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LA CIUDAD DE DIOS

" LA VIDA Y LA EVOLUCION DE LOS ESPIRITUS


EN LOS PLANOS ASTRALES"

BLAS HERNANDEZ O.
M. S. T.

Tomo 1

PRIMERA EDICION
BUCARAMANGA
1930
La Ciudad de Dios

La Ciudad de Dios
Primera copia por computador, Noviembre 15 de 2001
Segunda copia por computador, Agosto 24 de 2016
Cúcuta. Norte de Santander, Colombia

 Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, ni la transmisión de


ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por
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Diagramación
Ana Villamizar Vera

Corrección y estilo
Rafael E. Hurtado Mantilla

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

PROLOGO

S
on varias las clases de investigadores que se han consagrado a la ciencia
del Espiritismo y se hace necesaria su determinación para que los
hombres de estudio puedan entrar en esa legión de volúmenes que hoy
existen sobre el asunto, sin exponerse a creer que nada hay allí estructurado en
materia filosófica y que todo se concreta a una selva de contradicciones y de
oscuridades.

La primera clase de investigadores es la de los curiosos, quienes van movidos


por la fama abracadabrante con que el vulgo pseudocientífico y los ignorantes
a toda prueba, fanatizados por ideas sectarias, rodean los fenómenos
espiritistas. Esta clase de investigadores, provistos de los más simples
formularios para obtener la asistencia y comunicación con los desencarnados,
se dedican a la obra de interrogar entidades sin método ni propósito definido
y sin preocuparse, siquiera remotamente, de averiguar el grado de conciencia o
evolución que pueda tener su comunicante de ultratumba. Y así ocurre que,
presentes entidades inferiores, que apenas están desarrollando las facultades
intelectivas de primer grado, se ven acosadas por el experimentador para
absolver cuestiones en las cuales jamas han pensado: el origen del bien y del
mal: los modos de cumplirse la ley de justicia: la verdad o el error de los
dogmas y los ritos religiosos, y muchos otros problemas tan agudos como
éstos, a los cuales contestan las entidades de modo absurdo u oscuro para salir
del paso y conservar el prestigio de que se han rodeado. Víctimas de su misma
ignorancia, esta clase de investigadores ha caído en tan grandes
equivocaciones, que mejor encaminados estarían en cualquiera de los cultos
religiosos que Guían en el mundo las grandes masas de almas primitivas, ya
fuera ese culto el más atrasado de la Tierra. Estos divulgadores del espiritismo
le causan más daño que sus más encarnizados detractores, ya que lo exhiben
como seguro sendero de extravío mental o como una antesala del manicomio.

Lo que podemos llamar segunda clase va al Espiritismo saturada de ideas


materialistas y busca sólo la producción de fenómenos, especialmente los de
ectoplámia, que solamente se efectúan por entidades de orden inferior y
excepcionalmente por espíritus de mediano desarrollo cuando la gran
competencia científica del experimentador hace trascendentales sus
declaraciones para los fines ocultos de la evolución de los pueblos. Tal, por
ejemplo, el caso de Crookes, tan conocido en el mundo científico. Esta clase
de centros de revelación espiritista no toca casi los asuntos supraterrenos y es

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inútil pretender de ellos otra cosa que la comprobación de la presencia, en las


sesiones, de inteligencias desencarnadas que tienen entre sus poderes el de
mostrarnos aspectos desconocidos de obrar de las fuerzas elementales de la
naturaleza. Sin embargo, mirando este aporte científico desde su propio radio,
el ha operado el milagro de romper el hielo dogmático de los credos
materialistas, que desde las sedes de los laboratorios y de los gabinetes,
pretendían sumir el mundo en una barbarie más lamentable que todos los
oscurantismos de las religiones absolutistas. Gracias a estos pacientes
investigadores, de nervios bien templados y de gran amor a la Verdad, se
puede decir que el materialismo fue herido de muerte y para siempre.

La tercera clase está formada, según nuestra división, por investigadores que,
después de una larga preparación científica y filosófica, van a buscar en las
mismas fuentes de lo suprasensible el secreto de la vida que perdura en el seno
de la eternidad a través de la destrucción de las formas materiales a las que
nuestro criterio, tan limitado actualmente, da el terrible nombre de muerte.

En las sesiones de estos Centros, el instrumento de comunicación e un ser


humano, dotado de especiales condiciones psíquicas y materiales, llamado
Médium en la terminología de esta ciencia y que, sumido su cuerpo en sueño
profundo, deja libre el espíritu que, revestido de sus cuerpos sutiles llamados
generalmente Periespíritu, palabra que los suma y los compendia todos, se
coloca en disposiciones convenientes para entrar en comunicación directa con
las entidades desencarnadas, entidades que, como en la presente obra, toman
para sí el nombre muy significativo y plenamente justificado de Guías.

Estos Guías, verdaderos enviados de los altos mundos del espíritu, trasladan el
Médium a los lugares mismos donde deben dictar sus enseñanzas y allí,
haciéndole ver con los puros ojos interiores y percibir directamente con la
conciencia desembarazada de los velos físicos, recorre con él los planos astrales
donde habitan la mayor parte de los espíritus sometidos todavía a la prueba de
la reencarnación; le hace hablar con ellos, escuchar de sus propias conciencias
la narración de sus estudios y experiencias en esos lejanos mundos, de sus
penas y de sus esperanzas y alegrías para que conozca directamente las
distintas gradaciones de la evolución y después pueda deducir, por modo
lógico, como obra la Gran Ley de la causa y el efecto, llamada por los grandes
instructores de la Teosofía la ley del Karma.

LA CIUDAD DE DIOS es una obra producto de esta última clase de


investigaciones y nos atrevemos a asegurar que entre las obras de Espiritismo

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elevado, publicadas en los últimos tiempos, supera a todas ellas en la


revelación más completa y más gráfica de la vida astral y se remonta mucho
más allá de esta región hasta aquella otra, sutilísima, donde ya no tienen cabida
las vibraciones de la pasión humana: las regiones del mental, denominadas en
esta obra "El Plano Blanco".

Teniendo en consideración que la mayoría de los lectores a quienes va


destinada esta obra están muy poco familiarizados con tales estudios e
ignoran, por consiguiente, lo que nosotros entendemos por planos y a que clase
de éstos denominamos astral, creemos oportuno darles la explicación que trae
una importante obra de Yogui Ramacharaka, filósofo hindú muy conocido ya
en el occidente europeo y que de modo claro y científico, ilustrará al lector
sobre asunto tan capital: (1)

"El termino astral significa algo que se relaciona con los astros y que se
empleo primitivamente en ocultismo, en virtud de la idea muy común
entonces en la especie humana, de que "el otro lado" se encuentra arriba, en el
cielo, entre las nubes, en la región de los astros que percibimos. Todavía en
nuestros días, en que la idea del cielo como un lugar determinado ha
desaparecido de la mente de las personas ilustradas, nos parece
completamente natural elevar la vista cuando hablamos del cielo de los justos
o señalar hacia arriba para indicar la residencia de los bienaventurados. Es
muy difícil sustraerse a los conceptos arraigados desde hace siglos en la
especie humana aún sabiendo, como actualmente, que en el Universo no
existe ni el arriba ni el abajo. Por esta razón ha persistido la palabra astral en la
terminología ocultista.

" El plano astral se compone de numerosos planos y subplanos que coinciden


en escala gradual desde los planos superiores materiales a los inferiores
espirituales. Entre estos dos extremos se encuentra una gran variedad de
fenómenos y de fases de existencia. En los grados más bajos de la vida astral
se manifiestan las actividades psíquicas que conocemos como clarividencia,
clariudiencia, telepatía, psicometría, etc.

"Algunas de las regiones inferiores del mundo astral son dañinas y muy poco
agradables, procurando los ocultistas experimentados no tener nada que ver
con ellas y aconsejando a los principiantes que las eviten como se evitan los
lugares pantanosos y productores de fiebres en el mundo material. Muchas
personas se han ocasionado gran daño intentando penetrar en esas regiones
sin un completo conocimiento de su naturaleza, habiendo arruinado su salud y

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trastornado su inteligencia por haberse tontamente puesto en condiciones de


entrar en contacto con esos bajos planos psíquicos.

"Algunos de esos subplanos están llenos de formas astrales de seres humanos


desencarnados, cuyos principios más elevados se encuentran todavía unidos al
cuerpo astral y que están en cierto modo ligados a la vida terrestre por su
atracción hacia las cosas materiales; allí se encuentra la escoria de los que
murieron sin ningún deseo de una existencia superior, siendo lamentable que
personas que se hubieran apartado de esas almas cuando estaban todavía en la
carne, sin embargo sostengan ahora con ellas comunicaciones psíquicas.

" Conforme se asciende gradualmente en la serie de los planos van quedando


atrás esas entidades y se entra en el reino de las almas desencarnadas que
alcanzaron una más alta espiritualidad: hasta que, subiendo todavía más, se
llega a la esfera bendita en que temporalmente residen las almas de un gran
desarrollo espiritual, lugares llamados "cielos" que cada religión define según
su credo y tradición".

Con las anteriores explicaciones que el filósofo hindú da sobre los planos
astrales y sobre la categoría de los espíritus que los habitan, ya podemos
nosotros entrar en algunas aclaraciones sobre las denominaciones que toman
dichos planos y subplanos en nuestra obra y que, de ninguna manera, se
apartan de las enseñanzas teosóficas que aconsejamos de antemano a todos
los que quieran progresar en el conocimiento de los mundos espirituales sin
tener que atravesar el portal de las evocaciones que, como dejamos ya
expresado, entraña graves peligros para los incautos que pretenden hallarlo
sin la necesaria preparación espiritual y científica.

En nuestra obra, la región inferior astral, donde residen las entidades


desencarnadas que apenas empiezan la etapa de la evolución de la conciencia
humana, toma el nombre de plano rojo, debido a que la envoltura de materia
que llevan tales espíritus adquiere, por vibraciones de la luz astral (2) que
ilumina el plano, un color definido rojo - sangre. No se distinguen en esta
vasta región los subplanos o gradaciones que veremos en los otros, no porque
en realidad no los haya, sino porque marcan tan escasas diferencias, que el
Guía no creyó oportuno entrar en dicha clasificación. Los habitantes de este
plano tienen, como único camino para continuar su perfeccionamiento, la
reencarnación. Y no se vaya a creer que ésta es para ellos una dura prueba,
pues atados por el recuerdo de los placeres que les proporcionó su estancia en
el cuerpo humano, anhelan fuertemente tomar otro para repetir sus

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experiencias. Son estas entidades las que por su mayor proximidad a nuestro
mundo, ocurren presurosas a los centros de evocaciones, se proponen
divertirse con los cándidos que las buscan y para complacerlos y
entusiasmarlos, se entregan a remembranzas de sus pasadas encarnaciones
disipadas en el torbellino de los desenfrenados instintos, remembranzas que
forman en aquellos centros de curiosidad un ambiente divertido y que, mientras
más realistas sean, mayor prueba de identidad constituyen para los
investigadores. A estas entidades se deben los fenómenos de
materializaciones, raps, levitaciones, aportes, en fin, todo el mundo
fenoménico del espiritismo que constituye la trama desazonadora de todas las
narraciones de que han hecho arma de combate los enemigos del
espiritualismo moderno para negar toda posibilidad, por estas vías, de una
revelación alta de las verdades suprahumanas. Para los habitantes del plano rojo
la producción de los fenómenos antedichos se facilita mucho porque la
diferencia vibratoria de su cuerpo sutil con nuestro medio físico, les permite
una pronta adaptación, por descenso a éste, hasta hacerse visibles a los ojos
humanos.

Este plano está separado por un espacio o subplano de interpretación de su


inmediato superior el plano gris, según se le llama en nuestra obra. La categoría
de los espíritus que lo pueblan merece que se inicie con ellos el nombre de
evolucionados porque, aún cuando víctimas todavía de las atracciones del
mundo físico, sus pasiones empiezan ya a depurarse. Hay en ellos egoísmo,
envidia, odio, amor sensual, apego a las formas perecederas, pero estas
pasiones ya no revisten allí la crudeza primitiva del primer plano. En el
egoísmo del gris aparecen ya los campos de conocimiento del yo superior; en
su envidia, modalidades de la emulación por el conocimiento; en su amor,
rasgos que marcan una tendencia hacia la fraternidad, pero como queda dicho,
apenas son débiles demostraciones en la mayoría.

Aquí, al entrar en estas regiones del astral a las que nosotros damos el nombre
de Planos de Evolución, es necesario que los teósofos nos comprendan bien, ya
que a primera vista parece que nos apartamos de las clasificaciones que su
filosofía hace de las divisiones de este gran plano. En teosofía estamos
acostumbrados a encontrar el término astral denotando un solo plano,
dividido en siete subplanos, y en esta obra, para mayor comprensión de los
lectores que se han educado a través de las teorías espiritistas modernas, el
astral queda dividido así: Plano Rojo, Plano Gris, Plano Azul y Plano Blanco. Al
astral teosófico corresponden los tres primeros y el último, como quedo ya
establecido atrás, al Mental. Los planos gris y azul están divididos en tres

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subplanos o grados que unidos al primero o rojo, nos dan exactamente los
siete subplanos que componen el astral. En cuanto al Plano Blanco, no
aparecen en LA CIUDAD DE DIOS determinados los siete subplanos de que
se compone y que forman las dos regiones: la mental concreta y la mental
abstracta, pero del espíritu de las enseñanzas se desprende esta verdad. Tal vez
el Guía, obrando como lo hizo en relación con el primer plano astral, no quiso
marcar estas diferencias entre los habitantes del mental, porque ellas tienen,
como en aquel, tan sutil demarcación que haría confusas sus descripciones
para muchas inteligencias.

El Plano Azul, como el gris, está habitado por entidades cuyos cuerpos sutiles
se hallan coloreados por la luz astral en tres tonalidades: oscuro, medio y
pálido. Esta última categoría es de una evolución bastante notoria y los
espíritus que la han alcanzado casi siempre hacen el resto de su evolución
hasta el Mental sin necesidad de someterse a nuevas reencarnaciones. (3)

El Plano Blanco o Mental es la resistencia de los espíritus que han llegado a la


perfección de la evolución que puede hacerse en el mundo físico y por
consiguiente ha trascendido ya la necesidad de volver a él por medio de un
nuevo nacimiento. Sus estudios de la manifestación divina en el Universo son
de una categoría que solo puede conocerse en esas elevadísimas regiones y
cuando alguno de ellos viene a la Tierra en busca de una envoltura humana, lo
hace en cumplimiento de una importante misión a la que lo impulsa su gran
amor por la humanidad, como demostración y consecuencia de su intensa
adoración al Supremo.

Nos haríamos interminables si quisiéramos dar al lector, como introducción


de la obra, más detalles respecto a los planos astrales; dejamos a la penetración
de su conciencia que busque en las páginas de LA CIUDAD DE DIOS la
emanación del espíritu que los impregna. Nosotros sabemos perfectamente
que cada uno de los lectores recibirá esta excelsa esencia en la medida de la
amplitud de su desarrollo mental y que serían inútiles todas las aclaraciones
que nos propusiéramos con el ánimo de rebasar esa medida.

Réstanos, después de las anteriores declaraciones, narrar al lector algunas de


las características que pueden llevarlo al conocimiento de Estrella, el magnífico
espíritu que fue el transmisor de las revelaciones que contiene la obra,
advirtiendo que somos en esto, como en todo, reverentes con la Verdad hasta
el extremo de buscar el más sencillo de los estilos, sin galas retóricas, sin
pretensiones de glorias literarias, siguiendo punto por punto las intenciones

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del Guía para que todos los espíritus llamados a beber en esta fuente
encuentren claro, diáfano y puro contenido.

Antes de entrar en esas referencias sobre Estrella, hemos de advertir también


que está muy lejos de nuestra intención hacer campaña contra determinado
credo religioso, pues si tal pretendiéramos, demostraríamos con esto no haber
penetrado siquiera en el umbral de la cuestión de que se ocupan los capítulos
de LA CIUDAD DE DIOS. Las religiones culturales que actúan en la Tierra
desempeñan por voluntad de Dios una misión de trascendental importancia
que merece nuestro respeto. A sus templos ocurren almas cuyas mentes, en
embrionaria condición, no pueden remontarse todavía a las regiones del
pensamiento abstruso.

Dominadas todavía por las fuerzas - en pleno vigor - de las pasiones


instintivas, necesitan educar y desarrollar su voluntad para vencerlas, en las
fuentes de los preceptos exotéricos (4): han de sentir el afán, la duda y el
temor por sus errores y tener una idea concreta, materializada de Dios, para
que brote el fervor de sus almas, para que viva en ellos el anhelo de la vida
infinita y nutra poco a poco las incipientes fuentes de las fuerzas que un día
habrán de conducirlas al cumplimiento de los excelsos destinos del espíritu.

Nuestra obra no va - porque no puede ir por razones profundas - a arrebatar


la misión que para aquellas grandes masas de almas tienen las religiones,
porque tal equivaldría en nosotros a desconocer en sí mismo el concepto de la
evolución. La obra del espíritu, al descender desde el seno del Padre a los
planos más densos de la manifestación del Universo, es la de aprender,
distinguiendo el lado negativo y positivo de esa manifestación, la manera de
obrar de su Hacedor y al realizarlo, remontarse por este mismo camino hasta
su conocimiento. Y es por esto por lo que las etapas están demarcadas y cada
chispa ha de recorrer todo el Sendero.

La calidad de las experiencias, su frecuencia en el espacio y en el tiempo,


varían para cada una, por la razón misma de su individualidad, pero la
distancia - permítasenos esta expresión- es para todas la misma.

Esta obra sólo va buscando aquellos espíritus que, permaneciendo aún en el


seno de las religiones o del materialismo, no están satisfechos de las unas ni
tranquilos en el otro, porque dentro de sí mismos llevan el anhelo de una
filosofía que sea el puente de razón entre la causa y el efecto, entre los hechos
materiales de su existencia y el deseo pertinaz de la eternidad y de la paz.

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Esos espíritus sólo esperan que llegue hasta ellos una revelación como, esta.
Esas almas a nadie se las arrebatamos porque ya no pertenecen en realidad a
ninguna de estas instituciones humanas; están solitarias, esperando la voz,
atentas al menor murmullo que penetre hasta el sagrario de sus mentes. Son las
invitadas de que habla el Evangelio cristiano, que con sus lámparas
encendidas, expectantes, insomnes, esperan la venida del Amado.

Estrella es una muchacha de veinticinco años en la actualidad. De familia


humilde y pobre, se vio obligada a buscar el sustento en una fábrica de
cigarros de la ciudad. El salario misérrimo que devengaba no era suficiente
para cubrir todas las necesidades de su vida, y para proporcionarse el techo,
después de la fatiga del día, desempeñaba algunos oficios domésticos en casa
de otra familia obrera que, en pago de ellos, le proporcionaba un lecho al
abrigo del sereno y de la lluvia. De facciones regulares, sin ser bella, aparecía
por su conjunto fisonómico, atrayente. Humilde, bondadosa, servicial,
revelaba a primera vista la fuerza evolutiva poderosa de su espíritu.

Como todas nuestras mujeres de las clases pobres, apenas logró ingresar dos
años en las escuelas del Estado para proporcionarse los rudimentos de las
matemáticas y aprender a leer un poco el español. Su instrucción, pues, estaba
muy lejos de permitirle sospechar siquiera la calidad de las enseñanzas de las
que fue dócil e inteligente vehículo.

Durante año y medio que duraron las concurrencias del Guía, jamás llegó a
faltar a una cita en el Centro. Ella era entre nosotros la más fervorosa
colaboradora de la obra sin que jamás obtuviera ninguna remuneración
pecuniaria de nuestra parte para garantizar su asiduidad. Muchas cuadras
distaba la casa donde nos reuníamos de la que ella ocupaba y jamás la oímos
hablar de cansancio ni sorprendimos en su rostro, siempre apacible y
sonriente, huellas de sacrificio o de resignación.

En el segundo tomo de esta obra van deslizándose, como filtración suave de


virtud humana, algunos aspectos de la tragedia de su vida y demarcándose
paso a paso, el crecimiento de sus luces interiores. Ella no conoce, hasta la
fecha de la publicación de este libro, muchas de esas revelaciones del secreto
amargo de su existencia que pretendió guardarnos siempre con un decoro
exquisito.

También surgen en la narración de las sesiones hechos dolorosos del drama de


su niñez, y en las conversaciones que tuvo con el espíritu de la que en esta

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encarnación desempeñó junto a ella el amoroso cargo de madre, hay escenas


de una descarnada realidad que con mueven hondamente.

Hemos procurado conservar en todo libro, hasta donde nos ha sido posible,
su conservación llana, ingenua, tanto con el Guía como con las entidades de
los diversos planos con quienes hubo de actuar, y lo hemos hecho así
habiéndonos sido fácil transformar sus expresiones en figuras literarias mas o
menos elegantes, porque se nos ocurre que, para el lector inteligente, que
busca en los libros más que la belleza de la forma, el esplendor de la Verdad y
la huella sincera del espíritu ese fluir tranquilo, a veces como desmañado del
diálogo, será un testimonio mas de la verdad de la obra.

Respecto al método usado para obtener la comunicación del espíritu de


Estrella con su Guía, fue siempre el de la hipnosis. Los que conocen un poco
de ocultismo saben que es necesario el sueño de la materia para que el espíritu
pueda desprenderse y descorrer el velo que le oculta la realidad de los mundos
superiores.

Los demás datos que pudiéramos suministrar al público sobre Estrella y la vida
íntima del Centro donde se escucharon estas enseñanzas pertenecen por
entero al radio de una curiosidad que retrocede del propósito de nuestra obra,
pero, para sí fuera necesario usar de ellos algún día, se conservan en las actas
originales, firmadas por todos los que escuchamos al Guía, actas que eran
levantadas en el transcurso mismo de las sesiones.

Va, pues, este libro a recorrer el mundo en busca de las almas. Va como un
producto de amor puro y desinteresado hacia la humanidad, sin otras
ambiciones que llevar la luz de la esperanza y el conocimiento superior a los
que tienen hambre y sed de justicia y de razón.
Paz para los hombres de buena voluntad.
Blas Hernández O.

Bucaramanga, diciembre de 1927 -1929

Nota: La explicación de las llamadas que se hallan atrás la encontrara el lector


al final del segundo tomo de esta obra.

Blas Hernández O.
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CAPITULO PRIMERO

EPÍLOGO

Para muchos, Blas Hernández Ordóñez, fue un hombre extraño, abstracto e


incomprensible. Para otros, fue un loco, casi un maniático, un ser
desconcertante. Para los estudiosos del Espiritismo como ciencia filosófica,
fue un verdadero apóstol del Espíritu que vivía intensamente los placeres de
su mente y los dulces frutos de su inteligencia. Dedicó su vida a los más
fundamentales apostolados de la existencia humana, tanto en lo colectivo
como en lo personal. Con un heroísmo legendario, supo defender
estoicamente sus ideas en torno a lo indestructible en el cual giran los más
grandes hechos del Cosmos, de las almas y de los mundos. Siempre buscó lo
perenne, lo estable, con lógica y sentido de eternidad, desafiando lo áspero
que le imponía la vida a causa de las creencias erróneas impuestas durante
siglos en la mente de los humanos respecto a la vida después de la muerte.

Demostró que dentro de la Ciencia Espirita no existe un solo interrogante que


no tenga su explicación; ya que el propio Espíritu, como fuente cristalina,
baña las mentes oscurecidas por el materialismo para abrir profundos canales
en la conciencia humana que lo lleve a comprender la armonía del ser humano
con el orden Universal, cambiando la desesperación por esperanza, y la duda
por la certeza de que nos espera un mañana mejor; y que todos, buenos y
malos, por la Ley de Causa y Efecto, tenemos las mismas posibilidades de
evolucionar por medio de nuestro propio esfuerzo y que nada, absolutamente
nada, está perdido.

Nos explicó la realidad de nuestra existencia. Nos hizo comprender que


somos parte de un plan Divino y que nosotros no fuimos creados para ser
castigados eternamente y que por difíciles que sean las circunstancias
terrenales, una fuente de amor y de bondad nos espera después de la muerte y
que, según nuestra evolución, nos podemos sumergir en esa fuente de
esplendor y belleza donde encontraremos la verdadera gloria, la verdadera
felicidad y el verdadero poder.

Blas Hernández Ordóñez, fue un hidalgo de sangre y de estampa; supo amar a


sus semejantes y aún más a su Patria. Para él, el sentimiento de Patria estaba
por encima de todo lo demás. Siempre se le oía decir a sus amigos, a sus
discípulos y a sus compañeros de trabajo: “... Ama siempre a tu prójimo, a tus
padres y más que a tus padres, ama a tu Patria la tierra que te vio nacer...”

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La mente de Blas se atormentaba constantemente presintiendo los negros


nubarrones que se cernían sobre el futuro de Colombia. Le preocupaba que
las nuevas generaciones se olvidaran de la historia y tradición de nuestra Patria
para reemplazarlas por egoísmos mezquinos y por ideas foráneas para
convertirlas en pobres mitos de odio y venganza sin fundamento que sumirían
a la Nación en una orgía de sangre y dolor. Blas no quería que se olvidaran de
nuestros antepasados; aquellos viejos que un día se dedicaron a construir a
Colombia con todo su corazón, con todo su coraje, con toda su honradez y
con la mente puesta en ver una Patria libre y soberana, entregando por ella la
vida... Hoy son los grandes ausentes de la mente de las nuevas generaciones.

Han sido relegados a la más absoluta de las tinieblas del olvido por aquellos
que en vez de construir, destruyen todo lo que encuentran a su paso acabando
lentamente con las riquezas del País y consumiéndolo en la más aterradora
anarquía nunca vista hasta ahora. Esos eran los más grandes temores que
atormentaban la mente del filósofo santandereano... El futuro de Colombia!!

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

CAPITULO SEGUNDO
LA MUERTE, SUS PROCESOS Y CLASIFICACIÓN DE LOS MUNDOS

Todos los humanos en algún momento de nuestras vidas nos hacemos la


misma pregunta...
Son muchos los que creen que la muerte es sinónimo de destrucción y final de
la existencia del ser. En realidad, la muerte es una de las tantas
transformaciones empleadas por la Sabiduría Divina para dar a los Espíritus,
sus hijos, la oportunidad de evolucionar partiendo de los niveles más ínfimos
de vidas primitivas hasta los más altos peldaños de perfección todavía
desconocidos por nosotros.

Blas hace una pausa, un lápiz rojo juguetea entre sus dedos, suspira y continúa.

–La muerte, mi querido Fulgencio es un hecho que nadie puede esquivar!


Llega en el preciso momento en el cual el Espíritu debe trasladarse al sitio de
donde vino aunque se hagan esfuerzos por prolongar esa vida que se apaga...
El cuerpo físico –prosiguió– al igual que una máquina por su continuo uso y
abuso, se va desgastando, se vuelve vieja y decrépita; llegan las enfermedades y
el Espíritu ante esta situación se ve forzado a dejar esa envoltura material que
le sirvió de albergue y que tantos conocimientos, penas y alegrías le trajo
durante esa existencia terrenal que está tocando a su fin... Ha llegado el
momento de la partida! Es la hora del balance...

El moribundo mira a su alrededor buscando una ayuda de sus seres queridos,


piensa en los amigos y enemigos, en las cosas que ha de dejar... Pero ya no hay
nada que hacer... Lentamente el Espíritu se va librando de los lazos que lo
mantenían atado al cuerpo físico. Uno a uno, se va desligando de los Centros
Neurofluídicos llamados Chakras; siente que su vibración ya no está acorde
con la frecuencia magnética de este mundo. Lentamente va desapareciendo
esa fuerza interior que animaba aquel cuerpo que se .está convirtiendo en
materia inerte, silenciosa, en proceso de desintegración y que presenta a sus
deudos un cuadro de desolación y dolor.

–Todo, absolutamente todo obedece a un plan determinado. Es un sistema en


el cual se manifiesta con todo su esplendor esa Inteligencia Suprema, causa
primera de todas las cosas; llámese Jeová, Yavé, Elías, Padre Eterno, Alá,
Dios, etc. quien se proyecta en un eterno presente en todo el Cosmos con
poder e inteligencia infinita poniendo en acción ese delicado proyecto llamado
Creación.

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–Y ¿Por qué muchos sufren o padecen en el momento de la muerte? –


Preguntó don Fulgencio un tanto expectante.

–En ciertas ocasiones, psíquicamente hablando, este desenlace va acompañado


de situaciones dantescas, fatigas, muecas de dolor, ansiedad, temor y
desespero. Esto obedece a varias razones: por un lado, el moribundo aún se
siente atraído hacia las cosas materiales, honores, riquezas, posición social,
etc., por lo que se entabla una lucha entre lo espiritual y lo material.

De otra parte, la hora de la muerte para muchos, es sinónimo de terror porque


creen que Dios los va a castigar enviándolos al fuego eterno del infierno. Por
esta razón se retuercen y suplican oraciones para que no se cumpla este paso
para ellos fatal. Algunos más, sufren en el momento de la muerte porque no
quieren separarse de sus seres queridos, se angustian y procuran evitar este
desenlace final.

Ahora bien, el desconocimiento de la existencia del eslabón fluídico que une al


alma con el cuerpo, es la clave de este fenómeno. Ese eslabón lo conocemos
nosotros los Espiritistas Científicos con el nombre de “Periespíritu”, y en
otras disciplinas como Cuerpo Astral..., me explico!. La extinción de la vida
material se .produce por el rompimiento total de dicho eslabón fluídico que al
romperse deja libre el alma del cuerpo material. Esta separación jamás es
brusca.
El fluido periespiritual, se separa lentamente de todos los órganos que
componen el cuerpo material hasta lograr la separación total, ayudando así al
espíritu a su desvinculación de los Centros Neurofluídicos o Chakras. En este
proceso y según las circunstancias, la muerte puede resultar más o menos
dolorosa o placentera.

Así pues, el sufrimiento que acompaña a la muerte, está subordinado a la


fuerza de adherencia que une el cuerpo material con el eslabón fluídico; si esta
adherencia es muy sutil, la separación del alma se opera sin ninguna dificultad
ni dolor y por lo tanto no se experimenta ninguna sensación desagradable en
el momento del último suspiro.

En otros casos, se pueden presentar varias situaciones diferentes a la hora de


desencarnar:

Blas Hernández O.
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Primero, en el mismo instante de la separación del cuerpo espiritual del


material, ordinariamente el alma no tiene conciencia de sí misma por lo que su
paso a la otra vida no es el más penoso.

Segundo, antes de la muerte propiamente dicha y mientras ocurre el


desprendimiento del Periespíritu, el agonizante puede sufrir a causa de los
dolores producidos por los estragos de la enfermedad.

Tercero, también pueden producir sufrimiento las angustias de la turbación


debido al miedo de enfrentarse con lo desconocido, para los que no conocen
la realidad de la muerte. Pero les aclaro, –prosiguió– que estos estados
no son generales así como la intensidad y duración del sufrimiento. Todo esta
basado en la afinidad que existe entre el cuerpo físico, el Periespíritu y el
espíritu. Cuanto más fuerte sea esta afinidad, mayores y más penosos son los
esfuerzos del espíritu para librarse de la materia.

–Así pues, en este proceso encontramos personas cuya afinidad con las cosas
materiales es tan débil que la separación del espíritu se opera por sí misma,
suavemente. El Periespíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro que
se cae del árbol. Este es el resultado de una vida sana la cual ha ayudado al
espíritu a finiquitar sus deudas de vidas anteriores y así mismo, a la superación
espiritual. Por lo tanto, mis queridos amigos, la causa principal que influye
sobre el mayor o menor sufrimiento a la hora de la muerte es el estado moral y
evolutivo del alma.

–Y aquellos que se salvan... –Intervino el linotipista.

Los que se salvan como usted dice, no es por los rezos, ritos, promesas o
auxilios médicos prestados al moribundo, ni tampoco porque algún Santo hizo
el milagro o porque gracias a la suma de todo lo anterior, se pudo rescatar de
las garras de la “parca”. No, eso no es así! Simplemente se salvó de la muerte
porque todavía no le había llegado la hora y los efectos materiales que se
hicieron para no dejarlo agonizar, son algunos de los muchos canales que
utiliza el Plano Espiritual Superior para el cumplimiento de su misión o
expiación, según lo programado antes de su nacimiento material en este
mundo. Pero cuando le llega la hora de desencarnar, no lo salva nadie...!!

Cuando esa estructura tan perfecta llamada cuerpo material falla y deja de
funcionar, el espíritu desencarnarte es ayudado por su Espíritu Guía, llamado
comúnmente Ángel de la Guarda y algunos más que se han sumado a este

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

proceso con el fin de facilitar la salida de esa alma de su cuerpo material que
ya no le sirve para nada.

– Y aquellos pecadores acérrimos, ¿quién los ayuda? –Intervino don Fulgencio


con aire despectivo.

–Todos, absolutamente todos, buenos y malos son ayudados por las altas
esferas espirituales y no es como se piensa o se predica, que a los malos se los
lleva el diablo y a los buenos los acompaña un coro de ángeles celestiales en
medio de luces multicolores y son llevados ante Dios quien los recibe complacido.

–Bueno, y si al espíritu después de dejar este mundo no se lo lleva ni Dios ni


el diablo, ¿Qué pasa entonces? ¿A dónde va a parar? –Inquirió nuevamente
don Fulgencio.

–Una vez desencarnado el espíritu, sea bueno o malo, es llevado a un sitio


especial en donde entra en un estado de letargo muy parecido al sueño
profundo, situación esta que dura un tiempo indeterminado según sus
necesidades. Durante ese lapso, el espíritu descansa y asimila en su
memoria todas las experiencias adquiridas en la vida material que acaba de
dejar: lo positivo y lo negativo. Es una especie de balance donde se consulta el
Registro Akásico donde se acumula su estado evolutivo. Al mismo tiempo el
recién desencarnado se amolda a su nuevo estado espiritual al cual ha
regresado.

El Guía y otros Espíritus Superiores lo preparan para su ingreso al Plano de


Evolución que le corresponda donde tendrá que residir mientras llega el
momento de regresar nuevamente al Plano Material o seguir a un Plano
Superior de acuerdo a sus nuevos progresos espirituales.

–Hasta ahora, solamente nos ha hablado de los muertos viejos, pero ¿qué nos
puede decir de la muerte de los niños? –intervino nuevamente don Fulgencio.

–La muerte de un niño puede ser producida por diferentes causas de las cuales
me limitaré a explicarle algunas pocas:

Primera, porque su estadía en la tierra puede ser el complemento de una


existencia anterior interrumpida antes de lo esperado.

Blas Hernández O.
17
La Ciudad de Dios

Segunda, la muerte prematura de una criatura es con alguna frecuencia, un


estado de expiación para sus padres quienes deberán sufrir los errores de vidas
anteriores, por ejemplo: porque negaron el nacimiento de un hijo por medio
del aborto artificial o porque descuidaron las obligaciones que tenían para con
los hijos en encarnaciones anteriores o en la presente, etc.

Tercera, cuando un espíritu desencarna siendo aún muy niño, es porque a


causa de sus múltiples reencarnaciones ha adquirido un grado de evolución
cuya vibración no le permite seguir viviendo en la tierra; por lo tanto su
efímero paso por este mundo era para completar lo que le hacía falta para
subir un escalón más en el sendero de la evolución.

Cuarta, también podemos considerar que cuando un espíritu desencarna


siendo todavía un embrión, produciendo un aborto natural, obedece al
cumplimiento de lo dicho en los puntos anteriores o porque sencillamente el
espíritu reencarnante al ver los múltiples sufrimientos por los que tenía que
pasar en su nueva reencarnación, se arrepiente de tomar cuerpo físico y
abandona el proceso de gestación en el vientre materno dejando sin vida el
feto que va a nacer. Pero esta actitud no libra a ese espíritu de una futura
reencarnación en la cual deberá nacer bajo las mismas condiciones
programadas para la reencarnación que no aceptó, más la expiación que
deberá pagar a causa de su anterior negativa de reencarnar.

Lo que les acabo de explicar mis queridos amigos, son apenas unas de las
tantas causas por las que los niños mueren, ya sea por accidente o enfermedad.

–Don Blas, aquellos espíritus adelantados como usted dice, ¿qué les sucede a
la hora de la muerte? –intervino José.

–Cuando un espíritu desencarnante tiene algún grado de evolución, sabe muy


bien lo que le está sucediendo y espera la muerte con tranquilidad y hasta se da
el lujo de asistir a su propio funeral... Analiza uno a uno a los asistentes que
han acudido a su velorio; unos por protocolo, otros con el fin de “dejarse
ver”, otros por obligación y algunos pocos porque en verdad lo amaban.
Analiza la sinceridad de unos y las lágrimas de cocodrilo de otros, ve la
máscara de dolor que algunos se ponen y la avaricia de los otros, ahí es donde
descubre los verdaderos sentimientos de los encarnados con sus hipocrecías y
demás simulaciones.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Esta clase de espíritus al desencarnar se sienten muy felices al encontrarse


nuevamente en su propia morada. Su reencuentro con los seres queridos de
vidas anteriores, lo llenan de alborozo y al hacer el balance de su paso por este
mundo, encuentra en su haber una cosecha muy generosa que se traduce en
amor, progreso y felicidad, pero al mismo tiempo siente compasión por los
que acaba de dejar en la tierra.

–Don Blas, ¿y qué pasa con los otros? Intervino nuevamente el linotipista.

–Todo lo contrario le sucede a los espíritus sin evolución o poco adelantados.

El avaro, el asesino, el vicioso, el depravado, el tirano, el fanático, el


rencoroso, el hipócrita, el sensual, en fin, todos aquellos que por su mismo
estado materialista se han dejado seducir por las bajas pasiones, sufren una y
otra vez los mismos impulsos que lo cautivaron en vida de encarnado. Y al ver
que ya no pueden entregarse a lo material, inducen a los espíritus de carácter
débil que se encuentran con cuerpo material a que cometan todas aquellas
aberraciones que acostumbraban cuando eran habitantes de este mundo. De
ahí que muchos espíritus de esta clase se prestan para interferir sobre los
encarnados bajo la dirección de algún brujo o hechicero para causarles daño o
violentar su libre albedrío.

–Por qué Dios permite esta clase de actos? –Terció don Fulgencio.

–No. No es que Dios permita que esta clase de espíritus causen daño a los
encarnados.

Lo que sucede es que todos los espíritus, tanto encarnados como


desencarnados, gozan de libre albedrío, conocen lo que es bueno y lo que es
malo y en ellos mismos está la decisión de obrar como les parezca y por su
bajo estado evolutivo, son muy dados a disfrutar del dolor ajeno. Pero esta
actitud les está acarreando toda clase de dificultades futuras ya que el daño que
ellos hagan lo deben pagar en carne propia tarde o temprano de la misma
manera como lo causaron porque es aquí donde actúa la Ley de Causa y
Efecto o la Ley de Acción y Reacción o, la Ley del Karma la cual se encarga
de cobrar hasta el más mínimo detalle de los males que uno pueda cometer a
sus semejantes o de premiar el bien que haya producido nuestra voluntad.
–Este es el resultado de las distintas situaciones que se ven a diario, porque
mientras unos son prósperos, otros son fatales en todo.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Hay muchos humanos que su conducta actual no tiene tacha y sin embargo
todos sus actos no tienen el éxito esperado, sus sentimientos son mancillados,
su felicidad es casi nula y muchas cosas más. Todo ello se debe al bagaje traído
de vidas anteriores que le impiden en parte, su progreso tanto material como
espiritual. Digo en parte, porque hay que dejar en claro que las deudas
adquiridas en vidas anteriores, se pagan poco a poco según las capacidades de
cada cual, pero hay que pagarlas de todas maneras hasta saldar la cuenta así le
toque reencarnar en este mundo una y mil veces. Por eso se ve tanta gente
desgraciada desde su nacimiento sin encontrar una explicación lógica,
entonces, le achacan a Dios todos los sufrimientos que padecen, pero no es
así. Es uno mismo el que se castiga porque uno mismo es el hacedor de su
propio destino, ya que lo que sembremos hoy dará su fruto mañana y porque
la siembra es a voluntad pero la cosecha es obligatoria.

–Todo eso es muy interesante, pero siga con el tema de la muerte, por
ejemplo: ¿qué nos puede decir de los que se suicidan? –interpeló Don
Fulgencio.

–En cuanto a la muerte causada por suicidio –mi querido Fulgencio– le diré
que este trance es muy penoso. El cuerpo por reflejo, siente la necesidad de
seguir viviendo y se aferra al Periespíritu con todas sus fuerzas y le transmite
todas las convulciones y dolores que en esos momentos está sintiendo. Por
otra parte, el espíritu angustiado por el error que acaba de cometer, se
arrepiente y quiere dar marcha atrás pero ya es demasiado tarde y solo
encuentra dolor y los padecimientos que le está transmitiendo el Periespíritu
quien a su vez, lo está recibiendo del cuerpo material...

Todo es oscuridad y desesperación, no puede ver más allá de lo que está


sucediendo, siente que la vida material se le escapa y quiere retenerla a como
de lugar sin poderlo lograr. El cuerpo material ya no funciona, está exánime,
sin vida.

Y sin embargo, en estas circunstancias, el espíritu lucha con todas sus fuerzas
durante días, semanas, meses y años en el mismo sitio en que se autoeliminó y
no sale de allí hasta tanto no haya cumplido el ciclo de vida terrenal que le fue
asignado desde el momento de su concepción. Me explico, si el suicida tenía
que vivir 60 años y se quita la vida a los 20, los 40 restantes los pasa en medio
de las angustias que les acabo de relatar.

Blas hace una corta pausa, toma aliento y continúa.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

–Bueno, por fin llega la muerte total. El Periespíritu logra romper por fin
todas las ataduras que le ligaban el cuerpo material sucediendo con esto, la
libertad tan esperada del espíritu pero la muerte violenta provocada por su
propia voluntad, ha puesto transitoriamente punto final al problema material
que lo acongojaba y ahora debe enfrentarse a las consecuencias que han
incidido en el Plano espiritual...

Como primera medida, ve como su Modelo Organizador Biológico quedó


averiado y con esas insuficiencias que le produjo el suicidio, deberá reencarnar
además de volver a pasar por las mismas situaciones que lo llevaron a quitarse
la vida hasta lograr su superación ya sea en la siguiente vida, o en posteriores
si no lo ha logrado. Como complemento, el solo acto de suicidarse conlleva su
propio estancamiento evolutivo, lo que quiere decir que seguirá perteneciendo
al Plano Astral Inferior hasta tanto no logre superar todas esas barreras que él
mismo se ha impuesto y que le impiden su crecimiento espiritual. Este es el
doloroso camino que tienen que recorrer aquellos que se han autoeliminado
por cualquier motivo.

–Terrorífica la cuestión...! –exclamó acongojado Don Fulgencio, mientras


encendía un cigarrillo "Virginia".

¿Y qué más le puede pasar al suicida? –continuó mientras apagaba la


"fosforera" con la yema del pulgar derecho y la guardaba en la "relojera" del
pantalón.

–¿Es cierto que los espíritus de los suicidas se van derechito pa'l infierno? –
Terció José.

Los contertulios no habían reparado que hacía algunos minutos se encontraba


presente Rafael quien traía unas “pruebas” para el visto bueno de Blas. Al
notar que lo miraban sorprendidos, se sintió inquieto y un tanto turbado
creyendo que su presencia interrumpía el animado diálogo que se estaba
llevando a cabo, intentó salir pero la voz amistosa de Blas lo detuvo
invitándolo a que le entregara las pruebas y participara en la charla.

Quédate Rafico –intervino Don Fulgencio– te conviene oír lo que Blas nos
explica referente a los espíritus... Total, ya casi hemos terminado la jornada.!

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Después de un pequeño silencio mientras Rafael se acomodaba en un taburete


cercano, Blas retomó la palabra con gesto pensativo.

–Las respuestas a las preguntas que me hacen son muy extensas, pero haré lo
posible por resumir sin tanta retórica.

Las cosas que uno haga, solamente le conciernen a uno mismo y su


efecto repercute necesariamente en los dos planos: el material y el espiritual.
Como ya les dije el eslabón fluídico que sirve de unión entre el espíritu y el
cuerpo material, se ve muy afectado por esta clase de acontecimientos como
es el suicidio, los vicios y demás locuras que uno comete muchas veces por
ignorancia. La autodestrucción ya sea instantánea o lenta, incide en un ciento
por ciento sobre el Modelo Organizador Biológico el cual es el molde que
tiene el espíritu para formar su propio Cuerpo Material con todas sus
funciones tanto anatómicas como fisiológicas.

Este “Molde”, es único y acompaña al espíritu en su largo peregrinar por este


mundo, desde nuestra primera encarnación como Homo Sapiens y se destruye
cuando no haya necesidad de volver a encarnar en este planeta. La ciencia
Biogenética ha empezado a analizar este fenómeno y su presencia en el
organismo humano, asignándole el nombre de Ácido Desoxirribonucleico o
“ADN”. Es perfecto en toda la extensión de la palabra. Es un compuesto
Anato–Químico–Fisiológico que nos permite vivir a plenitud y en armonía
con las vibraciones magnético animales de este mundo, con el fin de que el
espíritu pueda investigar y aprender todo lo relacionado con la materia pesada
de la Tercera Dimensión... Esto, referente a la tierra, pero si encarna en otro
planeta, su “MOB” será de acuerdo a las leyes físicas que rigen allí.

Blas hace una pausa para tomar aliento, respira profundo y prosigue.

Pero si a este “Molde” lo dañamos por nuestra voluntad, nos toca responder
por las consecuencias que de ello deriva, por ejemplo: el que se pega un tiro en
la cabeza, en su próxima reencarnación vendrá con problemas neuro-
cerebrales ocasionando con ello retardos mentales, ceguera, pérdida de la voz,
mongolismo, etc.

El que se autoelimina por medio de alguna sustancia tóxica, necesariamente


nace con signos patológicos en su aparato digestivo o renal. Esto es en cuanto
a los que se suicidan en forma instantánea, pero los que lentamente se van
suicidando por medio de los vicios como los fumadores, los alcohólicos, los

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

drogadictos, los depravados sexuales, etc., también han afectado y


comprometido seriamente su Modelo Organizador Biológico y por lo tanto,
reencarnarán emocionalmente atrofiados además de los problemas físico–
anatómicos a que se hayan hecho acreedores ya sea en el corazón, pulmones o
glándulas de secreción en general.

Por todo esto, vemos diariamente en las calles y hospitales de todo el mundo,
gran cantidad de personas mutiladas desde su nacimiento, seres humanos
convertidos en verdaderos vegetales, paralíticos y muchos más con
limitaciones orgánicas. También encontramos orates que son un verdadero
reto para los psiquiatras y psicólogos que por más que se empeñan en ordenar
esas mentes desajustadas, no encuentran la fórmula que les haga el
“milagrito”. Esto se debe a que sus diagnósticos se basan desde el punto de
vista somático únicamente y porque desconocen la fuerte influencia que el
Plano Espiritual ejerce sobre el Plano Material con su Ley de Causa y Efecto.

La mayoría de estos seres que sufren algún desperfecto en su cuerpo físico,


son víctimas de un propio pasado colmado de errores. Por eso, los espíritus
que animan esos cuerpos, se encuentran en estado lamentable de sufrimiento
al verse encerrados como en un calabozo después de haber gozado de la
plenitud de su libre albedrío el cual añoran con desesperación. Por lo tanto,
mis queridos amigos, –prosiguió– a las criaturas que se encuentran en este
estado de sufrimiento debe tenérseles mucha consideración, afecto y
deferencia.

Debemos acogerlos con cariño antes que llegar a despreciarlos,


comprenderlos en vez de maltratarlos, ayudarlos antes que huirles, apoyarlos
en vez de humillarlos y así, sucesivamente, hay que ayudarlos a cargar su cruz
con amor y caridad...

–Una cosa, tengo la necesidad de aclararles –agregó con voz severa–. No hay
que confundir los estados patológicos que tienen su origen a causa de
aberraciones actuales de cualquier índole material, con las descompensación
del Modelo Organizador Biológico “MOB’ a consecuencia de la Ley de Causa
y Efecto traída de vidas anteriores.

Eso es distinto! Por ejemplo: si en la actualidad me pego un tiro y sigo vivo,


por lógica debo soportar los desperfectos que el disparo ocasionó a mi cuerpo
hasta cuando llegue el momento de desencarnar, lo mismo si me tomo un
veneno o me lanzo al vacío. En todo caso, los efectos ocasionados por una

Blas Hernández O.
23
La Ciudad de Dios

causa actual sin consumar el suicidio, difieren de los efectos causados al


Periespíritu y al Espíritu. Ambos tienen algo en común, pero son diferentes
analógicamente.

–En todo caso, me parece una injusticia el tener que reencarnar con traumas,
mutilaciones y todas esas cosas por el sólo hecho de haber cometido un desliz
acosado seguramente por problemas agudos de otras vidas. –Protestó Don
Fulgencio en tono airado.

–A simple vista todo parece una injusticia y se culpa a Dios por esto, pero así
como nos parece una injusticia ciertas actuaciones de nuestros semejantes sin
conocer las verdaderas causas de esos efectos que hoy censuramos, así mismo
sucede con las deudas pendientes de vidas anteriores. Les repito, nada
absolutamente nada se queda sin pagar o de recibir el premio merecido...
¿Cuántos de nosotros en alguna de nuestras vidas anteriores habremos sido
criminales, . ladrones, agiotistas o jueces sin escrúpulo que por influencias o
dádivas, hemos condenado injustamente a seres inocentes? Todos estos
desmanes producen dolor a terceros y ese dolor queda flotando como un
fluído en el Cosmos a la espera de ser reparado o compensado, por lo tanto,
tarde o temprano la persona que produjo ese dolor habrá de responder por
ello. Esa es la Ley de Causa y Efecto de la que tanto les he hablado, la cual
gobierna y controla todas las actitudes de todos los seres de todos los Mundos
de Expiación y Prueba.

Rafael, que hasta ese momento se había limitado a escuchar la exposición de


Blas, preguntó: ...–¿Y ese castigo o pago de deudas atrasadas, es para siempre?

Mejor dicho, uno tiene que nacer y renacer con defectos todas las veces?

–No! –respondió Blas –Esas anomalías corporales tienen vigencia mientras se


salda la cuenta y una vez saldada, de hecho todo vuelve a la normalidad y uno
sigue su línea evolutiva. Esa es una de las tantas oportunidades que Dios en su
infinita bondad, nos da para que sigamos el camino de la perfección. Nada
está perdido y siempre nos espera un mañana mejor que nos llevará a las
sublimes esferas de la Evolución Espiritual... Para eso fuimos creados, para
llegar a Dios después de haber aprendido todo lo que hay que aprender y
comprender, para poder participar con El en los destinos del Cosmos y sus
criaturas.

–¿No hay otra forma de pagar esas deudas? –Acotó nuevamente Rafael.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

...–Siempre habrá almas bondadosas que nos ayudarán a mitigar las


penalidades que nos aquejan, indicándonos el camino del amor y del perdón
porque las deudas se pagan con amor o con dolor. Por lo tanto, cuando la
Escuela del Amor no encuentra la retribución esperada, entonces actúa la
Escuela del Dolor para que el Espíritu comprenda con disciplina que hay que
corregir los desaciertos cometidos por el mal uso de nuestro libre albedrío ya
que para saber valorar la salud, hay que haber estado enfermo, para saber qué
es la libertad hay que haber estado preso o cautivo, para comprender que es la
autoridad, es necesario haber vivido en carne propia la esclavitud y así
sucesivamente, las vicisitudes de la vida nos señalan el camino de la evolución
si no hemos acatado la Escuela del Amor... Porque la Escuela del Amor es la
fuente de la evolución y de la felicidad... No se trata de los romances que
continuamente tenemos con otras personas aunque eso también forma parte
de la escuela del amor, se trata también de vivir en armonía con la vida, con la
naturaleza, amar a nuestro Padre Celestial por habernos brindado la hermosa
oportunidad de existir, amar a la vida.
Cuando se posee el don de amar, el progreso y la felicidad están siempre
presentes. Pero cuando se odia, el dolor nos aflige!. Así pues, si buscamos solo
amor, obtendremos por añadidura todo lo demás porque como
comprenderán, la felicidad es fruto del amor. Por lo tanto la Evolución
Espiritual y la felicidad se obtienen con amor y el amor no tiene precio...

En el salón hay un silencio acogedor, todos meditan en lo más profundo de


sus corazones las palabras de su compañero. Blas se queda pensativo unos
instantes con la mirada fija en el patio, aclara la voz y prosigue.

–Cuando el amor nos revela el sentido de nuestra existencia, nos damos


cuenta que todo el Cosmos es nuestro hogar y que todos los seres que lo
conforman, son nuestros hermanos con nuestro mismo destino y es . por
esto que tenemos la obligación de hacer más humano nuestro planeta, vivir en
paz, en amor y caridad para que este mundo deje de ser un lugar de expiación
y prueba donde la guerra, la competencia injusta y desleal, el odio, el rencor, la
avaricia y los vicios, se transformen en fluidos de confraternidad, convivencia
pacífica y felicidad...

El silencio seguía dominando al grupo, Blas los miraba con piadosa bondad.
De pronto, Don Fulgencio toma la palabra:

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

–¿Cómo es eso de que nuestro mundo es un lugar de prueba y expiación,


acaso todos los mundos no son iguales?, mejor dicho ¿No tienen el mismo
fin?.
–No! No todos los mundos tienen la misma misión... Cuando en una noche
despejada nos detenemos a contemplar la inmensidad del espacio infinito, nos
extasiamos ante ese espectáculo imponente que se presenta a nuestros ojos y
nos preguntamos:

¿Qué habrá más allá de las estrellas? ¿Habrá vida inteligente en algún lugar del
Universo?

¿Existirán mundos como el nuestro? Y por lo general, esas preguntas quedan


en el vacío.

–Pues bien, de la enseñanza dada por los Espíritus, se sabe que los diversos
mundos están en condiciones muy diferentes los unos de los otros, pero como
existen miles de millones de mundos que tienen vida inteligente, solamente en
nuestra Vía Láctea y sin contar con las demás Galaxias, estos mundos se
agrupan en Mundos Primitivos, Mundos de Expiación y Prueba, Mundos
Regeneradores y Mundos Felices.

Me explico: Los habitantes de los Mundos Primitivos, son aquellos Espíritus


que se encuentran en sus primeras encarnaciones; por lo tanto, su capacidad
de raciocinio y su comportamiento, es muy inferior al nuestro y su existencia
es enteramente materialista, las bajas pasiones imperan soberanamente y la
materia, domina al Espíritu.

En los Mundos de Expiación y Prueba, encarnan aquellos Espíritus que por su


evolución, tienen algún conocimiento del bien y del mal, pero en muchas
ocasiones el mal supera al bien. En este grupo se encuentra clasificada nuestra
Tierra.

Los Mundos Regeneradores albergan a aquellos espíritus en los cuales sus


vibraciones son superiores a los de Expiación y Prueba, pero todavía tienen
que expiar algunos errores de vidas pasadas. En estos mundos, el Espíritu
descansa de las fatigas que les dejó su paso por los mundos inferiores, reciben
las fuerzas regeneradoras que los ayudarán a superar su evolución y así pasan
prontamente a los Mundos Superiores.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Los habitantes de los Mundos Felices son aquellas almas que ya han alcanzado
su propia superación y gozan de toda clase de conocimientos y poderes sobre
la materia densa o pesada. Su felicidad no tiene límites y colaboran con el
Creador en los destinos del Cosmos.
No tienen necesidad de encarnar en los mundos inferiores y si lo hacen, es por
alguna misión muy especial.

Pero quiero decirles que los Espíritus encarnados en un mundo no están


sujetos a él indefinidamente; eso depende de sus logros evolutivos, y cuando el
Espíritu ha alcanzado el grado de superación por encima de las vibraciones del
mundo en que se encuentra, pasa a otro más avanzado y así sucesivamente
hasta llegar al estado de los Espíritus Puros y así poder habitar los Mundos
Felices o Superiores.

–Y los Espíritus que van evolucionando de un mundo a otro, ¿se dan cuenta
de su nuevo estado? Preguntó Rafael.

–Si, todos los Espíritus a medida que evolucionan y pueblan otros mundos,
comprenden su nuevo estado y esta situación es para ellos, una recompensa
que les trae mucha felicidad; es entonces cuando esta dicha y este nuevo
estado, donde ya no tienen de que preocuparse por las tendencias de los
Mundos Inferiores, les hacen creer que se “salvaron” y llegaron al Cielo.

Pero si, por el contrario, les toca reencarnar en el Mundo Inferior donde se
encontraban, es para ellos un verdadero martirio sabiendo que tienen que
pasar por las mismas penalidades que padecieron y además, tener que pagar las
deudas que por la Ley de Causa y Efecto se hicieron acreedores. Esto, para el
Espíritu encarnante que comprende su verdadero estado, es para él la
condenación y cree que va para el infierno y su desespero es atroz.

–Ahora bien, los mundos también evolucionan pero esto depende del estado
evolutivo de sus moradores.

Por ejemplo: nuestro planeta Tierra pertenece a los Mundos de Expiación y


Prueba debido a que la maldad y las bajas pasiones tienen su reinado aquí; por
eso, estamos expuestos a toda clase de enfermedades y a convivir con criaturas
inferiores y dañinas como parásitos, microbios, virus e insectos, gusanos,
reptiles, cucarachas, ratones, fieras y demás animales que sin saberlo, nos
hacen daño y por lo que podríamos llegar a la conclusión de que nuestra

Blas Hernández O.
27
La Ciudad de Dios

flamante Raza Humana es una triste cosa comparada con los encarnados en
los Mundos Superiores. Así pues, ¿a qué tanta vanidad y orgullo?

–La Tierra, como los demás mundos, tiene que evolucionar y ha llegado ya a
uno de esos estados de transformación con el cual pasará a constituirse como
un Mundo regenerador y será poblada por aquellas almas que merezcan vivir
en ella, mientras que las otras tendrán que buscar su progreso en cualquiera de
los mundos de expiación que existan.

A esta transformación las distintas religiones la han llamado el fin del mundo y
se valen de este suceso por cierto muy natural, para amedrentar a los feligreses
y ganar adeptos a sus dogmas alegando que son los únicos que tiene la
salvación en las manos.

Para todos los presentes aquellas exposiciones eran palabras desconocidas y en


sus mentes se agitaban múltiples conjeturas que no lograban exteriorizar.

El bullicio de los corredores había mermado al punto de ser un suave


murmullo. El repiqueteo de las máquinas de escribir había cesado; solamente
se percibían los “trass trass” de los golpes producidos por los lingotes de
plomo fundido al chocar contra la madera de los grandes mesones donde los
armadores y matriceros preparaban las páginas a imprimir.

La jornada estaba llegando a su punto final. Un ligero resplandor de la luna en


menguante, iluminaba tenuemente el patio y el solar de la vieja casona donde
se guardaban los cachivaches y corotos en desuso, mientras un aire fresco
empezaba a invadir los aposentos y demás recintos del lugar.

Blas había dejado a un lado el lápiz rojo que momentos antes jugueteaba entre
sus dedos... Se puso de pie y se acercó a sus amigos, su mirada se perdió
algunos instantes hacia la redacción como buscando a alguien y seguidamente,
se dispuso a continuar con la plática.

–Me interesa que nos siga explicando sobre la muerte, aunque todo lo anterior
es supremamente importante –acotó Don Fulgencio... Pero háblenos de los
que mueren en accidente.

–La muerte por accidente es un tanto diferente a las otras que les acabo de
explicar...! Respondió Blas arqueando las cejas.

Blas Hernández O.
28
La Ciudad de Dios

–La vida orgánica se detiene a causa del accidente en forma repentina. La


separación del Periespíritu no comienza aún. En este caso como en los
anteriores, su desprendimiento es gradual y no instantáneamente como se
podría pensar.

El Espíritu sorprendido está aturdido y cree que todavía se encuentra


encarnado, esta ilusión dura hasta cuando se da cuenta de su nuevo estado, y
la posición intermedia entre la vida espiritual y la vida material, presenta el
singular espectáculo de un Espíritu que toma su cuerpo fluídico –
Periespíritu – como si fuera el cuerpo material lo cual lo lleva a experimentar
toda clase de sensaciones tanto espirituales como materiales. Esta situación le
hace ver una variedad infinita de matices según el carácter, los conocimientos
espirituales y el grado de desarrollo moral.

–Esta sensación es de corta duración para aquellos cuya alma está depurada,
por lo tanto, se puede presentar un desprendimiento prematuro del
Periespíritu y la muerte, aún la más súbita, no hace más que apresurar la
desencarnación total del espíritu. En otros, la sensación de estar todavía vivos,
puede prolongarse durante años.

Este caso es muy frecuente inclusive en algunos estados de muerte natural,


todo depende, como en las otras desencarnaciones del estado evolutivo del
espíritu y también viene a ser causa de muchas apariciones o espantos.

–A propósito: ¿Qué nos puede decir de los espantos? Insistió Don Fulgencio
nuevamente.

–De acuerdo al grado de desmaterialización o evolución de un espíritu, se


pueden producir esas apariciones que la gente llama espantos. Sucede que los
Espíritus de poca evolución, en muchas ocasiones visitan los lugares que
acostumbraban frecuentar en su vida física y según haya sido la influencia que
estos lugares ejercieran sobre sus costumbres materiales, ellos, los Espíritus,
permanecerán en aquellos sitios tratando de comunicarse con los encarnados,
llámense familiares, amigos o enemigos o simplemente para aterrorizar a la
gente.

Esto es muy común en los Espíritus Bajos o Imperfectos, tal es el caso de los
suicidas o aquellos que siguen pegados a los placeres materiales o al apego de
las cosas perecederas como estatus social, honores, riquezas, odios y
venganzas, seres queridos y demás situaciones de carácter material.

Blas Hernández O.
29
La Ciudad de Dios

–Por lo general estas apariciones obedecen a cierta afinidad vibratoria entre el


Espíritu del difunto y el encarnado o también, cuando el encarnado tiene buen
fondo mediúmnico por medio del cual estas apariciones post-mortem, son
causadas por un reflejo fugaz del Espíritu y no por voluntad propia.

–Hay otra clase de apariciones pero estas sí son a voluntad... En los Centros
Espíritas, no en todos, ocurren materializaciones de Entidades que quieren dar
a conocer su presencia con el fin de consolar a sus seres queridos o por alguna
causa científica.
Pero para que esto ocurra, debe haber un acuerdo entre el Espíritu y la
necesidad del Centro, así como el fin de la comunicación. Cuando se ha
cumplido con estos requisitos y las sesión mediúmnica lo amerite, el Espíritu
comunicante una vez autorizado por el Plano Espiritual Superior, toma el
hectoplasma del medium para llevar a cabo este fenómeno presentándose ante
los asistentes con la figura que tenía en su última encarnación y sin asustar a
nadie. Claro está que estas apariciones en la mayoría de los casos, no son de
cuerpo entero sino que se presentan en un 70-80% de su antigua anatomía
material según la capacidad del medium.

Blas se dispone a dar por terminada la reunión imprevista una vez explicado lo
relativo a las materializaciones, pero la voz del linotipista se deja oír
preguntando: ¿Quisiera saber algo referente a los ricos: ¿si también tienen que
sufrir lo mismo que los pobres todo lo que nos acaba de decir o si por el
contrario, son ricos porque ya están evolucionados y su bienestar se debe a su
estado de superación espiritual?

–Ser rico o adinerado mi estimado José, es una de las pruebas más difíciles que
tienen los espíritus en este mundo, porque las riquezas traen poder y ese poder
casi siempre, lleva a cometer errores e injusticias. Por ejemplo: aquellas
señoras orgullosas, egoístas, caprichosas, tiranas y dominantes que se creen
muy altas a causa de su abolengo, humillan y tratan mal a su servidumbre y les
exigen más de lo que estas pobres gentes pueden dar, más adelante en las
distintas reencarnaciones para pagar el dolor que causaron les tocará por la
Ley de Causa y Efecto, ser la servidumbre de sus antiguos sirvientes y pasar
por las mismas angustias y penalidades que en el pasado causaron a sus
subalternos. Lo mismo le sucederá al empresario avaro, el hacendado con sus
peones, los poderosos con los débiles, etc.

Muchos espíritus al reencarnar, no aceptan esta situación y su materialismo los


lleva a revelarse en contra de sus nuevos amos, pues los recuerdos

Blas Hernández O.
30
La Ciudad de Dios

inconscientes de sus antiguos poderes, no les permite verse bajo las órdenes
de sus dependientes del pasado. De ahí proviene tanto empleado o subalterno
envidioso que maldice su suerte y que odia a sus jefes gratuitamente a pesar de
que se les está dando la oportunidad de ganarse el pan para él, para sus hijos y
demás familiares.

Esta clase de Espíritus nunca están contentos con sus sueldos y siempre
buscan la oportunidad de causar daño a la empresa, a la finca o la casa en
donde trabajan, no importa la forma, lo importante es vengarse de algo o
exigir más de lo que merecen y entre más se les da, más exigen y su avaricia se
torna incontrolable, por lo tanto, han llevado a la quiebra a más de una
empresa, matando con esto, la gallina de los huevos de oro y al verse
nuevamente con necesidades, no analizan su conducta anterior sino que
buscan un chivo expiatorio, como los Directivos de la Empresa o el Gobierno
de turno, pero nunca reconocen su falta y hasta se vuelven violentos.

Pero cuando estos espíritus rebeldes desencarnan, tienen que responder por
todos aquellos actos negativos, lo que significa que en vez de pagar la deuda
de vidas anteriores, regresarán al Plano Espiritual más endeudados de lo que
debían reparar, por lo tanto, en sus nuevas reencarnaciones serán sujetos
paupérrimos donde la mayoría de las vicisitudes de la vida harán mella en su
modus vivendi y es entonces cuando inconscientemente recapacitan y sufren
con humildad el efecto de los errores de sus vidas anteriores buscando ahora
sí, su recuperación espiritual.

La improvisada charla había terminado, el ajetreo periodístico había


disminuido en su totalidad, la vieja casona estaba casi vacía, los participantes
se habían separado y cada cual daba los toques finales a sus quehaceres. Dos
obreros aseguraban las planchas de lingotes a la impresora mientras los
encargados de manejarla, alimentaban los tanques de tinta probando una y
otra vez el empape de los rodillos para asegurar la perfecta continuidad de la
impresión del periódico, así como la fidelidad en la reproducción de los clisés.

Las llamas salidas del fogón del Hotel Colón, arrancaban destellos de colores a
los peroles, sartenes, olletas, tinajas y chorotes de barro donde se preparaban
los alimentos de media noche para los comensales trasnochadores.

–Hay sopa de venas con aguapanela...! Le sirvo un plato? –Preguntó la


propietaria del establecimiento, Doña Aurelia, con muestras de simpatía, a
Blas que en esos momentos hacía su arribo en compañía de Don Fulgencio.

Blas Hernández O.
31
La Ciudad de Dios

–Cualquier cosa me es igual pues no tengo apetito...! Más bien quisiera irme a
dormir, estoy cansado y mañana me espera un día de gran trajín...!

–Hombre...! ¿Cómo así que no tiene hambre? –Intervino Don Fulgencio


dándole unas palmaditas en la espalda. –Hoy ha sido un día muy pesado y
movido. –agregó–.

Blas asintió con la cabeza sin chistar palabra.

Juntos se sentaron a la mesa cubierta con un mantel azul con cuadros rojos y
blancos. Era la moda del momento.

–Doña Aurelia! una aguapanela con queso, de esos que traen de Málaga, aah...!
y le agrega un buen pedazo de arepa bien doradita, –pidió Blas arqueando las
tupidas cejas y con su eterna sonrisa bonachona. – No quiero más –.

–A mí, –intervino Don Fulgencio– que me sirvan un buen pedazo de carne


asada con yuca y ají, y le agrega un pocillo de cacao gironés bien espumoso,
con queso y mestiza “Trillos”... pues hay que alimentarse uno muy bien para
estar en forma y hacerle frente a los detractores del periodismo, especialmente
si son “Godos”...! No crees, mi querido Blas?

Blas respondió las ocurrencias de Don Fulgencio con una sonrisa.

–¿Sabes una cosa? –prosiguió Don Fulgencio en tono jocoso– después de lo


que .nos dijo esta noche respecto a los vicios, creo que voy a dejar de fumar...!
Claro, después de que termine esta cajetilla de “Virginia”, ja!!.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

CAPITULO TERCERO
SOLEDAD Y FANATISMO

–Estábamos discutiendo sobre la soledad y como siempre, hay criterios


encontrados. – Puntualizó–

–Ajá...! respondió Blas con una suave sonrisa, mientras daba campo al mesero
que trataba de acomodar las bebidas solicitadas.

–Cuando estoy solo, –intervino Porfirio– a veces entono el primer bambuco


que me llega a la mente, si estoy nostálgico, claro!, si estoy alegre, silvo algún
pasillo fiestero del maestro Victor Guerrero!... Y así sucesivamente entono un
aire musical colombiano para estar a la par con mi estado de ánimo y de este
modo, derroto mi soledad porque la música colombiana es infinitamente
hermosa y sobre todo, llega al alma...! Cantando, silvando o tarariando esta
música, uno se olvida de todos los problemas que lo estén afectando, hasta
cuando alguien viene a interrumpir, claro!.

–Y para usted maestro, ¿qué es la soledad? –Preguntó Pepe

–Eso depende del concepto general que se tenga de la soledad! –respondió


amablemente el Poeta.

Se podría decir que la soledad es la carencia de la compañía de alguien, lo que


conlleva a estados depresivos de desgano y tristeza. La soledad, mis queridos
amigos, nos puede llegar ya sea por la muerte de un ser querido o porque
simplemente carecemos de amigos verdaderos o, porque nuestro estado de
ánimo nos hace sentir solos.

–En cierta forma, –continuó– todos nosotros somos un cúmulo de gentes


solitarias que vagamos sin rumbo por este mundo... Por momentos,
disfrutamos de la compañía de alguien pero luego, ese alguien se esfuma de
nuestra vida y no lo volvemos a ver jamás! Muchas veces encontramos el
rostro de una mujer hermosa que nos brinda y nos hace sentir amor; pero
después, ¿qué sucede? Desaparece en brazos de otro hombre dejándonos con
el alma compungida, llena de dolor y soledad... Eso para mí, es la soledad...!
Mi querido Pepe.

Después de contestar un saludo hecho desde una mesa distante, Porfirio


prosiguió: –Tampoco existen los amigos perdurables con lealtad sincera y así,

Blas Hernández O.
33
La Ciudad de Dios

sucesivamente, nuestra vida se desenvuelve en un estira y encoge de los


afectos humanos y al final del camino, cuando estamos viejos, quedamos
solos, muy solos, rumiando nuestros recuerdos...!

–Tú Blas, ¿nunca te has sentido solo? –Preguntó Porfirio.

–A menos que eso sea lo que yo desee –repuso– Pues para antagonizar
la soledad que a diario me acompaña, he conseguido amigos en otras
dimensiones!.

–Noooo, hombree!... Me refiero a este mundo, a tu vida misma en este


momento! –aseveró impaciente Porfirio.

Blas se quedó pensativo con el ceño fruncido tratando de forjar en la mente


una imagen que le trajera algún recuerdo, alguna situación vivida en compañía
de alguien.

El mesero que los atendía, se había interesado en la charla. Miraba a Blas con
expresión curiosa mientras limpiaba la mesa con un trapo rojo.

Era un pretexto disimulado para esperar la respuesta, ojalá fuera clara y


convincente –pensaba.

–En realidad, asisto acompañado de muchas personas con las que intercambio
ideas y conocimientos. Pues como tu lo dices, la compañía de alguien distrae
en gran parte nuestro ego y en mi caso, no tengo muchos amigos. –
Argumentó Blas en tono suave–

Tienes razón cuando dices que toda la humanidad es un cúmulo de soledad y


yo no soy la excepción aunque tengo una familia que amo, por la que lucho y
deseo hacerla feliz. Me identifico contigo cuando arguyes que todas las
compañías en este mundo son efímeras, porque así mismo, nuestras sucesivas
reencarnaciones son transitorias...

Todos somos viajeros incansables del tiempo y del espacio; y nuestra


presencia en este planeta es intermitente en el cual luchamos cada uno por su
lado buscando nuestra propia evolución espiritual.

Por eso nos sentimos muy solos en algunos pasajes de nuestra vida aunque
estemos acompañados por multitudes. Así pues, lo mejor es tratar de

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

comprender a nuestros semejantes y dejarlos que vivan su propio destino sin


que tengamos que cometer excesos contra los demás, evitemos siempre causar
dolor a nuestros hermanos aunque la soledad nos atormente y esos momentos
de soledad debemos aprovecharlos para reflexionar y corregir nuestros
errores.

–Siempre me ha alimentado el mismo sentimiento respecto de la soledad, así


como tú la defines amigo Blas. –Intervino Manuel, extendiendo la mirada a
todos los presentes.

–El mesero que seguía expectante, sacudió la cabeza afirmativamente con gran
satisfacción, sonrió y se retiró a atender otra mesa.

Los amigos hicieron una breve pausa mientras tomaban sus bebidas. Querían
cambiar de tema, ¿Pero cuál? Habían tantas cosas que comentar.

–Siempre tocas el tema de los espíritus, –irrumpió Julio en tono descortés


dirigiéndose a Blas–. ¿Qué provecho sacas con dedicarte a eso del más allá?
Esto lo digo porque tengo entendido que tus necesidades económicas son
apremiantes y las has descuidado por meterte en un laberinto donde nadie te
ha llamado...! ¿Ah?

Blas volvió la cabeza hacia su interpelador. Tenía los ojos cerrados en actitud
de reflexión y respeto.

Lo único que a uno le queda en este mundo materialista es el hastío. –


Contestó pausadamente Blas.

–Porque después de 30 o 50 años de lucha y dedicación por conseguir un


ideal, no restan sino dos caminos: La frustración, si no se ha logrado el éxito
perseguido, o el hastío, cuando el éxito se vuelve rutina, o no se tienen
márgenes para nuevos proyectos. Así sucesivamente, todo lo que uno se
propone en este mundo es pasajero porque nada de lo material nos
acompañará después de la muerte... Lo único que uno se lleva a la vida del
más allá es la sabiduría que haya hecho progresar al espíritu a su paso por la
tierra.

–No quiero con esto, hacer una apología a la pereza, a la vagancia, a los vicios,
a la contemplación mística, a la inactividad absoluta esperando que todo le
caiga del cielo.! No!. Eso tampoco es bueno ni para el espíritu ni para la

Blas Hernández O.
35
La Ciudad de Dios

materia. Pues la evolución siempre está interrelacionada con estos dos


aspectos: El espiritual y el material.

Pero hay que tener en cuenta que todo exceso materialista es dañino para la
evolución espiritual porque lo aferra a la materia con todos los oropeles que lo
adornan. El orgullo, las riquezas, los honores, la posición social, los títulos
honoríficos, son cosas que llenan el Espíritu del complejo de Edipo hacia la
Madre Tierra, haciéndolo olvidar el verdadero sentido de la existencia que es
la evolución espiritual. Blas hace una pausa, toma algunos sorbos de limonada,
carraspea y continúa dirigiéndose a Julio ante la expectativa de los demás.

–Se acuerdan ustedes de aquella parábola dicha por Jesucristo, referente a las
10 monedas repartidas por un hacendado entre sus criados para que las
trabajaran y así multiplicaran sus ganancias? Pues bien: lo mismo nos sucede a
todos los humanos; se nos da la capacidad de raciocinio, una inteligencia y un
libre albedrío.

Es nuestra responsabilidad si hacemos producir esas capacidades o las


escondemos para entregarnos de lleno a las cosas perecederas y a las lisonjas
de este mundo, y si después de haber vivido como espíritu encarnado,
regresamos al mundo espiritual sin ningún producido, hemos perdido toda
una vida de la cual tenemos que lamentarnos, porque no hemos venido a este
mundo a perder el tiempo sino a aprender, a trabajar y progresar
espiritualmente. Así pues, si a nuestro regreso a la vida espiritual nuestra
ganancia es nula, se nos alarga la cadena evolutiva y por ende, nuestras
reencarnaciones en estos mundos de expiación y prueba, tendrán que ser más
numerosas hasta que se alcance la depuración necesaria para pasar a otro
estado más elevado.

–Todo lo que acabas de exponer –interrumpió nuevamente


Julio– es una prueba más de que tú no vives en este mundo porque te lo pasas
de quimera en quimera...!

–¿Cómo puedes decir semejante absurdo? –

Respondió Blas con colérica compasión. –Claro que yo vivo en este mundo.!
Me asombras porque nunca cesas de criticarme, por el solo hecho de dedicar
parte de mi tiempo al estudio de las cosas ocultas con el único fin de hacerle
un bien a la humanidad. Y con esa actitud tuya, estás demostrando tu egoísmo
y soberbia.

Blas Hernández O.
36
La Ciudad de Dios

Blas sorprendió al grupo con sus palabras. No había en ellas asomo de


sarcasmos ni ironías que pudieran afectar a su acusador.

–Me das la impresión de que estás fanfarroneando.! –Gruñó Julio con aire
displicente.

–Yaaá, yaá!! Déjalo en paz. –Intervino airadamente Miguel– ¿Por qué no dejas
de hostigar a Blas? Tu sabes de sus elevados valores humanos al igual que
todos nosotros; entonces ¿cuál es la envidia?

Además por las cosas que desconocemos no debemos juzgar a nadie ni mucho
menos criticar... Continúa con tu disertación mi querido amigo y no le pares
bolas a las bravatas de Julio.!

–Todos vivimos en un mismo mundo –prosiguió Blas– y así como


unos se preocupan por la economía y sus valores, otros viven pendientes de la
cartera de comisiones y otros no duermen pensando en sus acciones en tal
banco o tal empresa. Así mismo yo me preocupo por las cosas del alma sin
incomodar a nadie.

Todo en este mundo debe tener un orden prioritario. Encabezado por la


necesidad de sostener su propia existencia y prepararla para el futuro. Ahora
bien, todos somos libres de dedicarnos a lo que más nos llame la atención
siempre y cuando no perjudiquemos a los demás... Como lo pueden ver, esta
es una fórmula simple y diáfana que Dios tiene para gobernar el Universo, el
Cosmos y sus Criaturas.

Los humanos somos como un imán, nos atraemos o repelemos según la Ley
de Afinidad. Limítate a llevar una vida serena, transparente y luminosa la cual
indudablemente tarde o temprano, les proporcionará satisfacciones y la
compañía que tanto han deseado, aunque sea pasajera. Cuando irradiamos lo
que somos, así mismo percibimos la influencia de nuestra actitud ya sea
positiva o negativa; mientras tanto, la soledad es la que nos acompañará
siempre.

Porfirio callado, analizaba lo que Blas había dicho con tanta vehemencia y
tomando la palabra dijo:

Blas Hernández O.
37
La Ciudad de Dios

–Pareciera que todas las cosas de este mundo fueran una escena que llena a la
humanidad de quimeras y desencantos. –Intervino dirigiéndose a sus
amigos y mostrándose de acuerdo con Miguel.

Julio seguía en actitud despectiva. Blas no tiene nada más que argüir –
pensaba– lo seguiré interpelando...

Algunas personas de las mesas vecinas que se habían percatado de la


discusión, curioseaban disimuladamente esperando que el protagonista
principal siguiera con su tema. Blas procuró parecer circunspecto y
despreocupado como pudo. Su tono de voz fue natural pero imperioso y
fastidiado, miró a Julio fijamente a los ojos arqueando las pobladas cejas.

–No!... No estoy fanfarroneando ni adoctrinando a nadie, estoy tratando de


hacerles ver las cosas ignoradas con facilidad y lógica.
–Posiblemente, puede que tengas alguna razón. –Aceptó Julio paseándose los
dedos por entre su pelo castaño. –Pero sigo creyendo que tu vida no es muy
envidiable y cada día se torna más difícil por estar metido con los muertos...! –
Agregó.

–¿De verás?

–Sí!

Un murmullo circuló entre los curiosos de las mesas vecinas y una sensación
de satisfacción los invadió volviendo cada cual a sus propios temas.

Entre tanto, afuera, torrentes de seres humanos caminaban lentamente sobre


las empedradas calles bumanguesas participando de la procesión en honor a la
Virgen del Carmen, entonando cánticos sagrados alusivos al acto,
interrumpidos momentáneamente por algunas voces que lanzaban arengas
contra los asistentes al Café Rosedal que a su vez, había cerrado sus puertas
en actitud de respeto por la feligresía participante en el rito religioso.

Varios asistentes al Café, curioseaban clandestinamente por entre los postigos


admirando los esbeltos cuerpos de las jovencitas que hacían calle de honor a la
imagen de la Virgen y que con sus mejores galas y rosario en mano, rezaban
las Avemarías de rigor.

Blas Hernández O.
38
La Ciudad de Dios

Muchas mujeres “maduras” cubriendo sus cabezas con pañolones negros, se


apiñaban cada vez más tratando de ganar un espacio privilegiado cerca del
Padre Trillos quien precedía la marcha llevando en sus manos la custodia de
oro y esmeraldas que albergaba el Santísimo.

Adentro, en el Café, los curiosos seguían a la expectativa admirando o


criticando las distintas indumentarias estrafalarias utilizadas por algunas damas
del cortejo religioso.

–A las aglomeraciones y en especial a las fanáticas, hay que tenerles cierta


precaución, –comentó Luis en tono jocoso, interrumpiendo el silencio
momentáneo en torno a la mesa. –Pues cuando una multitud está apiñada,
fácilmente puede convertirse en una turba y las turbas no producen nada
bueno sino devastación y violencia.

–Los vientos que soplan en estos días, –intervino con voz profética
Porfirio– cambian raudamente del materialismo al espiritualismo y viceversa, y
aunque en esta vida se encuentran pesares en la búsqueda infatigable de la
felicidad, al final la humanidad encontrará la fórmula para vivir en un mundo
mejor. ¿No les parece?.

–Así es! –Respondió Blas– Pues hay que tener en cuenta que todas las cosas
relacionadas con el fanatismo religioso, pasarán de moda y será entonces
cuando las gentes se preocupen por el verdadero sentido de la vida buscando
la respuesta en la Filosofía Espírita.

–¿Por qué en esa filosofía? –Intervino Pepe.

–Porque el Espiritismo cita la verdad sin tapujos y esto no le gusta a los


fanáticos religiosos. Esta es la causa por la cual la Filosofía Espírita tiene
multitud de detractores que la desprestigian a toda costa sin conocer ni
siquiera de qué se trata.

–Repuso Blas.

–Blas, ¿Dígame dónde ha aprendido todo esto? –Preguntó Porfirio un tanto


intrigado.

–¿Recibiste algún adiestramiento especial con algún maestro? –Terció Mario.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

–No. En ningún momento he tenido profesor alguno que me adiestrara en


estos conocimientos... Simplemente me he dejado llevar por la inquietud y
consejos del espíritu acudiendo a la literatura esotérica.

–¿Como así? –Intervino Luis– No comprendo! Quieres tener la gentileza de


aclarar lo que acabas de decir?

–La criatura investigativa que llevamos dentro, esa fuerza que encarna nuestra
auténtica personalidad, es el espíritu y esa fuerza es la que te guía por la senda
de la vida. –Contestó Blas.

Blas hace un corto silencio hilvanando sus pensamientos. Todos callan


esperando la continuación de sus palabras.

–Amigos míos, –continuó– no vuelvan la espalda a los consejos del espíritu,


pero como todos los espíritus no son evolucionados, muchos nos dan
consejos pérfidos según su grado de atracción a las cosas materiales; por lo
tanto, hay que estar alerta para llevar nuestras vidas materiales a nuestro antojo
y así elegir nuestro propio futuro.

–¿Elegir nuestro propio futuro? –Intervino Pepe. Pues entonces lo que tanto
se predica sobre los Sacramentos y demás obligaciones religiosas para
conseguir la “salvación”, ¿donde queda?

–Cuando uno tiene mente abierta y libre de prejuicios, nos hacemos esa
pregunta al ver que no concuerdan ciertas cosas que se predican y que siempre
van ligadas con recuerdos dogmáticos y carentes de lógica... Convéncete mi
querido Pepe, que tú eres tú y tus obras, ya sean buenas o malas, son tuyas por
las cuales debes responder sin intermediarios de ninguna clase.

Tus pensamientos y creencias deben salir de tu propio ser y no, del que te
impongan los demás bajo el terrorismo psicológico del diablo y las penas
eternas del infierno.!

–Muchos de nosotros, nos preocupamos por saber ¿ Por qué existe este
mundo? y ¿Qué es?. Por otro lado, nos preguntamos ¿Por qué estoy aquí?,
¿Quién soy? y ¿De donde vengo? y ¿a dónde iré después de muerto? o ¿Será
que soy un accidente de la naturaleza?, etc., etc. Pues bien: si descubres lo que
es este mundo, cómo funciona y para qué sirve en la evolución espiritual,
automáticamente empiezas a pensar distinto a los demás haciéndose acreedor

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

a mofas e insultos de los ignorantes que no ven más allá de la punta de la nariz
y que siguen las enseñanzas de Epicuro. Las palabras de Blas, provocan un
susurro generalizado entre los asistentes. La reunión se torna cada vez más
interesante y delicada, contrastando con el comportamiento trivial y díscolo de
las mesas vecinas que entre chistes de mal gusto y risotadas, daban al ambiente
un aire carnavalesco.

La procesión hacía rato se había perdido a lo largo de la calle, habiendo


llegado al atrio de la Sagrada Familia donde se oficiaría un Tedeum.

Las puertas del Café ya estaban abiertas y los curiosos habían regresado a sus
sitios de tertulia. Blas, escurría los últimos sorbos de limonada, carraspea y
nuevamente toma la palabra.

– Si reflexionamos sobre todas las cosas que de buena o mala fe nos han
inculcado, nos encontraremos un tanto confundidos y temerosos de
incursionar sobre lo prohibido. Pero una vez salvado este obstáculo, nuestro
ego se vuelve más sensible hacia la realidad de la vida y nuestro
comportamiento cambiará.

El tiempo transcurría rápidamente y el grupo de intelectuales reunidos se


interesaba aún más por los temas que se estaban tratando sin reparar que
desde una mesa vecina, los allí reunidos seguían poniendo atención a lo
expuesto por Blas y sus amigos.

–De modo que usted señor mío, no está de acuerdo con las Sagradas
Escrituras, las cuales son el único medio para conseguir la salvación? –
Intervino un parroquiano de la mesa vecina dirigiéndose a Blas con cara de
pocos amigos y bufando de fanática indignación.

–Seguramente todos ustedes son unos ateos que no creen en lo que enseña la
Santa Madre Iglesia, allá los veré a todos ardiendo en las llamas del infierno,
en la paila gocha.!! –Puntualizó.

Blas y sus amigos sorprendidos por tan absurda intervención, se miraron entre
sí y luego de guardar un prudente silencio analizador sobre la actitud del
parroquiano, sonrieron despectivamente al tiempo que movían la cabeza
negativamente en señal de desaprobación ante tanto fanatismo.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

–Son unos sinvergüenzas hijos de Belcebú, –prosiguió desafiante– deberían


estar en la hoguera de la Santa Inquisición –Exclamaron los demás
fanáticos inflados de santa ira religiosa.

–Es indiscutible que la vida cotidiana está afectada por fenómenos como el
que estamos presenciando, llenos de fanatismo y esto hace que la ignorancia
de algunas personas los lleve al extremo de querer obligar a los demás a seguir
sus mismas creencias aunque sea ofendiendo o acudiendo, en algunos casos al
desafío, la maldición o la violencia. –Comentó en tono grave Mario.

–En épocas muy remotas –prosiguió– estos fenómenos estaban manipulados


por la Casta Pastoral de todas las religiones del mundo, causando fidelidad a
base de amedrentamiento entre sus seguidores pero hoy en día, las cosas han
cambiado y las gentes se sienten inquietas sobre lo que desconocen y lo
sobrenatural.

Tienes razón, Mario –intervino Blas– Todos fingimos ser algo que no somos,
como el caso del fanatismo que acabamos de ver. Esto sucede sencillamente
porque ignoramos o no queremos comprender que somos organismos que
nos movemos de un lado para otro, animados por un espíritu. En otras
palabras, somos ideas inmortales aunque estemos convencidos de lo contrario;
y eso es lo que muchos como nuestros vecinos de mesa, lo catalogan como
blasfemia porque siempre estarán dependiendo de los conceptos de los demás
y nunca de su propio discernir. Así pues, depender de los demás para
encontrar nuestro propio “yo”, es depender de los demás para encontrar
nuestra felicidad y nuestra realización como seres individuales capaces de
analizar lo bueno y lo malo, lo que nos convenga o no.

Eso nos pasa a todos, –dijo Miguel lanzando una mirada acusadora a sus
vecinos.

Cuando analizamos el por qué de la vida, nos intriga un deseo de revelarnos


contra ciertos sofismas, pero terminamos dejándonos manipular
psicológicamente por aquellos pastores que predican pero no practican.

Los fanáticos al oír estos comentarios, se retorcían de la ira sin comprender la


realidad de lo dicho, calificando aquellos conceptos como descabellados y
propios de los ateos influidos por Satanás.

Blas Hernández O.
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–Mal rayo los parta, malditos! –balbuceó uno de los fanáticos al sentirse
aludido por los comentarios de Miguel, y empuñando las manos invitó a sus
congéneres a retirarse del lugar, pues para ellos ese establecimiento era un sitio
de perdición que pronto recibiría el castigo Divino.

–Muchas veces es mejor evitar un fanatismo lleno de odio, que complicarnos


la vida poniendo atención a sus ataques, –intervino Blas exhalando un
suspiro– Pues no solo nos complica la vida, sino que se la complican ellos
mismos aún más... Los fanáticos tiene siempre la vida llena de complicaciones
producto de su egoísmo, odio y rencor.

– Para el fanático todo el que piense distinto a sus conceptos es un profanador


al que hay que perseguir y exterminar. Por ello, muchos sabios se abstienen de
sacar a la luz pública sus conocimientos por temor a ser linchados por una
turba de fanáticos, como le sucedió a Juana de Arco, Giordano Bruno y
muchos más –Puntualizó.

Entonces ¿qué hacer? –Preguntó Julio quien se encontraba callado desde la


discusión con Blas.

–¿Existe una Ley que prohiba decir lo que se sabe? ¿Lo que se considera
cierto? –Terció Mario.

–No!, no existe! –replicó Porfirio– Pero la ignorancia lleva a muchas personas


a ser violentas para salvar sus creencias, ya sean políticas o religiosas.

¿Cuántos filósofos han caído víctimas de las piedras y garrotazos lanzados por
grupos de fanáticos que buscan acallar las voces de estos pensadores?

–Estoy convencido, –enfatizó Blas– de que lo mejor en estos casos, es escribir


lo que se conoce o se piensa; ya sea en un libro, en una revista o en un
periódico. Así, si a la gente no le gusta lo que se dice, en lugar de perseguirlo y
matarlo a uno, podrá quemar sus palabras y botar sus cenizas a una cloaca, o si
le gusta, podrá leer y releer cuantas veces quiera o, guardarlo como texto de
consulta para otras ocasiones. Así pues, mis queridos amigos, no encuentro
nada malo en escribir así lo tilden a uno de estúpido, loco, sinvergüenza o
arlequín. Las palabras son aire y al aire van a dar y el mismo aire se las lleva
para no recordarlas jamás. Por eso es mejor escribir.! Un buen periodista o un
buen escritor, no debe temer a las críticas malintencionadas o a las burlas de
que será objeto por parte de sus detractores...! Por último, quiero decirles que

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

las triquiñuelas de la humanidad, son un simple juego de salón comparándolas


con el verdadero sentido de la existencia del ser.

Las horas habían transcurrido rápidamente. El reloj del Edificio Garnica


marcaba la una y treinta y cinco de la tarde. Hacía calor y los contertulios se
dispusieron a dar fin a su reunión dominical.

–No estuvieron mal los temas de hoy, y lo más seguro es que tenga que
aprender mucho más sobretodo con respecto del espíritu, –comentó Porfirio
mientras se ajustaba la corbata y se acomodaba el saco; en todo caso, querido
Blas, deseo sinceramente que encuentre las satisfacciones que buscas. –Agregó
poniéndole una mano en el hombro en señal de aprecio.

–Hermano Porfirio: No olvides que el vínculo que nos une como amigos no
es por casualidad sino por afinidades de vidas anteriores en las cuales tuvimos
muchos nexos.

–Respondió Blas con su sonrisa bonachona.

Porfirio no dio una explicación momentánea a las palabras de Blas, por lo que
no puso mucha atención y tomando los últimos sorbos de la leche malteada,
se dispuso a marcharse en compañía de Luis y Miguel. Blas hizo lo propio con
los demás amigos partiendo cada cual con rumbo diferente.

–¿Sabes una cosa Blas? Creo que tienes razón en todo! Hay tantas cosas que
aprender... –le murmuró quedamente al oído Julio.

–Y qué decir! –Contestó Blas luciendo la mejor de sus sonrisas al tiempo que
se alejaba de sus amigos.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

CAPÍTULO CUARTO
REENCARNACIÓN Y EVOLUCIÓN. LA MATERIA. DIOS.

Reunido nuevamente con sus amigos de caminata, se disculpó por la demora


en terminar su labor y salieron a retomar el rumbo que traían y al aproximarse
nuevamente a la Plaza de Mercado, desde la venta de frutas una hermosa
muchacha de delantal blanco sobre el vestido rojo, hacía señales con la mano
saludando desde lejos a Blas quien correspondió el saludo con una ligera
inclinación de cabeza.

–Es una buena amiga de la infancia que también se preocupa por conocer las
cosas espirituales. –Aclaró satisfecho.

–Blas admito que esta vida puede ser interesante o tediosa según nuestro
comportamiento. –Comentó Eliseo– ¿Me podrías hablar de esto? –Agregó.

–Mi querido Eliseo, te diré que nuestra presencia en este mundo se puede
comparar con una fábula, ya que nuestra forma de ser juega un papel muy
importante en el rol de nuestra vida y que muchas veces nos lleva a actuar en
el bien o en el mal.

–El comportamiento licencioso de la mayoría de los humanos, hace que su


vida esté llena de sobresaltos, temores, estremecimientos, convirtiendo su
existencia en un infierno y por lo tanto el tema de su historia es de terror,
porque han dado rienda suelta a su modus vivendi donde los gustos por las
aberraciones y los vicios en general, son los que comandan su estado de ánimo
y esto atrae gran cantidad de fluidos negativos que les hará sufrir las
consecuencias de su vida libertina.

Otros encuentran su felicidad llevando una vida díscola, superficial, divertida y


sin sentido. Dejan transcurrir sus vidas en medio de frivolidades sin ninguna
meta o norte definido, simplemente se limitan a ocupar un lugar en el
Universo y nada más. Siempre buscan la vida fácil y la diversión
convirtiéndose en bufones desperdiciando así el tiempo que se les ha dado
para su propia evolución espiritual. Estos protagonistas junto con los
anteriores, cuando desencarnan encuentran en el Plano Espiritual tristeza,
dolor y remordimiento por el tiempo perdido por lo tanto, sienten la
necesidad de tomar nuevamente el cuerpo material para corregir sus errores y
saldar las deudas contraídas con la Ley de Causa y Efecto. –Concluyó.

Blas Hernández O.
45
La Ciudad de Dios

–¿Cuánto tiempo se necesita para corregir esa clase de vida? –Preguntó


Ismael.

–El tiempo que sea necesario! Hasta cuando el espíritu entienda que su
presencia en este mundo obedece a un Plan Divino, que nuestra vida material
no es un juego de niños y que por lo tanto, se debe buscar la rehabilitación del
tiempo perdido dejando de lado todos aquellos lazos materiales que no le
permitieron evolucionar. –Respondió Blas con seguridad–

–Bueno... Eso, para los frívolos y los demás sinvergüenzas...

Pero para los demás, ¿Cómo es el asunto? –Interrogó nuevamente Ismael,


mientras hacía un alto en la marcha y encendía un cigarrillo "La Honradez".

–Como ya lo he dicho en otras ocasiones a Los Siderales, el espíritu tiene su


libre albedrío por lo tanto, es el encargado de controlar a su antojo todas las
emociones, pensamientos, ambiciones, deseos, su relación con los demás y el
medio que lo rodea. En este mundo y muchos otros mundos como este, se
encuentran encarnados de toda índole con la más variada obstinación y
contumacia... En fin, hay historias para todos los gustos y estos temas serán el
artífice de la propia evolución del sujeto.

–Hay espíritus que al encarnar eligen una vida íntegra y así escriben la historia
de su propia vida; y esta clase de decisiones lo harán llegar muy pronto a la
perfección mientras que los frívolos, y demás ralea, demorarán siglos y siglos
de reencarnaciones sucesivas para avanzar un solo peldaño en la Escala
Evolutiva.

–¿Todos los espíritus deben reencarnar? –Intervino Eliseo.

–El espacio– tiempo, es una escuela bastante primitiva en la cual se aprende


todo lo necesario para evolucionar. Por lo tanto todo espíritu tiene que pasar
por esta escuela instalada en todos los mundos en la que se logra el título de
"Evolucionado". Esta realidad, como lo pueden ver es portentosamente
diferente a lo que se nos ha predicado desde cuando la humanidad tiene uso
de razón; por lo tanto es muy difícil comprenderla al primer intento sino se
tiene una mente abierta y libre de . prejuicios y hasta nos pueden calificar de
herejes e hijos de belcebú como sucedió aquella vez en el Café Rosedal!. ¿Se
acuerdan? –Dijo Blas sonriendo picarescamente.

Blas Hernández O.
46
La Ciudad de Dios

Había anochecido. Los tres amigos seguían caminando lentamente


deteniéndose de vez en cuando frente a la vitrina de algún almacén del
comercio local para curiosear los artículos en exhibición. Luego seguían su
marcha platicando sobre el tema que por momentos tomaba matices de
esperanza y comprensión sobre el verdadero destino del hombre. No les
importó una ligera llovizna que caía sobre sus cabezas cubiertas con
sombreros “Barbisio” los cuales eran usados por la clase pudiente de la
sociedad Bumanguesa. El eco dejó escuchar a lo lejos el ploc, ploc, ploc
salidos de los cascos de un viejo caballo que trotaba arrastrando un coche que
se alejaba llevando en su interior algún pasajero ocasional hacia un sitio
indeterminado.

–¿A dónde se llega después de muerto? –Preguntó el farmaceuta.

–Cuando el Espíritu se separa definitivamente del cuerpo material,


necesariamente entra al Mundo Espiritual. Al ingresar al Plano de los
Espíritus, el recién desencarnado lo hace por la parte inferior, si así se puede
denominar esta situación porque allí no hay ni arriba ni abajo. A su paso por
este sector el espíritu se encuentra frente a frente con muchas fuerzas
negativas que lo sobresaltan, ya que en ese lugar todo es evidente, visible y
sensible; por lo tanto allí todo lo relacionado con la vida que acaba de dejar,
sale a flote.

–¿Y cómo se suceden estas cosas? –Preguntó Ismael.

–¿Dura mucho esa situación? –Terció Eliseo.

–Les contestaré simultáneamente a los dos –repuso Blas– en la parte inferior


del Plano Espiritual, o sea la que está más cerca al Plano Material, se
encuentran en ella las mas denigrantes pasiones; los más bajos instintos y las
fuerzas negativas tienen su reinado allí. En ese lugar alternan los más torpes y
abominables apetitos.

Algunas religiones a ese lugar le dan el nombre de “El Purgatorio”, mientras


que otras filosofías afirman que es el mismo “Infierno”. Ahora bien, la
duración del paso por este sitio depende de la evolución del Espíritu y a
medida que este se va depurando, va saliendo de ese sector hasta llegar al
plano que le corresponda.

Blas Hernández O.
47
La Ciudad de Dios

Seguían caminando y la charla se volvía más interesante. La expectativa de


Ismael y Eliseo crecía a la espera que Blas continuara su exposición sobre el
más allá.

–Bueno, –continuó– a su paso por la parte inferior, el recién desencarnado es


presa fácil de aquellos Espíritus Vengativos que lo aguardan para cobrarse de
los males que el desencarnarte pudo haberles hecho cuando se encontraban
en el Mundo Material. Esta es otra de las razones por las cuales los Espíritus
en trance de la muerte material, luchan porque este paso no se cumpla ya que
alcanzan a vislumbrar las angustias que se les aproximan.

Pero no hay nada que hacer... El Espíritu debe partir y por lo tanto hacer
frente a esta situación quiéralo o no.

Después de una pausa, Blas aclara la voz y prosigue.

–No todos los Espíritus están sujetos a esta dolorosa experiencia pues
mientras más evolucionado esté, menos efectos dañinos puede encontrar a su
paso por este lugar, pues lo hace tan rápidamente que ni siquiera se da cuenta
en que momento lo hizo y las fuerzas del mal no pudieron tocarlo.

–Aquí encuentro una contravención a lo que dices, porque según entiendo, al


que más sabe más se le exige, por lo tanto, un espíritu evolucionado no
puede pasar tan rápido por ese lugar, así porque sí..!!

–Arguyó Eliseo.

–No mi querido amigo. No hay que confundir la sabiduría material con la


evolución espiritual...

Me explico: Un médico que en vez de usar sus conocimientos a favor de la


humanidad se dedica a hacer abortos, a cobrar más de lo justo, dejar morir a
alguien porque está en huelga o el paciente no tiene con qué pagar, es un
Espíritu de muy poca evolución así sea una eminencia en la rama de la
medicina; por lo tanto, su paso por la región inferior deberá ser muy
lentamente con las consecuencias que de ello deriva.
Un erudito de las finanzas, que por su avaricia arruina a los que han caído en
sus garras, un Juez Prevaricador, un estudioso de la Metafísica que ha hecho
mal uso de sus conocimientos, a todos ellos les esperan ratos angustiosos al
momento dedesencarnar. Pero por otra parte, encontramos entidades que

Blas Hernández O.
48
La Ciudad de Dios

durante su vida material cumplieron con las Leyes Cósmicas, aunque hubieran
sido unos analfabetas, vemos que en esos Espíritus está la semilla de la
evolución y se encuentran por encima de muchos sabios y su paso por el astral
inferior es raudo y sin sufrimiento ni sobresaltos.

Así pues, los Espíritus de baja categoría no solo tienen que hacer su tránsito
lentamente por este sitio sino que por su misma baja vibración pertenecen a
ese lugar, por ello deben habitar allí hasta que ocurra una nueva encarnación.
Muchos Espíritus que se dan cuenta de su incipiente estado y no conformes
con las Leyes de dicho lugar, ruegan se les de la oportunidad de una nueva
encarnación con el fin de hacer más liviana su carga y para eludir a sus
antiguos enemigos, porque estando encarnados, la misma materia les sirve de
mimetismo para eludirlos y para amortiguar los embates de las fuerzas del mal.
Pero en muchas ocasiones la nueva reencarnación no le da los resultados
esperados, ya que cuando un Espíritu vengativo descubre a su víctima en el
Plano Material, la persigue y le hace la vida imposible llevándola hasta el
suicidio o influyéndole toda clase de penalidades psíquicas y patológicas. A
esto, nosotros los espiritistas le llamamos “obsesión” debido a que el
encarnado se encuentra a merced del Espíritu vengativo u obsesor. Las
religiones lo llamas “Posesión Diabólica”.

Por esta razón, vemos con alguna frecuencia personas que sin proponérselo,
se desnudan en la vía pública, otros se vuelven violentos de un momento a
otro, algunos más corren por las calles sin rumbo fijo vociferando o riendo a
carcajadas, otros sufren temores excesivos sin ninguna causa aparente.

Otros hombres y mujeres de reconocida solvencia moral, de pronto son


atacados por deseos incontrolables de lujuria, de matar o suicidarse. En fin
son muchas las situaciones bochornosas que se les presentan a los encarnados
a causa de espíritus bajos vengativos.

–Es muy importante no confundir estos estados de esquizofrenia


momentánea, con los efectos por sustancias tóxicas como el alcoholismo, la
drogadicción y demás estados de enajenación mental temporal a causa de estas
tendencias aberrantes. Por otra parte, también hay que saber distinguir estas
alteraciones de las situaciones patológicas por motivos de la Ley de Causa y
Efecto o la descompensación del Modelo Organizador Biológico –MOB.

La noche estaba húmeda. El cielo encapotado no permitía ver las estrellas.

Blas Hernández O.
49
La Ciudad de Dios

Una espesa niebla bajaba desde el Mortiño invadiendo la ciudad y opacando la


escasa iluminación eléctrica de los faroles instalados en algunas esquinas del
centro de la ciudad dando al ambiente un aspecto lúgubre y frío. Los tres
caminantes seguían aquí y allá tropezando de vez en cuando con algún
desprevenido transeunte que afanosamente se dirigía a su hogar... Se estaban
acercando al Parque García Rovira donde se despedirían.

–Debes hacer una explicación más amplia a lo que nos acabas de decir!

–Dijo Eliseo frotándose las manos a causa del frío.

–Sí, dinos algo más referente al mundo de los espíritus vengativos, pues me
preocupa que alguno de ellos me pueda volver loco! –Acotó el farmaceuta.

–Como comprenderán, en la parte baja del Plano Espiritual se generan las


causas de muchos efectos que suceden en la Tierra y que no tienen explicación
lógica...

–Contestó Blas con voz pausada. –En nuestro Planeta, en todas las épocas,
han sucedido fenómenos que escapan a cualquier razonamiento o
comprobación científica... ¿Cómo explicarlos? He ahí el problema! Por eso es
de vital importancia conocer las cosas del Plano Espiritual y lo que sucede allí,
para comprender su influencia en la vida material. En cuanto a lo referente a la
vida en el Mundo Espiritual, les diré que allí suceden las mismas situaciones
que se presentan en todos los mundos de la tercera dimensión. En el Plano
Espiritual hay la más variada gama de características en comportamiento y
conocimientos; también en lo moral, en lo metapsíquico, en lo metafísico y en
la constitución molecular vibratoria. Así pues, no todos los espíritus son
santos, sabios o ángeles. Y entre más vulgar sea la composición molecular de
un espíritu, este es más torpe, más inmoral, más impulsivo y prefiere las cosas
materiales despreciando las espirituales.
En general, es una Entidad defectuosa que tiende más a lo material que a lo
espiritual.

–También, en estos espíritus cuando están encarnados, su cerebro, su


fisiología y constitución molecular son más rústicos, más pesados, vibran
lentamente y necesitan estímulos más fuertes y violentos para que puedan
reaccionar y seguir la senda de la evolución.

Blas Hernández O.
50
La Ciudad de Dios

A esta clase de espíritus, la materia pesada los domina y de ahí su tendencia a


los bajos instintos, a la animalidad, a los vicios y el amor a las cosas
perecederas.

–Me parece una injusticia eso que nos acabas de decir, ¿Por qué Dios no hace
a los espíritus con la perfección deseada, de una vez por todas? ¿Y no
exponerlos a tantos dolores y sacrificios? –Intervino Eliseo dando muestras de
descontento y un tanto incrédulo a lo expuesto por Blas.

–En el Cosmos, o sea en el Universo Integral, –respondió Blas– todo,


absolutamente todo, es evolución. Desde los aspectos o formas más simples,
hasta los más complejos y avanzados niveles de vida. En todos los reinos de la
naturaleza, y en todas las dimensiones, todo tiene una misión que cumplir,
desde la ameba o el asqueroso gusano que devora el cuerpo de un muerto,
hasta el más encumbrado de los sabios deben cumplir con la Ley de la
Evolución obedeciendo al objetivo para el cual fueron creados. Porque nada
se destruye, la materia simplemente se transforma... Es más!!, tanto la materia
como la energía, pueden transformarse hasta lo infinito y manifestarse en los
niveles más distantes actuando y trabajando desde los aspectos más
microscópicos hasta las magnitudes astronómicas jamás sospechadas por
nosotros.

–La mayoría de los humanos, al ver la desdicha de unos y la felicidad de otros,


se rebeldizan contra Dios. Quieren ser más papistas que el Papa y hasta dudan
de la existencia de Dios porque en su escasa capacidad de entendimiento y la
gran capacidad de soberbia y egoísmo, todo les parece una injusticia; y la causa
de todo este descontento es el desconocimiento de la Ley de la Evolución. En
cambio, sí es una injusticia achacarle a Dios todas nuestras amarguras siendo
nosotros mismos los artífices de nuestro propio destino.

–Humm... Aún no estoy muy convencido ni de acuerdo... Tengo mis dudas y


mis reservas! –Protestó Eliseo, mientras Ismael meditaba con la cabeza baja.

–Tienes razón al tener tus dudas... –anotó Blas mirando fijamente a Eliseo. Si
analizamos que en una sola existencia no se puede dar un gran salto desde el
primitivo hombre "Australopitecus" hasta el hombre de nuestros días con los
más avanzados conocimientos electrónicos, teoría nuclear y viajes a la luna,
nos daremos cuenta que desde siempre, toda la humanidad ha estado
cumpliendo con esta Ley Divina pero todavía falta mucho por avanzar, por

Blas Hernández O.
51
La Ciudad de Dios

investigar, por aprender, por coordinar, por trabajar, por comprender y


muchas cosas más para llegar a la cima de la evolución.

–Por otra parte, si analizamos de que disponemos de todo el tiempo necesario,


siglos y siglos para nuestro desarrollo de la conformación anatómica,
fisiológica y psíquica, comprenderemos el por qué hemos tenido que
evolucionar partiendo desde los niveles más insignificantes hasta convertirnos
en seres superados y capaces de comprender los secretos de la energía cósmica
y la naturaleza para así llegar a los niveles de sabiduría jamás sospechados.

Por lo tanto, cambiaremos la ignorancia que nos estanca en estados de


soberbia, por el saber que nos hará comprender nuestro verdadero destino;
cambiaremos la animalidad que nos hunde en la cloaca de la inmundicia, por
lo sublime, lo bello y la verdadera felicidad.

–Una cosa no tengo muy clara, –interpeló Eliseo antes de que Blas siguiera
con el tema– y es lo referente a que hay que encarnar para poder evolucionar.
¿Cómo es el asunto?

Ya habían llegado al Parque García Rovira. En la Iglesia de San Laureano se


oficiaba un rito religioso.

“La Hora Santa”. La neblina se había disipado y la noche se tornaba


placentera.

–Sentémonos en esta banca –Propuso Ismael– de tanto caminar ya estoy


cansado y creo que ustedes también ¿verdad?

Luego de acomodarse en la banca señalada por Ismael, Blas retomó la palabra


dirigiéndose a Eliseo con su eterna sonrisa bonachona.

–Para responder a tu pregunta debo aclarar un poco lo referente a la


composición de la materia y su acción en las distintas dimensiones... Como
primera medida, los diferentes niveles de los Planos Cósmicos no son
propiamente posiciones superpuestas en sentido vertical u horizontal. No!.
Son una serie de condiciones distintas a como lo hemos imaginado, cuya
constitución molecular va mucho más allá de la conocida por nuestros sabios
usada en la Física Cuántica y Electrónica Moderna.

Blas Hernández O.
52
La Ciudad de Dios

En estos Planos, los campos energéticos producen una vibratorionalidad muy


compleja aún desconocida por los humanos.

–En lo concerniente a la reencarnación, le diré que todo Espíritu para poder


evolucionar necesita encarnar en un mundo físico y tomar la forma o cuerpo
correspondiente al mundo escogido según sus características vibratorias
evolutivas... Cuando se encarna en un mundo como el nuestro, el Espíritu es
dotado de todas las constituciones moleculares afines a la Tierra y un quinto
(5º.) estado material llamado “Materia Psicoplasmática” para que su frecuencia
vibratoria le permita su normal desenvolvimiento psíquico y para que su
cerebro sea capaz de emitir y recibir ondas vibratorias llamadas pensamientos
y para que controle directa o indirectamente toda la fisiología corporal acorde
a su grado evolutivo espiritual asimilando todo lo concerniente al objetivo de
su venida al mundo material.

–Esta situación es muy compleja y requiere de un estudio muy profundo, pues


al hablar de un quinto (5º.) estado de la materia el cual es también la
composición del Espíritu, hace más confuso el panorama. Pueda ser que en un
mañana se logre encontrar e investigar estos estados materiales para que
conozcamos nuestra propia constitución y así dejemos de enjuiciar a Dios por
todo lo que nos pasa.

–Cuando hablas de la reencarnación, me asalta la duda si es cierto o no este


fenómeno y lo que más incrementa mi duda es el por qué no recordamos nada
de nuestras vidas pasadas, si fue que existieron...!!. –Intervino Ismael dando
muestras de desconfianza a lo expuesto por Blas.

–La respuesta es muy sencilla –Replicó Blas– Sucede que cuando un Espíritu
vuelve a reencarnar en este mundo, tiene que nacer con un cuerpo nuevo
acorde con su Modelo Organizador Biológico.

Así pues, al nacer con un cuerpo nuevo, de hecho debe tener un cerebro
nuevo dispuesto a captar todos los pormenores de su nueva encarnación para
transmitirlos al Espíritu. Por lo tanto, un cerebro virgen no puede recordar lo
que no ha captado en el consciente y la información de las vidas anteriores
está almacenada en el Espíritu y en el inconsciente.

–Además –Continuó– si se tiene el recuerdo de vidas anteriores latente, para la


mayoría de los humanos por no decir todos, la vida material sería un continuo
padecer lleno de amarguras y remordimientos. Pues a cada instante, estaría

Blas Hernández O.
53
La Ciudad de Dios

viendo los errores del pasado y reconociendo a sus antiguas víctimas o a sus
victimarios, complicando aún más la situación. Por otra parte, si para expiar
sus culpas al espíritu le tocó reencarnar en un pordiosero, o en un leproso, o
en un cuerpo imperfecto habiendo sido en otra vida un “rey, un presidente o
un gran científico, o un adinerado muy famoso, o una reina de belleza, o un
artista de fama mundial”, Su vida y sufrimiento sería un desastre. Porque
como lo he dicho muchas veces, la Ley de Causa y Efecto es inexorable... Por
ello y muchas cosas más, es que se nos hace el favor de no recordar nada de
las vidas anteriores... ¿Les parece poco? Claro está que en algún momento de
nuestra vida presente pueda que de pronto nos asalte algún temor sin saber el
motivo o al estar en algún sitio por primera vez sintamos la sensación de que
ya estuvimos ahí. Eso son chispazos momentáneos que salen del inconsciente
y afloran en el consciente presente; también al presentarnos a alguna persona
por primera vez, se nos hace conocida de vieja data; esos, son recuerdos
momentáneos del pasado. Los tres amigos entran en profunda meditación
analizando cada uno a su manera, lo de los recuerdos de vidas anteriores... En
la Iglesia, la ceremonia tocaba su fin.

–Blas... y los espíritus evolucionados, como tú dices, ¿qué sienten cuando


están encarnados? –preguntó el farmaceuta.

–Los espíritus cuando están encarnados y tienen alguna evolución, se sienten


prisioneros debido a que el cuerpo físico les ofrece muchas limitaciones a sus
facultades espirituales.

Me explico!! Estos obstáculos se deben a la extrema condensación molecular


con que está formado el cuerpo físico. Es algo así como si tuviera que actuar
dentro de una pesada armadura o dentro de varias escafrandas superpuestas
que limitarían enormemente su libertad y ligereza de movimiento... El espíritu
se siente encerrado y muy limitado tanto en libertad como en voluntad. Por
eso a muchos de estos espíritus cuando les toca reencarnar, sufren
enormemente pues saben de antemano lo que se les aproxima. En cambio a
los espíritus de baja categoría les encanta reencarnar por varios motivos:

Primero, por necesidad. Segundo, porque su grado de desmaterialización es


muy poco o nulo y por ello se sienten felices, porque saben que van a disfrutar
de los placeres materiales y todo lo que la escoria humana puede ofrecer. Ellos
no solamente reciben la orden de reencarnar gozosos, sino que buscan por
todos los medios esta oportunidad así tengan que hacer toda clase de

Blas Hernández O.
54
La Ciudad de Dios

triquiñuelas para satisfacer sus deseos. Tercero, para huir de sus enemigos
espirituales que los atormentan en el Plano Espiritual.

–Ahora bien, –continuó– cuando un espíritu evolucionado encarna en un


mundo como el nuestro, lo hace por amor a la humanidad y por alguna misión
muy noble por cumplir para ayudar a superarnos tanto en lo espiritual como
en lo material, encausándonos por el camino de la evolución.

–Se está haciendo tarde –dijo Blas comparando su reloj de leontina con la
hora del reloj de la torre de la Iglesia.

Pero quiero hacerles una última aclaración respecto a todo lo que hemos
venido hablando hasta ahora.

–Claro! –Contestaron con satisfacción Eliseo e Ismael –Siga con su charla que
nos interesa...!! .

–Es simplemente un comentario muy personal referente a Dios. –Agregó Blas


pausadamente.

–Siempre se nos ha dicho y se nos ha hecho creer que solamente existe vida
inteligente en este planeta y que en las demás galaxias con sus millones de
millones de estrellas y planetas con sistemas solares como el nuestro, no hay
nada, absolutamente nada...!! Que Dios después de una eternidad de “ocio y
desgano”, de un momento a otro le dio por hacer nuestro sol, la luna y las
estrellas... Y que después de siete días hizo al hombre de una pelota de barro
imponiéndole varias obligaciones y prohibiciones so pena del castigo eterno...

Y como estaba tan “cansado” de tanto trabajo, descansó y bendijo.

También se nos ha sostenido que el hombre vive en este mundo una sola vez
y que después de muerto, a su alma le quedan únicamente dos caminos a
saber: el cielo o el infierno y san se acabó, eso es todo! El que piense otra
cosa, es un hereje influenciado por el “diablo”!! Si nos atenemos a esto,
encontramos por un lado, que Dios siendo el Creador absoluto de todo
cuanto existe, ni se vuelve viejo porque en la eternidad no hay tiempo ni
espacio, ni tampoco se puede cansar porque no tiene un cuerpo físico como el
nuestro; además, los Espíritus no se cansan nunca y si Dios es un Espíritu
Puro, mucho menos se puede cansar. Por otro lado, encontramos que nuestro

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Espíritu después de dejar la materia física, le toca o bien una eternidad de


ociosidad y contemplación o, el dolor y desespero también eterno del infierno.

