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BLAS HERNANDEZ O.
M. S. T.
Tomo 1
PRIMERA EDICION
BUCARAMANGA
1930
La Ciudad de Dios
La Ciudad de Dios
Primera copia por computador, Noviembre 15 de 2001
Segunda copia por computador, Agosto 24 de 2016
Cúcuta. Norte de Santander, Colombia
Diagramación
Ana Villamizar Vera
Corrección y estilo
Rafael E. Hurtado Mantilla
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
PROLOGO
S
on varias las clases de investigadores que se han consagrado a la ciencia
del Espiritismo y se hace necesaria su determinación para que los
hombres de estudio puedan entrar en esa legión de volúmenes que hoy
existen sobre el asunto, sin exponerse a creer que nada hay allí estructurado en
materia filosófica y que todo se concreta a una selva de contradicciones y de
oscuridades.
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La tercera clase está formada, según nuestra división, por investigadores que,
después de una larga preparación científica y filosófica, van a buscar en las
mismas fuentes de lo suprasensible el secreto de la vida que perdura en el seno
de la eternidad a través de la destrucción de las formas materiales a las que
nuestro criterio, tan limitado actualmente, da el terrible nombre de muerte.
Estos Guías, verdaderos enviados de los altos mundos del espíritu, trasladan el
Médium a los lugares mismos donde deben dictar sus enseñanzas y allí,
haciéndole ver con los puros ojos interiores y percibir directamente con la
conciencia desembarazada de los velos físicos, recorre con él los planos astrales
donde habitan la mayor parte de los espíritus sometidos todavía a la prueba de
la reencarnación; le hace hablar con ellos, escuchar de sus propias conciencias
la narración de sus estudios y experiencias en esos lejanos mundos, de sus
penas y de sus esperanzas y alegrías para que conozca directamente las
distintas gradaciones de la evolución y después pueda deducir, por modo
lógico, como obra la Gran Ley de la causa y el efecto, llamada por los grandes
instructores de la Teosofía la ley del Karma.
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"El termino astral significa algo que se relaciona con los astros y que se
empleo primitivamente en ocultismo, en virtud de la idea muy común
entonces en la especie humana, de que "el otro lado" se encuentra arriba, en el
cielo, entre las nubes, en la región de los astros que percibimos. Todavía en
nuestros días, en que la idea del cielo como un lugar determinado ha
desaparecido de la mente de las personas ilustradas, nos parece
completamente natural elevar la vista cuando hablamos del cielo de los justos
o señalar hacia arriba para indicar la residencia de los bienaventurados. Es
muy difícil sustraerse a los conceptos arraigados desde hace siglos en la
especie humana aún sabiendo, como actualmente, que en el Universo no
existe ni el arriba ni el abajo. Por esta razón ha persistido la palabra astral en la
terminología ocultista.
"Algunas de las regiones inferiores del mundo astral son dañinas y muy poco
agradables, procurando los ocultistas experimentados no tener nada que ver
con ellas y aconsejando a los principiantes que las eviten como se evitan los
lugares pantanosos y productores de fiebres en el mundo material. Muchas
personas se han ocasionado gran daño intentando penetrar en esas regiones
sin un completo conocimiento de su naturaleza, habiendo arruinado su salud y
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Con las anteriores explicaciones que el filósofo hindú da sobre los planos
astrales y sobre la categoría de los espíritus que los habitan, ya podemos
nosotros entrar en algunas aclaraciones sobre las denominaciones que toman
dichos planos y subplanos en nuestra obra y que, de ninguna manera, se
apartan de las enseñanzas teosóficas que aconsejamos de antemano a todos
los que quieran progresar en el conocimiento de los mundos espirituales sin
tener que atravesar el portal de las evocaciones que, como dejamos ya
expresado, entraña graves peligros para los incautos que pretenden hallarlo
sin la necesaria preparación espiritual y científica.
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experiencias. Son estas entidades las que por su mayor proximidad a nuestro
mundo, ocurren presurosas a los centros de evocaciones, se proponen
divertirse con los cándidos que las buscan y para complacerlos y
entusiasmarlos, se entregan a remembranzas de sus pasadas encarnaciones
disipadas en el torbellino de los desenfrenados instintos, remembranzas que
forman en aquellos centros de curiosidad un ambiente divertido y que, mientras
más realistas sean, mayor prueba de identidad constituyen para los
investigadores. A estas entidades se deben los fenómenos de
materializaciones, raps, levitaciones, aportes, en fin, todo el mundo
fenoménico del espiritismo que constituye la trama desazonadora de todas las
narraciones de que han hecho arma de combate los enemigos del
espiritualismo moderno para negar toda posibilidad, por estas vías, de una
revelación alta de las verdades suprahumanas. Para los habitantes del plano rojo
la producción de los fenómenos antedichos se facilita mucho porque la
diferencia vibratoria de su cuerpo sutil con nuestro medio físico, les permite
una pronta adaptación, por descenso a éste, hasta hacerse visibles a los ojos
humanos.
Aquí, al entrar en estas regiones del astral a las que nosotros damos el nombre
de Planos de Evolución, es necesario que los teósofos nos comprendan bien, ya
que a primera vista parece que nos apartamos de las clasificaciones que su
filosofía hace de las divisiones de este gran plano. En teosofía estamos
acostumbrados a encontrar el término astral denotando un solo plano,
dividido en siete subplanos, y en esta obra, para mayor comprensión de los
lectores que se han educado a través de las teorías espiritistas modernas, el
astral queda dividido así: Plano Rojo, Plano Gris, Plano Azul y Plano Blanco. Al
astral teosófico corresponden los tres primeros y el último, como quedo ya
establecido atrás, al Mental. Los planos gris y azul están divididos en tres
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subplanos o grados que unidos al primero o rojo, nos dan exactamente los
siete subplanos que componen el astral. En cuanto al Plano Blanco, no
aparecen en LA CIUDAD DE DIOS determinados los siete subplanos de que
se compone y que forman las dos regiones: la mental concreta y la mental
abstracta, pero del espíritu de las enseñanzas se desprende esta verdad. Tal vez
el Guía, obrando como lo hizo en relación con el primer plano astral, no quiso
marcar estas diferencias entre los habitantes del mental, porque ellas tienen,
como en aquel, tan sutil demarcación que haría confusas sus descripciones
para muchas inteligencias.
El Plano Azul, como el gris, está habitado por entidades cuyos cuerpos sutiles
se hallan coloreados por la luz astral en tres tonalidades: oscuro, medio y
pálido. Esta última categoría es de una evolución bastante notoria y los
espíritus que la han alcanzado casi siempre hacen el resto de su evolución
hasta el Mental sin necesidad de someterse a nuevas reencarnaciones. (3)
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del Guía para que todos los espíritus llamados a beber en esta fuente
encuentren claro, diáfano y puro contenido.
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Esos espíritus sólo esperan que llegue hasta ellos una revelación como, esta.
Esas almas a nadie se las arrebatamos porque ya no pertenecen en realidad a
ninguna de estas instituciones humanas; están solitarias, esperando la voz,
atentas al menor murmullo que penetre hasta el sagrario de sus mentes. Son las
invitadas de que habla el Evangelio cristiano, que con sus lámparas
encendidas, expectantes, insomnes, esperan la venida del Amado.
Como todas nuestras mujeres de las clases pobres, apenas logró ingresar dos
años en las escuelas del Estado para proporcionarse los rudimentos de las
matemáticas y aprender a leer un poco el español. Su instrucción, pues, estaba
muy lejos de permitirle sospechar siquiera la calidad de las enseñanzas de las
que fue dócil e inteligente vehículo.
Durante año y medio que duraron las concurrencias del Guía, jamás llegó a
faltar a una cita en el Centro. Ella era entre nosotros la más fervorosa
colaboradora de la obra sin que jamás obtuviera ninguna remuneración
pecuniaria de nuestra parte para garantizar su asiduidad. Muchas cuadras
distaba la casa donde nos reuníamos de la que ella ocupaba y jamás la oímos
hablar de cansancio ni sorprendimos en su rostro, siempre apacible y
sonriente, huellas de sacrificio o de resignación.
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Hemos procurado conservar en todo libro, hasta donde nos ha sido posible,
su conservación llana, ingenua, tanto con el Guía como con las entidades de
los diversos planos con quienes hubo de actuar, y lo hemos hecho así
habiéndonos sido fácil transformar sus expresiones en figuras literarias mas o
menos elegantes, porque se nos ocurre que, para el lector inteligente, que
busca en los libros más que la belleza de la forma, el esplendor de la Verdad y
la huella sincera del espíritu ese fluir tranquilo, a veces como desmañado del
diálogo, será un testimonio mas de la verdad de la obra.
Los demás datos que pudiéramos suministrar al público sobre Estrella y la vida
íntima del Centro donde se escucharon estas enseñanzas pertenecen por
entero al radio de una curiosidad que retrocede del propósito de nuestra obra,
pero, para sí fuera necesario usar de ellos algún día, se conservan en las actas
originales, firmadas por todos los que escuchamos al Guía, actas que eran
levantadas en el transcurso mismo de las sesiones.
Va, pues, este libro a recorrer el mundo en busca de las almas. Va como un
producto de amor puro y desinteresado hacia la humanidad, sin otras
ambiciones que llevar la luz de la esperanza y el conocimiento superior a los
que tienen hambre y sed de justicia y de razón.
Paz para los hombres de buena voluntad.
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CAPITULO PRIMERO
EPÍLOGO
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Han sido relegados a la más absoluta de las tinieblas del olvido por aquellos
que en vez de construir, destruyen todo lo que encuentran a su paso acabando
lentamente con las riquezas del País y consumiéndolo en la más aterradora
anarquía nunca vista hasta ahora. Esos eran los más grandes temores que
atormentaban la mente del filósofo santandereano... El futuro de Colombia!!
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CAPITULO SEGUNDO
LA MUERTE, SUS PROCESOS Y CLASIFICACIÓN DE LOS MUNDOS
Blas hace una pausa, un lápiz rojo juguetea entre sus dedos, suspira y continúa.
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–Así pues, en este proceso encontramos personas cuya afinidad con las cosas
materiales es tan débil que la separación del espíritu se opera por sí misma,
suavemente. El Periespíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro que
se cae del árbol. Este es el resultado de una vida sana la cual ha ayudado al
espíritu a finiquitar sus deudas de vidas anteriores y así mismo, a la superación
espiritual. Por lo tanto, mis queridos amigos, la causa principal que influye
sobre el mayor o menor sufrimiento a la hora de la muerte es el estado moral y
evolutivo del alma.
Los que se salvan como usted dice, no es por los rezos, ritos, promesas o
auxilios médicos prestados al moribundo, ni tampoco porque algún Santo hizo
el milagro o porque gracias a la suma de todo lo anterior, se pudo rescatar de
las garras de la “parca”. No, eso no es así! Simplemente se salvó de la muerte
porque todavía no le había llegado la hora y los efectos materiales que se
hicieron para no dejarlo agonizar, son algunos de los muchos canales que
utiliza el Plano Espiritual Superior para el cumplimiento de su misión o
expiación, según lo programado antes de su nacimiento material en este
mundo. Pero cuando le llega la hora de desencarnar, no lo salva nadie...!!
Cuando esa estructura tan perfecta llamada cuerpo material falla y deja de
funcionar, el espíritu desencarnarte es ayudado por su Espíritu Guía, llamado
comúnmente Ángel de la Guarda y algunos más que se han sumado a este
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proceso con el fin de facilitar la salida de esa alma de su cuerpo material que
ya no le sirve para nada.
–Todos, absolutamente todos, buenos y malos son ayudados por las altas
esferas espirituales y no es como se piensa o se predica, que a los malos se los
lleva el diablo y a los buenos los acompaña un coro de ángeles celestiales en
medio de luces multicolores y son llevados ante Dios quien los recibe complacido.
–Hasta ahora, solamente nos ha hablado de los muertos viejos, pero ¿qué nos
puede decir de la muerte de los niños? –intervino nuevamente don Fulgencio.
–La muerte de un niño puede ser producida por diferentes causas de las cuales
me limitaré a explicarle algunas pocas:
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Lo que les acabo de explicar mis queridos amigos, son apenas unas de las
tantas causas por las que los niños mueren, ya sea por accidente o enfermedad.
–Don Blas, aquellos espíritus adelantados como usted dice, ¿qué les sucede a
la hora de la muerte? –intervino José.
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–Don Blas, ¿y qué pasa con los otros? Intervino nuevamente el linotipista.
–Por qué Dios permite esta clase de actos? –Terció don Fulgencio.
–No. No es que Dios permita que esta clase de espíritus causen daño a los
encarnados.
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Hay muchos humanos que su conducta actual no tiene tacha y sin embargo
todos sus actos no tienen el éxito esperado, sus sentimientos son mancillados,
su felicidad es casi nula y muchas cosas más. Todo ello se debe al bagaje traído
de vidas anteriores que le impiden en parte, su progreso tanto material como
espiritual. Digo en parte, porque hay que dejar en claro que las deudas
adquiridas en vidas anteriores, se pagan poco a poco según las capacidades de
cada cual, pero hay que pagarlas de todas maneras hasta saldar la cuenta así le
toque reencarnar en este mundo una y mil veces. Por eso se ve tanta gente
desgraciada desde su nacimiento sin encontrar una explicación lógica,
entonces, le achacan a Dios todos los sufrimientos que padecen, pero no es
así. Es uno mismo el que se castiga porque uno mismo es el hacedor de su
propio destino, ya que lo que sembremos hoy dará su fruto mañana y porque
la siembra es a voluntad pero la cosecha es obligatoria.
–Todo eso es muy interesante, pero siga con el tema de la muerte, por
ejemplo: ¿qué nos puede decir de los que se suicidan? –interpeló Don
Fulgencio.
–En cuanto a la muerte causada por suicidio –mi querido Fulgencio– le diré
que este trance es muy penoso. El cuerpo por reflejo, siente la necesidad de
seguir viviendo y se aferra al Periespíritu con todas sus fuerzas y le transmite
todas las convulciones y dolores que en esos momentos está sintiendo. Por
otra parte, el espíritu angustiado por el error que acaba de cometer, se
arrepiente y quiere dar marcha atrás pero ya es demasiado tarde y solo
encuentra dolor y los padecimientos que le está transmitiendo el Periespíritu
quien a su vez, lo está recibiendo del cuerpo material...
Y sin embargo, en estas circunstancias, el espíritu lucha con todas sus fuerzas
durante días, semanas, meses y años en el mismo sitio en que se autoeliminó y
no sale de allí hasta tanto no haya cumplido el ciclo de vida terrenal que le fue
asignado desde el momento de su concepción. Me explico, si el suicida tenía
que vivir 60 años y se quita la vida a los 20, los 40 restantes los pasa en medio
de las angustias que les acabo de relatar.
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–Bueno, por fin llega la muerte total. El Periespíritu logra romper por fin
todas las ataduras que le ligaban el cuerpo material sucediendo con esto, la
libertad tan esperada del espíritu pero la muerte violenta provocada por su
propia voluntad, ha puesto transitoriamente punto final al problema material
que lo acongojaba y ahora debe enfrentarse a las consecuencias que han
incidido en el Plano espiritual...
–¿Es cierto que los espíritus de los suicidas se van derechito pa'l infierno? –
Terció José.
Quédate Rafico –intervino Don Fulgencio– te conviene oír lo que Blas nos
explica referente a los espíritus... Total, ya casi hemos terminado la jornada.!
Blas Hernández O.
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–Las respuestas a las preguntas que me hacen son muy extensas, pero haré lo
posible por resumir sin tanta retórica.
Blas hace una pausa para tomar aliento, respira profundo y prosigue.
Pero si a este “Molde” lo dañamos por nuestra voluntad, nos toca responder
por las consecuencias que de ello deriva, por ejemplo: el que se pega un tiro en
la cabeza, en su próxima reencarnación vendrá con problemas neuro-
cerebrales ocasionando con ello retardos mentales, ceguera, pérdida de la voz,
mongolismo, etc.
Blas Hernández O.
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Por todo esto, vemos diariamente en las calles y hospitales de todo el mundo,
gran cantidad de personas mutiladas desde su nacimiento, seres humanos
convertidos en verdaderos vegetales, paralíticos y muchos más con
limitaciones orgánicas. También encontramos orates que son un verdadero
reto para los psiquiatras y psicólogos que por más que se empeñan en ordenar
esas mentes desajustadas, no encuentran la fórmula que les haga el
“milagrito”. Esto se debe a que sus diagnósticos se basan desde el punto de
vista somático únicamente y porque desconocen la fuerte influencia que el
Plano Espiritual ejerce sobre el Plano Material con su Ley de Causa y Efecto.
–Una cosa, tengo la necesidad de aclararles –agregó con voz severa–. No hay
que confundir los estados patológicos que tienen su origen a causa de
aberraciones actuales de cualquier índole material, con las descompensación
del Modelo Organizador Biológico “MOB’ a consecuencia de la Ley de Causa
y Efecto traída de vidas anteriores.
Blas Hernández O.
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–En todo caso, me parece una injusticia el tener que reencarnar con traumas,
mutilaciones y todas esas cosas por el sólo hecho de haber cometido un desliz
acosado seguramente por problemas agudos de otras vidas. –Protestó Don
Fulgencio en tono airado.
–A simple vista todo parece una injusticia y se culpa a Dios por esto, pero así
como nos parece una injusticia ciertas actuaciones de nuestros semejantes sin
conocer las verdaderas causas de esos efectos que hoy censuramos, así mismo
sucede con las deudas pendientes de vidas anteriores. Les repito, nada
absolutamente nada se queda sin pagar o de recibir el premio merecido...
¿Cuántos de nosotros en alguna de nuestras vidas anteriores habremos sido
criminales, . ladrones, agiotistas o jueces sin escrúpulo que por influencias o
dádivas, hemos condenado injustamente a seres inocentes? Todos estos
desmanes producen dolor a terceros y ese dolor queda flotando como un
fluído en el Cosmos a la espera de ser reparado o compensado, por lo tanto,
tarde o temprano la persona que produjo ese dolor habrá de responder por
ello. Esa es la Ley de Causa y Efecto de la que tanto les he hablado, la cual
gobierna y controla todas las actitudes de todos los seres de todos los Mundos
de Expiación y Prueba.
Mejor dicho, uno tiene que nacer y renacer con defectos todas las veces?
–¿No hay otra forma de pagar esas deudas? –Acotó nuevamente Rafael.
Blas Hernández O.
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El silencio seguía dominando al grupo, Blas los miraba con piadosa bondad.
De pronto, Don Fulgencio toma la palabra:
Blas Hernández O.
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¿Qué habrá más allá de las estrellas? ¿Habrá vida inteligente en algún lugar del
Universo?
–Pues bien, de la enseñanza dada por los Espíritus, se sabe que los diversos
mundos están en condiciones muy diferentes los unos de los otros, pero como
existen miles de millones de mundos que tienen vida inteligente, solamente en
nuestra Vía Láctea y sin contar con las demás Galaxias, estos mundos se
agrupan en Mundos Primitivos, Mundos de Expiación y Prueba, Mundos
Regeneradores y Mundos Felices.
Blas Hernández O.
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Los habitantes de los Mundos Felices son aquellas almas que ya han alcanzado
su propia superación y gozan de toda clase de conocimientos y poderes sobre
la materia densa o pesada. Su felicidad no tiene límites y colaboran con el
Creador en los destinos del Cosmos.
No tienen necesidad de encarnar en los mundos inferiores y si lo hacen, es por
alguna misión muy especial.
–Y los Espíritus que van evolucionando de un mundo a otro, ¿se dan cuenta
de su nuevo estado? Preguntó Rafael.
–Si, todos los Espíritus a medida que evolucionan y pueblan otros mundos,
comprenden su nuevo estado y esta situación es para ellos, una recompensa
que les trae mucha felicidad; es entonces cuando esta dicha y este nuevo
estado, donde ya no tienen de que preocuparse por las tendencias de los
Mundos Inferiores, les hacen creer que se “salvaron” y llegaron al Cielo.
Pero si, por el contrario, les toca reencarnar en el Mundo Inferior donde se
encontraban, es para ellos un verdadero martirio sabiendo que tienen que
pasar por las mismas penalidades que padecieron y además, tener que pagar las
deudas que por la Ley de Causa y Efecto se hicieron acreedores. Esto, para el
Espíritu encarnante que comprende su verdadero estado, es para él la
condenación y cree que va para el infierno y su desespero es atroz.
–Ahora bien, los mundos también evolucionan pero esto depende del estado
evolutivo de sus moradores.
Blas Hernández O.
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flamante Raza Humana es una triste cosa comparada con los encarnados en
los Mundos Superiores. Así pues, ¿a qué tanta vanidad y orgullo?
–La Tierra, como los demás mundos, tiene que evolucionar y ha llegado ya a
uno de esos estados de transformación con el cual pasará a constituirse como
un Mundo regenerador y será poblada por aquellas almas que merezcan vivir
en ella, mientras que las otras tendrán que buscar su progreso en cualquiera de
los mundos de expiación que existan.
A esta transformación las distintas religiones la han llamado el fin del mundo y
se valen de este suceso por cierto muy natural, para amedrentar a los feligreses
y ganar adeptos a sus dogmas alegando que son los únicos que tiene la
salvación en las manos.
Blas había dejado a un lado el lápiz rojo que momentos antes jugueteaba entre
sus dedos... Se puso de pie y se acercó a sus amigos, su mirada se perdió
algunos instantes hacia la redacción como buscando a alguien y seguidamente,
se dispuso a continuar con la plática.
–Me interesa que nos siga explicando sobre la muerte, aunque todo lo anterior
es supremamente importante –acotó Don Fulgencio... Pero háblenos de los
que mueren en accidente.
–La muerte por accidente es un tanto diferente a las otras que les acabo de
explicar...! Respondió Blas arqueando las cejas.
Blas Hernández O.
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–Esta sensación es de corta duración para aquellos cuya alma está depurada,
por lo tanto, se puede presentar un desprendimiento prematuro del
Periespíritu y la muerte, aún la más súbita, no hace más que apresurar la
desencarnación total del espíritu. En otros, la sensación de estar todavía vivos,
puede prolongarse durante años.
–A propósito: ¿Qué nos puede decir de los espantos? Insistió Don Fulgencio
nuevamente.
Esto es muy común en los Espíritus Bajos o Imperfectos, tal es el caso de los
suicidas o aquellos que siguen pegados a los placeres materiales o al apego de
las cosas perecederas como estatus social, honores, riquezas, odios y
venganzas, seres queridos y demás situaciones de carácter material.
Blas Hernández O.
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–Hay otra clase de apariciones pero estas sí son a voluntad... En los Centros
Espíritas, no en todos, ocurren materializaciones de Entidades que quieren dar
a conocer su presencia con el fin de consolar a sus seres queridos o por alguna
causa científica.
Pero para que esto ocurra, debe haber un acuerdo entre el Espíritu y la
necesidad del Centro, así como el fin de la comunicación. Cuando se ha
cumplido con estos requisitos y las sesión mediúmnica lo amerite, el Espíritu
comunicante una vez autorizado por el Plano Espiritual Superior, toma el
hectoplasma del medium para llevar a cabo este fenómeno presentándose ante
los asistentes con la figura que tenía en su última encarnación y sin asustar a
nadie. Claro está que estas apariciones en la mayoría de los casos, no son de
cuerpo entero sino que se presentan en un 70-80% de su antigua anatomía
material según la capacidad del medium.
Blas se dispone a dar por terminada la reunión imprevista una vez explicado lo
relativo a las materializaciones, pero la voz del linotipista se deja oír
preguntando: ¿Quisiera saber algo referente a los ricos: ¿si también tienen que
sufrir lo mismo que los pobres todo lo que nos acaba de decir o si por el
contrario, son ricos porque ya están evolucionados y su bienestar se debe a su
estado de superación espiritual?
–Ser rico o adinerado mi estimado José, es una de las pruebas más difíciles que
tienen los espíritus en este mundo, porque las riquezas traen poder y ese poder
casi siempre, lleva a cometer errores e injusticias. Por ejemplo: aquellas
señoras orgullosas, egoístas, caprichosas, tiranas y dominantes que se creen
muy altas a causa de su abolengo, humillan y tratan mal a su servidumbre y les
exigen más de lo que estas pobres gentes pueden dar, más adelante en las
distintas reencarnaciones para pagar el dolor que causaron les tocará por la
Ley de Causa y Efecto, ser la servidumbre de sus antiguos sirvientes y pasar
por las mismas angustias y penalidades que en el pasado causaron a sus
subalternos. Lo mismo le sucederá al empresario avaro, el hacendado con sus
peones, los poderosos con los débiles, etc.
Blas Hernández O.
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inconscientes de sus antiguos poderes, no les permite verse bajo las órdenes
de sus dependientes del pasado. De ahí proviene tanto empleado o subalterno
envidioso que maldice su suerte y que odia a sus jefes gratuitamente a pesar de
que se les está dando la oportunidad de ganarse el pan para él, para sus hijos y
demás familiares.
Esta clase de Espíritus nunca están contentos con sus sueldos y siempre
buscan la oportunidad de causar daño a la empresa, a la finca o la casa en
donde trabajan, no importa la forma, lo importante es vengarse de algo o
exigir más de lo que merecen y entre más se les da, más exigen y su avaricia se
torna incontrolable, por lo tanto, han llevado a la quiebra a más de una
empresa, matando con esto, la gallina de los huevos de oro y al verse
nuevamente con necesidades, no analizan su conducta anterior sino que
buscan un chivo expiatorio, como los Directivos de la Empresa o el Gobierno
de turno, pero nunca reconocen su falta y hasta se vuelven violentos.
Pero cuando estos espíritus rebeldes desencarnan, tienen que responder por
todos aquellos actos negativos, lo que significa que en vez de pagar la deuda
de vidas anteriores, regresarán al Plano Espiritual más endeudados de lo que
debían reparar, por lo tanto, en sus nuevas reencarnaciones serán sujetos
paupérrimos donde la mayoría de las vicisitudes de la vida harán mella en su
modus vivendi y es entonces cuando inconscientemente recapacitan y sufren
con humildad el efecto de los errores de sus vidas anteriores buscando ahora
sí, su recuperación espiritual.
Las llamas salidas del fogón del Hotel Colón, arrancaban destellos de colores a
los peroles, sartenes, olletas, tinajas y chorotes de barro donde se preparaban
los alimentos de media noche para los comensales trasnochadores.
Blas Hernández O.
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–Cualquier cosa me es igual pues no tengo apetito...! Más bien quisiera irme a
dormir, estoy cansado y mañana me espera un día de gran trajín...!
Juntos se sentaron a la mesa cubierta con un mantel azul con cuadros rojos y
blancos. Era la moda del momento.
–Doña Aurelia! una aguapanela con queso, de esos que traen de Málaga, aah...!
y le agrega un buen pedazo de arepa bien doradita, –pidió Blas arqueando las
tupidas cejas y con su eterna sonrisa bonachona. – No quiero más –.
Blas Hernández O.
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CAPITULO TERCERO
SOLEDAD Y FANATISMO
–Ajá...! respondió Blas con una suave sonrisa, mientras daba campo al mesero
que trataba de acomodar las bebidas solicitadas.
Blas Hernández O.
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–A menos que eso sea lo que yo desee –repuso– Pues para antagonizar
la soledad que a diario me acompaña, he conseguido amigos en otras
dimensiones!.
El mesero que los atendía, se había interesado en la charla. Miraba a Blas con
expresión curiosa mientras limpiaba la mesa con un trapo rojo.
–En realidad, asisto acompañado de muchas personas con las que intercambio
ideas y conocimientos. Pues como tu lo dices, la compañía de alguien distrae
en gran parte nuestro ego y en mi caso, no tengo muchos amigos. –
Argumentó Blas en tono suave–
Por eso nos sentimos muy solos en algunos pasajes de nuestra vida aunque
estemos acompañados por multitudes. Así pues, lo mejor es tratar de
Blas Hernández O.
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–El mesero que seguía expectante, sacudió la cabeza afirmativamente con gran
satisfacción, sonrió y se retiró a atender otra mesa.
Los amigos hicieron una breve pausa mientras tomaban sus bebidas. Querían
cambiar de tema, ¿Pero cuál? Habían tantas cosas que comentar.
Blas volvió la cabeza hacia su interpelador. Tenía los ojos cerrados en actitud
de reflexión y respeto.
–No quiero con esto, hacer una apología a la pereza, a la vagancia, a los vicios,
a la contemplación mística, a la inactividad absoluta esperando que todo le
caiga del cielo.! No!. Eso tampoco es bueno ni para el espíritu ni para la
Blas Hernández O.
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Pero hay que tener en cuenta que todo exceso materialista es dañino para la
evolución espiritual porque lo aferra a la materia con todos los oropeles que lo
adornan. El orgullo, las riquezas, los honores, la posición social, los títulos
honoríficos, son cosas que llenan el Espíritu del complejo de Edipo hacia la
Madre Tierra, haciéndolo olvidar el verdadero sentido de la existencia que es
la evolución espiritual. Blas hace una pausa, toma algunos sorbos de limonada,
carraspea y continúa dirigiéndose a Julio ante la expectativa de los demás.
–Se acuerdan ustedes de aquella parábola dicha por Jesucristo, referente a las
10 monedas repartidas por un hacendado entre sus criados para que las
trabajaran y así multiplicaran sus ganancias? Pues bien: lo mismo nos sucede a
todos los humanos; se nos da la capacidad de raciocinio, una inteligencia y un
libre albedrío.
Respondió Blas con colérica compasión. –Claro que yo vivo en este mundo.!
Me asombras porque nunca cesas de criticarme, por el solo hecho de dedicar
parte de mi tiempo al estudio de las cosas ocultas con el único fin de hacerle
un bien a la humanidad. Y con esa actitud tuya, estás demostrando tu egoísmo
y soberbia.
Blas Hernández O.
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–Me das la impresión de que estás fanfarroneando.! –Gruñó Julio con aire
displicente.
–Yaaá, yaá!! Déjalo en paz. –Intervino airadamente Miguel– ¿Por qué no dejas
de hostigar a Blas? Tu sabes de sus elevados valores humanos al igual que
todos nosotros; entonces ¿cuál es la envidia?
Además por las cosas que desconocemos no debemos juzgar a nadie ni mucho
menos criticar... Continúa con tu disertación mi querido amigo y no le pares
bolas a las bravatas de Julio.!
Los humanos somos como un imán, nos atraemos o repelemos según la Ley
de Afinidad. Limítate a llevar una vida serena, transparente y luminosa la cual
indudablemente tarde o temprano, les proporcionará satisfacciones y la
compañía que tanto han deseado, aunque sea pasajera. Cuando irradiamos lo
que somos, así mismo percibimos la influencia de nuestra actitud ya sea
positiva o negativa; mientras tanto, la soledad es la que nos acompañará
siempre.
Porfirio callado, analizaba lo que Blas había dicho con tanta vehemencia y
tomando la palabra dijo:
Blas Hernández O.
37
La Ciudad de Dios
–Pareciera que todas las cosas de este mundo fueran una escena que llena a la
humanidad de quimeras y desencantos. –Intervino dirigiéndose a sus
amigos y mostrándose de acuerdo con Miguel.
Julio seguía en actitud despectiva. Blas no tiene nada más que argüir –
pensaba– lo seguiré interpelando...
–¿De verás?
–Sí!
Un murmullo circuló entre los curiosos de las mesas vecinas y una sensación
de satisfacción los invadió volviendo cada cual a sus propios temas.
Blas Hernández O.
38
La Ciudad de Dios
–Los vientos que soplan en estos días, –intervino con voz profética
Porfirio– cambian raudamente del materialismo al espiritualismo y viceversa, y
aunque en esta vida se encuentran pesares en la búsqueda infatigable de la
felicidad, al final la humanidad encontrará la fórmula para vivir en un mundo
mejor. ¿No les parece?.
–Así es! –Respondió Blas– Pues hay que tener en cuenta que todas las cosas
relacionadas con el fanatismo religioso, pasarán de moda y será entonces
cuando las gentes se preocupen por el verdadero sentido de la vida buscando
la respuesta en la Filosofía Espírita.
–Repuso Blas.
Blas Hernández O.
39
La Ciudad de Dios
–La criatura investigativa que llevamos dentro, esa fuerza que encarna nuestra
auténtica personalidad, es el espíritu y esa fuerza es la que te guía por la senda
de la vida. –Contestó Blas.
–¿Elegir nuestro propio futuro? –Intervino Pepe. Pues entonces lo que tanto
se predica sobre los Sacramentos y demás obligaciones religiosas para
conseguir la “salvación”, ¿donde queda?
–Cuando uno tiene mente abierta y libre de prejuicios, nos hacemos esa
pregunta al ver que no concuerdan ciertas cosas que se predican y que siempre
van ligadas con recuerdos dogmáticos y carentes de lógica... Convéncete mi
querido Pepe, que tú eres tú y tus obras, ya sean buenas o malas, son tuyas por
las cuales debes responder sin intermediarios de ninguna clase.
