración de Roma a los Objetivos del Milenio, esta
metodología con efecto distractor también se introduce para alterar la meta de
reducción del hambre mundial. Al modificar el año base, corriéndolo de 1996 a
1990, cambia la magnitud de pobres con hambre que opera como referente: pasa
de 788 a 843 millones. Al modificar la población base, se introduce un porcentaje
mayor de pobres con hambre, puesto que su proporción es mayor en los países
menos desarrollados que en la población mundial. En consecuencia, estos dos
cambios, sutiles pero de fondo, deslizan un efecto distractor: simulan programar
una reducción de pobres con hambre (de 19% en 1996 a 9.5% a 2015), cuando
más bien establecen una acallada redefinición de la meta, es decir, una exclusión
programada de 202 millones de personas en crisis alimentaria. Se repite el efec-
to regresivo: en los Objetivos del Milenio respecto de la Declaración de Roma,
prácticamente la mitad de la población objetivo original ha sido excluida (véase
Cuadro 2).

128
Luis Arizmendi

Cuadro 2
Cambio de la meta de reducción del hambre para 2015
(millones)
Declaración de Roma (DR) Objetivo del Milenio
sobre Seguridad Alimentaria Mundial (ODM)
Proyecto original Proyecto modificado
Año Pobres Progreso Meta Cambio Pobres extre- Cambio de Cambio a pobres Progreso Cambio de meta
extremos (%) 2015 de año mos Población extremos ilusorio pobres extremos
con desnu- base con desnu- base a con desnutrición (%) con desnutrición
trición crónica trición crónica PMD crónica en PMD crónica 2015
en PMD (%)
1996 788 1990 843 4431 19.00

2010 925 -17% 2010 925 5899 15.70 +17%

2015 6270 9.50 +50%


(est)

Exclusión 202
Programada (51.26%)
de DR a
ODM
394 596

Fuente: elaboración propia con base en Thomas Pogge, “Crítica al progreso cosmético de la pobreza y el
hambre del Banco Mundial y los Objetivos del Milenio”, en revista internacional Mundo Siglo XXI no. 34,
CIECAS, IPN, México, 2014, p. 1.

En tercer lugar, pese a este drástico cambio de meta sustancial en la magni-


tud de pobres extremos en peligro de muerte por hambre que se plantea como
admisible en los Objetivo del Milenio del año 2000 (596 millones) respecto de la
Declaración de Roma (394 millones), el Informe actual de FAO, FIDA y PMA,
El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015. Cumplimiento de los
objetivos internacionales para 2015 en relación con el hambre, propaga la imagen

129
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

de que los 795 millones de personas subalimentadas que reconoce que existen ac-
tualmente, constituye una magnitud con la que sí se cubre la meta de reducción del
hambre mundial programada. Más que contradictio in terminis, entre la metodología
de la Declaración de Roma y el Informe de la FAO 2015 existe un auténtico oximorón,
puesto que prácticamente se terminó con el doble programado de pobres con hambre
(795 casi duplica la meta de 394 millones), pero el objetivo del milenio sí se cumplió.
La exclusión programada en las metas no sólo sucedió en el año 2000. Se repitió
en 2010 y ha continuado, instalando sobre la violenta crisis alimentaria del siglo
XXI el mito del progreso en la reducción de la pobreza del hambre a escala mundial.
Modificando la metodología en la medición de la pobreza extrema y el hambre,
el ex economista en jefe del Banco Mundial, Martin Ravallion, y Shaohua Chen,29
incluso se excedieron, propagando en los mass media globalizados la ilusión de que
ya en 2010, esto es un quinquenio previo al año programado, se había alcanzado el
objetivo de reducción a la mitad del hambre en el mundo.
Aunque también volvió a modificar su metodología en la medición del hambre global,
la FAO no fue tan atrevida. En su Informe 2015 sostiene que mientras en 1990 en las re-
giones en desarrollo la proporción de la población subalimentada correspondía al 23.3%,
en 2010-2012 llegó al 14.1%, de modo que para 2014-2016 asume será ya del 12.9%.30
Duplicó el mito del progreso en la reducción del hambre mundial, pero sin excederse,
como el Banco Mundial.
Pogge ha puesto al descubierto este oximorón. Demuestra que si la FAO le hubiera
dado continuidad a su metodología original, su propia evaluación concluiría que, entre
1969-1971 y 1995-1997, la magnitud de la población con desnutrición crónica fue
disminuyendo, pero que a partir de ahí la tendencia experimentó un cambio drástico al
alza. Cambio que, con la crisis alimentaria de 2005-2007, se ha agudizado. Invirtiendo
radicalmente ese diagnóstico, la modificación de 2012 en la metodología de medición
de la desnutrición crónica y extrema, difunde la ilusión de que, a partir de 1990-92, está
en curso la tendencia continua a la reducción del hambre mundial (véase Gráfica 1).

29
Martin Ravallion y Shaohua Chen, An update to the World Bank’s estimates of consumption poverty in the
developing World, Briefing note, World Bank, 2012. Link: http://siteresources.worldbank.org/INTPOVCALNET/
Resources/Global_Poverty_Update_2012_02-29-12.pdf
30
FAO, FIDA y PMA, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015. Cumplimiento de los objetivos
internacionales para 2015 en relación con el hambre: balance de los desiguales progresos, ONU, Roma, p.
9. Link: http://www.fao.org/3/a-i4646s.pdf

130
Luis Arizmendi

Gráfica 1
Indicador de la FAO para desnutrición crónica extrema
Comparación de la medición base entre el método nuevo y el previo

Fuente: elaborada por Thomas Pogge, Frances Moore Lappé, Jennifer Clapp, Molly Anderson, Robin Broad,
Ellen Messer y Timothy Wise, revista internacional Mundo Siglo XXI no. 36, CIECAS, IPN, México, 2015, p. 6.

Cuestionando los criterios de medición de la desnutrición extrema empleados por


la FAO en su Informe El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012,
Pogge ha señalado que presentan tres limitaciones esenciales. Uno, al concentrase en
la desnutrición crónica y persistente por más de un año, omiten los impactos de las
hambrunas de corto plazo generados por el ascenso de los precios internacionales de
los alimentos. Muy importante, porque esas hambrunas hacen pedazos la justificación
“neoliberal” de reemplazar la soberanía alimentaria por la seguridad alimentaria. Jus-
tificación que se vendió inventando que siempre sería mejor importar alimentos que
producirlos dentro de los Estados periféricos debido a que saldría más barato. Dos,
al concentrarse exclusivamente en la ingesta cuantitativa de calorías, la FAO pasa
por alto la calidad del patrón alimentario de quienes padecen desnutrición crónica,
lo que obstruye evaluar en todos sus alcances el amplio abanico de enfermedades
que la desnutrición genera cuando degrada cualitativamente el consumo alimentario.

131
Crisis alimentaria y planetary management del siglo XXI

Y tres, last but not least, el indicador puramente cuantitativo de ingesta de calorías
también es en sí mismo inadecuado porque reduce su medida en acuerdo al consumo
requerido para una forma de vida sedentaria. Indicador fuera de lugar dado que los
pobres extremos no realizan labores de esa forma de vida y, más bien, despliegan
procesos laborales propios de arduo trabajo físico o manual. Si se corrige sólo ésta
última limitación metodológica, la medida social del hambre mundial cambia dra-
máticamente: el número de personas desnutridas en 2010-2012 puede identificarse
en 1.33 mil millones –esto es, 53% mayor que la estimación oficial de 868 millones
para 2012 por la FAO–. Esto “pone en jaque la evaluación del hambre mundial”.31
En conclusión, el mito del progreso en la reducción del hambre mundial consti-
tuye una ilusión mediática funcional a la dominación tecnocrático-autoritaria de la
crisis alimentaria del siglo XXI. La verdadera historia del planetary management del
hambre global aún no ha sido contada.

31
Thomas Pogge, “Crítica al progreso cosmético de la pobreza y el hambre del Banco Mundial y los Objetivos
del Milenio”, en revista internacional Mundo Siglo XXI no. 34, CIECAS, IPN, México, 2014, p. 7.

132
Planetary management y
crisis ambiental mundializada

I
Planetary management y liberalismo ambientalista del siglo XXI

Si crisis es un término dirigido a denunciar la presencia de una situación límite debido


a que define un estado histórico que no sólo mutila y degrada sino que pone en riesgo
la persistencia y la continuidad misma de la vida, entonces es inocultable que el siglo
XX le ha heredado al siglo XXI, lejos de la dinámica de un “cambio climático”, más
bien una crisis ambiental mundializada
Después de haber eludido durante todo un siglo su reconocimiento, en tanto la
depredación de los sistemas naturales se mantenía dentro de ámbitos de alcances pura-
mente circunscritos o incluso transfronterizos pero no propiamente planetarios y, más
aún, en tanto la acumulación mundial del capital lastimaba el proceso de reproducción
social internacional pero sin recibir los impactos de lo que Lovelook dio en llamar
la “venganza de la tierra”, la economía convencional mantuvo un inocultable olvido
de la naturaleza. Obligada por la realidad histórica a asumir el estudio de la relación
economía/naturaleza, pero cómplice de la indetenible voracidad del economicismo
capitalista, la “economía ambiental” insiste en sostener una posición que la lleva a
quedarse muy por detrás de los retos que el siglo XXI trae consigo, escamoteando el
reconocimiento de la auténtica magnitud del colapso ambiental global.1

1
Denunciando este olvido de la naturaleza, Martínez Alier y Schlüpmann han sabido subrayar la ineludible
perspectiva inmaterial que resulta de la teoría subjetivista de la utilidad con la economía convencional. Según
recuerdan, la polémica que esta posición suscita, al interior de la London School of Economics, entre el biólogo
Lancelot Hogben y el economista Hayek, se decide indiscutiblemente a favor del primero. Oponiéndose desde
las ciencias naturales al psicologiscismo subjetivista de la economía convencional propulsada por Hayek, al
señalar que los alimentos no debían ser definidos por sus cualidades físicas sino exclusivamente “en términos

133
Planetary management y crisis ambiental mundializada

Si se lee críticamente este colapso, identificando que existen distintos y hasta


enfrentados proyectos de capitalismo, puede verse que el siglo XXI no constitu-
ye un único camino decidido de antemano y que ha comenzado con un choque
en el que dos tendencias, de sentido contrapuesto, jalonean entre sí por definir
la configuración histórica de la modernidad capitalista ante la crisis ambiental
mundializada.
Una tendencia es aquella que corresponde a lo que, más que neokeynesianismo,
procedería denominar liberalismo ambientalista del siglo XXI. El proyecto del
liberalismo en el nuevo siglo, percibiendo que la crisis epocal del capitalismo
viene desatando una desestabilización inmanejable y sumamente riesgosa, plan-
tea y promueve medidas estratégicas para enfrentar la pobreza mundializada,

de las opiniones que los agentes económicos tuvieran acerca de ellos”, Hogben insistió en que “los economis-
tas neoclásicos eran sencillamente ridículos (…) porque pensaban tener una teoría del consumo sin estudiar
los orígenes de las necesidades humanas”. Su certero reproche revelaba que los economistas “neoclásicos”
“no se ocupaban de estudiar de manera real la relación entre necesidades humanas y recursos naturales”.
Aunque desliza un límite derivado de su concepción puramente biológica de las necesidades, es decir, que
no percibe el desarrollo histórico de la civilización que las produce, una crítica como la de Hogben resulta
valiosa justo porque sabe sacar a flote la perspectiva inmaterial de las necesidades que opera como platafor-
ma de todo el sistema teórico de la economía convencional. Naturalmente, a un biólogo no podía menos que
resultarle inmediatamente irracional una teoría de las necesidades humanas que se niega a tomar en cuenta
la especificidad material del cuerpo humano y de la relación metabólica sociedad/naturaleza. Joan Martínez
Alier y Klaus Schlüpmann, La economía y la ecología, FCE, México, 1991, pp. 182, 185-186.
Cuando, por fin, presionada por la agudización de la crisis ambiental mundializada, la economía convencio-
nal tuvo que reconocer la importancia de estudiar esta relación metabólica, forjó el discurso de la “economía
ambiental” que con sus nociones de “capital natural” o “espacio de medio ambiente” y “costos ecológicos
del crecimiento” o “internalización de externalidades” no hace sino reactualizar el olvido de la naturaleza,
paradójicamente, en el mismo momento en que se pretende asumir su reconocimiento. Nociones como éstas
revelan su carácter antiecológico en su intento imposible de reducir a la forma precio la estructura material del
mundo natural. Justo porque nuestro planeta no constituye una cosa, sino un auténtico sistema vivo, es que
se encuentra en proceso de desarrollo constante experimentando modificaciones cuantitativas y cualitativas
sin césar que tornan científicamente inviable inventariarlo. Si, por un lado, nociones como las de “capital
natural” y “espacio del medio ambiente” –como certeramente han mostrado Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf
(Limitaciones de la globalización, Siglo XXI, México, 2002, pp. 321-326)– expresan una concepción mutilada
y mutilante de la naturaleza por cuanto se busca su cuantificación exclusivamente en consideración de los
recursos funcionales a la acumulación de las empresas nacionales y transnacionales, lo que deja sencillamente
como desechables múltiples formas de vida y recursos, por otro, nociones como las de “costos ecológicos
del crecimiento” o “internalización de externalidades” simulan que el crecimiento económico del capitalismo
contemporáneo puede fundamentalmente continuar y seguir adelante simplemente haciéndose acompañar
de compensaciones que desde el mercado se efectúen sobre los desequilibrios ambientales económicamente
generados. Desde el discurso de la “economía ambiental” la naturaleza nunca queda asumida en cuanto tal
y es insensatamente vista desde el positivismo cortoplacista.

134
Luis Arizmendi

el desempleo internacional, el hambre global y no sólo. Además, introduce una


dimensión inédita que jamás desplegó el Estado propiamente liberal en el curso
del siglo pasado: iniciativas desde el establishment para reconfigurar al capita-
lismo con el fin de contrarrestar el sobrecalentamiento planetario. Desbordando
necesariamente los límites de los Estados nacionales, el liberalismo ambientalista
del siglo XXI propulsa la intervención del sistema de Estados como contrapeso
que regule y administre la dinámica de la acumulación global del capital con el
objetivo de impedir que el sobrecalentamiento planetario se desboque y se les
vaya definitivamente de las manos.
La otra tendencia, contrapuesta al liberalismo ambientalista, es aquella que co-
rresponde al planetary management del “cambio climático”. Para ella, ante el colapso
ambiental global, el capitalismo requiere responder sin inmutarse, apuntalando la
subordinación tecnocrático autoritaria del orbe. No ceder a las presiones por impulsar
la transición tecnoenergética, enlentecerla y hasta obstaculizarla, para poder adelan-
tarse al agotamiento de los yacimientos energétcios de petróleo y gas, maximizando
e incluso acelerando la apropiación de las enormes ganancias extraordinarias que
derivan de aferrarse a la continuidad del patrón tecnoenergético fosilista. Regido
por intereses inocultablemente cortoplacistas, el planetary management del “cambio
climático” asume que la respuesta ante la devastación ambiental generada por el so-
brecalentamiento global tiene que ser administrar la multiplicación de los desastres
y los cercenamientos y que las promesas de la belle époque son cosa del pasado, de
modo que, para que el progreso y el confort se puedan garantizar canalizándolos ex-
clusivamente en beneficio de unos cuantos, tiene que asumirse la presencia ineludible
del peligro y el dolor para muchos más.
Como expresiones de la tendencia del liberalismo ambientalista del siglo
XXI, la posición sostenida por el Informe Stern, desde Inglaterra, así como la
“etica ambiental” de Donald Brown, desde el establishment americano, formulan
proyectos de capitalismo contrapuestos al planetary management del “cambio
climático”. Cuestionándolo como una disrupción cuyos efectos podrían aseme-
jarse a las dos guerras mundiales y la Gran Depresión, por lo que explícitamente
caracteriza el “cambio climático” como “el mayor y más generalizado fracaso del
mercado jamás visto”, el Informe Stern concluyó que, para evitar la generación
de pérdidas de entre 5 y 20% del PIB mundial, era imprescindible canalizar el
1% de ese PIB para medidas ambientalistas cada año. Al diseñar como objetivo

135
Planetary management y crisis ambiental mundializada

la reducción en 25% de la emisión de gases invernadero hacia el 2050, el In-


forme Stern no tuvo duda en rebasar la perspectiva del Protocolo de Kyoto, que
se planteó disminuir, para 2008-2012, tan sólo en 5% las emisiones globales de
gases invernadero, en referencia a las de 1990.2 Por otra parte, indagando yux-
taponer la disputa estadounidense por la hegemonía mundial con la disputa por
la transición postfosilista, la imputación directa de Donald Brown a EUA como
principal responsable del colapso ambiental de efectos catastróficos ante todo para
los países más pobres del mundo, pese a saber desde los setenta del siglo pasado
que el aumento de la temperatura mundial apuntaba a ser superior a los 3ºC,3 debe
ser leída como expresión de que la persistencia de la hegemonía estadounidense
en el siglo XXI tendría que interiorizar la necesidad de estabilizar postfosilis-
tamente la acumulación mundial del capital para garantizar su funcionamiento
a largo plazo. Para una perspectiva de este orden el cortoplacismo que posterga
la transición postfosilista es insensato y contraproducente para el capitalismo
mundial. En este sentido, la ética ambiental browniana no corresponde a una
perspectiva microsocial, como las versiones más débiles de la ética ecológica.
No debe ser vista como el posicionamiento de los valores normativos por encima
y en contra de la valorización mundial del capital, sino justo como un proyecto
que percibe que pugnar por la continuidad a largo plazo de la hegemonía de EUA
exige invariablemente interiorizar la necesidad de estabilizar ambientalistamente
la dinámica de la acumulación global.
Adquiriendo diferentes expresiones desde dentro del establishment europeo y
americano, el liberalismo ambientalista del siglo XXI, sin embargo, está lejos de
ir ganando. Al evaluar la rapport de forces entre las dos tendencias que pugnan
por definir la configuración del capitalismo, puede reconocerse que el liberalismo
ambientalista esencialmente se encuentra marginado y vencido. La ausencia de un
acuerdo efectivo entre el sistema de Estados para contrarrestar el sobrecalentamiento
planetario constituye, en los hechos, la prueba inapelable de lo contrario, es decir,
de que sí hay un acuerdo y es propulsar el planetary management del “cambio
climático”.

2
Nicholas Stern, El Informe Stern, Paidós, España, 2007.
3
Donadl Brown, “El deber ético de las naciones ante el “cambio climático””, revista internacional Mundo Siglo
XXI no. 23, CIECAS, IPN, México, pp. 11-14.

136
Luis Arizmendi

Contraviniendo el compromiso pactado, 2008-2012 ya pasó a la historia del nuevo


siglo como un quinquenio con el que 35 países desarrollados, que se plantearon la
reducción en sus emisiones de gases invernadero, eligieron hacer de Kyoto un simu-
lacro e incumplir. De por sí el Protocolo de Kyoto constituía un “pacto vinculante”,
esto es, sin normatividad jurídica, por tanto era no coercitivo, lo que significa que
se encontraba basado en la adhesión exclusivamente por motu proprio. Con todo y
que sus compromisos para reducir la emisión de gases invernadero, con el objetivo
de impedir que se detone el desbocamiento termal del orbe, estaban lejos de la re-
ducción del 40 o hasta 60% planteada por científicos como James Hansen o Brian
Huntley, la posición de EUA, Rusia Canadá y Japón fue desvincularse formalmente.
El “Acuerdo de Copenhague” (2009) formalizó la muerte del Protocolo de Kyoto
cerrando la historia de una serie de postergamientos que se dieron sucesivamente al
interior de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(UNFCCC). El “Mandato de Berlín” (1995), el “Plan de Acción de Buenos Aires”
(1998), la “Hoja de Ruta de Balí” (2007), en verdad, constituyeron mediatizaciones,
a través de las cuales logró preponderar la persistencia cínica del capitalismo fosilista
con sus intereses estratégicos. Lo que se conoce como la “Puerta Climática de Doha”
(2012), aplazando una vez más la aplicación de medidas que deberían asumirse con
carácter de urgentes, retrocedió incluso respecto del limitado carácter vinculante de
Kyoto: hizo de lo que algunos llaman la “segunda parte de Kyoto” o Kyoto II un
acuerdo en el que los países firmantes quedan libres para fijar de forma puramente
voluntaria la reducción de sus emisiones hasta el año 2020. Kyoto II no contiene ni
compromisos internacionales obligatorios ni asume fechas de reducción de emisiones
de gases invernadero a la altura de los desafíos del siglo XXI.
Estabilizar las emisiones de gases invernadero en 450 partes por millón (ppm),
para no rebasar un aumento en 2ºC de la temperatura mundial, exigiría haber cortado
¡en 80%! la producción y el consumo de combustibles fósiles para 2050. La mundiali-
zación capitalista está lejos de andar esa trayectoria. La concentración atmosférica de
CO2 ya se situó en 397.2 ppm. Desde 1997, han sucedido los años más calurosos en la
historia de la Tierra. Con Kyoto II, se abandonó la integración de un acuerdo global
en el sistema de Estados. La crisis ambiental se ha dejado en manos de iniciativas
puramente voluntarias de cada Estado por separado. La acumulación mundializada
del capital avanza sin proyecto global para limitar el patrón tecnoenergético fosilista
y contener el amenazador colapso ambiental del nuevo siglo.