–No creen mis queridos amigos –preguntó Blas mientras exhalaba un suspiro
de tristeza –que en estos casos nos presentan a un Dios selectivo que sólo
recibe las almas que los “intermediarios” le recomienden por medio de ritos?
O, ese Dios lleno de odio y rencor y deseos de venganza contra sus hijos?
No!! Qué lejos estamos de esta realidad!. Cómo han llegado a desdibujar tan
inmisericordemente a esa Suprema Energía infinitamente poderosa, justa,
sabia, amorosa, principio y fin de todas las cosas. Nosotros la llamamos Dios
o Padre Universal. El no es solamente un concepto; es la realidad primordial
de todo cuanto vemos, palpamos, oímos, intuimos y hacemos. Es la verdadera
esencia de la verdadera ciencia. Es la fuente de la verdad que mora desde
siempre en la eternidad.

Dios es nuestro Padre amantísimo que siempre está dispuesto a acogernos con
bondad cuando nos dirigimos a El.

Nuestro Padre Celestial, nos ha dado la hermosa oportunidad de existir; sin su


voluntad no seríamos sino nada de la nada. El, es el Dios de toda la Creación y
siendo el hacedor de todo cuanto existe, es al mismo tiempo el sustentador de
todas las criaturas de todos los Universos y de todos los Mundos. Dios es
todo esto y mucho más. Ante El, debemos doblar nuestra rodilla para adorarlo
y reconocer su grandeza y nuestra humilde condición de encarnados llenos de
maldad y odio...!

–Esa es la tragedia humana; a Dios, lo hemos formado a nuestra imagen


cargada de todas las impurezas materiales que nos aquejan. Por eso, la mayoría
de las gentes en vez de amar a Dios y confiar en El, le temen o lo buscan por
interés, porque no se puede amar a quien nos tiraniza y eso es lo que creemos
que es Dios, un tirano... ¿No les parece?

Ismael y Eliseo guardaban silencio. Meditaban una y otra vez sobre las
palabras de su querido amigo... Había tanta sinceridad en su alma, que nadie se
atrevía a interrumpir aquel sublime momento en que su pensamiento se
remontaba al infinito queriendo decir... “Padre Nuestro que estás en los
Cielos”; desde este pequeñito mundo donde nos has puesto, te adoramos,
reconocemos tu grandeza y te amamos... Bendito seas por siempre Señor...!!
El reloj de la Iglesia dejó sonar ocho campanadas. La “Hora Santa” había
terminado. Algunos feligreses que quedaban en el interior del templo, salían

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

presurosos hacia sus hogares mientras que otros se quedaban en el atrio


saboreando una tasa de café vendido por Doña Nieves, señora regordeta de
piel oscura, pelo negro largo recogido en la nuca (moñeta), blusa color mugre
que en un tiempo fue blanca.

La falda verde hasta los tobillos y alpargatas de fique del mismo color de la
blusa. Los más fanáticos comentaban entre sorbo y sorbo, lo “linda” que
había estado la ceremonia, criticando al mismo tiempo la presencia en el
templo de algunas personas no gratas para asistir a estos ritos sagrados.

Una anciana con su vestimenta raída, arrastrando los pies como si tuviera
algún trauma en la pierna derecha, se acercó a los tres amigos sentados en la
banca del Parque y les dijo cariñosamente: Upa pa’ la casa..! que ya sonaron las
ocho de la noche y a esta hora salen las benditas ánimas del purgatorio a
desandar y a asustar a los muchachos trasnochadores como ustedes, jí, jí, jiiií,
reía la anciana mientras mostraba los últimos raigones de lo que alguna vez fue
una hermosa dentadura... Seguía riendo mientras se alejaba penosamente
arrastrando su pie derecho... jí, jí, jiiií...!!

Aquella anciana los había hecho salir de sus cavilaciones. Se miraban


extrañados, sorprendidos. Se despidieron... Adiós! Buenas Noches...!!

FRANCISCO ANZURIS OSORIO SOTO

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 1

Los planos astrales.


Lo astral.
El consejo de los humanos.
El graduante apuntador.
Estrella se hace cargo de una misión.
Empieza su misión Estrella.

E
sta es la primera sesión en que principio un Guía a desarrollar su
hermoso plan de enseñanza, es esta la causa de haber suprimido en la
obra el relato de las sesiones anteriores en las que solamente se
concretó el Guía a responder a preguntas formuladas por los asistentes del
Centro y por mí, preguntas que si bien todas de importancia porque trataban
de asuntos de doctrina espiritualista, no obedecían a plan ninguno y muchas
de ellas - lo hemos comprendido después- por lo prematuras hubieron de ser
contestadas de modo oscuro e incompleto, circunstancia esta última que les
quita toda utilidad, y que repugna a la claridad y a la belleza de las enseñanzas
que contiene esta obra.

La sesión se verifica esta noche en local distinto. El Guía manifestó que la sala
donde venían verificándose las reuniones no era propicia, por las influencias
astrales que allí existían, al desarrollo de las cualidades medianímicas de
Estrella, y en vista de ello un de mis compañeros ofreció su casa de habitación,
que fue aceptada inmediatamente con suma complacencia por el Guía.

De los asistentes con que se inició el Centro han de retirarse dos que fueron
suplidos inmediatamente por mi amigo A. Z. Afamado músico, persona de
gran seriedad y que a pesar de sus composiciones católicas, siente un vivo
deseo por conocer fenómenos del espiritualismo experimental, y por la esposa
del asistente dueño de la casa de donde se reúne esta noche el Centro.

Congregados en una pequeña sala, profusamente iluminada con una potente


bombilla eléctrica, propuso someter a Estrella a la influencia hipnótica,
haciendo - conforme a instrucciones del Guía - énfasis sobre la cabeza.

Estrella se somete gustosa al trabajo y poco a poco un sueño apacible se va


apoderando de su mano. No hay en esta vez, como aconteció en las primeras
experiencias, sobresaltos nerviosos ni conmociones musculares que
demuestren incomodidad ni descontento alguno en la médium.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Pasados veinte minutos suspendió los pases para interrogar a Estrella si ya se


siente con fuerzas suficientes para llamar al Guía. Estrella tiene el conocimiento
claro del desprendimiento de su espíritu, y las instrucciones que al respecto ha
recibido de su interlocutor y que ella aplica con precisión.

Una vez informado de que el espíritu de Estrella fue suficientemente separado


de su materia se inicia a formular el llamamiento, le ordeno que lo haga. Los
labios de la médium se mueven sin que hasta ellos lleguen en sonidos
perceptibles para nuestros oídos las palabras que pronuncia. Transcurren
unos minutos en los que el rostro de Estrella permanece impasible. Luego se le
ve sonreír. El Guía esta junto a ella; no lo ha visto llegar y extraña este
fenómeno. Por que si ella estaba mirando hacia arriba para expiar su llegada?
El Guía le explica que él quiso ocultarle su presencia a voluntad y que en esta
sesión ha querido hacerlo así par enseñarle esta novedad de los espíritus de su
clase.

Una vez cruzando el saludo de costumbre entre el Guía y los concurrentes al


Centro, empieza el diálogo entre él y Estrella.

Estrella -- Por qué esta usted esta noche como serio? Se queda así, tan callado,
que parece que no tuviera deseos de hablarnos.

El Guía -- No es eso, mi silencio se debe a que estoy esperando las preguntas


que tenga para formularme esta noche el evocador.

Durante los primeros días de trabajo teníamos la costumbre de preguntar


algunos asuntos que durante el día y de común acuerdo conveníamos los
miembros del Centro, pero luego consideramos que aquel sistema podría
entorpecer el plan de enseñanza que el Guía pudiera tener, y optamos por
esperar a que él desarrollara su enseñanza a voluntad.

Le ordeno a Estrella informe al Guía de nuestro propósito, el que aprueba


inmediatamente manifestándonos que nuestra resolución es acertada y que ella
obedece a un deseo suyo, ya que su venida a la tierra la motiva una delicada
misión que tiene que cumplir.

Estrella -- Y qué nos va a enseñar esta noche?.

Blas Hernández O.
59
La Ciudad de Dios

El Guía-- Esta noche voy a llevar su espíritu al plano de los espíritus blancos,
para que usted se dé cuenta de la manera como allí se ejerce el dominio y se
lleva la dirección de los planos de la evolución.

Transcurren unos minutos. Estrella mueve la cabeza de derecha a izquierda


como si quisiera evitar el contacto de algo que se le quisiera acercar.

Estrella -- Por qué me hace así sobre el rostro?

El Guía -- Estoy desprendiendo un poco más su espíritu a fin de que pueda


acompañarme en el viaje que vamos a hacer y que es un poco largo.

Estrella -- Me va a llevar muy lejos?

El Guía -- Usted me dirá cuando lleguemos. Ahora ya esta usted lista. Vamos.
Tres minutos en que Estrella no vuelve a pronunciar una palabra. Hondos
suspiros se escapan de su pecho y su respiración se hace afanosa como la de
una persona que asciende a gran altura. También pudimos observar
contracciones características de los músculos del estómago. Estrella reanuda su
charla, pero esta vez su voz es débil como si nos llegara de muy lejos.

Estrella -- Mire, nuestro Guía: todos los espíritus que viven aquí tienen un
color azul.

El Guía -- Sí, y por eso su plano se llama El Plano Azul. Ahora, fíese bien: los
ve a todos exactamente de un mismo color?

Estrella -- No, en verdad; hay unos, los demás de un color azul oscuro: otros
que ya no son muchos, de color mas desteñido que los primeros, y otros muy
pocos que casi no parecen azules por lo pálidos.

El Guía -- Esta bien observado. Ahora ya sabe usted que en el Plano Azul los
espíritus se dividen en azules oscuros, azules medios y azules pálidos.

Estrella --Y por qué esta diferencia de colores nuestro Guía?

El Guía --Porque dentro del mismo plano hay espíritus mas adelantados que
otros, es decir, mas evolucionados. Los oscuros son los que han llegado hace
poco a este sitio y que están desarrollando aquí su conciencia; los medios ya

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

tienen mas conocimientos que los primeros, y los pálidos están ya casi listos
para pasar a otro plano de evolución.

Estrella -- Y cuál es ese otro plano?

El Guía -- El de los espíritus blancos a donde prometí conducirla esta noche.

Estrella -- Y ese plano queda muy lejos de aquí?

El Guía --Bastante lejos, pero esa distancia no puede usted apreciarla todavía.
talvez al final de las sesiones.

Estrella -- Las sesiones van a durar mucho tiempo?

El Guía -- Eso depende de su aprovechamiento. Para terminar la misión es


necesario que usted evolucione a fin de que su espíritu se capacite para
ascender hasta el sitio donde debo llevarla, según mi propósito y la
autorización que Dios me ha dado. Estrella seguramente medita sobre estas
últimas palabras del Guía. Luego parece asombrada de algo. La mano se
levanta como señalando un punto determinado.

Estrella --Nuestro Guía: ¿Ve usted esos azules pálidos que están allá, sentados
como en rueda y que parecen conversar con mucho interés?

El Guía --Sí, los veo, o mejor dicho acabo de ordenarle a usted con mi
pensamiento que repare en ellos. Esos espíritus, como usted lo dijo, son todos
del color mas desteñido de los habitantes del y forman lo que se llama el
Consejo de los Azules.

Estrella -- Y quién los nombra a ellos para que formen el Consejo?

El Guía -- Esos espíritus son designados por el Consejo de los Blancos y se


van cambiando periódicamente conforme le enseñaré mas tarde.

Estrella -- Y cuál es la ocupación de esos espíritus del Consejo?

El Guía -- Recibir del Consejo de los Blancos las ordenes especiales relativas a
las misiones encomendadas a los espíritus de este plano y vigilar su
cumplimiento. Esas ordenes sobre misiones las recibe únicamente el Consejo
y este llama al espíritu a quien corresponde transmitirlas. Hay otras ordenes

Blas Hernández O.
61
La Ciudad de Dios

de carácter general que son recibidas a la vez que por el Consejo, por todos
los espíritus del Plano: las que van encaminadas a exhortarlos a trabajar por su
perfeccionamiento, a recordarle sus deberes y a despertar en sus conciencias el
deseo de ascender en el conocimiento de la Verdad.

Estrella se siente satisfecha de estas explicaciones y vuelve a dedicarse a la


observación del plano. Poco tarda en volver a hallar un motivo de curiosidad.

Estrella --Mire, nuestro Guía: aquello que se ve allá tan bonito, tan brillante,
qué es? Se ve como si fuera un medio globo. Fíjese algunos espíritus que van
paseando se acercan, miran un poco, hablan y se retiran. Me quiere llevar allá a
mí también?

El Guía --Sí, vamos a conocer eso.

Estrella llega al sitio donde se encuentra aquel objeto que tanto le ha llamado la
atención. El Guía le exige, para que nosotros nos impongamos de lo que
ocurre, que explique ella cómo es el objeto que está contemplando, pero es
imposible, a pesar de los visibles esfuerzos, que el espíritu de la médium
encuentre en su cerebro expresiones apropiadas para traducir la impresión que
tiene. Entonces el Guía habla y le ordena repetir sus palabras.

El Guía -- Esto que ve usted redondo y transparente como un cristal, está


dividido en tres tonalidades que corresponden al color de los espíritus que
habitan en el plano. Tiene éste que podemos llamar propiamente un aparato,
dos oficios principales: Cuando en el Consejo de los Azules se desea conocer
el grado de evolución de un espíritu del plano que se halle encarnado en la
tierra, uno de los miembros del Consejo piensa en él e inmediatamente aquel
espíritu proyecta su imagen sobre el sector de luz correspondiente en estas
divisiones, conforme a su evolución. De esta manera se impone el Consejo si
el azul encarnado ha provocado su existencia terrenal o si se halla estancado.
Luego los desencarnados de este mismo sitio lo emplean también, como usted
pudo observarlo, acercándose a él y comparando su color con el
correspondiente de la media esfera. Espíritus pálidos o medios que trabajan
ayudando a perfeccionar a los oscuros los conducen aquí y poco a poco van
haciéndoles comprender que se encuentran apenas en el primer grado de
perfeccionamiento del plano y mostrándoles todo lo que les falta para llegar a
formar parte de los mas avanzados.

Blas Hernández O.
62
La Ciudad de Dios

Terminada esta explicación, el Guía manifiesta a Estrella que es hora de


continuar la ascensión hacia el Plano Blanco, pero ella quiere mirar un poco
más. Le ha llamado la atención la manera como esta distribuida la luz en el
Plano. No es toda igual; le parece que hay sitios donde se hace el azul más
intenso y otros donde se aclara de una manera maravillosa. Le suplico a su
acompañante que le indique el término con el cual pudiera ella comparar, para
que lo supiéramos nosotros, este color azul desteñido que no ha visto uno
igual en la tierra. Ese brillo que tiene allí la luz, cómo expresarlo también? Es
como si el plano fuera hecho de luz de piedras preciosas azules, licuadas.

El Guía sonríe ante esta dificultad de la médium; le explica que las cosas de allá
no tienen equivalente exacto con las de la tierra y que ningún idioma humano
puede tener en su léxico palabras que puedan expresar lo que los hombres no
han visto. Le hace notar que esta circunstancia es la que dificulta la revelación
espiritualista, y que si este obstáculo casi insuperable no existiera, ya los
espíritus evolucionados hubieran dado preciosas instrucciones a los hombres
sobre su vida futura en aquellas ciudades astrales, verdaderos cielos
escalonados más y más arriba hacia la Suprema Verdad.

Viendo la imposibilidad de transmitir fielmente sus impresiones, Estrella se


resigna a que nosotros las ignoremos y se dispone a seguir al Guía en su vuelo
hacia el plano superior.

El ascenso dura algunos segundos. A falta de palabras, el rostro de Estrella nos


declara que ha llegado su espíritu a la mansión de los Blanco. Se ha empapado
de un gozo que irradia en todas sus facciones. La sonrisa apacible que la
acompaña durante su viaje astral se acentúa de manera sorprendente al llegar a
aquel plano.

Difícil es encontrar palabras que lleven al ánimo del lector la emoción de


asombro y de alegría que el espíritu de Estrella sintió en aquel plano. Con
explicaciones que apenas eran pálida muestra de lo que su rostro material nos
estaba diciendo a los que la observábamos, hablaba ella de la paz que le
inundaba el alma. Aquella era una ciudad de nieve en la que los habitantes,
blancos como nunca había conocido ella otra blancura, iban y venían en todas
direcciones cumpliendo misteriosas diligencias. Algunos, por parejas,
dialogaban sobre no se sabía qué grandes cosas, otros, se perdían en la lejanía,
solos, como sumidos en deliciosas meditaciones. Su sorpresa llegó al colmo
cuando, al mirar hacia lo alto, vio, como si fueran bandadas de mariposas (es

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

su expresión) grupos de espíritus que descendían por aquella inmensidad


brillante.

El Guía tuvo necesidad de sacar a Estrella de esta contemplación que se iba


alargando demasiado.

El Guía. --Vamos, Estrella; ya tendrá usted ocasión de disfrutar del encanto de


este plano cuando Dios disponga que su vida terrena tenga fin. Ahora no
debemos olvidar que allá abajo sus compañeros del Centro están esperando
las enseñanzas que prometí darles en esta sesión. Vamos a aquel sitio donde
está situado todo lo que pudiera llamarse el Transmisor Astral.

Estrella, a insinuaciones del Guía, describe este aparato situado en una región
especial del plano por la que circulan seguramente corrientes más susceptibles
de vibrar con las ondas del pensamiento. El Guía no le dio a la médium
explicaciones circunstanciadas de aquel lugar y Estrella solo pudo decir que, al
acercarse allí con su conductor, había visto algo parecido a una caja alargada
sobre cuya superficie sobresalían como tres botones de distinta coloración.

El Guía -- Aquí en este sitio, todas las ordenes emanadas del Consejo de los
Blancos se convierten en vibraciones que van sintonizándose
progresivamente a través de los planos a medida que descienden. Esas
ordenes, así lanzadas, llegan con la intensidad conveniente para su
capacitación en el plano a que van dirigidas, de modo que en ningún otro
pueden traducirse. Ocurre con estas ordenes como allá en la tierra actualmente
con los aparatos inalámbricos: solo pueden ser recibidos los despachos por
aparatos que sean capaces de vibrar con determinada longitud de onda. Aquí
cada plano es como un aparato de distinta vibración y este sitio es como la
estación universal donde pueden producirse todas las longitudes de onda.

Ante esa explicación, Estrella guarda un grave silencio; todo aquello le parece
asombroso y no se le ocurre ninguna pregunta que amplíe la explicación
recibida.

El Guía le dice que va a mostrarle prácticamente la manera de transmitir una


orden. Estrella explica que su conductor ha extendido su mano derecha hacia
un punto especial de la caja donde queda situado el botón azul, como si
quisiera oprimirlo.
El Guía --Qué ha sentido usted?

Blas Hernández O.
64
La Ciudad de Dios

Estrella --No he sentido absolutamente nada raro. Por qué me pregunta?

El Guía --Porque acabo de pasar una orden al Consejo de los Azules. Esta
hace necesario que nosotros regresemos a ese plano inmediatamente.

Estrella protesta; ella no quiere abandonar el Plano Blanco. Se está allí tan
bien! Se siente tan lejos de la materia, tan apartada de los sufrimientos de la
tierra, toda rebosante de una suave alegría que no se aminora nunca!

Estrella --Por qué, nuestro Guía, no va usted solo a convencerse de sí los


azules cumplieron su orden? Yo lo espero aquí y mientras usted regresa me
deja un compañero blanco que me muestre tantas cosas de este plano que yo
quiero conocer.

El Guía sonríe de la ocurrencia. Le demuestra que es necesario que bajen a la


región de los azules y le recuerda que su espíritu esta todavía encarnado y que
solo se le ha permitido llegar allí para recibir la enseñanza que ha de llevar la
luz de la verdad a muchas conciencias sobre la tierra. ¿No piensa usted que el
dolor que le causaba abandonar esas regiones se traduce en beneficio para su
espíritu, ya que este sacrificio lo hace por amor a todos los que han de beber
en la fuente de estas revelaciones?.

Esta conversación del Guía es suficiente par que le espíritu de la médium se


resuelva a seguirlo gusta al Plano Azul. Allí Estrella dice que, como en su
primera visita, está reunido el Consejo y que sus miembros, unos con otros,
parecen dialogar animadamente.

Como la distancia a que se encuentra el Consejo le impide imponerse de lo


que allí se habla y su compañero permanece silencioso a su lado, Estrella se
dedica a observar el plano. A poco, llama su atención un espíritu que parece
acercarse hacia donde ellos se encuentran y que conduce trabajosamente un
objeto pesado y muy brillante.

Estrella -- Vea, nuestro Guía, ese espíritu que viene allá. Qué será eso que trae
tan brillante?

El Guía parece no haberle escuchado. El espíritu se acerca más y más a ellos.


Ya va a pasar a su lado.
Estrella -- Ya viene aquí cerca; me permite que le pregunte que es eso que trae
y para donde lo lleva?

Blas Hernández O.
65
La Ciudad de Dios

El Guía -- Si usted lo cree necesario, interróguelo.

Apenas el espíritu pasa junto a Estrella, lo interroga, pero él no se detiene;


parece que ni siquiera ha reparado en su presencia.

El Guía --No le ha contestado el espíritu? No podía porque le faltaba la


autorización para hacerlo. Ese espíritu esta realizando un trabajo del cual sólo
pueden imponerse los que el Consejo designe. Yo sólo puedo decirle que ese
objeto ha de llevarlo allá. Ve usted a dónde?

La médium observa el sitio indicado y lanza exclamaciones de consideración


por la dificultad del trabajo que el misionero debe realizar. Le parece muy
lejano y muy empinado aquel sitio.

El espíritu se pierde en la lejanía; ya Estrella apenas puede distinguirlo como un


leve vapor azul que parece irse diluyendo rápidamente entre el zafiro de la luz.
Entonces su atención vuelve hacia el Consejo donde la plática animada
continúa y siente nuevamente el deseo de acercarse a ellos para escuchar.

Estrella --Yo quisiera acercarme al Consejo para oír lo que está hablando ése
que se encuentra de pie en este momento y parece presidir la reunión. Mire
cómo lo escuchan todos con atención y cómo parecen aprobar todo lo que
dice con movimientos de cabeza.

El Guía --No olvide usted que solo pueden acercarse al Consejo los espíritus
que son llamados allí expresamente. Si un espíritu llega a faltar a esta orden,
casi siempre se hace merecedor a la prueba de la reencarnación.

Estrella -- Y los azules pálidos también?

El Guía -- La prohibición esta hecha solamente para los oscuros; los azules
medios y pálidos, por su misma evolución, son incapaces de sentir el deseo de
infringir una orden, y por eso ellos no la tienen. El caso ocurre con los
oscuros.

Estrella --Pero yo, que soy azul medio y que estoy encarnado, pudiera
acercarme si usted me autoriza?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía -- Si, puede acercarse si quiere. Mientras usted oye lo que se esta
hablando en el Consejo, yo me ausento un momento y luego regreso para que
continuemos la enseñanza.

Ante la perspectiva de quedarse sola en el plano, Estrella quiere desistir de su


propósito, pero el Guía le asegura que es necesario que él la deje un momento.
Para fortalecerla le agrega que su ausencia no es completa, pues aún cuando
no lo vea a su lado, él la vigilará desde donde se encuentre y correrá en su
auxilio si esto fuere necesario. Convencida de la necesidad de aceptar lo que su
conductor le propone, Estrella se percibe resignada de que su compañero ha
desaparecido. Esta sola en medio de aquellos espíritus que pasan por su lado
sin darse cuenta de su presencia. Aquella indiferencia de los habitantes del
plano la consuela, pero de repente uno de los miembros del Consejo
abandona su puesto y se viene en la dirección en que ella se encuentra. Se
dirigirá a ella? Siente miedo y temor de lo que pueda ocurrir. Efectivamente, el
espíritu azul pálido se le acerca y la interroga:

El azul pálido --Puede usted decirme por qué causa se encuentra usted aquí en
el plano?

Estrella -- No es la primera vez que he venido aquí; ya lo he visto en otras


ocasiones, pero me he detenido muy pocos minutos. Por qué me pregunta
usted esto?

El azul pálido --Porque mi trabajo en este lugar es el de anotar todos los


espíritus que llegan: soy, si usted quiere llamarme así, el apuntador, y quiero
saber si piensa usted permanecer mucho tiempo aquí.
Estrella no halla que responder. Ella no sabe que autoridad tiene aquel espíritu
para interrogarla, ni si debe informarlo de la manera como ha sido conducida
al plano. Tampoco sabe cuánto tiempo durará la ausencia de su compañero y
por consiguiente no encuentra como satisfacer la curiosidad de su
interlocutor.
En vista del silencio de Estrella, el apuntador hace ademán, según ella afirma,
de inscribirla en una especie de libro que lleva consigo.
Estrella --No, no me apunte usted, porque yo tengo la obligación de regresar a
la tierra; soy todavía un espíritu encarnado.
La respuesta de Estrella pareció desarmar inmediatamente al apuntador, quien
abandonó su actitud de inscribir a la médium en la lista de los habitantes del
plano.

Blas Hernández O.
67
La Ciudad de Dios

El apuntador --Esta bien lo que usted me acaba de decir; ya sabía yo que su


espíritu tiene la obligación de permanecer encarnado sobre la tierra. Mi actitud
obedecía a una orden que se me dio en el Consejo para enseñarle a usted las
funciones del apuntador del plano y la manera de cumplirlas.
La actitud conciliadora del espíritu lleno de confianza a Estrella, quien se
propuso inmediatamente entrar con él en relaciones más íntimas.
Estrella -- Usted, que es del Consejo, sí pudiera decirme qué es lo que hablan
allá desde que llegue yo al plano? Tengo muchos deseos de acercarme a
escuchar, pero no he tenido manera de hacerlo.
El apuntador -- Yo no puedo informarla de lo que se trata allá ni creo que usted
pueda acercarse puesto que no pertenece al Consejo.
Estrella --Pero yo siento necesidad de acercarme. Por qué será?
El apuntador --Acabo de recibir la autorización para conducirla al Consejo. Su
deseo obedecía a esa necesidad. Vamos.
Estrella y su nuevo conductor marchan en dirección al Consejo. Una fuerte
emoción embarga el espíritu de la médium. Si la autorización para acercarse,
qué irá a ocurrirle allí? Qué nueva enseñanza, Talvez terrible va a recibir? Para
ella todo es misterioso en los planos astrales. Nada puede ella explicarse por si
misma, como le ocurre entre los humanos. Aquí todo obedece a ordenes
misteriosas y cada espíritu que pasa por su lado va en cumplimiento de una
misión de la que solo muy pocos pueden imponerse.
Su asombro llega al colmo cuando al allegarse al Consejo, uno de sus
miembros le dirige la palabra para comunicarle que se ha recibido allí la orden
de encomendarle una delicada misión que debe cumplir rigurosamente. Se ha
dispuesto, le dice el consejero, por los espíritus superiores, que usted colabore
en el perfeccionamiento de un espíritu gris.
El apuntador se ha separado de ella para ocupar de nuevo puesto entre sus
compañeros. Estrella esta sola, frente al Consejo sin saber que replicar a lo que
se le acaba de ordenar. El espíritu que le participo la misión se ha
desentendido de ella sin darle instrucciones sobre la manera como debe
cumplirla y los medios que se le proporcionaran para ello.
Sólo algunos segundos la azotó aquella angustia. El Guía acababa de aparecer
nuevamente a su lado de regreso de no sabia ella que lejanas regiones. Su alma
sintió inmediatamente el regreso de la confianza y la serenidad que aquel alto
espíritu le infundía siempre.

Blas Hernández O.
68
La Ciudad de Dios

El Guía le pregunta en tono afectuoso que cosas le han ocurrido durante su


ausencia. Estrella le relata su conversación con el apuntador y le participa muy
extrañada y en tono de incredulidad la misión que acaban de encomendarle.
Estrella -- Cómo es posible nuestro Guía, que me encarguen de una misión en
los planos, si mi espíritu esta todavía encarnado? Además, ese espíritu que me
habló no me dijo cual era el que tenía yo que ayudar. Cómo distinguirlo entre
todos, si son iguales?
El Guía -- La misión que le han encomendado es mejor que la cumpla. Usted
tiene que ayudar a la evolución de un espíritu gris porque así lo han dispuesto
los espíritus superiores, y esto forma parte de la misión que a usted le
corresponde y de las enseñanzas que yo vengo a dictar en el Centro.
Estrella -- Pues si hay necesidad de cumplirla, la cumpliré, pero usted tiene que
indicarme a cuál espíritu he de ayudar. En el plano yo no sabré distinguirlo
porque todos tienen la misma apariencia, la misma estatura. Solo los distingue
la diferencia de tonalidad.
El Guía -- No hay necesidad de que yo le indique expresamente a cuál espíritu
debe dirigirse; su espíritu que es azul medio, sabrá cumplir sus obligaciones
conforme a su evolución. Usted duda, pero es en realidad la influencia de su
materia, desde allá abajo, la que la hace vacilar.
Estrella poco comprende este fenómeno; ella no puede explicarse cómo su
materia, a tanta distancia puede ser la causa de su vacilación, de esa
desorientación que se apodera a veces de su espíritu cuando tiene que obrar en
el plano astral, pero su fe en la sabiduría del Guía la conforta y se decida a
bajar con él al Plano Gris para dar principio a su trabajo.
Durante el descenso al Plano Gris, Estrella habla de una disminución de la luz
y de ciertos espacios de sombra que atraviesan con gran velocidad.
Ya en el plano donde debe cumplir su misión, Estrella observa en alta voz que
en el Consejo, como ocurrió en el azul, se halla reunido y que sus miembros
están entregados a una animada conversación. Los habitantes de aquella
región siguen entregados a sus trabajos; van y vienen, en grupos
separadamente, sin detenerse, sin interrogarse, como si el tiempo les estuviera
medido. En algunos sitios hay unos grises oscuros sentidos, según su
expresión, en una actitud de gran abatimiento; otros se dejan deslizar
lentamente por el espacio sin limites, como perezosos y faltos de ocupación.
El Guía no hace ninguna observación a estos comentarios; deja que el espíritu
de Estrella nos transmita sus impresiones tal como las siente. La luz que
ilumina aquella región no le satisface a Estrella; su espíritu siente un raro

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

malestar, una especie de angustia que no puede disimular. Para distraerla de


esta sensación, el Guía la interrumpe preguntándole si siente algo especial.
Estrella --Sí, ha tiempo que usted me hablaba, he sentido un ruido parecido al
que hace el viento, allá en la tierra, al chocar con los alambres del telégrafo.
El Guía -- Muy bien observado; ese ruido que acaba de sentir lo producen las
ondas de una orden que acaba de llegar al Consejo. En igual forma, pero con
diferencia de intensidad, se sienten todas las ordenes en los demás planos.
Estrella -- Y por qué no he comprendido yo esa orden?
El Guía --porque no le ha sido permitido traducirla ya que ella interesa solo a
los habitantes de este plano y especialmente a los miembros del Consejo, para
quienes viene dirigida. Y para que esa orden se cumpla perfectamente es
necesario que usted quede unos momentos sola; no olvide que yo, aunque
usted no me vea a su lado, la protejo y la ayudo cuando sea necesario. Usted
debe tener confianza en su espíritu.
Estrella no protesta ahora por la ausencia de su conductor y silenciosa lo ve
esfumarse de su lado como una ilusión. Sabe que alejado su compañero, otro
espíritu se acercara a ella, y efectivamente un gris pálido llega hasta el sitio
donde se encuentra. Por el libro que trae, Estrella reconoce inmediatamente al
apuntador. Lo recibe sin recelos y trata de entablar conversación con él para
informarse de si trae instrucciones sobre la misión que debe cumplir.
Estrella --Usted es el espíritu apuntador de este plano?
El gris pálido --Sí. y he venido a verla por orden del Consejo.
Estrella -- Se amaña usted mucho en este plano?
El tono con que la médium acaba de formular esta pregunta esta empapado
del fastidio que la acompaña; no puede acostumbrarse a esa luz después de
algunos momentos en el Plano Blanco y cree que el espíritu pálido siente el
mismo sufrimiento, pero se arrepiente de sus palabras cuando su interlocutor
le replica, como extrañado, si es que ella no se amaña allí y teme haber
cometido una falta sembrando en aquel espíritu una intranquilidad que no
tenía, que talvez no debería sentir nunca.
Estrella -- No; me ha entendido mal; no es que yo no me sienta agradada con
estar aquí, sino deseaba saber si usted no aspiraba a mejorar. No sospecha
usted que además de estos sitios existen otros mucho mejores?
El apuntador no tuvo tiempo de responder a la pregunta de Estrella, pues un
gris pálido acababa de llegar y al verlo, el apuntador se retiró inmediatamente,
obedeciendo a ordenes recibidas.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El nuevo compañero de Estrella parecía dominado por una gran timidez. A


pesar de las invitaciones de la médium para que se acercara, no logro que se
moviera de su sitio. Silencioso esperaba seguramente a que lo interrogara.
Estrella --- Qué tiene usted? Me parece al verlo así agachado, triste, perezoso,
como si estuviera descontento con tener que vivir en este plano. No le agrada
acaso la luz?. Desde mi llegada ya me había fijado en usted; estaba allá,
retirado de todos sus compañeros. Por qué no habla con ellos, por qué no
busca distracción recorriendo todo el plano que es tan inmenso y tan variado?.
No ve allá como se aclara la luz?. No ha paseado por esas como avenidas por
donde veo cada rato aparecer grupos y grupos de sus compañeros?
El gris pálido escuchaba todo esto sin replicar, y según relata Estrella,
emanaba de él una pena que su espíritu la sentía como un contagio.
El gris pálido --Tengo que ser franco con usted; si, estoy cansado, muy cansado.
Desde mi llegada a este plano se me ha encomendado la misión de ayudar a
los grises oscuros a evolucionar, y esta es una labor terrible. Nada quieren
comprender, nada les llama la atención. Su sensibilidad me parece que en
ocasiones se despierta y cuando al cabo de grandes luchas tengo la esperanza
de haber conseguido un adelanto, vuelven a su estado anterior: nada han
comprendido, nada han sabido sentir. Esta lucha es tremenda, es agobiadora!
Estrella -- Y cuánto tiempo hace que esta usted en este plano?
El espíritu parece buscar en su memoria una fecha, una señal de tiempo, y
mueve dubitativamente la cabeza de un lado a otro.
El gris pálido -- No, no puedo dar con la medida del tiempo; a veces me parece
que hace muchos años, muchos siglos que estoy aquí; en otros tengo la
sensación de haber llegado apenas.
Estrella --Y no recuerda usted cuánto tiempo hace que desencarnó?. Este
recuerdo pudiera servirle para medir el tiempo.
El gris pálido --No, no quiero acordarme de mis vidas pasadas; siento como un
afán que me ahoga cuando quiero mirar hacia atrás, como un dolor intenso al
acordarme de tantos errores cometidos. Prefiero a esto, vivir así, sin saber
cuando acabará mi trabajo. Aquí, mirar atrás es como revivir.
Estrella -- Entonces busca un medio mas fácil de acabar con ese cansancio que
es malo. No piensa usted en que esa fatiga puede perjudicarlo?
El gris pálido -- Pero como hacer para no sentir lo que se siente?
Estrella vacila para responder esta pregunta; busca en su espíritu la replica que
traiga un remedio eficaz para este dolor que la conmueve. Su cabeza se inclina

Blas Hernández O.
71
La Ciudad de Dios

a un lado como para escuchar. El Guía seguramente acaba de hacerle llegar


desde lejos su pensamiento porque su rostro se ilumina con una sonrisa de
satisfacción.
Estrella -- No ha pensado usted un momento en que esa misión tan ardua que
realiza debe traer como consecuencia una recompensa para su espíritu?. Cree
acaso que siempre ha de permanecer en ese estado, seguir siendo por un
tiempo infinito un gris pálido?. Piense en esto y verá que su fatiga disminuye.
Durante el diálogo van deslizándose lentamente a lo largo del plano. Los
matices de la luz van sucediéndose y empapando sus espíritus de mas ligereza,
de mayor bienestar. cuando llegan a regiones donde la luz se aclara, el espíritu
melancólico abandona su actitud meditabunda y parece mas atento a los
consejos que brotan del pensamiento de Estrella sin interrupción. Esta parece
inagotable en recursos para aliviar la pena de su acompañante.
Estrella -- Dígame una cosa: así como me escucha tan bien todo lo que digo,
ve claramente mi espíritu como yo veo el suyo?
El gris pálido se detiene para mirarla; Estrella nota el esfuerzo que hace aquella
inteligencia para concretar en vano su figura.
El gris pálido -- No, no puedo distinguirlo a pesar de mis esfuerzos. Así pasa
también cuando vienen al plano espíritus superiores: les oímos y aún sentimos
claramente su presencia, pero no les vemos.
Estrella --Y usted sabe a qué se debe este fenómeno?
El gris pálido -- No; yo solo sé que aquellos espíritus a quienes no podemos ver,
vienen de otras regiones mejores que esta y nada más.
Estrella --Eso está muy bien; así es, y a esas regiones desconocidas irá usted
como irán todos sus compañeros de plano, aun aquellos que me dice se
obstinen en no entender, en no sentir lo que usted trata de enseñarles. Esta
esperanza debe reanimarlo en su trabajo porque tengo seguridad de que
mientras continúe sintiendo ese cansancio, habrá de permanecer aquí en su
plano sin adelantar. Ahora dígame: se supone usted a qué he venido yo?
El gris pálido --No, nada me supongo. Solamente se me ordenó por el Consejo
acercarme a usted, abandonar mi labor mientras este a su lado. Y qué gran
alivio he sentido en estos momentos.
Estrella --Pues bien, yo he venido solamente a conversar con usted y a decirle
alguna cosa que le interesa.
El gris pálido Yo no volveré a sentirlo, se lo prometo.

Blas Hernández O.
72
La Ciudad de Dios

Estrella -- Muy bien, pero no basta prometer; es necesario cumplir. Cuando


vuelva yo al plano, ya sabré si ha tenido fuerzas para realizar esta promesa, y
entonces le diré lo que traigo para usted.
El gris pálido --Ah! Se va usted?. No, espérese más tiempo aquí; no sabe cuanto
alivio ha tenido mi espíritu.
Estrella --Lo sé; pero así como usted recibe del Consejo de su plano, ordenes
que debe cumplir inmediatamente, yo también las recibo del espíritu que me
ha conducido hasta aquí y que acaba de anunciarme que debo regresar al sitio
de donde he venido.
El gris trata de acercarse a Estrella como para retenerla a su lado, pero ella lo
rechaza enérgicamente: Retírese, es necesario; ya se acerca el que me ordena a
mí.
Al lado de Estrella acaba de aparecer su conductor. Le habla de su satisfacción
por la manera correcta como ha empezado su trabajo y parece insinuarle la
idea de que él no ha tomado parte alguna con sugestiones; le hace notar como
sus palabras han inculcado en aquel espíritu la esperanza de una cercana
recompensa por sus fatigas para despertar la conciencia de sus compañeros de
plano.
Estrella --Y por qué no me ha permitido usted que le dijera a que he venido yo
a este lugar?. Le hubiera consolado tanto esa noticia! Y fue usted quien me
impidió hacerle esa declaración, porque cada vez que lo intentaba yo, sentía
que su pensamiento me obligaba a callar.
El Guía sonríe ante esta pena de Estrella. Le agradan sobremanera esos
sentimientos delicados de su discípula en las ciencias astrales y ve en ellos un
síntoma precioso de su rápida evolución.
El Guía --No se afane usted por esa intranquilidad que queda todavía en ese
gris, y no se olvide de que es necesario que aquí en el astral el consuelo sea
prodigado poco a poco, porque él no es como usted lo piensa, un don
gratuito; todo se hace aquí en armonía con la justicia y el consuelo debe estar
equilibrado con el merecimiento. Ese espíritu a pesar de sus desfallecimientos,
está muy bien dispuesto y pronto verá coronada su labor. Es necesario
esperar.
El espíritu gris, convencido de que ya es inútil todo esfuerzo para retener por
mas tiempo a su lado aquel compañero misterioso, se aleja se aleja y se pierde
entre las brumas del plano. Estrella lo ve desaparecer con tristeza, en silencio,
porque ya nada se atreve a objetar a su Guía. Pero este ha comprendido su
pena y le propone regresar nuevamente al Plano Blanco, donde la deja

Blas Hernández O.
73
La Ciudad de Dios

embeberse por algunos minutos en el bienestar y en la alegría que saturan su


espíritu apenas llegada allí.
Ya repuesta Estrella de aquellas impresiones del gris, desciende con su
conductor al salón de sesiones.
El Guía -- Estamos ya aquí y ya se ha cumplido la primera parte de una
enseñanza que debe continuar mañana a la misma hora de esta noche. Ahora,
regreso a continuar mi trabajo, nosotros tenemos mucho que hacer, y como el
cansancio ha desaparecido ya en las esferas donde yo vivo, esos trabajos
nuestros no tienen interrupción. Ustedes, si y sobre todo la médium, necesita
acumular fuerzas para resistir las labores de todos los días. Hasta mañana.
Piensen siempre en que yo velo por ustedes desde donde me encuentre y en
todo momento.

Blas Hernández O.
74
La Ciudad de Dios

SESION 2

Pasa un gris pálido al plano de los azules.


Cómo se integra el Consejo de los grises.
Desencarna en la tierra un gris oscuro.
El espíritu ante el Supremo Consejo de los Blancos.

A
esta sesión asiste por primera vez nuestro amigo A. Z., persona de
grandes condiciones morales, para quien habíamos solicitado
previamente permiso del Guía a fin de que pudiera ocurrir al Centro.
Dormida Estrella y presente ya el Guía en el salón, se manifiesta muy
complacido de la asistencia del nuevo compañero y nos repite una vez mas
que las enseñanzas que nos esta dictando pueden ser recibidas por las
personas de buena voluntad.
Este modo de expresión: "personas de buena voluntad", tiene en el
pensamiento del Guía una honda significación que es preciso no pase por alto
el lector. Se refiere él aquí, no a la acepción ordinaria dada a la palabra
"voluntad", sino a esa cualidad meramente espiritual que equivale a la
preparación, aptitud para comprender y deseo firme de instruirse en las
verdades reveladas por el moderno espiritualismo.
Terminados los aludos de costumbre entre el Guía y los miembros del Centro
y sin adelantarnos, como sucedía otras veces, el programa de enseñanza par
esta noche, Estrella emprende con su conductor el viaje a los planos astrales.
Se repiten exactamente los mismos fenómenos en el cuerpo de la médium,
fenómenos que van delatándonos una a una las impresiones sufridas por
Estrella al atravesar cada una de las regiones del espacio comprendidas entre
plano y plano; agitada respiración por la violencia de la marcha; frío intenso
que hace temblar su carne como azotada por un viento de hielo; serenidad
envidiable que nos muestra las regiones tranquilas; dificultad de la respiración,
angustia, que nos delata los espacios donde el oxigeno falta.
Pero el viaje en esta ocasión no ha sido tan lejano. La protesta de Estrella,
llena de desconsuelo, nos cuenta que los viajeros se han detenido en el plano
gris.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella --Por qué me trae únicamente hasta aquí?. Esta luz no me agrada bien,
y yo quería ir al Plano Blanco donde mi espíritu se siente separado de las
preocupaciones y de los deseos.
El Guía la deja expresar todo su desconsuelo, sin interrumpirla y en cuando
ella espera haberle convencido de que deben continuar el viaje hacia lo alto, él
la reconviene cariñosamente haciéndole notar que su sentimiento es egoísta,
que el deseo de sentirse contenta le ha hecho olvidar que en este plano hay un
espíritu que lucha hace mucho tiempo por su perfeccionamiento y que la
espera, con el presentimiento de que ella le traerá una noticia de las regiones
superiores a donde aspira a llegar.
Sacudido el espíritu de Estrella por aquella vibración de amor verdadero,
comprende lo imperfecto de su sentimiento y sin encontrar argumentos para
disculparse, se apresura a buscar en el plano, con la mirada penetrante de su
espíritu, al gris pálido para quien ella trae la nueva de su paso al plano
superior.
Poco tiene que luchar para encontrarlo, el gris pálido viene ya hacia ella, y al
quererle comunicar esta noticia a su acompañante, este le anticipa que es
llegado el momento de que le revele el objeto de su misión, pues ya ese
espíritu se encuentra convenientemente preparado para su paso al Azul.
Como la médium notara que el Guía, según su costumbre en esos casos, se
disponía a abandonarla para permitirle actuar sol, le pregunta - para saberlo de
una vez- si ese gris pálido debiese pasar solo al otro plano o vendría él a
llevarlo apenas llegase el momento.
El Guía --No, no soy yo sino usted quien debe conducirlo a su nuevo destino.
Estrella --Yo?. Pero cómo podrá suceder esto, si yo misma no se por donde se
va de aquí al Plano Azul?.
El Guía sonríe, como siempre, ante las tribulaciones de Estrella.
El Guía -- No se afane usted; cuando llegue el momento - y eso lo sabrá su
espíritu - usted conduce al gris pálido al sitio donde se reciben las vibraciones
de las ordenes que vienen del plano superior, y le ordena que suba, haciéndolo
usted a la vez que él.
Estrella acepta las explicaciones del Guía con el mismo respeto lleno de fe que
tiene siempre para todo lo que él le enseña, pero no deja de expresar su última
vacilación.
Estrella --Y cómo va a subir hasta el Azul este espíritu que todavía esta
revestido de un tono gris? Puede acaso, llegar con distinto color?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía --Su color no debe preocuparla; fíjese ahora que esté a su lado, cómo
es de claro, de desvanecido. Cuando usted lo conduzca al sitio que le he
indicado y reciba él las vibraciones que vienen de lo alto, la materia de s
periespíritu, preparada como está, se sintonizará más y más con esa vibración,
y al llegar al plano tendrá un precioso color azul oscuro.
Estrella no sale de su asombra al escuchar aquella explicación que le resuelve
de manera tan lógica un problema de apariencias tan intrincadas, pero cuando
quiso expresar este sentimiento, notó que su acompañante ya no estaba con
ella y en cambio el gris pálido esperaba a su lado.
La primera impresión de la médium fue la de que este espíritu no emanaba ya
como lo había observado en su primera entrevista, aquella penosa tristeza que
tanto le había mortificado; ahora lo sentía alegre. Y por esto talvez fue por lo
que él habló primero:
El gris pálido --Volvió usted!
Estrella --Sí, ya lo ve; he vuelto y su exclamación me deja creer que usted siente
mucha alegría por este retorno mío.
El gris pálido --Tanta es mi alegría, que ella empaña todo mi sentimiento y
seguramente por eso se ha contagiado usted de ella hasta notarla verdad?
Estrella --Sí, seguramente es como usted lo afirma, porque yo lo he sentido así,
pero esto me extraña ya que recuerdo perfectamente que sentía usted en este
sitio donde vive una tristeza muy grande. Es que no ha vuelto a sentirla o es
que los grises oscuros, cuyo trato se la proporcionaban, se han vuelto de un
momento a otro inteligentes a sus explicaciones y obedientes a sus mandatos?
El gris pálido --No es nada de eso y sinembargo, mi cansancio ya no existe.
Ellos continúan como siempre, sordos, distraídos, indiferentes, pero yo en
cambio, he tenido presente sus consejos, me he acordado a todo momento de
que usted regresaría de pronto al plano y notaría mis desfallecimientos y nada
me diría de lo que trae para mí.
Estrella --Cuánto me agrada oírlo hablar así, porque sé que está diciendo la
verdad y que por consiguiente, desaparecido ya ese cansancio que usted sentía,
se halla dispuesto a recibir la noticia que le traigo de arriba. Pero antes de que
todo esto suceda, quisiera saber de usted otra cosa: tiene una idea de lo que
pueda existir mas allá de este plano?
El gris pálido --Solo sé que existe ese más allá, lo siento dentro de mí como un
anhelo, como un presentimiento y además, por lo que usted misma me reveló
en la otra visita, se que en esos sitios hay mas luz que aquí, una luz
seguramente distinta, y que ese lugar es mejor, mucho mejor que éste.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella --Muy bien, y usted quisiera ir allá muy pronto?


El gris pálido --Sí, pero sé yo cuándo me será permitida esa dicha? Usted talvez
pudiera decírmelo, porque viene de allá arriba, y yo creo que en esos sitios,
quienes lo habitan saben mejor de esas cosas.
Estrella --Sí, muchas cosas sabemos allá arriba, y bien pudiera yo responderla a
la pregunta que acaba de hacerme, pero ante todo quisiera tener la certeza de
que siente usted un vivo deseo de ascender.
La respuesta del gris pálido a esta exigencia no fue transmitida con palabras
por Estrella, pero los que expiábamos en su cuerpo material hasta la más ligera
mutación de sus facciones, nos dimos perfecta cuenta de la alegría que le
produjo la disposición espiritual de su compañero.
Pasados algunos segundos, Estrella volvió a hablar para decirle al candidato
que era llegado el momento de cambiar de plano y que ese era precisamente el
secreto que le tenía guardado desde su primera entrevista. Luego, y sin darle
lugar para que él hablara, Estrella lo invitó a ir en su compañía hasta el sitio
donde se reciben las vibraciones del Azul, conforme a las instrucciones dadas
por el Guía, pero con gran sorpresa nota que, a pesar del intenso deseo que el
gris pálido tiene por cambiar de plano, vacila en obedecer su orden. El gris
mira hacia el sitio indicado por Estrella y parece todo sacudido por un temblor
de miedo. Qué le ocurre?
El gris pálido --Es que no sé yo cómo pueda pasar a esa región superior con
este color que tengo. O es que allá son también así?
Estrella --No, los que habitan la región a donde usted va a pasar, tienen un
color azul, pero el tono gris de su periespíritu es tan débil, que al acercarse a la
atmósfera superior irá modificándose hasta ponerse en la tonalidad
conveniente.
Con aquella certeza, el gris ya no vacila, sigue a su conductor, y una vez
llegados al sitio propicio que es como la puerta que lleva al Plano Azul, ambos
sienten el impulso de la ascensión.
El Guía va con ellos y Estrella le comunica la transformación que va
observando en su compañero.
Estrella --Mire … a medida que lo empapa la luz que viene de arriba se va
poniendo azul, de un azul oscuro.
Y a poco han llegado al plano. El gris pálido ha realizado el vuelo silencioso
como anonadado por el misterio que lo envuelve o pensando talvez en las
sorpresas que le esperan una vez terminado el viaje a lo desconocido. Mudo

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

permanece también ante el grupo de azules oscuros que lo esperaban a la


entrada de su plano por una advertencia del Consejo. Estrella habla de la
emoción que irradia de aquel grupo de espíritus, alborozados por la venida del
nuevo compañero.
Todos esperan.
Todos están mudos
El Guía mira la escena con amor.
Del grupo de los azules oscuros parte por fin un pensamiento de fraternal
invitación. Lo esperaban, le dicen, y quieren llevarlo entre todos a conocer el
plano para que aprenda a vivir en él.
Estrella consulta a su Guía si ella debe ordenarle para que vaya donde sus
compañeros le invitan, pero este le hace señal de esperar y le muestra el lugar
destinado al Consejo. De allí acaba de desprenderse uno de sus miembros y se
dirige al grupo de los recién llegados: es el apuntador. Sin pronunciar una
palabra, aquel mensajero de la voluntad superior que gobierna el plano,
cumple su cometido y se retira. El Guía anuncia entonces a Estrella que ha
llegado el momento en que el nuevo azul debe comenzar la vida activa del
plano y que debe entregárselo a los compañeros que lo esperan.
Antes de separarse de Estrella, el nuevo azul quiere expresarle sus
agradecimientos por todo lo que según él, ha realizado en su favor, pero ella le
contiene sus efusiones:
Estrella --No, a mí nada tiene que agradecerme; lo que he hecho por usted solo
es la expresión de la voluntad de Dios. A El y a este alto espíritu que me
acompaña, debe usted la alegría que ahora lo inunda. Ambos, usted y yo,
somos deudores de Dios.
Llevando en su pensamiento aquella nueva lección, el azul oscuro se reúne
con sus compañeros que le hablan todos animadamente, cada uno de ellos
como queriendo ser el primero en darle las buenas nuevas de lo que allí le
espera y enseñarle todas las maravillas del plano.
Estrella aparta su visión de aquel desfile y se dirige a su conductor.
Estrella --Ahora que este gris pálido a cambiado ya de plano, recuerdo que él
formaba parte del Consejo de los grises. Cuando recibió la orden de subir, me
di cuenta que el apuntador lo borraba de su registro y el Consejo quedó desde
ese instante desintegrado: Es que no hay necesidad de suplir ese miembro?
El Guía --Sí, el Consejo de los grises deber ser integrado y para reemplazar al
miembro que falta, un gris medio, ya preparado, pasará al grado pálido.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella --Y quien debe hacer esa elección? Me supongo que la orden vendrá
del Consejo de los Azules.
El Guía --Sí, del Consejo de este plano partirá la orden, pero quien debe darle
cumplimiento es usted, porque esto forma parte todavía de su misión y
además, se ha permitido así para completar la enseñanza que debo dar en el
Centro.
Estrella ha quedado confusa con esta respuesta tan inesperada. Cómo puede
saber ella cuál de los espíritus medio está suficientemente preparado para
cambiar de puesto en el plano? Por su pensamiento no pasa la idea de que,
quien en realidad habrá de cumplir esta orden es su conductor. Y que ella,
haciendo de brazo de su voluntad soporta toda la emoción de quien obra por
propia cuenta, emoción que va seguramente preparando su
perfeccionamiento. Maravilloso sistema empleado por el Guía durante todas
las sesiones y que nunca debe olvidar el lector para tener siempre delante la
única explicación que cabe a hechos de trascendencia para la vida de los
planos y que se verifican aparentemente por un acto de voluntad de Estrella.
Fácilmente comprende el lector que si el Guía hubiera puesto de presente su
actuación a la inteligencia de la médium, habría quedado anulado desde este
mismo instante todo esfuerzo y su trabajo en el astral nada significaría par la
evolución. Esta es la causa del silencio que para los humanos parece tener
siempre lo que llamamos el cielo, silencio que tantas veces ha sido increpado
por los artistas, atribuyéndolo irreverentemente a una indiferencia cruel de lo
Alto por las tragedias humanas. Dónde estaría entonces la fuente del mérito, si
en las crisis de la vida los hombres escucháramos la voz de sabiduría que nos
indicara el camino, camino que debemos buscar por nosotros mismos y que
nos hace conocer, cuando los erramos, con sus dolores y vacilaciones, la
Verdad en muchos aspectos?
Así, pues, el lector no vaya a tachar de productos de imaginación algunas
acciones de Estrella. Todo lo narrado en este libro es verdad que muchos
escuchamos y que hoy para bien de la humanidad, se da al público.
Llegados al Plano Gris, Estrella deja constancia de que el Consejo sigue
reunido y que está vacío aún el puesto que ocupaba el nuevo azul oscuro.
Como impulsada por una fuerza extraña y poderosa ordena que todos los
espíritus del plano se reúnan inmediatamente y desde todos los extremos los
grises concurren, obedeciendo al llamamiento. Por grupos como en ordenadas
divisiones de humanas tropas, allí están todos; los pálidos adelante, los medios
un poco atrás y al final en la lejanía, grueso y compacto, en actitud humilde,
espera el grupo de los oscuros.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella no se atreve a emitir un pensamiento, esperando la orden que debe


recibir de su conductor, a quien ella siente cercano.
La orden llega y Estrella llama a un gris medio:
Estrella.- Usted, venga acá.
El interpelado avanza hasta colocarse frente al enviado de lo Alto.
Estrella. - Usted es un gris medio, es decir, que no ha llegado todavía al último
grado de evolución de este Plano. No ha sentido usted acaso el deseo de
avanzar en conocimiento para llegar a ser un gris pálido?
El gris medio. - Si , hace mucho que siento ese deseo, pero aún no me ha
llegado la orden de pasar.
Estrella.- Y no sospecha usted cuándo puede llegarle esa buena nueva?
El gris medio.- No; es arriba donde eso se dispone y ninguno de nosotros
conoce el pensamiento de los altos.
Las respuestas del gris medio llenan de satisfacción a Estrella, que ve en ellas
la preparación del espíritu y se fortalece con ellas en la fe que ya tenia del
acierto de la elección. Como siempre, su Conductor no se ha equivocado en
señalarle el camino que debe seguir para el cumplimiento de su misión.
Reforzada por las anteriores consideraciones, Estrella le ordena al gris medio
que ocupe el lugar que se encuentra vacío en el Consejo, pero el espíritu
permanece inmóvil en su sitio, como si nada le hubieran ordenado. Por qué
no obedece? Es que acaso se ha equivocado ella al designarlo y a pesar de las
apariencias, ese espíritu no se halla dispuesto para avanzar a otro grado?.
De su vacilación la saca el mismo gris medio, quien le objeta que como puede
el cumplir su mandato si su color no corresponde al mismo de los miembros
del Consejo?
El caso es idéntico al del gris pálido. El respeto que se tiene por todos los
espíritus a las categorías superiores, los hace vacilar. Entonces, Estrella
comprende que de la misma manera como aquel otro fue cambiando de color
al recibir las vibraciones de los planos superiores, este también al entrar en la
zona de la luz más clara del plano, ocupada por el Consejo, modificara su
tonalidad, y así se lo asegura al candidato, ordenándole que cumpla su
voluntad.
El gris medio obedece entonces y el fenómeno se opera tal como Estrella lo
había supuesto. Pero ahora, cumplida esta nueva fase de su misión, surge para
Estrella otra dificultad: el grupo de los grises medios ha quedado desintegrado
por el que acaba de pasar al Consejo. Podrá subsistir esto así? Entonces el

Blas Hernández O.
81
La Ciudad de Dios

Guía le hace saber que no; que es indispensable que un gris oscuro pase a
ocupar el puesto que dejó vacante el medio.
Por el mismo procedimiento Estrella designa el gris oscuro. Obediente al
mandato, este abandona su grupo, pero se detiene antes de llegar al sitio de los
medios.
Estrella ya pensaba repetir la escena anterior, pero el Guía interviene esta vez
de modo claro advirtiéndole a la médium que antes de que el gris oscuro
puede ocupar su puesto entre los medios, se hace necesario que desencarne
allá en la tierra un inferior que ha evolucionado a gris oscuro y que en esos
momentos está entrando en la agonía conforme al mandato del Consejo
Supremo de los Blancos, los señores de la Vida y de la Muerte.
Estrella. - Y he de ir yo también a la Tierra en busca de ese espíritu para traerlo
hasta aquí?
El Guía.- Sí, es necesario.
Estrella. - Pero al bajar me daría miedo, mucho miedo el plano inferior.
Cuando bajo o subo con usted, no siento ese miedo porque sé que no me lo
deja mirar.
El rostro de Estrella, al expresar esta duda, muestra toda la angustia y el temor
que le infunde la posibilidad de contemplar el primer plano, que se ve desde
lejos como una inmensa mancha de sangre coagulada.
El Guía.- Deje a un lado esa preocupación, y cuando descienda, tenga siempre
presente en su conciencia que yo la sigo con mi voluntad para protegerla de
esa visión.
El descenso de Estrella a la Tierra es silencioso. Cuando su materia vuelve a
transmitirnos los pensamientos de su espíritu, ya ha llegado a su destino.
Estrella. -¡ Que lecho tan pobre!. La pieza apenas esta alumbrada a trechos por
una mala vela que parece apagarse a cada momento. Es un hombre el que
agoniza, y su rostro, a pesar de los estragos que en él ha hecho la enfermedad,
es bien parecido. Veo también que su espíritu lucha por abandonar la materia
que se resiste a dejarlo partir. Es un gris oscuro, lo veo bien, como una
neblina que brota lentamente de todas partes del cuerpo. Parece como si este
desprendimiento fuera doloroso, pero no debe ser así. Tiene el rostro sereno,
como insensible para la gran tragedia de la suprema despedida. Y lo que más
me conmueve no es el espectáculo de ese misterio para los humanos: es el
dolor que veo en esa señora que parece ser su esposa. Como le mira con ojos
empapados en lagrimas, haciendo esfuerzos heroicos para no llorar fuerte por
temor talvez de que se aperciba del hecho una pequeñina como de tres años,

Blas Hernández O.
82
La Ciudad de Dios

hija única seguramente del matrimonio y que, de pie al borde de la cama del
moribundo, le mira callada, con ojos muy abiertos.
Ahora, continúa Estrella, la señora se levanta de su sitio y toma de la única
mesita del cuarto, situada junto al lecho, un frasco cuyo contenido vierte en
una cuchara y trata inútilmente de hacerle tragar el líquido al enfermo, pero el
agua se escurre como un llanto hasta el cuello por las comisuras de los labios
inermes. Qué amarga expresión de sufrimiento empapa ahora el rostro de esa
mujer! Ya no tiene esperanza! La niña sigue inmóvil, mirando alternativamente
al moribundo y a su madre sin que su mente tierna pueda abarcar algo de la
trascendencia del momento que vive y que habrá de marcar seguramente gran
trecho de su destino sobre la Tierra.
Estrella quiere que esta escena termine ya. Por los ojos materiales de su cuerpo,
nosotros vemos brotar las lagrimas que expresan la emoción que satura su
alma.
Estrella.- Venga usted, venga conmigo, le dice al espíritu gris oscuro.
Y el espíritu obedece. Acaba de desprenderse totalmente de la materia y va a la
médium, quien lo recibe y emprende con él el regreso a los planos astrales,
contenta por borrar de su visión aquel cuadro de amargura humana.
Al llegar al Plano Gris, Estrella repara en que todo permanece tal y conforme
lo había dejado al bajar a la Tierra y pretende demorarse allí para que el gris
desencarnado ocupe su puesto, pero el Guía le advierte que esto no es posible.
Hay necesidad, le dice, antes de que este espíritu venga a su plano, de que se
presente ante el Supremo Consejo de los Blancos.
Estrella.- Para que lo juzguen como dicen en las iglesias?
El Guía.- Esto no es propiamente un juicio, porque nada se le va a sentenciar
al espíritu. Los desencarnados, al presentarse ante el Consejo de los Blancos,
se saturan de una vibración más pura que les hace ver más claro todas las
circunstancias que conforme a la ley de justicia -- ley causa y efecto -- tendrán
esas acciones, así como también se darán cuenta de su grado de adelanto y a la
vez conservarán allá, en su plano, un anhelo siempre presente por llegar a esas
regiones elevadas que apenas recordarán como un sueño borroso.
Mientras duran todas estas explicaciones del Guía, Estrella y el nuevo
desencarnado han continuado su marcha hacia el Plano Blanco. Una vez allí,
se sitúan los tres a alguna distancia del Consejo y uno de los miembros se
dirige al grupo para recibir al recién venido y conducirlo al centro del sitio
donde esta la Corporación.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella expía todos los detalles de esta escena y va transmitiéndolos con gran
sentimiento de no poder escuchar las cosas que allí se dicen. El gris oscuro ha
sido colocado en el centro del circulo que forman los del Consejo y todos
ellos, uno por uno, parece dirigirle preguntas a las que el espíritu contesta
afirmativa o negativamente, según traduce Estrella por los movimientos de
cabeza del interpelado. Aquella escena dura unos pocos segundos y
nuevamente vuelve el gris a ser conducido por el consejero al cuidado de sus
protectores.
Regresan al gris.
Estrella quiere saber si el nuevo oscuro recuerda alguna cosa de su paso por el
Blanco, y le pregunta.
El gris oscuro. - No, nada recuerdo; solo tengo la sensación de haber pasado por
un sitio muy luminoso y de haber escuchado que alguien me daba buenos
consejos.
Estrella.- Y cuáles eran esos consejos? Recuerda algunos?
El gris oscuro. - Sí; que mi manera más rápida de evolucionar era el
obedecimiento a las ordenes recibidas del Consejo de mi plano o de los
espíritus superiores.
En el gris ya el medio había ocupado su puesto y el recién llegado de la Tierra,
una vez inscrito por el apuntador en su registro se va con sus compañeros de
color, que lo llevan a conocer le plano.
Ha terminado la fatiga de esta noche. Muchas emociones han azotado el alma
de la médium y muchas hondas y provechosas lecciones quedarán ya para
siempre grabadas en su espíritu.
Como una recompensa a su trabajo, y para despojar su espíritu de las fuertes
vibraciones del gris, el Guía, con su inalterable cariño y su oportunidad jamas
desmentida, emprende con Estrella un vuelo a la Ciudad de la Nieve, donde las
vibraciones de la luz que baja de los altos cielos extinguen todo malestar y
aniquilan todo deseo.
Estrella no habló allí. En su silencio demostró a los que observábamos su
materia, toda la paz, toda la alegría que le inundaban su espíritu.
Otra vez en el Centro con su Guía, éste se despide de nosotros hasta la
próxima sesión, cuyo día y hora quedan citados.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESIÓN 3

Reglas para la evocación.


Las causas de los fracasos en las investigaciones espiritistas.
La armonía de las vibraciones.
La escala de las dignidades.

E
sta sesión que parece salirse un poco del plan de enseñanza que trajo
nuestro Guía, es, sin embargo, de capital interés para el desarrollo del
espiritismo y a medida que el lector avance en la obra comprenderá
que el tema tratado en este capitulo viene a esclarecerle muchos puntos que,
sin estos conocimientos, serían oscuros para él.
Frecuentemente escuchamos nosotros la historia de obsesiones, de
persecuciones, de sufrimientos innumerables padecidos por la mayor parte de
aquellos que se entregan a las investigaciones del Mas Allá. Casi todas esas
historias, a qué negarlo, son verídicas y de ellas hacen armas temibles los
enemigos del moderno espiritismo. Demonios, duendes y ángeles rebeldes de
todas las religiones han sacado vida robusta en el ejemplo de esas víctimas de
la experiencia, y se hacia necesario que un alto espíritu diera la clave de ese
hasta hoy misterio que envolvía el origen de esas obsesiones y persecuciones.
Deliberadamente el Guía ha querido que esta noche le planteáramos nosotros
el problema de las evocaciones.
Estrella, acostumbrada al placer intenso que representa para ella el viaje al
Astral, protesta de nuestro programa, pero el Guía le reconviene
cariñosamente agregándole que esta noche no es posible el viaje a los planos.
Estrella acepta la nueva situación y se dispone a servir de instrumento
transmisor de preguntas y respuestas.
El evocador. - Pudiera decirnos nuestro Guía, que reglas deben observarse para
la evocación de los espíritus?
El guía. - Para que un espíritu responda a la evocación que le hace un
encarnado, se requiere, ante todo, que así se lo permita La Mano, pero hay
otros requisitos indispensables también y que se relacionan con el grado de
evolución del evocador, del médium y del espíritu llamado.
Como ustedes saben muy bien, la evolución de un espíritu trae consigo un
especial grado vibratorio de su periespíritu, en armonía con la altura de sus

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

pensamientos y es muy natural que para la inteligencia de dos entidades, como


tiene por fuerza que haberla entre el médium y el evocado, debe reinar una ley
de simpatía, o si ustedes quieren, debe existir una sintonización entre las dos
ondas vibratorias que entran en contacto, condición sin la cual no puede haber
comunicación alguna así como acá en la Tierra y volviendo al caso de los
inalámbricos, dos aparatos que funcionen a distinta longitud de onda no
pueden comunicarse.
Por la misma ley de armonía debe existir correspondencia de evolución entre
el espíritu del médium y del evocador.
También los concurrentes al mismo Centro deben ser afines en evolución ya
que sus vibraciones trascienden a la atmósfera del sitio donde se realice la
evocación, predominando en ella las que estuvieren en mayor cantidad y según
sea esa atmósfera, se hace propicia o impropia para determinada clase de
espíritus desencarnados.
La exigencia de todo espíritu de evolución que actúa como Guía de un centro
de evocaciones, de que le sean consultados por el evocador los casos de
admisión de nuevos asistentes, no esta fundada en el capricho como lo cree
la mayoría de las gentes, sino que obedece a la causa capital, antes apuntada.
Así, pues, para evocar un espíritu blanco es preciso que el evocador y el
médium tengan un espíritu de igual condición o a lo menos azul. También
puede, en ciertos casos, hacer la evocación de un blanco un espíritu gris
pálido.
En caso de que el médium sea un gris pálido y el evocador un blanco, el
espíritu del médium podrá ver al evocado -- con visión psíquica -- pero no
podrá comprender sus pensamientos por incompatibilidad de vibraciones.
Para evocar un espíritu azul, puede hacerlo un evocador azul o gris y el
médium puede tener también cualquiera de esas dos evoluciones.
Para la vocación de un espíritu gris, el médium y el evocador pueden tener
espíritus pertenecientes a cualquiera de los planos de evolución o del primer
plano.
Por regla general tengan ustedes presente que un espíritu puede ser evocado
por otro de su mismo plano o del inmediatamente inferior. y con mayor razón
si el médium y el evocador son superiores al llamado.
El evocador -- y en lo relativo a las simpatías espirituales que deben reinar entre
el médium y el evocador, qué otra cosa puede decirnos nuestro Guía?. El
Guía -- un hipnotizador que pretenda evocar puede llegar a dormir, con el
sueño animal, a todo individuo, sea cual fuere el grado de evolución de su

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

espíritu, pero para que se efectúe a favor de este sueño el desprendimiento


espiritual que permite la comunicación astral, es preciso que el evocador sea
del mismo grado del médium o superior.
En el caso de que el evocador tenga espíritu inferior al que acompaña al
médium. Se efectuarán todos los fenómenos del hipnotismo animal, pero no
logrará en ningún caso obtener la comunicación con un espíritu
desencarnado.
Uno de los asistentes, a quien conocemos por revelación de nuestro Guía
como un espíritu gris pálido, le pregunta si él podría evocarlo.
El Guía.-- como ya quedó advertido anteriormente, puede un espíritu gris
pálido-- en algunos casos -- hacer la evocación de un espíritu blanco, pero no
debe olvidarse de otra condición, y es que, para efectuase la comunicación, se
requiere que el espíritu del médium sea a lo menos azul.
A. Z. -- Muy bien; pero cómo haría yo, un gris pálido, para obtener el
desprendimiento del espíritu azul del médium?
El Guía.-- precisamente en el caso que usted presenta seria necesario que el
espíritu blanco evocado le preste él mismo su auxilio, efectuando el
desprendimiento del médium. En esto reside la casa, para muchos toda vía
inexplicable, de que un médium que ha trabajado aquí con magníficos
resultados, allá bajo el control de otro experimentador, aparezca como nulo,
llegándose a creer de él que era un farsante en sus éxitos anteriores o que
hubiera perdido de un momento para otro las condiciones medianímicas,
cuando sólo existe en el caso una incapacidad del evocador por deficiencia
de evolución.
Ahora, este auxilio de que les hablo, prestado por un espíritu blanco con el
fin de que tenga éxito el llamamiento que le hace un espíritu gris pálido. No
es un caso ordinario en la leyes astrales, sino que se cumple cuando el objeto
del llamamiento puede traer como consecuencia grandes beneficios
espirituales, importancia ésta que la aprecian los espíritus superiores.
A. Z. -- Y no podría ocurrir el caso de que al tratar un gris pálido de hacer la
evocación de que se trata y le fuera negado el auxilio del espíritu blanco
para realizarla, interviniera. Aprovechándose de las circunstancias, un
espíritu del plano inferior?.
El Guía.-- de ninguna manera. Cuando la evocación se hace a un espíritu
determinado. Que se conozca de fuente autorizada que pertenece a un plano
de buena evolución, los espíritus del plano inferior no pueden intervenir a
un cuando las circunstancias les fueran propicias, podrían hasta acercarse al

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

médium y tratar, con la manifestación de su presencia de cambiar la voluntad


del evocador para que se les atienda a ellos, pero si éste continúa firme en el
propósito de obtener la respuesta de cierto espíritu y rechaza enérgicamente la
presencia de los inferiores, éstos no tendrán otros recursos que retirarse.
A la evocación indefinida que hacen los impreparados para esta clase de
investigaciones, se deben casi todos los fracasos de los centros espiritistas. Les
parece muy sencillo el procedimiento para entenderse con los habitantes del
más allá y, repletos de curiosidades poco espirituales, ansioso de revelaciones
que les traigan éxitos y temporales, se lanzan sobre las mesas parlantes o a la
búsqueda de un médium que les sirva de hilo conductor a sus interrogaciones,
y aquel llamamiento sin destinatario vuela por las regiones desconocidas y lo
atrapan, seguramente, las entidades más cercanas al plano de la Tierra. Esos
incautos que tales llamamientos inanimados hacen al Astral, si no llevan
consigo un espíritu suficientemente evolucionado para librarlos por sí mismo
de los inferiores, serán víctimas de las suplantaciones, de las burlas, de las
mentiras de las entidades no evolucionadas y podrían acabar su vida humana,
como ha ocurrido con muchos, en los manicomios.
Por qué si los mismos que tales evocaciones hacen, no se atreviesen a penetrar
en las casas de los humanos sin antes averiguar si sus condiciones de vida
social les permite o no entrar en relaciones amistosas, sí, y cambio, se
aventuran a llamar a las puertas de un mundo que no conocen o no recuerdan
actualmente y se extrañan después de que, quien ocurra a su llamamiento sea
precisamente un espíritu burlón que haga mofa de sus aspiraciones y
propósitos, o un viejo y rencoroso enemigo que aproveche las circunstancias
favorables en que ahora se encuentran con su nuevo estado, para perseguirlos
y mortificarlos hasta la locura? Culpar de estos fracasos al espiritismo y
sindicarlo como ciencia demoníaca, equivale a negar los beneficios de la luz
eléctrica porque un inexperto y un audaz penetró en el edificio donde estaba la
maquinaria y se quedó electrocutado.
Armas sin cuento se han forjado por los enemigos del espiritismo de estas
persecuciones y se ha sentado en vista de estos numerosos casos, la peregrina
teoría de que los espíritus superiores no bajan nunca a los centros de
evocación porque Dios no les permite ni por un momento abandonar la
indescriptible dicha de que disfrutan y porque no sería justo que la
abandonaran. Y nada tan falso como est aseveración. El amor de los espíritus
superiores, tan perfecto como su altura en el conocimiento de la Verdad,
abarca la humanidad entera, toda la creación y es motivo para ellos de dicha
inexpresable descender desde sus elevadas y luminosas regiones a la guardilla
oscura donde un espíritu evolucionado también los llama con fe y con fines

Blas Hernández O.
88
La Ciudad de Dios

elevados, dignos por mil motivos de su amor. Y los altos espíritus descienden
siempre donde quiera que haya un dolor que aliviar, una fe que reconfortar,
una esperanza que deba ser trocada en realidad conforme a los dictados de la
divina justicia. Invisibles o visibles, según el caso y los designios de La Mano,
están siempre llegándose a los hombres como colaboradores fervorosos de la
obra de Dios. Pero no concurren donde solo los busca el grito de las bajas
pasiones, sedientas por el encontrar el secreto para satisfacerse; ni el avaro ni
el sensual, ni el envidioso, ni el vengativo podrán escuchar sus pensamientos
ni sentir el aliento de sus sutilísimas vibraciones.
Por qué hacer imposible la venida a la Tierra de los espíritus superiores, si su
felicidad en nada se aminora puesto que ella, bien comprendida, no es sino el
producto de su contacto mas y mas cercano con la Divinidad y dondequiera
que se hallen pueden mantenerse estrechamente unidos con Ella, conforme a
la perfección que hayan alcanzado?
La historia de la humanidad esta repleta de narraciones sobre los éxtasis de los
grandes espíritus encarnados, éxtasis que los hacían vivir horas muy largas
lejos de los humanos dolores. Pues así es el estado permanente de los espíritus
desencarnados, idéntico en el plano de la tierra como en sus elevadas regiones.
Eso equiparara los humanos goces los deliquios de los espíritus evolucionados
creer que pueden perderlos por un momento al descender de su sitio para
calmar el ansia de un hermano encarnado que quiere buscar su consejo, su
ayuda que lo lleve mas rápidamente al fin apetecido.
Lo que llaman dicha los humanos es solo un placer fugaz, íntimamente
relacionado con un sitio, una cosa o una persona que, una vez alejada, se lleva
con ella la felicidad humana. La dicha del espíritu emana de sí mismo, por una
virtud de conocimiento que le capacita para vibrar mas y más en armonía con
la vibración de Dios, y esto sucederá dondequiera que el espíritu se halle, así
como la luz seguirá brillando como luz dondequiera que se la sitúe.
A Z. -- Y cuando quien hace la evocación es un espíritu poco evolucionado
pero sus intenciones son rectas, puede ser también víctima de un engaño?
El Guía. -- En estos casos aún cuando la evolución del evocador no es
suficiente para comunicarse con un espíritu de altura, su intención sana le
pone a cubierto de los fracasos y por esto velaran las entidades evolucionadas.
Terminadas estas revelaciones, la señora L, pregunta al Guía si será posible
obtener esta noche que el espíritu de un miembro de su familia, desencarnado
hace ya algunos años baje al salón de sesiones para tener una comunicación
con él.

Blas Hernández O.
89
La Ciudad de Dios

El Guía. --Sí, podría complacerla en su deseo, pero se hace necesario que el


espíritu de Estrella vaya conmigo hasta el sitio donde se encuentra el de su
pariente.
Estrella que ve llegada la ocasión de lograr su viaje astral, se muestra
inmediatamente dispuesta a prestar su contingente para que se realice la
aspiración de la señora L, y en compañía de su conductor, sube hasta el Plano
Azul. Apenas llegada allí, su atención se siente presa de un grupo de espíritus
azules pálidos y en este mismo instante uno de ellos se desprende del centro
para ir en busca de los recién venidos. Por intuición, Estrella comprende que
este es el espíritu que buscan y le manifiesta a que han venido.
El azul pálido.-- Apenas llegaron ustedes al plano, recibí del Consejo la orden
de ir con ustedes a la tierra. Estoy dispuesto.
Bajan y ya en el Centro, Estrella anuncia a la señora L que su pariente esta
frente a ella, pero en forma astral.
La señora L..--Dígale usted Estrella si fuese posible que adoptara; si quiera por
un momento, la forma que llevó en su última encarnación, para que podamos,
los que la conocimos, identificarla.
Estrella trasmite la pregunta, pero el espíritu manifiesta que la orden recibida
del Consejo se concretaba únicamente a que bajara al sitio donde se le llamaba
y que para complacer la exigencia que acaban de hacerle, es necesario tener
autorización especial y que, y que para eso regresa en un instante a su plano.
Es necesario advertir aquí que Estrella no conoció en su vida humana al
evocado y que ni siquiera ha tenido ante ella un retrato que pudiera suplir ese
conocimiento.
A poco, Estrella anuncia, llena de sorpresa, que ante su vista está una mujer
joven y de extraordinaria belleza. Facción por facción la describe con
alborozo, y todos los detalles son absolutamente exactos para quienes la
vieron y trataron en la tierra.
La señora L interrumpe las exclamaciones de Estrella por la belleza de la figura
que tiene delante, para preguntar a su pariente, deseosa de saber algo
relacionado con sus condiciones de vida en el astral.
La señora L..--Qué desearía usted decirme para trasmitirlo a los miembros de la
familia?
El azul pálido.--Dígales usted lo que más puede interesarles; que estoy muy feliz
de estar viviendo en el sitio donde me encuentro; que es esta la primera vez

Blas Hernández O.
90
La Ciudad de Dios

que vuelvo a tierra después de mi desencarnación y que probablemente ya no


volveré a tomar otro cuerpo humano para una nueva vida material.
La señora L..--Y nada mas?
El azul pálido.--Nada mas
En este momento uno de los pequeños de la señora L, que excepcionalmente
se hallaba despierto a aquellas horas de la noche, hace interrupción en la sala,
en busca de su madre.
Estrella dice que el azul pálido al ver al pequeñito, se le acerca y le acaricia con
grandes muestras de afecto y que le explica que la señora L., fue para ella uno
de los mas grandes afectos en la tierra.
La señora L., vivamente emocionada, como es natural; por la presencia de la
que fue su hermana no halla preguntas para formularle o no se siente con
fuerzas para hacerlas. Esto, seguramente mueve al azul pálido a abandonar el
Centro.
Para despedirse, según descripción de Estrella, el espíritu se acerca a la señora
L., pasa su brazo por el cuello de ella y con la mano izquierda acaricia la
cabecita del pequeño.
Desaparecido el azul pálido, el Guía manifiesta que lo avanzado de la hora(la
una de la mañana) impide que la sesión se prolongue, y se despide
afectuosamente como de costumbre, después de haber citado día y hora para
la próxima reunión.

Blas Hernández O.
91
La Ciudad de Dios

SESION 4

Estrella recibe una invitación sospechosa.


Una mujer le pide a Estrella le presente servicios de adivina.
Dificultades para juzgar la evolución del espíritu encarnado,
por los mismos encarnados.
Disposiciones sobre la manera de escribir este libro.

R
eunidos en la sala donde funciona el Centro y antes de principiar la
sesión, Estrella relata al evocador algunas cosas que le han ocurrido el
día anterior y que la tienen un tanto preocupada.
Ayer, dice Estrella, como a las cinco de la tarde, hora en que yo regreso de mi
trabajo en la fábrica de cigarros, estaba esperándome en casa una señora
absolutamente desconocida para mí, pero cuyo aspecto humilde y actitud de
angustia muy honda me predispusieron inmediatamente en su favor. La invité
a sentarse y le pregunté en qué forma podría servirle.
Me preguntó por mi nombre y al saberlo manifestó mucho agrado por no
haberse equivocado, pues era precisamente a mí a quien venía a buscar. Luego
me hablo de su vida. Era mujer casada, con algunos hijos, y el único medio de
subsistencia que tenía su familia era el producto del trabajo de su esposo,
persona a quien me mostró como adornada de grandes cualidades y que se
hallaba en cama hacía algunas semanas, víctima de una dolencia cruel que
acabaría por llevarlo a la tumba si yo me negaba a prestarle el auxilio que ella
venía a pedirme.
Mi sorpresa por esta declaración fue grande, pues a la vista estaba también
para esa señora mi estado de pobreza, que me incapacitaba para cualquier
auxilio de orden pecuniario, y no sabía que otra clase de ayuda capital para la
vida del esposo de aquella señora pudiera pedírseme.
Pero ella me saco de la duda continuando su narración. Su marido venía
padeciendo esa rara enfermedad hacia algunos meses, pero no en forma tan
aguda como últimamente. Lo recetaba, de modo caritativo, el doctor X.;
medico de gran prestigio en la ciudad, y precisamente el día anterior, en su
última visita, dicho facultativo se manifestó impotente para curar al enfermo
con los actuales recursos de la ciencia, que ya estaban todos agotados. Solo
quedaba, según el doctor, el recurso de pedir a un médico desencarnado, por
conducto de un buen médium, la receta salvadora.

Blas Hernández O.
92
La Ciudad de Dios

Yo, me agregó la señora le manifesté al doctor inmediatamente que esta listo


para prestar este servicio y que me sometía enseguida, si era necesario, a su
influencia hipnótica para que él realizara la evocación, pero se negó a ello
haciéndome ver que como a mí no me habían dormido nunca para ese objeto,
carecía de la práctica necesaria para que se me utilizara con la prontitud y
eficacia indispensables.
Mi angustia llegó al colmo ante esta declaración, pero el doctor me calmó
prontamente diciéndome que él la conocía a usted, que la había dormido
algunas veces, que era una magnifica médium y que, si usted no se negaba la
experiencia tendría un éxito inmediato y mi marido quedaría restablecido de su
enfermedad en pocos días.
Mi asombro crecía a cada momento de la narración. ¿Cuándo me había
dormido a mí el doctor X.? Lo conocía personalmente por haber concurrido
una noche al Centro cuando se iniciaban los trabajos, pero jamas habíamos
hablado siquiera los dos de esas cosas. Para qué había asegurado una cosa tan
inexacta? Todo esto se lo manifesté a la señora agregándole que yo sabía por
algunas conversaciones que había tenido con el evocador de mi Centro que
entre él y el doctor X., reinaba una magnifica amistad y que, si ella quería que
prestara yo mis servicios de médium para obtener un consejo que curara a su
esposo, me parecía fácil que el doctor X, se entendiera con el evocador y
obtuviera de la autorización de que me durmiera el doctor, pues de otro modo
no me sometería al experimento.
La angustia de la señora no tuvo límites en esta declaración mía. Me aseguró
que solo bastaba con dos sesiones y que el doctor me recompensaría
monetariamente mi trabajo en forma que quedara muy satisfecha. Luego quiso
moverme por el país de la caridad, pintándome con los colores más vivos, con
lágrimas en los ojos, el cuadro de miseria que formaría su familia si su marido
llegaba a morir porque yo me negara a prestarle este --para ella-- insignificante
servicio.
Me pareció cruel, dice Estrella, insistir en mi negativa rotunda a servirle de
médium al doctor X., y le contesté que lo consultaría esta noche en el Centro y
que mañana podría darle una razón terminante sobre el asunto, agregándole
que pondría de mi parte todo lo que fuera posible para obtener la autorización
que necesitaba tanto del Guía del Centro como del evocador.
Hay necesidad de retroceder un poco en la historia del Centro para hablar ante
el lector sobre la personalidad del doctor X.
Persona de exquisitas dotes mentales, poseedor de una basta ilustración, el
doctor X, viene desde hace tiempos interesándose por las manifestaciones

Blas Hernández O.
93
La Ciudad de Dios

espiritistas con fines elevados de conocimiento de las verdades superiores, y


fue él precisamente quien indujo al evocador de este Centro a estudiar el
espiritismo hacia el cual tenía repugnancia por habérsele aparecido como una
farsa de desocupados y una escuela de locos. Fue él quien en conversaciones
sucesivas, le demostró que grandes pensadores de todos los siglos se habían
consagrado a las investigaciones espiritualistas y le presto las primeras obras
que habrían de llevarlo, como en efecto lo llevaron a poco tiempo, a hacer en
su compañía los primeros experimentos en una mesa parlante.
Aquellos experimentos duraron para el evocador poco tiempo, pues en vista
de que no se obtenían comunicaciones serias y que, en cambio, llegaron a
producirse fenómenos físicos --golpes, ruidos extraños, etc., -- llegó a temer
por su equilibrio nervioso si aquellas demostraciones continuaban en
crescendo, como parecía ser la intención de las entidades que se manifestaban,
propuso el doctor X., suspender los trabajos de experimentación hasta tanto
que encontraran n médium vidente y auditivo que permitiera la identificación
de las entidades e hiciera rápida y por consiguiente menos monótona la
transmisión de preguntas y respuestas.
El doctor X, no encontró acertada la proposición de su amigo, como este
dejara de concurrir a las sesiones, el doctor continuó solo los experimentos.
Un día el evocador llegó a notar cierto aspecto de extraña reserva en él, cuyo
origen lo atribuyó inmediatamente a consejos de las entidades que lo visitaban,
y temiendo un principio de obsesión, trató de apartarlo de la mesa de
evocaciones consiguiendo solamente que la frialdad de la amistad fuera en
aumento cada día.
Pasaron algunos meses, hasta que el evocador encontró a Estrella en la forma
que queda relatada en el prólogo de esta obra, y consecuente con su antigua y
no aminorada amistad por el doctor X., obtuvo del Guía la autorización para
llevarlo a una de las sesiones.
Fue allí donde el doctor X. conoció a Estrella y se dio cuenta de sus magnificas
cualidades mediánicas.
El doctor X. no volvió a concurrir al Centro por prohibición que el Guía le
hizo al evocador para invitarlo.
Ya se comprende ahora el peligro que entrañaba aquel lazo tendido con tanta
habilidad y las precauciones que el evocador del Centro se decidió a tomar
para evitarlo.
Estella había quedado muy impresionada después de su entrevista con la
señora desconocida que se sentía un tanto indispuesta a prestar sus servicios
para aquella que creía una obra de caridad, y fue urgente demostrarle que

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

aquel sentimiento era una caridad mal entendida y que solo conseGuía
intranquilidades para ella e inconvenientes para el buen funcionamiento del
Centro si dejaba que la sometiera a la influencia hipnótica, no sabía que
diferencias de evolución podría haber en …dos ni cual sería el grado del
espíritu a que el doctor X. pensaba llamar en su auxilio para el enfermo del
caso.
Estrella prometió al evocador que se sometía gustosa a adoptar la conducta
que el Guía le dijera y pasó a relatarle otro hecho, ocurrido en las horas de la
tarde de este mismo día.
Bajaba, cuenta Estrella al evocador, para la fábrica y frente al edificio de la casa
de mercado me alcanzó V., una mujercita conocida mía, cocinera de
profesión, y quien con lágrimas en los ojos, me relató que aquella mañana,
haciendo el mercado se le había extraviado su pequeño de cuatro años sin que
todos sus esfuerzos hubieran podido llevarla a encontrarlo. Que ella sabía por
algunas amigas que Estrella tenía el don de dormirse y ver las cosas que quería
y que, por consiguiente, ella podría decirle donde se encontraba su hijito en
esos momentos.
No me reí de la ocurrencia de esta pobre mujer, agrega Estrella porque me
infundió respeto su dolor pero trate de hacerle comprender que no era cierto
que yo pudiera dormirme a voluntad ni mucho menos que pudiera ver todas
aquellas cosas que me propusiera. La mujer no quería creerme y continuaba
insistentemente sus suplicas en voz tan fuerte que temí se impusiera el público
y me sometiera a un bochorno de ridículo. Para evitar esto, le hice entrar al
apartamento de una tienda cercana y allí le di la promesa de que esta noche en
la sesión preguntaría a nuestro Guía donde estaba su niño y le diría por la
mañana para que fuera a buscarlo. Con esto logré calmarla y quedamos en
encontrarnos mañana en el mismo sitio.
Terminada su narración, Estrella manifiesta deseos de que la duerman para
hacer la evocación de nuestro Guía y efectivamente, a pocos momentos, entra
en el sueño hipnótico, tan hondo como es necesario.
Presente el Guía en el Centro y después del saludo acostumbrado, sin que
ninguno lo advirtiera del caso pendiente, le pregunta a Estrella si no tiene nada
de nuevo para contarle, si no le han ocurrido cosas raras ayer y hoy.
Estrella. --Por qué me pregunta eso? Seguro que usted ya lo sabe todo y
entonces, para qué contestárselo? Pregúntele al evocador que yo pensaba
decírselo todo a usted esta noche.
El Guía sonríe.

Blas Hernández O.
95
La Ciudad de Dios

El guía. --Sí, yo sé todas las cosas que le han ocurrido, pero necesito que usted
misma me las cuente.
Obediente Estrella repite la narración de los dos sucesos al Guía y éste no la
interrumpe. Cuando ya ella manifiesta haber terminado, el Guía toma la
palabra y habla, según declara la médium que se siente muy impresionada por
ello en tono severo:
El guía. --Es necesario que usted rechace de modo enérgico la promesa que le
hace al doctor X., por conducto de esa señora, pues si usted se somete a la
influencia hipnótica de él, vera, no la clase de espíritus que visita este Centro,
sino a los inferiores. Si el doctor insiste, envíele a decir con la señora que usted
tiene un Guía que no le permite acceder a sus deseos y que él podrá dormirla a
usted pero no podrá, por diferencias de evolución, obtener el
desprendimiento de su espíritu.
Estrella. -- Muy bien, así lo haré. Pero con el otro caso? Que le digo yo mañana
a esa pobre mujer que ha perdido su niñito? Me da tanta lástima! …
El guía. --Sí, verdaderamente es penoso para esa mujer el caso en que se
encuentra, y al solicitar su intervención ella lo ha hecho de modo inocente
creyendo lo que le dicen sus amigas, pero aún cuando yo en este momento
estoy viendo al niñito y pudiera decirle dónde se encuentra, si accedemos a
esto para calmar el dolor de la madre, dolor que por otra parte está sirviendo
mucho para la evolución de su espíritu, fomentaríamos una creencia falsa y
supersticiosa, y mañana, conocido el caso, serían muchas más las cosas que
se dijeran de ustedes y muchas las supersticiones que se levantaran para
perjuicio de los espíritus. Así, pues, es necesario guardar silencio, y si mañana
se encuentra con la mujercita, dígale que consultó el caso con el Guía del
Centro y que éste le respondió que la humanidad tenía una institución llamada
la Policía, que se encargaría de buscarle el pequeño si ella lo pedía.
Resueltos los asuntos que preocupaban a la médium, el asistente X. X.
pregunto al Guía si era posible saber en que grado de evolución se encuentra
su amigo V., músico, desencarnado hace pocos meses.
El Guía no da ninguna noticia sobre tal espíritu, lo que, para nosotros,
significa que su evolución no es mucha y que debemos abstenernos de repetir
la pregunta.
Pero Estrella, que se interesa por todas las preguntas que formula X. X., le
propone al Guía que la lleve donde se encuentra ese espíritu y que entonces
ella le dirá que clase es.

Blas Hernández O.
96
La Ciudad de Dios

El guía-- Lo que usted propone Estrella, no es conveniente y es inútil que


insista.
Como el asistente A. Z, quedara impresionado porque Estrella hubiera
recibido, en la sesión 3ª un espíritu gris oscuro que desencarnaba, siendo esta
función privativa de los espíritus blancos, según enseñanza del Guía, quiere él
saber si esta ley astral tiene sus excepciones.
El guía-- No, esa ley no tiene excepciones. Siempre es y será un espíritu blanco
el encargado de recibir a los espíritus que desencarnen, sea cual fuera el grado
de su evolución, y de conducirlo ante el Supremo Consejo de su plano. En el
caso que motiva su pregunta solo ocurrió esa excepción en apariencia, pues en
realidad era yo quien iba llevando tanto a Estrella como al gris oscuro
desencarnado; para el aprovechamiento de la enseñanza, se hizo aparecer a
Estrella como la conductora a fin de que el esfuerzo que esta hazaña le costo,
ameriza su espíritu.
X.X. quedo satisfecho de la respuesta y el evocador interroga a su vez al Guía
para que este resuelva la manera como debe escribirse el libro, producto de
estas sesiones, y al efecto le plantea tres sistemas así:
1º Las actas deben quedar en el libro de la misma manera que van siendo
escritas en las sesiones, pero ampliándolas en algunas partes y dándoles, en los
pasajes en que la escena lo permita, un conveniente adorno literario;
2º Las actas deben ser transcritas en el libro literalmente.
3º Deben agregárseles a las actas exposiciones de carácter filosófico, basadas
en los conocimientos adquiridos en las mismas sesiones.
El guía-- El libro debe redactarse por usted en la primera forma que acaba de
exponerme, pues el adorno literario en algunas partes sirve de atractivo para el
lector y hace el libro más eficaz.
Resuelto ya este punto, se trataron entre el Guía y el evocador otros relativos a
procedimientos particulares sobre maneras de obrar para la venta y
divulgación de la obra y que no deben ser consignados aquí.
El evocador quiere volver la atención de los asuntos hacia otro orden y
formula al Guía esta pregunta:
El evocador. -- Según lo dicho por usted en anteriores sesiones, entre los
blancos no hay gradaciones de lo plano como tampoco existen entre los
oscuros; sólo las hay entre los grises y los azules. Entonces, un rojo que
reencarne para evolucionar, y lleve una vida provechosa en experiencias, al

Blas Hernández O.
97
La Ciudad de Dios

desencarnar no tiene su espíritu ninguna diferencia con el estado anterior,


siendo así que hay que suponer que adelantó en esa encarnación?
El guía-- Tiene fundamento su pregunta. No todos los oscuros lo son
igualmente, pues las sucesivas encarnaciones van operando en sus periespíritus
mutaciones que no son perceptibles a la simple vista psíquica de una médium,
y de ahí la generalización que hice, pues si hubiera sentado la afirmación que
acabo de hacerles, Estrella me hubiera objetado con razón que ella no notaba
esas diferencias. Además, como les digo, son imperceptibles hasta para una
visión psíquica muy aguda.
La señora L. también tiene algo que preguntar:
La señora L.-- Pudiera decirme, nuestro Guía, cuantas encarnaciones lleva hasta
ahora mi espíritu?
El guía-- Cerca ciento……
La señora L.-- Cuántas?
El guía-- Exactamente, noventa y cinco.
La señora L.-- Y desde esas cuántas desde que salí del plano rojo?.
El guía-- Le he dicho que noventa y cinco por todas.
La señora L. que pretendía con esa pregunta sacar por deducción el tiempo
que hubiera gastado su espíritu en el plano inferior, comprende que el Guía no
desea satisfacerla y entonces le pregunta si en su concepto el acta de la sesión
anterior - escrita por ella el día siguiente - quedó bien
El guía-- Sí, quedó bien; yo estaba viéndola escribir.
Antes de que termine la sesión, el evocador quiere averiguar por la evolución
de un espíritu que él supone de altura de altura por haber conocido mucho la
vida humana de su última encarnación, vida en su concepto ejemplar, como le
explica sus compañeros de Centro. Era un individuo de conducta moral --
conforme se entiende por la sociedad y las religiones imperantes --sin tacha:
silencioso, jamas le oyó hablar contra nadie. De apariencia humilde, fue un
empleado modelo por su consagración al trabajo y un miembro de la familia
inestimable.
El Guía manifiesta al evocador que va a complacer su curiosidad, pero que no
hará sino presentar ante la visión psíquica de la médium una proyección de
aquel espíritu para que Estrella misma lo clasifique.

Blas Hernández O.
98
La Ciudad de Dios

Y cuál no seria la sorpresa de todos al ver que la médium se contrae asustada


en su silla como huyendo de un desagradable contacto y exclama: Nuestro
Guía, quítelo de delante, no quiero ver ese espíritu rojo.
El guía-- Ahora comprenden ustedes mejor la imposibilidad que hay para
juzgar, entre los humanos, de la evolución de otro de sus semejantes. Todo lo
que en el mundo se ve es ilusión de la verdad. Si alguien juzga por las acciones
y por las palabras, puede estar seguro de que las unas o las otras sean el
verdadero trasunto de los pensamientos y de los sentimientos del espíritu? No,
absolutamente.
Ahora ya ha terminado la sesión de esta noche.
El evocador debe antes de despertar la médium - aconseja el Guía - insistirle
fuertemente en que su materia no cederá ante ninguna otra fuerza hipnótica
que trate de dominarla, para evitar así cualquier daño que pudiera
ocasionársele a Estrella por otros hipnotizadores deseosos de experimentar.
Queda citado el ida de la sesión próxima a la hora de costumbre.

Blas Hernández O.
99
La Ciudad de Dios

SESION 5

Se mueve contra Estrella una intriga del plano inferior.


El gobierno del Plano Blanco.
El Ascensor Astral.
La residencia de la Mano.

A
ntes de entrar en la sesión de esta noche, Estrella se encuentra
intranquila a causa de que dos mujeres que suelen acompañarla en su
casa y que, observan la escasez de recursos en que vive y que le
proporciona a Estrella no pocas penalidades materiales, le han insinuado la
idea de recurrir al consejo y auxilio de una adivina, muy su amiga; pues, según
información de las consejeras, todos los males que le aquejan son el producto
de una maldición que la madre de Estrella lanzó contra esta a tiempo de morir.
Extrañada por tales afirmaciones de sus compañeras, Estrella quiso saber de
que fuente conocía la adivina tan tremenda maldición por ella ignorada,
puesto que, a consecuencia de un azar de su vida que luego será narrado en
próxima sesión, Estrella se había visto obligada a separarse de su madre
definitivamente. Por todas respuestas las amigas le aseguraron que aquel
conocimiento provenía de las maravillosas dotes de la hechicera, que le
permitían conocer el destino de las gentes y el origen de todos sus
procedimientos.
Aún cuando Estrella narró el anterior incidente dándole un tono de burlona
incredulidad, no pasó para nosotros desapercibida la impresión que el detalle
había causado en su mente, y fue nuestro propósito, desde este momento,
poner al Guía en antecedentes de lo ocurrido para evitar posibles
perturbaciones en la marcha regular del Centro.
Dormida la médium y presente el Guía en el salón, el evocador le hizo
trasmitir por Estrella el deseo de que mirara fijamente al espíritu de esta, con el
propósito de que conociera alguna alteración en las vibraciones de su
periespíritu, si acaso las hubiera dejado la maligna insinuación de sus amigas.
El evocador. -- Que le dice el Guía?
Estrella. -- Que le refiera eso mismo que un momento antes les contaba a
ustedes.

Blas Hernández O.
100
La Ciudad de Dios

Estrella cumple con el mandato de su instructor, y una vez terminada la


narración, como éste siguiera silencioso, el evocador le consulta si sería
conveniente que el espíritu de Estrella hiciera esta noche una ausencia en el
Plano Blanco para que la influencia de aquella elevada región volviera la
serenidad a su espíritu y el Guía se mostró de acuerdo con este pensamiento.
Estrella y su conductor suben al Plano Blanco inmediatamente, sin hacer escala
en los planos intermedios. Como de ordinario, la médium tiene frases de
asombro y de intensa alegría por todo lo que allí ve y por la paz profunda
que la invade. Se fija en que, al igual que en anteriores ocasiones, el Consejo
esta reunido y quiere saber si tal reunión es permanente.
El Guía como sin referirse directamente a la pregunta que acaba de hacerle
Estrella, le anuncia a Estrella que tiene el propósito de referirle a los altos
señores de aquella Corporación el incidente ocurrido con sus amigas y de
informarles que ella la que ha tenido el privilegio nada común de verlos a ellos
y de escuchar en su propio plano las enseñanzas que él le esta dictando, cree
todavía en la verdad de las hechicerías y en los cumplimientos de maldiciones.
Estrella empapada allí del supremo respeto y de la gran admiración que le
infunden los elevados espíritus del plano, siente pena de que vayan a
imponerse de su debilidad y de su falta de comprensión, y quiere saber qué le
dirían ellos al tener conocimiento de su desliz.
El Guía que ya ha medido la bondad del remedio, sonríe ante la turbación de
su discípula y le asegura que aquellos señores tendrían para su falta de
seriedad al creer en supercherías el mismo consejo que va a darle: No crea ni
piense en lo que acaba de ocurrirle con sus compañeras; ninguna maldición se
convierte en un hecho. Solo son dolores para la humanidad los que causan las
propias acciones equivocadas.
Estrella.-- Entonces si los del Consejo han de decirme lo mismo que usted por
qué no me evita la pena de escucharlos a ellos hacerme la misma anotación
por mi error?
El guía. -- Bien, así lo haré con mucho gusto. Ahora, yo siempre me acerco al
Consejo porque tengo alguna cosa que decir allá.
Como Estrella manifestara el deseo que siente de acompañarlo, el Guía la
detiene asegurándole que es necesario que él vaya solo.
Estrella.--Y qué va a hacer allí?
El guía. --Alguna cosa que por el momento no debe usted conocer.

Blas Hernández O.
101
La Ciudad de Dios

Estrella cree conveniente dado el tono severo con que el Guía ha rechazado su
propuesta, no insistir mas y falta de motivo de conversación, se entretiene en
mirar hacia el sitio del Consejo donde nota a poco una especie de gran libro
que algunos parecen observar de vez en cuando y pregunta a su compañero si
es para llevar en él los mismos apuntamientos que se acostumbran en los
otros planos y que si ellos se refieren únicamente a los asuntos concernientes
al Blanco.
El guía. -- No; en este libro ciertos miembros del Consejo hacen anotaciones
que abarcan acontecimientos relacionados con todos los planos de evolución.
La respuesta ha sido completa y Estrella quiere agotar el caudal de sus
observaciones:
Estrella.--Me he fijado que los espíritus de todos los planos tienen una estatura
exactamente igual.
El guía. -- Esa observación es justa. Fuera de la tierra, donde la materia adopta
formas limitadas y diferentes, todo es igual, excepto el desarrollo de la
conciencia, que es el grado de evolución.
Intrigada continuamente por el Consejo, que parece ser siempre y en todos los
planos el punto magnético para la atención de Estrella, quiere saber también
ahora si, conforme los consejos del azul y del gris, reciben ordenes de este
plano, existe mas arriba de aquí otra corporación similar, de espíritus mas
elevados que impartan también sus ordenes para este supremo tribunal.
El Guía le replica que, para satisfacer esa curiosidad sería conveniente que ella
misma se acercara al Consejo y diera alguna información al respecto.
Estrella comprende que el Guía quiere evadir una contestación categórica y
muy prudentemente varia la forma, suplicándole que la informe de sí mas allá
del plano Blanco residen otras categorías de espíritus, a lo cual el Guía le
responde afirmativamente, agregándole que más allá del plano hay otros
planos y que en ellos residen espíritus de mas elevada condición y de mas
grandes poderes.
Estrella.-- Y ustedes los que habitan este plano, tienen poder para subir a esos
otros?
El guía. -- Los espíritus blancos pueden ascender de vez en cuando, al plano
inmediatamente superior y esto con el fin de saturarse de vibraciones mas
elevadas, que se convierten para ello en un anhelo de ascender a mas elevadas
dignidades y a más intensa luz,

Blas Hernández O.
102
La Ciudad de Dios

Estrella.-- Pero allá en ese plano de que me habla, y al cual pueden ustedes
subir, no hay también un Consejo?
El guía. -- No; allá no hay Consejo.
Estrella.--Entonces, a los blancos no les dan ordenes?
El guía. -- Nosotros ordenamos.
Estrella.--Si, ustedes ordenan, ya lo sé, pero oiga: Yo creo que hay cosas que
ustedes deben hacer, no porque ustedes mismos se lo ordenen, sino porque
otros lo imponen.
El guía. -- La observación me parece razonable y usted sabrá esto
oportunamente, cuando el desarrollo de estas enseñanzas haya justificado tal
información.
Estrella.-- Esta noche parece nuestro Guía dispuesto a no contestarme nada en
concreto: ni me dice como son los espíritus que residen allá arriba, si son
blancos también como los de aquí o de otro color y de otra forma; ni me dice
si hay consejos superiores a este Consejo, ni me dice nada. A mí como
consecuencia de todo este silencio, se me esta ocurriendo que por allá, donde
no hay consejo, debe residir Dios.
El guía. -- eso por qué se le ha ocurrido?
Estrella.-- Muy sencillo: porque si aquí no siento deseos, no tengo idea de las
penas, de los dolores y de las preocupaciones que me asisten en la tierra, si soy
tan feliz, mas allá de esto lo que existe y lo que tiene que sentir el espíritu no
puede tener nombre y por consiguiente allí debe estar Dios.
El guía. -- Razona usted bien, Estrella, y aún cuando su conclusión no
corresponda a la realidad, se le asemeja un poco: arriba, mas allá del próximo
plano, reside el Ordenador.
Estrella.--Entonces es El quien imparte las ordenes que llegan al Consejo de
los blancos?
El guía. --Sí, de El emanan las ordenes que aquí se reciben y se cumplen.
Estrella.--Ah! Esto que me dice, se lo ordenaron decir o es cosa suya?
El Guía sonríe como única respuesta a la ocurrencia de su discípula, ocurrencia
que es un brote ingenioso de su curiosidad tanto tiempo puesta a prueba por
su silencio.
Estrella.-- Usted no ha subido nunca al sitio donde reside el Ordenador? Si
usted lo conoce, yo quisiera que me lo describiera o que le pidiera autorización
de llevarme allí un momentico.

Blas Hernández O.
103
La Ciudad de Dios

El Guía, como si hubiera guardado silencio la médium todo ese tiempo, parece
sumido en meditaciones muy hondas. Pero Estrella, cuya curiosidad nunca se
siente satisfecha, no desfallece por esta aparente falta de atención que su
preceptor le demuestra y quiere informarse si Dios asiste en un solo sitio.
El guía. -- Pregunta usted a veces cosas que todavía no esta capacitada para
saber, o que no tengo autorización de responderle.
Estrella.-- Ya que es imposible saber algunas cosas, puede informarme
entonces, cada cuanto tiempo les esta permitido a los habitantes de este plano
ascender al inmediatamente superior?
Esa pregunta puedo contestársela: los habitantes del blanco van allá cada vez
que así lo desean
Estrella.-- Y habrá ocasiones en que se vayan todos?
El guía. --Si, y esto sucede siempre que el ascenso obedezca a un mandato del
Ordenador.
Estrella.-- Y usted va allá con mucha frecuencia?
El guía. -- Si, y por eso tardo a veces un poco en responder al llamamiento
que me hacen del Centro.
Estrella.-- No me podría llevar usted un momento siquiera a ese plano?
El guía. -- Talvez mas tarde.
Estrella.-- Esos planos superiores son muy lejanos?
El guía. -- Hay mas o menos igual distancia entre todos.
Estrella.-- Cuando llegue a ese plano un mandato del Ordenador, talvez me
sería permitido sentir su vibración? Es que se me figura que esto equivale a
escuchar su voz.
Antes de que el Guía pudiera responder la pregunta, Estrella se siente atraída
por la presencia del espíritu que se dispone a descender al plano superior.
Estrella.-- Aquel espíritu se va, nuestro Guía. Me deja rogarle que yo lo
acompañe?
El guía. -- No hay necesidad, puesto que yo pudiera llevarla también.
Estrella.-- Entonces, ya que no me es permitido subir, al menos quisiera estar
cerca de él cuando le llegue la autorización para el ascenso.
El guía. -- Tampoco es tiempo de que usted se aperciba de esa vibración, pero
no desespere; eso no tardará mucho.

Blas Hernández O.
104
La Ciudad de Dios

Estrella.-- Será cuando mi espíritu llegue al grado blanco?


El guía. -- Usted lo ha comprendido; para entonces será.
Estrella.-- Y por qué no me deja usted aquí de una vez? Es tan bella la vida
aquí!
El guía. -- Cree usted que todos los planos tienen luz?
Estrella.-- No; precisamente en algunas ocasiones me ha dejado usted mirar un
sitio muy oscuro. Es que allí no hay luz nunca?
El guía. -- Sí; hay allí, en eso que se llama plano inferior y que es el que sigue
inmediatamente al plano físico de la tierra, una luz que por la densidad de la
materia astral donde vibra, se le aparece a usted como una perpetua tiniebla,
pero es de un rojo denso, profundo.
Estrella.-- Y los espíritus que habitan allá como hacen para evolucionar?. No
suben siquiera en alguna ocasión al plano gris para sentirse mejor?
El guía. --La densidad del periespíritu de los habitantes de cada plano esta en
relación proporcionada a los sitios en que residen y esto les imposibilita para
llegar, sin evolucionar, a las esferas superiores. Los espíritus del plano inferior
tienen solo una puerta para escapar de esa luz tan oscura, tan mortificante, tan
triste: la reencarnación.
Estrella.-- Entonces, en ningún caso un espíritu del gris o del azul ha visto la
luz del plano inmediatamente superior al suyo?
El guía. -- En algunos casos en cumplimiento de propósitos especiales, un
espíritu perteneciente al gris o al azul, ha subido a otras esferas de mayor
altura que la suya, pero siempre, para vencer la resistencia que les opone la
densidad de sus envolturas astrales, otro espíritu procedente de la región a
donde debe ir el agraciado, ha de hacer el oficio de conductor como lo realizo
yo con usted.
El Guía que ya considera suficiente la lección de esta noche, propone a Estrella
que regresen al Centro donde los esperan.
Antes de acceder al deseo de su conductor, Estrella quiere hablarle de un
asunto particular: su pequeño sufre mucho; tiene una enfermedad que lo
mortifica permanentemente; su pobreza la obliga a trabajar en la fábrica y
durante las horas de labor el niño queda en casa a merced del trato que
quieran darle dos amigas que se prestan a cuidarlo a cambio de tener un techo
en su compañía. ¿No le parece mejor a él, que ya conoce su espíritu, que
abandonara esta materia tan castigada por el dolor y se viniera a gozar de la
alegría y de la tranquilidad de su plano?

Blas Hernández O.
105
La Ciudad de Dios

Mientras allá en las regiones del Plano Blanco el espíritu de Estrella, saturado
todo de felicidad, propone al Guía la desencarnación de su hijo, abajo, la
materia se contorsiones de dolor pensando en que suceda aquello que su
espíritu desea y ella no comprende, y el llanto desborda de los ojos y hace
surcos por las mejillas.
El guía. -- Noble deseo es el de su espíritu y desde aquí estoy viendo cuánto le
cuesta a su materia, pero ha pensado usted en que esas enfermedades de su
hijo, esos padecimientos indudablemente forman un acervo de mayor felicidad
para mañana? Por lo demás, veo que usted comprende que nada vale en
realidad la existencia material si no es por las lecciones que en ella toma el
espíritu para desarrollar la conciencia, y ya sé que usted está conforme con la
voluntad del Ordenador.
Estrella se manifiesta contenta de la lección que acaba de recibir y se dispone
con el Guía a regresar al Centro.
Como de costumbre, ha quedado citada la fecha y hora para la próxima sesión.

Blas Hernández O.
106
La Ciudad de Dios

SESION 6

Estrella recibe otra misión para el gris.


Un encuentro interesante en el plano Azul.
El guía empieza a dejar comprender de Estrella en qué alturas reside y le
permite oír la música de los planos elevados.

L
a médium duerme apaciblemente. Su espíritu, desprendido de la
materia, indaga la lejanía esperando que brille en ella el cuerpo
luminoso de su conductor. Unos pocos segundos mas y ya lo ve,
pequeño, como se miran desde la tierra las Estrellas.
Estrella.-- Ya viene, pero se me hace muy lento, desacostumbradamente lento
el descenso. Podría asegurar que se detiene a trechos como si fuera realizando
algún trabajo en los planos astrales.
Y Estrella se muestra impaciente. Quisiera ir a su encuentro, apresurar el
momento de la enseñanza, pero no se atreve. El Guía no le ha manifestado
que puede aventurarse sola por los espacios y sobre todo tiene miedo de ver
en el plano oscuro.
Transcurre mas de un minuto para que el Guía llegue al recinto de las sesiones.
Estrella observa que, contra su costumbre, permanece en su forma astral. Por
qué obra así? El Guía adopta la forma humana, le explica que esperaba el
saludo.
Estrella.-- Verdad! Perdone nuestro Guía el olvido. Estaba muy preocupada
por su demora. Lo he visto desde muy lejos y me ha parecido que se detenía a
cada momento, como si vacilara en llegar, como si no quisiera vernos esta
noche. A mí me parece que el deseo de escucharlo aumenta en mi espíritu
todos los días. Me estaría años oyendo las cosas que me enseña, siempre tan
nuevas y tan bellas para mi inteligencia. Sería a causa de ese anhelo que me
pareció muy lenta su venida?
El Guía nada responde a estas demostraciones de su discípula, aunque
seguramente ha visto en ellas el crecimiento del deseo evolutivo y se ha
complacido. Pero se concreta a manifestarle que deben seguir inmediatamente
al astral.
El ascenso no presenta ninguna característica que no este ya apuntada en
sesiones anteriores. Al llegar al gris suspende la marcha. Estrella se da cuenta
de una agitación desacostumbrada entre los habitantes del plano.

Blas Hernández O.
107
La Ciudad de Dios

Estrella.-- Nuestro Guía no sé por qué tengo la sensación de que los grises
están muy contentos. Esta sensación me llega de un modo raro, nadie me ha
dicho nada; no he escuchado ningún pensamiento que me lo revele y
sinembargo, siento que es así. En estas regiones la emoción del espíritu se
esparce por todo el plano como un perfume como un contagio, según sea ella
de alegría o de pesar, de esperanza o de desilusión.
El guía.-- Lo mismo pasa allá en la tierra, con la diferencia de que la densidad
de los cuerpos externos, las características del plano físico, hacen menos
perceptible para la conciencia el fenómeno de que se habla. Según sean los
pensamientos de los hombres, así es la vibración de sus cuerpos astrales y esa
vibración pasa a la atmósfera, al medio donde se emiten y forman ondas
corrientes que influyen sobre los demás. Pero estas explicaciones pertenecen
a otra rama de enseñanza. Ahora es necesario que yo me vaya y que usted se
quede entre estos espíritus, los observe y los escuche, si es que alguno de ellos
se le dirige.
Apenas desaparecido el Guía, Estrella interroga a un gris pálido que se le acerca
mas que los otros:
Estrella.-- Por qué están ustedes tan satisfechos? Porque me parece ver notar
un movimiento de alegría en todo el plano.
El gris.-- Tiene usted razón. Estamos muy contentos porque de la tierra ha
venido un nuevo compañero.
Estrella.-- Y pudiera usted mostrarme ese nuevo compañero?
El gris se apresura a satisfacer la curiosidad de su interlocutor y le señala un
gris oscuro que precisamente pasa por frente a ellos en aquel momento.
A Estrella le sorprende que tanta alegría la cause un gris oscuro.
Estrella.-- Pero es un gris oscuro! Cuándo desencarnó?
El gris. Hoy, precisamente.
Estrella.-- Esta poco evolucionado según parece.
El gris.- Talvez tenga usted razón, pero ya avanzara como otros, pues me han
informado que usted esta comisionado para ayudarlo a desarrollar su
conciencia.
Estrella, poco agradada se muestra con aquella noticia que acaban de darle.
Recuerda inmediatamente lo que en alguna ocasión le dijera un gris pálido
sobre las dificultades que presenta el trabajo con los grises oscuros, su falta de
atención, su escaso interés por los asuntos astrales y su atontamiento de las

Blas Hernández O.
108
La Ciudad de Dios

facultades intelectuales. Así se lo manifiesta a su compañero, agregándole que


ese espíritu presentará muchas dificultades para que él le ayude.
El gris. -- Pero usted conoció a ese espíritu encarnado.
Esta afirmación despierta en Estrella inmediatamente la memoria de una de sus
amigas, obrera como ella aquí en la tierra y pregunta a su acompañante si será
ella misma, que desencarnó este día y cuyos avisos de sepelio leyó esa mañana
al pasar para la fábrica, en alguna esquina de la ciudad.
El gris.--Su recuerdo es exacto. Ese espíritu estaba encarnado en la joven que
usted menciona.
Pero este lazo de humana simpatía que acaba de establecer, no es suficiente
para que Estrella se decida a emprender la labor de ayudarlo y todavía propone
a su acompañante que desempeñe él tan penosa misión y ella en cambio lo
auxiliará a él para que logre su ascenso al plano superior.
El gris.-- Buena me parece su propuesta, pero la orden que ha sido dada por
los espíritus superiores no dispone eso.
Estrella comprende que su actitud no esta bien y la impresiona el tono de
seguridad con que le ha respondido el gris pálido. Es necesario trabajar,
emprender la labor que le han señalado, pero antes quiere averiguar otras
cosas y pregunta a su nuevo amigo qué hace el Consejo de los grises cuando
llega al plano, desde la tierra, un espíritu que estaba encarnado y le averigua si
como ella viera en otra ocasión, al ingresar un espíritu al grupo de los oscuros,
uno de ese color pasa al medio y del medio fue otro al pálido.
El gris. --No se si ocurrieron las cosas como usted me pregunta. De lo único
que estoy informado es de que a usted se le comisionó para ayudar a
evolucionar al recien venido.
Estrella.--Pero usted debe saber estas cosas que le pregunto puesto que está
aquí.
El gris. --Tengo orden de no decirlas.
Estrella.---Ah! Entonces retirese usted.
El gris cumplida su misión, se retira del lado de Estrella y esta hace venir a su
lado al espíritu de la que fue su amiga en la tierra.
Estrella.-- Usted pudiera decirme cuando vino aquí?
El gris.-- Me trajeron hoy a este plano.
Estrella.-- Quién la trajo? Alguno de los de este mismo plano?
El gris.--Me parece que si.