Tus pensamientos y creencias deben salir de tu propio ser y no, del que te
impongan los demás bajo el terrorismo psicológico del diablo y las penas
eternas del infierno.!
–Muchos de nosotros, nos preocupamos por saber ¿ Por qué existe este
mundo? y ¿Qué es?. Por otro lado, nos preguntamos ¿Por qué estoy aquí?,
¿Quién soy? y ¿De donde vengo? y ¿a dónde iré después de muerto? o ¿Será
que soy un accidente de la naturaleza?, etc., etc. Pues bien: si descubres lo que
es este mundo, cómo funciona y para qué sirve en la evolución espiritual,
automáticamente empiezas a pensar distinto a los demás haciéndose acreedor
Blas Hernández O.
40
La Ciudad de Dios
a mofas e insultos de los ignorantes que no ven más allá de la punta de la nariz
y que siguen las enseñanzas de Epicuro. Las palabras de Blas, provocan un
susurro generalizado entre los asistentes. La reunión se torna cada vez más
interesante y delicada, contrastando con el comportamiento trivial y díscolo de
las mesas vecinas que entre chistes de mal gusto y risotadas, daban al ambiente
un aire carnavalesco.
Las puertas del Café ya estaban abiertas y los curiosos habían regresado a sus
sitios de tertulia. Blas, escurría los últimos sorbos de limonada, carraspea y
nuevamente toma la palabra.
– Si reflexionamos sobre todas las cosas que de buena o mala fe nos han
inculcado, nos encontraremos un tanto confundidos y temerosos de
incursionar sobre lo prohibido. Pero una vez salvado este obstáculo, nuestro
ego se vuelve más sensible hacia la realidad de la vida y nuestro
comportamiento cambiará.
–De modo que usted señor mío, no está de acuerdo con las Sagradas
Escrituras, las cuales son el único medio para conseguir la salvación? –
Intervino un parroquiano de la mesa vecina dirigiéndose a Blas con cara de
pocos amigos y bufando de fanática indignación.
–Seguramente todos ustedes son unos ateos que no creen en lo que enseña la
Santa Madre Iglesia, allá los veré a todos ardiendo en las llamas del infierno,
en la paila gocha.!! –Puntualizó.
Blas y sus amigos sorprendidos por tan absurda intervención, se miraron entre
sí y luego de guardar un prudente silencio analizador sobre la actitud del
parroquiano, sonrieron despectivamente al tiempo que movían la cabeza
negativamente en señal de desaprobación ante tanto fanatismo.
Blas Hernández O.
41
La Ciudad de Dios
–Es indiscutible que la vida cotidiana está afectada por fenómenos como el
que estamos presenciando, llenos de fanatismo y esto hace que la ignorancia
de algunas personas los lleve al extremo de querer obligar a los demás a seguir
sus mismas creencias aunque sea ofendiendo o acudiendo, en algunos casos al
desafío, la maldición o la violencia. –Comentó en tono grave Mario.
Tienes razón, Mario –intervino Blas– Todos fingimos ser algo que no somos,
como el caso del fanatismo que acabamos de ver. Esto sucede sencillamente
porque ignoramos o no queremos comprender que somos organismos que
nos movemos de un lado para otro, animados por un espíritu. En otras
palabras, somos ideas inmortales aunque estemos convencidos de lo contrario;
y eso es lo que muchos como nuestros vecinos de mesa, lo catalogan como
blasfemia porque siempre estarán dependiendo de los conceptos de los demás
y nunca de su propio discernir. Así pues, depender de los demás para
encontrar nuestro propio “yo”, es depender de los demás para encontrar
nuestra felicidad y nuestra realización como seres individuales capaces de
analizar lo bueno y lo malo, lo que nos convenga o no.
Eso nos pasa a todos, –dijo Miguel lanzando una mirada acusadora a sus
vecinos.
Blas Hernández O.
42
La Ciudad de Dios
–Mal rayo los parta, malditos! –balbuceó uno de los fanáticos al sentirse
aludido por los comentarios de Miguel, y empuñando las manos invitó a sus
congéneres a retirarse del lugar, pues para ellos ese establecimiento era un sitio
de perdición que pronto recibiría el castigo Divino.
–¿Existe una Ley que prohiba decir lo que se sabe? ¿Lo que se considera
cierto? –Terció Mario.
¿Cuántos filósofos han caído víctimas de las piedras y garrotazos lanzados por
grupos de fanáticos que buscan acallar las voces de estos pensadores?
Blas Hernández O.
43
La Ciudad de Dios
–No estuvieron mal los temas de hoy, y lo más seguro es que tenga que
aprender mucho más sobretodo con respecto del espíritu, –comentó Porfirio
mientras se ajustaba la corbata y se acomodaba el saco; en todo caso, querido
Blas, deseo sinceramente que encuentre las satisfacciones que buscas. –Agregó
poniéndole una mano en el hombro en señal de aprecio.
–Hermano Porfirio: No olvides que el vínculo que nos une como amigos no
es por casualidad sino por afinidades de vidas anteriores en las cuales tuvimos
muchos nexos.
Porfirio no dio una explicación momentánea a las palabras de Blas, por lo que
no puso mucha atención y tomando los últimos sorbos de la leche malteada,
se dispuso a marcharse en compañía de Luis y Miguel. Blas hizo lo propio con
los demás amigos partiendo cada cual con rumbo diferente.
–¿Sabes una cosa Blas? Creo que tienes razón en todo! Hay tantas cosas que
aprender... –le murmuró quedamente al oído Julio.
–Y qué decir! –Contestó Blas luciendo la mejor de sus sonrisas al tiempo que
se alejaba de sus amigos.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
CAPÍTULO CUARTO
REENCARNACIÓN Y EVOLUCIÓN. LA MATERIA. DIOS.
–Es una buena amiga de la infancia que también se preocupa por conocer las
cosas espirituales. –Aclaró satisfecho.
–Blas admito que esta vida puede ser interesante o tediosa según nuestro
comportamiento. –Comentó Eliseo– ¿Me podrías hablar de esto? –Agregó.
–Mi querido Eliseo, te diré que nuestra presencia en este mundo se puede
comparar con una fábula, ya que nuestra forma de ser juega un papel muy
importante en el rol de nuestra vida y que muchas veces nos lleva a actuar en
el bien o en el mal.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
–El tiempo que sea necesario! Hasta cuando el espíritu entienda que su
presencia en este mundo obedece a un Plan Divino, que nuestra vida material
no es un juego de niños y que por lo tanto, se debe buscar la rehabilitación del
tiempo perdido dejando de lado todos aquellos lazos materiales que no le
permitieron evolucionar. –Respondió Blas con seguridad–
–Hay espíritus que al encarnar eligen una vida íntegra y así escriben la historia
de su propia vida; y esta clase de decisiones lo harán llegar muy pronto a la
perfección mientras que los frívolos, y demás ralea, demorarán siglos y siglos
de reencarnaciones sucesivas para avanzar un solo peldaño en la Escala
Evolutiva.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
Blas Hernández O.
47
La Ciudad de Dios
Pero no hay nada que hacer... El Espíritu debe partir y por lo tanto hacer
frente a esta situación quiéralo o no.
–No todos los Espíritus están sujetos a esta dolorosa experiencia pues
mientras más evolucionado esté, menos efectos dañinos puede encontrar a su
paso por este lugar, pues lo hace tan rápidamente que ni siquiera se da cuenta
en que momento lo hizo y las fuerzas del mal no pudieron tocarlo.
–Arguyó Eliseo.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
durante su vida material cumplieron con las Leyes Cósmicas, aunque hubieran
sido unos analfabetas, vemos que en esos Espíritus está la semilla de la
evolución y se encuentran por encima de muchos sabios y su paso por el astral
inferior es raudo y sin sufrimiento ni sobresaltos.
Así pues, los Espíritus de baja categoría no solo tienen que hacer su tránsito
lentamente por este sitio sino que por su misma baja vibración pertenecen a
ese lugar, por ello deben habitar allí hasta que ocurra una nueva encarnación.
Muchos Espíritus que se dan cuenta de su incipiente estado y no conformes
con las Leyes de dicho lugar, ruegan se les de la oportunidad de una nueva
encarnación con el fin de hacer más liviana su carga y para eludir a sus
antiguos enemigos, porque estando encarnados, la misma materia les sirve de
mimetismo para eludirlos y para amortiguar los embates de las fuerzas del mal.
Pero en muchas ocasiones la nueva reencarnación no le da los resultados
esperados, ya que cuando un Espíritu vengativo descubre a su víctima en el
Plano Material, la persigue y le hace la vida imposible llevándola hasta el
suicidio o influyéndole toda clase de penalidades psíquicas y patológicas. A
esto, nosotros los espiritistas le llamamos “obsesión” debido a que el
encarnado se encuentra a merced del Espíritu vengativo u obsesor. Las
religiones lo llamas “Posesión Diabólica”.
Por esta razón, vemos con alguna frecuencia personas que sin proponérselo,
se desnudan en la vía pública, otros se vuelven violentos de un momento a
otro, algunos más corren por las calles sin rumbo fijo vociferando o riendo a
carcajadas, otros sufren temores excesivos sin ninguna causa aparente.
Blas Hernández O.
49
La Ciudad de Dios
–Debes hacer una explicación más amplia a lo que nos acabas de decir!
–Sí, dinos algo más referente al mundo de los espíritus vengativos, pues me
preocupa que alguno de ellos me pueda volver loco! –Acotó el farmaceuta.
–Contestó Blas con voz pausada. –En nuestro Planeta, en todas las épocas,
han sucedido fenómenos que escapan a cualquier razonamiento o
comprobación científica... ¿Cómo explicarlos? He ahí el problema! Por eso es
de vital importancia conocer las cosas del Plano Espiritual y lo que sucede allí,
para comprender su influencia en la vida material. En cuanto a lo referente a la
vida en el Mundo Espiritual, les diré que allí suceden las mismas situaciones
que se presentan en todos los mundos de la tercera dimensión. En el Plano
Espiritual hay la más variada gama de características en comportamiento y
conocimientos; también en lo moral, en lo metapsíquico, en lo metafísico y en
la constitución molecular vibratoria. Así pues, no todos los espíritus son
santos, sabios o ángeles. Y entre más vulgar sea la composición molecular de
un espíritu, este es más torpe, más inmoral, más impulsivo y prefiere las cosas
materiales despreciando las espirituales.
En general, es una Entidad defectuosa que tiende más a lo material que a lo
espiritual.
Blas Hernández O.
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–Me parece una injusticia eso que nos acabas de decir, ¿Por qué Dios no hace
a los espíritus con la perfección deseada, de una vez por todas? ¿Y no
exponerlos a tantos dolores y sacrificios? –Intervino Eliseo dando muestras de
descontento y un tanto incrédulo a lo expuesto por Blas.
–Tienes razón al tener tus dudas... –anotó Blas mirando fijamente a Eliseo. Si
analizamos que en una sola existencia no se puede dar un gran salto desde el
primitivo hombre "Australopitecus" hasta el hombre de nuestros días con los
más avanzados conocimientos electrónicos, teoría nuclear y viajes a la luna,
nos daremos cuenta que desde siempre, toda la humanidad ha estado
cumpliendo con esta Ley Divina pero todavía falta mucho por avanzar, por
Blas Hernández O.
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–Una cosa no tengo muy clara, –interpeló Eliseo antes de que Blas siguiera
con el tema– y es lo referente a que hay que encarnar para poder evolucionar.
¿Cómo es el asunto?
Blas Hernández O.
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–La respuesta es muy sencilla –Replicó Blas– Sucede que cuando un Espíritu
vuelve a reencarnar en este mundo, tiene que nacer con un cuerpo nuevo
acorde con su Modelo Organizador Biológico.
Así pues, al nacer con un cuerpo nuevo, de hecho debe tener un cerebro
nuevo dispuesto a captar todos los pormenores de su nueva encarnación para
transmitirlos al Espíritu. Por lo tanto, un cerebro virgen no puede recordar lo
que no ha captado en el consciente y la información de las vidas anteriores
está almacenada en el Espíritu y en el inconsciente.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
viendo los errores del pasado y reconociendo a sus antiguas víctimas o a sus
victimarios, complicando aún más la situación. Por otra parte, si para expiar
sus culpas al espíritu le tocó reencarnar en un pordiosero, o en un leproso, o
en un cuerpo imperfecto habiendo sido en otra vida un “rey, un presidente o
un gran científico, o un adinerado muy famoso, o una reina de belleza, o un
artista de fama mundial”, Su vida y sufrimiento sería un desastre. Porque
como lo he dicho muchas veces, la Ley de Causa y Efecto es inexorable... Por
ello y muchas cosas más, es que se nos hace el favor de no recordar nada de
las vidas anteriores... ¿Les parece poco? Claro está que en algún momento de
nuestra vida presente pueda que de pronto nos asalte algún temor sin saber el
motivo o al estar en algún sitio por primera vez sintamos la sensación de que
ya estuvimos ahí. Eso son chispazos momentáneos que salen del inconsciente
y afloran en el consciente presente; también al presentarnos a alguna persona
por primera vez, se nos hace conocida de vieja data; esos, son recuerdos
momentáneos del pasado. Los tres amigos entran en profunda meditación
analizando cada uno a su manera, lo de los recuerdos de vidas anteriores... En
la Iglesia, la ceremonia tocaba su fin.
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
triquiñuelas para satisfacer sus deseos. Tercero, para huir de sus enemigos
espirituales que los atormentan en el Plano Espiritual.
–Se está haciendo tarde –dijo Blas comparando su reloj de leontina con la
hora del reloj de la torre de la Iglesia.
Pero quiero hacerles una última aclaración respecto a todo lo que hemos
venido hablando hasta ahora.
–Claro! –Contestaron con satisfacción Eliseo e Ismael –Siga con su charla que
nos interesa...!! .
–Siempre se nos ha dicho y se nos ha hecho creer que solamente existe vida
inteligente en este planeta y que en las demás galaxias con sus millones de
millones de estrellas y planetas con sistemas solares como el nuestro, no hay
nada, absolutamente nada...!! Que Dios después de una eternidad de “ocio y
desgano”, de un momento a otro le dio por hacer nuestro sol, la luna y las
estrellas... Y que después de siete días hizo al hombre de una pelota de barro
imponiéndole varias obligaciones y prohibiciones so pena del castigo eterno...
También se nos ha sostenido que el hombre vive en este mundo una sola vez
y que después de muerto, a su alma le quedan únicamente dos caminos a
saber: el cielo o el infierno y san se acabó, eso es todo! El que piense otra
cosa, es un hereje influenciado por el “diablo”!! Si nos atenemos a esto,
encontramos por un lado, que Dios siendo el Creador absoluto de todo
cuanto existe, ni se vuelve viejo porque en la eternidad no hay tiempo ni
espacio, ni tampoco se puede cansar porque no tiene un cuerpo físico como el
nuestro; además, los Espíritus no se cansan nunca y si Dios es un Espíritu
Puro, mucho menos se puede cansar. Por otro lado, encontramos que nuestro
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
–No creen mis queridos amigos –preguntó Blas mientras exhalaba un suspiro
de tristeza –que en estos casos nos presentan a un Dios selectivo que sólo
recibe las almas que los “intermediarios” le recomienden por medio de ritos?
O, ese Dios lleno de odio y rencor y deseos de venganza contra sus hijos?
No!! Qué lejos estamos de esta realidad!. Cómo han llegado a desdibujar tan
inmisericordemente a esa Suprema Energía infinitamente poderosa, justa,
sabia, amorosa, principio y fin de todas las cosas. Nosotros la llamamos Dios
o Padre Universal. El no es solamente un concepto; es la realidad primordial
de todo cuanto vemos, palpamos, oímos, intuimos y hacemos. Es la verdadera
esencia de la verdadera ciencia. Es la fuente de la verdad que mora desde
siempre en la eternidad.
Dios es nuestro Padre amantísimo que siempre está dispuesto a acogernos con
bondad cuando nos dirigimos a El.
Ismael y Eliseo guardaban silencio. Meditaban una y otra vez sobre las
palabras de su querido amigo... Había tanta sinceridad en su alma, que nadie se
atrevía a interrumpir aquel sublime momento en que su pensamiento se
remontaba al infinito queriendo decir... “Padre Nuestro que estás en los
Cielos”; desde este pequeñito mundo donde nos has puesto, te adoramos,
reconocemos tu grandeza y te amamos... Bendito seas por siempre Señor...!!
El reloj de la Iglesia dejó sonar ocho campanadas. La “Hora Santa” había
terminado. Algunos feligreses que quedaban en el interior del templo, salían
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
La falda verde hasta los tobillos y alpargatas de fique del mismo color de la
blusa. Los más fanáticos comentaban entre sorbo y sorbo, lo “linda” que
había estado la ceremonia, criticando al mismo tiempo la presencia en el
templo de algunas personas no gratas para asistir a estos ritos sagrados.
Una anciana con su vestimenta raída, arrastrando los pies como si tuviera
algún trauma en la pierna derecha, se acercó a los tres amigos sentados en la
banca del Parque y les dijo cariñosamente: Upa pa’ la casa..! que ya sonaron las
ocho de la noche y a esta hora salen las benditas ánimas del purgatorio a
desandar y a asustar a los muchachos trasnochadores como ustedes, jí, jí, jiiií,
reía la anciana mientras mostraba los últimos raigones de lo que alguna vez fue
una hermosa dentadura... Seguía riendo mientras se alejaba penosamente
arrastrando su pie derecho... jí, jí, jiiií...!!
Blas Hernández O.
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SESION 1
E
sta es la primera sesión en que principio un Guía a desarrollar su
hermoso plan de enseñanza, es esta la causa de haber suprimido en la
obra el relato de las sesiones anteriores en las que solamente se
concretó el Guía a responder a preguntas formuladas por los asistentes del
Centro y por mí, preguntas que si bien todas de importancia porque trataban
de asuntos de doctrina espiritualista, no obedecían a plan ninguno y muchas
de ellas - lo hemos comprendido después- por lo prematuras hubieron de ser
contestadas de modo oscuro e incompleto, circunstancia esta última que les
quita toda utilidad, y que repugna a la claridad y a la belleza de las enseñanzas
que contiene esta obra.
La sesión se verifica esta noche en local distinto. El Guía manifestó que la sala
donde venían verificándose las reuniones no era propicia, por las influencias
astrales que allí existían, al desarrollo de las cualidades medianímicas de
Estrella, y en vista de ello un de mis compañeros ofreció su casa de habitación,
que fue aceptada inmediatamente con suma complacencia por el Guía.
De los asistentes con que se inició el Centro han de retirarse dos que fueron
suplidos inmediatamente por mi amigo A. Z. Afamado músico, persona de
gran seriedad y que a pesar de sus composiciones católicas, siente un vivo
deseo por conocer fenómenos del espiritualismo experimental, y por la esposa
del asistente dueño de la casa de donde se reúne esta noche el Centro.
Blas Hernández O.
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Estrella -- Por qué esta usted esta noche como serio? Se queda así, tan callado,
que parece que no tuviera deseos de hablarnos.
Blas Hernández O.
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El Guía-- Esta noche voy a llevar su espíritu al plano de los espíritus blancos,
para que usted se dé cuenta de la manera como allí se ejerce el dominio y se
lleva la dirección de los planos de la evolución.
El Guía -- Usted me dirá cuando lleguemos. Ahora ya esta usted lista. Vamos.
Tres minutos en que Estrella no vuelve a pronunciar una palabra. Hondos
suspiros se escapan de su pecho y su respiración se hace afanosa como la de
una persona que asciende a gran altura. También pudimos observar
contracciones características de los músculos del estómago. Estrella reanuda su
charla, pero esta vez su voz es débil como si nos llegara de muy lejos.
Estrella -- Mire, nuestro Guía: todos los espíritus que viven aquí tienen un
color azul.
El Guía -- Sí, y por eso su plano se llama El Plano Azul. Ahora, fíese bien: los
ve a todos exactamente de un mismo color?
Estrella -- No, en verdad; hay unos, los demás de un color azul oscuro: otros
que ya no son muchos, de color mas desteñido que los primeros, y otros muy
pocos que casi no parecen azules por lo pálidos.
El Guía -- Esta bien observado. Ahora ya sabe usted que en el Plano Azul los
espíritus se dividen en azules oscuros, azules medios y azules pálidos.
El Guía --Porque dentro del mismo plano hay espíritus mas adelantados que
otros, es decir, mas evolucionados. Los oscuros son los que han llegado hace
poco a este sitio y que están desarrollando aquí su conciencia; los medios ya
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
tienen mas conocimientos que los primeros, y los pálidos están ya casi listos
para pasar a otro plano de evolución.
El Guía --Bastante lejos, pero esa distancia no puede usted apreciarla todavía.
talvez al final de las sesiones.
Estrella --Nuestro Guía: ¿Ve usted esos azules pálidos que están allá, sentados
como en rueda y que parecen conversar con mucho interés?
El Guía --Sí, los veo, o mejor dicho acabo de ordenarle a usted con mi
pensamiento que repare en ellos. Esos espíritus, como usted lo dijo, son todos
del color mas desteñido de los habitantes del y forman lo que se llama el
Consejo de los Azules.
El Guía -- Recibir del Consejo de los Blancos las ordenes especiales relativas a
las misiones encomendadas a los espíritus de este plano y vigilar su
cumplimiento. Esas ordenes sobre misiones las recibe únicamente el Consejo
y este llama al espíritu a quien corresponde transmitirlas. Hay otras ordenes
Blas Hernández O.
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La Ciudad de Dios
de carácter general que son recibidas a la vez que por el Consejo, por todos
los espíritus del Plano: las que van encaminadas a exhortarlos a trabajar por su
perfeccionamiento, a recordarle sus deberes y a despertar en sus conciencias el
deseo de ascender en el conocimiento de la Verdad.
Estrella --Mire, nuestro Guía: aquello que se ve allá tan bonito, tan brillante,
qué es? Se ve como si fuera un medio globo. Fíjese algunos espíritus que van
paseando se acercan, miran un poco, hablan y se retiran. Me quiere llevar allá a
mí también?
Estrella llega al sitio donde se encuentra aquel objeto que tanto le ha llamado la
atención. El Guía le exige, para que nosotros nos impongamos de lo que
ocurre, que explique ella cómo es el objeto que está contemplando, pero es
imposible, a pesar de los visibles esfuerzos, que el espíritu de la médium
encuentre en su cerebro expresiones apropiadas para traducir la impresión que
tiene. Entonces el Guía habla y le ordena repetir sus palabras.
Blas Hernández O.
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El Guía sonríe ante esta dificultad de la médium; le explica que las cosas de allá
no tienen equivalente exacto con las de la tierra y que ningún idioma humano
puede tener en su léxico palabras que puedan expresar lo que los hombres no
han visto. Le hace notar que esta circunstancia es la que dificulta la revelación
espiritualista, y que si este obstáculo casi insuperable no existiera, ya los
espíritus evolucionados hubieran dado preciosas instrucciones a los hombres
sobre su vida futura en aquellas ciudades astrales, verdaderos cielos
escalonados más y más arriba hacia la Suprema Verdad.
Blas Hernández O.
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Estrella, a insinuaciones del Guía, describe este aparato situado en una región
especial del plano por la que circulan seguramente corrientes más susceptibles
de vibrar con las ondas del pensamiento. El Guía no le dio a la médium
explicaciones circunstanciadas de aquel lugar y Estrella solo pudo decir que, al
acercarse allí con su conductor, había visto algo parecido a una caja alargada
sobre cuya superficie sobresalían como tres botones de distinta coloración.
El Guía -- Aquí en este sitio, todas las ordenes emanadas del Consejo de los
Blancos se convierten en vibraciones que van sintonizándose
progresivamente a través de los planos a medida que descienden. Esas
ordenes, así lanzadas, llegan con la intensidad conveniente para su
capacitación en el plano a que van dirigidas, de modo que en ningún otro
pueden traducirse. Ocurre con estas ordenes como allá en la tierra actualmente
con los aparatos inalámbricos: solo pueden ser recibidos los despachos por
aparatos que sean capaces de vibrar con determinada longitud de onda. Aquí
cada plano es como un aparato de distinta vibración y este sitio es como la
estación universal donde pueden producirse todas las longitudes de onda.
Ante esa explicación, Estrella guarda un grave silencio; todo aquello le parece
asombroso y no se le ocurre ninguna pregunta que amplíe la explicación
recibida.
Blas Hernández O.
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El Guía --Porque acabo de pasar una orden al Consejo de los Azules. Esta
hace necesario que nosotros regresemos a ese plano inmediatamente.
Estrella protesta; ella no quiere abandonar el Plano Blanco. Se está allí tan
bien! Se siente tan lejos de la materia, tan apartada de los sufrimientos de la
tierra, toda rebosante de una suave alegría que no se aminora nunca!
Estrella -- Vea, nuestro Guía, ese espíritu que viene allá. Qué será eso que trae
tan brillante?
Blas Hernández O.
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Estrella --Yo quisiera acercarme al Consejo para oír lo que está hablando ése
que se encuentra de pie en este momento y parece presidir la reunión. Mire
cómo lo escuchan todos con atención y cómo parecen aprobar todo lo que
dice con movimientos de cabeza.
El Guía --No olvide usted que solo pueden acercarse al Consejo los espíritus
que son llamados allí expresamente. Si un espíritu llega a faltar a esta orden,
casi siempre se hace merecedor a la prueba de la reencarnación.
El Guía -- La prohibición esta hecha solamente para los oscuros; los azules
medios y pálidos, por su misma evolución, son incapaces de sentir el deseo de
infringir una orden, y por eso ellos no la tienen. El caso ocurre con los
oscuros.
Estrella --Pero yo, que soy azul medio y que estoy encarnado, pudiera
acercarme si usted me autoriza?
Blas Hernández O.
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El Guía -- Si, puede acercarse si quiere. Mientras usted oye lo que se esta
hablando en el Consejo, yo me ausento un momento y luego regreso para que
continuemos la enseñanza.
El azul pálido --Puede usted decirme por qué causa se encuentra usted aquí en
el plano?
Blas Hernández O.
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SESION 2
A
esta sesión asiste por primera vez nuestro amigo A. Z., persona de
grandes condiciones morales, para quien habíamos solicitado
previamente permiso del Guía a fin de que pudiera ocurrir al Centro.
Dormida Estrella y presente ya el Guía en el salón, se manifiesta muy
complacido de la asistencia del nuevo compañero y nos repite una vez mas
que las enseñanzas que nos esta dictando pueden ser recibidas por las
personas de buena voluntad.
Este modo de expresión: "personas de buena voluntad", tiene en el
pensamiento del Guía una honda significación que es preciso no pase por alto
el lector. Se refiere él aquí, no a la acepción ordinaria dada a la palabra
"voluntad", sino a esa cualidad meramente espiritual que equivale a la
preparación, aptitud para comprender y deseo firme de instruirse en las
verdades reveladas por el moderno espiritualismo.
Terminados los aludos de costumbre entre el Guía y los miembros del Centro
y sin adelantarnos, como sucedía otras veces, el programa de enseñanza par
esta noche, Estrella emprende con su conductor el viaje a los planos astrales.
Se repiten exactamente los mismos fenómenos en el cuerpo de la médium,
fenómenos que van delatándonos una a una las impresiones sufridas por
Estrella al atravesar cada una de las regiones del espacio comprendidas entre
plano y plano; agitada respiración por la violencia de la marcha; frío intenso
que hace temblar su carne como azotada por un viento de hielo; serenidad
envidiable que nos muestra las regiones tranquilas; dificultad de la respiración,
angustia, que nos delata los espacios donde el oxigeno falta.
Pero el viaje en esta ocasión no ha sido tan lejano. La protesta de Estrella,
llena de desconsuelo, nos cuenta que los viajeros se han detenido en el plano
gris.
Blas Hernández O.
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Estrella --Por qué me trae únicamente hasta aquí?. Esta luz no me agrada bien,
y yo quería ir al Plano Blanco donde mi espíritu se siente separado de las
preocupaciones y de los deseos.
El Guía la deja expresar todo su desconsuelo, sin interrumpirla y en cuando
ella espera haberle convencido de que deben continuar el viaje hacia lo alto, él
la reconviene cariñosamente haciéndole notar que su sentimiento es egoísta,
que el deseo de sentirse contenta le ha hecho olvidar que en este plano hay un
espíritu que lucha hace mucho tiempo por su perfeccionamiento y que la
espera, con el presentimiento de que ella le traerá una noticia de las regiones
superiores a donde aspira a llegar.
Sacudido el espíritu de Estrella por aquella vibración de amor verdadero,
comprende lo imperfecto de su sentimiento y sin encontrar argumentos para
disculparse, se apresura a buscar en el plano, con la mirada penetrante de su
espíritu, al gris pálido para quien ella trae la nueva de su paso al plano
superior.
Poco tiene que luchar para encontrarlo, el gris pálido viene ya hacia ella, y al
quererle comunicar esta noticia a su acompañante, este le anticipa que es
llegado el momento de que le revele el objeto de su misión, pues ya ese
espíritu se encuentra convenientemente preparado para su paso al Azul.
Como la médium notara que el Guía, según su costumbre en esos casos, se
disponía a abandonarla para permitirle actuar sol, le pregunta - para saberlo de
una vez- si ese gris pálido debiese pasar solo al otro plano o vendría él a
llevarlo apenas llegase el momento.
El Guía --No, no soy yo sino usted quien debe conducirlo a su nuevo destino.
Estrella --Yo?. Pero cómo podrá suceder esto, si yo misma no se por donde se
va de aquí al Plano Azul?.
El Guía sonríe, como siempre, ante las tribulaciones de Estrella.
El Guía -- No se afane usted; cuando llegue el momento - y eso lo sabrá su
espíritu - usted conduce al gris pálido al sitio donde se reciben las vibraciones
de las ordenes que vienen del plano superior, y le ordena que suba, haciéndolo
usted a la vez que él.
Estrella acepta las explicaciones del Guía con el mismo respeto lleno de fe que
tiene siempre para todo lo que él le enseña, pero no deja de expresar su última
vacilación.
Estrella --Y cómo va a subir hasta el Azul este espíritu que todavía esta
revestido de un tono gris? Puede acaso, llegar con distinto color?
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El Guía --Su color no debe preocuparla; fíjese ahora que esté a su lado, cómo
es de claro, de desvanecido. Cuando usted lo conduzca al sitio que le he
indicado y reciba él las vibraciones que vienen de lo alto, la materia de s
periespíritu, preparada como está, se sintonizará más y más con esa vibración,
y al llegar al plano tendrá un precioso color azul oscuro.
Estrella no sale de su asombra al escuchar aquella explicación que le resuelve
de manera tan lógica un problema de apariencias tan intrincadas, pero cuando
quiso expresar este sentimiento, notó que su acompañante ya no estaba con
ella y en cambio el gris pálido esperaba a su lado.
La primera impresión de la médium fue la de que este espíritu no emanaba ya
como lo había observado en su primera entrevista, aquella penosa tristeza que
tanto le había mortificado; ahora lo sentía alegre. Y por esto talvez fue por lo
que él habló primero:
El gris pálido --Volvió usted!
Estrella --Sí, ya lo ve; he vuelto y su exclamación me deja creer que usted siente
mucha alegría por este retorno mío.
El gris pálido --Tanta es mi alegría, que ella empaña todo mi sentimiento y
seguramente por eso se ha contagiado usted de ella hasta notarla verdad?
Estrella --Sí, seguramente es como usted lo afirma, porque yo lo he sentido así,
pero esto me extraña ya que recuerdo perfectamente que sentía usted en este
sitio donde vive una tristeza muy grande. Es que no ha vuelto a sentirla o es
que los grises oscuros, cuyo trato se la proporcionaban, se han vuelto de un
momento a otro inteligentes a sus explicaciones y obedientes a sus mandatos?
El gris pálido --No es nada de eso y sinembargo, mi cansancio ya no existe.
Ellos continúan como siempre, sordos, distraídos, indiferentes, pero yo en
cambio, he tenido presente sus consejos, me he acordado a todo momento de
que usted regresaría de pronto al plano y notaría mis desfallecimientos y nada
me diría de lo que trae para mí.
Estrella --Cuánto me agrada oírlo hablar así, porque sé que está diciendo la
verdad y que por consiguiente, desaparecido ya ese cansancio que usted sentía,
se halla dispuesto a recibir la noticia que le traigo de arriba. Pero antes de que
todo esto suceda, quisiera saber de usted otra cosa: tiene una idea de lo que
pueda existir mas allá de este plano?
El gris pálido --Solo sé que existe ese más allá, lo siento dentro de mí como un
anhelo, como un presentimiento y además, por lo que usted misma me reveló
en la otra visita, se que en esos sitios hay mas luz que aquí, una luz
seguramente distinta, y que ese lugar es mejor, mucho mejor que éste.
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Estrella --Y quien debe hacer esa elección? Me supongo que la orden vendrá
del Consejo de los Azules.