137
Planetary management y crisis ambiental mundializada

II
Tendencia y escenarios de la crisis ambiental mundializada

A fines de 2012, en un Informe específicamente preparado para el Banco Mundial,


el Instituto Postdam para el Cambio Climático presentó como “consenso científico”
que la tendencia de aumento de la temperatura mundial, precisamente porque “las
acciones previstas actualmente no se aplican de lleno”, no apunta hacia un incremento
de 2º sino, más bien, de 4º C. Aumento que se podría alcanzar incluso no hasta el
2100, sino ya en los años 2060. De hecho, señala que si se llega a ese incremento, en
el siglo XXII la temperatura se seguiría acrecentando hasta probablemente rebasar
un aumento de 6º C.4
Desde la ONU, en el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC)
la evaluación de los denominados factores de retroalimentación del sobrecalentamiento
planetario –es decir, de los factores mediante los cuales el sobrecalentamiento por
acumulación de gases invernadero, al saturar o desestabilizar los procesos de auto-
limpieza con los cuales cuenta metabólicamente el planeta azul, termina activando la
amplificación del sobrecalentamiento en una escala mucho mayor– ha conducido al
reconocimiento, en sus últimos dos informes –de 2007 y 2014–, de que al aumento de
la temperatura mundial, para fines de este siglo, en su peor escenario podría rebasar
los 6º o llegar cerca de los 5º C. Mientras el 4º Informe concluyó que el margen de
variabilidad del aumento probable de la temperatura media mundial podría oscilar
desde el mejor escenario de 1.1º hasta el peor escenario con un aumento de 6.4º C.; el
5º Informe ha planteado que esta variación puede oscilar desde el 1.5º hasta los 4.8º C.
A contrapelo de la campaña en los mass media que las corporaciones de com-
bustibles fósiles han perdido por atribuir a la radiación solar el sobrecalentamiento
de la Tierra, los últimos dos informes del IPCC son contundentes al indicar que la
concentración de gases invernadero es demasiado elevada para ser adjudicada a
“causas naturales”. Desde su 4º Informe el IPCC demostró que el forzamiento radia-
tivo antropogénico es de 1.6 vatios/m2, cuando, desde 1750, el forzamiento radiativo
debido a una mayor actividad solar no sobrepasa los 0.12 vatios/m2. Conclusión: el
sobrecalentamiento planetario por “causas naturales” es imposible.

4
World Bank, Turn Down The Heat, en: http://climatechange.worldbank.org/sites/default/files/Turn_Down_
the_heat_Why_a_4_degree_centrigrade_warmer_world_must_be_avoided.pdf

138
Luis Arizmendi

Si se mira retrospectivamente la tendencia al aumento de la temperatura media


mundial es contundente la conexión entre la era de la modernidad fosilista y la era del
“caos climático”, anunciada por el aumento de los huracanes de categoría más severa. Al
comparar la dinámica seguida por los huracanes con la dinámica de la temperatura media
mundial todo el siglo pasado (véanse la Gráfica 1 de la National Oceanic and Atmospheric
Administration, NOAA, y la Gráfica 2 del Goddard Institute for Space Studies, GISS, de la
NASA), puede reconocerse que el punto histórico de viraje en la segunda, la década de los
treinta –cuando la temperatura media mundial, modificando la trayectoria seguida desde
fines del siglo XIX, empezó a situarse irregular y luego crecientemente por encima de lo
normal–, también se convierte en el punto histórico de ascenso tendencial de la primera.

Gráfica 1
Dinámica histórica de los huracanes severos

Fuente: NOAA, http://www.realclimate.org/hurricane_category.png

139
Planetary management y crisis ambiental mundializada

Gráfica 2
Dinámica de la temperatura media mundial 1880-2002

Fuente: GISS

Si se mira prospectivamente la dinámica del ascenso de la temperatura mundial para el


siglo XXI, es sumamente relevante que los informes del IPCC ya identifiquen los impactos
que producirían los diversos escenarios. Si bien en esos informes el campo de variabilidad
es muy amplio, como resultado de que la ONU opta por atribuir idéntico estatus de validez
o legitimidad a cada uno de los que ya son 40 modelos globales con que cada equipo de
científicos analiza y extrapola la dinámica de la temperatura mundial, desde perspectivas que
responden a fundamentos conceptuales y posiciones políticas divergentes y contrapuestas.
Para poder evaluar en todos sus alcances el trend epocal de la “era de caos climático”
no cabe explorarlo con modelos econométricos que parten simplemente de la extrapola-
ción de variables pasadas, presuponiendo la persistencia de una cierta proporcionalidad
entre causas y sus correspondientes efectos, ya que, justo lo que caracteriza el impacto
climático del sobrecalentamiento planetario es la activación de una dinámica no lineal,
esto es, una dinámica en la que un abrupto e incluso irreversible tránsito de un estado
organizativo hacia otro se vuelve factible a partir de que se alcancen ciertos umbrales.

140
Luis Arizmendi

De suerte que, transiciones climáticas globales que normalmente requerirían siglos, si


no milenios, podrían acontecer en una década o quizás en menos.
Entre los diversos circuitos geo y biofísicos de retroalimentación reconocidos
que producen una amplificación del sobrecalentamiento planetario,5 en particular
resaltan cuatro por sus impactos efectivos y potenciales sobre esa dinámica no lineal
en el siglo XXI: 1) la descomposición de los sumideros terrestres de carbono, ante
todo de la selva amazónica; 2) la alteración de los ciclos oceánicos milenarios que
desequilibra los sumideros marinos de carbono; 3) la desestabilización térmica del
albedo en el Ártico; y 4) la vulnerabilidad de las reservas de metano contenido en el
permafrost siberiano.
1) Estudios del Centro Hadley del Reino Unido han insistido en que puede ob-
servarse la alta probabilidad histórica de un aumento superior al proyectado por el
IPCC si se considera la retroalimentación que genera la interacción con el clima de
la biosfera, que regularmente había sido excluida de los modelos ambientales. El
modelo del Centro Hadley es pionero en indagar el impacto de un escenario de emi-
siones altas sobre el ciclo del carbono, que responde a la forma en que el dióxido de
carbono es absorbido o no por los bosques y los océanos. Luego de que el ecosistema
boscoso del orbe ha venido absorbiendo alrededor de 75 mil millones de toneladas
(mmt) de carbono, acumuladas en el periodo que va del año 1860 al año 2000, su
descomposición –calcula el Centro Hadley– podría pasar a relanzar a la atmósfera
cerca de 170 mmt de carbono, lo que acarrearía el disparo del calentamiento global.
La fecha límite en que el sobrecalentamiento planetario puede invertir la función de
los sistemas boscosos tiene como umbral 2050. Ya en 2010, la sequía del Amazonas,
que regularmente absorbe cerca de 1.5 mmt de CO2 por año, invirtió su función ge-
nerando una emisión de carbono de 2.2 mmt, pero podría llegar hasta los 5 mmt una
vez que concluya el proceso de putrefacción de los árboles afectados por falta de agua.
Producto del crecimiento incesante del sobrecalentamiento, aproximadamente en dos
décadas, el pulmón por excelencia del orbe, el Amazonas, podría comenzar a secarse
y morir, imprimiéndole un giro a su función metabólica global para convertirse de
“sumidero de carbono” en fuente de su emisión atmosférica en gran escala.

5
A principios de los noventa, el doctor Jeremy Leggett, Director de Ciencia de Greenpeace en el Reino Unido,
había alcanzado el reconocimiento de 17 de éstos factores de retroalimentación, pero con el inicio del nuevo
siglo van descubriéndose otros más. El calentamiento del planeta, FCE, México, 1996, pp. 34-51.

141
Planetary management y crisis ambiental mundializada

2) Constituye un segundo circuito de retroalimentación especialmente complejo la al-


teración del sistema básico de circulación marina y de los vertederos oceánicos de carbono
que se forman cuando al integrarse los hielos estos excluyen la sal volviendo más densa
el agua, lo que suscita su deslizamiento hacia las profundidades generando un efecto de
arrastre que lleva consigo residuos y detritus orgánicos que absorben carbono atmosférico.
No se trata simplemente de que se esté mermando funcionalmente el efecto como “su-
midero de carbono” de los vertederos oceánicos –lo que ya es en sí mismo delicado si se
toma en cuenta que en su conjunto los vertederos de los mares del Labrador, de Weddell
y de Groenlandia absorben el 25% del total planetario de bióxido de carbono–, sino de un
proceso que puede provocar un desequilibrio radical de los principales flujos oceánicos y
su correspondiente efecto térmico en el mundo. La circulación oceánica, entre otros facto-
res pero decisivamente, se encuentra determinada por el hundimiento del agua de mayor
densidad que genera la formación de los hielos marinos. La suspensión de la formación de
hielo en el norte del Atlántico y, asimismo, el probable desembocamiento al mar de una gran
cantidad de agua dulce por derretimiento de los hielos en zonas terrestres, podría refrescar
las aguas oceánicas y trastocar el sistema básico de circulación marina. Cálculos de Stefan
Rahmstorf, del Posdam Institute for Climate Impact Research en Alemania, señalan que la
actual tendencia de sobrecalentamiento planetario podría incluso desactivar este sistema
oceánico en un plazo de 100 años, enfriando Europa inicialmente (lo que sólo sería un
relativo alivio), a la vez que el trópico y el hemisferio sur padecieran un sobrecalentamiento
aún mayor que, finalmente, retroalimentara el sobrecalentamiento global.
3) Hay que agregar un circuito de retroalimentación –observado desde los setenta
del siglo pasado, cuando sólo unos cuantos le asignaban una relevancia mayor– que
constituye sin duda un factor de alto impacto para el equilibrio térmico del orbe: la
desestabilización del albedo que conduce al peligro de veranos sin hielo en el Ártico.
El albedo constituye el fenómeno físico de reflectividad de la superficie que se da a lo
ancho de todo el planeta pero, con su blancura, las vastas extensiones congeladas del
Ártico reflejan al espacio exterior un alto porcentaje (aproximadamente, el 80%) de la
luz solar que reciben, contribuyendo así a un enfriamiento decisivo para el equilibrio
térmico total del orbe. En este sentido, el albedo en el Ártico cumple un papel vital
para producir el “efecto invernadero” sin el que la vida sería sencillamente imposible
en la Tierra. Cuando la luz solar incide sobre el mar que ha sido objeto de deshielo
la proporción que existe entre luz reflejada y calor absorbido literalmente se invierte,
ya que las aguas superficiales tienden a absorber 80% del calor. A principios de este

142
Luis Arizmendi

siglo, la investigación inicial de este delicado factor de retroalimentación condujo a


la conclusión de que 2050, a lo más el 2030, serían años en los que podría empezar a
padecerse un verano sin hielo en el Ártico. Desde 2008 el Instituto Mediterráneo de
Estudios Avanzados comenzó a formular que este peligro podría estrenarse no hasta
2040 o, incluso en 2020, sino ¡en el año 2015! Los primeros informes del IPCC no
consideraron este factor de retroalimentación del sobrecalentamiento global altamente
delicado. Y si bien el 4º Informe ya lo reconoció, postergó su comienzo hasta el 2085.
Aun cuando el nuevo informe lo recorre hacia una fecha más temprana, afirma que no
sucederá antes de 2050. La dinámica del sobrecalentamiento avanza con celeridad, de
modo que los cálculos iniciales se ajustan cada vez hacia fechas límite más próximas.
Lo innegable es que en nuestro planeta no ha existido una situación geofísica de este
orden, por lo menos, en un millón de años.
4) Siendo ya compleja la interacción de estos circuitos, los acompaña un último factor
de retroalimentación sumamente riesgoso: la vulnerabilidad de las reservas de metano
contenidas en el permafrost siberiano. Según Brian Huntley –uno de los primeros pa-
leoclimatólogos de alto prestigio que, además, ha fungido como asesor del IPCC–, de
mantenerse temerariamente la tasa de producción/consumo de combustibles fósiles de
fines del siglo pasado, hacia 2030 podría abrirse un escenario inédito en la historia del
mundo donde la duplicación de los niveles atmosféricos de bióxido de carbono comenzaría
a desencadenar la liberación, potencialmente irreversible, de las reservas de metano, al
comienzo desde la turba de la tundra pero, ulteriormente, a partir de la descomposición de
sus enormes depósitos contenidos en la zona del permafrost y de los sedimentos ubicados
en las profundidades marinas del Ártico. El problema reside en que se estaría liberando
un gas cuyos efectos invernadero son de 25 a 30 veces superiores a los del bióxido de
carbono. Gas que desataría todo un desbocamiento termal planetarizado en la segunda
mitad del siglo XXI y el siglo XXII, amenazando la totalidad de la biosfera con climas
que no se acercarían ni mínimamente a los cambios experimentados desde el Cretáceo.6

6
Brian Huntley, “Lecciones procedentes de los climas del pasado”, en J. Leggett, op.cit., pp. 156-160. A la luz
de las nuevas investigaciones, la suposición de que la probabilidad de un desbocamiento termal planetarizado
era aunque real, menor, está quedando auténticamente desbordada no sólo por la conformación de fracturas
en los hielos árticos, que desatan emisiones episódicas de metano producidas por una proceso más rápido de
transferencia convectiva de calor hacia los fondos helados –fenómeno que ya empezó a ser observado cerca
de las costas exsoviéticas–, sino, más grave aún, por la desestabilización del albedo y su tendencia a generar
un Ártico enteramente descongelado en verano. La notificación sobre la existencia de estas fracturas la realizó
E. G. Nisbet con su ensayo “Some northern sources of atmospheric methane” (Legget, op.cit, p. 50).

143
Planetary management y crisis ambiental mundializada

Como puede inferirse, ni uno sólo de estos circuitos de retroalimentación positiva


del sobrecalentamiento global opera unilateralmente o aislado. La activación de uno
conduce a la agudización y hasta la misma activación exponencial de otros, en un
proceso que, más que circular, se vuelve espirálico, haciendo que las evaluaciones
previas vayan quedando desbordadas conforme más investigaciones se desarrollan
ofreciendo nuevos datos. Sólo la evaluación de la tendencia generada por el primer
circuito de retroalimentación, llevó al Centro Hadley, a calcular un incremento de la
temperatura global del mundo para el siglo XXI no de hasta 6.4°C como lo hizo el
IPCC, sino de 8.8°C. La paleoecología permite reconocer que hasta ahora los cambios
climáticos han acontecido con un ritmo entre 10 y 100 veces menor de lo que, a partir
de la interacción de los circuitos de retroalimentación positiva del sobrecalentamiento
planetario, puede preverse para el siglo XXI.
Ahora bien, si se clasifican panorámicamente desde una perspectiva prospectiva
los impactos más delicados de la tendencia del sobrecalentamiento planetario podría
decirse que son principalmente cinco los escenarios que de ella derivan, cada uno
de los cuales conduce a cruzar ante todo el umbral de alguno de los factores de re-
troalimentación.
Escenario 1: un aumento de 1º C en la temperatura media mundial suscitaría la
fundición de gran parte del hielo de Groenlandia que, ya en el mes de julio de 2012,
tuvo su derretimiento mayor en treinta años con un descongelamiento del 40% de
su extensión; estimularía directamente una formación mayor de huracanes, ciclones
y tormentas tropicales; llevaría a la extinción de muchas especies del plancton por
acidificación oceánica; así como a la desaparición de varias islas del Océano Índico y
del Pacífico Sur, significando un golpe muy duro al auténtico paraíso que constituyen
las islas Maldivas. Pero no sólo impactaría al Sur, puesto que también produciría
desertificación del centro y suroeste de EUA. Sin duda, constituye un escenario que
desestabilizaría seriamente los sumideros oceánicos de carbono.
Escenario 2: un aumento de 2º C podría provocar el derretimiento de todo el hielo
de Groenlandia, lo que muy posiblemente elevaría mucho más que un metro el nivel
del mar; generaría la desaparición de ciudades como Bangkok, Shangai y Mumbai; y
propiciaría que amplios conjuntos poblacionales asumieran su éxodo hacia áreas más
altas. Lo más delicado: muy posiblemente iniciaría el activamiento del amenazante
factor de retroalimentación que constituye la liberación del metano contenido en el
permafrost siberiano.

144
Luis Arizmendi

Escenario 3: un aumento de 3º C traería consigo fuertes y frecuentes olas de


calor para Europa y ciertas zonas de EUA, de modo que no es descartable el arribo
de refugiados a Canadá; imposibilitaría la agricultura en China; haría que el sur de
África quedará cubierto de arena; y podría propiciar la descomposición total del
Amazonas invirtiendo su función para convertirla de sumidero terrestre en emisor
global de carbono.
Escenario 4: un aumento de 4º o 5º C conduciría a que la desertificación se expan-
diera sobre el sur de Europa; la extinción podría rebasar el 40% e incluso llegar cerca
del 70% de las especies del orbe; y tendría interactuando intensamente entre sí a los
cuatro circuitos de retroalimentación del sobrecalentamiento planetario, con olas
de calor extremo, disminución de las existencias de alimentos a nivel mundial y una
elevación del nivel de los océanos que afectaría a centenares de millones de personas,
Escenario 5: un aumento de 6º C, poco probable en el siglo XXI pero que emerge
como peligro tendencial cuando los modelos prospectivos no se detienen en el año
2100, activaría la peor situación. Más que sólo volver la producción de alimentos
imposible en India y Australia, propiciaría la liberación de las enormes masas de
metano contenidas en el fondo de los océanos, que son muy superiores a las de Siberia.
En la atmósfera existen unas 700 gigatoneladas (gt) contra una cantidad que podría
llegar a ser hasta de 10 mil gt de metano en las profundidades oceánicas: esto significa
que la explosión del metano oceánico tendría un potencial destructivo miles de veces
mayor a todas las bombas atómicas existentes. Estas explosiones de metano podrían
acontecer frente a las costas de Japón, EUA, Costa Rica e Inglaterra.
En la medida en que la emergencia de un escenario de mayor desequilibrio
acrecienta directamente las condiciones de transición hacia el siguiente, detonando
un efecto dominó que vuelve cada vez más factible el arribo al escenario de mayor
peligro, el escenario 5, la radicalidad de la devastación con curso expansivo por el
sobrecalentamiento planetario reside en que ha hecho emerger una tendencia epocal
sumamente peculiar: el trend del planetary management de la crisis ambiental conduce
al escenario de una devastación global de impactos similares a los de una guerra
atómica hasta ahora inexistente, una guera nuclear mundializada.
Solo la plataforma de Siberia contiene 1,400 millones de toneladas de metano en
hidratos de gas, lo que equivale al doble del carbono contenido en la totalidad de la
vegetación a nivel mundial. Desde la 1ª Revolución Tecnológica hasta nuestros días,
el patrón tecnoenergético fosilista aumentó en un 150% la concentración atmosférica

145
Planetary management y crisis ambiental mundializada

de metano, lo que no es nada comparado con los impactos que desataría la liberación de
los depósitos siberianos y, mucho peor aún, de los depósitos oceánicos. Con sólo la
liberación a la atmósfera del 1% contenido en Siberia, o sea 14 millones de tonela-
das de metano, el sobrecalentamiento planetario se retroalimentaría aceleradamente.
Ante esta dinámica de retroalimentación del sobrecalentamiento de ningún modo es
menor que, después de haberse mantenido estables, los científicos hayan encontrado
que, desde 2007, ha repuntado de modo brusco la concentración de metano a nivel
mundial, aunque todavía no precisan su procedencia (véase Gráfica 3).

