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Andrés Ordoñez Síntesis Razón y Fe Joaquín Silva

Edilberto Becerra Teología fundamental Fernando Verdugo


David Forero
Síntesis del tema: Fe y Razón
“Todo el que cree, piensa. No sólo piensa creyendo, sino también cree pensando”
San Agustín
Introducción
La pregunta central de este capítulo versa sobre la relación entre la fe y la razón en la
realidad del acto creyente. Hemos definido la fe como respuesta libre del hombre al
acontecimiento de la revelación de Dios al ser humano en la historia. Ahora bien, la fe en cuanto
acto humano tiene una racionalidad, es decir, hay racionalidad en el asentimiento de la fe a la
revelación de Dios. Partimos de la afirmación que no existe oposición entre fe y razón porque
ambos constituyen un fenómeno humano. No hay confusión ni mezcla entre ellas siguiendo el
paradigma de Calcedonia en analogía con la unión hipostática de las naturalezas humana y divina
en Cristo. Por ello, Agustín define el creer como el pensar con asentimiento. No obstante, el
problema que se plantea aquí reside en que se afirman dos cosas difícilmente compaginables a
primera vista. Por un lado, la fe supera totalmente la capacidad humana; así, la fe no es “ex
ratione” (a partir de la razón), no brota como acto propio de la razón. Por otro lado, la fe no es
“sine ratione” (sin razón), porque no va contra la razón, sino que es un obsequio conforme a la
razón (Dei Filius: “obsequium rationi consentaneum”). Luego, si el acto de fe, en cuanto acto
humano y personal, es libre y razonable, debe haber razones para creer. Sin estas razones, el acto
de fe es mero fideísmo. Y del mismo modo, estas razones para dar el asentimiento de fe no pueden
constituir una demostración evidente, porque en ese caso estaríamos concibiendo la fe a la manera
del racionalismo. Luego, la problemática de la relación entre la fe y la razón puede resumirse en
dos preguntas: ¿Puede existir entre ellas armonía? O ¿Son antagónicas? Estas son las preguntas
de base a las que la encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II dará respuesta.

1. Dos modelos antropológicos


Ante las anteriores preguntas existen dos modelos con perspectivas extremas:
 Modelo racionalista - “Cogito…ergo sum” de Descartes: Se enfatiza en el imperio de la razón
basada en la relación causa-efecto por la que se identifican leyes y se procede a la acción
buscando manipular el entorno gracias al conocimiento adquirido por dichas leyes. Sólo existe
lo demostrable a partir de hechos verificables.
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 Modelo sentimentalista-emocional “siento… ergo sum”: enfatiza en el imperio de la emoción,
de los sentimientos, es decir, solo existe aquello que se siente, es relativo al sujeto, a su
subjetividad.
Al situarnos en una de estas dos perspectivas el antagonismo entre la razón y la fe parece
inevitable. En efecto, el imperio de la razón niega toda emoción; y contrariamente, el imperio de
la emoción se aleja de la razón ¿Qué decimos de esto? O ¿Hacia qué perspectiva o imperio nos
inclinamos? Ante esta situación, la encíclica Fides et Ratio del papa Juan Pablo II buscará el
punto medio entre ambos y evitando acentuar alguno de estos dos aspectos.