El Guía --Sí, del Consejo de este plano partirá la orden, pero quien debe darle
cumplimiento es usted, porque esto forma parte todavía de su misión y
además, se ha permitido así para completar la enseñanza que debo dar en el
Centro.
Estrella ha quedado confusa con esta respuesta tan inesperada. Cómo puede
saber ella cuál de los espíritus medio está suficientemente preparado para
cambiar de puesto en el plano? Por su pensamiento no pasa la idea de que,
quien en realidad habrá de cumplir esta orden es su conductor. Y que ella,
haciendo de brazo de su voluntad soporta toda la emoción de quien obra por
propia cuenta, emoción que va seguramente preparando su
perfeccionamiento. Maravilloso sistema empleado por el Guía durante todas
las sesiones y que nunca debe olvidar el lector para tener siempre delante la
única explicación que cabe a hechos de trascendencia para la vida de los
planos y que se verifican aparentemente por un acto de voluntad de Estrella.
Fácilmente comprende el lector que si el Guía hubiera puesto de presente su
actuación a la inteligencia de la médium, habría quedado anulado desde este
mismo instante todo esfuerzo y su trabajo en el astral nada significaría par la
evolución. Esta es la causa del silencio que para los humanos parece tener
siempre lo que llamamos el cielo, silencio que tantas veces ha sido increpado
por los artistas, atribuyéndolo irreverentemente a una indiferencia cruel de lo
Alto por las tragedias humanas. Dónde estaría entonces la fuente del mérito, si
en las crisis de la vida los hombres escucháramos la voz de sabiduría que nos
indicara el camino, camino que debemos buscar por nosotros mismos y que
nos hace conocer, cuando los erramos, con sus dolores y vacilaciones, la
Verdad en muchos aspectos?
Así, pues, el lector no vaya a tachar de productos de imaginación algunas
acciones de Estrella. Todo lo narrado en este libro es verdad que muchos
escuchamos y que hoy para bien de la humanidad, se da al público.
Llegados al Plano Gris, Estrella deja constancia de que el Consejo sigue
reunido y que está vacío aún el puesto que ocupaba el nuevo azul oscuro.
Como impulsada por una fuerza extraña y poderosa ordena que todos los
espíritus del plano se reúnan inmediatamente y desde todos los extremos los
grises concurren, obedeciendo al llamamiento. Por grupos como en ordenadas
divisiones de humanas tropas, allí están todos; los pálidos adelante, los medios
un poco atrás y al final en la lejanía, grueso y compacto, en actitud humilde,
espera el grupo de los oscuros.
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Guía le hace saber que no; que es indispensable que un gris oscuro pase a
ocupar el puesto que dejó vacante el medio.
Por el mismo procedimiento Estrella designa el gris oscuro. Obediente al
mandato, este abandona su grupo, pero se detiene antes de llegar al sitio de los
medios.
Estrella ya pensaba repetir la escena anterior, pero el Guía interviene esta vez
de modo claro advirtiéndole a la médium que antes de que el gris oscuro
puede ocupar su puesto entre los medios, se hace necesario que desencarne
allá en la tierra un inferior que ha evolucionado a gris oscuro y que en esos
momentos está entrando en la agonía conforme al mandato del Consejo
Supremo de los Blancos, los señores de la Vida y de la Muerte.
Estrella. - Y he de ir yo también a la Tierra en busca de ese espíritu para traerlo
hasta aquí?
El Guía.- Sí, es necesario.
Estrella. - Pero al bajar me daría miedo, mucho miedo el plano inferior.
Cuando bajo o subo con usted, no siento ese miedo porque sé que no me lo
deja mirar.
El rostro de Estrella, al expresar esta duda, muestra toda la angustia y el temor
que le infunde la posibilidad de contemplar el primer plano, que se ve desde
lejos como una inmensa mancha de sangre coagulada.
El Guía.- Deje a un lado esa preocupación, y cuando descienda, tenga siempre
presente en su conciencia que yo la sigo con mi voluntad para protegerla de
esa visión.
El descenso de Estrella a la Tierra es silencioso. Cuando su materia vuelve a
transmitirnos los pensamientos de su espíritu, ya ha llegado a su destino.
Estrella. -¡ Que lecho tan pobre!. La pieza apenas esta alumbrada a trechos por
una mala vela que parece apagarse a cada momento. Es un hombre el que
agoniza, y su rostro, a pesar de los estragos que en él ha hecho la enfermedad,
es bien parecido. Veo también que su espíritu lucha por abandonar la materia
que se resiste a dejarlo partir. Es un gris oscuro, lo veo bien, como una
neblina que brota lentamente de todas partes del cuerpo. Parece como si este
desprendimiento fuera doloroso, pero no debe ser así. Tiene el rostro sereno,
como insensible para la gran tragedia de la suprema despedida. Y lo que más
me conmueve no es el espectáculo de ese misterio para los humanos: es el
dolor que veo en esa señora que parece ser su esposa. Como le mira con ojos
empapados en lagrimas, haciendo esfuerzos heroicos para no llorar fuerte por
temor talvez de que se aperciba del hecho una pequeñina como de tres años,
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hija única seguramente del matrimonio y que, de pie al borde de la cama del
moribundo, le mira callada, con ojos muy abiertos.
Ahora, continúa Estrella, la señora se levanta de su sitio y toma de la única
mesita del cuarto, situada junto al lecho, un frasco cuyo contenido vierte en
una cuchara y trata inútilmente de hacerle tragar el líquido al enfermo, pero el
agua se escurre como un llanto hasta el cuello por las comisuras de los labios
inermes. Qué amarga expresión de sufrimiento empapa ahora el rostro de esa
mujer! Ya no tiene esperanza! La niña sigue inmóvil, mirando alternativamente
al moribundo y a su madre sin que su mente tierna pueda abarcar algo de la
trascendencia del momento que vive y que habrá de marcar seguramente gran
trecho de su destino sobre la Tierra.
Estrella quiere que esta escena termine ya. Por los ojos materiales de su cuerpo,
nosotros vemos brotar las lagrimas que expresan la emoción que satura su
alma.
Estrella.- Venga usted, venga conmigo, le dice al espíritu gris oscuro.
Y el espíritu obedece. Acaba de desprenderse totalmente de la materia y va a la
médium, quien lo recibe y emprende con él el regreso a los planos astrales,
contenta por borrar de su visión aquel cuadro de amargura humana.
Al llegar al Plano Gris, Estrella repara en que todo permanece tal y conforme
lo había dejado al bajar a la Tierra y pretende demorarse allí para que el gris
desencarnado ocupe su puesto, pero el Guía le advierte que esto no es posible.
Hay necesidad, le dice, antes de que este espíritu venga a su plano, de que se
presente ante el Supremo Consejo de los Blancos.
Estrella.- Para que lo juzguen como dicen en las iglesias?
El Guía.- Esto no es propiamente un juicio, porque nada se le va a sentenciar
al espíritu. Los desencarnados, al presentarse ante el Consejo de los Blancos,
se saturan de una vibración más pura que les hace ver más claro todas las
circunstancias que conforme a la ley de justicia -- ley causa y efecto -- tendrán
esas acciones, así como también se darán cuenta de su grado de adelanto y a la
vez conservarán allá, en su plano, un anhelo siempre presente por llegar a esas
regiones elevadas que apenas recordarán como un sueño borroso.
Mientras duran todas estas explicaciones del Guía, Estrella y el nuevo
desencarnado han continuado su marcha hacia el Plano Blanco. Una vez allí,
se sitúan los tres a alguna distancia del Consejo y uno de los miembros se
dirige al grupo para recibir al recién venido y conducirlo al centro del sitio
donde esta la Corporación.
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Estrella expía todos los detalles de esta escena y va transmitiéndolos con gran
sentimiento de no poder escuchar las cosas que allí se dicen. El gris oscuro ha
sido colocado en el centro del circulo que forman los del Consejo y todos
ellos, uno por uno, parece dirigirle preguntas a las que el espíritu contesta
afirmativa o negativamente, según traduce Estrella por los movimientos de
cabeza del interpelado. Aquella escena dura unos pocos segundos y
nuevamente vuelve el gris a ser conducido por el consejero al cuidado de sus
protectores.
Regresan al gris.
Estrella quiere saber si el nuevo oscuro recuerda alguna cosa de su paso por el
Blanco, y le pregunta.
El gris oscuro. - No, nada recuerdo; solo tengo la sensación de haber pasado por
un sitio muy luminoso y de haber escuchado que alguien me daba buenos
consejos.
Estrella.- Y cuáles eran esos consejos? Recuerda algunos?
El gris oscuro. - Sí; que mi manera más rápida de evolucionar era el
obedecimiento a las ordenes recibidas del Consejo de mi plano o de los
espíritus superiores.
En el gris ya el medio había ocupado su puesto y el recién llegado de la Tierra,
una vez inscrito por el apuntador en su registro se va con sus compañeros de
color, que lo llevan a conocer le plano.
Ha terminado la fatiga de esta noche. Muchas emociones han azotado el alma
de la médium y muchas hondas y provechosas lecciones quedarán ya para
siempre grabadas en su espíritu.
Como una recompensa a su trabajo, y para despojar su espíritu de las fuertes
vibraciones del gris, el Guía, con su inalterable cariño y su oportunidad jamas
desmentida, emprende con Estrella un vuelo a la Ciudad de la Nieve, donde las
vibraciones de la luz que baja de los altos cielos extinguen todo malestar y
aniquilan todo deseo.
Estrella no habló allí. En su silencio demostró a los que observábamos su
materia, toda la paz, toda la alegría que le inundaban su espíritu.
Otra vez en el Centro con su Guía, éste se despide de nosotros hasta la
próxima sesión, cuyo día y hora quedan citados.
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SESIÓN 3
E
sta sesión que parece salirse un poco del plan de enseñanza que trajo
nuestro Guía, es, sin embargo, de capital interés para el desarrollo del
espiritismo y a medida que el lector avance en la obra comprenderá
que el tema tratado en este capitulo viene a esclarecerle muchos puntos que,
sin estos conocimientos, serían oscuros para él.
Frecuentemente escuchamos nosotros la historia de obsesiones, de
persecuciones, de sufrimientos innumerables padecidos por la mayor parte de
aquellos que se entregan a las investigaciones del Mas Allá. Casi todas esas
historias, a qué negarlo, son verídicas y de ellas hacen armas temibles los
enemigos del moderno espiritismo. Demonios, duendes y ángeles rebeldes de
todas las religiones han sacado vida robusta en el ejemplo de esas víctimas de
la experiencia, y se hacia necesario que un alto espíritu diera la clave de ese
hasta hoy misterio que envolvía el origen de esas obsesiones y persecuciones.
Deliberadamente el Guía ha querido que esta noche le planteáramos nosotros
el problema de las evocaciones.
Estrella, acostumbrada al placer intenso que representa para ella el viaje al
Astral, protesta de nuestro programa, pero el Guía le reconviene
cariñosamente agregándole que esta noche no es posible el viaje a los planos.
Estrella acepta la nueva situación y se dispone a servir de instrumento
transmisor de preguntas y respuestas.
El evocador. - Pudiera decirnos nuestro Guía, que reglas deben observarse para
la evocación de los espíritus?
El guía. - Para que un espíritu responda a la evocación que le hace un
encarnado, se requiere, ante todo, que así se lo permita La Mano, pero hay
otros requisitos indispensables también y que se relacionan con el grado de
evolución del evocador, del médium y del espíritu llamado.
Como ustedes saben muy bien, la evolución de un espíritu trae consigo un
especial grado vibratorio de su periespíritu, en armonía con la altura de sus
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elevados, dignos por mil motivos de su amor. Y los altos espíritus descienden
siempre donde quiera que haya un dolor que aliviar, una fe que reconfortar,
una esperanza que deba ser trocada en realidad conforme a los dictados de la
divina justicia. Invisibles o visibles, según el caso y los designios de La Mano,
están siempre llegándose a los hombres como colaboradores fervorosos de la
obra de Dios. Pero no concurren donde solo los busca el grito de las bajas
pasiones, sedientas por el encontrar el secreto para satisfacerse; ni el avaro ni
el sensual, ni el envidioso, ni el vengativo podrán escuchar sus pensamientos
ni sentir el aliento de sus sutilísimas vibraciones.
Por qué hacer imposible la venida a la Tierra de los espíritus superiores, si su
felicidad en nada se aminora puesto que ella, bien comprendida, no es sino el
producto de su contacto mas y mas cercano con la Divinidad y dondequiera
que se hallen pueden mantenerse estrechamente unidos con Ella, conforme a
la perfección que hayan alcanzado?
La historia de la humanidad esta repleta de narraciones sobre los éxtasis de los
grandes espíritus encarnados, éxtasis que los hacían vivir horas muy largas
lejos de los humanos dolores. Pues así es el estado permanente de los espíritus
desencarnados, idéntico en el plano de la tierra como en sus elevadas regiones.
Eso equiparara los humanos goces los deliquios de los espíritus evolucionados
creer que pueden perderlos por un momento al descender de su sitio para
calmar el ansia de un hermano encarnado que quiere buscar su consejo, su
ayuda que lo lleve mas rápidamente al fin apetecido.
Lo que llaman dicha los humanos es solo un placer fugaz, íntimamente
relacionado con un sitio, una cosa o una persona que, una vez alejada, se lleva
con ella la felicidad humana. La dicha del espíritu emana de sí mismo, por una
virtud de conocimiento que le capacita para vibrar mas y más en armonía con
la vibración de Dios, y esto sucederá dondequiera que el espíritu se halle, así
como la luz seguirá brillando como luz dondequiera que se la sitúe.
A Z. -- Y cuando quien hace la evocación es un espíritu poco evolucionado
pero sus intenciones son rectas, puede ser también víctima de un engaño?
El Guía. -- En estos casos aún cuando la evolución del evocador no es
suficiente para comunicarse con un espíritu de altura, su intención sana le
pone a cubierto de los fracasos y por esto velaran las entidades evolucionadas.
Terminadas estas revelaciones, la señora L, pregunta al Guía si será posible
obtener esta noche que el espíritu de un miembro de su familia, desencarnado
hace ya algunos años baje al salón de sesiones para tener una comunicación
con él.
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SESION 4
R
eunidos en la sala donde funciona el Centro y antes de principiar la
sesión, Estrella relata al evocador algunas cosas que le han ocurrido el
día anterior y que la tienen un tanto preocupada.
Ayer, dice Estrella, como a las cinco de la tarde, hora en que yo regreso de mi
trabajo en la fábrica de cigarros, estaba esperándome en casa una señora
absolutamente desconocida para mí, pero cuyo aspecto humilde y actitud de
angustia muy honda me predispusieron inmediatamente en su favor. La invité
a sentarse y le pregunté en qué forma podría servirle.
Me preguntó por mi nombre y al saberlo manifestó mucho agrado por no
haberse equivocado, pues era precisamente a mí a quien venía a buscar. Luego
me hablo de su vida. Era mujer casada, con algunos hijos, y el único medio de
subsistencia que tenía su familia era el producto del trabajo de su esposo,
persona a quien me mostró como adornada de grandes cualidades y que se
hallaba en cama hacía algunas semanas, víctima de una dolencia cruel que
acabaría por llevarlo a la tumba si yo me negaba a prestarle el auxilio que ella
venía a pedirme.
Mi sorpresa por esta declaración fue grande, pues a la vista estaba también
para esa señora mi estado de pobreza, que me incapacitaba para cualquier
auxilio de orden pecuniario, y no sabía que otra clase de ayuda capital para la
vida del esposo de aquella señora pudiera pedírseme.
Pero ella me saco de la duda continuando su narración. Su marido venía
padeciendo esa rara enfermedad hacia algunos meses, pero no en forma tan
aguda como últimamente. Lo recetaba, de modo caritativo, el doctor X.;
medico de gran prestigio en la ciudad, y precisamente el día anterior, en su
última visita, dicho facultativo se manifestó impotente para curar al enfermo
con los actuales recursos de la ciencia, que ya estaban todos agotados. Solo
quedaba, según el doctor, el recurso de pedir a un médico desencarnado, por
conducto de un buen médium, la receta salvadora.
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aquel sentimiento era una caridad mal entendida y que solo conseGuía
intranquilidades para ella e inconvenientes para el buen funcionamiento del
Centro si dejaba que la sometiera a la influencia hipnótica, no sabía que
diferencias de evolución podría haber en …dos ni cual sería el grado del
espíritu a que el doctor X. pensaba llamar en su auxilio para el enfermo del
caso.
Estrella prometió al evocador que se sometía gustosa a adoptar la conducta
que el Guía le dijera y pasó a relatarle otro hecho, ocurrido en las horas de la
tarde de este mismo día.
Bajaba, cuenta Estrella al evocador, para la fábrica y frente al edificio de la casa
de mercado me alcanzó V., una mujercita conocida mía, cocinera de
profesión, y quien con lágrimas en los ojos, me relató que aquella mañana,
haciendo el mercado se le había extraviado su pequeño de cuatro años sin que
todos sus esfuerzos hubieran podido llevarla a encontrarlo. Que ella sabía por
algunas amigas que Estrella tenía el don de dormirse y ver las cosas que quería
y que, por consiguiente, ella podría decirle donde se encontraba su hijito en
esos momentos.
No me reí de la ocurrencia de esta pobre mujer, agrega Estrella porque me
infundió respeto su dolor pero trate de hacerle comprender que no era cierto
que yo pudiera dormirme a voluntad ni mucho menos que pudiera ver todas
aquellas cosas que me propusiera. La mujer no quería creerme y continuaba
insistentemente sus suplicas en voz tan fuerte que temí se impusiera el público
y me sometiera a un bochorno de ridículo. Para evitar esto, le hice entrar al
apartamento de una tienda cercana y allí le di la promesa de que esta noche en
la sesión preguntaría a nuestro Guía donde estaba su niño y le diría por la
mañana para que fuera a buscarlo. Con esto logré calmarla y quedamos en
encontrarnos mañana en el mismo sitio.
Terminada su narración, Estrella manifiesta deseos de que la duerman para
hacer la evocación de nuestro Guía y efectivamente, a pocos momentos, entra
en el sueño hipnótico, tan hondo como es necesario.
Presente el Guía en el Centro y después del saludo acostumbrado, sin que
ninguno lo advirtiera del caso pendiente, le pregunta a Estrella si no tiene nada
de nuevo para contarle, si no le han ocurrido cosas raras ayer y hoy.
Estrella. --Por qué me pregunta eso? Seguro que usted ya lo sabe todo y
entonces, para qué contestárselo? Pregúntele al evocador que yo pensaba
decírselo todo a usted esta noche.
El Guía sonríe.
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El guía. --Sí, yo sé todas las cosas que le han ocurrido, pero necesito que usted
misma me las cuente.
Obediente Estrella repite la narración de los dos sucesos al Guía y éste no la
interrumpe. Cuando ya ella manifiesta haber terminado, el Guía toma la
palabra y habla, según declara la médium que se siente muy impresionada por
ello en tono severo:
El guía. --Es necesario que usted rechace de modo enérgico la promesa que le
hace al doctor X., por conducto de esa señora, pues si usted se somete a la
influencia hipnótica de él, vera, no la clase de espíritus que visita este Centro,
sino a los inferiores. Si el doctor insiste, envíele a decir con la señora que usted
tiene un Guía que no le permite acceder a sus deseos y que él podrá dormirla a
usted pero no podrá, por diferencias de evolución, obtener el
desprendimiento de su espíritu.
Estrella. -- Muy bien, así lo haré. Pero con el otro caso? Que le digo yo mañana
a esa pobre mujer que ha perdido su niñito? Me da tanta lástima! …
El guía. --Sí, verdaderamente es penoso para esa mujer el caso en que se
encuentra, y al solicitar su intervención ella lo ha hecho de modo inocente
creyendo lo que le dicen sus amigas, pero aún cuando yo en este momento
estoy viendo al niñito y pudiera decirle dónde se encuentra, si accedemos a
esto para calmar el dolor de la madre, dolor que por otra parte está sirviendo
mucho para la evolución de su espíritu, fomentaríamos una creencia falsa y
supersticiosa, y mañana, conocido el caso, serían muchas más las cosas que
se dijeran de ustedes y muchas las supersticiones que se levantaran para
perjuicio de los espíritus. Así, pues, es necesario guardar silencio, y si mañana
se encuentra con la mujercita, dígale que consultó el caso con el Guía del
Centro y que éste le respondió que la humanidad tenía una institución llamada
la Policía, que se encargaría de buscarle el pequeño si ella lo pedía.
Resueltos los asuntos que preocupaban a la médium, el asistente X. X.
pregunto al Guía si era posible saber en que grado de evolución se encuentra
su amigo V., músico, desencarnado hace pocos meses.
El Guía no da ninguna noticia sobre tal espíritu, lo que, para nosotros,
significa que su evolución no es mucha y que debemos abstenernos de repetir
la pregunta.
Pero Estrella, que se interesa por todas las preguntas que formula X. X., le
propone al Guía que la lleve donde se encuentra ese espíritu y que entonces
ella le dirá que clase es.
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SESION 5
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ntes de entrar en la sesión de esta noche, Estrella se encuentra
intranquila a causa de que dos mujeres que suelen acompañarla en su
casa y que, observan la escasez de recursos en que vive y que le
proporciona a Estrella no pocas penalidades materiales, le han insinuado la
idea de recurrir al consejo y auxilio de una adivina, muy su amiga; pues, según
información de las consejeras, todos los males que le aquejan son el producto
de una maldición que la madre de Estrella lanzó contra esta a tiempo de morir.
Extrañada por tales afirmaciones de sus compañeras, Estrella quiso saber de
que fuente conocía la adivina tan tremenda maldición por ella ignorada,
puesto que, a consecuencia de un azar de su vida que luego será narrado en
próxima sesión, Estrella se había visto obligada a separarse de su madre
definitivamente. Por todas respuestas las amigas le aseguraron que aquel
conocimiento provenía de las maravillosas dotes de la hechicera, que le
permitían conocer el destino de las gentes y el origen de todos sus
procedimientos.
Aún cuando Estrella narró el anterior incidente dándole un tono de burlona
incredulidad, no pasó para nosotros desapercibida la impresión que el detalle
había causado en su mente, y fue nuestro propósito, desde este momento,
poner al Guía en antecedentes de lo ocurrido para evitar posibles
perturbaciones en la marcha regular del Centro.
Dormida la médium y presente el Guía en el salón, el evocador le hizo
trasmitir por Estrella el deseo de que mirara fijamente al espíritu de esta, con el
propósito de que conociera alguna alteración en las vibraciones de su
periespíritu, si acaso las hubiera dejado la maligna insinuación de sus amigas.
El evocador. -- Que le dice el Guía?
Estrella. -- Que le refiera eso mismo que un momento antes les contaba a
ustedes.
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Estrella cree conveniente dado el tono severo con que el Guía ha rechazado su
propuesta, no insistir mas y falta de motivo de conversación, se entretiene en
mirar hacia el sitio del Consejo donde nota a poco una especie de gran libro
que algunos parecen observar de vez en cuando y pregunta a su compañero si
es para llevar en él los mismos apuntamientos que se acostumbran en los
otros planos y que si ellos se refieren únicamente a los asuntos concernientes
al Blanco.
El guía. -- No; en este libro ciertos miembros del Consejo hacen anotaciones
que abarcan acontecimientos relacionados con todos los planos de evolución.
La respuesta ha sido completa y Estrella quiere agotar el caudal de sus
observaciones:
Estrella.--Me he fijado que los espíritus de todos los planos tienen una estatura
exactamente igual.
El guía. -- Esa observación es justa. Fuera de la tierra, donde la materia adopta
formas limitadas y diferentes, todo es igual, excepto el desarrollo de la
conciencia, que es el grado de evolución.
Intrigada continuamente por el Consejo, que parece ser siempre y en todos los
planos el punto magnético para la atención de Estrella, quiere saber también
ahora si, conforme los consejos del azul y del gris, reciben ordenes de este
plano, existe mas arriba de aquí otra corporación similar, de espíritus mas
elevados que impartan también sus ordenes para este supremo tribunal.
El Guía le replica que, para satisfacer esa curiosidad sería conveniente que ella
misma se acercara al Consejo y diera alguna información al respecto.
Estrella comprende que el Guía quiere evadir una contestación categórica y
muy prudentemente varia la forma, suplicándole que la informe de sí mas allá
del plano Blanco residen otras categorías de espíritus, a lo cual el Guía le
responde afirmativamente, agregándole que más allá del plano hay otros
planos y que en ellos residen espíritus de mas elevada condición y de mas
grandes poderes.
Estrella.-- Y ustedes los que habitan este plano, tienen poder para subir a esos
otros?
El guía. -- Los espíritus blancos pueden ascender de vez en cuando, al plano
inmediatamente superior y esto con el fin de saturarse de vibraciones mas
elevadas, que se convierten para ello en un anhelo de ascender a mas elevadas
dignidades y a más intensa luz,
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Estrella.-- Pero allá en ese plano de que me habla, y al cual pueden ustedes
subir, no hay también un Consejo?
El guía. -- No; allá no hay Consejo.
Estrella.--Entonces, a los blancos no les dan ordenes?
El guía. -- Nosotros ordenamos.
Estrella.--Si, ustedes ordenan, ya lo sé, pero oiga: Yo creo que hay cosas que
ustedes deben hacer, no porque ustedes mismos se lo ordenen, sino porque
otros lo imponen.
El guía. -- La observación me parece razonable y usted sabrá esto
oportunamente, cuando el desarrollo de estas enseñanzas haya justificado tal
información.
Estrella.-- Esta noche parece nuestro Guía dispuesto a no contestarme nada en
concreto: ni me dice como son los espíritus que residen allá arriba, si son
blancos también como los de aquí o de otro color y de otra forma; ni me dice
si hay consejos superiores a este Consejo, ni me dice nada. A mí como
consecuencia de todo este silencio, se me esta ocurriendo que por allá, donde
no hay consejo, debe residir Dios.
El guía. -- eso por qué se le ha ocurrido?
Estrella.-- Muy sencillo: porque si aquí no siento deseos, no tengo idea de las
penas, de los dolores y de las preocupaciones que me asisten en la tierra, si soy
tan feliz, mas allá de esto lo que existe y lo que tiene que sentir el espíritu no
puede tener nombre y por consiguiente allí debe estar Dios.
El guía. -- Razona usted bien, Estrella, y aún cuando su conclusión no
corresponda a la realidad, se le asemeja un poco: arriba, mas allá del próximo
plano, reside el Ordenador.
Estrella.--Entonces es El quien imparte las ordenes que llegan al Consejo de
los blancos?
El guía. --Sí, de El emanan las ordenes que aquí se reciben y se cumplen.
Estrella.--Ah! Esto que me dice, se lo ordenaron decir o es cosa suya?
El Guía sonríe como única respuesta a la ocurrencia de su discípula, ocurrencia
que es un brote ingenioso de su curiosidad tanto tiempo puesta a prueba por
su silencio.
Estrella.-- Usted no ha subido nunca al sitio donde reside el Ordenador? Si
usted lo conoce, yo quisiera que me lo describiera o que le pidiera autorización
de llevarme allí un momentico.
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El Guía, como si hubiera guardado silencio la médium todo ese tiempo, parece
sumido en meditaciones muy hondas. Pero Estrella, cuya curiosidad nunca se
siente satisfecha, no desfallece por esta aparente falta de atención que su
preceptor le demuestra y quiere informarse si Dios asiste en un solo sitio.
El guía. -- Pregunta usted a veces cosas que todavía no esta capacitada para
saber, o que no tengo autorización de responderle.
Estrella.-- Ya que es imposible saber algunas cosas, puede informarme
entonces, cada cuanto tiempo les esta permitido a los habitantes de este plano
ascender al inmediatamente superior?
Esa pregunta puedo contestársela: los habitantes del blanco van allá cada vez
que así lo desean
Estrella.-- Y habrá ocasiones en que se vayan todos?
El guía. --Si, y esto sucede siempre que el ascenso obedezca a un mandato del
Ordenador.
Estrella.-- Y usted va allá con mucha frecuencia?
El guía. -- Si, y por eso tardo a veces un poco en responder al llamamiento
que me hacen del Centro.
Estrella.-- No me podría llevar usted un momento siquiera a ese plano?
El guía. -- Talvez mas tarde.
Estrella.-- Esos planos superiores son muy lejanos?
El guía. -- Hay mas o menos igual distancia entre todos.
Estrella.-- Cuando llegue a ese plano un mandato del Ordenador, talvez me
sería permitido sentir su vibración? Es que se me figura que esto equivale a
escuchar su voz.
Antes de que el Guía pudiera responder la pregunta, Estrella se siente atraída
por la presencia del espíritu que se dispone a descender al plano superior.
Estrella.-- Aquel espíritu se va, nuestro Guía. Me deja rogarle que yo lo
acompañe?
El guía. -- No hay necesidad, puesto que yo pudiera llevarla también.
Estrella.-- Entonces, ya que no me es permitido subir, al menos quisiera estar
cerca de él cuando le llegue la autorización para el ascenso.
El guía. -- Tampoco es tiempo de que usted se aperciba de esa vibración, pero
no desespere; eso no tardará mucho.
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Mientras allá en las regiones del Plano Blanco el espíritu de Estrella, saturado
todo de felicidad, propone al Guía la desencarnación de su hijo, abajo, la
materia se contorsiones de dolor pensando en que suceda aquello que su
espíritu desea y ella no comprende, y el llanto desborda de los ojos y hace
surcos por las mejillas.
El guía. -- Noble deseo es el de su espíritu y desde aquí estoy viendo cuánto le
cuesta a su materia, pero ha pensado usted en que esas enfermedades de su
hijo, esos padecimientos indudablemente forman un acervo de mayor felicidad
para mañana? Por lo demás, veo que usted comprende que nada vale en
realidad la existencia material si no es por las lecciones que en ella toma el
espíritu para desarrollar la conciencia, y ya sé que usted está conforme con la
voluntad del Ordenador.
Estrella se manifiesta contenta de la lección que acaba de recibir y se dispone
con el Guía a regresar al Centro.
Como de costumbre, ha quedado citada la fecha y hora para la próxima sesión.
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SESION 6
L
a médium duerme apaciblemente. Su espíritu, desprendido de la
materia, indaga la lejanía esperando que brille en ella el cuerpo
luminoso de su conductor. Unos pocos segundos mas y ya lo ve,
pequeño, como se miran desde la tierra las Estrellas.
Estrella.-- Ya viene, pero se me hace muy lento, desacostumbradamente lento
el descenso. Podría asegurar que se detiene a trechos como si fuera realizando
algún trabajo en los planos astrales.
Y Estrella se muestra impaciente. Quisiera ir a su encuentro, apresurar el
momento de la enseñanza, pero no se atreve. El Guía no le ha manifestado
que puede aventurarse sola por los espacios y sobre todo tiene miedo de ver
en el plano oscuro.
Transcurre mas de un minuto para que el Guía llegue al recinto de las sesiones.
Estrella observa que, contra su costumbre, permanece en su forma astral. Por
qué obra así? El Guía adopta la forma humana, le explica que esperaba el
saludo.
Estrella.-- Verdad! Perdone nuestro Guía el olvido. Estaba muy preocupada
por su demora. Lo he visto desde muy lejos y me ha parecido que se detenía a
cada momento, como si vacilara en llegar, como si no quisiera vernos esta
noche. A mí me parece que el deseo de escucharlo aumenta en mi espíritu
todos los días. Me estaría años oyendo las cosas que me enseña, siempre tan
nuevas y tan bellas para mi inteligencia. Sería a causa de ese anhelo que me
pareció muy lenta su venida?
El Guía nada responde a estas demostraciones de su discípula, aunque
seguramente ha visto en ellas el crecimiento del deseo evolutivo y se ha
complacido. Pero se concreta a manifestarle que deben seguir inmediatamente
al astral.
El ascenso no presenta ninguna característica que no este ya apuntada en
sesiones anteriores. Al llegar al gris suspende la marcha. Estrella se da cuenta
de una agitación desacostumbrada entre los habitantes del plano.
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Estrella.-- Nuestro Guía no sé por qué tengo la sensación de que los grises
están muy contentos. Esta sensación me llega de un modo raro, nadie me ha
dicho nada; no he escuchado ningún pensamiento que me lo revele y
sinembargo, siento que es así. En estas regiones la emoción del espíritu se
esparce por todo el plano como un perfume como un contagio, según sea ella
de alegría o de pesar, de esperanza o de desilusión.
El guía.-- Lo mismo pasa allá en la tierra, con la diferencia de que la densidad
de los cuerpos externos, las características del plano físico, hacen menos
perceptible para la conciencia el fenómeno de que se habla. Según sean los
pensamientos de los hombres, así es la vibración de sus cuerpos astrales y esa
vibración pasa a la atmósfera, al medio donde se emiten y forman ondas
corrientes que influyen sobre los demás. Pero estas explicaciones pertenecen
a otra rama de enseñanza. Ahora es necesario que yo me vaya y que usted se
quede entre estos espíritus, los observe y los escuche, si es que alguno de ellos
se le dirige.