Gráfica 3
Concentración de metano en la atmósfera (1995-2010)

Fuente: Advanced Global Atmospheric Gases Experiment y Australian Commonwealth Scientific and Industrial
Research Organisation.

En conclusión, la dinámica de intereses cortoplacistas y enceguecida de la acumu-


lación global no sólo conduce a que el límite de 2ºC para aumento de la temperatura
media global definitivamente no se va a cumplir, sino a que, a partir del arribo al
escenario de un aumento superior a los 3ºC se detona la amplificación del tránsito
hacia los escenarios siguientes, activando una amenazadora interacción de todos los

146
Luis Arizmendi

factores de retroalimentación del sobrecalentamiento global en el siglo XXI. Una


simulación histórica como Kyoto II hace enteramente de 2020 una fecha de reducción
de emisiones extremadamente tardía, más aún tratándose de un pacto no obligatorio
con disminución puramente voluntaria de emisiones de carbono para Estados aisla-
dos. El planetary management de la crisis ambiental ha subsumido la historia de la
mundialización contemporánea en el delicado trend de una “barbarie ecológica”
equivalente tendencialmente a la devastación de una guerra atómica planetaria.

III
La dinámica esquizoide de la mundialización fosilista en el siglo XXI

¿Qué está en juego en la mundialización capitalista que, pasando por encima de


la devastación antiecológica ya concretada y del peligro de un colapso histórico
de alcances insólitos, el siglo XXI se encuentra arrrastrado por el postergamiento de
una transición tecnoenergética postfosilista de carácter extremadamente urgente
pero obstaculizada?
Desde principios de la última década del siglo pasado, diversos especialistas, entre
ellos Huntley, advirtieron que la implementación de medidas efectivas para detener
y contrarrestar los mayores riesgos contenidos en los circuitos de retroalimentación
del sobrecalentamiento global, exigía limitar y recortar mínimo en un 60% la tasa
mundial de producción/consumo de combustibles fósiles en menos de diez años. No
hacerlo requeriría, en las primeras dos décadas del siglo XXI, recortes de dimen-
siones aún mayores porque, en caso contrario, se estaría apostando a que, en el
año 2030, se vulneraran irreversiblemente las reservas de metano contenidas en el
permafrost siberiano.7 Es decir, desde fines del siglo pasado es sumamente nítido: no
implementar los máximos recortes posibles de energía fósil en los menores tiempos
factibles es sinónimo de especulación temeraria con el desbocamiento del trend de
la “era del caos climático”.
Lejos de asumir y acelerar la transición hacia un patrón tecnoenergético alterna-
tivo, plural y diverso, el capitalismo del siglo XXI no nada más no disminuye sino
que, en sentido opuesto, viene acrecentando la producción mundial de energía fósil.

7
Op. cit., p. 159.

147
Planetary management y crisis ambiental mundializada

Dos líneas de temporalidad diferente una de larga, otra de media duración, se vienen
entrecruzando para propiciar la persistencia de este ascenso insensato y enceguecido.
En la media duración, esto es en lo concerniente a una temporalidad que apunta
a impactar en las primeras cuatro o cinco décadas del nuevo siglo, el ascenso de la
producción mundial de petróleo secundariza la necesidad global del sistema de esta-
bilizarse ambientalistamente y garantizar su continuidad histórica bajo la atribución de
mayor jerarquía a la disputa por la hegemonía mundial. Una necesidad coyuntural
del capitalismo se impone por encima de otra necesidad de orden histórico global de
él mismo. Jorge Beinstein ha demostrado que el abrupto ascenso en curso de la pro-
ducción de petróleo, detonante de la drástica caída de sus precios internacionales,
no proviene de Arabia Saudita, sino de EUA.8 Los datos estadísticos revelan que,
desde 2013, la producción energética árabe atraviesa por una dinámica descendente.
Recurriendo al fracking sin reparos, desde 2007 EUA viene mermando sus propias
reservas al incrementar cada vez más su producción de petróleo esquisto porque lo
emplea como arma geoestratégica para realizar un golpe en doble banda; por un lado,
para quebrar la fuerza geopolítica de Venezuela y derrotar la tendencia posneoliberal
en Sudamérica la única región del orbe donde existen Estados contrahegemónicos; por
otro, para desestabilizar la alianza estratégica entre Rusia y China, que constituye la
auténtica fuerza geopolítica contendiente en la disputa por la hegemonía mundial. Si
se desestabiliza suficientemente Venezuela, que en la renta petrolera tiene paradójica-
mente a la vez su fuerza y su debilidad, su configuración como Estado contrahegemó-
nico se podría derrumbar, detonando un profundo reacomodo en la rapport de forces
de la región. Y no sólo, puesto que, así, se abrirían las posibilidades para que EUA
pudiera propulsar su anhelado proyecto de subordinación directa de los importantes
yacimientos petroleros de Venezuela, que nada más equivalen al 20% de las reservas
globales. En el marco de una triangulación geoestratégica, junto con la apertura a la
inversión extranjera de las reservas energéticas mexicanas –donde se contiene la 4ª
reserva de gas más grande a nivel global– le serviría ampliamente para la disputa por
la hegemonía energética planetaria. En la ofensiva estadounidense sobre Venezuela no
esta en la mira sólo el posneoliberalismo latinoamericano, también la disputa por la
hegemonía mundial. A la par, mientras las sanciones occidentales por el conflicto en

8
Jorge Beinstein, “Crisis petrolera y declinación sistémica mundial”, Mundo Siglo XXI no. 36, CIECAS, IPN,
México, 2015, pp. 15-36.

148
Luis Arizmendi

Ucrania no han impactado mayormente la economía rusa, la caída del precio del “oro
negro”, en cambio, apuntala su recesión. Desestabilizando su poder como potencia
energética se debilitaría a Rusia, en términos económicos y políticos, tanto a escala
regional como a escala geoestratégica global, lo que mermaría la fuerza de su alianza
con China, que no posee fuentes de energía fósil y, por tanto, en términos energéticos
es dependiente. Justo cuando ambas potencias están siendo objeto de cercamiento
lógístico militar por EUA. No es casual que EUA, más que continuar, desde 2007,
incremente su producción petrolera cada vez en mayor medida. Sin embargo, la diná-
mica en la cual se ha embarcado tiene un límite: la EIA calcula que sus reservas sólo
permiten mantener ese ritmo hasta el año 2021 (véase Gráfica 4). En este sentido, el
segundo quinquenio de la segunda década del siglo XXI va a ser coyunturalmente
estratégico en la disputa por la hegemonía mundial.

Gráfica 4
Producción de petróleo de esquisto en los Estados Unidos de América
millones de barriles diarios

Fuente: US Energy Information Administration -AEO2014 Early Release Overview.

149
Planetary management y crisis ambiental mundializada

En la larga duración, si bien capitalismo y fosilismo no constituyen un binomio


inextricable, la mundialización capitalista se ha negado esquizoidemente a dejar atrás
la economía fosilista. Transita de una era del carbono a otra, pero, aunque cuenta con la
potencialidad efectiva para efectuarlo, el capitalismo se niega a asumir la transición
al postfosilismo. Pese al protocolo de Kyoto, comprometido a fines de 1997, el ca-
pitalismo mundial sostuvo la elevación ininterrumpida de la producción mundial de
petróleo en la vuelta de siglo (véase Gráfica 5).

Gráfica 5
Producción mundial de petróleo

Fuente: Agencia Internacional de Energía.

El capitalismo se aferra al fosilismo porque, para recuperar la metáfora de Elmar


Altvater, los combustibles fósiles y, entre ellos, ninguno como el petróleo, constituyen

150
Luis Arizmendi

una auténtica fuente energética de efectos prometeicos.9 Su singular poder para con-
centrar, relativamente en pequeñas cantidades, descomunales quantums de energía,
aunado a su capacidad para rebasar –mucho mejor que el carbón, que fue el energético
que sostuvo el desarrollo de la 1ª Revolución Tecnológica (1735-1870-1882)– los
límites materiales que para la producción y el consumo global de energía significan
el espacio y el tiempo (ya que constituye un energético de fácil transporte mediante
barcos, pipas y oleoductos y, asimismo, de fácil almacenamiento mediante diversos
tipos de depósitos), hicieron del petróleo no un producto entre otros, sino el valor de
uso par excellence de la mundialización capitalista en el siglo pasado. En el marco de
la 2a (1882-1929), la 3a (1929-1952 y 1971-1982) y hasta la 4ª revoluciones tecnoló-
gicas (1982), de él ha dependido el funcionamiento dinámico de la red geoindustrial
y comunicativa global del capitalismo y, asimismo, un abanico sumamente abierto
de mercancías modernas que derivan directamente de su consumo productivo como
materia prima y/o fuente de energía. Los alcances vitales de sus funciones para la
acumulación mundial del capital hicieron del siglo XX el “siglo del petróleo” y, ante
él, el siglo XXI se ha negado a dejar de serlo, si bien avanza en la transición hacia la
tercera era del carbono.
La primera era del carbono la conformó la 1ª revolución tecnológica teniendo como
su energía estratégica al carbón. La segunda era del carbono, que tuvo como sopor-
tes la 2ª, la 3ª y lo que va de la 4ª revoluciones tecnológicas, colocó como su fuente
energética estratégica central al petróleo. La nueva era del carbono se está integrando
como el tiempo del petróleo y del gas no convencionales, es decir, de yacimientos
de energía fósil de difícil acceso porque se encuentran a mayor profundidad y cuya
sustracción se realiza recurriendo a la altamente contaminante técnica del fracking.
En el siglo XX, mientras los países del Primer Mundo fueron responsables de más
del 60 % de emisiones netas de carbono atmosférico, con EUA y la Unión Europa
a la cabeza, que sólo juntos se encargaron de más del 50% de esa emisión global,
los países del Tercer Mundo (que suman más de 140) contribuyeron con 37%, y la
URSS, que como subimperio asumió desde el capitalismo despótico la modernización
industrial del oriente europeo y del Segundo Mundo, contribuyó decisivamente con
el equivalente a un tercio de la contaminación atmosférica producida por EUA, que
se encargó de impulsar y dominar el desarrollo industrial del resto del mundo. Así,

9
Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf, Limitaciones de la globalización, Siglo XXI, México, 2002, p. 310.

151
Planetary management y crisis ambiental mundializada

la mundialización capitalista cumplió su tarea epocal en ese siglo: mundializar la


técnica moderna sin detenerse en los contraefectos antiecológicos que su progresismo
fosilista trajo consigo.
Ahora, el siglo XXI proyecta diferentes expectativas de crecimiento económico que
tienden a posicionar a China como principal emisor mundial de carbono por encima de
EUA y a India, al lado de los países latinoamericanos, apenas debajo de este último.
Según el Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, de la Universidad
de East Anglia en Reino Unido, con 35.6 millones de toneladas de emisiones de CO2,
exactamente al revés de lo formulado en el Protocolo de Kyoto, 2012, en lugar de
alcanzar la disminución programada, se volvió un año histórico récord de emisiones
rebasando en un 58% las de 1990. Aunque las emisiones de EUA disminuyeron un
1.8%, por supuesto, continuó siendo uno de los mayores contribuyentes generando,
en 2011, 16% de las emisiones globales, debajo de China (que arrojó el 28%) y por
encima de India (que produjo el 7%). Sin embargo, al considerar las emisiones de
CO2 no únicamente anuales o per cápita, sino los montos históricamente acumula-
dos, se vuelve inocultable que EUA es el máximo emisor, puesto que, hacia el final
del primer decenio del siglo XXI, ya había arrojado casi el 100% más de carbono
atmosférico que toda la Unión Europea en su conjunto y casi el 70% más que China.
Heredado por la 2ª y la 3ª revoluciones tecnológicas de la modernidad capitalista,
el patrón tecnoenergético fosilista no sólo no está siendo desestructurado por la 4ª
Revolución Tecnológica, peor aún, ha sido convertido en su soporte, puesto que la
era de la informática, el internet y la comunicación global y satelital depende del
transporte aéreo y espacial que mueve el petróleo. En el marco de una aplastante he-
gemonía de los combustibles fósiles, según la Agencia Internacional de Energía, las
energías alternativas no cubren más que el 19% de la energía mundial, lo que nos deja
muy por debajo de los retos históricos que abren los circuitos de retroalimentación.10
La obsesiva persistencia con la que el capitalismo mantiene operando al patrón
fosilista y hasta el recrudecimiento de los conflictos por lograr su control estratégico
no puede entenderse unilateralmente desde las fechas posibles de agotamiento físico
del total del petróleo en el mundo. Debido a que éstas son sumamente elásticas y se
encuentran determinadas por el ritmo en que se efectúe su producción y consumo en
el sistema económico planetario, respecto de ellas, según la BP Statistical Review of

10
Renewables 2013, Global Status Report, Francia, p. 19.

152
Luis Arizmendi

World Energy, existen tres escenarios: 1) manteniendo constante la tasa de consumo


mundial de petróleo del año 1997, su agotamiento físico se alcanzaría en el año 2037;
2) de acrecentarse esa tasa en un 2% anual, el año de su agotamiento se acercaría al
año 2026; y, en sentido inverso, 3) de disminuir en un 2% anual esa misma tasa, su
agotamiento podría postergarse sobremanera llegando hasta el año 2078.
En verdad, el problema deriva de que el impacto dominó de la tendencia histó-
rica al agotamiento físico del petróleo se activa mucho antes de que su producción
mundial atraviese por su descenso efectivo. Registrando la dinámica cíclica de la
economía mundial del petróleo, la curva de Hubbert –que puede trazarse para todos
los energéticos fósiles–, con base en la experiencia acontecida el siglo pasado, revela
que conforme se van agotando las reservas, pero sin que descienda aún la producción
de este energético, cuando las exploraciones arrojan cada vez menos descubrimientos
los precios del petróleo se disparan sacudiendo, con un efecto dominó, la totalidad
del sistema económico. Aunque cada país con reservas de petróleo tiene su propia
curva nacional de Hubbert, que significa un margen de vulnerabilidad o resistencia
mayor o menor, a la hora de construir la curva de Hubbert para la economía mundial
(véase Gráfica 6) puede reconocerse que el punto de quiebre de los descubrimientos
ya sucedió desde hace más de tres decenios –en 1962–, de suerte que se calcula que
el punto de quiebre de su producción global sucederá en algún punto en el curso de
los próximos años.11 Aunque los nuevos descubrimientos afectan la temporalidad de
este ciclo, de ningún modo alteran esencialmente su dinámica. Es de esperarse que,
apenas culmine el impacto de la disputa por la hegemonía mundial en el precio del
petróleo, se regrese a la dinámica de sus precios ascendentes.
De hecho, el impacto de la caída de la tasa de descubrimientos se torna evidente
cuando se le mira más allá de los ciclos cortos quinquenales. Si bien el precio del barril
alcanzó un máximo histórico superior a los $147 dls. en 2008 y ha caído hasta poco menos
de $48 dls en 2015, estos precios son muy superiores a los de 1970, donde el petróleo
saudita fue fijado en $1.80 dls. por barril según el departamento de Energía de EUA.

11
Lo que sucede es que la tendencia a la reducción relativa de descubrimientos de nuevos yacimientos
petroleros –o sea, la tendencia a su reducción respecto de las exploraciones–, revela que, además de ele-
varse el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de este energético, lo que incrementa
el valor generado en la producción del petróleo, el agotamiento tendencial de sus reservas eleva el margen
de la renta diferencial petrolera, que constituye una ganancia extraordinaria que se succiona a través de una
transferencia desde el mercado mundial.

153
Planetary management y crisis ambiental mundializada

Gráfica 6
Curva de Hubbert para la economía mundial del petróleo

Fuente: L.F. Ivanhoe, "Get ready for another oil shock", The Futurist, Junuary/Feb., 1997.

Aquí se encuentra el fundamento epocal que en el siglo XXI viene, más que atas-
cando, bloqueando la transición urgente hacia un patrón tecnoenergético alternativo.
Justo cuando el planetary management del “cambio climático” ha activado el trend
de una devastación de efectos equivalentes a una guerra atómica planetaria, el ca-
pitalismo mundial responde a la tendencia al agotamiento del petróleo detonando
la agudización de una competencia auténticamente esquizoide entre los diversos
Estados nacionales y los capitales privados, no sólo por eludir los costos econó-
micos que la transición postfosilista demanda, sino, peor aún, por intentar obtener
la maximización de las ventajas económicas derivadas del patrón fosilistas antes
de que se agoten las reservas del “oro negro”. No existe un solo Estado y capital
nacional y transnacional que en el siglo XXI esté asumiendo en serio los retos de
reestructuración del patrón tecnoenergético. La era del fin del petróleo barato tiene
al capitalismo mundial impulsando su crecimiento tecnoindustrial depredatorio
fosilista lo más aceleradmente posible y confrontándose militarmente en la disputa
por los yacimientos petroleros,12 pese al horizonte que anuncia el trend del planetary
management del “cambio climático”.

12
Michael Klare, Sangre y petróleo, Ediciones Urano, Barcelona, 2006; Guerras por los recursos, Ediciones
Urano, 2003, pp. 47-177.

154
Luis Arizmendi

Constituye un complejísimo panorama histórico en el que colisionan los intereses


cortoplacistas de la totalidad de capitales y Estados con los intereses globales del
capitalismo como sistema histórico: mientras éstos exigen la reestructuración del pa-
trón tecnoenergético para asegurar la continuidad histórica del capitalismo, aquéllos
imponen represivamente su bloqueo.

IV
En torno a la complejidad de la fase actual de la
interacción entre modernidad y naturaleza

Para una periodización crítica de la dominación capitalista de la naturaleza

A la hora de lanzar una mirada panorámica a la historia de la dominación capitalista


de la naturaleza, que en dos décadas conformará ya tres siglos desde las innovaciones
generadas por la 1ª Revolución Tecnológica (1735-1870), ensayar la construcción de
una periodización crítica de esa dominación permitiría identificar que la constituyen
cuatro grandes fases.
Regida por un progresismo esquizoide, es decir por una dinámica histórica necesa-
riamente dual o ambivalente, la modernidad capitalista conforma una era sumamente
peculiar: una era que, instalando una especie de autosabotage a la modernidad, al
mejoramiento potencialmente ilimitado del mundo humano de la vida, vive de imponer
trayectorias económicas que combinan, incesante y cada vez más amenazadoramente,
progreso y devastación. Siendo históricamente viables y factibles trayectorias alter-
nativas de progreso de la técnica planetaria, la mundialización capitalista impone
trayectorias de modernización tecnológica que sólo se conforman si y sólo si integran
en sí mismas modalidades efectivas de señorío, esto es, de subsunción real del capital
sobre la naturaleza.
Una hybrys, una desmesura singularmente agresiva contra los fundamentos de la
vida social-natural, emerge invariablemente de la modernidad capitalista.
La primera fase de la dominación capitalista de la naturaleza –que corresponde a
la 1ª Revolución Tecnológica– estuvo caracterizada por lo que podría denominarse
una depredación residual, es decir, por una depredación inintencional pero inevitable.
Derivado de su principio la “producción para la producción misma”, el desarrollo de

155
Planetary management y crisis ambiental mundializada

las tecnologías productivas del capitalismo devastaban de modo ineludible la natura-


leza, si bien ese no era su objetivo. En la medida en que la prioridad de la modernidad
capitalista está centrada implacablemente en la maximización creciente del plusvalor
en todas sus modalidades (absoluta, relativa y extraordinaria), constituye una economía
mundial regida por el progresismo. Por un progreso tecnológico que, por encima y en
contra del proceso de reproducción vital de la humanidad y de la naturaleza, se torna
en sí mismo una finalidad, precisamente, porque de él deriva el poder para acrecentar
la tasa internacional del plusvalor y la tasa de acumulación mundial del capital. Desde
este sin sentido, a lo largo de este periodo, si bien la depredación del mundo natural
no constituye una finalidad premeditada, la depredación residual acontece como
resultado inintencional pero inevitable de la modernidad capitalista.13
En cambio, lo que caracteriza la segunda fase de la dominación capitalista de la
naturaleza –que empieza hacia el fin de la 1ª Revolución Tecnológica y termina con
la 3ª Revolución Tecnológica, es decir, que aproximadamente comprende de 1870 a
1972–, es justo la implementación de una depredación programada de la naturaleza.
Se trata de una fase en la cual, al lado de la depredación residual, sin desactivarla,
complejizando la destrucción del mundo de la vida, el capitalismo instala una peculiar
forma depredatoria basada en una nueva destructividad enteramente intencional o
deliberada. Llevando al extremo el desquiciamiento opresivo de las potencialidades
positivas contenidas en la modernidad –desquiciamiento que empezó hacia mediados
del siglo XIX, cuando se inició la modernización capitalista de los sistemas técnicos
canalizados para la guerra–, el siglo XX mostró cómo la “época de la guerra total”, en
la que se movilizó la totalidad de la economía y de los ciudadanos para la confrontación
bélica, expandió la devastación programada de los sistemas ecológicos y de la natu-
raleza. Teniendo ante todo en Hiroshima y Nagasaki su expresión apocalíptica –una
expresión sórdida y terrible porque la devastación atómica no se realizó para ganar la
guerra, sino para definir a EUA como una potencia militar sin igual en la posguerra–,
la devastación intencional o deliberada de la naturaleza emergió como forma propia
de la dominación capitalista de la tecnológica bélica. Lo que sucede a lo largo de

13
Esta es, precisamente, la fase que la Crítica de la economía política teoriza directamente, abriendo, por
primera vez, la ciencia económica hacia una perspectiva ecológica. Aproximándose a la conceptualización
de esta fase en El Capital, John Bellamy Foster ha demostrado la inapelable existencia del ecologismo en
Marx a partir de su abordaje de la imposición capitalista de la “fractura metabólica” en la relación sociedad/
naturaleza. La ecología de Marx, El Viejo Topo, España, 2004.