2. Fides et Ratio de Juan Pablo II: recorrido histórico


Esta encíclica cuyo fin es mostrar que no existe antagonismo entre la fe y la razón parte
haciendo un recorrido histórico de dicha relación. Así, lejos de una contraposición entre creer y
saber, que hace del primero un saber inseguro, en la Biblia la fe aparece como el fundamento.
Mientras en el AT se proclama la confianza por ser el pueblo elegido y la esperanza en las acciones
de Dios, en el NT se trata de creer en lo que Dios ya ha realizado y manifestado en Cristo Jesús
que anticipa la plenitud escatológica: “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena
certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11, 1). El judeocristianismo que cree Dios confía
en la razón humana y no teme ser juzgado por ella al momento de intentar dar razón de su
esperanza. De esto da cuenta san Pablo en el Areópago (Hch 17-18) en su diálogo con los
epicúreos y los estoicos, al promover el diálogo con la cultura de su tiempo movido por la
evangelización. De esto se deduce que desde un principio, en el cristianismo, el diálogo entre la
fe y la razón tiene por objetivo la evangelización, la búsqueda de las semillas del Logos en la
cultura para hacerlas germinar. Se intenta mostrar a la Revelación como una propuesta de sentido
creíble que la razón desde siempre busca, y por ello, Pablo recurre al altar del Dios desconocido
para hacerse comprender por los atenienses. Asimismo, Pablo realiza una crítica a la filosofía pues
esta debe ser una búsqueda autentica de la humanidad y no debe cerrase sobre sí misma, ni tener
al hombre como fin en sí mismo, aún menos pertenecer a una élite y pretender que la salvación
llega por la adquisición de un conocimiento. Esta crítica la hace contra el gnosticismo. Por su
parte, san Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre dispuestos a dar respuesta (apología) a
quien le pidiera el logos (la razón) de su fe (cf. 1 P 3, 15). San Juan no teme identificar al Cristo
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con el logos y abre un camino que recorrerán los Padres, que de distintas maneras identificarán la
sabiduría bíblica y la filosofía griega, en la figura del logos.
Los padres de la Iglesia se esforzaran en hacer comprensible el Evangelio en la cultura
grecorromana adecuando su lenguaje con las categorías de pensamiento de la filosofía para poder
dialogar con este mundo. Justino a este respecto será ejemplar y ve en la fe cristiana la verdadera
filosofía y en la filosofía a los precursores del cristianismo. Esto significaba que la fe bíblica debía
entrar en discusión y en relación con la cultura griega y aprender a reconocer mediante la
interpretación la línea de distinción, pero también el contacto y la afinidad entre ellos en la única
razón dada por Dios. Toda la historia del cristianismo da testimonio de esta apropiación de la
racionalidad filosófica, en un esfuerzo permanente de traducción al lenguaje de los cada vez
nuevos destinatarios de la Buena Nueva. Así, por ejemplo, Clemente de Alejandría cuyo discípulo
más conocido es Orígenes, dirá que la filosofía es una propedéutica para el Evangelio así como
lo fueron los profetas quienes pre-anunciaron la venida de Cristo. San Agustín, el maestro
indiscutible del Alto Medioevo, considera que una fe no pensada es una fe muerta y estima que el
conocimiento del hombre y el de Dios son convergentes, pues la propia interioridad, la
subjetividad es el lugar por excelencia para conocer a Dios.
Por su parte Anselmo, en la Escolástica, como buen discípulo de Agustín, proclama
el Fides quaerens intellectum: la fe que busca su inteligencia. Las palabras de Anselmo en
el Proslogión se han convertido en una carta magna respecto de la convergencia armónica entre
fe y razón: “No busco comprender para creer, sino que creo primero, para esforzarme luego en
comprender. Porque creo una cosa: si no empiezo por creer, no comprenderé jamás”. Se entiende
así la teología como el Intellectus Fidei que intenta mostrar el carácter razonable de la fe. Pero la
razón encuentra lo que la fe ya sabe; el raciocinio vale para ayudar a descubrir la verdad, no para
determinarla. La fe, don de Dios que la Palabra revelada suscita, debe ser asumida racionalmente
para que sea humana. El esfuerzo por inteligir no elimina la contemplación sino que la supone.
En el siglo XIII, Santo Tomás define la fe como el Habitus Mentis por medio del cual se incoa la
vida eterna en nosotros. Por tanto, la respuesta libre a la Revelación radica en un hábito del
entendimiento que le lleva a contemplar aquello que por su naturaleza no puede ver por medio de
la Gracia. Con Tomás las diferencias entre fe y razón son claramente ordenadas en relación a la
unidad y totalidad de la verdad, pues, la verdad no puede contradecir a la verdad.
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Con la llegada de la modernidad, el desarrollo de las ciencias y la reivindicación de
autonomía del mundo moderno, se da una escisión entre fe y razón. En efecto, por una parte, se
produce una desmesurada confianza en la razón reivindicando para ella sola el acceso exclusivo
a la verdad. Esto es lo que conocemos como racionalismo. Así, el racionalismo es una concepción
que considera que la razón puede o debe fundamentar la fe, y que hay que demostrar su verdad
con argumentos de razón o al menos hacerla plausible ahora que la verdad de la fe solo puede ser
reconocida por la fe. La reacción defensiva de la Iglesia condujo al fideísmo que sostiene que la
fe no puede ni necesita justificarse ante la razón. No obstante, la fe debe ser examinada por la
razón para eliminar de ella lo que la contradiga puesto que toda objeción contra la fe de parte de
la razón se refuta en el mismo campo de la razón. Esta contraposición entre fe y razón llegó hasta
el siglo XIX radicalizándose en la batalla entre tradicionalismo radical (asociado con fideísmo