Apenas desaparecido el Guía, Estrella interroga a un gris pálido que se le acerca
mas que los otros:
Estrella.-- Por qué están ustedes tan satisfechos? Porque me parece ver notar
un movimiento de alegría en todo el plano.
El gris.-- Tiene usted razón. Estamos muy contentos porque de la tierra ha
venido un nuevo compañero.
Estrella.-- Y pudiera usted mostrarme ese nuevo compañero?
El gris se apresura a satisfacer la curiosidad de su interlocutor y le señala un
gris oscuro que precisamente pasa por frente a ellos en aquel momento.
A Estrella le sorprende que tanta alegría la cause un gris oscuro.
Estrella.-- Pero es un gris oscuro! Cuándo desencarnó?
El gris. Hoy, precisamente.
Estrella.-- Esta poco evolucionado según parece.
El gris.- Talvez tenga usted razón, pero ya avanzara como otros, pues me han
informado que usted esta comisionado para ayudarlo a desarrollar su
conciencia.
Estrella, poco agradada se muestra con aquella noticia que acaban de darle.
Recuerda inmediatamente lo que en alguna ocasión le dijera un gris pálido
sobre las dificultades que presenta el trabajo con los grises oscuros, su falta de
atención, su escaso interés por los asuntos astrales y su atontamiento de las
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Estrella.--Pero cree usted que siempre le toca hacer lo mismo, sentir las
mismas preocupaciones, los mismos deseos, mas o menos fuertemente?
El gris oscuro.-- No lo sé, digo lo que me parece.
Estrella.-- Usted sabe y no quiere decir.
El azul oscuro.--Bueno si, todo se va sintiendo lo mismo en intensidad, pero el
espíritu esta mass tranquilo.
Estrella.--Eso si es. Ya ve como van saliendo las cosas poco a poco y luego
puede ser que…
El azul oscuro.--Qué va usted a decir?
Estrella.-- que como una vez fue usted consejero gris, bien pudiera ser que
llegara algun día a consejero del azul.
El azul oscuro.--Ni me lo supongo, pero usted que debe saber mas y no le
parece inverosimil, me anima.
Estrella.--Eso lo sabremos despues usted y yo. Por lo pronto, ni he recibido
orden de decirselo ni usted debe tenerla para saberlo. Pero, en cambio, si
puede informarme qué hacen ustedes cuando no tiene ninguna orden que
cumplir?
El azul oscuro.--Muy sencillo: esperar contentos a que nos la den.
Estrella.-- Usted quisiera que, conforme ayudé a pasar al color que tiene, le
ayudará también a llegar al medio?
El azul oscuro.-- Sí, y quedaría muy contento con esa ayuda.
Estrella.-- Pues ahora yo no puedo. Esta vez le toca solito, cumpliendo y
esperando.
El azul oscuro.--pero por qué va a ser esto imposible, si yo sé que a usted le
estan ayudando también?
Estrella.-- Y quien me ayuda a mi, si esta tan informado, como parece ?
El azul oscuro.-- Sencillamente de allá arriba.
Estrella.-- Sí, de arriba, pero quién?
El azul oscuro.--Eso si, francamente no lo sé.
Estrella.--Y como usted no sabe nada, por lo que parece yo me voy.
El azul oscuro.-- A donde se va?
Estrella.--Tampoco lo sabe?
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enseñanzas, los blancos van allí para percibir esas emanaciones superiores y
disponerse mejor para sus trabajos de evolución.
Estrella.--Se me ha ocurrido en este momento saber si todas las cosas que
usted me esta diciendo llegan a la conciencia del Consejo.
El guía.--Sí, el Consejo se esta dando cuenta completa de nuestra conversación
porque para él no hay nada oculto en el plano.
Estrella.-- Y cómo pueden darse cuenta de tantas cosas simultáneas?
El guía.--Ese fenómeno esta todavía, como muchos otros, bastante lejos de la
capacidad de la comprensión humana.
Estrella.--Usted me dijo, si no recuerdo mal, que todo espíritu que desencarna
tiene a su lado a un espíritu blanco para recibirlo y conducirlo a su destino.
Hay dentro de los habitantes de este plano un grupo especial encargado de
llenar la referida comisión?
El guía.--Nó; aquí todos son aptos para este trabajo y el Consejo los designa en
cada caso según la disposición general del plan de trabajo que tenga orden de
desarrollar el Consejo.
Estrella.-- Y los del Consejo no van nunca a estas comisiones?
El guía.--Sí, ocurre el caso.
Estrella se fija que alla en el Consejo siguen haciendo continuas anotaciones en
eso que ella ve como un libro y pregunta a su conductor la causa.
El guía.--Es que en ese libro se anotan muchas cosas referentes a todos los
planos.
Estrella.-- Y cuando no hay ordenes que cumplir ni desencarnados a quien
recibir, en qué se ocupan esos espíritus?
El guía.--Aquí, como en otras partes en el astral, nunca falta que hacer, y como
en este plano ya no se conoce la sensación de la fatiga, los trabajos nunca son
excesivos.
Estrella.-- Y usted que pertenece a un plano superior, naturalmente dara
ordenes en este.
El guía.--Ni yo ni ninguno de los espíritus que habitamos arriba impartimos
ordenes a los blancos. Las oredenes para este plano parten directamente del
ordenador y nosotros trabajamos en la realización de su plan.
Estrella.-- Por ahora, creo yo que su trabajo principal sea el de dictar estas
enseñanzas y como ellas algún día habrán de completarse, quisiera saber si
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mismo plano, y esa labor que le fatiga podría encargársele a un gris pálido
como me encargaron a mí, si usted recuerda.
Estrella.--Su proposición no deja de ser de un gris oscuro. Se imagina por un
momento que yo voy a pensar en el desobedecimiento a una orden de los
espíritus superiores? Eso, nunca. Lo que se dicta de arriba hay que cumplirlo,
y aún cuando nos parezca duro y excesivo el trabajo que se nos haya
encomendado, debemos tener presente que si estan ellos mas allá de nosotros,
si ni siquiera somos aptos para distinguir sus envolturas espirituales, mucho
menos podemos atrevernos a medir la conveniencia o inconveniencia de sus
disposiciones.
El azul oscuro.--Siempre me ensaña usted a pesar de que quiere negarse a ello.
Me da lecciones como sin apercibirse. Siga ayudándome así.
Estrella.--No me disgustan sus ocurrencias porque a través de ellas veo que
usted tiene lista su inteligencia para atrapar todos los conocimientos que se
cruzan por l atmósfera, y esa fuerza me inspira la alegría de su aptitud para
evolucionar.
Estrella vuelve a intrigarse por el azul pálido que se ha ido a la región mas
brillante del plano en donde hay, según su expresión como una salida al plano
superior. Ella quiere averiguar a toda costa como se verifica el ascenso de un
azul al blanco dentro de los planos astrales.
El azul oscuro se queda en espera mientras la médium se dirige nuevamente al
apuntador que parece entretenido en sus ocupaciones un poco lejos del sitio
del Consejo.
Estrella.--Dígame usted si en este plano, para recibir la orden de evolución
cumplida, es indispensable ir a donde está el azul pálido.
El apuntador.--Es así como usted se lo supone.
Estrella.-- De manera que ese espíritu va a subir ahora al plano blanco?
El apuntador.--Exactamente.
Estrella.--Y usted qué tiene que hacer cuando él se vaya?
El apuntador.-- Suprimirlo en el registro.
Estrella.--Ah! Usted si que tiene que hacer!… Pero dígame: esas ordenes de
misión cumplida la conocen todos los habitantes del plano?
El apuntador.--La orden la recibe siempre el Consejo y éste ordena a su vez al
espíritu a quien va dirigida que se traslade a ese sitio especial donde se sienten
las vibraciones del plano inmediatamente superior. Sometido el espíritu a esas
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Tienen memoria del sabor del vino, de los rostros de algunas mujeres de vida
nada ejemplar que lo acompañaron en sus horas de alegrías terrenas;
recuerdan asuntos de intereses materiales: deudas, herencias, predios, objetos
perdidos, en fin, usan expresiones y sentencias que no figurían con honor en
ningún lugar honesto de la tierra.
El Guía escucha todas estas conclusiones de su discípulo y cuando este
esperaba ver corroboradas sus opiniones, se encuentra con una suave
invitación al silencio. El no quiere opinar sobre ese libro.
Terminadas las preguntas que en el centro quisieron formularle al Guía,
emprende con Estrella el viaje astral. Van directamente al plano blanco porque
la médium necesita, para realizar sus trabajos convenientemente, depurar su
espíritu del malestar nervioso que agobia su materia.
Estrella.--Noto hoy, nuestro Guía, como solo este plano. En otras ocasiones
eran muchos los espíritus que iban y venían, que se agrupaban para dialogar, y
ahora no los veo. Dónde están?
El Guía.--Se hallan en el Ascensor Astral, ese sitio a donde le dije que llegaban
las vibraciones del plano superior. Pero ellos volveran dentro de muy poco y
el plano recobrara su anterior animación. Entre tanto, aprovechemos nosotros
esta soledad para mirar mejor todo lo que hay aquí.
Y Estrella afirma que el Guía la conduce a un sitio del plano donde nunca
había estado. Hay allí, una como inmensa torre, formada con la materia misma
del plano y que para su vista tiene la apariencia de estar hecha de
aglomeraciones de nubes blancas y brillantes. Y el Guía la hace subir hasta la
cuspide de aquella torre que termina en una amplia azotea de donde se divisa
todo el plano.
Estrella.--Ah! Nuestro Guía! Por qué despues de venir ya tantas veces al plano,
nunca lo había presenciado como lo veo ahor? Son miles, millones de
preciosas arcadas de materia blanca y luminosa que se entrecruzan formando
encantadoras avenidas. Y entre una y otra de esas como calles, me parece
distinguir especies de cuartos que parecen formados de cristales. Todo esta
hecho aquí de nubes de luz que forman en las curvas de los arcos y alrededor
de las columnas, gajos de prodigiosas enredaderas florecidas como de grandes
magnolias de luz mas brillante aún. Cómo explicar todos estos detalles allá en
el Centro?
El Guía.--Así como acaba de expresármelos a mí, de igual manera puede
hacerlo con sus compañeros de centro.
Estrella.-- Y eso que se ve como formando piezas, esta ocupado por espíritus?
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El gris.-- Ahora que ya vió usted todo eso, dígame de que color esta mi
periespíritu.
Estrella, que desde un principio se ha apercibido de que el gris ha pasado ya al
grado medio, lo complace en su deseo, y despues de simular que lo examina, le
declara su asombro porque se encuentra todavía en el mismo grado oscuro.
El gris.--Es que usted no se ha fijado bien. Yo me veo gris medio.
Estrella.--Pues por lo que parece no se alcanza a ver usted bien. Seguramente el
deseo que tiene de evolucionar al grado inmediato lo hace creerse ya en él, y
esto me produce bastante satisfacción, pues es señal muy segura de que no
tardara en pertenecer a los espíritus de la segunda categoria del plano.
El gris.--Pero como es posible que yo me vea gris medio sin serlo?
Y el gris se contempla otra vez, como angustiado, como sugestionado por las
afirmaciones de su compañero. Y para cerciorarse completamente, invita a
Estrella a bajar de la torre y en su compañía se dirige inmediatamente al
Graduante Astral. Y allí compara su color con el gris medio del aparato.
Viendo que coinciden y que esta comparación merece su absoluto crédito, se
vuelve a Estrella y le declara que ha comprendido que su negación solo tenía
por objeto intranquilizarlo, ya que es imposible que el Graduante le muesre o
contrario de lo que ella afirma.
En vista del resultado de su sondeo, Estrella ecepta la evolución del gris y lo
felicita por este nuevo grado que lo capacita para trabajar con mas voluntad y
con mas alegría, para llegar a mayores progresos.
Estrella.--Cuénteme ahora como hizo usted para que los espíritus superiores le
ordenaran su paso al grupo de los medios.
El gris.--Desde que usted me habló de la necesidad de evolucionar, desde que
estuvimos los dos por el plano, senti como un deseo muy grande de llegar a
saber lo que mis otros compañeros sabían, y como usted me había indicado
que la mejor manera de conseguirlo era obedeciendo las ordenes que me
vinieran del Consejo, porque esas ordenes no tenian por objeto sino
propiciarme las ocasiones de conocer las leyes que rigen este plano y la manera
de obrar en armonía con ellas, muy pronto empece a comprender que cuanto
mejor aplicaba mi voluntad al cumplimiento de esos trabajos, mi espíritu se
sentía mas hábil y menos tardo de conciencia.
Estrella.--Veo perfectamente que se ha dado cuenta de su progreso y esto me
alienta para anunciarle que si continua usted por el mismo camino, muy poco
tendrá que permanecer en el grado que tiene. Porque usted ya debe saber que
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como una mariposa que valora entre aquella liquida luz. Grandes
exclamaciones de asombro de la médium son el recurso que ella encuentra
para resolver la dificultad de la descripción. De esta manera son los músculos
de su cara, es esa como aureola de arrobamiento casi mistico en que se
envuelve su rostro material lo que pudiera dar una idea siquiera aproximada
del famoso espectáculo astral, pero todo esto es imposible trasladarlo al
escritorio.
El espíritu ha descendico ya al plano y la médium, que todavía no se encuentra
satisfecha de su emoción sino que cree necesario completarla con algo mas,
propone a su instructor que le permita acercarse al recién llegado e
interrogarlo sobre muchas cosa que ella desea saber.
El Guía.--Puede usted, como lo desea, acercarse a ese espíritu y hacerle las
preguntas que le tiene preparadas, y luego regresar aquí donde yo la espero.
Usted me referirá todas las nuevas que le dé.
Estrella, apenas recibida la autorización, se dirige al blanco que ha venido del
Ascensor y le pregunta si los espíritus que habitan esas regiones tan elevadas
de donde acaba de venir tienen el mismo color en su periespíritu o si, como
ella se la ha imaginado, el tono blanco se transforma allá con una radiación
luminosa que los hace aparecer como formados de pura luz.
El blanco.--Vengo, como usted dice, de esa región superior, a donde fui por
autorización que nos dan cadad vez que lo solicitamos, pero no me es
permitido contestarle a usted nada con respecto al color de los espírtius que
viven alla permanentemente. A nosotros se nos da permiso de ascender, pero
no podemos quedarnos allí. Apenas hemos disfrutado de esas vibraciones
elevadas, una orden nos obliga a volver a nuestro plano, donde siempre
tenemos trabajos de importancia que realizar.
Estrella comprende ahora que nada a sacado con interrogar a este espíritu,
pues todo lo que de él ha podido saber ya lo conocía por explicaciones que en
sesiones pasadas le dio su conductor, y un poco descepcionada regresa al lado
de éste.
El Guía.--De muchas cosas nuevas la informó ese espíritu?
Estrella.--De nada nuevo, todo lo que él me dijo, yo ya lo sabía. Por qué
ningún espíritu de este plano me da instrucciones?
El Guía.--Porque ese trabajo me pertenece a mí y por consiguiente ninguno de
ellos recibe ordenes para reemplazarme. Tenga usted la seguridad de que, todo
aquello que usted este capacitada para comprender, yo se lo ensenaré. Si aún
quedan muchos misterios en la vida de los planos para su conocimiento, es
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El Guía afirmo inmediatamente que las ordenes que llegaban de los blancos
partían siempre del Ordenador, que era El Unico que estaba capacitado para
ello.
Estrella estaba ya impaciente porque se la llevara a los planos astrales y apenas
terminadas las consultas el Guía accede y suben acompañados del espíritu
blanco, que había continuado silencioso en espera de una orden para retirarse.
La ascensión dura pocos segundos. Ya estan en el plano blanco, y apenas
llegados, el espíritu que los acompaña se retira sin despedirse de Estrella y se
rúne con sus compañeros.
Estrella.--Ese espíritu es un poco raro. No quiso hablar casi nada allá en la
tierra y ahora resuelve apartarse aquí de nuestro lado sin decirnos nada.
Quedaría disgustado por las preguntas que le hicimos? Después que nuestro
Guía me dijo que lo había enviado, sentí pena del tratamiento que le dí.
Por supuesto que no fui yo sola. También el evocador me ordenó que le
preguntara muchas cosas.
El Guía.-- No se preocupe usted por él. Tenga la seguridad de que los
espíritus que residen en este plano estan ya incapacitados para sentir disgusto y
para ponerse bravos, como lo hacen ustedes allá en la tierra cuando se
impacientan por los mas pequeños tropiezos. Este espíritu llegó aquí tan
contento como lo esta usted ahora y ademas muy complacido por haber
cumplido con la exigencia que yo le hice. Ahora se fue porque su misión ha
terminado con ustedes y porque tiene muchas cosas importantes que hacer. Se
imagina usted que auí se estan paseando, mirando el plano y contemplando
sus bellezas unicamente'? Escuche: la felicidad que estos espíritus disfrutan no
la pierden un solo instante en toda la eternidad. Ellos ya se libraron del dolor,
del fastidio, del cansancio, y donde quiera que se encuentren su sensación es
siempre la misma:estan alegres, estan dichosos de ser buenos y de poder
ayudar a sus hermanos, los inferiores, a alcanzar la misma felidad de que ellos
disfrutan.
Estrella.--Es verdad nuestro Guía. A veces le hago yo unas preguntas de las
cuales me apeno despues de escuchar las razones que usted me expone para
destruir mis suposiciones. Y esta pena la siento aun cuando sé que usted
conoce por qué pieso yo todos esos despropositos.
El Guía.--Usted no debe apenarse por las preguntas que me formula. Aquí
como en la tierra, como en todas partes en donde el espíritu se encuentre,
tiene necesidad de preguntar, de investigar por su cuenta si nadie puede
contestarle. Quien no pregunta o no inestiga, jamas llegara a saber nada. Ese
deseo suyo de saberlo todo, de comprenderlo todo, es la fuerza de la
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Pero una vez arriba se acordó de que su instructor no había subido con ella.
Lo invitó.
Estrella.--Cómo se ve de lejos usted! Venga, suba aquí junto a mí para que me
explique muchas cosas que estoy viendo. Oh! Cómo me parece de inmenso
este plano! Allá en la lejanía, parece como si se curvara su superficie dando la
sensación de una esfera enorme, sin medidad para la mente humana. Y por
allá en eso que me parece que queda oculto por la forma redonda que tiene,
asoman grupos de espíritus. De dónde vendrán? Y cuán bellos se ven. La luz
del plano los ilumina como si la túnica del periespíritu que los envuelve fuera
de una gasa hecha de cristal.
A pesar del tono fervoroso con que Estrella le ruega que suba a su lado, el Guía
se niega y le responde desde abajo, desde el pie de la torre:
El Guía.--Bello, muy bello es todo eso que la ha llenado a usted de admiración,
pero no olvide que eso es apenas una palida sombra de lo que esos espíritus
tienen reservado todavía al conocimiento.
Estrella.--Sí, nuestro Guía. Si todo esto que me admira, si todo esto que no tien
comparación con ninguna cosa de las soñadas allá en la tierra es, como usted
dice un pálido reflejo de lo que existe mas allá, como sera ese sitio en donde
usted reside? Es muy lejos?
El Guía.--Sí, lejos, muy lejos de aquí.
Estrella.--Y si esta luz que aquí veo a veces me ciega, yo no podría ir nunca
donde usted reside, conforme me lo ha prometido, pues allá mi vista sería
nula. Quedaría como ciega.
El Guía.--No lo crea usted. Cuando el Ordenador me autorice para llevarla a
usted, seguramente ya estara preparada para ello y entonces esa luz no la
cegará sino que, por el contrario, sumida en ella, ardera usted como una
chispa, sera como una llamita mas en aquella inmensa hoguera.
Estrella.--Hay ocasiones, nuestro Guía, cuando usted me habla así, cuando me
deja atrever tantas bellezas, en que creo que todas las esperanzas que usted
me deja conocer muy pronto, esos sitios tan bellos, son solo un consuelo que
me da para que no me entristezca.
El Guía.--No: jamas digo lo que no sea verdad. Esos sitios tan lejanos, esa luz
imponderable, esas bellezas incontables que nunca se agotan y que residen
siempre en una eterna juventud y en una eterna novedad, todo esto esta
preparado para todos los espíritus. Todos, hasta aquellos que usted conozca
como menos evolucionados, llegaran a sumirse en la felicidad de esas divinas
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creaciones porque todos, los mas altos y los mas atrasados, tenemos el mismo
glrioso destino.
Estrella.--Bueno, nuestro Guía: y siendo yo todavía un espíritu azul, por qué se
me ha permitido gozar de la felicidad de este plano? O es que los azules
pueden venir aquí alguna vez y regresar a su plano, como lo hacen los blancos
con el Ascensor.?
El Guía.--No; hasta ahora ningún espíritu azul ha venido aquí, fuera de usted;
y si a mi se me ha permitido por rl Ordenador traerla, es porque así convenía
para la clase de enseñanzas que estoy dictando en el Centro y por
disposiciones de evolución de su espíritu que lo permitan.
Estrella.--Recuerdo yo ahora que el evocador me ha contado como unos
espíritus azules han hecho revelaciones en centros de evocacion sobre la
existencia de este plano y el color de los espíritus que lo habitan. Cómo
obtendrán ellos esos datos?
El Guía.--Todo espíritu tiene el presentimiento de la existencia del plano
inmediatamente superior al suyo, y los detalles sobre intensidad de luz y color
de los habitantes les son dados a veces por los espíritus de este mismo plano
que descienden al azul a ayudar a los espíritus que estan bien dispuestos para
recibir sus enseñanzas. Esos detalles y esas intuiciones se las comunican ellos
unos a otros y los que, por permisión del Ordenador, llegan a concurrir a las
evocaciones, seguramente los han trasmitido también.
Estrella suspende por un momento el diálogo con su instructor para
contemplar todavía el plano y luego desciende de la torre. A qué estarse mas
allí si el Guía no ha de acompañarla?
Estrella.--Otra cosa quería yo preguntarle en sesiones pasadas y se me había
olvidado. Yo he visto que los miembros del Consejo asisten algunos como
sentados, según se ve por su actitud, y no he podido formarme la idea de esos
como asientos en que deben estar apoyados.
Por toda respuesta el Guía conduce a la médium a un sitio que ella le dice le
era desconocido hasta ahora y en donde acaba de distinguir algo como los
sillones que ella conoce en las iglesias de la ciudad, hechos todos de la misma
materia indescriptible del plano y que parecen surgir de él como algo enterizo,
como si fuera un brote espontáneo de esa materia. El Guía se sienta en uno de
esos sillones e invita a Estrella para que lo imite, pero son vanos todos los
esfuerzos que realiza para complacerlo. Ella, le declara, no se puede sentar ahí.
Cuando va a hacerlo, tiene la convicción de que le es imposible le falta
inmediatamente la voluntad. No se atreve. Qué será?
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Conforme con el plan trazado, una vez agotadas las curiosidades que acosaban
al espíritu de Estrella, ésta y el Guía descienden al plano gris. Apenas llegados,
el Guía desaparece del lado de su discípula y ésta ve acercarsele el espíritu del
gris a quien le esta prestando ayuda. Este, antes de que Estrella lo interrogue, le
participa que desde su última visita hasta ahora se ha sentido muy contento,
con deseos de trabajar, de cumplir todas las cosas que le ordenen. Luego le
agrega que tiene interes en mostrarle otro espíritu nuevo en el plano.
Estrella.--Y cuándo llegó ese espíritu que me va a mostrar?
El gris.--En la medida del tiempo de la tierra, ese espíritu llegó ayer.
La médium observa al espíritu que su compañero le muestra y que es un gris
medio. Al detenerse su mente en él, siente como un vago presentimiento de
que cuando estaba encarnado aquel espíritu le era conocido y resulve averiguar
si su informante puede aclararl la duda, lo que ocurre con gran sorpresa para
Estrella, pues aun cuando efectivamente le conocía de vista en la tierra, no
había sido su amigo. Había sido un oficial del ejercito y en la mañana de ese
mismo día los avosos mortuorios habían llamado su atención al cruzar las
calles de la ciudad. Pero aquello no podía pasar de una simple información
puesto que ninguna orden habian recibido para acercarse al recien
desencarnado y para interrogarlo. Estrella resolvió emprender su enseñanza, y
en consecuencia quiso saber qué deesos agitaban a su discípulo. Este le
expresó la alegría que su visita le proporcionaba, y al interrogarle Estrella sobre
si no le causaba extrañeza su ausencia cuando dejaba algun tiempo de venir a
buscarlo, él le manifestó que esa extrañeza no la sentía, pues los espíritus
superiores del plano se habian encargado de informarle que tales ausencias
provenian de cierto vago deeo que se notaba en él por reencarnar, y que
mientras éste estado de ánimo perdurara en su mente, las visitas de Estrella no
producirian todo el fruto necesario.
Estrella.--De manera que si ahora estamos los dos reunidos es porque usted ha
modificado sus deseos?
El gris.--Indudablemente. Ese deseo ya casi no existe y aun creo que desde
este momento ha desaparecido por completo. Cada isntante que pasa
comprendo un poco mas la vida en el plano, me adapto a la nuevas
modalidades de ser que tiene este mundo, y sus advertencias y sus consejos
obran en esa labor de adaptación tan eficazmente, que estoy seguro que de
ello ha nacido en mí esa alegría con que emprendo las labores que me impone
el consejo y esa atención que le presto a todas las explicaciones que me dan
los grises pálidos.
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plano hay otro y que allí hay espíritus que tienen otro color, y que lo habitan.
Será eso cierto?
Estrella.--Si usted se lo supone así, no se ha equivocado, pero no tengo orden
de responder a los otros puntos de su duda. Por ahora bástele saber que hay
otro plano superior a este y que usted esta llamado también aconocerlo y a
habitarlo. Los medios necesarios para llegar a este nuevo estado, son la fuerza
de su deseo y su voluntad para descubrirlos. Yo le ayudaré si así me lo
ordenan y en la medida en que se disponga que le preste esa ayuda.
Antes de que el gris pudiera expresar su opinión sobre lo que acaba de
aprender, se vió obligado a retirarse a causa de la presencia del Guía, que
estaba de regreso junto a Estrella.
Estrella.--Acabo de confirmarme de la evolución de este gris y he pensado si el
trabajo que he realizado con él llegara a merecerme un ascenso para mí.
El Guía.--la evolución de tres grados en este gris equivalen a una de un grado
en el suyo; por consiguiente es necesario que el gris pálido haya evolucionado
hasta el azul oscuro para que usted pueda ascender a su vez. Y ahora vamos a
su palno. Deje a ese gris con sus pensamientos, que ellos harán su labor.
Una vez en el plano azul, Estrella se encuentra con el oscuro a quien ayudara
en otras ocasiones y se informa de que vive contento y que tiene deseos de
pasar a la evolución media del plano, para lo cual trabaja con empeño en mil
ocupaciones que realiza con alegría, con fe y con voluntad. Luego el oscuro
invita a su antiguo maestro a recorrer el plano para enseñarle todas las cosas
que ya conoce en él. Le muesra la torre, el Graduante y le hace notar, como
si Estrella no las diferenciara, las distintas tonalidades que la luz adquiere allí en
ciertas regiones, inexplicables y por lo mismo le maravillan y le incitan a la
contemplación y al estudio. Estrella le oye con intenso placer, pues ve en todas
esas confidencias y en el tono efusivo como se las trasmite, el intenso deseo
de ampliar la conciencia que tiene este espíritu y que le augura una rapida
evolución.
El paseo de los dos azules se ve interrumpido de repente por la presencia del
Guía, que lleva a Estrella hasta el plano blanco donde, despues de satisfacer
algunas preguntas de carácter íntimo que esta le hace, pasasn algunos instantes
de silencio que estan llenos del fluído de tranquilidad y de alegría propia del
plano que atemperan su espíritu y lo capacitan para llegar nuevamente al plano
físico a reparar del desgaste sufrido por el trabajo de la sesión.
Una vez de regreso al Centro, el Guía se despide como de costumbre despues
de una corta charla con los asistentes, que versa sobre las enseñanzas recibidas
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SESIÓN 10
Ordenes de reencarnación.
Se le permite a Estrella contemplar el plano inferior.
Interesante espectáculo en el Plano Blanco.
Pasa un Gris Pálido al Plano Azul.
Estrella asiste a una desencarnación.
Algo mas sobre las labores de un apuntador.
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hijo, de año y medio de edad, que dormía a su lado. Abiertos los ojos, Estrella
vió desvanecida la visión de su atacante, y creyendose víctima de una
alucinación, se reconforto su animo y pudo elevar su mente solicitando el
auxilio del Guía.
Terminada por Estrella esta narración, el Guía le declara que aquello no fue un
producto de su imaginación. Ya para entrar al descanso del sueño su materia,
el espíritu, acostumbrado por la practica de las sesiones, se hallaba medio
desprendido y su visión astral muy aguzada le permitió distinguir
perfectamente aquel espíritu inferior que pretendía tocarla, cosa que de
ninguna manera hubiera podido realizar, pues la evolución del ego de Estrella
se lo impedia. Agregó por último el Guía que él estaba observando toda la
escena desde su sitio y que la había tolerado para que la médium conociera, no
por proyección astral como antes, sino realmente, una entidad del plano
inferior, escena que por otra parte no se repetiría.
Estrella.--Y no cree nuestro Guía que estas ordenes de reencarnación que estan
bajando ahora al plano inferior obliguen a reencarnar a ese espíritu que me
asustó esa noche?
El Guía.--No, ese espíritu escapara a las ondas precisamente por su costumbre
de descender al plano físico para intranquilizar a los encarnados. Todos los
asistentes a este Centro saben ya perfectamente que los espíritus que residen
en el plano inferior no tienen otro sendero para evolucionar que el de la
reencarnación. Por eso tal deseo tiene en ellos inusitada fuerza, y violentarlo
no permitiéndole satisfacerse, como en ese caso que nos ocupa, es una ense-
ñanza muy provechosa.
Estrella —Ahora, que ya estoy tranquila respecto a ese inferior y a todos,
puesto que nada pueden hacerme, me acuerdo de una pregunta olvidada en la
memoria desde la otra sesión: le dijo a usted algo el espíritu blanco que vino
esa noche y a quien tratamos con tanta desconfianza? Me ha quedado en la
conciencia un fastidio como el que llamamos remordimiento, por mi actitud
para con él.
El Guía.—No se preocupe de eso mas. Los espíritu blancos conocen,
porque las ven, las intenciones más recónditas de los encarnados, y las de
usted no tenían en este punto nada reprochable. Cuando él vino al salón de
sesiones, esperaba todo el interrogatorio que le hicieron.
Estrella.—Y sabe también qué clase de enseñanzas nos está dictando
usted?
El Guía.—Los habitantes del Plano Blanco no ignoran nada el uno del
otro. Sigue luego un diálogo entre el Guía y la médium. Esta tenía deseos de
anticipar seguramente algunos conocimientos sobre el plano inferior; con tal
objeto manifestó a su instructor que ella suponía que ese sitio sería más
pequeño que los planos de evolución y que con frecuencia debía estar
deshabitado puesto que, por las frecuentes narraciones de espantos y por la
cantidad de sensaciones de miedo que diariamente sentían muchos
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El Guía.—Me agrada ese sentimiento de alegría por el bien de los otros. Ahora
mientras suceden aquí en el plano esos cambios que usted ya conoce, vamos a
la Tierra, donde un gris Oscuro está listo para venir al astral. Pero antes
tenemos que llegar al salón de sesiones para avisarles a sus compañeros lo que
vamos a hacer.
Una vez en el Centro, adonde seguramente ha traído el Guía el espíritu de
Estrella para realizar algún trabajo en su materia, nos habla de que van a una
ciudad lejana donde un gris oscuro se prepara para abandonar su cuerpo
material.
A poco emprenden el viaje, Estrella describe primero enormes montañas que
pasan por debajo de ellos como si fuera la tierra que caminara. Luego el
paisaje cambia: hay un río caudaloso por el que se deslizan, a esa hora de la
noche, unas canoas. El Guía, sonriéndole, le propone que para no caminar
tanto, se embarquen en una de esas canoas que los llevará mucho trecho,
pero Estrella protesta; tiene la idea de que a4uellas pequeñas embarcaciones
pueden volcarse y en ese caso ellos se mojarían. Además —exclama—
nosotros no vamos caminando ni sentimos cansancio; es corno si el viento
mismo tuviera brazos y nos llevara en ellos, suavemente, adonde necesitamos
ir.
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Los dos viajeros duraron pocos minutos siguiendo el curso del río. Se apartan
en un instante dado y el paisaje cambia: allá—dice la médium—hay un camino
ancho, como una carretera y una casa donde se ve luz.
El Guía.—En esa casa precisamente es donde nos esperan. Entremos.
Repentinamente se encuentra Estrella en una alcoba bien arreglada y bien
iluminada. Hay un altar y frente a él una señora de regular edad pide a los
santos de su devoción que devuelvan la salud al enfermo, otra señora de
simpático rostro pero muy postrada por el mal, que está tendida en un gran
lecho colocado en la pared opuesta, frente al altar. La médium conjetura que
aquella señora es hermana de la agonizante porque se parece en algunos rasgos
fisonómicos.