156
Luis Arizmendi

este periodo es un desdoblamiento: mientras la depredación premeditada se despliega


desde el desarrollo capitalista de la tecnología militarizada, la depredación residual
se genera desde el desarollo capitalista de la tecnología productiva. Por eso, cabe
denominarlo fase de depredación programada pero a la vez residual de la naturaleza.
La irracionalidad antiecológica de este periodo es de orden permanente, puesto que
despliega sus efectos tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz. Propulsada,
desde EUA, bajo el discurso de la “seguridad nacional”, la modernización estratégica
de tecnología militar –la auténtica vanguardia soberana en la innovación tecnológica
porque delinea la trayectoria y los ritmos de la modernización para la acumulación
mundial del capital–, está lejos de ser sólo una amenaza antiecológica para los Estados
o los conjuntos sociales asumidos como enemigos en tiempos de guerra. En verdad,
constituye un peligro, no sólo potencial sino efectivo, para los ciudadanos de los Esta-
dos que realizan esa modernización militar estratégica. Las fábricas y los laboratorios
de armas de exterminio masivo biológicas, químicas, nucleares y “no nucleares” (que
reciben esa clasificación aunque contienen uranio empobrecido y material radiactivo),
acarrean un amplio abanico de peligros antiecológicos en su producción o en su manejo,
que revelan que la depredación programada de la naturaleza puede producir también un
efecto inintencional pero “admisible” para los Estados en tiempos de paz.14

14
Heredando la encrucijada socialismo o barbarie con la que Karl Marx y Rosa Luxemburgo conceptualizaban
la disyuntiva global de la modernidad capitalista, Harry Rothman construyó su concepto de “barbarie eco-
lógica” mostrando que las armas atómicas producen devastación ambiental no sólo al ser empleadas para
las confrontaciones bélicas. “La guerra siempre ha tenido efectos devastadores sobre el medio ambiente.
Durante el siglo XVII, la guerra de los Treinta Años dejó inhabilitado durante décadas a una gran parte del
territorio alemán. Pero las modernas tecnologías militares han creado una nueva dimensión en el problema
del medio ambiente; pueden hacer daño aun cuando no son empleadas en la guerra y amenazan a aquellos
que pretenden defender… Además de su eventual empleo en la guerra, las armas atómicas plantean una
amenaza de contaminación para el hombre, tanto del presente como del porvenir”. Barbarie ecológica, Fon-
tamara, Barcelona, 1980, pp. 199-201.
Desde este periodo, la idea de un idílico Pacífico Sur es una ilusión. La devastación de este ex paraíso ha
dejado atolones inhabitables, armas nucleares perdidas en el mar, vertederos de desechos nucleares, almacena-
miento e incineración de armas químicas, éxodos y patologías por radiactividad. “En 1982, los EUA vertieron tierra
contaminada de Eniwetok, en Runit, cubriéndola con una cúpula de hormigón de 375 pies de ancho. A principios
de los noventa, la cúpula ya tenía grietas. Runit seguirá siendo radiactiva durante unos 25 mil años”. En la Polinesia,
los ensayos atómicos subterráneos de Francia han destruido los atolones, liberando contaminación radiactiva al
océano. Pero este no es un problema local. “Virtualmente, todas las bases militares de EUA están contamina-
das. Aceites, pinturas y disolventes contaminan las aguas subterráneas. Municiones y armas sin explotar hacen
inseguras grandes áreas. Algunos almacenes de armas químicas tienen fugas”. Al otro lado del orbe, barcos de
guerra nucleares rusos contienen cientos de reactores y producen una enorme masa de desechos nucleares por
año que, en su mayor parte, se arroja al mar. Atlas del Estado Medioambiental, Akal, Madrid, 2000, pp. 62-65.

157
Planetary management y crisis ambiental mundializada

A diferencia de las dos fases anteriores que se caracterizan por un progresismo


esquizoide que nunca puso en riesgo los fundamentos naturales de la acumulación
global capitalista, la tercera fase cabe calificarla como fase de depredación antifun-
cional pero cínica de la naturaleza. Como resultado al que se iba a arribar, tarde o
temprano pero de modo inevitable por la indetenible acumulación de daños ininte-
rrumpidos al sistema ecológico global, esta fase –cuyo comienzo podría fecharse
en 1972, cuando el Club de Roma publicó su informe Los límites del crecimien-
to– puso al descubierto que, desbordando la desestabilización puramente local, la
depredación ambiental por fin se le retroproyectó a la mundialización capitalista
enfrentándole lo que Lovelock llama correctamente la “venganza de la tierra”.
Antifuncional porque ha llevado la insustentabilidad ambiental hasta una medida
que vuelve posible la insostenibilidad histórica de la acumulación capitalista,
esta fase ha adquirido una configuración cínica porque, pese a la visibilización de
los desastres que que empezó a identificar el Club de Roma y que ahora pueden
verse en forma mucho más compleja, persiste de forma imprudente y descarada
en el progresismo fosilista con tal de imponer la maximización cortoplacista de
sus ventajas económicas.
Sea por el requerimiento de crecimiento económico desde los capitalismos peri-
féricos, sea por la disputa de la hegemonía mundial desde los capitalismos metropo-
litanos, el capitalismo mundial del siglo XXI mantiene una continuidad enceguecida
del patrón tecnoenergético fosilista.
Ante el peligro de un desbocamiento termal global inmanejable, el capitalismo
del siglo XXI preponderantemente tiende a subordinar los ritmos históricos de
una transición ecotecnológica urgente a los de una transición tecnoenergética
temeraria. Todavía ni concluye la tercera fase de la dominación capitalista de la
naturaleza, la fase de la depredación antifuncional pero cínica, y sobreponiéndose
con ella ya ha hecho surgir un nuevo periodo, la fase de la depredación progra-
mada pero inestable de la naturaleza. Dentro de ella, un choque inevitable entre
estas dos transiciones tecnoenergéticas de ritmos y sentidos contrapuestos se
viene desplegando. El capitalismo del siglo XXI ha empezado a propulsar una
redefinición de su relación con la naturaleza que, lejos de asumir una redefinición
ecologista, más bien, empuja por la complejización de su dominio de la naturaleza
y sus riesgos.

158
Luis Arizmendi

El escenario redondo del planetary management del “cambio climático”

Si “capitalismo verde” se entiende como nombre de un capitalismo globalmente


ecologista, es una ilusión. No existe capitalismo moderno sin señorío, sin dominación
real de la naturaleza. El capitalismo moderno siempre impone una u otra modalidad
de apropiación privada de la naturaleza reducida a fondo fijo acumulable; siempre
impone una u otra forma de subsunción real de la naturaleza y su metabolismo vital.
Sin embargo, sin apuntar hacia un “capitalismo verde”, ciertamente el capitalis-
mo fosilista está propulsando una transición tecnoenergética tardía. Una transición
refuncionalizada que, paradójicamente, no niega al fosilismo sino que pretende
complementarlo mediante nuevas formas de dominación de la naturaleza. Como el
verdadero desafío para la acumulación global del capital no lo constituye la crisis
ambiental mundializada, sino sólo el sobrecalentamiento planetario con su concomi-
tante peligro de desbocamiento, la transición tecnoenergética tardía del planetary
management del “cambio climático” apunta a volver políticamente administrable la
multiplicación de los heridos y los muertos que genere el trend de la era del “caos
climático”, sobreponiendo a la persistencia del patrón tecnoenergético fosilista, las
funciones de complementariedad estratégica que pudieran desplegar la geoingeniería,
la ingeniería genética y la energía nuclear.
Rebasando el carácter de una depredación programada desplegada desde la tecnolo-
gía militar moderna, la nueva fase de la dominación de la naturaleza viene estrenando
una depredación ampliamente deliberada o programada trasladada ahora, además,
al desarrollo capitalista de la tecnología productiva contemporánea.
Juntas la geoingeniería, la energía nuclear y la ingeniería genética constituyen la
punta de lanza de una nueva forma de dominación económico-política que redondea
el escenario del planetary management del “cambio climático”.
La ola de calor que en 2003 suscitó el fallecimiento de 14 mil ancianos en Francia
–un anuncio de lo que puede pasar dado que el siglo XXI tiende a calentar Europa,
de modo que, si bien países como Noruega podrían pasar a tener el clima del medite-
rráneo, España va tener el del desierto del Sahara– estimuló el proyecto completo del
planetary management del “cambio climático”. La geoingeniería o ingeniería
del “cambio climático” –por ejemplo, con el diseño de sombrillas artificiales sobre
Europa–, se ha planteado la manipulación intencional del clima a gran escala como
medida para contrarrestar el sobrecalentamiento y los conflictos políticos derivados

159
Planetary management y crisis ambiental mundializada

de su agudización. Sin embargo, sin que el Norte esté a salvo del trend del sobre-
calentamiento planetario, los principales desequilibrios apuntan a vulnerar al Sur.
Con base en los informes del IPCC, las zonas de alta vulnerabilidad ya están recono-
cidas: son zonas de países pobres. De hecho, se espera que, en un periodo relativamente
breve, las víctimas por desastres “naturales” debidas al “cambio climático” aumenten de
modo dramático. El nuevo informe del IPCC calcula que 95% de las muertes sucederán
en los países del Sur. Lo que traerá, además de conflictos por acceso al agua potable y
alimentos, ecomigraciones. Si se toma en cuenta que, como constata la historia de la
Tierra, al elevarse el nivel del mar, lejos de ceder, persiste aproximadamente por mil
años, países pobres como Bangladesh y Burma (Myanmar) están expuestos a una alta
vulnerabilidad. Debido a la limitación de sus recursos, los Estados periféricos son los
que encaran mayores riesgos ante el sobrecalentamiento planetario.
Aunque la tendencia preponderante presiona porque el planetary management del
“cambio climático” responda a la crisis fosilista no con una transición postfosilista,
sino complementando el patrón tecnoenergético fosilista con geoingeniería, la siembra
de nubes o el empleo de aerosoles estratosféricos para reducir la radiación solar, tanto
en el Norte como en el Sur, no abren una puerta de salida. Los experimentos ilegales
con geoingeniería han acrecentado las precauciones contra los riesgos que podría
acarrear propiciando acidificación de los océanos, destrucción de la capa de ozono,
alteración de la fotosíntesis por oscurecimiento artificial y, ante todo, disrupción del
ciclo hidrológico y, por tanto, sequías sobre enormes extensiones de la Tierra. De ahí
que, como expresión de la tendencia que empuja por un capitalismo regido por un
genuino liberalismo ambientalista, la ONU aprobara en 2010 una moratoria que frena
las prácticas en curso a nivel internacional de la geoingeniería.15 Una moratoria crucial
pero inestable porque el choque entre la tendencia que empuja por un capitalismo
liberal ambientalista y el planetary mangement del “cambio climático” continua como
lo constata la presión de Rusia a la ONU a juego del 5º. Informe de IPCC.

15
Como expresión de la complejidad de la fase de transición en que estamos insertos, existe un choque de
proyectos tecnológicos al interior del establishment en EUA, en el que no sólo se enfrentan los proyectos
de una modernidad fosilista contra una modernidad postfosilista como formas del capitalismo, sino también
proyectos de propulsión y rechazo a la geoingeniría. Desde la perspectiva naciente en el debate ecológico
mundial sobre la seguridad humana Stephen Gardiner, investigador de la Universidad de Washington, ha
cuestionado duramente al Premio Nobel de Química Paul Crutzen, por postular la falsa disyuntiva tecno-ajuste
con geoingeniería o catástrofe climática. “¿La geoingeniería es el ´mal menor´?”, Mundo Siglo XXI no. 23,
CIECAS, IPN, México, 2010-2011.

160
Luis Arizmendi

Junto con la geoingeniería, como expresión de la fase de depredación creciente-


mente programada pero necesariamente inestable de la naturaleza, el proyecto del
planetary management del “cambio climático” incluye, como una de sus innovaciones
estratégicas, las semillas transgénicas que resisten mayores temperaturas o tienen
menores requerimientos de agua.16 Ahora que –como ha esclarecido el nuevo infor-
me del IPCC– es nítido que el sobrecalentamiento planetario, preponderantemente,
marcha en el camino de la devastación de un porcentaje imprecisable pero amplio
de la agricultura mundial conforme avance el siglo XXI, el capitalismo se aferra a
responder complementando la persistencia del progresismo fosilista con ingeniería
genética. La respuesta ante la crisis fosilista no es la transición postfosilista, es la
transición hacia una nueva forma de dominación de la agricultura planetaria. El pla-
netary management del “cambio climático” viene logrando desarrollar “legalmente”
sus nuevas formas de dominio a través de la ingeniería genética, que con la geoin-
geniería. Con tal de dotar de continuidad al progresismo fosilista, la mundialización
capitalista del siglo XXI no se detiene en jugar al aprendiz de brujo con la ecología
del planeta y la ecología humana.
Redondea esta triáda de innovaciones estratégicas que integran la nueva fase de
dominación programada pero necesariamente inestable, la propulsión del planetary
management a la transición hacia un patrón tecnoenergético nuclear que, pese a la
conocida imposibilidad de contención de sus externalidades por daños transferidos al
futuro, se ha propulsado bajo la promesa de un presunto control estable o garantizado.
La catástrofe de Fukushima 2011 –impactante porque, después de Hiroshima y
Nagasaki, ya ha sido descrita certeramente como una guerra atómica sin guerra– ha
vuelto indeleble la inviabilidad de una producción estratégica estable de energía nu-
clear. La presión por realizar una transición postfosilista exclusivamente si se edifica
como transición centrada en la energía atómica, volviendo inocultable su objetivo
histórico por salvaguardar los monopolios estratégicos en la producción de energía
mundial y las concomitantes ganancias extraordinarias que ese funcionamiento
garantiza, ha revelado ya la magnitud de sus inmanentes catástrofes potenciales.
El lobby nuclear tiene perfectamente conocimiento de que, después de enfriarlos

16
En el marco de la función de las semillas transgénicas dentro del planetary management, inquietante es el
término adecuado para definir el libro de William Engdahl en torno a la historia de la fundación de este nuevo
patrón alimentario, Seeds of destruction, The Hidden Agenda of Genetic Manipulation, Global Research,
Canadá, 2007.

161
Planetary management y crisis ambiental mundializada

durante un quinquenio, debido al elevado peligro de sus radiaciones, las toneladas


de desechos nucleares requieren ser conservadas en contenedores secos, seguros,
libres de filtraciones de agua y de sismos severos para evitar cualquier tipo de fuga,
nada más, ¡a lo largo de 10 mil años! Debido a la imposibilidad de cubrir semejante
garantía, la producción estratégica de energía nuclear despliega invariablemente una
grave externalización inevitable.
La transición postfosilista que apunta hacia un capitalismo tecnonuclear no está
más que complejizando la depredación moderna de la naturaleza, sumando al sobre-
calentamiento planetario, la mundialización de contaminación nuclear. Es sumamente
delicado que, pese a Fukushima, empujen por la emergencia de esta configuración del
capitalismo Rusia y Ucrania (que lo propulsaron inmediatamente después de la catás-
trofe de Fukushima), China e India (que no tienen reservas de combustibles fósiles),
Inglaterra y Francia (que ya acordaron desarrollar unidos la producción estratégica
civil y militar de energía atómica), Irán, ambas Coreas, Pakistán, Taiwán (pese a
la delicada geopolítica militar en Oriente) y EUA (que juega a la doble baraja de la
hegemonía fosilista y la hegemonía nuclear), a los que hay que agregar, en América
Latina, Argentina y Brasil.
En Fukushima, al capitalismo tecnonuclear se le salió de las manos la transferencia
de la crisis ambiental hacia el porvenir y sucedió la actualización inmediata de una
externalización impostergable. La difusión de la contaminación radioactiva fue doble:
la nube radioactiva le dio la vuelta al orbe y la contaminación con yodo radiactivo,
7.5 millones de veces por encima de la norma, continua distribuyéndose a través de
todos los océanos, generando un impacto indetenible en las cadenas alimenticias hacia
todos los continentes. De ningún modo, como demagógicamente se pretendió, pese
a la clasificación de Fukushima en el más alto nivel de accidente nuclear al lado de
Chernóbil, existe exposición “insignificante” a la contaminación radiactiva. Como
demostró el Comité Europeo de Riesgos de la Radiación (ECRR, por sus siglas en
inglés), las autoridades niponas minimizaron el riesgo al comparar el consumo de
leche radiactiva a lo largo de un año con la exposición a una tomografía computari-
zada. Con base en el modelo de Riesgos de Radiación del ECRR, publicado en 2003
y actualizado en 2010 –cuyas evaluaciones han probado su exactitud en los casos
de la población del norte de Suecia expuesta a la contaminación de Chernóbil–, este
comité ha calculado que, hacia 2020, habrá cientos de miles de enfermos de cáncer
generados por Fukushima.