Blas Hernández O.
109
La Ciudad de Dios

Estrella.--Eso no es cierto. Piense un poco, recuerde y dígame.


El gris hace unútiles esfuerzos para fijar en su memoria la silueta del espíritu
que lo condujo a su plano.
El gris.--Es imposible. No recuerdo nadad preciso. Todo se me aparece como
en un sueño borroso.
Estrella.-- Bueno: mientras aclara su memoria, digame al menos a que hora
ocurrió su desencarnación.
Nuevo esfuerzo del gris para establecer el equilibrio de su conciencia en el
plano y nuevo fracaso desalentador. El no sabe como ocurrió todo aquello
que transmutó su vida de manera tan radical. Todos los acontecimientos se
han sucedido con tal rapidez que apenas puede darles crédito.
La médium comprende que la respuesta no vendrá y se apresura a sembrar
nuevos motivos de trabajo interior para el espíritu. Ella sabe que sus
interrogantes seguirán repercutiendo tenazmente, perforando aquella capa
como de estupidez que da la turbación.
Estrella.--Una cosa si podrá usted decirme: entre la vida que llevaba en la tierra
y esta vida, cual prefiere?
El gris.-- Esta, indiscutiblemente ésta.
Estrella.--Usted me conoce a mí?
El gris.--No; ni siquiero lo veo. Escucho su pensamiento nada mas.
Estrella.--Ya ve! yo si lo conozco mucho a usted.
El gris.--A mi nada me dice su pensamiento que es lo unico que percibo
claramente.
Estrella.--Vamos a otro asunto: ahora que empieza su vida en este plano, a que
oficio se dedica? Porque supongo que no será a vagar y vagar por la
inmensidad de este lugar.
El gris. No. Eso sí recuerdo. Aquí estamos todos listos para cumplir las
ordenes que nos imparta el Consejo.
Estrella.--Y con qué objeto los hace trabajar a ustedes el Consejo? Para que se
distraigan?
El gris.--No; esos trabajos nos enseñan a conocer las leyes que rigen este palno
y conociéndolas, ampliamos nuestra conciencia, es deccir, evolucionamos.
Estrella.--Muy bien! Pero esto no lo ha aprendido usted sola. Quién se lo
enseño?

Blas Hernández O.
110
La Ciudad de Dios

El gris.--arriba; de alla me lo dijeron.


Estrella.--Ah! Entonces, mas allá de aquí hay otros sitios y otros espíritus?
El gris.-- Si los hay, pero no se como son.
Estrella.--Entonces ustedes reciben las ordenes y no saben de quien?
El gris.--Solo nos basta con saber que vienen de arriba, de donde saben mas
que nosotros.
Estrella.--Y todos ustedes a qui saben lo mismo?
El gris.--No, hay otros que conocen mas cosas que nosotros los oscuros.
Estrella.--Perfectamente. Pero usted esta conforme con el color que tiene o
desea pasar a otro mas claro? No ve usted que hay otros compañeros suyos
que, como lo acaba de decir, saben mas de las cosas de este plano? No desea
usted cambiar de color?
El gris.--Si se lo confieso, es el primer deseo que he tenido al llegar a este sitio
darme cuenta de que mi vida habñia cambiado, de que sentía más ligero, de
que no tenía ya la tristeza que me acompañaba en la tierra. Usted, a quien no
veo pero de quien se que debe ser bueno puesto que solo los mas altos que
nosotros no se nos muestran, usted podría ayudarme?
Estrella.--Yo tengo ese deseo, pero ocurre el caso de que también estoy
buscando yo la manera de cambiar mi color por otro mejor, de saber mas y no
la encuentro. Que haremos en este caso para resolver satisfactoriamente
nuestros mutuos anhelos?. A usted no se le ocurre un sistema?
El gris se sorprende de que un espíritu que él estima como superior se halle
en las mismas perplejidades en que él se encuentra. Siente como una angustia
de ver fracasada su esperanza. Pero Estrella, que va sintiendo las impresiones
que cruzan el ánimo de su discípulo, ocurre en su auxilio.
Estrella.-- Se esta usted callado? Pues ahí permanecerá tal y como vino de su
vida terrena, y por más que desee avanzar no lo logrará. Dígame una cosa: a
usted no lo han paseado sus compañeros por el plano?
El gris.--Sí, pero muy poco.
El diálogo queda interrumpido por la repentina aparición del Guía, que obliga
al gris oscuro a retirarse en espera de un nuevo llamamiento.
El guía.--He observado el trabajo que esta usted utilizando con eses espíritu y
hasta ahora no va mal, pero es necesario, no lo olvide, que termine su labor.
Los espíritus superiores, teniendo en cuenta las enseñanzas que deben dictarse

Blas Hernández O.
111
La Ciudad de Dios

en el Centro, han resuelto encomendar a su inteligencia el auxilio que ese


espíritu requiere para su perfeccionamiento.
Estrella.--Pero esa laboor se hace para mi, todavía encarnado, un tanto pesada.
El guía.--No dejará de serlo, pero si así se ha dispuesto, así debe cumplirse.
Estrella.--Por lo visto, con esta tarea se me ocurre que voy a acabar yo primero
mi evolución. Cumpliré la voluntad de los altos, pero se me había ocurrido
que bien pudiera dejarme, en vez de ese gris oscuro, uno de los pálidos, que
entienden mas y estan mejor dispuestos por consiguiente. Este que me ha
tocado, acaba de llegar y la turbación natural que experimenta por el cambio
de medio va a exigirme mucho tiempo, y así, cuándo acabaría yo mi
evolución?
El guía.--No comprende usted que lo que haga por otro es la ley que lo esté
haciendo en proporción por usted mismo? Así se porta siempre la justicia. El
mal para otros es mal en la misma proporción también para el que lo da.
Estrella.-- Es verdad, nuestro Guía. A veces el deseo de progresar me oscurece
un poco la verdad de las cosas. Trabajaré por este compañero gris oscuro,
siempre, eso sí, que usted guíe mi labor para ella sea fructuosa.
El guía.-- Le advierto que los medios y la intensidad de esa labor están también
exclusivamente a su cargo. Usted sabra del método y de los pensamientos
evolucionadores que necesite.
Estrella.-- Será como usted lo ordene.
El Guía considera suficiente la instrucción que acaba de dar a la médium y
vuelve a subir a sus elevadas regiones. Inmediatamente el gris oscuro se siente
autorizado para reanudar la conversación con su providencial instructor.
Estrella es la primera en preguntarlo:
Estrella.--Usted no se ha acercado al consejo? No le provoca saber tántas cosas
interesantes que allí deben tratarse permanentemente?
El gris parece no haberle escuchado.
Estrella.-- Se ha puesto usted repentinamente como triste. Mire a sus demas
compañeros que contentos estan.
El gris.--Me han prohibido acercarme al Consejo.
Estrella.-- Usted no había venido nunca a este plano?
El gris.-- No tengo memoria de haberlo conocido antes de ahora.
Estrella.-- Pero a pesar de eso, con el tiempo que tiene de star aquí, ya era de
que usted lo haya visto y sabido todo.

Blas Hernández O.
112
La Ciudad de Dios

El gris vuelve a sumirse en su silencio, ese silencio que desalienta a Estrella y


para ver de destruirlo, lo amenaza con irse y abandonarlo a su suerte. Esta
actitud produce su efecto.
El gris.--No se vaya usted, o a lo menos, antes de hacerlo, dejeme ya con los
grises medios.
Estrella.-- Va usted demasiado a prisa. Así con sus silencios, sus vacilaciones,
con su incomprensión, me parece que va a estar mucho tiempo de gris
oscuro.
El gris.--Cuando yo no contesto es porque no sé o porque busco. Que hay en
esto de extraño?
Estrella.--Siente usted como se dan las ordenes?
El gris.--Sí, son vibraciones que atraviesan por todas partes este cuerpo que
tengo aquí.
Estrella.--Así también me las dan amí. Entonces por qué usted no las entiende
ni responde a ellas?
Otro silencio del gris.
Estrella.-- Oígame esto:si usted desea en verdad cambiar de color, cumpla
siempre las ordenes y haga lo que hacen los demas de su plano y no se porte
como lo ha hecho conmigo, pues entonces sus compañeros avanzan y usted
se queda. Que prefiere?
El gris.--Yo? indiscutiblemente avanzar.
Estrella.-- Que este pensamiento sea siempre una fuerza que lo lleve al
cumplimiento de las ordenes que se le impartan. Ahora si me voy.
El gris.-- Pero se va usted disgustado conmigo?
Estrella.-- No, parece que usted me va entendiendo. Yo me retiro porque a mí
también me llegan ordenes y el que me las da viene ya a buscarme. Vaya con
sus compañeros de color y piense siempre en lo que acaba de aprender.
El Guía ha regresado efectivamente y pregunta a Estrella sobe los resultados
de su trabajo.
Estrella.-- He obrado como mejor he creido hacerlo; supongo que usted me
staba dirigiendo; pero ese espíritu, a pesar de todo, me parece todavía muy
pesado para llevarlo a la comprensión. Ahora, despues de este trabajo yo
quisiera que usted me llevara al plano blanco. Esta luz, esta lucha, necesito
cambiarlas por la paz y la luz de esos sitios.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía y la médium abandonan el palno gris y se detienen en el azul, donde


Estrella vuelve a quedar sola. Un espíritu azul oscuro se le dirige al momento.
El azul oscuro.-- Escuche:ambos mirandonos! No tiene nada que decirme?
Estrella.--No, nada se me ocurre para usted. A usted si se le ocurre algo para
mí?
El azul oscuro.-- solamente preguntarle si recuerda de mí, como yo recuerdo de
usted.
Estrella.-- Ah! Ya lo reconozco. Los dos nos encontramos la primera vez en el
gris pálido cuando usted pertenecía al Consejo de aquel plano y me cupo en
suerte conducirlo hast aquí. Sigue usted tan contento como el día que llegaste?
El azul oscuro.--Continúo lo mismo, con la misma alegría y con el mismo deseo
que usted me conoce por avanzar.
Estrella.--Aquí los espíritus de todos los matices tiene igual alegría?
El azul oscuro.--Por lo menos, la que yo siento me hace ver a los demas muy
contentos.
Estrella.--Pero no se aperciben de su diferencia de evolución?
El azul oscuro.--Yo contesto por lo que siento: solo me preocupo de trabajar en
lo que el Consejo me ordena y que, como usted muy bien sabe, se traduce en
aprender, en saber.
Estrella.--Y a pesar de toda su alegría, de todos sus trabajos, no le queda algun
momento para pensar en que sería mejor su vida si estuviera ya en el grupo de
los azules medios?
El azul oscuro.--Sí, para que negarle, pero a diferencia de lo que ssentia en el
gris, aquí este anhelo de mejorar no va acompañado de tristeza, de
vacilaciones, sino que se mezcla a una conformidad gozosa basada en que a la
justiciade los altos nada pasa desapercibido y la orden de llegar a otro grado
nos viene a tiempo.
Estrella.--Pero la suya parece que se ha demorado mucho. Qué será?
El azul oscuro.--No sé pero ahora se me ocurre que usted si lo sabe.
Estrella.-- Yo tampoco lo se pero imagino que ya podría usted pasar.
El azul oscur.-- A pesar de su idea, yo siento que no puedo.
Estrella.--Y como sentirá usted cuando pueda?
El azul oscuro.--Como se siente todo: como una fuerza.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.--Pero cree usted que siempre le toca hacer lo mismo, sentir las
mismas preocupaciones, los mismos deseos, mas o menos fuertemente?
El gris oscuro.-- No lo sé, digo lo que me parece.
Estrella.-- Usted sabe y no quiere decir.
El azul oscuro.--Bueno si, todo se va sintiendo lo mismo en intensidad, pero el
espíritu esta mass tranquilo.
Estrella.--Eso si es. Ya ve como van saliendo las cosas poco a poco y luego
puede ser que…
El azul oscuro.--Qué va usted a decir?
Estrella.-- que como una vez fue usted consejero gris, bien pudiera ser que
llegara algun día a consejero del azul.
El azul oscuro.--Ni me lo supongo, pero usted que debe saber mas y no le
parece inverosimil, me anima.
Estrella.--Eso lo sabremos despues usted y yo. Por lo pronto, ni he recibido
orden de decirselo ni usted debe tenerla para saberlo. Pero, en cambio, si
puede informarme qué hacen ustedes cuando no tiene ninguna orden que
cumplir?
El azul oscuro.--Muy sencillo: esperar contentos a que nos la den.
Estrella.-- Usted quisiera que, conforme ayudé a pasar al color que tiene, le
ayudará también a llegar al medio?
El azul oscuro.-- Sí, y quedaría muy contento con esa ayuda.
Estrella.-- Pues ahora yo no puedo. Esta vez le toca solito, cumpliendo y
esperando.
El azul oscuro.--pero por qué va a ser esto imposible, si yo sé que a usted le
estan ayudando también?
Estrella.-- Y quien me ayuda a mi, si esta tan informado, como parece ?
El azul oscuro.-- Sencillamente de allá arriba.
Estrella.-- Sí, de arriba, pero quién?
El azul oscuro.--Eso si, francamente no lo sé.
Estrella.--Y como usted no sabe nada, por lo que parece yo me voy.
El azul oscuro.-- A donde se va?
Estrella.--Tampoco lo sabe?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El azul oscuro.--Mi preguna obedecía a que como usted es azul también, yo


creía que no podía ir mas arriba.
Estrella.--Pues con todo y esa circunstancia, siempre me voy.
El azul oscuro.-- En serio, no se vaya. Me agrada mucho verlo a usted.
La presencia del Guía corta este diálogo. Estrella le cuenta que ha hablado con
ese viejo amigo del astral y que se ha distraído de las preocupaciones que le
dejó su trabajo en el gris-
El Guía nada comenta sobre el particular sino que le avisa que debe subir al
plano blanco.
Llegados allí, Estrella le recuerda a su compañero, indicando hacia arriba, la
promesa que le hizo en la pasada sesión dellevarla a esas regiones. El Guía le
hace saber que aún no es tiempo y le propone que se dirija a otros sitios
donde le espera una sorpresa. Se dirigen al lugar indicado, que parece ser una
mas alta region del plano y a poco de estar en ella el Guía le pregunta si ha
sentido alguna cosa extraña.
Estrella.--Sí, las vibraciones de una orden, que no he podido traducir. Será la
que trae la autorización de que melleve arriba?
El guía,--Parece, por esa insistencia, que ya no se amañara usted en este plano.
Estrella.--No, no es eso; es un deseo nada mas, pero para volver aquí donde
tánto me amaño.
Como el Guía no replicara nada, la m,edium resuelve interrogar para
informarse de otras cosas.
Estrella.--usted cuando desencarnó era un espíritu blanco o vino a evolucionar
al astral?
El guía.--Estuve bastante tiempo encarnado de blanco, pero no había llegado a
ese grado al principio de mi vida terrena.
Estrella.--Y como supo que essa era ya su color estando todavía encarnado?
Quien se lo dijo?
El guía.-- Lo vine a saber aquí.
Estrella.--Y cuando estaba en su ultima encarnaciíon y ya era blanco tuvo
deseos de desencarnar?
El guía.--Sí, deseaba desencarnar.
Estrella siente que el diálogo no puede apartarla del pensamiento de conseguir
que su Guía la lleve a ese sitio mas allá del plano y vuelve a insistir, pero esta

Blas Hernández O.
116
La Ciudad de Dios

vez él le hace saber que su deseo no puede satisfacerse sino cuando su


evolución haya llegado al blanco.
Estrella.--Cuándo será eso? Yo pienso ahora que seguramente seá cuando el
gris a quien estoy ayudadndo evolucione algunos grados.
El guía. Y quien le ha dicho eso a usted?
Estrella.-- No sé, pero creo que debe ser así. Y si mi idea es cierta, hasta que
grado tendría yo que ayudar a ese gris?
El gris.--Ojala hasta el azul.
Estrella.--Así será. Y ahora satisfagame otra curiosidad: no es verdad que usted
no asiste en este plano?
El guía.--Bueno, es verdad, yo vengo de mas arriba y no se lo había dicho
porque no tenía autorización para eso.
Estrella.-- Y allá, donde usted reside, hay también un consejo como en todos
los planos que conozco?
El guía.--No, no hay sino un ordenador.
Estrella.--Y son muchos los espíritus que acompañan y obedecen a ese
ordenador?
El guía.-- Muchos.
Estrella.--Pero de esos hay mas que tengan orden de hacer lo que usted esta
haciendo, es decir, que los evoquen?
El guía.--Pueden ayudar en muchos casos a los humanos, pero no concurren
en a las evocaciones.
Estrella.-- Y entonces, por que usted lo hace?
El guía.--Eso estaba dispuesto asi como cosa especial por motivos que no
puedo explicarle, pero que los ha apreciado como suficientes el Ordenador.
Estrella.--De que color son los espíritus que asisten con el ordenador?
El guía.--Brillantes, como su luz.
Estrella.--Entonces, por que al estar usted en este plano no se ve así?
El guía.--Porque así lo exigen la evolución y la materia de este plano.
Estrella, satisfecha ya de las enseñanzas recibidas, pide a su Guía le permita
escuchar un rato la musica astral, y este accede gustoso, advirtiendole que esa
musica no es perpetua en los planos sino que cada espíritu que este capacitado

Blas Hernández O.
117
La Ciudad de Dios

para sentirla lo hace a su voluntad, y que en el caso de ella la falta de esa


capacidad la suple la orden que él le va a dar para que la sienta.
Estrella no hace sino guardar silencio ante lo que escucha. Ninguna palabra
humana la cree ella digna de reproducir sus sensaciones.
Terminada la musica, el Guía y la médium descienden directamente al salón de
sesiones en donde da al evocador algunas instrucciones sobre la manera de
escribir las actas de setas enseñanzas en forma de libro para que vayan a
beneficiar a los que tienen necesidad de ellas.
Luego de citar día y hora de la proxima sesión, se despide, repitiendo, como
siempre, que estara desde sus luminosas regiones velando por la salud
espíritual de los miembros del Centro.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESIÓN 7

Mas detalles sobre el funcionamiento del Consejo


Supremo de los Blancos.
Quienes reciben los espíritus que desencarnan.
Los que ordenan a los Blancos.
Sigue el trabajo de Estrella en el Plano Gris.

L lenadas las formalidades ordinarias que ya conoce el lector para


realizar el desprendimiento del espíritu de la médium y que no varian,
el Guía se hace presente a los ojos psíquicos de Estrella; despues del
saludo de costumbre y de algunas observaciones sobre el libro que debe
formarse de sus enseñanzas, despues de algunas reconvenciones particulares a
varios miembros del Consejo, el Guía emprende con Estrella su viaje a los
planos astrales, deteniendose en el Blanco donde la médium atraída
constantemente por el enigma que representa para ella el Consejo, le hace
preguntas para saber si los espíritus que lo forman estan destinados a
permanecer en él mucho tiempo y si por razones de evolución, conforme
ocurre, según a vist en los demas planos, algunos son llamados a ocupar
puestos en mas altas jerarquías, los vacios deben ser llenados por otros de su
misma categoría, designados especialmente por los espíritus superiores, o si
esta designación se hace por el mismo consejo.
El Guía le manifiesta que conforme que conforme lo ha sospechado, con
frecuencia ocurre que por motivos de evolución, algunos de los miembros del
consejo abandonan su cargo para ingresar en superiores jerarquías, conforme a
la ley de evolución que todo lo rige, y que es cierto también que los espíritus
que deben reemplazarlos son elegidos por los espíritus superiores teniendo en
cuenta para esto su mayor conocimiento que armonice con las delicadas
funciones del consejo.
Estrella.-- Pasando a otra cosa, quisiera yo saber si, conforme los espíritus de
este plano tienen la autorización de subir al que esta inmediatamente mas
arriba, pueden permanecer allá todo el tiempo que crean conveniente.
El guía.--Ante todo debo advertirle que ese sitio no puede llamarse con
propiedad un plano, porque no lo es, pero aproximarse mas a su definición
puede llamarse el Ascensor Blanco Astral. En este sitio se sienten las
vibraciones del plano superior y como se lo explique en otra parte de estas

Blas Hernández O.
119
La Ciudad de Dios

enseñanzas, los blancos van allí para percibir esas emanaciones superiores y
disponerse mejor para sus trabajos de evolución.
Estrella.--Se me ha ocurrido en este momento saber si todas las cosas que
usted me esta diciendo llegan a la conciencia del Consejo.
El guía.--Sí, el Consejo se esta dando cuenta completa de nuestra conversación
porque para él no hay nada oculto en el plano.
Estrella.-- Y cómo pueden darse cuenta de tantas cosas simultáneas?
El guía.--Ese fenómeno esta todavía, como muchos otros, bastante lejos de la
capacidad de la comprensión humana.
Estrella.--Usted me dijo, si no recuerdo mal, que todo espíritu que desencarna
tiene a su lado a un espíritu blanco para recibirlo y conducirlo a su destino.
Hay dentro de los habitantes de este plano un grupo especial encargado de
llenar la referida comisión?
El guía.--Nó; aquí todos son aptos para este trabajo y el Consejo los designa en
cada caso según la disposición general del plan de trabajo que tenga orden de
desarrollar el Consejo.
Estrella.-- Y los del Consejo no van nunca a estas comisiones?
El guía.--Sí, ocurre el caso.
Estrella se fija que alla en el Consejo siguen haciendo continuas anotaciones en
eso que ella ve como un libro y pregunta a su conductor la causa.
El guía.--Es que en ese libro se anotan muchas cosas referentes a todos los
planos.
Estrella.-- Y cuando no hay ordenes que cumplir ni desencarnados a quien
recibir, en qué se ocupan esos espíritus?
El guía.--Aquí, como en otras partes en el astral, nunca falta que hacer, y como
en este plano ya no se conoce la sensación de la fatiga, los trabajos nunca son
excesivos.
Estrella.-- Y usted que pertenece a un plano superior, naturalmente dara
ordenes en este.
El guía.--Ni yo ni ninguno de los espíritus que habitamos arriba impartimos
ordenes a los blancos. Las oredenes para este plano parten directamente del
ordenador y nosotros trabajamos en la realización de su plan.
Estrella.-- Por ahora, creo yo que su trabajo principal sea el de dictar estas
enseñanzas y como ellas algún día habrán de completarse, quisiera saber si

Blas Hernández O.
120
La Ciudad de Dios

para entonces usted dejaría de ocurrir a nuestro llamamiento si nosotros


insistieramos en verlo y oírlo siempre.
Como el Guía parece no querer contestar a esta pregunta que ha brotado
espontánea de la veneración y el cariño que el espíritu de la médium siente por
su director, esto la entristece.
El guía.--Voy a contestar lo que puedo de su respuesta: el día que estas
enseñanzas hayan terminado, es natural que cese la orden recibida para venir,
orden que, como lo dejé entender en la sesión pasada, no tiene nada de
común, pues los espíritus de mi clase no bajan casi nunca al plano físico y por
consiguiente no concurren a las evocaciones que se les hagan; pero yo creo
que si el llamamiento es de capital importancia para el desarrollo futuro de
esta misión, el Ordenador pudiera juzgar conveniente acceder a la petición y
yo naturalmente, cumpliría su voluntad.
Estrella.--Esa misión fue dispuesta por el Ordenador y usted la aceptó?
El guía.--Yo lo quería y el así lo dispuso.
Estrella.--Entonces, para venir después tiene que suceder lo mismo?
El guía.--Sí, lo mismo.
El Guía quiere seguramente suspender la clase de preguntas que viene
haciéndole su discípula y le hace notar que ya es tiempo de que empiece su
labor de esta sesión en el plano gris, donde el oscuro que se le ha
encomendado la aguarda.
Estrella, como sucede siempre que estando en el Blanco se le propone
descender a los palnos de evolución, protesta e insiste en que aquella labor es
muy pesada y que seria conveniente que se modificara la orden haciendo que
ese trabajo suyo lo recibiera en vez de un oscuro un espíritu pálido.
El guía.--Esto no es posible; usted debe convencerse de que los espíritus
superiores disponen siempre lo mas conveniente y lo mas justo. Si usted no
olvida esto, su carrera de conocimiento y de perfeccionamiento en el astral
encontrará pocos obstáculos, se hara suave, llevadera, casi alegre.
Como siempre, aquellas reconvenciones oportunas e impregnadas de un
hondo conocimiento del espíritu de Estrella obran en su conciencia con
eficacia prodigiosa.
Ahora es ella la que quiere bajar cuanto antes en busca de su discípulo, y una
vez sola en el plano gris, lo busca y se le acerca. El estaba en compañía de
varios otros de su misma evolución y a Estrella le pareció, al acercarsele, que
vibrara su pensamiento con mas claridad.

Blas Hernández O.
121
La Ciudad de Dios

Estrella.--Que hacia usted con esos compañeros?


El gris.--Me habían llevado a conocer el plano y estoy muy saisfecho de lo que
he visto y de las explicaciones que de cada cosa me han dado para que aprenda
a vivir bien en este sitio.
Estrella.--Me parece muy bien empleado su tiempo y no olvide nada de lo que
ha aprendido ni tampoco la lección que le han dado sus compañeros al
portarse con usted de esa manera. Usted debe también, como ellos, estar listo
para cuando llegue al plano otro espíritu de su condición, de enseñarle
también todo lo que forme el caudal de su experiencia. Y ahora, dígame
también qué ordenes ha ecibido del Consejo?
El gris.--La primera fue como una avertencia: que no debía acercarme a la
región del plano donde reside el Consejo.
Para probar el efecto que esta orden ha hecho en el gris oscuro, Estrella
empieza a intrigarlo por los asuntos tan importantes que deben tratarse en el
Consejo y lo incita a que muy disimuladamente se acerque para escuchar,
agregándole que ella irá detrás para secundarlo.
El gris escucha a Estrella sin comprender cómo un espíritu que él sabe
superior porque así lo siente, le propone la desobediencia a una orden, y así se
lo manifiesta.
Estrella felicita a su discípulo por la entereza con que esta dispuesto a
mantener el cumplimiento de la voluntad de sus superiores y le expplica que
todas las insinuaciones que le hizo en contrario tenían por objeto comprobar
tal estado de conciencia.
Con sorpresa grande para la médium, el gris oscuro, que tan recto se mostraba
a no acercarse al Consejo, ha cambiado de opinión y le declara que ahora
siente de veras el deseo de acercarse y que va a probar si otro de sus
compañeros queire secundarlo también en esa empresa.
Estrella.--Y no sabe usted la consecuencia del acto que piensa realizar? No le
han dicho que los espíritus desobedientes a esta orden han merecido la prueba
de una inmediata reencarnación?
El gris.--Es que tengo deseos de formar parte de ese Consejo, y por eso quiero
ir al sitio donde estan aquellos espíritus.
Estrella.--Pero usted no se ha fijado en otra circunstancia: cuál es su color y
cuál el de los espíritus que forman el Consejo.
Por primera vez el gris parece darse cuenta de fenómeno tan extraño. Se mira,
se examina él mismo y mira y examina a lo lejos, a los del Consejo. Nota

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

alguna difeerencia, pero su visión, todavía turbia, no la define claramente. La


médium lo comprende e invita al oscuro a que la acompañe al sitio del plano
donde esta colocado el aparato que se viene llamando en este libro el
Graduante Astral. Lo coloca frente al medio globo simbólico y precisamente
delante del sector que corresponde a la tonalidad oscura del plano, y le obliga
a que vaya comparando con los distintos colores que hay allí refractados, el de
su periespíritu.
El gris mira, compara y vacila. Su mirada no precisa, no lleva a su conciencia la
totalidad de las diferncias e insiste en que su color bien podía clasificarse en
cualquiera de los sectores.
Estrella.--Pero entonces, que le han enseñado sus compañeros?
El gris, en vez de contestar, se aleja de su instructor como contrariado.
Estrella llama a otros oscuros y les pregunta qué le han dicho a su compañero,
qué le han enseñado, por dónde lo han paseado y si a ellos les escucha y les
comprende.
Nada saben responder en concreto. Ellos le han contado lo que saben, le han
mostrado lo que conocen, pero no se han preocupado por el resultdo de sus
esfuerzos, creyendo que esto es ya un trabajo que corresponde realizarlo
solamente al espíritu atrasado.
Viendo Estrella que nada obtiene tampoco de los otros, se va en busca del
fugitivo a perseguirlo con sus preguntas, a dominarlo con sus explicaciones.
Estaba retirado de todos, sentado, según su expresión, en actitud de fatiga y de
disgusto indudables.
Estrella.--Cuénteme usted si le ha gustado todo lo que ya conoce de este plano.
El gris guarda silencio. No quiere escuchar ni quiere saber. Todas las cosas,
todas las leyes de aquí se le hacen como incomprensibles, como pesadas. Para
él sería mejor que lo dejaran entregado a sí mismo, quieto, solo. Pero Estrella,
que comprende que su trabajo se reduce precisamente a sacarlo de ese estado,
no se da por vencida e insiste en obligarlo a responderle.
Estrella.--Entonces es usted insensible? No quiere disfrutar de la alegría en que
viven sus compañeros?
El gris.--Pero al fin, qué es lo que debo hacer?
Estrella.--Sentir deeso, anhelo de mejorar, de avanzar. Ahora y para empezar
de nuevo, dígame usted cómo me ve a mí.
El gris.--Yo no lo veo, lo siento.

Blas Hernández O.
123
La Ciudad de Dios

Estrella.--Y esto no se imagina usted a que se debe?


El gris.--No se me ocurre.
Estrella.--Pues esto se debe a que soy superior a usted y a que, por
consiguiente, tengo un color distinto al suyo.
El gris.--Yo quisiera ser como usted.
Estrella.--Por fin siente usted un deseo noble. Para conseguir usted el grado
que yo tengo, necesita saber todas las cosas que saben los mas adelantados de
su plano. Ellos eran también como usted, pero sintieron el deseo de saber y
escucharon y escucharon a los que sabían para aprender; estuvieron siempre
dispuestos a cumplir todas las ordenes que le llegaban del Consejo y no
tardaron el llegar a las graduaciones que hoy tienen. Obre usted lo mismo;
escuche todo lo que yo le diga: trate de comprender todos los problemas que
yo le presente, y me comprometo a que dentro de poco tiempo usted será un
espíritu alegre y de bello color gris pálido.
El gris.--Todo eso me parece muy difícil, muy pesado.
Estrella.--Ya sé ahora, por lo que me acaba de decir, que es lo que más le
conviene: usted necesita reencarnar.
Ante la perpectiva de regresar a las penalidades de la tierra el gris oscuro se
conmueve y declara a Estrella que esa solución no le provoca; que él está
dispuesto a vencer todas las dificultades que le presente la vida en el plano con
tal de que él lo libre de la reencarnación.
Estrella ve con alegria que ha dado en el punto sensible de esa conciencia y le
cuenta cómo otros espiritus de este plano, a quiene ella ha ayudado por
voluntad de los superiores, están hoy disfrutando de una aventura que apenas
sospechaban. Le muestra cómo el esfuerzo que implica en un principio la
comprension de las leyes astrales va siendo cada día menor, hasta que el
espiritu logra identificarse tan completamente con el medio en que vive, que
todo se le parece como facil y entretenido.
Acababa Estrella sus exhortaciones cuando acertó a pasar frente a ellos un
grupo de grises oscuros que recorrian el plano en viajes de estudio, y quiso
aprovechar las circunstancias ordenandole a su discipulo que se acrcara a ellos
y les preguntara cuál era el mayor deseo que los animaba en su vida. El gris
cumplió obediente y al regresar le declaró que todos ellos tenían un deseo
superior en fuerza a cualquiera otro: evolucionar.
En este momento el Guia le hace sentir a Estrella que regresa a su lado y
ordena al gris oscuro que vaya en busca de sus compañeros .

Blas Hernández O.
124
La Ciudad de Dios

Presente su director, Estrella le expone su angustia de que el gris oscuro se


empeña en no contestar a sus preguntas y quiere cerciorarse de si este
fenomeno se debe a un natural estado de atraso del espiritu o a que, como casi
lo sospecha, ha recibido órdenes de mostrarse silencioso y testarudo.
El Guia.-Todo esto que me relata y que yo conozco se resuelve para usted en
llegar al convencimiento de que toda la labor suya debe empezar por
modificar el estado vibratorio de esa conciencia hasta ponerlo en un grado de
simpatia con su deseo de que comprenda.
Estrella.-Pero si no solamente parece sordo a mis vibraciones de pensamiento,
sino que también demuestra estarlo para las que le llegan procedentes del
consejo. La primera orden que le dieron fue la de no acercarse a esa
corporación, y sin embargo el deseo contrario lo anima.
El Guia.--Muy a pesar de lo que me acaba de referir, en nada se afecta la
verdad de mi respuestas. Si está sordo, debe usted despertarle el oido; si está
mudo, debe usted enseñarle a hablar; si esta dormido, mision suya y solo suya
es despertarlo. Ahora yo me voy para que usted continue su labor.
Estrella fortalecida y orientada por las explicaciones que acaba de oír, vuelve a
llamar al oscuro.
Estrella.--Lo he buscado para avisarle una cosa importante: he recibido orden
para notificarle que si insiste en su actitud se dispondra inmediatamente su
reencarnación.
El gris.--Pero como quiere usted que yo avance , si no me llegado orden de
pasar al grupo de los medios?
Estrella.--Precisamente yo he venido a enseñarle lo que necesita saber para que
le llegue esa orden. Usted se acuerda por lo menos de algunos incidentes de su
vida de encarnado?
El gris medita. Busca en su memoria el rastro de la ultima vida terrestre, y
escenas de alegria y de placer brotan en ella con coloridos provocadores
suscitando el deseo. Y piensa que él tiene todavía muchas cosas por satisfacer
en el plano físico. Alegrías que fueron en él una visión de pesadilla mientras
arrastraba un cuerpo sumido en la pobreza; cosas que vio en esferas que él no
podia alcanzar y por las cuales siente todavía una atracción indescriptible.
Estrella que sigue el curso de esas meditaciones, le reprocha tales anhelos de
cosas físicas. Así, le dice, es imposible evolucionar en el astral. Los deseos de
la tierra lo traerán a la tierra y los deseos espírituales trataran en vano de
sostenerlo en los planos sutiles. En esa lucha triunfaran al fin los deseos
fuertes de abajo y usted tendra que reencarnar para satisfacer ese llamamiento.

Blas Hernández O.
125
La Ciudad de Dios

Por consiguiente, si usted ha de continuar en ese vaiven, sería preferible que


solicitara su regreso al planeta de donde acaba de llegar.
La perspectiva clara de volver a un cuerpo físico siembra un sentimiento de
angustia en el gris. La visión de los placeres no satisfechos se borra para dejar
en escena la memoria de los dolores padecidos, de las hambres, de las
abstinencias de toda especie, de la falsedad de los hombres y de la nadería de
las horas alegres de que disfruto. Y protesta contra la perspectiva de repetir la
lección. El quiere evolucionar en el astral, se esforzara en comprender, en
penetrarse de la nueva vida que se le presenta, con gran alivio de hallarse lejos
de la materia física.
Estrella comprende por la expansión de este deseo, que ha llegado el momento
propicio y le reitera el pensamiento que tiene de regresar a su sitio
abandonando la misión de enseñanza que la ha llevado junto a él.
El gris.-- No; no se vaya usted, porque algo dice dentro de mi que si me
abandona, si su auxilio me falta, si yo desprecio la ocasión de su venida a este
plano, no seré capaz por mi mismo de vencer las fuerzas que me impelen al
plano físico y no podré progresar aquí.
Estrella.--Y si usted esta convencido de esto por qué se obstina en desperdiciar
mis enseñanzas?
El gris.-- Talvez todo eso que le disgusta en mi proviene de que no he logrado
explicarme el por qué de su solicitud para conmigo. Cuál fue--he pensado
mucho en ello --la causa que motivo su interes? Si usted viene de mas arriba,
como lo siento, si usted abandono su felicidad para venir a buscarme, tiene
que existir una causa poderosa que le moviera a ello y que yo desconozco. Es
un velo que quisiera descorrer y no he podido. Solucione usted ese enigma.
Estrella.--La pregunta que me hace no me hagrada. Si usted piensa
detenidamente en el origen de ella, no tardara mucho en llegar al
convencimieto de que es hija de una curiosidad nada propia. A qué averiguar
lo que está lejos de su comprensión? Aproveche usted la oportunidad que se le
presenta para desarrollar su conciencia en este plano; escuche mis enseñanzas
con interes, con vivo deseo de penetrarse en las leyes que rigen este nuevo
estado de su espíritu, y le garantizo que, una vez que lo haya conseguido, la
misma luz de la evolución le resolvera el enigma de su curiosidad, porque
entonces ya se habrá remontado usted hasta la causa misma de todo esto.
Al gris le procupa lo que acab de escuchar y quiere empaparse de todas estas
razones. Entre tanto, Estrella entra en comunicación con el Guía y este le
declara que debe impartirle las últimas instrucciones a su discípulo porque es
llegado el tiempo de que salgan del plano para ir al azul.

Blas Hernández O.
126
La Ciudad de Dios

Estrella.--Bueno, ya llega el momento en que debo abandonar por esta vez el


plano para irme a otras ocupaciones que me llaman. No me voy disgustado
porque tengo la esperanza de que mientras dure mi ausencia, usted meditara
mucho en las cosas que le he dicho, y cuando regrese lo encontrare mejor
dispuesto, mas listo para entenderme y para aprovecharse de mis enseñanzas.
Luego lo invita a pasearse por el plano y lo lleva cerca de los sitios donde
residen los espíritus mejor evolucionados.
Estrella.--A usted no le provoca vivir en ese ambiente mas luminoso? Fijese en
la alegría que anima a esos compañeros suyos mas adelantados.
El gris mira hacia donde le señala su maestro y expresa inmediatamente el
deseo que se apodera de él por estar en ese espacio de vibraciones mas claras.
Allí evidentemente tiene que estarse mejor. Pero qué hará él para alcanzar ese
ascenso? Le parece muy dificil la labor. No ve bien claro el camino que lo
conduzca a esa alegría.
Estrella.--Precisamente para eso he venido yo aquí y lo he buscado: para
llevarlo a conocer el camino. A usted le toca hacer el esfuerzo para alcanzarlo
realizando en su conciencia los cambios que mis platicas le indiquen, pues
cada grado debe adquirirse por el propio esfuerzo de la inteligencia que lo
anhela, ya que solo la comprensión del estado del nuevos espíritu logra llevarlo
a ellos. Y ahora vaya usted en busca de sus compañeros.
El gris, reconfortado por el auxilio que le prestan las amonestaciones de
Esstrella, se va con la orden de reintegrarse a su grupo, y la médium queda
lista para la aparición del Guía, que a los pocos segundos esta con ella.
Apenas llegados al plano azul, Estrella sintio deseos de reunirse con sus
compañeros de color, los pálidos y así lo expresa a su director, quien aprueba
inmediatamente la idea.
Con el primero que se encuentra la médium es con el apuntador, que parece
estaba buscandola también.
Estrella.--Usted demuestra vivir con la idea permanente de anotar en su libro,
pues se me acerca en esa actitud, pero como ya sabe de sobra que no soy de
los que pueden ingresar todavía en sus notas, dígame que va a hacer ese otro
gris pálido que acaba de separarse del Consejo y se dirige al sitio mas luminoso
del plano.
El apuntador.--Ante todo debo decirle, respondiendo a la primera parte de su
pregunta, que yo vengo en la actitud de anotarlo porque esa es la orden que
recibo inmediatamente penetra en estas regiones un espíritu nuevo, y usted lo
es en cada ocasión que se llegue por aquí.

Blas Hernández O.
127
La Ciudad de Dios

Estrella.--y a la segunda parte de mi pregunta, qué me va a contestar?


El apuntador.-- A esa segunda parte no tengo orden de referirme
expresamente.
Estrella.--Por lo visto a usted no le dan sino muy pocas autorizaciones de
revelar asuntos del plano y por consiguiente no lo necesito. Yo vengo aquí
con el propósito de aprender.
El apuntador parece conforme con la resolución tomada por Estrella y sin
reprocharle la manera un poco brusca de despedirlo, vuelve al sitio de donde
saliera.
Pero Estrella no se queda mucho tiempo sola. El azul oscuro a quien ella
auxiliara cuando se encontraba en el plano gris y que agradecido parece
buscarla con cariño cada vez que tiene conocimiento de su llegada al azul, se le
acerca y espera a que le hable.
Estrella.--Lo he reconocido inmediatamente y no tengo necesidad de que me
de referencias. Solo me extraña que en tanto tiempo de andar por aquí no haya
usted progresado. Cree acaso que esta muy bien con ese color?
El azul oscuro.-- Yo espero cambiar por el medio, pero esto será
probablemente cuando usted vuelva a ayudarme tan eficazmente como la otra
vez.
Estrella.--De manera que así, tan simplemente, concibe usted la evolución?
Creo que ahora se equivoca usted un poquito. Tenga entendido que ya su
espíritu debe llevar consigo la fuerza de mente capaz de apropiarse por si
misma de los medios indispensables para su adelanto y con esa esperanza que
lo anima tardará sus años en saber como se siente un azul medio.
A pesar de tod lo que acabo de oirle, no sé en qué cosista la permanencia de la
idea de que usted puede ayudarme y así lo hará.
Estrella.--Hay una razón que voy a exponerle y que lo convencera´ de esto: no
puede ser estoy atareadisimo en ayudar a un gris oscuro, recien desencarnado.
Y no tiene usted idea de lo que significa ese trabajo. La única manera de que
yo lo auxiliara a usted sería en que entre ambos realizaramos la evolución de
ese gris de que le hablo. Entonces, me quedaría tiempo para que dialogaramos
los dos.
El azul oscuro.--Aún cuando no soy yo el llamado a darle consejos a usted por
pertenecer a los pálidos, para mí tengo que no debía dedicarse a trabajos tan
pesados allá en el plano gris. El mismo mérito sacaría ayudandome a mí en su

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

mismo plano, y esa labor que le fatiga podría encargársele a un gris pálido
como me encargaron a mí, si usted recuerda.
Estrella.--Su proposición no deja de ser de un gris oscuro. Se imagina por un
momento que yo voy a pensar en el desobedecimiento a una orden de los
espíritus superiores? Eso, nunca. Lo que se dicta de arriba hay que cumplirlo,
y aún cuando nos parezca duro y excesivo el trabajo que se nos haya
encomendado, debemos tener presente que si estan ellos mas allá de nosotros,
si ni siquiera somos aptos para distinguir sus envolturas espirituales, mucho
menos podemos atrevernos a medir la conveniencia o inconveniencia de sus
disposiciones.
El azul oscuro.--Siempre me ensaña usted a pesar de que quiere negarse a ello.
Me da lecciones como sin apercibirse. Siga ayudándome así.
Estrella.--No me disgustan sus ocurrencias porque a través de ellas veo que
usted tiene lista su inteligencia para atrapar todos los conocimientos que se
cruzan por l atmósfera, y esa fuerza me inspira la alegría de su aptitud para
evolucionar.
Estrella vuelve a intrigarse por el azul pálido que se ha ido a la región mas
brillante del plano en donde hay, según su expresión como una salida al plano
superior. Ella quiere averiguar a toda costa como se verifica el ascenso de un
azul al blanco dentro de los planos astrales.
El azul oscuro se queda en espera mientras la médium se dirige nuevamente al
apuntador que parece entretenido en sus ocupaciones un poco lejos del sitio
del Consejo.
Estrella.--Dígame usted si en este plano, para recibir la orden de evolución
cumplida, es indispensable ir a donde está el azul pálido.
El apuntador.--Es así como usted se lo supone.
Estrella.-- De manera que ese espíritu va a subir ahora al plano blanco?
El apuntador.--Exactamente.
Estrella.--Y usted qué tiene que hacer cuando él se vaya?
El apuntador.-- Suprimirlo en el registro.
Estrella.--Ah! Usted si que tiene que hacer!… Pero dígame: esas ordenes de
misión cumplida la conocen todos los habitantes del plano?
El apuntador.--La orden la recibe siempre el Consejo y éste ordena a su vez al
espíritu a quien va dirigida que se traslade a ese sitio especial donde se sienten
las vibraciones del plano inmediatamente superior. Sometido el espíritu a esas

Blas Hernández O.
129
La Ciudad de Dios

corrientes, su cuerpo astral modifica inmediatamente la vibración que tiene en


este plano, y mas ligero se deja ir a su nuevo destino. Comprende?
Estrella.--Perfectamente. Es hermoso todo esto que usted acaba de referirme y
este fenómeno no podrá nunca ser bien entendido en la tierra, de donde yo
vengo.
El apuntador.--Sin embargo, hay muchos allá que lo comprenden, que lo han
comprendido siempre.
Estrella.--Pero a ellos no se les cree porque no pueden mostrarlo a los
humanos.
El azul pálido ha regresado del lugar especial a que se refería Estrella en su
conversación con el apuntador.
Se acerca nuevamente al Consejo como si, dispuesto ya a abndonar el plano,
no juzgara oportuno disfrutar de la vida mas amplia sin despedirse de sus
compañeros. Es una escena emocionante que Estrella describe con voz
temblorosa. Todos los miembros del Consejo le hablan, talvez expresándole
su intensa alegría por verlo marchar o quizá exigiendole de su compañerismo
auxilio y protección para mañana.
Todos los espíritus de este plano, como avisados por la misteriosa voz de las
vibraciones del Consejo que recorren en un segundo la inmensidad de sus
dominios y se detienen en todas y cada una de las conciencias que allí luchan y
esperan, se han inmovilizado. Puede ser que no tengan la noticia clara de lo
que va a ocurrir, sino el presentimiento de que algo extraodinario y ejemplar
para todos se prepara.
Se siente en el plano la palpitación armoniosa de todos los pensamientos.
El azul pálido ha abandonado nuevamente el Consejo y se deja deslizar
despacio hasta la portada de luz que los ha de conducir a la región de las
nieves luminosas.
Todo el plano lo contempla en su marcha. Se han suspendido todos los
trabajos. Se han cortado repentinamente todos los dialogos. Solo el Consejo
ha reanudado su labor.
Poco a poco el azul va penetrando en la zona requerida y se desprende como
una nubecilla del piso del plano. Hay un graan estremecimiento cuando
desaparece: es la fuerza de la ascensión, el contacto instantaneo de lo superior
con lo inferior, realizado por el lazo que forma el espíritu que se va.

Blas Hernández O.
130
La Ciudad de Dios

No se ha repuesto completamente la médium de la impresión recibida, y ya el


Guía a su lado para auscultar su conciencia y valorar el progreso que su
discípula ha hecho en tan solemne momento.
El Guía.--Es necesario que nos traslademos inmediatamente al plano blanco
para que usted vea el nuevo habitante entregado a su gozo.
Con gran sorpresa para Estrella, en el plano blanco todo parece lo mismo. El
Consejo trabaja como si nada extraordinario hubiese ocurrido. Pero a pocos
instantes percibe como ccentro de sí misma el eco de una alegría desbordante
que ella cree por un momento como un fenómeno suyo, producto de la
impresión que trajo del azul. Sin embargo, una mirada al grupo de los espíritus
que deambulan por el plano le demuestra que ese sentimiento no parte de ella,
sino que ella ha sido empapada por el alborozo de todos.
El nuevo habitante va en el centro del gran grupo que lo lleva a recorrer la
blanca ciudad donde los espíritus, al marchar, riegan de cenefas luminosas el
camino que trazan y donde hay regiones de tanta brillantez, que al sumirse en
ellas el espíritu parece envuelto en una túnica de reflejos.
Estrella.--Yo quisiera, nuestro Guía, presenciar también la llegada a este plano
de un espíritu blanco que desencarnara. Me figuro que a ese se le habrá de
recibir de distinta manera a los que vienen directamente del astral.
El Guía.--Evidentemente hay diferencias en esas dos llegadas al blanco.
Cuando sea tiempo, ese deseo suyo quedara satisfecho.
Estrella.--Y cuanto tiempo se demorara eso?
El Guía.--Será para cuando el gris oscuro, a quien usted esta ayudando, haya
evolucionado un poco.
Estrella.--Entonces dígame en que color asisten los espíritus del plano
superior a éste.
El Guía.--Ante todo debe saber usted que ése no es un plano sino un sitio.
Estrella.--Y en donde reside el ordenador? Esta propiamente en ese sitio de
que hablamos o mas allá? Porque si es en este sitio, se me ocurre que los
espíritus que asisten en su compañía deben ser todos luminosos y por
consiguiente los colores especiales ya no existen.
El Guía.--Ese sitio de que yo le hablo es inmensamente grande, no tiene
medida para la mente humana. Yo vivo allí también, y si no estoy ahora ante
usted como realmente soy, es porque su evolución no lo resistiría.
El Guía le propone a la médium que se deslice por el plano. A poco, distingue
Estrella nuevamente el gran grupo de blancos que conducen y adoctrinan al

Blas Hernández O.
131
La Ciudad de Dios

nuevo compañero, y se informa, por declaración espontánea de su instructor,


que este sabe ya también, como los otros, que mas allá del plano donde éste se
confunde con el superior, hay un sitio donde se reciben las vibraciones de lo
alto y donde les es permitido ir cada vez que seinten deseos de ello.
Pero el paseo insinuado por el Guía no era para seguir al grupo de espíritus,
pues a poco se detiene y ordena a la discípula que lo haga a su vez, en un
punto donde la luz se intensifica de tal manera que no hay en ella ni el mas
leve presentimiento de sombra. Parece --así lo compara la médium-- un
maravilloso palacio de cristales hecho de la misma luz y que se refractan los
unos en los otros produciendo un espectáculo inenarrable en el mundo físico.
Allí se demoran unos segundos. El espíritu de Estrella, inundado de felicidad,
ya no indaga; parece que nada quiere ya saber. Solo desea disfrutar de aquella
visión suave y acariciadora como un sueño.
El pensamiento de la Guía la saca de su abstracción. Es necesario que
abandonen el astral y el plano blanco y regresen a la tierra, donde los
asistentes del Centro los esperan para terminar la sesión.
Ademas, su materia exige ya la asitencia del espíritu para continuar la lucha en
el mundo físico, lucha sin la cual no podría nunca venir a disfrutar de este
paraiso luminoso.
Estrella se resigna. Las razones de su Guía son irrefutables y el recuerdo de la
tierra la llama con la voz imperiosa del deber.
Una vez en el Centro, el Guía dedica unos momentos a contestar preguntas de
los asistentes, casi todas de carácter particular, por lo cual quedan suprimidas
de este relato.
Se citan por el mismo Guía el día y la hora de la proxima sesión.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 8

Las torres de los planos.


Nuevos aspectos del Plano Blanco.
Continúa el trabajo de Estrella por la evolución del gris oscuro.

C on autorización del Guía asiste esta noche al Centro un nuevo amigo


de esta clase de estudios que, aún cuando movido por fines menos
elevados que los que nos mueven a los concurrentes ordinarios,
parece bien dispuesto para recibir las enseñanzas.
Dormida Estrella y desprendido convenientemente su espíritu de la materia,
espera mas de cinco minutos la llegada del instructor. Ya se impacientaba
cuando alcanza a verlo a gran altura. A poco el Guía esta en el salón, pero la
médium sufre otra contrariedad: se ha presentedo en forma astral y a ella no le
gusta esa manera de mostrarse porque en su conciencia entra la duda de una
substitución.
El Guía acepta inmediatamente el ruego de Estrella de que adopte su forma
humana y le explica como ninguna identificación es mas exacta que la forma
astral. Ningún espíritu, ledice, puede presentarse en otro color didtinto del que
tiene en su plano, porque la luz astral, al chocar con los tonos de materia del
periespíritu, refracta el color preciso: rojo, gris, azul o blanco conforme a la
verdad, y le hace caer también en cuenta de que esas dudas que ha tenido
sobre su identidad y ese deseo de verlo en forma humana no provienen de su
espíritu sino de su materia. Le agrega que mas que en otra ocasión ese fastidio
que sintio provenía de sus nervios exaltados. Estrella corrobora esta
suposición afirmándole que, evidentemente, desde hace algunos días se siente
intranquila sin saber por qué y le chocan cosas que en tiempo normal no le
causan ningún disgusto.
Terminadas estas explicaciones para la médium, el Guía habla con algunos
miembros del Centro sobre asuntos relacionados con este libro, y uno de ellos
quiere conocer la opinión del instructor respecto de la obra Mirando al Misterio,
del doctor Zea Uribe. El compañero que hace esta pregunta anticipa su
concepto diciendo que, por lo que él logro traducir a través de las experiencias
relatadas por el eminente médico, a su centro concurren con bastante
frecuencia entidades de escasa evolución. Hay --dice-- en esas narraciones de
los espíritus muchos recuerdos vivos y como placenteros de asuntos
pasionales que no son precisamente edificantes para la perfección del espíritu.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Tienen memoria del sabor del vino, de los rostros de algunas mujeres de vida
nada ejemplar que lo acompañaron en sus horas de alegrías terrenas;
recuerdan asuntos de intereses materiales: deudas, herencias, predios, objetos
perdidos, en fin, usan expresiones y sentencias que no figurían con honor en
ningún lugar honesto de la tierra.
El Guía escucha todas estas conclusiones de su discípulo y cuando este
esperaba ver corroboradas sus opiniones, se encuentra con una suave
invitación al silencio. El no quiere opinar sobre ese libro.
Terminadas las preguntas que en el centro quisieron formularle al Guía,
emprende con Estrella el viaje astral. Van directamente al plano blanco porque
la médium necesita, para realizar sus trabajos convenientemente, depurar su
espíritu del malestar nervioso que agobia su materia.
Estrella.--Noto hoy, nuestro Guía, como solo este plano. En otras ocasiones
eran muchos los espíritus que iban y venían, que se agrupaban para dialogar, y
ahora no los veo. Dónde están?
El Guía.--Se hallan en el Ascensor Astral, ese sitio a donde le dije que llegaban
las vibraciones del plano superior. Pero ellos volveran dentro de muy poco y
el plano recobrara su anterior animación. Entre tanto, aprovechemos nosotros
esta soledad para mirar mejor todo lo que hay aquí.
Y Estrella afirma que el Guía la conduce a un sitio del plano donde nunca
había estado. Hay allí, una como inmensa torre, formada con la materia misma
del plano y que para su vista tiene la apariencia de estar hecha de
aglomeraciones de nubes blancas y brillantes. Y el Guía la hace subir hasta la
cuspide de aquella torre que termina en una amplia azotea de donde se divisa
todo el plano.
Estrella.--Ah! Nuestro Guía! Por qué despues de venir ya tantas veces al plano,
nunca lo había presenciado como lo veo ahor? Son miles, millones de
preciosas arcadas de materia blanca y luminosa que se entrecruzan formando
encantadoras avenidas. Y entre una y otra de esas como calles, me parece
distinguir especies de cuartos que parecen formados de cristales. Todo esta
hecho aquí de nubes de luz que forman en las curvas de los arcos y alrededor
de las columnas, gajos de prodigiosas enredaderas florecidas como de grandes
magnolias de luz mas brillante aún. Cómo explicar todos estos detalles allá en
el Centro?
El Guía.--Así como acaba de expresármelos a mí, de igual manera puede
hacerlo con sus compañeros de centro.
Estrella.-- Y eso que se ve como formando piezas, esta ocupado por espíritus?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.--Todos los que quieran estar en ese sitio pueden hacerlo.


Estrella.--Y esa torre sobre la cual estamos observando todo el plano, es
permanente aquí o ha sido creada por usted para mostrarme este espectáculo?
El Guía.--Esa torre, como usted la llama, es permanete en el plano blanco y
similares a ella existen sus correspondientes en todos los demas planos
astrales, aún cuando usted no las haya visto todavía.
Estrella se asombra de que, tantas veces comoha paseado por los planos, en
cada ocasión descubre cosas imprevistas. Cree que el Guía la ciega para
ocultarle la mayoria de los detalles y no alcanza a apercibirse de que es solo el
desarrollo de su visión astral el que va mostrandole todos los días mayor
panorama, mas firmeza de detalles, mas compenetración con esos mundos. Su
instructor se lo hace comprender así, probándole que si él ha influído no es
precisamente para opacar su vista ni su comprensión, sino para acelerarlas,
para darles mas definitiva vida.
Satisfecha la médium con estas explicaciones, regresa al primer tema de su
asombro. Le parece largo ya el tiempo que los espíritus blancos se han tomado
en el Ascensor y quiere convencerse de si han de esperara ellos en aquella
torre su regreso. Debe ser un espectáculo interesantísimo. Pero esta
suposición no encuentra eco propicio en el Guía. No pueden demorarse mas
tiempo en el blanco porque es necesario que ella continúe su labor en el gris.
Para animarla, le recuerda que conforme a la promesa que le tiene hecha,
apenas haya evolucionado un poco ese espíritu, la llevará al Ascensor. El
llamamiento a su interes es definitivo. Estrella quiere bajar inmediatamente en
busca de su discípulo y así lo hacen.
Ya en el gris el Guía deja sola a la médium.
Avisado seguramente por el Consejo, el gris se acerca a Estrella.
Estrella.--He venido hoy con un gran deseo que usted me va a satisfacer:
quiero pasearme por el plano, pues supongo que hay en él muchas cosas
interesantes. Como tengo la seguridad de que usted durante mi ausencia habrá
aprendido mucho, le va a parecer fácil complacerme.
El gris.--Es verdad. Mientras estuvo usted ausente del plano, me he propuesto
darme exacta cuenta de todo y precisamente a tiempo de que usted me hacia la
exigencia, recibía yo orden del Consejo para enseñarle las cosas que he visto
con mis compañeros. El plano es muy bonito, muy interesante y me amaño ya
mucho en él, tanto, que no cambiaría ninguna de sus horas de trabajo intenso
por el mas grande placer que pudiera encontrar en la tierra.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.--Pero en mi vista anterior usted me mostró deseos de gozar muchas


cosas de allá abajo. Cómo cambia tan rapidamente su parecer? Recuerde bien
sus pensamientos y confieseme si no es cierto que, como un relámpago, pasan
por su mente imágenes de esas grandes fiestas de la tierra, donde la alegría, la
musica, las charlas entretenidas, los colores de los vestidos, los rostros y todo
forman un cuadro encantador. En esos momentos, dígamelo, no ha tenido
usted un vago deseo de tomar una envoltura física?
El gris.-- Cómo son los cambios! Solo ahora que me enumera usted esas cosas
las recuerdo y me parece extraño que yo las hubiera deseado. Esa luz que
ilumina la tierra puede acaso compararse siquiera con la mas opaca de este
plano? De ningún modo, verdad? Y las cosas de allá no le parecen a usted
como a mí se me muestran en este instante: feos remedos de las que aquí nos
rodean? Que se quede la tierra con sus musicas, con sus fiestas, con sus
colores, que ya para nada las necesito. Yo solo aspiro a vivir aquí.
Estrella.--Tan contenta me hallo de todo lo que acabo de escuchar a usted, que
deseo hablemos mucho tiempo, y eso podemos hacerlo dejándonos ir por
todo el plano donde me va a mostrar usted las cosas que conoce.
El gris.-- Pero me habla usted de muchas cosas de este plano y no me ha
dicho nada de mi evolución.
Estrella.--Sigue usted pensando en avanzar? Esto significa que sus resoluciones
son firmes y que esta dispuesto a cumplir con todas las ordenes que le den
para alcanzarla.
En este momento llegan junto a la torre del plano, conforme a su deseo.
Estrella se muestra asombrada de la existencia de la torre, y parece ignorar por
que punto se puede ascender.
El gris, que no alcanza quizá a comprender lo que hay de verdad en esta
aparente ignorancia, le explica que aquella torre se la mostraron sus
compañeros ayer y le enseñaron a subir en ella.
Estrella.--Y como se puede llamar este sitio? Parece como una torre, verdad?
El gris.--Así parece si estuvieramos hablando en la tierra, pero aquí no se
como puedad llamarse esto que vemos.
El gris y Estrella ascienden hasta la terraza, y desde allí el compañero de la
médium empieza a mostrarle todas las cosas que él conoce. Estrella, siguiendo
su táctica manifiesta gran asombro por todo, y le da pruebas con
exclamaciones repetidas, de una gran alegría por las bellezas que esta
contemplando.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El gris.-- Ahora que ya vió usted todo eso, dígame de que color esta mi
periespíritu.
Estrella, que desde un principio se ha apercibido de que el gris ha pasado ya al
grado medio, lo complace en su deseo, y despues de simular que lo examina, le
declara su asombro porque se encuentra todavía en el mismo grado oscuro.
El gris.--Es que usted no se ha fijado bien. Yo me veo gris medio.
Estrella.--Pues por lo que parece no se alcanza a ver usted bien. Seguramente el
deseo que tiene de evolucionar al grado inmediato lo hace creerse ya en él, y
esto me produce bastante satisfacción, pues es señal muy segura de que no
tardara en pertenecer a los espíritus de la segunda categoria del plano.
El gris.--Pero como es posible que yo me vea gris medio sin serlo?
Y el gris se contempla otra vez, como angustiado, como sugestionado por las
afirmaciones de su compañero. Y para cerciorarse completamente, invita a
Estrella a bajar de la torre y en su compañía se dirige inmediatamente al
Graduante Astral. Y allí compara su color con el gris medio del aparato.
Viendo que coinciden y que esta comparación merece su absoluto crédito, se
vuelve a Estrella y le declara que ha comprendido que su negación solo tenía
por objeto intranquilizarlo, ya que es imposible que el Graduante le muesre o
contrario de lo que ella afirma.
En vista del resultado de su sondeo, Estrella ecepta la evolución del gris y lo
felicita por este nuevo grado que lo capacita para trabajar con mas voluntad y
con mas alegría, para llegar a mayores progresos.
Estrella.--Cuénteme ahora como hizo usted para que los espíritus superiores le
ordenaran su paso al grupo de los medios.
El gris.--Desde que usted me habló de la necesidad de evolucionar, desde que
estuvimos los dos por el plano, senti como un deseo muy grande de llegar a
saber lo que mis otros compañeros sabían, y como usted me había indicado
que la mejor manera de conseguirlo era obedeciendo las ordenes que me
vinieran del Consejo, porque esas ordenes no tenian por objeto sino
propiciarme las ocasiones de conocer las leyes que rigen este plano y la manera
de obrar en armonía con ellas, muy pronto empece a comprender que cuanto
mejor aplicaba mi voluntad al cumplimiento de esos trabajos, mi espíritu se
sentía mas hábil y menos tardo de conciencia.
Estrella.--Veo perfectamente que se ha dado cuenta de su progreso y esto me
alienta para anunciarle que si continua usted por el mismo camino, muy poco
tendrá que permanecer en el grado que tiene. Porque usted ya debe saber que

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

le falta un grado para completar su aprendizaje de este plano, es decir, para


saber todo lo que aquí se debe saber.
El gris.--Sí, todo eso que usted me esta diciendo lo he pensaado y quiero
trabajar mucho para conseguir que mi periespíritu tenga el color desteñido que
tanto me gusta.
Estrella.-- Y no ha empezado usted a trabajar por ese nuevo adelanto?
El gris.--Sí, ayer han venido al plano otros grises oscuros, como era yo, y me
he dedicado a ayudarlos a comprender las cosas de aquí, como hizo usted
conmigo y como hicieron también mis demas compañeros.
Estrella.--Y donde estan esos que han venido?
El gris le enseña a Estrella un grupo de grises oscuros que permanecen alejados
de todos los demas espíritus.
Estrella.--Y que sienten esos espíritus recién llegados? Se encuentran
disgustados de su nueva situación?
El gris.-- Por lo que me han dicho algunos de ellos, estan muy contentos con
verse lejos de la tierra.
Estrella.--Y no habrá ninguno que este pensando que es mejor reencarnar?
El gris.--Si hay alguno que piense tal cosa, yo no lo sé. Y ademas, no lo creo.
Estrella.--Pero usted si penso en ello. Recuerda cómo se acordaba todavía de
las fiestecitas esas que tenia en Bucaramanga con sus compañeras de oficio?
El gris.--En verdad le digo que si esto ocurrió como usted me lo cuenta, yo no
lo recuerdo. Al principio no se da uno cuenta donde se halla. Le parece como
si todavía estuviera en su cuerpo físico.
Siente, ve oye y le parece que la circunstancias de la vida no han variado; solo
cuando se convence de que para trasladarse de un punto a otro apenas tiene
que hacer el esfuerzo que implica el deseo y ya lo ha conseguido, solo
entonces empieza uno a dudar si en verdad esta vivo. En esa situación todo lo
que uno habla es producto de un sueño, de una ilusión que se va
desvaneciendo en medio de la gran alegría de sentirse vivo y lejos, muy lejos
de los dolores físicos.
Estrella.--Muy bien esta todo lo que usted acaba de decirme, y no quiero
insistir sobre esto. Ahora dígame si alguno de esos oscuros recien llegados ha
tenido el deseo de acercarse al Consejo a pesar de ser esta una de las primeras
advertencias que los grises oscuros reciben al llegar a su plano.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El gris.-- Si, uno de ellos a pesar de esta prohibición, intentó hacerlo e


inmediatamente recibió la orden de reencarnar.
Estrella siente en ese momento que su Guía se prepara para regresar a su lado,
y previene al gris medio para que se aleje y reanude su trabajo con los grises
oscuros, agregándole, para despedirlo, que queda muy satisfecha de las
disposiciones que lo animan para continuar su evolución.
Efectivamente, como la médium lo había previsto, el Guía reaparece junto a
ella, y como no le dijera nada, Estrella le informa de su sorpresa por haber
encontrado a su discípulo tan adelantado.
El Guía.--Si, aún cuando a usted le pareció al principio un poco tardo, ese
espíritu estaba y esta muy bien dispuesto para su evolución. Y ahoa es
necesario que usted sepa que su labor con él no ha terminado todavía. Es
preciso que su trabajo continúe hasta que alcance el último grado de este
plano, pues así se ha dispuesto para las enseñanzas que les estoy dando.
Estrella.--Efectivamente estaba muy contenta creyendo que mi labor había
terminado y que por consiguiente había llegado la hora del cumplimiento de la
promesa que me tiene hecha de llevarme al Ascensor Astral. Todos los
aumenta en mí el deseo de conocer ese sitio, pues si el palno blanco me parece
la suma de toda perfección, cómo será ese lugar que está clasificado como
superior? Muchas cosas he supuesto que debe haber allí, pero despues las alejo
todas porque estoy convencida de que en estos mundos, tan distintos al que
nosotros los encarnados conocemos, no cabe ningun esfuerzo de imaginación
que pueda aproximarse siquiera a la realidad.
El Guía no quiere entrar de lleno en los asuntos que la curiosidad de la
médium le propone y para evitarlos porque no ha llegado el tiempo de esas
explicaciones, le anuncia que deben trasladarse al plano blanco, anuncio que,
como siempre, es recibido por Estrella con gran satisfacción.
Una vez en el plano blanco, Estrella insiste con el Guía en que la deje allí hasta
que regrese un espíritu del Ascensor, porque ella supone que ese espectáculo
debe ser bellisimo.
El Guía.--Esta vez voy a complacerla. Precisamente hay allá algunosespíritus y
uno de ellos va a descender dentro de breves instantes. Para que usted pueda
verlo bien, debemos trasladarnos a un sitio especial.
Estrella describe el sito como una gran pared brillante que, al contemplarla de
frente, refracta la parte superior del plano. El Guía la obliga a colocarse delante
de aquel como mágico espejo y a poco de estar en tal actitud, distingue en
medio de la gran claridad que envuelve ese como cielo del plano, un puntito,

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

como una mariposa que valora entre aquella liquida luz. Grandes
exclamaciones de asombro de la médium son el recurso que ella encuentra
para resolver la dificultad de la descripción. De esta manera son los músculos
de su cara, es esa como aureola de arrobamiento casi mistico en que se
envuelve su rostro material lo que pudiera dar una idea siquiera aproximada
del famoso espectáculo astral, pero todo esto es imposible trasladarlo al
escritorio.
El espíritu ha descendico ya al plano y la médium, que todavía no se encuentra
satisfecha de su emoción sino que cree necesario completarla con algo mas,
propone a su instructor que le permita acercarse al recién llegado e
interrogarlo sobre muchas cosa que ella desea saber.
El Guía.--Puede usted, como lo desea, acercarse a ese espíritu y hacerle las
preguntas que le tiene preparadas, y luego regresar aquí donde yo la espero.
Usted me referirá todas las nuevas que le dé.
Estrella, apenas recibida la autorización, se dirige al blanco que ha venido del
Ascensor y le pregunta si los espíritus que habitan esas regiones tan elevadas
de donde acaba de venir tienen el mismo color en su periespíritu o si, como
ella se la ha imaginado, el tono blanco se transforma allá con una radiación
luminosa que los hace aparecer como formados de pura luz.
El blanco.--Vengo, como usted dice, de esa región superior, a donde fui por
autorización que nos dan cadad vez que lo solicitamos, pero no me es
permitido contestarle a usted nada con respecto al color de los espírtius que
viven alla permanentemente. A nosotros se nos da permiso de ascender, pero
no podemos quedarnos allí. Apenas hemos disfrutado de esas vibraciones
elevadas, una orden nos obliga a volver a nuestro plano, donde siempre
tenemos trabajos de importancia que realizar.
Estrella comprende ahora que nada a sacado con interrogar a este espíritu,
pues todo lo que de él ha podido saber ya lo conocía por explicaciones que en
sesiones pasadas le dio su conductor, y un poco descepcionada regresa al lado
de éste.
El Guía.--De muchas cosas nuevas la informó ese espíritu?
Estrella.--De nada nuevo, todo lo que él me dijo, yo ya lo sabía. Por qué
ningún espíritu de este plano me da instrucciones?
El Guía.--Porque ese trabajo me pertenece a mí y por consiguiente ninguno de
ellos recibe ordenes para reemplazarme. Tenga usted la seguridad de que, todo
aquello que usted este capacitada para comprender, yo se lo ensenaré. Si aún
quedan muchos misterios en la vida de los planos para su conocimiento, es

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

porque la luz de su conciencia no los podría distinguir todavía, aún cuando se


lo mostraran. Aquí nada hay oculto, como nada hay oculto sobre la tierra. El
que tiene ojos para ver, ve, y el que tiene oídos para oír, escucha. Los sonidos,
las cosasy las leyes todas están siempre como ellos son, tan visibles y tan
bellas, pero solo se presentan al conocimiento del espíritu cuando este ha
llegado a tener la capacidad necesaria para comprenderlas. Los planos astrales
existen como todas las cosas, como todo lo que ha salido del pensamiento de
Dios, y sin embargo, antes de principiar estas sesiones usted no los conocía, o
mejor, su espíritu conocía los planos que representaban su evolución pero no
los recordaba. Así pasa con todo. En la tierra hasta hace poco no se conocío la
electricidad, y sin embargo la electricidad existía desde que Dios existe.
Estrella.--Es verdad, nuestro Guía. Todo lo que usted me dice es cierto y
cuando yo lo comprendo así, siempre se me olvida y siempre estoy tratando
de averiguar lo que no debo saber todavía.
El Guía.--Y ese deseo y ese esfuerzo no son perjudiciales; al contrario, ese
fuerza es el mejor impulso que un espíritu puede tener para conseguir su
rápida evolución. Todo el que indaga es porque desea saber, y esta sed de
saber queda siempre recompensada en la medida de la justicia, porque tánto
merece el espíritu, tánto le es dado por la divina misericordia. Esa aspiración
de aprender debe usted conservarla siempre y cuando no sea satisfecha
inmediatamente en toda su plenitud, porque, como le acabo de explicar, esto
es imposible, el deseo que resta insatisfecho es el impulso que la llevará mas
adelante en el conocimiento de la verdad. Solo el que cree que ya lo tiene todo
conocido, solo ese se estanca hasta que el dolor y la experiencia vienen a
probarle que todavía le restan muchas cosas por saber, que aún queda mucho
camino para andar. Y ahora que ya aprendió usted esta nueva lección, es
necesario que volvamos a la tierra. La hora es allí avanzada y sus compañeros
necesitan el descanso del sueño. Volvamos.
En el Centro el Guía declara terminada la enseñanza de esta noche, pero como
algunos tienen preguntas por formular, los satisface. Son preguntas sobre la
evolución de algunos miembros de la familia de los asistentes, que da una por
una. Luego vienen algunas instrucciones al evocador sobre la manera de tratar
determinados puntos de las enseñanzas en el libro que debe escribirse sobre
ellas, y entre otras cosas le advierte que al tratarse de la descripción de los
planos se detenga poco en el inferior, para evitar que muchas personas que
lean la obra puedan suponer que concurrieron al Centro espíritus de esa
categoria, siendo así que eso no ha ocurrido.
Luego hace alisión a la sesión proxima y anuncia que en ella se trataran
asuntos de mas importancia que los de esta. Tal aclaración tiene por objeto

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

reprender suavemente a uno de los asistentes cuya actitud de cansancio


sorprendió, y de esta intención se da inmediata cuenta el individuo a quien va
dirigida, quientrata inmediatamente de disculparse de ella aceptando el cargo y
refiriendo su malestar a una pequeña mortificación tenida esta tarde con algun
miembro de su familia.
El Guía oye las disculpas que le da el asistente y solo se limita a contestarle que
el conoce mucho su espíritu y que sabe perfectamente lo que ha ocurrido en
él, porque a los espíritus de su clase así les esta permitido penetrarlo por su
evolución.
Concuçluídas estas observaciones, queda citada la hora en que debe verificarse
la sesión de mañana.
Estrella sigue mirando al Guía en su ascensión y declara que, como no lo había
hecho hasta ahora, parece que va despacio, muy despacio a través del azul.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 9

Un nuevo espíritu viene al Centro.


Dificultades de una identificación.
Estrella contempla nuevos aspectos del Plano Blanco.
Sigue el trabajo de la médium en el Plano Gris.
Reconocimientos de espírutus recién desencarnados.
Mas detalles sobre el Plano Azul.

L a hipnósis de Estrella sigue, como en las sesiones anteriores, sin


presentar nada de extraordinario. Se duerme con asombrosa facilidad
y su sueño es siempre tranquilo.
Esta noche, apenas desprendido el espíritu de la materia, Estrella anuncia que
un blanco desciende muy lentamente, y aún cuando su primera impresión es
de que se trata del Guía, a poco un detalle le hace vacilar: siempre que ella ha
visto venir a su instructor a gran distancia, ha notado como una radiación
luminosa que lo rodeaba y que se iba opacando a medida que entraba en la
atmósfera de la tierra, y el espíritu que en este momento venía no presentaba
esa particularidad. Mas la duda se disipó a poco con la suposición de que
talvez esta noche lo veía sin ese halo por alguna dificultad de su visión astral.
El espíritu blanco llego al salón de sesiones y Estrella anunció que estaba
quieto y mudo ante ella.
Estrella.--No sé por qué causa presiento que usted no es el Guía de este
Centro. Hay algo que no puedo definir perfectamente que lo diferencia de mi
director. Por consiguiente, yo quisiera que, para evitar ese malestar,
abandonará su forma astral y se me mostrara en forma humana.
Obedeciendo a las insinuaciones de la médium, el espíritu presente adopta su
figura humana y Estrella nos trasmite, anonadada, la noticia de que
efectivamente no es el Guía quien la mira sino un hombre de alguna edad, de
ojos melancólicos que respiran bondad. Ella no lo ha visto nunca: ni sobre la
tierra, como hombre, ni en los planos astrales, como espíritu.
Inútiles son al principio todas las insinuaciones que Estrella espontáneamente
le hace para que declare su nombre y el por qué de su presencia entre
nosotros. El espíritu parece traer la consigna del silencio, y solo cuando el
evocador le ordena que, en nombre del derecho a identificar todo espíritu que
se llegue en esta forma, sin previa llamada por parte de los asistentes, tienen

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

los miembros de todo centro, declare el nombre que llevó en su última


encarnación y si fuere posible el objeto que allí lo ha traído, se resuelve el
recién llegado a contestar.
El espíritu blanco.--evidentemente, yo no he sido llamado por ninguno de los
aquí presentes, y conforme a las leyes que ustedes conocen, mi intromisión
aparece como contradictoria a esas leyes. Tampoco es costumbre, y ustedes lo
saben, que los espíritus de mi clase concurren a centros de evocación, pues
para que esto suceda es necesario que concurran muchos requisitos: aún
cuando aquí esos requisitos se reunen, esto solo no explicaría para ustedes la
llegada de un desconocido, habitante del astral. Justo es, por consiguiente, que
yo calme la preocupación del evocador advirtiéndole que mi presencia
obedece a un mandato especial del Guía de este centro, que me exigió venir, y
venir antes que él.
Esta explicación, dada en tono de gran amabilidad -- la médium, al trasmitir la
respuesta del espíritu, imitaba su voz y copiaba sus actitudes -- no fue
suficiente, sin embargo, a calmar los recelos, y Estrella se apressuró a
interpretar este pensamiento de desconfianza:
Estrella.-- Puesto que usted asegura que su venida obedece a una orden del
Guía, yo quisiera saber en que sitio recibió usted esa orden.
El espíritu blanco.--Parece que ni mi color ha podido infundirle a usted
confianza. Talvez desea saber si yo asisto en el mismo sitio donde reside el
Guía de este centro, y voy a declararle que no. Para recibir la orden de
descender a este salón, fui llamado al Ascensor, donde en aquel momento se
encontraba el Guía y allí se me dió a conocer la disposición de bajar por unos
momentos al plano físico.
Estrella.-- Muy bien; le creo todo eso que acaba de decirnos. De manera que el
Guía no pensará concurrir esta noche al Centro, cuando lo envió a usted?.
El Guía no me ha mandado para reemplazarle; él habrá de venir dentro de
poco tiempo.
Estrella.--Y ya que también sabe usted usted las cosas del astral, pudiera
informarme cuál es el grado de evolución de nuestro Guía?
El espíritu blanco.--No estoy autorizado para darle esa respuesta. Lo mejor es
que se la haga directamente a él, cuando venga esta noche a continuar sus
enseñanzas.
Estrella comprende, por el tono con que el espíritu le ha dado esa respuesta,
que sabe mas sobre la existencia del Centro, el propósito de las enseñanzas y
sobre todo, que conoce mucho su curiosidad.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.--Quiero hacerle otra pregunta: por qué el Guía no pudo venir


inmediatamente lo llamamos, como suele hacerlo casi siempre? Esta muy
ocupado? Tiene, a la vez que ésta, otras misiones que cumplir? Porque
supongo que los espíritus blancos tienen tantas cosas que realizar
continuamente en los asuntos relacionados con la evolución sobre la tierra y
en los mismos planos astrales, mayores deben ser esas obligaciones para los
que, como nuestro Guía, se encuentra en una altura superior y por
consiguiente con mayor suma de autoridad y de capacidades.
El espíritu blanco.--Evidentemente, como usted acaba de afirmarlo, los
espíritus superiores tienen que bajar mas intensamente que los otros en el plan
de evolución, y sus misiones son mas graves y delicadas en proporción de su
conocimiento y de su poder; pero en el caso concreto que usted me propone,
yo no puedo expresarle la causa que motive la demora del Guía esta noche. No
me la dijo ni yo debo averiguarla.
Estrella.--Pero me figuro que usted lo esperara aquí en el salón de sesiones
hasta cuando llegue.
El espíritu blanco.--Sí; precisamente esa es la orden que traigo.
Esta respuesta acabó de calmar el ánimo de Estrella, pues si era cierto que el
espíritu blanco estaba dispuesto a esperar la llegada del Guía, indudablemente
era también verdad que él lo había enviado. Y resolvió entrar con él en franca
conversación. Le pregunto de qué color veía él su espíritu, pregunta que le
contestó satisfactoriamente ddiciéndole que azul. Luego hablaron de si él
había concurrido otras veces a sesiones de espiritismo, a lo cual respondió que
desde que se encontraba en ese plano era la primera vez de esta manera con
un encarnado.
Como el blanco adoptara otra vez su forma astral, Estrella insistió en que la
cambiara por la humana, pues de ese modo no podía entenderle bien las cosas
que le dijera. El espíritu se negó a complacerla aclarándole que la orden
recibida antes de bajar solo le autorizaba para tomar forma humana mientras
se hacia el reconocimiento de ella por l os asistentes del centro y que, ademas,
no le satisfacia mucho mirarse así.
Estrella.--Bueno; como usted insiste y el Guía se demora en venir, yo creo que
debo ir a su encuentro. Será una sorpresa para él que no le disgustara.
El espíritu blanco.--Es inútil que usted trate de buscarlo en el astral. El vendrá
dentro de pocos minutos y para que usted se convenza, mire hacia arriba,
hacia donde lo ve aparecer de ordinario.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Evidentemente apenas Estrella levanta la vista hacia la altura ve comprobadas


las afirmaciones del vistante astral. El Guía viene allá, lejos. Ahora sí no teme
equivocarse porque distingue perfectamentela irradiación luminosa alrededor
de su figura. Su rostro se anima con una intensa alegría y ya no se preocupa
por interrogar al blanco que, en su forma astral, espera pacientemente la
llegada de su compañero.
Presente el Guía en el Centro y cruzados los saludos de costumbre entre él y
los asistentes, Estrella empieza a relatarle espontáneamente todo lo ocurrido
con el espíritu que esta frente a ellos. Hay en esa narración un tono como de
reproche contra el blanco cuando le refiere las negativas rotundas que le dio a
muchas de sus preguntas.
Eñ Guía escucha pacientemente toda la narración que le hace Estrella con sus
detalles y luego le explica que esta bien que se hubiera tomado todas las
precauciones parra convencerse en el Centro de que el espíritu nuevo venía
por causas justificadas, pues aún cuando era cierto que el espíritu allí presente
debería merecer, por virtud de su evolución, que se prescindiera de
interrogantes de ese genero, todo lo hecho lo probaba, de manera evidente y
satisfactoria, que en los demas casos que pudieran presentarsenos en vidas
terrenas usaríamos de los mismo escrúpulos y nos libraríamos así de
lamentables equivocaciones y muchas veces de graves perjuicios para la
tranquilidad de nuestras vidas. Confirmó una a una todas las afirmaciones
hechas por el blanco y luego pidió que, antes de empezar sus enseñanzas
preparadas para esta noche, le hicieramos los miembros del centro las
preguntas que necesitáramos para aclaración de dudas.
El evocador aprovechó la oportunidad para consultarle al Guía si lo que hasta
la fecha llevaba escrito del libro le parecía correcto, y obtenida la respuesta
afirmativa, le pidió que le aclarara un punto sobre las condiciones necesarias
para que pudiera llevarse a efecto la reencarnación de un espíritu blanco.
El Guía manifesto que, aun cuando el caso de la reencarnación de un blanco
era poco común, se necesitaba, cuando esto debía ocurrir, que el espíritu de
los que estuvieran destinados a ser sus padres terrenales fuera a lo menos de la
evolución azul. Que en muy escazas ocasiones podía un blanco encarnar en el
seno de una mujer cuyo espíritu tuviera la evolución gris pálido, pero que, en
ningun caso esa encarnación se efectuaba en padres de mas baja evolucion.
También quiso saber el evocador si las ordenes que del plano superior
llegaban al Consejo de los blancos partían directamente del Ordenador o si un
espíritu de aquel elevado sitio podía impartir esas ordenes.

Blas Hernández O.
146
La Ciudad de Dios

El Guía afirmo inmediatamente que las ordenes que llegaban de los blancos
partían siempre del Ordenador, que era El Unico que estaba capacitado para
ello.
Estrella estaba ya impaciente porque se la llevara a los planos astrales y apenas
terminadas las consultas el Guía accede y suben acompañados del espíritu
blanco, que había continuado silencioso en espera de una orden para retirarse.
La ascensión dura pocos segundos. Ya estan en el plano blanco, y apenas
llegados, el espíritu que los acompaña se retira sin despedirse de Estrella y se
rúne con sus compañeros.
Estrella.--Ese espíritu es un poco raro. No quiso hablar casi nada allá en la
tierra y ahora resuelve apartarse aquí de nuestro lado sin decirnos nada.
Quedaría disgustado por las preguntas que le hicimos? Después que nuestro
Guía me dijo que lo había enviado, sentí pena del tratamiento que le dí.
Por supuesto que no fui yo sola. También el evocador me ordenó que le
preguntara muchas cosas.
El Guía.-- No se preocupe usted por él. Tenga la seguridad de que los
espíritus que residen en este plano estan ya incapacitados para sentir disgusto y
para ponerse bravos, como lo hacen ustedes allá en la tierra cuando se
impacientan por los mas pequeños tropiezos. Este espíritu llegó aquí tan
contento como lo esta usted ahora y ademas muy complacido por haber
cumplido con la exigencia que yo le hice. Ahora se fue porque su misión ha
terminado con ustedes y porque tiene muchas cosas importantes que hacer. Se
imagina usted que auí se estan paseando, mirando el plano y contemplando
sus bellezas unicamente'? Escuche: la felicidad que estos espíritus disfrutan no
la pierden un solo instante en toda la eternidad. Ellos ya se libraron del dolor,
del fastidio, del cansancio, y donde quiera que se encuentren su sensación es
siempre la misma:estan alegres, estan dichosos de ser buenos y de poder
ayudar a sus hermanos, los inferiores, a alcanzar la misma felidad de que ellos
disfrutan.
Estrella.--Es verdad nuestro Guía. A veces le hago yo unas preguntas de las
cuales me apeno despues de escuchar las razones que usted me expone para
destruir mis suposiciones. Y esta pena la siento aun cuando sé que usted
conoce por qué pieso yo todos esos despropositos.
El Guía.--Usted no debe apenarse por las preguntas que me formula. Aquí
como en la tierra, como en todas partes en donde el espíritu se encuentre,
tiene necesidad de preguntar, de investigar por su cuenta si nadie puede
contestarle. Quien no pregunta o no inestiga, jamas llegara a saber nada. Ese
deseo suyo de saberlo todo, de comprenderlo todo, es la fuerza de la

Blas Hernández O.
147
La Ciudad de Dios

evolución, es una tendencia que pertenece al espíritu como una de sus


esenciales cualidades; y de su satisfacción y recto desarrollo depende en
mucho la rapidez de su perfeccionamiento. Si alguna de esas preguntas que
usted me hace quedan a veces sin respuesta, es porque la cosa que usted desea
saber está mas allá de su comprensión, y entonces la respuesta de nada le
serviría, porque es vano todo aquello que no llega a la conciencia para
transformarse en verdadero conocimiento.
Estrella.--Es verdad, nuestro Guía. Cada vez que yo llego a este plano --sobre
todo a este plano, pues lo mismo, aun cuando con menos intensidad, me
ocurre en los otros-- siento una sed enorme de saber, de explicarme todas las
cosas que aquí veo, de comprender por qué unos espírtus van y vienen, por
qué otros se detienen como a meditar, en qué meditan, cómo reciben las
ordenes, cómo las cumplen… en fin, que aquí, todo lo quisiera yo saber.
El Guía.--Evidentemente ese sentimiento, ese amor por la comprensión se
agudiza en usted cuando se halla en este plano debido a la calidad de las
vibraciones que su espíritu recibe. Y así ocurre mas y mas arriba. Yo también
siento ese deseo de conocer cuando me encuentro en el sitio donde
actualmente resido, y ese deseo es el que me llevara mas lejos en el
conocimiento de la verdad. Ahora, para que empecemos la enseñanza de esta
noche sobre asuntos de este plano voy a conducirla alo que usted llama la
torre,vamos:
Imposible describir la alegrís que se apodera del espíritu de Estrella al
encontrarse frente a la famosa torre desde cuya cumbre se ve, como en un
inmenso panorama, la mayor extensión del plano. Como en otra ocasión ella
quiere que el Guía la haga ascender, pero él se niega diciendole que debe subir
ingeniarse por su cuenta para lograrlo y que de la misma suerte, si quiere estar
pronto en la evolución correspondiente a este plano, debe proceder de igual
modo: buscar el cambio de su espíritu por el mismo sistema, por su propio
esfuerzo.
Estrella, desde la base de la torre, contempla su enorme altura, busca, tratando
de rodearla, el sitio indicado paraa subir. Ella recuerda que cuando llegó hasta
la cumbre en compañía del Guía le pareció distinguir algo como una graderia
hecha de nubes, de una sustancia del plano que tomaba la conformación de
los vapores de la atmósfera terrestre, pero no los veía esta noche. Sería aquello
mera ilusión? Pero no, su vista se aclaraba, distinGuía ya mejor algunos
detalles. Ahora había ya descubierto el sitio propicio para el ascenso. Y s…: su
voluntad de llegar siempre triunfó y una exclamación de alegría fue su
comunicación de victoria para los compañeros que en el salón de sesiones
esperaban, pendientes de sus palabras, el resultado de la empresa.

Blas Hernández O.
148
La Ciudad de Dios

Pero una vez arriba se acordó de que su instructor no había subido con ella.
Lo invitó.
Estrella.--Cómo se ve de lejos usted! Venga, suba aquí junto a mí para que me
explique muchas cosas que estoy viendo. Oh! Cómo me parece de inmenso
este plano! Allá en la lejanía, parece como si se curvara su superficie dando la
sensación de una esfera enorme, sin medidad para la mente humana. Y por
allá en eso que me parece que queda oculto por la forma redonda que tiene,
asoman grupos de espíritus. De dónde vendrán? Y cuán bellos se ven. La luz
del plano los ilumina como si la túnica del periespíritu que los envuelve fuera
de una gasa hecha de cristal.
A pesar del tono fervoroso con que Estrella le ruega que suba a su lado, el Guía
se niega y le responde desde abajo, desde el pie de la torre:
El Guía.--Bello, muy bello es todo eso que la ha llenado a usted de admiración,
pero no olvide que eso es apenas una palida sombra de lo que esos espíritus
tienen reservado todavía al conocimiento.
Estrella.--Sí, nuestro Guía. Si todo esto que me admira, si todo esto que no tien
comparación con ninguna cosa de las soñadas allá en la tierra es, como usted
dice un pálido reflejo de lo que existe mas allá, como sera ese sitio en donde
usted reside? Es muy lejos?
El Guía.--Sí, lejos, muy lejos de aquí.
Estrella.--Y si esta luz que aquí veo a veces me ciega, yo no podría ir nunca
donde usted reside, conforme me lo ha prometido, pues allá mi vista sería
nula. Quedaría como ciega.
El Guía.--No lo crea usted. Cuando el Ordenador me autorice para llevarla a
usted, seguramente ya estara preparada para ello y entonces esa luz no la
cegará sino que, por el contrario, sumida en ella, ardera usted como una
chispa, sera como una llamita mas en aquella inmensa hoguera.
Estrella.--Hay ocasiones, nuestro Guía, cuando usted me habla así, cuando me
deja atrever tantas bellezas, en que creo que todas las esperanzas que usted
me deja conocer muy pronto, esos sitios tan bellos, son solo un consuelo que
me da para que no me entristezca.
El Guía.--No: jamas digo lo que no sea verdad. Esos sitios tan lejanos, esa luz
imponderable, esas bellezas incontables que nunca se agotan y que residen
siempre en una eterna juventud y en una eterna novedad, todo esto esta
preparado para todos los espíritus. Todos, hasta aquellos que usted conozca
como menos evolucionados, llegaran a sumirse en la felicidad de esas divinas

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

creaciones porque todos, los mas altos y los mas atrasados, tenemos el mismo
glrioso destino.
Estrella.--Bueno, nuestro Guía: y siendo yo todavía un espíritu azul, por qué se
me ha permitido gozar de la felicidad de este plano? O es que los azules
pueden venir aquí alguna vez y regresar a su plano, como lo hacen los blancos
con el Ascensor.?
El Guía.--No; hasta ahora ningún espíritu azul ha venido aquí, fuera de usted;
y si a mi se me ha permitido por rl Ordenador traerla, es porque así convenía
para la clase de enseñanzas que estoy dictando en el Centro y por
disposiciones de evolución de su espíritu que lo permitan.
Estrella.--Recuerdo yo ahora que el evocador me ha contado como unos
espíritus azules han hecho revelaciones en centros de evocacion sobre la
existencia de este plano y el color de los espíritus que lo habitan. Cómo
obtendrán ellos esos datos?
El Guía.--Todo espíritu tiene el presentimiento de la existencia del plano
inmediatamente superior al suyo, y los detalles sobre intensidad de luz y color
de los habitantes les son dados a veces por los espíritus de este mismo plano
que descienden al azul a ayudar a los espíritus que estan bien dispuestos para
recibir sus enseñanzas. Esos detalles y esas intuiciones se las comunican ellos
unos a otros y los que, por permisión del Ordenador, llegan a concurrir a las
evocaciones, seguramente los han trasmitido también.
Estrella suspende por un momento el diálogo con su instructor para
contemplar todavía el plano y luego desciende de la torre. A qué estarse mas
allí si el Guía no ha de acompañarla?
Estrella.--Otra cosa quería yo preguntarle en sesiones pasadas y se me había
olvidado. Yo he visto que los miembros del Consejo asisten algunos como
sentados, según se ve por su actitud, y no he podido formarme la idea de esos
como asientos en que deben estar apoyados.
Por toda respuesta el Guía conduce a la médium a un sitio que ella le dice le
era desconocido hasta ahora y en donde acaba de distinguir algo como los
sillones que ella conoce en las iglesias de la ciudad, hechos todos de la misma
materia indescriptible del plano y que parecen surgir de él como algo enterizo,
como si fuera un brote espontáneo de esa materia. El Guía se sienta en uno de
esos sillones e invita a Estrella para que lo imite, pero son vanos todos los
esfuerzos que realiza para complacerlo. Ella, le declara, no se puede sentar ahí.
Cuando va a hacerlo, tiene la convicción de que le es imposible le falta
inmediatamente la voluntad. No se atreve. Qué será?

Blas Hernández O.
150
La Ciudad de Dios

El Guía.--Esa falta de voluntad de que me habla y esa sensación de


imposibilidad que usted siente para realizar lo que le he exigido, provienen de
la imposibilidad que usted tiene de sentarse aquí a causa de su evolución. A
sunto de densidad de su periespíritu, nada mas. Cuando usted haya alcanzado
el grado blanco, podrá usar estos asientos astrales que tanto le provocan.
Estrella.--Y cuando será eso? Se me hace muy dificil pasar a este plano.
El Guía.--Pero tanto interes que dice tener para evolucionar hasta este grado y
no se acuerda que tiene una misión qué cumplir en el plano gris y que ese
trabajo le ayudara a perfeccionar sus conocimientos para realizar esas
esperanzas:
Estrella se asombra de que verdaderamente no se haya acordado de su
discípulo y le explica al Guía ese olvido achacandolo a la felicidad que siente
mientras permanece en el plano blanco y que le hace olvidar todo, todo, hasta
sus aspiraciones.
El Guía.--Y si esto le ocurre a usted, que apenas es un espíritu azul, que le
ocurrira a los que ya disfrutan plenamente de las alegrías de los blancos? Pero
bien, no hablemos mas de esto y vamos al plano gris, para que mientras usted
cumple su misión, yo desempeño otras actividades.
Estrella.--Todavía n. Quisiera me explicara antes por qué cuando allá en la
tierra las personas interesadas en estos asuntos me piden ideas claras,
descripciones completas, yo siento que todo lo que les digo es apenas un
reflejo de lo que quisiera expresarles, y esta sensación me deja en el ánimo un
malestar inexplicable? Me parece que las cosas del astral han perdido, al pasar
a mi boca, toda su intensidad convincente.
El Guía.--Ese fenómeno no es extraño. Las cosas de aquí no tienen su
equivalente exacto con las de allá, y eso es todo.
Estrella.--Otra pregunta ocurre y es esta: Cuál es el nombre que llevó en su
última encarnación ese blanco que vino a nosotros?
El Guía la complace y con sorpresa sabemos en el Centro que quien hace un
momento nos visitaba fue en la tierra amigo y conocido de cada uno de los
miembros del Centro, excepción hecha de la médium. La circunstancia de no
haberlo reconocido en la descripción que Estrella nos hizo de su
materialización provino de que ninguno de nosotros lo había recordado desde
hacía algunos años, y prueba de manera evidente que ninguna influencia pudo
intervenir en la psiquis de la médium para hacernos la descripción, que una
vez identificada, correspondió en todos sus detalles, rigurosamente, a la que
correspondía al desencarnado.

Blas Hernández O.
151
La Ciudad de Dios

Conforme con el plan trazado, una vez agotadas las curiosidades que acosaban
al espíritu de Estrella, ésta y el Guía descienden al plano gris. Apenas llegados,
el Guía desaparece del lado de su discípula y ésta ve acercarsele el espíritu del
gris a quien le esta prestando ayuda. Este, antes de que Estrella lo interrogue, le
participa que desde su última visita hasta ahora se ha sentido muy contento,
con deseos de trabajar, de cumplir todas las cosas que le ordenen. Luego le
agrega que tiene interes en mostrarle otro espíritu nuevo en el plano.
Estrella.--Y cuándo llegó ese espíritu que me va a mostrar?
El gris.--En la medida del tiempo de la tierra, ese espíritu llegó ayer.
La médium observa al espíritu que su compañero le muestra y que es un gris
medio. Al detenerse su mente en él, siente como un vago presentimiento de
que cuando estaba encarnado aquel espíritu le era conocido y resulve averiguar
si su informante puede aclararl la duda, lo que ocurre con gran sorpresa para
Estrella, pues aun cuando efectivamente le conocía de vista en la tierra, no
había sido su amigo. Había sido un oficial del ejercito y en la mañana de ese
mismo día los avosos mortuorios habían llamado su atención al cruzar las
calles de la ciudad. Pero aquello no podía pasar de una simple información
puesto que ninguna orden habian recibido para acercarse al recien
desencarnado y para interrogarlo. Estrella resolvió emprender su enseñanza, y
en consecuencia quiso saber qué deesos agitaban a su discípulo. Este le
expresó la alegría que su visita le proporcionaba, y al interrogarle Estrella sobre
si no le causaba extrañeza su ausencia cuando dejaba algun tiempo de venir a
buscarlo, él le manifestó que esa extrañeza no la sentía, pues los espíritus
superiores del plano se habian encargado de informarle que tales ausencias
provenian de cierto vago deeo que se notaba en él por reencarnar, y que
mientras éste estado de ánimo perdurara en su mente, las visitas de Estrella no
producirian todo el fruto necesario.
Estrella.--De manera que si ahora estamos los dos reunidos es porque usted ha
modificado sus deseos?
El gris.--Indudablemente. Ese deseo ya casi no existe y aun creo que desde
este momento ha desaparecido por completo. Cada isntante que pasa
comprendo un poco mas la vida en el plano, me adapto a la nuevas
modalidades de ser que tiene este mundo, y sus advertencias y sus consejos
obran en esa labor de adaptación tan eficazmente, que estoy seguro que de
ello ha nacido en mí esa alegría con que emprendo las labores que me impone
el consejo y esa atención que le presto a todas las explicaciones que me dan
los grises pálidos.

Blas Hernández O.
152
La Ciudad de Dios

Estrella.--Mucho me alegra escuchrlo pensar así, y a las cosas que me ha dicho


solo tengo una observación que hacerle: Que si yo vengo a ayudarlo es porque
alguien a quien usted no conoce me lo ha ordenado, y porque otro espíritu
superior al mio me ha facilitado muchas cosas para cumplir con esa orden; así,
pues, el bien que usted recibe con mis visitas no me lo debe a mí sino a Dios,
que es quien se interesa por todos los espíritus.
El gris se queda meditando la enseñanza que acaba de recibir, y por la
vibración de su sentimiento Estrella comprende que se siente como
avergonzado de no haber pensado todo aquello por su propia cuenta. Ese
sentimiento es un acto de amor al Creador que la médium aprecia y respeta en
la evolución de su discípulo. Luego le pregunta cómo la ve a ella. El gris le
asegura que no puede definir bien su color, que solo aprecia que no es el
mismo de él ni de los demas habitantes del plano.
Estrella.--Y aun cuando usted no distingue bien el color de mi periespíritu,
desearía tenerlo?
El gris parece no haberle entendido; tan mudo se ha quedado.
Estrella.--Por qué no contesta? A caso no ha recibido orden para hacerlo, o no
siente nada?
El gris.--Es lo primero. No sé por qué a veces me llega orden de callar cuando
quisiera exponer mas claramente mis pensamientos. Parece como si mis
superiores quisieran contrariarme todos los deseos mas intensos.
Estrella.--Respete usted esas ordenes. Los superiores siempre disponen lo mas
conveniente para la evolución de los inferiores, y este pensamiento debe
tenerlo presente para evitar extravíos. Y ya que no debe contestar a mi
anterior pregunta, en cambio talvez pueda decirme de qué color se ve usted.
El gris se contempla y le dice que él se ve de color gris pálido. Estrella le hace
ver que esta equivocado y le dice que el error que sufre seguramente proviene
del gran deseo que tiene de avanzar, pero su discípulo insiste en que ha dicho
la verdad, y para convencer de esto a su maestro, lo lleva hasta el Graduante
del plano y allí, frente al sector pálido, le muestra la coincidencia de los
colores, agregándole que este método comparativo no falla.
Ante el argumento que acaba de exhibirle el gris, Estrella abandona su actitud
premeditada de duda y le pregunta si ahora, que ya esta en el color mas
avanzado del plano, él cree que va a permanecer así por mucho tiempo.
El gris.--Su pregunta me deja expresarle precisamente una idea que tengo
desde que me sentí en este nuevo grado, idea que no se declara bien en mí por
mas que la meditoy sin embargo así, brumosa, persiste: Que mas allá de este

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

plano hay otro y que allí hay espíritus que tienen otro color, y que lo habitan.
Será eso cierto?
Estrella.--Si usted se lo supone así, no se ha equivocado, pero no tengo orden
de responder a los otros puntos de su duda. Por ahora bástele saber que hay
otro plano superior a este y que usted esta llamado también aconocerlo y a
habitarlo. Los medios necesarios para llegar a este nuevo estado, son la fuerza
de su deseo y su voluntad para descubrirlos. Yo le ayudaré si así me lo
ordenan y en la medida en que se disponga que le preste esa ayuda.
Antes de que el gris pudiera expresar su opinión sobre lo que acaba de
aprender, se vió obligado a retirarse a causa de la presencia del Guía, que
estaba de regreso junto a Estrella.
Estrella.--Acabo de confirmarme de la evolución de este gris y he pensado si el
trabajo que he realizado con él llegara a merecerme un ascenso para mí.
El Guía.--la evolución de tres grados en este gris equivalen a una de un grado
en el suyo; por consiguiente es necesario que el gris pálido haya evolucionado
hasta el azul oscuro para que usted pueda ascender a su vez. Y ahora vamos a
su palno. Deje a ese gris con sus pensamientos, que ellos harán su labor.
Una vez en el plano azul, Estrella se encuentra con el oscuro a quien ayudara
en otras ocasiones y se informa de que vive contento y que tiene deseos de
pasar a la evolución media del plano, para lo cual trabaja con empeño en mil
ocupaciones que realiza con alegría, con fe y con voluntad. Luego el oscuro
invita a su antiguo maestro a recorrer el plano para enseñarle todas las cosas
que ya conoce en él. Le muesra la torre, el Graduante y le hace notar, como
si Estrella no las diferenciara, las distintas tonalidades que la luz adquiere allí en
ciertas regiones, inexplicables y por lo mismo le maravillan y le incitan a la
contemplación y al estudio. Estrella le oye con intenso placer, pues ve en todas
esas confidencias y en el tono efusivo como se las trasmite, el intenso deseo
de ampliar la conciencia que tiene este espíritu y que le augura una rapida
evolución.
El paseo de los dos azules se ve interrumpido de repente por la presencia del
Guía, que lleva a Estrella hasta el plano blanco donde, despues de satisfacer
algunas preguntas de carácter íntimo que esta le hace, pasasn algunos instantes
de silencio que estan llenos del fluído de tranquilidad y de alegría propia del
plano que atemperan su espíritu y lo capacitan para llegar nuevamente al plano
físico a reparar del desgaste sufrido por el trabajo de la sesión.
Una vez de regreso al Centro, el Guía se despide como de costumbre despues
de una corta charla con los asistentes, que versa sobre las enseñanzas recibidas

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

como si él quisiera conocer hasta donde fueron asimiladas por nuestra


inteligencia y cita día y hora para la próxima sesión.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESIÓN 10

Ordenes de reencarnación.
Se le permite a Estrella contemplar el plano inferior.
Interesante espectáculo en el Plano Blanco.
Pasa un Gris Pálido al Plano Azul.
Estrella asiste a una desencarnación.
Algo mas sobre las labores de un apuntador.

A las ocho y media de la noche, conforme a las instrucciones recibidas del


Guía, se reunió el Centro, y el evocador, una vez que Estrella manifestó
que su espíritu estaba ya desprendido de la materia, le ordenó que
hiciera el acostumbrado llamamiento a su instructor. Después de esto pasaron
cinco minutos de angustiosa espera, al cabo de los cuales sé presentó el Guía
en el salón de sesiones.
Una vez cruzados los saludos de costumbre, el evocador pregunta al Guía
sobre la conveniencia de que asistan a la próxima sesión dos amigos suyos
cuya evolución ignora, aun cuando la supone buena, y que tienen especial
interés en conocer esta clase de conferencias.
El Guía.—La evolución de los solicitantes hace posible él complacerlos y
me agrada que así sea porque, como muchas veces lo he dicho a ustedes, quie-
ro que de estas enseñanzas se aproveche el mayor número de gentes La
verdad es la herencia de todos y en sus fuentes ida espíritu puede beber según
su sed. No lo olviden.
Estrella transmite siempre con un poco de impaciencia las preguntas y
respuestas que ocurren al principio de algunas sesiones, porque es grande su
anhelo de volver pronto a los planos astrales, pero esta noche debe soportar
un poco más ya que, según se lo declara el Guía, no puede: Subirla inmediata-
mente porque desde el trono del Ordenador descienden ahora fuertes
vibraciones hasta el Plano inferior para disponer la reencarnación de muchos
de esos espíritus.
Estrella.—Y a mí, que estoy encarnado, qué podría ocurrirme si me
atreviera a cruzar por entre esas ondas?
El Guía.-- Sentiría usted un intenso padecimiento por la violencia de tales
vibraciones. Es algo que no puedo explicarle suficientemente por que no me
comprendería.
Conforme ya con la necesidad de demorarse, Estrella resuelve entretener el
tiempo narrándole a su director un acontecimiento ocurrido en su casa la
noche anterior y que no nos había comunicado a ninguno de los miembros del
Centro. Se trataba de que aquella noche, ya acostada Estrella y sumida en el
sueño, vio que salido de las sombras de la estancia, se acercaba a su lecho con
gesto amenazante, un hombre de aspecto horrible. Trato de gritar olvidandose
de que la única persona que la acompañaba en toda su casa era su pequeño

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

hijo, de año y medio de edad, que dormía a su lado. Abiertos los ojos, Estrella
vió desvanecida la visión de su atacante, y creyendose víctima de una
alucinación, se reconforto su animo y pudo elevar su mente solicitando el
auxilio del Guía.
Terminada por Estrella esta narración, el Guía le declara que aquello no fue un
producto de su imaginación. Ya para entrar al descanso del sueño su materia,
el espíritu, acostumbrado por la practica de las sesiones, se hallaba medio
desprendido y su visión astral muy aguzada le permitió distinguir
perfectamente aquel espíritu inferior que pretendía tocarla, cosa que de
ninguna manera hubiera podido realizar, pues la evolución del ego de Estrella
se lo impedia. Agregó por último el Guía que él estaba observando toda la
escena desde su sitio y que la había tolerado para que la médium conociera, no
por proyección astral como antes, sino realmente, una entidad del plano
inferior, escena que por otra parte no se repetiría.
Estrella.--Y no cree nuestro Guía que estas ordenes de reencarnación que estan
bajando ahora al plano inferior obliguen a reencarnar a ese espíritu que me
asustó esa noche?
El Guía.--No, ese espíritu escapara a las ondas precisamente por su costumbre
de descender al plano físico para intranquilizar a los encarnados. Todos los
asistentes a este Centro saben ya perfectamente que los espíritus que residen
en el plano inferior no tienen otro sendero para evolucionar que el de la
reencarnación. Por eso tal deseo tiene en ellos inusitada fuerza, y violentarlo
no permitiéndole satisfacerse, como en ese caso que nos ocupa, es una ense-
ñanza muy provechosa.
Estrella —Ahora, que ya estoy tranquila respecto a ese inferior y a todos,
puesto que nada pueden hacerme, me acuerdo de una pregunta olvidada en la
memoria desde la otra sesión: le dijo a usted algo el espíritu blanco que vino
esa noche y a quien tratamos con tanta desconfianza? Me ha quedado en la
conciencia un fastidio como el que llamamos remordimiento, por mi actitud
para con él.
El Guía.—No se preocupe de eso mas. Los espíritu blancos conocen,
porque las ven, las intenciones más recónditas de los encarnados, y las de
usted no tenían en este punto nada reprochable. Cuando él vino al salón de
sesiones, esperaba todo el interrogatorio que le hicieron.
Estrella.—Y sabe también qué clase de enseñanzas nos está dictando
usted?
El Guía.—Los habitantes del Plano Blanco no ignoran nada el uno del
otro. Sigue luego un diálogo entre el Guía y la médium. Esta tenía deseos de
anticipar seguramente algunos conocimientos sobre el plano inferior; con tal
objeto manifestó a su instructor que ella suponía que ese sitio sería más
pequeño que los planos de evolución y que con frecuencia debía estar
deshabitado puesto que, por las frecuentes narraciones de espantos y por la
cantidad de sensaciones de miedo que diariamente sentían muchos

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

encarnado;, era de suponer que los espíritus inferiores bajaría a continuamente


al plano físico para realizar sus propósitos de infundir temores e insinuaciones
poco nobles. El Guía le aseguró que este plano era igual en extensión a los
demás, y que como ya era tiempo de que subieran al astral, iba a permitirle
apreciar por sí misma esta verdad. Estrella sintió temor de que tal concesión la
llevara a detenerse algunos momentos en el plano inferior y rogó al Guía que
dejaran esas comprobaciones para otra noche.
El Guía.—Conozco perfectamente la intención de su propuesta, y he de
advertirle que ese temor que tiene carece de fundamento, puesto que la visión
del Plano Rojo no la tendrá usted en ese mismo sitio, sino desde el Plano
Gris.
Como ya era 1legado el momento de la enseñanza en el astral, el Guía y
Estrella emprenden su viaje ordinario. Se detienen en el Plano Blanco y
Estrella hace inmediatamente la observación de que le parece desierto. No se
en toda la inmensa extensión luminosa sino el grupo que componen los
espíritus del Supremo Consejo. A dónde han ido todos los demás? Para ella
por mas acostumbrada que esta a saber las múltiples ocupaciones de estos
espíritus, se le hace incomprensible que haya un momento en que los
diferentes trabajos exijan la desaparición de todos de su plano. Dónde estarán
en este instante?
El Guía la saca de dudas y corta repentinamente y corta con su explicación el
vuelo de las conjeturas de Estrella: siempre que van a ser emitidas desde lo de
reencarnación para el Plano inferior, los espíritus evolucionados son
previamente advertidos. Por esta razón los habitantes del Blanco se
encuentran en el Ascensor, llamados directamente por el Ordenador y las
ondas de reencarnación, pasan sin tocarlos hasta el Consejo, la estación
transmisora del Supremo Mandato.
Estrella.—Y tardarán mucho en bajar al plano? Porque si vienen pronto y
usted me lo permite, yo quisiera mirarlos descender. Debe ser ese un
espectáculo maravilloso.
El Guía.—No tengo inconveniente en satisfacer esa curiosidad.
Para cumplir con los deseos de la médium, el Guía la lleva a un sitio especial
del plano, y mostrándole algo que ella describe, advirtiendo previamente que
tal descripción no es la traducción fiel de lo que observa, como un inmenso
cristal a través del cual se ve lo que pudiera llamarse el cielo del plano, le dice
que mire hacia allí y contemplará el regreso de los blancos.
Efectivamente, a los pocos segundos Estrella prorrumpe en exclamaciones de
asombro. Por la inmensidad del espacio luminoso se ven venir, corno grupos
de mariposas de gasa, legiones de espiritas. Pero de dónde salieron? Cuando
ella los vio, va estaban dentro del ambiente del plano. Por qué no se le
permitió localizar el sitio de entrada?
El Guía le explica que más tarde comprenderá por dónde llegaron los blancos
a su plano. Que él no se lo ocultó, y que si ella lo ignora, es porque su visión
en estos sitios no está todavía lo suficientemente desarrollada para
comprenderlos en todos sus aspectos. Que si ahora le diera una explicación. la
aprendería tanto como si no se la diera.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Para cortar los interrogantes de Estrella, que en el Plano Blanco se hacen


interminables, el Guía le anuncia que es llegada la hora de bajar al Gris, desde
donde le ha prometido enseñarle el Plano Inferior.
Estrella.—Y usted mismo me mostrará ese plano? Porque si ha de ser que lo
mire yo sola. más bien prescindo de esa curiosidad.
El Guía.—No seré yo quien le muestre a usted el primer plano, pero tampoco
le tocará a usted sola. Cuando lleguemos al gris, usted busca al desteñido a
quien le está ayudando y le pide el cumplimento de esa comisión.
Cuando Estrella llegó al gris con su Guía, Fue su primera preocupación buscar
al discípulo para exigirle que le enseñara el Plano Rojo. Poco tardó en
encontrarlo pues pasaba a su lado en ese mismo instante.
Estrella.—Para dónde va usted tan deprisa, que no se acerca a mí?
El gris. —Acabo de ser llamado ante el Consejo y tengo que ocurrir
inmediatamente. Luego vendré a su lado. pues supongo que si esa llamada ha
coincidido con la presencia suya en el plano, he de volver a su lado.
Estrella no tiene que impacientarse por el regreso del gris, quien a poco se
presenta ante ella manifestándole que ha recibido del Consejo la orden de
mostrarte el Plano Inferior. La invita a que se trasladen a otro sitio, y como
Estrella observara que el sentimiento que embargaba a su compañero no era
Precisamente de alegría, le pregunta si no le agrada complacerla en esa
comisión.
El gris tardo unos momentos en responder a la pregunta de la médium. Como
que temía expresar claramente su pensamiento; pero urgido por la insistencia
de Estrella le declaró que, evidentemente, no era del todo agradable lo que se le
había ordenado. La misión del plano inferior - le explicó—era una
mortificación para los grises que apenas se sentían salidos de allí.
Ya habían llegado al lugar propicio. Estaban ante el velo que separa a los dos
planos. El gris le replica a Estrella que su misión consiste en descorrer ante
ella ese velo para que todo el espectáculo del otro plano quede abierto a los
ojos de su espíritu.
Estrella.--Pero eso tiene como el aspecto de una inmensa puerta corrediza. Me
parece que el esfuerzo que necesita hacer usted para que se corra esa cortina
es muy grande.
El gris.--Nunca los espíritus del Consejo se equivocan al confiar una misión. Si
es verdad que el trabajo que voy a efectuar exige un esfuerzo de voluntad la
fuerza que gobierna los planos, que construye y destruye, y que es esta misma
voluntad, me capacitará para hacerlo. El mérito de mi misión consiste en
realizar ese esfuerzo y en realizarlo bien.
Estrella.--Entonces, se me ocurre, después de que usted cumpla con esta orden
que tanto trabajo le trae, le harán pasar al grado pálido del plano.

Blas Hernández O.
159
La Ciudad de Dios

El gris.--Pero si en ese grado estoy! No piensa usted que de lo contrario no


hubiera podido acercarme al Consejo?
Estrella.--Bueno; eso lo discutiremos después, para probarle que está
equivocado. Ahora, corra esa puerta, conforme a la orden superior.
El gris realiza el esfuerzo mientras Estrella, junto a él espera con indescriptible
curiosidad la aparición del cuadro tan deseado y tan temido. Cuando ya todo
estuvo listo, el gris anuncia a Estrella que puede inclinarse con él a mirar.
Es imposible pasar a la imaginación del lector la descripción que hizo Estrella
del primer plano.
Sólo quedarán los ecos de sus exclamaciones como un pálido reflejo de la
realidad:
«Oh!. es tan grande como los demás planos; es inmenso, y mi vista, yo lo
comprendo, apenas abarca un corto radio de él. Toda es rojo, de un rojo de
sangre espesa; las cosas, la luz, todo está impregnado del mismo espantoso
color. Al revés de los planos de evolución, en los que se ven como largos tre-
chos deshabitados, este plano esta repleto de espíritus del mismo color del
ambiente, como bañándose en él. Y qué densidad la de sus periespíritus! Se
les alcanzan a distinguir como formas humanas. Desde aquí veo el rostro de
algunos: son rostros trágicos; llenos de angustia y de rabia, cínicos y taciturnos.
Y la materialización de sus pensamientos es tal, que percibo algunos como si
fueran voces lanzadas por gargantas enronquecidas de gritar o irritadas por el
esfuerzo de muchas horas de llanto. Algunos ríen, y sus carcajadas me llegan
también, pero eso no es reír:
eso es injuriar riendo».
Estrella.—No más: esa visión me aterra; corra usted otra vez ese velo y no diga
a ninguno de los de su plano lo que hemos visto.
El gris.—También tiembla usted como yo ante esa visión. Voy a correr el velo
y no diré nada a mis compañeros, porque ya me lo habían ordenado al venir a
mostrar/e esto a usted.
La médium y su compañero una vez borrada la visión del oscuro, regresaron
al centro del plano donde el Guía ya esperaba su discípula. El gris esperó
alejado, como es costumbre en los planos cuando se halla en ellos un espíritu
superior.
Estrella..—Nuestro Guía: he visto el Plano inferior y no tengo ganas de verlo
otra vez.
El Guía. —La autorización que se le ha dado a usted para ver ese plano tiene
por objeto completar hasta donde es posible las descripciones que debe llevar
el libro de estas enseñanzas. Los espíritus que vio usted en él y que tanto la
impresionaron, están llamados a ser tan nobles y tan perfectos como los más
altos. Su estado actual no durará siempre y un día cambiarán el aspecto que
hoy tienen por otro de no soñada belleza.
Mientras el Guía da estas explicaciones a su discípula, el apuntador ha pasado
delante de ellos en su conocida actitud de trabajar y Estrella supone que otros
espíritus van a llegar al plano.