El Guía le aprueba la suposición. Estrella se acerca al lecho de la enferma y
repara entonces en una niña que reza en voz alta algunas oraciones a la
agonizante y de vez en cuando la santigua con un crucifijo.
El Guía interrumpe las observaciones de la médium ordenándole que llame al
espíritu del enfermo para que se desprenda de la materia, pues ya ha llegado el
momento.
Estrella obedece el mandato de su instructor e inmediatamente, como una
nubecilla de gasa gris, el espíritu se desprende, surge fuera del cuerpo material,
y si como lo meciera un viento suave, se va hasta el espíritu de la médium que
lo espera.
S e escuchan gritos de los asistentes humanos a la escena, gritos que Estrella, si
le oyeran, quisiera calmar con explicaciones sobre lo que ocurre. Ella les
hablaría de lo que significa en verdad la muerte, que sólo es nuevo nacimiento
a una vida mejor, más amplia y más consciente. Pero comprende que es inútil
su pretensión, que el dolor humano purifica y debe dejarse correr como un río
de claridad y de amor.
Para no escuchar más aquellos lamentos, para no ver más esas actitudes
desesperadas, emprende con su Guía y con el desencarnado su regreso al
astral. El viaje es ahora más rápido van con la velocidad de un soplo, hasta el
Plano Blanco, donde los miembros del Supremo Consejo esperan la llegada
del que han llamado. Los mensajeros lo entregan y todo ocurre en aquella
corporación como ya conoce el lector por descripciones en anteriores
capítulos.
Terminada la misión de los blancos, Estrella y su Guía llevan al gris oscuro a su
plano. Allí está el apuntador listo para llenar sus funciones, y mientras éste las
cumpla, la médium interroga a uno de los grises oscuros que, en grupo
compacto, esperan la autorización para dar la bienvenida al nuevo hermano.
El interrogado le informa que todos los del grupo están muy contentos con
esa venida y que se hallan interesados en hacerle comprender muy pronto
todo lo que ellos ya conocen de esa vida astral.
Separado a conveniente distancia de los oscuros, Estrella distingue al gris
pálido, su discípulo, que presencia la ceremonia en espera seguramente de
hablarle, y entonces ella se le dirige.
Estrella.- como ve usted, ya parece todo arreglado; pero antes que hablemos
los dos, he de consultar algo a quien me ordena a mí.
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El Gris.- Sí, está bien; pero regrese usted pronto porque tengo inmenso deseo
de saber lo que se haya dispuesto de mí. No supone usted la intensidad de
estos instantes!
La médium se dirige al Guía para consultarle si ya es llegado el momento de
que ese gris pálido pase al plano azul. Le pinta la extensidad de la expectativa
en que ese espíritu se halla, pero el Guía le manifiesta que aún no es llegado el
momento.
En consecuencia con la orden que acaba de recibir, Estrella vuelve al lado de
su compañero.
El gris pálido.- Ha sabido usted algo referente a mi paso a otras regiones.?
Estrella.- Es necesario, según lo que acaban de comunicarme, que usted espere
todavía.
Como el gris quisiera más claras explicaciones. Estrella se niega a dárselas y lo
despide de su lado, advirtiéndole que debe tener confianza en la justicia de los
superiores que nunca deja de cumplirse que mientras llega el momento por él
tan anhelado, trabaje por el bien de sus compañeros, que esta es una labor que
se realiza en todos los órdenes del espíritu.
Una vez despedido el gris, Estrella busca de nuevo al Guía para escuchar las
órdenes que quiera darle, y este le habla de que tiene necesidad de trasladarse
al Plano Azul para algunos pormenores del paso de ese nuevo espíritu a aquel
plano.
Una vez en el azul, Estrella observa sorprendida que el plano se le aparece
completamente desierto. Sólo en la lejanía, en el sitio acostumbrado, el
Consejo sigue en sus interminables labores.
A dónde habrán ido los demás habitantes de esta región?
El Guía.- Ve usted al apuntador? Viene hacia este sitio y seguramente tiene
algunas cosas que hablar con usted. Mientras esto ocurre, voy a cumplir con
algunas obligaciones y pronto regresaré a su lado para que continuemos el
trabajo de la noche.
El maestro de Estrella se esfuma entre la luz azul y el apuntador, que ha
atravesado con la rapidez del relámpago la distancia que lo separa de Estrella,
está ya frente a ella, con su famoso registro pero con actitud de compañerismo
y no de registrador de los acontecimientos de su mundo.
Estrella.- Apenas lo he visto venir hacia mí he pensado que en este tiempo de
mi ausencia habrán ocurrido grandes acontecimientos a los cuales no me ha
sido permitido asistir. No sé por qué, a pesar del conocimiento que tengo que
no todas las cosas se pueden poner a mi vista ni mostrarse a mí comprensión,
me olvido de esto y siento tentaciones fuertes por averiguar con una como
remota esperanza de que mis curiosidades van a ser satisfechas.
El apuntador.- Evidentemente, como usted lo piensa y como acaba de
expresármelo, hay en todos los planos acontecimientos que deben escaparse a
su conocimiento, no sé si porque así este dispuesto por los espíritus que a
usted la conducen o porque su enorme cantidad no puede ser aprendida en el
corto tiempo que usted pasa en estas regiones. Aquí el trabajo es continuado,
y si existiera la misma noción del tiempo que tienen ustedes en la Tierra,
seguramente tendrían la sensación de que las acciones que debe realizar cada
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El apuntador.—Muy pocos.
Estrella.—Sabrá usted cuándo va a subir un azul pálido al Blanco? Tengo una
gran curiosidad de ver esto.
El apuntador. — Apenas llegue aquí ese gris pálido que dice usted está para
venir, pasará un azul pálido al Blanco.
Como viera que las interrogaciones de Estrella no tenían trazas de agotarse, el
apuntador se retira al cumplimiento de otras obligaciones, pero ella no queda
sola porque otro azul ha’ venido a situarse a su lado, como en actitud de
espera.
Estrella aprovecha inmediatamente la oportunidad para saber el motivo de la
ausencia, en estos sitios, de los habitantes del plano. El interrogado, como si
esperara la pregunta, soluciona el problema sin dificultad, manifestándole a la
médium que en ocasiones resuelven los espíritus recorrer en grupos la mayor
extensión del plano. pues aun cuando viven en él, hay muchos aspectos que
les pasan desconocidos. Estas excursiones son --le dice-- a manera de viajes de
estudio en los que se resuelven, según la evolución de la mente de cada cual,
multitud de problemas sobre la constitución del plano, de la luz y de muchas
cosas mas todas de trascendental importancia.
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SESION 11
Sistemas de evolución.
Estrella conoce un espíritu del Plano Inferior.
Desencarna un gris pálido.
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llevada poco a poco por tales meditaciones, resolvió Preguntar al Guía si esa
doctrina que él estaba enseñando era la única verdadera.
El Guía.- Lo que le estoy enseñando solamente dice lo que es y nada más.
Estrella.- Pero en la Tierra hay gentes que toman todas las enseñanzas a mal.
El Guía.- Eso es ahora pero llegará un momento en la historia de sus vidas
futuras, en que la tomaran a bien. La verdad es para todos y a todos llega
oportunamente en la proporción necesaria.
Estrella.- Y cuál cree Nuestro Guía el procedimiento más eficaz para darles, a
esos que se niegan a creer en esto, una demostración más convincente. ?
El Guía.- Esos procedimientos no se pueden fijar. Ellos deben tener por base
el desarrollo de la mente de cada espíritu, y ese desarrollo no es igual para
todos ni sigue el mismo camino, de tal manera que para los encarnados sería
imposible darles una ruta.
Estrella.- Entonces. Qué se debe hacer para que evolucionen pronto?
El Guía.- Procurar que todo en la vida sea bueno, para provecho de todos.
Estrella no sospecha, al recibir esta respuesta, la dificulta que entraña su
correcta comprensión. No sabe que cada acto, cada pensamiento humano,
cada deseo, puede contener distinto aspecto de bondad que, siéndolo para uno
no lo sea para todos y que, en consecuencia, se necesita una visión aguda de la
conciencia para obrar siempre bien.
Estrella.- Y si un espíritu que encarna de azul cumple con lo que le está
ordenado en esa vida, al desencarnar puede haber pasado ya al Plano Blanco?
El Guía. El caso que usted me consulta puede ocurrir perfectamente, pero es
muy escaso.
Estrella.— Me parece que no voy a comprender bien por más preguntas que
haga, este asunto de la ley de la evolución.
El Guía.—Evidentemente, no podrá usted llegar todavía a ese conocimiento
completo porque, siendo una ley, caben en ella todos los espíritus que actúan y
se perfeccionan en los distintos planos, conforme a sus aptitudes, su carácter,
sus predilecciones. Vista desde los planos superiores, esa ley actúa como si
para cada entidad espiritual no existieran las diferencias que acabo de
enumerarle, pero vista esa misma ley desde el plano físico, parece como si
fuera una especial para cada entidad. La unidad de la ley hay que mirarla desde
muy alto.
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Estrella.—Yo quisiera como una torre inmensa, parecida a la que hay en todos
los planos pero desde la cual se divisaran a la vez desde el Oscuro hasta el
Blanco, con todos los espíritus que los habitan. Qué bello sería ese
espectáculo!
El Guía.—Esa torre con que usted sueña existe en el sitio donde yo resido.
Estrella.—Bueno: como yo sé que todavía no puedo ir a ver esa torre, quedo
satisfecha con saber a lo menos que existe y que algún día podré mirarla desde
ella los planos de evolución.
El Guía.—Y no tiene nada más para preguntar?
Estrella. — Sí, como no; tengo una pregunta muy importante sobre este tema
inagotable de la evolución: Cuando uno sabe que ha obrado erradamente.
Cómo la conciencia misma se lo indica, qué debe hacer para borrar ese error?
Los que creen en las enseñanzas de las religiones tienen una ceremonia, un
rito, sometiéndose al cual el error se disipa y el espíritu queda listo para
continuar su camino. Pero nosotros, para quienes esos ritos no tienen valor
positivo puesto que sabemos que ellos no equilibran la balanza de la justicia,
qué debemos hacer?
El Guía.—La misma conciencia, que no es otra cosa que el espíritu, apunta el
mal y señala el remedio, si se le escucha con atención.
Estrella— Muy bien. De acuerdo con eso que acaba de explicarme, nosotros,
los que escuchamos estas enseñanzas suyas y todos aquellos que luego las
conozcan y conozcan también el objeto y el origen de esa voz interior,
estaremos orientados. Pero todos aquellos que creen firmemente en que,
cumplidos los ritos que señala su religión para la remisión de las faltas y no
saben que, sin corregirlas en verdad, no avanzan, esos qué fin tienen?
El Guía.- Como todos tienen esa secreta voz que a pesar de los ritos religiosos
sigue reprochándoles sus continuas reincidencias en el error, si no la escuchan
allá en la Tierra, vendrán a escucharla aquí en el astral.
Mientras le daba estas explicaciones, Estrella sin notarlo, del Guía, y al buscarlo
para volver a su lado, se extraña de que el periespíritu de él brille de un modo
tan intenso que casi ciega su mirada espiritual. La médium trata
inmediatamente de averiguar el origen de este fenómeno tan sorprendente,
pero su instructor se coloca de nuevo a su lado negándose a darle
explicaciones y ordenándole que bajen inmediatamente al Plano Gris.
Una vez en el plano de los grises, el Guía desaparece de su lado y el discípulo
de Estrella se le acerca con ánimo de recibir sus lecciones.
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Estrella.- Lo veo llegar con buena cantidad de alegría, lo que me prueba que ha
trabajado mucho y con éxito. También supongo que muchas cosas tendrá para
relatarme.
El Gris.- Cosas nuevas, muy pocas. La reencarnación de dos grises medios,
por lo pronto.
Estrella.- Y supo usted por qué causa fueron enviados al plano físico esos dos
espíritus?
El Gris.- Porque, a pesar de la orden sabida por todos, pretendieron acercarse
al Consejo sin ser llamados.
Estrella.- Pero usted, cuando se dio cuenta de que ellos iban a desobedecer la
orden, por qué no les advirtió las consecuencias que este acto les traería?
El Gris.- Ellos debían saberlas, como las sabemos todos los espíritus que
habitamos el plano. Además, yo no recibí ninguna autorización para
intervenir.
Estrella.- Y cuando usted supo que esos grises medios debían reencarnar
inmediatamente, no sintió un poco de tristeza?
El Gris.- Recibimos todos la orden de permanecer impasibles.
Estrella.- Y si así como fueron dos nada más los sentenciados a reencarnar
hubieran sido todos los habitantes del plano, menos usted, hubiera
permanecido lo mismo?
El gris. —Exactamente lo mismo, si así me lo hubieran ordenado.
Estrella. —Bueno: y no tiene para contarme otra cosa además de esa? Tiene
usted poca crónica del astral!
El gris.—Precisamente tengo otra cosa muy importante para contarle, puesto
que se relaciona con usted: tengo orden de mostrarle por segunda vez el Plano
Inferior.
Estrella cree en un principio que, como aquí en la Tierra, en el astral también
se acostumbran las bromas y supone que este anuncio de mostrarle otra vez el
Plano Inferior es una de ellas; pero el gris se mantiene en lo dicho y le agrega
que deben ir inmediatamente para que él cumpla la orden conforme le fue
dada por los superiores.
Convencida ya de la seriedad del gris, Estrella lo signe hasta el sitio donde se
encuentra la gran puerta que separa los planos. Después de corta discusión
sobre quién de los dos debería descorrer el velo, lo hizo el gris, y ambos se
inclinaron para contemplar el mundo de los espíritus Oscuros.
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A poco, el Guía le indica una lucecita que parpadea débil, entre la oscuridad.
Descienden. Es una choza de campesinos pobres. Una vela de sebo pende de
la pared ahumada. La pieza, estrecha, no tiene más piso que el de la tierra
dura. Y sobre este piso y en una estera sucia, yace un pequeñito que se re-
tuerce víctima de ataques extraños.
El Guía le explica que el niño se muere a consecuencia de unos parásitos del
estómago.
Una mujer, que sabe Estrella es la madre del moribundo, va de un lado a otro
de la estancia en actitud de desesperación.
Alrededor de la estera donde descansa el enfermo se ven otros pequeños que
deben ser sus hermanos. Dónde estará el padre del pequeño?
El Guía informa a Estrella que ha salido a la ciudad en busca de remedios, pero
que llegará tarde.
Efectivamente, la médium empieza a ver cómo de entre aquél cuerpecito
diminuto empieza a desprenderse, a brotar un espíritu gris pálido, y se extraña
de que tenga el mismo tamaño de todos los que ella conoce.
La madre comprende, por intuición, que el hijo se le va; apresuradamente sale
a la puerta de su cabaña y grita a otra mujer. Es la madrina de bautismo del
moribundo. Es costumbre entre los campesinos de esas regiones que, en
ausencia del padre, es ella la que debe reemplazarlo en la bendición.
La mujer llamada no tarda en presentarse, e informada inmediatamente de la
situación, cumple con su cometido serenamente, con actitud de religioso
respeto.
La escena no dura más para la médium porque el espíritu, llamado por el Guía,
ha abandonado ya totalmente la materia, y los tres regresan rápidamente al
astral.
En el Plano Blanco ocurren las cosas como se ha narrado en otras sesiones. El
gris pálido es recibido en el seno del Supremo Consejo, y luego de escuchadas
las órdenes y saturado de las emanaciones superiores que han de ayudarle al
desarrollo de su conciencia en el plano correspondiente. es entregado
nuevamente al poder de sus conductores, quienes descienden con él al Plano
Gris. Allí el apuntador cumple sus deberes y el recién desencarnado va con
sus compañeros de color a recorrer el plano y a escuchar de ellos las primeras
explicaciones que deben orientarlo y despertarlo de su letargo.
Mientras el nuevo gris medio se deja conducir por sus hermanos que lo
adoctrinan, Estrella busca al pálido para continuar con el su enseñanza.
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No estaba muy lejos. Una vez a su lado, hablan sobre los cambios efectuados
en el plano. Estrella su quiere saber si su discípulo se ha enfriado un poco en
las aspiraciones de evolución que lo atormentaban, pero apenas tocado el
asunto, se convence de que aquel espíritu continúa firme en sus propósitos de
avanzar y seguro de que, tarde o temprano, logrará sus anhelos.
Por indicaciones recibidas del Guía sabe la médium de que es llegado el
momento de que aquel gris pálido cambie de plano, pero aguarda que el
anuncio se realice por medio de una orden del Consejo a ese respecto.
El gris.--Mientras usted me hablaba ahora, he recibido una orden del Consejo
que voy a comunicársela: me han dicho que no debo permanecer por mas
tiempo en la evolución que ahora tengo.
Estrella.--Lo que quiere decir que su color habrá de cambiar también, puesto
que el que actualmente tiene usted pertenece al grado que va a abandonar. Y si
esa es la orden y si tanto la estaba deseando, por qué no obra
inmediatamente?
El gris queda vacilante unos cuantos segundos. Al fin manifiesta a Estrella que,
a pesar de sus grandes deseos, no se le ocurre cómo puede dar él cum-
plimiento a la orden del Consejo.
Estrella.--Mientras a usted se le aclara un poco la mente y halla por sí mismo la
solución del enigma, vamos a pasear por un sitio del plano que de seguro no
conoce a pesar de haber habitado aquí tanto tiempo.
La médium conduce a su compañero al sitio donde se reciben las vibraciones
especiales del plano superior, sitio al cual le esta prohibido acercarse a todo el
que no sea llamado expresamente. Según las descripciones fragmentarias
hechas en pasadas sesiones, ese sitio tiene, en todos los planos de evolución,
una luminosidad mayor que cualquiera otra parte del plano, y desde allí se
alcanza a comprender la salida para los planos más evolucionados.
El gris, que ha seguido en silencio todas las indicaciones de Estrella, manifiesta
su asombro por aquel sitio e inmediatamente propone a su compañero que lo
conduzca por ese como camino luminoso que desde allí se desprende, camino
que—a él se le acaba de ocurrir -, debe conducirlos hasta el plano a donde ha
sido llamado.
Estrella.—Exactamente como usted lo ha supuesto, ese camino luminoso
conduce al plano que debe ser su residencia, conforme a la orden del Consejo.
Y para que usted cumpla esa orden, voy a ayudarle. Todo su trabajo consiste
en tener voluntad firme de subir y seguirme.
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Una vez que el nuevo azul se ha separado de su lado, Estrella consulta al Guía
si con motivo de la llegada del gris pálido, no pasará un azul oscuro al grado
medio. Este le manifiesta que aquel cambio es necesario en el caso, como ella
lo supuso, y le indica que el azul oscuro a quien venía ayudando desde hacía
algún tiempo es el designado por los espíritus superiores para ocupar puesto
entre los azules medios y por consiguiente puede proceder a entrevistarse con
ese espíritu para trasmitirle la orden que acaba de conocer.
Incumplimiento del consejo del Guía, Estrella va a buscar a su amigo el azul; al
encontrarlo, le pregunta si él desea progresar en el plano.
El azul—Naturalmente. Qué otro objeto tiene en su existencia cada uno de
nosotros que pueda ser mas importante que eso de progresar? A cada instante,
en el trabajo y en el descanso, ese pensamiento me domina. Pero sé que no
debo impacientarme por alcanzar otro grado, puesto que los espíritus supe-
riores que todo lo ven y todo lo conocen, nos avisan a tiempo cuando hemos
alcanzado, por el mérito de nuestros esfuerzos, un nuevo grado. Así, pues, me
he concretado a laborar, a estudiar y a desear.
Estrella.—No son malas las cosas que usted piensa así como usted está
obrando va bien. Pero quisiera saber si tiene siquiera intuiciones de que se
aproxime un cambio de su espíritu. Me parece que lleva ya mucho tiempo en
ese grado que tiene.
El azul—No puedo explicarle a usted si las intuiciones de que me habla son
las que he tenido hace poco, cada vez que la veo acercárseme y hablarme de
evolución, tengo una esperanza más viva, una emoción que no es muy común
y que me hace creer que algo nuevo va a llegar para mí, y que eso me lo trae
usted. Pero luego, usted se va, no sé para dónde, sin decirme nada de lo que
espero.
Estrella.—Es verdad; mis venidas a este plano tienen por objeto traerle la
noticia del cambio que espera, pero hasta hoy no he tenido orden ninguna
para eso, lo que prueba que usted no ha llenado la capacidad de mérito que se
necesita.
El azul.—Quisiera seguir hablando con usted, pero acabo de ser llamado por
el Consejo y debo ocurrir inmediatamente. Espera a que regrese?
Estrella. — Tenga cuidado, no vaya a ser que su deseo por recibir la orden de
evolución cumplida le haya hecho nacer la ilusión de que lo llaman del
Consejo.
El azul.—No; he percibido bien las vibraciones del llamamiento. Voy y vuelvo
enseguida.
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El Guía.—Eso si puede ser. Fíjese usted que uno de ellos va a venirse de las
regiones superiores.
Conforme al aviso del Guía, Estrella observa que uno de los blancos desciende
desde las alturas en busca de su plano. y hace de este espectáculo un motivo
de grandes exclamaciones.
Una vez que la médium se ha saturado ya de las vibraciones superiores del
Plano Blanco y se le han borrado, por consiguiente, las sensaciones un poco
penosas de sus trabajos en los planos inferiores de evolución, el Guía le
anuncia que es hora muy avanzada de la noche y que, por consiguiente, deben
bajar al salón de sesiones. Y así lo hacen.
Reintegrado el espíritu de Estrella a su cuerpo físico, el Guía propone a los
asistentes del Centro que le expongan los asuntos particulares que tengan para
consultarle, los contesta uno por uno y luego, después de dar instrucciones al
evocador sobre la manera de despertar a la médium, se retira citando día y
hora para la próxima sesión.
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logra, en medio de una sonrisa amarga que apenas se le dibuja en los labios
descoloridos, hacer un signo de asentimiento. No quiere sembrar amargura en
los seres que le son queridos antes de abandonarlos.
Entra el sacerdote. Interroga a la enferma sobre la voluntad de confesarse,
pero ésta permanece inmóvil. Solamente sus ojos ya de mirada vaga, buscan
los rostros que rodean al ministro de la religión, como para grabarlos bien en
su memoria. Aquel girar de los ojos es interpretado como un signo de buena
voluntad; el sacerdote, con gran solemnidad, le imparte la absolución, ya que
la enferma no tiene voz para articular sus pecados y se ha valido, para expresar
su voluntad, de ese signo de aprobación de sus ojos.
Estrella, que ha comprendido todo el drama que se desarrolla ante su
inteligencia, pregunta al Guía por qué no se llevaron ese espíritu antes de
viniera el sacerdote, siendo así que en realidad no quería confesarse; pero este
le replica que era necesario dejar ese consuelo a los seres que se quedaban en
la tierra y creían firmemente en la eficacia de estas ceremonias.
Terminado el ritual del caso, el sacerdote se aleja del lecho de la enferma y
acercándose a la madre que llora desconsoladamente, pronuncia palabras de
alivio:
--"No llore usted, señora: su hija era una santa y dentro de poco estará
disfrutando de la alegría de los cielos".
Nuestro Guía –dice Estrella—me provoca poder hablar de modo que me
oyeran todos, y decirles verdaderamente a dónde va este espíritu, para que no
se engañen.
Pero el Guía reprime aquellos deseo de Estrella haciéndole ver que esos
consuelos alivian mucho el dolor humano y que Dios lo permite así en su gran
misericordia. Además, ¿cómo no van a compararse con alegrías celestiales –
según las entiendan aquí en la tierra la generalidad de los humanos—los goces
del espíritu en el Plano Azul?
La atención de Estrella, por mandato del Guía, se separa de la contemplación
del grupo dolorido para volverse al lecho de la enferma. Ya es tiempo de
invitar al espíritu para que abandone la materia.
Poco a poco, tenue como una nubecilla, el espíritu azul medio empieza a
brotar de entre los miembros del cuerpo exhausto. La médium comenta que
aquello es igual a lo que hace ella misma cuando se duerme con el sueño
hipnótico para verificar la sesión.
Estrella. – Y apenas acabe de salir, quién lo recibe?
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El azul pálido.—Yo estoy muy agradecido de usted por toda la paciencia que
tuvo para darme sus lecciones? y aun cuando intuyo que su respuesta es de
que solamente se limitó conmigo a cumplir las disposiciones impartidas por
los superiores, su voluntad estuvo siempre lista para su cumplimiento. Por
eso, ahora, cuando sé que no volveremos a vernos con la misma frecuencia ni
de la misma manera, quiero pedirle que no me olvide.
Estrella se muestra asombrada de las cosas que le dice su amigo. Cómo! no
volverán a verse con la misma frecuencia ni de la misma manera, siendo así
que las enseñanzas del Guía durarán por algún tiempo más y que su espíritu es
también como el de su amigo, un azul pálido? Verdaderamente—le dice— no
se me alcanza el sentido de sus pensamientos.
El azul pálido. — Conozco bien el motivo de su extrañeza. Usted, es cierto,
seguirá viniendo a este plano; seguirá trabajando talvez por la evolución de
Muchos de mis compañeros, pero ya no será el mismo para mí. Algo nos va a
separar muy pronto.
Estrella.—Mientras más desea explicarse usted, más me confunde. Por qué
voy a cambiar? Mi afecto por usted será hoy lo mismo que Siempre; y cada vez
que un espíritu necesite de mi ayuda, allá iré a prestársela, siempre que los
espíritus superiores me lo permitan.
El azul pálido.—No puedo explicarme más.
Y el espíritu azul se sume nuevamente en las labores del Consejo como si
hubiera olvidado repentinamente la presencia del espíritu de Estrella. Esta,
sola, indecisa, regresa al lado de su Guía, el único que puede desvanecer sus
dudas e iluminar su mente.
El Guía.—Antes de que usted me hable, debo expresarle que todo lo que supo
del pensamiento de su amigo es la verdad. Usted ha llegado ya, en su
conocimiento a un grado que la capacita para cambiar de plano, y por eso el
azul pálido le decía que, aún cuando usted volviera a este lugar, ya no sería
igual para él. Efectivamente, de ahora en adelante los separaría la categoría
espiritual hasta que él alcance la suya.
Toda la turbación, toda la duda se trueca en el espíritu de Estrella en una
indescriptible radiación de alegría, que solo puede sentirse y apreciarse en los
planos astrales, libre el espíritu de las recias ataduras de la materia que como
pared espesa, lo separan de las emociones completas.
El Guía la mira con infinita ternura; silencioso, a su lado, deja pasar algunos
momentos aquel desbordar torrentoso del contento interior. . luego la lleva al
sitio donde esta el Graduante Astral y le dice: cuando llegue la hora de su
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paso al Plano Blanco, usted debe transitar otro camino distinto al que hemos
usado hasta ahora al que utilizó ese azul pálido que paso al Blanco estando
desencarnado. Usted debe pasar por esa como grieta que hay en la tonalidad
de ese cuadrante, en la parte que corresponde al pálido.
Para cerciorarse bien de su camino, Estrella observa el Graduante, y por
primera vez nota que en cada uno de los sectores correspondientes a los
distintos colores hay una especie de angosta grieta que es como la puerta de
entrada, la estrecha puerta de las iniciaciones a que se refieren los libros
sagrados de todas las religiones.
Ahora—continúa el Guía—mientras voy a esperarla al plano Blanco, sitúese
usted en el borde de esa grieta, o como quiera llamarla, y espere a que le llegue
la orden de pasar.
Estrella—Pero si esto es muy estrecho! Si no veo cómo podré pasar por ahí ni a
dónde puede seguir ese camino tan angosto que alcanzo a divisar.
El Guía. - No tema usted y obedezca mis indicaciones. Esa sensación de que
usted no podrá pasar por donde le he indicado, proviene de su materia. Es el
recuerdo del cuerpo material, los lazos que la mantienen unida al plano físico.
Obedezca y tenga la seguridad de que cuando le llegue la orden de pasar su
espíritu encontrará las posibilidades de hacerlo sin obstáculos.
El Guía desaparece del Plano Azul y Estrella queda en el sitio indicado. A poco
recibe la orden anhelada y pasa. Al llegar al Blanco, el Guía la espera con todos
los compañeros del plano para demostrarle su alegría.
Estrella.—Qué difícil me ha parecido ese paso. Sentí una cosa tan extraña,
dolorosa y alegre a la vez; algo como si el miedo y el valor se hubieran
mezclado en iguales proporciones en ese instante. Tuve la conciencia exacta
de que todavía mi espíritu está encarnado. Esa es la expresión verdadera de lo
que sentí, pero comprendo que si fuera a expresar esto mismo allá en la Tierra,
no me entenderían, porque en verdad esto sólo aquí se puede entender.
Al contrario de lo que Estrella había visto como sucedía con los espíritus que
pasaban al Blanco, a ella no la invitaron a pasear el plano, sino que sé li-
mitaron a saturarla de sus vibraciones de alegría, y cada uno de ellos volvió a
sus trabajos.
Antes de que la médium preguntara por la diferencia que acababa de notar
entre su recibimiento y los que ella conocía, su conductor le explicó que eso se
debía a dos causas: la primera, a que su espíritu estaba todavía encarnado y por
consiguiente el paseo estaba reservado para después, cuando se libertara de su
cuerpo material definitivamente; y la segunda, a que él estaba allí encargado de
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Estrella.—Y por qué no me quedo ahora de una vez para siempre? A qué
volver a la Tierra, si aquí soy tan dichoso?
El Guía.—La vida humana debe tenerse hasta que la Voluntad Superior lo
juzgue necesario y conveniente, porque tales son los dictados de la justicia y de
la sabiduría y del amor. Usted tiene muchas cosas que hacer todavía en la
Tierra y muchas experiencias por, adquirir, cosas y experiencias que enri-
quecerán su caudal de evolución y que, luego, al venir aquí, se trocarán en
luminosa conciencia que le mostrará los más sorprendentes aspectos de la
belleza de los sitios.
Estrella.—Es verdad, nuestro Guía. No he debido siquiera decir estas cosas
que no son razonables. Sí, es necesario vivir todavía junto a la materia y entre
la materia del plano físico. Es necesario que termine usted estas enseñanzas
que a muchas almas irán a mostrarles el camino de la verdad; es necesario que
yo pase todavía allá por muchos sufrimientos que me ayudarán a comprender
mejor la necesidad de la evolución y apreciar mañana con mas intensidad las
alegrías que proporciona una conciencia desarrollada, una conciencia superior.
Ahora, quiero que volvamos al Centro. Siento necesidad de comunicarles a
mis compañeros la alegría que tengo; quiero decirles todo lo que he visto aquí,
en la medida de mi recuerdo, al llegar allá, aún cuando es tan poco lo que
conserva mi memoria, y tan poco lo que aún de esto es capaz de decir mi
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No termino Estrella su frase por que en este instante sus ojos espirituales
distinguieron en la lejanía el brillo especial del espíritu de su instructor que
bajaba lentamente al Centro.
A los pocos segundos Estrella nos trasmitió el saludo afectuoso del Guía,
unido en esta ocasión a unas frases de complacencia por los nuevos asistentes,
para quienes hizo llegar un saludo especial.
Luego dirigiéndose a Estrella, le preguntó cómo le había parecido la visita de
su compañero blanco.
Estrella.—Muy bien; hemos conversado un poco, pero luego tuvimos una
diferencia, porque me propuso que fuésemos a su encuentro, a lo cual no
accedí porque no tenía orden suya de hacerlo. No le parece que obré bien?
El Guía.—Obró usted correctísimamente y mi compañero, al formularle esa
propuesta, sabía de antemano la contestación que usted le daría. Por
consiguiente, en nada ha podido disgustarlo. Los espíritus blancos
desencarnados no sienten eso que ustedes llaman disgusto.
El Guía se dirige nuevamente a uno de los asistentes extraordinarios del centro
y le pregunta que motivos lo impulsaron a concurrir a estas sesiones, pregunta
que extraña la demostración clara de que sabía de antemano la intención
oculta que lo había llevado a solicitar su admisión y que, en consecuencia,
turbó un poco al interrogado.
El evocador, viendo el trance en que estaba su nuevo compañero, salió en su
ayuda manifestándole al Guía que su amigo había sido fervoroso asistente a
varios importantes centros de evocación en Bogotá y que, por consiguiente. su
afición tenía viejas raíces.
El Guía.—Muy bien. Y qué cosas le llamaron a usted más la atención en esas
sesiones a que ha concurrido?
El asistente.—Para serle franco, me intrigaron muchísimo algunas
comunicaciones de carácter histórico que estaba haciendo el Guía de uno de
esos centros, comunicaciones que están destinadas a formar un libro
importantísimo de historia romana, próximo a publicarse.