pues desconfía igualmente de las capacidades de la razón para llegar a conocer a Dios) y
racionalismo ontológico (atribuye a la razón natural lo que es cognoscible sólo a la luz de la fe),
donde uno y otro se niegan recíprocamente.
Para responder a esta situación se realiza el concilio vaticano I (1869-1870) con
constitución dogmática Dei Filius publicada en 1870, la cual, a propósito de la Revelación
insistirá en que el hombre a partir de las cosas creadas, por la razón natural, puede conocer a Dios.
Parte reconociendo la existencia de un doble orden de conocimiento que se distingue por su
principio y por su objeto: el principio del uno es la razón natural mientras que del otro es la fe. En
cuanto al objeto, distingue aquello que puede ser alcanzado por la razón natural de aquello que ha
sido divinamente revelado (DH 3015). Afirma que la comprensión que la razón puede hacer de
los misterios es por analogía entis y por conexión entre verdades pero está limitada en cuanto a la
penetración de los misterios para lo que sería iluminada por la luz de la fe (DH 3016). Del mismo
modo, asegura que no puede haber contradicción real entre fe y razón “nulla vera dissensio” pues
tanto la una como la otra proceden de Dios y Dios no se contradice a sí mismo. El Dios que se
revela es el mismo que dota al hombre de razón (DH 3017). Y puesto que no hay separación entre
las dos existe entre ellas una mutua colaboración: la razón aporta la demostración de los
fundamentos de la fe (teología fundamental) y lo propio de la fe es proteger y liberar de los errores
(DH 3019). Sin embargo hay un primado de la fe sobre la razón aunque cada una es autónoma en
su territorio. Por tanto el depósito confiado a la Iglesia no es un conocimiento filosófico por lo
que los contenidos de la fe no son susceptibles de ser cambiados (DH 3020). Esto último será
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criticado pues si bien los principios de fe y las verdades reveladas no se pueden cambiar si pueden
ser reformuladas para hacerlas comprensibles a los hombres de cada época.
3. La Fides et Ratio (Juan Pablo II – 1998)
“La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad”. Así comienza la Encíclica Fides et ratio vinculándose con la
enseñanza del Vaticano II en Dei Verbum: “Por medio de la revelación Dios quiso manifestarse
a Sí mismo y sus planes de salvar al hombre, para que el hombre “se haga partícipe de los bienes
divinos, que superan totalmente la inteligencia humana” (DV 6). Indicado el camino de la
revelación, el Vaticano II señala el camino de la razón citando al Vaticano I: “el hombre puede
conocer ciertamente a Dios con la razón natural, por medio de las cosas creadas (cf. Rom 1,20);
y enseña respecto de dicha revelación, que todos los hombres, en la condición presente de la
humanidad, pueden conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error las realidades divinas
que en sí no son inaccesibles a la razón humana” (DV 6). La verdad alcanzada a través de la
reflexión filosófica o de las disciplinas científicas no se confunde ni se contradice, sino que se
enriquece con la verdad que proviene de la revelación reconociendo como la Dei Filius un doble
orden de conocimiento (DH 3015).
El reconocimiento de una diferencia no implica ningún dualismo, o contraposición entre
fe y razón, ni en el plano epistemológico oponiendo fe y conocimiento, ni en el plano ontológico
abogando por dos realidades separadas. La fe y la razón se miden frente a la verdad y la verdad
es una sola, si bien hay aspectos de ella, de los que solo sabemos por la fe, gracias a que Dios nos
los ha revelado (Fides et ratio 16-17). La contradicción comienza cuando una y otra no respetan
sus respectivos ámbitos de competencia. Racionalismo y fideísmo son la clara expresión de la
desmesura de una y otra. Ambos equívocos se superan al afirmar que la fe necesita la razón. Muy
lejos de ser un enemiga de la fe o algo de lo que la fe pudiera prescindir, la razón es una ayuda
para la fe. Pero no la necesita para que sea su fundamento: la fe se fundamenta a sí misma, pues
se basa en la Palabra de Dios. No la necesita para que la pruebe o la demuestre: es Dios mismo
que se muestra, que se auto-comunica en la revelación. La fe es acogida por la comunicación de
Dios: el mensaje cristiano se hace inteligible por sí mismo; la fe solo puede explicarse ella misma.
Por lo tanto no se puede probar la fe a fuerza de razones, no se la puede encuadrar en el marco de
la razón, no se la puede subordinar, como si su fundamentación dependiera de nuestros
razonamientos. De la afirmación racional de que Dios es creador del mundo y todopoderoso no
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es posible deducir la posibilidad de la comunión con él. Ello depende de Dios mismo, de su amor
gratuito y libre.
La fe necesita de la razón, no como su fundamento, sino con la función negativa de ser un
filtro para fe. La razón es una ayuda imprescindible, pues nos ayuda a filtrar la fe de supersticiones
y a purificarla de irracionalidades. El mensaje cristiano quiere y debe ser examinado por la razón,
pues no se debe creer nada que contradiga la razón en su autonomía: la autonomía de la realidad
creada no se interrumpe ni se quebranta en ninguna parte por la comunión con Dios. En resumen
la fe no se fundamenta en la razón, pero si puede ser examinada por ella. La revelación de Dios
en la que se basa, no es demostrable a partir del mundo; es reconocible solo desde la fe. Por lo
tanto ninguna afirmación de la razón puede amenazar la fe. Es decir, para Juan Pablo II la razón
ayuda a purificar la fe de concepciones mágicas, como la fe ayuda a la razón a trascender sus
límites. En esta misma línea, hay dos ayudas más que la razón dispensa a la fe: le ofrece algunos
presupuestos y le ayuda a pensar, dar unidad y coherencia al conjunto del misterio cristiano.