Blas Hernández O.
160
La Ciudad de Dios

Estrella.--Vea: acaba de pasar el apuntador y creo que se trata de nuevos


espíritus que llegan. Como esto supone otros cambios aquí, no cree usted que
lo pasaran al gris pálido?
El gris.--Efectivamente el paso del apuntador coincidió con una orden que he
recibido: la de pasar a otro plano. Ya ve usted como si era yo un gris pálido.
Estrella.--si le han dado esa orden obedézcala. Pero cómo va a pasar a otro
sitio? Usted sabe el camino? Le han instruido sobre lo que tiene qué hacer?
Porque, imagino yo, eso debe ser un poco difícil. Las veces en que he estado
presente en esos cambios, antes de que el gris pálido abandone su plano, un
medio ha pasado al pálido, un oscuro al medio y un gris oscuro,
desencarnado, ha venido a ocupar el último puesto vacío.
El gris pálido se queda un momento pensativo ante todas las informaciones
que le acaban de dar y parece vacilante, pero luego reacciona como si hubiera
recibido una rápida iluminación y le contesta que evidentemente las cosas
deben pasar conforme se las indica.
Estrella.--Entonces empiece usted a apresurar su salida trabajando con un gris
medio para prepararlo a recibir el nuevo grado.
El gris obedece las ordenes de Estrella. Va en busca de un compañero de plano
que acepte su ayuda para evolucionar. Mientras el gris se pierde en la lejanía,
al lado de Estrella aparece su instructor, quien la interroga sobre la marcha de
su trabajo.
Estrella.-- El gris que debe pasar al azul ha ido a buscar uno del grado medio
para ayudarlo a evolucionar. Si usted viera qué alegré esta, qué deseos tan
grandes de conocer las regiones superiores le acosan, solo por ver esa alegría
trabajaría yo por todos y cada uno de los habitantes de este plano. De tal
manera me ha contagiado ese contento, que me parece que soy yo quien va a
disfrutarlo.

El Guía.—Me agrada ese sentimiento de alegría por el bien de los otros. Ahora
mientras suceden aquí en el plano esos cambios que usted ya conoce, vamos a
la Tierra, donde un gris Oscuro está listo para venir al astral. Pero antes
tenemos que llegar al salón de sesiones para avisarles a sus compañeros lo que
vamos a hacer.
Una vez en el Centro, adonde seguramente ha traído el Guía el espíritu de
Estrella para realizar algún trabajo en su materia, nos habla de que van a una
ciudad lejana donde un gris oscuro se prepara para abandonar su cuerpo
material.
A poco emprenden el viaje, Estrella describe primero enormes montañas que
pasan por debajo de ellos como si fuera la tierra que caminara. Luego el
paisaje cambia: hay un río caudaloso por el que se deslizan, a esa hora de la
noche, unas canoas. El Guía, sonriéndole, le propone que para no caminar
tanto, se embarquen en una de esas canoas que los llevará mucho trecho,
pero Estrella protesta; tiene la idea de que a4uellas pequeñas embarcaciones
pueden volcarse y en ese caso ellos se mojarían. Además —exclama—
nosotros no vamos caminando ni sentimos cansancio; es corno si el viento
mismo tuviera brazos y nos llevara en ellos, suavemente, adonde necesitamos
ir.

Blas Hernández O.
161
La Ciudad de Dios

Los dos viajeros duraron pocos minutos siguiendo el curso del río. Se apartan
en un instante dado y el paisaje cambia: allá—dice la médium—hay un camino
ancho, como una carretera y una casa donde se ve luz.
El Guía.—En esa casa precisamente es donde nos esperan. Entremos.
Repentinamente se encuentra Estrella en una alcoba bien arreglada y bien
iluminada. Hay un altar y frente a él una señora de regular edad pide a los
santos de su devoción que devuelvan la salud al enfermo, otra señora de
simpático rostro pero muy postrada por el mal, que está tendida en un gran
lecho colocado en la pared opuesta, frente al altar. La médium conjetura que
aquella señora es hermana de la agonizante porque se parece en algunos rasgos
fisonómicos.
El Guía le aprueba la suposición. Estrella se acerca al lecho de la enferma y
repara entonces en una niña que reza en voz alta algunas oraciones a la
agonizante y de vez en cuando la santigua con un crucifijo.
El Guía interrumpe las observaciones de la médium ordenándole que llame al
espíritu del enfermo para que se desprenda de la materia, pues ya ha llegado el
momento.
Estrella obedece el mandato de su instructor e inmediatamente, como una
nubecilla de gasa gris, el espíritu se desprende, surge fuera del cuerpo material,
y si como lo meciera un viento suave, se va hasta el espíritu de la médium que
lo espera.
S e escuchan gritos de los asistentes humanos a la escena, gritos que Estrella, si
le oyeran, quisiera calmar con explicaciones sobre lo que ocurre. Ella les
hablaría de lo que significa en verdad la muerte, que sólo es nuevo nacimiento
a una vida mejor, más amplia y más consciente. Pero comprende que es inútil
su pretensión, que el dolor humano purifica y debe dejarse correr como un río
de claridad y de amor.
Para no escuchar más aquellos lamentos, para no ver más esas actitudes
desesperadas, emprende con su Guía y con el desencarnado su regreso al
astral. El viaje es ahora más rápido van con la velocidad de un soplo, hasta el
Plano Blanco, donde los miembros del Supremo Consejo esperan la llegada
del que han llamado. Los mensajeros lo entregan y todo ocurre en aquella
corporación como ya conoce el lector por descripciones en anteriores
capítulos.
Terminada la misión de los blancos, Estrella y su Guía llevan al gris oscuro a su
plano. Allí está el apuntador listo para llenar sus funciones, y mientras éste las
cumpla, la médium interroga a uno de los grises oscuros que, en grupo
compacto, esperan la autorización para dar la bienvenida al nuevo hermano.
El interrogado le informa que todos los del grupo están muy contentos con
esa venida y que se hallan interesados en hacerle comprender muy pronto
todo lo que ellos ya conocen de esa vida astral.
Separado a conveniente distancia de los oscuros, Estrella distingue al gris
pálido, su discípulo, que presencia la ceremonia en espera seguramente de
hablarle, y entonces ella se le dirige.
Estrella.- como ve usted, ya parece todo arreglado; pero antes que hablemos
los dos, he de consultar algo a quien me ordena a mí.

Blas Hernández O.
162
La Ciudad de Dios

El Gris.- Sí, está bien; pero regrese usted pronto porque tengo inmenso deseo
de saber lo que se haya dispuesto de mí. No supone usted la intensidad de
estos instantes!
La médium se dirige al Guía para consultarle si ya es llegado el momento de
que ese gris pálido pase al plano azul. Le pinta la extensidad de la expectativa
en que ese espíritu se halla, pero el Guía le manifiesta que aún no es llegado el
momento.
En consecuencia con la orden que acaba de recibir, Estrella vuelve al lado de
su compañero.
El gris pálido.- Ha sabido usted algo referente a mi paso a otras regiones.?
Estrella.- Es necesario, según lo que acaban de comunicarme, que usted espere
todavía.
Como el gris quisiera más claras explicaciones. Estrella se niega a dárselas y lo
despide de su lado, advirtiéndole que debe tener confianza en la justicia de los
superiores que nunca deja de cumplirse que mientras llega el momento por él
tan anhelado, trabaje por el bien de sus compañeros, que esta es una labor que
se realiza en todos los órdenes del espíritu.
Una vez despedido el gris, Estrella busca de nuevo al Guía para escuchar las
órdenes que quiera darle, y este le habla de que tiene necesidad de trasladarse
al Plano Azul para algunos pormenores del paso de ese nuevo espíritu a aquel
plano.
Una vez en el azul, Estrella observa sorprendida que el plano se le aparece
completamente desierto. Sólo en la lejanía, en el sitio acostumbrado, el
Consejo sigue en sus interminables labores.
A dónde habrán ido los demás habitantes de esta región?
El Guía.- Ve usted al apuntador? Viene hacia este sitio y seguramente tiene
algunas cosas que hablar con usted. Mientras esto ocurre, voy a cumplir con
algunas obligaciones y pronto regresaré a su lado para que continuemos el
trabajo de la noche.
El maestro de Estrella se esfuma entre la luz azul y el apuntador, que ha
atravesado con la rapidez del relámpago la distancia que lo separa de Estrella,
está ya frente a ella, con su famoso registro pero con actitud de compañerismo
y no de registrador de los acontecimientos de su mundo.
Estrella.- Apenas lo he visto venir hacia mí he pensado que en este tiempo de
mi ausencia habrán ocurrido grandes acontecimientos a los cuales no me ha
sido permitido asistir. No sé por qué, a pesar del conocimiento que tengo que
no todas las cosas se pueden poner a mi vista ni mostrarse a mí comprensión,
me olvido de esto y siento tentaciones fuertes por averiguar con una como
remota esperanza de que mis curiosidades van a ser satisfechas.
El apuntador.- Evidentemente, como usted lo piensa y como acaba de
expresármelo, hay en todos los planos acontecimientos que deben escaparse a
su conocimiento, no sé si porque así este dispuesto por los espíritus que a
usted la conducen o porque su enorme cantidad no puede ser aprendida en el
corto tiempo que usted pasa en estas regiones. Aquí el trabajo es continuado,
y si existiera la misma noción del tiempo que tienen ustedes en la Tierra,
seguramente tendrían la sensación de que las acciones que debe realizar cada

Blas Hernández O.
163
La Ciudad de Dios

uno de nosotros son abrumadoras. Pero otra cosa es la realidad de estos


lejanos mundos, donde las sensaciones ya no tienen el vehículo vibratorio de
la materia densa y por consiguiente se simplifican en gran manera.
Otra razón hay, además, que es causa de esa reducción de la apreciación que
me anotaba usted hace un momento: y es que todas las acciones de cada
espíritu van ligadas unas a otras de tal manera, que para conocer una a fondo
habría necesidad de observarla a través de gran cantidad de tiempo, y unirla a
otras y otras de varios espíritus que tienen nexos de destino tejidos durante
varias encarnaciones.
Estrella piensa en lo que acaba de decirle el apuntador y se da perfecta cuenta
de que su pregunta capciosa, hecha exclusivamente para ver si podía sacarle a
su interlocutor la narración de algunos acontecimientos astrales ocurridos
durante su ausencia, ha sido perfectamente comprendida por él y que serán
inútiles todos los esfuerzos que haga para llevarlo a la realización de su
propósito.
Y corno aquello no es posible. la médium resuelve volver a los
acontecimientos actuales y lo indaga con el propósito de conocer lo que se
sepa en el plano respecto a la próxima llegada del gris pálido.
Estrella.—Usted. Sabrá, seguramente. que está para llegar a este mundo azul un
espíritu gris pálido que ha trabajado con oran provecho para su evolución.
El apuntador. — Por ahora nada se nos ha anunciado de ese paso; pero si así se
lo ha asegurado su instructor, seguramente ocurrirá.
Estrella.—Y cuántos han salido del plano, por evolución?

El apuntador.—Muy pocos.
Estrella.—Sabrá usted cuándo va a subir un azul pálido al Blanco? Tengo una
gran curiosidad de ver esto.
El apuntador. — Apenas llegue aquí ese gris pálido que dice usted está para
venir, pasará un azul pálido al Blanco.
Como viera que las interrogaciones de Estrella no tenían trazas de agotarse, el
apuntador se retira al cumplimiento de otras obligaciones, pero ella no queda
sola porque otro azul ha’ venido a situarse a su lado, como en actitud de
espera.
Estrella aprovecha inmediatamente la oportunidad para saber el motivo de la
ausencia, en estos sitios, de los habitantes del plano. El interrogado, como si
esperara la pregunta, soluciona el problema sin dificultad, manifestándole a la
médium que en ocasiones resuelven los espíritus recorrer en grupos la mayor
extensión del plano. pues aun cuando viven en él, hay muchos aspectos que
les pasan desconocidos. Estas excursiones son --le dice-- a manera de viajes de
estudio en los que se resuelven, según la evolución de la mente de cada cual,
multitud de problemas sobre la constitución del plano, de la luz y de muchas
cosas mas todas de trascendental importancia.

Blas Hernández O.
164
La Ciudad de Dios

Estrella.--Y no tienen ustedes ninguna noticia de que vaya a suceder pronto


en el plano algún acontecimiento?
El azul.-- Sí; y olvidaba decírselo. Sabemos, por ello estamos muy contentos,
que está próximo a pasar a este plano un espíritu gris pálido.
Estrella noto, seguramente por la vibración del pensamiento de su compañero,
que éste no tenía una satisfacción verdadera con el anuncio del nuevo azul y
quiso probar su conjetura preguntándole si, corno era natural, al llegar ese
nuevo hermano de evolución, él se apresuraría a llevarlo por todos los sitios y
enseñarle todo aquello que él había aprendido en su actual estado.
El azul.--No; ese trabajo es muy pesado y pienso dejar a otros que lo realicen.
Estrella.--Mal me parece ese pensamiento suyo, porque una de las más
saludables labores para avanzar la evolución aquí en los planos es esa de
prestar ayuda a los que menos saben. Y se me ocurre ahora que precisamente
se le irá a comisionar a usted la instrucción de ese nuevo azul.
El azul.--No; ya he dicho que no me agrada ese trabajo.
Estrella.--Y cómo, siendo usted ya un espíritu azul, piensa de esa manera? Me
parece que, por manejo así, muchos han sido llamados a reencarnar.

El azul no quiso escuchar por más tiempo las observaciones de Estrella y se


retiró de su lado dejándola confundida.

Como el Guía regresara en este momento, la médium le dio cuenta, muy


escandalizada, del carácter de aquel azul oscuro, y quiso saber qué enseñanzas
le acarrearía su procedimiento.

El Guía—Ese espíritu que hablaba con usted ha sido sincero en sus


pensamientos; tiene todavía un poquito de orgullo, resto de los hábitos
adquiridos en encarnaciones anteriores, pero pronto lo perderá porque se ha
dispuesto que busque un nuevo cuerpo material, y lo tendrá en condiciones
propicias para la lección que le toca. Y ahora, olvide un poco ese azul y vamos
al Plano Blanco, donde tenemos otras cosas que tratar.
Llegados al Plano Blanco, como Estrella no viera nada particular, insiste con su
Guía sobre la manera como se operarán los cambios en los planos de
evolución con motivo del ascenso del gris pálido.
Estrella.—Cuando un gris pálido pasa al azul oscuro, un oscuro pasa al medio,
un medio al pálido, uno de este último grado llegará al Blanco?
El Guía.—Usted lo ha dicho todo bien; así es.
Estrella.—Pero, de aquí, del Blanco, no pasa otro a la región donde usted
asiste? Si todo sucede así, se le presentará la ocasión de cumplir la promesa
que me tiene hecha de llevarme a su sitio.

Blas Hernández O.
165
La Ciudad de Dios

El Guía.—No; todavía no es tiempo de que yo cumpla esa promesa. También


le advierto que no sólo un azul pálido pasará al Blanco, sino que otro le
acompañará también.
Estrella.—Y cual es ese otro?
El Guía no satisface este deseo de Estrella; antes bien, para distraer su mente,
le hace escuchar un poco de música, que ella recibe con el arrobamiento y la
intensa alegría de siempre, comentando que esa música, aun cuando parece
producida por los mismos instrumentos de la Tierra, es de una dulzura, de una
expresión que jamás conocerán los hombres.
Enseguida el Guía la lleva al sitio donde se transmiten las órdenes para los
planos y Estrella vuelve a describir la cajita de botones coloreados con la
tonalidad de los planos; observa, además, una cosa nueva: aquel aparato está
sobre algo parecido a un canal que desciende a través de los planos en una
longitud sin medida para ella. El Guía le corrobora esta observación diciéndole
que ese es el camino que siguen las ondas vibratorias de las órdenes. Le
explica nuevamente que cada plano tiene una vibración especial, y que de este
sitio donde se encuentran parten las órdenes para cada uno de los planos,
inclusive el Inferior.
Terminada esta explicación, el Guía baja con el espíritu de Estrella al salón de
sesiones. Se muestra satisfecho del trabajo realizado esta noche, contesta
algunas preguntas de orden íntimo formuladas por los asistentes y cita día y
hora para la próxima sesión

Blas Hernández O.
166
La Ciudad de Dios

SESION 11

Sistemas de evolución.
Estrella conoce un espíritu del Plano Inferior.
Desencarna un gris pálido.

C onforme a la autorización dada por el Guía, se presentan esta noche


en el salón de sesiones tres amigos de los asistentes que tienen interés
especial en conocer los trabajos.
Dormida la médium por el procedimiento ordinario y hecha la evocación, no
tarda en presentarse el Guía. Saluda a los asistentes y en especial a los
invitados, agregándoles que cree que su presencia en el Centro obedece a un
noble anhelo de aprovechar las enseñanzas que se están dando, a lo cual ellos
contestan afirmativamente.
Estrella, que nota cómo se van prolongando los saludos, propone al Guía que
se suspenda esa conversación para que vayan inmediatamente al astral.
El Guía.—Muy a pesar suyo hemos de entretener el tiempo todavía aquí en la
Tierra. En este momento están desencarnando muchos espíritus del Plano
Inferior y encarnando bastantes grises.
Estrella.—No vaya a suceder que esa orden de reencarnación para el gris
arrebate a mi discípulo, ese gris pálido que tan bien dispuesto me parece! Bo-
nita quedaría yo con tanto trabajo perdido y tantas esperanzas truncadas!
Verdad que esto no sucederá, nuestro Guía. ?
El Guía sonríe de las preocupaciones de la médium y le aclara que esto no
sucederá. Ese gris pálido—le dice—no tiene por que reencarnar; se encuentra
bien dispuesto y la esperará en su plano para escucharla. Los que han recibido
la orden de tomar un nuevo cuerpo material pertenecen a los grados oscuro y
medio de ese plano.
Estrella. —Los oscuros me parecen como natural; hay muchos de ellos que
sienten todavía el deseo de la vida terrenal: les provocan las fiestas, las dig-
nidades y los placeres humanos y no se sienten bien en aquel mundo, donde
les faltan los órganos de los sentidos corporales. Pero los medios, de esos sí
me extraña. Me han parecido siempre mejor dispuestos, mas adaptados, casi
felices en la vida astral. ¿Por qué tendrán que reencarnar?
Estrella.--Sólo dos grises medios van a reencarnar esta noche, y la causa es
haber desobedecido la orden que tiene de no acercarse al Consejo del plano.

Blas Hernández O.
167
La Ciudad de Dios

Estrella.--¿Nada más que por eso? De mí hubiera dependido, yo les habría


perdonado esa falta.
El guía—Eso lo dice usted así porque su espíritu esta todavía ligado a la
materia. Otra cosa pensaría si fuera habitante del astral, con el grado que usted
tiene. La reencarnación de esos dos grises medios que a usted le parece cruel,
no lo es; por el contrario: da a esos espíritus magníficas oportunidades de
perfeccionarse, lo que no lograrían en el astral dada la poca extensión de su
conciencia. Desde aquí. Solo mira usted la causa y una parte infinitesimal del
efecto. Desde allá, los espíritus que han dispuesto esas reencarnaciones
penetran todo el pasado y ven una inmensa extensión del porvenir. Todo esto
es difícil, si no imposible, de comprender para la casi totalidad de los
encarnados, y de ahí la imposibilidad de apreciar las leyes astrales. Conciencia,
desarrollada conciencia es lo único que da, la verdadera luz para ver con los
ojos del espíritu.
Estrella . —Bueno; quedo convencida de que no puedo entender eso de la
reencarnación de los grises medios. ¿Podré comprender la causa de la
reencarnación de los oscuros?
Tropezará con la misma dificultad. Cada una de las reencarnaciones es un caso
de aplicación de la justicia divina que tiene senderos desconocidos para la
humanidad, que quiere ver lo de arriba con la luz de lo de abajo. Básteles
saber a todos ustedes que el concepto de injusticia sólo cabe para los actos de
libertad humana, jamás para las regiones de espiritualidad evolucionada.
Estrella—Es verdad, nuestro Guía. Cada vez que pregunto u opino yo aquí, no
hago otra cosa que disparatar; por eso quiero que nos vamos ya para los
planos. Cuando estoy en esas regiones, y sobre todo en el Plano Blanco, siento
que mí inteligencia—o mi mente, como usted me dice—se hace clara: ve las
cosas mejor, piensa bien, comprende mucho más. Quiere que nos vamos ya, y
hablamos de esas cosas en el Blanco?
El Guía.—Feliz disculpa buscó usted para dar otra vez salida a su deseo; pero
todavía no ha pasado el motivo que nos demora. Todavía no han des-
encarnado todos los oscuros llamados a su plano, y el paso por esas regiones
dejaría en su espíritu y por transmisión natural, en su materia, sensaciones
poco agradables. Esperemos un poco más.
Para hacer tiempo, el Guía se dirige a los asistentes preguntándoles si alguno
de ellos desea consultarle algo especial, pero como se trataba de formular las
cuestiones en presencia de todos, ninguno encontró asuntos de consulta para
exponer.

Blas Hernández O.
168
La Ciudad de Dios

En vista del silencio de los circunstantes, la médium toma la palabra para


manifestar que ella sí tiene unas cuantas preguntas para hacer, y la primera es
si son muchos los espíritus inferiores que tienen que desencarnar esta noche.
El Guía. --Sí, muchos.
Estrella.-- Entonces cómo irá a quedar de repleto ese plano! La noche que lo vi
desde el Gris me pareció que no cabrían más. Pero en fin, como no lo pude
ver todo, habrán seguramente otros sitios que estarán medio despoblados.
El Gula. -- Por lo que conjeturo, dada su insistencia en hablar de los inferiores
y de su plano, usted tiene un secreto deseo de volver a contemplarlo, y voy a
satisfacerla.
Aquello fue un tremendo anuncio para Estrella. Protestó con voz de súplica.
Ella no quería ver más ese espectáculo; no quería sentir esa impresión de
pesadilla que le duró tanto rato.
El Guía calma la agitación de la médium anunciándole que ya es tiempo de que
suban al astral. Llegan directamente al Plano Blanco. Las mismas impresiones
de felicidad, el mismo deseo de permanecer allí para siempre dominan a la
médium. Todo allí le llama la atención como si lo viera por primera vez. Su
mente y su visión astral van de la luz a los espíritus que, corno aves de gasa, sé
empapan de ella; de la torre al transmisor, y tal vez por de su instructor, se
detiene en este último lugar y pide más explicaciones sobre la manera de llegar
las ordenes y de salir de aquel, para ella, misterioso aparato. El Guía la
escucha satisfecho, y aunque no la complace en explicaciones que no
comprendería o que no forman parte del programa de su enseñanza, deja
divagar para que su mente se sature de interés por las cosas superiores.
Estrella.-- Allí veo también esa especie de inmenso cristal en que se mira el
vuelo de los espíritus que van al llamamiento del Ordenador. Cuándo podré
repetir esa experiencia?
El guía.--Dentro de un momento. Ese espíritu allá, como aislado de todos, se
prepara a subir. Acérquese a ese cristal que usted dice y espere.
Estrella.- Ah, sí, es verdad! Lo veo desprenderse del plano como un copo de
gasa blanca que se lo llevara un viento muy suave, tan suave que no desbarata
esos pliegues que se forman al caer, en el sitio donde deberían estar los pies.
Pero la visión no le dura hasta el final. Cuando iba a sumirse en las regiones
superiores, el Guía llama la atención de Estrella, quien, al comprender casi
inmediatamente el objeto de la distracción, protesta del procedimiento para
arrebatarle lo que más secretamente le interesaba del espectáculo.

Blas Hernández O.
169
La Ciudad de Dios

El Guía.- No proteste usted, porque lo que acabo de hacer es lo conveniente.


Después, cuando las enseñanzas hayan llegado allá y su evolución lo permita,
podrá saber muchas de las cosas que hoy le oculto. No olvide que todas las
bellezas de los planos están esperando a todos los espíritus, pero que, para
disfrutarlas hay necesidad de llegar a ellas por conciencia que armonice con su
luz y con su hermosura. Y esta es la labor del estudio y de la experiencia que
todos estamos haciendo.
Estrella.- Es verdad, nuestro Guía. Yo sé que usted me mostrará y me enseñará
todas las cosas y todas las regiones que yo pueda conocer, y no volveré a
hacerle exigencias de esta clase. Una pregunta sí tengo para hacerle y que creo
me pueda contestar: Cómo me dijo en otra ocasión que aquí se llevaba una
anotación de todo lo que pasaba en los planos, qué hacen con ella?
El Guía.—Se la llevan al Ordenador.
Estrella.—Y es que acaso el Ordenador no conoce esos apuntes de antemano?
El Guía.—Sí, los conoce, porque El sabe todo lo que pasa, pero quiere que se
los lleven.
Estrella.—Y quién es el encargado de esa misión.
El Guía. — Por ahora, me corresponde a mi.
Estrella.—Naturalmente eso tendrá que hacerlo todos los días, no?
El Guía.—Cada vez que llega el tiempo ordenado para eso.
Estrella, viendo que el Guía no quiere contestar categóricamente a su última
pregunta, varía de asunto. Pide informes si el apuntador del Blanco y los
espíritus que forman el Consejo Supremo son permanentes.
El Guía. —Cuando uno de esos espíritus que desempeñan las funciones de
miembros del Supremo Consejo o de apuntador, han cumplido su evolución
en este plano, inmediatamente reciben aviso del Ordenador para trasladarse a
las regiones superiores. Por ejemplo: el apuntador que usted conoció la pri-
mera vez que vino a este sitio no es el mismo que ve hoy. Ese se encuentra
ahora en el lugar donde yo resido.
El tema sobre el paso de los planos trae a la mente de Estrella el recuerdo del
gris pálido a quien ella ha estado preparando para el paso al Azul. Cuándo se
cumplirá esa evolución? Quién sabe! Esas órdenes vienen siempre de un
modo inexplicable para ella, obedeciendo a una norma que se escapa a su
conocimiento. A veces se le han antojado como muy rápidas, en otras
ocasiones, como en esta, tiene la sensación de que se demoran demasiado. Y

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

llevada poco a poco por tales meditaciones, resolvió Preguntar al Guía si esa
doctrina que él estaba enseñando era la única verdadera.
El Guía.- Lo que le estoy enseñando solamente dice lo que es y nada más.
Estrella.- Pero en la Tierra hay gentes que toman todas las enseñanzas a mal.
El Guía.- Eso es ahora pero llegará un momento en la historia de sus vidas
futuras, en que la tomaran a bien. La verdad es para todos y a todos llega
oportunamente en la proporción necesaria.
Estrella.- Y cuál cree Nuestro Guía el procedimiento más eficaz para darles, a
esos que se niegan a creer en esto, una demostración más convincente. ?
El Guía.- Esos procedimientos no se pueden fijar. Ellos deben tener por base
el desarrollo de la mente de cada espíritu, y ese desarrollo no es igual para
todos ni sigue el mismo camino, de tal manera que para los encarnados sería
imposible darles una ruta.
Estrella.- Entonces. Qué se debe hacer para que evolucionen pronto?
El Guía.- Procurar que todo en la vida sea bueno, para provecho de todos.
Estrella no sospecha, al recibir esta respuesta, la dificulta que entraña su
correcta comprensión. No sabe que cada acto, cada pensamiento humano,
cada deseo, puede contener distinto aspecto de bondad que, siéndolo para uno
no lo sea para todos y que, en consecuencia, se necesita una visión aguda de la
conciencia para obrar siempre bien.
Estrella.- Y si un espíritu que encarna de azul cumple con lo que le está
ordenado en esa vida, al desencarnar puede haber pasado ya al Plano Blanco?
El Guía. El caso que usted me consulta puede ocurrir perfectamente, pero es
muy escaso.
Estrella.— Me parece que no voy a comprender bien por más preguntas que
haga, este asunto de la ley de la evolución.
El Guía.—Evidentemente, no podrá usted llegar todavía a ese conocimiento
completo porque, siendo una ley, caben en ella todos los espíritus que actúan y
se perfeccionan en los distintos planos, conforme a sus aptitudes, su carácter,
sus predilecciones. Vista desde los planos superiores, esa ley actúa como si
para cada entidad espiritual no existieran las diferencias que acabo de
enumerarle, pero vista esa misma ley desde el plano físico, parece como si
fuera una especial para cada entidad. La unidad de la ley hay que mirarla desde
muy alto.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.—Yo quisiera como una torre inmensa, parecida a la que hay en todos
los planos pero desde la cual se divisaran a la vez desde el Oscuro hasta el
Blanco, con todos los espíritus que los habitan. Qué bello sería ese
espectáculo!
El Guía.—Esa torre con que usted sueña existe en el sitio donde yo resido.
Estrella.—Bueno: como yo sé que todavía no puedo ir a ver esa torre, quedo
satisfecha con saber a lo menos que existe y que algún día podré mirarla desde
ella los planos de evolución.
El Guía.—Y no tiene nada más para preguntar?
Estrella. — Sí, como no; tengo una pregunta muy importante sobre este tema
inagotable de la evolución: Cuando uno sabe que ha obrado erradamente.
Cómo la conciencia misma se lo indica, qué debe hacer para borrar ese error?
Los que creen en las enseñanzas de las religiones tienen una ceremonia, un
rito, sometiéndose al cual el error se disipa y el espíritu queda listo para
continuar su camino. Pero nosotros, para quienes esos ritos no tienen valor
positivo puesto que sabemos que ellos no equilibran la balanza de la justicia,
qué debemos hacer?
El Guía.—La misma conciencia, que no es otra cosa que el espíritu, apunta el
mal y señala el remedio, si se le escucha con atención.
Estrella— Muy bien. De acuerdo con eso que acaba de explicarme, nosotros,
los que escuchamos estas enseñanzas suyas y todos aquellos que luego las
conozcan y conozcan también el objeto y el origen de esa voz interior,
estaremos orientados. Pero todos aquellos que creen firmemente en que,
cumplidos los ritos que señala su religión para la remisión de las faltas y no
saben que, sin corregirlas en verdad, no avanzan, esos qué fin tienen?
El Guía.- Como todos tienen esa secreta voz que a pesar de los ritos religiosos
sigue reprochándoles sus continuas reincidencias en el error, si no la escuchan
allá en la Tierra, vendrán a escucharla aquí en el astral.
Mientras le daba estas explicaciones, Estrella sin notarlo, del Guía, y al buscarlo
para volver a su lado, se extraña de que el periespíritu de él brille de un modo
tan intenso que casi ciega su mirada espiritual. La médium trata
inmediatamente de averiguar el origen de este fenómeno tan sorprendente,
pero su instructor se coloca de nuevo a su lado negándose a darle
explicaciones y ordenándole que bajen inmediatamente al Plano Gris.
Una vez en el plano de los grises, el Guía desaparece de su lado y el discípulo
de Estrella se le acerca con ánimo de recibir sus lecciones.

Blas Hernández O.
172
La Ciudad de Dios

Estrella.- Lo veo llegar con buena cantidad de alegría, lo que me prueba que ha
trabajado mucho y con éxito. También supongo que muchas cosas tendrá para
relatarme.
El Gris.- Cosas nuevas, muy pocas. La reencarnación de dos grises medios,
por lo pronto.
Estrella.- Y supo usted por qué causa fueron enviados al plano físico esos dos
espíritus?
El Gris.- Porque, a pesar de la orden sabida por todos, pretendieron acercarse
al Consejo sin ser llamados.
Estrella.- Pero usted, cuando se dio cuenta de que ellos iban a desobedecer la
orden, por qué no les advirtió las consecuencias que este acto les traería?
El Gris.- Ellos debían saberlas, como las sabemos todos los espíritus que
habitamos el plano. Además, yo no recibí ninguna autorización para
intervenir.
Estrella.- Y cuando usted supo que esos grises medios debían reencarnar
inmediatamente, no sintió un poco de tristeza?
El Gris.- Recibimos todos la orden de permanecer impasibles.
Estrella.- Y si así como fueron dos nada más los sentenciados a reencarnar
hubieran sido todos los habitantes del plano, menos usted, hubiera
permanecido lo mismo?
El gris. —Exactamente lo mismo, si así me lo hubieran ordenado.
Estrella. —Bueno: y no tiene para contarme otra cosa además de esa? Tiene
usted poca crónica del astral!
El gris.—Precisamente tengo otra cosa muy importante para contarle, puesto
que se relaciona con usted: tengo orden de mostrarle por segunda vez el Plano
Inferior.
Estrella cree en un principio que, como aquí en la Tierra, en el astral también
se acostumbran las bromas y supone que este anuncio de mostrarle otra vez el
Plano Inferior es una de ellas; pero el gris se mantiene en lo dicho y le agrega
que deben ir inmediatamente para que él cumpla la orden conforme le fue
dada por los superiores.
Convencida ya de la seriedad del gris, Estrella lo signe hasta el sitio donde se
encuentra la gran puerta que separa los planos. Después de corta discusión
sobre quién de los dos debería descorrer el velo, lo hizo el gris, y ambos se
inclinaron para contemplar el mundo de los espíritus Oscuros.

Blas Hernández O.
173
La Ciudad de Dios

La impresión de angustia que los asistentes al Centro pudimos observar en el


rostro material de Estrella tradujo sobradamente el sentimiento de horror y de
miedo que, allá en las regiones astrales, acometía a su espíritu. La descripción
que hizo la médium del primer plano es absolutamente igual a la que dejamos
narrada en sesión anterior, con la única diferencia de que en esta segunda vez
llamó poderosamente su atención un espíritu que se hallaba materializado en
medio del plano. Por qué sucedía aquello? Al principio no se dio cuenta del
objeto de aquel fenómeno, pero luego, fijándose en el rostro del materializado,
que parecía mirarla, sintió toda la dolorosa intensidad de la prueba a que la
sometían. Sí, ella conocía a ese espíritu: era el de su hermano, un muchacho de
pocos años que se había suicidado siendo apenas un estudiante de primer año
de colegio. Cómo recordaba ahora esa tremenda escena. Y él estaba allí, en esa
región oscura y horrible!
Estrella. —No, corra usted esa cortina, no quiero, no puedo ver más este
espectáculo.
El gris —Quien probablemente recibió orden inmediata de cumplir los deseos
de la médium, corre el velo y se aparta de su lado porque el Guía viene ya en
auxilio de su discípula.
Estrella.- Nuestro Guía: cuánto he sufrido con lo que acabo de ver allá abajo! Si
usted hubiera sabido lo que iba a pasarme, seguramente no permite que ese
gris me mostrara el Plano Inferior.
El guía.- Lo sabía y se ha cumplido la orden. El espíritu que usted vio allá,
materializado, fue su hermano en esta encarnación, y a consecuencia de su
falta, no ha podido evolucionar. Ahora se le ha ordenado la reencarnación,
pero antes de que bajara al plano físico, se dispuso que esperara para que usted
le viera.
Estrella. - Cómo he sufrido, nuestro Guía! Por el adelanto de ese espíritu diera
yo todo lo que se me exigiera. Retrasaría mi evolución, la estancaría si fuera
preciso para que él avanzara, para que saliera pronto de ese estado en que se
encuentra.
El guía. - No hay necesidad de eso. El tiene su camino como usted tiene el
suyo. Culpa es de él sino ha progresado y nadie puede hacer en su lugar el
trabajo del desarrollo de la conciencia que a él le toca. Peno no se impresione
más. Recuerde que todos hemos pasado por ese plano y ya estamos lejos de él,
mañana, él saldrá también mientras otros llegan y otros se quedan todavía por
algún tiempo. Es la ley y se cumple.

Blas Hernández O.
174
La Ciudad de Dios

Estrella.-- Y qué se hicieron todas las oraciones de mi madre, todos sus


sacrificios, todas sus lágrimas por ese espíritu? Pidió a Dios por él toda la vida
y creyó en su redención sin sospechar nunca lo que he visto yo.
El guía.- Las oraciones, los sacrificios y las lágrimas de su madre por ese
espíritu no fueron perdidas, Estrella; ellas fluyeron sobre él en forma de
esperanzas y gracias a eso, él meditó mas pronto, él deseó y esperó esa
reencarnación que hoy le llega y que es la puerta que se le abre nuevamente
para su perfeccionamiento. Los frutos del amor nunca se pierden, siempre
refluyen del seno de Dios a donde van convertidos en amor. Desde el tosco
altar del salvaje hasta el lujoso altar de la más hermosa catedral de la Tierra, en
todos los idiomas y en todos los ritos, la oración del amor va al seno del
Inmenso Amor y de allí regresa. Centuplicada, sobre la humanidad, sobre el
universo.
Estrella.— Usted siempre me convence, nuestro Guía. Sus pensamientos, al
Negar a m conciencia, la iluminan y la fortalecen. Y ese espíritu, dónde reen-
carnará?
El Guía.—Voy a decirle el sitio de la Tierra a donde va, pero es para usted
sola.
Evidentemente, guardó Estrella su secreto. Abajo, en el salón de sesiones, su
materia apenas ponderó la lejanía del lugar, como para testimonio de que el
Guía había cumplido su promesa de revelación, y ningún esfuerzo fue
bastante, una vez en vigilia la médium, para hacerla recordar este incidente.
Confortada ya por los consuelos del Guía, cíe la dora prueba a que se te había
sometido, este se retira de su lado para que el gris pálido vuelva a reanudar
charla con la médium, como inmediatamente lo hace.
Estrella. — Me parece que, después del espectáculo que me ha dado, poco le
quedará ya de interés para revelarme.
El gris.—Sí, como no; tengo para contarle que, mientras usted hablaba con su
Guía, han encarnado muchos grises oscuros.
Estrella.—Muy bien; y mientras unos reencarnan y otros cambian de grado,
usted permanece en su sitio como sí se le hubiera cortado de repente el
camino.
El gris. — Pero si ya he llegado al color más desteñido y por consiguiente nada
me queda por ganar en este sitio. Imagino que todos los trabajos que he
realizado ahora no tienen más objeto que el de prepararme para ir a otro lugar.

Blas Hernández O.
175
La Ciudad de Dios

Estrella. — Ah! Entonces usted tiene esperanzas de ir a otro sitio? Y cómo va


a realizar ese paso? Tiene usted seguridad de que ese otro sitio existe?
El gris.—Tengo una gran confianza, o mejor, una gran certeza de que más allá
de aquí hay otros sitios donde se puede progresar más y más. No sé como
serán esos sitios, dónde quedan ni qué hay en ellos, pero se que algún día he
de conocerlos y de habitarlos. No se usted que si no existiera un más allá, a mi
deseo de progreso no tendría ya razón de ser? Me ayudara usted a realizar ese
viaje más lejos?
Estrella.--El camino debe buscarlo usted, y ese debe ser su trabajo. Recuerde
que otro espíritu debe ocupar su puesto y no veo por ninguna parte al gris
medio a quien le hayan ordenado ascender. Usted sabe de alguno que esté listo
para pasar a su grado?
El gris.--No; no conozco orden alguna que hayan dado los superiores y que me
indique cuál de los grises medios haya de reemplazarme. Imagino, si que quien
haya de reemplazarme es un gris pálido que debe estar todavía encarnado.
Esa respuesta me da a entender que esta usted informado de lo que parecía en
un principio. Probablemente las cosas pasarán como usted las ha pensado. Lo
que sí ignoro es quién irá por ese gris pálido al plano físico, pero ya me lo
contará usted cuando yo vuelva.
El gris.--Pero se va usted? No lo haga. Espere a que esto se resuelva.
Ayúdeme!
Estrella.--Es inútil que insista en demorarme. Así como usted tiene su Consejo
que le ordena, yo tengo también quien me mande, y ya me ha llegado la orden
de que nos separemos.
El gris comprende la inutilidad de sus súplicas, se separa de Estrella y el Guía
aparece de nuevo a su lado para comunicarle que deben bajar inmediatamente
al plano físico en busca del gris pálido que va a desencarnar.
En su viaje de descenso no tienen que ir muy lejos de la ciudad donde
funciona el Centro.
Estrella describe los alrededores; ve a lo lejos las luces rojas de algunos
restaurantes donde los trasnochadores se divierten; a los oídos de su espíritu
llegan dispersos, los ecos de las músicas sensuales y el estrépito de los
bocinazos de los automóviles que cruzan las avenidas con sus faroles
encendidos como pupilos de animales fantásticos. Y aquella visión se
desvanece y sigue el llano solitario.

Blas Hernández O.
176
La Ciudad de Dios

A poco, el Guía le indica una lucecita que parpadea débil, entre la oscuridad.
Descienden. Es una choza de campesinos pobres. Una vela de sebo pende de
la pared ahumada. La pieza, estrecha, no tiene más piso que el de la tierra
dura. Y sobre este piso y en una estera sucia, yace un pequeñito que se re-
tuerce víctima de ataques extraños.
El Guía le explica que el niño se muere a consecuencia de unos parásitos del
estómago.
Una mujer, que sabe Estrella es la madre del moribundo, va de un lado a otro
de la estancia en actitud de desesperación.
Alrededor de la estera donde descansa el enfermo se ven otros pequeños que
deben ser sus hermanos. Dónde estará el padre del pequeño?
El Guía informa a Estrella que ha salido a la ciudad en busca de remedios, pero
que llegará tarde.
Efectivamente, la médium empieza a ver cómo de entre aquél cuerpecito
diminuto empieza a desprenderse, a brotar un espíritu gris pálido, y se extraña
de que tenga el mismo tamaño de todos los que ella conoce.
La madre comprende, por intuición, que el hijo se le va; apresuradamente sale
a la puerta de su cabaña y grita a otra mujer. Es la madrina de bautismo del
moribundo. Es costumbre entre los campesinos de esas regiones que, en
ausencia del padre, es ella la que debe reemplazarlo en la bendición.
La mujer llamada no tarda en presentarse, e informada inmediatamente de la
situación, cumple con su cometido serenamente, con actitud de religioso
respeto.
La escena no dura más para la médium porque el espíritu, llamado por el Guía,
ha abandonado ya totalmente la materia, y los tres regresan rápidamente al
astral.
En el Plano Blanco ocurren las cosas como se ha narrado en otras sesiones. El
gris pálido es recibido en el seno del Supremo Consejo, y luego de escuchadas
las órdenes y saturado de las emanaciones superiores que han de ayudarle al
desarrollo de su conciencia en el plano correspondiente. es entregado
nuevamente al poder de sus conductores, quienes descienden con él al Plano
Gris. Allí el apuntador cumple sus deberes y el recién desencarnado va con
sus compañeros de color a recorrer el plano y a escuchar de ellos las primeras
explicaciones que deben orientarlo y despertarlo de su letargo.
Mientras el nuevo gris medio se deja conducir por sus hermanos que lo
adoctrinan, Estrella busca al pálido para continuar con el su enseñanza.

Blas Hernández O.
177
La Ciudad de Dios

No estaba muy lejos. Una vez a su lado, hablan sobre los cambios efectuados
en el plano. Estrella su quiere saber si su discípulo se ha enfriado un poco en
las aspiraciones de evolución que lo atormentaban, pero apenas tocado el
asunto, se convence de que aquel espíritu continúa firme en sus propósitos de
avanzar y seguro de que, tarde o temprano, logrará sus anhelos.
Por indicaciones recibidas del Guía sabe la médium de que es llegado el
momento de que aquel gris pálido cambie de plano, pero aguarda que el
anuncio se realice por medio de una orden del Consejo a ese respecto.
El gris.--Mientras usted me hablaba ahora, he recibido una orden del Consejo
que voy a comunicársela: me han dicho que no debo permanecer por mas
tiempo en la evolución que ahora tengo.
Estrella.--Lo que quiere decir que su color habrá de cambiar también, puesto
que el que actualmente tiene usted pertenece al grado que va a abandonar. Y si
esa es la orden y si tanto la estaba deseando, por qué no obra
inmediatamente?
El gris queda vacilante unos cuantos segundos. Al fin manifiesta a Estrella que,
a pesar de sus grandes deseos, no se le ocurre cómo puede dar él cum-
plimiento a la orden del Consejo.
Estrella.--Mientras a usted se le aclara un poco la mente y halla por sí mismo la
solución del enigma, vamos a pasear por un sitio del plano que de seguro no
conoce a pesar de haber habitado aquí tanto tiempo.
La médium conduce a su compañero al sitio donde se reciben las vibraciones
especiales del plano superior, sitio al cual le esta prohibido acercarse a todo el
que no sea llamado expresamente. Según las descripciones fragmentarias
hechas en pasadas sesiones, ese sitio tiene, en todos los planos de evolución,
una luminosidad mayor que cualquiera otra parte del plano, y desde allí se
alcanza a comprender la salida para los planos más evolucionados.
El gris, que ha seguido en silencio todas las indicaciones de Estrella, manifiesta
su asombro por aquel sitio e inmediatamente propone a su compañero que lo
conduzca por ese como camino luminoso que desde allí se desprende, camino
que—a él se le acaba de ocurrir -, debe conducirlos hasta el plano a donde ha
sido llamado.
Estrella.—Exactamente como usted lo ha supuesto, ese camino luminoso
conduce al plano que debe ser su residencia, conforme a la orden del Consejo.
Y para que usted cumpla esa orden, voy a ayudarle. Todo su trabajo consiste
en tener voluntad firme de subir y seguirme.

Blas Hernández O.
178
La Ciudad de Dios

Conforme a las indicaciones de la médium procede el gris, y ambos,


acompañados invisiblemente por el Guía, suben al Plano Azul.
Estrella hace, respecto a la mutación de color de su compañero, las mismas
observaciones que en casos análogos quedaron relatadas en actas anteriores.
Aquella modificación se hace sin violencias, sin que el mismo espíritu se
aperciba. Sólo hay, al parecer, un cambio de tonalidad vibratoria en las partícu-
las de materia astral que forman el periespíritu, sintonizándose poco a poco, a
medida que avanza hacia el plano de su destino, con las vibraciones
correspondientes al primer grado de evolución de dicho plano. Esta sensación
que produce el cambio vibratorio es indudablemente de una creciente y suave
alegría.
Una vez los tres viajeros en el Plano Azul, el nuevo oscuro, después de ser
inscrito por el apuntador, pasa a poder de sus compañeros de grado y se
entrega por completo a las primeras lecciones de entrenamiento que éstos le
dan para que forme el norte o base de su nueva vida.
No tenemos, los asistentes al Centro, noticia detallada de qué especie serán las
instrucciones que sus compañeros den a los recién venidos a un plano; pero si
el lector está atento al espíritu de las enseñanzas aquí dictadas, su intuición
puede llevarlo a las mismas conclusiones que vamos a exponer y que, en todo
caso, queremos sean consideradas como tales por él.
Los espíritus pertenecientes a cada grado de los planos de evolución reciben a
los desencarnados del mismo plano o a los que hagan su paso desde el astral
inmediato y les enseñan la manera de dirigir su voluntad para obtener /a
traslación a los distintos puntos de ese plano, les hacen breves explicaciones de
la manera como debe contemplar el espíritu las cosas allí existentes, su objeto y
la manera de usar de ellas.
También se concretarán estas primeras instrucciones a despertar en el neófito
astral la conciencia para el nuevo lenguaje, donde el pensamiento sólo tiene
por expresión su mismo ser, es decir, las vibraciones que su misión, desde los
planos indescriptibles del espíritu puro, despierta en la santísima materia astral.
Forman parte, asimismo, de estas primeras instrucciones las maneras de
obedecer las leyes principales de gobierno del plano, trasmitidas por medio
del Consejo respectivo.
Estas son a la manera de ver de la intuición de los que asistimos a las sesiones,
las enseñanzas a las que nos venimos refiriendo, y que—insistimos—se
desprenden lógicamente de la lectura de las actas, sí se atiende, como es
debido, no simplemente a la letra, sino al espíritu de la letra.

Blas Hernández O.
179
La Ciudad de Dios

Una vez que el nuevo azul se ha separado de su lado, Estrella consulta al Guía
si con motivo de la llegada del gris pálido, no pasará un azul oscuro al grado
medio. Este le manifiesta que aquel cambio es necesario en el caso, como ella
lo supuso, y le indica que el azul oscuro a quien venía ayudando desde hacía
algún tiempo es el designado por los espíritus superiores para ocupar puesto
entre los azules medios y por consiguiente puede proceder a entrevistarse con
ese espíritu para trasmitirle la orden que acaba de conocer.
Incumplimiento del consejo del Guía, Estrella va a buscar a su amigo el azul; al
encontrarlo, le pregunta si él desea progresar en el plano.
El azul—Naturalmente. Qué otro objeto tiene en su existencia cada uno de
nosotros que pueda ser mas importante que eso de progresar? A cada instante,
en el trabajo y en el descanso, ese pensamiento me domina. Pero sé que no
debo impacientarme por alcanzar otro grado, puesto que los espíritus supe-
riores que todo lo ven y todo lo conocen, nos avisan a tiempo cuando hemos
alcanzado, por el mérito de nuestros esfuerzos, un nuevo grado. Así, pues, me
he concretado a laborar, a estudiar y a desear.
Estrella.—No son malas las cosas que usted piensa así como usted está
obrando va bien. Pero quisiera saber si tiene siquiera intuiciones de que se
aproxime un cambio de su espíritu. Me parece que lleva ya mucho tiempo en
ese grado que tiene.
El azul—No puedo explicarle a usted si las intuiciones de que me habla son
las que he tenido hace poco, cada vez que la veo acercárseme y hablarme de
evolución, tengo una esperanza más viva, una emoción que no es muy común
y que me hace creer que algo nuevo va a llegar para mí, y que eso me lo trae
usted. Pero luego, usted se va, no sé para dónde, sin decirme nada de lo que
espero.
Estrella.—Es verdad; mis venidas a este plano tienen por objeto traerle la
noticia del cambio que espera, pero hasta hoy no he tenido orden ninguna
para eso, lo que prueba que usted no ha llenado la capacidad de mérito que se
necesita.
El azul.—Quisiera seguir hablando con usted, pero acabo de ser llamado por
el Consejo y debo ocurrir inmediatamente. Espera a que regrese?
Estrella. — Tenga cuidado, no vaya a ser que su deseo por recibir la orden de
evolución cumplida le haya hecho nacer la ilusión de que lo llaman del
Consejo.
El azul.—No; he percibido bien las vibraciones del llamamiento. Voy y vuelvo
enseguida.

Blas Hernández O.
180
La Ciudad de Dios

Estrella espera el regreso de su compañero. Ella sabe. porque así se lo ha


revelado su Guía, que a este espíritu le ha llegado el momento tan esperado de
su ascenso. Y siente intensa alegría por tal suceso. Desde que sus cualidades
mentales encontraron campo abierto en los planos astrales para desarrollarse,
nota que sus sentimientos han encontrado mas lejanas y sutiles
manifestaciones de expresión que solo tienen allí porque, una vez vuelto su yo
a la materia del plano físico, esas radiaciones parecen como si cayeran en
prisión y solo por un vago anhelo pueden atestiguar su permanencia. Tal era
por ejemplo, el caso de ese sentimiento de franca alegría por el bien de que iba
a disfrutar su compañero el azul oscuro, pasando al medio, alegría ajena a todo
egoísmo, alegría pura.
El azul oscuro no demoro en volver. Irradiaba contento de todo él. Le refirió
a Estrella que su intuición no se había equivocado puesto que el Consejo
acababa de notificarle su paso al azul medio y su residencia, desde ahora, en el
seno del Consejo.
Y como quien ha cumplido todos los deberes que lo ligan con su compañero,
el azul medio se va a ocupar su puesto, a tiempo que Estrella ve junto a ella al
Guía, quien le avisa que debe pasar inmediatamente al plano blanco.
Al llegar al plano superior nota Estrella que el periespíritu de su Guía brilla con
la misma intensidad cegadora que ya había visto en otra ocasión.
Estrella. —Que bella tonalidad es la de su espíritu! Todos allá en el sitio donde
usted reside, son así?
El guía.--Ese color que tanto la asombra a usted es blanco.
Estrella. — Sí, blanco, pero lleno de una luz que los habitantes de este plano
no muestran todavía. Por qué no me lleva donde usted vive para mirar a todos
sus compañeros? Cómo brillará ese plano y cómo se verán todas las cosas que
haya en él!
El guía.--No es tiempo todavía de que usted vaya a esas regiones; ya se lo he
manifestado muchas veces. Hay necesidad de esperar con paciencia siempre,
sin violencias, a que llegue la hora de realizar todas las aspiraciones.
Estrella. — Pites si no se me permite todavía ir allá, por qué no sube y baja
usted a ese sitio para que yo le vea?
El Guía.—Porque por ahora tengo mucho qué hacer a su lado.
Estrella.—Entonces quisiera que bajara alguno de los blancos que hayan subido
allá.

Blas Hernández O.
181
La Ciudad de Dios

El Guía.—Eso si puede ser. Fíjese usted que uno de ellos va a venirse de las
regiones superiores.
Conforme al aviso del Guía, Estrella observa que uno de los blancos desciende
desde las alturas en busca de su plano. y hace de este espectáculo un motivo
de grandes exclamaciones.
Una vez que la médium se ha saturado ya de las vibraciones superiores del
Plano Blanco y se le han borrado, por consiguiente, las sensaciones un poco
penosas de sus trabajos en los planos inferiores de evolución, el Guía le
anuncia que es hora muy avanzada de la noche y que, por consiguiente, deben
bajar al salón de sesiones. Y así lo hacen.
Reintegrado el espíritu de Estrella a su cuerpo físico, el Guía propone a los
asistentes del Centro que le expongan los asuntos particulares que tengan para
consultarle, los contesta uno por uno y luego, después de dar instrucciones al
evocador sobre la manera de despertar a la médium, se retira citando día y
hora para la próxima sesión.

Blas Hernández O.
182
La Ciudad de Dios

SESION 12

Estrella a varias evoluciones en el Plano Azul.


Desencarna un azul medio.
Estrella pasa del grado azul pálido a blanco.

U na vez reunidos en la sala de sesiones a la hora indicada por el Guía,


Estrella quiere narrarnos algún sueño especial que ha tenido la noche
anterior y que recuerda perfectamente, pero nosotros le exigimos
que solo nos haga tal relato cuando el Guía se halle frente a ella para que, una
vez conocido, él nos dé la explicación de lo que tal sueño signifique.
A poco de sumida la médium en el sueño hipnótico, anuncia que va a
desvanecer el Guía; algunos instantes después nos da a los asistentes el saludo
de costumbre. Luego, según afirmación de Estrella, se dedica a mirarla
detenidamente, y al mostrarse ella extrañada por tal actitud, el Guía le explica
que estaba entretenido contemplando muchas cosas que ella va a contarle.
Estrella. —Sí, es verdad, nuestro Guía. Anoche como no hubo sesión, resolví
acostarme temprano; mi vista se extendió mas allá del techo de la habitación,
como si este no existiera. Veía las nubes y más allá de las nubes; a una
distancia incalculable, sorprendí la forma blanca de un espíritu que descendía.
En un principio creí que era usted, pero luego, cuando esa figura descendió
hasta pocos pies de altura de mi cama, comprendí que estaba equivocada.
Sin embargo, la evolución de ese espíritu borró de mí toda preocupación; me
sentí alegre por la buena compañía que se me otorgaba y que la entidad me
hablara. Pero no fue así, permaneció muda a mi lado y poco a poco se fue
apoderando de mi materia la laxitud precursora del sueño.
No se si me dormí a los pocos minutos. Lo único que se definitivamente es
que no transcurrió mucho rato sin que me viera, en compañía de aquel blanco,
volando por lejanos paisajes que en mi vida humana he visto nunca.
Nuestro viaje debió durar bastante tiempo, pero la noción de la distancia
quedó muy confusa en mi memoria, y aún ahora, separada de mi materia, no
tengo conciencia de ella.
De repente, me vi de pie sobre una inmensa roca, altísima. Abajo hacía un
ruido espantoso y arriba una oscuridad impenetrable que se rasgaba repenti-
namente con intervalos bastante seguidos por gruesas franjas de luz muy viva
que aparecían y se borraban inmediatamente corno si fueran tragadas por
aquella oscuridad. Esas luces se hicieron para mi cada vez más distintas;

Blas Hernández O.
183
La Ciudad de Dios

comprendí que las producían relámpagos de extraordinaria intensidad. Estaba,


pues, presenciando una gran tempestad.
Luego quise averiguar la causa de aquel sordo rumor que sentía a mis pies, y a
la luz de uno de esos relámpagos vi, allá en el fondo, grandes mazas de agua
que se levantaban y venían casi todas a Estrellarse contra la roca sobre la cual
estaba yo parada, También alcancé a distinguir algo parecido a un buque, y en
medio del fragor de los truenos y del ruido de las olas llegaron hasta mí como
gritos de angustia.
Aquella tempestad, como no he visto ninguna en mi vida actual, continuó en
creciendo; a poco rato empecé a distinguir, a la luz de las descargas eléctricas,
las figuras blancas de muchos espíritus que bajaban de lo alto hasta la
profundidad de las olas.
EL Guía.—El relato que acaba de hacerme es el de una tempestad en el mar
que usted presenció. Aquel compañero blanco tenía que desempeñar alguna
comisión con los espíritus que estaban desencarnando—los tripulantes y
pasajeros de ese buque—y para cumplirla y acompañarla a usted, la llevó para
que’ presenciara la escena desde la cumbre de una roca.
Estrella.—’Sí. ahora recuerdo que el espíritu que iba conmigo me abandonó, y
cuando iba a sentirme asustada por la soledad en que quedaba, noté con
sorpresa que junto a mí se encontraban dos amiguitas mías. Entonces se
disipó mi miedo y me concreté a mirar lo que pasaba, pero sin explicármelo
suficientemente.

Tampoco recuerdo como regresamos de aquel sitio, pues a poco era ya de


mañana y yo despertaba tranquilamente en mi cama.
El Guía.--las dos amiguitas que usted vio a su lado fueron dos proyecciones
que produjo el espíritu de su compañero para alejar de usted todo temor por
la soledad. En realidad, ellas no estuvieron con usted.
Terminada esta explicación, el evocador consulta al Guía sobre la asistencia a
la próxima sesión de dos amigos suyos que tienen deseos de conocer las
experiencias de espiritismo que se practican en el Centro, y el Guía una vez
nombrados los solicitantes, solo objeta a uno de ellos, agregando que este
debe esperar un poco mas para que su deseo se acreciente y sea mayor el fruto
que saque de esos experimentos y de las enseñanzas que escuche. Agrega que
cuando sea tiempo, él dará la correspondiente autorización. En cuanto a los
otros, autoriza para que se les lleve a la sesión venidera.
Como no hubiera otros asuntos para tratar inmediatamente en el plano físico,
el Guía y la médium emprenden su acostumbrado viaje al astral. Van
directamente al Plano Blanco, donde solo permanecen algunos momentos,
sin que allí se hable cosa de que deba quedar constancia en el acta; luego, a
invitación del Guía, descienden al plano azul.

Blas Hernández O.
184
La Ciudad de Dios

Una vez en este plano Estrella da cuenta de que su instructor la ha abandonado


porque tiene necesidad de ir a llevar las noticias sobre la marcha de las labores
de evolución al Ordenador, noticias que recibió sin que ella se diera cuenta, en
los pocos momentos que permanecieron en el plano blanco.
Una vez sola Estrella se le acerca el azul medio con quien ha trabajado en las
sesiones anteriores. Por la actitud comprende la médium que viene en busca
de sus enseñanzas y sin demora comienza la labor.
Estrella.--Usted tan silencioso, tan ensimismado, que estaba haciendo en este
plano durante mi ausencia? Por lo pronto me figuro que nada, pues si tuviera
alguna cosa interesante para relatarme, no se portaría con ese mutismo tan
especial.
El azul.—He trabajado, a qué negarle. Pero siempre me hace falta su ayuda.
Yo creo que usted. que tan bueno ha sido conmigo, me enseñará la manera de
progresar en el camino que me lleve al grado próximo de este plano.
Estrella.-- Muy cómodo es todo eso que usted dice. De manera que ya está
descansadito con esa ayuda que supone voy a prestarle, y que ella sola bastará
para que evolucione a otro grado. Aténgase a esas esperanzas, no trabaje y no
investigue por su cuenta, para que vea si es cierto que avanza. Yo ya he hecho
por usted todo lo que podía y lo que me había sido ordenado. Ahora quédale
por delante toco su esfuerzo. Sólo él, entiéndalo bien podrá llevarle a la
realización de sus esperanzas.
Iba a replicar alguna cosa el azul medio. Pero Estrella no le dio tiempo.
Acababa de pasar junto a ella un azul pálido que le interesó inmediatamente y
resolvió interrogarlo.
Estrella.—Para dónde va usted con ese aspecto de tristeza?
El azul pálido.—Voy a disponerme para encarnar otra vez.
Estrella.—Usted? Un azul pálido a reencarnar:
Yo creía que los que estaban en ese grado no necesitarían ya de esa prueba en
el plano físico.
El azul pálido no quiso responder a este asombro de Estrella. Siguió el camino
que llevaba, en su misma actitud de tristeza y de mal humor.
Pero el Guía, que acababa de regresar de su trabajo, resolvió el problema de
conciencia de su discípula apoyando la declaración del azul pálido y agre-
gándole que esa prueba la tenía tal espíritu porque era soberbio; no quería que
ninguno de los compañeros llegara al grado que él tenía actualmente.

Blas Hernández O.
185
La Ciudad de Dios

Aquella explicación era ya suficiente y Estrella dejó de pensar en aquel espíritu


que estaba preparándose a regresar a la Tierra, para ocuparse nuevamente del
azul medio que estaba a su lado, silencioso.
Estrella. —Volvamos con usted, compañero: conque quedarnos en que debía
trabajar por su cuenta para conseguir el avance, no? Qué ha resuelto?
El azul medio.--Lo que usted me dice: estoy dispuesto a trabajar, a realizar el
esfuerzo que debo hacer, pero no se me ocurre como ha de ocurrir esto. Yo
he obedecido todas las ordenes emanadas del consejo; he cumplido con todos
los trabajos que se me han impuesto y todo esto lo he hecho con alegría, con
amor por mis compañeros.
Mientras Estrella encuentra en su mente la respuesta que debe dar a las razones
de su discípulo, hay un silencio y el azul medio vuelve a hablar, pero esta vez
las vibraciones de su pensamiento, están impregnadas de grande emoción.
El azul pálido.--Sabe? En este momento acaban de llegarme las vibraciones de
una orden del Consejo. Se ha dispuesto que me acerque allá inmediatamente.
Para qué será?
Estrella.-- Eso no lo sabemos ni tu ni yo; lo único que hay definido es que si
usted recibió esa orden, debe cumplirla inmediatamente. Vaya y yo lo espero
aquí para saber, si se puede, de que se trata.
El azul medio se dirige al Consejo y a poco regresa. Es indescriptible su
alegría. Las ondas vibratorias de su pensamiento empapan a Estrella del
sentimiento de que están impregnadas.
El azul pálido.--Sabe usted para qué me llamaban? Ya no hay necesidad de
resolver la manera de trabajar para obtener el grado superior de este plano.
Mis labores pasadas eran suficientes para ello, puesto que la orden que acabo
de recibir es la de que me prepare para pasar al azul pálido y para integrar el
cuerpo del Consejo. Cómo decirle a usted lo que siento en estos instantes? Es
indescriptible.
Estrella.--Muy bien, y me alegro con toda su alegría. Pero, dígame: que va a
hacer usted en el Consejo, si no sabe como se trabaja allí?
El azul pálido.--Pues muy sencillo: cuando yo pertenezca ya al azul pálido y
me encuentre en la atmósfera de vibraciones en que vive el Consejo, sabré
inmediatamente, porque mi conciencia me lo dirá, todo lo que debo hacer y la
manera de realizarlo.
Estrella. -- Piensa usted muy acertadamente. Eso pasará conforme usted lo ha
supuesto y me parece que nuestra charla no debe prolongarse más. A usted lo

Blas Hernández O.
186
La Ciudad de Dios

necesitan en el Consejo y a mi me llama mi instructor, porque debemos ir a


realizar un trabajo muy importante que usted sabrá apenas pertenezca al
Consejo.
El azul medio no se ha dejado repetir la orden. Se va hacia su dichoso destino
y Estrella queda en compañía del Guía, quien acaba de reaparecer junto a ella.
El Guía.—Es tiempo ya de que vamos a recibir el azul medio que debe
desencarnar. Pero ante todo debemos bajar al salón de sesiones, donde han
algo por saber inmediatamente.
Apenas llegados al Centro, el Guía ordena al evocador que le dé a Estrella un
poco de agua. Estrella que escucha la orden, protesta enérgicamente. Para qué
le van a hacer tomar agua si ella no tiene sed?
El Guía.—Puede que usted no sienta ahora la sed, pero como vamos un poco
lejos, es necesario proporcionarle este recurso a su materia, que tiene
necesidad de él para realizar cumplidamente su trabajo. Las causas de esto no
son comprensibles ahora y por esta razón no las explico.
Cumplido la prescripción del Guía—a regañadientes por Estrella—los dos
espíritus emprenden su viaje hacia el sitio donde debe verificarse la desen-
carnación .
Es una carretera que se pierde en la lejanía del horizonte. Ancha, amarilla a la
luz de la luna, se ve transitada de trecho en trecho por automóviles y camiones
que pasan a velocidad vertiginosa.
Estrella—Hacia dónde vamos, nuestro Guiar Yo no conocía esta carretera.
El Guía—Vamos a una población cercana a Bogotá; esta es la carretera
central.
Estrella.—Allá veo ahora una población. Cómo se llama?
El Guía.—Se llama para usted Chiquinquirá, y a ella precisamente vamos.
A poco los dos espíritus se ciernen sobre la ciudad.
A Estrella le llama inmediatamente la atención el edificio de la catedral y el
conductor le propone que entren un momento allí para que la conozca. Así lo
hacen, pero Estrella advierte que en vez de entrar por la puerta lo han hecho
por uno de los ventanales del edificio, cerrado con cristales. Y una vez dentro
del templo, siente el fastidio de estar observándolo desde lo alto de su
techumbre.
Las descripciones que hace Estrella de la catedral concuerdan perfectamente
con la realidad del edificio. Pero no son muy largas esas observaciones, porque

Blas Hernández O.
187
La Ciudad de Dios

el Guía la saca de su entretenimiento anunciándole que deben trasladarse


cuanto antes al lecho de la persona que esta agonizando, porque es llegado el
momento de su desencarnación.
La casa a la cual se dirigen los enviados del astral se le parece a Estrella como
habitación para gente acaudalada, o por lo menos de posición bastante
holgada.
Van directamente a la pieza donde se encuentra el enfermo, Estrella se fija en
el lecho y describe, tendida en él, a una bella muchacha de poca edad. Tendrá,
según sus cálculos aproximadamente unos diecinueve años.
La enferma habla, pero sus palabras no llegan, comprensibles, al espíritu de la
médium, por mas que esta se esfuerce en conocerlos.
Sobre la cabecera de la cama esta la imagen de un santo de la religión católica.
Entra en la pieza de la enferma un hombre a quien reciben todos los
circunstantes con grandes muestras de aprecio. Es el médico, según
declaración que le hace el Guía a su discípula. Se acerca a la cabecera de la
enferma, la ausculta, le toma el pulso y mueve de un lado a otro la cabeza, con
desconsuelo. Su gesto, que todos los circunstantes expían, es poco consolador
y al ser interrogado por una señora- que es la madre de la enferma- declara que
evidentemente no puede garantizar la curación. La enfermedad se ha agravado
inusitadamente desde su última visita y aparecen complicaciones que muestran
el caso como definido fatalmente.
Mientras el médico formula tan trascendentales declaraciones, una sirvienta
aparece llevando una taza llena de líquido. Estrella quiere probar aquello antes
de que lo den a la enferma y como recibiera autorización del Guía para
hacerlo, dice que aquella agua tiene amargor insoportable. Y siente lastima por
la moribunda, a quien van a someter a esta prueba sin objeto.
Entre el grupo de personas que escuchan las declaraciones del médico hay un
joven en quien repara Estrella. Tiene rasgos que se parecen a los de la
moribunda y conjetura que es su hermano. Este joven propone que, siendo la
situación tan clara, deben ir inmediatamente por el sacerdote para que le
preste los auxilios espirituales, proposición que es secundada inmediatamente
por todos.
A poco regresa el joven acompañado del sacerdote. Antes de entrar a la pieza,
la madre interroga a la enferma si desea confesarse, y ella responde con un
gesto negativo. Tal actitud provoca la primera explosión de llanto de la madre.
La joven hace un esfuerzo enorme para hablar, quizá para explicar su actitud,
para consolar aquella desesperación pero es inútil. Ya no tiene fuerzas y sólo

Blas Hernández O.
188
La Ciudad de Dios

logra, en medio de una sonrisa amarga que apenas se le dibuja en los labios
descoloridos, hacer un signo de asentimiento. No quiere sembrar amargura en
los seres que le son queridos antes de abandonarlos.
Entra el sacerdote. Interroga a la enferma sobre la voluntad de confesarse,
pero ésta permanece inmóvil. Solamente sus ojos ya de mirada vaga, buscan
los rostros que rodean al ministro de la religión, como para grabarlos bien en
su memoria. Aquel girar de los ojos es interpretado como un signo de buena
voluntad; el sacerdote, con gran solemnidad, le imparte la absolución, ya que
la enferma no tiene voz para articular sus pecados y se ha valido, para expresar
su voluntad, de ese signo de aprobación de sus ojos.
Estrella, que ha comprendido todo el drama que se desarrolla ante su
inteligencia, pregunta al Guía por qué no se llevaron ese espíritu antes de
viniera el sacerdote, siendo así que en realidad no quería confesarse; pero este
le replica que era necesario dejar ese consuelo a los seres que se quedaban en
la tierra y creían firmemente en la eficacia de estas ceremonias.
Terminado el ritual del caso, el sacerdote se aleja del lecho de la enferma y
acercándose a la madre que llora desconsoladamente, pronuncia palabras de
alivio:
--"No llore usted, señora: su hija era una santa y dentro de poco estará
disfrutando de la alegría de los cielos".
Nuestro Guía –dice Estrella—me provoca poder hablar de modo que me
oyeran todos, y decirles verdaderamente a dónde va este espíritu, para que no
se engañen.
Pero el Guía reprime aquellos deseo de Estrella haciéndole ver que esos
consuelos alivian mucho el dolor humano y que Dios lo permite así en su gran
misericordia. Además, ¿cómo no van a compararse con alegrías celestiales –
según las entiendan aquí en la tierra la generalidad de los humanos—los goces
del espíritu en el Plano Azul?
La atención de Estrella, por mandato del Guía, se separa de la contemplación
del grupo dolorido para volverse al lecho de la enferma. Ya es tiempo de
invitar al espíritu para que abandone la materia.
Poco a poco, tenue como una nubecilla, el espíritu azul medio empieza a
brotar de entre los miembros del cuerpo exhausto. La médium comenta que
aquello es igual a lo que hace ella misma cuando se duerme con el sueño
hipnótico para verificar la sesión.
Estrella. – Y apenas acabe de salir, quién lo recibe?

Blas Hernández O.
189
La Ciudad de Dios

El Guía.—Recíbalo usted, y yo los acompañaré a los dos.


Mientras el espíritu acaba de abandonar la materia, Estrella vuelve la atención a
la escena que se desarrolla junto al lecho de muerte. Aquello le parece
espantoso. Todos se han dado cuenta de la gravedad del instante y sin
comprender la trascendencia de los actos que ejecutan, gritan y se desesperan.
Y a la conciencia de la enferma, todavía integrada al cuerpo, llega el eco de
aquel dolor que se suma a las fuerzas que su materia realiza para retener el
vuelo del espíritu.
Adoctrinada por su instructor, Estrella intensifica los llamamientos al espíritu
hasta que éste se desprende completamente. Como huella de aquel esfuerzo,
varias lágrimas, las últimas de aquella forma humana, brotan de los ojos de la
joven y ruedan lentamente por las mejillas, ya inmóviles.
Es la materia—explica el Guía—que le tributa el último homenaje de amor a
su espíritu. Es ese el signo de un dolor agudo que ella siente por aquella
separación.
Ya el espíritu está libre, sostenido por los enviados del astral, sumido en una
especie de suave sueño. Y Estrella, antes de marcharse de aquel sitio donde
deja entregada a si misma a la humana tribulación, describe cómo los amigos
se llevan a la madre de la joven a otra pieza vecina, con el fin de separarla del
lecho donde descansa el cadáver. Luego relata cómo preparan rápidamente, en
una de las alcobas adyacentes, la cámara ardiente. En un instante han
desaparecido los objetos de lujo y el brillo dorado de las molduras de los
cuadros ha quedado borrado por los velos de gasa negra. Cómo se apresuran
— exclama Estrella—los humanos a ostentar su dolor ante amigos y extraños.
Es el hábito de las ceremonias, de los cultos, de los signos externos sin los
cuales parece que no puede existir para ellos la realidad de los sentimientos!
Pero el Guía no quiere que Estrella se detenga por más tiempo en este drama y
le ordena seguirlo al astral, donde esperan al desencarnado.
El viaje a las regiones superiores no presenta ninguna particularidad que lo
distinga de los ya relatados en este libro, referentes al mismo caso, como
tampoco agrega ni quita nada la descripción que Estrella hace de la escena en el
Consejo de los Blancos.
De las regiones superiores es conducido a su plano el recién desencarnado, y
luego de inscrito por el apuntador en su registro, se va con sus compañeros de
evolución, quienes se dedican a la labor de sintonizar las vibraciones de la
mente del nuevo hermano con las correspondientes del medio donde debe
actuar en adelante.

Blas Hernández O.
190
La Ciudad de Dios

Una vez transcurridas todas estas ceremonias, el Guía llama la atención de la


médium hacia el espíritu azul pálido que debe pasar al plano Blanco, y le
advierte que deben acompañarlo los dos en su ascenso.
Así lo hacen. El espíritu se halla listo. Ha recibido las ordenes conducentes en
el seno mismo del Consejo de los Azules, al cual pertenecía, y apenas llegan
sus acompañantes, los sigue en medio de ellos, por el camino luminoso que
lleva a las regiones de la luz Purísima. Este camino –observa Estrella—es el
mismo que ella transita con su Guía cada vez que va al plano superior, y agrega
que al revés de cuando el espíritu acaba de abandonar la materia, estos que
pasan de un plano a otro del mismo astral, aún cuando durante el viaje
permanecen mudos, se nota que conservan y aún amplían la claridad de su
conciencia.
Los compañeros del nuevo ungido de la luz estaban esperando al que había de
venir, y Estrella junto a ellos, rebosa de la misma alegría que los empapa. De
cada una de aquellas conciencias luminosas brota como un acorde de
indescriptible felicidad que baña al recién llegado, y como en los otros planos,
se lo llevan a reconocer aquellas regiones cuyas maravillas ninguna inteligencia
humana ha llegado hasta ahora a sospechar.
Estrella, viendo que todos los blancos, en grupos animados, emprenden
camino en seguimiento de los que llevan al recién llegado hermano, propone
al Guía que ellos también se unan al cortejo para gozar de las sorpresas de
aquel paseo, pero esto no es posible. Todavía –le dice su instructor—no ha
terminado nuestra labor de esta noche. Usted debe regresar inmediatamente al
Plano Azul, donde el nuevo pálido que ingreso al Consejo tiene algo por
decirle.
En cumplimiento de la obligación que el Guía acaba de exponerle, y sin que
haya podido obtener de este siquiera un anticipo de lo que el azul del Consejo
tenga para decirle, bajan a dicho plano Estrella y el Guía.
Estrella.—Ya estamos, pues, nuestro Guía, en el sitio donde debemos
continuar trabajando; y como’ según sus advertencias, es el nuevo azul pálido
que está en el Consejo—a quien ayudé a evolucionar—el que tiene encargo de
hablarme, se me ocurre que debo ir a buscarlo allá, al sitio mismo donde actúa.
Podré acercarme?
El Guía.—Sí; acérquese y hable con ese espíritu, que tiene para decirle una
cosa importante.
Estrella cumple inmediatamente la orden recibida; apenas se encuentra frente a
los miembros del Consejo, el azul pálido, su amigo, le dirige el pensamiento:

Blas Hernández O.
191
La Ciudad de Dios

El azul pálido.—Yo estoy muy agradecido de usted por toda la paciencia que
tuvo para darme sus lecciones? y aun cuando intuyo que su respuesta es de
que solamente se limitó conmigo a cumplir las disposiciones impartidas por
los superiores, su voluntad estuvo siempre lista para su cumplimiento. Por
eso, ahora, cuando sé que no volveremos a vernos con la misma frecuencia ni
de la misma manera, quiero pedirle que no me olvide.
Estrella se muestra asombrada de las cosas que le dice su amigo. Cómo! no
volverán a verse con la misma frecuencia ni de la misma manera, siendo así
que las enseñanzas del Guía durarán por algún tiempo más y que su espíritu es
también como el de su amigo, un azul pálido? Verdaderamente—le dice— no
se me alcanza el sentido de sus pensamientos.
El azul pálido. — Conozco bien el motivo de su extrañeza. Usted, es cierto,
seguirá viniendo a este plano; seguirá trabajando talvez por la evolución de
Muchos de mis compañeros, pero ya no será el mismo para mí. Algo nos va a
separar muy pronto.
Estrella.—Mientras más desea explicarse usted, más me confunde. Por qué
voy a cambiar? Mi afecto por usted será hoy lo mismo que Siempre; y cada vez
que un espíritu necesite de mi ayuda, allá iré a prestársela, siempre que los
espíritus superiores me lo permitan.
El azul pálido.—No puedo explicarme más.
Y el espíritu azul se sume nuevamente en las labores del Consejo como si
hubiera olvidado repentinamente la presencia del espíritu de Estrella. Esta,
sola, indecisa, regresa al lado de su Guía, el único que puede desvanecer sus
dudas e iluminar su mente.
El Guía.—Antes de que usted me hable, debo expresarle que todo lo que supo
del pensamiento de su amigo es la verdad. Usted ha llegado ya, en su
conocimiento a un grado que la capacita para cambiar de plano, y por eso el
azul pálido le decía que, aún cuando usted volviera a este lugar, ya no sería
igual para él. Efectivamente, de ahora en adelante los separaría la categoría
espiritual hasta que él alcance la suya.
Toda la turbación, toda la duda se trueca en el espíritu de Estrella en una
indescriptible radiación de alegría, que solo puede sentirse y apreciarse en los
planos astrales, libre el espíritu de las recias ataduras de la materia que como
pared espesa, lo separan de las emociones completas.
El Guía la mira con infinita ternura; silencioso, a su lado, deja pasar algunos
momentos aquel desbordar torrentoso del contento interior. . luego la lleva al
sitio donde esta el Graduante Astral y le dice: cuando llegue la hora de su

Blas Hernández O.
192
La Ciudad de Dios

paso al Plano Blanco, usted debe transitar otro camino distinto al que hemos
usado hasta ahora al que utilizó ese azul pálido que paso al Blanco estando
desencarnado. Usted debe pasar por esa como grieta que hay en la tonalidad
de ese cuadrante, en la parte que corresponde al pálido.
Para cerciorarse bien de su camino, Estrella observa el Graduante, y por
primera vez nota que en cada uno de los sectores correspondientes a los
distintos colores hay una especie de angosta grieta que es como la puerta de
entrada, la estrecha puerta de las iniciaciones a que se refieren los libros
sagrados de todas las religiones.
Ahora—continúa el Guía—mientras voy a esperarla al plano Blanco, sitúese
usted en el borde de esa grieta, o como quiera llamarla, y espere a que le llegue
la orden de pasar.
Estrella—Pero si esto es muy estrecho! Si no veo cómo podré pasar por ahí ni a
dónde puede seguir ese camino tan angosto que alcanzo a divisar.
El Guía. - No tema usted y obedezca mis indicaciones. Esa sensación de que
usted no podrá pasar por donde le he indicado, proviene de su materia. Es el
recuerdo del cuerpo material, los lazos que la mantienen unida al plano físico.
Obedezca y tenga la seguridad de que cuando le llegue la orden de pasar su
espíritu encontrará las posibilidades de hacerlo sin obstáculos.
El Guía desaparece del Plano Azul y Estrella queda en el sitio indicado. A poco
recibe la orden anhelada y pasa. Al llegar al Blanco, el Guía la espera con todos
los compañeros del plano para demostrarle su alegría.
Estrella.—Qué difícil me ha parecido ese paso. Sentí una cosa tan extraña,
dolorosa y alegre a la vez; algo como si el miedo y el valor se hubieran
mezclado en iguales proporciones en ese instante. Tuve la conciencia exacta
de que todavía mi espíritu está encarnado. Esa es la expresión verdadera de lo
que sentí, pero comprendo que si fuera a expresar esto mismo allá en la Tierra,
no me entenderían, porque en verdad esto sólo aquí se puede entender.
Al contrario de lo que Estrella había visto como sucedía con los espíritus que
pasaban al Blanco, a ella no la invitaron a pasear el plano, sino que sé li-
mitaron a saturarla de sus vibraciones de alegría, y cada uno de ellos volvió a
sus trabajos.
Antes de que la médium preguntara por la diferencia que acababa de notar
entre su recibimiento y los que ella conocía, su conductor le explicó que eso se
debía a dos causas: la primera, a que su espíritu estaba todavía encarnado y por
consiguiente el paseo estaba reservado para después, cuando se libertara de su
cuerpo material definitivamente; y la segunda, a que él estaba allí encargado de

Blas Hernández O.
193
La Ciudad de Dios

hacerle conocer, a medida de las necesidades lo que conviniera para la misión


que estaba desempeñando.
Esta explicación aclaró por completo el problema a Estrella quien ya no se
entretuvo mas en él, y como su Guía la invitara a sentarse un instante para
escuchar un poco de música con que iba a obsequiarla, lo hizo
inmediatamente asombrándose de que esta vez sí no sintiera aquella
imposibilidad de hacerlo, que la había torturado mucho en otra ocasión, y que
–el Guía le explico entonces—provenía de que su periespíritu no vibraba a la
tónica necesaria para usar la materia del plano de que estaban compuestos
aquellos como majestuosos sillones.
Unos cuantos minutos dura la audición musical que el Guía obsequia a su
discípula y que se traducen en momentos de indescriptible arrobamiento para
ella. Esa música que parece producida por los mismos instrumentos de la
música terrena, tiene tonalidades enteramente desconocidas para los humanos,
y sus vibraciones llenan el espíritu de una alegría tal, que jamas puede
compararse un segundo con todas las horas de gozo disfrutadas en la Tierra
durante muchos años de vida halagadora.
Pero la música no puede prolongarse mas. Es necesario que vayan a dar un
pequeño paseo por el plano.
Este paseo fue también una nueva sorpresa. Estrella observa que todas las
cosas se le parecen como nuevas. Las ve mejor, como si la luz se hubiera
intensificado milagrosamente en toda aquella extensión. Cómo se animan
ahora esas enormes, esas interminables arquerías como de palacio de sueños!
Cómo lucen cual chisporroteos de diamantes esas como magnolias de
dimensiones colosales que brotan en la juntura de los arcos en los adornos de
los capiteles de las columnas! Y las hojas y los tallos de esas famosas
enredaderas astrales que cuelgan como festones de arco en arco, que se riegan
por ciertos trechos del suelo del plano para formar milagrosos jardines, como
parecen vivir de la misma luz que se ve circular por sus tallos y sus redes
venosas, como si aquellos y estas fueran hechos de vidrio purísimo.
Estrella.—Nuestro Guía: todo lo que esta pasando ahora por mí, me llena de
asombro y no me atrevo a querer explicármelo porque me parece que, al
intentarlo, se desvanecería como un sueño. Todo esto. Que sé que he visto en
otras ocasiones en mis venidas aquí, se me muestra en una forma tan
iluminada. Tan nueva, que se me ocurre si no será lo anterior sólo una
proyección lejana de esta realidad de que ahora disfruto. Sería que usted
nuestro Guía, me había mostrado solamente esto desde lejos como si fuera en
medio de una ilusión?

Blas Hernández O.
194
La Ciudad de Dios

El Guía.—Tengo que decirle, corno si estuviéramos en la Tierra para que me


entienda su conciencia encarnada, que me hacen sonreír sus ocurrencias. No:
esto que está usted contemplando ahora lo vio ya en realidad en las distintas
venidas que hemos hecho al plano, pero con la diferencia de que en ese
tiempo su evolución azul no le permitía mirarlas sino con la potencia de luz de
su conciencia y con la capacidad vibratoria de sus vehículos. En cambio, ahora
mira usted el plano con la conciencia de este mismo sitio, con su capacidad
vibratoria, con su fuerza luminosa, por consiguiente. Pero todavía esas ma-
ravillas que la asombran tienen más matices, más detalles que aún se le
escapan por el hecho de estar su espíritu encarnado. Hasta aquí llegan, por
efectos del contacto fluídico, las influencias de la conciencia material,
enseñada a pensar y a admitir las cosas con el mismo patrón dimensional y
vibratorio del plano físico, y esa influencia deforma y ensombrece todavía en
mucho su visión. Pero cuando su espíritu se haya libertado de la materia y
vuelva aquí, a esta mansión blanca, su gozo no tendrá ya límites dentro de las
posibilidades del plano.

Estrella.—Y por qué no me quedo ahora de una vez para siempre? A qué
volver a la Tierra, si aquí soy tan dichoso?
El Guía.—La vida humana debe tenerse hasta que la Voluntad Superior lo
juzgue necesario y conveniente, porque tales son los dictados de la justicia y de
la sabiduría y del amor. Usted tiene muchas cosas que hacer todavía en la
Tierra y muchas experiencias por, adquirir, cosas y experiencias que enri-
quecerán su caudal de evolución y que, luego, al venir aquí, se trocarán en
luminosa conciencia que le mostrará los más sorprendentes aspectos de la
belleza de los sitios.
Estrella.—Es verdad, nuestro Guía. No he debido siquiera decir estas cosas
que no son razonables. Sí, es necesario vivir todavía junto a la materia y entre
la materia del plano físico. Es necesario que termine usted estas enseñanzas
que a muchas almas irán a mostrarles el camino de la verdad; es necesario que
yo pase todavía allá por muchos sufrimientos que me ayudarán a comprender
mejor la necesidad de la evolución y apreciar mañana con mas intensidad las
alegrías que proporciona una conciencia desarrollada, una conciencia superior.
Ahora, quiero que volvamos al Centro. Siento necesidad de comunicarles a
mis compañeros la alegría que tengo; quiero decirles todo lo que he visto aquí,
en la medida de mi recuerdo, al llegar allá, aún cuando es tan poco lo que
conserva mi memoria, y tan poco lo que aún de esto es capaz de decir mi

Blas Hernández O.
195
La Ciudad de Dios

palabra humana, que me entristece el hablarles de estas cosas deformándolas


tanto.
El Guía le hace ver que todos los compañeros del Centro estamos enterados
de su evolución y le anticipa que estamos muy contentos esperando que
despierte nuevamente a su vida material para felicitarla.
Estrella.—Antes de que nos vayamos, quiero pedirle una cosa: deseo saber si
mis compañeros de Centro han evolucionado también como yo en sus
respectivos planos. Cuánto me alegraría poderles comunicar a mi vez sus
ascensos?
El Guía le manifiesta que efectivamente algunos de ellos han evolucionado un
poco y que otros están por hacerlo, pero que esto no debe comunicárseles
todavía. Le dice a Estrella, en secreto, cuales han sido esos ascensos y quienes
lo han merecido; ella conviene en guardar el secreto.
Una vez en el salón de sesiones, el Guía se entera de que todos los asistentes
estamos muy satisfechos de las enseñanzas dictadas en el día de hoy, y llenos
de alegría por la evolución del espíritu de nuestra médium que así, mas
elevado en la conciencia superior, podrá aprovechar mejor sus enseñanzas y
trasmitírnoslas a la vez con más propiedad, simplificando un poco el trabajo
intenso que ha venido realizando el Guía.
Luego hay preguntas de orden casi privado formuladas por los concurrentes y
que, por algunos detalles, se suprimen del relato, ya que salen un poco del plan
de la obra y se refieren a personas y sucesos que todavía necesitan que la
humanidad los mire desde una distancia más lejana en el tiempo.
El Guía, por su parte manifiesta que ha sentido satisfacción por nuestra alegría
y nos promete que, continuando nosotros en esta disposición para escuchar
sus enseñanzas, ellas alcanzarán indudablemente mayor fruto, pues somos
nosotros los que debemos realizar el esfuerzo necesario para que la semilla
que él está echando en el surco florezca y madure en frutos robustos.
Luego se despide con las mismas expresiones afectuosas y consoladoras de un
buen padre que tiene siempre para todos nosotros, y cita día y hora para la
próxima sesión.

Blas Hernández O.
196
La Ciudad de Dios

SESION 13

Asisten dos nuevas personas al Centro.


Preguntas que deliberadamente quedan sin respuesta.
Se averigua sin quererlo, la categoría de algunos centros espiritistas.
Se conoce la evolución de un guía de esos centros.
Desencarnación de un espíritu Blanco.
La antesala de la serenidad.
Las causas de una evolución.

C onforme a la autorización otorgada por el Guía en la pasada sesión,


concurren esta noche al centro dos amigos de algunos asistentes. Uno
de ellos, quien residió en la capital de la República por varios años,
asistió a sesiones realizadas en dos centros famosos por el numero y l
resonancia de sus experiencias, tiene deseos de medir la altura del maestro
poniendo como patrón de tal medida esos centros capitalinos que, en su
concepto, son de gran altura espiritual, conforme lo ha expresado a uno de los
asistentes en varias ocasiones. Por consiguiente, aún cuando explícitamente no
lo hubiera dejado comprender, llevaba a la sesión este nuevo amigo el
prejuicio de que nada superior a lo que conocía iba a presenciar, disposición
de animo que, como veremos después, fue comprendida inmediatamente por
el Guía y que este castigó callando respuestas a preguntas de una sencillez
notoria, que hubieran podido ser absueltas con gran facilidad.
Los nuevos asistentes quisieron presenciar el acto de dormir a la médium, a lo
cual accedió sin inconveniente alguno el evocador, puesto que ya estaba
acostumbrado a hacerlo en presencia de los concurrentes ordinarios del centro
sin que esto produjera distracción alguna en la médium, quien, acostumbrada
también, cedía rápidamente a la voluntad del hipnotizador.
Pocos minutos tardo en estar dispuesta la materia de Estrella para que su
espíritu pudiera desprenderse; una vez separado de ella, anuncio que a su lado
se encontraba un espíritu blanco que no era precisamente el de su Guía, sino el
de aquel otro que la venía acompañando en su casa durante el sueño ordinario
y con quien había asistido al naufragio que queda relatado en una sesión
anterior.
Evidentemente—responde el espíritu— yo soy ese que usted sospecha, aun
cuando muy poco creía usted en la realidad de mi compañía por las noches.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella protesta inmediatamente del cargo que el espíritu le hace de haber


dudado de su presencia, y para entrar en conversación distinta le propone que
le aclare algunos detalles de aquella escena del naufragio, que se le escaparon y
que tiene idea se que son de grande interés; pero el interrogado elude la
respuesta diciéndole que en vez de hacer memoria de esas escenas pasadas, es
mejor que vayan ambos al astral a buscar al Guía.
Estrella.—Pero el Guía no piensa venir esta noche? El nos citó para esta sesión,
y hasta ahora nunca ha faltado a sus citas.
El blanco.—No es que el Guía no piense en venir, sino que me ha parecido
mejor evitarle ese viaje; vayamos juntos a su encuentro hasta el Plazo Blanco.
No le parece?
Estrella no ve muy aceptable la propuesta del espíritu blanco y le objeta que
como no tiene ninguna orden de su instructor para obedecerle a él, desea
saber si la trae para que ambos la cumplan.
El blanco.—No; yo no tengo orden de que vamos a encontrarlo. Unicamente
me ordenó el Guía que me viniese al Centro a esperarlo, y por consiguiente me
parece muy aceptable su idea de que dejemos el viajecito para cuando
podamos hacerlo los tres.
La conversación entre el blanco y la médium es interrumpida por la
interpelación de uno de los nuevos asistentes, quien al saber cómo se llamó
ese espíritu en su última encarnación y que había sido amigo suyo y de su
padre, resolvió preguntarle silo reconocía. El blanco manifestó que sí, pero a
pesar de las exigencias que su interlocutor le hizo para que le revelara el
nombre de un sitio donde ambos hubieran estado en la Tierra, el espíritu se
negó a hacerlo por creer innecesario aquel procedimiento de identificación,
dada su calidad espiritual, que lo excluía de toda legitima suposición de
engaño.
Como la conversación entre el blanco y el nuevo asistente languideciera por
los motivos expuestos, Estrella resolvió por intervenir para preguntarle la causa
de la tardanza del Guía.
El blanco.—No se inquiete usted; él vendrá en el momento oportuno.
El blanco le pregunta entonces, sino esta satisfecha de su compañía
Estrella.—Sí, estoy muy contenta viéndolo a usted en este Centro, pero usted
sabe que….

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

No termino Estrella su frase por que en este instante sus ojos espirituales
distinguieron en la lejanía el brillo especial del espíritu de su instructor que
bajaba lentamente al Centro.
A los pocos segundos Estrella nos trasmitió el saludo afectuoso del Guía,
unido en esta ocasión a unas frases de complacencia por los nuevos asistentes,
para quienes hizo llegar un saludo especial.
Luego dirigiéndose a Estrella, le preguntó cómo le había parecido la visita de
su compañero blanco.
Estrella.—Muy bien; hemos conversado un poco, pero luego tuvimos una
diferencia, porque me propuso que fuésemos a su encuentro, a lo cual no
accedí porque no tenía orden suya de hacerlo. No le parece que obré bien?
El Guía.—Obró usted correctísimamente y mi compañero, al formularle esa
propuesta, sabía de antemano la contestación que usted le daría. Por
consiguiente, en nada ha podido disgustarlo. Los espíritus blancos
desencarnados no sienten eso que ustedes llaman disgusto.
El Guía se dirige nuevamente a uno de los asistentes extraordinarios del centro
y le pregunta que motivos lo impulsaron a concurrir a estas sesiones, pregunta
que extraña la demostración clara de que sabía de antemano la intención
oculta que lo había llevado a solicitar su admisión y que, en consecuencia,
turbó un poco al interrogado.
El evocador, viendo el trance en que estaba su nuevo compañero, salió en su
ayuda manifestándole al Guía que su amigo había sido fervoroso asistente a
varios importantes centros de evocación en Bogotá y que, por consiguiente. su
afición tenía viejas raíces.
El Guía.—Muy bien. Y qué cosas le llamaron a usted más la atención en esas
sesiones a que ha concurrido?
El asistente.—Para serle franco, me intrigaron muchísimo algunas
comunicaciones de carácter histórico que estaba haciendo el Guía de uno de
esos centros, comunicaciones que están destinadas a formar un libro
importantísimo de historia romana, próximo a publicarse.
Como el Guía permaneciera callado después de la anterior exposición de
nuestro amigo, éste tomó más confianza y quiso que el Guía le mostrara esa
competencia y su sabiduría diciéndole el nombre conque figuraba el Guía del
centro bogotano a que aludía y también el nombre de algunos de sus principa-
les miembros, pregunta a todas luces de una curiosidad muy alejada de la
seriedad de nuestro Centro y de la clase de trabajo que en él se estaba desarro-
llando.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Por toda respuesta el Guía le manifestó que aquellas cosas no se las aclararía
en este plano físico pero que, en el curso de la sesión y en el astral, la médium
iría trasmitiendo algunas enseñanzas que pudieran ponerle en claro muchos de
esos interrogantes que acababa de hacerle y, sobre todo, el más importante, es
decir, el de la altura del Guía del famoso centro donde se estaba dictando la
obra histórica.
Y para cumplir inmediatamente con lo prometido, se fue en compañía del
blanco y de Estrella a los mandos astrales, donde las facultades de esta última
adquirían toda su brillantez.
El ascenso no paró hasta el Plano Blanco, donde el compañero se les separó,
como siempre, sin esperar ninguna despedida especial, como quien ha
cumplido ya su misión y tiene otras urgentes qué desempeñar.
Desde su llegada al plano la médium observa gran actividad en todos los
espíritus que se encuentra allí, actividad que el Guía le traduce en el sentido de
que se están preparando para recibir a un compañero de evolución que debe
desencarnar esta noche.
Estrella.—Y vamos nosotros también a recibirlo? Hacia mucho tiempo
deseaba esta oportunidad, porque no he visto desencarnar a un espíritu
blanco e imagino que pueda haber alguna cosa distinta a las desencarnaciones
de espíritus de una evolución inferior a esta.
El Guía.—No crea usted; la muerte es siempre sea cual fuere la evolución del
espíritu, la separación del yo inmortal de la forma material perecedera, y
presenta las mismas características de acuerdo con la causa física que produce
paralización de las funciones orgánicas ordinarias. Ahora, las sensaciones
varían siempre en relación con la misma evolución del espíritu que desencarna
y de acuerdo con la ley de justicia que para cada cual se acomoda en la medida
correspondiente. Pero todos esos asuntos son de una magnitud que no puede
explicarse con palabras y pensamientos humanos, y por consiguiente no debo
darle estas enseñanzas.
Estrella.—Entonces, si usted quiere, vamos al sitio donde debe desencarnar ese
espíritu.
El Guía.—Todavía no es tiempo. Antes de eso tenemos que bajar al plano
gris, donde hay un trabajito por hacer.
Bajan efectivamente y Estrella observa al instante que hay una inusitada
actividad en el consejo del plano. Luego nota también que es muy grande el
numero de grises oscuros. El Guía le explica que todos esos grises oscuros no
son precisamente los que ella había visto en anteriores visitas al plano, sino
que casi todos son recién desencarnados. Los otros oscuros—le agrega—unos
han evolucionado a medios y otros han regresado a la tierra a continuar su

Blas Hernández O.
200
La Ciudad de Dios

trabajo en un nuevo cuerpo físico, porque, no se amañaron bien a las


actividades astrales.
Iba Estrella a pedir a su instructor mas detalles sobre estos rápidos cambios en
el personal del plano, cuando se dio cuenta de que estaba sola. El Guía se
había marchado sin avisar y sin dejarle instrucción alguna sobre lo que ella
tendría que hacer en el plano durante su ausencia. Pero como ya estaba
acostumbrada a no asustarse ante ninguna circunstancia, resolvió
proporcionarse un compañero; al efecto llamó al gris oscuro que se le mostró
mas próximo. Pero con sorpresa para ella, éste no ocurrió a su llamamiento,
sino otro que se encontraba más lejos.
Estrella.—Por qué vino usted a mi lado y no ese otro, a quién llamé?
El gris oscuro.—Porque; fui yo y no él quien recibió orden de acercarse.
Estrella—Y además de acercarse a mí, qué mas ordenes le dieron?
El gris oscuro.—La de mostrarle a usted el Plano Inferior.
Estrella.—Esto es fastidioso. Cada vez que me entiendo con alguno de este
plano, me sale con la misma comisioncita: la de mostrarme el Plano inferior.
Les parece a ustedes que es lo mejor que pueden nacer con los que los visitan?
A mí, para decirle verdad, no me gusta mucho ese espectáculo.
El gris. —No sé si otros aquí le han mostrado a usted ese plano. Yo he
recibido una orden y se la he manifestado; nada más.
Estrella.—Bueno, pero antes de que me dé ese espectáculo, quisiera que me
dijera quién es ese espíritu a quién llamé y no quiso venir.
El gris. — Siento mucho no satisfacerlo en su deseo, pero esa orden no la he
recibido y entre tanto he de callar.
Estrella. — Y de dónde recibe usted esas órdenes?
El gris. —Unas de arriba y otras del Consejo. Y usted?
Estrella.—Yo las recibo, de arriba también, como usted.
El gris. —Dígame: ha visitado otros planos fuera de éste?
Estrella.—Por qué pregunta usted eso? Se me ‘nace en verdad muy raro. Lo que
quiere usted saber se lo dirán oportunamente aquí en su plano los espíritus
superiores en evolución.
El gris. — Yo quisiera saber de esos planos desconocidos para una
información que me interesa.
Esta insistencia de su acompañante llama mucho la atención de Estrella. Por
su mente cruza un pensamiento de que este espíritu concurre a algun centro

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

de evocaciones y desea aprovisionarse de datos con los cuales pueda aparecer


como una entidad de grandes conocimientos.
Pero cuando iba a interrogarlo sobre el particular, el Guía aparece de nuevo a
su lado.
Estrella.—Me alegro mucho de que haya venido. Ese gris con quien acabo de
hablar me ha formulado preguntas tan extrañas a las que generalmente me
hacen los habitantes de este plano, que he llegado a suponer que concurre a
centros de evocaciones.
El Guía.—Precisamente está usted en lo vierto. Ese gris oscuro a quien se le
dio orden especial de acercarse a usted, es el que figura como Guía del
importante centro bogotano al que concurre el nuevo asistente que tenemos
esta noche en el Centro. Ahora se explicara usted el deseo que tiene de
conocer asuntos sobre los planos superiores para con tales conocimientos
asegurar mas su prestigio en el cenáculo espiritista que dirige. Pero no
hablemos mas y continúe usted conociendo mejor a ese espíritu. Ahora que yo
me ausente de su lado, llámelo otra vez y siga su interrogatorio.
Entre tanto aquí abajo, en el salón de sesiones, nuestro amigo se encuentra un
poco incrédulo de la escena que se desarrolla en el astral. Para él se presenta
como inadmisible que un espíritu que dicta tan famosos capítulos de historia
antigua pueda tener tan mediana evolución. Y no medita que el numero de
encarnaciones de ese gris pudo muy bien permitirle vivir y apreciar aquellas
épocas históricas y que su labor de recordación en nada puede contradecir su
poca altura de evolución. Nuestro amigo se siente fastidiado ya en la sesión.
No ha sido capaz de estudiar serenamente el problema que se le presenta,
porque no admite que pueda destruirse hoy lo que tan firmemente venía
creyendo desde hace algunos años. Es la demostración mas convincente de la
manera de obrar de todos los fanatismos sobre las mas claras inteligencias.
Pero es necesario que apartemos nuestro pensamiento de la actitud torturada
de este amigo y la volvamos sobre la médium, quien acaba de reanudar su
charla con el gris oscuro.
Estrella.—A penas nos saludamos los dos en este plano, me dijo usted que
había recibido orden de enseñarme el sitio donde residen los espíritus infe-
riores y aún no lo ha hecho. Recibió acaso orden en contrario?
El gris.—No; la orden está vigente, pero todavía no es tiempo de cumplirla. Es
mejor que hablemos un poco mas.
Estrella.—Me complace mucho esta determinación y voy a aprovecharla.
Estábamos, cuando se interrumpió nuestra conversación, en que usted quería
recibir de mí algunos datos referentes a los planos que le son desconocidos.
Verdad? Pues bien: como las revelaciones han de ser mutuas, antes de que yo
le dé las informaciones que me pide, es necesaria una confesión explícita de su
parte: no es cierto que usted busca esos conocimientos para trasmitirlos en la
Tierra a un centro de evocaciones?

Blas Hernández O.
202
La Ciudad de Dios

El gris.—Si, es cierto. Yo concurro a varios centros y en ellos se me han


formulado preguntas muy difíciles de responder.
Estrella.—Y cómo ha hecho usted hasta ahora para salir airoso del paso? No
comprende que una respuesta suya sobre asuntos que no conoce es indu-
dablemente un engaño para esos espíritus encarnados que, de buena fe,
buscan la luz de la verdad? No ha pensado por un momento en las
consecuencias que le acarrearán mañana esos males que por hacerse pasar por
un espíritu sabio está usted cometiendo?
El gris.—Y qué culpa tengo yo, si ellos me llaman y si quedan conformes con
todas las cosas que les digo? Cuando allá en la Tierra esos señores que
componen el centro de evocación se reúnen para interrogar a los espíritus, su
primer pensamiento es para mí. Yo, para complacerlos, bajo y contesto como
puedo a todas sus preguntas. Al principio, aquello fue fácil. Sabían poco de
estas cosas astrales y les fui dando muy juiciosamente los conocimientos que
tengo y los datos adquiridos en conversaciones tenidas con otros espíritus
superiores de este mismo plano. Pero luego ellos han querido saber mas y
algunas de sus preguntas han llegado a sobrepasar mis conocimientos. Por
esta razón le hacia a usted las mas difíciles de responder, en mi concepto.
Estrella.—Mal va todo eso. Por qué, si no por orgullo insano, no confesó
usted claramente su evolución y declaro a los que lo llamaban que mas allá de
los conocimientos que le era admitido adquirir en su plano, no podría usted
responder sino con supuestos? Eso haría un espíritu honrado, que se diera
cuenta de sus responsabilidades. Y ahora dígame: es usted el único espíritu que
concurre a esos centros?
El gris.—No allí van muchos otros espíritus. Yo por mi parte, he invitado a
otros compañeros de plano, de mi misma evolución y hasta a un gris medio,
quien me acompañó una noche. Los demás espíritus que concurren a ese
centro pertenecen al plano inferior.
Estrella.—No imagine nunca que un espíritu de su clase fuera capaz de todas
esas hazañas. Y lo pero de todo es que lo veo a usted tan tranquilo y tan
contento refiriéndome esas atrocidades! Y donde está ese gris medio que lo
acompañó a una sesión?
El gris.—A ese le ordenaron reencarnar seguramente por su falta. No lo he
vuelto a ver en todo el plano.
Estrella.—Vamos; no puedo seguir escuchándole esa narración de desaciertos.
Para terminar, muéstreme el plano inferior, según la orden que le dieron.
El gris enmudece y tiembla. Siente miedo de ver el plano inferior. La médium
lo comprende y le explica que ella nada tiene que ver en ese plano; que la
orden es para que él contemple a sus compañeros de evocaciones y se dé
cuenta de la incorrección de sus actos al asociarse a espíritus tan atrasados
para una labor de engaño y de perversión.
A pesar del enorme sufrimiento que le produce, el gris obedece el mandato;
descorre el velo que le oculta el primer plano y se inclina a contemplarlo.

Blas Hernández O.
203
La Ciudad de Dios

Aquella escena dura pocos momentos, hasta que la médium recibe orden de
hacer retirar al gris para que el martirio tenga fin.
Estrella.—Ahora que hemos terminado esta escena, todo ha concluido
también entre los dos. Retírese y vaya a trabajar en los asuntos del plano, co-
mo lo hacen sus compañeros, sin preocuparse de los llamamientos de los
evocadores, pues si continúa concurriendo a esos centros, no está muy lejos el
momento en que corra usted la misma suerte de su compañero, el gris medio.
El gris obedece la orden de retirarse, pero a Estrella le queda la íntima
convicción de que sus exhortaciones de nada han de servir para mudar los
procedimientos de este espíritu amañado ya a los viajes a la Tierra, donde tiene
su circulo de admiradores entusiastas que lo creen una enorme personalidad
espiritual.
Al llegar el Guía confirma las suposiciones de la médium y la invita a que
olvide este asunto y lo siga hasta el Plano Azul, donde deben continuar las en-
señanzas de esta noche.
En el Azul, Estrella tiene muchos amigos que la recuerdan con cariño y que
apenas llegada se acercan a saludarla. Sólo hay uno—aquel que conoció y
ayudó desde el gris oscuro—que no puede venir a su encuentro porque sus
ocupaciones de miembro del Consejo se lo impiden. Pero ella va a buscarlo a
su propio sitio. Allí está, efectivamente, entregado a sus labores.
Estrella.—Usted, amigo, se acuerda todavía de mí?
EL azul.—Sí; recuerdo todos sus esfuerzos por ayudarme y siento gran alegría
viéndolo a mi lado, en este plano. Mi ocupación aquí es la de transmitir
órdenes que recibo de los espíritus superiores y vigilar su correcto
cumplimiento. Es labor de todos nosotros como miembros del Consejo; pero
ahora precisamente éste trabajo va a cambiar para mí un poco, pues he de
abandonar mí puesto para ocupar el de apuntador, ya que el espíritu que
actualmente lo desempeña ha cumplido su evolución en este plano y ha sido
llamado al superior.
Estrella.—Cómo me alegran todas estas informaciones que me da! Veo que
siguen aumentando en usted el entusiasmo y el fervor por la evolución, y que
debido a esto va progresando momento por momento.
Mientras se efectúa el cambio de apuntadores, Estrella observa algo nuevo: en
el centro del sitio ocupado por el Consejo hay como una especie de mesa y
sentado frente a ella se encuentra el apuntador. En esa que pudiera llamarse
mesa de escritorio, según las descripciones de la médium, están colocados los
tableros para las anotaciones, ordenes y cambios efectuados en el plano.
Como la ceremonia del cambio de apuntadores no representa para Estrella una
cosa especial, se retira del sitio del Consejo con el propósito deliberado de
entretenerse un poco paseando el plano y estudiando los aspectos que mas le
llaman la atención. No sucede, sin embargo, las cosas como la médium las
había proyectado. Iniciaba ya su peregrinación de estudio cuando reparó que

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

un azul oscuro la seguía como buscando ocasión de hablarle. Qué deseaba ese
espíritu? Se detuvo a esperarlo, y cuando llegó a su lado, lo interrogó
inmediatamente.
Estrella.—Le he visto a usted en actitud como de seguirme. Tiene alguna cosa
para mí.? Ahora que lo tengo cerca me apercibo de una extraña vibración,
mezcla de tristeza y de descontento que emana de usted. Le ocurre algo
extraordinario?
Lentamente vibró el pensamiento del espíritu interrogado. Era verdad eso de
su tristeza y su descontento. Y todo provenía de que no hacia mucho
tiempo—unas horas tal vez—se reunieron allá en la tierra unos cuantos
admiradores de quien fue él en su última encarnación, y constituidos en centro
espiritista, lo evocaron. El llamamiento brotó como una chispa del centro
formado por el pensamiento unificado de aquellos hombres, y las ondas
llegaron hasta el plano, lo buscaron y le dieron parte del pensamiento que
portaban. El había esperado un instante la orden superior para que
respondiera al llamamiento que se le hacía, pero esa orden no vino y entonces
había intentado satisfacerlo por su propia voluntad. Mas, apenas se disponía a
ejecutar su resolución, recibió orden para reencarnar. Eso era todo; ahora
esperaba solamente que le dieran el momento en que debía bajar a la Tierra
para tomar el nuevo cuerpo que se le había destinado.
Aquella historia, narrada sencillamente llena el espíritu de Estrella de hondo
respeto hacia la severidad jamás desmentida con que obran las leyes astrales.
Así, este azul que tiene ahora en su presencia, será dentro de plazo breve—
horas o minutos— un pequeño ser humano en gestación. Actualmente sabe el
azul oscuro que esto será así, pero ignora el sitio donde ha de nacer, la familia
y el nombre que ha de llevar. Ya se sentía Estrella como apesadumbrada con
esta sentencia, cuando el azul vino a confirmarle su necesidad.
Yo—le decía el azul—no estoy arrepentido de mi intento: sólo siento no
haber ocurrido oportunamente al llamamiento de aquel centro de evocaciones.
Estrella.—Qué bello es todo lo que hay en este plano! Cómo se llena el espíritu
de alegría y de paz empapándose en esta luz azul, pura y suave. Dentro de
poco la visión maravillosa de todo esto se habrá trocado para usted en un
paisaje terreno, de una vibración sorda, ruda, penosa. Cuándo volverá usted
por aquí?
El azul.—Cuando desencarne, seguramente.
Estrella.—Y eso cuándo será?
El azul.—No lo sé. Ese secreto sólo lo tienen aquellos que han dispuesto mi
reencarnación.