Como el Guía permaneciera callado después de la anterior exposición de
nuestro amigo, éste tomó más confianza y quiso que el Guía le mostrara esa
competencia y su sabiduría diciéndole el nombre conque figuraba el Guía del
centro bogotano a que aludía y también el nombre de algunos de sus principa-
les miembros, pregunta a todas luces de una curiosidad muy alejada de la
seriedad de nuestro Centro y de la clase de trabajo que en él se estaba desarro-
llando.
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Por toda respuesta el Guía le manifestó que aquellas cosas no se las aclararía
en este plano físico pero que, en el curso de la sesión y en el astral, la médium
iría trasmitiendo algunas enseñanzas que pudieran ponerle en claro muchos de
esos interrogantes que acababa de hacerle y, sobre todo, el más importante, es
decir, el de la altura del Guía del famoso centro donde se estaba dictando la
obra histórica.
Y para cumplir inmediatamente con lo prometido, se fue en compañía del
blanco y de Estrella a los mandos astrales, donde las facultades de esta última
adquirían toda su brillantez.
El ascenso no paró hasta el Plano Blanco, donde el compañero se les separó,
como siempre, sin esperar ninguna despedida especial, como quien ha
cumplido ya su misión y tiene otras urgentes qué desempeñar.
Desde su llegada al plano la médium observa gran actividad en todos los
espíritus que se encuentra allí, actividad que el Guía le traduce en el sentido de
que se están preparando para recibir a un compañero de evolución que debe
desencarnar esta noche.
Estrella.—Y vamos nosotros también a recibirlo? Hacia mucho tiempo
deseaba esta oportunidad, porque no he visto desencarnar a un espíritu
blanco e imagino que pueda haber alguna cosa distinta a las desencarnaciones
de espíritus de una evolución inferior a esta.
El Guía.—No crea usted; la muerte es siempre sea cual fuere la evolución del
espíritu, la separación del yo inmortal de la forma material perecedera, y
presenta las mismas características de acuerdo con la causa física que produce
paralización de las funciones orgánicas ordinarias. Ahora, las sensaciones
varían siempre en relación con la misma evolución del espíritu que desencarna
y de acuerdo con la ley de justicia que para cada cual se acomoda en la medida
correspondiente. Pero todos esos asuntos son de una magnitud que no puede
explicarse con palabras y pensamientos humanos, y por consiguiente no debo
darle estas enseñanzas.
Estrella.—Entonces, si usted quiere, vamos al sitio donde debe desencarnar ese
espíritu.
El Guía.—Todavía no es tiempo. Antes de eso tenemos que bajar al plano
gris, donde hay un trabajito por hacer.
Bajan efectivamente y Estrella observa al instante que hay una inusitada
actividad en el consejo del plano. Luego nota también que es muy grande el
numero de grises oscuros. El Guía le explica que todos esos grises oscuros no
son precisamente los que ella había visto en anteriores visitas al plano, sino
que casi todos son recién desencarnados. Los otros oscuros—le agrega—unos
han evolucionado a medios y otros han regresado a la tierra a continuar su
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Aquella escena dura pocos momentos, hasta que la médium recibe orden de
hacer retirar al gris para que el martirio tenga fin.
Estrella.—Ahora que hemos terminado esta escena, todo ha concluido
también entre los dos. Retírese y vaya a trabajar en los asuntos del plano, co-
mo lo hacen sus compañeros, sin preocuparse de los llamamientos de los
evocadores, pues si continúa concurriendo a esos centros, no está muy lejos el
momento en que corra usted la misma suerte de su compañero, el gris medio.
El gris obedece la orden de retirarse, pero a Estrella le queda la íntima
convicción de que sus exhortaciones de nada han de servir para mudar los
procedimientos de este espíritu amañado ya a los viajes a la Tierra, donde tiene
su circulo de admiradores entusiastas que lo creen una enorme personalidad
espiritual.
Al llegar el Guía confirma las suposiciones de la médium y la invita a que
olvide este asunto y lo siga hasta el Plano Azul, donde deben continuar las en-
señanzas de esta noche.
En el Azul, Estrella tiene muchos amigos que la recuerdan con cariño y que
apenas llegada se acercan a saludarla. Sólo hay uno—aquel que conoció y
ayudó desde el gris oscuro—que no puede venir a su encuentro porque sus
ocupaciones de miembro del Consejo se lo impiden. Pero ella va a buscarlo a
su propio sitio. Allí está, efectivamente, entregado a sus labores.
Estrella.—Usted, amigo, se acuerda todavía de mí?
EL azul.—Sí; recuerdo todos sus esfuerzos por ayudarme y siento gran alegría
viéndolo a mi lado, en este plano. Mi ocupación aquí es la de transmitir
órdenes que recibo de los espíritus superiores y vigilar su correcto
cumplimiento. Es labor de todos nosotros como miembros del Consejo; pero
ahora precisamente éste trabajo va a cambiar para mí un poco, pues he de
abandonar mí puesto para ocupar el de apuntador, ya que el espíritu que
actualmente lo desempeña ha cumplido su evolución en este plano y ha sido
llamado al superior.
Estrella.—Cómo me alegran todas estas informaciones que me da! Veo que
siguen aumentando en usted el entusiasmo y el fervor por la evolución, y que
debido a esto va progresando momento por momento.
Mientras se efectúa el cambio de apuntadores, Estrella observa algo nuevo: en
el centro del sitio ocupado por el Consejo hay como una especie de mesa y
sentado frente a ella se encuentra el apuntador. En esa que pudiera llamarse
mesa de escritorio, según las descripciones de la médium, están colocados los
tableros para las anotaciones, ordenes y cambios efectuados en el plano.
Como la ceremonia del cambio de apuntadores no representa para Estrella una
cosa especial, se retira del sitio del Consejo con el propósito deliberado de
entretenerse un poco paseando el plano y estudiando los aspectos que mas le
llaman la atención. No sucede, sin embargo, las cosas como la médium las
había proyectado. Iniciaba ya su peregrinación de estudio cuando reparó que
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un azul oscuro la seguía como buscando ocasión de hablarle. Qué deseaba ese
espíritu? Se detuvo a esperarlo, y cuando llegó a su lado, lo interrogó
inmediatamente.
Estrella.—Le he visto a usted en actitud como de seguirme. Tiene alguna cosa
para mí.? Ahora que lo tengo cerca me apercibo de una extraña vibración,
mezcla de tristeza y de descontento que emana de usted. Le ocurre algo
extraordinario?
Lentamente vibró el pensamiento del espíritu interrogado. Era verdad eso de
su tristeza y su descontento. Y todo provenía de que no hacia mucho
tiempo—unas horas tal vez—se reunieron allá en la tierra unos cuantos
admiradores de quien fue él en su última encarnación, y constituidos en centro
espiritista, lo evocaron. El llamamiento brotó como una chispa del centro
formado por el pensamiento unificado de aquellos hombres, y las ondas
llegaron hasta el plano, lo buscaron y le dieron parte del pensamiento que
portaban. El había esperado un instante la orden superior para que
respondiera al llamamiento que se le hacía, pero esa orden no vino y entonces
había intentado satisfacerlo por su propia voluntad. Mas, apenas se disponía a
ejecutar su resolución, recibió orden para reencarnar. Eso era todo; ahora
esperaba solamente que le dieran el momento en que debía bajar a la Tierra
para tomar el nuevo cuerpo que se le había destinado.
Aquella historia, narrada sencillamente llena el espíritu de Estrella de hondo
respeto hacia la severidad jamás desmentida con que obran las leyes astrales.
Así, este azul que tiene ahora en su presencia, será dentro de plazo breve—
horas o minutos— un pequeño ser humano en gestación. Actualmente sabe el
azul oscuro que esto será así, pero ignora el sitio donde ha de nacer, la familia
y el nombre que ha de llevar. Ya se sentía Estrella como apesadumbrada con
esta sentencia, cuando el azul vino a confirmarle su necesidad.
Yo—le decía el azul—no estoy arrepentido de mi intento: sólo siento no
haber ocurrido oportunamente al llamamiento de aquel centro de evocaciones.
Estrella.—Qué bello es todo lo que hay en este plano! Cómo se llena el espíritu
de alegría y de paz empapándose en esta luz azul, pura y suave. Dentro de
poco la visión maravillosa de todo esto se habrá trocado para usted en un
paisaje terreno, de una vibración sorda, ruda, penosa. Cuándo volverá usted
por aquí?
El azul.—Cuando desencarne, seguramente.
Estrella.—Y eso cuándo será?
El azul.—No lo sé. Ese secreto sólo lo tienen aquellos que han dispuesto mi
reencarnación.
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circulan y hablan junto a nosotros y alrededor del lecho, deben ser sus amigos.
Esta circunstancia, me parece a mí, explica en mucho la serenidad conque ve o
presiente el final de su enfermedad. Fíjese qué tranquilidad hay en su mirada.
Recorre uno a uno a sus compañeros, y de vez en cuando sus mejillas se
contraen como en un gesto de amable sonrisa. Qué distinto este cuadro a esos
otros que hemos visto, donde los hijos y la esposa, la madre y todos los
parientes lloran junto al enfermo y le hacen más cruel el abandono del mundo
físico. A éste nadie le molesta con demostraciones de desesperación. Tampoco
veo aquí ningún sacerdote que con sus oraciones y sus ritualismos le dé esa
solemnidad tremenda al acto más simple que pueda existir. Verdad que morir
así como va a morir éste, es menos tremendo?
El Guía.—LC está quitando usted, sin saberlo, un gran mérito a ese espíritu.
Esa serenidad que usted admira en su actitud, es producto únicamente del
temple de su espíritu, de la profunda intuición que él tiene ya de las cosas
trascendentales. Al contrario de lo que usted se imagina, ese hombre tiene
esposa, joven y bella, como aquí en el mundo se dice, y tiene un pequeño, su
hijo único, de pocos años de edad. Lo que ocurre aquí es que sus amigos han
trasladado a esos dos seres a una pieza apartada a fin de que los llantos de la
esposa no martiricen al moribundo y para que el frío de la muerte no haga
daño en la salud física del hijo. De modo pues, que esa tranquilidad del
enfermo tiene todo mérito.
Estrella.—Ahora empiezo a comprender mejor como desencarna un espíritu
blanco! Yo estaba creyendo que esa tranquilidad era hija de la falta de afectos!
Cómo lo considero en el esfuerzo que está realizando! Debe ser una lucha
terrible. Y vea, nuestro Guía, como busca ahora con los ojos algo a su
alrededor. Será que desea que le traigan a su hijo y a su esposa un momento?
Por qué esos hombres no le entienden?
El Guía.—Esa mirada nada busca; esos ojos ya apenas distinguen cosas
borrosas a su alrededor. El esfuerzo que hacen es un reflejo del esfuerzo que
realiza su mirada espiritual que empieza a despertarse y a distinguir nuestra
presencia. Dentro de algunos instantes tendrá ya noción más clara de su
partida.
Estrella.—Llamo ya entonces a su espíritu, como he hecho con los otros?
El Guía.—No; todavía debemos esperar algunos momentos. Mientras
transcurre vamos a pasear un poco esta casa, que es muy bonita.
Se dejan deslizar por el ambiente de las habitaciones interiores. Están
amuebladas con gusto. Las ventanas tienen cortinas cuyos colores llaman
poderosamente la atención de la médium, y los amplios sofás le dan la
provocación de sentarse, pero cuando lo intenta, recuerda, al sentir la
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imposibilidad de realizar aquel acto físico, que su cuerpo esta a muchas leguas
de distancia de aquellas habitaciones.
Esto le provoca risa y el Guía la acompaña en tales expansiones, procuradas
por él especialmente para evitarle a su materia el sufrimiento que tiene que
causarle la escena que su espíritu está trasmitiendo.
Después de las habitaciones, pasan al patio principal, donde hay una hermosa
mata de parra, llena de racimos que provocan a Estrella. El Guía la deja que
haga el intento de coger uno, y se burla del fracaso de su tentativa, con
despecho de la médium que se ve sorprendida otra vez en sus continuos
olvidos de su estado espiritual.
El Guía.—Si usted hubiera contado con dos manos materiales para realizar su
deseo, hubiera cometido una falta: la de apropiarse de una cosa sin la voluntad
de su dueño.
Estrella.—Se me esta ocurriendo que todos estos chascos que me he llevado
esta noche tienen por causa el que usted deja que me lleguen las insinuaciones
de mi materia, sin que me acuerde de que ella esta muy lejos para que pueda
obrar.
El Guía se ríe de buena gana, como aprobando el descubrimiento de Estrella,
pero suspende las escenas divertidas porque ha llegado el instante en que el
drama humano se debe consumar. Así, pues se trasladan nuevamente junto al
lecho del enfermo, y por orden del Guía Estrella hace el llamamiento al espíritu
para que abandone la materia.
Lo contrario de otros casos que la médium ha presenciado, ocurre en este.
Aquí no hay vacilaciones del espíritu. Inmediatamente llega hasta él
llamamiento de los mensajeros astrales, empieza el desprendimiento de la
materia. Es una nubecilla blanca que brota lenta y firmemente de la cabeza del
moribundo.
Estrella.—Nuestro Guía: se fija como este espíritu no sale como los otros? En
los demás casos que he presenciado, el espíritu va brotando como un vapor de
todas partes del cuerpo, y este sale todo de la cabeza. Según la evolución el
acto de desprendimiento varía?
El Guía.—No; este fenómeno no se debe a la evolución. Cada espíritu busca la
salida que encuentra mas fácil y este por la constitución orgánica de su cuerpo,
tenía mas expedito el sendero de la cabeza.
Breves segundos dura brotando aquella nubecilla. Como siempre, al salir el
último hálito de espíritu, los ojos materiales se repletan de gruesas lágrimas.
Después viene la inmovilidad que no tendrá fin.
En manos ya de los enviados superiores el espíritu por el cual habían venido,
emprenden viaje hacia el plano blanco; una vez en él, el Guía advierte a Estrella
que este espíritu no tiene que comparecer ante el Consejo del plano, sino que
debe ser colocado en un sitio especial, donde las ondas de las músicas astrales
irán poco a poco devolviéndole la serenidad, tonificando sus vibraciones hasta
que ya preparado completamente, se halle listo para comparecer ante el
Ordenador, el Unico que puede darle a espíritus de esta evolución las
instrucciones que los hacen aptos para la nueva vida en su plano. Aquel sitio
donde debe serenarse el espíritu blanco, lo describe Estrella como una
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usted por allí, entraban algunas jóvenes devotas a la capilla y usted sintió
repentinamente una gran curiosidad de imitarlas. Hacía mucho tiempo que no
experimentaba la sensación de estar en un templo católico. Se acordó usted de
sus tiempos de pequeña y la emoción retrospectiva avivó el impulso de la
curiosidad. En consecuencia, siguió a las jovencitas. Penetró en la capilla y el
ambiente religioso, ritual, que allí se respira, la impregnó, como es lógico.
Volvió a sentir piedad y deseos de rezar.
En este instante se acordó de mí, de las enseñanzas recibidas en este centro y
vaciló un poquitin para arrodillarse ante una imagen. Esta vacilación duró
algunos instantes, pero el impulso devocional triunfo. Rezo usted y rezo bien.
De eso no se arrepienta ni se apene porque toda oración hecha con fe, con
amor y con elevación del espíritu a Dios, a El llega y El la escucha. Pero no
fue sólo el acto devoto lo que ocurrió esta tarde; hubo otra cosa, y es por esta
precisamente por lo que sentía usted el temor de verme. Terminado su rezo,
acertó a entrar en la capilla uno de los padres que tienen a su cargo despachar
las solicitudes de los penitentes en el confesionario; usted sintió también el
deseo de arrodillarse ante ese padre y decirle lo que ustedes llaman sus
pecados. Pero esta vez el impulso – del mismo origen que el primero – no
triunfo por que su espíritu se opuso a que lo realizara. Hubo unos momentos
de lucha, pero usted no se confesó. No recuerda usted todo esto? No es
cierto?
Como la médium, toda turbada al ver descubierto de aquel modo tan claro y
detallado su secreto, no se atreviera a replicar, el Guía, continuó declarándole
que todo aquello no debía producirle el malestar que había tenido, porque
nada de incorrecto contenía.
Y si yo me hubiera confesado—se atrevió por fin a insinuar Estrella—qué
hubiera ocurrido para mi espíritu?
El Guía – Nada hubiera quitado ni agregado este acto a su espíritu. Solo que
voy a mostrarle, proyectándole la imagen astral del confesor, con que espíritu
hubiera hablado usted de lo que llaman pecados.
Hecha la proyección, la médium declara haber visto la imagen de un espíritu
gris oscuro y haber reconocido en ella al padre que se había metido en el
confesionario de la capilla cuando ella sintió el deseo de cumplir con aquella
prescripción del credo católico.
Para no continuar con el tema, ya que a Estrella no se le ocurre una pregunta
mas, algunos de los asistentes piden permiso al Guía para esclarecer dudas
referentes a la evolución de sus respectivos espíritus, permiso que es
concedido inmediatamente.
Como se trataba de asuntos meramente particulares, no quedó de ellos
constancias en las actas que han de componer este libro, y sólo se incluyó lo
referente a la manera como suceden los cambios de evolución cuando el
espíritu esta todavía encarnado.
A esta pregunta explico el Guía que cuando sucede el caso de que un espíritu
encarnado, debe pasar a un grado superior de evolución, se aprovecha siempre
el descanso del cuerpo físico durante el cual un espíritu de la evolución a que
ha de pasar el candidato baja a la tierra y conduce a su plano al que ha de ser
iniciado. Esta ceremonia se hace siempre ante el Consejo del plano respectivo
y cuando se trata de variar de plano, el candidato ha de pasar por el sendero
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estrecho que a través del Graduante Astral, conduce al plano. Y para que nos
demos mejor idea de esto, nos hace recordar la manera como la médium
describió su paso del Azul al Blanco.
Para terminar su exposición sobre las iniciaciones de encarnados, agrego que
de ellas no quedaba ninguna memoria una vez recobrada la conciencia vigilia
en el plano físico, y que esto se hacía para evitar que el espíritu pudiera
sentirse orgulloso de su triunfo como consecuencia de las insinuaciones de la
materia, que por todo tiene la propensión de envanecerse.
Estrella.—De manera que nada puede demostrarle al espíritu su adelanto?
El Guía.—Sí, queda una especie de intensa alegría para la cual no encuentra
motivo la inteligencia humana. El individuo se siente desde este momento un
poco distinto sin saber precisamente en qué consiste la diferencia que nota.
Nada mas. Esa es toda la huella. Otra cosa sucede cuando se trata de espíritus
de muy superior evolución –casos no muy frecuentes todavía en el actual
estado de progreso de la humanidad—pues entonces el espíritu tiene
conciencia vigilia de lo que ha ocurrido en los planos superiores, pero ya su
misma altura, el mismo desarrollo considerable de su conciencia, lo inmunizan
para toda tentación de orgullo.
Estrella.—Nuestro Guía: ya que habla usted de que los espíritus que llegan a
cierto grado son incapaces de sentir algunas tentaciones, recuerdo que cuando
joven, en un tiempo en que fueron muchos los dolores morales que agriaron
mi vida, sentí varias veces el deseo de escapar a esas penas quitándome de este
mundo por medio del suicidio. ¿Qué evolución tendría yo entonces para sentir
tan tremendo deseo? ¿Por qué no lo realice tampoco?
El Guía.—Los impulsos que usted sintió hacia el suicidio en esa época de su
vida eran una memoria de su espíritu, que en otras encarnaciones se escapo de
su cuerpo material por esa puerta prohibida; aún cuando en esta encarnación
la idea se hizo presente, excitada por los dolores morales que agobiaban su
espíritu, ella no tenía ya fuerza suficiente para convertirse en acto, porque la
evolución de usted –Azul oscuro – ya no se lo permitía.
Estrella.—De manera que los espíritus que han alcanzado el grado de azul no
se suicidan?
El Guía.—No; solo desgarran su vida física los inferiores y los grises, cuya
evolución no les da todavía conciencia de la gravedad de tal acto.
Estrella.—Y los espíritus grises que se libertan de esa manera violenta de la
prisión del cuerpo físico, a donde van?
El Guía.—Esos espíritus van al espacio comprendido entre el plano inferior y
el suyo, cuando son grises; y al espacio comprendido entre la tierra y el plano
inferior, cuando pertenecen a ese último. Allí, en medio de una densa
oscuridad, están sometidos a la prueba del aislamiento.
Concluidas las preguntas que la médium y los asistentes tenían preparadas para
esta sesión, el Guía propone a Estrella que vayan al astral, pues el blanco
desencarnado anoche esta ya en el grado de serenidad conveniente para
comparecer ante el Ordenador. La noticia no pudo ser mas grata para la
médium. Inmediatamente se mostró dispuesta a emprender el viaje al plano
superior, en donde están a los pocos segundos de haber abandonado el físico.
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que comprende. Pero esto tiene un mas profundo aspecto que no corresponde
a las enseñanzas de esta noche. Lo mejor será que descendamos al Centro y
nos preparemos para asistir a la desencarnación de que tratamos.
Una vez de regreso en el Centro, el Guía advierte al evocador que debe
despertar a Estrella para que tome agua y un poco de alimento y que, pasados
algunos minutos, él la ayudará a dormir tan profundamente, como sea
necesario para el viaje que van a emprender por el plano físico.
Las prescripciones se cumplen a pesar de las protestas de la médium que
asegura no tener apetito ni deseos de tomar agua.
Pasados quince minutos, que se llenan con animadas charlas entre los
asistentes, comentando las enseñanzas hasta aquí recibidas, Estrella empieza a
dar señales de amodorramiento. Los párpados se le cierran a pesar del
esfuerzo que ella hace por continuar tomando parte en las conversaciones y en
vista de esto, de común acuerdo, los asistentes guardan silencio.
Inmediatamente Estrella se abandona a la fuerza que la solicita y sus ojos no
tardan en abrirse a la visión astral. El Guía está a su lado y le declara que la ha
dormido él mismo porque era ya tiempo de que continuara su trabajo.
Esta vez el viaje no se efectúa como los anteriores, sobre el plano de la tierra,
junto a las carreteras, llenas de vehículos vertiginosos. Van ahora sobre las
montañas, por donde serpean, como cintas angostas y retorcidas, caminos
accidentados, solitarios que va denunciando la luna. Luego, la cadena de
montañas se bifurca y aparece a la contemplación de la médium un ancho
valle cultivado de azúcar.
Estrella.—Mire, nuestro Guía: allá se ve luz y me parece escuchar, traída por el
viento, una canción. Es fea y ronca esa voz que canta. Es allá a sonde vamos?
El Guía.—No; no es allá. Lo que usted ve es la luz que alumbra un trapiche
donde ahora muelen la caña de la hacienda. Allí hay en este momento muchos
hombres entregados al trabajo y solo dejarán la faena en las primeras horas de
la mañana. El que canta es uno de esos hombres, para distraer el llamamiento
del sueño. Nosotros vamos hasta la propia casa de la hacienda.
Pasan una pequeña colina; Estrella descubre un gran cuadrado de paredes
blancas y edificada en el centro de aquel gran espacio una casa, viejo estilo
español, rodeada de corredores. Circundando la casa, amplios patios
empedrados donde duermen tranquilamente algunos animales domésticos. El
portón de entrada de aquella corraleja le merece, por su factura tosca, un
comentario despectivo a Estrella.
La casa aparece silenciosa, con sus amplios corredores vacíos y las puertas
cerradas. Se creyera que todos los seres que la habitan duermen sueño
tranquilo y sin embargo, es allí precisamente adonde ellos van a recoger un
espíritu que abandona su cuerpo. En qué habitación se guarda tan
secretamente el dolor de la muerte de un hombre?
Iba Estrella a interrogar al Guía sobre el misterio que envolvía aquella muerte
tan calmada, cuando se abrió una de las puertas que daban en el extremo norte
del corredor y apareció en el marco de sombra la luz parpadeante de un candil
que llevaba la mano temblorosa de una anciana. En el centro del patio un gran
perro enderezó la cabeza y gruñó lastimeramente mirando hacia el sitio donde
se encontraban Estrella y su conductor.
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Estrella.—Tengo miedo de ese perro. Nos habrá visto acaso? Su cara brava se
vuelve hacia nosotros y le veo como intenciones de levantarse para atacarnos.
El Guía.—Se olvida usted de que el estado en que se encuentra todo ataque
del perro sería infructuoso. Evidentemente nos ha visto, es decir, nos ha
presentido y se afana por dalo a comprender a la abuelita. Pero la luna que
alumbra en este momento todo el patio, le quitará la intranquilidad que el
perro ha querido transmitirle. Ella va hacia la cocina de la casa, a preparar una
poción de yerbas que le calme el dolor de estómago que la atormenta desde
hace una hora.
Evidentemente, confirma Estrella que ante los ladridos del perro la abuelita
eleva el candil a la altura de la cabeza para que la luz no le impida examinar el
patio iluminado de luna. Nada vio que la intranquilizara y cariñosamente
llamándolo por su nombre, ordenó al animal que cesara en sus injustas
alarmas, luego, recorriendo a lo largo el corredor, se sumió en la boca oscura
de la cocina.
Todo volvió a quedar en calma. El perro respetando el mandato del ama,
apenas gruñía sordamente, muy paso, mirando siempre hacia donde los
espíritus se encontraban.
El Guía.—Vamos ahora junto al lecho del enfermo.
Atravesaron el patio y penetraron en la pieza opuesta al extremo del corredor
donde estaba situada la cocina. Allí Estrella distinguió un hombre joven,
tendido sobre un lecho de tablas que se sostenía de una manera curiosa en tres
gruesos palos empotrados en la pared. El Guía le explicó que esa era la manera
de fabricar las habitaciones de los trabajadores en aquellas provincias y la
invitó a que se acercara al enfermo y lo examinara bien.
Obediente al deseo del Guía y muy enternecida por la soledad en que se
hallaba aquel hombre, Estrella se acercó a él y comprobó que escasamente
revelaba unos veinticinco años. Aparecía robusto, de facciones correctas y
sereno, a pesar de hallarse en tal situación.
Estrella.—Me provoca, nuestro Guía, que usted me autorizara llamar de
cualquier manera esa abuelita que está levantada en la casa para que auxiliara a
este hombre. Es imposible que se muera así, sin que haya a su lado ningún
humano que le dé agua si tiene sed. No ve como tiene los labio resecos y pasa
por ellos, cada rato, la lengua, que debe estar tan quemante como ellos?
El Guía.—Nada sacaría usted haciendo muchos esfuerzos para que la abuelita
la oiga. Pero ya buscaré otro recurso para complacerla.
Y según Estrella, el Guía salió a la puerta de la estancia. Inmediatamente el
perro volvió a sentirse muy alarmado hasta el extremo de levantarse de su
sitio y lanzarse impetuosamente hasta cerca de la habitación.
Ante los ladridos del animal que parecía presa de una furia tremenda, la
abuelita abandonó la cocina y candil en mano penetró curiosamente en la
habitación. Se acercó al enfermo, comprobó la gravedad del caso y sin decirle
palabra alguna salió precipitadamente de la estancia; atravesó el patio y se
perdió por el camino que de la casa conducía al trapiche. El perro la siguió.
El Guía.—Vea usted como tan fácilmente he encontrado la manera de
satisfacer sus deseos. En el trapiche hay algunos amigos que quieren a este
hombre y la abuelita va en su busca.
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mas cándidos que él, a violar las leyes del plano. Y recuerda que en la tierra
también se extrañan los buenos del triunfo y de la prosperidad de los malos y
no alcanza a comprender como los poderes superiores, en cuya voluntad
reside el mandato que cortaría de raíz el camino de las hazañas nefandas,
parece como si no se apercibieran de ellas y el dañador sigue aparentemente
resguardado por una buena Estrella que no se eclipsa. Y se sume en
meditaciones sobre la dificultad humana para descubrir los senderos de la
justicia y de la sabiduría de los grandes espíritus; ella sabe ya que todos
caminan hacia su perfeccionamiento; que minuto a minuto la conciencia rasga
la venda de la ignorancia que tiene opacados sus enormes poderes y la
humanidad va como falange misteriosa, realizando una a una las etapas de sus
plenas conquistas imperecederas.
Ahora, meditando en este final glorioso, ya no le parece detestable el gris
oscuro que marcha silencioso a su lado, necio en hacer su capricho, empeñado
en que su voluntad de divertirse primero sobre los reglamentos del plano y
considera que mañana cuando este espíritu reciba, como infaliblemente habrá
de recibir, la consecuencia de sus violaciones, esa experiencia trocará toda su
pujante voluntad hacia el bien, obrando para si y para los demás, dentro de la
armonía de la ley.
Cuando, saliendo de sus abstracciones, Estrella quiso interrogar de nuevo a su
compañero, se dio cuenta de que había llegado al lugar preciso de su
peregrinación. La perspectiva de la visión del plano rojo no era muy
halagadora. Tremendas vibraciones se sentían subir como vaho denso y
escenas horrorosas se presentarían a la visión de su espíritu que solo anhelaba
la paz luminosa y nívea de los blancos. Pero cuando esto estaba permitido por
su Guía, de bien era seguramente ese espectáculo para su espíritu y ordenó al
gris que descorriera el velo.
Por su parte el gris oscuro vibraba de angustia y de fastidio. Aquel plano rojo
que acababa de trascender le traía recuerdos mortificantes como un suplicio.
Larga serie de crueles experiencias pasaban como fantasmas por su conciencia
y creía sentir de nuevo la emoción de cada una. Pero lo habían ordenado los
superiores y era necesario cumplir.
La visión del primer plano dura solo dos minutos, Estrella no quiere hacer
ninguna descripción de lo que ve. Se limita solamente a preguntar a su
compañero si es volver a ese sitio lo que el persigue con sus insubordinaciones
a la disciplina del plano. El gris oscuro, muy conmovido también por las
escenas que distinguió allá abajo, niega a Estrella la posibilidad de un descenso
de su espíritu puesto que él sabe de modo formal, por que se lo han dicho los
grises pálidos que en la evolución lo que se alcanza se adquiere para siempre;
que no hay retroceso.
Pero el Guía ya viene y al presentirlo, Estrella ordena al gris oscuro que se
aparte de su lado.
Como es costumbre, apenas el Guía está a su lado, Estrella le relata lo que ha
ocurrido durante su ausencia, narración que éste escucha como si lo ignorara
todo; luego le advierte que por esta vez ha terminado su trabajo en el astral,
pero como las vibraciones que ha soportado le dejan siempre malestar a su
materia física va a llevarla al Ascensor Blanco Astral, donde la dejara oír un
poco de música y luego bajarán al Centro para terminar la sesión.
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armonía del ambiente. Por eso de acuerdo con las vibraciones recibidas del
Guía, el evocador pidió a la entidad presente, en nombre del Orador, y en
salvaguardia de los intereses espirituales de los asistentes, tomara su forma
astral para comprobar a los ojos de la médium la calidad de su evolución y
juzgar así del crédito que merecían las declaraciones que según su propósito,
estaba deseoso de hacer.
Esta orden, dada de manera tan terminante, fue obedecida inmediatamente y
Estrella declaró que tenía ante sí un espíritu perteneciente al grado de
evolución gris oscuro.
Es necesario – le dice el evocador—que es retire inmediatamente del salón a
donde no ha sido expresamente llamado, y abandone este Centro donde
ninguna enseñanza superior puede dar.
El gris oscuro.—Antes de retirarme, quisiera decirles unas cosas que talvez les
fueran interesantes.
El evocador.—Nada queremos saber de lo que puede usted revelarnos, no
siento, como no es usted enviado por entidades superiores. Sus curiosidades
están de más entre nosotros y ninguna insistencia podrá apartarnos de la
resolución de no oírlo. Quiere decir que si usted insiste, despierto la médium
para interrumpir el contacto entre su mundo y el nuestro.
En ese momento la médium da cuenta de que ha llegado hasta ella la respuesta
del Guía a su llamamiento y que muy lejos le ve venir como otras veces.
Apenas anuncia la venida del Guía el gris oscuro abandona la estancia y aquel
se hace presente junto a su discípula.
El Guía.—Mi demora esta noche para concurrir al Centro no se debe a que no
me hubiera llegado su llamamiento sino a que, junto con el doctor F., ha
venido un individuo cuyo espíritu mal dispuesto para la evolución y mal
acompañado por entidades desencarnadas de su mismo plano, ha hecho que
yo resuelva aplazar esta sesión para otra noche. Puede usted, por
consiguiente, señor evocador, informar a los asistentes privadamente de
nuestro asunto. Ese señor que vino sin ser invitado es la causa de que se haya
presentado aquí de manera inusitada ese espíritu gris oscuro que acaban de
despedir. El compañero del doctor F., lleva también un espíritu gris oscuro
que ha reencarnado ochenta y cuatro veces en el mismo grado.
Tanto el evocador como Estrella suplican al Guía que cambie su resolución de
aplazamiento de la sesión prometiéndole que con cualquier pretexto el doctor
H., abandonará el Centro. Así se convino. El evocador despertó a Estrella y los
asistentes, previo conocimiento de lo ocurrido, fueron notificados delante del
doctor H., de que debido a indisposiciones físicas de la médium se suspendía
el trabajo de esta noche para reanudarlo en tiempo que se avisaría
oportunamente.