162
Luis Arizmendi

Como de costumbre en la modernidad capitalista, que impone una trayectoria


tecnológica sobre la base de cerrar otras trayectorias efectivamente posibles, el triunfo
del proyecto energético nuclear en Japón sólo se logró sobre el bloqueo del proyecto
basado en la energía eólica costera, que garantizarían los vientos fuertes y constantes
que llegan al norte de ese país desde Siberia. El lobby nuclear obtuvo su triunfo a
partir de sabotear las energías alternativas en articulación con la clase política. La
configuración de Japón como Estado tecnonuclear, como un sistema cuya estructura
tecnológica depende en cerca de un 30% de la energía atómica, no es resultado de
una rapport de forces puramente nacional. Junto con Europa, que tampoco posee
reservas estratégicas de combustibles fósiles (petróleo y gas), Japón ha intentado
avanzar hacia una transición tecnoenergétca postfosilista que con esta crisis ya ha
revelado el futuro de la crisis ambiental en el siglo XXI, si el capitalismo consigue
imponer definitivamente su proyecto de planetary management del “cambio climático”
vinculado a la energía atómica.17
Como puede verse, cubiertas bajo la simulación de enfrentar el sobrecalentamiento
planetario, superar el hambre global y propulsar la transición postfosilista, la tríada
de innovaciones desplegadas con la geoingeniería, la ingeniería genética y la energía
nuclear redondean el planetary management del “cambio climático”. Insensible ante
el trend del sobrecalentamiento planetario hacia el siglo XXII y entercada temeria-
mente en la maximización cortoplacista de las ganancias extraordinarias derivadas
de la economía fosilista, la acumulación capitalista del siglo XXI está desarrollando

17
El cinismo del capitalismo tecnonuclear japónes es radical. Ya se ha vuelto público que, luego de la catás-
trofe de 2011, ante la imposibilidad de contratar trabajadores dispuestos a laborar en la “zona cero”, de alta
radiactividad, Tepco, la empresa propietaria de la central nuclear de Fukushima, recurrió a su alianza con la
mafia Yakuza, contratando personas endeudadas con la mafia, con salarios un tercio por debajo de la media
nacional, pero sometidos de forma violenta como cuasi-esclavos por los Yakuza, Tepco no tuvo reparo en
recurrir a trabajadores sin mayor capacitación en labores de descontaminación, con equipos de protección
insuficientes y expuestos a niveles peligrosamente altos de radiación. En 2013 Reuters reveló que alrededor
de 800 empresas subcontratistas de Tepco, no están registradas y emplean trabajadores no cualificados de
barrios pobres como Tokio y Osaka.
Pero eso no es todo. De comprobarse, como ha puesto a debate mundial Yoichi Shimatsu, la existencia,
en acuerdo geoestratégico con EUA, de instalaciones dedicadas con un programa secreto a la investigación
de bombas atómicas debajo de Fukushima, una vez más se tendría la prueba de que la tecnología nuclear
“civil” guarda permanentemente una estrecha relación con la tecnología militar atómica. Pueden verse en la
web del Centre Research on Globalization, donde es colaborador, sus ensayos “Secret Weapons Program
Inside Fukushima Nuclear Plant?”; “The Fukushima Nuclear Disaster: What Happened on “Day One”?” y
“Emergency Special Report: Japan’s Earthquake, Hidden Nuclear Catastrophe”.

163
Planetary management y crisis ambiental mundializada

una nueva fase de dominación de la naturaleza que apunta a tornar más aguda la crisis
ambiental mundializada.

En torno a la potencialidad prometeica de una modernidad solar

La crisis epocal en el siglo XXI es multidimensional y, dentro de ella, el entre-


cruzamiento de los diversos factores de retroalimentación que apunta a agudizar el
sobrecalentamiento como núcleo de la crisis ambiental mundializada, ciertamente,
complejiza la tendencia que la define como un tiempo de peligro. Sin embargo, a
la vez, constituye indudablemente un proceso en situación. Es decir, conforma un
proceso abierto, no un destino, en el que diversas trayectorias posibles se enfrentan,
colisionando entre sí no sólo proyectos contrapuestos de capitalismo, sino proyectos
contrapuestos de modernidad y de futuro. La crisis global podría invertirse para sub-
vertir lo que es tiempo de peligro y convertirlo en tiempo de oportunidad.
Conforme aumente la presión que la era de caos climático genera –y vaya que
está aumentando–, el siglo XXI tendrá que decidir entre el planetary management
ecocida o una reconfiguración ecotecnológica postfosilista de la modernidad. Si bien
la reestructuración del patrón tecnoenergético a nivel mundial no podría dejar de ser
económica y políticamente conflictiva, a la vez que tecnológicamente problemática,
allí están la energía solar, la biomasa, las energías geotérmica y eólica, la fuerza de las
olas oceánicas con su energía hidráulica y el hidrógeno, como condiciones objetivas
posibilitantes de un patrón tecnoenergético plural que perfectamente podría sostener
la transición hacia una modernidad postfosilista.
Frente y contra el proyecto del planetary management del “cambio climático”,
el proyecto de un patrón tecnoenergético plural, con la energía solar como su eje,
podría cumplir un papel clave en el camino de las luchas históricas por una moder-
nidad alternativa.
Ya no sólo existen puntos sumamente localizados en la economía mundial que han
explorado el tránsito hacia el aprovisionamiento de energía solar como alternativa.
La eco-aldea Lebensgarten en Dinamarca –que reconfiguró como una comunidad
ecológica lo que fuera un poblado militar edificado por el régimen nazi y luego
utilizado como campamento militar por Gran Bretaña–, o el pueblo San Josesito en
plena selva colombiana que, ante la presión de la guerra civil y el narcotráfico, ha
buscado dotarse de una forma de suministro energético descentralizado. En el siglo

164
Luis Arizmendi

XXI, están en curso, además, proyectos de abastecimiento con energía solar para
ciudades completas. Como la construcción en la llanura de Sanlúcar la Mayor, en
España, del más grande complejo solar termo-eléctrico de Europa: el PS10. Un au-
téntico laboratorio en la convergencia de todas las tecnologías solares posibles, que
ha empezado a ahorrar 600 mil tns de CO2 emitidas al ambiente, buscando cubrir las
necesidades energéticas de Sevilla, que cuenta con 180 mil hogares. Rebasándolo,
existe el proyecto de la miniciudad Masdar, para Abu Dabi en los Emiratos Árabes
Unidos: la primera ciudad solar en la historia de la modernidad. Que se encuentra
en construcción desde el año 2008 y está programada para ser terminada en el 2025,
o si lo logran en 2020. Muy superior a Curitibia, la ciudad sostenible brasileña
que recicla hasta 70% de sus deshechos, Masdar no realizará en ninguna medida
emisiones de CO2. Sus 50 mil habitantes no utilizarán automóvil, se desplazarán en
vagones sobre carriles magnéticos, mientras que las calles, todas sólo peatonales,
tendrán provistas sus sombras –imprescindibles para una ciudad levantada en medio
del desierto– mediante paneles fotoválticos. El agua potable será obtenida de agua
marina, desde una planta desalinizadora que operará puramente con energía solar. La
eco-aldea Lebensgarten, la Torre Solar PS10 y, más aún, Masdar son casos que ponen
al descubierto la potencialidad prometeica, germinal pero efectiva, con que cuenta el
siglo XXI para avanzar hacia una modernidad solar.18

18
Después de haber fundado la crítica ecológica de la economía política –una poderosa perspectiva de cues-
tionamiento a la dominación capitalista de la naturaleza que coloca como su plataforma la construcción de la
convergencia entre- la crítica al capitalismo desde la contradicción valor/valor de uso como su fundamento y
la economía entrópica de Georgescu-Roegen–, Elmar Altvater desarrolló una amplia propuesta estratégica
para propulsar la transición histórica en rumbo hacia una modernidad solar. Su mirador permite reconocer no
sólo el destacado papel jugado por la energía solar en la historia económica de la humanidad, además, ante
la crisis por sobrecalentamiento del planeta, permite visibilizar el potencial prometeico de la energía solar para
superar el progresismo fosilista. “La desventaja de los combustibles fósiles estriba en que, en primer lugar, a
diferencia del continuo fluir de rayos solares, son extraídos de una reserva finita (…); en segundo lugar, los
productos de la combustión (como el CO2) impiden la radiación de la energía solar hacia el universo, ocasio-
nando así el efecto invernadero. La cantidad de energía de la reserva de combustibles fósiles no es mayor
que la cantidad de energía que el sol irradia a Tierra en cuatro días… El discurso ecológico sólo puede tener
futuro si existe la perspectiva de que de él resulten nuevos arreglos institucionales de la relación social con
la naturaleza… El sol es una fantástica fuente de energía, pero en la forma de producción capitalista fosilista
se lo utiliza de manera insuficiente… El sistema energético sólo tiene un futuro posible si evoluciona de los
combustibles fósiles a la energía solar renovable”. Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf, La limitaciones de la
globalización, Ed. Siglo XXI, México, 2002, pp. 311-312 y 317. Traduje el importante ensayo de Altvater “Hacia
una crítica ecológica de la economía política” para incluirlo en el libro del que soy coordinador Horizontes de
la vuelta de siglo, CIECAS, IPN, México, 2011, pp. 39-80.

165
Planetary management y crisis ambiental mundializada

En definitiva, los proyectos de modernidades postfosilistas son materialmente


viables y factibles. Pero propulsar la transición hacia un patrón tecnoenergético plural
no constituye, ante todo, un reto tecnológico, conforma un desafío tecnopolítico. El
trend del planetary management de la crisis ambiental no va a ser revertido por el
capitalismo global. La tendencia que empuja por un capitalismo liberal ambienta-
lista está siendo obstruida, cercenada y esencialmente vencida. El profundo desafío
del siglo XXI reside en revertir el amenazante trend del planetary management del
“cambio climático”, levantando y desarrollando luchas tecnopolíticas sustentadas
en principios de autodeterminación nacional y seguridad de la vida humana que, al
pugnar por patrones tecnoenergéticos alternativos, apunten hacia la emergencia de
las potencialidades prometeicas de modernidades postcapitalistas que nos convoca a
desarrollar un tiempo de peligro.

166
Los retos del Derecho ante la crisis epocal
del capitalismo en el siglo XXI

I
Derecho y Modernidad Capitalista

Antes que Behemoth de Franz Neumann –el importante teórico de la Escuela


de Frankfurt que desde su concepción de la “economía de mando” explora
la interconexión entre poder y Derecho en el Estado nazi de la Alemania
hitleriana–, 1 o Estado de excepción de Giorgo Agamben –que sostiene como
la mundialización capitalista de la vuelta de siglo ha adquirido una incisiva
actualidad la formulación benjaminiana de la tendencia a volver una regla esa
“tierra de nadie entre el orden jurídico y la vida”, esa “guerra civil legal”, que
constituye el Estado de Excepción–, 2 una intervención como la que realiza
György Lukács, en su libro clásico Historia y conciencia de clase, aporta cla-
ves crítico-heurísticas de primer orden si de lo que se trata es de abrir camino
para la especificación histórica del Derecho moderno, sus metamorfosis y sus
desafíos en el siglo XXI.
Ante una era como la nuestra en la que se encuentra amenazadoramente en curso
el planetary management –es decir, la dominación tecnocrático autoritaria del orbe,
que le ha dicho adiós al Estado liberal al asumir que la promesa del progreso y el
confort generalizable es un planteamiento del pasado, de suerte que, para que la

1
Franz Neumann, Behemoth, Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo, FCE, México, 1983, pp. 329-401.
2
Giorgio Agamben, Estado de Excepción, Homo sacer I, Adriana Hidalgo Editora, Argentina, 2007, pp. 24-25.

167
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

prosperidad y el bienestar puedan existir sólo será para unos cuantos a partir de ad-
mitirse y administrarse la tragedia y hasta la muerte de muchos más–, la compleja
dinámica que existe entre la crisis epocal del capitalismo y los retos del Derecho
moderno imprescindiblemente necesita descifrarse.
Fundador de una de las lecturas más poderosas de El Capital producidas en la
historia del marxismo crítico o clásico, Lukács fue el primero en heredar la Teoría
de la Enajenación de Marx e interconectarla con el principio de la totalidad para
desarrollarla y avanzar en la crítica global a la modernidad capitalista en el siglo
XX. Su intervención hubiera sido sencillamente imposible sin la profunda influencia
que en él ejerció Rosa Luxemburgo, porque ella había cuestionado la historia de la
mundialización capitalista de modo muy radical en función de la encrucijada epocal
socialismo o barbarie y así Lukács pudo cuestionar la modernidad capitalista del siglo
XX como la era de la enajenación total. La cosificación o enajenación capitalistas
eran ab origine la plataforma de lo que en el extremo, como cul de sac, se tornaba
barbarie. El sin sentido de la marcha histórica de la mundialización subordinada a la
creciente confrontación global propulsada por la acumulación del capital denuncia-
do en la aguda lectura de El Capital de Rosa Luxemburgo abrió la posibilidad de la
ulterior lectura de Lukács.
Trazando una articulación sumamente incisiva entre los planteamientos de Marx,
en torno a la enajenación como fundamento esencial de la modernidad capitalista,
y los planteamientos de Max Weber, en torno a la “jaula de hierro” –alegoría con la
que designa el aparato de control racionalista burocratizado–, Lukács demostró que
la enajenación plasmada al interior de la estructura de la producción capitalista era,
precisamente, lo que se duplicaba y llevaba más lejos con la edificación del Estado
y el sistema jurídico modernos.
Presentando una concepción crítica que va al revés de aquella propulsada por
Hegel, Lukács se opuso a leer el Derecho moderno en clave del mito del progreso.
Desde el enaltecimiento de la modernidad capitalista como realización hasta antes
inédita del Reino de la Razón, en el Prefacio de la Filosofía del Derecho, planteando
que por primera vez en la historia política una constitución universalmente aplicable
regiría el sistema de convivencia social, de modo que el ejercicio del gobierno no
dependería de la racionalidad individual del monarca, Hegel definió el Derecho viendo
en él el fin al “calvario del Espíritu Absoluto”. La fuerza par excellence que permitiría
que, por fin, con la modernidad “lo que es racional” fuera “real y lo que es real” fuera

168
Luis Arizmendi

“racional”.3 Calificándolo como una potencia dirigida a instalar la razón al interior de


la sociedad civil, en sí misma anárquica, Hegel leyó el Derecho moderno como una
fuerza irreversiblemente promotora del progreso político.4
En lugar de la realización del Reino de la Razón, Lukács –conciente de los al-
cances de la barbarie moderna– vio en la modernidad capitalista la imposición de
una economía racionalista abstracta que duplicaba su legalidad, para garantizar su
efectividad y consolidarla, mediante un derecho racionalista abstracto. Supo ver que,
suspendida y reemplazada, la soberanía política del sujeto social estaba ahí –en la
economía ante la estructura de la técnica moderna, en la política ante el Estado y el
Derecho– dominada de un modo histórico sumamente peculiar, justo por la derrota
de la legalidad concreta cualitativa de la vida social por la legalidad abstracta de la
modernidad capitalista. Sin conocer el texto clave de Marx en su Teoría Crítica de
la Enajenación, sus célebres Manuscritos económico-filosóficos de 1844, publicados
hasta 1932 y cuyo primer comentarista fue Herbert Marcuse,5 la lectura lukácsiana
de El Capital salió a la luz con Historia y conciencia de clase en 1923. Con ella,
emergió en la historia del marxismo crítico, la indagación de la dialéctica de la rela-
ción entre la legalidad abstracta de la modernidad capitalista y la legalidad abstracta
del Derecho moderno.
Empleando el apotegma expresado por Marx en la Miseria de la filosofía, “el
tiempo lo es todo, el hombre no es nada, como no sea la cristalización del tiempo”,6
Lukács dio cuenta del modo en que la racionalización abstracta –esto es, la cuantifica-
ción del tiempo de trabajo social medio para imponer la maximización del plusvalor
y la hybris, la desmesura productivista, del progresismo capitalista– se plasma pri-
mero en la estructura de la socialidad laboral, para luego cifrarse centralmente en la

3
G. F. Hegel, Filosofía del Derecho, Juan Pablos, 1980, México, p. 33.
4
Comparando la perspectiva sobre el derecho que emerge de El Contrato Social de Rousseau –que se mantiene
al nivel de la sociedad civil sosteniendo como su fundamento la libertad burguesa que caracteriza al sujeto como
propietario privado, una libertad que Hegel define como “libertad negativa”–, con la concepción de la Filosofía del
Derecho –que enaltece al Estado, por encima e incluso en contra de la sociedad civil, como presunta institución
imprescindible para propulsar, a través del Derecho moderno, la “razón” que daría pie a una “libertad positiva”,
para impedir el caos y contrarrestar la anarquía–, Herbert Marcuse, uno de los más destacados miembros de
la Escuela de Frankfurt, elaboró su crítica del carácter autoritario de la concepción hegeliana del derecho en la
modernidad. Razón y Revolución, Alianza Universidad, México, Madrid, 1983, pp. 168-219.
5
Herbert Marcuse, “Nuevas fuentes para fundamentar el Materialismo Histórico”, incluido en Para una teoría
crítica de la sociedad, Tiempo Nuevo, 1971, pp. 7-72.
6
Karl Marx, Miseria de la Filosofía, Siglo XXI, México, p. 34.

169
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

estructura de la técnica moderna. Enfrentando el sujeto contra sí mismo, mediante un


sistema de relaciones que él produce pero que se conforma ante sí como un poder que
se le autonomiza y lo subordina, la técnica automática –lejos de integrar un sistema
neutral, como creen las ilusiones positivistas– se vuelve justo la plataforma material
en la cual se cosifica la racionalización abstracta de la dominación capitalista. En
tanto la máquina rige productivistamente los tiempos de trabajo, la hybris de la mo-
dernidad capitalista se objetifica en la estructura de la red tecnológica.7 La inversión
de la dialéctica sujeto-objeto acontece porque mientras del lado del sujeto se suspende
toda soberanía política sobre la producción moderna, del lado del objeto se sintetiza
uno u otro proyecto de cosificación del valor que se valoriza.
Desarrollando la crítica a la cosificación, desde su original lectura de El Capital,
Lukács demostró que el Derecho moderno duplica la legalidad histórica del capitalis-
mo. Que tiende a volver la legislación jurídica un doble de la legalidad racionalista
abstracta que impone en la economía la hybris de la modernidad capitalista.
Explorando construir un cierto puente de intercomunicación propiamente entre
los Escritos Políticos y Economía y Sociedad de Weber y El Capital de Marx –con un
diálogo que no es sordo ante el hecho de que la sociología weberiana constituye una
lectura de la modernidad capitalista desde el mito del progreso–, Lukács demostró que
la legalidad racionalista abstracta de la modernidad capitalista se duplica en el Derecho
moderno como derecho abstracto. Derecho abstracto es un término que designa, en este
sentido, la presencia de un código constitucional y un sistema jurídico definible no sólo
por su universalidad, sino por el hecho de que los rige la tendencia a imponer, por enci-
ma y en contra de los fundamentos concretos de la vida social –podría decirse mutilando
y subsumiendo la legalidad cualitativa del valor de uso–, normas que responden a la
legalidad abstracta de la modernidad capitalista, principios universales que racionalizan
capitalistamente el sistema económico garantizando que él sea ya en sí mismo sistema
de subordinación política de la sociedad moderna, pero que sobre eso, además, expanden
esa legalidad hacia el resto de las dimensiones del sistema de convivencia.8

7
Esta es la tesis crítica del célebre capítulo central de Historia y conciencia de clase, “La cosificación y la
conciencia del proletariado”. Específicamente, el subapartado 1 del apartado I que se titula “El fenómeno de
la cosificación”, Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México, 1969, pp. 90-100.
8
La articulación entre la “jaula de hierro” weberiana y la crítica lukácsiana a la modernidad capitalista se
encuentra en el segundo subapartado del apartado I, Historia y conciencia de clase, pp. 101-112. Es el pa-
saje que corresponde a la edición en español de Economía y Sociedad, FCE, México, 1984, pp. 1061-1062.