Blas Hernández O.
205
La Ciudad de Dios

Estrella estaba interesada en aquel paseo y en aquella charla, pero de repente el


azul se detuvo manifestándole que se le había ordenado separarse in-
mediatamente de su lado y que, en consecuencia, se iba.
Y el azul oscuro se va. Lo Guía su destino, decretado por la sabiduría y el
amor de los espíritus superiores.
El Guía ha regresado junto a su discípula. Esta le cuenta muy emocionada la
tragedia del azul oscuro y sólo le objeta su instructor un punto de la narración:
el llamamiento del centro espiritista no venía dirigido a ese azul oscuro: por
esa razón no le llegó autorización alguna para concurrir, y su intento de
hacerlo no tenía por consiguiente mas justificación que su capricho.
Estrella.—De manera que nadie le llamaba a él?
El Guía.—Esto del azul carece ya de mas interés; olvídelo y vamos al plano
blanco un momento.
Mientras dura la subida al plano superior, nuestros amigos asistentes nuevos al
Centro se retiran manifestándonos que la hora avanzada de la noche les
impide continuar escuchando las enseñanzas, aun cuando nosotros sabemos
perfectamente que la falta de sensacionales manifestaciones físicas a que ellos
están acostumbrados en otra clase de sesiones, les tiene un poco sin interés y
sienten cansancio de aquellos asuntos netamente espirituales que por ahora no
dominan su atención.
Así pues, desde este momento quedamos en el salón de sesiones solo los
antiguos concurrentes, de pensamiento y voluntad uniformados, para quienes
las enseñanzas del Guía guardan, aun en su forma mas sencilla, trascendentales
revelaciones sobre las maneras de evolución de los espíritus en los planos
astrales, trascendencia que, efectivamente, solo hallan los que han avanzado
grandes pasos en los estudios del espiritualismo moderno y que, por
consiguiente necesitan de especial preparación interior que no es dable de
ninguna manera exigir a todos y que nosotros no pretendamos exigir.
La estancia en el plano blanco no se prolonga sino pocos minutos. El Guía
acostumbra llevar allí el espíritu de la médium para que las vibraciones
superiores de ese plano le devuelvan la serenidad que alteraron sus emociones
recibidas por los incidentes del trabajo en los planos inferiores y para
robustecerle el espíritu para las nuevas jornadas. Por eso también casi siempre
la complace en su exigencia de oír música. Su efecto sedante lo podemos
apreciar aquí mismo los humanos. Nuestras pasiones se amansan, se suavizan
los dolores y las preocupaciones mas hondas se hacen llevaderas; hasta la
misma alegría se atempera.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Desde el Blanco bajan el Guía y Estrella al salón de sesiones: aquél ordena al


evocador que despierte por un momento a la médium para que su materia
tome nuevas fuerzas; que una vez despierta, se !e dé a beber un poco de agua
con azúcar, y que pasados algunos minutos, él regresará al salón y dormirá a
Estrella sin que tenga que intervenir el evocador.
Se hace todo conforme a las indicaciones recibidas. Estando todos en animada
conversación sobre las enseñanzas recibidas aquella noche, de repente Estrella
deja de intervenir en los comentarios. Poco a poco sus párpados van cediendo
a una insistente invitación al sueño. Un minuto nada más transcurre y la
respiración rítmica de la médium nos da a entender que ha entrado en las
regiones del sueño profundo.
Pasan dos minutos más y se hace la visión espiritual. Estrella distingue junto a
ella la figura blanca y luminosa del Guía.
Veo—le dice al instante—que se han cumplido todas mis indicaciones y que
usted, Estrella, tiene ya su materia dispuesta para resistir las emociones que le
reservan los trabajos que vamos a realizar. Hemos de ir un poco lejos, sobre el
plano físico, a recibir un espíritu blanco que se dispone a desencarnar.
Reforzada como está su materia por el descanso y por el agua de azúcar que
acaba de tomar y que ha obrado de modo preciso, la transmisión que hagan
sus órganos físicos de los dictados de su espíritu será más clara y más pronta.
Estrella, a pesar de las anteriores explicaciones, protesta del procedimiento.
Ella no tenía deseos de despertarse, ni mucho menos de tomar agua de azúcar.
A qué darle esto si ella no tenía sed? Ella hubiera resistido el trabajo sin esas
molestias.
El Guía.—De lo que tiene necesidad usted es de protestar y nada más, pero
como eso no interesa mucho a los asistentes, suspendamos por ahora la
discusión y emprendamos nuestro viajecito.
La médium describe una amplia carretera que, a estas horas de la noche, no se
ve transitada por ningún vehículo. Van a poca altura sobre el terreno de la vía.
Luego aparece un jinete que lleva al galope su cabalgadura y a Estrella le hace
reír de buena gana la comparación de las dos velocidades. Parece la carrera del
jinete un juego de guiño! Se diría que el caballo está siempre en el mismo
punto. La visión pasa, se esfuma en el espacio, hacia atrás, tragada por las
fauces de la velocidad.
Estrella quiere saber a donde se dirigen y lo pregunta. Ella no ve, en lo que
alcanza la extensión del horizonte, ningún sitio poblado.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía satisface la curiosidad de su compañera diciéndole que van hasta


Facatativa, un pueblecito cercano a la capital de la República, y le señala la
dirección en que puede distinguirlo. Pero es inútil que Estrella se esfuerce en
mirar muy lejos, por que casi inmediatamente se encuentra sobre la población.
Entre todas las casas que distingue, una hay que le llama la atención. De sus
ventanas y de sus puertas brota una luz rojiza hacia el exterior.
El Guía.—En esa casa que usted distingue entre todas porque es casi la única
que tiene luces encendidas, está esperándonos el espíritu que ha sido llamado a
ocupar su puesto en los planos superiores.
Estrella.—Ese espíritu sabe ya que debe abandonar su cuerpo y que nosotros
venimos para recibirlo?
El Guía.—No, aún ignora lo que se ha dispuesto de su suerte. Esto le será
comunicado por mí inmediatamente llegue la hora. Entre tanto, nosotros
podremos mirar un poco la casa, que es una de las mejores del pueblo.
Bajemos.
Difícil le queda a Estrella convencerse de que puedan entrar a través del techo
de la casa para llegar directamente a la pieza donde está instalado el enfermo.
Al principio ella se rechaza porque se le hace insuperable el obstáculo de la
construcción, y el Guía tiene que hacerle comprender que esas ideas vienen de
su cuerpo físico, pues el espíritu sabe perfectamente que nada se opone a su
paso.
Ya en la habitación del enfermo, Estrella se acerca a su lecho y lo contempla
con detenimiento. Es un caballero de alguna edad, de rostro simpático a pesar
de la demacración que en él ha puesto la enfermedad. Su actitud, aunque
demuestra que tiene muchos dolores, revela paciencia resignación y varonil
voluntad. En la pieza y alrededor del lecho hay multitud de caballeros que
hablan paso, miran a su amigo con ojos inquisidores y compasivos y parecen
estar siempre listos para acudir a la más leve señal para facilitarle lo que pida.
Qué profesión tendrá ese hombre—pregunta Estrella a su Guía—que parece
que no le causara muchas agitaciones ya que tan bien conservado se halla?
El Guía.—Ha sido siempre comerciante; aunque, como a todos, lo
acompañaron en so trabajo los afanes inherentes a la profesión; supo dominar
las situaciones por la serenidad del espíritu y recibir con entereza de carácter el
resultado de cada uno de sus conflictos.
Estrella.—Parece que ha vivido solo, por lo menos en sus últimos tiempos,
porque entre toda esta gente que le rodea, no veo ningún rostro que por sus
facciones me indique sea el de algún pariente o allegado suyo. Todos estos que

Blas Hernández O.
208
La Ciudad de Dios

circulan y hablan junto a nosotros y alrededor del lecho, deben ser sus amigos.
Esta circunstancia, me parece a mí, explica en mucho la serenidad conque ve o
presiente el final de su enfermedad. Fíjese qué tranquilidad hay en su mirada.
Recorre uno a uno a sus compañeros, y de vez en cuando sus mejillas se
contraen como en un gesto de amable sonrisa. Qué distinto este cuadro a esos
otros que hemos visto, donde los hijos y la esposa, la madre y todos los
parientes lloran junto al enfermo y le hacen más cruel el abandono del mundo
físico. A éste nadie le molesta con demostraciones de desesperación. Tampoco
veo aquí ningún sacerdote que con sus oraciones y sus ritualismos le dé esa
solemnidad tremenda al acto más simple que pueda existir. Verdad que morir
así como va a morir éste, es menos tremendo?
El Guía.—LC está quitando usted, sin saberlo, un gran mérito a ese espíritu.
Esa serenidad que usted admira en su actitud, es producto únicamente del
temple de su espíritu, de la profunda intuición que él tiene ya de las cosas
trascendentales. Al contrario de lo que usted se imagina, ese hombre tiene
esposa, joven y bella, como aquí en el mundo se dice, y tiene un pequeño, su
hijo único, de pocos años de edad. Lo que ocurre aquí es que sus amigos han
trasladado a esos dos seres a una pieza apartada a fin de que los llantos de la
esposa no martiricen al moribundo y para que el frío de la muerte no haga
daño en la salud física del hijo. De modo pues, que esa tranquilidad del
enfermo tiene todo mérito.
Estrella.—Ahora empiezo a comprender mejor como desencarna un espíritu
blanco! Yo estaba creyendo que esa tranquilidad era hija de la falta de afectos!
Cómo lo considero en el esfuerzo que está realizando! Debe ser una lucha
terrible. Y vea, nuestro Guía, como busca ahora con los ojos algo a su
alrededor. Será que desea que le traigan a su hijo y a su esposa un momento?
Por qué esos hombres no le entienden?
El Guía.—Esa mirada nada busca; esos ojos ya apenas distinguen cosas
borrosas a su alrededor. El esfuerzo que hacen es un reflejo del esfuerzo que
realiza su mirada espiritual que empieza a despertarse y a distinguir nuestra
presencia. Dentro de algunos instantes tendrá ya noción más clara de su
partida.
Estrella.—Llamo ya entonces a su espíritu, como he hecho con los otros?
El Guía.—No; todavía debemos esperar algunos momentos. Mientras
transcurre vamos a pasear un poco esta casa, que es muy bonita.
Se dejan deslizar por el ambiente de las habitaciones interiores. Están
amuebladas con gusto. Las ventanas tienen cortinas cuyos colores llaman
poderosamente la atención de la médium, y los amplios sofás le dan la
provocación de sentarse, pero cuando lo intenta, recuerda, al sentir la

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

imposibilidad de realizar aquel acto físico, que su cuerpo esta a muchas leguas
de distancia de aquellas habitaciones.
Esto le provoca risa y el Guía la acompaña en tales expansiones, procuradas
por él especialmente para evitarle a su materia el sufrimiento que tiene que
causarle la escena que su espíritu está trasmitiendo.
Después de las habitaciones, pasan al patio principal, donde hay una hermosa
mata de parra, llena de racimos que provocan a Estrella. El Guía la deja que
haga el intento de coger uno, y se burla del fracaso de su tentativa, con
despecho de la médium que se ve sorprendida otra vez en sus continuos
olvidos de su estado espiritual.
El Guía.—Si usted hubiera contado con dos manos materiales para realizar su
deseo, hubiera cometido una falta: la de apropiarse de una cosa sin la voluntad
de su dueño.
Estrella.—Se me esta ocurriendo que todos estos chascos que me he llevado
esta noche tienen por causa el que usted deja que me lleguen las insinuaciones
de mi materia, sin que me acuerde de que ella esta muy lejos para que pueda
obrar.
El Guía se ríe de buena gana, como aprobando el descubrimiento de Estrella,
pero suspende las escenas divertidas porque ha llegado el instante en que el
drama humano se debe consumar. Así, pues se trasladan nuevamente junto al
lecho del enfermo, y por orden del Guía Estrella hace el llamamiento al espíritu
para que abandone la materia.
Lo contrario de otros casos que la médium ha presenciado, ocurre en este.
Aquí no hay vacilaciones del espíritu. Inmediatamente llega hasta él
llamamiento de los mensajeros astrales, empieza el desprendimiento de la
materia. Es una nubecilla blanca que brota lenta y firmemente de la cabeza del
moribundo.
Estrella.—Nuestro Guía: se fija como este espíritu no sale como los otros? En
los demás casos que he presenciado, el espíritu va brotando como un vapor de
todas partes del cuerpo, y este sale todo de la cabeza. Según la evolución el
acto de desprendimiento varía?
El Guía.—No; este fenómeno no se debe a la evolución. Cada espíritu busca la
salida que encuentra mas fácil y este por la constitución orgánica de su cuerpo,
tenía mas expedito el sendero de la cabeza.
Breves segundos dura brotando aquella nubecilla. Como siempre, al salir el
último hálito de espíritu, los ojos materiales se repletan de gruesas lágrimas.
Después viene la inmovilidad que no tendrá fin.
En manos ya de los enviados superiores el espíritu por el cual habían venido,
emprenden viaje hacia el plano blanco; una vez en él, el Guía advierte a Estrella
que este espíritu no tiene que comparecer ante el Consejo del plano, sino que
debe ser colocado en un sitio especial, donde las ondas de las músicas astrales
irán poco a poco devolviéndole la serenidad, tonificando sus vibraciones hasta
que ya preparado completamente, se halle listo para comparecer ante el
Ordenador, el Unico que puede darle a espíritus de esta evolución las
instrucciones que los hacen aptos para la nueva vida en su plano. Aquel sitio
donde debe serenarse el espíritu blanco, lo describe Estrella como una

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

habitación hecha de paredes de cristal, formadas por la misma incomprensible


sustancia del plano.
Estrella.—Se ha quedado este espíritu en su prisión como dormido. No se dará
cuenta de que ha desencarnado?
El Guía.—No; actualmente ese espíritu tiene la misma impresión que si
estuviera sumido en el mas profundo sueño. Pero las armonías que van
llegando hasta él permanentemente llamaran de nuevo su conciencia superior
a la actividad; cuando ésta llegue, se sentirá inundado de descriptible alegría
serena suave.
Estrella.—Que distinto es todo esto a lo que yo sabía de los otros espíritus!
Ahora que ya conozco mi evolución, no le temo a la muerte cuando se me
presente, sino que la recibiré como una invitación a la dicha.
El Guía.—Sí, su espíritu lo comprenderá así, pero de esto no puede convencer
usted completamente a la materia, y de este modo la lucha será inevitable. No
se extrañe, pues de que cuando llegue ese momento los ojos de su carne
destilen lágrimas, como lo hicieron los del cuerpo que habitaba este espíritu a
quien usted ve ahora dormido como duermen los ángeles, según la expresión
de los hombres.
Estrella.—Bueno, nuestro Guía: ya que hablamos de mi evolución, quisiera
saber cuáles fueron las cualidades que obraron en mí con mayor eficacia para
tener la alegría de pertenecer a este plano?
El Guía.—Porque me ha sido permitido, voy a complacerla en su deseo: entre
las cualidades que obraron mas eficazmente en su evolución están la ausencia
de rencores y de odios, la extinción en usted del orgullo y de la envidia y la
comprensión a que ha llegado de que las religiones rituales de la tierra son un
medio y no una necesidad para conseguir la evolución o perfeccionamiento
espiritual.
De estas declaraciones se aprovecha la médium para expresar el concepto que
tiene respecto a los dogmas y ceremonias religiosas, declaraciones que por no
ser del plan que se ha propuesto el Guía desarrollar en estas enseñanzas,
quedan suprimidas.

El Guía, en el curso de todas las sesiones, nunca tubo una expresión


desdeñosa para con ningún culto religioso de la tierra; antes, al contrario,
cuando las preguntas insistidas de algunos asistentes le obligaron a hablar
sobre tópicos, probó que todas esas religiones y sectas tenían una delicada
misión que cumplir en el plan de la obligación sobre la tierra y que por eso sus
templos se veían siempre concurridos por espíritus cuya evolución necesitaba,
para encaminarse por los senderos de la conciencia pura, de esas prácticas y de
esos dogmas que frenaban los delicados sentimientos que luego, a través de
muchas vidas, florecían en preciosos destellos de conciencias desarrolladas.
El espíritu—agregaba en muchas ocasiones -- cuando ya ha llegado a cierto
desarrollo de la conciencia, se aparta de aquellas practicas que ya no necesita y,
sin atacar a la religión que le sirvió de apoyo en los primeros pasos de su
perfeccionamiento, busca más amplios y convenientes senderos para la
expresión y el robustecimiento de su yo.

Blas Hernández O.
211
La Ciudad de Dios

Una cosa – decía- es no sentir la necesidad de una religión y otra protestar de


las religiones, atacarlas, perseguirlas, para evitar el freno que ellas ponen a la
expresión de las pasiones bajas, provenientes de las leyes instintivas.
Pero Estrella, por su escasa instrucción humana, poco hubiera podido penetrar
en el corazón de este problema, y el Guía escucho pacientemente sus
expresiones sobre la religión; sin darle pábulo a que ellas se multiplicaran, dejó
satisfecha su curiosidad y corto el hilo del asunto advirtiéndole que era hora
muy avanzada de la noche y debían suspender la sesión.

Reintegrado el espíritu de Estrella a su cuerpo material, dio el Guía su


bendición a los asistentes y partió para sus luminosas regiones, no sin antes
haber citado el día y la hora en debía tener lugar la continuación de sus
grandes enseñanzas.

Blas Hernández O.
212
La Ciudad de Dios

SESION 14

La médium recibe una lección sobre sus vacilaciones de conciencia.


Interesantísimos detalles sobre las iniciaciones o grados
de evolución entre los encarnados.
Descripción de nuevos aspectos del plano blanco.
El Ascensor Blanco Astral.

C umplidos los preliminares ordinarios de toda sesión, Estrella avisa que


un espíritu blanco esta frente a ella manifestado en la forma astral, y
que le ha declarado que su presencia en el salón de sesiones obedece a
un mandato del Guía para avisarnos que demoraría un poco en ocurrir a
nuestro llamamiento.
Esta declaración, necesaria de todo punto ya que por instrucciones del mismo
Guía sabemos que todo escrúpulo usado para indagar el objeto de la
concurrencia de una entidad al centro no esta por demás, deja nuestros
ánimos tranquilos. También ayuda a esta tranquilidad la declaración por la
médium sobre el color que ostenta la entidad `presente, ya que sabemos
también, por instrucciones precisas, que este color no puede ser simulado de
ninguna manera, y el del que se halla presente es garantía suficiente no solo
para que le permitamos su estadía con nosotros si no para que escuchamos lo
que nos diga con respeto y con seguridad de oír una verdad superior.
La médium, obrando en consecuencia, trataba un entretenido dialogo con su
accidental visitante, que resulta ser conocido para ella y para todos los del
centro, pues es el mismo que en otras ocasiones ha venido con idéntica
comisión y el que ha acompañado por las noches a la médium cuando ésta se
sentía temerosa de un ataque por parte de las entidades inferiores.
El dialogo, pues no se prolonga mucho por que el Guía viene pronto y asume
inmediatamente la dirección del trabajo.
El Guía— Parece que esta noche la médium no se ha sentido muy fastidiada
como otras veces ante la noticia de que mi venida se dejara esperar un poco.
Ella, aun cuando no lo haya declarado así, sentía un poquito de temor de verse
conmigo; yo conozco hasta el fondo su secreto.
Estrella—Verdaderamente me extraña, nuestro Guía, lo que acaba usted de
decirme. Por qué había yo de temer su venida? Al contrario, la he deseado
siempre ardientemente y la prueba de que ese sentimiento subsiste esta noche
en mí es que me encuentro aquí en el centro. Si lo hubiera temido, muy fácil
me habría quedado pretextar cualquier indisposición para no concurrir.
El Guía—Verdaderamente no cree usted que yo estoy leyendo
constantemente sus pensamientos y estoy viendo, cada vez que lo creo
necesario, desde mi puesto, cada uno de sus actos? Para probarle la exactitud
de mi afirmación sobre sus temores de mi venida esta noche le voy a contar
que hoy a mediodía, cuando iba para su trabajo, por alguna diligencia que le
era indispensable hacer antes de entrar en la fábrica, extravió usted algunas
calles y pasó frente a la capilla que tienen en esta ciudad los jesuitas. Al pasar

Blas Hernández O.
213
La Ciudad de Dios

usted por allí, entraban algunas jóvenes devotas a la capilla y usted sintió
repentinamente una gran curiosidad de imitarlas. Hacía mucho tiempo que no
experimentaba la sensación de estar en un templo católico. Se acordó usted de
sus tiempos de pequeña y la emoción retrospectiva avivó el impulso de la
curiosidad. En consecuencia, siguió a las jovencitas. Penetró en la capilla y el
ambiente religioso, ritual, que allí se respira, la impregnó, como es lógico.
Volvió a sentir piedad y deseos de rezar.
En este instante se acordó de mí, de las enseñanzas recibidas en este centro y
vaciló un poquitin para arrodillarse ante una imagen. Esta vacilación duró
algunos instantes, pero el impulso devocional triunfo. Rezo usted y rezo bien.
De eso no se arrepienta ni se apene porque toda oración hecha con fe, con
amor y con elevación del espíritu a Dios, a El llega y El la escucha. Pero no
fue sólo el acto devoto lo que ocurrió esta tarde; hubo otra cosa, y es por esta
precisamente por lo que sentía usted el temor de verme. Terminado su rezo,
acertó a entrar en la capilla uno de los padres que tienen a su cargo despachar
las solicitudes de los penitentes en el confesionario; usted sintió también el
deseo de arrodillarse ante ese padre y decirle lo que ustedes llaman sus
pecados. Pero esta vez el impulso – del mismo origen que el primero – no
triunfo por que su espíritu se opuso a que lo realizara. Hubo unos momentos
de lucha, pero usted no se confesó. No recuerda usted todo esto? No es
cierto?
Como la médium, toda turbada al ver descubierto de aquel modo tan claro y
detallado su secreto, no se atreviera a replicar, el Guía, continuó declarándole
que todo aquello no debía producirle el malestar que había tenido, porque
nada de incorrecto contenía.
Y si yo me hubiera confesado—se atrevió por fin a insinuar Estrella—qué
hubiera ocurrido para mi espíritu?
El Guía – Nada hubiera quitado ni agregado este acto a su espíritu. Solo que
voy a mostrarle, proyectándole la imagen astral del confesor, con que espíritu
hubiera hablado usted de lo que llaman pecados.
Hecha la proyección, la médium declara haber visto la imagen de un espíritu
gris oscuro y haber reconocido en ella al padre que se había metido en el
confesionario de la capilla cuando ella sintió el deseo de cumplir con aquella
prescripción del credo católico.
Para no continuar con el tema, ya que a Estrella no se le ocurre una pregunta
mas, algunos de los asistentes piden permiso al Guía para esclarecer dudas
referentes a la evolución de sus respectivos espíritus, permiso que es
concedido inmediatamente.
Como se trataba de asuntos meramente particulares, no quedó de ellos
constancias en las actas que han de componer este libro, y sólo se incluyó lo
referente a la manera como suceden los cambios de evolución cuando el
espíritu esta todavía encarnado.
A esta pregunta explico el Guía que cuando sucede el caso de que un espíritu
encarnado, debe pasar a un grado superior de evolución, se aprovecha siempre
el descanso del cuerpo físico durante el cual un espíritu de la evolución a que
ha de pasar el candidato baja a la tierra y conduce a su plano al que ha de ser
iniciado. Esta ceremonia se hace siempre ante el Consejo del plano respectivo
y cuando se trata de variar de plano, el candidato ha de pasar por el sendero

Blas Hernández O.
214
La Ciudad de Dios

estrecho que a través del Graduante Astral, conduce al plano. Y para que nos
demos mejor idea de esto, nos hace recordar la manera como la médium
describió su paso del Azul al Blanco.
Para terminar su exposición sobre las iniciaciones de encarnados, agrego que
de ellas no quedaba ninguna memoria una vez recobrada la conciencia vigilia
en el plano físico, y que esto se hacía para evitar que el espíritu pudiera
sentirse orgulloso de su triunfo como consecuencia de las insinuaciones de la
materia, que por todo tiene la propensión de envanecerse.
Estrella.—De manera que nada puede demostrarle al espíritu su adelanto?
El Guía.—Sí, queda una especie de intensa alegría para la cual no encuentra
motivo la inteligencia humana. El individuo se siente desde este momento un
poco distinto sin saber precisamente en qué consiste la diferencia que nota.
Nada mas. Esa es toda la huella. Otra cosa sucede cuando se trata de espíritus
de muy superior evolución –casos no muy frecuentes todavía en el actual
estado de progreso de la humanidad—pues entonces el espíritu tiene
conciencia vigilia de lo que ha ocurrido en los planos superiores, pero ya su
misma altura, el mismo desarrollo considerable de su conciencia, lo inmunizan
para toda tentación de orgullo.
Estrella.—Nuestro Guía: ya que habla usted de que los espíritus que llegan a
cierto grado son incapaces de sentir algunas tentaciones, recuerdo que cuando
joven, en un tiempo en que fueron muchos los dolores morales que agriaron
mi vida, sentí varias veces el deseo de escapar a esas penas quitándome de este
mundo por medio del suicidio. ¿Qué evolución tendría yo entonces para sentir
tan tremendo deseo? ¿Por qué no lo realice tampoco?
El Guía.—Los impulsos que usted sintió hacia el suicidio en esa época de su
vida eran una memoria de su espíritu, que en otras encarnaciones se escapo de
su cuerpo material por esa puerta prohibida; aún cuando en esta encarnación
la idea se hizo presente, excitada por los dolores morales que agobiaban su
espíritu, ella no tenía ya fuerza suficiente para convertirse en acto, porque la
evolución de usted –Azul oscuro – ya no se lo permitía.
Estrella.—De manera que los espíritus que han alcanzado el grado de azul no
se suicidan?
El Guía.—No; solo desgarran su vida física los inferiores y los grises, cuya
evolución no les da todavía conciencia de la gravedad de tal acto.
Estrella.—Y los espíritus grises que se libertan de esa manera violenta de la
prisión del cuerpo físico, a donde van?
El Guía.—Esos espíritus van al espacio comprendido entre el plano inferior y
el suyo, cuando son grises; y al espacio comprendido entre la tierra y el plano
inferior, cuando pertenecen a ese último. Allí, en medio de una densa
oscuridad, están sometidos a la prueba del aislamiento.
Concluidas las preguntas que la médium y los asistentes tenían preparadas para
esta sesión, el Guía propone a Estrella que vayan al astral, pues el blanco
desencarnado anoche esta ya en el grado de serenidad conveniente para
comparecer ante el Ordenador. La noticia no pudo ser mas grata para la
médium. Inmediatamente se mostró dispuesta a emprender el viaje al plano
superior, en donde están a los pocos segundos de haber abandonado el físico.

Blas Hernández O.
215
La Ciudad de Dios

En el Blanco, el espíritu desencarnado ayer sigue encerrado en su casa de


cristales.
Estrella le contempla en aquel estado de dulce sueño y pregunta al Guía cual
será el espíritu encargado de llevarlo a presencia del Ordenador.
El Guía.—Ese espíritu es el mío, pero le advierto que, aún cuando su
intención al formularme la pregunta –cuya respuesta ya intuía – era la de
proponerme que hagamos este trabajo los dos, tal cosa no puede suceder. Sólo
conseguirá que la lleve al sitio inmediatamente superior a este plano, donde
encontrará muchos espíritus blancos que le harán compañía mientras yo
regreso de cumplir mi tarea.
Y el Guía procede inmediatamente a sacar al espíritu de su prisión. Estrella
nota que se apercibe de todo lo que ocurre pero que permanece silencioso.
Ella pretende en algún momento sacarlo de aquel mutismo, pero su maestro
se lo prohibe. Aún no es tiempo de que sufra interrogaciones antes de que
escuche la voz de aquel que lo espera.
Así, pues no hay mas remedio que esperar y seguir a su instructor, que le
indica el camino que debe escoger para la nueva experiencia. Aquel camino lo
describe la médium como una ancha faja de luz por donde su espíritu transita
como si pisara en tierra firme.
Poco tardan en llegar al misterioso sitio de donde Estrella veía bajar hasta el
plano blanco—a manera de bandadas de mariposas—los espíritus. Grande es
el asombro ante todas las maravillas que allí va descubriendo su mirada
penetrante. La luz se intensifica en esta región de modo incomparable, y si el
plano blanco le había parecido como bañado en la mas inconcebible claridad,
aquellas luminosidades que ahora la empapan no tienen nombre en su
imaginación. Hay momentos en los cuales les parece que, al penetrar la
materia sutilísima de que están formadas allí todas las cosas, la luz tomará
reflejos de oro pálido. Y todo el sitio se le muestra, en su estructura, como un
palacio de sueños, donde las galerías de inmensas arcadas se confunden con
las amplias terrazas y los vastos salones hechos como para un cuento de
hadas. En las columnas y en el borde de los arcos surgen y se descuelgan a
manera de enredaderas, plantas—así hay que llamarlas para buscar algo en la
tierra que se les parezca en forma—cuyas flores se creen hechas de cristal
repujado de la misma luz de oro pulido que ya admiró en el corazón mismo de
las columnas. Cada flor es para Estrella como una bombilla eléctrica de gran
potencia. Y por último, allá, a través de las infinitas galerías de nieve, se ve
como la perspectiva de un camino que sube y sube hasta perderse.
La observación de tantas cosas sorprendentes no le había permitido a Estrella
notar que aquel sitio estaba muy concurrido. A cada momento, grupos y más
grupos de espíritus blancos cruzaban por entre aquellas arcadas y se perdían
entre las reverberaciones de la luz, confundiéndose con las flores de las
plantas prodigiosas.
El pensamiento del Guía la vuelve todavía mas plenamente a su conciencia
individual, advirtiéndole que, como él debe emprender su viaje hasta las
alturas, mientras dura su ausencia puede hacerse acompañar de uno de
aquellos espíritus que están pasando a su lado.
Así lo hace la médium y tan afortunadamente, que quien se le acerca es
precisamente el mismo compañero que había bajado al Centro apenas

Blas Hernández O.
216
La Ciudad de Dios

principiada la sesión; pero a las primeras interrogaciones que le hizo sobre


asuntos del sitio donde se encontraban, le manifestó que nada podía decirle
porque toda enseñanza destinada a ella debía venir del pensamiento del Guía,
encargado expresamente de su instrucción. Y para conformarla con la realidad
de esta reserva, le propuso que mientras el Guía regresaba de su misión, le iba
a dejar escuchar las ondas musicales desde allí mismo.
La propuesta surtió efecto inmediatamente. El placer mas intenso para Estrella
en los planos superiores es el de escuchar las armonías que los inundan y en
ellas se embebió, sin acordarse ya para nada de que todas las cosas del nuevo
plano que acababa de descubrir, las ignoraba.
Cuando el Guía se le mostró nuevamente a su lado, le causó sorpresa su
rápido regreso. Por lo visto –le dijo—no fueron muchas las cosas que le
dijeron al nuevo blanco. Si yo hubiera ido, me habría estado por allá mucho
tiempo porque aquellos sitios deben ser de una belleza inimaginable
comparados con los que hasta aquí he visto y que al principio se me hicieron –
cada uno de ellos—como el asiento de toda la dicha.
Él la escucha complacido y le explica que la escala de la felicidad no tiene fin;
que el mas asombroso destino del espíritu consiste en ascender siempre mas y
mas en plenitud de dicha y de conciencia.
Estrella nada replica a estas aclaraciones. Comprende por una penetrante
intuición, que todos aquellos mundos guardan, envueltas en su luz,
revelaciones trascendentales cuyo alcance no puede siquiera sospechar. Y para
no pensar en tantas cosas donde su mente se extraviaría, le propone que la
acompañe a dar un paseo por este sitio que, entre otras cosas, le parece tan
grande como cada uno de los otros planos. Le explica que, entre todo lo que
alcanza a distinguir, le ha llamado especialmente la atención esa como
montaña formada de graderías innumerables y terminada como en una terraza
donde se elevan las columnas de un templo. Ella quisiera ir allí.
A ese sitio –le dice el Guía—no puede usted acercarse por ahora. Allá solo van
aquellos espíritus que deben recibir la autorización del Ordenador para entrar
en el sitio donde yo resido actualmente. Mas tarde talvez se me autorice para
complacerla.
Si no puede ver de cerca aquello, si nada le es permitido conocer en detalle de
este sitio – exclama Estrella—ella quiere bajar nuevamente al Plano Blanco,
pero despacio, de tal manera que se aperciba del camino que su espíritu
recorre.
El Guía la complace en su anhelo y Estrella logra darse cuenta, al llegar a
determinado punto, que es como una intersección de ambos planos, de que
toda la luz que satura el blanco proviene exclusivamente de la región que
acaba de abandonar.
En el blanco no hay demora, pues ya ha corrido demasiado la noche y el Guía
juzga conveniente terminar las enseñanzas de esta sesión.
Al llegar con el espíritu de la médium al Centro, los asistentes dan las gracias
al Guía por las enseñanzas de la noche. Ojalá –contesta él por toda
respuesta—que el verdadero espíritu de estas lecciones ilumine sus mentes y
les guíe siempre hasta las mas elevadas evoluciones.
Quedan citados el día y la hora para la próxima reunión.

Blas Hernández O.
217
La Ciudad de Dios

SESION 15

El final de la evolución humana.


Como se perfecciona un espíritu blanco.
Estrella asiste a la desencarnación de un espíritu gris pálido.
El interrogatorio del Supremo Consejo de los Blancos.
Como se sienten las órdenes del Radiante.

A esta sesión concurre, además de los asistentes ordinarios, el señor


M.Z., periodista distinguido y amante, hace mucho tiempo, de las ideas
preconizadas por el moderno espiritualismo.
M.Z., conocedor por referencias de la calidad de las revelaciones que se
estaban recibiendo en nuestro Centro, manifestó deseo de asistir, por lo
menos a una sesión, cosa que le fue consultada inmediatamente al Guía quien
no tuvo reparo alguno para ordenar que lo autorizáramos a venir.
Estrella, dócil siempre al magnetismo del evocador, no tarda en estar en
condiciones de hacer el llamamiento del Guía, y éste se presenta casi
inmediatamente a la vista de los ojos psíquicos de su discípula.
Apenas llegado al Centro, la médium le manifiesta al Guía que esta noche su
aspecto le revela como mayor contento, y quiere saber en qué consiste tal
diferencia.
Nosotros –le responde—nunca estamos mas o menos contentos; esa
variación de los sentimientos es otra de las características de una evolución no
terminada, y los que estamos ya mas allá de los planos astrales nos hemos
libertado de ella. Para nosotros pues, no existen el desagrado ni el agrado;
siempre tenemos con nosotros nuestra alegría, indescriptible para la
comprensión humana, puesto que ella trasciende los medios de conocimiento
de que actualmente disfruta. Y ahora, que me ha oído usted esto, ya puede ver
cómo se ha equivocado en su apreciación.
Estrella se disculpa de su falta de penetración alegando que en la sesión a que
asistieron esos dos señores que concurrían a un centro bogotano, creyó leer en
la expresión del rostro del Guía como fastidio por sus dudas y por sus
preguntas saturadas casi todas de malicia. A que se debería ese modo de ver
tan errado?.
El Guía sonríe ante la insistencia de la médium por aclarar el fenómeno y la
complace dándole la explicación de que todo estado del alma se traduce por
una vibración simpática de la atmósfera donde actúa y le declara que fueron
esas vibraciones de suspicacia emitidas por los dos asistentes a que se refería,
las que motivaron el nacimiento en ella de las vibraciones de desagrado con
que su estimación por él trató de repudiar las emanaciones aquellas. Y como
ella al sentir el desagrado de lo que creía una irreverencia de parte de los recién
llegados al Centro, replicaba con otro desagrado, creyó que él participaba en
esa lucha de la misma manera.

Blas Hernández O.
218
La Ciudad de Dios

Esta explicación fue suficiente para cambiar el pensamiento de Estrella al


respecto y prometió solemnemente que no volvería a incurrir en esa falsa
apreciación de sus pensamientos.
Nuestro amigo M.Z., que escuchaba atentamente las anteriores aclaraciones,
tenía deseos de aprovechar la primera oportunidad que se le presentara para
pedirle al Guía que hiciera figurar en el plan de enseñanzas para esta noche,
una desencarnación. Quería empaparse bien de la manera como se operaba
este tan trascendental fenómeno que es para casi todos los humanos, el mas
torturante misterio. Y cuál no sería su sorpresa al escuchar que,
correspondiendo a su íntimo anhelo, el Guía nos promete que, aún cuando no
tenía pensado llevar en esta sesión a Estrella a presenciar desencarnaciones, lo
haría para satisfacer el deseo de M.Z.
En vista de esta deferencia, Estrella quiere hacerle otra, por su parte, al
asistente y ruega la Guía le dé la evolución que éste tenga; pero su propósito se
ve defraudado por la manera como su instructor contesta la pregunta,
diciendo que la evolución de M.Z., es mejor que la del doctor B.N., quien
asistió otra noche a una sesión.
A que obedece esta implícita negativa, cuando a ninguno de los asistentes se le
escapa que las disposiciones magníficas de M.Z. revelan una buena condición
espiritual?
Estrella, que participaba seguramente de nuestra curiosidad, aventura la idea de
que el Guía se ha negado a dar una respuesta categórica porque el espíritu de
M.Z. está en momentos de pasar a un nuevo grado de evolución, y quiere
esperar a que lo obtenga para revelárselo, pero el Guía tampoco confirma esta
sospecha y cambiando de tema nos pregunta si no hemos extrañado su
demora en llevar esta noche a la médium a los planos astrales, aclarando
enseguida que eso se debe a que están bajando órdenes de reencarnación para
el plano inferior y que esas vibraciones, al ser percibidas por el espíritu de
Estrella, repercutirían en malestar para su cuerpo físico, que se resentiría
mucho.
Transcurren algunos minutos más, llenos de charlas sobre distintos asuntos
casi de orden particular, hasta que el Guía anuncia que ya han cesado de bajar
las órdenes para el rojo y que, por consiguiente, se va con su discípula al astral.
No se detienen en ninguno de los planos hasta llegar al blanco, donde Estrella
observa inmediatamente que son pocos los espíritus que están dedicados a sus
trabajos en aquel sitio.
Tiene usted razón—le explica el Guía—en lo que ha observado y esa ausencia
de habitantes tan notoria en el plano, se debe a que la mayoría de estos
espíritus están ocupados actualmente en recibir a los que se encuentran en
momentos de la desencarnación.
Estrella.—pero son tantos los que desencarnan en este momento? Cualquiera
creería, viendo esta soledad y pensando en el numero de blancos que llenan el
plano de ordinario, que van a despoblarse la tierra.
El Guía.—No pasa un segundo en el tiempo sin que haya espíritus que
encarnen y desencarnen. A pesar de eso ya ve usted cómo la población de la
tierra no disminuye. Y es porque todo, absolutamente todo se halla muy bien
equilibrado en la balanza de la suprema sabiduría.

Blas Hernández O.
219
La Ciudad de Dios

Estrella.—Ahora que hablamos de desencarnaciones, quisiera saber, de


manera clara por que se produce ese notorio descenso de temperatura en la
habitación donde un espíritu acaba de abandonar su materia. Algunos afirman
que se trata de un fenómeno meramente material, pero entonces eso sucedería
con la muerte de los animales y no es así.
El Guía.—Un tanto complicado es el asunto para explicárselo con la claridad
que usted quiere. En ese fenómeno entra una parte de la materia y otra del
cuerpo astral desencarnado. Y es que la ausencia del espíritu produce como
consecuencia, la modificación de las fuerzas vitales que mantenían y
ordenaban en el cuerpo el sostenimiento de la forma y los demás procesos de
reparación celular. Durante la vida del individuo esas fuerzas trabajan en el
sentido de la simpatía, y por el fenómeno de la muerte las fuerzas vitales
cambian ese modulo vibratorio de atracción por el de disociación. En la
primera manifestación la consecuencia sensible del obrar de la energía produce
calor y en la segunda opera un descenso grande de temperatura. Esto que le
digo es lo que puede abarcar la comprensión ordinaria de los hombres, pues
en el mismo fenómeno hay aspectos que por ahora serían casi imposible
exponer sin que fueran mal entendidos.
El Guía habla reposadamente; como Estrella al trasmitirnos su conversación no
solo trata de imitar el tono de las voz y sus pausas, sino que remeda también
lo mejor que pueda la expresión del rostro, podemos asegurar que, en todos
estos asuntos que le obligan a una explicación provisional, ese gesto es de
cariñosa transacción, como el que tiene una persona de edad que se ve forzada
a responder preguntas de chiquillos sobre un problema que su inteligencia está
muy lejos de abarcar.
Para cortar el vuelo de tantas curiosidades, que cuando le da suelta no tiene
limite, hace que la atención de Estrella vuelva nuevamente sobre los asuntos
del plano. Es el apuntador del blanco el que la hace torcer la atención hacia
donde el Guía quiere, yendo al sitio donde ella se encuentra, actitud de
anotarla en sus registros. Ella protesta enérgicamente da aquella equivocación
y le reprocha que, siendo de este plano ignore que su espíritu está todavía
encarnado y por consiguiente no debe constar su presencia en aquellos sitios,
que es absolutamente transitoria.
El apuntador poco caso hace de las amonestaciones de Estrella; sin respondes
nada, se separa de su lado y se dirige nuevamente a su puesto.
Estrella.—Se iría bravo el apuntador?
El Guía.—Recuerde que los espíritus blancos desencarnados no tienen esos
sentimientos que usted les atribuye. El apuntador al venir aquí, no ha hecho
otra cosa que lo que pudiéramos llamar el reglamento del plano y lo que
pueden pensar de sus acciones los demás espíritus no le llega nunca a
incomodar.
Estrella.—Siempre que hablamos los dos en este sitio sobre los deberes de los
espíritus que lo pueblan, siento enorme curiosidad de darme cuenta perfecta
de ese mecanismo de la emisión y recepción de las órdenes. Durante el día, en
medio de mi trabajo, repaso en la memoria todos los asuntos tratados en la
sesión anterior y al acordarme de ese como aparato para transmitir las órdenes
astrales, se me escapa en su verdadera forma. Su apariencia es como de una
cajita alargada y de su pared central surgen como botones de color

Blas Hernández O.
220
La Ciudad de Dios

correspondientes a las tonalidades más claras de cada plano. Yo quisiera, para


darme mejor cuenta, que usted me permitiera trasmitir una orden.
El Guía.—Las dificultades que usted me expone para la comprensión exacta
de las cosas astrales, ya le dije en otra ocasión que no eran de su espíritu, sino
de su materia, que al querer transportar a lo humano estos conocimientos, no
halla los equivalentes; esta dificultad es, por ahora, insuperable. Con el tiempo,
andando la evolución del espíritu y del cuerpo humano que le sirve de
vehículo de expresión, lograrán actualizarse muchas otras facultades de aquel y
entonces ya se podrá salvar el obstáculo. Por lo pronto, estos conocimientos,
que llevan en sí la esencia misma de los de mañana, bastan para quien tenga
abiertos los ojos interiores. En cuanto a permitirle a usted que trasmita una
orden, no es posible mientras esté encarnada.
Estrella.—Es verdad; yo he debido comprender y tener siempre presente, que
usted me enseña todo lo que le sea permitido y con la claridad que debe tener
su enseñanza. No hablemos mas del transmisor de órdenes y lléveme allá,
sobre la torre del plano, para contemplarlo en mayor extensión. Esa torre, que
parece formada de graderías en figura de caracol, se me hace como un
precioso monumento de nubes transparentes, de un cristal que se hubiera
batido como espuma por la mano de un mago.
Este deseo si encuentra la inmediata aprobación del instructor, quien todavía
sonríe complacido de la descripción entusiasta que su discípula acaba de
hacerle de la torre del plano. La lleva a la cumbre apetecida y los ojos
espirituales de Estrella se sumen como en un sueño exquisito, en la gran
maravilla que despliega a sus plantas el panorama de la ciudad de la nieve
luminosa.
Estrella.—Que hermosa es esta vista, nuestro Guía! El plano se ve por todos
lados como una inmensa ciudad hecha de puras avenidas sembradas de arcos y
columnas que se pierden por fin en una lejanía donde parece que el plano se
comba. Y entre los arcos y las avenidas surgen, simétricas, esas como casitas
de cristales, que no tiene semejanza con ninguna de las edificaciones de la
tierra. Son iguales todas y sus divisiones, eso que viene como a definirlas o
separarlas las unas de las otras, están hechas como de franjas de luz. No sé si
es que la materia de este plano, según desde donde la contemple el espíritu,
aparece como luz o si es que la luz, por la misma circunstancia, se muestra a la
mirada atónita del espíritu como condensada en apariencias materiales. En
fin… como siempre, no me sé explicar.
El Guía.—Esta usted ahora muy interesante en sus apreciaciones. Aquí, como
en todos los planos astrales, hay materia y hay luz; lo que ocurre es que la
constitución atómica de esta materia, al recibir la vivificación de la luz, se
porta de manera no sospechada todavía por los humanos. Pero aquí como allá
y como en todos los planos astrales, la materia es materia y la luz es la luz.
Estrella.—Otro aspecto de los planos me ha preocupado también, y acabo de
recordarlo. En nuestros viajes a estos mundos he conocido algo que pudiera
traducir por espacios, que forman como la separación entre todas las regiones
y que me ha dado la sensación de que esos planos están separados, de que hay
una distancia entre ellos. Será esto verdad?
El Guía.—No es pequeño problema el que me propone. La sensación de
distancia que usted ha tenido, proviene de que su espíritu esta todavía
encarnado; esa sensación, que es también un recuerdo de su cuerpo material,

Blas Hernández O.
221
La Ciudad de Dios

algo como el mensaje de su vida que él le manda continuamente, le ha hecho


creer en esas distancias; pero en realidad ese fenómeno no existe aquí. Los
planos, y esta es la única explicación que le puedo dar a su espíritu encarnado,
se superponen los unos a los otros pero se interpenetran a la vez.
Estrella.—Y ese sitio que esta como mas allá de este plano, a donde me llevó
usted una vez, pertenece también al astral?
El Guía.—Desde el momento en que es un plano de materia, pertenece al
astral. De ahí para arriba –empleo sus expresiones—empieza algo que es muy
distinto a lo que los hombres pueden suponer: empieza la vida del espíritu
fuera de toda manifestación de materia. En ese primer sitio resido yo
actualmente. A ese sitio de que usted me hablaba, que es el final de los planos
astrales, pueden ir todos los espíritus que habitan este `plano a recibir
vibraciones mas elevadas que vienen de arriba. Estos espíritus que ya
terminaron su evolución en los planos de materia física, solo tienen que
acrecentar los caudales de su conciencia en el cumplimiento de múltiples e
importantísimas misiones que le son encomendadas o que ellos mismos
solicitan al Ordenador. Y los viajes al Ascensor-Blanco-Astral los saturan de
vigorosas vibraciones para su desarrollo.
Estrella.—Ahora, que he visto con mis propios ojos la verdadera vida de los
espíritus, me acuerdo de la dificultad tan grande que yo sentía para concebir
ese ciclo de extáticos que me enseñaba mi religión. No podía yo aceptar, sin
que la vida de un posible cansancio cruzara por mi imaginación, ese eterno
contemplar inmóvil a que están sometidos esos santos. Por qué será así esa
imagen terrena del cielo?
El Guía.—Es muy explicable: lo que mas desea el hombre en medio de los
trabajos de la vida sobre ese plano físico, es la calma, el descanso, que se
traduce muy naturalmente en la cesación de toda actividad, porque como así
se concibe en el mundo para los cuerpos densos, así lo concibe el espíritu
poco desarrollado para el mismo. Y no se fijan en que mientras la materia está
quieta, el espíritu continúa su trabajo. El espíritu jamas vivirá inactivo, sea cual
fuere el grado de su perfeccionamiento, porque la actividad es condición
esencial de la vida y en ella talvez radica su gran secreto.
Estrella.—Cómo comprendo yo aquí todo lo que usted me dice! A medida que
su pensamiento penetra en mi espíritu, es como si todo se iluminara con una
luz nueva ante la cual no existe la penumbra, porque todo lo abarca. Pero,
luego, allá abajo, reintegrada a mi materia, todo se convierte en una certeza de
saber pero que no alcanza a penetrar en el mecanismo de mi inteligencia para
convertirlo en pensamiento lógico y dar a quienes me interrogan una respuesta
convincente de lo que se me ha demostrado tan sin sombra de duda.
Tampoco la dicha que siento aquí la he conocido en mi yo humano. Imagino
que otro tanto le habrá de ocurrir a un espíritu blanco cuando pase
definitivamente a habitar el sitio donde usted reside.
El Guía.—Asombrosa le va a parecer a usted una declaración que voy a
hacerle: el espíritu blanco que llega a la región donde yo estoy no siente
ningún aumento de su felicidad, aún cuando este ascenso significa para él un
gran paso en el desarrollo de su conciencia. La felicidad—y no olvide que me
refiero al sentimiento humano que encarna esta palabrita—es el producto de
una emoción y allá los que habitamos ese sitio, no tenemos emociones. Allá
solo hay conciencia, una gran conciencia, que no se asombra por lo mismo

Blas Hernández O.
222
La Ciudad de Dios

que comprende. Pero esto tiene un mas profundo aspecto que no corresponde
a las enseñanzas de esta noche. Lo mejor será que descendamos al Centro y
nos preparemos para asistir a la desencarnación de que tratamos.
Una vez de regreso en el Centro, el Guía advierte al evocador que debe
despertar a Estrella para que tome agua y un poco de alimento y que, pasados
algunos minutos, él la ayudará a dormir tan profundamente, como sea
necesario para el viaje que van a emprender por el plano físico.
Las prescripciones se cumplen a pesar de las protestas de la médium que
asegura no tener apetito ni deseos de tomar agua.
Pasados quince minutos, que se llenan con animadas charlas entre los
asistentes, comentando las enseñanzas hasta aquí recibidas, Estrella empieza a
dar señales de amodorramiento. Los párpados se le cierran a pesar del
esfuerzo que ella hace por continuar tomando parte en las conversaciones y en
vista de esto, de común acuerdo, los asistentes guardan silencio.
Inmediatamente Estrella se abandona a la fuerza que la solicita y sus ojos no
tardan en abrirse a la visión astral. El Guía está a su lado y le declara que la ha
dormido él mismo porque era ya tiempo de que continuara su trabajo.
Esta vez el viaje no se efectúa como los anteriores, sobre el plano de la tierra,
junto a las carreteras, llenas de vehículos vertiginosos. Van ahora sobre las
montañas, por donde serpean, como cintas angostas y retorcidas, caminos
accidentados, solitarios que va denunciando la luna. Luego, la cadena de
montañas se bifurca y aparece a la contemplación de la médium un ancho
valle cultivado de azúcar.
Estrella.—Mire, nuestro Guía: allá se ve luz y me parece escuchar, traída por el
viento, una canción. Es fea y ronca esa voz que canta. Es allá a sonde vamos?
El Guía.—No; no es allá. Lo que usted ve es la luz que alumbra un trapiche
donde ahora muelen la caña de la hacienda. Allí hay en este momento muchos
hombres entregados al trabajo y solo dejarán la faena en las primeras horas de
la mañana. El que canta es uno de esos hombres, para distraer el llamamiento
del sueño. Nosotros vamos hasta la propia casa de la hacienda.
Pasan una pequeña colina; Estrella descubre un gran cuadrado de paredes
blancas y edificada en el centro de aquel gran espacio una casa, viejo estilo
español, rodeada de corredores. Circundando la casa, amplios patios
empedrados donde duermen tranquilamente algunos animales domésticos. El
portón de entrada de aquella corraleja le merece, por su factura tosca, un
comentario despectivo a Estrella.
La casa aparece silenciosa, con sus amplios corredores vacíos y las puertas
cerradas. Se creyera que todos los seres que la habitan duermen sueño
tranquilo y sin embargo, es allí precisamente adonde ellos van a recoger un
espíritu que abandona su cuerpo. En qué habitación se guarda tan
secretamente el dolor de la muerte de un hombre?
Iba Estrella a interrogar al Guía sobre el misterio que envolvía aquella muerte
tan calmada, cuando se abrió una de las puertas que daban en el extremo norte
del corredor y apareció en el marco de sombra la luz parpadeante de un candil
que llevaba la mano temblorosa de una anciana. En el centro del patio un gran
perro enderezó la cabeza y gruñó lastimeramente mirando hacia el sitio donde
se encontraban Estrella y su conductor.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.—Tengo miedo de ese perro. Nos habrá visto acaso? Su cara brava se
vuelve hacia nosotros y le veo como intenciones de levantarse para atacarnos.
El Guía.—Se olvida usted de que el estado en que se encuentra todo ataque
del perro sería infructuoso. Evidentemente nos ha visto, es decir, nos ha
presentido y se afana por dalo a comprender a la abuelita. Pero la luna que
alumbra en este momento todo el patio, le quitará la intranquilidad que el
perro ha querido transmitirle. Ella va hacia la cocina de la casa, a preparar una
poción de yerbas que le calme el dolor de estómago que la atormenta desde
hace una hora.
Evidentemente, confirma Estrella que ante los ladridos del perro la abuelita
eleva el candil a la altura de la cabeza para que la luz no le impida examinar el
patio iluminado de luna. Nada vio que la intranquilizara y cariñosamente
llamándolo por su nombre, ordenó al animal que cesara en sus injustas
alarmas, luego, recorriendo a lo largo el corredor, se sumió en la boca oscura
de la cocina.
Todo volvió a quedar en calma. El perro respetando el mandato del ama,
apenas gruñía sordamente, muy paso, mirando siempre hacia donde los
espíritus se encontraban.
El Guía.—Vamos ahora junto al lecho del enfermo.
Atravesaron el patio y penetraron en la pieza opuesta al extremo del corredor
donde estaba situada la cocina. Allí Estrella distinguió un hombre joven,
tendido sobre un lecho de tablas que se sostenía de una manera curiosa en tres
gruesos palos empotrados en la pared. El Guía le explicó que esa era la manera
de fabricar las habitaciones de los trabajadores en aquellas provincias y la
invitó a que se acercara al enfermo y lo examinara bien.
Obediente al deseo del Guía y muy enternecida por la soledad en que se
hallaba aquel hombre, Estrella se acercó a él y comprobó que escasamente
revelaba unos veinticinco años. Aparecía robusto, de facciones correctas y
sereno, a pesar de hallarse en tal situación.
Estrella.—Me provoca, nuestro Guía, que usted me autorizara llamar de
cualquier manera esa abuelita que está levantada en la casa para que auxiliara a
este hombre. Es imposible que se muera así, sin que haya a su lado ningún
humano que le dé agua si tiene sed. No ve como tiene los labio resecos y pasa
por ellos, cada rato, la lengua, que debe estar tan quemante como ellos?
El Guía.—Nada sacaría usted haciendo muchos esfuerzos para que la abuelita
la oiga. Pero ya buscaré otro recurso para complacerla.
Y según Estrella, el Guía salió a la puerta de la estancia. Inmediatamente el
perro volvió a sentirse muy alarmado hasta el extremo de levantarse de su
sitio y lanzarse impetuosamente hasta cerca de la habitación.
Ante los ladridos del animal que parecía presa de una furia tremenda, la
abuelita abandonó la cocina y candil en mano penetró curiosamente en la
habitación. Se acercó al enfermo, comprobó la gravedad del caso y sin decirle
palabra alguna salió precipitadamente de la estancia; atravesó el patio y se
perdió por el camino que de la casa conducía al trapiche. El perro la siguió.
El Guía.—Vea usted como tan fácilmente he encontrado la manera de
satisfacer sus deseos. En el trapiche hay algunos amigos que quieren a este
hombre y la abuelita va en su busca.

Blas Hernández O.
224
La Ciudad de Dios

La abuela poco tarda en regresar al sitio del drama, acompañada de dos


trabajadores de distinta edad. Vienen silenciosos, como si durante el trayecto
recorrido hasta la casa, desde el trapiche, la angustia les pesara como un
conjuro.
Están en la pieza del enfermo, lo llaman, y como no responde, lo mueven
fuertemente. El que parece de mas edad va en busca de un poco de agua con
la esperanza de reanimarlo, pero cuando intenta dársela, la rechazan los
dientes apretados. Esto fue seguramente para ellos una demostración
inequívoca de caso concluido. Se miraron uno a otro con mirada de
inteligencia que hacia inútil pronunciar las palabras tremendas. Y quedaron
inmóviles, en espera del final.
Estrella.—Nuestro Guía: quien es ese hombre que parece el mas interesado por
el enfermo?
El Guía.—Es el padrino. Al aviso de la abuelita se ha venido, aún cuando su
trabajo es mucho para esta noche, porque entre estas gentes, cuando los
padres faltan, es sagrada obligación del padrino bendecir al ahijado que se
muere, y nada en el mundo lo apartaría de lo que él cree su deber. Además, le
quiere mucho. Estaba bajo su dirección aquí en la hacienda y era obediente a
sus consejos. El dolor que revela el rostro de ese abuelo es sincero. El otro,
apenas es su amigo, pero ha venido porque también le quiere.
Estrella.—Y el enfermo cómo se llama?
El Guía.—Luis María Landazabal.
Entre tanto ha llegado el momento decisivo de la agonía, y al comprenderlo, el
padrino se acerca bien a la cabecera del moribundo, levanta la diestra con
ademan solemne y lo bendice en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo. Se oyen en el silencio de la estancia sollozos de la abuelita; afuera, el
perro ladra lastimosamente, como si tuviera un momento de conciencia de la
tragedia humana.
El Guía.—Ya es tiempo, Estrella, de invitar a ese espíritu a que abandone la
materia fisica.
Obediente, Estrella la ya aprendida invitación y suave, lentamente, como una
gasa sutilísima, el espíritu revestido de sus cuerpos suprafisicos, brota como al
conjuro de un sortilegio del cuerpo de aquel hombre inerme.
Una vez en poder de los mensajeros de ultratumba, el nuevo desencarnado
emprende el viaje hasta el plano blanco, donde el Guía lo pone a disposición
del Consejo.
Estrella, siempre curiosa de sorprender que les dicen aquellos altos
representantes del plano a los que comparecen a su presencia, concentra toda
su atención en la escena y escucha cómo uno le da a conocer la prohibición
que existe en el plano donde va a habitar, de acercarse a la región donde
trabaja el Consejo, agregándole que la violación de esta prohibición le
acarrearía la prueba de una reencarnación; otro le pregunta si desea volver al
plano de la tierra para tomar nueva envoltura humana; y otro le pregunta si
recuerda cuantas veces a través de las sucesivas encarnaciones, le ha
correspondido habitar el mismo plano gris donde ahora va.

Blas Hernández O.
225
La Ciudad de Dios

El espíritu –observa Estrella—contesta a todas estas interrogaciones y luego,


terminado el oficio de los superiores, vuelve a poder de su conductor para que
éste lo lleve al sitio de su destino.
Estrella acompaña al Guía hasta el plano gris, donde apenas llegados se les
acerca el apuntador para cumplir con su obligación de anotar al nuevo
habitante astral.
Satisfechas las primeras formalidades del gobierno del plano, Estrella no quiere
que el gris se vaya con sus compañeros sin convencerse antes de que las
advertencias que se le hicieron por los miembros del Supremo Consejo
quedaron grabadas en su conciencia y al efecto le insinúa que se acerque al
Consejo del plano y le haga el favor de escuchar lao que allí hablan esos
espíritus para satisfacer una gran curiosidad que tiene. Con gran satisfacción
para la médium el gris se niega rotundamente a cumplir su deseo agregándole
que ella, que según tiene una evolución superior a la de él, no debía incitarlo a
realizar un acto que le estaba terminantemente prohibido.
Estrella.—Luego, sabe usted también que los espíritus reencarnan?
El gris.—Yo he reencarnado muchas veces y tengo ahora un recuerdo, aunque
no muy preciso, de esas experiencias, pero suficiente, sin embargo, para que
no las apetezca.
Estrella.—Talvez lo que usted recuerda se refiere a planos inferiores a éste;
aquí seguramente varían esas condiciones. Sería bueno que hablara sobre el
particular con sus compañeros, los grises pálidos para obtener esas
informaciones.
El gris.—Se equivoca usted cuando supone que los recuerdos que tengo en
este momento abarcan apenas los principios de mis experiencias en la
humanidad. Otras veces después de abandonar el cuerpo físico, he venido a
este plano, y se que aquellas advertencias que me hicieron hace unos
momentos, --no recuerdo quienes ni dónde—son verídicas.
Estrella.—Y entonces, si no es aprender, que hacen aquí las espíritus de su
categoría? Para qué han venido?
El gris.—He venido a descansar del cuerpo físico y a evolucionar, ejecutando
todas las labores que me ordenen los superiores. Trabajando así, voy
aprendiendo las cosas que me son todavía desconocidas en mi plano, y esto
sin necesidad de violar la prohibición de acercarme al Consejo, como usted
quería hace unos instantes.
Estrella.—Está usted mas instruido y mas despierto de lo que suponía y por
consiguiente solo me resta desearle muchos progresos; que no desmaye su
voluntad ni se borre nunca de su pensamiento el propósito de alcanzar mayor
evolución. Ahora, mientras yo regreso con el que me trajo en su compañía,
vaya usted donde los grises pálidos que lo esperan allí, agrupados y ansiosos
de saludarlo.
Conforme al mandato de sus conductores, el gris pálido se fue deslizando por
la atmósfera de su plano hasta llegar al grupo de espíritus que lo esperaban
para darle la bienvenida; Estrella quedo en su sitio, presa de alegres
pensamientos por la fuerza de perfección, nada común que acababa de
demostrarle aquel espíritu en sus contestaciones.

Blas Hernández O.
226
La Ciudad de Dios

No duró mucho tiempo la meditación de Estrella, porque el gris oscuro se le


acerco con ánimo de dialogar. Era el mismo que en la sesión pasada le había
revelado sus escapatorias a los centros de evocación.
A la llegada de este espíritu, el Guía abandonó a la médium como
demostración de que el gris oscuro venía autorizado para estar con ella unos
momentos.
Estrella.—Usted es un espíritu que desde que lo conozco, nunca me trae
buenas noticias ni mejores proposiciones. Ahora, que proyectos hilvana con
ánimos de que yo lo acompañe? Si es alguna evocación de la tierra, de
antemano le digo que ha seleccionado mal su compañero para esa escapatoria.
El gris oscuro.—No es para un viaje a la tierra sino para cumplir una orden de
los superiores para lo que vengo a buscarlo. Y por cierto que no es muy
agradable para mí lo que debo hacer.
La médium, por las vibraciones con que el gris expresaba sus pensamientos,
comprendió que estaba verdaderamente apenado con el trabajo que el
Consejo le había ordenado y resolvió secundar aquella labor evolucionadora,
mostrándose muy dispuesta a seguir el misionero para que cumpliera cuanto
antes su mandato.
Y emprendieron la marcha, a través del plano, hacia el sitio desde el cual se
puede contemplar el plano rojo.
Estrella.—Cuénteme, usted si puede, cuantas cosas ha hecho por su
perfeccionamiento en el tiempo que ha transcurrido desde mi última visita al
plano. Tengo deseos de saber que trabajos le han ordenado y que
conocimientos ha adquirido su espíritu al cumplirlos.
El gris oscuro.—Pocas cosas he aprendido, se lo digo con verdad. Todo lo
que el Consejo me manda me parece lo mas difícil que hay por hacer en el
plano en comparación de otras labores que se les encomiendan a mis
compañeros. Por eso trabajo de mala gana y no sé si será por esa disposición
de mi voluntad o por que lo que se me ordena no tiene importancia, es el caso
que no percibo los conocimientos que esas faenas me dejan para mi
evolución. En cambio cuando me llaman de la tierra para que asista a una
evocación, me distraigo de un modo delicioso. Si oyera usted que ideas tan
exóticas tiene de este mundo de los espíritus aquellos hombres y que cantidad
de curiosidades se les van viniendo a la imaginación para preguntarme,
justificaría usted el placer que tengo al escaparme del plano para complacer a
esos amigos!
Estrella.—Y siguen acompañándolo como la otra vez, espíritus de este sitio?
El gris oscuro.—Como se lo referí en otra ocasión, los primeros compañeros
que tuve de este plano para tales escapatorias se fueron a reencarnar por orden
de los superiores y de los que quedaban les propuse a muchos, pero no
quisieron someterse a las consecuencias. Me toco bajar solo a una o dos
sesiones; mas como al plano están llegando permanentemente muchos
espíritus de mi grado, que tiene poca costumbre de las cosas de aquí, les he
contado algo de las sesiones del centro al que concurro y claro como es mas
divertido ese trabajo, se van conmigo.
Estrella ante tan cínicas declaraciones, siente asombro de que no haya venido
orden de reencarnación para este espíritu que de tal manera induce a otros,

Blas Hernández O.
227
La Ciudad de Dios

mas cándidos que él, a violar las leyes del plano. Y recuerda que en la tierra
también se extrañan los buenos del triunfo y de la prosperidad de los malos y
no alcanza a comprender como los poderes superiores, en cuya voluntad
reside el mandato que cortaría de raíz el camino de las hazañas nefandas,
parece como si no se apercibieran de ellas y el dañador sigue aparentemente
resguardado por una buena Estrella que no se eclipsa. Y se sume en
meditaciones sobre la dificultad humana para descubrir los senderos de la
justicia y de la sabiduría de los grandes espíritus; ella sabe ya que todos
caminan hacia su perfeccionamiento; que minuto a minuto la conciencia rasga
la venda de la ignorancia que tiene opacados sus enormes poderes y la
humanidad va como falange misteriosa, realizando una a una las etapas de sus
plenas conquistas imperecederas.
Ahora, meditando en este final glorioso, ya no le parece detestable el gris
oscuro que marcha silencioso a su lado, necio en hacer su capricho, empeñado
en que su voluntad de divertirse primero sobre los reglamentos del plano y
considera que mañana cuando este espíritu reciba, como infaliblemente habrá
de recibir, la consecuencia de sus violaciones, esa experiencia trocará toda su
pujante voluntad hacia el bien, obrando para si y para los demás, dentro de la
armonía de la ley.
Cuando, saliendo de sus abstracciones, Estrella quiso interrogar de nuevo a su
compañero, se dio cuenta de que había llegado al lugar preciso de su
peregrinación. La perspectiva de la visión del plano rojo no era muy
halagadora. Tremendas vibraciones se sentían subir como vaho denso y
escenas horrorosas se presentarían a la visión de su espíritu que solo anhelaba
la paz luminosa y nívea de los blancos. Pero cuando esto estaba permitido por
su Guía, de bien era seguramente ese espectáculo para su espíritu y ordenó al
gris que descorriera el velo.
Por su parte el gris oscuro vibraba de angustia y de fastidio. Aquel plano rojo
que acababa de trascender le traía recuerdos mortificantes como un suplicio.
Larga serie de crueles experiencias pasaban como fantasmas por su conciencia
y creía sentir de nuevo la emoción de cada una. Pero lo habían ordenado los
superiores y era necesario cumplir.
La visión del primer plano dura solo dos minutos, Estrella no quiere hacer
ninguna descripción de lo que ve. Se limita solamente a preguntar a su
compañero si es volver a ese sitio lo que el persigue con sus insubordinaciones
a la disciplina del plano. El gris oscuro, muy conmovido también por las
escenas que distinguió allá abajo, niega a Estrella la posibilidad de un descenso
de su espíritu puesto que él sabe de modo formal, por que se lo han dicho los
grises pálidos que en la evolución lo que se alcanza se adquiere para siempre;
que no hay retroceso.
Pero el Guía ya viene y al presentirlo, Estrella ordena al gris oscuro que se
aparte de su lado.
Como es costumbre, apenas el Guía está a su lado, Estrella le relata lo que ha
ocurrido durante su ausencia, narración que éste escucha como si lo ignorara
todo; luego le advierte que por esta vez ha terminado su trabajo en el astral,
pero como las vibraciones que ha soportado le dejan siempre malestar a su
materia física va a llevarla al Ascensor Blanco Astral, donde la dejara oír un
poco de música y luego bajarán al Centro para terminar la sesión.

Blas Hernández O.
228
La Ciudad de Dios

Todo se efectúa conforme a la promesa del Guía. Una vez en el plano de la


tierra, uno de nuestros compañeros, apenado por la novedad de su hija, le pide
una indicación para aliviarla de sus novedades a lo cual accede gustoso
advirtiéndole que no debe preocuparse porque el asunto es leve y le da el
nombre de algunos remedios de patente que obraran pronto y eficazmente en
la salud de su niña.
Queda citado el día de la próxima sesión a la hora de costumbre.
Eran las tres de la mañana.

Blas Hernández O.
229
La Ciudad de Dios

SESION 16

Inconvenientes de un asistente inconsulto.


Ochenta y cuatro reencarnaciones en el mismo grado.
Primera visita de Benjamín Peña.
Como cambian de grado los espíritus encarnados.
Una explicación mas sobre el Graduante Astral.
Estrella sabe como manda el Ordenador.

E ntre los asuntos particulares tratados al Guía en la sesión pasada, el


evocador consulta la conveniencia de llevar al Centro al Dr. F.,
distinguido intelectual por quien se interesaba especialmente alguno de
los asistentes, consulta que resolvió el Guía favorablemente; pero al
trasmitirnos tal determinación, Estrella hizo notar a los concurrentes que tal
asentimiento no había sido otorgado con la misma espontánea complacencia
que le había visto demostrar en otras ocasiones.
Conforme a esta autorización, el amigo interesado comunico al doctor F., la
noticia de que no podía concurrir, avisándole también el día y la hora en que
habría de verificarse esta sesión, pero omitiendo advertirle que este permiso de
asistir se refería a él únicamente y por consiguiente no podía presentarse en
compañía de persona no autorizada para hacerlo.
Llegado el momento de las cita, se presentó en el lugar el doctor F.,
acompañado de su amigo el doctor H., quien según se nos dijo, deseaba
también vivamente presenciar nuestros trabajos.
Persuadido de la delicadeza del caso, el evocador contra toda costumbre, pidió
permiso para dormir solo a la médium y hacer la evocación ya que según su
conocimiento, era necesario advertir al Guía de la presencia del nuevo
concurrente para el cual no había orden de penetrar en el salón de sesiones.
Dormida Estrella el evocador le ordena hacer el llamamiento de costumbre
para obtener la presencia del Guía, pero con gran sorpresa suya le comunica
que a pesar de sus esfuerzos, ella nota que nadie responde a su pensamiento,
y luego advierte que en la sala está presente una entidad en forma humana,
visible para sus ojos psíquicos, un hombre que la mira con sonrisa burlona y
que no le recuerda a nadie conocido por ella.
Ante el caso inesperado y con el fin de identificar la evolución de la identidad
intrusa, el evocador ordena a la médium que le pida tome inmediatamente su
forma astral correspondiente al plano donde se encuentre, a lo cual se niega
rotundamente el espíritu alegando que este requisito no le parece necesario ya
que esta dispuesto a declarar el nombre que llevó en su última encarnación y a
comunicar muchas cosas que pueden ser interesantes para los estudios que
estamos haciendo en el Centro.
Estos argumentos del visitante astral confirmaban las sospechas del evocador
de que se trataba de un espíritu poco evolucionado que pretendía romper la
normalidad de los trabajos del Centro modificando con sus vibraciones la

Blas Hernández O.
230
La Ciudad de Dios

armonía del ambiente. Por eso de acuerdo con las vibraciones recibidas del
Guía, el evocador pidió a la entidad presente, en nombre del Orador, y en
salvaguardia de los intereses espirituales de los asistentes, tomara su forma
astral para comprobar a los ojos de la médium la calidad de su evolución y
juzgar así del crédito que merecían las declaraciones que según su propósito,
estaba deseoso de hacer.
Esta orden, dada de manera tan terminante, fue obedecida inmediatamente y
Estrella declaró que tenía ante sí un espíritu perteneciente al grado de
evolución gris oscuro.
Es necesario – le dice el evocador—que es retire inmediatamente del salón a
donde no ha sido expresamente llamado, y abandone este Centro donde
ninguna enseñanza superior puede dar.
El gris oscuro.—Antes de retirarme, quisiera decirles unas cosas que talvez les
fueran interesantes.
El evocador.—Nada queremos saber de lo que puede usted revelarnos, no
siento, como no es usted enviado por entidades superiores. Sus curiosidades
están de más entre nosotros y ninguna insistencia podrá apartarnos de la
resolución de no oírlo. Quiere decir que si usted insiste, despierto la médium
para interrumpir el contacto entre su mundo y el nuestro.
En ese momento la médium da cuenta de que ha llegado hasta ella la respuesta
del Guía a su llamamiento y que muy lejos le ve venir como otras veces.
Apenas anuncia la venida del Guía el gris oscuro abandona la estancia y aquel
se hace presente junto a su discípula.
El Guía.—Mi demora esta noche para concurrir al Centro no se debe a que no
me hubiera llegado su llamamiento sino a que, junto con el doctor F., ha
venido un individuo cuyo espíritu mal dispuesto para la evolución y mal
acompañado por entidades desencarnadas de su mismo plano, ha hecho que
yo resuelva aplazar esta sesión para otra noche. Puede usted, por
consiguiente, señor evocador, informar a los asistentes privadamente de
nuestro asunto. Ese señor que vino sin ser invitado es la causa de que se haya
presentado aquí de manera inusitada ese espíritu gris oscuro que acaban de
despedir. El compañero del doctor F., lleva también un espíritu gris oscuro
que ha reencarnado ochenta y cuatro veces en el mismo grado.
Tanto el evocador como Estrella suplican al Guía que cambie su resolución de
aplazamiento de la sesión prometiéndole que con cualquier pretexto el doctor
H., abandonará el Centro. Así se convino. El evocador despertó a Estrella y los
asistentes, previo conocimiento de lo ocurrido, fueron notificados delante del
doctor H., de que debido a indisposiciones físicas de la médium se suspendía
el trabajo de esta noche para reanudarlo en tiempo que se avisaría
oportunamente.
Transcurrida una hora, el doctor F. regresó a la casa del Centro ya sin su
compañía y conforme a lo acordado, se reanudó la sesión.
El Guía.—Lo que ha ocurrido esta noche va a comprobarles a ustedes que
tiene un serio fundamento mi exigencia de que se consulte cuando un
individuo que es extraño al Centro, desea asistir a alguna reunión. El juicio
que ustedes pueden formarse de las condiciones espirituales de un aspirante
está hecho siempre en el plano engañoso de la personalidad; en cambio, yo

Blas Hernández O.
231
La Ciudad de Dios

veo el espíritu mismo, conozco sus inclinaciones, se las vibraciones que


forman su atmósfera psíquica y las compañías astrales que se lleva consigo.
Todo esto es lo que decide de la aceptación o no del aspirante a recibir estas
enseñanzas. El señor que acompañaba hace un momento al doctor F. tiene un
espíritu gris oscuro que, por su poca fuerza de evolución y por las compañías
astrales que tiene, me impedía aceptarlo en guarda de las buenas condiciones
del Centro.
Terminada esta explicación, entra el Guía a preguntar algunas cosas al nuevo
asistente, a las que él responde satisfecho con presenciar estos estudios y
prometiendo a la vez que si sus ocupaciones profesionales se lo permiten,
concurrirá a ellas con frecuencia.
Después se dirige a nuestra compañera, la señora C., quien tiene gran
preocupación por la enfermedad de uno de sus pequeños. Le dice que el niño
se encuentra evidentemente bastante malo a consecuencia de un descuido que
tuvo con él el ama que lo cuida.
Es necesario—le dice—preservarlo de un viento impropicio y usted, que tanto
se contrista pensando que Dios quiere llevarse este espíritu del plano de la
tierra a su plano azul, no hace bien ni obra en consecuencia con las
enseñanzas recibidas en este Centro. El conocimiento que usted tiene ya del
objeto de esta vida humana debe encauzar su amor por otros senderos mas
apartados del egoísmo. Que pensaría usted si yo le dijera que se ha decidido en
lo Alto la desencarnación de ese espíritu?
Estrella interviene aquí a favor de la madre declarando que ella no podría
responderle a esa interrogación con toda la sinceridad de su espíritu, puesto
que la materia tiene también su amor y su amor es tan fuerte que solo los egos
que han trascendido la evolución ordinaria humana pueden vencerla.
La señora C., muy impresionada por lo que ella ha interpretado como una
señal de la próxima desencarnación de su hijo, pide permiso para retirarse del
salón.
El Guía.—La señora se ha retirado bastante preocupada por lo que acabo de
decirle, pero la situación del pequeño no tiene nada de grave: él se repondrá
dentro de algunos días, mas era necesario que la madre recibiera, con los
afanes y desvelos que ha tenido, una lección mas de la vida, que mucho habrá
de aprovecharle a su espíritu. Solo así se depuran los sentimientos, que van
modificando sus vibraciones hasta sintonizarse con los planos superiores,
donde la Verdad brilla libre de los velos de la ignorancia. Todos los
sentimientos humanos son la forma ruda de lo que habrá de constituir en las
alturas de la evolución la fuerza más bella y más luminosa del yo. Ya habrán
podido constatar ustedes cuántas modalidades reviste entre los humanos el
sentimiento de amor: desde los excesos mas materiales, los celos y los
crímenes, hasta trocarse, a través de muchas vidas de experiencias en el
sentido de la unidad infinita, que es el ápice de la fraternidad. Y así como el
amor, todas las que se llaman pasiones humanas reservan en el fondo de su
fuerza evolucionante la maravilla que forma el encanto de los verdaderos
cielos. Por eso, bien mirado, nadie es digno de desprecio de sus semejantes,
nadie puede ser considerado como perdido para la Casa del Padre, porque
para todos hay allí su sitio reservado y a ocuparlo llegarán hoy o mañana, en el
curso del tiempo, que no termina. El que mucho se equivoca, es porque
mucho ignora, y a disipar esa ignorancia vino precisamente al plano físico: a

Blas Hernández O.
232
La Ciudad de Dios

distinguir entre el error y la verdad, entre lo positivo y lo negativo que forma


la diferenciación, base de los mundos.
Estrella interrumpe al Guía para informarle que ella ve descender hacia el
Centro un espíritu blanco.
El Guía.—Déjelo llegar, que cuando un espíritu de esa clase baja hasta los
planos materiales trae siempre algo importante para realizar en ellos. Ese
espíritu viene precisamente a este Centro. Esperemos a saber lo que traiga
hasta nosotros.
Efectivamente, a los pocos segundos se confirma el anuncio de la médium. El
espíritu blanco ha llegado, está frente a ella y acaba de trasmutar su pura forma
astral en su forma humana. Es –dice Estrella observándolo—un hombre
maduro, de cutis blanco, mas bien robusto, de facciones correctas que
inspiran en conjunto simpatía. Tiene ojos de un azul intenso y se cubre la
cabeza con un sombrero de forma acampanada que me parece feo y que
desentona completamente con su aspecto general, arrogante. Me saluda y me
ruega que haga extensivo ese saludo a todos los asistentes al Centro,
agregándoles que él se llamó en su última encarnación Benjamín Peña, nacido
en Rusia en el año de 1673 y desencarnado en el Japón en 1715, es decir,
cuando tenía la edad de 42 años.
Estrella.—Pero como es posible que siendo usted de nacionalidad rusa, hijo de
padres rusos como supongo, tenga nombre perfectamente español? Ese
apellido suyo no es ruso.
Benjamín.—Le he dicho Peña, porque a eso equivale la traducción al idioma
que habla usted. Si yo le dijera mi apellido en el idioma correspondiente, sería
tanto como no decirle nada. Mi propósito es que nos entendamos
perfectamente, porque hemos de hablar los dos con bastante frecuencia de
hoy en adelante.
Como Benjamín diera todas estas explicaciones acompañadas de una sonrisa
burlona, Estrella le objetó que, perteneciendo él como lo demostraba su forma
astral, a un plano elevado de la evolución, se le hacia extraño ese tono como
de burla con que le hablaba. Yo –le dijo—he tratado muchos espíritus de su
plano y de otros planos, y respecto a los primeros, siempre me han dejado una
impresión de amable seriedad que usted no muestra precisamente.
Para defender a su compañero de los ataques de la médium, el Guía interviene
advirtiéndole que Benjamín, en su plano es tan serio como todos los demás
compañeros, pero que en este de la tierra asume el carácter que lo acompañó
durante su última existencia humana, explicación que calma todos los recelos
de Estrella.
Pero otra duda mortificante se insinúa en su mente: si es así que Benjamín viene
al Centro con anuncio del Guía, no será que este pretende retirarse dando por
terminada la parte de enseñanzas que le corresponde difundir y Benjamín viene
como su reemplazo y su continuador para mostrarnos otro aspecto de las
verdades superiores? Y apenas asoma en Estrella aquella duda, la expone en
toda su crudeza. A ella le parece un buen espíritu Benjamín y se siente contenta
de que venga al Centro y aun de que se burle un tantico de ella, pero de
ninguna manera quiere que el Guía no vuelva. Nosotros –le dice a su maestro
dándole a la voz una entonación empapada de afecto—nosotros le queremos
mucho para que nos abandone; su pensamiento ha iluminado con luz tan viva

Blas Hernández O.
233
La Ciudad de Dios

nuestras almas, que no podemos pensar en su ausencia. Nosotros


presentimos que muchas cosas le quedan aún por decirnos, nuestro Guía.
Verdad que esta venida de Benjamín no es la notificación de su retiro?
El Guía escucha con cariño aquellos pensamientos de Estrella que él sabe muy
bien traducen idénticos sentimientos de todos los asistentes.
El Guía.—No se preocupe usted, Estrella, por acontecimientos que no deben
cumplirse todavía. Son muchas las cosas que aún me restan por decirles, son
muchas las cosas que ustedes habrán de escucharme; pero si a pesar de esto el
Ordenador dispone mañana que yo no vuelva mañana al lado de ustedes en la
forma que lo hago ahora, y Benjamín continúe la obra que falta por realizar, no
por esto deben lamentarse ustedes. Aquí, en forma visible por los ojos
psíquicos suyos o allá en mi sitio, cumpliendo con otras misiones, mi espíritu
estará con ustedes, porque es de su esencia estar en todas partes con el poder
del amor y de la voluntad. Las almas tienen el gran secreto—incomprensible
hoy para la mayoría de las humanas inteligencias—de anular el problema de
las distancias en proporción de la pureza del pensamiento y de la intención.
De ahí que todas las religiones del mundo aseguren que Dios está en todas
partes, pero no puede ser percibido sino en la medida en que el espíritu que lo
busca se coloque en condiciones de pureza y de amor. Lo mismo para con las
almas humanas a quienes el amor desinteresado hace vivir en una entera
coexistencia. Y ahora, es necesario que abandone esos pensamientos y para
esto va usted a subir a los planos de evolución en compañía de Benjamín.
Apenas dicho esto por el Guía, Benjamín abandona su forma humana e invita e
Estrella a que lo acompañe a los planos de evolución.
Hay una corta discusión entre ellos porque Benjamín insinúa que suba sin
necesidad de su auxilio, pero Estrella se niega a obedecerle alegando que el
Guía siempre la ha llevado como de la mano. Benjamín se deja convencer por el
argumento de la médium y ambos emprenden el viaje. El Guía les advierte que
él los seguirá a los pocos momentos.
El ascenso es directo hasta el plano blanco y una vez allí, Benjamín pregunta a
Estrella qué desea con mas insistencia sentir en aquella región.
Estrella.—Me parece usted Benjamín, muy galante y voy a corresponderle con
una respuesta acorde con su ofrecimiento: Yo quiero sentir en este plano todo
lo que puede sentir el mas avanzado de sus habitantes.
Benjamín.—Esta usted empeñada en probarme que sabe también abandonar su
seriedad tanto o más que yo. Quisiera saber si en sus muchos viajes con el
Guía a este mismo sitio le ha formulado usted idéntica exigencia.
Estrella.—En verdad que no, pero es lo cierto que él me ha hecho nunca el
ofrecimiento tan completo que ha formulado usted hace un instante. Como
me ofreció escoger la sensación que quisiera, de las que se puedan tener en
este plano, yo supuse muy lógicamente que estaba usted en capacidad de
proporcionármelas todas. Ahora, como veo que tal cosa no es fácil, he
resuelto decidirme por una sola: la de oír música.
Benjamín.—Muy bien elegida la sensación, pero siento mucho no poder
proporcionársela. Exíjasela al Guía cuando venga.

Blas Hernández O.
234
La Ciudad de Dios

Ante esta salida de Benjamín, Estrella se queda admirándole con insistencia


como para reprocharle su burla, y es ahora cuando nota –sin que diga qué
causa—que su acompañante pertenece al Consejo del plano y así se lo declara.
Benjamín.—Evidentemente, como usted lo ha observado, yo pertenezco al
Consejo de este plano, y ya que usted lo sabe, voy a enseñarle algo muy
interesante.
La médium relata que Benjamín la ha llevado a cierto sitio del plano, en la
región misma correspondiente al Consejo y le ha mostrado una especie de
gran libro.
Benjamín.—De aquí, de este como libro donde esta inscrito el debe y el haber
de cada uno de los espíritus que hacen su evolución en este plano y en el
Astral, es de donde toma el Guía las relaciones que periódicamente lleva el
Ordenador. Esto de un libro aquí y una cuenta para cada espíritu parecerá
muy extraño a los humanos, pero ya ve usted como es evidente.
Estrella contempla un rato aquel libro y luego quiere que todas las
explicaciones sobre el plano continúen en la misma forma, pero su nuevo
amigo se niega rotundamente a satisfacerla alegándole que todas esas cosas
habrá de enseñárselas el Guía en tiempo oportuno, si ellas forman parte de las
enseñanzas que le han ordenado dictar en el Centro.
Para distraerla de sus curiosidades le propone que vayan un momento al
Ascensor Blanco Astral, lo cual realizan pero al llegar a aquel sitio la materia
de la médium sufre un violento accidente de tos, por lo cual el Guía ordena
inmediatamente a Benjamín el regreso al salón de sesiones y una vez allí,
dispone que el evocador la despierte para que se le de un vaso de agua con
limón, prometiendo que pasados diez minutos, él mismo la dormirá
nuevamente para seguir con la enseñanza.
Todo se cumple conforme lo prometido y una vez abiertos los ojos
espirituales de Estrella, nota ésta que Benjamín ha desaparecido del salón.
El Guía.—Se ha ido a sus ocupaciones en el plano blanco, pero esto n es
inconveniente porque ahora vamos a buscarlo nosotros.
Regresan al plano blanco y allí el Guía vuelve a confirmar a Estrella su
aseveración de que Benjamín esta ocupando su puesto en el Consejo.
Estrella.—Quisiera llamarlo y que nos acompañara, pero como puedo hacerlo
si todos son iguales?
El Guía.—Para esto bastará solamente que usted pensara en él, y su
pensamiento como sucede conmigo en el Centro cuando me llama le llegaría;
pero no lo haga ahora porque él esta muy ocupado esto lo aplazamos como
tuve que aplazar también las enseñanzas que tenía para esta noche, debido al
incidente del compañero del doctor F. Entre ellas estaba la manera como un
espíritu encarnado cambia de grado o de plano de evolución. Iba usted a ver
como la señora C., espíritu gris pálido, pasara esta noche al azul oscuro. Ya
que esto sucederá mas tarde, esta misma noche voy a explicarle el caso
teóricamente: llegada la hora del cambio, un espíritu del grado que va a
adoptar el que asciende, lo conduce hasta la región correspondiente del
Graduante Astral, es decir, por su sector azul oscuro en el caso que
contemplamos; lo mismo se hace para todos los grados de evolución hasta el
blanco, donde las que podemos llamar iniciaciones se efectúan de otra manera.

Blas Hernández O.
235
La Ciudad de Dios

Estrella.—Cuanto siento, nuestro Guía, que no pueda yo presenciar ese paso


del espíritu de la señora C. al azul oscuro, pero a lo menos quisiera que me
permitiera recordar bien esta explicación que acaba de darme cuando me
despierten terminada la sesión, a fin de podérsela participar a ella. El Guía.—
No hay necesidad de eso porque, aún cuando estamos en este plano, debido al
origen que tienen las enseñanzas que estoy dando, ha sido permitido que las
explicaciones e impresiones que su espíritu reciba durante su trabajo sean
trasmitidas allá en la tierra por su cerebro físico. Así, pues estas cosas las sabe
ya perfectamente la señora C., lo cual no obsta para que, una vez en su
conciencia humana, usted las recuerde.
Quiere Estrella después que el Guía le dé instrucciones sobre muchas cosas que
observa, pero su maestro no accede sino que desciende con ella al salón de
sesión para terminar el trabajo de esta noche.

Blas Hernández O.
236
La Ciudad de Dios

SESION 17

Una nueva intromisión astral.


Mas detalles sobre la ley de reencarnación.
Algunas advertencias sobre fraternidad universal.

E sta noche no concurren a la sesión elementos extraños al Centro y por


consiguiente, según nosotros mismos lo advertimos, la atmósfera
psíquica es mas homogénea y por lo mismo propicia en alto grado para
que los trabajos sigan su curso progresivo sin dificultades.
Estando todos presentes en el salón, el evocador procede a dormir a Estrella y
a poco observa que sus esfuerzos encuentran un obstáculo desconocido. La
médium parece presa que un malestar que le impide entrar en sueño profundo
y algunos ruidos –semejantes a raps—se producen en los muebles de la
habitación. El evocador, a pesar de esto, insiste en su trabajo logrando, pasado
un cuarto de hora, que la hipnosis llegue al grado necesario para obtener el
desprendimiento del espíritu de Estrella, al que interroga inmediatamente
exigiéndole investigar si en la estancia se encuentra alguna entidad astral.
Las sospechas del evocador quedan confirmadas inmediatamente. Estrella
declara que a poca distancia suya, está un espíritu en su forma astral, gris
oscuro, que le avisa que el Guía del Centro no podrá venir esta noche por
causas que no le es permitido declarar.
El evocador, que conoce muy bien todos estos recursos de las entidades de
poca evolución para lograr que se les atienda en los centros organizados, le
ordena a la entidad que abandone inmediatamente el Centro porque serán
inútiles todos los esfuerzos que haga para obtener que se le escuche. Esta
orden tiene efecto y Estrella anuncia que el espíritu ha desaparecido de su vista.
No pasan diez minutos después de este incidente y Estrella ve acercarse, a
distancia, la figura del Guía.
Una vez en el Centro, Estrella le refiere al maestro la intromisión del gris
oscuro, manifestándole también sus temores de que esto siga repitiéndose con
frecuencia.
El Guía.—No piense usted en eso. El gris oscuro que vino esta noche no lo
hizo deliberadamente. Es el espíritu de un suicida que vaga por este espacio,
que ha concurrido con gran frecuencia a las evocaciones y que al pasar
casualmente por este salón, vio los preparativos del trabajo y sintió el deseo de
comunicarse. Muchos años hace que vaga esa entidad, pero no le ha sido
permitido reencarnarse precisamente por su insistencia en comunicarse por
medios espiritistas con los humanos.
Estrella.—Perfectamente, nuestro Guía. Pero por qué sabía esa entidad que
usted era el Guía de nosotros y resolvió decirnos, para que lo atendiéramos,
que no venía esta noche?
El Guía.—No; él no me conoce ni a mí se refería cuando dijo que no vendría
esta noche. El sabe como concurrente asiduo a evocaciones, que todos los
centros espiritistas normalmente constituidos, altos o bajos, tienen un espíritu

Blas Hernández O.
237
La Ciudad de Dios

que hace las veces de director de los trabajos, y era asunto que no
representaba problema ninguno para él suponer lo mismo en este Centro y,
para que se le admitiera, anunciar que el Guía no vendría esta noche y que,
por consiguiente, el tiempo estaba disponible para él. Este recurso que es casi
de éxito seguro en aquellos centros donde no se lleva a cabo ninguna
investigación seria y los asistentes y dirigentes no tienen ningún propósito
definido, falló por completo en el caso presente, y así lo comprendió por la
orden inmediata del evocador.
Concluida esta explicación, por demás clara, el Guía declaró que esta noche
no llevaría a la discípula a los planos astrales y que, por consiguiente, se
dedicaría todo el tiempo de la sesión a escuchar y contestar las preguntas que
los miembros del Centro quisieran hacerle sobre dificultades de comprensión
que hubieran surgido de las enseñanzas recibidas.
Conforme a esta autorización cada uno de nosotros fue interrogando al Guía
sobre asuntos de filosofía espiritualista derivada de sus enseñanzas. Algunas de
estas preguntas tuvieron carácter particular, porque se trataba en ellas de
resolver asuntos personales a través de las enseñanzas; por esta razón quedan
suprimidas en el relato, aún cuando la esencia misma de su pensamiento a sido
vertida en explicaciones sucesivas tratándose de asuntos generales.
--Hasta cuántos grados de evolución puede alcanzar un espíritu en una
encarnación, suponiendo que tenga conocimientos sobre la vida astral y los
grados de perfeccionamiento y que, a la vez tenga predilección por el estudio
de estos asuntos?
--Ustedes saben perfectamente que la capacidad del hombre para adquirir el
conocimiento de las leyes del espíritu esta en proporción directa de su
evolución. En esto se funda precisamente el hecho de que, aún cuando el
individuo devore tratados y tratados de asuntos metafísicos, sus actos están
casi siempre opuestos a sus conocimientos intelectuales, porque la
aprehensión por la memoria intelectiva de los conocimientos trascendentales
no quiere decir que el espíritu los haya asimilado en forma de conciencia. Esta
asimilación es lenta, gradual, y por lo general una sola vida física apenas basta
a la mayoría de los humanos para adquirir los conocimientos internos de uno
o dos grados de evolución. Hay espíritus mejor dispuestos que otros, pero
estos no forman regla que sirva como medida de orientación para resolver el
problema que ustedes plantean. Y es casi fácil, si ustedes observan
detenidamente, comprobar lo que acabo de decirles. Entre los individuos a
quienes ustedes han comunicado, en sus conversaciones, parte de estas
enseñanzas, habrán notado que cada uno de ellos las abarca en grado distinto:
para unos serán producto de la imaginación afiebrada; para otros serán
cuestiones que carecen absolutamente de fundamento científico y para uno o
dos, entre todos, se habrá hecho la luz espiritual. Estas diferencias de
comprensión corresponden a diferencias evolutivas.
--Ya nos ha enseñado nuestro Guía en sesiones pasadas, las reglas que
gobiernan la reencarnación de los espíritus con relación a las de sus padres, en
orden descendente, esto es que un espíritu blanco puede encarnar con padres
blancos o azules, rara vez con grises pálidos; que un azul reencarna con padres
azules o grises; que los grises reencarnan con padres grises u oscuros y estos
últimos con padres de su grado y hasta grises medios; ahora quisiéramos saber
que leyes rigen en orden ascendente.

Blas Hernández O.
238
La Ciudad de Dios

--Los espíritus inferiores pueden encarnar con padres de su mismo grado y


hasta grises medios; con padres blancos pueden encarnar blancos, azules
pálidos, azules medios, y raras veces azules oscuros; con padres azules pueden
encarnar los de su mismo color y los grises. Los espíritus inferiores pueden
encarnar también con padres gris oscuro y medio, medio y pálido y hasta gris
pálido y azul oscuro, pues la diversidad de color o evolución entre el padre y
la madre determina esta posibilidad, así como si la diferencia es tan grande que
vaya de un extremo a otro de esta escala evolutiva, en esos matrimonios o
uniones, tal diferencia es causa de que puedan encarnar espíritus desde el gris
oscuro hasta el blanco.
--Hemos observado, a través de los diálogos sostenidos por Estrella en el
plano azul, que espíritus ya en aquel grado de perfeccionamiento tienen ideas y
pensamientos que revelan, aunque débilmente, pasiones como el odio y la
envidia. Será esto un defecto de interpretación de nosotros, o en realidad
todavía una sombra de esos sentimientos subsiste en tales espíritus?
--No han observado ustedes mal, y es ese conocimiento que han adquirido,
entre otros muchos, el objeto de esos diálogos que le he hecho tener a Estrella
con tales espíritus. Eso que ustedes llaman aquí pasiones bajas, y que en
realidad lo son por cuanto están pasando por una etapa de desarrollo de muy
densa materialidad y que en su metafísica se clasifica como plano o grado
instintivo, son en realidad, al fin del curso humano de evolución, fuerzas
superiores o virtudes espirituales en desarrollo, y eso que ustedes han visto
como restos de odio y envidia, ya muy empalecidos, por supuesto, son facetas
por pulir en aquellas entidades y que en la mayoría de los casos, las llevan
todavía a la prueba de otras reencarnaciones, si es que los caminos de
perfeccionamiento que se le abren al espíritu en el plano azul no son
suficientes a la transformación necesaria de esos aspectos. Y lo que pasa con
las sombras del odio y de la envidia sucede con todos los vicios del egoísmo o
vida de la falsa personalidad que deben extinguirse casi totalmente antes de
entrar el ego al plano blanco.
--Ahora que usted nos habla de las muchas características que asume el
egoísmo, quisiéramos saber si esas antipatías sin aparente fundamento tienen
también su base en el espíritu, o son meros productos de una vibración
material, filosófica que en nada afectan al yo superior.
--Ustedes saben ya, no solo a través de estas enseñanzas, sino también por el
conocimiento del credo religioso cristiano, que la base de todo espiritualismo
elevado es la unidad de esencia con el Absoluto: que todo lo que implique
separatividad es demostrativo—sin excepción—de falta de perfección del ego
superior. Esas antipatías de que ustedes me hablan, aún cuando en ellas
puedan entrar causas filosóficas o de vibración física, tienen su asiento mismo
de repulsión en nuestra esencia superior e imperecedera que acepta esa
vibración inferior, la hace suya y obra en consecuencia con ella. Las ideas de
castas, las clasificaciones de apreciable o despreciable que se dan los
individuos unos a otros, no son sino producto de falta del conocimiento de la
unidad de la esencia y del destino humanos y por consiguiente productos de la
todavía mediana evolución de quienes las sienten. Ustedes deben tener
siempre presente esta explicación si quieren avanzar rápidamente en los
mundos superiores y sus maravillosos conocimientos.

Blas Hernández O.
239
La Ciudad de Dios

--Que puede decirnos, nuestro Guía, respecto a la validez o eficacia de las


peticiones que la generalidad de los humanos dirigen a Dios para conseguir
bienes materiales para si o para otros?
--Toda petición, por imperfecta que sea la fórmula en que es haga, llega a
quien va dirigida y su cumplimiento depende únicamente de la justicia. Si lo
que se pide corresponde a una necesidad de compensación, vendrá al
peticionario. Ahora, respecto a la calidad de las peticiones, ellas están en razón
directa de la evolución del espíritu que las formula, puesto que nadie pide para
si el mal sino el bien y este es mas o menos virtuoso según sea la comprensión
que quien pide tenga del verdadero bien. Así, por ejemplo, un espíritu que está
todavía sumido en las ilusiones de su personalidad, es natural que solo desee
disfrutar de las comodidades, honores y distinciones que puedan enaltecerla, y
sus oraciones a la divinidad solo se encaminarán a llenar esta necesidad; otro
que ya haya trascendido tal etapa de evolución y solo considere como bien lo
que venga a darle mayor brillo y conocimiento a su espíritu, jamas pedirá por
la satisfacción de los placeres y comodidades materiales sino que todas sus
súplicas se dirigirán a conseguir la mayor expansión de su yo trascendente.
Todavía hay sobre la tierra otra forma superior de oración a esta última, y es la
usada por aquellos que, habiendo llegado al intuitivo conocimiento de la
unidad del espíritu y de los propósitos de la creación y de la vida, solo piden
por el adelanto de todo el genero humano, y a este supremo ideal se consagran
su vida y sus energías. Pero son muy pocos todavía los que oran así.
Terminada esta explicación, el evocador habla largamente con el Guía sobre la
forma en que estas enseñanzas deben hacerse constar en el libro que se da al
público, sobre el lugar de su publicación y otros muchos aspectos de esta
misma cuestión. El Guía se extiende en largas consideraciones que, por tener
carácter de futuro íntimamente relacionado con la vida del autor de esta obra,
quedan en absoluta reserva.
La sesión próxima queda convenida, así como también la hora en que debe
verificarse.

Blas Hernández O.
240
La Ciudad de Dios

SESION 18

Estrella no tiene pensamientos secretos para el guía.


Benjamín Peña visita nuevamente el Centro.
El mensaje de un espíritu.
Una visión misteriosa del Plano Blanco.
La tierra vista desde el Plano Gris.
Cómo será el fin del mundo.

A esta sesión concurre por primera vez el señor G., nuestro amigo y
compañero de hoy en adelante. Cuando fue consultada al Guía la
conveniencia de su admisión, manifestó inmediatamente su
complacencia y nos informo que el amigo G., era un espíritu de buena
evolución, y que con deseos serios quería recibir las enseñanzas que se están
dictando en las sesiones.
Reunidos en el salón de sesiones a la hora fijada y sometida Estrella a la
hipnosis, no tardó en entrar en sueño profundo. Impulsado por el anhelo de
progreso su espíritu se alejó rápidamente de su cuerpo físico y cuando el
evocador le ordenó dirigir al Guía su pensamiento para avisarle que todo
estaba dispuesto para su venida la médium rió de buena gana.
Estrella.—Si en esta ocasión nos ha ganado de mano! Está aquí, según me dice,
desde que nosotros entramos al salón y ayudó mucho a dormir mi materia
porque según él, no eran suficientes los deseos que yo tenía de trabajar esta
noche.
El Guía.—Usted, Estrella, se ha reservado la parte mas grave de nuestra
conversación. Dígales a sus compañeros que usted viene desde antesdeayer
para acá, meditando en un viaje a Barranquilla y que ese viaje lo pensaba hacer
usted sola, y esto no puede suceder.
Estrella.—Yo no he pensado en irme sola; me hubiera llevado a mi pequeño,
naturalmente. No se refiere usted a él?
El Guía.—No; me refería a otra persona, pero no trate de saber a quien,
porque no debo decírselo todavía. Lo importante en el caso es que no le
conviene ese viaje que proyecta. Ya sé que usted solo quería buscar en aquella
ciudad un mejoramiento para su vida. Usted aquí trabaja mucho, todo el día, y
gana poco en verdad. Aunque en Barranquilla conseguirá lo que se propone,
en cambio tendría también que trabajar como médium, pero esta vez con un
evocador de mala evolución que atraería entidades poco gratas para tratar.
Estrella.—Nuestro Guía me ha hecho quedar mal con mis compañeros. Ellos
no conocían estos proyectos míos y ahora, cuando vuelva a mi conciencia
humana, voy a sentir gran pena.
El Guía.—Despreocúpese de esto, sus compañeros son personas que saben
justificarla y nada le dirán. Ahora tengo que asegurarle que siempre viajará,
dentro de algunos meses, cuando hayan terminado estas enseñanzas; pero hará

Blas Hernández O.
241
La Ciudad de Dios

ese viaje en compañía y a otra ciudad donde también tendrá que trabajar una o
dos veces como médium, pero con un evocador azul y en un centro serio.
Después de estas explicaciones con la médium, el Guía habla de la próxima
terminación de los trabajos y agrega que, si después de clausurado el Centro se
ofrece algún asunto grave para resolver, sobre la materia de que se ha de
componer la obra, podemos llamarlo y que si le es imposible concurrir,
Benjamín Peña vendrá en su lugar para solucionar la cuestión.
El evocador.—Antes de que desarrolle nuestro Guía la instrucción de esta
noche, quiero preguntarle qué verdad guardan esas afirmaciones religiosas,
generales casi en todos los cultos, que hablan del fin de nuestra tierra por
medio de un cataclismo, por fuego o por agua. Según mi manera de ver y
partiendo del principio de que creo lógicamente en el fin de nuestro planeta ya
que, como todas las cosas que tuvieron un principio es la ley que tengan
también un fin, ese final que le dan los libros religiosos me parece hijo del
recuerdo que tiene la humanidad da cataclismos anteriores, mas bien que
producto de una revelación.
El Guía.—Usted tiene razón en parte al rechazar esas hipótesis así como
consta a la letra de los libros de las religiones, y su pregunta tendrá
contestación más categórica cuando el espíritu de Estrella esté conmigo esta
noche en los planos astrales, dentro de algunos momentos. Ahora, hay
necesidad de despertarla con el fin de que tome un poco de agua, con gotas de
éter para calmarle esa tos que le molesta desde el principio de la sesión y que,
de continuar, reclamaría a cada instante la atención de su espíritu e
interrumpiría nuestros trabajos en los planos.
Cumplidas las anteriores instrucciones, el evocador vuelve a dormir a Estrella;
una vez efectuado el desprendimiento espiritual cuando todos esperábamos
que el Guía estuviera a su lado, la médium nos dio la noticia de que, en lugar
de su maestro, Benjamín Peña, con su feo sombreo en forma de campana y su
vestido muy elegante, le ordenaba saludarnos en su nombre.
Estrella.—Comprendo ahora, Benjamín, que en el blanco se olvidan nuestras
costumbres sociales y que a causa de ese olvido, usted no se acuerda de
quitarse ese sombrero tan feo al llegar al salón.
Benjamín.—Si esto me lo hubiera dicho usted hace algunos años y si no tuviera
la seguridad de que los demás asistentes no me ven, me hubiera hecho apenar
grandemente. No le gusta a usted nada mi sombrero, y, sin embargo, con él
presumí de elegante allá por mis tiempos de encarnado. Cuestiones de moda,
verdad? Y lo peor de todo es que el tal sombreo es tan inseparable de esta
indumentaria, que para quitármelo tengo que hacer esta operación.
Estrella.—Ah! Quedó en su forma astral! Así me agrada mas, aún cuando la
blancura de su vestido pierde mucho de su claridad aquí en los planos de la
tierra. Allá, en el blanco, ese color no tiene representación con ninguna de
nuestras blancuras, así sea ella la de la mas pura espuma. Pero es inútil anotar
esto, porque tal cosa ocurre con todo lo que se ve en aquel plano. Yo, cuando
estoy recibiendo las instrucciones de nuestro Guía, llamo a una cosa columna,
a otra arco, a otras camino, escalinata, torre, pero en realidad esto es apenas
una lejana aproximación a lo que veo. Ahora comprendo, cuando voy a
explicar a mis amigos lo que he visto, la inmensa dificultad que existe para
darles una imagen siquiera regular de aquellos mundos.

Blas Hernández O.
242
La Ciudad de Dios

Benjamín.—Mundos, si, verdaderos mundos; sin embargo la humanidad, no los


ve con sus ojos de carne; mundos que los rodean, que los traspasan, que
viven, alientan y se perfeccionan también junto a ellos mismos y cuya mención
los hace sonreír porque ellos solamente conciben la materia y la vida como
están acostumbrados a verla y a tocarla. Pero ya verán y creerán también, y no
llamarán entonces ni locos, ni ilusos a los que han visto y oído primero en
virtud del gran deseo de verdad que los devoraba. Pero veo que me estoy
poniendo serio y por añadidura elocuente, cosas que no forman parte de mis
propósitos cuando me encuentro en este salón. Si estuviera aquí el Guía se
hubiera extrañado de este discurso que les he prodigado.
Estrella.—Y donde está nuestro Guía? Se fue para que viniera usted?
Benjamín.—Va a resultar Estrella, por lo visto, más ciega que sus compañeros
para percibir los cuerpos sutiles.
A causa de esta afirmación de Benjamín, Estrella investiga por todos los ámbitos
de la estancia, a derecha e izquierda.
Estrella.—Ah! Miren a nuestro Guía! Calladito estaba detrás de mi silla para
que yo le hiciera caso a las cosa de Benjamín! Tiene que reprenderlo nuestro
Guía porque no es serio. Todo lo ha de mezclar con sus chistes y con sus
chanzas para molestarme.. Ahora, nuestro Guía, para castigarlo vámonos
nosotros para los planos y lo dejamos a él aquí esperándonos.
El Guía.—Si, es necesario que vaya usted a los planos, pero no precisamente
en mi compañía sino con Benjamín. Yo tengo algunas cosas que hacer aquí y él
tiene tanto gusto como yo en llevarla; a su lado podrá también aprender
muchas cosas interesantes.
Estrella no objeta nada a esta disposición de su instructor y emprende con
Benjamín el viaje a los planos superiores. Durante el trayecto se queja de que la
lleva demasiado despacio. Benjamín nada replica a estas protestas de su
compañera, que no comprende que aquella lentitud desusada se debe a que su
materia, un poco resentida todavía por los accesos de tos, hace que su espíritu
tenga que darse cuenta a cada instante del funcionamiento de su organismo
físico.
Llegados por fin al plano blanco, Estrella manifiesta que en esta ocasión le
parece todavía mas luminoso, mas claro, mas bello y se extraña de que siendo
el mismo sitio, y habiendo venido a él tantas veces, note tales cambios.
Benjamín.—Esas transformaciones del plano blanco, que le parecen a usted tan
extrañas, son reales, no precisamente en cuanto al plano, sino con relación a
usted. Poco a poco, a medida que las enseñanzas del Guía han sido asimiladas
por su mente, su cuerpo sutil que la acompaña a este sitio, ha ido cambiando
su vibración y adaptándose cada vez mas al medio. De esto depende el que,
aspectos que ayer se le escapaban, hoy los comprenda: luminosidades que
antes no lo eran para sus ojos espirituales, hoy se le aparezcan con vida y así
le irá sucediendo día por día, como ocurre a todos los espíritus desencarnados
que habitan los planos. Así como el blanco aparece nuevo en belleza ante su
vista a cada visita, así les ocurre a los grises y a los azules a medida que van
progresando, y su vida se convierte, a cada instante, en una peregrinación por
un país de encantamientos. Y si pensamos en la tierra, cuántos secretos se
reserva ella para los humanos que no se preocupan por contemplarla! La
mayor parte de los hombres se contentan con una vida superficial, dejándose

Blas Hernández O.
243
La Ciudad de Dios

llevar de un lado para otro por el vaivén de los deseos hasta que acaban por
cansarse, por parecerles monótona la existencia, sin sospechar que esas
monotonía esta en ellos mismos. Es como si un aprendiz de música se
colocara como director de una gran orquesta y tuviera el capricho de hacer
que todos los instrumentos emitieran la misma nota durante años. Se podría
decir por esto que la música era un arte monótono, digno de desprecio?
Estrella.—Es verdad, Benjamín. Usted aquí en su plano, se vuelve un espíritu
serio y me da bellas explicaciones. Pero por qué tantas cosas que yo veo en
este plano, cuyo objeto quiero conocer, no se me explican? Nuestro Guía,
cuando yo lo interrogo sobre muchos asuntos, aplaza siempre para otra
ocasión la respuesta, y no sé yo el fundamento que esas demoras puedan
tener, deseando, como deseo vivamente saberlo todo.
Benjamín.—Por la misma razón que un maestro de escuela allá en la tierra, no
le explica a sus discípulos de primeros números, los misterios de la geometría
en el espacio. Los conocimientos deben ser graduados y no puede ser de otro
modo. Nada obtendría de provecho su espíritu si el Guía se propusiera
explicarle todas las cosas que usted quiere conocer puesto que esa misma
explicación, por la calidad de los conocimientos que usted tiene y por mas
sencilla que él quisiera hacerla, solo le serviría de mayor confusión, lo cual le
perjudicaría en su progreso espiritual mas que la misma ignorancia.
Estrella.—De manera que hay cosas que ni aún explicándomelas, llegaría a
comprenderlas? Ahora me doy cuenta por qué hay en este plano espíritus que
permanecen en él una cantidad de tiempo que en la tierra se cuenta por años.
Benjamín.—Esa explicación que acaba de darse usted de la permanencia de los
espíritus en este plano no está perfectamente ajustada a la realidad, porque en
su duración entran muchos otros factores que no están en su capacidad de
comprensión, a lo menos mientras su espíritu esté encarnado.
Estrella.—Quiere usted hacer una cosa conmigo? Muéstreme algo, entre lo
que yo no haya visto en este plano, y de lo que no pueda darme la mas leve
explicación.
Sin responderle nada Benjamín la lleva a un lugar especial del plano, donde
Estrella ve surgir ante sí algo semejante a un enorme ventanal que se abriera
sobre un espacio infinito. Una vez allí, Benjamín le ordena que se asome, y al
hacerlo distingue como un mar de luz incomparable en el cual tiemblan y
lucen multitud de chispas como si fueran mundos o seres incomprensibles.
Tan imponente fue el espacio que Estrella, al separarse de él por orden de su
conductor, no intento pedir la mas trivial explicación.
Benjamín, que leía sus pensamientos, quiso borrarle la idea de su ignorancia,
que había surgido en ella fuerte y penosa a la contemplación de tal maravilla y
la invitó a acercarse al sitio donde trabajaba el Consejo.
Benjamín.—Ahora que es encuentra usted en este estado de anonadamiento,
comprenderá mejor el afecto que los espíritus superiores a descender de sus
alturas a los planos densos de la tierra con el propósito de ayudar a sus
hermanos que todavía aprenden en sus envolturas físicas y comprenderá
también, al pensar en lo que ellos han visto y conocido de la obra suprema de
la creación, por qué no les ofenden sus retos, sus rechazos y sus insistencias
en la negación de las grandes verdades ni les causan escándalo alguno sus
errores. Ese espectáculo que usted ha contemplado no alcanza a ser siquiera

Blas Hernández O.
244
La Ciudad de Dios

una débil muestra de todo lo que está hecho y destinado para ser la conquista
del espíritu en su carrera de la evolución.
Benjamín se interrumpió porque ya había llegado junto al Consejo y Estrella se
había acercado al apuntador y admiraba su trabajo. Aquél, qué idioma era? Y
esto en que hacía sus anotaciones aquel espíritu, cómo podría llamarse para
dar una imagen exacta de su realidad? En esto pensaba Estrella mientras el
apuntador seguía impasible su trabajo. Fue Benjamín el que volvió a sacarla de
sus meditaciones para advertirle que, por mas que trabajara su pensamiento
tratando de buscar el símil perfecto que tradujera aquello en lenguaje humano,
no lo conseguiría.
Estrella.—Entonces nada me puede explicar esta noche? Se me ocurre que
usted quiere mortificarme por las chanzas que tuve allá en el salón de sesiones.
Pero, si es así, le prometo no volver a incurrir en ellas y dígame todo lo que
quiero saber.
Benjamín.—Está equivocada, sus chanzas me agradan mucho allá abajo: esa no
es la causa de mis negativas, sino la orden que traigo de mostrarle y callar.
Estrella.—Entonces ya que no le es posible explicación alguna, recorramos el
plano nada mas que para contemplarlo. Cada vez que vengo aquí veo aparecer
allá en las lejanías, grupos de espíritus que me dan la sensación de que brotan
del seno mismo de la substancia de este sitio; al meditar detenidamente sobre
el fenómeno, comprendo que puede producirlo una curvatura del plano. Será
que, como nuestra tierra, también esto es un globo y lo son igualmente el azul,
el gris y el inferior? Y si esto es así --lo he pensado muchas veces—yo no
conozco de todos estos planos sino mínimas partes.
Benjamín.—Hace un momento nada mas me prometía usted no exigirme
explicaciones y como si tal promesa no se hubiera asomado a su pensamiento
acaba de insistir en que le explique la verdadera configuración de estos sitios.
Voy a complacerla hasta donde me sea permitido: el término plano,
consentido y adoptado por el Guía para estas enseñanzas, no quiere decir que
el lugar o lugares donde habitan las almas desencarnadas tenga la forma de una
extensión sin curvatura; usted ha observado bien y su explicación da hasta
donde es posible, la clave del asunto. En esto de los planos hay aspectos,
modos de ser que necesitan para su comprensión un estado espiritual al que
muy pocos han llegado en la humanidad actual. Por eso, bástele a usted saber
por ahora que son redondos, como verdaderos mundos, según la idea de los
hombres.
Estrella.—Esto que usted acaba de decirme explica muchos fenómenos que
antes comprendía oscuramente. Pero vamos a pasear. No quiere llevarme?
Benjamín.—Llevarla si, pero no precisamente por este plano. Es necesario que
vamos al azul. Usted con sus curiosidades, con sus suposiciones, me estaba
haciendo olvidar la orden que tenía de llevarla a aquel plano.
Y Estrella notó que el pensamiento de Benjamín le traía al suyo, junto con la
idea, la sensación de que se sonreía al referirse a su falta de memoria. Cómo
era que allí, con aquellos cuerpos sin facciones humanas demarcadas, con
aquellos cuerpos como nubes vaporosas saturadas de purísima luz blanca,
podían existir la risa y la expresión como de gesto? Jamas comprendería ella
estos fenómenos mientras la idea de la forma humana le acompañara hasta
aquellas regiones como el reflejo o el aliento de su cuerpo. Y de tal manera

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

comprendió lo abstruso de su pensamiento que, sin exponerlo a su


compañero, accedió a su deseo de que bajaran al plano inmediatamente
inferior.
En el plano azul no hay ahora la actividad como de colmena a que Estrella
estaba acostumbrada; no hay ese ir y venir de almas. Ahora, en grupos por
evolución, como falanges formadas de un gran ejercito, están todos como en
espera de una orden. Estrella recuerda que cosa parecida sucedió cuando tuvo
que presenciar una serie de iniciaciones o graduaciones. El Consejo estaba
ahora, como siempre, reunido y en plena actividad. Pero a qué preguntar lo
que sucedía si su compañero le había prevenido de que no daba explicaciones?
De repente, del grupo de los azules oscuros, rompiendo la uniformidad de
aquella como actitud expectante, se desprende uno y se dirige hacia ella. Quién
fue en la tierra ese espíritu y qué voz y qué autoridad invisible le dio la orden
de venir hacia ella?
El azul oscuro.—Soy C., un militar que abandonó la tierra hace no se cuanto
tiempo; talvez muchos años, talvez un día o un minuto… no recuerdo bien.
Solo tengo presente, desde que me encuentro en este nuevo mundo, que dejé
allá con mi materia, afectos grandes cuya memoria me persigue… una esposa
y un hijo que iba a nacer. Esos afectos viven todavía en mí y a veces me llega
como el eco de su dolor por mi partida. He querido calmar el dolor de mi
esposa y deseo ir al Centro de usted.
Estrella.—Recuerdo haber visto en la ciudad donde vivo encarnada los avisos
murales que invitaban al entierro de su cuerpo material y que en ellos se le
daba a usted el título de Mayor. Comprendo la existencia de esos afectos pero
no veo bien el que usted piense ir conmigo a la tierra. No sabe usted que ese
regreso le trae malas consecuencias para el progreso de su espíritu? Creo que
alguien ha debido hablarle de esas cosas.
El azul oscuro.—Sí, como no; yo sé todo lo que usted me dice, pero tan
grande es el deseo de llevar un consuelo a mi esposa, que ha sido concedida la
autorización para ir a su Centro.
Estrella.—Si es así, vamos.
Benjamín los acompaña en su descenso y al pasar por el plano gris, le permite a
Estrella mirar hacia nuestro planeta. Lo ve mas pequeño que cada uno de los
planos, y muy débilmente iluminado.
Ya en el Centro donde Estrella encuentra a nuestro Guía junto a su cuerpo,
comprende que lo ha hecho así para impedir que su materia sufriera con su
viaje a los planos.
El espíritu azul oscuro es el que habla primero para explicar los motivos de su
presencia entre nosotros. Aquí en el Centro hay personas que pertenecen al
ejército y a quienes les será fácil llevar a su esposa la noticia de su visita y del
estado en que se encuentra.
Nuestro amigo A.Z., seguramente a quien pensaba referirse el visitante astral,
se ofrece gustoso, como amigo que es de su esposa, a llevarle su saludo y a
conformarla del mejor modo posible con su desaparición.
El azul oscuro.—Conozco su buena voluntad, señor A.Z., y veo también lo
difícil de la misión que le confío. Los humanos no piensan nunca en lo que
vale sentirse sin esa gruesa y pesada envoltura de la materia, y es casi imposible

Blas Hernández O.
246
La Ciudad de Dios

amortiguar en esos seres que tan mal entienden eso de la muerte, lo


injustificado de sus lamentos. Mi vida, según lo he comprendido ahora, no
debía cesar tan pronto; pero en la forma que la llevaba, por la manera como la
estaba gastando, se había hecho inútil para mi evolución y la misericordia de
los superiores resolvió cortar el hilo de esa existencia terrena y darme en
cambio otra que talvez emplearé mejor.
Estrella.—De manera que usted va a reencarnar pronto?
El azul oscuro.—Sí; hay que recuperar la ocasión perdida. Ahora, ya se ha
cumplido mi deseo y me llaman a ocupar mi puesto.
El azul oscuro regresa a su plano acompañado de Benjamín y el Guía anuncia a
Estrella que van ahora también los dos a los planos con el objeto de dar una
corta explicación a cierta pregunta que le ha formulado el evocador.
El ascenso lo hacen directamente hasta el plano blanco; una vez allí, el Guía le
habla a Estrella sobre la curiosidad que tiene el evocador de saber qué verdad
hay sobre esas afirmaciones de las religiones con respecto al final de la tierra.
El Guía.—Todas las religiones afirman en sus escrituras que la tierra, como
planeta, dejará de existir algún día, y que ese final corresponderá a la eterna
salvación o eterna condenación de las almas humanas. En lo referente a la
primera parte de esta afirmación, la tierra, como todos los mundos que
tuvieron principio, tendrán un día su fin. Calcular en cifras exactas cuándo
habrá de ocurrir esto, solo pueden hacerlo espíritus de una gran evolución
cuyo número apenas ocupará los dígitos entre los encarnados y por
consiguiente es inútil tratar de explicarlo. Básteles a ustedes saber que cuando
esto ocurra, toda la humanidad encarnada habrá llegado al mas alto grado
blanco y estará lista a pasar al sitio donde yo me encuentro ahora. Que
fenómenos se presentarán para esta extinción del planeta? Tan difícil de
explicar es esto como hacer el cálculo del año en que debe ocurrir según la
cronología humana. Ahora, respecto a la parte relativa al aspecto religioso de
la cuestión, queda contestada con la seguridad que puedo darles de que no hay
nada irremisiblemente perdido para los altos destinos que se ha propuesto el
creador.
Terminada esta explicación y a pesar de la insistencia de Estrella para que
permanecieran un poco mas en el plano, el Guía la trajo nuevamente al salón
de sesiones.
Antes de finalizar el trabajo de la noche, el evocador consulta la Guía la
conveniencia de que el señor A. L., concurra siquiera a una sesión en el
Centro.
El Guía.—No hay inconveniente en que venga, pero debe advertírsele antes
que, no habiendo concurrido a las sesiones iniciales y yendo como vamos ya,
en parte muy avanzada de estas enseñanzas, lo que venga a escuchar puede
parecerle poco interesante. Además, las lecturas que pueda haber hecho sobre
espiritualismo experimental, como lo llaman ahora aquí en la tierra, en nada –
si no es en el conocimiento de la reencarnación y en la teoría general de la
evolución—podrán ayudarlo en la inteligencia de lo que aquí se estudia. Pero,
como digo, hecha esta advertencia, puede venir. Es persona seria y animada de
una sana curiosidad de conocer estos asuntos.
Queda citado el día para la próxima sesión, a la hora de costumbre.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

NOTA: --Ya vuelta Estrella a su conciencia vigilia, uno de los asistentes le


pregunta si recuerda perfectamente cómo ve ella a los espíritus en los planos,
pues las explicaciones que ha dado durante su estancia en aquellos sitios han
sido muy ligeras.
Estrella, siempre complaciente, concentra un poco su pensamiento como para
reconstruir la imagen que se le pide. Dice que ella ve los espíritus en los planos
a la manera de siluetas de distinta coloración, según su grado evolutivo; que no
distingue en ellos facciones, más sí como la forma de la cabeza y el cuello; el
resto del cuerpo, agrega, es una forma alargada que se hace, al final, imprecisa,
como un dibujo esfumado. Agrega que, cuando dialoga con ellos no oye voz
alguna ni palabras articuladas; que ella sabe lo que están diciendo mas bien
porque lo siente.

Indice

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 19

Una sesión concurrida.


Un espíritu misterioso.
Empieza a descorrerse el velo que oculta
el pasado de Estrella.
Una tragedia humana y el martirio de un espíritu.
Tras de la redención.

E sta noche, contra el temor que todos teníamos de que continuaran las
intervenciones de entidades astrales, que tan poco tranquilos nos
traían, Estrella encontró a los ojos de su espíritu vacío el salón y pudo,
sin obstáculos, hacer el llamamiento a su instructor. Y casi inmediatamente, en
las profundidades del espacio que penetra su vista ve descender la forma
blanca de un espíritu que no tarda en llegar al salón.
Estrella.—Ese saludo que usted me da no quiero trasmitirlo a mis compañeros
porque aún cuando es verdad que ante mis ojos espirituales tengo la blancura
de su cuerpo que me garantiza su evolución y las vibraciones que emanan de
su presencia me traen ese bienestar indescriptible que me es tan conocido, yo
necesito darle un nombre humano que acompañe sus palabras.
Apenas formulada esta exigencia, la entidad la entidad la satisface y sabemos
por la médium que se trata de Benjamín Peña, siempre con su sombrero de
campana y su vestido gris que tantos comentarios picantes le sugieren a
Estrella.
Benjamín.—Qué exigencia la suya tan humana. Siempre a pedir que se le
muestre la forma del hombre, con sus facciones, el color de la piel y el gesto
característico, como si aquello fuera la mejor garantía. Así son todos: no
quieren ser engañados en sus investigaciones de la verdad, y cuando ella se les
presenta más pura, con su más pulida faceta, esto no los convence sino que
piden precisamente el retorno a la ficción, a la forma ilusoria. Así, con mi
aspecto humano, yo no soy yo sino una apariencia de lo que fui, es decir, de
otra apariencia. La humanidad apegada a la forma física, solo juzga al hombre
por la corrección o por la incorrección de las facciones y no piensa que ello no
es sino la sombra del verdadero hombre que va por dentro con sus deseos, sus
ambiciones o sus sacrificios y sus noblezas.
Estrella.—Hoy vino serio, casi bravo, según el preámbulo. Por qué vino
entonces primero y no dejó que nuestro Guía bajara adelante?
Benjamín.—Esa es otra ilusión suya, la de creer que, porque usted no ve al Guía
él no está aquí. Le ocurre como a esos materialistas que no creen en la
existencia del espíritu precisamente porque ellos no operan el milagro de dejar
de ser tales espíritus y convertirse en algo denso para que ellos lo vean! Por lo
visto, el provecho de las enseñanzas, a lo menos con referencia a la médium
no va siendo mucho.
Estrella.—Yo no soy médium ni me gusta que me llamen así. Pero donde está
nuestro Guía?