Transcurrida una hora, el doctor F. regresó a la casa del Centro ya sin su
compañía y conforme a lo acordado, se reanudó la sesión.
El Guía.—Lo que ha ocurrido esta noche va a comprobarles a ustedes que
tiene un serio fundamento mi exigencia de que se consulte cuando un
individuo que es extraño al Centro, desea asistir a alguna reunión. El juicio
que ustedes pueden formarse de las condiciones espirituales de un aspirante
está hecho siempre en el plano engañoso de la personalidad; en cambio, yo
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que hace las veces de director de los trabajos, y era asunto que no
representaba problema ninguno para él suponer lo mismo en este Centro y,
para que se le admitiera, anunciar que el Guía no vendría esta noche y que,
por consiguiente, el tiempo estaba disponible para él. Este recurso que es casi
de éxito seguro en aquellos centros donde no se lleva a cabo ninguna
investigación seria y los asistentes y dirigentes no tienen ningún propósito
definido, falló por completo en el caso presente, y así lo comprendió por la
orden inmediata del evocador.
Concluida esta explicación, por demás clara, el Guía declaró que esta noche
no llevaría a la discípula a los planos astrales y que, por consiguiente, se
dedicaría todo el tiempo de la sesión a escuchar y contestar las preguntas que
los miembros del Centro quisieran hacerle sobre dificultades de comprensión
que hubieran surgido de las enseñanzas recibidas.
Conforme a esta autorización cada uno de nosotros fue interrogando al Guía
sobre asuntos de filosofía espiritualista derivada de sus enseñanzas. Algunas de
estas preguntas tuvieron carácter particular, porque se trataba en ellas de
resolver asuntos personales a través de las enseñanzas; por esta razón quedan
suprimidas en el relato, aún cuando la esencia misma de su pensamiento a sido
vertida en explicaciones sucesivas tratándose de asuntos generales.
--Hasta cuántos grados de evolución puede alcanzar un espíritu en una
encarnación, suponiendo que tenga conocimientos sobre la vida astral y los
grados de perfeccionamiento y que, a la vez tenga predilección por el estudio
de estos asuntos?
--Ustedes saben perfectamente que la capacidad del hombre para adquirir el
conocimiento de las leyes del espíritu esta en proporción directa de su
evolución. En esto se funda precisamente el hecho de que, aún cuando el
individuo devore tratados y tratados de asuntos metafísicos, sus actos están
casi siempre opuestos a sus conocimientos intelectuales, porque la
aprehensión por la memoria intelectiva de los conocimientos trascendentales
no quiere decir que el espíritu los haya asimilado en forma de conciencia. Esta
asimilación es lenta, gradual, y por lo general una sola vida física apenas basta
a la mayoría de los humanos para adquirir los conocimientos internos de uno
o dos grados de evolución. Hay espíritus mejor dispuestos que otros, pero
estos no forman regla que sirva como medida de orientación para resolver el
problema que ustedes plantean. Y es casi fácil, si ustedes observan
detenidamente, comprobar lo que acabo de decirles. Entre los individuos a
quienes ustedes han comunicado, en sus conversaciones, parte de estas
enseñanzas, habrán notado que cada uno de ellos las abarca en grado distinto:
para unos serán producto de la imaginación afiebrada; para otros serán
cuestiones que carecen absolutamente de fundamento científico y para uno o
dos, entre todos, se habrá hecho la luz espiritual. Estas diferencias de
comprensión corresponden a diferencias evolutivas.
--Ya nos ha enseñado nuestro Guía en sesiones pasadas, las reglas que
gobiernan la reencarnación de los espíritus con relación a las de sus padres, en
orden descendente, esto es que un espíritu blanco puede encarnar con padres
blancos o azules, rara vez con grises pálidos; que un azul reencarna con padres
azules o grises; que los grises reencarnan con padres grises u oscuros y estos
últimos con padres de su grado y hasta grises medios; ahora quisiéramos saber
que leyes rigen en orden ascendente.
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A esta sesión concurre por primera vez el señor G., nuestro amigo y
compañero de hoy en adelante. Cuando fue consultada al Guía la
conveniencia de su admisión, manifestó inmediatamente su
complacencia y nos informo que el amigo G., era un espíritu de buena
evolución, y que con deseos serios quería recibir las enseñanzas que se están
dictando en las sesiones.
Reunidos en el salón de sesiones a la hora fijada y sometida Estrella a la
hipnosis, no tardó en entrar en sueño profundo. Impulsado por el anhelo de
progreso su espíritu se alejó rápidamente de su cuerpo físico y cuando el
evocador le ordenó dirigir al Guía su pensamiento para avisarle que todo
estaba dispuesto para su venida la médium rió de buena gana.
Estrella.—Si en esta ocasión nos ha ganado de mano! Está aquí, según me dice,
desde que nosotros entramos al salón y ayudó mucho a dormir mi materia
porque según él, no eran suficientes los deseos que yo tenía de trabajar esta
noche.
El Guía.—Usted, Estrella, se ha reservado la parte mas grave de nuestra
conversación. Dígales a sus compañeros que usted viene desde antesdeayer
para acá, meditando en un viaje a Barranquilla y que ese viaje lo pensaba hacer
usted sola, y esto no puede suceder.
Estrella.—Yo no he pensado en irme sola; me hubiera llevado a mi pequeño,
naturalmente. No se refiere usted a él?
El Guía.—No; me refería a otra persona, pero no trate de saber a quien,
porque no debo decírselo todavía. Lo importante en el caso es que no le
conviene ese viaje que proyecta. Ya sé que usted solo quería buscar en aquella
ciudad un mejoramiento para su vida. Usted aquí trabaja mucho, todo el día, y
gana poco en verdad. Aunque en Barranquilla conseguirá lo que se propone,
en cambio tendría también que trabajar como médium, pero esta vez con un
evocador de mala evolución que atraería entidades poco gratas para tratar.
Estrella.—Nuestro Guía me ha hecho quedar mal con mis compañeros. Ellos
no conocían estos proyectos míos y ahora, cuando vuelva a mi conciencia
humana, voy a sentir gran pena.
El Guía.—Despreocúpese de esto, sus compañeros son personas que saben
justificarla y nada le dirán. Ahora tengo que asegurarle que siempre viajará,
dentro de algunos meses, cuando hayan terminado estas enseñanzas; pero hará
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ese viaje en compañía y a otra ciudad donde también tendrá que trabajar una o
dos veces como médium, pero con un evocador azul y en un centro serio.
Después de estas explicaciones con la médium, el Guía habla de la próxima
terminación de los trabajos y agrega que, si después de clausurado el Centro se
ofrece algún asunto grave para resolver, sobre la materia de que se ha de
componer la obra, podemos llamarlo y que si le es imposible concurrir,
Benjamín Peña vendrá en su lugar para solucionar la cuestión.
El evocador.—Antes de que desarrolle nuestro Guía la instrucción de esta
noche, quiero preguntarle qué verdad guardan esas afirmaciones religiosas,
generales casi en todos los cultos, que hablan del fin de nuestra tierra por
medio de un cataclismo, por fuego o por agua. Según mi manera de ver y
partiendo del principio de que creo lógicamente en el fin de nuestro planeta ya
que, como todas las cosas que tuvieron un principio es la ley que tengan
también un fin, ese final que le dan los libros religiosos me parece hijo del
recuerdo que tiene la humanidad da cataclismos anteriores, mas bien que
producto de una revelación.
El Guía.—Usted tiene razón en parte al rechazar esas hipótesis así como
consta a la letra de los libros de las religiones, y su pregunta tendrá
contestación más categórica cuando el espíritu de Estrella esté conmigo esta
noche en los planos astrales, dentro de algunos momentos. Ahora, hay
necesidad de despertarla con el fin de que tome un poco de agua, con gotas de
éter para calmarle esa tos que le molesta desde el principio de la sesión y que,
de continuar, reclamaría a cada instante la atención de su espíritu e
interrumpiría nuestros trabajos en los planos.
Cumplidas las anteriores instrucciones, el evocador vuelve a dormir a Estrella;
una vez efectuado el desprendimiento espiritual cuando todos esperábamos
que el Guía estuviera a su lado, la médium nos dio la noticia de que, en lugar
de su maestro, Benjamín Peña, con su feo sombreo en forma de campana y su
vestido muy elegante, le ordenaba saludarnos en su nombre.
Estrella.—Comprendo ahora, Benjamín, que en el blanco se olvidan nuestras
costumbres sociales y que a causa de ese olvido, usted no se acuerda de
quitarse ese sombrero tan feo al llegar al salón.
Benjamín.—Si esto me lo hubiera dicho usted hace algunos años y si no tuviera
la seguridad de que los demás asistentes no me ven, me hubiera hecho apenar
grandemente. No le gusta a usted nada mi sombrero, y, sin embargo, con él
presumí de elegante allá por mis tiempos de encarnado. Cuestiones de moda,
verdad? Y lo peor de todo es que el tal sombreo es tan inseparable de esta
indumentaria, que para quitármelo tengo que hacer esta operación.
Estrella.—Ah! Quedó en su forma astral! Así me agrada mas, aún cuando la
blancura de su vestido pierde mucho de su claridad aquí en los planos de la
tierra. Allá, en el blanco, ese color no tiene representación con ninguna de
nuestras blancuras, así sea ella la de la mas pura espuma. Pero es inútil anotar
esto, porque tal cosa ocurre con todo lo que se ve en aquel plano. Yo, cuando
estoy recibiendo las instrucciones de nuestro Guía, llamo a una cosa columna,
a otra arco, a otras camino, escalinata, torre, pero en realidad esto es apenas
una lejana aproximación a lo que veo. Ahora comprendo, cuando voy a
explicar a mis amigos lo que he visto, la inmensa dificultad que existe para
darles una imagen siquiera regular de aquellos mundos.
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llevar de un lado para otro por el vaivén de los deseos hasta que acaban por
cansarse, por parecerles monótona la existencia, sin sospechar que esas
monotonía esta en ellos mismos. Es como si un aprendiz de música se
colocara como director de una gran orquesta y tuviera el capricho de hacer
que todos los instrumentos emitieran la misma nota durante años. Se podría
decir por esto que la música era un arte monótono, digno de desprecio?
Estrella.—Es verdad, Benjamín. Usted aquí en su plano, se vuelve un espíritu
serio y me da bellas explicaciones. Pero por qué tantas cosas que yo veo en
este plano, cuyo objeto quiero conocer, no se me explican? Nuestro Guía,
cuando yo lo interrogo sobre muchos asuntos, aplaza siempre para otra
ocasión la respuesta, y no sé yo el fundamento que esas demoras puedan
tener, deseando, como deseo vivamente saberlo todo.
Benjamín.—Por la misma razón que un maestro de escuela allá en la tierra, no
le explica a sus discípulos de primeros números, los misterios de la geometría
en el espacio. Los conocimientos deben ser graduados y no puede ser de otro
modo. Nada obtendría de provecho su espíritu si el Guía se propusiera
explicarle todas las cosas que usted quiere conocer puesto que esa misma
explicación, por la calidad de los conocimientos que usted tiene y por mas
sencilla que él quisiera hacerla, solo le serviría de mayor confusión, lo cual le
perjudicaría en su progreso espiritual mas que la misma ignorancia.
Estrella.—De manera que hay cosas que ni aún explicándomelas, llegaría a
comprenderlas? Ahora me doy cuenta por qué hay en este plano espíritus que
permanecen en él una cantidad de tiempo que en la tierra se cuenta por años.
Benjamín.—Esa explicación que acaba de darse usted de la permanencia de los
espíritus en este plano no está perfectamente ajustada a la realidad, porque en
su duración entran muchos otros factores que no están en su capacidad de
comprensión, a lo menos mientras su espíritu esté encarnado.
Estrella.—Quiere usted hacer una cosa conmigo? Muéstreme algo, entre lo
que yo no haya visto en este plano, y de lo que no pueda darme la mas leve
explicación.
Sin responderle nada Benjamín la lleva a un lugar especial del plano, donde
Estrella ve surgir ante sí algo semejante a un enorme ventanal que se abriera
sobre un espacio infinito. Una vez allí, Benjamín le ordena que se asome, y al
hacerlo distingue como un mar de luz incomparable en el cual tiemblan y
lucen multitud de chispas como si fueran mundos o seres incomprensibles.
Tan imponente fue el espacio que Estrella, al separarse de él por orden de su
conductor, no intento pedir la mas trivial explicación.
Benjamín, que leía sus pensamientos, quiso borrarle la idea de su ignorancia,
que había surgido en ella fuerte y penosa a la contemplación de tal maravilla y
la invitó a acercarse al sitio donde trabajaba el Consejo.
Benjamín.—Ahora que es encuentra usted en este estado de anonadamiento,
comprenderá mejor el afecto que los espíritus superiores a descender de sus
alturas a los planos densos de la tierra con el propósito de ayudar a sus
hermanos que todavía aprenden en sus envolturas físicas y comprenderá
también, al pensar en lo que ellos han visto y conocido de la obra suprema de
la creación, por qué no les ofenden sus retos, sus rechazos y sus insistencias
en la negación de las grandes verdades ni les causan escándalo alguno sus
errores. Ese espectáculo que usted ha contemplado no alcanza a ser siquiera
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una débil muestra de todo lo que está hecho y destinado para ser la conquista
del espíritu en su carrera de la evolución.
Benjamín se interrumpió porque ya había llegado junto al Consejo y Estrella se
había acercado al apuntador y admiraba su trabajo. Aquél, qué idioma era? Y
esto en que hacía sus anotaciones aquel espíritu, cómo podría llamarse para
dar una imagen exacta de su realidad? En esto pensaba Estrella mientras el
apuntador seguía impasible su trabajo. Fue Benjamín el que volvió a sacarla de
sus meditaciones para advertirle que, por mas que trabajara su pensamiento
tratando de buscar el símil perfecto que tradujera aquello en lenguaje humano,
no lo conseguiría.
Estrella.—Entonces nada me puede explicar esta noche? Se me ocurre que
usted quiere mortificarme por las chanzas que tuve allá en el salón de sesiones.
Pero, si es así, le prometo no volver a incurrir en ellas y dígame todo lo que
quiero saber.
Benjamín.—Está equivocada, sus chanzas me agradan mucho allá abajo: esa no
es la causa de mis negativas, sino la orden que traigo de mostrarle y callar.
Estrella.—Entonces ya que no le es posible explicación alguna, recorramos el
plano nada mas que para contemplarlo. Cada vez que vengo aquí veo aparecer
allá en las lejanías, grupos de espíritus que me dan la sensación de que brotan
del seno mismo de la substancia de este sitio; al meditar detenidamente sobre
el fenómeno, comprendo que puede producirlo una curvatura del plano. Será
que, como nuestra tierra, también esto es un globo y lo son igualmente el azul,
el gris y el inferior? Y si esto es así --lo he pensado muchas veces—yo no
conozco de todos estos planos sino mínimas partes.
Benjamín.—Hace un momento nada mas me prometía usted no exigirme
explicaciones y como si tal promesa no se hubiera asomado a su pensamiento
acaba de insistir en que le explique la verdadera configuración de estos sitios.
Voy a complacerla hasta donde me sea permitido: el término plano,
consentido y adoptado por el Guía para estas enseñanzas, no quiere decir que
el lugar o lugares donde habitan las almas desencarnadas tenga la forma de una
extensión sin curvatura; usted ha observado bien y su explicación da hasta
donde es posible, la clave del asunto. En esto de los planos hay aspectos,
modos de ser que necesitan para su comprensión un estado espiritual al que
muy pocos han llegado en la humanidad actual. Por eso, bástele a usted saber
por ahora que son redondos, como verdaderos mundos, según la idea de los
hombres.
Estrella.—Esto que usted acaba de decirme explica muchos fenómenos que
antes comprendía oscuramente. Pero vamos a pasear. No quiere llevarme?
Benjamín.—Llevarla si, pero no precisamente por este plano. Es necesario que
vamos al azul. Usted con sus curiosidades, con sus suposiciones, me estaba
haciendo olvidar la orden que tenía de llevarla a aquel plano.
Y Estrella notó que el pensamiento de Benjamín le traía al suyo, junto con la
idea, la sensación de que se sonreía al referirse a su falta de memoria. Cómo
era que allí, con aquellos cuerpos sin facciones humanas demarcadas, con
aquellos cuerpos como nubes vaporosas saturadas de purísima luz blanca,
podían existir la risa y la expresión como de gesto? Jamas comprendería ella
estos fenómenos mientras la idea de la forma humana le acompañara hasta
aquellas regiones como el reflejo o el aliento de su cuerpo. Y de tal manera
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SESION 19
E sta noche, contra el temor que todos teníamos de que continuaran las
intervenciones de entidades astrales, que tan poco tranquilos nos
traían, Estrella encontró a los ojos de su espíritu vacío el salón y pudo,
sin obstáculos, hacer el llamamiento a su instructor. Y casi inmediatamente, en
las profundidades del espacio que penetra su vista ve descender la forma
blanca de un espíritu que no tarda en llegar al salón.
Estrella.—Ese saludo que usted me da no quiero trasmitirlo a mis compañeros
porque aún cuando es verdad que ante mis ojos espirituales tengo la blancura
de su cuerpo que me garantiza su evolución y las vibraciones que emanan de
su presencia me traen ese bienestar indescriptible que me es tan conocido, yo
necesito darle un nombre humano que acompañe sus palabras.
Apenas formulada esta exigencia, la entidad la entidad la satisface y sabemos
por la médium que se trata de Benjamín Peña, siempre con su sombrero de
campana y su vestido gris que tantos comentarios picantes le sugieren a
Estrella.
Benjamín.—Qué exigencia la suya tan humana. Siempre a pedir que se le
muestre la forma del hombre, con sus facciones, el color de la piel y el gesto
característico, como si aquello fuera la mejor garantía. Así son todos: no
quieren ser engañados en sus investigaciones de la verdad, y cuando ella se les
presenta más pura, con su más pulida faceta, esto no los convence sino que
piden precisamente el retorno a la ficción, a la forma ilusoria. Así, con mi
aspecto humano, yo no soy yo sino una apariencia de lo que fui, es decir, de
otra apariencia. La humanidad apegada a la forma física, solo juzga al hombre
por la corrección o por la incorrección de las facciones y no piensa que ello no
es sino la sombra del verdadero hombre que va por dentro con sus deseos, sus
ambiciones o sus sacrificios y sus noblezas.
Estrella.—Hoy vino serio, casi bravo, según el preámbulo. Por qué vino
entonces primero y no dejó que nuestro Guía bajara adelante?
Benjamín.—Esa es otra ilusión suya, la de creer que, porque usted no ve al Guía
él no está aquí. Le ocurre como a esos materialistas que no creen en la
existencia del espíritu precisamente porque ellos no operan el milagro de dejar
de ser tales espíritus y convertirse en algo denso para que ellos lo vean! Por lo
visto, el provecho de las enseñanzas, a lo menos con referencia a la médium
no va siendo mucho.
Estrella.—Yo no soy médium ni me gusta que me llamen así. Pero donde está
nuestro Guía?
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Y Estrella lo busca afanosamente por toda la pieza sin que logre dar con él,
hasta que voluntariamente se le hace visible a su lado. La mira con cariño, le
sonríe y la invita a que nos salude en su nombre advirtiéndonos que, desde
antes de la sesión está en el Centro a fin de enseñar al espíritu de Estrella a que
salga del cuerpo denso sin necesidad de la hipnosis dando así a comprender al
evocador que ya su fuerza no obra en todo el radio que pudiera suponerse.
Efectivamente, el evocador venía observando desde varias sesiones anteriores
una docilidad extraordinaria en la materia de Estrella a tal extremo que no le
exigía ningún esfuerzo de pensamiento para obtener lo que él creía su
dominio. Sin embargo el Guía le ordenó que no por esto suprimiera los pases
acostumbrados sobre la cabeza de la médium.
Mientras el Guía entretiene nuestra atención con las anteriores explicaciones,
Estrella ha descubierto que otro espíritu atraviesa el espacio y parece descender
hacia el Centro. Y el que desciende es blanco también.
El Guía.--Sí, es R.C., ya conocido en este lugar, y además, de él, vendrán otros
esta noche. Vendrá también F.C.
F.C., en su última encarnación fue amigo de varios de los asistentes al Centro
y especialmente del evocador, a quien distinguió con un cariño especial.
Estrella.—Nuestro Guía, así como viene ahora el espíritu de R.C., despacio,
como cae dejándose llevar por el viento un pluma de garza, así le veía
descender a mi aposento en aquellas noches en que me daba miedo antes de
dormirme. Bajaba como hasta la altura del techo de mi pieza y su presencia me
dejaba tan tranquila que inmediatamente me dormía. Yo sabía que con él
estaba protegida contra cualquier impertinencia de los poco evolucionados. Y
no vendrán mas que estos dos blancos?
El Guía.—Vendrán, además, un azul pálido que es M.H., hermana de la señora
A., quien ya vino otra vez al Centro como ustedes recordarán, y un azul medio
cuya última encarnación debe permanecer en secreto por ahora.
Lentamente y espiados por el ojo curioso y escrutador de la médium, van
llegando al salón de sesiones las entidades anunciadas, que conservan su forma
astral a pesar de las insinuaciones de Estrella para que la cambien por la
humana. El espíritu azul medio es el que llega último y a diferencia de los
otros que hicieron llegar inmediatamente su saludo a los asistentes, éste
permanece callado, a distancia de los otros y en actitud de respetuoso
recogimiento, según las descripciones que Estrella nos va dando de la escena.
¿Quién será este azul medio? Desde su llegada, Estrella se ha mostrado
inquieta, pero inútiles han sido sus esfuerzos para romper el incógnito del
espíritu y para explicarse ella misma su intranquilidad.
El espíritu de F.C., es el primero que habla. Ha venido para corresponder a un
deseo íntimo del evocador, quien al saber que se encontraba en el plano
blanco, quiso—aún cuando no llegó a expresárselo al Guía—recibirlo una
noche en el Centro. Refiere también que, durante su última vida humana, en
su afán de buscar las verdades superiores, se asomó a los dinteles del
espiritismo y que manifestaciones poco gratas lo habían apartado de la
experimentación, como de una practica demasiado peligrosa. Aconsejó
insistentemente a todos los miembros del Centro que hicieran siempre los
esfuerzos que estuvieran a su alcance para apartar de esta senda a todos los
que estuvieran en ella, ya que nosotros sabíamos, por las enseñanzas que se
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la bondad irradian intensa luz, luz que mis ojos espirituales no podrían resistir
en todo su fulgor y que usted opaca siempre por ternura hacia mi debilidad de
evolución; la promueve usted que me ha enseñado la serie de los mundos
hasta el blanco, ese mundo de nieve luminosa donde no hay sino amor, y
tengo que aceptar, como lo hago de todo corazón, que este gran dolor que
veo asomar es hijo de un propósito de bien y lo acepto, nuestro Guía.
Y ahora, Mercedes, hable usted.
Mercedes.—Yo soy la madre de Carlos.
Estrella.—Sí, demasiado lo sé, claro que me lo está diciendo su forma humana
que no he olvidado todavía, como no puedo olvidar que a su hijo debo la
mayor desgracia de mi vida. Y al escucharme esto, no crea usted que mis
palabras son frutos del rencor. Y qué desea usted? Que la ha traído a este
Centro?
Mercedes.—difícil de cumplir, lo comprendo será para usted el objeto que me
ha traído hasta aquí. Usted, que ha pasado ya por ese mundo de las almas;
usted a quien se le ha mostrado en ejemplos vivos la consecuencia de las
acciones humanas cuando van guiadas por los bajos instintos; usted que ha
visto palpable esa gran verdad, es la única que puede encaminarme a mi hijo
por este camino claro, luminoso.
Estrella sonríe amargamente escuchando la inesperada petición de madre de su
dañador.
Estrella.—Muy noble, muy de madre me parece su deseo, pero
desgraciadamente se ha equivocado de medio. Yo no soy amiga de su hijo, ni
quiero serlo. Comprendo, por el conocimiento que tengo de los sentimientos
y de los modos de obrar de Carlos, que puede estar bastante retrasada su
evolución, pero qué le vamos a hacer!
A pesar de tan fría y desconsoladora respuesta, el espíritu de Mercedes no
pierde el ánimo y como si nada supiera de las disposiciones de la médium,
prosigue en el mismo tono calmado y humilde en que ha venido hablando:
Mercedes.—Y por las mismas leyes de causa y efecto que usted conoce, el
retraso, el estancamiento de la evolución del espíritu de mi hijo se refracta en
mí porque, ahora comprendo, mis consejos, en vez de encaminarlo bien,
contribuyeron a facilitar el camino de su extravío robusteciendo en su alma las
tendencias inferiores que yo, aquí en la tierra, creía hijas de la dignidad, del
progreso, del honor.
Estrella.—Siento, Mercedes, y usted sabe que la presencia de nuestro Guía que
lee mis pensamientos verdaderos podría, si es necesario, atestiguar mi
sinceridad, siento sus sufrimientos y comprendo perfectamente que ellos son
la consecuencia de sus actos humanos como madre de Carlos, pero usted
sabrá también que el acto cometido por él y que marcó por su voluntad un
rumbo a mi vida, son de los que detienen la evolución de un espíritu y que,
para reanudar el camino, son bastante difíciles los medios. Por lo menos, creo
que no están en mis manos.
Mercedes.—Yo quisiera tan solo, que Carlos concurriera a una reunión a este
Centro.
Estrella.—Eso ya no corresponde a mi radio de acción. Nuestro Guía, y quien
a él le ordena, son los únicos llamados a abrir las puertas de este templo de la
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verdad. Además, franca como he de ser, no quiero hacer nada por su hijo. No
sé si esto que acabo de decirle sea el producto de un impulso de mi materia o
provenga de mi espíritu; aquí no distingo bien; pero provenga de uno o de
otro, este sentimiento es ahora una realidad en mí. Con qué fin, por otra parte,
se empeña usted en que Carlos concurra a las sesiones? Usted sabe
perfectamente que de las cosas que aquí se tratan, no tiene él la menor idea, no
le han preocupado porque su vida ha pasado por sobre la superficie, al calor
de las emociones que van repercutiendo desde fuera en sus impulsos, en sus
instintos; para él la vida consiste en trabajar algunas horas todos los días para
adquirir las monedas con que comprar el placer como compra a las mujeres,
como me quiso comprar a mí… Y con ese concepto de las finalidades de la
vida, a qué habría de venir a estas reuniones donde talvez encontraría un
motivo de burla, hijo de la ignorancia?
Ahora recuerdo que cuando empezaba el engaño de su hijo, talvez pudo haber
en él como el brote de una intención noble, pero a usted le parecí yo de una
inferioridad social degradante. A mi madre, en cambio, su hijo le pareció
bueno, noble y recto. Afortunadamente se fue de la materia antes del final y
no tuvo que cambiar de opinión. Esto no es una acusación para usted; es
historia, es como usted lo sabe y lo esta experimentando, realidad, pura y
dolorosa realidad.
Me parece, Mercedes, que a la luz de todas estas cosas, se habrá hecho el
convencimiento en usted de que si los superiores han consentido en la venida
de Carlos a este sitio, no soy, no puedo ser yo el medio de atracción.
Mercedes.—Pero si este es el único medio que me es posible ver.
Estrella.—Y al fin, qué es lo que usted desea?
Mercedes.—que le hablen de usted.
Estrella.—Yo no quiero que le hablen nunca; ni lo deseo, ni lo acepto.
El Guía abandona el silencio en que se había sumido durante este dialogo para
notificar a Estrella que, por repugnante que sea para su personalidad humana,
por doloroso que se muestre para la vida de sus recuerdos esta suplica de
Mercedes, es necesario que tome el camino que conduce a la atracción del
espíritu de su hijo.
Estrella.—Usted, nuestro Guía, de quien siempre hemos escuchado la mas pura
verdad; usted que hace el sacrificio de su ventura, de su región de luz para
venir hasta nuestro plano de sombra y de materia, me dice que debo ejercer
toda la influencia posible para que se cumpla el deseo de Mercedes.
Comparando, si cabe esta comparación, su sacrificio y el mío, qué pequeño es
en verdad el que se me exige. Lo haré, nuestro Guía.
Y luego volviéndose hacia el espíritu de Mercedes, que permanece frente a ella
esperando ansioso el resultado de su petición:
Estrella.—Ya acaba de oír usted la declaración que le he hecho a nuestro Guía,
pero su exigencia de que Carlos venga aquí me parece demasiado peligrosa.
Usted sabe que él vive con los amigos de su oficio, ninguno de los cuales es
siquiera conocido de los señores que componen esta reunión; sabe también
que en el ambiente en que vive su hijo estas cosas elevadas del espíritu no
tienen cabida y que, al escucharlas él y trasmitirlas luego a sus amigos, serían
motivo de burdos comentarios, producto natural de la ignorancia de la vida
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superior en que pasan sus años. Sería mejor, se me ocurre, que en lugar de que
Carlos viniera a este Centro, nos diera usted el mensaje que trae para él, y por
carta o personalmente algunos de los miembros del Centro se lo darían a
conocer. Así, no cree usted que hallaría la calma de su espíritu a la vez que el
de su hijo, si ha de mejorar las condiciones espirituales en que se encuentra,
encontraría la ocasión de hacerlo? Porque usted procurará que ese mensaje
lleve de tal modo claro su sello, que él no dude nunca de la fuente de su
procedencia. Nada le diga en ese mensaje de mí, porque no lo deseo, ni lo
busco; háblele de la necesidad de cambiar el rumbo de la vida para evitar el
estancamiento de la evolución.; dígale, si quiere, de sus padecimientos en el
astral por haber contribuido usted, con sus humanos conceptos, a la idea que
él tiene de la insignificancia de engañar a una mujer y marcarle, con la astucia
de un vil engaño, un camino de años de vergüenza y de dolor. Porque yo
como todas quería una vida pura, aspiraba a una existencia honrada y jamas
pensé en ofender a Dios con mi pecado.
El Guía.—No, Estrella, usted se equivoca en su última afirmación. A Dios no
le puede nadie ofender como tal con ninguno de sus actos; el ofendido en
todos los casos, el dañado, es el espíritu de quien los comete. Aparte usted de
sí esa idea errónea y grave que no tiene justificación sino en la ignorancia de
un espíritu nada adelantado. Todos los errores—que no son otra cosa lo que
llaman pecado—son producto de la poca evolución del espíritu y
precisamente él esta aquí, atado a su cuerpo de materia densa, para distinguir
la verdad y abandonarlos.
Estrella.—Está bien, nuestro Guía; trataré de reformar, de extirpar esta idea tan
arraigada en nuestra humana conciencia por la educación recibida. Y
volviendo al asunto del espíritu de Mercedes, cómo pretende que venga aquí
su hijo si ni siquiera sabemos que grado de evolución tiene?
Luego sin esperar respuesta del Guía, interrogo a Mercedes.
Estrella.—Y no encuentra usted en su plano otro medio para hacer regresar a
su hijo al buen camino de su perfeccionamiento interior? Yo creo que allá un
espíritu que siente tan nobles aspiraciones cuenta con multitud de medios para
realizarlas. Por qué no busca usted otro menos penoso y quizá mas fácil?
Mercedes.—Es verdad que en mi plano tenemos mucho medios para realizar
el bien, como los tienen los humanos aquí en la tierra, pero es cierto también
– y en esto talvez no ha meditado usted cuando me formula esa propuesta—
que esos medios se ponen a nuestro alcance según los efectos de nuestros
actos, que son origen de la necesidad de una reparación; según mi caso, se
pueden utilizar estos medios en la medida en que la justicia debe obrar en
nosotros, y yo no encuentro otro que este que he venido a buscar.
Estrella.—Difícil, muy difícil ha sido el camino que ha encontrado abierto para
sus propósitos, Mercedes. Conozco a su hijo; sé el torbellino de vida material
que lo lleva, que lo envuelve hasta enceguecerlo, y me parece escuchar sus
comentarios burlones a su conferencia si es que nuestro Guía permite que
llegue él a penetrar en este salón consagrado como templo puro de la verdad,
de una verdad que necesita, en los que la escuchan, tener muy abiertos los
oídos interiores. El no aceptará jamas que las palabras que mi materia
dormida pronuncien sean la fiel reproducción del pensamiento de la que fue
su madre. Y pondrá de mofa al Centro a donde lo trajo su insistencia y a
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superiores han convenido en satisfacer el deseo de este espíritu para que venga
al Centro a obtener la concurrencia de su hijo, la habrán visto provechosa. No
lo cree usted así?