170
Luis Arizmendi

Es desde esta perspectiva que cita las palabras de Weber en Historia y conciencia
de clase:

Una empresa es exactamente igual al Estado moderno (…); y esa analogía es pre-
cisamente su especificidad histórica (…) La moderna empresa capitalista se basa
internamente ante todo en el cálculo. Necesita para su existencia una justicia y una
administración cuyo funcionamiento pueda en principio calcularse racionalmente según
normas generales fijas, igual que se calcula el rendimiento previsible de una máquina.
La empresa no puede… compadecerse con el juicio basado en el sentimiento de equidad
del juez ante el caso singular (…), igual que tampoco tolera la administración patriarcal
basada en el arbitrio y la gracia, sin duda sacrosantamente rígida en lo demás (…) Lo
específico del capitalismo moderno frente a las formas arcaicas de negocio capitalista es
la organización rígidamente racional del trabajo sobre la base de la técnica racional;
esa especificidad no ha nacido nunca en el terreno de aquellas entidades estatales irra-
cionalmente construidas, ni podía tampoco brotar en él. Pues estas modernas formas
de la empresa, con su capital fijo y su cálculo exacto, son para ello demasiado sensibles
a la irracionalidad del derecho y de la administración. Por eso no han podido brotar
más que donde (…) el juez es, como en el Estado burocrático con sus leyes racionales,
en mayor o menor medida, un autómata de aplicación de artículos; autómata en el que
se introducen los expedientes con las costas y las tasas para que entregue la sentencia
junto con unos fundamentos más o menos sólidos y concluyentes; un autómata, pues,
cuyo funcionamiento es en todo caso calculable en líneas generales.9

Su perspectiva resulta sumamente aleccionadora en la identificación del primer obs-


táculo que habría que desmontar para desarrollar la crítica del Derecho en el siglo XXI.
Si se entiende al Derecho y el sistema jurídico modernos como dimensiones del
Estado en las cuales simplemente lo que está en juego es la incesante actualización de
la obediencia normativa e incondicional, se cerrará la viabilidad de una convocatoria
imprescindible para evaluar su especificidad y sus límites históricos. La ética abstracta
del jurista, en tanto emerge de la duplicación en el mundo del derecho de la legalidad
abstracta de la modernidad capitalista, constituye una ética hermética y verticalista
que conduce simplemente a comportamientos normativos automáticos e irreflexivos

9
György Lukács, op. cit., pp. 103-104.

171
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

pasando por encima no sólo de la singularidad de las situaciones concretas sino de


los desafíos históricos del Derecho moderno. El horizonte propio de la ética abstracta
del jurista bloquea indagar el sentido o sin sentido de las legislaciones establecidas
y sus impactos en nuestra era.
En el tiempo del planetary management, cuando la mundialización capitalista del siglo
XXI ha vuelto cada vez más amenazante la legalidad con la cual entrecruza progreso y
devastación, una visión subordinada a la ética abstracta del jurista constituye un obstáculo
epistemológico de primer orden para escudriñar los retos del Derecho ante la crisis epocal
del capitalismo. Abrir camino hacia una reconceptualización del Derecho moderno frente
a la crisis epocal del capitalismo, exige identificar este obstáculo y desactivarlo.
Sin embargo, si complejizamos la perspectiva, deberíamos decir que, aunque
atrayente y profunda por su conceptualización de la tendencia hacia la enajenación
total en la modernidad capitalista, la crítica lukácsiana al Derecho moderno inocul-
tablemente constituye una crítica unidimensional. Limitada para descifrar el Derecho
moderno como uno de los parámetros por excelencia de la rapport de forces en la
lucha contemporánea de clases, sólo ve en él la codificación de la legalidad abstracta
de la dominación capitalista.10 No percibe, como sí lo hace Marx en El Capital, que

10
Una perspectiva como la suya, interesada en la superación de la enajenación moderna, no es identificable
con la que proyecta el postestructuralismo de un pensador como Foucault. Aunque en la cuarta y la quinta con-
ferencias de La verdad y las formas jurídicas (Gedisa, Barcelona, 1980, pp. 93-148), Foucault plantea que el
Estado moderno instala una apropiación implacable de la verdad como peculiaridad de su forma de ejercer la
administración de la justicia, lo que significa que la sociedad disciplinaria renunció a dar cuenta de la génesis
del derecho al convertirlo en un sistema normativo que simple y llanamente hay que acatar, sin embargo, la
microfísica del poder desde su magnífica obra, más que ser divergente, contiene una profunda contraposición
con la teoría crítica de la enajenación. Si bien explora la filtración del poder en toda retícula de la estructura
social (la escuela, el hospital, el saber, el cuerpo, la sexualidad, el derecho, etcétera.), podría decirse que a
la hora de indagar la microfísica del poder destotaliza al poder macrofísico para terminar deslizando su onto-
logización, lo que significa que asume la microfísica del poder como históricamente insuperable.
Pese a que en pocos momentos aparece en Vigilar y castigar (Siglo XXI, México, pp. 168), al absorber la teoría
de la dominación capitalista de Marx desde su microfísica del poder, Foucault, más bien, termina disolviendo
aquélla. Convertida en una entre otras formas de ejercicio del poder microfísico, la crítica a la dominación capi-
talista es desplazada desde una teoría del poder que lo concibe como fuerza inmanente tanto a la subjetividad
como a la socialidad humana. Haciendo a un lado el fundamento de la teoría de Marx de la enajenación –que
descifra la especificidad histórica de la subsunción capitalista desde la complicidad de los dominados modernos
con el dominio establecido–, Foucault no trata la microfísica del poder como enajenación, es decir, como auto-
enajenación histórica. Introduce un delicado quid pro quo, frecuentemente desapercibido, justo cuando vuelve lo
que es introyección del dominio moderno por el sujeto social sinónimo de ontologización del poder microfísico.
Sin dejar de abrir múltiples líneas reflexivas sumamente sugerentes, dota de una versión propia a la identificación
nuclear del postestructuralismo: ser sujeto es sinónimo de ejercicio de sujeción. En consecuencia, anulando toda

172
Luis Arizmendi

ante todo el Derecho moderno tiene que ser evaluado en acuerdo a la doble dirección
que necesariamente lo atraviesa. En tanto pretende normar la ambivalencia de la mo-
dernidad capitalista, una de sus direcciones efectivamente responde a la tendencia a
universalizar la legalidad abstracta del capital y la lógica del entrecruzamiento cada
vez más amenazante de progreso y devastación, pero, a la vez, sin ser preponderante
hasta ahora, otra de sus direcciones no deja de responder a una contratendencia que
emerge de la resistencia por hacer valer los fundamentos concretos de la vida social-
natural, bosquejando desde ahí proyectos de otra modernidad enteramente posible.
Lukács pasa por alto que también existe una contratendencia histórica que presiona
para que la legalidad cualitativa de los fundamentos concretos de la vida de la sociedad
y de la naturaleza se abra camino,11 obteniendo conquistas que permitan protegerla y
desarrollarla en la legislación jurídica frente y contra la legalidad esquizoide de la
modernidad capitalista. Desde este mirador crítico, el Derecho moderno en el siglo
XXI puede ser visto como uno de los parámetros que mejor registra los marcos de
la derrota, la resistencia y los avances de la afirmación del proceso de reproducción vital
de la sociedad mundializada frente a la crisis epocal del capitalismo. No cabe duda,
en nuestra era el Derecho moderno necesita ser reconceptualizado iconoclastamente.

posibilidad genuina de desenajenación y por tanto de liberación histórica, la genealogía de la microfísica del poder
comienza por explorar la génesis de éste, pero desemboca en el vértigo de metamorfosis interminables con las
que la génesis del poder no hace más que reactualizarse una y otra vez. Conformándose como una genealogía
infinita. De ahí la conclusión con la que, proyectando su desencanto político, Foucault cierra Las palabras y las
cosas: “el hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro
pensamiento. Y quizá también su próximo fin (…), podría apostarse que el hombre se borraría, como en los
límites del mar, un rostro de arena”. Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 1985, p. 375.
11
Una formulación como la de Ernst Bloch, dirigida a recuperar la “forma natural” del proceso de reproducción
social como fundamento del Derecho, resulta sumamente sugerente y abre perspectivas. Su libro Derecho
natural y dignidad humana –poco discutido pero extremadamente importante para el renacimiento del marxismo
en el siglo XXI–, muestra que la criticidad histórica que el marxismo clásico sostuvo ante el iusnaturalismo –con
el que se caracterizó como Derecho natural a un amplio conjunto de normas sumamente diversas propias de
la dominación en la Antigüedad, en el Medioevo y también por supuesto en la Modernidad Capitalista–, no
procede hacerla a un lado cuando se introduce una redefinición crítica del “Derecho natural”. Sin embargo, la
desconfianza que el marxismo crítico ha tenido ante la “naturalización” de las diferentes configuraciones de
las relaciones de poder de cada época desde el Derecho natural, constituye una desconfianza necesaria que
no debe cancelar el reconocimiento de que sí existen derechos especificables desde un fundamento social-
natural. Para Bloch, desde su redefinición crítica, “Derecho natural” es aquel que posiciona no una forma de
dominación social u otra sino la “forma natural de la reproducción social”, o sea la vida humana, como su
fundamento. Incluso, si se va más lejos, de ahí emergen derechos que a partir de asumir la vida social-natural
como plataforma pueden impulsar la utopía. Vida y utopía se sintetizan, así, en la concepción blochiana de lo
que da en nombrar “Derecho natural”. Derecho natural y dignidad humana, Aguilar, Madrid, 1980.

173
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

II
La crisis epocal del capitalismo del siglo XXI y los retos del Derecho moderno

Planetary management y liberalismo genuino del siglo XXI

Hace unos años, cuando parecía que llegábamos a una especie de situación límite
en las décadas del funcionamiento del capitalismo demagógicamente nombrado “neo-
liberal”, empezó a quedar claro que constituye una configuración del capitalismo que
está lejos de poder asegurar una situación de control y administración estable de las
complejas contradicciones económico-políticas que ha desatado y, asimismo, de
las nuevas formas de intensificación y polarización en la lucha mundializada de clases.
Esta imposibilidad para estabilizar la administración de la lucha nacional y
mundializada de clases, deriva de que el “neoliberalismo”, en verdad, no es tal, sino
la negación radical del liberalismo. Una negación que ha pretendido esconderse bajo la
simulación de su reconfiguración. Mientras el liberalismo se caracterizó por ser una
forma del capitalismo dirigida a estabilizar la lucha de clases y lograr la contención de
lo que Wallerstein califica como las “clases peligrosas”, impulsando desde el Estado
el ascenso de los salarios reales, alguna modalidad de funcionamiento de los sistemas
electorales y una u otra forma de ejercicio de la soberanía nacional;12 al capitalismo
inapropiadamente denominado “neoliberal” lo que lo ha definido ha sido lo inverso:
el abandono del Estado liberal como dispositivo de neutralización política y control
estratégico de los dominados modernos. Golpear de modo inédito los salarios reales,
tanto en su forma de salario directo –esto es, de ingreso monetario que se transforma
en un conjunto de valores de uso– como también en la de salario indirecto –es decir, en
la que el Estado cubre como servicios sociales–; desmontar la soberanía nacional
para conformar una “economía de mando” cuya estructura triangular integran las
corporaciones transnacionales, los organismos financieros internacionales y el Estado
autoritario; y hacer de la difundida transición a la democracia un simulacro, fueron las
tres peculiaridades que caracterizaron al Estado neoliberal de la vuelta de siglo. Un
Estado que, lejos de conformar un nuevo tipo de liberalismo, tiene en su especificidad
anti-liberal justo el fundamento que lo imposibilita invariablemente para concretar
una administración estable de la lucha mundializada de clases.

12
Immanuel Wallerstein, “El colapso del liberalismo”, en Después del liberalismo, Siglo XXI, México, 1996, pp. 231-249.

174
Luis Arizmendi

Deterring democracy es un término que Chomsky ha inventado para dar cuenta


de una forma del sistema político moderno que cabe definir más como democracia
disuasiva, que sería la traducción correcta de esa expresión, y no como demo-
cracia refrenada, que sería una traducción ambigua.13 La “democracia americana”,
como una configuración política que se ha multiplicado en las décadas recientes entre
el sistema de Estados, constituye una forma histórica del sistema político moderno que,
con base en un abanico circunscrito de candidatos y partidos funcionales al Estado
autoritario, concede al pueblo (demos) la realización periódica o regular de elecciones
formales, para, más bien, justificar marginar al pueblo de toda intervención auténtica
en la toma de decisiones. Bloquear que demos pueda convertirse en kratos genuino, es
decir, en una entidad que cuente con una autoridad política efectiva, pero hacerlo bajo
una forma en la cual paradójicamente pareciera hacerse valer la democracia porque
se despliegan procesos electorales, innegables aunque esencialmente dominados, en
eso consiste la democracia disuasiva. Luego de la caída de los regímenes de partido
único y de las dictaduras militares, la “democracia americana” y su multiplicación
internacional no ha conducido al “fin de la historia”. Dicho de otro modo al triunfo del
sistema político estadunidense por ser el más propicio para el ejercicio de la vida
democrática. La democracia disuasiva ha constituido la forma pseudo-democrática
del sistema político ad hoc para el planetary management de la vuelta de siglo. El
planetary management se ha reeditado no bajo la negación frontal de la democracia,
sino mediante una simulación de ella que, sin embargo, así desliza su negación radical.
Es dentro de este escenario a la vez crecientemente desestabilizado y desestabi-
lizador, en el que han emergido un par de tendencias que están colisionando entre sí
para enfrentar las contradicciones que el capitalismo de la vuelta de siglo ha desatado.
Una de estas tendencias asume que el capitalismo ha llegado ya muy lejos en la
ofensiva lanzada contra el proceso de reproducción vital de la sociedad planetaria,
que es cada vez más inestable la polarización en la lucha mundializada de clases
y, por tanto, concluye, no por filantropía sino por contención político estratégica,
que es imprescindible reconfigurar al sistema económico-político desde lo que po-
dría denominarse un genuino liberalismo del siglo XXI. Se trata de una tendencia,
descohesionada o difusa pero efectiva, que se plantea propuestas para contrarrestar
la mundialización de la pobreza, la crisis mundial alimentaria y la crisis ambiental

13
Noam Chomsky, Deterring Democracy, Hill & Wang, Nueva York, 1992, cap. 11, pp. 331-350.

175
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

mundializada. Constituye un proyecto de mundialización con propuesta multidimensional


para intentar estabilizar la lucha global de clases ante la crisis epocal del capitalismo.
Frente y contra esa tendencia existe otra, la tendencia neo-autoritaria, que insiste
en llevar más lejos las ventajas alcanzadas por el planetary management, sin inmu-
tarse por la devastación social y natural producida desde una configuración histórica
cada vez más violenta del capitalismo. Ante la desestabilizacion social suscitada por
la violencia económico-anónima del capitalismo de la vuelta de siglo, la respuesta de la
tendencia neo-autoritaria reside en que el Estado y los capitales estén dispuestos a
desplegar violencia político destructiva como dispositivo de administración estratégica de
la rapport de forces en el marco de la actual crisis global.
Percibiendo que el “neoliberalismo”, con su proclividad a desregularlo todo para
ceder el control al capital privado, suscita un desorden o un caos desestabilizador y
potencialmente cada vez más riesgoso, David Harvey vislumbró la respuesta histórica
de la tendencia neo-autoritaria como una expresión de la necesidad ineludible que
tiene el capitalismo contemporáneo de poner orden ahí donde el desorden hace que la
lucha mundializada de clases se le vaya de las manos.

La respuesta neoconservadora a la inestabilidad esencial del Estado neoliberal ha evo-


lucionado… Los neoconservadores alientan el poder corporativo, la empresa privada
y la restauración del poder de clase. Por lo tanto, el neoconservadurismo concuerda
totalmente con la agenda neoliberal del gobierno elitista, la desconfianza hacia la de-
mocracia y el mantenimiento de las libertades de mercado. No obstante, se aleja de los
principios del neoliberalismo puro (…) en su preocupación por el orden como respuesta
al caos… En su preocupación del orden, el neoconservadurismo emerge como una sen-
cilla manera de despojarse del velo del antiautoritarismo en el que pretendía envolverse
el neoliberalismo… La anarquía del mercado (…) genera una situación que se torna
progresivamente ingobernable… Frente a esta situación, parece necesario implantar
cierto grado de coerción en aras de restaurar el orden. De ahí que, los neoconservadores
hagan hincapié en la militarización en tanto que antídoto.14

El proyecto del planetary management, que ha abandonando las veleidades key-


nesianas que caracterizaron al estado propiamente liberal durante el siglo pasado, no

14
David Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007, pp. 91-92.

176
Luis Arizmendi

se remite, entonces, a asumir y administrar los millones de heridos y muertos que


arroja el laissez faire laissez passer como principio organizativo de la lucha mundia-
lizada de clases. Con el planetary management la conformación de un capitalismo
crecientemente violento entreteje y articula la violencia económico-anónima, que
genera la acumulación global del capital que opera prácticamente sin restricciones,
con la violencia político-destructiva, que despliega cada vez en más diversos flancos
el Estado autoritario del siglo XXI.
Ante el caos histórico producido por el capitalismo de la vuelta de siglo, la ten-
dencia que responde propulsando un capitalismo genuinamente liberal y la tendencia
que propulsa el apuntalamiento del planetary management, se encuentran jalonean-
do entre sí lidiando por imponerse una frente a la otra para definir la configuración
histórica que el capitalismo podría adquirir para las próximas décadas. Aún ninguna
de las dos ha triunfado, el desenlace no se encuentra decidido de antemano porque
el futuro no es destino pero, no cabe duda, la tendencia neo-autoritaria va ganando
terreno en la definición de la configuración del Estado y las nuevas normas jurídicas
para el siglo XXI.

Crisis epocal del capitalismo del siglo XXI

Crisis epocal del capitalismo del siglo XXI es una de las expresiones que resulta
más adecuada para poner al descubierto la compleja especificidad histórica de la crisis
mundial en la que estamos insertos y que está lejos de estarse rebasando.
Mientras crisis es un concepto que, por principio, cabe emplear para dar cuenta
de la instalación de una auténtica situación límite en el proceso de reproducción de la
vida de la sociedad planetaria, epocal es un adjetivo –proveniente de George Lukács,
quien tanto subrayó la centralidad del principio de la totalidad para el discurso
crítico– al que procede recurrir para poner énfasis en que, desbordando su carácter
puramente económico aunque a partir de él como su epicentro, con la crisis mundial
contemporánea ya no es sólo el proceso de reproducción vital social sino el capita-
lismo el que está puesto en cuestión in totto. Y lo está de tal modo que, detonando
lo que debe calificarse como auténticos colapsos, a partir de hundir en una delicada
situación límite el proceso de reproducción social-natural ha hecho de la crisis toda una
época, una compleja fase de transición que comprende muchas décadas y que es de
desenlaces inciertos.

177
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

Rebasando con mucho el carácter cíclico de las crisis económicas, aunque inclu-
yendo como dimensión esencial suya la crisis de sobreacumulación contemporánea
–la primera de alcances propiamente mundializados en la historia del capitalismo–,
la crisis actual es epocal porque constituye en sí misma una era.
Si 2007-2008 constituye una fecha que ya pasó a la historia como el tiempo del
inicio de tres crisis convergentes entre sí –la crisis financiera global, la crisis mundial
alimentaria y la nueva crisis de sobreproducción capitalista–, el Informe sobre desarrollo
mundial 1990 del Banco Mundial –primera ocasión en que un organismo internacional
asumió la pobreza global como problema estratégico de la acumulación capitalista– da
fecha al nacimiento de la mundialización de la pobreza como peculiaridad de nuestra
era. Y, antes que él, el Informe del Club de Roma de principios de los setenta permite
fechar el inicio de la crisis ambiental mundializada. Integrando multidimensional pero
unitariamente la crisis epocal del capitalismo, la crisis financiera global, la nueva crisis
de sobreacumulación, la crisis mundial alimentaria, la mundialización de la pobreza pero,
ante todo, la crisis ambiental mundializada tornan inocultable que esta crisis comenzó
hace varias décadas y tiene muchas más que andar.15
Conformando la crisis de mayores alcances y peligros en la historia de la moderni-
dad –una crisis que rebasa los alcances tanto de la Larga Depresión (1873-1896) como
de la Gran Depresión (1929-1944)–, las tendencias que están colisionando por definir
la configuración del capitalismo y del Estado, constituyen tendencias que igualmente
están disputando entre sí la definición de nuevas normas jurídicas para cada una de
las dimensiones de la crisis epocal del capitalismo del siglo XXI.

Crisis mundial alimentaria y global governance

Lejos de constituir una forma histórica imprescindible para el funcionamiento del


capitalismo, como resultado de tres décadas de neoliberalismo, la singularidad de la
actual crisis mundial alimentaria consiste en que genera hambre justo en una era en
la que, por primera vez en la historia, existe la capacidad tecnológica y económica
para alimentar al doble de la sociedad planetaria. En el siglo XXI el capitalismo está

15
Luis Arizmendi, “Crisis epocal del capitalismo, encrucijadas y desafíos del transcapitalismo en el siglo XXI”,
incluido en Nuestra América y EU: Desafíos del Siglo XXI, coeditado por el Centro Internacional de Informa-
ción Estratégica y Prospectiva de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, y la Universidad Central
de Ecuador, 2013, pp. 99-131.