Blas Hernández O.
249
La Ciudad de Dios

Y Estrella lo busca afanosamente por toda la pieza sin que logre dar con él,
hasta que voluntariamente se le hace visible a su lado. La mira con cariño, le
sonríe y la invita a que nos salude en su nombre advirtiéndonos que, desde
antes de la sesión está en el Centro a fin de enseñar al espíritu de Estrella a que
salga del cuerpo denso sin necesidad de la hipnosis dando así a comprender al
evocador que ya su fuerza no obra en todo el radio que pudiera suponerse.
Efectivamente, el evocador venía observando desde varias sesiones anteriores
una docilidad extraordinaria en la materia de Estrella a tal extremo que no le
exigía ningún esfuerzo de pensamiento para obtener lo que él creía su
dominio. Sin embargo el Guía le ordenó que no por esto suprimiera los pases
acostumbrados sobre la cabeza de la médium.
Mientras el Guía entretiene nuestra atención con las anteriores explicaciones,
Estrella ha descubierto que otro espíritu atraviesa el espacio y parece descender
hacia el Centro. Y el que desciende es blanco también.
El Guía.--Sí, es R.C., ya conocido en este lugar, y además, de él, vendrán otros
esta noche. Vendrá también F.C.
F.C., en su última encarnación fue amigo de varios de los asistentes al Centro
y especialmente del evocador, a quien distinguió con un cariño especial.
Estrella.—Nuestro Guía, así como viene ahora el espíritu de R.C., despacio,
como cae dejándose llevar por el viento un pluma de garza, así le veía
descender a mi aposento en aquellas noches en que me daba miedo antes de
dormirme. Bajaba como hasta la altura del techo de mi pieza y su presencia me
dejaba tan tranquila que inmediatamente me dormía. Yo sabía que con él
estaba protegida contra cualquier impertinencia de los poco evolucionados. Y
no vendrán mas que estos dos blancos?
El Guía.—Vendrán, además, un azul pálido que es M.H., hermana de la señora
A., quien ya vino otra vez al Centro como ustedes recordarán, y un azul medio
cuya última encarnación debe permanecer en secreto por ahora.
Lentamente y espiados por el ojo curioso y escrutador de la médium, van
llegando al salón de sesiones las entidades anunciadas, que conservan su forma
astral a pesar de las insinuaciones de Estrella para que la cambien por la
humana. El espíritu azul medio es el que llega último y a diferencia de los
otros que hicieron llegar inmediatamente su saludo a los asistentes, éste
permanece callado, a distancia de los otros y en actitud de respetuoso
recogimiento, según las descripciones que Estrella nos va dando de la escena.
¿Quién será este azul medio? Desde su llegada, Estrella se ha mostrado
inquieta, pero inútiles han sido sus esfuerzos para romper el incógnito del
espíritu y para explicarse ella misma su intranquilidad.
El espíritu de F.C., es el primero que habla. Ha venido para corresponder a un
deseo íntimo del evocador, quien al saber que se encontraba en el plano
blanco, quiso—aún cuando no llegó a expresárselo al Guía—recibirlo una
noche en el Centro. Refiere también que, durante su última vida humana, en
su afán de buscar las verdades superiores, se asomó a los dinteles del
espiritismo y que manifestaciones poco gratas lo habían apartado de la
experimentación, como de una practica demasiado peligrosa. Aconsejó
insistentemente a todos los miembros del Centro que hicieran siempre los
esfuerzos que estuvieran a su alcance para apartar de esta senda a todos los
que estuvieran en ella, ya que nosotros sabíamos, por las enseñanzas que se

Blas Hernández O.
250
La Ciudad de Dios

nos estaban dando, la casi insuperable dificultad de obtener la asistencia de


espíritus superiores a los centros de evocación. Trató también de las verdades
enseñadas por la revelación o comunicación de los altos espíritus asegurando
que, aun cuando para nuestra apreciación, el medio no parecía propicio, no
debíamos perder de vista que el tiempo era medida humana y que la mirada de
las entidades directas del mundo lo penetraban hasta en la mas secreta e
imperceptible de sus palpitaciones y que, por consiguiente, la semilla se
sembraba siempre a tiempo para fructificar, de modo robusto, a la hora
calculada. Luego de repetir que su venida era fruto del noble deseo del
evocador, se despidió porque tenía necesidad de regresar a su plano.
Toca ahora el turno al azul pálido. Lo trae otra vez al Centro una misión de
amor. En la tierra dejó afectos de los que todavía no se ha desprendido para
transformarlos en otros que no cuenten con esas limitaciones. Dejó hijos y él
sabe que sufren y quiere que se los cuiden y se los consuelen. Especialmente
uno tiene inclinaciones poco levantadas que hay necesidad de corregírselas
suavemente, con mucho tino, y es a su hermana, aquí presente, a quién ella
desea encargar de este trabajo cominucándolo a la persona que se ha hecho
cargo educarlo.
La hermana de M.H., promete cumplir su misión y corrobora, con sus propias
observaciones la existencia, en el pequeño, de inclinación que inquieta a su
madre.
Sigue un largo dialogo de cosas íntimas entre ambas hermanas y de todo él
queda con el animo de los asistentes la visión clara de cómo en todos los
amores sublimes, aunque limitados todavía, y los deseos de proteger, ayudar y
consolar a los que fueron los seres queridos durante la vida de la humana
personalidad y surgió en nosotros el contraste de este amor con el afecto de
los blancos por la humanidad, sin distingos, y de su anhelo jubiloso y fuerte de
ayudarla en sus conquistas de las verdades trascendentales.
Cumplido su deseo, satisfecho su anhelo, el azul pálido abandona también el
Centro y se pierde, como un puntico inquieto, en el espacio insondable y
misterioso que forma el camino de otros mundos.
Ahora, abandonando su inmovilidad, listos a violar el secreto en que hasta
ahora se había sumido, avanza hasta el centro del salón el azul medio. No
emite ningún pensamiento pero su cuerpo transparente como una cortina de
gasa empieza a vibrar. Son los preliminares que anuncian la materialización
psíquica para los ojos de la médium.
Se hace un silencio que solo rompe Estrella.
Estrella.—Ah! Es usted! La conozco y ahora comprendo esa inquietud que me
causó su presencia. Mercedes… usted?
Y el rostro de Estrella se empapó de una ola de angustia dolorosa. Se vuelve al
Guía para hablarle.
Estrella.—La presencia de esta mujer aquí, sin haberla llamado, sin haberla
deseado, me trae el presentimiento y la seguridad de que usted, nuestro Guía,
ha dispuesto que para mis compañeros de Centro hacia quienes siento un gran
cariño y un profundo respeto, se rasgue el velo que ocultaba como un
misterio, la tragedia de mi vida. Si esta escena la promoviera un humano, un
encarnado, diría que era cruel y protestaría; pero la ha provocado usted,
nuestro Guía, un espíritu en quien la pureza del pensamiento y la magnitud de

Blas Hernández O.
251
La Ciudad de Dios

la bondad irradian intensa luz, luz que mis ojos espirituales no podrían resistir
en todo su fulgor y que usted opaca siempre por ternura hacia mi debilidad de
evolución; la promueve usted que me ha enseñado la serie de los mundos
hasta el blanco, ese mundo de nieve luminosa donde no hay sino amor, y
tengo que aceptar, como lo hago de todo corazón, que este gran dolor que
veo asomar es hijo de un propósito de bien y lo acepto, nuestro Guía.
Y ahora, Mercedes, hable usted.
Mercedes.—Yo soy la madre de Carlos.
Estrella.—Sí, demasiado lo sé, claro que me lo está diciendo su forma humana
que no he olvidado todavía, como no puedo olvidar que a su hijo debo la
mayor desgracia de mi vida. Y al escucharme esto, no crea usted que mis
palabras son frutos del rencor. Y qué desea usted? Que la ha traído a este
Centro?
Mercedes.—difícil de cumplir, lo comprendo será para usted el objeto que me
ha traído hasta aquí. Usted, que ha pasado ya por ese mundo de las almas;
usted a quien se le ha mostrado en ejemplos vivos la consecuencia de las
acciones humanas cuando van guiadas por los bajos instintos; usted que ha
visto palpable esa gran verdad, es la única que puede encaminarme a mi hijo
por este camino claro, luminoso.
Estrella sonríe amargamente escuchando la inesperada petición de madre de su
dañador.
Estrella.—Muy noble, muy de madre me parece su deseo, pero
desgraciadamente se ha equivocado de medio. Yo no soy amiga de su hijo, ni
quiero serlo. Comprendo, por el conocimiento que tengo de los sentimientos
y de los modos de obrar de Carlos, que puede estar bastante retrasada su
evolución, pero qué le vamos a hacer!
A pesar de tan fría y desconsoladora respuesta, el espíritu de Mercedes no
pierde el ánimo y como si nada supiera de las disposiciones de la médium,
prosigue en el mismo tono calmado y humilde en que ha venido hablando:
Mercedes.—Y por las mismas leyes de causa y efecto que usted conoce, el
retraso, el estancamiento de la evolución del espíritu de mi hijo se refracta en
mí porque, ahora comprendo, mis consejos, en vez de encaminarlo bien,
contribuyeron a facilitar el camino de su extravío robusteciendo en su alma las
tendencias inferiores que yo, aquí en la tierra, creía hijas de la dignidad, del
progreso, del honor.
Estrella.—Siento, Mercedes, y usted sabe que la presencia de nuestro Guía que
lee mis pensamientos verdaderos podría, si es necesario, atestiguar mi
sinceridad, siento sus sufrimientos y comprendo perfectamente que ellos son
la consecuencia de sus actos humanos como madre de Carlos, pero usted
sabrá también que el acto cometido por él y que marcó por su voluntad un
rumbo a mi vida, son de los que detienen la evolución de un espíritu y que,
para reanudar el camino, son bastante difíciles los medios. Por lo menos, creo
que no están en mis manos.
Mercedes.—Yo quisiera tan solo, que Carlos concurriera a una reunión a este
Centro.
Estrella.—Eso ya no corresponde a mi radio de acción. Nuestro Guía, y quien
a él le ordena, son los únicos llamados a abrir las puertas de este templo de la

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

verdad. Además, franca como he de ser, no quiero hacer nada por su hijo. No
sé si esto que acabo de decirle sea el producto de un impulso de mi materia o
provenga de mi espíritu; aquí no distingo bien; pero provenga de uno o de
otro, este sentimiento es ahora una realidad en mí. Con qué fin, por otra parte,
se empeña usted en que Carlos concurra a las sesiones? Usted sabe
perfectamente que de las cosas que aquí se tratan, no tiene él la menor idea, no
le han preocupado porque su vida ha pasado por sobre la superficie, al calor
de las emociones que van repercutiendo desde fuera en sus impulsos, en sus
instintos; para él la vida consiste en trabajar algunas horas todos los días para
adquirir las monedas con que comprar el placer como compra a las mujeres,
como me quiso comprar a mí… Y con ese concepto de las finalidades de la
vida, a qué habría de venir a estas reuniones donde talvez encontraría un
motivo de burla, hijo de la ignorancia?
Ahora recuerdo que cuando empezaba el engaño de su hijo, talvez pudo haber
en él como el brote de una intención noble, pero a usted le parecí yo de una
inferioridad social degradante. A mi madre, en cambio, su hijo le pareció
bueno, noble y recto. Afortunadamente se fue de la materia antes del final y
no tuvo que cambiar de opinión. Esto no es una acusación para usted; es
historia, es como usted lo sabe y lo esta experimentando, realidad, pura y
dolorosa realidad.
Me parece, Mercedes, que a la luz de todas estas cosas, se habrá hecho el
convencimiento en usted de que si los superiores han consentido en la venida
de Carlos a este sitio, no soy, no puedo ser yo el medio de atracción.
Mercedes.—Pero si este es el único medio que me es posible ver.
Estrella.—Y al fin, qué es lo que usted desea?
Mercedes.—que le hablen de usted.
Estrella.—Yo no quiero que le hablen nunca; ni lo deseo, ni lo acepto.
El Guía abandona el silencio en que se había sumido durante este dialogo para
notificar a Estrella que, por repugnante que sea para su personalidad humana,
por doloroso que se muestre para la vida de sus recuerdos esta suplica de
Mercedes, es necesario que tome el camino que conduce a la atracción del
espíritu de su hijo.
Estrella.—Usted, nuestro Guía, de quien siempre hemos escuchado la mas pura
verdad; usted que hace el sacrificio de su ventura, de su región de luz para
venir hasta nuestro plano de sombra y de materia, me dice que debo ejercer
toda la influencia posible para que se cumpla el deseo de Mercedes.
Comparando, si cabe esta comparación, su sacrificio y el mío, qué pequeño es
en verdad el que se me exige. Lo haré, nuestro Guía.
Y luego volviéndose hacia el espíritu de Mercedes, que permanece frente a ella
esperando ansioso el resultado de su petición:
Estrella.—Ya acaba de oír usted la declaración que le he hecho a nuestro Guía,
pero su exigencia de que Carlos venga aquí me parece demasiado peligrosa.
Usted sabe que él vive con los amigos de su oficio, ninguno de los cuales es
siquiera conocido de los señores que componen esta reunión; sabe también
que en el ambiente en que vive su hijo estas cosas elevadas del espíritu no
tienen cabida y que, al escucharlas él y trasmitirlas luego a sus amigos, serían
motivo de burdos comentarios, producto natural de la ignorancia de la vida

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

superior en que pasan sus años. Sería mejor, se me ocurre, que en lugar de que
Carlos viniera a este Centro, nos diera usted el mensaje que trae para él, y por
carta o personalmente algunos de los miembros del Centro se lo darían a
conocer. Así, no cree usted que hallaría la calma de su espíritu a la vez que el
de su hijo, si ha de mejorar las condiciones espirituales en que se encuentra,
encontraría la ocasión de hacerlo? Porque usted procurará que ese mensaje
lleve de tal modo claro su sello, que él no dude nunca de la fuente de su
procedencia. Nada le diga en ese mensaje de mí, porque no lo deseo, ni lo
busco; háblele de la necesidad de cambiar el rumbo de la vida para evitar el
estancamiento de la evolución.; dígale, si quiere, de sus padecimientos en el
astral por haber contribuido usted, con sus humanos conceptos, a la idea que
él tiene de la insignificancia de engañar a una mujer y marcarle, con la astucia
de un vil engaño, un camino de años de vergüenza y de dolor. Porque yo
como todas quería una vida pura, aspiraba a una existencia honrada y jamas
pensé en ofender a Dios con mi pecado.
El Guía.—No, Estrella, usted se equivoca en su última afirmación. A Dios no
le puede nadie ofender como tal con ninguno de sus actos; el ofendido en
todos los casos, el dañado, es el espíritu de quien los comete. Aparte usted de
sí esa idea errónea y grave que no tiene justificación sino en la ignorancia de
un espíritu nada adelantado. Todos los errores—que no son otra cosa lo que
llaman pecado—son producto de la poca evolución del espíritu y
precisamente él esta aquí, atado a su cuerpo de materia densa, para distinguir
la verdad y abandonarlos.
Estrella.—Está bien, nuestro Guía; trataré de reformar, de extirpar esta idea tan
arraigada en nuestra humana conciencia por la educación recibida. Y
volviendo al asunto del espíritu de Mercedes, cómo pretende que venga aquí
su hijo si ni siquiera sabemos que grado de evolución tiene?
Luego sin esperar respuesta del Guía, interrogo a Mercedes.
Estrella.—Y no encuentra usted en su plano otro medio para hacer regresar a
su hijo al buen camino de su perfeccionamiento interior? Yo creo que allá un
espíritu que siente tan nobles aspiraciones cuenta con multitud de medios para
realizarlas. Por qué no busca usted otro menos penoso y quizá mas fácil?
Mercedes.—Es verdad que en mi plano tenemos mucho medios para realizar
el bien, como los tienen los humanos aquí en la tierra, pero es cierto también
– y en esto talvez no ha meditado usted cuando me formula esa propuesta—
que esos medios se ponen a nuestro alcance según los efectos de nuestros
actos, que son origen de la necesidad de una reparación; según mi caso, se
pueden utilizar estos medios en la medida en que la justicia debe obrar en
nosotros, y yo no encuentro otro que este que he venido a buscar.
Estrella.—Difícil, muy difícil ha sido el camino que ha encontrado abierto para
sus propósitos, Mercedes. Conozco a su hijo; sé el torbellino de vida material
que lo lleva, que lo envuelve hasta enceguecerlo, y me parece escuchar sus
comentarios burlones a su conferencia si es que nuestro Guía permite que
llegue él a penetrar en este salón consagrado como templo puro de la verdad,
de una verdad que necesita, en los que la escuchan, tener muy abiertos los
oídos interiores. El no aceptará jamas que las palabras que mi materia
dormida pronuncien sean la fiel reproducción del pensamiento de la que fue
su madre. Y pondrá de mofa al Centro a donde lo trajo su insistencia y a

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

estos caballeros que lo forman y que no merecen, ni han buscado, ni desean el


ridículo a que pueda tratar de lanzarlos la ignorancia de un ciego.
Mercedes.—Usted, talvez habla con rencor y juzga mal a mi hijo.
Estrella.—Rencor? No; no lo tengo. A veces me acuerdo con amargura del
pasado, pero no soy capaz de odio, única pasión que lleva como estela y
reflejo el rencor. Yo he aprendido a perdonar porque ese es el bello fruto de la
escuela del dolor, y por eso no siento temor al declararlo para que escuche
nuestro Guía que lee los pensamientos.
El espíritu de Mercedes, talvez porque juzgara conveniente variar un poco el
rumbo de su conversación o porque así se lo indicara el Guía, pregunta a
Estrella cómo la encuentra así, en su aspecto material.
Estrella.—Esta usted exactamente igual a como la vi dos días antes de su
desencarnación.
Mercedes.—Muy noble fue usted conmigo, Estrella, y sus visitas en aquellos
días tan dolorosos mucho bien hicieron a mi espíritu.
Estrella.—Todo eso no era sino producto de mi cariño para usted. Yo supe
desde un principio su oposición para que Carlos se casara conmigo, y supe
también que el viaje que emprendió para huir de ese compromiso moral fue
consecuencia de esa oposición. Sin embargo cuando ya lejos de las dos, su hijo
no le enviaba noticias a usted y la hacia sufrir con esto, yo le llevaba sus cartas
para mí a fin de tranquilizarla; para que supiera que estaba bien y que vivía
contento. En fin, todo eso usted lo recordará y es inútil repetirlo.
Mercedes.—Verdad es todo eso que acabo de escucharle y creo también en su
falta de rencor para con mi hijo, pero no me explico por qué, trabajando en la
misma fábrica con él, se niega usted a complacerme. No le es acaso fácil
llamarlo a solas y decirle de mi parte que quiero hablarle?
Estrella.—Fácil, venciendo la resistencia que oponga mi materia a eso que ella
cree es una humillación, difícil si se piensa en las consecuencias. Cómo recibirá
él esa razón cuando cree, como la mayoría, que el alma de los muertos,
condenados o salvados, no vuelven nunca a la tierra? Se reirá de mí y de usted,
créalo y es mejor evitarlo ya que por anticipado lo sabemos las dos. Como ha
venido aquí, pida autorización para ir hasta él. Sitúese a su lado, empápelo de
sus pensamientos, de su amor, de sus buenos deseos y talvez triunfe usted en
sus propósitos sin exponer a los demás a mortificaciones que no merecen, que
no han buscado. Le hablo esto con una noble intención, no lo olvide. Yo, que
entre todos los aquí presentes pudiera ser la única interesada, no lo estoy
porque ni amor, ni apoyo busco, ni apetezco de su hijo; el primero, se lo he
consagrado todo a mi pequeño, y el segundo, lo tengo en mi misma por el
esfuerzo de mi trabajo.
El Guía vuelve a intervenir en el dialogo para declarar la conveniencia de que
Carlos conozca las actas de estas sesiones a fin de que su inteligencia se de
cuenta de la seriedad de los asuntos que están tratándose, vea lo
correspondiente a la evolución y conozca las causas de su retraso.
Estrella.—Pero él se burlará de todas esas cosas porque no las comprende,
nuestro Guía!
El Guía.—Usted, como todos los humanos, juzga por las apariencias, pero
nosotros vemos el espíritu y sabemos sus disposiciones. Cuando los

Blas Hernández O.
255
La Ciudad de Dios

superiores han convenido en satisfacer el deseo de este espíritu para que venga
al Centro a obtener la concurrencia de su hijo, la habrán visto provechosa. No
lo cree usted así?
Estrella.—Seguramente, nuestro Guía, ya que usted acaba de decirme que este
deseo de Mercedes tiene tan alta aprobación, y no seré yo la que me oponga al
cumplimiento de esa voluntad; pero deseo suplicarle una cosa nuestro Guía:
que de mí nada se le diga porque no lo quiero. Bien sabe nuestro Guía que hoy
mas que nunca conozco el camino de mi espíritu y las fuentes en las que debo
buscar mi perfeccionamiento, y que todo el bien que yo pueda hacer a las
demás almas lo haré sin necesidad de que la mía tuerza su camino.
El Guía.—Y sin embargo es necesario que se le hable de usted porque
precisamente es usted el punto de partida de ese estancamiento que sufre la
evolución de ese espíritu. Comprendo perfectamente la verdad de sus
declaraciones y sé que en realidad nada quiere usted tener en esta vida humana
de común con tal hombre; pero esos sentimientos, que nacen de un falso
concepto que los pueblos tienen de la dignidad y del honor, debe vencerlos, y
si llega usted a comprender que la luz de su espíritu puede ser la única que
tiene la potencia necesaria para iluminar el camino de oscuridad un hermano,
debe abandonar el suyo y unirse a esa marcha dolorosa del compañero para
hacerle posible, mas pronto, el fin de la jornada. Esa es la ley que comprenden
los espíritus de su clase. Eso es lo que usted ha aprendido en sus
peregrinaciones astrales y a la luz blanca brillante que ilumina el plano blanco.
Mientras el Guía habla, de los ojos cerrados de la médium brotan, lentamente,
lágrimas que le surcan el rostro impasible, donde ni la mas leve contracción
que acompaña al llanto se ha insinuado siquiera. Son el fruto de una lucha
muda, imponente entre el espíritu que mira su cuerpo a poca distancia, libre y
dominador en su conciencia superior, y la carne que enamorada de su
compañero celeste le rinde, como tributo noble, el sagrario de sus minúsculos
orgullos, de sus fantásticas dignidades. El yo y el no—yo frente a frente, la luz
y la sombra que luchan por ser luz, la humanidad y la divinidad en su eterno,
misterioso y sublime abrazo.
Estrella.—Bien; nuestro Guía: aquí está mi espíritu listo, pero ayúdelo a obrar
porque si mi materia dormida es dócil, en vigilia talvez se revele y triunfe.
El Guía.—No triunfará si el espíritu quiere. Habrá lucha, pero es ella la esencia
de este plano de materia; pero esa lucha es precisamente la madre del triunfo,
como es la conciencia esplendente del espíritu hija de la manifestación
material. Epopeya grandiosa cuya magnitud necesita cumbres insospechadas
para contemplarla. Usted triunfará. Estrella, y mi espíritu y el de todos sus
compañeros le ayudarán en la medida de la conveniencia, de la justicia. No
olvide que a nadie le es negado lo que se merece y que todo viene en el
instante mismo que marca el ritmo de la justicia.
Estrella.—Pero he de ser yo, precisamente, la que le lleve a Carlos el mensaje
de su madre y le invite a concurrir a las sesiones? Y créame, nuestro Guía, que
no me negaría a ese sacrificio si fuera necesario hacerlo, pero se me ocurre que
la tragedia de la vida que hay entre los dos, me sitúa en un terreno impropicio.
El Guía.—No; será uno de los asistentes al Centro a quien encomendaré esa
misión. El habrá de esperar cerca de la fabrica donde trabaja Carlos, la hora de
salida para el descanso el día fijado, y con prudencia suma, con toda la
seriedad que el caso exige, le hablará de lo que esta noche ha ocurrido

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

OJO FALTA LA PAGINA 258 Y 259 DEL LIBRO. CONTINUA EN


LA PAGINA 260
La médium nos manifiesta que no le es posible darnos detalles del trayecto
que recorre porque, a la velocidad con que el Guía la lleva, la tierra pasa por
debajo de ella—es su modo de expresarse—como un fantasma borroso.
Por fin se detienen sobre una casa de aspecto humilde y penetran en ella. Una
pieza mal alumbrada con una vela de sebo; camas rústicas y sobre una de ellas,
un pequeño como de nueve años que ya no se da cuenta de la vida material.
Estrella se siente oprimida en aquel ambiente de miseria y de dolor. En la
misma pieza observa a poco que hay una mujer que debe ser la madre del
pequeño que agoniza y tres niños mas, seguramente hermanitos del que se
despide de la vida terrena. Averigua que la madre se llama Isabel y que otra
mujer que llega a los pocos momentos es Rosamira, hermana de la madre.
Pero no tiene la médium tiempo para lamentarse mucho. El espíritu que
animaba el cuerpo del niño ha salido ya de su prisión, y ella lo recibe para
remontarse con él inmediatamente, según la orden del Guía, hasta el plano
blanco, donde el supremo Consejo cumple con la misión que ya se ha descrito
en casos anteriores.
Entregado el azul medio a sus compañeros de plano, Estrella y el Guía regresan
al plano blanco.
Estrella.—Ahora sí, nuestro Guía, sentémonos en aquello que se ve como
escaños de nieve y no volvamos a irnos para ninguna otra parte.
El Guía.—Qué piensa usted? No le comprendo. Se ha olvidado que en la
tierra tiene un cuerpo que cuidar y que nadie, hasta ahora, le ha ordenado que
lo abandone?
Estrella.—Verdad, nuestro Guía, esa es la realidad; pero siempre que llego aquí
me ocurre que se apodera de mi espíritu una alegría tan grande, una calma tan
inalterable, que no quisiera abandonar este sitio nunca… nunca!
El Guía.—Bueno, ya está comprendido y aceptado. Fíjese en aquel blanco que
va allá: lo reconoce?
Estrella.—Si nuestro Guía, es el amigo del evocador, que estuvo allá en el
Centro al principio de la sesión.
El Guía.—Bien, es él verdaderamente y ahora se dirige a recibir un espíritu
azul pálido que debe pasar a este plano. Para eso era necesario que llegara el
azul, ese espíritu que acabamos de traer. Allá en el plano azul han pasado,
mientras nosotros conversamos aquí, todas las cosas que ya le enseñé con
relación a cambios en el mismo plano. Ahora fíjese en lo que ocurre en este
caso.
Estrella describe que el espíritu blanco, encargado de recibir al nuevo
compañero, le hace pasar por una especie de grieta muy estrecha que hay en
algo parecido al Graduante Astral de los otros planos pero que aquí tiene un
solo color: el blanco del plano. Agrega que al espíritu iniciado le parece al
principio bastante difícil ese paso pero que, urgido por los consejo del
iniciador, obedece, y que al entrar en el plano, ya tiene el color de purísima
nieve de sus habitantes. Luego trata de que el Guía le explique el origen, de
unas extrañas vibraciones que siente y que le parece que a la vez que
conmueven su espíritu, contagian también a todo el plano; pero el Guía

Blas Hernández O.
257
La Ciudad de Dios

demuestra no haberla escuchado y le anuncia que debe regresar


inmediatamente al salón de sesiones.
Ya en el salón y terminada la enseñanza que el Guía venía a dictar esta noche,
el evocador le pregunta si un espíritu puede simular, al presentarse en su
forma astral ante los ojos psíquicos de un vidente, color distinto al que
corresponde a su verdadera evolución. El Guía le manifiesta que,
correspondiendo ese color a las vibraciones del plano respectivo, el espíritu no
puede vibrar a mas sutiles estados mientras no se haya remontado a ellos por
virtud del conocimiento espiritual, que es evolución; y que por consiguiente
una simulación por parte de un espíritu desencarnado de grados que no tenga
es absolutamente imposible.
El evocador.—Y siempre que el jefe de un centro de espiritismo exija a las
entidades que se presenten, en nombre de Dios, adoptar su forma astral para
conocer su evolución, están obligadas a hacerlo?
El Guía.—No; esto está en su libertad y casi siempre las entidades inferiores,
que malician el objeto de esa prueba a que quieren someterlas, se niegan
rotundamente a ella. Esta negativa, es por supuesto, si el director humano de
un centro es suficientemente instruido en la materia, sirve de fundamento
delator para sospechar la poca evolución de la entidad que se presenta,
porque—está demás decirlo—los entidades evolucionadas no tienen motivo
ninguno para huir de la prueba. Lo mejor en todos los casos es no evocar.
Ustedes saben ya que los espíritus superiores solo excepcionalmente vienen a
centros espiritistas y que, cuando lo hacen hay muchas pruebas para
corroborar su procedencia. En el mundo, esos centros a donde tales entidades
han venido, pueden contarse con muy cortos números.
Después de esta explicación el Guía se despidió de los miembros del centro,
no sin recomendar al comisionado el riguroso cumplimiento de su encargo
para lograr que en la próxima sesión, a la cual le sería también permitido venir
al espíritu de Mercedes, se obtuviera la asistencia de su hijo. Se refirió a lo que
significaba el verdadero amor al prójimo, amor que veía en todo humano el
tabernáculo de un espíritu igual al Todo en su esencia y llamado como todos
por virtud de la tan mal comprendida unidad con el Padre de que hablará
Jesús, a los mismos gloriosos e infinitos destinos.
Quedaron citados el día y la hora para la próxima sesión.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 20

Concurre a las sesiones un asistente interesante.


Una lección de amor al prójimo.
Qué clase de espíritu puede materializarse.
Un grave conflicto para Estrella.

L as instrucciones impartidas por el Guía en relación con el llamamiento


que uno de los asistentes al Centro debía hacerle a Carlos, se
cumplieron de conformidad, y como consecuencia de esto el nuevo
asistente espera en la habitación cercana a la sala de trabajos que el evocador
duerma a Estrella y que el Guía ordene lo que debe hacerse.
Estrella ignora completamente que Carlos haya sido invitado a venir al Centro
y que esté a poca distancia de ella. Luego de pasada la sesión anterior, la
médium ha perdido completamente el recuerdo de las exigencias hechas por el
espíritu de Mercedes y solo quedó en su memoria el hecho de que había
venido, acompañado de un vago presentimiento de que talvez parte del gran
secreto de su vida ya no lo sería para nosotros.
Transcurridos unos cuantos minutos en animada conversación en espera de
que se hallaran reunidos todos los concurrentes ordinarios a los trabajos, el
evocador anunció que era el momento de hipnotizar a Estrella y que creía
conveniente que todos esperaran fuera del salón hasta que el espíritu del Guía
descendiera al Centro. Tal precaución no era nueva. Muchas veces se había
practicado en previsión de que el Guía tuviera necesidad de dar instrucciones
preliminares privadas al director humano del grupo y cuya conveniencia se vio
muchas veces aprobada por los hechos.
Una vez solos, el evocador empezó su trabajo y Estrella, un poco nerviosa por
preocupa iones interiores, pareció resistir a la influencia durante un cuarto de
hora, por lo cual tuvo aquél que recurrir a toda fuerza de concentración hasta
vencer el obstáculo.
Formulada la evocación, el Guía respondió inmediatamente a ella y una vez en
el Centro instruyó al evocador sobre la manera como debía procederse para la
entrada de Carlos al salón. De tales instrucciones no se apercibe Estrella
porque inmediatamente después de trasmitirlas le pregunta:
Estrella.—Por qué se ha quedado nuestro Guía mudo esta noche? Ni siquiera
nos ha dado el saludo de costumbre! Acaso alguno de nosotros lo ha
disgustado? No lo creo. Talvez he perdido la facultad de oírlo a causa de mi
mala preparación de hoy? Porque déjeme contarle que he estado como
intranquila y como de mal carácter. Si esto fuere la causa, nuestro Guía sabe
perfectamente que muchos son los esfuerzos realizados por mi voluntad para
dominarme, esfuerzos que creo habrán de valer su disculpa.
El Guía.—Tiene usted esta noche muy suelta la imaginación viendo en mi
actitud causas que en modo alguno la traducen. Abandone esas
preocupaciones porque todo obedece a que estoy esperando a Benjamín para
que trabajemos ambos.

Blas Hernández O.
259
La Ciudad de Dios

Estrella.—Viene también esta noche Benjamín? Si supiera nuestro Guía que a


veces no me entusiasma su presencia en el Centro porque cuando no esta
callado como un mero curioso que estuviese aprendiendo como todos
nosotros, habla solo para burlarse de mí…. Y tampoco me gusta ese sombrero
que se pone cuando se me muestra en figura humana. No puede prescindir de
esa indumentaria?
El Guía.—Tiene usted monomanía con el sombrero de Benjamín y no sabe que
precisamente eso es lo que se propone al usarlo para su forma humana. Bien
tiene que comprender usted que esa indumentaria no es indispensable para
que lo viera en figura humana. Pero no se preocupe por su silencio porque
esta noche se estará callada varias horas esperando a que terminen de hablar
los otros.
Estrella.—A cuáles otros se refiere?
El Guía.—A tres azules que concurrirán aquí para las enseñanzas de esta
noche. Y no me pregunte por sus últimos nombre humanos porque no se los
daré, ya que cada uno de ellos la dejará satisfecha al respecto. Ahora fíjese en
lo alto para que me avise si viene Benjamín.
Estrella.—Sí, nuestro Guía, precisamente viene allí, muy cerca. Ese Benjamín
sabe correr!
Ya está frente a la médium el compañero del Guía, pero en su forma humana,
con su famoso sombrero hongo y su eterna sonrisa de burla que provoca las
chanzas a veces un poco irrespetuosas de Estrella.
Estrella.—Por lo visto, mi amigo, usted debió ser bien conocido de todos aquí
en la tierra, porque según parece por su insistencia en aparecérseme con el
mismo vestido, en vida humana debió ser poco amigo de mudarse.
Benjamín.—no es precisamente eso. La falta de abundancia en mi ropero
proviene de que cuando ocurrió mi desencarnación última, como mis
numerosos vestidos eran todos nuevos, los relacionados se compadecieron de
su orfandad y solo quedó este por ahí para utilizarlo ahora como propio.
Además, creo que no me va del todo mal, pero si insiste tomo la forma astral.
Estrella.—No; es mejor que permanezca sí; no sé en qué consiste que la forma
astral, que tan bella me parece en los planos, aquí en la tierra me fastidia..
luego, como que sobre el plano físico necesito ver el gesto, la actitud, para
captar mejor el pensamiento de los espíritus. No sé si atribuir este fenómeno a
un simple capricho de mi parte o a causas que me son desconocidas.
Como la charla entre la médium y Benjamín llevara trazas de prolongarse
demasiado, el Guía intervino para preguntar a la primera si alguna cosa
particular había ocurrido en su vida el día de ayer.
Estrella.—lloré, nuestro Guía, a causa de una humillación a que hube de
someterme. Usted sabe que mi jornal escasamente me proporciona lo
necesario para una mala alimentación, y como mi pequeño se ha puesto muy
malo y necesita remedios de algún valor, mi cariño por él me llevó hasta su (
estaba borroso pag. 265-266 ) busca de ayuda. Y qué modos los que
acostumbran algunos seres para realizar una buena obra! Se diría que hacen el
bien a la fuerza y que, para quitarle toda posibilidad de que sea un fruto de
felicidad para su espíritu el día de mañana, lo enlodan antes con su bajeza.

Blas Hernández O.
260
La Ciudad de Dios

El Guía.—No critique usted a los demás; abandone esa tendencia tan común y
de tan malas consecuencias, de juzgar las intenciones ajenas. El espíritu de ese
…….. a quien usted muy……. Recurrió, no es capaz de obrar de otra manera.
Todo en la humanidad se hace conforme a la evolución, pero nadie esta en el
derecho de abrogarse las funciones de la ley. Cada cual responde ante sí
mismo de sus actos, de sus pensamientos y de sus deseos, sin que haya
necesidad de que otros los califiquen y se den a cavilar sobre las sanciones que
esto o lo otro merezcan. Si los hombres volvieran sobre sí mismos ese criterio
que usan para el hermano, pronto sentirían crecer su evolución como copo de
espuma. Bastante tiene ya el hombre con el trabajo de conocerse a sí mismo
para que dilapide la mayor parte de sus años en la tarea de mirar y pesar lo que
ocurre a su alrededor. Y no se diga que esta doctrina es nueva: que esta
advertencia se da por primera vez; todas las religiones del mundo, como hijas
del mismo misterioso tronco, la llevan como capital precepto; verdaderamente
hay muchos que teniendo ojos no ven y llevando oídos no quieren oír.
Estrella.—Bien, nuestro Guía; comprendo perfectamente que he obrado mal
juzgando los actos ajenos, precisamente porque me parecen censurables, pero
no sé cómo pueda acallarse esa voz interior que habla impetuosa,
irresistiblemente en presencia de la iniquidad.
El Guía.—Esa voz que parece mostrarse con la careta del espíritu de la justicia
no es sino la forma vigorosa de la personalidad, esa concreción de
limitaciones, de virtudes sin pulir, rudas y ásperas como el metal en la mina. Se
ha dicho por los pensadores humanos que la bondad es el perfume del
conocimiento. La mente que ha penetrado en los secretos de la evolución,
sabe que el veneno usado en cierta cantidad mata la vida física, y usado en
otra, la vigoriza y la estimula. La evolución es en este caso la cantidad de la
virtud y por eso en ella asume tan extraños y antagónicos efectos. Todo en la
naturaleza, todo en el infinito asume dual aspecto según la proporción, el
impulso directo, la intención, y así es como lo que conocemos en el mundo
terreno como mal no es sino el engendro del espíritu evolucionante. Las otras
son los hombres y éstos siguen, por ley de casualidad, el sendero trazado por
sus obras. Pero a la profundidad de este conocimiento nadie puede llevar a
nadie, sino que cada cual ha de llegar a él por propio esfuerzo; lo que mas cabe
en los adelantados es el fomento del estímulo de las buenas ideas, de los rectos
propósitos.
Estrella.—Procuraré tener siempre presente esta lección que acaba de darme,
aún cuando comprendo que todo su alcance no esta en la capacidad de mi
comprensión humana. Y ahora, nuestro Guía, cambiemos de asunto. Cuándo
vendrán esos azules que me anunció?
El Guía.—La mortifica la curiosidad por saber sus nombres humanos y voy a
complacerla dándole el de uno de ellos: Mercedes.
Estrella.—Vuelve Mercedes? Tenía el presentimiento de que era uno de esos
espíritus. Pero a qué volverá? Sus propósitos de traer a su hijo Carlos a este
Centro me parecen irrealizables por los inconvenientes para el mismo crédito
que deben tener para todos estas enseñanzas. No le parece a usted nuestro
Guía, que cualquiera de los asistentes podría llegar a imaginarse que sea yo
quien desea esa venida con el fin de amistarme con Carlos? Y qué lejos estoy
de ese deseo y qué poco interés personal tendría para mí una reconciliación
semejante! Ayúdeme usted, nuestro Guía, si es que el espíritu de Mercedes
insiste en su capricho, a convencerlo de la inconveniencia para el Centro de tal

Blas Hernández O.
261
La Ciudad de Dios

visita. Estoy dispuesta, si algo necesita, a trabajar por él en su plano como he


trabajado por otros.
El Guía.—Si el espíritu de Mercedes necesita decirle algo esta noche, ya lo
escuchará usted misma. Con respecto a su manera de apreciar las
inconveniencias o los inconvenientes de la presencia de Carlos en el salón de
sesiones, no puede usted juzgar debidamente. Piense que estas enseñanzas
están dispuestas por el Ordenador y que su sabiduría no puede ser siquiera
sospechada con aproximación entre la generalidad de los encarnados. Siendo
esto así, qué puede pensar alguno de los asistentes o usted de la conveniencia
de que otro espíritu a quien casualmente le ligan antecedentes a la médium de
un centro, sea llamado a él por voluntad superior? Volvemos a nuestro punto
del vicio de juzgar sin elementos para el juicio.
Estrella queda un momento silenciosa. Talvez busca un argumento para insistir
en su propósito de que Carlos no concurra al Centro, pero el razonamiento de
su instructor le ha cerrado todas las salidas y no tiene mas remedio que variar
de asunto.
Estrella.—En mis meditaciones sobre las enseñanzas recibidas me ha ocurrido
una duda que quiero me resuelva nuestro Guía antes que se me vaya de la
memoria: a esos espacios a donde van temporalmente los espíritus de los
suicidas, no van también otros por distintos errores? Me ha surgido la idea de
que van otros.
El Guía.—Evidentemente, la suposición que hace es razonable: son varias las
causas que llevan a los espíritus a esos espacios, mas no puedo por ahora
enumerarle sino una: el homicidio. Pero volvamos al asunto del espíritu de
Mercedes, que ya esta para llegar. Quiero que usted esté atenta y que sea suave
y accesible para cuanto tal espíritu le diga.
Estrella.—Sufrirá acaso ese espíritu? Y yo que tenía la idea—por lo que ellos
mismos me han dicho en sus planos—de que todos los habitantes del astral
eran felices! Procuraré estar en las disposiciones que nuestro Guía quiere.
El Guía.—Ya sé que a su espíritu, dada la evolución que ya tiene, no le falta el
deseo de ayudar a sus hermanos, de hacerles bien. Las resistencias que usted
muestra provienen de su materia, de su personalidad también, que todavía vive
y se muestra, pero en esa lucha saldrá bien si la voluntad es vigorosa.
Refiriéndome ahora a otro punto, tengo que declararle que, aún cuando es
verdad que los espíritus desencarnados viven muy contentos en sus planos, no
por ello dejan de tener sus preocupaciones. Las fuerzas de evolución trabajan
en todos los sitios del universo y en cada uno y en cada ego se manifiestan en
forma e intensidad adecuadas.
Estrella.—Y el espíritu que nos ocupa sufre mucho? Ya sabe nuestro Guía que
en mi corazón y en mi espíritu le quiero bastante y que tengo deseos de
aliviarlo si me fuere posible.
El Guía.—Puesto que dice que le quiere tanto—yo lo veo—le será fácil
complacerlo en sus exigencias. Recuerde, lo escuche, que le ha sido permitido
por los superiores exponer su pena y su deseo.
Estrella.—Ah! En este momento recuerdo que anoche soñé con Mercedes.
Hablamos de muchas cosas pero todas se esfumaron de mi memoria como las
demás conversaciones de los sueños; solo me quedó grabada una invitación
que me hacía para que fuéramos a Bogotá. Esta invitación –cosa rara—

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

concuerda con el anuncio que nuestro Guía me ha hecho de que conoceré esa
ciudad.
El Guía nada contesta al problema que le plantea su discípula y el silencio que
se hace entre los dos es aprovechado por evocador para preguntar a Benjamín,
hasta qué grado de evolución les es permitido a los espíritus materializarse.
Benjamín.—Los espíritus pueden materializarse—o mejor, les es permitido—
hasta el grado azul medio.
El evocador.—Puede un espíritu obtener del Ordenador permiso para
materializarse, no para satisfacer curiosidad ni investigaciones científicas, sino
para llevar a un encarnado al conocimiento de la verdad con relación a la
supervivencia?
Benjamín.—Ya veo la intención que lo lleva a formular esa pregunta.
El evocador.—Comprendo perfectamente que la conozca, pero deseo su
respuesta.
Benjamín.—Muy raros son los casos en que el Ordenador autoriza esas
materializaciones de espíritus de un grado superior al ya dicho.
El evocador.—Otra pregunta quisiera yo que Benjamín me absolviera esta
noche: se nos ha enseñado por nuestro Guía que los espíritus del plano
blancos son los encargados para recibir a los que desencarnan. No habrá casos
en que ese blanco pueda ser sustituido por uno de superior evolución?
Benjamín.—Está usted esta noche, como dicen por ahí, por la negativa. Son
raros, rarísimos por no decirle que no ocurren, los casos de que usted me
habla. Además del blanco pueden concurrir a una desencarnación otros del
astral que ya hayan sido en su última vida humana amigos íntimos o familiares
del que abandona el cuerpo material.
Benjamín corta las posibilidades de mas preguntas del evocador pidiéndole a
Estrella que le haga una lista verbal de los asistentes al Centro esta noche.
Estrella.—Pero cómo quiere usted que lo complazca si nuestro Guía no me los
deja ver?
El Guía es quien corta el nuevo dialogo para advertir a su discípula que ya
descienden los azules, como evidentemente lo confirma su casi inmediata
presencia en el Centro anunciada por Estrella.
El primero de los azules toma forma humana y la médium anuncia que es el
espíritu de la hermana de nuestra compañera de investigaciones, en cuya casa
trabajamos. Hablan largamente, en afectuoso tono sobre las maneras de
evolución seguidas por nuestra amiga; le da saludables consejos para avanzar
en el perfeccionamiento del espíritu y se despide. No quedan detalles de esta
conversación porque solo tienen ellos un interés particular.
El segundo espíritu es el de la que fue madre de Estrella, y al contemplar su
forma humana se extraña de hallarla pálida, como estuvo en los últimos días
de la enfermedad con que terminó su vida física. La escena es por demás
emocionante. Estrella tiene el presentimiento de que el espíritu que tiene
delante se fue de la tierra ofendido por su conducta, y para indagarlo procede
con cautela preguntándole si conoce a su pequeño. La madre sonríe ante el
recurso; le declara que lo conoce, que le agrada mucho. Le agrega luego, yendo
al fondo de la intención de la médium, que evidentemente en su vida terrena le

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

proporcionó mucho sufrimiento su falta, pero que esto no debe preocuparla


ya mas porque ella sufrió con resignación la pena, y las penas llevadas así,
aprovechan a la evolución del espíritu. Le agrega que ahora está contenta,
satisfecha, y que va a terminar su conversación para que hable o exprese su
pensamiento el espíritu de Mercedes que ha venido en su compañía.
La intervención tácita del espíritu de su madre a favor del de Mercedes
predispone a Estrella a ser amable y accequible para con éste.
Estrella.—Le decía yo hace un rato a nuestro Guía que de su primera visita
me quedó la impresión de que usted sufría. Es cierto esto?
Mercedes.—Son varias las preocupaciones que tengo, pero me atrevo a
asegurarle que casi forman una sola.
Estrella.—Y cree usted que yo podría ayudarle a que desaparecieran, sino
todas, algunas por lo menos?
Mercedes.—la primera vez que vine a este Centro me pareció que usted se
proponía aumentar mis preocupaciones; estaba usted lista siempre a ver
insuperables inconvenientes en la realización de mis anhelos; esta noche venía
yo con el mismo temor, pero sus palabras me calman y me llenan de
esperanza. Si usted supiera cuantas vacilaciones he tenido sobre el resultado de
mis propósitos!
Estrella.—No crea usted, Mercedes, que mi actitud de la otra noche solo
buscaba su mortificación; usted me pidió aquella vez una cosa difícil, bastante
difícil que era casi imposible. Esta noche quiero saber que otro deseo la trae
en mi busca y estoy lista para poner de mi parte la mayor suma de voluntad a
fin de realizarlo.
Mercedes.—He venido a pedirle sus consejos para mi hijo.
Estrella.—Bien: mis consejos para su hijo; pero qué fruto sacaría él de tales
consejos si es lógico que, habiendo entre los dos esa vieja y dolorosa historia
que usted no ignora, tenga la idea de que busco una reanudación de esa vida
que detesto? El no creerá en la sinceridad de mis palabras, no puede creer y es
casi absurdo que yo pretenda encontrar fe, confianza, claridad de comprensión
donde no puede brotar sino la idea torcida de una inclinación pasional. Así me
creyó siempre él: un instrumento de placer, y así me verá. ¿Para qué me exige,
pues, un sacrificio inútil? ¿Para qué emplear una fuerza espiritual que puedo
aplicar talvez mañana con positivo resultado sobre otra persona?
Mercedes.—Es inútil que usted vea dificultades para obtener de Carlos el
reconocimiento de su sinceridad. La manera de ayudar a mi hijo la tiene a su
lado, aquí mismo.
Estrella.—Aquí? En verdad que no la comprendo bien esta noche, Mercedes.
Explíquese mejor.
Mercedes.—Usted conoce el espíritu de mi hijo?
Estrella.—Sí; nuestro Guía lo proyecto a mis ojos la otra noche.
Mercedes.—Pues por él vengo yo a pedir ayuda a usted. Desde mi plano he
suplicado a los superiores esta gracia y me la han concedido. No creo que
ahora se niegue usted.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella no cree conveniente contestar a la madre de Carlos directamente y se


dirige al Guía en tono de justificación para su actitud, manifestándole que, si
como ella ha aprendido de las enseñanzas hasta ahora recibidas, esos
estancamientos del espíritu solo pueden desaparecer en una próxima
reencarnación, su trabajo a favor de Carlos sería inútil.
El Guía.—efectivamente, la generalidad de los casos, como el que ahora
contemplamos, necesitan para solucionarse una nueva vida, esto depende de
que las circunstancias en que los actores de la acción se han colocado
imposibilita restitución del equilibrio de la justicia; pero su caso es
precisamente uno de los pocos que puede repararse en la misma encarnación,
y por esto desde arriba se le ha permitido al espíritu de Mercedes emprender
esa campaña.
Estrella queda asombrada con la respuesta del Guía que deja en pie y en toda
su fuerza el conflicto trabado entre su espíritu y su personalidad humana. No
encuentra un nuevo argumento para defender su tendencia a esquivar el rudo
trabajo que se plantea, y Mercedes, alerta para el ataque de la fortaleza, toma
de nuevo la ofensiva.
Mercedes.—Entre las autorizaciones que los espíritus superiores me han dado
para que trate de conseguir el bien espiritual de mi hijo, tengo una, que voy a
usar en este momento y es la de proyectarle el porvenir de mi Carlos, el que le
estaba destinado por la ley si lo sucedido con usted no lo hubiera torcido
libremente.
Y en las regiones del mundo astral desfilan de ese porvenir. Estrella no los
narra con palabras. Solo su rostro, que se empapa a cada segundo de
emociones variadisimas, nos va dejando a los que observamos su materia
humana, margen para la conjetura. Sabemos a los pocos momentos que la
proyección ha terminado, porque Estrella exclama: Ah! Muy bueno; pero
créame que la parte de esas dichas, reservada a mí, no la deseo.
Mercedes.—Está bien, Estrella; pero como al rechazarse usted a ayudar a la
evolución del espíritu de mi hijo—lo que bien puede hacer en uso de su
libertad—contrae una deuda con la ley, voy a proyectarle ahora su porvenir,
fruto de esa actitud.
Vuelve el silencio y sigue, en el mundo invisible y misterioso, el desfile de un
porvenir. Ahora las impresiones que empañan al rostro de Estrella de dolorosa
ansiedad y de indescriptible sorpresa. De vez en cuando, brotan frases
reveladoras: " engañar yo a ese hombre? Por qué iré yo a dar a esa tierra
desconocida?"
Como se llama ese hombre?
Mercedes.—Ese hombre se llama Alberto.
Estrella.—No, no Mercedes; ese porvenir no lo quiero para mí; es demasiado
ruin aquello que he visto para que yo lo haga.
Mercedes.—Ese porvenir, como el de todos, está en manos de cada uno.
Somos los forjadores de nuestros propios dolores y de nuestras alegrías. Nada
se nos da en la vida humana que por propia voluntad no hayamos pedido. La
justicia va, así, dentro de nuestro corazón, dentro de nuestros pensamientos.
Inútil es clamar contra quien nada, sino bien nos ha hecho; inútil es pedir
hacia fuera clemencia cuando el juez habita dentro de nosotros mismos y es el

Blas Hernández O.
265
La Ciudad de Dios

mismo que clama. Le he demostrado los dos senderos: el que usted hizo, con
mi hijo, en la vida pasada, y el que puede hacer hoy. En su libertad está
adoptar cualquiera de los dos.
Estrella.—la amistad entre su hijo y yo es imposible, Mercedes; no convendría
a él ni a mí; además, las gentes que saben esa vieja historia interpretarían
nuestra amistad de un modo torcido, insoportable. Créame, Mercedes, que de
corazón le he perdonado y que pediré por su espíritu a los superiores para que
le guíen pronto a su mayor evolución. Yo creo que esto basta.
Mercedes.—Juzga usted a mi hijo con sentimientos que no tiene. El no vería
en su acercamiento ni una humillación, ni una intención torcida. Por qué no le
pregunta usted ahora si él cree estar cumpliendo con el deber de escribirle a su
hermano?
Estrella.—Pero como se le ocurre que tenga yo manera de hacerle esa
interrogación si él está tan lejos y yo aún cuando quisiera, no podría hacerle
llegar mi voz?
En ese momento el Guía hace que la vista psíquica de la médium distinga a los
concurrentes a la sesión entre quienes se encuentra Carlos, colocado
precisamente frente a ella.
Estrella.—Cómo nuestro Guía! Yo estoy viendo aquí a Carlos. Será cierto que
es él o que Mercedes, para probar mis propósitos, ha conseguido de los
superiores hacérmelo ver?
El Guía.—No hay engaño ninguno en lo que usted ve; Carlos está ahí y usted
debe obedecer a la insinuación que el espíritu de Mercedes le ha hecho; debe
trasmitir a Carlos la pregunta sobre el asunto de la correspondencia entre él y
su hermano.
La pregunta no tiene en si nada que pueda lastimar los sentimientos humanos
de la médium, pero ésta vacila. La lucha dura unos segundos hasta que al fin
las palabras brotan de sus labios como arrancadas una a una.
Carlos, que contempla silencioso esta escena, responde inmediatamente que
en realidad las relaciones epistolares con su hermano no han tenido la
frecuencia debida, pero que ante el reclamo que le formula el espíritu de su
madre, tratará de expresar esa indolencia.
Ya ha pasado el punto mas grave y ahora se entabla un dialogo entre el
espíritu de Mercedes y su hijo sobre asuntos relacionados con intimidades de
sus vidas en pasados años, cuando ella vivía sobre la tierra. Se ve el propósito
del espíritu de la madre por identificarse ante su hijo; por su carácter
reservado su dialogo no tiene cabida en estas páginas. La escena es de enorme
interés, de gran emoción. Estrella, dócil ya a su papel, trasmite pausadamente
preguntas y respuestas y se ve comprobando que su materia no esta actuando
en plena conciencia de su personalidad porque, sin rechazarse, como otras
veces, repite frases en su elogio que su humildad, mas que probada, no
hubiera consentido.
Terminada esta entrevista, se van del Centro a sus lejanos mundos, los
espíritus de la que fueron madres de Carlos y de Estrella y el evocador advierte
a aquél que puede retirarse de la sesión, y si fuere necesaria su asistencia a la
próxima se le avisaría oportunamente.

Blas Hernández O.
266
La Ciudad de Dios

Una vez que Carlos abandonó el Centro, el Guía propone a la médium un


viaje hasta el plano blanco. Las emociones sufridas por la materia de Estrella y
el trabajo intenso de su espíritu para vencer los mandatos de su personalidad,
que rechazaba lo que creía una humillación, eran suficientes para que los
compensara un baño de vibraciones de paz y de amor.
Emprenden el Guía y su discípula el viaje, pero no se hace éste directo; se
detienen en el plano gris, donde el instructor quiere que la médium observe el
espacio que existe entre este plano y el inferior.
Es oscuro, intensamente oscuro y en él los espíritus que lo habitan van sin
rumbo, como veloces cometas, llenándolo de exclamaciones dolorosas,
interrogativas, oscuras como su mismo mundo. Luchan aquellos espíritus por
llegar a darse cuenta de la realidad de su situación, sin conseguirlo. Viven en
verdad? Están sonando un horrible sueño, interminable?
Estrella.—Nuestro Guía: y estos espíritus reciben ordenes de alguien?
El Guía.—Sí, del Ordenador.
Estrella.—Una vez me dijo usted que a este sitio venían los espíritus de los
suicidas. No vienen otros?
El Guía.—Sí: aquí vienen también aquellos que no tuvieron aspiraciones
materiales, que opacaron las manifestaciones de todo anhelo superior.
Estrella.—Y como evolucionan estos espíritus?
El Guía.—Las ordenes que les llegan los conducen, si las cumplen, al
esclarecimiento de la conciencia, a que poco a poco se orienten en esa tiniebla,
hija de la que el espíritu vivió allá en la tierra. Cuando ya han hecho esa
conciencia, cuando han visto esos espíritus en qué situación los coloca el
dominio de la materia, entonces reciben orden de reencarnar para que usen
mas apropiadamente de la nueva vida que se les presta. En cuanto a los
suicidas, tienen que permanecer en este espacio tanto tiempo como el que les
faltaba para que transcurriera el plazo fijado para su encarnación que han
suprimido violentamente. Y luego volver a la tierra en un nuevo cuerpo y
pasar por la misma experiencia que los llevó al suicidio. Es la ley.
Estrella.—Y fuera de estos espacios que hemos hablado, hay otros
El Guía.—Sí, hay un espacio entre cada plano, pero sus condiciones luminosas
varían. Respecto de esos otros espacios le hablaré después, cuando sea tiempo
y si lo permite así el desarrollo de estas enseñanzas. Ahora, sigamos nuestro
viaje, que conforme a lo prometido, debe ser hasta el plano blanco.
A los pocos segundos, los viajeros han llegado al lugar de su destino.
Estrella, una vez sumida en la maravillosa luz de esas regiones, se empapa de
su paz, y los sufrimientos pasados y la tremenda visión del espacio asumen el
carácter de meros sueños vagos, borrosos, que no le traen siquiera una imagen
completa.
Una vez que Estrella ha recobrado su calma espiritual, el Guía la trae al salón
de sesiones para terminar los trabajos de esta noche y citar día y hora para la
próxima enseñanza.

Blas Hernández O.
267
La Ciudad de Dios

SESION 21

Oscuridad de conciencia en algunos azules.


Diferencias de la visión astral de plano a plano.
El espíritu de Mercedes habla con Estrella en el astral.
Mas sobre los espacios entre los planos.

E sta noche no ha sido llamado Carlos al Centro seguramente porque las


impresiones sufridas por la médium en la sesión pasada con motivo de
su presencia en este lugar, han originado un aplazamiento del trabajo
que desea llevar a término el espíritu de Mercedes. Estamos, pues, solamente
los asistentes ordinarios, circunstancia que nos complace íntimamente porque
aún cuando no dejamos de comprender que los asuntos relacionados con la
médium y Carlos tienen gran trascendencia para la evolución de esos espíritus,
deseamos ardientemente la continuación de las enseñanzas sobre los astrales.
Estrella, preocupada también por los problemas de su viejo amigo, nos
pregunta si ha sido llamado esta noche y se muestra como descargada de una
pena al recibir informe negativo. Ella—nos dice—no tiene fe en que aquel
muchacho enmiende, por las enseñanzas de su madre, el concepto que tiene
de la vida y la visión torcida de sus finalidades. Fuera de la costumbre –nos
agrega—tiene la compañía de su gremio, formado por individuos de sus
mismas tendencias, quienes se encargaran de borrar con sus burlas y sus
ignorantes incredulidades todas las nociones de responsabilidad espiritual que
el espíritu de su madre le ha querido inculcar.
Al afirmarnos estas cosas que no están por cierto mal concebidas, Estrella nos
deja ver un vago deseo de que para evitarse mortificaciones, aquello suceda
como lo imagina; pero el evocador la reconviene seriamente por su actitud
interior alegándole que ese deseo es producto de egoísmo y que ese egoísmo
indica todavía grave imperfección del espíritu.
Además—le dice—cuando por parte de los espíritus superiores se ha
consentido que el espíritu de Mercedes baje a este salón para ayudar a quien
fue su hijo, es demostración clara de que esa ayuda es justa y necesaria y en tal
caso nosotros debemos constituirnos en los colaboradores de esa obra de
bien.
Estrella quería oponer argumentos a las palabras del evocador, pero éste lo
impidió ordenándole que se dispusiera para empezar el trabajo de esta noche,
pues era el momento señalado por el Guía para que se le llamara.
Abiertos, a los pocos minutos, los ojos espirituales de Estrella, anuncia que es
inútil hacer la evocación porque Benjamín está frente a ella y le recomienda
salude en su nombre a todos los asistentes.
Benjamín.—Su saludo, Estrella, fue mal trasmitido. Yo le dije que ese saludo lo
diera en nombre del Guía y en el mío.
Estrella.—Y en nombre del Guía por qué, si él no esta presente entre nosotros?
A usted Benjamín, le agrada mucho darse importancia tomando actitudes de
jefe del Centro y corrigiéndome. Todo lo que yo digo le parece incompleto: le

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

he oído mal, le he entendido mal, digo disparates…. en fin, que usted no es


como nuestro Guía, que casi nunca me corrige.
Benjamín se ríe de buena gana de los resentimientos de Estrella y le hace ver que
la corrección que le ha hecho a su saludo esta fundada en una verdad muy
grande, puesto que el Guía se halla presente en el salón de sesiones.
Efectivamente, Estrella busca al Guía por todo el espacio de la sala y al fin lo
halla colocado junto a su silla, casi tras ella.
Estrella.—Ah! Tiene razón Benjamín! Pero qué ocurrencia la de nuestro Guía
colocarse a mi espalda para que no lo viera inmediatamente. Esos consejos de
Benjamín, que quiere que se le atienda a él primero para empezar la sesión con
risa.
El Guía no hace caso a las invectivas de la médium para Benjamín, sino que se
concreta a ordenarle que trasmita una pregunta que desea formular un
asistente.
Hay en la sala un momento de silencio. Todos los asistentes, mas o menos,
tienen en su interior, muy reservadas, preguntas por hacer y ninguno se atreve
a darse por aludido en la orden del Guía. Benjamín es quien nos saca del
conflicto dando el nombre del consultante y agregando que interviene porque
la pregunta es para que él la resuelva.
Un asistente.—Es verdad Benjamín; desde hace varios días vacilo en hacer un
asunto, y tenía el propósito de consultar a usted sobre la conveniencia de
efectuarlo. Había callado porque como se trata de algo que tiene carácter
particular y se refiere a asuntos meramente materiales, caía entre los que no se
deben exponer en este sitio según las enseñanzas que hemos recibido de
nuestro Guía.
Benjamín.—Es verdad que asuntos de interés material no deben tratarse en este
Centro, ya que solamente existe para dar luz al espíritu mostrándole
vislumbres de las mas elevadas finalidades de la vida, pero su caso es distinto:
usted ha comprendido perfectamente que ese asunto a resolver puede llevarle
radiaciones espirituales buenas o malas, y de ahí su vacilación al obrar.
Conozco ese asunto que usted tiene entre manos y sé su resolución de
prescindir de realizarlo si se convence de que no conviene para su evolución
espiritual. Pero no vacile; hágalo en mi nombre, ya que me ha sido permitido
aconsejarlo como consecuencia de su recta actitud.
Estrella.—Benjamín se pone muy serio para hablar con los asistentes, y cuando
me toca el turno me hace siempre burla.
Benjamín.—A cada cual se le da lo que pide porque precisamente esto es lo que
desea. Si usted me hablara seriamente, yo seria serio con usted, pero no ocurre
así. Apenas estoy en su presencia, se dedica a buscarle parecido a mi sombrero
con artefactos de uso casero; a fijarse en la moda de mi vestido, en la altura de
mi cuerpo y en mil otras cosas que provocan la misma respuesta.
Estrella.—Yo no tengo la culpa de esa actitud porque, aun cuando no sé como
explicar claramente lo que pasa, me parece que de usted mismo parte la
insinuación, el impulso, la tendencia de todas esas manifestaciones ligeras que
le hago. Este modo de influir los espíritus unos en otros será la incógnita más
grande que me dejen, para toda mi vida de humano, estas enseñanzas. Y es
que por una ley incomprensible para mí en su origen y en sus modos de

Blas Hernández O.
269
La Ciudad de Dios

actuar, siempre que mi espíritu se encuentra frente a un desencarnado sea aquí


en el salón de sesiones o en los planos, inmediatamente, sin que se necesita la
expresión del más corto pensamiento de parte de aquél, comprendo muchas
cosas, casi todo lo que quisiera decirme, lo que siente, alegre o triste y aun el
latir de sus esperanzas o de sus desilusiones me empapa, como si fuera un
aroma emanado por la virtud misma de su presencia. No sé si me he explicado
bien, pero más o menos, esto es lo que me ocurre y he deseado comprender
inútilmente. Así, por este medio misterioso de comunicación conozco su
animo festivo, de risa, de diversión que me trasmite cuando está en el Centro y
que me incita a todas esas observaciones poco serias que hago de su
indumentaria, de sus gestos, de sus posiciones. Otra cosa ocurre cuando nos
vemos allá en su plano. Allí emana de usted una suave severidad que me lleva
a meditar sobre los mas hermosos problemas del espíritu, que me arrastra a
buscar explicaciones de todo lo que me rodea y a volar, en alas de la conjetura,
a los mundos mas allá del blanco. Por qué no quiere ser usted así como en el
blanco aquí en la tierra?
Benjamín.—Bonito discurso el que me tenía usted preparado para esta noche!
Y todo porque le he resuelto un conflicto a su amigo! Vaya que se esta
volviendo muy altruista esta médium. Pero no se disguste, pues para los
discursos también tengo discursos, y en la primera oportunidad que me toque
estar aquí en el Centro sin la presencia del Guía, voy a pronunciar un sermón
bastante edificante. Por ahora quisiera preguntarle por qué negó ayer en la
fábrica muchas cosas que ha aprendido en estas sesiones. Si los asistentes la
hubieran oído y la hubieran visto: "Yo no sé nada de eso". "Todo lo que
ustedes me dicen es para mí nuevo". "Yo no soy ni médium ni adivina". Y mil
y otras frases por el estilo, acompañadas de una cara que precisamente no
auguraba caricias.
Estrella.—Ah! Eso también lo sabe Benjamín? Pues bien, si, contesté todo eso y
puse muy mala cara porque comprendí perfectamente que las compañeras que
me formulaban preguntas sobre los planos y las cosas que dijo Mercedes, lo
hacían con el ánimo de burlarse d mí. Y no sé quien las ha informado, porque
de mi parte ni la más remota referencia les he dado de estas sesiones.
Comprendo muy bien, porque soy de su oficio y vivo en su mundo, que esas
muchachas no creen ni en su misma religión y mucho menos van a ser capaces
de presentir siquiera estas cosas.
Benjamín.—Me parece muy bien, Estrella, que usted se haya negado a dar
explicaciones sobre estas enseñanzas a sus amiguitas de fábrica. Como lo ha
comprendido, ellas iban únicamente movidas por una superficial curiosidad y
más bien con ánimo de reírse de usted y de lo que les dijera, que con
propósito de sacar algún conocimiento para sus espíritus. Por esa razón no se
puede dar a todos revelaciones de la vida superior y por eso también todos los
instructores o enviados que vienen a la tierra escogen, por el conocimiento
que tienen de la evolución, un grupo escaso de compañeros, a los que llaman
discípulos, y los instruyen secretamente en las verdades superiores, para que
ellos a su vez las vayan trasmitiendo, en el curso de sus vidas humanas, a otros
capaces de apreciar y de recibir la Verdad Superior. Sus amiguitas se
informaron de este Centro y de muchas cosas de las que trataron en la sesión
pasada, porque, Carlos, impresionado verdaderamente por lo que oyó aquí,
para desahogar su alma—como ustedes dicen—lo comunicó en la fábrica a
sus amigos. Ahora, con la manera usada por usted para responderles, ellas
quedaron bien prevenidas y no cometerán nuevas imprudencias. Esa

Blas Hernández O.
270
La Ciudad de Dios

explicación quería yo darle esta noche—muy seriamente—porque conocí su


preocupación.
Apenas terminada la explicación de Benjamín, el Guía interviene para
anunciarnos que es necesario que Carlos concurra a la próxima sesión porque
el espíritu de Mercedes debe continuar el trabajo en que se halla empeñado.
Estrella.—Pero a qué traerlo nuevamente al Centro, nuestro Guía, si acaba de
saber que todo, absolutamente todo lo que aquí pasa va a divulgarlo entre
gentes que solo saben hacer burla de estas cosas grandes?
El Guía.—Eso lo ha hecho él porque no conoce la necesidad de la reserva con
esas gentes. En la próxima sesión se le explicará la condición de silencio que
tiene todo lo que aquí escuche, y se le pondrá de presente cómo revelando las
enseñanzas que reciba a gentes no preparadas, expondrá al ridículo la Verdad,
y ese ridículo acabará por cobijarlo y traerle desgracia sobre su vida. Un
vidente que divulga su conocimiento de los mundos suprafisicos será tenido
por loco por los que lo escuchen, y de ese dictamen, que afectará de
desventura todos los actos de su vida, no se librará hasta la muerte; es la
consecuencia ineludible de esas divulgaciones.
Estrella.—Y en la próxima sesión se tratarán los mismos asuntos de la pasada?
Me mueve a imaginarlo el hecho de que el espíritu de Mercedes baje a este
salón.
El Guía.—No le agradó acaso la sesión pasada? Sin embargo fue muy
importante, porque se trató en ella de conseguir que un espíritu estancado en
su evolución emprenda de nuevo su marcha hacia su final destino. Usted no
puede imaginar ni remotamente la importancia de ese trabajo, porque para
valorarla hay que llegar a grados de evolución que no tienen los asistentes de
este Centro. Porque veo también que no solo para usted estuvo pesada la
última reunión. Interesantes, muy interesantes son para seis espíritus las
enseñanzas sobre el conocimiento de los mundos superiores, pero mas aun
debe serlo el progreso de uno solo de los espíritus encarnados.
Estrella no encuentra manera de replicar a las palabras del Guía que entrañan
una severa lección no solamente para ella sino para todos nosotros, pues
como ya quedó dicho, nos sentimos un poco fastidiados de que aquel espíritu
viniera a interrumpir las peregrinaciones astrales de Estrella. Por lo que acaba
de decirnos el Guía comprendemos perfectamente que para remontarnos a la
apreciación de este nuevo trabajo tendríamos que llegar al conocimiento
mismo del espíritu humano, ir tal vez hasta muy cerca del proceso que le dio
origen y valorar, siquiera vagamente, la inconmensurable magnitud de sus
destinos. Y la loza de nuestra ignorancia nos pesa, en estos minutos de
silencio, como un gran dolor.
Pero ahí está Benjamín con su misión jocosa que nos aparta
misericordiosamente la pesadumbre. Estrella siente atraída su atención hacia él
y con grandes risas nos describe que Benjamín se halla empeñado en recorrer la
estancia a grandes zancadas y en sacudir las manos con un aire de persona que
se encuentra afanada al ver el aprieto en que se hallan sus compañeros.
Ante las exclamaciones de la médium Benjamín detiene sus grandes pasos y le
manifiesta que está muy contento porque nuestro Guía ha traído esta noche
regaño para todos y que él ha sido la única excepción.

Blas Hernández O.
271
La Ciudad de Dios

Estrella.—Bueno Benjamín, búrlese de nosotros si eso lo distrae, pero no vaya a


olvidar que podemos ponerlo también en aprietos delante de nuestro Guía
haciéndole preguntas que no puede contestarnos. Y por lo pronto, va la
primera: una amiguita de la fábrica que tiene la idea vulgar de las sesiones
espiritistas me ha suplicado que pida un remedio para su niño que está
enfermo hace muchos meses sin que valgan para curarlo las recetas de muchos
médicos. Qué he de contestarle?
Benjamín.—Muy sencillo: que estas sesiones no se han hecho para curar
enfermos del cuerpo sino para los enfermos del espíritu que desean vivamente
sanar. Que para las enfermedades de la materia existen los médicos. Cada cosa
en su sitio y viviendo en su medio.
Estrella.—Pero esa respuesta me parece muy fuerte para mi amiga. Por lo que
comprendo, ella me ha formulado su petición con buen corazón, llena de fe
en que yo pueda conseguir de los altos espíritus que nos instruyen, la salud de
su hijo.
Benjamín.—Lo que acabo de decirle es la verdad; pero si usted no quiere
decirla así a su amiga porque la verdad choca siempre con los prejuicios de la
personalidad, dígale usted que no tuvo ocasión de hacer su consulta y poco a
poco la va preparando para saber que esto no se puede.
El Guía pone punto final a este diálogo anunciándole a Estrella que es tiempo
de que suba al astral en compañía de Benjamín.
Estrella.—Pero no seguirá tan inquieto como aquí? Porque este Benjamín es
capaz de soltarme cuando vayamos bien arriba a fin de que se rían mis
compañeros del susto que me lleve.
Benjamín.—No; yo no la suelto pero si pienso, una vez que lleguemos al gris,
dejarla sola. Tanto tiempo yendo a los planos, debe haberle enseñado a
manejarse en ellos y buscar por si misma su salida, si quiere ir mas lejos.
Estrella.—Entonces no voy con usted! Cómo se imagina que pueda salir del
plano gris si nunca he realizado sola esa experiencia? Solo a usted se le ocurre
abandonarme así!
El Guía.—No crea usted en serio esas amenazas de Benjamín. El sabe también
como yo que usted no puede todavía trasladarse por su propia voluntad de
plano a plano y no la abandonará. Además, yo iré a buscarlos dentro de poco
al astral.
El viaje con Benjamín llega directamente hasta el azul. Estrella se asombra de
ver tantos espíritus en el plano y asegura que en todas las veces que ha venido
esa sensación de multitud que le han producido los habitantes no había sido la
mismo. Luego observa que muchos de ellos, que parecen dirigirse hacia el sitio
donde es encuentran, pasan muy cerca sin contemplarlos.
Benjamín.—Ese fenómeno de desorientación que acaba de anotar, sin darle tal
nombre, es evidente y se debe a causas originadas en la última vida humana
que acaban de pasar. Esas causas, como lo habrá supuesto usted, son varias y
su explicación no entra en las autorizaciones que se nos han dado para estas
comunicaciones que le estoy haciendo. Algunos espíritus de esos están casi
absolutamente ciegos y creen hallarse en un lugar donde reina la oscuridad.
Estrella.—Terrible caso me presenta usted, Benjamín. Y yo que creía, por mis
conversaciones con algunos, que en estos sitios la felicidad era mas o menos la

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

herencia de sus habitantes! Pero ese estado dura hasta que les llegue el
momento de reencarnar?
Benjamín.—No; por lo general esos estados de oscuridad no se prolongan
mucho tiempo. Los espíritus superiores de cada plano, auxiliados por el
Consejo respectivo, emprenden el trabajo de despertar esas conciencias
dormidas hasta que, poco a poco, según las disposiciones d cada ego para
evolucionar, van distinguiendo la luz de su nuevo mundo. La duración de ese
estado queda como todo, a la voluntad del espíritu evolucionante. Ahora, con
respecto al sufrimiento que tengan, no puede calificarse de tal aun cuando su
estado no pueda tampoco llamarse de felicidad.
Estrella.—Veo, Benjamín, que ahora no viene ninguno de los azules a
entenderse conmigo y este tiempo podríamos dedicarlo a que me llevara usted
al Ascensor Blanco Astral. Estando allí los dos pudiera suceder que le llegara
una orden para que fuéramos al sitio donde reside nuestro Guía. Usted no
sabe, Benjamín, como anhela mi espíritu llegar al conocimiento de ese sitio.!
Benjamín.—Presentía ya su propuesta, pero es completamente inútil. Créame
que si tal autorización partiera del Ordenador, no vendría a mí sino al Guía
que es el comisionado para dictar estas enseñanzas.
Estrella.—Comprendo esa razón y nada le discuto, pero tal vez otro deseo que
me asiste me lo pudiera satisfacer: en uno de tantos viajes que hago a los
planos, que me dejaran apreciar una a una las regiones que recorro; que por
ejemplo, al abandonar la tierra la viera como se va alejando y contemplara
también el conjunto de los mundos que habitan otras regiones del espacio.
Qué interesante y qué instructivo sería esto para mi espíritu!
Benjamín.—No es de poca magnitud su deseo, y no se si podrá conseguirlo;
pero en todo caso la exigencia debe hacérsela al Guía por la misma razón que
acabo de exponerle hace un momento.
En este instante un azul medio se acerca a Estrella y la saluda por su nombre
con muestras de afecto.
Estrella.—Oyó usted Benjamín, lo que acaba de decirme este azul? He
observado que son varios los que me hablan usando mi nombre humano
como si me vieran en cuerpo material. Será que este fenómeno ocurre, como
tantos otros, sin que yo lo perciba?
Benjamín.—No es que la vean a usted en su cuerpo terrenal sino que,
informados por la misma orden del Consejo que los autoriza para acercársele,
saben ellos su nombre y también que su espíritu esta encarnado.
Estrella se desentiende un poco de Benjamín para averiguar con qué objeto el
azul ha venido a buscarla.
Estrella.—Hace rato que lo vi a usted dirigirse hacia este sitio. Por qué causa
venía tan despacio?
El azul.—Fue la orden que recibí: la de no precipitar mi acercamiento,
seguramente para que terminara usted algún trabajo. No me lo decía así la
orden, sino que lo supongo.
Estrella.—Muy bien; efectivamente tenía algún trabajo hasta hace poco. Y
ahora dígame: qué hacía usted cuando recibió la orden de buscarme?

Blas Hernández O.
273
La Ciudad de Dios

El azul.—No hacía nada. Nosotros solamente trabajamos por ordenes del


Consejo. Entre tanto—y le digo lo que me ocurre—pensamos en muchas
cosas de este nuestro mundo para tratar de comprenderlas mejor, o cavilamos
sobre las finalidades que puedan tener las ordenes que ejecutamos.
Estrella.—Magnífico me parece todo eso, pero temo mucho que no obre así la
generalidad de sus compañeros.
El azul.—No lo sé, porque no me preocupa el trabajo de los demás.
Estrella.—Usted me ha saludado por el nombre con que me distingo en la
tierra y en cambio yo ignoro el que lleve usted en su última encarnación.
Pudiera decírmelo?
El azul.—Como no; tengo autorización para ello: me llamo Mercedes.
Estrella queda enormemente sorprendida con aquel encuentro. Qué deseará
todavía este espíritu?
El azul.—Se me ha permitido buscarla a su llegada a este plano para
preguntarle si ha cumplido ya su promesa de buscar la amistad de quien fue mi
hijo, de Carlos, para que su espíritu pueda continuar la evolución. Yo he
sufrido por esa causa y es necesario que usted nos ayude a él y a mí.
Estrella.—No, Mercedes, no he podido cumplir esa promesa porque no he
logrado vencer aún las resistencias que opone mi personalidad humana. He
luchado mucho, Mercedes, y creo que no muy tarde venceré.
El azul.—Mucho he deseado, mucho he pensado en su ayuda para corregir mi
falta y la de Carlos, pero hasta ahora me ha sido permitido realizar este
esfuerzo. En varias ocasiones la vi pasearse por este plano y pedí autorización
al Consejo para acercármele, pero me fue negada, y ya usted sabe que es inútil
insistir.
Estrella le refiere a Mercedes que por disposición del Guía su hijo ha sido
citado para la próxima sesión y que, según parece, no esta mal dispuesto para
seguir aprovechándose de las enseñanzas que se dictan allí, lo cual debe
llenarla de júbilo.
Reconfortado por las esperanzas que le ha dado Estrella, el espíritu de
Mercedes se retira en cumplimiento de un aviso de sus superiores y Benjamín
advierte a su compañera que deben regresar al salón de trabajos por
disposición del Guía. Así lo hacen y una vez entre nosotros, el evocador la
despierta a su conciencia material para que tenga algunos momentos de
descanso.
Como sucede ya frecuentemente, el evocador no tiene necesidad de someter
de nuevo a Estrella a su influencia hipnótica sino que ella entra
espontáneamente en trance y el desprendimiento del espíritu se efectúa con
auxilio del Guía que ya está a su lado.
El Guía.—Vamos ahora, Estrella, a que contemple algunos aspectos de los
espacios entre los planos, especialmente el primero.
A poco las exclamaciones de la médium nos demuestra que se halla en uno de
los lugares anunciados. "Qué oscuro, qué tenebroso es esto nuestro Guía! Por
mi lado pasan espíritus que van como arrastrados por un viento de fatalidad.
La impresión que me dejan es de enorme desorientación. Esos espíritus
sufrirán?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.—Sí, sufren, y algunos bastante. La impresión captada por su espíritu


un poco a la realidad. Casi todos ellos pertenecen, por su evolución, al plano
inferior. Hay también algunos grises oscuros.
Estrella.—Nuestro Guía: vámonos de aquí; esto es un verdadero infierno. Y no
me muestre esta noche los otros espacios porque este espectáculo me parece
terrible.
El Guía.—Esperaba precisamente esa exigencia suya. Por esta noche basta con
lo que ha visto; ahora vamos al plano blanco.
Apenas llegados al plano blanco, Estrella ve que el apuntador se le dirige con
ánimo de anotarla, y ella, como lo hace en los otros planos, protesta de esa
tentativa, pero el Guía le explica que, perteneciendo su espíritu a este mundo,
es obligación del apuntador registrar cada una de sus venidas al plano.
idéntica cosa hace también --le agrega—con las acciones de su vida como
espíritu encarnado, sean ellas erradas o no, porque tal es la ley a que obedece.
Cumplidas las funciones del apuntador, Estrella pregunta a su instructor donde
esta Benjamín.
El Guía.—Por ahí, entre sus compañeros; pero no lo llame porque él tiene
ahora muchas cosas que hacer.
Estrella.—Bueno, nuestro Guía: ya que no puedo hablar con Benjamín, me
autoriza preguntarle alguna cosa que se me ha ocurrido hoy mientras
trabajaba, y a propósito de esas ideas religiosas que todavía me invaden
cuando menos creyera tropezar con ellas?
El Guía.—Pregunte que ya le iré contestando a la medida de su comprensión.
Estrella.—en alguna ocasión hablamos los dos del espíritu de Jesús de Nazaret,
y me dijo que estaba tres planos mas allá del sitio de donde nuestro Guía
reside actualmente. Quisiera saber qué otros espíritus residen allí en compañía
de Jesús.
El Guía.—Usted no comprenderá todo el alcance de lo que le voy a decir,
pero debe recibirlo así: con el espíritu de Jesús de Nazaret residen también los
que vinieron al principio de la tierra.
Estrella.—Y los que fueron durante el cumplimiento de su grandiosa misión
sus discípulos?
El Guía.—Algunos de ellos también residen allí.
Estrella.—Quisiera preguntarle muchas cosas mas, pero veo un blanco que
viene hacia nosotros y nos va a interrumpir; lo dejaremos para después.
El blanco que se acercaba era Benjamín quien, según dijo, venía solamente para
saludarla y corresponder así su deseo de verlo, deseo que llegó hasta él apenas
fue emitido y que, conforme lo había explicado el Guía, no pudo satisfacer en
aquel momento.
Cumplida la galantería, Benjamín vuelve a sus labores y el Guía baja con su
discípula al salón de sesiones donde, antes de cerrar los trabajos de la noche,
uno de los asistentes quiere explicaciones mas amplias sobre algunas
enseñanzas, lo que obtiene con gran satisfacción para todos.
El asistente.—En algunas de las sesiones nos manifestó nuestro Guía que los
espíritus que alcanzaban la evolución de blancos durante la encarnación, al

Blas Hernández O.
275
La Ciudad de Dios

abandonar la vida física pasaban a una región superior, o sea, la que


actualmente es residencia de nuestro Guía. Luego en pasadas enseñanzas
supimos sin que quedara consignado en las actas, que nuestro Guía, habiendo
desencarnado de blanco, no había sido iniciado en el grado que hoy tiene sino
en el momento en que recibió la misión de dictar estas enseñanzas. Como yo
he creído ver en esto como una contradicción, quisiera que se nos mostrara en
qué consiste esa diferencia que anotó.
El Guía.—Consiste precisamente en que todas las enseñanzas no pueden darse
en la amplitud que tienen para evitar confusiones perjudiciales cuando no se
está completamente preparado para su comprensión. La ley, que es una, va
asumiendo, a medida que desciende en los planos o mundos de la creación,
aspectos múltiples pero armoniosos todos, y adaptados al medio y al modo de
la evolución que debe desarrollar. De ahí que cada vez que la misma causa se
mire actuar desde distintos puntos, aparezca como diferente, siendo la misma,
inmutable y eterna en su raíz. El caso concreto que se me expone necesita ya
una aclaración, que es ésta: mi espíritu que desencarnó efectivamente en el
grado blanco, permaneció en ese plano por algún tiempo debido a que la
duración de mi vida humana cuando mi espíritu adquirió ese grado, no fue
suficiente para adquirir los conocimientos necesarios para el ascenso de que
hablamos. El caso ocurre con aquellos espíritus que encarnan ya de blancos y
cuyas vidas sobre la tierra precisamente se hacen con tal objeto. Como ustedes
recordarán, también les dije que al principio de mi vida humana última y hasta
sus postrimerías, yo era un azul pálido.
Las demás explicaciones y dudas de nuestro compañero, que fueron también
contestadas a satisfacción, se referían a evoluciones de amigos y parientes y a
otros asuntos de particular interés que obligan a la reserva para el público.
Antes de terminar la sesión y citar día y hora para la próxima, el Guía advierte
la necesidad de llamar a Carlos para que asista, y autoriza al evocador para que
permita la venida de un particular que desea conocer estos trabajos.

Blas Hernández O.
276
La Ciudad de Dios

SESION 22

Continúa el trabajo de Mercedes por la evolución de su hijo.


Un proyecto que no puede llevarse a cabo.

A pesar de la advertencia que el asistente comisionado hizo a Carlos de


que se le esperaba para esta sesión, no quiso concurrir a ella. Llegada la
hora indicada, el evocador dio principio a sus trabajos con los
compañeros ordinarios mas el señor R.S., para quien el Guía concedió permiso
de asistencia, según se dejó constancia.
Libre el espíritu de la médium anuncia que tiene a vista un gris oscuro.
Conforme a establecida norma, le ordena que abandone inmediatamente el
Centro a donde no ha sido llamado, si no trae orden superior para presentarse.
Y sin resistencias el espíritu desaparece de la vista de Estrella, quien
inmediatamente formula su llamamiento al Guía.
Pero no se presenta él sino Benjamín, quien avisa que el Guía se demorará
algunos momentos que él por su parte va a emplear conversando con Estrella
cuestiones muy interesantes. Y tales cuestiones se reducen a hacer reír a los
asistentes con su acostumbrado sistema de provocar las chanzas de Estrella.
Así ocurren las cosas hasta que llega el Guía; después de su saludo para los
concurrentes declara que con motivo de no ver en el Centro a Carlos, la sesión
se aplaza para mañana, pues todos los asuntos que se iban a tratar esta noche
se relacionaban directamente con él.
Estrella.—Pero yo creo, nuestro Guía, que habiéndosele invitado conforme a
su orden, nosotros no tenemos la culpa de que Carlos no esté aquí. Por qué
no se puede prescindir de traerlo al Centro buscando otros medios para que
continúe su evolución? Así me evitaría también el compromiso de tener que
buscar su amistad que para nada necesito y que, sobre todo, no apetezco
recobrar.
El Guía.—Muy buenos están sus razonamientos, pero al hacerlos y al querer
que se adopten, se ha olvidado usted de que los espíritus superiores que han
autorizado este sistema ven mas lejos en la ley y que, por consiguiente, hay
mayor suma de razón y de justicia para que sus medios prevalezcan y den su
infalible fruto. Pero no discutamos mas este asunto, pues ya viene hacia el
Centro el espíritu de Mercedes.
Efectivamente acaba de llegar.
El azul.—Veo que mi esperanza de encontrar aquí a Carlos no se ha realizado.
No le produce a usted tristeza, Estrella, que mi hijo tenga un oscuro porvenir a
causa de no haberse usted sometido a eso que llaman en el mundo una
humillación y que los espíritus comprendemos como un acto de fraternidad
espiritual?
Estrella.—Tal vez, Mercedes, atribuya usted a falta mía lo que solo es
terquedad o ceguera de su hijo. Uno de los asistentes, aquí presente, cumplió
con el deber de avisarle a Carlos que se le necesitaba en esta sesión, que usted
vendría con el propósito de hablarle; si él ha despreciado esta invitación, por
qué he de ser yo la responsable? Convénzase de que Carlos duda que

Blas Hernández O.
277
La Ciudad de Dios

efectivamente sea su espíritu el que le habla, el que busca para él mejor


camino. Imagina él que soy yo la que lo busco, la que deseo su amistad y tal
vez su afecto. Y se ríe y desprecia lo que juzga un ridículo y burdo ardid. A
cuántas cosas me ha llevado y me llevará todavía su insistencia de que vean los
que todavía no tienen ojos y de que oigan los que deliberadamente se
obstruyen los oídos interiores! Es mejor, Mercedes, que medite en su plano
cuando regrese en un medio mas eficaz para conducir el espíritu de Carlos.
El Guía contesta por el espíritu azul.
El Guía.—No acierta usted mucho, Estrella, al apreciar en la forma que acaba
de hacerlo, las disposiciones espirituales de Carlos; yo, que leo el pensamiento
y conozco, sé perfectamente que la ausencia de él esta noche obedece a otras
causas. Nunca había oído Carlos hablar de una posible comunicación con los
espíritus desencarnados y mucho menos podía sospechar las razones que lo
han de llevar mas tarde a la confirmación de la verdad de lo que está
sucediendo en este Centro. En consecuencia, al día siguiente de la sesión a que
concurrió, expuso a sus íntimos lo ocurrido para tomar consejo y orientarse
mejor, y sus amigos, que de todo saben menos de estas cosas, le han infundido
la idea de que solo se trata de una maquinación de Estrella para que regrese a
su antigua amistad. Esto, que no es firme convicción en él porque el recuerdo
de ciertas cosas dichas por el espíritu de Mercedes y que él sabe fueron
desconocidas de Estrella, lo tienen vacilante; esto, como digo, es la causa de su
ausencia esta noche. Pero él vendrá a la próxima sesión porque su espíritu está
bien dispuesto y las cosas ocurrirán como deben ocurrir conforme a la ley.
El azul.—Ya que no ha sido posible que mi esfuerzo de esta noche tenga
efecto, regreso a mi plano; pero quisiera llevar la esperanza de que usted,
Estrella, buscará por los medios que le sean factibles la amistad de mi hijo,
acordándose, cuando vaya a realizar ese sacrificio, de que si tal cosa no se
logra, mi espíritu sufrirá en su plano hasta el día en que el de Carlos
desencarne. Ah! Si los padres comprendieran qué es lo que se llama moral
desde los mundos lejanos que nosotros vivimos, cuántos padecimientos se
evitarían; pero cuán difícil es eso de descartar prejuicios cuando se dan a beber
en la cuna misma!
Pero no somos capaces todavía de penetrar siquiera un poco esa tremenda
unidad de la acción y del pensamientos que modificaría hasta en sus cimientos
la complicada maquinaria que mueve y alimenta nuestra sociedad. Envueltos
en la densa capa de carne, los espíritus hállanse como adormecidos por la
violencia de las vibraciones exteriores. La emoción, hoy por hoy la gran
palanca que mueve a los pueblos, va trazando rutas oscuras, quebradas,
verdaderos caminos de locos que las superiores inteligencias hacen fecundos
sembrando en sus encrucijadas el dolor que vivifica y que, penetrando en le
secreto del sagrario espiritual, activa los movimientos de la conciencia, llamada
a gobernar todos los inferiores vehículos haciéndolos dóciles instrumentos de
altísimos propósitos.
El espíritu de Mercedes apenas si presiente esa gran unidad espiritual, y habla
en nombre de ella tal vez porque allá en su plano los preceptores de su
evolución le han formulado idéntica súplica. Porque la magnitud de esa verdad
esta hecha para percibirse con claridad solamente desde los mas elevados
sitios, de los cuales apenas ligeras referencias han tenido los pensadores mas
profundos que se han encargado de encauzar las inteligencias por senderos
mas rectos. De tales planos han tenido noticia también los místicos sublimes

Blas Hernández O.
278
La Ciudad de Dios

en los minutos de éxtasis, Teresa de Jesús, Francisco de Asís y el gran Plotino


han dejado la memoria de aquellos arrebatos. Son esos instantes en que el
espíritu del hombre se unifica con la radiación mas lejana del espíritu del
Padre y goza un segundo de su general omnisciencia.
El espíritu de Mercedes regresa a su plano dejando en el ánimo de los
asistentes la impresión penosa de su enorme tragedia que tiende lazos
misteriosos y terribles desde el luminoso plano azul hasta una casita oscura y
humilde de una ciudad perdida en la enorme extensión de la tierra. Y queda en
nosotros, con esa sensación, el tremendo presentimiento de mil y mil dolores
mas que une seguramente generaciones y generaciones de hombres con esos
misteriosos mundos astrales donde el espíritu mira con los ojos abiertos de la
conciencia el obrar incorruptible, justiciero y misericordioso de la ley que por
complicadísimos caminos, innumerables como las almas y uno en su finalidad
como su indescriptible fuente, realiza en los millares de mundos la formidable
marcha de la Suprema Ideación.
Antes de que el Guía se despida, el evocador le consulta si las sesiones en que
se trate el asunto de Carlos deben constar en la obra que se haga de sus
enseñanzas, y él dispone que así debe hacerse, pues el ejemplo de este caso
puede llevar a muchos espíritus a evitar graves errores en sus actos que tienen,
como se ve, repercusiones poco gratas en la vida supraterrena.
La sesión terminó a las diez de la noche.

LAS VIDAS SUCESIVAS

E n casi todos los anteriores capítulos se demuestra con ejemplos vivos


contemplados por los ojos espirituales de Estrella, que para un numero
no escaso de almas la evolución la evolución se realiza, hasta muy
elevados planos, en los mundos astrales, sin que ellas tengan que someterse a
una casi interminable serie de reencarnaciones en la tierra.
Esta información puede causar recelos en algunos estudiantes de Teosofía que
no habiendo penetrado suficientemente las sublimes enseñanzas de esa
escuela, llevan en la mente la idea opuesta y creen que solo el gran adepto que
haya logrado penetrar en la luz inextinguible de los últimos del mental
abstracto, en su última encarnación—después de gran numero de
encarnaciones—logra libertarse de la necesidad de un nuevo cuerpo humano.
Por otra parte, el natural recelo—por razones que dejamos suficientemente
aclaradas en el prologo—que puede traerles una obra de origen espiritista,
aumentará seguramente la duda sobre la posibilidad que tienen las almas de
ascender desde los evolucionados planos astrales hasta las incomprensibles
regiones de la liberación. Para estos lectores hemos de recurrir nuevamente al
hindú Ramacharaka, gran expositor de la Escuela Teosófica:
" Aquellos que imaginan que la filosofía yogui enseña que para el alma hay una
cadena sin fin de renacimientos o series de reencarnaciones, no han
comprendido el espíritu de la doctrina. Lo disparatado de semejante idea se
hace patente cuando se recuerda que la tierra no es mas que uno de los
incontables mundos preparatorios que tienen un principio y fin en el tiempo.
El alma humana persistirá después que la tierra y muchos otros mundos como
ella se hayan desvanecido en el éter, de donde, en sus orígenes, emergieron.

Blas Hernández O.
279
La Ciudad de Dios

Conceder a la vida terrestre tal importancia en el Cosmos es contrario a las


enseñanzas de los iniciados.
Además, es una falsa doctrina la que pretende que aun en la presente fase de la
existencia del alma, esta no puede progresar más allá de las encarnaciones
terrestres.
Aun cuando la mayoría de los seres humanos debe pasar por muchas
encarnaciones terrestres, antes de alcanzar la liberación, también es verdad que
cuando un alma llega a un alto grado de desarrollo espiritual, en el que han
desaparecido los deseos que le ligaban a la vida terrestre, es imposible,
entonces, que reencarne ni por un momento.
Hay ahora muchas almas en el plano astral que pasan por el periodo que
precede al abandono absoluto de todo lazo terrestre. Y hay también muchas
almas en la vida terrena que nunca volverán a más altos planos de existencia,
dejando detrás de sí y para siempre las cosas terrestres. Además, hay
actualmente en la tierra muchos miles de almas que están en camino de la
liberación, que tienen delante de sí una sola vida terrestre y que pasarán a un
superior estado de sabiduría y desarrollo espiritual. En los presentes tiempos
nos acercamos al final de un ciclo en el cual gran numero de almas se preparan
para elevarse espiritualmente, y tal vez estén comprendidos en este
movimiento cíclico muchos de los que leen estas líneas.
Es imposible que la pluma de un escritor humano pueda describir la
naturaleza de la existencia en las esferas superiores, aun aquellas colocadas
solamente un grado por encima de la terrestre, pues no existen palabras para
expresarlo ni conceptos mentales para englobar ciertas ideas; ni siquiera la
mayoría de los seres humanos está capacitada para pensar en tales formas de
vida. Nos basta tan solo saber que existe una inmensa serie de planos de
actividad y de vida que el alma debe recorrer siempre ascendiendo y
progresando y constantemente acercándose a lo Infinito.
El alma puede evitar esa serie de reencarnaciones terrestres cuando llega a
conocer su propia naturaleza y su relación con el todo; cuando se convence de
que el Universo fenomenal es solo una ilusión y que lo único real es el mundo
del espíritu, y cuando empiezan a romperse los lazos que la unen a la vida
material. Esta liberación es el fin supremo a que tiende la filosofía yogui. Unos
lo alcanzan por el cumplimiento desinteresado del deber; otros por el amor a
Dios y al prójimo; otros por el ejercicio de la inteligencia encaminado a
conquistar la sabiduría y por el desarrollo de sus facultades intelectuales; todos
estos diferentes caminos conducen a un mismo fin"
Nada que confirme en mas amplio radio la verdad de las visiones de Estrella en
los planos astrales como los párrafos que acabamos de citar. Es verdad que la
liberación del alma necesita innumerables experiencias, pero debemos tener
presente el hecho de que si es cierto que en los primeros grados de la
evolución—el rojo y los de gris oscuro y medio—el espíritu vibra todavía en
los embates de las sensaciones exteriores, las únicas que despiertan sus
potencias para que irradien y dominen por la comprensión o conocimiento el
mundo de ilusión, que es nuestro mundo fenomenal, es también un hecho
evidente que en los superiores grados astrales el espíritu ha realizado
invaluables progresos y los medios de evolución que operan en esos mundos
supraterrenos pueden servirles perfectamente para capacitarse a mayores
conquistas sin tener la urgencia de nuestros cuerpos de carne.

Blas Hernández O.
280
La Ciudad de Dios

Ya quedó dicho en largos y sencillos ejemplos cuan difícil es conjeturar


siquiera aproximadamente la evolución de un espíritu encarnado, y mayor
problema es todavía el de calcular el cúmulo de conocimientos que cada alma
vaya haciendo en la larga cadena de dolores que forma una de nuestras
humanas peregrinaciones. Varias veces fuimos sorprendidos los asistentes al
Centro en nuestra ingenuidad cuando, al consultar evoluciones al Guía, el
hombre tenido por santo se nos revela muy inferior en evolución al guerrero
al guerrero o al político que había desencadenado tormentas en la vida de los
pueblos y el humilde campesino que jamas saliera de la soledad de sus medios
a los salones de las academias y aun a la escuela del pueblo, resultó otras
tantas veces sumido en los níveos planos mentales a donde nos llegarán en
muchas vidas oradores y hombres de exquisita cultura en nuestras sociedades.
Y es que el espíritu solo se revela al espíritu y se oculta de la mirada pasional y
egoísta del mundo donde brilla la personalidad. Y es en esa capacidad
asimilativa donde reside el secreto de la brevedad de las reencarnaciones para
algunas almas.
El sistema de gobierno de los planos por medio de Consejos es otro de los
puntos que pueden dejar duda en el ánimo del lector teósofo, y para esto solo
podemos dar la fe de nuestro espíritu que lo aprueba y lo halla justo. En la
larga lectura de obras teosóficas que hemos hecho durante mas de tres años
no hemos podido encontrar referencias siquiera remotas a la existencia de este
gobierno y de las entidades espirituales que las ejercen, pero además de la
aprobación del espíritu, la oculta ley hermética: "Como arriba es abajo", base
de las más sorprendentes adquisiciones de videntes e iniciados, viene en
nuestro apoyo.
Y así habríamos de recorrer casi todas las páginas del libro enumerando
verdades que, en nuestro concepto, hasta ahora se entregan al conocimiento
de nuestros pueblos. La labor sería demasiado larga y luego, muchas de
nuestras razones quedan expuestas en el desarrollo del tema que contiene el
segundo tomo. Solo hemos querido discutir el punto capital de la
reencarnación, ya que todos los demás irán afirmándose por sí mismos en
proporción del poder intuitivo del estudiante.
Hemos de advertir también, y esto para el común de los lectores, que para
penetrar en las enseñanzas del Guía y apreciarlas en su gran valor como una
verdadera revelación superior, se hace necesario el estudio atento, sereno,
inteligente, de todo lo que hasta la fecha se ha escrito en esta sublime ciencia
para los tiempos modernos. Para hablar las cosas del espíritu no bastan las
reglas de la inteligencia ni los caminos intrincados de la emoción y de la
sensación, sino que hay necesidad de elevarse a las regiones del espíritu en la
actitud aquella tan admirablemente descrita en " Luz en el Sendero: Buscad la
flor que aparece en el Silencio que sigue a la tormenta, pero no hasta entonces.
Brotará, crecerá, echará ramas, hojas y botones, mientras continúa la tormenta
y dura la batalla. Y en el profundo silencio se abrirá la flor, pero solo cuando
nuestra entera naturaleza se haya sometido y esté bajo el dominio del yo
superior. Entonces sobrevendrá una calma como la que sigue en los países
tropicales a una lluvia torrencial. Llamadla como queráis; es una voz que habla
donde no hay nadie que hable; es un mensajero sin forma ni sustancia, que
viene; es la flor del alma que se abre. No puede describirse con ninguna
metáfora. Pero debe ser buscada y deseada hasta en medio del furor de la
tempestad. El silencio puede durar un instante o mil años; pero llega un
momento en que termina. Mas su poder seguirá sosteniéndote. De nuevo

Blas Hernández O.
281
La Ciudad de Dios

muchas veces deberá continuarse y ganarse la batalla; solamente durante un


intervalo la naturaleza permanecerá silenciosa"
Es con esa voz que habla en el silencio, con esa voz que brota de lo íntimo de
nosotros mismos y que nos dice palabras que no necesitan confirmación
porque son la verdad misma que habla desde el apartamiento de su sagrario,
con la que se deben leer estos capítulos. La letra dice poco; la forma, como
producto del esfuerzo humano, siempre imperfecto, estará llena de salientes y
de monotonía; pero tras ella, como tras el rostro tosco y las maneras
descompuestas de un ser oscuro, parpadea y vigila la oscuridad y la belleza
infinita de un espíritu, de un dios.
La letra mata; solo el espíritu vivifica, dijo Jesús y por eso estas páginas
carecen deliberadamente de los adornos y esmeros especiales de la literatura
para que, alejado su ruido engañador, nuevo hechizo de sirena, solo el espíritu
ávido de verdad las recorra. Así debía escribirse este libro, y así se lo hemos
escrito porque queremos hacer obra de verdad y no buscamos otra cosa, no
nos hemos propuesto llegar a otra meta.
Tras la narración escueta de un diálogo común que mas parece haberse
realizado en la tranquilidad cándida de una aldea, brota el torrente de la
revelación superior de un modo pródigo, asombroso. No hay en estos
capítulos una pregunta inútil por más que así parezca a algún lector, ni una
respuesta insignificante aunque de ello alardee algunas veces quien responde.
Poco a poco el estudiante irá penetrándose de toda la fuerza de estas
respuestas porque la vida trabaja incesantemente y el espíritu ha de escucharlas
hoy o mañana. Todos tenemos un momento de meditación durante el cual
tratamos de indagar el por qué de una alegría o un dolor; todos tenemos una
hora de silencio durante la cual parece que el mundo, la creación entera se
hubiera olvidado de nosotros y nos hubiera desheredado de todo el caudal de
sus dones, y es en esos momentos en los que cada uno hallará la verdad de
este libro, porque entonces, en virtud del supremo esfuerzo del alma para
gritar a la soledad, se rasgará el velo de las ilusiones y las palabras de verdadera
vida manarán como delicioso surtidor del mar inagotable de felicidad que
dormita en lo oculto.
Conócete a ti mismo, era el oráculo del templo de Delfos, y es hoy también la
llave sagrada que abre las puertas del Supremo entendimiento.

FIN DEL TOMO I

Blas Hernández O.
282
La Ciudad de Dios

LA CIUDAD DE DIOS
" LA VIDA Y LA EVOLUCION DE LOS ESPIRITUS
EN LOS PLANOS ASTRALES"

BLAS HERNANDEZ O.
M. S. T.

Tomo 2

PRIMERA EDICION
BUCARAMANGA
1930

Blas Hernández O.
283
La Ciudad de Dios

SESION 23

Pasa un habitante del espacio.


Estrella quiere negarse al cumplimiento de una misión.
Continúa la historia del drama de Estrella.

D os días han transcurrido, por voluntad el Guía, sin que se reúna el


Centro para trabajar. Dolorosa para el alma de todos los asistentes fue
esta suspensión. Acostumbrados ya a hundir la mirada penetrante de
nuestros espíritus en los mundos maravillosos del misterio, a beber a través de
las sencillas y sabias palabras del Guía la ciencia inagotable de la perpetuidad
de la vida, nuestro anhelo se vio contenido repentinamente y de modo
inapenable. La causa, sin embargo, era bien conocida de todos: un drama
interno, cuyas finalidades desconocíamos, empezaba a desarrollarse entre el
astral y la tierra y nuestra médium era uno de los más importantes personajes.
Las entrevistas del espíritu de Mercedes con Estrella descorrieron el velo de un
pasado que venía protegido por el silencio: era la causa remota que había
originado las fuerzas reparadoras que hoy empezaban a trabajar para el
equilibrio de la armonía, y la conmoción que tales fuerzas causaron en el alma
de Estrella trascendió a su materia produciéndole una fatiga que imponía aquel
reposo.
Esta noche, según la voluntad expresa del Guía, terminaba el plazo, y
puntuales como siempre estuvimos todos en el lugar de cita. Estella llegó de
última. En su aspecto había cansancio y en su sonrisa, antes apacible, se
dibujaba un rictus de amargura.
Sin interrogarla procedimos a trabajar. Fue necesario un gran esfuerzo para
que la influencia magnética del evocador dominará su naturaleza física; cuando
ésta cedió y se hizo la visión espiritual, Estrella declaró que ante ella una mujer
de aspecto desconocido la miraba como en espera de una interrogación.
En vista de aquella intromisión, pero temiendo que se tratara de un mismo
personaje que había de mezclarse en el drama de Estrella, el evocador pidió a la
entidad que tomara su forma astral para conocer el plano a que pertenecía, y
una vez cumplida esta exigencia justificara su venida. La entidad se negó
rotundamente a satisfacer los deseos del evocador optando por abandonar el
salón.
Desaparecida la intrusa, no hubo necesidad hacer la evocación del Guía
porque Benjamín acababa de presentarse ente nosotros.
Interrogado por el evocador, después de los saludos de costumbre, sobre el
incidente que acababa de pasar. Benjamín declaró que aquél espíritu era uno de
los habitantes del primer espacio que había sentido curiosidad de saber los
propósitos de nuestra reunión, y que comprendiendo, por la exigencia de
adoptar la forma astral, que se trataba de identificar su evolución, había
resuelto eludir el compromiso y buscar otra reunión mas propicia a su vieja
costumbre de comunicarse con los encarnados. Estas entidades—agregó—
están atadas tan fuertemente a las cosas materiales, que emplean todo el

Blas Hernández O.
284
La Ciudad de Dios

tiempo en contemplar la vida de los hombres. Se interesan por sus negocios,


estimulan los deseos de sus pasiones inferiores, y cuantas veces les es posible,
ayudan a proporcionar las ocasiones para que estas se satisfagan. Son ellas las
que originan todos esos fenómenos de apariciones que corren por los pueblos
en forma de leyendas macabras. Para realizar esas materializaciones
aprovechan las constituciones medianímicas de algunos, y en las horas en que
ellos duermen, esas entidades, en formas fantásticas, se divierten con el pavor
que siembran en los trasnochadores. No hay casi ningún pueblo que no tenga
de estos vagabundos astrales una página misteriosa.
Benjamín interrumpió su interesante explicación porque el Guía acababa de
presentarse en el Centro. Estrella lo saludó en nuestro nombre y en el suyo con
la misma formula afectuosa de costumbre.
El Guía.—Quisiera saber si alguno de los asistentes ha notado el cambio en la
médium.
La pregunta fue contestada por varios de nosotros: Estrella estaba
desasosegada, nerviosa y como con deseos de que las sesiones se
interrumpieran.
El Guía.—Verdad es todo esto que ustedes han notado en Estrella. Esta noche
vaciló mucho en venir al Centro; se trabó intensa entre su espíritu que la
impelía al cumplimiento del deber y su materia que guardaba su personalidad
de los sacrificios que presiente habrán de exigírsele hoy o mañana de modo
irrevocable. Afortunadamente su evolución es tan buena, que la materia acabó
por declararse vencida y ha venido.
Estrella, que había venido trasmitiendo estas revelaciones sobre su estado
interior, sobre esa lucha cuyo secreto creía impenetrable para nosotros,
intervino para defenderse.
Estrella.—Es verdad cuanto nuestro Guía acaba de declarar. Las exigencias del
espíritu de Mercedes tienen una finalidad que desconozco por completo. Por
ahora, todo lo que comprendo se reduce al propósito de que su hijo Carlos
asista a las reuniones de este Centro; a que sepa en ellas, por la expresión del
mismo pensamiento de la que fue su madre, que obró mal al lanzarse al
mundo por un camino que, según sus instituciones sociales, no se considera
honrado y que esta acción, por la gravedad que representa en el medio en que
fue cometida, tiene a su espíritu sometido al estancamiento. Bien me parece,
nuestro Guía, que Mercedes quiera llevar a Carlos a todos estos
conocimientos, pero él no esta dispuesto a recibirlos de buena gana. No quiere
volver a las sesiones a pesar de la insistente invitación que uno de los
miembros del Centro le ha hecho por exigencia de nuestro Guía, y para colmar
su desatención se ha dado a la tarea de sembrar el ridículo en torno a mí, en la
fábrica. Además de eso se me exige todavía que busque su amistad. A qué esta
humillación?
Estrella ignoraba que Carlos estaba presenciando la sesión porque se le había
ordenado, como la primera vez, permanecer en la estancia vecina al salón y no
entrar en él hasta que Estrella estuviera sumida en sueño hipnótico.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.—Sigue usted, Estrella erigiéndose en juez de las disposiciones


espirituales de los extraños a pesar de las lecciones recibidas para demostrarle
que nadie puede penetrar en el pensamiento de otro ser encarnado. Si yo, que
leo en el fondo de las conciencias, he insistido en que los deseos de Mercedes
se realicen, por qué va usted a declarar la inutilidad de estos esfuerzos?
Estrella.—Yo he pensado nuestro Guía, en todo lo que me acaba de decir y ya
sabe usted que le he reconocido esa legitimidad a las pretensiones de
Mercedes; pero hay un punto todavía muy oscuro: se busca la amistad entre
Carlos y yo; esa amistad no puede, por ningún motivo, ser la misma de otros
tiempos; nos separan abismos enormes. A qué ese esfuerzo, pues?
El Guía.—Esta finalidad que usted no ve, es precisamente la que se busca y la
que habrá de traer frutos de inmenso bien para muchos espíritus, inclusive
para el suyo.
Estrella.—Usted siempre me vence nuestro Guía. Bien; haré el esfuerzo que se
me pide; me someteré a que Carlos crea de mí cosas que ninguna mujer
toleraría para ella aun imaginativamente, pero evíteme usted el dolor que esto
pueda causarme a fin de que mi voluntad no vacile.
El Guía.—No comprendo, Estrella, Su exigencia. En largas pláticas, noche tras
noche, durante muchos meses, he procurado darles a conocer el origen y los
fines de esta vida; les he mostrado en ejemplos palpitantes de realidad, cómo
la única fuente de perfección es el conocimiento, y cómo éste es hijo directo
del dolor, que es el modo como se muestra en el mundo manifestada la
reacción de la verdad sobre la ilusión, y, sin embargo, acabo de escuchar de
usted, tal vez la mas obligada del Centro a haber comprendido, que la libre de
un sufrimiento, es decir, que le arrebate la ocasión de dar un poco mas hacía
mejores destinos y mas bellos mundos.
Estrella queda confundida ante el cargo que le hace su maestro y siente deseo
de pedir disculpa por este brote de su egoísmo que la ciega hasta hacerla
aparecer como inconsecuente con las verdades conocidas y aceptadas por su
espíritu. Pero el Guía que comprende perfectamente la lucha de su discípula y
sabe las grandes conquistas que ella ha realizado en el camino arduo de la
evolución, impide aquel brote de una confesión por todos esperada.
El Guía.—Alguno de los asistentes ha pensado en que Estrella habla con su
conciencia humana despierta y esto se debe a ignorancia sobre las múltiples
fases que reviste el estado de hipnótico. Tiene esas personas la idea muy
equivocada de que se hace necesaria la rigidez de los miembros, la
demacración del rostro, en fin, la catalepsia, según la llama la ciencia oficial,
para que las palabras pronunciadas por un médium sea la expresión del
pensamiento de un desencarnado. Fácil, muy fácil es llevar a un médium a tal
estado, pero esto trae desarreglos del sistema nervioso y otros muchos
trastornos de la materia; por eso no he recurrido a tales medios.
Todos los asistentes comprendimos que la explicación del Guía era para
Carlos, el único de los presentes que hubiera podido sospechar en todo el
diálogo de Estrella con su instructor una treta ingeniosa urdida para captar su
credulidad. Pero ninguno buscó una aclaración ni el mismo Carlos se atrevió a
sincerar su actitud mental.

Blas Hernández O.
286
La Ciudad de Dios

El Guía.—Se hace indispensable, Carlos, que en presencia de los asistentes y


con conocimiento ahora sí de Estrella que hasta en este instante viene
ignorando su concurrencia a la sesión, explique usted qué clase de
inexactitudes oyó de labios de la médium la otra noche, primera en que usted
se puso en contacto consciente con los mundos superiores.
Carlos.—Conforme a su exigencia, voy a hablar. Mis palabras son hijas de la
verdad y al pronunciarlas, sé, porque lo creo, que nuestro Guía lee en el fondo
de mi conciencia. Afirmó Estrella en esa primera sesión a que asistí, que yo,
deliberadamente, la había engañado. Esto no traduce perfectamente la verdad
de lo ocurrido en nuestra historia que, por lo demás, me parece que en nada se
diferencia de la historia de la mayor parte de los hombres. Estrella, abandonó
su casa para seguirme a mí sin que de mi parte le hubiera prometido legalizar
esa unión conforme a los usos sociales. Todas mis promesas se redujeron a
garantizarle que si su conducta para conmigo era intachable, podríamos llegar
a la legitimación de nuestra vida ante el mundo. Yo estaba dispuesto al
cumplimiento de aquel compromiso, pero ella no lo estuvo respecto a la parte
que le correspondía. Otra de las inexactitudes que le oí aquella noche fue la de
que sabiendo yo que se encontraba enferma, no la auxilié. Ella sabe muy bien
y no ha podido olvidarlo, que a pesar de la mala situación económica en que
me encontraba, a pesar de tener enferma a mi madre y olvidando su … la
auxilié en lo que pude.
Un gran silencio siguió a las explicaciones de Carlos. La médium permanecía
muda y solo en un gesto de amargura que le empañaba el rostro antes
tranquilo, podíamos nosotros sospechar la lucha violenta que se libraba entre
esa tremenda dualidad humana cuyo secreto solo se aclara para los grandes
iniciados.
Contra todas las previsiones, no fue Estrella la que replicó a Carlos; fue el Guía.
El Guía.—Acaba usted de relatar incidentes que sucedieron conforme a sus
palabras, y si fueran a juzgarse de manera humana sus procedimientos, los
tribunales de la tierra dictarían para usted sentencia absoluta; pero es que la
justicia humana solo conoce una parte de los hechos y precisamente no la
principal y fundamental. La actitud de los jueces humanos es la misma de un
espectador que ve pasar la historia de un drama sobre la pantalla blanca del
cinematógrafo. Qué sabe ese espectador de la preparación de los escenarios?
Qué sabe de la realidad de las avenidas. De los edificios y de las arboledas que
lo contemplan? Para él todo aquello es verdad y se sorprendería si hablando
con el director de escena que ultimara la película, éste le revelara que las
avenidas con sus arboledas y los suntuosos edificios son apenas prodigioso
juegos de cartones coloreados. Igual cosa ocurre con las acciones humanas y
sus jueces humanos también. Solo los altos espíritus, para quienes nada hay
oculto en el pensamiento y en la intención de la voluntad, pueden ver la línea
de conducta que demarca la justicia, esa suprema faz de la armonía cósmica
sin la cual ya los mundos se hubieran sumido para siempre en la disolución. Es
verdad que Estrella se fue de su hogar a su lado sin mas confianza que la
nobleza de intenciones de su compañero, ignorante como tantas otras de la
gravedad irreparable del paso que daba, guiada solamente por fuerza pujante
de su sentimiento amoroso. Pero este fue el resultado. Hay, sin embargo, un
antecedente que usted olvidó en su relato de hace un momento: una
conferencia habida entre la madre de Estrella y usted, en la que aquella mostró

Blas Hernández O.
287
La Ciudad de Dios

la misma confianza en la rectitud de su conducta. Ella creyó que usted, si


continuaba las relaciones con su hija, era solo para sellarlas con una unión
legítima. Y cómo respondió usted a esa confianza? Retirarse, no insistir,
hubiera sido su camino; pero la pasión domina, arrastra a oscuros abismos a
los espíritus poco evolucionados!
Carlos, inclinada la cabeza, silencioso, escuchó las palabras que pusieron de
relieve los pliegues mas secretos de su tragedia.
El Guía continuó: Esto, por lo que respecta a la primera parte de sus
aclaraciones. La otra tiene también un aspecto que usted ha olvidado. ….días
apenas su vida común con Estrella. Satisfecha su pasión, las vibraciones del
deseo se amortiguaron y el recuerdo de antiguas aventuras encendió en su
corazón nuevas llamas devoradoras que tendieron manto de nieblas por el
camino de su deber y despejaron e iluminaron de claros ilusorios la silueta de
otras compañeras de alegría. Y con ellas se fue usted, sin preocuparse del
dolor que causara su conducta en Estrella. Y aquel olvido duró y aquel secreto
que usted sembrara en el corazón de su verdadera compañera fructifico en
una nueva vida que fue motivo para que se considerara usted relevado de su
promesa. Siempre así: que el más débil cumpla con el deber que el mas fuerte
le impone, y éste que quede libre de una conducta de consecuencia! Medite
usted en esto, Carlos, y escuche la voz interior, la voz inmortal del espíritu que
le habla de una justa reparación.
Estrella.—Nuestro Guía: hace rato permanece usted callado y que me mira
como si algo le disgustara en mí. Es acaso que mi demora en buscar a Carlos
va a causarme la pérdida de su amistad? Si es así nuestro Guía, yo realizaré
todos los sacrificios necesarios para que no me abandone. Yo necesito de su
asistencia, se su luminosa compañía, nuestro Guía, para que mi voluntad no
desfallezca, para que mi inteligencia no se suma en la oscuridad. En ciertos
momentos—y esto no se lo había dicho, nuestro Guía—cuando la lucha entre
mi espíritu y mi materia se hace terrible, al pensar en los propósitos que abriga
Mercedes, tengo el presentimiento de que si sale vencido mi espíritu su
misión, nuestro Guía, se verá interrumpida por mi culpa y entonces se apodera
de mi una angustia espantosa. Pero yo haré este sacrificio de mi dignidad
humana, hoy o mañana. Verdad que me ayudará usted, nuestro Guía?
Y mientras Estrella habla, de sus ojos se desgranan lágrimas lentas que poco a
poco le bañan las mejillas. Todos los asistentes estamos conmovidos.
En este momento un nuevo habitante del astral acaba de llegar al salón. Es un
espíritu azul. El evocador le ordena que tome su forma humana y que
conforme a las autorizaciones le imparta el Guía, exponga el objeto de su
visita. El espíritu obedece a la voz del evocador y Estrella reconoce a la que fue
su madre.
Estrella.—Tu venida esta noche, madre, me da el presentimiento de que vas a
decirme cosas terribles para mi vida. Pero veo que es necesario que se sucedan
todas las cosas que me están destinadas y te escucho.
El espíritu azul.—Son muy cortas las palabras que vengo a decirte y para ello
traigo la autorización de los Superiores: Evita el provenir que se te permitió
ver en el futuro. Adiós!