4. Las Propuestas para superar el antagonismo


Después del recorrido histórico de la relación entre fe y razón, el Papa Juan Pablo procede
a hacer algunas propuestas para superar todo antagonismo recordando antes los problemas
actuales que minan dicha relación:
a) Una antropología cerrada a la trascendencia, centrada en el hombre como fin de sí mismo. Es
lo que habría llevado el siglo XX a la proliferación de sistemas totalitarios.
b) Variadas formas de agnosticismo y relativismo que ponen en duda la posibilidad de una verdad
objetiva y absoluta conduciendo a la humanidad a un escepticismo generalizado.
c) El un nihilismo que con su horizonte de la nada conduce al sinsentido.
Frente a este contexto, Juan Pablo propone:
 El reconocer que en el corazón del hombre está el deseo de la Verdad que se puede traducir
por el deseo de absoluto así como por la búsqueda de sentido. A pesar de las distorsiones que
puedan existir, el hombre tiene conciencia que nunca podría fundar la propia vida sobre la
duda, la incertidumbre o la mentira; tal existencia estaría continuamente amenazada por el
miedo y la angustia. Se puede definir, pues, al hombre como aquél que busca la verdad. Esta
pregunta aparece en relación al ser, al sentido, a la felicidad, a lo bueno, a lo bello.
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 Tener apertura a otras tradiciones culturales. Se trata de reconocer lo que en estas culturas es
y ha sido una indagación legítima por la verdad. Hay tres criterios en FR 72 para esa apertura:
(1) proclamar y defender la universalidad del espíritu humano cuyas exigencias fundamentales
son idénticas en las culturas más diversas; (2) no olvidar lo adquirido gracias a la inculturación
en el pensamiento grecolatino; (3) No hacer que la reivindicación de lo especifico y original
produzca el encerramiento en sí y la oposición a otras tradiciones, lo cual sería contrario a la
naturaleza misma del espíritu humano.
 Aceptar que toda “diaconía de la verdad” comporta una clara conciencia de que no se está en
posesión de la verdad total. La verdad que se ha alcanzado, afirma el Papa, es sólo una etapa
hacia aquella verdad total que se manifestará en la revelación última de Dios.
 Valorar positivamente la filosofía. La filosofía, la considera el Papa, como una de las tareas
más nobles de la humanidad puesto que busca hacer cada vez más digna la existencia personal;
es un camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre; y es
la ayuda indispensable para profundizar en la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del
Evangelio a cuantos aun no lo conocen.
 Reconocer la importancia de la misión de la Teología Fundamental (Fides et Ratio n°67): La
teología fundamental tiene por misión esencias: dar razón de la fe y la esperanza (1 Pedro
3,15). Como disciplina a parte entera, ella debe justificar y explicitar la relación entre la fe y
la reflexión filosófica así como estudiar la revelación y su credibilidad para demostrar cómo
en la razón de algún modo emergen las verdades que la revelación explicita, sin menoscabar
su propia autonomía.

Conclusión
Es, de este modo, ilusorio pensar que la fe, ante una razón débil, tenga mayor fuerza puesto
que corre el riego de ser reducida a mito o superstición. Y asimismo, una razón que no tenga ante
sí una fe adulta no se siente motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del ser.
Andrés Ordoñez Síntesis Razón y Fe Joaquín Silva
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David Forero
Tema: Fe y razón

Alumnos/as: Andrés Ordoñez, Edilberto Becerra, David Forero

Título del trabajo:


Aspectos de forma (30%)
¿Se ha cumplido con cuestiones formales (tamaño hoja, espaciado, etc.)? (10%) 7,0
¿El uso de citas y notas es adecuado (cantidad, calidad, forma)? (70%) 6,0
¿La estructura del texto es la del Temario? (20%) 7,0
Nota Aspectos de forma = 6,3
Aspectos de fondo (70%)
Calidad de la síntesis (precisión, comprensión, relevancia, ordenamiento…) (70%) 6,8
Pertinencia y calidad de la reflexión final (profundización, relaciones, 5,0
perspectivas…) (30%)
Nota aspectos de fondo = 6,3
Nota síntesis = 6,3

Comentarios:
- Las citas de documentos magisteriales se realizan a pie de página
siguiendo la norma Chicago-Deusto.
- La comprensión del racionalismo que subyace en la síntesis no es del
todo correcta.
- En la conclusión no se realiza una profundización del tema tratado ni se
trazan perspectivas para el mismo.

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