178
Luis Arizmendi

traicionando la promesa que tanto promulgó acerca de que el hambre sería un fenó-
meno del pasado, una tragedia que no iría más allá del Ancien Régime.
Cuando se mira panorámicamente la historia de la economía mundial alimentaria
pueden identificarse dos fases.
La primera, que comprende desde los treinta hasta inicio de los ochenta del siglo
pasado, tiene como particularidad la soberanía alimentaria del grueso de Estados
periféricos del sistema mundial. A lo largo de esta fase, Europa Occidental era la
única región importadora de cereales, mientras las exportaciones de cereales de La-
tinoamérica superaban prácticamente al doble las de Norteamérica y Europa Oriental
(incluyendo a la URSS). EUA no era el único exportador, ni siquiera el más impor-
tante. En ese periodo, sin duda, la plataforma de la economía mundial alimentaria la
constituyó la capacidad de múltiples naciones para autoalimentarse.
Pero con la mundialización del neoliberalismo, desde los setenta del siglo pasado
y cada vez más en las décadas ulteriores, se recrudeció un mecanismo de poder que
venía avanzando gradualmente en la postguerra, de modo que, el mercado mundial
alimentario cambio su configuración y sucedió un giro drástico: 70% de los países
subdesarrollados pasaron a convertirse, de modo innecesario, en países alimentaria-
mente dependientes.
La dependencia alimentaria se mundializó no como resultado de una incapacidad
tecnoeconómica del grueso de naciones para autoalimentarse, sino como producto de
la imposición de una dependencia alimentaria puramente artificial. Con base en una
ofensiva lanzada desde el Banco Mundial, que justo a partir de la negociación de la
deuda externa generalizó la aplicación de programas de ajuste estructural, se condicio-
naron préstamos a cambio de programas de desfinanciamiento del campo, es decir de
la asfixia de la producción nacional de alimentos en múltiples Estados, que quedaron
obligados, a la par, a llevar a cabo la apertura de sus mercados nacionales para la im-
portación de alimentos. Ante todo de aquellos provenientes de Estados Unidos, que por
esa vía garantizó posicionarse como hegemón del mercado mundial alimentario. En
la medida que los Estados periféricos paralizaron su capacidad autoalimentaria bajo el
pretexto de que importar los alimentos saldría más económico que auto-producirlos, la
especulación con sus precios mediante las commodities, que deriva del monopolio de
reservas futuras, ha desembocado en situaciones trágicas de hambre.16

16
Blanca Rubio, El dominio del hambre, Juan Pablos, México, 2014, pp. 31-66 y 194-244.

179
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

Resulta revelador que esta compleja situación que ahora se está configurando
como una amenaza de alcance planetario fue justo la que empezó en África, desde la
década de los ochenta del siglo pasado. No como escenario de hambre gestado por
falta de alimentos, sino incluso existiendo exceso de ellos en el mercado.
En su libro Globalización de la pobreza, Michel Choussudovsky descifra el modo
en que África se convirtió en el continente a la vez laboratorio y pionero de esta forma
de dominación de la economía alimentaria. Dominación que después han mundializado
el FMI y el Banco Mundial. Ahí empezaron a instalarse un conjunto de normas que
procede denominar como “blandas”, precisamente, porque constituyen reglas infor-
males no aprobadas en ninguna constitución pero impuestas fácticamente a partir
de los convenios internacionales entre los Estados periféricos y el Banco Mundial.
Esas normas que integran el antecedente inocultable que luego va a derivar en nuevas
normas jurídicas que se estatuyen a nivel internacional en organismos como la OMC
y que, asimismo, dan lugar a su formalización mediante reformas constitucionales
regresivas al interior de los Estados.
Chossudovsky lo formula de una forma muy incisiva: “hay muchas Somalias en
el mundo en vías de desarrollo: el paquete de reformas económicas es similar en más
de cien países (…), el hambre no es consecuencia de una escasez de alimentos. Por
el contrario, las hambrunas se desataron como resultado de una sobreoferta global de
granos”.17 Con el objetivo de abrir y maximizar nuevas vías de generación de ganancias
extraordinarias para las corporaciones transnacionales del mercado alimentario, el
Banco Mundial y el FMI han tenido claro su objetivo: han puesto la alimentación de
las naciones al servicio de nuevos canales de una acumulación acelerada de capital,
de suerte que, se especula con el hambre.
La reconfiguración de la economía mundial alimentaria trajo consigo una reconfi-
guración antinacionalista del Estado y, desde ahí, del Derecho moderno. Comprender
en su magnitud global lo que está en juego con el Derecho en nuestro tiempo, exige
no solo analizar el Derecho formal. Requiere percibir la implementación de normas
“blandas” o informales que se hacen valer desde el funcionamiento de lo que podemos
llamar un proto-Estado global o mundializado.
En las últimas décadas ha venido configurándose una especie de proto-Estado pla-
netario que desborda y subordina a los Estados-nación. El cimbramiento de la soberanía

17
Michel Choussudovsky, Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial, Siglo XXI, México, 2002, pp. 119.

180
Luis Arizmendi

de los Estados nacionales, lejos de estar acompañado por la extinción del Estado, se ha
incrustado dentro de un contradictorio proceso de transición hacia la edificación de un
Estado transnacional que integran el FMI y el Banco Mundial, además de la ONU y el
G-8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia).
Aunque no acaba de constituirse redondamente como un Estado mundializado, puesto
que no existe como una institución política formal que se encargue de legislar normas
y ejercer un Derecho mundial que determine sanciones para todos, no cabe duda de que
la principal proyección del proto-Estado global se da desde el ejercicio de lo que se ha
dado en llamar la global governance, es decir, la gobernanza mundial. Cuando se definen
acuerdos de libre comercio por encima de las leyes constitucionales de cada Estado, se
establecen normas jurídicas que responden a la global governance como ejercicio del
proyecto del planetary management. La global governance avanza imponiendo normas
informales o “blandas”, para luego impulsar modificaciones en las normas formales o
“duras” y, a partir de ahí, introducir modificaciones en las constituciones y los códigos
jurídicos que consoliden una reconfiguración en la dominación que ejerce el capital
mundial sobre el sistema internacional de Estados.18
Llegando lejos con la global governance, la mundialización de una nueva con-
figuración de la economía alimentaria está desembocando en la generación de una
crisis de alcances inéditos. Según la FAO, 30 mil personas fallecen diariamente por
hambre, lo que al año significa la muerte de 6 millones de niños menores de 5 años.
Los cálculos del economista de la Universidad de Yale, Thomas Pogge, son más
delicados: evalúa que mueren por causas asociadas a la pobreza extrema 50 mil per-
sonas diariamente, entre las cuales se incluyen no 16,439 como derivaría del cálculo
de la FAO, sino 34 mil menores de cinco años. El funcionamiento de una economía
alimentaria mundial subordinada al neoliberalismo constituye una de las dimensiones
esenciales del planetary management.
El desafío que lanza el planetary management de la crisis alimentaria enfrenta los
Estados y el Derecho moderno a una compleja encrucijada: asumir la transición hacia

18
“La política informal también puede ampliar la formal respecto de los desafíos de la globalización. Ésta trae
aparejada una necesidad de regulación no satisfecha ni por las national jurisdictions ni por el derecho inter-
nacional… Como el derecho formal internacional no es suficiente (…), “emergen” legislaciones jurídicas en
el ámbito global que son luego adoptadas en parte por las instituciones estatales formales… La informalidad
incluye la emergencia de sistema de reglas que primero son “blandas” y básicamente privadas, pero que
luego son formalizadas… Integrando regulaciones al derecho formal del Estado nacional”. Elmar Alvater y
Birgit Mahnkopf, La globalización de la inseguridad, Paidós, Buenos Aires, 2008. p. 266.

181
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

una reconfiguración del Estado y del Derecho que garantice la alimentación de las
naciones desde principios de seguridad humana –lo que no sólo significa estatuir el
derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria como derechos constitucionales,
sino garantizar su cumplimiento–; o bien consolidar la transición que afiance a largo
plazo, mediante reformas constitucionales regresivas, la integración del Estado y
el Derecho moderno a la subordinación tecnocrático autoritaria del orbe. El Estado
autoritario podría responder, como ya lo ha hecho, a los motines de subsistencia con
violencia político-destructiva y represión.

Mundialización de la pobreza

Junto a la crisis mundial alimentaria, la mundialización de la pobreza revela el


profundo impacto generado por el planetary management.
No por casualidad “desafío de los slums” –es decir, creciente multiplicación global
de áreas urbanas hiperdegradadas– es el nombre que la ONU, explorando la situa-
ción límite generada en la vuelta de siglo, decidió darle a lo que, sin duda, es su más
relevante informe reconociendo la mundialización de la pobreza como peculiaridad
de nuestra era.19 Rompiendo con el Consenso de Washington e interesada en empujar
hacia una transición que reconfigure desde un liberalismo genuino la mundialización
en el siglo XXI, la ONU –al menos desde este informe– le atribuye al neoliberalismo
una responsabilidad directa en la constitución de una auténtica regresión histórica
hacia el degradado ambiente del siglo XIX.

Las áreas urbanas hiperdegradadas y la pobreza urbana no son sólo la manifestación de la


explosión poblacional y el cambio demográfico… Las políticas neoliberales han reestableci-
do un régimen internacional similar al que existía en el siglo XIX… La dirección dominante
de las intervenciones tanto a nivel nacional como internacional desde 1975, en realidad, ha
incrementado la pobreza urbana y las áreas urbanas hiperdegradadas, ha intensificado la
exclusión y la desigualdad… Los pobres urbanos están atrapados en un mundo informal e
"ilegal", que con sus áreas urbanas hiperdegradadas no se refleja en los mapas.20

19
UN-Habitat, The Challenge of Slums, Global Report on Human Settlements 2003, Earthscan Publication
Ltd, UK/USA. Texto que tiene un documento complementario, Slums of the World: The face of urban poverty
in the new millennium?, Nueva York, 2003.
20
The Challenge of Slums, pp. 40-41.

182
Luis Arizmendi

Hablar de mundialización de la pobreza como una tragedia cuya expresión pa-


radigmática es ante todo urbana –dado que mientras la pobreza no constituyó una
tragedia mundializada su base poblacional fue ante todo rural– pone de manifiesto
que, clausurando y venciendo otras trayectorias que perfectamente se podrían haber
recorrido, la cuarta revolución tecnológica –la revolución comandada por la informá-
tica y la biotecnología como arma del capital– es fundamento directo de la pobreza
global. La informatización del proceso de trabajo tanto productivo como improductivo,
junto con el internet y la red satelital, dotó al capital de la mayor movilidad en su
historia, permitiéndole así globalizar la competencia y la confrontación de los distin-
tos destacamentos nacionales de la clase trabajadora pese a mantener al mercado laboral
desglobalizado. O sea, sin liberar el movimiento migratorio internacional de la fuerza de
trabajo. La dinámica migratoria del capital de un país a otro, en la búsqueda sin fin por
combinar la minimización de salarios con la maximización de ganancias, ha sido una
de las puntas de lanza del planetary management. Revirtiendo el potencial positivo
que significa la era del mayor desarrollo tecnológico alcanzado históricamente, la
cuarta revolución tecnológica subordinada al capital mundial hizo de este progreso
fundamento para la conformación del ejército internacional de reserva más grande
de la historia moderna. Y, con él como acicate, ha desplegado una doble tendencia:
la tendencia decreciente de la tasa salarial internacional y la tendencia creciente de la
jornada laboral mundial.
De hecho, desbordando la mera confrontación entre trabajadores de los Estados
periféricos, la producción de las diversas piezas de las mercancías con precisión
geométrica desde cualquier país del mundo gracias a la revolución informática, le
ha permitido al capital global embestir incluso los destacamentos nacionales de los
trabajadores de los Estados metropolitanos.
Sin desplazamiento migratorio, los trabajadores centroamericanos compiten
intensivamente con los hindúes o los latinoamericanos con los chinos, que práctica-
mente con un sexto de la población global detonan una competencia laboral de tal
magnitud que presionan hacia una baja generalizada del salario de la fuerza de trabajo
internacional. A la vez que, la deslocalización del proceso productivo amenaza con el
desempleo y degrada el salario de la fuerza de trabajo en las metrópolis.
Así ha emergido la mundialización de la sobre-explotación laboral. Una nueva
fase en la cual el capital ha embestido los salarios primero de manera informal o
“blanda”, pero luego gradualmente de manera formal o “dura”.

183
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

Mientras el capitalismo del siglo XX hizo uso del Estado liberal como dispo-
sitivo de administración estratégica de la lucha de clases, propulsó la duplicación
de la ley del valor en la relación capital/trabajo en la legislación laboral. El sa-
lario se definió, tanto en términos económicos como constitucionales, tendiendo
a respetar la equivalencia con la dimensión histórico-moral de la reproducción
social-nacional, es decir, el derecho al acceso a las condiciones sociales medias
de reproducción vital en acuerdo a un cierto desarrollo tecnológico y cultural
concreto. En cambio, el capitalismo del siglo XXI ha propulsado, desde el Estado
neoliberal, reformas regresivas para estatuir leyes laborales que duplican a nivel
constitucional la violación de la ley del valor en la relación capital/trabajo. La
formalización legal de la violación de la ley del valor en este ámbito, agrega a la
explotación multimodal de plus-valor el establecimiento como norma constitu-
cional de la expropiación de fragmentos cada vez mayores de su valor al salario.
Lo que, a todas luces, sucede con la privatización legal de los fondos de las
pensiones tanto en los Estados del Sur como en los del Norte.21 La efectividad
del principio divide et impera le ha permitido al planetary management del siglo
XXI consolidar la tendencia neo-autoritaria a mundializar la sobre-explotación
de la fuerza de trabajo.
Nos encontramos ante un retroceso histórico en la marcha de la modernidad
capitalista: el planetary management ha impulsado la demolición de lo que, desde
Rousseau, se denominó el contrato social.
Frente y contra esa dinámica, existe otra tendencia, que responde al liberalismo
genuino del siglo XXI, proponiendo propulsar una legislación laboral que ofrezca
cierta certeza a la reproducción social-nacional de los trabajadores así como una
nueva jornada laboral menor. En su mejor versión, como lo hizo el liberalismo del
siglo XX, esta tendencia constituye una proyecto de capitalismo dirigido a dinamizar
el mercado de bienes de consumo y relanzar la capacidad adquisitiva social a nivel
internacional. El proyecto de un capitalismo genuinamente liberal en el siglo XXI
tiene propuesta para enfrentar la mundialización de la pobreza, otra vez, no por
filantropía sino por administración estratégica de la lucha global de clases.

21
James W. Russell, “La expropiación capitalista de los ahorros de jubilación en América Latina y EU”, en
Mundo Siglo XXI no. 32, CIECAS, IPN, México, pp. 25-31.

184
Luis Arizmendi

Estado de excepción y crisis epocal

En el choque entre la tendencia neo-autoritaria y la tendencia liberal, sin embargo,


de ninguna manera es casual que, en pleno siglo XXI, desde diversos países, pese a
sus diversas coyunturas políticas, se vaya intentando avanzar en dotar al Ejecutivo de
la capacidad legal para declarar de modo directo, sin mediación del Congreso, Estado
de excepción. En la medida en que define a la modernidad capitalista una situación de
pax, es decir un simulacro de paz que deriva de que la acumulación capitalista des-
pliega violencia económico-anómima de modo permanente o estructural, el Estado de
excepción siempre ha existido como una potencialidad del Estado capitalista si opta
por agregar a aquella otra el ejercicio de violencia político destructiva.
Frecuentemente informal, esto es, factible aunque ilegal y no sólo ilegítima,
la violencia político destructiva la practica el capitalismo violando los códigos
normativos del Derecho mModerno. Ahora la tendencia neoautoritaria está pug-
nando por volver ley la suspensión de leyes y de garantías constitucionales de
los ciudadanos. La violación de la ley económica del valor en la relación capital/
trabajo y su formalización mediante legislaciones jurídicas con contrareformas la-
borales, es llevada más lejos cuando el planetary management, ante la crisis epocal
del capitalismo, evalúa que requiere adelantarse a la marcha de los conflictos en
la lucha global de clases y dotar a los Estados del atributo legal para violar las
leyes constitucionales.
La profunda inestabilidad que propicia la crisis epocal del capitalismo, entrecru-
zando los impactos de la crisis mundial alimentaria, la pobreza global, la acunulación
por desposesión de recursos naturales estratégicos a las naciones periféricas, la mun-
dialización de la sobre-explotación y la crisis ambiental mundializada, constituye el
escenario que empuja por legalizar la ilegal cancelación de garantías. La tendencia
neo-autoritaria pretende convertir al Estado de excepción en un recurso estratégico
para administrar la lucha mundializada de clases en el marco de la crisis epocal del
capitalismo.
En este sentido, el siglo XXI finalmente le está dando la razón a un autor como
Walter Benjamin: el planetary management viene presionando por llevar adelante
la tendencia a hacer del Estado de excepción la regla. Nunca antes en la historia
del capitalismo se había proyectado tan nítidamente el intento por mundializar
la tendencia a volver legal lo que es ilegal: la violación de la ley del valor en la

185
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

relación capital/trabajo y la violación de garantías ciudadanas.22 En el extremo, el


planetary management explora desarrollar la tendencia hacia la mundialización
del Estado de excepción.

Crisis ambiental mundializada, bioderecho y derecho nuclear

Si uno lanza una mirada panorámica al último medio siglo para periodizar la do-
minación del capitalismo sobre la naturaleza, lo que se puede observar es que en la
década de los setenta del siglo pasado emergió un periodo que cabe denominar fase
de depredación anti-funcional pero cínica.
Después de mucho tiempo de saquearla sin sufrir ningún daño relevante por la
devastación generada, la acumulación mundial del capital por primera vez empezó a
recibir –por recordar la expresión de Lovelock– “la venganza de la tierra”. Pese a saber
ya que la crisis ambiental mundializada marcha en el rumbo de un colapso ecológico
cada vez mayor, sin embargo, entrampados en la maximización de sus ganancias
extraordinarias y las rentas, los Estados y los capitales, ante todo, se niegan a asumir
la transición postfosilista, ya que hacerlo acarrearía un enlentecimiento ineludible de
su tasa de acumulación.
La muerte del Protocolo de Kyoto ha puesto al descubierto que, en lugar de un
desacuerdo, en verdad, existe un acuerdo –si se quiere silencioso pero efectivo– al
interior del sistema de Estados: el planetary management del “cambio climático”.
La administración tecnocrático-autoritaria de una voraz e insaciable acumulación de
capital basada en el patrón tecnoenergético fosilista, que no se plantea revertir sino
administrar la multiplicación de los ecodesastres por sobrecalentamiento del orbe y
sus miles o incluso millones de muertos.
Siendo muy radical el carácter esquizoide de este tiempo de transición, la de-
predación capitalista de la naturaleza no se detiene ahí. Todavía ni cierra la fase de
depredación antifuncional pero cínica y ya está impulsando la emergencia de una
nueva fase de domino de la naturaleza: una fase de depredación crecientemente pro-
gramada pero necesariamente inestable. Con ella, a diferencia de las formas previas
de contaminación de la naturaleza que derivaron de una devastación inintencional,
en el siglo XXI tanto el despojo como la devastación de los recursos responden cada