Blas Hernández O.
288
La Ciudad de Dios

Y el espíritu azul, sin esperar réplica alguna abandonó el Centro. Estrella le vio
perderse, como se deshace una figura de humo en la lejanía misteriosa del
espacio.
Estrella.—Nuestro Guía, por qué me diría eso el espíritu de mi madre? Yo no
quiero tener ni un recuerdo siquiera de ese porvenir que me proyectó una
noche Mercedes.
El Guía.—Sin embargo ese recuerdo lo tendrá hasta el día en que busque la
manera que le ha sido indicada para evitarlo. Ya sabe usted que en sus manos
está trazar el camino que su espíritu debe recorrer mañana.
Como Estrella ha tenido durante el tiempo que llevamos de la sesión un
violento trabajo, el Guía indica al evocador la conveniencia de despertarla para
que descanse un poco, agregando que Carlos debe retirarse a otra habitación
para que la médium no se de cuenta de su presencia, pues aquello podría
impresionarla en demasía. Así se realizó todo.
Al reintegrarse a su conciencia ordinaria, Estrella se muestra tan nerviosa, que
a pesar de la presencia de los compañeros, no puede contener el llanto.
Interrogada por el evocador sobre el motivo de la pena, declara que ella no lo
sabe precisamente. Siento—dice—una profunda tristeza por algo que no
conozco, que me va a sobrevenir tal vez. Para calmar esta agitación y de
acuerdo con instrucciones espirituales del Guía, el evocador le hace tomar un
poco de agua a la que se le han puesto diez gotas de éter. Transcurrida una
media hora y ya bien calmada Estrella, reanudamos el trabajo de la noche y se
hace regresar a Carlos al salón.
Frente a la médium está el espíritu de Mercedes. Ha venido seguramente hace
algunos momentos, sin formula de saludo se dirige inmediatamente a Estrella.
Mercedes.—He venido a causa de que, a pesar de sus promesas, parece que
usted se resiste a satisfacer mis ruegos.
Estrella.—Usted me dijo, en la última ocasión, que para facilitar la solución de
ese delicado asunto que trae entre manos, iba a dictarme algunas cosas para
que, por escrito, las trasmitiera a su hijo. El sistema no me parece malo y
dispuesta estoy a trasmitir al apuntador del Centro lo que usted quiera.
Mercedes.—Es inútil; el sistema, como usted dice, era bueno, pero no me
sirve ya porque mi hijo sabe lo que pensaba decirle en aquella comunicación.
Estrella.—De manera que, sabiendo ya su hijo ya todo lo que usted tenía para
decirle, su sufrimiento en el astral habrá terminado. Tal vez viene usted ahora
para comunicarme esta buena noticia?
Mercedes.—Se equivoca. Creo haberle dicho a usted, en alguna de nuestras
entrevistas, que solamente cuando mi hijo, enmendando la falta cometida,
pueda continuar su evolución, solo entonces mi espíritu quedará tranquilo allá
en su plano.
Estrella.—Cuánto siento, Mercedes, que sus padecimientos tengan tan pocas
probabilidades de terminar pronto! Ya sabrá usted que su hijo duda de su

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

presencia en este sitio. El cree que todo lo que escuchó de mis labios la vez
que concurrió al Centro, fue una invención mía para atraerlo, y lo cree así
porque está muy lejos de saber cuán poco deseo yo esa atracción. Y créame
Mercedes, que me duele la incredulidad de su hijo por usted, a quien yo
deseara ver feliz en su plano, preocupada únicamente por la realización de su
perfeccionamiento.
Mercedes.—Perdóname si juzgo muy pequeño ese deseo suyo por mi
descanso ya que, si fuera él tan intenso como usted dice, habría sacrificado ese
poquito de orgullo que le impide acercarse a mi hijo y buscar su amistad. Es
cierto que él ha dudado de mi presencia, pero esto no debe extrañarla porque
él nada sabía de la posibilidad de una comunicación con los que en la tierra se
llaman muertos. Su sorpresa fue grande créamelo, esa noche. Luego vino la
reflexión, saltaron a su memoria las enseñanzas religiosas que, como usted
sabe, niega esta verdad y atribuyen las comunicaciones espiritistas a
intervención de los demonios a al fraude de los médium. Como está tan
desacreditado en su existencia, mi hijo resolvió aceptar la última hipótesis y
creyó en el fingimiento suyo. Los compañeros de trabajo, tan ignorantes como
él en estas ciencias acabaron de afirmarlo en sus suposiciones.
Estrella.—Muy racionales son evidentemente las causas que explican la actitud
de su hijo y la acepto así. Todavía mas: le prometo olvidar la ofensa que me ha
hecho al creerme una farsante y el ridículo a que me ha sometido en estos días
con mis compañeros de fábrica; pero todo esto no basta para llegar al
resultado que usted se propone. Si él cree todas esas cosas de mí, si él está
seguro de su conciencia y en su fe de que usted no ha venido a este Centro ni
puede venir, que objeto hay en que yo busque su amistad? En verdad que no
lo alcanzo a sospechar.
Mercedes.—No me es permitido, Estrella, revelarle a usted las finalidades
últimas de mi propósito, pero si en las horas tranquilas de su vida, hoy o
mañana, medita usted en lo que recuerde de nuestra entrevista, muy poco
tardará en intuir esa finalidad.
Estrella.—Bueno, Mercedes: usted me ha dicho que sufre, que su espíritu no
tendrá paz allá en su plano mientras yo no haya realizado mi amistad con su
hijo. Yo lo haré, no importa el sacrificio que aquello me cueste, ya que solo el
recuerdo de que en su plano azul hay un espíritu mas que goza de tranquilidad,
me curara del dolor de mi humillación, se lo prometo, Mercedes.
Mercedes.—Comprendo que están ya fastidiados con mi presencia. Me voy.
Gracias, Estrella por su promesa, que mucho consuelo me deja para llevarme a
mi plano.
La alusión de Mercedes al fastidio por su presencia se refería casi a todos
nosotros. Evidentemente la insistencia, en larguísimos diálogos, de aquel
espíritu para obtener un favor espiritual para su hijo había llegado a
molestarnos pues comprendíamos que debido a esto las enseñanzas del Guía
sobre asuntos astrales se habían suspendido. Mas tarde al penetrar un poco
más en la filosofía que se nos estaba enseñando, nos avergonzamos de aquella
sensación. Y era que entonces se nos escapaba toda la grandeza del espíritu
humano y la trascendencia sin medida de todo esfuerzo que vaya a conseguir
su avance. Entonces creíamos nosotros, ignorando la unidad indisoluble del

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

espíritu, que el avance de la evolución del alma de Carlos y el descanso de la


de Mercedes, eran asuntos ajenos a nosotros mismos. Juzgábamos con el
criterio individualista de la separatividad.
Cuando hubo desaparecido el espíritu de Mercedes, Estrella interrogó al Guía
sobre la intensidad del sufrimiento que aquel Ego soportara en su plano.
El Guía.—Sí; el espíritu de Mercedes es uno de los muchos que tienen en el
astral algún sufrimiento.
Estrella.—Pero yo recuerdo que he preguntado a muchos grises y a muchos
azules su sufren, y me han declarado que viven muy dichosos en su plano.
El Guía.—Así lo dicen, pero ya ve usted que algunos—y no son pocos—
sufren.
Para impedir que la médium continúe preocupada con el asunto de Mercedes,
el Guía se dirige a los asistentes advirtiéndonos que si alguno tiene preguntas
de importancia para hacerle, él está dispuesto a responder hasta donde sea
conveniente.
El evocador.—Nosotros sabemos ya, por sus enseñanzas, que algunas clases
de espíritus pueden materializarse y hacerse de este modo visibles a los ojos
humanos, especialmente en los sitios que mas frecuentaron en su última
encarnación, pero en algunos casos esas materializaciones, como lo confirman
las tradiciones de varios pueblos, no revisten forma humana sino animal.
Nosotros quisiéramos saber si aquellas materializaciones las realizan espíritus
de hombres.
El Guía.—la explicación que usted pide no es tan fácil como parece, y para
darla tal como debiera necesitaría que ustedes conocieran algo referente a la
clase de espíritus que habitan lo que hemos convenido en llamar primer
espacio. Por ahora básteles saber que en raros, muy raros casos, esas
manifestaciones astrales en formas de animal pueden adoptarlas espíritus
humanos que llevaron una vida enteramente sumida en la Vorágine de las
pasiones inferiores, materiales.
El evocador.—Y cuando la materialización es doble, es decir, cuando se ven
jinete y bestia, cómo se opera el fenómeno? Ambas figuras son de un mismo
espíritu?
El Guía.—Sí, y para eso ellos se valen de un procedimiento que, por ahora,
no me es dado revelarles.
Como ningún otro de los asistentes tuviera preguntas sobre temas de la
enseñanza para formular, el Guía anunció que subía con Estrella hasta los
planos astrales, mas para aliviarla de sus preocupaciones que para enseñarnos
algo especial.
La vista del plano gris, donde primero se detuvieron, no trajo nada de nuevo
al ánimo de Estrella. La misma luz impregnada como de melancolía; luz de día
nublado sobre la tierra. En el punto mas luminoso, el Consejo reunido y aquí

Blas Hernández O.
291
La Ciudad de Dios

y allá espíritus que van y vienen en diversas direcciones ejecutando las órdenes
que instante por instante parten del centro de gobierno.
Estrella.—Cada vez que contemplo los planos me doy mejor idea de la
inmensidad de su extensión.
El Guía.—Así es en realidad. Cada uno de estos mundos es mucho mas
grande que la tierra.
El diálogo fue interrumpido por la venida de un espíritu gris oscuro que
saludó a Estrella.
Estrella,--Puede decirme usted qué nombre llevó en la tierra en su última
encarnación?
El gris oscuro.—Sí, como no: me llamé Laureano Ordóñez.
Estrella.—Yo no recuerdo haberlo conocido, por consiguiente, no sospecho el
objetivo que lo traiga a saludarme.
El gris oscuro.—Puede ser; solamente el de cumplir con una orden que he
recibido del Consejo.
Estrella.—Muy bien. Y cuál es esa orden?
El gris oscuro.—Enseñarle el plano inferior.
Estrella.—Poco agradable es su invitación, pero es necesario que usted cumpla
la orden recibida. Vamos.
Como en otras ocasiones, una vez en el sitio conveniente, el gris descorre esa
especie de pesada puerta e invita a Estrella a que mire con él el terrible
espectáculo. Estrella distingue, allá entre esa luz espesa, color de sangre, dos
espíritus, el uno frente al otro, en actitud agresiva. Los pensamientos que
emiten aquellas dos entidades llegan hasta ella y colige son madre e hija. Esta
última culpa a su madre de todos los extravíos de su vida y, por consiguiente,
de su fracaso en la evolución durante esos años de vida terrena. Es el
tremendo drama humano, doloroso, desesperante, que se prolonga en los
mundos astrales con toda su crudeza.
Estrella se aparta con horror de aquel cuadro y ordena al gris que cubra la
visión, lo que este realiza inmediatamente.
Estrella.—Ahora hablemos un poco los dos. De qué color ve usted mi
espíritu?
El gris oscuro.—Lo veo distinto al mío, pero no sabría decirle de qué color.
Estrella quería seguir interrogándolo, pero el gris oscuro le manifestó que debía
abandonarla para cumplir otra orden del Consejo que acababa de llegarle. Pero
no la deja sola porque un gris pálido venía a reemplazarlo a su lado.
El gris pálido.—Quisiera saber yo por qué esta usted aquí.

Blas Hernández O.
292
La Ciudad de Dios

Estrella.—Porque cuando Dios permite las cosas, así suceden. Y usted,


pregunto yo a mi turno, por qué está aquí?
El gris pálido.—Porque desencarné.
Estrella.—Hemos llegado a la misma conclusión: usted está también aquí
porque Dios lo quiso.
El gris pálido.—Usted me conoce?
Estrella.—No, ni creo haya necesidad. Me basta con saber que es un espíritu.
El gris pálido.—Sí, un espíritu gris pálido.
Estrella.—En eso del color me parece que va usted un poco equivocado. Yo
no lo veo así. En prueba de lo que le afirmo, vaya usted allá, donde están el
gris oscuro y ese medio, colóquese entre ellos y verá que se encuentra de igual
color a uno de los dos.
El gris, gestionado por las afirmaciones de la médium, obedece y luego regresa
afirmando que su color no contrasta con ninguno y que –lo afirma como con
angustia—lo peor es que ya no sabe definir el suyo.
En vista de este fenómeno, Estrella pide una explicación al Guía y este le
asegura que aquí en el gris pasa también como en la tierra. A una persona
cuerda a quien todos le aseguran que está loca, acaba por creerlo. La diferencia
en el caso, concluye el Guía, es que el gris pálido permanecerá pálido aún
cuando él mismo lo dude, y la persona de mi ejemplo en la tierra puede
volverse loca de verdad.
El gris pálido, disgustado por aquella manera de negarle su evolución, se retira
del lado de Estrella y ésta observa que va intranquilo, examinándose el color de
su alma.
El Guía.—Ya nos hemos entretenido bastante en este plano; vamos ahora a
hacer una visita al azul.
Apenas llegados al azul los dos viajeros, Estrella ve que uno de los habitantes
del plano se le dirige.
El azul.—Me conoce usted?
Estrella.—No; es imposible distinguir aquí la personalidad humana si la entidad
se niega a revelarla con su pensamiento, y de usted emana el deseo de no
mostrárseme.
El azul.—Soy Mercedes, la madre de Carlos y pedí autorización para exigirle a
usted que no olvide su promesa.
Cumplido su deseo, el azul se retira. Estrella comenta para el Guía el hecho de
que todos aquellos espíritus irradian satisfacción y, sin embargo, como acaba
de revelársele por el caso de Mercedes, muchos llevan dentro una pena, una
intranquilidad permanente, una tragedia.

Blas Hernández O.
293
La Ciudad de Dios

Pero de que se extraña usted?—le arguye el Guía—no es en la tierra lo mismo?


No ve usted que van por las calles con sonrisa de satisfacción en el rostro y
que hablan de cosas divertidas y se ríen de buena gana para ocultar de los
demás la pena que los martiriza? Lo mismo pasa aquí también, con la sola
diferencia que los encarnados ocultan sus dolores para que otros que mal los
quieren, no agreguen a ese dolor la satisfacción que les causa el sufrimiento del
hermano, y aquí se guarda porque el espíritu ha hecho conciencia de que él y
solamente él puede destruir la causa que lo produce.
Lentamente, mientras el Guía hablaba, se han ido trasladando por el plano, y al
llegar a determinado sitio, le hace ver a Estrella el camino que conduce al
blanco. Ella no puede describirlo bien y apenas nos da la idea de una enorme
cinta de luz, en forma de espiral, que se sume y se pierde en un gran núcleo
mas brillante aún.
Estrella.—Cuando nuestro Guía me muestra estos prodigios de los mundos
superiores, pienso en mis compañeros de Centro y me provoca estar aquí con
mi materia también para que mi inteligencia pudiera luego explicarles
claramente lo que he visto. Comprendo lo disparatado de mi deseo y sé
también que el viene de abajo, pero siento la necesidad de expresarlo.
El Guía.—Muy noble es su anhelo y debe consolarla el hecho de que, si es
verdad que sus palabras son apenas débil reflejo de la realidad de estas cosas,
sus compañeros tienen un espíritu que en mayor o en menor grado poseen
superior inteligencia: la intuición que traspasa las distancias y con su gran
poder penetrante se empapan de estas lejanas maravillas.
En el plano blanco, el Guía invita a Estrella, a sentarse en aquellos famosos
sillones como de nieve que tanto la atraían. Y hablan como dos buenos
amigos, como dos hermanos.
El Guía.—Nada me ha dicho usted, Estrella de su manera de ver la vida
después de su paso a este plano.
Estrella.—Es verdad; y eso proviene de la idea que llevo siempre conmigo de
que usted conoce hasta la última de mis emociones, hasta el mas ligero
pensamiento mío. Pero como veo que desea mi explícita confesión, voy a
hacérsela: desde el día, para mí inolvidable, en que el apuntador del blanco me
escribió en sus registros como habitante de este mundo de nieve, yo soy otra
en la tierra. Las penas continuas a que me somete mi situación de mujer sola,
ya no me producen esos como raptos de rebeldía; ahora las miro como si
fueran manos afectuosas que me levantan del polvo en que había caído por la
fuerza de la pasión. No siento tampoco orgullo y los deseos de felicidades
humanas que otros disfrutan me parecen indignos, por lo perecederos, de mi
ambición.
El Guía.—Está correcta su descripción. Muchos cambios mas irá usted
notando a medida que se observe así misma. Esos cambios, téngalo presente,
son el fruto del conocimiento, nacido de la experiencia, es decir, del dolor,
porque toda experiencia es el producto de dos fuerzas que chocan: la de la
ignorancia, que es impulso sin rumbo, y la de la ley, que es armonía y verdad.

Blas Hernández O.
294
La Ciudad de Dios

Y sigue el diálogo de confidencias de Estrella para su instructor. Como en una


cámara lenta desfilan esas microscópicas emociones que forman el gran caudal
de la vida y que mañana, cuando la humanidad tenga la visión penetrante de su
sexto sentido, ocuparan el lugar más importante en los textos de sabiduría.
Largo rato después el Guía considera oportuno regresar a la tierra, y ya en el
salón de sesiones quiere conocer la opinión de los asistentes sobre los últimos
trabajos. Uno tras otro vamos exponiendo apreciaciones cual más cual menos
ajustadas a la verdad, es digno de notarse cómo van revelándose a través de
esos discursos los grados de evolución de cada uno de nuestros espíritus.
Parece que el Guía, al provocar este choque de opiniones, quisiera ver en
forma luminosa, en el espacio, la extraña sinfonía de nuestra evolución.
Porque bien saben aquellos que han penetrado con ojos sagaces en el mundo
de las vibraciones ocultas, que cada pensamiento es en aquellas atmósferas, un
sonido inaudible para el hombre carnal y un color invisible para sus ojos
materiales.
Ante las diferencias de opinión esperábamos nosotros aclaraciones, pero no
fue así; y no podía ser, porque esas diferencias no las destruye sino el
conocimiento, y ya vimos como este va gradual y lentamente escalando las
alturas al ritmo de las asperezas de la vida.
Para Carlos también tiene el Guía algo que decir: es necesario que mañana,
cuando Estrella, venciendo todos los prejuicios de la personalidad, lo busque
humildemente para trasmitirle el mensaje del astral, la reciba con toda
discreción, evitando un gesto, una palabra, una interpretación que la hieran.
Ya ha visto usted – le dice – qué enorme esfuerzo va a costarle a esta
muchacha el llamamiento que le haga. Ella ha sido sincera – se lo aseguro
yo—cuando afirmó que no deseaba ese retorno de su amistad, y si lo hace, es
solo pensando en la paz que su sacrificio dejará en el espíritu de la que fue la
madre de usted.
Carlos, conmovido por lo que ha escuchado, promete solemnemente al Guía
recibir a Estrella en la actitud mas correcta y le agrega que aquello no le exige
un esfuerzo porque poco a poco, a través de las conversaciones que con la
médium ha tenido el espíritu de su madre, se ha empapado de la exactitud de
sus afirmaciones. Ha meditado mucho—agrega—y ha tratado de penetrar en
el fondo de su conciencia para buscar allí la razón de esa responsabilidad de
que se le acusa, y ha visto que su culpa es evidente y que debe—si es posible –
repararla.
La sesión termina muy tarde de la noche, y cuando Estrella ha despertado de
su sueño hipnótico, Carlos ya no está con nosotros.

Blas Hernández O.
295
La Ciudad de Dios

SESION 24

Una materialización con efectos frustrados.


Un espíritu mal informado.
Formas astrales de animales.
Casos extraordinarios de encarnaciones.
El alma de los brutos.
Citas entre espíritus.

A esta sesión no concurre Carlos. Tampoco se le ha avisado la hora de


la reunión a causa de que el Guía no lo ha ordenado expresamente, y
como nosotros desconocemos el fin que se proponen en realidad los
trabajos llevados a cabo en las noches anteriores por el espíritu de Mercedes,
hemos tomado la resolución de no obrar sin orden terminante, ya que una
imprudencia podría torcer o violentar el curso de los acontecimientos.
Estrella está puntual a la hora de la cita. En su rostro, de continuo tan apacible,
se ven ahora huellas de fatiga, y en sus ademanes una laxitud que revela
claramente que se han reñido grandes batallas morales en su interior.
Respetuosos de su situación, ninguno de nosotros trata de averiguar sobre el
cumplimiento del mandato astral, y mientras llega la hora del trabajo,
hablamos de asuntos generales y de asuntos de espiritualismo.
El evocador tiene que recurrir a toda su fuerza magnética para someter a la
materia de Estrella que, que como en otra ocasión, se muestra rebelde. El Guía
seguramente ayuda a desprender el espíritu de la médium, lo encuentra,
amable como siempre, a su lado.
Estrella.—Nuestro Guía ha venido esta noche sin esperar a que lo llamáramos.
Y a mí que me agrada tanto verlo descender a través del espacio como una
chispa de luz! Será nuestro Guía que no es conveniente que tenga yo ese
placer? Varias veces en la fábrica, mientras mis manos realizan su oficio—que
ya es mecánico—para no sentir cansancio del cuerpo, para olvidar tantas
dificultades que tiene mi vida, me sumo en la visión de esos mundos
superiores, para casi todos tan quiméricos, para mí tan reales como el mismo
banco grueso de mi trabajo. Y siento al considerar la ignorancia de todos, que
yo poseo un gran secreto y me inunda una alegría indescriptible. Será mala esa
alegría?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.—Mi venida esta noche antes de que se me llame, como ha ocurrido


otras veces, depende del estado de su materia que dificultaría gravemente el
trabajo del evocador para ponerla en estado de que su espíritu pueda salir a
sus ocupaciones. No tienen nada de reprensible sus meditaciones sobre los
asuntos de otros mundos, y lo que a usted le ha parecido egoísmo, no lo es,
porque si es verdad que ha guardado en secreto el conocimiento de esos
mundos, es causa de que, revelándolo a los compañeros de trabajo, solo
conseguirá burlas y malas interpretaciones. En el fondo, usted quisiera
comunicarlo todo, pero su espíritu, que obra cuerdamente, le sella los labios.
Estrella.—Me acaba de decir usted nuestro Guía, que mi materia estaba mal
dispuesta esta noche para someterse al magnetismo del evocador, y ya imagino
la causa: esta noche, una hora antes de venir al Centro, tenía en brazos a mi
pequeño y de pie, en medio del patio de la casa, le distraía mostrándole una
mariposa que dormía sobre una jarra, cuando enseñando hacia un ángulo del
corredor ya lleno de oscuridad, se dio a llorar con grandes muestras de terror.
"Mamá …. Allí …. Una mujer" , me decía. Inmediatamente tuve el
presentimiento de que se trataba de Mercedes. A mi memoria vino enseguida
su amenaza de materializárseme si yo no atendía sus exigencias. Y fue
entonces cuando todo el terror de mi pequeño se transmitió a mí. Desde ese
instante me siento muy nerviosa, muy mal.
El Guía.—Esperaba el relato de este incidente que ya conocía y en el cual
hube de actuar desde mi plano, por causas que no podrían ustedes
comprender ahora, aun cuando las revelara. En ciertas circunstancias y para
que se cumplan determinados destinos humanos, conforme a la ley de causa y
efecto, se permite por los espíritus superiores que entidades de los mundos
astrales desciendan al plano de la tierra a realizar algunos trabajos. La amenaza
de materialización, hecha a usted, Estrella, por Mercedes, puede incluirse en
uno de esos casos, pero en vista de la delicadeza de su estado material no
permití que esa materialización –muy débil por cierto, como corresponde a la
evolución de aquel espíritu—fuera visible para sus ojos. Su pequeño si la
percibió y la intuición segura que el espanto del niño dejó en usted, era
suficiente para el caso. Pero abandone ya esa preocupación y esté segura de
que Mercedes no volverá a repetir su tentativa.
Estrella.—Pero no esta de acuerdo conmigo, nuestro Guía, en que Mercedes
obró injustamente al tratar de asustarme? Yo he puesto de mi parte todo lo
que he podía para reanudar mi amistad su hijo. Qué otra cosa desea?
El Guía.—Usted, Estrella, por un resto de su egoísmo, que no ha podido
vencer, buscó el recurso de una esquela para citar a Carlos a una conferencia, y
eso no esta bien. Usted sabe que, donde hay rencores, un papelito se lee, se

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

rompe y se olvida. Nada más fácil y más indicado, trabajando ambos en la


misma fábrica, cruzándose a cada momento el uno con el otro, que llamarle la
atención.
Estrella.—Tendré que hacerlo así, nuestro Guía, puesto que como acaba de
dármelo a entender hace algunos momentos, así lo exige la ley de la justicia.
Ahora quiero referirle otra cosa antes de que empiecen las enseñanzas para
esta noche y me olvide de todo. Ayer, uno de los muchachos que trabajan
conmigo, en el mismo departamento, buscó con insistencia mi conversación
sobre estos asuntos, y a pocas palabras me dio a entender que había
concurrido a centros de evocación. En una de esas sesiones, la entidad
comunicante les había asegurado que cada espíritu, en sus viajes de
perfeccionamiento a la tierra, había de encarnar siete veces para librarse de la
cadena de la materia y continuar su evolución en el mundo de los espíritus
libres. Esta confidencia –me dijo—me la hacía en tono de consulta para saber
si las enseñanzas que nosotros estábamos recibiendo confirmaban su
conocimiento. Yo, que para ser franca, desconfío de la sinceridad del
consultante, solo le contesté que aquello era inexacto, por lo menos conforme
a lo que sabía hasta el momento. Esos asuntos—le agregue—son tan
complicados y tan vastos, que nada tiene de raro que mañana llegue a
comprender como una verdad esa afirmación de su comunicante.
El Guía.—Ya ha visto usted, Estrella, que el número de reencarnaciones de un
espíritu está en proporción inversa con su fuerza de evolución, es decir, que a
mayor aprovechamiento de la vida humana corresponde menor numero de
regresos a ella, y a la inversa; no hay, pues, número fijo de reencarnaciones
para los espíritus y sobran argumentos para conocer la evidencia de esta
afirmación. Una rueda que incrustada en un mecanismo tiene que dar, de
grado o por fuerza, determinado número de revoluciones en un minuto, no es
nunca una rueda que pueda gozar de la más mínima libertad en sus
movimientos, y ya hemos visto hasta que increíbles distancias llega la libertad
del espíritu. El informante de su amigo es una entidad que no a comprendido
esa libertad. Así, pues, si el amigo de que me habla vuelve a insistir en su
consulta, trasmítale esto que acabo de decirle. Qué otra consulta le hizo?
Estrella.—Me habló también del deseo que tiene de concurrir a este Centro.
Yo le anticipé que entre nosotros, por disciplina establecida por nuestro Guía,
se necesitaba consultar la conveniencia de su admisión. Le prometí hacerlo
esta noche.
El Guía.—La pretensión de su amigo tiene dos componentes: la curiosidad y
el deseo de saber algunas cosas de doctrina; pero si viniera una vez no

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

volvería más, pretextando el inconveniente de lo prolongado de las sesiones.


Lo resolveremos después.
Como Estrella declara que habían terminado sus asuntos de consulta, el Guía
se dirigió a los asistentes para que por turnos fuéramos exponiendo los
nuestros. Algunos trataron asuntos que, aun cuando no corresponden a cosas
íntimas o de sus vidas privadas, se relacionan con temas de sus especiales
devociones religiosas que, por esto mismo, están colocados en un radio de
pensamiento que deliberadamente no se toca en la obra ni entraba tampoco –
como era natural—en el plan de conferencia del Guía. En diversos tonos se
ha expresado ya que en estas páginas se tratará el tema de la vida del espíritu
en los planos astrales y solo tocará el plano de la tierra la enseñanza cuando
forzosamente lo requiera. Hacemos esta aclaración porque algunos de
nuestros compañeros pueden sorprenderse de no hallar aquí cosas que le
fueron dichas por nuestro Guía y que –con razón para ellos—creen de
imprescindible importancia para la propagación de la filosofía en que se funda
el moderno (y siempre viejo como el mundo) espiritualismo.
Un asistente.—Me consultaba hoy algún amigo, hablando de estos asuntos,
que de dónde toman los espíritus la sustancia más o menos densa que
emplean para sus materializaciones. Yo absolví la cuestión explicándole que
como la materia era una y sus diversas formas y densidades, las producían
vibraciones de los átomos últimos en unidad de tonalidades, esa materia a que
apelaban los espíritus la tomaban de la atmósfera misma. Le advertí por
último, que no tenía yo un conocimiento exacto sobre el particular, pero que
esta hipótesis fundada en hechos tan ciertos como la constitución de la
materia, me parecía tan lógica que la había adoptado para resolver a mi mismo
ese problema.
El Guía.—Hay verdad en el fondo de su respuesta al amigo, pero esta no era la
que solucionaba correctamente la pregunta. Es verdad hasta extremos no
soñados aún por la ciencia humana, la unidad de constitución de la materia; es
verdad también que el espíritu puede, conociendo los módulos vibratorios de
lo que es en realidad el átomo—no el de los científicos humanos, que está
muy lejos de serlo—puede fabricar sus envolturas para hacerse visible en
determinado plano de manifestación, pero usted sabe muy bien que esas
materializaciones se realizan por espíritus inferiores –los espantos de que
hablan las gentes—y esas entidades ni remotamente conocen las leyes que
gobiernan la materia. Mal podrían tener ellas este conocimiento que solo se
adquiere—y eso no en mundo de radio—en los mundos superiores y del
mental. Esas materializaciones, tema de la consulta de su amigo, se efectúan
por las entidades inferiores, aprovechando la materia de los humanos sumidos

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

en sueño natural o provocado y que estén más o menos en armonía con su


evolución. Debo agregar también que el tema es de por sí tan extenso, que
necesitaría para explicárselo docenas de sesiones y esto hasta donde pudiera
llegar la comprensión de su espíritu, porque todas las cosas, como hijas de su
creador tienen un radio infinito. Qué sé yo, por ejemplo de los aspectos que
las leyes eternas me tengan reservados en los lejanos planos o sitios hacia los
cuales se encamina mi evolución? El espíritu humano, o mejor la conciencia
humana siempre será limitada y por ende lo serán también sus conocimientos
en la serie infinita de los planos de la manifestación. Cuando vuelva a
entrevistarse con su amigo y toque este punto, rectifique su explicación.
Otro asistente.—Quisiera saber, no porque alguien me lo hubiera consultado,
sino porque ha surgido como una duda en mis meditaciones, si todas las almas
que encarnan son capaces de realizar la evolución hacia el termino fijado por
la ley para este nuestro mundo.
El Guía.—Gran problema se ha planteado su mente para resolver; a pesar de
la explicación que voy a darle, mucho tendrá que trabajar su espíritu para
solucionarlo ampliamente, porque aquí tropezamos con una distinción que
por ahora no he de hacerles: alma y espíritu. Pues bien: puedo afirmarle que,
aun cuando escasas, hay almas que fracasan en la lucha de la evolución. Esas
almas se disgregan en el espacio y su espíritu vuelve inmediatamente al seno
del Padre de donde un día emigraron al plano de la tierra. Existen, pues, esos
fracasos.
Terminadas las consultas de los asistentes, el Guía ordena suspender la sesión
por quince minutos para que la médium descanse un poco. Advierte al
evocador, antes de retirarse, que él dormirá a Estrella.
Y los quince minutos transcurren en animados comentarios sobre las
respuestas que el Guía ha dado a nuestras consultas. Para alguno el Guía se ha
mostrado enigmático, para otro hemos conseguido una enseñanza
trascendental: la de nuestra limitación de conocimiento y la de nuestra
ignorancia que por ser como es, pretende perforar, con sus ojos miopes, el
infinito y arrebatar el conocimiento luminoso reservado hoy por hoy para
seres cuya magnitud sólo de suponerla confunde, seres que trabajan en su
acercamiento a la Fuente Suprema hace milenios innumerables y que
principiaron en mundos de los que solo queda historia en la memoria del
Todo.
Cuando Estrella vuelve a abrir sus ojos espirituales, transcurrida la prórroga,
encuentra que el Guía había abandonado el Centro y que Benjamín, el

Blas Hernández O.
300
La Ciudad de Dios

compañero amable de su instructor, colocado frente a ella, le sonríe


burlonamente.
Estrella.—Pero no le da pena Benjamín, venir cuando va a terminarse la sesión?
Benjamín.—Recuerde que solo los encarnados tienen pena. Nosotros
carecemos de mejillas para que se coloreen. Y dónde está el Guía? Me llamó y
no lo encuentro.
Estrella.—Si no lo sabe usted, mucho menos yo. Tal vez Guía haya ido a su
sitio.
Benjamín.—Como el nudo queda difícil de desatar, y por lo que veo, hay
preguntas en preparación, me voy a entretener con eso mientras viene el Guía.
Y usted, Estrella, muy dócil para trasmitir ya que, quiéralo o no usted es mi
teléfono.
Estrella protesta de este calificativo que no acepta de ninguna manera. Le
repite—indudablemente esto se proponía Benjamín—que si ella esta prestando
ese servicio de transmisor, es porque su espíritu, libremente, con la libertad
que nadie puede arrebatarle, lo ha consentido.
Benjamín se ríe de buena gana del disgusto de Estrella y después de calmarla,
invita a sus consultantes a exponer los asuntos que le reservan. Estas consultas
son de las damas que asisten a los trabajos y se refieren a cosas de sus hogares
y curiosidades sobre evolución de parientes y de amigos queridos para ellas.
Benjamín absuelve unas y niega otras, según el caso. Va callando a las curiosas
mostrándonos el pensamiento íntimo que motivó la pregunta y haciendo
nacer entre todos una atmósfera de alegre cordialidad. Esta es, en el fondo la
más cariñosa labor que ha traído entre nosotros al compañero del Guía.
Terminadas las consultas a Benjamín, el Guía regresa al Centro, procedente de
su plano y nos avisa que para terminar la sesión, bajará un instante el espíritu
de Mercedes.
Así es, efectivamente. Empieza, después del saludo, por declarar que él sabe
como espíritu que para casi todos nosotros sus visitas al Centro en
persecución del mejoramiento de su hijo Carlos, nos traen fastidio porque
creemos que, a causa de estas pláticas suyas, se han interrumpido las
enseñanzas que el Guía viene a dictarnos. Veladamente nos hace comprender
que su caso, tan doloroso, será de mucho bien para las madres y librará a
multitud de espíritus de caer en las mismas erróneas acciones que a él lo tienen
sufriendo. Luego se dirige a Estrella para preguntarle qué le ha ocurrió unas
horas antes de la sesión.
Estrella.—A mí? Nada!

Blas Hernández O.
301
La Ciudad de Dios

Mercedes.—Me quiere ocultar usted lo que le pregunto.


Estrella.—Bien: a qué fue usted a casa? No veo objeto en inquietar a mi
pequeño. Qué quiere usted de él?
Mercedes.—Recordarle, por este medio, su promesa, aún no cumplida, de
ayudarme a llevar a mi hijo por buen camino.
Estrella.—He prometido a nuestro Guía y a usted que lo haré y ya no debe
dudarlo.
El espíritu de Mercedes se retira y el Guía, antes de despedirse, advierte al
asistente a quien él ha comisionado para entenderse con Carlos, que mañana le
prevenga para cuando Estrella le hable, no le confiese su asistencia a la última
sesión, pues conviene que la médium siga ignorándola como hasta ahora.
Quedan citados el día y la hora para la próxima reunión.

Blas Hernández O.
302
La Ciudad de Dios

SESION 25

Un descuido de Estrella.
Críticas al evocador.
Una conferencia privada.

A esta sesión, previo permiso otorgado por el Guía, concurre un amigo


de Carlos, el señor R.Z., su compañero de labores, muchacho
humilde de carácter y conducta altamente moral.
Es necesario advertir que ayer, venciendo todas las resistencias que los
humanos respetos le imponían, Estrella cumplió la solemne promesa que le
hizo al Guía y al espíritu de Mercedes. Carlos, quien viene espontáneamente
esta vez a nuestro Centro, nos ha referido largamente la escena de la entrevista
con la médium. Pudo apreciar, con sus propios ojos, el esfuerzo interior que
Estrella debió hacer para buscarlo y hablarle. Fue un diálogo trivial al principio;
luego la acogida serena, respetuosa, que Carlos le hizo en cumplimiento de las
instrucciones que recibió, la fortalecieron, y la conversación tomó el camino
de los trabajos que se estaban realizando en el Centro. Estrella fue elocuente,
entusiasmadora hasta el extremo de vigorizar en su interlocutor la confianza
que su madre era la única que podía estar realizando ese acercamiento a su
antigua amiga.
A pesar de estos antecedentes le ordenamos a Carlos, antes de que Estrella se
presentara en el salón, que aguardara en la habitación vecina a que la médium
durmiera el sueño de su materia. No era conveniente que se obrara de otro
modo mientras el Guía así lo dispusiera.
Ya entre nosotros Estrella, se manifestó sorprendida por la presencia de R.Z., y
le recordamos que ella misma en la sesión pasada había solicitado su admisión
al Centro.
A poco de dormir Estrella anuncia que, en la lejanía del espacio que domina su
visión astral, ve descender poco a poco un espíritu blanco. Todos esperamos
al Guía. La médium mismo lo cree así aun cuando observa que aquel espíritu
que baja se ve brillar en la distancia como suele ocurrir con el Guía.
Efectivamente no es él, es Benjamín, el alegre compañero que nos trae la nueva
de que debido a una imprudencia cometida por Estrella durante el día y que le
ha afectado su sistema nervioso hay necesidad de aplazar el trabajo para otra
noche.

Blas Hernández O.
303
La Ciudad de Dios

Estrella.—Yo como que no le creo bien a usted, Benjamín, porque gusta mucho
de chancearse conmigo. Además, no he cometido ninguna imprudencia, que
recuerde. Me siento, en verdad, como con ánimo decaído, pero esto no ha
sido obstáculo en otras ocasiones para que nuestro Guía pueda dictar sus
enseñanzas. Tendré fuerzas, Benjamín, porque tengo entusiasmo, porque tengo
deseos de aprender tantas cosas que todavía ignoro de eso mundos astrales.
Sobre todo del blanco, de ese plano que ya no pertenece al astral y donde mi
espíritu tiene la sensación de que la tierra es un mundo tan lejano que no me
alcanzan sus dolores desgarradores ni sus alegrías que fatigan y desgastan, si
no más, a lo menos tanto como el mismo dolor. En los planos astrales, si es
verdad que no me siento con pena, tengo en cambio la sensación de la
materia que dejo en esta silla al irme, y me parece que mi cuerpo y que la tierra
misma son como dos inmensas pupilas que me miran, me siguen en el viaje. Y
esos ojos no penetran en el plano blanco porque su luz intensa, porque su
misma indescriptible blancura los ciegan. Ah! Cuántas cosa—lo he pensado
muchas veces—me quedan todavía por aprender en los planos! Hace ya meses
en que casi noche por medio los visito, en que durante horas todas esas
noches, nuestro Guía y usted me dan explicaciones, me dejan interrogar a sus
mismos habitantes, y siempre que voy sorprendo aspectos nuevos, y tan
extraordinarios que no cabe en mi razón cómo no los distinguí desde un
principio. Verdad, Benjamín, que usted al darnos esa noticia de que esta noche
por una imprudencia mía no habría trabajos, solo h querido reírse un poco de
mi decepción?
Benjamín.—A veces Estrella habla con bastante elocuencia y los asistentes
pueden llegar a creer que cuando me encargo de llevarla a los planos le doy
lecciones de oratoria; pero a pesar de todas esas certezas que acaba de decirme
y que yo apruebo, el hecho de la suspensión de los trabajos del Guía por esta
noche no es broma; él mismo, que va a llegar dentro de un instante,
confirmara mis palabras porque él mismo es quien me ha recomendado para
decirlas.
Como lo anunció Benjamín, el Guía no demoró un minuto en hacerse presente
a los ojos de la médium.
Estrella.—Nuestro Guía: Benjamín acaba de decirnos que no hay enseñanza esta
noche y me culpa a mí de ser la causa de esta interrupción. Yo creo que esas
son invenciones de él, que se viene de su plano únicamente con el propósito
de molestarme. Nuestro Guía, que es un espíritu superior, debería reprender a
Benjamín por ese modo de ser.
El Guía.—Ni Benjamín merece reprensión alguna ni los espíritus de su clase ni
los de la mía cometen actos que merezcan esas reprensiones. Por eso en

Blas Hernández O.
304
La Ciudad de Dios

nuestros mundos no hay ese sistema de indicar buena conducta. La noticia


que ha traído Benjamín es así, como así también es el que usted, Estrella, esta
delicada esta noche de su sistema nervioso a causa de un disparate y no puede
su espíritu abandonar el cuerpo lo suficiente para el trabajo que debíamos
efectuar en los planos. Pero lo que no se puede hacer hoy se hará otro día.
Estrella.—Pero cuál fue ese disparate que yo hice? No recuerdo
absolutamente.
El Guía.—No recuerda que tomo hoy una bebida refrescante porque sentía
demasiado calor? Usted vaciló y tuvo la idea de que podría hacerle daño; pero
el deseo primó sobre la advertencia que le venía de su interior y satisfizo el
pequeño capricho. Después se sintió mal, verdad? Y su sistema nervioso,
naturalmente, se afectó.
Estrella.—Todo eso es cierto nuestro Guía, y no lo recordaba! Probablemente
porque la idea de que aquella bebida fresca pudiera causarme daño no paso de
ser lo que nosotros los humanos llamamos una ocurrencia. Luego, cuando me
sentí desalentada y con dolor a la cabeza, no pensé en el motivo. De manera
que ni haciendo un pequeño esfuerzo pudiera ir al astral? Porque nuestro Guía
podría llevarme hasta el gris o el azul únicamente. Allí en aquellos mundos,
como se lo expresaba hace un momento a Benjamín, tengo mucho qué
aprender.
En vista del gran deseo que tiene la médium de que se efectúe la enseñanza de
esta noche, el Guía accede a hacer un esfuerzo y ordena al evocador que la
despierte para que tome un alimento -- que él indica—y transcurrida media
hora volvamos a empezar.
Las prescripciones se cumplen conforme a la voluntad del Guía, y al abrir los
ojos de su espíritu la médium nos anuncia que Benjamín ha partido para su
plano y que su instructor nos trasmite la despedida que dejó para nosotros.
El Guía.—Antes de empezar la enseñanza quiero, Estrella, que usted me relate
la conversación que sostuvo ayer tarde con los miembros del Centro.
Estrella se confunde. Cómo va a relatar esa conversación que contiene
observaciones que pueden disgustar al evocador? Y luego, qué opinará su
compañero que en tan íntima confianza le expuso sus sentimientos? Pero el
Guía insiste en que a pesar de todo esto, es necesario que tal conversación sea
conocida de todos. Y le agrega que él desea que entre nosotros reine un
espíritu de verdadera fraternidad; que nuestros pensamientos sobre los
compañeros y sobre los asuntos relacionados especialmente con el Centro y
con las enseñanzas que aquí se dictan sean tratados con absoluta franqueza
del uno al otro.

Blas Hernández O.
305
La Ciudad de Dios

En vista de la insistencia del Guía, Estrella, que no sabe desobedecerle, relata la


conversación. Se trataba en ella de que el evocador, usando de la posición de
director humano de las sesiones, trataba de imponer sobre ellos el dominio de
su voluntad impidiéndoles hacer muchas preguntas y consultas. Juzgaron
después esta conducta a través del conocimiento que tenían de la evolución
del espíritu de este compañero para terminar declarándose convencidos de
que bien podía equivocarse, a pesar de su evolución, en la manera de dirigirlos,
y que esos modos que criticaban eran verdaderos defectos.
Una vez que la médium hubo terminado la relación, el Guía explico cómo era
necesario en la tierra que todo grupo de hombres que se reunieran con
propósito de realizar una obra, buscaran forzosamente un jefe encargado de
encauzar las voluntades y emplear los conocimientos y aptitudes de cada
compañero en el sentido más a propósito para la más perfecta culminación del
trabajo; que en el caso concreto las instrucciones del evocador sobre la
manera de formular las consultas, sobre la conveniencia o inconveniencia de
éstas, tenía por objeto no torcer o demorar el plan de las enseñanzas, pero de
ninguna manera entorpecer el uso de la libertad que cada uno tenía de
interpretar tales enseñanzas; que respecto a la conclusión de que el evocador,
a pesar de la evolución de su espíritu, pudiera equivocarse, ya todos sabían que
el don de la infabilidad no residía en los habitantes de la tierra.
Concluidas las explicaciones a los comentarios que la conducta del evocador
dio lugar entre la médium y el referido asistente, Estrella insistió con el Guía en
su deseo de efectuar el viaje al astral, pero éste se negó alegándole que, a pesar
del descanso que había tenido, su materia continuaba indispuesta y era
necesario aplazar ese viaje para la próxima sesión.
Un asistente.—Yo quisiera, nuestro Guía, aprovechando esta ocasión en que
no pueden dictarse enseñanzas sobre los planos, que me concediera una
conferencia de carácter privado. Tengo muchos asuntos íntimos que deseo
vivamente consultarlos con nuestro Guía por si le es permitido ayudarme a
verlos en más clara luz espiritual.
El Guía accede gustoso a la petición del asistente y dispone que los demás,
inclusive el evocador, nos retiramos a las otras habitaciones para que tenga
lugar la conferencia. Esta conferencia dura media hora y luego, de regreso
todos al salón, el Guía se despide citando día y hora para reanudar los trabajos.

Blas Hernández O.
306
La Ciudad de Dios

SESION 26

Un intruso que desea hacerse atender.


Hasta donde puede ir un espíritu blanco.
Dónde residen los espíritus antes de encarnar.
Unas preguntas sin respuesta.
Breve encarnación de un inferior.

L os preliminares de esta sesión no presentan ninguna particularidad


digna de anotarse. Estrella, que ha cuidado con esmero de su salud
para que no vaya a repetirse el fracaso de la pasada, está en magníficas
disposiciones y no tarda en dormirse tan profundamente como es necesario
para que su espíritu abandone la materia.
Antes de que el evocador pueda ordenarle que haga el llamamiento al Guía, la
médium le comunica muy sorprendida y en tono de profundo desagrado, que
frente hay una entidad que asume la figura de un hombre que no conoce; que
aquel hombre insiste en que se comunique con él y la amenaza con castigarla
si le desobedece. El evocador comprende de inmediato que se trata de la
intromisión de un espíritu poco evolucionado y le ordena que, en nombre de
los espíritus superiores, abandone inmediatamente el Centro donde no se
necesitan sus pensamientos y donde nadie lo ha llamado. Estrella cumple
inmediatamente la voluntad del evocador, pero esta vez la entidad parece no
estar dispuesta al fracaso de sus propósitos y se niega a retirarse, afirmando
que quiere comunicarse con nosotros y que no podemos impedírselo. En
presencia de tan inusitada pretensión, el evocador le notifica a la entidad que si
nada vale para lograr su retiro, despertará a Estrella para que se acabe el medio
de inteligencia. En tan apurado trance, la médium anuncia al evocador que ve
descender ya el espíritu del Guía; esta sola noticia es suficiente para vencer la
resistencia del intruso, quien desaparece inmediatamente.
El Guía.—Por qué encuentro la médium en ese estado de sobresalto?
El evocador.—Nuestro Guía conoce ya perfectamente la causa. Hemos tenido
una gran perplejidad porque es esta la primera vez que un espíritu de poca
evolución se niega a convencerse de la inutilidad de sus esfuerzos para
comunicarse con nosotros.
El Guía.—Y ustedes no han meditado un poco en la causa que puede y debe
existir para que vengan, siendo ya más o menos frecuentes esas intromisiones?
Esa causa está en ustedes mismos. Saben perfectamente, pero lo olvida, que

Blas Hernández O.
307
La Ciudad de Dios

las conversaciones sobre tales entidades en un sitio como este especialmente, y


momentos antes de dormir a Estrella, son una verdadera evocación. El
pensamiento de varias personas sobre un determinado plano o sobre una clase
de espíritus, forma una corriente cuyo poder ustedes no sospechan, y ese
pensamiento colectivo, así emitido, llega al lugar de su destino y establece una
corriente de atracción que tiene los resultados que ahora lamentan. Así, pues,
no hay que olvidar este conocimiento.
Estrella.—Esta noche no habrá inconveniente para el viaje a los planos,
nuestro Guía?
El Guía.—No lo hay, y lo efectuaremos; pero antes es preciso escuchar
algunas preguntas que un asistente quiere formular.
Un asistente.—Considero que esa invitación se refiere a mí, puesto que traía el
deliberado propósito de esclarecer algunos asuntos de doctrina sobre los
cuales no me creo capacitado para hacer luz con mi sola inteligencia. Uno de
estos asuntos es el de saber si un espíritu blanco, al desencarnar, puede pasar
directamente al plano radiante, o sea, el que actualmente habita nuestro Guía.
El Guía.—No; no puede pasar directamente, porque en los últimos grados del
plano blanco donde termina la evolución ordinaria de la humanidad, y antes
de trascender esos grados ha de aprender algunas cosas en el blanco, ya como
entidad desencarnada . Hay algunas excepciones, pero ellas tienen una
explicación tan complicada que no se hace necesario darla por ahora, ni es
conveniente.
Un asistente.—Hemos conocido—por comunicación de nuestro Guía—en el
curso de estas lecciones, espíritus que han alcanzado la evolución del plano
blanco en solo diez encarnaciones, y otros que en cien y más no han logrado
trascender aún el plano gris. Meditando sobre el caso de los primeros he
creído yo que el dolor acumulado en esas diez vidas equivale al sumado en
esas cien de los segundos y les sobrepasa, pues no de otra manera me he
podido explicar, a la luz de una razón de justicia, la rápida evolución de los
unos y la lenta, lentísima en mi concepto de los otros.
El Guía.—Su caso no está bien resuelto sencillamente porque no es la
cantidad de dolor la que determina la evolución, sino la comprensión de las
leyes de la vida. Un espíritu puede aprender, con una sola experiencia, que no
se debe injuriar al hermano, y otro puede necesitar, para llegar a la misma
comprensión, dos mil experiencias. El hombre es libre para obrar y al obrar lo
hace con la comprensión que tenga de la vida; estas acciones engendran causas
que hacen el camino por donde deben transitar en otra vida, y de ahí se
desprende el mayor o menor dolor que ellas contengan. Así, pues, el número

Blas Hernández O.
308
La Ciudad de Dios

de encarnaciones de un espíritu solo depende de la asimilación que haya en


cada una de las lecciones de verdad que ellas contienen.
Un asistente.—Solo me resta, nuestro Guía, una pregunta, y confieso
francamente que ella reviste un gran fondo de curiosidad: dónde residen los
espíritus que no han encarnado todavía en forma humana? Sabemos, por las
enseñanzas que se nos han dado, que el plano donde residen los espíritus
menos evolucionados es el rojo, pero es imposible que en tal sitio, de materia
tan pesada – la más densa de los mundos astrales—puedan residir aquellos
espíritus, ya que nada van a sufrir como consecuencia de acciones libres, y
tampoco considero que puedan residir en los planos más elevados, porque no
han adquirido la capacidad de vivir en ellos. Dónde residen, pues?
El Guía.—Difícil me parece que por ahora, con las explicaciones que estoy
autorizado para darle, vaya usted a creer solucionado el problema. Antes de
todo debe tener por seguro que el espíritu –humano tal como usted lo
entiende aún cuando no haya encarnado según su proposición—reside en el
plano inferior; él reside en el seno del absoluto y de allí baja a su peregrinación
por el mundo de la materia; pero para que usted pudiera penetrar en el fondo
de este problema, uno de los más grandes y sublimes, necesita una enorme
evolución y un estudio profundo de las leyes que gobiernan el universo. Día
vendrá en que el hombre desgarre ese velo que hoy le ponen delante su
ignorancia y el prejuicio que el siglo ha inculcado en su alma. Todo es asunto
que lo va resolviendo en su avance lento—para los humanos cálculos-- pero
seguro de la evolución. Cuando llegue ese tiempo, los hombres podrán
comprender la verdad que trajo Jesús al mundo y que afirma que el espíritu del
hombre es uno con el del Padre. Entonces los hombres serán como
hermanos.
Terminadas las consultas del asistente, el Guía emprende con su discípula el
viaje al astral. Se detienen en el plano gris. Para Estrella es poco agradable este
plano y tiene la idea de que es el que menos sorpresas le reserva para satisfacer
sus ansias de conocimientos, pero su instructor parece no haber escuchado su
protesta. La misma Estrella olvida insistir en que continúen ascendiendo,
porque acaba de distinguir, allá a la distancia, un gris oscuro que parece
dirigirse a ella.
Estrella.—Fíjese nuestro Guía, en aquel oscuro que parece con deseos de
acercársenos. Querrá comunicarme alguna cosa? No he logrado explicarme
este fenómeno que ocurre en estos mundos: sin que llegue hasta mí
advertencia alguna, mi atención se concentra repentinamente en algún espíritu
y se forma en mi mente la idea concreta de que tal espíritu desea comunicarse

Blas Hernández O.
309
La Ciudad de Dios

conmigo. Y esa intuición—no puedo llamar de otra manera el hecho que


relato—esa intuición no falla.
El Guía.—Ese fenómeno que le parece tan complicado es uno de los más
sencillos. Aquí, en estos mundos el pensamiento encuentra en la atmósfera—
empleo la palabra usada por ustedes—un medio cada vez más propicio para
su propagación, y el espíritu, libre de la cárcel del cerebro material humano,
capta esas ondas inmediatamente. Cada uno de los espíritus que se han
entendido con usted ha recibido para ello orden expresa de su respectivo
Consejo, y al buscarla, ese pensamiento que trae la entidad se muestra a su
conciencia espiritual como un conocimiento directo, como una certeza.
Ahora, llame a ese espíritu que usted cree está buscándola.
Estrella.—Antes de llamarlo quisiera saber qué mueve a ese gris a buscarme.
Seguramente querrá que lo ayude a evolucionar, porque casi todos me dicen lo
mismo.
El Guía.—Y se lo dicen porque esa es la instrucción que los superiores le dan.
Estrella.—Cómo se ven aquí las almas! Parecen sombras y se notan en ellas
como un remedo de la forma humana, sobre todo en la cabeza. Los humanos,
cuando se figuran estas almas, tienen una idea grotesca. Si ellos las vieran
como ahora las contemplo yo!
Estrella va exponiendo sus ideas en el mismo orden en que las concibe y no
espera a que su director le dé alguna explicación. Recorre temas los más
variados y no profundiza en ellos, seguramente porque su espíritu los ve tan
exactamente que no cree necesaria una enumeración detallada de los
fenómenos. Esto hace que en muchas ocasiones tengamos que contentarnos
los asistentes con estos pensamientos que son meras anotaciones. Varias veces
quisimos indagar todo el conocimiento de Estrella y nos vimos defraudados
porque no halló palabras para satisfacer nuestras curiosidades. El Guía, por su
parte, corroboró esta perplejidad de Estrella haciéndonos saber que cuando su
discípula empleaba aquellas formulas tan condensadas, lo hacía en virtud de
una disposición especial que le imponía su hermetismo. Hay instrucciones—
agrega el Guía—que deben dársele a Estrella para facilitar su comprensión de
otras que refiere en detalle. Aquellas no están incluidas en el orden de
conocimientos que debo darles y por esta razón se reserva.
La explicación del Guía es demasiado clara y la damos aquí para que se
aprovechen de ella los espíritus estudiosos que leyendo estas páginas queden
turbados ante las mismas oscuridades.
El gris oscuro acaba de llegar junto a Estrella. Le conoce inmediatamente. Es el
espíritu de su hermano, aquel suicida a quien le permitieron ver en el plano

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

inferior momentos antes de que reencarnara. Pero cómo es posible que su


vida humana durara tan pocos meses? El gris parece como apenado, como
temeroso de cumplir el mandato recibido.
Estrella.—Esta usted como temeroso de hablarme y debe abandonar esa
actitud que no se justifica. Yo soy, como sus demás compañeros de plano, un
amigo que desea hacerle todo el bien que pueda. Por lo pronto va usted a
decirme cómo se siente en este plano.
El gris oscuro.—Muy bien; estoy contento y descanso mucho.
Estrella.—Por qué vaciló tanto en acercárseme y en hablarme? Se lo impedía
alguien?
El gris oscuro.—Mi vacilación obedecía únicamente a que quienes me dan
ordenes no me autorizaron para realizar lo que usted esperaba. Ahora le hablo
y me acerco a usted porque así me lo han permitido.
Estrella.—Hace mucho tiempo que habita usted en este mundo? Porque, le
confieso, yo vengo por aquí con bastante frecuencia y no lo había visto. Puede
suceder también que como son tantas las regiones del plano, no hubiera dado
la circunstancia de que pasáramos a la vez por el mismo sitio.
El gris oscuro.—No conozco la razón de no habernos encontrado en este
mundo antes de ahora; lo único que sé de cierto es que hace mucho tiempo
vivo aquí.
Estrella.—Muy bien; abandonemos este tema y pasemos a otro para mí más
interesante. Recuerda el nombre que llevó en su última encarnación?
El gris oscuro.—Tengo autorización para decírselo: me llamé Isabel.
Estrella.—Y en qué sitio de la tierra pasó esa vida?
El gris oscuro.—En una población del departamento de Santander llamada
Rionegro.
Estrella pretende luego obligar a su hermano a que recuerde la encarnación
anterior a esta última, cuando fue su hermano, pero el gris le responde con
evasivas dándole a comprender que no encuentra motivo justificable de la
confesión que le exige si ella conoce aquellos acontecimientos. Le afirma, por
último, que no siente deseo alguno, si le toca reencarnar, de arrebatarse la vida
en la forma en que lo hizo, y se retira como para impedir que Estrella siga
interrogándolo sobre cosas que no le son agradables.
Apenas alejado el gris oscuro, el Guía avisa a su compañera que deben seguir
su viaje hasta el azul. Al llegar allí, la médium tiene la impresión de que el

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

plano está deshabitado. Son muy pocos los espíritus que transitan en el radio
que domina su vista. Será que han reencarnado muchos?—pregunta al Guía.
El Guía.—El plano está tan habitado como siempre; lo que ocurre es que nos
hallamos en una región que por ahora no atrae las actividades de la mayoría
de los azules.
Estrella habla con un azul pálido que se le acerca para manifestarle su alegría al
verla en aquel mundo en que él habita y para comunicarle que tiene
autorización para concurrir una noche más al Centro. Esta comunicación
mueve la curiosidad de la médium para identificar a su interlocutor y nos
declara que es el espíritu de la que fue hermana de una señora compañera
nuestra y asistente asidua y comprensiva a las enseñanzas del Guía.
Del azul pasan al blanco y allí el Guía le enseña que el espacio existente entre
el plano azul y el plano blanco está iluminado por la luz que viene de esos dos
mundos y que a dicho espacio van, por causas muy complejas, los espíritus
azules pálidos.
A las dos y media de la mañana el Guía se despide de nosotros, después de
convenir el día y la hora de para la próxima sesión.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 27

Consecuencia de un deseo inoportuno. Una valla a la curiosidad.


Benjamín discute con Estrella. Una petición inútil por lo curiosa.
Un sueño interesante.

L argo rato hace que Estrella duerme. Su espíritu ha formulado varias


veces el llamamiento acostumbrado, y los ojos de su espíritu que
dominan inconcebibles distancias, no han podido descubrir el punto
blanco y luminoso que muestra el Guía al descender desde su sitio hasta
nosotros. Ya intranquilos por esta demora y temerosos de que como otras
veces, entidades poco evolucionadas se aprovecharan de nuestra soledad,
pensábamos en despertar la médium cuando esta anunció la aparición
repentina de Benjamín en el centro de la sala.
Benjamín.—En este mundo del espíritu sí que se confirma aquello de que el
que más mira menos ve. La médium hace rato que vigila el cielo que le da su
vista para espiar la llegada del Guía, y—por qué no decirlo? –la mía en último
caso, y me ha dejado llegar tranquilamente.
Estrella.—Pues si usted está creyendo, Benjamín, que mi ansiedad al mirar hacia
arriba la causaba el deseo de verlo venir, se equivoca completamente. No
habíamos pensado ninguno de los concurrentes al Centro que usted pudiera
venir esta noche. En cambio tenemos un gran deseo de que nuestro Guía
venga a dictarnos sus enseñanzas.
Benjamín.—precisamente porque no me esperaban he venido; no me agrada
mucho que me esperen porque entonces los encuentro a todos preparados
para recibirme y pasa lo que en las visitas se hacen y que convienen
mutuamente para determinado día: se adorna mucho la sala, se colocan en los
floreros las flores predilectas del visitante y se ponen encima sus habitantes los
mejores vestidos del ropero; total: que se acaba la naturalidad, lo que equivale
a decir que se deja a la verdad muy guardada y con prescripción de estarse
muy calladita en las habitaciones interiores. Esta noche, por ejemplo, no veo
flores….
La alusión a las flores la hace Benjamín para la dueña de la casa que siempre las
coloca en el salón como una atención para él, ya que en alguna sesión
manifestó expresamente que le gustaban mucho.

Blas Hernández O.
313
La Ciudad de Dios

La señora, viéndose directamente aludida, se disculpa diciendo que envió a


buscar las flores pero que no encontró el enviado las que ella le encargó.
Benjamín.—Lo mismo les va a ocurrir a ustedes esta noche con el Guía. Lo
esperan con gran impaciencia figurándose que va a dictar muchas enseñanzas
en los planos, y va a resultar todo lo contrario. No habrá enseñanzas astrales,
pero en cambio escucharan dos o tres represiones de esas que el Guía sabe dar
a tiempo. Y conste que me voy a quedar aquí, muy contento de ver caras
apenadas.
Estrella.—Seguramente esa satisfacción no la tendrá conmigo porque no me
acusa la conciencia de haber hecho algo inconveniente. Esta aclaración la doy
porque usted, Benjamín, cuando habló de regaños, me miraba a mí y se reía.
Benjamín.—Efectivamente usted tiene razón, Estrella; el Guía nada tiene para
observarle porque hoy no discutió usted con nadie, no se sintió ofendida por
nadie y se ha venido tomando el remedio que le aconsejó el Guía para
restablecer el equilibrio de su materia a fin de que las sesiones puedan seguir
su curso progresivo.
Estrella iba a replicar a Benjamín, pero éste la detuvo declarándole que esas
cosas debía discutirlas con su maestro cuando viniera. Y según comente
Estrella, le volvió la espalda y se dedicó como a observar los bibelots
colocados sobre la mesa, terminando por sentarse, muy estiradas las piernas,
sobre el mismo piso de la estancia, en el Centro.
Estrella.—Benjamín se está portando esta noche como un chico!
Benjamín.—Y quien le ha asegurado a usted que esos chicos que se sientan a
descansar así como yo, no pueden tener un espíritu como el mío? Se
comprende que a usted le entran las enseñanzas por un oído y le salen por el
otro!
Estrella.—Dígame, Benjamín: Cuántos espíritus hay en su plano tan serios
como el suyo?
Benjamín.—Sabe Dios cuántos habrá!
Estrella.—Vamos a hablar en serio un momento: por qué nos dijo usted hace
poco que esta noche no habría enseñanza sobre los planos? Benjamín sabe que
este es nuestro gran anhelo, y sentiríamos mucho que se cumplieran sus
pronósticos.
Benjamín.—Precisamente por ese gran deseo que tienen ustedes de tales
enseñanzas no se las dará el Guía esta noche. Ya saben aquí todos que uno de
los medios para obtener el dominio de los impulsos inferiores es el desarrollo

Blas Hernández O.
314
La Ciudad de Dios

de la voluntad, y esto nos se consigue sino dominando el deseo, que es el


vehículo empleado para la pasión para satisfacerse. A fuerza de contrariedades
y desilusiones se va muy lejos; créanmelo ustedes.
El discurso de Benjamín contiene una enorme enseñanza. Sus palabras, siempre
dichas en un tono marcado de chanza, nos dejan, cuando meditamos un rato
en ellas, lecciones de inapreciable valor.
La discusión con Benjamín, que amenazaba prolongarse según la actitud
asumida por Estrella, quedó repentinamente cortada por la presencia del Guía.
El Guía.—Me he demorado un poco esta noche y no por causas extrañas al
centro. Algunos de los asistentes, pensando tal vez en que al principio de esta
sesión pudiera concurrir el espíritu de Mercedes, convinieron muy
amigablemente en demorar su llegada con la esperanza de que al entrar
estuviera yo dictando enseñanzas sobre asuntos astrales. Yo resolví entrar –
asistente invisible al conciliábulo—en ese compromiso y he llegado un
poquito después de ellos. Ahora como no se justificaba esa tardanza mía para
con los puntuales, les envíe a Benjamín para que discutiera con ellos.
Estrella.—Y discutió demasiado, nuestro Guía, hasta el extremo de que creo
necesario le llame la atención para que no haga burla de nosotros. Figúrese
nuestro Guía, que llegó a amenazarnos con un regaño a todos apenas viniera
usted!
Benjamín, sin abandonar su puesto, pregunta a Estrella si le parece una
felicitación lo que el Guía acaba de decirles a los asistentes que llegaron una
hora después de la cita.
Estrella.—Yo no me estaba dirigiendo a usted, sino a nuestro Guía!
El Guía.—Efectivamente, como lo ha dicho Benjamín en tono de chanza,
según es su misión, parece ser que todos ustedes olvidaron mis
recomendaciones. A uno de los asistentes, en conferencia privada que tuve
con él, le advertí, al responderle preguntas curiosas pero que podían dejarle –
como le dejaron—enseñanza, que de tales cosas no hablara con la médium, y,
sin embargo, no pudo resistir al deseo de hacer todo lo contrario.
Estrella.—Nuestro Guía, tal vez yo tuve la culpa de esa indiscreción del
asistente porque le rogué mucho me relatara la conferencia privada que tuvo
con usted. Yo recordaba que le había sido concedida la conferencia y se me
hizo muy raro que no me quedara en mi memoria, una vez despierta, ningún
dato de lo que hablaron. Llegue a pensar que, como ocurre a veces con
algunas enseñanzas que nuestro Guía nos anuncia, hubiera aplazado esa
conferencia para otro día.

Blas Hernández O.
315
La Ciudad de Dios

El Guía.—Usted siempre con su tendencia a calificar los actos de los demás y


a juzgar de sus intenciones. En cambio no se fija en sus propios actos. Qué
buscaba usted esta noche en el escritorio del apuntador del centro, en un
momento en que estuvo sola en la habitación? Sin que me lo diga, lo sé;
buscaba el libro de actas para imponerse del contenido de las últimas, nada
mas que porque le he prohibido leerlas, como venía siendo costumbre. Cree
usted, Estrella, que esto puede llamarse acatamiento a mis consejos? Le he
dicho también que tome con formalidad su remedio porque esa droga
contiene sustancias que van a ayudar poderosamente al restablecimiento de su
salud material, y le expliqué cómo, para llevarla al sitio de donde yo asisto, su
espíritu tiene que abandonar la materia mucho más de lo que hasta ahora ha
sido indispensable, y a pesar de esto usted hace por olvidar la hora de tomarlo
sólo porque no es grato su sabor al gusto. Cómo va a explicarme usted
mañana o esta misma noche que la lleve a mi mundo y que progresen sus
conocimientos sobre las diferentes fases de la vida del espíritu en más altas
evoluciones?
Todos guardábamos profundo silencio ante las justas observaciones del Guía y
ninguno se atrevió a insinuar siquiera una leve disculpa del acto que él
reprobaba. En el fondo de nuestras conciencias se hizo evidente la debilidad
de nuestras voluntades, que cedían como delgados juncos al menor reclamo
del deseo.
El Guía continuó: lo que voy a decir ahora es para todos y para que lo
recuerden en el transcurso de sus vidas humanas: es cierto, de toda certeza,
que los espíritus superiores están trabajando permanentemente para guiar a
sus hermanos, los poco evolucionados, por el más corto camino que pueda
conducirlos al perfeccionamiento, a trascender rápidamente la necesidad de la
reencarnación; pero es cierto también, con la misma certeza, que salvo los
actos marcados por el destino, en todo lo demás esos espíritus deben respetar,
con completo respeto, el libre albedrío y, por consiguiente, su labor no puede
trascender más allá del consejo, de la insinuación. Si a pesar de esos consejos,
si contra esas insinuaciones, la voluntad del hombre va derecho a satisfacción
del deseo que lleva su pasión, entonces no queda otro camino al espíritu
amoroso que dejar que el hecho se cumpla y que vengan las consecuencias en
esta misma vida o en otra según el caso. La mayoría de la humanidad se
equivoca grandemente creyendo en la omnipotencia de esta intervención, ya se
conciba ella como gracia, como providencia emanada de Dios, o como
intervención de entidades superiores, deseosas de la pronta evolución de los
hombres. Frecuentemente podrán observar ustedes que ciertas personas van a
los templos a pedir al santo de su devoción que les libre de incurrir en excesos

Blas Hernández O.
316
La Ciudad de Dios

y extravíos de su pasión dominante, y sin más esfuerzo esperan que aquella


pasión se debilite y se extinga. Tales gentes caen diariamente en los mismos
errores hasta que el dolor, maestro infalible, hace reaccionar la voluntad.
Estrella.—De manera, nuestro Guía, que es inútil pedir la intervención de los
superiores para triunfar de nuestras debilidades, cuando la voluntad no trabaja
ardientemente para ponerse al servicio de esa voz interior que nos llama al
camino recto cada vez que chocamos contra las paredes de la cárcel del error?
El Guía.—Inútil no; siempre la intervención de los superiores produce
resultados benéficos para la evolución del espíritu, pero no se obtiene todo el
fruto que pudiera esperarse. La evolución es obra exclusiva del alma que
trabaja por remontarse hacia su Padre; en esa obra hay amigos que han subido
primero y que desde el sitio desde donde están la animan al esfuerzo con los
consejos de su experiencia, que es sabiduría. Pero el alma es la que ha de subir
peldaño por peldaño, pulgada a pulgada, la distancia que separa un mundo de
otro.
Estrella.—Nada podemos negar, nuestro Guía, después de esta explicación;
nos ha faltado voluntad para cumplir sus consejos. Ahora solo nos resta saber
si va a continuar bravo con nosotros.
El Guía.—No crea usted nunca que los espíritus que habitamos donde yo
asisto podemos sentir nunca más eso que aquí en la tierra se llama disgusto,
fastidio, intranquilidad; esas pasiones necesitan, para vivir y alimentarse, una
clase de vibraciones que nuestros cuerpos sutiles ya no pueden producir.
Nosotros no sentimos sino paz y amor, un amor que ante los errores y las
debilidades de la humanidad crece por momentos y fecunda nuestra voluntad
para intensificar nuestro trabajo en su favor. Esto no lo pueden comprender
todavía ustedes en su verdadera amplitud, pero un día lo sentirán también.
Con las cosas de nuestro mundo pasa eso: que no se pueden comprender sin
haber llegado a ellas, sin poseerlas, sin que formen parte integrante de
nosotros mismos.
Estrella.—Yo le decía esto, nuestro Guía, porque Benjamín nos dijo al llegar que
usted estaba disgustado y venía a regañarnos.
El Guía.—Benjamín ha cumplido con su misión hablándoles en el idioma de
ustedes, pero él, como yo, sabe perfectamente estas cosas que acabo de
decirles. También lo hizo para provocar la discusión de usted y, enseñándoles
entre bromas y en serio, emplear el tiempo de mi ausencia para que no se
fatigaran en la espera. Ya ve usted ahora, Estrella, que fondo de afecto tenían
sus aparentes amenazas.

Blas Hernández O.
317
La Ciudad de Dios

Benjamín.—Ya acabó de oír, Estella, lo que dice el Guía. Siempre sale usted
perdiendo cuando pretende hacerme quedar mal. Yo, por mi parte, me
sostengo en lo que he dicho: el Guía está bravo y tiene razón.
Estrella relata que después de esta respuesta, Benjamín se puso de pie y se
acercó a ella con los brazos en jarras y sonriéndole con burla.
Benjamín.—Ya gané mi batalla bien ganada y me di la satisfacción de verles la
pena de mejilla a frente cuando el Guía les ponía en claro tantas cosas. Ahora
me voy a mi plano a descansar de este sombrero y de esta figura de hombre
grande que no me provoca volver a ponérmela. Adiós y hasta otro
sermoncito, que no lo pierdo.
Benjamín abandona el centro entre la sonrisa de todos nosotros que gozamos
de verdad con sus chanzas y que empezamos a comprender mejor cada vez la
morosa misión que lo trae hasta nosotros, desde su plano de paz, de nieve y
de luz, a hacer el payaso durante algunas horas.
Estrella.—Se fue Benjamín. Me molesta mucho, pero siento que cada vez que
deja de venir, hay un lugar vacío en mi contento.
El Guía interrumpe los elogios que la médium pensaba seguir haciendo de
Benjamín para advertirnos que como había trascendido a muchas personas la
noticia de que en el Centro se habían resuelto algunas consultas curiosas, era
necesario suspender completamente de hoy en adelante dichas consultas, aún
cuando fueran de los mismos asistentes. Esas preguntas—agregó—tuvieron
respuesta porque lo dispuso Quien me ha enviado, pero he recibido orden
contraria y la trasmito. Si, como es casi seguro, algunas gentes van a rogarles
que obtengan del Guía del centro respuesta para esta clase de preguntas, deben
rechazar su petición tratando de hacerles comprender, de buena manera, que
el Guía de este Centro no viene, al plano de la tierra a tratar asuntos
particulares sino a traer el mensaje de verdades que se refieren a mundos
donde las almas viven sin cuerpos humanos; que lo de la tierra se aprende en
la tierra, y que para satisfacer la curiosidad deben hacer uso de la inteligencia,
instrumento apropiado al efecto.
Un asistente.—Lo que acaba de decirnos nuestro Guía me impide consultarle
sobre el significado de un sueño extraño que tuve anoche y que recuerdo más
o menos claramente.
El Guía.—Conozco su sueño. Usted estuvo en su plano y allí, recibiendo
instrucciones sobre la evolución, oyó decir que para enseñar a algunos
hombres iba a provocarse una gran tempestad. El significado de este que no
fue un sueño sino una realidad, lo comprenderá usted con el tiempo; cuando
sea el caso lo recordará perfectamente. Por ahora sea esto suficiente.

Blas Hernández O.
318
La Ciudad de Dios

Estrella.—Será posible, nuestro Guía, que esta noche antes de que termine la
sesión, me lleve aun cuando sea un momento al plano blanco? Hace mucho
que mi espíritu no siente aquella paz, aquella alegría y aquella claridad de
conciencia que lo empapan allí.
El Guía.—Vamos, aun cuando no creo poder enseñarle nada esta noche de
aquellas cosas que se le ocurre aprender cuando estamos allá. La llevo porque
su espíritu se fortifica y esta fuerza refluye en su materia, que mucha
reparación necesita. Pero antes de irnos, vuelvo a recomendarle la puntualidad
para tomar el remedio. Cuando se acuerde de su mal sabor, combata la
repugnancia que le inspira pensando en que las enseñanzas tendrían que
suspenderse si su salud sigue así.
En el plano blanco el Guía y Estrella se instalan en lo que ella llama los sillones.
Estrella.—todos estos espíritus que pasan frente a nosotros y nos miran con
gran cariño, sin extrañeza ni curiosidad, saben que yo no soy un habitante del
plano sino que estoy todavía encarnado?
El Guía.—Sí; todos ellos saben esta circunstancia, como saben también qué
objeto la trae a usted a este su mundo. Esto no debe asombrarla, porque como
el Consejo del plano no recibe órdenes reservadas como ocurre en el astral,
todos saben lo que se ha dispuesto con su venida.
Estrella.—Entre tanto blanco como ha pasado frente a nosotros no he podido
conocer a Benjamín. Dónde estará? Yo quisiera saludarlo y pedirle excusas por
lo que le dije allá en el Centro. Cuando estoy aquí, comprendo mejor a
Benjamín.
El Guía.—Efectivamente, no ha pasado entre tantos blancos como hemos
visto de cerca esta noche, pero ahora no lo busque porque esta ocupado.
Benjamín trabaja mucho, como todos sus compañeros.
Estrella.—Yo quisiera que en una de esas venidas que hago al plano se me
ordenara no volver a buscar a ese cuerpo que deje allá en la tierra.
El Guía.—Y no piensa en su pequeño, en ese espíritu que vive de su cariño y
de sus cuidados, y en sus compañeros de Centro, que se verían en grande
apuro para librarse de la responsabilidad que les exigiera la justicia humana?
Estrella.—Por lo que hace a mi pequeño, le digo francamente, nuestro Guía,
que no me impresiona dejarlo. Cuando estoy aquí se llena mi espíritu de tanta
fe en el poder de las inteligencias que gobiernan los mundos y que velan por
los espíritus que evolucionan sumidos en la materia humana, que se esfuman
todo eso que nosotros creemos allá debilidad y desamparo. Además, tengo la
certeza de que desde aquí podría ayudarle mejor. Por lo que respecta a mis

Blas Hernández O.
319
La Ciudad de Dios

compañeros de Centro, el asunto cambia. La justicia los castigaría, ignorante


del origen de lo que ellos llamarían mi muerte. Cuántos delitos no serán de
esta índole y son castigados allá como verdaderos! Pero comprendo también
que la justicia humana obra usando de todo su conocimiento, buscando la
mayor suma de verdad en sus investigaciones para evitar una injusticia.
El Guía.—De manera que quedamos en que por ahora no es conveniente su
desencarnación. No piense usted en esto, que la orden se dará por Quien
corresponde, conforme a la justicia, en la hora, el minuto y el segundo
conveniente.
Estrella.—Muchas veces, allá en la tierra, he pensado cómo puede suceder que
haciendo tanto tiempo que el mundo se formó, hay espíritus que no cuenten
sino cuatro o diez desencarnaciones: Dónde estaban esos espíritus y qué
hacían?
El Guía.—Esa pregunta mas o menos igual la hicieron ya en el Centro, y hube
de contestarles de modo oscuro, incompleto. Las encarnaciones humanas del
espíritu están regidas por leyes muy complicadas, y la comprensión del estado
en que tales espíritus se encuentran antes de formar parte de la humanidad nos
llevaría tan lejos, que serían necesarias mas sesiones de las que han
transcurrido para penetrar un poco en el tema. Por lo tanto voy a declararle
que antes de llegar a un cuerpo humano, el espíritu ha recorrido en diversos
mundos toda la categoría de las formas inferiores y en esas encarnaciones ha
ido poco a poco—en el transcurso de años innumerables—capacitándose para
llegar a la expresión de conciencia y de libertad que hoy ostenta la humanidad.
Poco a poco el desarrollo de otras facultades en el hombre lo dotarán de la
capacidad de penetrar en este hoy por hoy misterio de su origen evolutivo.
Todo llega a tiempo para el hombre y todo, como he dicho ya, ha de ser
producto de su esfuerzo, propia conquista.
Estrella.—Nos ha enseñado nuestro Guía a distinguir la evolución del espíritu
por el color que presenta su periespíritu. Qué color tendrá el de los espíritus
que encarnan por primera vez?
El Guía.—El espíritu llega por primera vez a un cuerpo humano y allí, al hacer
uso por vez primera también de la libertad que le deja la conciencia, incurre
en errores o comete aciertos que determinan la vibración normal de su
periespíritu, vibración que, naturalmente, se corresponde con su densidad, es
entonces cuando la luz astral se refracta sobre ella dando esos colores que
usted ya conoce y que le sirven como de clave. Ahora: como es natural,
mientras más primitivo sea un espíritu, más cosas necesita aprender y mayores
y más frecuentes son sus equivocaciones. Ya puede deducir cuál será su color.

Blas Hernández O.
320
La Ciudad de Dios

Estrella.—Comprendo, nuestro Guía, que he formulado preguntas sobre


asuntos que no, pueden explicársenos todavía. Esto proviene de que durante
todo el día pensamos constantemente en las enseñanzas recibidas con ánimo
de buscar razones que las confirmen en nuestra inteligencia, y este ejercicio
nos lleva continuamente a descubrir aspectos de la vida del espíritu sobre los
cuales no tenemos la más remota noticia.
El Guía.—Sí; todo pasa como me lo ha relatado; ese ejercicio nada tiene de
reprobable; al contrario, en esa gimnasia se desarrolla la inteligencia y ese
desarrollo prepara el advenimiento de la mente superior con la cual podrán
ustedes capacitarse para esas elevadas conquistas de la verdad de los mundos
superiores.
Estrella pensaba continuar el interrogatorio, pero el Guía protestó. Era ya muy
avanzada la noche y los asistentes necesitaban algunas horas de sueño
reparador para desempeñar sus diarios deberes.
De regreso en el salón, uno de los asistentes manifiesta al Guía que se ha
impresionado vivamente con la noticia de la evolución de uno de sus amigos
desencarnado hace poco y a quien él juzgaba por lo menos en el plano blanco.
El Guía.—El concepto que usted tenía de su amigo estaba fundado sobre la
apreciación de los actos exteriores, y como su materia era buena, así aparecía
su espíritu a los ojos humanos. Pero otra cosa eran sus pensamientos y sus
intenciones; había en ambos soberbia, calculo torcido y muchas cosas más que
respondían a su evolución. La humanidad tendrá que convencerse de que no
se puede ocultar nada, absolutamente nada a los espíritus superiores
encargados de equilibrar momento por momento la armonía del universo. Tal
como son esas almas en el misterioso fondo de su conciencia, así aparecerán a
la vista de los Altos, y ellas mismas llegarán al convencimiento de su grado.
La sesión terminó a las dos de la mañana.

Blas Hernández O.
321
La Ciudad de Dios

SESION 28

Un espíritu interesante.
Estrella se entrevista con su madre en el Astral.
Benjamín y Estrella se conocieron en otras vidas.

N o hay demora alguna esta noche para principiar los trabajos, pues
apenas dormida Estrella declara que el Guía y Benjamín están en el
centro y le ordenan transmitirnos su saludo a los asistentes, saludo
que nosotros retornamos en la misma forma.
Benjamín.—Me creo en el deber imperioso de declarar, para que lo sepan los
asistentes, que mi presencia esta noche ha sido una verdadera sorpresa para
Estrella. Durante todo el día estuvo pensando en las reprensiones que hubo de
soportar la sesión anterior a causa de las rebeldías de su materia, y como este
recuerdo, naturalmente, vino acompañado de mis pronósticos, tuvo vergüenza
de la derrota sufrida y deseó ardientemente que no volviera yo a este sitio.
Pero una cosa piensan los médiums y otra los espíritus blancos. Cómo les
parece a ustedes, señores asistentes, la intención de la médium? Mañana desea
que el Guía no vuelva para que se le eviten esas penas de ver sus faltas
descubiertas.!
Estrella.—A mí no me llame médium, Benjamín! He repetido muchas veces que
si me someto a estos trabajos es porque mi espíritu así libremente lo quiere. Si
yo dejo mi materia en las horas que duran las sesiones, lo hago por un deseo
de que las verdades superiores que nuestro Guía viene a enseñarnos sean
conocidas un día por muchas almas que no se conforman con las verdades de
fe ciega predicadas por las religiones de culto externo. Sé que esas almas son
muchas y presiento en enorme beneficio que ha de aportarles una obra que se
escriba sobre estas enseñanzas. Yo no puedo llamarme, por consiguiente, un
médium, porque la humanidad traduce esta palabra por instrumento
inconsciente, por aparato mecánico para un espectáculo de farsa. Ahora creo
que me he explicado bien y que usted, Benjamín, no volverá a tratarme así.
Benjamín.—Muy elocuente, Estrella! Precisamente esa aclaración que acaba de
hacerme, en tono tan bravo, buscaba yo cuando la traté de médium. Queda
solo pendiente el asunto de su deseo de que yo no volviera. A eso, qué
contesta?
Estrella.—Que efectivamente fue así. Yo no soy un espíritu desencarnado:
tengo una materia verdaderamente no muy suave, que reclama sus derechos

Blas Hernández O.
322
La Ciudad de Dios

humanos a sentir pena cuando ve descubiertas sus debilidades. Comprendo, y


esto lo sabe usted tan bien como nuestro Guía, que esas lecciones que
humillan mi materia son provechosas en alto grado para mi espíritu y él, que
ahora le habla con su pensamiento claro, no siente ese deseo de su ausencia y
comprende perfectamente el provecho de sus visitas. Me he explicado?
Benjamín.—Sí, se ha explicado usted muy bien, Estella, y esta explicación la
redime de su pena ante los compañeros. Ahora, que quedamos de buenos
amigos, regreso a mi plano donde tengo muchas cosas que cumplir.
Y Estrella refiere, entre palabras de admiración, cómo la figura humana de
Benjamín se va esfumando lentamente a su vista, como si una mano invisible
borrara en el lienzo del espacio un boceto hecho d cartón. Primero han
desaparecido los ojos y luego la figura total, quedando en su lugar, como
surgida a un conjuro milagroso, su forma astral, blanca como la nieve y de la
cual se desprenden emanaciones de suave afecto que impregnan a la médium.
Estrella.—No se vaya usted, Benjamín; quédese así, entre nosotros, sin su
sombrero feo y sin chanzas agudas.
Pero Benjamín ya no responde. Se desprende de la tierra y como una nubecilla
impalpable se infunde en la infinidad del espacio.
Estrella.—Se fue Benjamín, nuestro Guía! Ahora vámonos nosotros tras él, y
cuando lleguemos al blanco lo hace venir a nuestro lado. Siento como un gran
deseo de ser amable con él para borrar la impresión que pudiera haberle
dejado esas rebeldías de mi materia.
El Guía.—No se explica usted, Estrella, ese afecto, esa atracción que siente
usted por Benjamín y sobre la cual ha pensado muchas veces sin que lo
comunique? Hoy me es permitido descorrer una punta de ese velo: Benjamín
fue, en la primera encarnación de usted, su padre. Ya con esa referencia se
explicará mejor muchas cosas suyas y de él.
Imposible describir la sorpresa que en todos nosotros dejó esta revelación.
Sumidos en el mundo del misterio hace ya tantos meses, yendo de sorpresa en
sorpresa, no hemos podido acostumbrarnos todavía a ver con tranquilidad
descorrerse la niebla de la ignorancia sobre nuestras aventuras a lo largo de la
cadena de las vidas.
El Guía y Estrella emprenden el viaje al astral. Por primera vez le permite a la
médium observar de paso el primer espacio, comprendido entre la tierra y el
plano inferior, espacio lleno de una profunda sombra que le hace lanzar
exclamaciones de horror. Los espíritus condenados a vagar como cometas sin
rumbo en aquel inmenso mar negro, lanzan frases de protesta contra el poder

Blas Hernández O.
323
La Ciudad de Dios

que ellos suponen los tiene confinados en ese sitio. Estrella suplica al Guía que
cierre sus ojos a esa visión que la llena de congoja.
Cuando entraron al plano gris, Estrella se sintió redimida de una pesadilla. La
luz gris opaca de aquel mundo que siempre la entristecía se le antojó la más
hermosa de las maravillas.
Estrella.—Sólo ahora, nuestro Guía, puedo apreciar la verdad que impregna
esas afirmaciones de los grises que, contestan a mis preguntas que están
contentos, muy contentos con su estado. Pero para llegar a ese conocimiento
es necesario haber visto ese cuadro dantesco que acabamos de dejar. Esos
espíritus no han llegado a la comprensión de que su estado, de que todos sus
padecimientos son obra exclusiva de sus mismas acciones, que ellos mismos
se han recluido en esa cárcel de sombras y que únicamente ellos, por su propio
esfuerzo, habrán de salir de allí. Cuánto tiempo tardarán en llegar a ese
convencimiento? Me figuro que años y siglos, muchos años y muchos siglos
en los que irán enebrándose, como en un hilo invisible, vidas torturadas, vidas
llenas del fatalismo creado por sus pasiones. Cómo quisiera yo que todos los
hombres estuvieran dotados de la facultad de abandonar un momento su
materia todos los días para venir, acompañados de un conductor instruido, a
estudiar en estos mundos, a ver con sus propios ojos interiores todo el drama
que los míos han visto!
El Guía.—Y sin embargo, ese buen deseo es irrealizable, porque el espíritu
poco evolucionado, aún cuando viera todo esto, no llegaría a la comprensión
que usted ha tenido del problema. Toda la clave reside en la claridad a que se
llegue en la inteligencia de esa palabra que como un manto infinito cobija las
miríadas de los mundos: EVOLUCIÓN!
Estrella guarda un momento de silencio. Su mirada recorre el gran panorama
del plano.
Estrella.—Aquél gris oscuro viene a buscarme. Le hablo yo primero o guardo a
que él cumpla con la orden que lo conduce hasta mí?
El Guía.—La idea que ha tenido usted de hablarle primero es la más acertada;
el gris que la busca esperará –tales son las instrucciones que recibió—a que
usted lo interrogue.
Conforme a la voluntad del Guía, apenas llegado el gris oscuro, la médium le
pregunta si se siente muy feliz con su nueva vida.
El gris oscuro.—Pudiera estarlo; todas las cosas de este mundo parecen haber
sido hechas para la felicidad de los que lo habitan, pero desgraciadamente me
acompaña el recuerdo de algunos cometidos en la tierra en mi última

Blas Hernández O.
324
La Ciudad de Dios

encarnación y tengo el conocimiento de todo el daño que esos actos causaron


y aún están causando. La memoria esa y el conocimiento a que me refiero no
me permiten ser completamente feliz como usted lo suponía. Sin embargo,
tampoco sería exacto si le negara que vivo contento. El solo hecho de no
hallarme encarcelado en ese cuerpo de materia humana me produce una
permanente satisfacción. Casi todos, cuando vivimos como hombres, hemos
soñado con tener alas para remontarnos en el espacio y huir, huir lejos del
bullicio de las sociedades donde luchan sin cesar tantas pasiones mezquinas.
Pues bueno: llegar aquí es haber realizado ese sueño.
Estrella.—Muy buenas cosas me ha dicho usted y muy bien he comprendido
ese estado en que vive. Ahora dígame, si puede, cuál fue el nombre que llevó
en su última encarnación
El gris oscuro.—La declaración de ese nombre está en mi voluntad, según
autorización de mis superiores, pero francamente vacilo un poco para darlo. Y
no crea que temo a que por su confianza a sus amigos, lleguen los que yo tuve
en esa ciudad a conocer el sitio en que me encuentro, mi evolución y mis
remordimientos; tal vez a muchos de ellos mi ejemplo les sería provechoso
para no sufrir estas mismas cosas; mi temor se relaciona con mis hijos; no
quisiera que ellos se dieran cuenta de mi estado. Si usted me permite no
revelar mi nombre, la complazco en su deseo.
Estrella le promete en su nombre y en el nuestro guardar esa reserva y el gris
oscuro nos revela su personalidad humana. En guarda de esa promesa su
nombre no figura en estas páginas, aún cuando sí consta en las actas
originales.
La entrevista con el gris oscuro termina después de unas confidencias que éste
le hace para que sean conocidas de su familia, y los viajeros astrales pasan al
plano azul.
Estrella.—Al llegar a este plano ahora he tenido la sensación de que entre sus
habitantes no hay ya amigos míos que lo hubieran sido en la tierra.
Seguramente esta sensación proviene de ver pasar tantos por mi lado sin que
ninguno me salude ni siquiera parece darse cuenta de que estoy aquí. Antes
ayudaba a algunos a evolucionar y venían a mi encuentro apenas llegaba para
pedirme ansiosos instrucción llegué a sentir por ellos un afecto grande como
yo creo que siente el artista aprendiz cuando al pasar por el parque de una
populosa ciudad se detiene un momento a contemplar la estatua en la que dio,
bajo la mirada protectora y severa del maestro, los primeros golpes de martillo
para conmover la piedra blanca que escondía el pensamiento de su instructor.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Pero no –continúa Estrella—me he equivocado; allá viene un azul pálido a


buscarme. Como si quisiera desmentir mis pensamientos, vino rápido y recto
hacía mí. Quién será?
El azul pálido.—Mucho ha sido su deseo, Estrella, de que alcanzara yo un
grado más de evolución, que ya lo he logrado. Al saber, hace un instante, que
usted visitaba nuestro mundo, he pedido autorización al Consejo para darle
esta noticia y me ha sido concedida. Gracias, Estrella, por su deseo.
Estrella.—Pero quién fue usted en la tierra, cuál era allí su último nombre?
El azul pálido.—Soy un espíritu. Qué mejor y más propio nombre quiere?
Mas ….no; ese solo y grande nombre no puede bastarle; usted está todavía
encadenada a la tierra y necesita el otro, el que me distinguía entre los
hombres: yo soy X.X.
Estrella.—Usted, mamá! Y yo que no adiviné, que no presentí siquiera! Que
alegría tan grande me trae la evidencia de su adelanto! Y cómo conocía usted
mi deseo por su evolución?
El azul pálido.—Nosotros conocemos los pensamientos y los deseos de los
humanos hasta donde nos lo permite nuestro grado de perfeccionamiento;
más allá está lo desconocido, lo insondable, lo misterioso, como dicen en la
tierra. Gracias a esa facultad, conocí su deseo y sentí alegría también y sentí
fuerzas para trabajar por llegar más lejos.
Estrella.—De modo que ahora puede decirme que es muy feliz? Dígamelo para
tener ese consuelo cuando me reintegre a mi cuerpo humano.
El azul pálido.—Quisiera decírselo así, Estrella, pero no sería exacto. Todavía
tengo una pena, pero esto no debe preocuparla: me mortifica el saber que su
materia no es sumisa hasta el punto que debiera, a las insinuaciones de su
espíritu.
Estrella.—De manera que soy yo la causa de esa intranquilidad que le resta!
Pues bien: le agradezco esa revelación y el recuerdo de ella será el arma que
de ahora en adelante habré de usar para combatir esa materia; es la mejor, la
más eficaz de las armas que usted me ha dado: el amor. Por él nos hemos
extraviado todos y, cosa interesante, por él nos hemos de redimir muchos.
El espíritu de la madre de Estrella se retira para ceder el turno a otro de su
mismo grado que tenía algo que hablar con la médium. Era el de la hermana
de la dueña de la casa y deseaba tratarle un asunto íntimo.

Blas Hernández O.
326
La Ciudad de Dios

Cuando volvieron a quedar solos, el Guía notificó a su discípula que era


necesario continuar el viaje hasta el blanco, cosa que realizaron
inmediatamente.
Estrella.—Aquí sí nos podemos sentar, nuestro Guía. Y ahora que lo hemos
hecho, debíamos llamar a Benjamín para que se situara a mi lado. De cuántas
cosas hablaríamos entonces!
El Guía.—Déjese de pensar en que Benjamín pueda venir ahora; él está
cumpliendo con otros deberes, muy importantes también, que no le
permiten acceder a su deseo. Hablemos, pues, los dos, pero procure que esa
conversación sea corta. Al traerla aquí no ha sido con el fin expreso de darle
enseñanzas especiales, como otras veces, sino para que las vibraciones de este
plano amortigüen un poco las emociones que le dejó la entrevista con su
madre y le lleve a su materia, al regresar al Centro, nuevo vigor, más salud.
Estrella.—Voy a exponerle a nuestro Guía tan solo una de las dificultades que
en mis meditaciones sobre sus enseñanzas se me han presentado. Y créame,
me da pena hablar de dudas ya que precisamente soy la menos autorizada para
tenerlas, porque entre mis compañeros sólo yo he visto. Sin embargo, esta vez
tengo una disculpa: las cosas de que voy a tratarle no han sido halladas por mí
en los planos. Este es el asunto; comentaban conmigo dos de los asistentes
algunas respuestas que en conferencias privadas les dio nuestro Guía, y de tales
respuestas se deduce que no solamente les aplaudió sino que –valgan las
afirmaciones que me hicieron—nuestro Guía les recomendó la práctica de
algunos ritos religiosos. Varios meses hace ya que nuestro Guía me trae a estos
mundos supraterrenos; en casi todos esos viajes he hablado con espíritus de
las diferentes categorías que los habitan; he estudiado en innumerables
aspectos los senderos del perfeccionamiento y nunca he hallado que ninguna
religión de la tierra posea toda la verdad y mucho menos sea la guardadora de
la llave de la salvación, como allá se entiende esta palabra. Por qué entonces
esas afirmaciones y esos consejos, nuestro Guía?
El Guía quedó un momento silencioso. Tal vez con su mirada sabia y
luminosa contempló una vez más el drama de la humanidad que se debate
entre la duda y la fanatismo, entre el amor y el odio, con divisas y banderas de
combate, creyendo cada cual representar la Verdad y abrogándose el título de
comisionado para destruir a su adversario, el Error, que para cada uno de los
combatientes está encarnado en todo el que no lleve su misma divisa.
El Guía.—Es verdad, Estrella, lo que le refirieron esos dos asistentes. Ellos
tienen fe en su religión, fe profunda y pura, y qué mejor camino para el
espíritu que buscar el bien donde su capacidad inteligente pueda hallarlo? Hay

Blas Hernández O.
327
La Ciudad de Dios

en la tierra hombres que tienen la resistencia física necesaria para escalar los
grandes nevados desde cuya cumbre se domina un inmenso panorama que
llena de emociones indescriptibles el alma de quien pueda contemplarlo. Para
esos hombres el mundo es más amplio, más complicado y más hermoso. Para
los otros, que no pueden subir a la cumbre nevada y viven en el valle, el
horizonte es más limitado, pero será por eso menos hermoso y menos real su
mundo? Los caminos de la evolución son innumerables, porque cada espíritu
va trazando el suyo conforme a su libertad y todos ellos, tarde o temprano,
llegarán a la cumbre. Cada hombre va iluminando su camino con la misma
llama que va adquiriendo, y la llama del uno y la de todos es fuego de la
misma vida. Esos compañeros suyos han escogido el sendero de la devoción
religiosa; todo en sus organismos físicos y en sus almas está sensibilizado para
esa clase de vibraciones, y sería no solamente inútil sino nocivo para su
evolución cegarles su sendero. Al dictar mis enseñanzas en el Centro, no he
podido menos que contestar a esas preguntas de carácter religioso porque así
era necesario para bien de sus espíritus. Mis enseñanzas se refieren únicamente
a la vida del espíritu desencarnado en los planos astrales y a las maneras de
evolución en esos mismos mundos.
Estrella.—Y siendo así, nuestro Guía, que hay almas que siempre estarán
apegadas a las enseñanzas y al cálculo de las religiones, cómo podrán adquirir
un exacto conocimiento de las verdades de esos mundos que hemos visto?
El Guía.—Usted ha podido observar que, excepción hecha del plano inferior,
todos los pueden seguir progresando en el conocimiento en sus planos y
avanzando a grados cada vez más superiores. Aquellas de que hablamos, al
venir a estos mundos, encuentran que muchas de sus creencias allá en la tierra
no parecen realizadas en su nuevo mundo; esto las mueve a la meditación, y el
consejo oportuno de sus compañeros más avanzados hace fructificar en
conocimiento aquella meditación. No hay que olvidar, Estrella, que todas las
religiones positivas que viven en la tierra tienen en su esencia la verdadera
revelación; lo que ocurre es que las modificaciones que de tal revelación han
hecho los hombres para convertirlas en fuentes de especulación, han ocultado
la verdad esencial bajo grandes y oscuros velos de absurdo. Al llegar el alma a
los mundos astrales, los velos empiezan a desvanecerse y la forma tosca e
inútil debajo de la cual yacía la verdad, va cayendo poco a poco de esas
conciencias que la luz de lo superior ilumina entonces.
Estrella.—Ahora comprendo perfectamente su actitud, nuestro Guía; sólo
siento que al bajar al Centro y sumirme en mi materia humana, esos
razonamientos que comprendo tan bien se oscurezcan a causa de la enorme
relatividad de mis conocimientos allí. Es una gran tragedia esta, nuestro Guía,

Blas Hernández O.
328
La Ciudad de Dios

que la máquina humana no pueda verter a su idioma de formas habladas


todo, absolutamente todo lo que el espíritu dicta.
El Guía.—Comprendo que usted tiene deseos de formularme más preguntas,
pero es indispensable regresar al Centro porque se hace tarde para que tanto
asistentes como usted disfruten de las horas de sueño que reparan las fuerzas
materiales que necesitan mañana en sus trabajos. Otra vez hablaremos, si me
fuere permitido de estas mismas cosas.
Una vez de regreso al salón de sesiones, el Guía se despide recomendándonos
meditación sobre todas las enseñanzas recibidas, y cita día y hora para la
próxima reunión.

Blas Hernández O.
329
La Ciudad de Dios

SESION 29

Un aniversario en dos mundos.


Una lección de obediencia y de amor a la humanidad.

U no de los asistentes que conoció en su última encarnación terrena a


quien es hoy nuestro Guía, recordó que hoy era el aniversario de su
desencarnación, y al saberlo todos, pensamos en verificar una sesión
con el propósito de expresarle la alegría que inundaba nuestras almas el
recuerdo de ese instante en que su espíritu abandonó la prisión humana para
remontarse, libre y luminoso, al mundo de los superhombres.
Para verificar la sesión citada por el Guía faltaban todavía dos días, y con un
poco de temor de que nuestro llamamiento no fuera atendido, hicimos la
evocación, pidiendo fervorosamente al Logos, o sea al dios de quien depende
directamente el gobierno de los altos espíritus, concediera al Guía la
autorización de venir a nosotros para escuchar la felicitación de nuestras
almas.
Enorme expectativa que se traduce por un silencio profundo, llena
completamente los minutos que transcurren entre la evocación y el anuncio de
Estrella de que un espíritu blanco desciende de las inmensidades hasta
nosotros.
Benjamín.—Es mi saludo el que debía llegar primero a ustedes esta noche, pero
esta vez no vine acompañado, como en varias ocasiones, del anuncio de
represión por descuidos, por olvido de las enseñanzas y otras causas; mi
saludo es esta noche el heraldo de otro que ustedes esperan con ansiedad: del
saludo del Guía, quien no demora en estar entre todos nosotros.
Estrella.—Y por qué dice usted entre nosotros, si no está encarnado ni la visita
de nuestro Guía es para usted? Le aseguro que estando tan cerquita a su
plano, no ha tenido la ocurrencia de felicitarlo hay como nosotros!
Benjamín.—Ya no sé como lidiar a esta médium! Si vengo con chanzas, le
parece intolerable que un espíritu de mi evolución no hable siempre en serio,
como esta noche o como aquella otra en que le anuncié un regañito del Guía,
entonces es ella la que busca las maneras de hacerme perder la seriedad! Pero
esta noche se equivoca, porque vengo resuelto a permanecer muy severo, a fin
de no causarle otro dolorcito de cabeza como el de hoy a medio día.
Estrella.—Usted no puede dejarme en paz! Bueno, sí, me dolió la cabeza!

Blas Hernández O.
330
La Ciudad de Dios

Benjamín.—Le dolió la cabeza, pero no es esto lo más grave no lo que yo he


querido hacer saber a los asistentes para que vayan conociendo a este
blanquito encarnado. Como usted no tiene intenciones de referir la historia de
ese dolor, me obliga a decirles que lleva usted algunas discusiones hasta el
extremo de alterar la temperatura normal de su cuerpo y provocar malos
resultados para el alma y para el sistema nervioso. Ahora ya quedo tranquilo
porque ese cuentecito me estaba provocando mucho echarlo a volar.
Estrella.—Muy bien, Benjamín, ya hizo su gusto. Ahora dígame por qué se
habrá demorado nuestro Guía?
Benjamín.—Porque, de paso, tiene que hacer algunas invitaciones. Me olvidaba
decirles que el Guía vendrá con dos espíritus mas: uno del sitio donde él reside
y otro del blanco.
Estrella.—Y quién será ese del sitio de donde nuestro Guía vive?
Benjamín.—Uno de tantos de los que hay allá!
Estrella nada replica a Benjamín porque en este momento sus ojos espirituales
se fijan en un espectáculo grandioso, emocionante como ninguno: en la
inmensa, en la infinita lejanía del espacio, se ven bajar hacia el Centro varios
espíritus. Estrella, entre exclamaciones de indescriptible alegría los va
enumerando: adelante vienen tres azules y arriba, siguiéndolos a alguna
distancia en su descenso, cinco blancos; dos brillan como Estrellas de luz
inconfundible y ella adivina que esos dos últimos, conforme lo ha anunciado
Benjamín, son el Guía y su radiante compañero.
Ya han llegado al salón y los comentarios, listos a brotar de nuestros labios,
desaparecen en el silencio de la expectativa. Estrella se ha quedado muda
también. El Guía es quien rompe el cristal de nuestra emoción.
El Guía.—Inútil es que me repita el objeto de su llamamiento de esta noche: lo
estoy leyendo ahora mismo en sus corazones y en sus mentes y me fue
permitido escucharlo también cuando él pasaba, raudo, a través de mi mundo
hasta donde reside la grandeza indescriptible del Logos.
Muchos años se cumplen hoy, conforme a la humana concepción del tiempo
en que mi alma abandono su cuerpo humano para remontarse a los
grandiosos mundos del espíritu, que desde entonces no he vuelto a abandonar
un solo instante porque, como ya lo he dicho, donde quiera que el espíritu
desencarnado se encuentre, sea cual fuere el trabajo que se halle
desempeñando por voluntad de la Superior Inteligencia en cualquiera de los
mundos, su conciencia está disfrutando del ambiente y de la felicidad de su

Blas Hernández O.
331
La Ciudad de Dios

plano. Y el secreto – para ustedes—de esta bilocación de la presencia y de la


actividad espiritual reside en la realidad inabarcable del Absoluto.
Muchos de ustedes, si no todos, al meditar, a la luz del conocimiento que ya
tienen de los destinos supraterrenos del espíritu, habrán tenido la idea de que
si yo recuerdo mis tiempos de vida humana, ese recuerdo ha de ser como la
memoria de un tiempo lleno de oscuridad y de congoja, y que siento hacia la
materia viva repugnancia. En primer lugar, esos sentimientos desagradables ya
no existen entre los que habitamos esos mundos; en segundo lugar, la
conciencia que tenemos allí de la evolución hace que veamos esa épocas
lejanas la con la misma suave tolerancia con que un hombre maduro
rememora los tiempos de la escuela, sus errores, sus alegrías y sus
sufrimientos; entonces el cuerpo se convierte en el instrumento que nos sirvió
para desarrollar nuestras fuerzas latentes, instrumento maravilloso capaz de
modular el canto del espíritu con todas sus innumerables modulaciones.
Esta noche—continúo el Guía tras una leve pausa—instantes antes de que el
llamamiento de ustedes cruzara esos mundos, recibía yo la orden de ir, por vez
primera, ante la presencia del Logos. Inútil es tratar de expresar en el lenguaje
humano lo que para mi espíritu significaba la realización de este anhelo, que es
de una magnitud que solo desde ese sitio donde ahora resido se pueda medir.
Y me preparaba para el ansiado viaje cuando el llamamiento de ustedes llegó.
Y el Logos lo juzgo justo y en respuesta otra orden descendió hasta mí desde
su trono: debía aplazar mi visita sus a mansiones para venir a este salón donde
sus almas me llamaban.
El Guía vuelve a interrumpirse un momento. Sobre nuestras almas pesa la
enorme noticia de aquel incalculable renunciamiento a que nuestro deseo de
escucharlo sometió al instructor cariñoso, noble, sabio y paciente. Y sentimos
como una enorme tristeza por esa egoísta alegría que quisimos darnos.
Pero el Guía habló de nuevo: Y no vayan a creer ustedes, por lo que acabo de
relatarles, que su llamamiento me produjo por esta circunstancia dolor o
fastidio; no; mañana o cuando El lo quiera y lo juzgue justo, iré a inundarme
en la luz de su presencia. He venido en cambio aquí con la misma alegría, con
la misma buena voluntad con que hubiera ascendido. Y aquí estoy, en el seno
de ustedes, siempre listo, alegre para proporcionar a sus espíritus todo el bien
que pueda darles, todos los conocimientos que haya adquirido y que se me
autorice para trasmitirles. Así, pues, yo les doy mis agradecimientos por su
felicitación y sólo deseo que sus vidas humanas sean para ustedes a cada
instante que transcurra fuentes claras e inagotables por donde corra hasta el
seno de sus almas el manantial infinito de la Verdad, que es conocimiento y
que es liberación.

Blas Hernández O.
332
La Ciudad de Dios

Ahora pasemos a otra cosa: en algunos de los asistentes, incluyendo la


médium, hay gran curiosidad por conocer los espíritus que me han
acompañado y que, por orden que traen, no han podido adoptar su forma
humana.
El Guía va diciéndonos uno a uno los últimos nombres que llevaron en la
tierra. Todos han concurrido una o dos veces al Centro, ya para satisfacer el
deseo de un pariente entre los concurrentes a la enseñanza, bien para ser un
ejemplo vivo de una de esas enseñanzas. Sólo se nos reserva el nombre que
llevó el radiante compañero de plano del Guía. Cada uno de ellos, al ser
identificado, trasmite al Centro un saludo y su despedida y regresa
inmediatamente a su mundo.
Cuando sólo quedaron en el salón los dos radiantes acompañados de Benjamín,
la médium insiste en que el Guía nos de el nombre de su compañero.
El Guía.—Su insistencia, Estrella, no tiene más fondo que una simple
curiosidad. Mi compañero de sitio no fue conocido en su última vida humana
por ninguno de los aquí presentes, ni dejó huella alguna de esas que perpetúan
la memoria entre los hombres para que pudieran identificarlo. Abandonó su
cuerpo esta vez siendo todavía un niño.
Estrella.—Yo quisiera, nuestro Guía, verlo en esa forma humana que dejó. Será
posible?
El Guía.—Tal vez en otra ocasión, si le es permitido volver. Por hoy no se
puede.
El radiante se dirige a la médium para que nos trasmita su despedida. Vino a
saludarnos y a acompañar al Guía esta noche a recibir nuestra felicitación.
Solos ya el Guía y Benjamín, cada uno de nosotros va expresándole al primero
lo que su alma siente por este aniversario, palabras salidas de lo íntimo de
nuestros corazones y que el Guía escucha silenciosamente, sin interrumpirlas,
dejando que ellas broten de nuestros labios y vayan a él con la misma
naturalidad, con la misma sinceridad con que nacieron.
Torna el Guía a darnos las gracias y por último nos da sus sabios consejos: es
necesario que nuestros pensamientos sean siempre de bien y estén inspirados
en un intenso amor a la humanidad; es indispensable que nuestra voluntad—
toda nuestra voluntad—esté lista a cada instante para laborar tanto en nuestro
perfeccionamiento como para secundar las empresas de los hombres que
tienden a elevar y purificar el conocimiento de las verdades trascendentales. Es
necesario –nos repite—buscar el perfeccionamiento individual para que,
penetrando sus espíritus mas en los conocimientos superiores, puedan hacerse

Blas Hernández O.
333
La Ciudad de Dios

en proporción más eficaz sus servicios para el avance de la evolución


universal.
Antes de despedirse, el Guía ratifica sus disposiciones para la próxima sesión.
Estrella los ve perderse luego en la lejanía
Son las doce de la noche.

Blas Hernández O.
334
La Ciudad de Dios

SESION 30

Un intruso que no es necio.


Un nuevo Benjamín.
Una nueva reprensión para Estrella.
La inutilidad de pedir perdón.
Lugares de purificación.

A la hora citada y con los asistentes ordinarios, dimos principio a los


trabajos de esta noche. Estrella anuncia que tiene a su vista un
espíritu azul medio que muestra deseos de comunicar alguna cosa, y
pide al evocador autorización para entenderse con él.
A pesar de la evolución que tiene el espíritu que solicita se le atienda, el
evocador ordena a la médium que antes de que exponga los asuntos que trae
para comunicarnos, declare de orden de quién se presenta.
Estrella.—el azul medio declara que ha venido a este Centro por propia
voluntad, porque los espíritus no están prisioneros en su plano.
El evocador.—Manifiesta usted, Estrella, a ese espíritu que nosotros no
estamos reunidos aquí en espera de los espíritus que quieran venir a
comunicarse con nosotros; que este Centro funciona con fines más serios de
investigación y que, por consiguiente, puede retirarse, ya que en uso de la
misma libertad que el tuvo para venir a este sitio desde donde se hallaba,
nosotros estaremos resueltos a no atender sino al Guía de este centro o a
quien él autorice para reemplazarlo.
Estrella trasmitió la voluntad del evocador y el azul medio, sin protesta,
abandonó inmediatamente la estancia.
Estrella.—Se fue el azul y ahora acaba de llegar un espíritu blanco que no
puedo identificar como ninguno de los que me son conocidos.
El blanco.—No se preocupe usted porque no pueda identificar mi última
personalidad humana. Creo yo que las enseñanzas que ustedes todos han
recibido del Guía me autorizan para esperar que la demostración de mi
evolución sea suficiente para infundirles la confianza que necesitan. He venido
aquí porque el Guía me lo ha exigido.

Blas Hernández O.
335
La Ciudad de Dios

Al comunicarnos las anteriores palabras del desconocido visitante del blanco,


la médium lo hace ahuecando cuanto puede la voz para darle mayor volumen
y pronunciando pausadamente las palabras.
El evocador.—No será usted el espíritu de Benjamín Peña?
El espíritu blanco.—Conozco a este compañero de plano a quien usted se
refiere; sé también que él viene con el Guía a casi todas las sesiones del centro,
pero no fuimos siquiera conocidos en nuestra última encarnación. A pesar de
todo esto, bien pueda llamarme Benjamín sin temor a equivocarse.
Esta declaración es suficiente para que nosotros identifiquemos al visitante
cuyo verdadero nombre reservamos porque aún viven en la ciudad sus
parientes muy cercanos, y sus actuaciones como hombre de gran actividad
social están vivas en la memoria de muchos hombres que las discuten
dándoles distintos valores.
Estrella.—Sabe usted algo de nuestro Guía? Por qué se ha demorado tanto en
venir esta noche?
El espíritu blanco.—El Guía está lejos, muy lejos de aquí, en este instante,
realizando un trabajo que no me está permitido revelar.
Estrella.—Y no podría yo, si usted me acompaña, salir a su encuentro? Mi
espíritu puede ya abandonar sin esfuerzo alguno la materia, y si usted me
conduce por esos caminos de luz que llevan de un mundo a otro, le daríamos
al Guía la sorpresa de encontrarnos en el blanco esperándole. Yo creo que no
le desagradaría que le evitáramos el viaje hasta aquí.
El espíritu blanco.—Su propuesta es bastante atrayente y no me parece
irrealizable, pero no tengo autorización de secundarla. Lo mejor que podemos
hacer es esperar aquí al Guía.
Estrella.—No insisto, Benjamín, porque estoy ya acostumbrada a saber que lo
que dice un espíritu de su evolución, eso hace. Pero para entretener el tiempo,
me va ha permitir ser un poco curiosa. No quisiera usted contarme cómo
juzga hoy muchos de sus actos humanos cuyas consecuencias viven todavía en
el seno de la sociedad donde usted actuó tan intensamente?
El espíritu blanco.—Nada tengo que decir de mis actos humanos hoy día; los
que usted califica como trascendentales para esa sociedad, corresponden a la
misión que mi espíritu trajo a la tierra en esa encarnación; al ejecutarlos pude
haberme equivocado en detalles de procedimiento, pero su esencia, que es
precisamente la que está hoy obrando y que usted ha notado, esa esencia, es
como le digo, está bien así. En los hechos de los hombres podemos distinguir
también dos partes; cuerpo y alma. El cuerpo de las acciones humanas viene a

Blas Hernández O.
336
La Ciudad de Dios

formarlo la manera como ellas se realicen y que siempre deben acomodarse a


las circunstancias, y costumbres de los pueblos y de las sociedades en el seno
de las cuales aquel acto vaya a nacer, a efectuarse; la otra parte del acto, a la
que he llamado el alma, es su esencia, la semilla, el germen fecundado que el
espíritu que lo lanza siembra para el bien o el mal de mañana en esos pueblos
y en esas sociedades. Esta esencia de los actos es la que hace responsable de
ellos—en sus consecuencias—al espíritu que los ejecuta, y esa esencia es
siempre acorde con la evolución del espíritu encarnado. De ahí que los actos
no pueden juzgarse en sí mismo, atropelladamente, apenas se ejecutan, sino
que deben examinarse en sus consecuencias y averiguar bien, con
detenimiento, con imparcial criterio, si son un bien o un mal positivo para el
adelanto de quienes los sufren. Por supuesto que no me refiero aquí a esos
actos que por sí mismos llevan el sello inequívoco del daño, como la supresión
de la vida de otro ser humano, sino aquellos otros que el hombre comete en
uso de su posición como miembro vivo e importante de una colectividad
humana que actúa en la vida por la civilización y el adelanto de un pueblo, de
una nación o de una raza y que yo llamaría, si estuviera encarnado, actos
mayores de u hombre.
Estrella comprendió que esta respuesta estaba un poco mas allá de sus alcances
humanos y se guardó bien de hacer una nueva pregunta que pudiera traerle
explicaciones más complicadas.
El espíritu blanco.—Comprendo que la respuesta que acabo de darle no
correspondió a la intención de su pregunta: usted quería de mí algo concreto,
pero que vamos a hacer si los espíritus de mi clase debemos atenernos en la
mayor parte de nuestras actuaciones a las instrucciones que nos vienen de
aquellos que saben más que nosotros. Y no crea que por esto nuestra libertad
no existe; al contrario, existe y en un grado tan extenso como no es posible
imaginarlo a los hombres. Pero hay circunstancias, como esta, en que la obra
que se está realizando tiene finalidades cuyo secreto pertenece a la Inteligencia
que las dirige y que las ha creado, y entonces los espíritus que accidentalmente
intervenimos hemos de atenernos a las instrucciones que se nos impartan.
Qué se yo, por ejemplo, de las últimas finalidades que el Guía se proponga con
este centro? Sé yo acaso si las enseñanzas que él ha venido dándoles son
originadas de un propósito propio o delegado? Actúa él por sí mismo o en
representación de una Inteligencia y de una voluntad todavía superiores a las
suyas? Nada de esto sé ni debo averiguarlo. Por eso, cuando usted, Estrella, me
formuló su pregunta, tuve enseguida la instrucción conveniente para presentar
determinado aspecto de la cuestión que se me averiguaba.

Blas Hernández O.
337
La Ciudad de Dios

La plática del espíritu blanco se vio interrumpida repentinamente por la


llegada de Benjamín Peña.
Benjamín.—Cuánto he tenido que correr desde mi plano a este centro para
evitarle apuros a mi compañero! Esta médium—aun cuando no le guste la
palabrita—cuando empieza un interrogatorio no acaba nunca. Al fin,
encarnación de mujer con tendencias agudas a penetrar en las vidas ajenas. Si
yo me hubiera dejado llevar por sus pregunticas, ya sabrían los asistentes del
centro toda la serie de mis vidas pasadas con filiación, hechos y dichos de
mayor y de menor cuantía!
Estrella.—Siempre buscándome la discusión! Y se olvida hasta de saludar a los
asistentes, cosa que jamás hace nuestro Guía! Con que, averiguando vidas! Y
qué le he preguntado yo de las suyas? A lo menos la última suya no me intriga,
porque en ese país donde usted desencarnó los hombres usan sombreros tan
tremendamente feos, que si la indumentaria corresponde a los rostros y a las
costumbres, mejor es ignorarlo todo. Y debe saber--amigo Benjamín—que su
compañero no estaba en ningún apuro por culpa mía. Nos estaba dando
explicaciones muy serias y muy interesantes sin que lo fastidiáramos por ello.
Por lo visto es usted el único blanco que acostumbra la broma.
De repente la médium interrumpe para preguntarle a Benjamín si es él quien
está influenciando su materia para impedirle recibir los pensamientos de su
espíritu y trasmitirlos.
Estrella.—Lo que esta ocurriendo a mi materia en este momento es
absolutamente nuevo para mí. Pensaba seguir mis bromas con usted, Benjamín,
pero mis órganos bucales se negaron a pronunciar las palabras que yo quería.
Dígame si es usted el que está dominando mi materia.
Benjamín.—No sé qué es lo que está ocurriendo y mucho menos puedo darle
razón quien es el causante de ese fenómeno. De todos modos, me alegro
bastante de que no pueda seguir molestándome.
Estrella.—Será nuestro Guía? Esa influencia siento yo que me viene de un sitio
detrás de la silla donde está sentado mi cuerpo.
Benjamín, según relata la médium, se ríe de buena gana de su perplejidad y le
repite que no sabe quién está dominándole de tan poderosa manera la
materia. Estrella, para solucionar el conflicto, hace un violento esfuerzo para
mirar detrás de la silla y allí, a un lado, descubre al Guía que la mira muy
seriamente.
Estrella.—Ah! Era nuestro Guía! Pero por qué me mira así, tan serio como
nunca?

Blas Hernández O.
338
La Ciudad de Dios

El Guía.—Trasmita usted mi saludo a los asistentes. El suyo lo demoro para


otra ocasión.
La médium cumple con la orden de su maestro, pero en su voz y en las
facciones de su rostro, que se han llenado inmediatamente de tristeza y de
angustia, se revela a las claras la emoción profunda que le ha causado aquella
severidad inesperada del Guía.
El Guía.—Se hace necesario que yo explique a los asistentes mi actitud para
con Estrella. Hace ya muchos meses que, conducida por mí, recorre ella esos
mundos de las almas y aprende allí con su propia inteligencia y ve con sus
propios ojos espirituales, cómo viven las almas, cómo sufren y cómo gozan y
desean; ha estudiado las distintas clasificaciones en que aquellas almas se
hallan agrupadas conforme a sus conocimientos, de acuerdo con su evolución,
y ha sabido con evidencia que muchos desearían para sí, cómo se gobiernan
esos mundos por los espíritus superiores. Después de todo esto no está bien
que ciertas vacilaciones, ciertos pensamientos sean aceptados por su espíritu.
Estrella sabe perfectamente a que me he referido y no creo que convenga en
que eso llegue a conocimiento de sus compañeros.
La angustia de Estrella ante la amenaza que acaba de formular el Guía no tiene
limites; sus manos se extienden suplicantes hacia el sitio donde éste se
encuentra, y con voz temblorosa le suplica que guarde silencio.
El Guía, sin responder directamente a la petición de la médium y sin
abandonar su tono severo, continuó:
Algunos de ustedes, inclusive Estrella, han podido creer que con el solo hecho
de conocer esas verdades superiores que les he enseñado, basta para que el
espíritu se halle libre de luchas y de equivocaciones, y conociendo, como ha
sido permitido que conozcan, la evolución de sus espíritus, han tenido la
curiosa idea de que todos los actos, todos los pensamientos inconducentes
que cometan o tengan, en nada perjudican al espíritu: son asuntos de mi
materia, se va diciendo cada uno para disculpar, para ocultarse así mismos la
debilidad de la voluntad, la flaqueza de la convicción y dar rienda suelta a la
pasión o al capricho. Y qué gran equivocación entraña una conducta así!
Precisamente el conocimiento que ustedes tienen ya de esos mundos hace
más grave para sus espíritus la caída en defectos cuyas consecuencias han visto
ya a través de la distancia y del tiempo. La puedan responsabilidad de los
actos—no lo olviden—está en razón directa de la extensión de la conciencia.
A mayor conocimiento corresponde mayor responsabilidad. Así como al
obrero que, supliendo la maquinaria que no tiene, realiza una obra con solo la
constancia y el ingenio para llevarla a la mayor perfección posible, se le

Blas Hernández O.
339
La Ciudad de Dios

disimulan los trazos que dejó toscos, a otro, que dispone de instrumentos
apropiados, se le pide la obra acabada y el menor detalle imperfecto puede
anular su trabajo, así también ocurre con el espíritu. Quien apenas va
buscando el sendero a la luz de una conciencia tosca, puede muy bien caer a
cada paso y la responsabilidad de su caída es relativa, pero el que va iluminado
por una conciencia amplia, brillante, tiene la obligación de conocer todos los
salientes del sendero y colocar el pie en terreno firme, dominando y salvando
las asperezas.
El Guía hizo una pausa y luego continuó: Muchos de ustedes, que llevan un
espíritu bastante evolucionado, no pueden ignorar que si es verdad que la
materia tiene sus derechos durante los años de vida que pasa asociada con el
espíritu humano, esos derechos tienden siempre, como toda fuerza, a
desarrollar la mayor amplitud de potencia de que son capaces y corresponde a
su compañero, el espíritu, fijar por medio de la voluntad el radio de extensión
en que deben cumplirse esos derechos, conforme a las finalidades de la
evolución. Tolerar que las pasiones inferiores se desmidan y que lleguen a
imponer sus caprichos a la esencia superior, es una falta que para todos los
encarnados tiene graves consecuencias. Los mismos blancos encarnados han
de sufrir el fruto de esos dominios inferiores y hay un sitio que no me es
permitido mencionar ni describir, donde esos blancos reciben la recompensa
de su debilidad. Las pasiones inferiores no son otra cosa que tendencias
puestas por el Pensamiento Supremo en cada átomo de materia para el
sostenimiento, desarrollo y propagación de la vida, que es el vehículo –en el
tiempo limitado—del perfeccionamiento del Universo para cumplir los
misteriosos destinos a que lo ha llamado el Padre: pero es labor del espíritu
impedir que esas fuerzas desborden y tomen los senderos oscuros de la
destrucción. Dominar esas fuerzas, conociéndolas, y encauzarlas por el
camino luminoso que indican las más elevadas cumbres de la conciencia
individualizada en el hombre, es precisamente la labor a que hemos venido
todos a la tierra. Cómo puede concebirse que precisamente porque la
evolución a que algunos han llegado es considerable, vaya ella por lo mismo a
librarlos del dominio que deben ejercer sobre las fuerzas inferiores?
Estrella aprovecha un nuevo silencio del Guía para rogarle no vaya a revelar a
los asistentes su falta y para prometerle, con el acento mas firme, que de hoy
en adelante su espíritu, velará constantemente sobre los pensamientos que su
materia formule con el fin de llevarla a cometer errores. Le arguye también
que su espíritu anhela siempre el bien, busca, por todos los medios que tiene a
su alcance, su progresivo perfeccionamiento, pero que hay ocasiones, como la

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

que tantas censuras le ha traído hoy, en que la voluntad no es suficientemente


fuerte para vencer al yo inferior.
El Guía.—Y dónde estaría el mérito de la victoria sino existiera la lucha?
Solamente los grandes espíritus han podido vencer suficientemente el deseo
hasta el extremo de que sus reapariciones, si acaso las hay, sean tan débiles
que baste un mínimo esfuerzo para volverlas a su cause normal. Pero esta
altura sólo la han conseguido, como hombres, muy pocos, tan pocos, que a lo
largo de la existencia del planeta puedan contarse con unas cortas cifras. El
resto de la humanidad vive y ha vivido y vivirá por mucho tiempo todavía en
materias robustas donde el impulso de la responsabilidad—esa ilusoria
individualidad—quiere imponer su sello a todos los actos y pensamientos.
Cuál es el hombre, preguntaría yo a pueblos y razas enteros, que no se sienta
lastimado por los actos y las palabras de sus semejantes que portan de un
concepto de la vida distinto al suyo?
Viven los hombres chocando con sus opiniones y con sus ideas contra las
opiniones y las ideas de los demás, y esto proviene del egoísmo que lleva a
cada uno a considerar como la única verdad lo que él cree y respeta como tal,
y a tratar de imponer a los otros su credo social, moral o político. De ahí
provienen casi todos los odios, las envidias, las persecuciones. Es esta la raíz
de la injusticia, el velo espeso que no deja brillar en las conciencias el gran
conocimiento de la fraternidad humana. Por egoísmo y por sensualidad los
hombres se aniquilan los unos a los otros y se extravían los senderos de la
inteligencia, haciendo convertir hacia el daño colectivo lo que la misma
inteligencia, con labor paciente de siglos, arrancó a las inagotables reservas
universales, y que fue hecho con un objeto de bien.
Ustedes, la médium y los asistentes de este centro, están obligados a llevar una
conducta conforme con las enseñanzas que van a trasmitir a la sociedad en
que viven, pues qué podría decirse de esas verdades que ustedes mismos no
hallaran necesarias para conducir y adornar la vida? Habría por ventura
alguno que los aceptara como dignas de formar la base de sus acciones, si para
ustedes mismos, que las predican, no han servido?
Estrella.—Nuestro Guía tiene razón; bien sabe cuán dolorosamente lo he
sentido en estos momentos. Ahora, para fortificar mi espíritu, yo quisiera ir a
mi plano, saturarme de su atmósfera de verdad y de bien y regresar a mi
materia con nuevas e inquebrantables resoluciones.
El Guía.—Esta noche es imposible lo que usted me pide, y no solamente no la
llevaré sino que debo declarar a los asistentes que por culpa de la médium no
puedo dictar las enseñanzas sobre asuntos astrales que estaban dispuestas para

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

la sesión. Y si la médium sigue por el mismo camino de hoy, habrá que llegar
hasta suspender definitivamente estos trabajos.
El Guía corta sus amonestaciones a Estrella para hablarnos directamente a
todos sus discípulos:
El Guía.—La lección que acaban de presenciar es demasiado clara para que
insistan sobre ella. Debemos, en consecuencia, pasar a otros asuntos que
considero de interés. He venido observando que, unos por entusiasmo, otros
por deseo de hacer el bien a los demás, se dan a la tarea de conversar con
todos los que pueden de los puntos doctrinarios o filosóficos tratados en las
sesiones: tal conducta es por demás imprudente y a veces motivo de
verdaderos daños espirituales para algunos individuos. No todos están
preparados para saberlo todo y otros—que no son escasos—no sienten
ningún interés ni deseo alguno de esas revelaciones. Así que, por última vez,
aconsejo prudencia. Es conveniente esperara a que los demás busquen, con
preguntas, la revelación que necesitan, y entonces ustedes podrán darla tal
como la han aprendido aquí, sin excesos, limitando la respuesta al tema
planteado por la pregunta y nada más.
Uno de los asistentes pregunta si es verdad que con motivo de la falta
cometida por la médium –falta que nosotros ignoramos—pueden llegar a
suspenderse las sesiones.
El Guía.—No; Como tampoco es exacto el que como consecuencia de tal falta
no pudiera llevarla esta noche a los planos. El impedimento verdadero es la
mala salud de Estrella, que no da lugar a que su espíritu desatienda por una o
más horas el cuidado que debe prestarle a su cuerpo. Creo que se hace
necesario aclarar también que la falta cometida por Estrella y por la cual tan
severamente la ha reprendido, fue solo la de una ociosidad mental. Mi
severidad era necesaria en este caso para que, viendo ella la consecuencia de
lo menos, vigile y no permita la llegada de lo más que pudiera venirle. Porque
hay un fenómeno muy grave y que debo comunicárselo a todos ustedes para el
gobierno de sus vidas. Cuando un espíritu resuelve emprender decididamente
el camino más corto para llegar a su perfeccionamiento y salvar la línea de
necesidad de reencarnaciones, las fuerzas inferiores despiertan y reanudan con
más vigor nunca sus embates. Es como si la materia se diera cuenta de que el
espíritu va a abandonarla para siempre y resuelta impedir este viaje que le
entristece, se empeñará en hacer más unidos los hierros de su jaula. Es
entonces cuando el espíritu necesita una extrema vigilancia sobre su materia y
toda la fuerza de la voluntad para imponerse una vez por siempre. Ese caso es
ahora el de Estrella. Su espíritu, una vez en las regiones del blanco, tiende a
subir a un sitio más alto donde ya está libre, por muchas eternidades, de las

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

cadenas de la materia densa, y es indispensable prevenirlo para la batalla en la


forma que ustedes escucharon.
Un asistente.—Y Estrella se ha dado cuenta de que todos nosotros
presenciamos esas reprensiones?
El Guía.—No; Estrella ha creído—y esa es la idea que tendría al estar
despierta—que todas esas cosas las hemos tratado los dos solamente. En
consecuencia, y pensaba advertirlo antes de retirarme, ustedes deben guardar
para con ella la más completa reserva de lo que han oído.
Otros de los asistentes van pidiendo autorización al Guía para formular
preguntas sobre las enseñanzas, y conforme a esa autorización van
exponiéndolas por riguroso turno. De tales preguntas y de las respuestas que
para ellas tuvo el Guía no se deja constancia porque, en concepto del redactor
de esta obra, no son trascendentales ni explican más los asuntos de lo que
quedan ya en estos capítulos. En cambio, una reproducción aquí de tales
argumentos vendría más bien a oscurecer la inteligencia del lector.
Terminadas las preguntas de los asistentes, el Guía manifestó que debía
finalizar la sesión, citó día y hora para la próxima, y en unión de Benjamín y de
su compañero blanco, emprendieron todos el regreso a sus mundos.

Blas Hernández O.
343
La Ciudad de Dios

SESION 31

Estrella se niega a llamar al guía.


Se tienen noticias de un trabajo de Benjamín

E strella ha llegado, contra toda su costumbre, media hora después de


la citada por el Guía para dar principio a la sesión. Sin que ninguno
de los asistentes tratara de averiguar la causa de la demora, Estrella se
apresura a justificarse manifestándonos que su pequeño no quería dormirse y
hubo de esperar hasta este momento para conseguirlo. La demora estaba,
pues, bien justificada.
Cuando, transcurridos diez minutos de hipnosis, el evocador calculó que el
espíritu de Estrella estaba suficientemente desprendido, le ordenó hacer el
llamamiento al Guía, y con otra sorpresa suya la médium se negó a obedecerle
manifestándole que sentía algo extraño, indefinible, que le impedía llamar a su
maestro.
Ante el conflicto, el evocador trató en vano de obligarla con ordenes
perentorias obedecer. Siempre aquella fuerza se lo estorbaba.
La lucha dura algunos minutos más, hasta que la médium pide que se le
coloque frente a su rostro el retrato que en el salón se conserva del Guía, lo
cual se hace inmediatamente y Estrella puede formular el llamamiento, al cual
responde el Guía al momento, no tardando en presentarse entre nosotros.
El Guía.—Trasmita usted mi saludo a sus compañeros y luego explíqueme a
que se debe este estado de agitación en que encuentro su materia.
Para complacer a su maestro Estrella le refiere que, aún cuando se sentía un
poco mal, ayer asistió todo el día junto al lecho de una amiga suya que
desencarnó esa misma noche. Tal vez—conjetura Estrella—los dolores que la
agitaron en su agonía, sus lamentaciones y todos esos detalles que hacen que
una escena de desencarnación se grabe tan profundamente en la memoria,
influyeron para que cuando el evocador le ordenó hacer el llamamiento de
costumbre su mente se viera atraída con toda la fuerza a la contemplación de
ese cuadro y no pudiera dirigir su pensamiento hacia arriba.
El Guía.—Así pasaron las cosas, Estrella, y al pedir usted que le presentaran
mi fotografía, no hizo más que borrar con ella la imagen estorbosa. Entonces
pudo usted llamarme.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.—Por qué moriría mi amiga en medio de tantos sufrimientos? Yo creo


que su espíritu no era de mala evolución. Ese genio delicado, ese fastidio que
siempre la acompañaba para todas las labores de la casa, se debían
seguramente al estado de sus nervios enfermos.
El Guía.—No se preocupe usted más de su amiga. Su espíritu descansa ya de
los sufrimientos a que lo sometía un cuerpo enfermo. A qué entregarse a
lamentaciones y consideraciones por acontecimientos que ya fueron? Es
necesario que ese tiempo lo empleemos en modificar el presente para que el
futuro sea mejor. Piense usted, Estrella, en que necesita mejorar su salud a fin
de que estas enseñanzas puedan alcanzar la altura que está pensando darles;
trate de encaminar su espíritu por más luminosos caminos de verdad, siempre
superando el hoy al ayer, y destierre de su mente imágenes que sólo vienen a
ocuparla sin dejarle ningún provecho.
Estrella.—Una cosa más quisiera preguntarle sobre este asunto de mi amiga:
quién vino a recibir su espíritu? Quiero saberlo, porque como en casa de esa
amiga se inauguraron las sesiones, se me ha ocurrido que el blanco que vino
por su espíritu fue uno de nuestros amigos de aquel plano.
El Guía.—Voy a satisfacer su curiosidad porque ella tiene aquí fundamento: a
ese espíritu vino a recibirlo Benjamín Peña.
Estrella comenta, riendo muy complacida de la noticia, que con toda seguridad
Benjamín le dijo por el camino a su amiga algunos chistes para distraerla del
susto, o para aumentárselo, como acostumbra algunas veces con los del
centro.
Como la salud física de Estrella no permite todavía el viaje a los planos, el Guía
se propone atender algunas conferencias particulares de los asistentes.
El Guía.—Veo que casi todos tienen muchos asuntos que quisieran
exponerme privadamente; pero como no podría complacerlos a todos porque
la médium no resistiría, sin empeorar su enfermedad, un trabajo tan
continuado, voy a escoger entre ustedes al que tiene mas deseos y que
corresponde precisamente al que se reserva la pregunta más delicada. Para
entenderme con los demás, si me dieren autorización, iremos escogiendo otras
noches en que no se facilite el viaje a los planos.
Antes de que se retiren los demás, debo advertirles que no hay necesidad de
recordarle a la médium su enfermedad, porque las ideas en este sentido irían a
fortificar la suya propia y a empeorar su salud. Por el contrario, si se ofrece el
modo de hacerlo sin que Estrella note en esto deliberado propósito, deben
manifestarle que la encuentran muy repuesta.

Blas Hernández O.
345
La Ciudad de Dios

Hechas las anteriores recomendaciones, salimos del salón los asistentes,


dejando solo con la médium al que designó el Guía para su conferencia
privada.
Esta conferencia se prolongó por media hora. De los temas que en tal
conferencia se trataron ninguno de los asistentes tiene la menor noticia, pues
fueron conservados en reserva por nuestro compañero, y el Guía no hizo
ninguna alusión.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESIÓN 32

Un gris oscuro viene al Centro.


Una amiga de Estrella que no está bien en el Gris.
El martirio del aislamiento.

H an transcurrido varios días sin sesión. La médium ha continuado


sosteniéndose enferma hasta el extremo de que nos hemos visto
obligados los miembros del Centro a prohibirle concurrir a la
fábrica por temor a que el trabajo tan fuerte que tiene que desempeñar agrave
su mal. Por nuestra parte, nos hemos comprometido a facilitarle el dinero que
necesite para su subsistencia. Es esta la primera vez, en muchos meses, que
Estrella va a vivir del auxilio de sus compañeros, y siente pena por ello.
Esta noche se ha presentado Estrella en el Centro asegurándonos que se halla
muy restablecida de sus novedades y que siente un gran deseo de que se
celebre la sesión.
La insistencia de Estrella vence los escrúpulos del evocador, y a los pocos
minutos esta sumida en profundo sueño hipnótico.
Estrella.—Tengo delante de mí un espíritu gris que se niega a tomar la forma
humana. Tampoco quiere retirarse a pesar de mi exigencia, alegando que ha
venido a este sitio con autorización.
El evocador.—Y por qué, si viene con autorización, se niega a tomar la forma
humana o a dar el nombre que llevó en su última encarnación?
El gris oscuro.—Para que he de dar ese nombre que hoy no existe? El nombre
pertenece a la criatura humana, y desaparecida ésta, quedamos todos los que
somos en realidad; espíritus. Por las mismas razones no tomo esa figura
tampoco. Además, y esto lo creo más definitivo para ustedes, no tengo orden
de complacerlos en eso.
A medida que hablaba, el gris iba acercándose al sitio donde estaba Estrella.
Estrella.—No se me acerque. Retírese al sitio que ocupaba cuando llegó,
porque las vibraciones de su espíritu son muy fuertes; no me agradan mucho.
El gris, según informa la médium, obedece humildemente la orden y torna a
su primer puesto.
Estrella.—Ahora sí hábleme usted. A qué ha venido? Qué desea de nosotros?

Blas Hernández O.
347
La Ciudad de Dios

El gris oscuro.—No deseo nada; no traigo nada especial para decirles. He


venido….porque así me lo permitieron, y eso es todo.
Estrella.—Pretende usted acaso esperar aquí la llegada del Guía de este Centro?
Es la primera vez que viene hasta nosotros un espíritu tan enigmático como
usted! No desea nada ni quiere decir nada…. A qué vino entonces?
El gris oscuro.—Y que sabe usted cuando me trata así, cuando interpreta tan
ligeramente mi actitud, si una voluntad superior a la que debemos profundo
respeto, nos ordena callar cosas que desearíamos decir?
Estrella.—Evidentemente puede suceder lo que usted insinúa y hago mal en
juzgarlo como lo he hecho. Quédese usted allá, silencioso, como le han
ordenado, y espere a la llegada del Guía que ya viene.
El Guía.—El espíritu que está aquí en el salón ha venido con permiso. Tenía
gran deseo de asistir a un centro de evocaciones y le ha sido concedido, pero
no podía identificar su personalidad humana ni comunicarse, como desea su
curiosidad. Es una lección que va a aprovechar bastante. Desde mi llegada,
tampoco podrá comprender lo que hablemos, como no puede verme a mí.
Será la sesión para él un desfile de actitudes sin traducción, un dialogo de
mudos.
Concluidas las explicaciones que nos pusieron al corriente del caso de nuestro
visitante del gris, el Guía se entretiene examinando la materia de la médium
para constatar el estado de su enfermedad. Nos asegura que la mejoría existe,
pero que siempre es necesario un poco más de descanso.
Estrella.—Pero yo me siento tan bien esta noche, que quisiera ir a los planos.
El Guía.—La llevaré hasta el gris para complacerla, pero será muy poco el
tiempo que vamos a demorarnos allí.
La médium y su conductor abandonan el centro, seguidos a distancia por el
gris oscuro, quien resolvió seguramente volver a su plano informado ya de
cómo pasaban aquí en la tierra las sesiones espiritistas.
Estrella.—Hemos venido rápidamente. Qué bello me parece, después de tanto
tiempo de no visitarlo, este plano. Aun cuando nada a cambiado en él de lo
que ya conocía, me da la impresión de un mundo nuevo. Hay alegría en todo:
en la luz y en esos espíritus que pasan, como indiferentes a nuestro
lado……Pero no, nuestro Guía, no todos están contentos aquí. Allá acabo de
ver un gris medio que está aislado de sus compañeros, inactivo y en actitud de
abatimiento. Me provoca consolarlo, alentarlo con buenos pensamientos.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.—Acérquesele si quiere y trate de realizar su deseo. Puede que lo


consiga.
Estrella.—Pudiera usted decirme por qué está tan solo?
El gris medio.—Porque debo estarme así; mi tristeza contagia y me aíslan. Eso
es todo.
Del gris llegaban hasta la sensibilidad espiritual de Estrella vibraciones que le
confirmaban plenamente aquel estado de abatimiento.
Estrella.—Creo percibir como llanto, pero esto no puede ser. Los espíritus no
lloran.
El gris medio.—Y por qué no? No han descrito en la tierra el llanto sin
lágrimas? Ese el llanto del espíritu, el llanto que usted ha apercibido en
realidad y que brota de mí. No sé cuanto tiempo hace que lloro así, pero hace
mucho.
Estrella.—Pudiera yo saber por qué llora usted? Tal vez pudiera decirle alguna
cosa que lo calme. me dio pena verlo a usted, sólo a usted con su tristeza,
cuando todos sus compañeros iban tan contentos. Por qué no ha de aprender
usted también el secreto que lo haga igual a los otros?
El gris medio.—Ese secreto no reside aquí; lo he buscado, he interrogado a
otros y lo he sabido por ellos y por mí mismo. Ese secreto reside allá abajo, en
la tierra. Allá se siembra la alegría o la tristeza de aquí, y cómo hacer para
cambiar lo que se un fruto? Ah! Si yo lo hubiera comprendido bien entonces!
Estrella.—Temible es todo esto que acaba de decirme, pero usted exagera las
consecuencias porque le falta la voluntad y la resignación para vivir esas
consecuencias de su vida pasada. La evolución que usted tiene ya no es mala, y
si aprovecha las lecciones que este mundo le presenta, podrá cambiar muy
pronto esa tristeza por una alegría inagotable. Eso es lo que yo quiero, lo que
anhelo para usted.
El gris medio.—Cuánto le agradezco sus consejos! Pero por qué se interesa
usted por mí? Desde su llegada observo su color y él no se parece a ninguno
de los de este mundo. De dónde viene usted?
Estrella.—No se preocupe por esto; piense solamente en que estoy aquí, a su
lado, y medite en mis palabras. Si lo que le digo es aprobado por su
conciencia, si esa conciencia le afirma que ejecutando las cosas como le indico
usted se hace más bueno, yo he cumplido con lo que deseaba. Qué más le da a
usted que yo venga de uno o de otro sitio?

Blas Hernández O.
349
La Ciudad de Dios

El gris medio.—Es verdad, pero así somos siempre: desconfiamos de quien


nos aconseja bien, y siempre preferimos seguir creyendo lo que hemos creído,
porque así nos lo enseñaron una y otra vez, como si no debiéramos progresar.
En mi última encarnación, pocos meses antes de venir a este mundo, se fundó
en mi casa un Centro para pedir el consejo y la enseñanza de los buenos
espíritus pero yo….
Estrella.—No siga usted; lo demás lo conozco perfectamente. Con que es
usted el espíritu de B. Pues bien, yo soy Estrella.
Al escuchar el nombre de la médium el gris medio quiso acercársele más, pero
Estrella lo impidió separándose bruscamente de aquel sitio y yendo al lado de
su instructor, que esperaba pacientemente el termino de su conferencia.
El Guía.—La veo a usted con tendencias de regresar donde el gris, pero eso
no es conveniente. El dolor que le ha mostrado ese espíritu es evidente, pero
debe dejárselo porque su fruto es de tranquilidad, de fuerza para la evolución.
Ahora nosotros regresaremos a la tierra, donde sus compañeros nos esperan.
Es inútil que me pida lleguemos al azul o al blanco porque, ya lo sabe, el
estado de su cuerpo físico no es bueno y usted tiene la obligación de velar por
él.
Ya en el centro, el Guía dispone que la médium siga tomando los remedios
que le ha dado el médico durante quince días, con mucha regularidad. Las
sesiones no se reanudarán hasta pasado este plazo, y si por cualquier motivo el
evocador tuviere algún inconveniente, se aplazará un poco más la próxima
sesión.
El Guía se despide de los asistentes a la una de la mañana.

Blas Hernández O.
350
La Ciudad de Dios

SESION 33

Cómo obra una sugestión.


La decadencia del Centro.

H an transcurrido los quince días fijados por el Guía para reanudar los
trabajos. Con motivo de la enfermedad de Estrella, Carlos,
obedeciendo a las ordenes secretas insinuaciones de su espíritu, ha
logrado encontrar la manera de acercarse a su antigua amiga. La vida ha
tornado a reunir lo que ayer separó, y esas almas, venidas a la tierra para una
misma obra, han reanudado su camino. Hay, con este motivo, alegría secreta
en todos los miembros del Centro. Carlos se ha encargado, asistiendo
diariamente a su compañera, de que ésta lleve ordenada su medicación. Sin
embargo, al presentarse esta noche en el Centro, no la hallamos
completamente restablecida. Se nota en sus movimientos el cansancio de su
materia desgastada por la enfermedad, a la que se ha agregado una inflamación
glandular en la garganta que le dificulta un poco la conversación.
En vista de este estado de la médium, el evocador somete al consejo de sus
compañeros el aplazamiento de las sesiones, pero hay un gran deseo en todos
de escuchar al Guía y optamos por una sesión corta, a la cual se somete
Estrella, dócil y gustosa como siempre.
El Guía no tarda en presentarse; examina atentamente la su discípula y declara
que, aun cuando el organismo de Estrella no ha recobrado la normalidad de
salud necesaria, ha mejorado notablemente. Respecto a la novedad de la
garganta, le notifica que es indispensable que se someta, lo más pronto, a una
ligera operación que habrá de consistir en recortar esas glándulas que se han
crecido demasiado.
Estrella.—No; nuestro Guía, yo no me someto a esa operación, que debe ser
muy dolorosa. No hay otro medio para curar esa inflamación?
El Guía.—Lo hay, pero la curación sería transitoria y la novedad volvería a
presentarse con mucha frecuencia, trayéndole fastidios inútiles. No le tenga
miedo al dolor. Cuando vaya a efectuarse la operación, piense usted en mí,
refracte en su mente mi imagen, y yo intervendré para evitarle padecimientos.
La promesa del Guía soluciona inmediatamente el problema de la operación.
Estrella le promete que mañana mismo hablará con su médico.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía.—Tengo para preguntarle otra cosa, Estrella. Usted intentó venir


anoche a buscar al evocador para que me llamaran. Por qué no lo hizo?
Estrella.—Ah! Verdad! Sí, pensé venir, pero en ese momento ocurrió una cosa
muy rara: tuve el convencimiento completo de que iba a dolerme fuertemente
la cabeza y sentí como el principio de ese dolor. A las nueve de la noche,
cuando ya no era tiempo de venir al Centro, me pasó completamente ese
temor. Por qué me sucedería eso?
El Guía.—Fui yo quien, para evitar la sesión, que no convenía, le di esa
sugestión que duró hasta el momento necesario. Hubiera sido una
imprudencia ese trabajo, porque yo no podía venir, y la insistencia que su
espíritu hubiera hecho para llamarme le habría proporcionado un dolor de
cabeza esta vez si muy real.
Estrella.—De manera que esta noche fue bien dispuesta la sesión? Porque el
evocador vaciló mucho en hacerla.
El Guía.—Le asistía mucha razón al evocador, pero el deseo de todos ustedes
pudo más en él que su prudencia.
Estrella.—De modo que no iremos a los planos esta noche? Cuánta ilusión
tenía yo de volver a esos mundos! Durante estos largos días de mi
enfermedad, sintiendo pasar las horas llenas del vacío que me deja la falta de
oficio, me he dedicado a meditar sobre esos mundos; he reconstruido en la
memoria plano por plano, esforzándome en que la imagen sea cada vez más
completa; he vuelto a vivir ese desfile de las almas en su secreta y permanente
actividad, y como nunca he comprendido que ignoro mucho, todavía mucho
de esas vidas. He recitado, como si fueran oraciones, esos diálogos donde las
almas me han revelado parte de su vida, de sus padecimientos, de sus alegrías,
y sorprendentes deducciones he sacado de ellos. Pero todo se borra, todo se
va después como un sueño y caigo nuevamente a mi mundo de tierra, a la
visión de las paredes, impenetrables para mis ojos, al tacto de los muebles, de
los objetos tan conocidos, tan monótonos, y me parece que acabo de salir de
un mundo de cuentos de hadas. Será verdad? Será mentira? Estas dos
interrogaciones se sitúan en el campo de mi conciencia discutiéndose su
dominio. Cuando mis amigos vienen a visitarme y les oigo hablar en ideas tan
opuestas, la tortura se intensifica. Soy yo – me digo—el único ser que cree en
esos mundos, que ha visto esa luz gris, azul y blanca, que ha hablado con seres
más sutiles que las columnas de niebla que se levantan en la tierra después de
la lluvia. Y en mí surgen de nuevo las dos voces; la una recóndita, suave, que
para escucharla necesito de silencio, voz que me dice en un tono persuasivo,
amoroso como no he oído otro; todo lo que has visto es verdad, es la realidad

Blas Hernández O.
352
La Ciudad de Dios

de las almas, no dudes, no vaciles; y la segunda, llena de la claridad de la


inteligencia humana, voz que encaja dentro de todo lo que me rodea y me
parece reproducirse como un eco en las paredes, en los muebles y en las ropas
que me cubren: No lo creas—me dice—no sueñes; el único mundo somos tú
y yo, eso que te rodea, que puedes comprobar con el ojo, con el tacto, con el
oído y tú misma. Y la lucha sigue hasta que uno de mis compañeros de Centro
llega a visitarme. Este cree como yo, piensa como yo, siente como yo, y la
primera voz vive y domina. Yo quería contarle todo esto, nuestro Guía, para
que conozca por qué deseo volver a esos mundos.
El Guía.—Lucha evidentemente esa que usted me describe, Estrella, y en la
cual ambas voces tienen razón. Por la primera habla su espíritu, que vive la
realidad de las esferas superiores, que conoce en el radio de su conciencia el
destino de los dioses, y por la segunda habla la realidad de su personalidad,
que traduce en estados de conciencia actual las vibraciones del mundo
terrenal; y entre esa dualidad lucha y se ensancha el campo de conciencia
trascendente que va eliminando ilusión. De esa lucha van desprendiéndose las
conquistas humanas hasta que llegará un día, en razas que están por venir, en
que la parte positiva del compuesto dará el módulo de la vida. Muchas cosas
quisiera yo enseñarles, muchos velos quisiera descorrer, pero esas cosas y esos
velos no están en la esencia de lo superior sino en la pureza del ojo que las
mira. La oscuridad de la noche sólo existe para las humanas retinas, porque la
sombra no es otra cosa que una manifestación diferente de la luz, y esta
mismo no es más que un estado de la conciencia. Y lo que sucede con lo que
llaman en la tierra luz física, sucede también en las ideas, sucede también con
la verdad. De manera que sería impropio decir que no puedo enseñarles más
de lo que he enseñado.
No quiero decir –continuó—que mis enseñanzas hayan terminado; hasta
ahora no he recibido orden de Quien me envía para modificar el plan que en
un principio se me dio, como tampoco aseguro que esa modificación no
pueda venir; solamente deseo recomendarles que mediten sobre estas
enseñanzas con la misma atención que tuvieron al escucharlas por la primera
vez. La mente es un anteojo que el ejercicio gradúa, y mañana se sorprenderán
ustedes mismos de descubrir afirmaciones nuevas en las cosas mismas que ya
creían saber hasta la saciedad. Cuántos meses hace que Estrella va conmigo a
los planos, y siempre encuentra nuevos y sorprendentes detalles que ignoró en
sus visitas anteriores. Igual cosa les ocurrirá a los lectores serenos de estas
sesiones.
Estrella interrumpe al Guía para manifestarle que a ella le ha parecido muy
difícil que el evocador encuentre ambiente propicio para la publicación de la

Blas Hernández O.
353
La Ciudad de Dios

obra en este medio donde se tiene tan equivocada idea del espiritualismo
experimental, pero que, en cambio, se le ocurre que no haya inconveniente en
buscar otro centro para editarla.
El Guía. Sus pensamientos no tienen razón de ser. Cuando ese libro esté listo
para publicarse, el ambiente estará preparado también. El libro debe salir de
aquí.
Estrella.—También he pensado, nuestro Guía, en que mi amistad con Carlos
ha llenado las aspiraciones de la que fue su madre, pero en noches pasadas
soñé largamente con ella, la vi muy satisfecha y sin embargo, al despertar, me
acompañó la idea de que la obra de reconciliación todavía no era completa.
Por qué sería esto?
El Guía.—Evidentemente han llegado su espíritu y el de Carlos a la
reconciliación –de parte de él especialmente, porque en el suyo no existía
rencor—pero a esa unión espiritual le falta su complemento: la unión humana
que habrá de efectuarse un día u otro. Estas palabras que le dejan comprender
el final de la intervención de Mercedes, no deben llegar a oídos de Carlos ni a
persona alguna que no forme parte de este Centro; las gentes juzgan estas
cosas con un criterio poco levantado, y no es necesario exponerlas a tales
comentarios. Los espíritus al encarnar, traen en su destino la suerte ligada con
otros, y han de equilibrar unidos lo que en otra existencia desequilibraron.
Algunos de los asistentes manifiestan al Guía que tienen preguntas para
hacerle sobre asuntos particulares, pero que guardan íntima relación con las
enseñanzas; por toda respuesta reciben orden de aplazarlas para otra sesión.
Repitiéndonos la prohibición de mencionar a Estrella lo que acaba de decirle
referente a Carlos—y que ella olvidará al despertar—se despide de los
asistentes.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESIÓN 34

Dos azules herméticos.


Una casa de espantos.
Peligros del espiritismo práctico.

E strella no da tiempo al evocador para que le ordene el llamamiento


del Guía. A corta distancia de su silla, en sus formas astrales, dos
espíritus azules la saludan y le ordenan que haga extensivo ese saludo
a sus compañeros.
Por el tono de voz con que la médium nos ha repetido las palabras de los
visitantes comprendemos que han sido emitidos sus pensamientos de modo
autoritario, y justificamos perfectamente la protesta que nuestra compañera
tuvo por tales maneras.
El azul.—No queremos protestas; hemos venido con autorización superior, y
para que no busque refuerzo en sus compañeros, ellos van a desaparecer
inmediatamente de su lado. Esté alerta, porque voy a contar hasta tres, y
cuando llegue a este número, los asistentes habrán desaparecido de su vista.
Estrella, creyendo que el azul es incapaz de cumplir su pronóstico, se sonríe y
espera tranquilamente el momento de declararle la derrota y burlarse un rato
de su petulancia. El azul cuenta: uno…dos… y tres! Busque ahora sus
compañeros. La angustia de la médium es manifiesta. Vuelve de un lado a otro
la cabeza; escudriña por todos los rincones del salón y los halla vacíos. Donde
hace un instante veía a sus compañeros, sólo descubre los asientos vacíos. Su
actitud era ya clara: pediría auxilio, gritaría, pero su interlocutor vuelve a
hablar, esta vez seguramente en tono más conciliador, porque en nuestra
compañera renació la confianza.
El azul.—Cómo se siente usted así, sola frente a nosotros?
Estrella.—Para hacerme semejante pregunta ha hecho usted toda esa
ceremonia? Seguramente que me ha defraudado!
El otro azul.—Queríamos saber también sí, en momentos en que el evocador
la dormía, sintió usted alguna cosa desacostumbrada. Esto sí es importante.
Estrella.—Sí, evidentemente. Cuando mi espíritu iba a salir de la materia, sentí
como si hubieran sacudido un árbol debajo de mí, pero no aquí cerca, sino
como en el centro de la tierra. Y en dónde está la importancia de todo eso,
que no la veo?

Blas Hernández O.
355
La Ciudad de Dios

El azul.—Eso lo necesitábamos para nosotros. No tenemos orden de aclarar


el asunto para usted.
Estrella.—Ya que según parece vienen ustedes con tan pocas órdenes y con
muchas preguntas, al menos creo que me pueden declarar el nombre que
llevaron en sus últimas encarnaciones?
Un azul.—No es de interés el dato que usted me pide. Qué fruto sacaría de
nuestra respuesta si se la diéramos? Ninguno; agregar dos nombres más a la
lista que lleva, recordarlos unos días y olvidarlos después!
Decididamente aquellos espíritus estaban un poco misteriosos y Estrella
resolvió combatirlos con su silencio y esperar así la llegada del Guía para que
le diera la solución del enigma. Como se creía sola frente a sus retadores, no
pensó en plantear, como era su costumbre, el problema al evocador. Por su
parte, los dos azules respetaron el silencio de la médium agregándolo ellos
también.
Diez minutos habían pasado cuando Estrella que miraba a la lejanía, distinguió
la luz brillante de su maestro, y como desafío dio el anuncio a los misteriosos
azules. Uno de ellos abandonó el salón; el otro permaneció tranquilo.
El Guía.—Trasmita mi saludo a sus compañeros y luego refiérame cómo le ha
ido esta noche.
Estrella cumple con la transmisión del saludo y le responde al Guía que ha
estado bien toda la noche y que lo esperaba, hace rato, tranquilamente.
El Guía.—Una mentirita pequeña. Usted ha tenido un susto pequeñito. Pero
me olvidaba de otra cosa: transmitió el saludo a los asistentes y no me ha
dicho hasta donde fue para dárselo a conocer.
Estrella.—Cierto; nuestro Guía, no los veo, pero a pesar de eso tengo como la
seguridad de que están conmigo. No sé qué cosa me ha hecho ese azul que
está aquí para impedirme verlos. Lo que me da lugar a meditación no es el
fenómeno mismo, sino el hecho de que ese espíritu, de menos evolución que
la mía, lo haya podido hacer con mi espíritu.
El Guía.—Su observación tiene todo el fundamento necesario: ese azul no ha
realizado el fenómeno; su papel se redujo a anunciarlo, según instrucciones
que traía. Quien realizó el fenómeno fue este espíritu.
Apenas pronunciadas estas palabras, la médium descubre junto a ella, al lado
opuesto al ocupado por el Guía, un espíritu blanco.
Estrella.—Ya me explico! Tenía que ser así! Pero no es Benjamín?

Blas Hernández O.
356
La Ciudad de Dios

El Guía.—Por ahora conténtese con saber que es un blanco quien le cegó la


vista de sus compañeros y vamos a otras cosas. Se que hay muchas consultas
en el pensamiento de los asistentes, muchos sueños cuya significación se
quiere investigar, pero el tiempo es escaso; Debemos aprovechar para algunas
enseñanzas estos días de buena salud de usted que luego, si se permite así, nos
entenderemos todos sobre esas cosas pendientes. Por esta noche voy a
conducirla a una casa de esta ciudad donde debe presenciar algo que le
conviene. Sus condiciones medianímicas, que ya se conocen por referencias y
comentarios de los que han concurrido ocasionalmente al Centro, provocarán
a otros experimentadores poco evolucionados y peor preparados para esta
clase de sondeos en los mundos astrales, a obtener de usted que se preste para
sus averiguaciones, y lograr así, con su buena intención que la verdad se
difunda y con su nobleza de corazón, que le agobia la voluntad para dar
negativas, bien puede incurrir en aventuras peligrosas por esos mundos; debo,
pues, prevenirla con la lección de esta noche.
Estrella.—Me anunció nuestro Guía que iba a tratarnos de otras cosas y se ha
quedado repentinamente en silencio. En qué piensa?
El Guía.—Pensaba en un sitio a donde (mala la copia pag 93) a ir los dos esta
noche.
Y Estrella relata que repentinamente han bajado por el espacio hasta el patio
de una casa que parece deshabitada. Hay rosales y algunas matas en jarrones
en las ángulos de los corredores, que están sumidos en una semi-oscuridad.
El Guía.—Qué siente, Estrella?
Estrella.—Nada, nuestro Guía. Esta casa parece deshabitada.
El Guía.—Así parece y así creería cualquier humano que penetrara en ella,
pero en realidad no lo está. En prueba de mi afirmación, fíjese allá en aquella
puerta que está abierta.
Estrella observa hacia el sitio indicado por el Guía y muy asombrada asegura
que evidentemente, acaba de salir por allí una persona…. y luego otra le
sigue… y otra! Qué querrán aquellos seres en esa casa como abandonada?
El Guía.—Para saberlo, debe averiguar con ellos directamente, como lo hace
en los planos. Vaya y me informa después qué le han dicho.
Estrella se niega rotundamente a obedecer dando muestras de gran miedo.
El Guía.—Si usted no quiere ir sola vamos ambos.

Blas Hernández O.
357
La Ciudad de Dios

Y penetran en la primera habitación, pero Estrella reclama que aquel cuarto


está lleno de sombras, que no ve nada, y pide a su instructor que salgan
inmediatamente se allí.
El Guía.—Si es por la oscuridad, yo me comprometo a alumbrarla.
Según Estrella, para cumplir su promesa, el Guía ha tomado su forma astral, y
con la luz vivísima que emana de su cuerpo de gasa, la habitación se ilumina
totalmente. Ahora descubre la médium que a esa habitación sigue otra que no
tiene más luz que la que alcanza a penetrar como reflejo de la que brota del
Guía.
Estrella.—Se ve ahora nuestro Guía como allá en el blanco, cuando se aparta
de mí! Qué color puedo decir que tiene usted cuando se muestra así, lleno de
luz.?
El Guía.—Luego trataremos de eso. Por lo pronto, quiero que penetre usted
sola en esa pieza donde suele materializarse un hombre que terminó en ella
sus días humanos.
Estrella.—No me exija eso, nuestro Guía, porque solo el pensamiento de
entrar allí me aterra.
El Guía.—Pero no ha podido existir la presencia de tantos espíritus en el
Centro?
Estrella.—Es verdad, pero aquí, comprendo que no puedo. Es imposible,
nuestro Guía, no me lo exija, por que tendría que desobedecerle.
El guía.— Pues bien, no vaya pero tenga presente que entidades como esas
que ha visto esta noche desde lejos, tendría usted que tratar de cerca si acepta
invitaciones para trabajar en centros que trabajan evocadores de evolución
nada buena. Esta la razón por la cual se combate muy justamente el
espiritismo. Toda evocación es una aventura peligrosa, demasiado peligrosa, y
aun cuando se alegue por algunos que esas aventuras se emprenden con el
noble propósito de evidenciar la existencia de los mundos supraterrenos y de
la vida que en ellos les espera a las almas, es mejor, mucho mejor, esperar a
que llegue la orden de irnos a esos mundos para conocerlos por voluntad de
los Altos. Para que la voz de la verdad llegue a los hombres, hay un grupo de
predestinados, de misioneros, a quienes se les encamina a la revelación; son
hombres preparados para evitar los innumerables escollos a los cuales se
precipitan diariamente muchos ignorantes con afán desmedido de curiosidad y
muchas veces de torcidos propósitos. Y esos tienen su merecido, porque el
efecto corresponde siempre a la causa.

Blas Hernández O.
358
La Ciudad de Dios

Mañana—siguió el Guía—se acercará al evocador un amigo suyo para pedirle


que obtenga mi venia para concurrir la próxima sesión. De antemano la doy.
Ese individuo tiene un espíritu de buena evolución, pero a consecuencia de
haber concurrido a uno de esos centros mal dirigidos y de haber
experimentado luego por su cuenta sin ninguna preparación, sufre desde hace
varios años las terribles consecuencias de su desliz. El viene al Centro con el
fin de que yo lo libre de su tortura, y quién sabe! En fin, trataré de hacer en su
favor todo lo que pueda y ustedes, en el Centro, pedirán también a los Altos
Espíritus su remedio, si él debe venir conforme al mejor provecho de esa
alma.
El Guía y la médium regresan al Centro y allí nuevamente nos recomienda que
apartemos a todo el que podamos de los centros de evocación, poniéndoles de
presente los grandes peligros a que se exponen y que ya nosotros conocemos
por sus enseñanzas.
Hay algunas consultas de los asistentes y la sesión termina a la una y media de
la mañana.

Blas Hernández O.
359
La Ciudad de Dios

SESIÓN 35

Los motivos de una división.


Las enseñanzas demoradas.
Las influencias del sentimiento religioso.
Las gradaciones de la inteligencia.
La mente.

A ntes de entrar en la narración de las enseñanzas dictadas esta noche


por el Guía, se hace necesario que penetremos un poco en la historia
privada del Centro.
Cuando dejamos constancia en capítulos anteriores, muchos de los asistentes
pertenecen a la religión católica y son miembros prácticos de sus ritos.
En varias sesiones en que el Guía permitió que se le hicieran preguntas y
objeciones sobre sus enseñanzas, tales asistentes aprovecharon la oportunidad
que se les daba para indagar sobre la conveniencia o inconveniencia, para el
progreso del espíritu, de tales prácticas. Estas preguntas fueron absueltas en
forma afirmativa porque así lo exigía el caso, como comprenderán
perfectamente los que hayan avanzado un poco en el estudio del
espiritualismo trascendental, y como consecuencia de esto surgió,
naturalmente, en el seno de nuestra agrupación, una corriente que trató de
ajustar las enseñanzas del Guía a las respuestas a que venimos refiriéndonos.
Esta corriente impugnó desde aquel instante, en conversaciones privadas y
fuera de sesión, las interpretaciones de la opuesta, y así se fue incubando una
desarmonía que llegó a constituir, al parecer del evocador, una seria amenaza
para la integridad del Centro.
Así las cosas, llegó el momento de esta sesión. Pero después del llamamiento
al Guía, la médium anunció que Benjamín se hallaba presente y que nos
trasmitía su saludo.
Benjamín.—Muy contento se va a poner el Guía cuando llegue al ver que esta
noche no ha faltado a la cita ninguno de sus discípulos. Ahora que los
contemplo uno a uno, veo la buena voluntad de todos sus corazones para
seguir las enseñanzas que han recibido, como veo también el anhelo ferviente
de que tales enseñanzas avancen mucho mas allá del punto en que hoy se
encuentran. Pero esto último me parece muy difícil. Hay discordia, mucha
discordia entre los pensamientos de los unos y de los otros; hay dudas,

Blas Hernández O.
360
La Ciudad de Dios

muchas dudas, y cada uno se pregunta en sus meditaciones: quiénes estarán


en el error? Quiénes estarán en la verdad?…. En fin, que el Guía se va a ver
obligado a terminar sus enseñanzas en el punto en que se encuentran.
Estrella.—De manera, Benjamín, que usted continúa en su papel de ave de mal
agüero? Siempre que usted se viene delante de nuestro Guía, trae malos
anuncios: que no hay viaje al astral; que nuestro Guía está bravo; que nos va a
regañar a todos……..!
Benjamín.—La médium tiene razón y no tiene razón, como le ocurre en casi
todas las cosas que trata. Es verdad que me ha correspondido el turno – casi
siempre—de anunciarles precisamente lo que no esperan, y quien dice lo que
no se espera, arriesga poco al afirmar que esto es lo que menos agrada, pero el
verdadero culpable de todo no soy yo: es usted, señora médium, y son todos
los asistentes, porque ponen la causa y no quieren recibir el efecto. Yo no he
hecho aquí sino un papel de profeta, y a todos los profetas se les trata mal en
la tierra. Por último: no me crea, piensen todos que Benjamín es pesimista,
pero interróguese cada cual en el secreto de su conciencia y respóndase para sí
mismo quién tiene razón: usted o yo.
Y Benjamín, según lo relata la médium, se pasea, las manos atrás, a lo largo de
la habitación.
Estrella.—Qué serio está Benjamín esta noche! Se creería que vino de verdad a
regañarnos.
Benjamín.—Regañar, nunca; no hay motivo alguno que puedan dar los
humanos para que existiera esa actitud entre nosotros. Si los hombres se
equivocan, el impulso mismo que origina su error, impulso doloroso, les
volverá al buen camino. Nuestra misión es guiarlos en la senda, estimularlos
en la jornada, alentarlos en la esperanza.
Estrella.—Y de qué provienen, si es posible saberlo, esas diferencias entre los
asistentes para la interpretación de las enseñanzas?
Benjamín.—En diferencias de evolución y en diferencias de la inteligencia. Es
difícil explicar esto, demarcar los limites de lo uno y de lo otro, porque en esto
como sucede con los planos, hay espacios que son verdaderos puntos de
interpretación. En los planos ustedes ya han visto, Estrella, que para salir de
uno y entrar en otro, existe un espacio intermedio donde la luz de la materia
que provienen del superior se amalgaman, forman, por así decirlo, un nuevo
grado o estado de materia con la luz y la materia que proyecta el inferior.
Idéntico fenómeno existe o se presenta entre las facultades inferiores y las
superiores del hombre, viniendo cada una de ellas a constituir un verdadero
plano. Así como en cada plano astral se encuentran muchos matices de luz y

Blas Hernández O.
361
La Ciudad de Dios

por consiguiente graduaciones casi imperceptibles de la materia que los forma,


así también las facultades del alma asumen o corresponden a armónicos
estados. Vio usted, Estrella, que los deseos, las preocupaciones, las ambiciones
de los grises son los mismos de los inferiores un tanto purificados, según la
categoría oscura, media o pálida del espíritu evolucionante; que en el azul este
fenómeno alcanza uno, dos y tres grados más de pureza y en el blanco se han
trasmutado ya en luminosidades las oscuridades de abajo. Ahora bien: está
equivocado quien imagine que, por estar encarnado un espíritu, ha dejado por
eso su plano; no; vive en él, porque su cuerpo sutil, su periespíritu, como
dicen muchos en la tierra, está hecho de la materia de su plano, y así como el
cuerpo humano obedece a las leyes del planeta porque es hijo de su sustancia,
así el cuerpo sutil vive y alienta en su propia atmósfera, dentro de sus propias
leyes. Me objetará alguno de los que me escucharan, que cómo puede ser
esto; que convienen y están de acuerdo conmigo porque así lo han
comprendido por su parte, en que el cuerpo humano obedece a los ritmos de
la sustancia terrenal, pero que estando tan lejos de su plano el cuerpo sutil,
cómo puede estar sometido sus leyes? Y aquí está el error. La noción de
distancia es noción humana, no espiritual.
La gota de rocío que veo en estas flores que el afecto de los asistentes puso
para mí, se porta lo mismo que otra gota que vive en el seno profundo del
océano…. Y a qué distancia están! Pero el ejemplo que acabo de poner no
corresponde sino ligeramente a la realidad que trato de demostrar. Sin
embargo, es el único que es permitido poner. Algún día, cuando la evolución
haya capacitado a los que me escuchan para abarcar el hoy por hoy secreto del
origen de la materia, que tantos conceptos despectivos le ha merecido a la
humanidad, entonces podrán suplir con el conocimiento del espíritu—que es
evidencia—la debilidad del ejemplo que he puesto.
De todo lo dicho—continúo Benjamín—queda clara la dualidad de la lucha del
espíritu encarnado, lucha entre grados de mundos, entre deseos, aspiraciones,
emociones de vibración diferente. La una, la de la tierra, le pide el desarrollo
potencial de todas sus posibilidades; la otra, la de su plano superior, le exige
las suyas; una fuerza que lo reclama a la oscuridad, otra que lo invita hacia la
luz; la una con la fuerza del corazón, la otra con la fuerza de la mente, o sea,
de la inteligencia del espíritu; la primera usa el impulso, la segunda la razón,
que es serenidad. Y la una y la otra, como ya queda dicho, son iguales en
esencia: hay amor, hay esperanza, hay idealismo, pero en esta como
orquestación donde todos los instrumentos tocan la misma música, el trabajo
es distinguir cuál es la voz roja del cobre, cuál la gris de la madera y cuál la azul

Blas Hernández O.
362
La Ciudad de Dios

y dulce de la cuerda. La precisión con que se escoja la nota más pura de la


tónica de la evolución del espíritu.
Ahora—siguió diciendo después de una pausa—en el caso concreto del
Centro, las vacilaciones, las malas inteligencias, provienen de que unos y otros
han querido imponerse sus particulares deducciones sobre estas enseñanzas.
Los unos, han creído y han visto estas cosas a través de su fe religiosa, de la
idea que tienen de Dios y de su justicia; los otros, conforme su evolución, han
visto un poco más allá. En los primeros, influyó el corazón—y conste que
hablo del corazón como residencia de los humanos afectos—y es natural,
porque las cosas de las religiones, que todo lo circunscriben a la forma, a la
imagen, a la ceremonia, se arraigan en el hombre por afecto y viven dentro
del plano de la inteligencia terrenal. En los segundos, sin creencia particular,
sin religión propia, conforme a su evolución, imperó la reflexión, pero les faltó
al querer imponer su visión a sus compañeros.
Para terminar: que acaben las discusiones y que cada uno concrete toda su
atención a las enseñanzas del Guía, porque de lo contrario el libro que se
escriba de ellas llegará a llenar a algunos de mayor confusión.
Estrella.—Por qué no sigue hablando, Benjamín? Esta noche nos ha enseñado
muchas cosas serias como esas que habla allá en su plano.
Benjamín.—Lo que pasa es que yo sí hago lo que se me manda. Y no hablo
más porque el Guía está por llegar.
Como lo acaba de anunciar, así ocurre. El Guía ha llegado y nos saluda.
Estrella.—Benjamín nos ha regañado nuestro Guía, pero no estoy disgustada
con él porque todas las cosas que nos dijo fueron muy buenas.
El Guía.—Buenas las que ha dicho y buenas las que dirá siempre, porque
Benjamín es un espíritu… de donde es.
Estrella.—Pero es cierto, nuestro Guía, que van a terminar las enseñanzas?
El Guía.—Las enseñanzas, conforme a la orden de Quien me ha enviado,
están por finalizar. Son muy pocas las sesiones que faltan y en ellas, sino se
dispone otra cosa, habrá más que todo consejos, y respuestas para las
preguntas que tengan los asistentes. Yo deseo que les queden esos consejos
para que, unidos a las enseñanzas que han recibido sobre la vida y la evolución
del espíritu en los planos astrales, puedan ustedes y los que lean la obra que
sobre todos estos trabajos habrá de escribirse, aprovechar el sendero más
corto de la evolución.

Blas Hernández O.
363
La Ciudad de Dios

En conferencias particulares he contestado a uno y otro preguntas relativas a


su fe, pero no deben olvidar que tales preguntas se han absuelto por mí
conforme a la necesidad espiritual de quien me interrogaba y que, por
consiguiente, no deben ser ellas motivo de imposiciones para los demás. Esto
lo digo, no para ninguno con especialidad, sino para todos. Ya Benjamín les
explicó suficientemente el por qué de esta limitación.
Estrella.—De modo, nuestro Guía, que no volveré a los planos?
El Guía.—Por lo menos esta noche no podremos ir; todo el tiempo que se me
ha concedido para permanecer con ustedes es un cuarto de hora. La sesión
quedará dividida en dos: mañana tendremos la segunda parte. Luego habrá
una prorroga de varios días sin sesión, porque algunos de los asistentes, con
motivo de sus profesiones, tendrán mucho trabajo y la salud física necesita
del sueño, del descanso para que se prolongue todo el tiempo conveniente.
Cuando reanudemos las sesiones, ya veré yo cómo se ponen en práctica las
enseñanzas, cómo se dominan las pasiones inferiores y, en fin, con cuánta
voluntad se cuenta para ir de progreso en progreso por el camino de la
evolución.
Entre todas las tendencias, la que suele consentirse con menos escrúpulos es
la de juzgar los actos ajenos y calificar por ellos la evolución del que los
ejecuta. No olviden que es imposible, para casi la totalidad de los hombres,
hacer juicios con justicia, porque nadie conoce la actitud interior y mucho
menos los secretos del destino tejidos por vidas anteriores. Ya pueden tener
bastante tema de juicio examinando cada uno de ustedes sus propios actos y
pensamientos. Trate de perfeccionarse cada uno a sí mismo para habilitarse
mejor para la ayuda que debe prestar a la humanidad, pero siempre con este
elevado propósito de la evolución, y ustedes obrarán bien.
Estrella.—Benjamín me está diciendo que él también se pondrá a vigilarnos por
si a nuestro Guía se le escapa alguna faltica anotársela, y que el regaño sea
completo. Ya perdió otra vez la seriedad que trajo al principio.
El Guía.—Benjamín también los verá, no solamente a ustedes sino a toda la
humanidad, porque desde su plano y desde mis sitio los que habitamos allí lo
vemos todo de acuerdo con las necesidades de la misión que se nos confíe.
Estrella.—Mañana se irá Carlos, nuestro Guía, y yo quisiera saber si ese viaje
que él ha resuelto por su voluntad conviene para sus intereses espirituales.
El Guía.—Déjelo usted que se vaya. El hombre usa su libertad como quiere, y
desde arriba, los que velan porque el mundo llegue a su destino, se encargarán
de poner en su camino las circunstancias que pueda aprovechar. Nadie—
óigalo bien y consérvelo siempre en la memoria –nadie está abandonado un

Blas Hernández O.
364
La Ciudad de Dios

solo momento. Carlos llegará a Bogotá como se propone, y cuando más mal le
vaya, tendrá comida para su cuerpo material y abrigo que lo guarde del frío de
las noches. No se preocupe usted por eso, ya que la preocupación en nada
modificará el destino de su amigo y en cambio si le hace daño a su materia.
Había transcurrido el cuarto de hora, y fiel a la orden recibida, el Guía,
acompañado por Benjamín, se remontó a su mundo.

Blas Hernández O.
365
La Ciudad de Dios

SESIÓN 36

El bien y el mal. El poder de la sugestión.


Perseguidos y perseguidores. El amor y el odio.

E l Guía está ya entre nosotros. El anuncio tantas veces repetido de que


están por terminar las enseñanzas y sus amonestaciones de mutuo
respeto en nuestro pensamientos y opiniones, han unido nuestras
voluntades y han vigorizado la vida del Centro.
El Guía.—Hace un instante, mientras Estrella les transmitía mi saludo, he
mirado hondamente en sus corazones y he visto dolor a causa de la
proximidad de mi ausencia. Este sentimiento no se justifica: las enseñanzas
que crearon en el Centro habían de terminar algún día, porque sólo una parte
de las cosas de los otros mundos se podía revelar; lo demás, si lo enseñara,
solo traería como consecuencia, al divulgarlo ustedes, que se les considerara
como dementes, como locos, y es necesario que ustedes reafirmen, ante el
criterio común, con la armonía de su conducta amoldada en lo posible a los
usos y costumbres que corren, la realidad de lo que van a enseñar.
He dicho que la tristeza no se justifica. Es acaso que la ida la médium,
dispersos los asistentes del Centro, cada uno en la dirección que le señale su
destino, vamos a estar separados? No; nuestra unión será tan estrecha siempre
como ustedes lo quieran, por que en el mundo del espíritu—muy bien lo dijo
Benjamín anoche—no hay distancias. Lo único que podría interrumpir nuestra
comunicación sería el apartamiento de sus almas del sendero de la evolución.
Mientras más se parezcan sus pensamientos a los míos, mientras más se
identifiquen sus ideas y sus propósitos con los míos, mayor será nuestra
unión, más clara, más frecuente mi comunicación con ustedes. No han
reparado acaso que aquí en la tierra la intimidad de las amistades es una
resultante de identidad de gustos y propósitos? Hablo, por supuesto, de la
verdadera amistad, de ese sentimiento que tiene siempre dispuesto el amigo a
sacrificarse por el amigo, a compartir con él la alegría y el dolor; otras son
simulaciones de amistad, producto de la ambición, del egoísmo y aún del odio;
esas son uniones fortuitas que solo duran el tiempo que tarda en hacerse un
negocio, en ejecutarse una venganza, en pasar el peligro de una mentira.
Les he enseñado ya con palabras sencillas—por sencilla es la verdadera
verdad—que sólo por el amor la humanidad será grande y llegará algún día a
tener revelación de sus maravillosos destinos, y que sólo por el dominio de la

Blas Hernández O.
366
La Ciudad de Dios

voluntad sobre las fuerzas inferiores se logrará la libertad del espíritu. Mientras
una pasión baja luche contra la voz interior y la venza, el hombre será un
esclavo, esclavo del mundo de los deseos físicos, y a él estará atado por una
larga cadena de renacimientos. Les he enseñado a respetar la libertad de los
hombres y a no juzgar sus actos buscando en ellos lo censurable. Todo
hombre, ya lo hemos visto, por más errores que lo agobien, tiene, si se le
examina con los ojos de la serenidad, la marca luminosa de su origen. Es allí, a
esa marca, a donde ustedes deben dirigir las miradas de su inteligencia para
que su juicio de los demás hombres no peque de egoísmo.
Y dónde está el bien y dónde está el mal? – me preguntarían algunos de
ustedes—y yo les diría primero: cambiemos estas palabras bien y mal, por
otras que se aproximen más a la claridad de este problema que los hombres no
han solucionado todavía. Llamémoslas verdad y error, polo positivo y polo
negativo de la vida que evoluciona, de la conciencia que se remonta desde los
planos más densos de la manifestación a los más sutiles y brillantes, y entonces
nos habremos aproximado un poco a esta solución. La verdad es siempre todo
aquello que lleve lo creado a la realización final y perfecta del pensamiento de
su creador, y el error es todo lo que entorpece esta realización. Así tenemos
que la verdad para el hombre es la expansión, el crecimiento de la conciencia
hasta abarcar los dominios de los más altos mundos del espíritu, y el error es
el predominio, en el hombre, de las fuerzas que tiene un movimiento de
descenso o de estatismo. Quien haya aprendido con el espíritu—no con la
sola inteligencia—esta realidad, se habrá preparado para las más altas
evoluciones, porque aquí está la raíz y el jugo que alimenta y da crecimiento al
árbol del amor superior. Quien haya visto este árbol con los ojos interiores, ya
no volverá a permitir que su pensamiento y que sus labios digan delante de los
hombres: aquel es malo, este es bueno, y sus juicios llegarán a ser profecías,
porque serán juicios de eternidad. Así, pues, cada uno de ustedes medite
mucho en estas enseñanzas para penetrarlas en todo su sentido, y al hacerlo
así, al ponerlas en práctica, estaremos siempre unidos hoy más que ayer, y
todos los días más.
Estrella.—Nuestro Guía, sus palabras nos consuelan, pero qué hacemos si, al
acabarse las sesiones, la falta de su manifestación casi sensible, nos dejará
siempre la idea de su ausencia.?
El Guía.—Deben alejar, matar ese pensamiento, porque él llegaría a
convertirse en un verdadero creador de esa separación. El pensamiento—ya
va descubriéndolo así el mundo de los hombres—es una fuerza viva que,
secunda en cantidad suficiente por la voluntad, construye y destruye mundos.
Las ideas emitidas por los hombres van i vienen en el plano de los globos

Blas Hernández O.
367
La Ciudad de Dios

como seres intencionados, se unen a otros de su misma tendencia y facilitan y


robustecen los que vayan a brotar de otros hombres. Quién de ustedes sería
capaz de describir con los prodigios de una gran imaginación los daños o los
beneficios de un solo pensamiento? Ninguno hasta hoy, y así está bien,
porque, qué tremendo sería el juicio del destino si el hombre, tal como hoy
procede, tuviera ese conocimiento! El pensamiento es la poderosa fuerza que
se transforma en la voluntad misma, no deben olvidarlo. Con el pensamiento
firme de que mi espíritu vendrá en su auxilio para toda obra de bien, ustedes
crean el vehículo apropiado para que ese bien se realice, pero no hay que
olvidar tampoco que ese pensamiento, que esa fuerza debe estar en armonía
con la calidad de esa otra cuyo auxilio se pide; si hay desarmonía, el resultado
será tan imperfecto como la cantidad de tal desarmonía, aun cuando el fin en
sí mismo sea bueno.
Estrella.—de manera que esos pensamientos que nos sorprenden por su
extrañeza, ya que en ninguna ocasión los hemos tenido voluntariamente,
pueden muy bien no ser verdaderamente nuestros?
El Guía.—Hay, como usted lo ha dicho, pensamientos incluidos,
pensamientos viajeros que al sorprender en el hombre vibraciones simpáticas,
tratan de apoderarse de esa nueva casa y robustecer, con la energía allí
acumulada, su vitalidad. Esto está plenamente comprobado por recientes
descubrimientos científicos. ¿Qué otra cosa reproducen hoy los aparatos de
radio sino pensamientos viajeros? El día en que tales aparatos pudieran captar
las sutilísimas vibraciones mentales, la humanidad podría escuchar los
pensamientos más secretos. Nada hay sin vida en el universo, y la vida no
puede producir sino vida.
Volviendo a su pregunta, con relación a este tema de la vitalidad del
pensamiento, la humanidad está dividida en perseguidos y perseguidores,
actuando ambas partes simultáneamente en los dos bandos. De aquí se
desprende mi consejo de que sus pensamientos deben ser siempre de bien
para la humanidad, porque así viven ustedes reforzando esa corriente que
llevan las olas de evolución y que vienen hasta la tierra desde los mundos
superiores y mantienen dominadora la vibración más avanzada. Esas
corrientes son las que operan las transformaciones de los pueblos, de las razas,
las que levantan permanentemente el nivel moral de la humanidad. Cada
pensamiento de altruismo, cada pensamiento de fraternidad, de amor y
esperanza los hará a ustedes colaboradores—mientras dure tal pensamiento –
de la obra de esos espíritus a quienes llaman ángeles y arcángeles, consagran su
gozosa eternidad. Hasta que llegará un día en que, alta la totalidad de los

Blas Hernández O.
368
La Ciudad de Dios

pensamientos de ustedes, se convertirán, aun encarnados, en uno de esos


excelsos Seres.
Estrella.—Y cuánto tardaremos en llegar a comprender la ley, como la
comprenden esos seres de quienes nuestro Guía acaba de hablarnos?
El Guía.—No sé; la medida de ese tiempo reside en la voluntad de cada
espíritu; él lleva consigo el poder de esa duración. Si ustedes, que han
escuchado estas enseñanzas, las guardan como un tesoro de la memoria y ella
no alcanzan a impregnar sus actos y sus pensamientos, muy poco provecho
sacarán de ellas. Mi misión ha sido la de señalar las posibilidades que tiene el
espíritu delante de sí; conocida la meta, cada uno debe trazarse su propio
camino de acuerdo con su temperamento, con sus inclinaciones particulares.
No hay un camino igual para todos como no hay dos hombres que piensen en
absoluta armonía, que tengan una visión igual de la vida. De aquí la dificultad,
casi la imposibilidad del consejo acertado. De esta diferencia de temperamento
nace el fenómeno por todos ustedes observado, de que casi ninguno de los
que piden consejo lo lleva a la práctica; cuando lo contrario sucede, puede
convencerlos un poco de análisis de que entre el consejero y quien lo pide
había una armonía de parecer sobre el asunto.
Para finalizar: una sola ley impera en el mundo: la del amor y el odio; la
atracción, y la repulsión. La primera construye, perfecciona, eleva; la segunda
destruye, deforma e inutiliza.
En otra ocasión—si así me fuere permitido—volveré sobre estos temas para
tratarlos en otro aspecto. Por ahora, esto me ha sido ordenado decirles.
Estrella.—Benjamín no ha venido esta noche. Por qué no le espera nuestro
Guía, y mientras tanto nos da más enseñanzas?
El Guía no contestó nada porque Benjamín, que acababa de llegar, era su
respuesta.
Benjamín.—Tanto le disgustan a Estrella mis conversaciones y sin embargo,
apenas me demoro un poquito, ya me está preguntando! Pero esta noche no
vengo con deseos de discutir. No se imaginan ustedes lo cansado que estoy!
Me mandaron a cuidar una enferma que tiene probabilidades de desencarnar y
he tenido que quedarme de pie a la cabecera de la cama.
Estrella.—Se puede saber quien es esa enferma?
Benjamín.—Por su puesto, si estoy loco por decir su nombre: X.Z., su amiguita
que está en Piedecuesta con un tifo tremendo. En médico va cada dos días,
formula, mueve la cabeza de un lado a otro y se va. Ayer, creo que perdió un
poco la esperanza de alentarla, pero ella mejorará mañana mucho.

Blas Hernández O.
369
La Ciudad de Dios

SESIÓN 37

Por qué terminan las enseñanzas.


Más sobre las vibraciones astrales.

N o han vuelto a presentarse esas intromisiones astrales que tan mala


impresión dejaban en el ánimo y en la materia de Estrella, porque
hemos observado que ellas eran provocadas por el pensamiento de
algunos asistentes, quienes por el mismo temor de que nos hemos impuesto
una severa disciplina mental a este respecto. Las últimas explicaciones del
Guía, tan amplias como se lo permitía nuestra penetración en esos mundos,
acabaron de confirmarnos el acierto de la medida.
Esta noche se ha hecho la evocación del Guía y al cuarto de hora Estrella vio
descender hacia el centro un espíritu que supuso era su maestro. Llegó en
forma astral y ordenó a la médium que transmitiera su saludo.
Estrella.—Pero yo no sé quién saluda!
Benjamín.—Haga lo que le ordeno mientras me cambio este vestido de allá
arriba por el de aquí abajo. Con sus preguntas sin objeto me obliga a perder
un tiempo precioso, pues el Guía no tardará y es largo el discurso que traigo
preparado para aprovechar el tiempo que me deja como jefe del centro.
Estrella.—Ah! Es Benjamín! Yo no transmito su saludo a los asistentes, porque
es usted quien ha venido en sesiones pasadas asustándonos con el final de las
enseñanzas. Salude usted si puede hacerse entender.
Benjamín.—Y qué hago para decirles que las enseñanzas del Guía van a seguir,
si la verdad es que se han acabado? Las lecciones que van a verificarse ahora
se concretarían a consejos, a conferencias privadas, en las cuales el Guía les
pondrá de presente la mejor manera de llevar esta vida para que sus espíritus
reciban el mayor beneficio.
Y me preguntarán algunos por qué causa las enseñanzas quedarán
suspendidas. Pues anticipándome un poco a esos curiosos, he de decirles que
ello obedece a que si algunos de ustedes estaban bien preparados para ellas y
podrían recibir más avanzada instrucción, otros no lo están cómo hacer
entonces, para que estos últimos aceptaran y comprendieran con claridad las
cosas que habrían de seguir, si lo que va dicho los ha llenado de confusión?
La verdad hay que dosificarla, como hacen los médicos con sus drogas, pues
hay almas que al recibir la cantidad que otras merecen, enfermarían.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Estrella.—Siendo las cosas como usted nos las declara, por qué nuestro Guía,
no hace unas sesiones precisamente para esos asistentes preparados? Por que-
- me parece a mí—si ellos están para conocer más allá de donde se nos ha
enseñado, cómo va a privárseles de lo que se merecen sólo porque sus
compañeros van un poco atrasados?
Benjamín.—Esta médium tiene a veces objeciones interesantes! Voy a
explicarle el problemita ese: la misión que ha traído el Guía es la de dar a
muchas personas, por mediación de este Centro, una enseñanza sobre los
planos astrales; esa enseñanza ha de ser graduada conforme a cierto nivel de
evolución de los pueblos que van a disfrutar de ella, y conforme a tal
propósito se han verificado las sesiones. Los más adelantados de este Centro,
los que pudieran saber más, nada han perdido, porque ellos lo sabrán en
tiempo oportuno y conforme a las necesidades de su espíritu. En cambio, por
su mayor conocimiento podrán interpretar claramente los asuntos aquí
tratados y exponerlos de modo que sea uso y costumbre en su mundo
intelectual. Y aquí tiene señora médium, solucionado a grandes rasgos el
problemita.
Estrella.—No hable más, Benjamín, porque allá muy lejos, viene nuestro Guía.
Le he conocido la luz que despide su cuerpo sutil.
Benjamín.—Si es el Guía, como usted dice, déjelo que llegue, no vaya a suceder
que con tanto deseo de que llegue resuelva castigarla devolviéndose.
Efectivamente, según declara Estrella, el Guía parece haberse detenido en su
descenso. Por qué será.?
La médium se angustia creyendo en la amenaza de Benjamín, y éste ríe de
buena gana contemplando su turbación.
Benjamín.—Se lo decía yo. Ahora el Guía se queda pegado allá, sin poderse
desprender, todo por culpa de una imprudencia de la médium.
Estrella.—No, no es así, Benjamín! El Guía baja, sigue bajando rápidamente
hasta aquí. Usted es muy malo, porque me hace sufrir.
Benjamín.—Malo por naturaleza, ya lo ve usted, y cuando me dan orden para
ello, sí que me deleita duplicar esa maldad.
El Guía acaba de llegar al salón. Presenta su saludo. Mira uno a uno a todos
los asistentes y luego en su tono pausado nos trasmite el tema de la sesión.
El Guía.—Pasan rápidamente los días señalados para la clausura de esta
escuela de espiritualismo verdadero, pasan como vienen y van en estos y en
todos los mundos los deseos, las aspiraciones, los proyectos…. Y vendrán

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

otros. Ya dos de los asistentes se han ido. El destino los llamaba urgentemente
para alegrías y dolores que les están reservados y de los cuales sus espíritus
sacarán mayor luz. Dentro de poco se habrán ido todos ustedes. Los unos,
pensando en practicar estas enseñanzas que les he dado y en difundirlas
cuanto les sea posible; los otros, tal vez para olvidarlas un poco, seducidos
todavía por los atractivos de esta tierra, vendados todavía por el velo de la
ilusión. Todo cambia, todo pasa, porque esa es la esencia de la vida misma:
eterno movimiento, y quien dice esto dice también eterna mutación. Lo que se
sabe hoy siempre es pequeño comparado con lo que se aprenderá mañana, y
en esto reside la felicidad inagotable del alma. Es un viaje sin fin por un país
sin fin también, de maravillas.
El Guía hizo una pausa; volvió a contemplar a sus discípulos uno a uno como
para seguir la marcha de sus pensamientos a través de nuestras almas. Luego
siguió:
Pero esta noticia no va a entristecerlos como la primera vez que la di. Ya sé
que mis explicaciones pasadas sobre la manera de mantener viva nuestra
comunicación, han reconfortado sus espíritus, y esta noche quiero
reafirmarlos en esa certeza. Con gran deseo por el bien de ustedes pedí a
Quien me ha enviado, autorización para indicarles de una manera perceptible
a su conciencia humana mi compañía cada vez que sus espíritus la pidieran a
El para nobles propósitos, pero no me ha sido posible esto; sin embargo,
ustedes tienen fe, no esa fe nacida de la confianza ciega en la palabra y en la
ciencia de los hombres, sino de esa otra que es la resultante del conocimiento.
Es esta la verdadera comunión de los santos de que hablaban todas las
religiones de la tierra, sin entenderla en su verdadero, en su único sentido.
Estrella.—Y por qué no pudieran sentir mis compañeros algo parecido a lo
que siento yo allá en los planos cuando llega una orden que yo puedo recibir?
Siento como si una corriente eléctrica me empapara toda: son vibraciones que
se le parecen mucho a las eléctricas, pero que no tienen la intensidad
molestosa de estas corrientes. Yo creo, nuestro Guía, que eso no sería difícil.
El Guía.—Esas vibraciones de que me habla las reciben continuamente los
hombres en muchas circunstancias, y ellas se traducen con el significativo
nombre de corazonadas en el lenguaje popular. En la mayoría de los casos
esas ordenes, así sentidas, producen la acción inmediata que resuelve
venturosamente un problema que parecía oscuro, pero en otras falla la
intención benefactora, porque la libertad del hombre se niega a obedecer. Ah,
libertad! Cuánto han escrito los hombres, cuánto han discutido, sin llegar a su
verdadero sentido, a la concepción de su verdadera utilidad! Esta palabra—
porque sólo es hasta ahora una palabra en las humanas instituciones – ha

Blas Hernández O.
372
La Ciudad de Dios

causado espantosas hecatombes, porque ha ido de uno a otro polo de su


aplicación: de la esclavitud del espíritu a la esclavitud del cuerpo y de ésta a
aquella, sin que el justo equilibrio haya podido realizarse.
Pero volvamos a nuestro asunto: esas vibraciones les han llegado siempre, les
seguirán llegando porque esa es la ley, y ustedes seguirán sin distinguirlas
algunas veces. Yo quería la autorización de un signo sensible que fuera la
ratificación de ese consejo interior. Un soplo suave sobre la frente, por
ejemplo.
Así, pues, es necesario que sus espíritus vivan atentos a la voz que da, a la voz
silenciosa que mana como una fuente, del seno mismo del espíritu. El capta
las sutiles vibraciones de su patria y las trasmite, con la fuerza de que es capaz,
a los sentidos y a las facultades externas.
El Guía se interrumpió un momento. Estrella nos dijo que había quedado
como en profunda meditación. Sus ojos, ilusorios, se escondieron bajo los
párpados y la meditación alcanzó a temer, olvidándose de la irrealidad humana
del Guía, que estuviera sufriendo. El leyó como siempre en su pensamiento, y
al abrir los ojos, le obsequió con una de sus tranquilas sonrisas.
El Guía.—La ilusión, Estrella, reina en el mundo. Los hombres dicen siempre,
satisfechos de su talento, de su figura, de sus palabras y del aplauso de los
otros hombres: " Yo soy yo", y ríen y lloran, y se levantan y caen, y son
crueles y avaros y envidiosos para defender esa frase, para ratificarla ante ellos
mismos, para imponerla a sus hermanos, sin sospechar que todo aquello se
desvanece a la luz de las supremas realidades. Y así se va creando su mundo y
así va bordando en el misterioso telar del infinito el paisaje de sus vidas, con
sus luces y sus sombras, sus costumbres y sus valles. Ah! Quien pudiera
mostrar y que le comprendieran, ese bordado que teje la humanidad! Y la luz
de uno y la luz de todos y la idea de uno y la idea de todos son una misma,
grandiosas, indescriptibles como el rigen de donde emanan.
Por eso usted me creyó un momento adolorido, porque mi gesto o el gesto de
esa sombra humana que fue, tiene un valor entendido en el lenguaje de la
tierra; pero no sufría, Estrella: esperaba. Desde arriba, desde esa incalculable
lejanía a donde iba aquella noche en mi aniversario, llegan hasta mí las
respuestas a mi pensamiento, y El que ha dispuesto, con toda la alegría de mi
alma, que sea yo un canal por donde llegue hasta ustedes su voluntad, me Guía
y me ordena conforme a su plan de amor. Así, pues, Estrella, no sufría;
esperaba.
Había recibido, antes de venir esta noche, la orden de llevarla de nuevo a los
planos. Debíamos ir hasta el blanco, y una vez allí, sería permitido que su

Blas Hernández O.
373
La Ciudad de Dios

espíritu se llenara de las vibraciones musicales que tanta alegría y tanto bien le
dan; pero en el momento de ir a cumplir esta orden, recibí otra de esperar.
Esperé, como usted lo vio; y vino la orden negativa. No trate de averiguarme
la causa, porque no podría decírsela. Será otra vez o no será ya más en este
Centro.
Estrella, contra todo nuestro presentimiento, no se lamentó.
Estrella.—Está bien, nuestro Guía. Ya me ha enseñado usted a obedece y, más
que todo, ya me ha enseñado a comprender. Antes, cuando apenas empezaban
las sesiones, toda negativa a mis deseos, toda valla a mis curiosidades me
llevaba hasta la protesta y me producía verdadero dolor. Entonces no sabía
gobernar mis impulsos, y hasta allá, en los mismos planos, le llegaba a mi
espíritu el mandato imperativo de esta materia que todavía se revela tanto.
Iremos a los planos, nuestro Guía, cuando El lo disponga, o no iremos,
porque su Voz es la justicia, su Voluntad la verdad y su Deseo, el bien. Esto es
lo que yo he conocido, lo que yo he sabido y lo que nunca olvidaré.
Estrella se detuvo un poco. Estaba visiblemente emocionada, y sus palabras, a
pesar del silencio completo con que la escuchábamos, apenas se hacían
perceptibles.
Estrella.—Tal vez pudiéramos, nuestro Guía, hablar desde aquí de otros
mundos, de esos mundos que brillan en el cielo de la tierra y que se niegan
obstinadamente a revelar sus secretos a los más poderosos telescopios. En
mis viajes a los planos he tenido que pasar por en medio de ellos y, sin
embargo, los ojos de mi alma no los han visto. Por qué? Es la primera vez
que puedo formular esta pregunta, y la he traído lista en mi pensamiento a
muchas sesiones.
El Guía.—y para qué verlos si nada que se relacione con ellos es objeto de
estas enseñanzas? Es esta la razón por la cual usted no vio el sistema solar en
sus viajes. De lo contrario, hubiera querido que la llevara a la Luna, a Marte, a
Júpiter, y esto no es posible. No por causa de su espíritu, que perfectamente
podría visitarlos, como otros muchos desencarnados de su misma evolución lo
hacen, sino por su materia, que recibiría de él las influencias de atmósferas
muy distintas, muchas de las cuales le producirían la muerte instantánea de su
vida física.
Estrella.-- Pero todos esos mundos estarán habitados?
El Guía.—Sí y no. Si porque nada, absolutamente nada hay que carezca de
vida, y donde quiera que hay vida, hay espíritu que trabaja por llegar en el
transcurso infinito de los tiempos, a la adquisición de la conciencia

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

condicionada. No, porque su pregunta, como humana que es, sólo concibe los
seres vivientes en la forma animal o humana que conoce, y en este sentido la
respuesta no sería exacta. La misma distinción tendría que hacer si un pez
que, por cualquier accidente, hubiera logrado permanecer vivo en la cubierta
de un trasatlántico y al regresar al fondo de los mares otro pez de su especie le
preguntara si esos enormes mundos que como rápidos cometas atravesaban su
cielo, estaban habitados también como el mar. Por sencillo, este ejemplo no
deja de darle alguna luz.
Estrella.—Le he comprendido bien, nuestro Guía, y sé ahora perfectamente
que todos esos lejanos mundos tienen sus habitantes, que luchan también por
su evolución como nosotros.
El Guía.—Sí, Estrella, están habitados todos esos globos, pero la forma de sus
organismos no puede ser concebida por la más poderosa imaginación del
hombre. No guardan esas formas ninguna relación con los postulados de esa
ciencia de ustedes que llaman estética. La forma es producto del medio, está
adaptada al medio y fue ideada por las grandes inteligencias para vivir en su
medio como apropiado vehículo del espíritu que evoluciona.
Estrella.—Y la evolución de esos mundos es superior o inferior a la nuestra?
El Guía.—Esa pregunta no puedo responderla claramente porque, como le
dije, esos asuntos no corresponden al radio de las enseñanzas que he venido a
dictar. Sólo me ha sido permitido—en este momento—decirle que hay unas
más avanzadas y otras más atrasadas que las de este globo.
Si los miembros del Centro, en quienes veo gran curiosidad por estos
conocimientos de la evolución en otros planetas, estudien el problema por la
revelación hecha ya en algunas obras, podrán acercarse un poco a la solución.
La médium interrumpe aquí al Guía, con grandes muestras de alegría.
Estrella.—Mire a Benjamín, nuestro Guía! Acaba de llegar y está tomando su
forma humana. Se ve como cuando yo salgo de mi materia, pero al revés. El
espíritu va como borrándose y en los sitios donde se esfuma, aparece una
parte del cuerpo. Qué bello es esto, nuestro Guía!
Benjamín.—déjese de alarmas, Estrella! Casi me interrumpe en el trabajito de
mudar de ropa, como la otra vez! No vuelvo a hacer esta gracia aquí. La
próxima sesión—si es que me mandan venir—me mudo sobre el techo de la
casa.
Estrella.—Bueno: aparte burlas, a qué ha venido a estas horas? Nuestro Guía
estaba enseñándonos cosas muy interesantes y para nada lo necesitábamos a
usted.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

Benjamín.—Precisamente por usted he tenido que venirme de mi plano, donde


se está tan bien!
Estrella.—Por qué? Y para qué lo necesito yo?
Benjamín.—En dos palabras va a saberlo: para que cuide ese cascaron….ese
cuerpo que ya malea más todos los días. Esas misiones de cuidar materias son
un poco pesadas. Hace unas horas dejé a su amiguita de Piedecuesta. Recibió
orden ese espíritu de estar unos años más en su cuerpo y ya está! Pero qué
cuerpecito ese y cómo quedó después de la enfermedad! Y ahora, sin
descansar casi, la otra orden: vaya a cuidar el cuerpo de la médium….
El Guía.—No haga caso, Estrella, a las burlas de Benjamín. El ni está cansado,
ni le disgusta la comisión. Nuevamente he recibido orden de llevarla esta
noche a los planos, pero como su materia física no esta muy bien, Benjamín
viene a velar por ella para que su espíritu pueda disfrutar un rato de los
mundos superiores.
Estrella.—Benjamín, perdóneme! Cómo lo desconozco cada momento! Verdad
que usted disculpa estas necedades humanas?
Benjamín.—No piense más eso, Estrella, y vaya tranquila a los planos.
El Guía y la médium emprenden el viaje. Nuestra compañera permanece largo
rato sin transmitirnos ninguna noticia. Su materia se estremece de vez en
cuando y nos da la idea de que la ascensión continúa.
Estrella.—En donde estamos, nuestro Guía? Jamás había visto yo este sitio.
Está iluminado con una luz azul…. Pero no veo bien, tengo idea de estar en el
vacío y me domina una sensación tremenda de estar resistiendo un
vendaval….
El Guía.—estamos en el espacio entre el plano azul y el blanco. Le agrada este
sitio?
Estrella.—No, por esas sensaciones que le dije. Pero hay aquí muchos
espíritus? Por qué, aunque me esfuerzo, no lo veo?
El Guía.—hay algunos espíritus azules, pero no son muchos. Usted no los
podrá ver; no haga esfuerzos inútiles que provienen de las insinuaciones que le
envía su materia.
Estrella, después de esta explicación, quiere que el Guía le hable un poco del
sol; quiere saber si allí hay habitantes y si, como se figuran los de la tierra, allí
hay fuego. Pero inútilmente ha interrogado a su maestro, porque éste está
resuelto a no dar dato alguno. La única declaración que sobre este astro
misterioso logró obtener, fue la de que los sabios de la tierra, los que juzgaban

Blas Hernández O.
376
La Ciudad de Dios

al astro rey por la visión de su telescopio, no sabían hasta la fecha nada


evidente de él.
Pero este fracaso no rindió los esfuerzos de Estrella y continúo sus preguntas
sobre otros astros con igual éxito.
El Guía.—Decididamente, Estrella, ya no puede venir usted a estos sitios
porque sus curiosidades son inagotables. Para saber completamente una de las
cosas que me ha preguntado, necesita otra vida tan larga como la que lleva
encarnada, más un poco de tiempo en su plano. Aprenda usted primero todo
lo que le corresponde a su tierra, y luego sí propóngase conocer la vida y
evolución de otros mundos. Es misma causa que acaba de hacerla fracasar en
sus preguntas es la que tiene tan desorientada a la ciencia de los hombres.
Qué saben los sabios de la tierra, de sí mismos? Poca cosa, casi nada, y ya
pretenden resolver los problemas de un sistema planetario, de un universo, del
cosmos entero! Hacen cálculos, cálculos que representan años, vidas enteras,
para sentar las bases de una ley, y luego, repentinamente esa ley parece ser
burlada por un astro, por un cometa. En qué han quedado? Nuevas hipótesis,
nuevos cálculos, pero nadie puede garantizar la virtud de verdad de su
telescopio. Y así todas las ciencias: las que se refieren al hombre mismo; las
que tratan de los animales; las que se refieren a la naturaleza! Todos los días
hacia delante y hacia atrás, y no se dan cuenta de que la impenetrabilidad de la
existencia sólo proviene de la venda que el observador lleva en los ojos. La luz
de la verdad penetra, sí, pero tan débilmente, que sus rayos parecen todos
diferentes, siendo uno mismo el foco que los proyecta. Y ellos son parte
integrante de ese foco, y su luz es la luz de ellos también, no han querido
comprenderlo.
Estrella.—Nuestro Guía me convence siempre! Verdaderamente, qué sé yo de
mí misma, y qué podrán saber esos que no han podido ver como yo he visto.
Qué idea pueden tener los hombres de sus almas, cuando no las han visto
desprenderse de la materia como yo la mía? Qué pueden conocer los
hombres del poder de la voluntad, cuando ellos no se han trasladado, como
yo, a través de esos espacios sin medida que conducen a esos mundos de las
almas que son como gasa, como nubecillas? Y, sin embargo, si yo fuera
mañana a sus colegios, a sus oficinas a contarles todo esto que he visto, se
reirían de mí y como a una loca, me encarcelarían para guardar a la sociedad
de un peligro grave: de una demente.!
El Guía.—No, Estrella, ya no la encarcelarían los hombres porque hay muchos
que silenciosamente piensan, meditan, tantean en el misterio, y ellos saldrían a
su defensa. Ellos están preparados y el mundo los respeta, porque se han
mostrado también doctos en la ciencia de los hombres, y para decir estas

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

verdades han ido, calladamente, levantándose ese pedestal. No son multitud


por el número, pero son suficientes por su cerebro para el combate que han
de librar. Son los heraldos de una era nueva, de una nueva visión, de una
nueva humanidad.
Ahora nada más hay por hablar. No vamos la blanco porque he recibido
orden de que volvamos al Centro. Su materia aunque bien cuidada por
Benjamín, necesita del descanso del sueño ordinario, y es tiempo de que vaya a
buscarlo.
Sin protestar, Estrella obedece y bajan al salón.
El Guía contesta, antes de despedirse, algunas preguntas a dos asistentes sobre
asuntos de familia, le da instrucciones al evocador para que no despierte a la
médium hasta que ella no avise que ha dejado de verlo, y le indica también que
debe despertarla muy lentamente porque a causa del estado de su materia, el
espíritu habrá de reintegrarse a ella cuidadosamente.
Estrella.—Allá va nuestro Guía, y un poco atrás, Benjamín. Ah! Benjamín, las
horas de acordarse de su despedida! Desde allá me dice que cuide mucho este
cascaron de materia, porque mi espíritu tiene todavía que trabajar con él antes
de irse a su plano. Ya se ven muy pequeños….muy pequeños… Adiós!
El evocador cumple las disposiciones del Guía y Estrella despierta lentamente.
Se siente cansada, como si hubiera caminado seguidamente todo el día.
La sesión termina a la una de la mañana.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

SESION 38

El Guía y Benjamín se despiden del Centro.


Se impone un secreto a los miembros del Centro.

H an pasado tres sesiones que no se relatan en esta obra. En ellas el


Guía llamó por última vez, uno a uno, a todos sus discípulos, y con
frases de afecto y esperanza les dio sus consejos para que,
teniéndolos siempre presentes, pudieran conducir sus vidas por sendas más
propicias que otras a dar frutos abundantes de evolución. Con exquisita
delicadeza fue mostrando a cada uno los puntos débiles, la tendencia
imperfecta más fuerte, y animándolos a la lucha sin tregua.
Estas sesiones no fueron hechas para la divulgación, y respetando a cada cual
su secreto, nos concretamos a denunciar su existencia para que a los lectores
de la obra no le sorprendan la despedida del Guía y de su compañero Benjamín.
De los asistentes ordinarios al Centro, dos han abandonado la ciudad en
obediencia a los imperativos mandatos que le dieron sus destinos. Pero
sabemos, por sus cartas, que a la hora de las sesiones—casi siempre la
misma—sus pensamientos vuelan, a través de la distancia, hasta el salón
humilde donde la misericordia del Logos dispuso encender esas dos potentes
lámparas de la revelación de verdades ya casi olvidadas por los pueblos,
ciegos de la sed del oro y de la ilusión del egoísmo. Los demás compañeros
estamos reunidos y, en silencio para no violar la pena de nuestro corazones,
esperamos la respuesta a la última evocación.
Viene –empieza a hablar Estrella—un espíritu blanco. Debe ser Benjamín,
porque he sentido en el mismo instante en que lo vi aparecer, una corriente de
alegría, como de risa, si esto puede decirse, sólo él se porta con tal humor
entre nosotros. Ah! Benjamín! Se ríe hasta en la noche de la despedida cuando
nosotros sentimos pena!….
Benjamín.—Salude en mi nombre a todos los asistentes al Centro y dígales—
esta vez delante de mí—que Benjamín Peña, el del sombreo feo, quiere ser
consecuente hasta el último instante con la misión que le fue encomendada al
venir a este Centro: que ha venido riéndose, muy contento, esta noche en que
finalizan las enseñanzas del Guía.
Sí, contento—continúo después de un momento al ver que la voz de Estrella
temblaba de emoción dolorosa—contento porque para quien tiene conciencia
de la eternidad de la vida, de la unidad del espíritu y de sus poderes

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

asombrosos, la sombra de la tristeza ya no existe para él. Tristes todos! Y por


qué? Nadie ni nada nos ha separado ni nos separará jamás. No han
comprendido acaso la enseñanza del Guía? La separación es una ilusión,
como la muerte, como el pecado. Sólo existe la conciencia, que es la vida y
que destruye la ilusión cuando puede remontarse a regiones de la serenidad.
Así, pues, ni hemos venido nunca el Guía y yo, ni nos vamos jamás del lado
de ustedes. Mediten bien en esto y comprenderán que es la verdad.
Pero no: hay una cosa que sí es cierta en esta despedida: es la ausencia, de hoy
en adelante, de mi vestido gris y de mi sombreo japonés que tantas protestas
han provocado en Estrella. Me los quitaré esta noche al irme a mi plano, y los
guardaré en un ropero misterioso para ustedes: la memoria cósmica, en espera
de que me venga una nueva orden de dictar enseñanzas con risa, como ahora.
Si no viene la orden, nada importa, porque en ese ropero no hay polilla como
aquí en la tierra.
Estrella.—sabe de qué me apeno, Benjamín? De no volver a los planos, de no
visitar más esos mundos, de no saber tantas cosas de las almas como quedan
para mí sin explicación. Por qué no me dejaron preguntar tantas cosas, como
hubiera querido hacerlo? Yo me di cuenta que siempre que algunas cosas se
me ocurrían, antes de preguntarlas, en el momento mismo de que mi espíritu
iba a formular su pensamiento, algo como una mano poderosa e invisible lo
borraba por completo. Otras veces se me daba explicación, pero mi materia
no la trasmitía para mis compañeros, y ya despierta, era imposible, traducir
aquel conocimiento, a pesar de que lo sentía claro, diáfano, dentro de mí
misma. Por qué todas estas cosas?
Benjamín.—Vamos por partes, Estrella. Aprovecharé esta demora del Guía para
darle una instrucción en serio—es decir, sin burlas—y desenredar ese ovillo
que me ha hecho de tantas cosas.
En primer lugar, no es exacto que se hayan terminado con estas sesiones sus
viajes a los planos. El Guía enseñó que casi siempre, durante las horas que la
humanidad consagra al reposo físico, al sueño, como aquí se le llama, las almas
van a sus planos respectivos para realizar muchas labores y para nutrirse de
cierta vida, cuando así lo necesitan. Otra cosa es que, un vez recobrado el
estado de vigilia, el espíritu tenga apenas una vaga idea de esos viajes o los
olvide por completo. Otra vez—la última—le repito: la separación de los
mundos es sólo un fenómeno real en cuanto la gradación de la conciencia. A
mayor amplitud de conciencia corresponde menor separación.
Al segundo asunto, tengo que contestarle que es evidente. Se le impidió
formular algunas preguntas, unas veces porque la enseñanza que su respuesta

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

implicaba no se comprendía en los asuntos de la competencia de esta misión,


y otras porque sobrepasaban a su capacidad de conocimiento. En algunas
ocasiones se dieron enseñanzas para usted sola, y esto fue así porque eran
indispensables para otras que sí debían formar parte de estas conferencias.
Estrella.—Comprendo, Benjamín que hasta último momento mis preguntas
obedezcan a falta de meditación. Esa explicación que acaba de darme y que
veo bien clara, ya la había obtenido de nuestro Guía. Por qué se borró de mi
memoria?
Benjamín.—Porque algunos de sus compañeros de Centro habían observado,
muy juiciosamente, los mismos fenómenos, y para ellos era necesaria su
aclaración. Yo como el Guía, aunque en menor grado, leo el pensamiento de
todos y para satisfacer este que veía muy definido y de importancia, le he
sugerido a usted el mismo conflicto. No es culpa suya, Estrella. Usted recuerda
bien las lecciones aprendidas, y aun cuando su materia no puede no puede
repetirlas en palabras con precisión, su espíritu obra conforme a ellas. Es lo
importante.
Estrella quería seguir interrogando a Benjamín sobre otros asuntos, pero éste se
negó alegando que el Guía acababa de venirse de su sitio para el Centro y no
demoraría un minuto en llegar.
Y así fue. La médium distinguió el punto luminoso que formaba su maestro
en la inmensa lejanía del espacio.
Estrella.—Ya está aquí nuestro Guía y ha tomado su apariencia humana. Es la
misma apariencia y es distinta. Esta noche observo una cosa en él por primera
vez: un halo de luz se difunde en la atmósfera desde su cabeza. Es como ese
halo que los pintores de la tierra ponen como de fondo a los óleos de los
santos. Será que hasta ahora me es permitido verlo así? O que mis ojos
espirituales no habían adquirido hasta esta noche la capacidad para ver esa luz?
Siento, nuestro Guía, una cosa tan rara! Es como si entre usted y yo hubiera
crecido la distancia. Antes estaba como más cerca de mí, como más a mi lado,
y en este momento, aun cuando lo veo en el mismo sitio de costumbre, tengo
la noción segura de que estamos más distantes.
El Guía.—por primera vez, durante el curso de las enseñanzas, ha sido
permitido que a través de esta apariencia humana, de esta sombra de un
hombre que fue, irradie la luz en que se baña mi espíritu allá, en el sitio donde
resido, luz que emana de Quien me ha enviado para enseñarles todo lo que
forma hoy el material de un libro que se dará a la meditación de los hombres.
Ninguno de ustedes podrá medir en todo lo que significa esta autorización de
que les hablo, ni la de otra que traigo para el momento de partir; pero tal vez

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

algunos de ustedes, en esta misma vida, si siguen el sendero más corto, podrán
penetrarlas.
Y vamos a otra cosa: han terminado mis lecciones. Les he mostrado, hasta
donde se me ordenó, cómo las almas viven, gozan y sufren al otro lado de los
sepulcros que la humanidad abre reverente y acongojada para los cuerpos de
sus hermanos en especie. Les he enseñado cómo esos cuerpos no son sino el
vaso que contiene la esencia más pura, y cómo en ellos beben las almas el licor
redentor de las experiencias que luego se complementan y se amplían en esos
otros mundos de materia más sutil que llamamos, para darles un nombre en el
idioma de la tierra, los planos astrales. Supieron ustedes que esas almas tienen
sus sitios donde todo está en armonía con su conciencia y donde llegan los
anuncios de un estado y de un mundo mejores, que las impulsan, las alientan y
las conducen por el sendero de un inagotable perfeccionamiento. Vieron
cómo sobre esos mundos vigila el pensamiento de Dios, haciendo que para
todos brille su luz en la medida de la justicia, que el más avanzado haga de
lazarillo del que viene detrás.
El Guía hizo una pausa.
Estrella.—En qué piensa nuestro Guía?
El Guía.—No pienso, Estrella; espero, como esperé otras veces, como habré
de esperar gustoso siempre la autorización de los Altos para ciertas
actuaciones. Se me anunciaba ahora algo que les revelaré pero que debe
permanecer en secreto entre ustedes, porque si lo revelan al mundo, el mundo
no lo creería y lanzaría burla de ignorancia sobre la sagrada alegría de sus
almas. Otra cosa, y esta si pueden decirla: antes de finalizar esta última sesión,
descenderán de sus planos Azul, Blanco, y Radiante unos cuantos espíritus
que en otras ocasiones vinieron para ser ellos mismos ejemplo y testimonio de
esta enseñanza.
Sigamos con lo anterior. Les enseñé también cómo el hombre—o su espíritu,
que es el verdadero hombre—es el único autor de su propio destino, que
nadie, fuera de él mismo, se crea para sí el dolor o la alegría en esta tierra, y la
luz o las tinieblas en los otros. Con el ejemplo vivo, no con teoría de la
palabra, vieron ustedes marcados los senderos de la evolución y tuvieron los
anuncios más aproximados que podían recibir, de más grandes destinos y más
luminosos cielos que a todos, para un día en que así lo quiera cada cual, les
están destinados.
El desarrollo de la conciencia, he aquí el secreto de la evolución. Como un
torrente de luz, la sabiduría inagotable del Padre desciende desde su trono a
través de mundos más y más densos de materia hasta el último plano de la

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

creación, y en cada uno va dando la nota correspondiente a la gran


orquestación que forma la música de los mundos. Así es como en cada mundo
parece una esa luz y distinta a las otras, sin serlo. Llegar al conocimiento de
esa unidad, es llegar a la posesión de la sabiduría, y es este el trabajo de las
almas. Conocer al Padre en cada uno de sus mundos es remontarse hasta El
por el brillo de la conciencia.
El pecado? Ya lo vieron: es el error, es el velo de la materia que opaca la luz.
El odio es amor imperfecto, amor humano en embrión, y el amor humano,
qué otra cosa es sino es amor puro, espiritual, que se inicia?
La envidia? Lo supieron ustedes: es el egoísmo rudo, oscuro, denso, que se
trasmuta luego, a lo largo de las experiencias de la vida, pasando por las zonas
de la personalidad hasta que se define la conciencia de la individualidad, y ésta,
a su vez, al penetrar en las regiones de mundos muy lejanos, se sume en la
suprema ventura de la unidad.
La crueldad? La pasión en general? Fuerzas sin timón contra las cuales lucha
el alma por pulirlas en el drama intenso de la vida. Luz y sombra, materia y
espíritu que van de la mano ayudándose el uno a la otra en su peregrinación a
través de los días y las noches que forman el Aliento, la Esencia y la
Existencia del Todo. Misterio para la conciencia dormida. Indescriptible
belleza para el espíritu despierto. He aquí, en síntesis, lo que he venido a
enseñar, lo que he enseñado. Muchos comprenderán, porque su espíritu está
listo; para muchos será motivo de confusión, porque ahora ellos mismos se
hallan confundidos.
Para ustedes, especialmente los que noche tras noche han seguido la voz
humana de Estrella, por la que hablaba su espíritu por exigencia del mío,
además de estas enseñanzas que se darán al mundo, vinieron conferencias
particulares en las que me fue permitido llevar consejos, esperanzas y fortaleza
a sus almas. He quedado satisfecho de al fe con que han sido recibidos esos
consejos, y de los propósitos que hay en la voluntad de cada uno para
cumplirlos. Cuando vacilen, cuando necesiten mi compañía, ya les indique la
manera de obtenerla y las condiciones espirituales que deben conservar para
que ese lazo entre nosotros se haga más fuerte. Esto quería decirles esta
noche. Ahora, esperemos que ya vienen de lo alto.
Uno a uno llegan al Centro los espíritus anunciados por el Guía. Cada cual
expresa, conducto de la médium, su sentimiento por la finalización de las
sesiones y nos da sus consejos sobre cumplimiento de las enseñanzas
recibidas. Son consejos breves, pero en ellos se compendia, en síntesis
admirable, todo lo nuevo, todo lo trascendental que nuestras almas y nuestras

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

inteligencias han aprendido sobre la supervivencia y la peregrinación del


espíritu a través de los mundos.
Cuando el último de los visitantes terminó de expresar lo que para nosotros
traía, el Guía volvió a hablar.
El Guía.—Falta aún la última advertencia: todo, absolutamente todo lo que en
este Centro se ha enseñado, es también para todos los hombres y, a nadie
deberán ustedes negar sus conocimientos. Son ustedes, de hoy en adelante, los
encargados de esparcir, en el terreno de las almas, estos aspectos de la vida del
espíritu más allá de la tumba. Nada se dispone en lo alto que no llegue a la
tierra en hora oportuna para que la humanidad saque el mayor provecho en su
lucha por el avance de la evolución. Los grandes dolores que las naciones
todas de este globo acaban de sufrir en esa guerra, hija de la crueldad y de la
ambición del industrialismo, acumuladas durante siglos, han despertado las
almas a la única verdad: a comprender que el espíritu es un eterno peregrino
que siempre va de paso, y que la vestidura de materia que se pone para vivir en
esos mundos de su carrera de progreso, es tan vana, tan ilusoria, como las
telas con que cubren sus cuerpos y que, pasada la estación, cambian por otras.
Es tiempo, pues, de sembrar y es necesario que como el árbol que no se
preocupa a dónde el viento arrastra sus semillas, tampoco ustedes se
preocupen, al ser interrogados o solicitados para que hablen de estas cosas, si
el alma que interroga, si el alma que va a ustedes por la parte de conocimiento
que le corresponde, está o no lista para recibir con fruto la enseñanza. Ustedes
deben darla con buena voluntad, con amor, con paciencia, conforme yo la he
traído a ustedes, conforme Aquel que me ha enviado la trajo El mismo un día
a la tierra. Siembren ustedes con la misma despreocupación por el destino de
la semilla con que la flor mantiene en su seno el germen que un día habrá de
fecundar la mariposa desconocida. Él hará la obra, el fruto de la enseñanza
por ustedes regada será siempre el justo, el necesario, el conveniente.
Apenas se hizo nuevamente el silencio, Estrella nos dio cuenta de que todos
los espíritus presentes se habían colocado en círculo y de rodillas esperaban
como en oración. El Guía avanzó hacía el centro de aquel círculo. Nosotros,
obedeciendo a un impulso brotado de nuestras almas, asumimos por primera
vez durante todo el tiempo de las sesiones, la misma actitud, formando un
círculo externo a ese otro, invisible, misterioso, imponente. Sólo el cuerpo
físico de la médium permaneció en su sitio.
Qué esperábamos?
Qué iba a suceder?

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

El Guía habló otra vez: qué lejos están ustedes, mis discípulos humanos, de
imaginar toda la grandeza, toda la importancia real de este momento!
Venciendo la repugnancia natural del hombre que se ha hecho libre por su
pensamiento y por su meditación, a tomar esa actitud humilde, han seguido
ustedes ese ejemplo de sus compañeros invisibles. Está bien así, porque en
este momento, aunque invisible para los mismos ojos espirituales de Estrella y
de algunos de los acompañantes astrales, desciende hasta esta humilde
habitación de la tierra, para darles su bendición. Aquél que en las más
luminosas alturas ha inspirado a mi espíritu las enseñanzas que les di. Cómo
ama Él a los hombres! Qué grande es también, como su amor, su humildad!
Estrella relata que la luminosidad que brota de la ilusoria forma humana del
Guía se ha intensificado de tal manera, que se ha hecho irresistible a sus ojos
espirituales.
Aquí termina nuestra narración. Lo que siguió después de este momento, se
nos ha ordenado reservarlo, porque el mundo no lo creería y su incredulidad,
como mancha de aceite, trataría de opacar la sencillez, la claridad y la lógica de
nuestra obra. En lo que ocurrió en ese instante, el más intenso seguramente
que disfrutarán nuestras almas sobre la tierra, está echada la raíz siempre
fecunda de nuestro entusiasmo para llevar a todas las almas que lo pidan,
nuestro conocimiento sobre esos misteriosos mundos donde el espíritu va a
vivir nueva vida de progreso.
Paz a los hombres sobre la Tierra.

Blas Hernández O.
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APÉNDICE

“... La inmortalidad de las almas, es la base del mundo físico; ellas son
parte del espectáculo de la Creación. Sabemos con certeza, que los
mundos, son la residencia de estos seres que contemplan admirados el
poder y la sabiduría de quien los creó, pero lo más importante es que
las almas que los pueblan son solidarias entre sí.
... En esas regiones lejanas del Cosmos hay magníficos crepúsculos,
noches espléndidas, soles fecundos y días radiantes como nadie se los
ha podido imaginar. En esos mundos hay hermosos valles e
imponentes montañas donde las producciones múltiples de la
naturaleza han desplegado todo su esplendor y pompa; es un
espectáculo Divino con el cual las almas se fortalecen con su propia
vida.
... Este espectáculo tan maravilloso, para los encarnados en este
Planeta, dificultosamente podrán tener una idea de esta realidad.
... Una misma familia fue creada en el Universo y a esos mundos los
unen lazos fraternos aún desconocidos por nosotros. Esos astros que
armonizan en sus vastos sistemas, no están habitados por inteligencias
extrañas unas a otras, sino por seres marcados con un mismo destino;
quienes volverán a encontrarse en algún momento de acuerdo a sus
funciones de vida y se buscarán siguiendo sus mutuas simpatías.
... Esta es la gran familia de los Espíritus que pueblan los mundos
celestes, es la irradiación del Espíritu Divino que abarca la extensión de
los cielos y que permanece como tipo primitivo y final de la perfección
espiritual...”
GALILEO GALILEI.

NOTA: La anterior comunicación fue lograda por la Sociedad


Parisiense de Estudios Espíritas de Francia en el año 1862 bajo la
dirección de Allán Kardec. En estos estudios actuó como médium el
astrónomo Camilo Flanmarión y que por su intermedio se manifestó el
Espíritu de Galileo Galilei quien dejó muchas enseñanzas referentes al
Cosmos y la vida en el Plano Espiritual.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

GLOSARIO

AGUAMANIL. Soporte de madera elaborado con listones en forma


triangular con dos comportamientos en los cuales se ubicaban una jarra
con agua (Parte inferior) y un platón (Parte Superior) utilizado como
lavamanos.

CARRAMAN. Nombre dado a determinar persona denotando desprecio o


algo odiso.

CONTRATA. Acuerdo verbal entre comprador y vendedor para adquirir


continuamente determinado articulo de consumo diario.

CHINGUE. Vestido de baño compuesto de ropa vieja y vaporosa usado


por bañistas de clase media y baja; también las lavanderas utilizaban
esta clase de vestimenta para desempeñar su oficio a la orilla del río.

CHILINGO. Vocablo utilizado para señalar algo que no sierve y que es


desechable.

CHINA. Antiguo nombre dado a las muchachas del servicio domestico.


También para señalar una especie de abanico elaborado con ramas de
palmera que servia para activar la candela en el fogón.
CHIRIGOTA. Caricatura, chanza, broma.

FOSFORERA. Encendedor metálico a base de Kerosene

GODOS. Vocablo usado para designar a las personas pertenecientes al


partido político conservador.

GUANDOCA. Nombre dado por el común de las gentes al referirse a la


Inspección de Policía o a la cárcel.

JIPIJAPA. Fibra sacada de la palmera del mismo nombre, utilizada en la


elaboración de sombreros y delantales para herreros.

MAIZOLA. Antigua especie de cerveza a base de cebada y maíz.

MORTECINO. Carroña. Palabra utilizada para referirse a personas no


gratas o despreciables.

Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios

MUÑIGA. Vocablo campesino al referirse al estiércol del ganado.


(Boñiga).

ÑAJARO. Viejo cuchillo de cocina que por su uso prolongado se


encuentra desgastado.

PEGA. Residuo de alimento adherido al fondo de la olla en que fue


preparado.

PACOTILLA. Articulo de muy poca calidad.

QUESO REINOSO. Cierta clase de queso compacto producido en los


climas fríos.

QUINTA. Palabra que designaba casa grande, lujosa, con amplio


antejardín y solar con árboles frutales.

QUITAR EL CUERO. Dícese de las personas que son victimas de la


difamación y comentarios de mal gusto.

TINTO. Pequeña porción de café puro.

TITILAR. Centello rítmico de la mirada o cualquier objeto luminoso.

RELOJERA. Pequeño bolsillo situado en la pretina del pantalón utilizado


para guardar monedas o cualquier objeto pequeño.

TRANCAO. Dicho usado antiguamente para demostrar suficiente


alimentación y así tener energía para trabajar con animo y rapidez.

VESTIR SANTOS. Vocablo para referirse a la mujer que se quedo soltera


para siempre. (Solterona)

VIPERINO. Lenguaje tendencioso y difamatorio.

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