22
Giorgo Agamben, Estado de excepción, Adriana Hidalgo Editora, Argentina, 2003.

186
Luis Arizmendi

vez más a una devastación proyectada y programada. Por más que se formula que con
esta forma de dominación la modernidad capitalista tiene todo bajo control, los múl-
tiples ecodesastres revelan que la situación se le va amenazadoramente de las manos.
En especial son tres las tecnologías que sintetizan la especificidad esquizoide de
esta nueva fase: la ingeniera genética, la geoingeniería y la energía nuclear. Marcadas
por la peculiar e inevitable ambivalencia propia de la modernidad capitalista, justo
sus potencialidades prometeicas, sin dejar de estar ahí, están traicionadas y vencidas
por la legalidad de una dominación devastadora.
La ingeniería genética, que ha dotado a la modernidad de la posibilidad de cruzar las
fronteras entre las diversas formas de la vida y empieza a tocar las puertas del secreto
de la oxidación celular abriendo pronósticos impresionantes de mayor longevidad,23
está siendo usada para fundar monopolios inéditos en la historia del capitalismo: en
lugar de sobre terra nova, es el monopolio de ciertas dimensiones de la naturaleza,
históricamente inaccesibles, lo que el monopolio de la biotecnología moderna está
fundando. Subsumidos realmente bajo las biocorporaciones, 40 mil rasgos genéticos
del genoma humano, lo que equivale al 20% de nuestra constitución, se encuentran
ya apropiados de forma privada. Lo que está en juego es una vía muy peculiar pero
artificial de acumulación por desposesión: fuerzas materiales que pertenecen al ámbito
de la posesión genérica –es decir, que no son propiedad privada de nadie sino pose-
sión del género humano– están siendo, por primera vez, objeto de monopolización
privada capitalista. Este monopolio ineludiblemente artificial, que trata de estatuir
derechos de patentes sobre fuerza materiales genéricas, que no pueden dejar de ser
inmanentes al cuerpo humano, es lo que el Derecho moderno funcional al biopoder
contemporáneo pretende garantizar. Desde hace tres décadas, la Oficina de Patentes
y Marcas de EUA ha otorgado, por lo menos a cuatro mil compañías y universidades,
patentes sobre genes humanos.
Sobre los códigos genéticos de la vida vegetal, las semillas transgénicas responden a
la fundación de una nueva forma de dominación capitalista del campo, de la que deriva
un nuevo tipo de renta. En pleno siglo XXI, pese a todos los pronósticos realizados, el
capitalismo no ha generado la extinción definitiva de los campesinos, precisamente,
porque les deja a ellos el manejo de las tierras más adversas ante la crisis ambiental
mundializada. De ese modo, si la cosecha no se da, ellos corren con los costos, y si la

23
Tom Kirkwood, El fin del envejecimiento, Tusquets, Barcelona, 2000.

187
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

cosecha se realiza el capitalismo biotecnológico intenta imponerles un nuevo tipo de


tributo: el que Armando Bartra denomina la renta de la vida.24 Las biocorporaciones
transnacionales han embestido la producción campesina mediante semillas suicidas.
Diseñadas para durar exclusivamente un ciclo productivo agrícola, de suerte que se le
expropie al campesino la posibilidad de autoproveerse de semillas mediante las semilas
nativas, las semillas suicidas, además de no florecer a menos que se aplique en ellas el
fertilizante creado por la misma biocorporación, tienen que ser adquiridas sin cesar una
y otra vez, integrando una nueva forma de dependencia y subordinación real de la pro-
ducción campesina al capital biotecnológico. Jugando al aprendiz de brujo al especular
con los contraefectos de mediano y largo plazo, tanto sobre los seres humanos como
sobre la naturaleza, la biotecnología moderna atraviesa con una profunda tensión el na-
cimiento que ha propiciado del bioderecho.25 Si el bioderecho opera como un simulacro,
fácilmente convierte la promulgación de leyes de bioseguridad en leyes de bioriesgo.
No establece auténticas econormas, sino nuevas leyes funcionales al planetary mana-
gement de las biocorporaciones. En cambio, si el bioderecho asumiera el desafío que le
está lanzando la subsuncón real capitalista de la ingeniería genética en el siglo XXI, su
principio tendría necesariamente que ser generar nuevos códigos jurídicos sustentados
en la identificación y la unificación del Derecho tanto con la legalidad ecológica del
“cuerpo inorgánico del hombre”, la naturaleza exterior, como con la legalidad cualita-
tiva del valor de uso, esto es, con los fundamentos social-naturales de la vida humana.
Si un auténtico bioderecho enfrenta desafíos que lo bloquean desde el capitalis-
mo biotecnológico del siglo XXI, el nanoderecho se encuentra más aún en germen.
En el mercado mundial contemporáneo ya se encuentran en circulación más de mil
mercancías generadas con nanotecnología sin cumplir con protocolos de seguridad
ecológicamente regulados. Su manipulación de materiales en una escala equivalente
a la millonésima parte de un milímetro trae consigo la ambivalencia que combina
apertura prometeica de fronteras de la materialidad con potenciales ecoriesgos inéditos
para la vida, simplemente porque sin un nanoderecho sustentable la maximización
de las ganancias extraordinarias corporativas no se detendrá ante la emergencia de
nuevas formas de ecoriesgo.

24
Armando Batra, El Capital en su laberinto, De la renta de la tierra a la renta de la vida, Itaca/UACM, México,
2006, pp. 171-178.
25
Fernando Flores Trejo, Bioderecho, Porrúa, México, 2004.

188
Luis Arizmendi

El escenario del siglo XXI es extremadamente complejo debido a que los desa-
fíos que enfrentan el bioderecho y el nanoderecho ante la nueva fase de dominación
capitalista programada pero inestable de la naturaleza, se entrecruzan con los desa-
fíos que emergen de la fase inconclusa de dominación antifuncional pero cínica. La
yuxtaposición de estas dos fases integra un conjunto de retos insólitos pero urgentes
para el Derecho del siglo XXI.
La negativa del capitalismo mundial a disociarse de su patrón tecnoenergético
fosilista ha desembocado en dos líneas de acción histórica que no apuntan más que
a agudizar la crisis ambiental mundializada: la geoingeniería y la energía nuclear.
Regularmente definida de forma demagógica, la geoingeniería constituye una inno-
vación diseñada para manipular el ambiente natural a gran escala no con el objetivo de
contrarrestar sino de administrar los impactos del sobrecalentamiento planetario. La única
vía efectiva pero tardía para apuntar a contrarrestar el sobrecalentamiento del orbe vendría
de asumir aceleradamente la transición energética postfosilista, reestructurar la economía
mundial para dejar atrás la era del petróleo. Pero la geoingeniería nació justo para enlentecer
sobremanera esa transición. Después de especular con que bastaría crear una infraestructura
de protección ante el ascenso del nivel del mar para proteger al Norte de los impactos del
sobrecalentamiento, de modo que el Sur mantendría su vulnerabilidad a los ecodesastres,
las delicadas sequías y, en especial, el fallecimiento de 14 mil ancianos en Francia en el año
2003 demostraron la gravedad de los alcances del sobrecalentamiento sobre los Estados del
Norte y sus poblaciones. Pese a ello, en lugar de ceder, el capitalismo fosilista pasó de asumir
administrar los ecodesastres presuntamente concentrables en el Sur, a asumir administrar
cínicamente los ecodesastres en el orbe empleando la geoingeniería. Apostó a que el potencial
de protestas políticas podrá ser neutralizado haciendo uso de la geoingeniería para evitar la
repetición de fallecimientos en masa por olas de calor en el Norte. La infraestructura costera
y la geoingeniería se volvieron, así, la punta del proyecto del planetary management del
“cambio climático”, que se plantea sin reparos que los heridos y los muertos por ecodesastres
los ponga ante todo el Sur a cambio de que el capitalismo fosilista siga indemne su marcha.
La gravedad de esa tendencia histórica ha hecho que, desde 2010, la ONU haya declarado
una moratoria a los experimentos con geoingeniería, conformando un límite trascendental
pero inestable que la dinámica del planetary management insiste en derribar.26

26
El proyecto para contrarrestar mediante una gigantesca nube volcánica producida a partir de la inyección
de aerosoles azufrados en la estratosfera el punto más acelerado del sobrecalentamiento que desestabiliza

189
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

Mientras la geoingeniería constituye la línea de acción para jutificar no asumir


una transición postfosilista urgente, la energía nuclear constituye una línea de acción
para reemplazar lentamente el petróleo sin poner en cuestión los monopolios de las
corporaciones transnacionales de la energía mundial. Demoliendo la ilusión de que
el control del patrón energético nuclear puede ser perfectamente seguro y garantizable
–ilusión promovida por el lobby nuclear–, Fukushima llegó como la tragedia que cons-
tató el carácter ineludiblemente inestable de la nueva fase de dominación programada
de la naturaleza. Es falso que exista solución al problema de los desechos atómicos.
Un reactor típico de segunda generación genera anualmente de 20 a 30 toneladas de
combustible nuclear quemado. Toneladas que deben ser mantenidas en refrigeración
un quinquenio para disminuir su nivel de radiación con el fin de poder almacenarlas.
Pero para no liberar su radioactividad, los desechos nucleares deben cumplir con una
condición cuya cobertura es prácticamente imposible garantizar: conservarse durante
¡10 mil años! en depósitos secos, libres de filtraciones de agua y de sismos severos.
Como puede verse, Derecho y Energía constituyen el binomio de uno de los de-
safíos más amenazadores de la crisis ambiental mundializada en el siglo XXI.
Ante la geoingeniería y la energía nuclear el Derecho enfrenta la disyuntiva de
admitir la presencia de vacíos normativos funcionales al planetary management del
“cambio climático” o estatuir normas que garanticen el desarrollo de una transción tec-
noenergética postfosilista poniendo por delante criterios firmes de seguridad humana.
Lo que exigiría legislar límites y sanciones ante la geoingeniería. Y generar un Derecho
nuclear que no fuera un simulacro funcional a la transición tecnoenergética atómica
y los monopolios de la producción estratégica de energía en la economía mundial.
Ante el patrón tecnoenergético fosilista, el Derecho del siglo XXI enfrenta la disyun-
tiva entre propulsar el proyecto del planetary management del “cambio climático”, lo
que significa aprobar reformas energéticas funcionales a la dominación transnacional de
los yacimientos estratégicos de petróleo y gas en el Sur, acelerando modalidades cínicas
y autoritarias de acumulación por desposesión con graves impactos para las naciones
periféricas, o garantizar con leyes la soberanía nacional sobre el uso de la renta petrolera

el efecto albedo acarreando un impacto global, el Ártico, podría alterar seriamente el ciclo hidrológico tropical
disminuyendo gravemente las lluvias y desbocando olas de sequía en Asia, África y la Amazonía. Angus
J Ferraro, Eleanor J Highwood and Andrew J Charlton-Perez, “Weakened tropical circulation and reduced
precipitation in response to geoengineering”, Environmental Research Letters, No. 1, Vol 9, 8 de enero, 2014.
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190
Luis Arizmendi

en los Estados del Sur como medio estratégico para el lanzamiento de una transición tec-
noenergética postfosilista plural (no nuclear) y el financiamiento del desarrollo humano.
En la era de la crisis ambiental mundializada, el Derecho encara desafíos que
lo llevan a tener que tomar posición ante la encrucijada ineludible del siglo XXI: el
proyecto del planetary management o proyectos de Estado contrahegemónico capaces
de propulsar modernidades alternativas sustentadas en la ecología, la democracia real
y el respeto a las formas de soberanía o autogestión social.

Conclusiones

El Derecho en el siglo XXI no sólo tiene ante sí la tendencia liberal y la tenden-


cia neo-autoritaria. Existe una tercera tendencia, diferente y contrapuesta a aquellas
dos, una tendencia transcapitalista que, aunque todavía marginal, intenta ofrecer una
alternativa desde abajo y abrirse paso ante la complejidad de los retos que constituye
la crisis epocal del capitalismo.
Contrapuesta a la lectura del Derecho como un conjunto de leyes que simplemente
deben acatarse para duplicar la normatividad abstracta del progresismo esquizoide capi-
talista, leer el Derecho del siglo XXI desde El Capital exige evaluarlo desde la crítica a
la contradicción valor/valor de uso como núcleo de la modernidad capitalista. En otros
términos, hablar del Derecho moderno sustentado en el valor de uso quiere decir que el
Derecho del siglo XXI tendría que posicionar la vida social-natural como su fundamento.
Responder con una estrategia transcapitalista a la crisis mundial alimentaria y la
mundialización de la pobreza, requeriría poner por delante proyectos de Estado y de
Derecho moderno sustentados en la desmercantificación de la fuerza de trabajo y la
seguridad humana. En la medida en que el siglo XXI cuenta con el poder tecnológico
y la capacidad económica para producir alimentos para todos, la crisis alimentaria y el
hambre son tragedias a las que debería cerrarle el paso la promulgación del derecho
humano a la alimentación. Derecho que se vuelve una simulación si no va acompa-
ñado por el establecimiento de instituciones democráticas y una política social que
garanticen indefectiblemente su cumplimiento. En el siglo XXI, la alimentación no
debe depender de que el capitalismo reconozca o desconozca el valor de la fuerza
de trabajo como mercancía económicamente necesaria. Nadie debe estar en peligro de
morir por hambre. La afirmación cualitativa del proceso de reproducción vital
de las naciones, frente y contra el proto-Estado global, es conquistable en el terreno

191
Los retos del Derecho ante la crisis epocal del capitalismo en el siglo XXI

alimentario si se propulsan paralelamente, desde el lado del consumo, leyes que


obliguen formal y realmente al cumplimiento del derecho humano a la alimentación
y, desde el lado de la producción, si ese derecho se garantiza recuperando, con base
en proyectos no de seguridad alimentaria sino de soberanía alimentaria, la capacidad
para autoalimentarse de las naciones. El Derecho del siglo XXI podría garantizar el
derecho a la alimentación sin pasar por la mercantificiación de la fuerza de trabajo.
Incluso, una estrategia transcapitalista promotora de alternativas ante la crisis
epocal del capitalismo podría aprovechar la desmercantificación del derecho al con-
sumo alimentario como ventana de oportunidad para abrir la mirada hacia proyectos
más vastos de desmercantificación del proceso de reproducción social. El proyecto
del Ingreso Ciudadano Universal (ICU) –un ingreso que el Estado estaría obligado
a proporcionar a todos los ciudadanos simplemente por ser ciudadanos, sin condicio-
namiento alguno en función del desempleo, la identidad de género o la edad– abre la
perspectiva para la legislación de derechos con cobertura de múltiples necesidades
humanas, no únicamente la alimentación. En su versión transcapitalista, el ICU podría
invertir la rapport de forces regular de tiempos de crisis: en lugar de cercenamiento
y mutilación del proceso de reproducción social en beneficio de la acumulación
capitalista, conquista de derechos que otorguen protección y seguridad humana para
la reproducción de la vida de las naciones en el tiempo de la crisis epocal del capi-
talismo.27 La desmercantificación estratégica, gradual pero creciente, del proceso de
reproducción social-nacional podría ser convertida en principio guía de un nuevo
horizonte del Derecho en la modernidad.
Junto con la desmercantificación transcapitalista, el ecoderecho que asumiera la
transción postfosilista y la soberanía nacional como binomio indisociable, el derecho
ambiental como medida de protección ante la geoingeniería, un bioderecho genuino,
el nanoderecho y el derecho antinuclear sustentados en principios ecológicos irrenun-
ciables, constituyen varios de los frentes del Derecho moderno ante la crisis epocal
del capitalismo. Repensar desde El Capital el siglo XXI, permitiría vislumbrar que el
Derecho Moderno podría cumplir un papel central en revertir el proyecto del planetary
management para abrir camino a modernidades alternativas.

27
Luis Arizmendi, “Crisis epocal del capitalismo y desmercantificación en el siglo XXI”, ensayo contenido en
libro Horizontes de la vuelta de siglo, CIECAS, IPN, México, 2011, pp. 195-201.

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201
Semblanza

Luis Arizmendi: economista y sociólogo. Director de la revista internacional Mundo


Siglo XXI, del CIECAS, IPN. Ha traducido decenas de ensayos de autores como
Noam Chomsky, Elmar Altvater, György Markus, Peter Townsend, Henry Giroux,
entre muchos otros.
Ha sido invitado a impartir conferencias magistrales e internacionales, entre otras,
por la Universidad de Bharathidasan en India, la Universidad de Barcelona en España,
la Universidad Nacional Experimental de Guayana y la Universidad Bolivariana en
Venezuela, la Universidad Mayor de San Simón en Bolivia, FLACSO y la Universi-
dad Central en Ecuador, la ESAP en Colombia y múltiples universidades y centros
de investigación en México.
Cuenta con publicaciones en ocho países: EUA, Inglaterra, España, Argentina,
Bolivia, México, Venezuela y Ecuador.
Recientemente publicó como coordinador el libro Bolívar Echeverría: Trascendencia
e Impacto para América Latina en el Siglo XXI (IAEN, Ecuador, 2014)). Libro que fue
reeditado internacionalmente en México por la Universidad Autónoma de Querétaro
(UAQ/IAEN, México, 2015), y que FLACSO ANDES ha subido a su repositorio digital
para América Latina (http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/54314.pdf).
A fines de 2014 publicó, en Reino Unido, “Latin America in the framework of
the epocal crisis of capitalism”, en la obra coordinada por Berch Berberoglu, The
Global Capitalist Crisis and Its Aftermath (publicada por Ashgate), en el que escri-
ben intelectuales de Europa, Asia y América, entre ellos autores como James Petras.
A principios de 2016 se publicó su ensayo “Baroque modernity and peasant
poverty” en el libro Peasant Poverty and Persistence in the 21st Century, Theories,
Debates, Realities and Policies, coordinado por Julio Boltvinik y Susan Archerman,
prologado por Meghnad Desai, obra fue publicada por otra editorial inglesa: Zed Book.
Publicó en España “Bolívar Echeverría: la aventura de la Teoría Crítica al Barro-
quismo”, en la Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo (Universidad
Santiago de Compostela, España, 2014), en Bolivia, “Los desafíos de las ciudades
latinoamericanas en la vuelta de siglo”, revista Búsqueda no. 39, Universidad Mayor
de San Simón, Bolivia, 2012.

203
Semblanza

Es coordinador de los libros Crisis Global y Encrucijadas Civilizatorias (Funda-


ción Heberto Castillo, México, 2014), en el que escriben intelectuales como Víctor
Flores Oléa o John Saxe Fernández, y Horizontes de la vuelta de siglo (CIECAS-IPN,
México, 2011), en el que escriben autores como Immanuel Wallerstein, Giovanni
Arrighi y Michel Chossudovsky.
Es coautor de los libros A cien años de La acumulación de capital de Rosa Luxem-
burgo (BUAP/CLACSO, México, 2014); Nuestra América y EU: Desafíos del Siglo
XXI (Centro Internacional de Información Estratégica y Prospectiva de la Universidad
Nacional de La Plata, Argentina, 2013); Los Grandes Problemas Nacionales (Armando
Bartra coordinador, Itaca, México, 2013); Para comprender la crisis capitalista mun-
dial actual (Fundación Heberto Castillo, México, 2012); Bolívar Echeverría: crítica
e interpretación (UNAM, México, 2012); Reflexiones del desarrollo local sostenible
(UAM, México, 2011); Pobreza: concepciones, medición y programas (Instituto de
Investigaciones Económicas, UNAM, México, 2010); entre otros.
Miembro del Consejo de Arbitraje de revistas como Problemas del Desarrollo del
Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y Mexican Studies.
Ha sido entrevistado en televisión, radio y prensa en Ecuador, Venezuela, Bolivia y
México. En Ecuador lo entrevistó el programa Palabras Sueltas, junio, 2011 (https://
www.youtube.com/watch?v=7uRMPhxhYmQ). Un fragmento de su intervención
en la Asamblea Nacional en Quito, en noviembre de 2013, puede verse en: https://
www.youtube.com/watch?v=OqJI1BnFf2c. En Ecuador, el Centro Internacional de
Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL), en enero
2015 filmó y difunde internacionalmente sus conferencias “El barroquismo como
fundamento del ethos y la modernidad en América Latina” (https://www.youtube.com/
watch?v=3qBEpIEYe_g); “Capitalismo necropolítico y estados contrahegemónicos”
(https://www.youtube.com/watch?v=OFhvJx15O9Q); y “Modernidad, capitalismo
y estado autoritario” (https://www.youtube.com/watch?v=pmlUSFTxrSQ). En Ve-
nezuela se filmó para la Universidad Bolivariana en 2010 su exposición "La Teoría
de la Crisis como Fundamento de la Estructura Lógica de El Capital" (https://www.
youtube.com/watch?v=L9GeYC403SE). Pueden verse análisis de sus reflexiones
en Julio Boltvinik, “Pobreza y persistencia del campesinado”, La Jornada, 27 de
agosto de 2010 (http://www.jornada.unam.mx/2010/08/27/index.php?section=opini
on&article=034o1eco&partner=rss); o la entrevista que le realizó la revista CartoN
de Piedra en: http://www.telegrafo.com.ec/cultura/carton-piedra/item/interpretacion-
del-pensamiento-de-bolivar-echeverreia-por-luis-arizmendi.html

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