Estrella.—Seguramente, nuestro Guía, ya que usted acaba de decirme que este
deseo de Mercedes tiene tan alta aprobación, y no seré yo la que me oponga al
cumplimiento de esa voluntad; pero deseo suplicarle una cosa nuestro Guía:
que de mí nada se le diga porque no lo quiero. Bien sabe nuestro Guía que hoy
mas que nunca conozco el camino de mi espíritu y las fuentes en las que debo
buscar mi perfeccionamiento, y que todo el bien que yo pueda hacer a las
demás almas lo haré sin necesidad de que la mía tuerza su camino.
El Guía.—Y sin embargo es necesario que se le hable de usted porque
precisamente es usted el punto de partida de ese estancamiento que sufre la
evolución de ese espíritu. Comprendo perfectamente la verdad de sus
declaraciones y sé que en realidad nada quiere usted tener en esta vida humana
de común con tal hombre; pero esos sentimientos, que nacen de un falso
concepto que los pueblos tienen de la dignidad y del honor, debe vencerlos, y
si llega usted a comprender que la luz de su espíritu puede ser la única que
tiene la potencia necesaria para iluminar el camino de oscuridad un hermano,
debe abandonar el suyo y unirse a esa marcha dolorosa del compañero para
hacerle posible, mas pronto, el fin de la jornada. Esa es la ley que comprenden
los espíritus de su clase. Eso es lo que usted ha aprendido en sus
peregrinaciones astrales y a la luz blanca brillante que ilumina el plano blanco.
Mientras el Guía habla, de los ojos cerrados de la médium brotan, lentamente,
lágrimas que le surcan el rostro impasible, donde ni la mas leve contracción
que acompaña al llanto se ha insinuado siquiera. Son el fruto de una lucha
muda, imponente entre el espíritu que mira su cuerpo a poca distancia, libre y
dominador en su conciencia superior, y la carne que enamorada de su
compañero celeste le rinde, como tributo noble, el sagrario de sus minúsculos
orgullos, de sus fantásticas dignidades. El yo y el no—yo frente a frente, la luz
y la sombra que luchan por ser luz, la humanidad y la divinidad en su eterno,
misterioso y sublime abrazo.
Estrella.—Bien; nuestro Guía: aquí está mi espíritu listo, pero ayúdelo a obrar
porque si mi materia dormida es dócil, en vigilia talvez se revele y triunfe.
El Guía.—No triunfará si el espíritu quiere. Habrá lucha, pero es ella la esencia
de este plano de materia; pero esa lucha es precisamente la madre del triunfo,
como es la conciencia esplendente del espíritu hija de la manifestación
material. Epopeya grandiosa cuya magnitud necesita cumbres insospechadas
para contemplarla. Usted triunfará. Estrella, y mi espíritu y el de todos sus
compañeros le ayudarán en la medida de la conveniencia, de la justicia. No
olvide que a nadie le es negado lo que se merece y que todo viene en el
instante mismo que marca el ritmo de la justicia.
Estrella.—Pero he de ser yo, precisamente, la que le lleve a Carlos el mensaje
de su madre y le invite a concurrir a las sesiones? Y créame, nuestro Guía, que
no me negaría a ese sacrificio si fuera necesario hacerlo, pero se me ocurre que
la tragedia de la vida que hay entre los dos, me sitúa en un terreno impropicio.
El Guía.—No; será uno de los asistentes al Centro a quien encomendaré esa
misión. El habrá de esperar cerca de la fabrica donde trabaja Carlos, la hora de
salida para el descanso el día fijado, y con prudencia suma, con toda la
seriedad que el caso exige, le hablará de lo que esta noche ha ocurrido
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El Guía.—No critique usted a los demás; abandone esa tendencia tan común y
de tan malas consecuencias, de juzgar las intenciones ajenas. El espíritu de ese
…….. a quien usted muy……. Recurrió, no es capaz de obrar de otra manera.
Todo en la humanidad se hace conforme a la evolución, pero nadie esta en el
derecho de abrogarse las funciones de la ley. Cada cual responde ante sí
mismo de sus actos, de sus pensamientos y de sus deseos, sin que haya
necesidad de que otros los califiquen y se den a cavilar sobre las sanciones que
esto o lo otro merezcan. Si los hombres volvieran sobre sí mismos ese criterio
que usan para el hermano, pronto sentirían crecer su evolución como copo de
espuma. Bastante tiene ya el hombre con el trabajo de conocerse a sí mismo
para que dilapide la mayor parte de sus años en la tarea de mirar y pesar lo que
ocurre a su alrededor. Y no se diga que esta doctrina es nueva: que esta
advertencia se da por primera vez; todas las religiones del mundo, como hijas
del mismo misterioso tronco, la llevan como capital precepto; verdaderamente
hay muchos que teniendo ojos no ven y llevando oídos no quieren oír.
Estrella.—Bien, nuestro Guía; comprendo perfectamente que he obrado mal
juzgando los actos ajenos, precisamente porque me parecen censurables, pero
no sé cómo pueda acallarse esa voz interior que habla impetuosa,
irresistiblemente en presencia de la iniquidad.
El Guía.—Esa voz que parece mostrarse con la careta del espíritu de la justicia
no es sino la forma vigorosa de la personalidad, esa concreción de
limitaciones, de virtudes sin pulir, rudas y ásperas como el metal en la mina. Se
ha dicho por los pensadores humanos que la bondad es el perfume del
conocimiento. La mente que ha penetrado en los secretos de la evolución,
sabe que el veneno usado en cierta cantidad mata la vida física, y usado en
otra, la vigoriza y la estimula. La evolución es en este caso la cantidad de la
virtud y por eso en ella asume tan extraños y antagónicos efectos. Todo en la
naturaleza, todo en el infinito asume dual aspecto según la proporción, el
impulso directo, la intención, y así es como lo que conocemos en el mundo
terreno como mal no es sino el engendro del espíritu evolucionante. Las otras
son los hombres y éstos siguen, por ley de casualidad, el sendero trazado por
sus obras. Pero a la profundidad de este conocimiento nadie puede llevar a
nadie, sino que cada cual ha de llegar a él por propio esfuerzo; lo que mas cabe
en los adelantados es el fomento del estímulo de las buenas ideas, de los rectos
propósitos.
Estrella.—Procuraré tener siempre presente esta lección que acaba de darme,
aún cuando comprendo que todo su alcance no esta en la capacidad de mi
comprensión humana. Y ahora, nuestro Guía, cambiemos de asunto. Cuándo
vendrán esos azules que me anunció?
El Guía.—La mortifica la curiosidad por saber sus nombres humanos y voy a
complacerla dándole el de uno de ellos: Mercedes.
Estrella.—Vuelve Mercedes? Tenía el presentimiento de que era uno de esos
espíritus. Pero a qué volverá? Sus propósitos de traer a su hijo Carlos a este
Centro me parecen irrealizables por los inconvenientes para el mismo crédito
que deben tener para todos estas enseñanzas. No le parece a usted nuestro
Guía, que cualquiera de los asistentes podría llegar a imaginarse que sea yo
quien desea esa venida con el fin de amistarme con Carlos? Y qué lejos estoy
de ese deseo y qué poco interés personal tendría para mí una reconciliación
semejante! Ayúdeme usted, nuestro Guía, si es que el espíritu de Mercedes
insiste en su capricho, a convencerlo de la inconveniencia para el Centro de tal
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concuerda con el anuncio que nuestro Guía me ha hecho de que conoceré esa
ciudad.
El Guía nada contesta al problema que le plantea su discípula y el silencio que
se hace entre los dos es aprovechado por evocador para preguntar a Benjamín,
hasta qué grado de evolución les es permitido a los espíritus materializarse.
Benjamín.—Los espíritus pueden materializarse—o mejor, les es permitido—
hasta el grado azul medio.
El evocador.—Puede un espíritu obtener del Ordenador permiso para
materializarse, no para satisfacer curiosidad ni investigaciones científicas, sino
para llevar a un encarnado al conocimiento de la verdad con relación a la
supervivencia?
Benjamín.—Ya veo la intención que lo lleva a formular esa pregunta.
El evocador.—Comprendo perfectamente que la conozca, pero deseo su
respuesta.
Benjamín.—Muy raros son los casos en que el Ordenador autoriza esas
materializaciones de espíritus de un grado superior al ya dicho.
El evocador.—Otra pregunta quisiera yo que Benjamín me absolviera esta
noche: se nos ha enseñado por nuestro Guía que los espíritus del plano
blancos son los encargados para recibir a los que desencarnan. No habrá casos
en que ese blanco pueda ser sustituido por uno de superior evolución?
Benjamín.—Está usted esta noche, como dicen por ahí, por la negativa. Son
raros, rarísimos por no decirle que no ocurren, los casos de que usted me
habla. Además del blanco pueden concurrir a una desencarnación otros del
astral que ya hayan sido en su última vida humana amigos íntimos o familiares
del que abandona el cuerpo material.
Benjamín corta las posibilidades de mas preguntas del evocador pidiéndole a
Estrella que le haga una lista verbal de los asistentes al Centro esta noche.
Estrella.—Pero cómo quiere usted que lo complazca si nuestro Guía no me los
deja ver?
El Guía es quien corta el nuevo dialogo para advertir a su discípula que ya
descienden los azules, como evidentemente lo confirma su casi inmediata
presencia en el Centro anunciada por Estrella.
El primero de los azules toma forma humana y la médium anuncia que es el
espíritu de la hermana de nuestra compañera de investigaciones, en cuya casa
trabajamos. Hablan largamente, en afectuoso tono sobre las maneras de
evolución seguidas por nuestra amiga; le da saludables consejos para avanzar
en el perfeccionamiento del espíritu y se despide. No quedan detalles de esta
conversación porque solo tienen ellos un interés particular.
El segundo espíritu es el de la que fue madre de Estrella, y al contemplar su
forma humana se extraña de hallarla pálida, como estuvo en los últimos días
de la enfermedad con que terminó su vida física. La escena es por demás
emocionante. Estrella tiene el presentimiento de que el espíritu que tiene
delante se fue de la tierra ofendido por su conducta, y para indagarlo procede
con cautela preguntándole si conoce a su pequeño. La madre sonríe ante el
recurso; le declara que lo conoce, que le agrada mucho. Le agrega luego, yendo
al fondo de la intención de la médium, que evidentemente en su vida terrena le
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mismo que clama. Le he demostrado los dos senderos: el que usted hizo, con
mi hijo, en la vida pasada, y el que puede hacer hoy. En su libertad está
adoptar cualquiera de los dos.
Estrella.—la amistad entre su hijo y yo es imposible, Mercedes; no convendría
a él ni a mí; además, las gentes que saben esa vieja historia interpretarían
nuestra amistad de un modo torcido, insoportable. Créame, Mercedes, que de
corazón le he perdonado y que pediré por su espíritu a los superiores para que
le guíen pronto a su mayor evolución. Yo creo que esto basta.
Mercedes.—Juzga usted a mi hijo con sentimientos que no tiene. El no vería
en su acercamiento ni una humillación, ni una intención torcida. Por qué no le
pregunta usted ahora si él cree estar cumpliendo con el deber de escribirle a su
hermano?
Estrella.—Pero como se le ocurre que tenga yo manera de hacerle esa
interrogación si él está tan lejos y yo aún cuando quisiera, no podría hacerle
llegar mi voz?
En ese momento el Guía hace que la vista psíquica de la médium distinga a los
concurrentes a la sesión entre quienes se encuentra Carlos, colocado
precisamente frente a ella.
Estrella.—Cómo nuestro Guía! Yo estoy viendo aquí a Carlos. Será cierto que
es él o que Mercedes, para probar mis propósitos, ha conseguido de los
superiores hacérmelo ver?
El Guía.—No hay engaño ninguno en lo que usted ve; Carlos está ahí y usted
debe obedecer a la insinuación que el espíritu de Mercedes le ha hecho; debe
trasmitir a Carlos la pregunta sobre el asunto de la correspondencia entre él y
su hermano.
La pregunta no tiene en si nada que pueda lastimar los sentimientos humanos
de la médium, pero ésta vacila. La lucha dura unos segundos hasta que al fin
las palabras brotan de sus labios como arrancadas una a una.
Carlos, que contempla silencioso esta escena, responde inmediatamente que
en realidad las relaciones epistolares con su hermano no han tenido la
frecuencia debida, pero que ante el reclamo que le formula el espíritu de su
madre, tratará de expresar esa indolencia.
Ya ha pasado el punto mas grave y ahora se entabla un dialogo entre el
espíritu de Mercedes y su hijo sobre asuntos relacionados con intimidades de
sus vidas en pasados años, cuando ella vivía sobre la tierra. Se ve el propósito
del espíritu de la madre por identificarse ante su hijo; por su carácter
reservado su dialogo no tiene cabida en estas páginas. La escena es de enorme
interés, de gran emoción. Estrella, dócil ya a su papel, trasmite pausadamente
preguntas y respuestas y se ve comprobando que su materia no esta actuando
en plena conciencia de su personalidad porque, sin rechazarse, como otras
veces, repite frases en su elogio que su humildad, mas que probada, no
hubiera consentido.
Terminada esta entrevista, se van del Centro a sus lejanos mundos, los
espíritus de la que fueron madres de Carlos y de Estrella y el evocador advierte
a aquél que puede retirarse de la sesión, y si fuere necesaria su asistencia a la
próxima se le avisaría oportunamente.
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herencia de sus habitantes! Pero ese estado dura hasta que les llegue el
momento de reencarnar?
Benjamín.—No; por lo general esos estados de oscuridad no se prolongan
mucho tiempo. Los espíritus superiores de cada plano, auxiliados por el
Consejo respectivo, emprenden el trabajo de despertar esas conciencias
dormidas hasta que, poco a poco, según las disposiciones d cada ego para
evolucionar, van distinguiendo la luz de su nuevo mundo. La duración de ese
estado queda como todo, a la voluntad del espíritu evolucionante. Ahora, con
respecto al sufrimiento que tengan, no puede calificarse de tal aun cuando su
estado no pueda tampoco llamarse de felicidad.
Estrella.—Veo, Benjamín, que ahora no viene ninguno de los azules a
entenderse conmigo y este tiempo podríamos dedicarlo a que me llevara usted
al Ascensor Blanco Astral. Estando allí los dos pudiera suceder que le llegara
una orden para que fuéramos al sitio donde reside nuestro Guía. Usted no
sabe, Benjamín, como anhela mi espíritu llegar al conocimiento de ese sitio.!
Benjamín.—Presentía ya su propuesta, pero es completamente inútil. Créame
que si tal autorización partiera del Ordenador, no vendría a mí sino al Guía
que es el comisionado para dictar estas enseñanzas.
Estrella.—Comprendo esa razón y nada le discuto, pero tal vez otro deseo que
me asiste me lo pudiera satisfacer: en uno de tantos viajes que hago a los
planos, que me dejaran apreciar una a una las regiones que recorro; que por
ejemplo, al abandonar la tierra la viera como se va alejando y contemplara
también el conjunto de los mundos que habitan otras regiones del espacio.
Qué interesante y qué instructivo sería esto para mi espíritu!
Benjamín.—No es de poca magnitud su deseo, y no se si podrá conseguirlo;
pero en todo caso la exigencia debe hacérsela al Guía por la misma razón que
acabo de exponerle hace un momento.
En este instante un azul medio se acerca a Estrella y la saluda por su nombre
con muestras de afecto.
Estrella.—Oyó usted Benjamín, lo que acaba de decirme este azul? He
observado que son varios los que me hablan usando mi nombre humano
como si me vieran en cuerpo material. Será que este fenómeno ocurre, como
tantos otros, sin que yo lo perciba?
Benjamín.—No es que la vean a usted en su cuerpo terrenal sino que,
informados por la misma orden del Consejo que los autoriza para acercársele,
saben ellos su nombre y también que su espíritu esta encarnado.
Estrella se desentiende un poco de Benjamín para averiguar con qué objeto el
azul ha venido a buscarla.
Estrella.—Hace rato que lo vi a usted dirigirse hacia este sitio. Por qué causa
venía tan despacio?
El azul.—Fue la orden que recibí: la de no precipitar mi acercamiento,
seguramente para que terminara usted algún trabajo. No me lo decía así la
orden, sino que lo supongo.
Estrella.—Muy bien; efectivamente tenía algún trabajo hasta hace poco. Y
ahora dígame: qué hacía usted cuando recibió la orden de buscarme?
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LA CIUDAD DE DIOS
" LA VIDA Y LA EVOLUCION DE LOS ESPIRITUS
EN LOS PLANOS ASTRALES"
BLAS HERNANDEZ O.
M. S. T.
Tomo 2
PRIMERA EDICION
BUCARAMANGA
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Y el espíritu azul, sin esperar réplica alguna abandonó el Centro. Estrella le vio
perderse, como se deshace una figura de humo en la lejanía misteriosa del
espacio.
Estrella.—Nuestro Guía, por qué me diría eso el espíritu de mi madre? Yo no
quiero tener ni un recuerdo siquiera de ese porvenir que me proyectó una
noche Mercedes.
El Guía.—Sin embargo ese recuerdo lo tendrá hasta el día en que busque la
manera que le ha sido indicada para evitarlo. Ya sabe usted que en sus manos
está trazar el camino que su espíritu debe recorrer mañana.
Como Estrella ha tenido durante el tiempo que llevamos de la sesión un
violento trabajo, el Guía indica al evocador la conveniencia de despertarla para
que descanse un poco, agregando que Carlos debe retirarse a otra habitación
para que la médium no se de cuenta de su presencia, pues aquello podría
impresionarla en demasía. Así se realizó todo.
Al reintegrarse a su conciencia ordinaria, Estrella se muestra tan nerviosa, que
a pesar de la presencia de los compañeros, no puede contener el llanto.
Interrogada por el evocador sobre el motivo de la pena, declara que ella no lo
sabe precisamente. Siento—dice—una profunda tristeza por algo que no
conozco, que me va a sobrevenir tal vez. Para calmar esta agitación y de
acuerdo con instrucciones espirituales del Guía, el evocador le hace tomar un
poco de agua a la que se le han puesto diez gotas de éter. Transcurrida una
media hora y ya bien calmada Estrella, reanudamos el trabajo de la noche y se
hace regresar a Carlos al salón.
Frente a la médium está el espíritu de Mercedes. Ha venido seguramente hace
algunos momentos, sin formula de saludo se dirige inmediatamente a Estrella.
Mercedes.—He venido a causa de que, a pesar de sus promesas, parece que
usted se resiste a satisfacer mis ruegos.
Estrella.—Usted me dijo, en la última ocasión, que para facilitar la solución de
ese delicado asunto que trae entre manos, iba a dictarme algunas cosas para
que, por escrito, las trasmitiera a su hijo. El sistema no me parece malo y
dispuesta estoy a trasmitir al apuntador del Centro lo que usted quiera.
Mercedes.—Es inútil; el sistema, como usted dice, era bueno, pero no me
sirve ya porque mi hijo sabe lo que pensaba decirle en aquella comunicación.
Estrella.—De manera que, sabiendo ya su hijo ya todo lo que usted tenía para
decirle, su sufrimiento en el astral habrá terminado. Tal vez viene usted ahora
para comunicarme esta buena noticia?
Mercedes.—Se equivoca. Creo haberle dicho a usted, en alguna de nuestras
entrevistas, que solamente cuando mi hijo, enmendando la falta cometida,
pueda continuar su evolución, solo entonces mi espíritu quedará tranquilo allá
en su plano.
Estrella.—Cuánto siento, Mercedes, que sus padecimientos tengan tan pocas
probabilidades de terminar pronto! Ya sabrá usted que su hijo duda de su
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presencia en este sitio. El cree que todo lo que escuchó de mis labios la vez
que concurrió al Centro, fue una invención mía para atraerlo, y lo cree así
porque está muy lejos de saber cuán poco deseo yo esa atracción. Y créame
Mercedes, que me duele la incredulidad de su hijo por usted, a quien yo
deseara ver feliz en su plano, preocupada únicamente por la realización de su
perfeccionamiento.
Mercedes.—Perdóname si juzgo muy pequeño ese deseo suyo por mi
descanso ya que, si fuera él tan intenso como usted dice, habría sacrificado ese
poquito de orgullo que le impide acercarse a mi hijo y buscar su amistad. Es
cierto que él ha dudado de mi presencia, pero esto no debe extrañarla porque
él nada sabía de la posibilidad de una comunicación con los que en la tierra se
llaman muertos. Su sorpresa fue grande créamelo, esa noche. Luego vino la
reflexión, saltaron a su memoria las enseñanzas religiosas que, como usted
sabe, niega esta verdad y atribuyen las comunicaciones espiritistas a
intervención de los demonios a al fraude de los médium. Como está tan
desacreditado en su existencia, mi hijo resolvió aceptar la última hipótesis y
creyó en el fingimiento suyo. Los compañeros de trabajo, tan ignorantes como
él en estas ciencias acabaron de afirmarlo en sus suposiciones.
Estrella.—Muy racionales son evidentemente las causas que explican la actitud
de su hijo y la acepto así. Todavía mas: le prometo olvidar la ofensa que me ha
hecho al creerme una farsante y el ridículo a que me ha sometido en estos días
con mis compañeros de fábrica; pero todo esto no basta para llegar al
resultado que usted se propone. Si él cree todas esas cosas de mí, si él está
seguro de su conciencia y en su fe de que usted no ha venido a este Centro ni
puede venir, que objeto hay en que yo busque su amistad? En verdad que no
lo alcanzo a sospechar.
Mercedes.—No me es permitido, Estrella, revelarle a usted las finalidades
últimas de mi propósito, pero si en las horas tranquilas de su vida, hoy o
mañana, medita usted en lo que recuerde de nuestra entrevista, muy poco
tardará en intuir esa finalidad.
Estrella.—Bueno, Mercedes: usted me ha dicho que sufre, que su espíritu no
tendrá paz allá en su plano mientras yo no haya realizado mi amistad con su
hijo. Yo lo haré, no importa el sacrificio que aquello me cueste, ya que solo el
recuerdo de que en su plano azul hay un espíritu mas que goza de tranquilidad,
me curara del dolor de mi humillación, se lo prometo, Mercedes.
Mercedes.—Comprendo que están ya fastidiados con mi presencia. Me voy.
Gracias, Estrella por su promesa, que mucho consuelo me deja para llevarme a
mi plano.
La alusión de Mercedes al fastidio por su presencia se refería casi a todos
nosotros. Evidentemente la insistencia, en larguísimos diálogos, de aquel
espíritu para obtener un favor espiritual para su hijo había llegado a
molestarnos pues comprendíamos que debido a esto las enseñanzas del Guía
sobre asuntos astrales se habían suspendido. Mas tarde al penetrar un poco
más en la filosofía que se nos estaba enseñando, nos avergonzamos de aquella
sensación. Y era que entonces se nos escapaba toda la grandeza del espíritu
humano y la trascendencia sin medida de todo esfuerzo que vaya a conseguir
su avance. Entonces creíamos nosotros, ignorando la unidad indisoluble del
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y allá espíritus que van y vienen en diversas direcciones ejecutando las órdenes
que instante por instante parten del centro de gobierno.
Estrella.—Cada vez que contemplo los planos me doy mejor idea de la
inmensidad de su extensión.
El Guía.—Así es en realidad. Cada uno de estos mundos es mucho mas
grande que la tierra.
El diálogo fue interrumpido por la venida de un espíritu gris oscuro que
saludó a Estrella.
Estrella,--Puede decirme usted qué nombre llevó en la tierra en su última
encarnación?
El gris oscuro.—Sí, como no: me llamé Laureano Ordóñez.
Estrella.—Yo no recuerdo haberlo conocido, por consiguiente, no sospecho el
objetivo que lo traiga a saludarme.
El gris oscuro.—Puede ser; solamente el de cumplir con una orden que he
recibido del Consejo.
Estrella.—Muy bien. Y cuál es esa orden?
El gris oscuro.—Enseñarle el plano inferior.
Estrella.—Poco agradable es su invitación, pero es necesario que usted cumpla
la orden recibida. Vamos.
Como en otras ocasiones, una vez en el sitio conveniente, el gris descorre esa
especie de pesada puerta e invita a Estrella a que mire con él el terrible
espectáculo. Estrella distingue, allá entre esa luz espesa, color de sangre, dos
espíritus, el uno frente al otro, en actitud agresiva. Los pensamientos que
emiten aquellas dos entidades llegan hasta ella y colige son madre e hija. Esta
última culpa a su madre de todos los extravíos de su vida y, por consiguiente,
de su fracaso en la evolución durante esos años de vida terrena. Es el
tremendo drama humano, doloroso, desesperante, que se prolonga en los
mundos astrales con toda su crudeza.
Estrella se aparta con horror de aquel cuadro y ordena al gris que cubra la
visión, lo que este realiza inmediatamente.
Estrella.—Ahora hablemos un poco los dos. De qué color ve usted mi
espíritu?
El gris oscuro.—Lo veo distinto al mío, pero no sabría decirle de qué color.
Estrella quería seguir interrogándolo, pero el gris oscuro le manifestó que debía
abandonarla para cumplir otra orden del Consejo que acababa de llegarle. Pero
no la deja sola porque un gris pálido venía a reemplazarlo a su lado.
El gris pálido.—Quisiera saber yo por qué esta usted aquí.
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Un descuido de Estrella.
Críticas al evocador.
Una conferencia privada.
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Estrella.—Yo como que no le creo bien a usted, Benjamín, porque gusta mucho
de chancearse conmigo. Además, no he cometido ninguna imprudencia, que
recuerde. Me siento, en verdad, como con ánimo decaído, pero esto no ha
sido obstáculo en otras ocasiones para que nuestro Guía pueda dictar sus
enseñanzas. Tendré fuerzas, Benjamín, porque tengo entusiasmo, porque tengo
deseos de aprender tantas cosas que todavía ignoro de eso mundos astrales.
Sobre todo del blanco, de ese plano que ya no pertenece al astral y donde mi
espíritu tiene la sensación de que la tierra es un mundo tan lejano que no me
alcanzan sus dolores desgarradores ni sus alegrías que fatigan y desgastan, si
no más, a lo menos tanto como el mismo dolor. En los planos astrales, si es
verdad que no me siento con pena, tengo en cambio la sensación de la
materia que dejo en esta silla al irme, y me parece que mi cuerpo y que la tierra
misma son como dos inmensas pupilas que me miran, me siguen en el viaje. Y
esos ojos no penetran en el plano blanco porque su luz intensa, porque su
misma indescriptible blancura los ciegan. Ah! Cuántas cosa—lo he pensado
muchas veces—me quedan todavía por aprender en los planos! Hace ya meses
en que casi noche por medio los visito, en que durante horas todas esas
noches, nuestro Guía y usted me dan explicaciones, me dejan interrogar a sus
mismos habitantes, y siempre que voy sorprendo aspectos nuevos, y tan
extraordinarios que no cabe en mi razón cómo no los distinguí desde un
principio. Verdad, Benjamín, que usted al darnos esa noticia de que esta noche
por una imprudencia mía no habría trabajos, solo h querido reírse un poco de
mi decepción?
Benjamín.—A veces Estrella habla con bastante elocuencia y los asistentes
pueden llegar a creer que cuando me encargo de llevarla a los planos le doy
lecciones de oratoria; pero a pesar de todas esas certezas que acaba de decirme
y que yo apruebo, el hecho de la suspensión de los trabajos del Guía por esta
noche no es broma; él mismo, que va a llegar dentro de un instante,
confirmara mis palabras porque él mismo es quien me ha recomendado para
decirlas.
Como lo anunció Benjamín, el Guía no demoró un minuto en hacerse presente
a los ojos de la médium.
Estrella.—Nuestro Guía: Benjamín acaba de decirnos que no hay enseñanza esta
noche y me culpa a mí de ser la causa de esta interrupción. Yo creo que esas
son invenciones de él, que se viene de su plano únicamente con el propósito
de molestarme. Nuestro Guía, que es un espíritu superior, debería reprender a
Benjamín por ese modo de ser.
El Guía.—Ni Benjamín merece reprensión alguna ni los espíritus de su clase ni
los de la mía cometen actos que merezcan esas reprensiones. Por eso en
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plano está deshabitado. Son muy pocos los espíritus que transitan en el radio
que domina su vista. Será que han reencarnado muchos?—pregunta al Guía.
El Guía.—El plano está tan habitado como siempre; lo que ocurre es que nos
hallamos en una región que por ahora no atrae las actividades de la mayoría
de los azules.
Estrella habla con un azul pálido que se le acerca para manifestarle su alegría al
verla en aquel mundo en que él habita y para comunicarle que tiene
autorización para concurrir una noche más al Centro. Esta comunicación
mueve la curiosidad de la médium para identificar a su interlocutor y nos
declara que es el espíritu de la que fue hermana de una señora compañera
nuestra y asistente asidua y comprensiva a las enseñanzas del Guía.
Del azul pasan al blanco y allí el Guía le enseña que el espacio existente entre
el plano azul y el plano blanco está iluminado por la luz que viene de esos dos
mundos y que a dicho espacio van, por causas muy complejas, los espíritus
azules pálidos.
A las dos y media de la mañana el Guía se despide de nosotros, después de
convenir el día y la hora de para la próxima sesión.
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Benjamín.—Ya acabó de oír, Estella, lo que dice el Guía. Siempre sale usted
perdiendo cuando pretende hacerme quedar mal. Yo, por mi parte, me
sostengo en lo que he dicho: el Guía está bravo y tiene razón.
Estrella relata que después de esta respuesta, Benjamín se puso de pie y se
acercó a ella con los brazos en jarras y sonriéndole con burla.
Benjamín.—Ya gané mi batalla bien ganada y me di la satisfacción de verles la
pena de mejilla a frente cuando el Guía les ponía en claro tantas cosas. Ahora
me voy a mi plano a descansar de este sombrero y de esta figura de hombre
grande que no me provoca volver a ponérmela. Adiós y hasta otro
sermoncito, que no lo pierdo.
Benjamín abandona el centro entre la sonrisa de todos nosotros que gozamos
de verdad con sus chanzas y que empezamos a comprender mejor cada vez la
morosa misión que lo trae hasta nosotros, desde su plano de paz, de nieve y
de luz, a hacer el payaso durante algunas horas.
Estrella.—Se fue Benjamín. Me molesta mucho, pero siento que cada vez que
deja de venir, hay un lugar vacío en mi contento.
El Guía interrumpe los elogios que la médium pensaba seguir haciendo de
Benjamín para advertirnos que como había trascendido a muchas personas la
noticia de que en el Centro se habían resuelto algunas consultas curiosas, era
necesario suspender completamente de hoy en adelante dichas consultas, aún
cuando fueran de los mismos asistentes. Esas preguntas—agregó—tuvieron
respuesta porque lo dispuso Quien me ha enviado, pero he recibido orden
contraria y la trasmito. Si, como es casi seguro, algunas gentes van a rogarles
que obtengan del Guía del centro respuesta para esta clase de preguntas, deben
rechazar su petición tratando de hacerles comprender, de buena manera, que
el Guía de este Centro no viene, al plano de la tierra a tratar asuntos
particulares sino a traer el mensaje de verdades que se refieren a mundos
donde las almas viven sin cuerpos humanos; que lo de la tierra se aprende en
la tierra, y que para satisfacer la curiosidad deben hacer uso de la inteligencia,
instrumento apropiado al efecto.
Un asistente.—Lo que acaba de decirnos nuestro Guía me impide consultarle
sobre el significado de un sueño extraño que tuve anoche y que recuerdo más
o menos claramente.
El Guía.—Conozco su sueño. Usted estuvo en su plano y allí, recibiendo
instrucciones sobre la evolución, oyó decir que para enseñar a algunos
hombres iba a provocarse una gran tempestad. El significado de este que no
fue un sueño sino una realidad, lo comprenderá usted con el tiempo; cuando
sea el caso lo recordará perfectamente. Por ahora sea esto suficiente.
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Estrella.—Será posible, nuestro Guía, que esta noche antes de que termine la
sesión, me lleve aun cuando sea un momento al plano blanco? Hace mucho
que mi espíritu no siente aquella paz, aquella alegría y aquella claridad de
conciencia que lo empapan allí.
El Guía.—Vamos, aun cuando no creo poder enseñarle nada esta noche de
aquellas cosas que se le ocurre aprender cuando estamos allá. La llevo porque
su espíritu se fortifica y esta fuerza refluye en su materia, que mucha
reparación necesita. Pero antes de irnos, vuelvo a recomendarle la puntualidad
para tomar el remedio. Cuando se acuerde de su mal sabor, combata la
repugnancia que le inspira pensando en que las enseñanzas tendrían que
suspenderse si su salud sigue así.
En el plano blanco el Guía y Estrella se instalan en lo que ella llama los sillones.
Estrella.—todos estos espíritus que pasan frente a nosotros y nos miran con
gran cariño, sin extrañeza ni curiosidad, saben que yo no soy un habitante del
plano sino que estoy todavía encarnado?
El Guía.—Sí; todos ellos saben esta circunstancia, como saben también qué
objeto la trae a usted a este su mundo. Esto no debe asombrarla, porque como
el Consejo del plano no recibe órdenes reservadas como ocurre en el astral,
todos saben lo que se ha dispuesto con su venida.
Estrella.—Entre tanto blanco como ha pasado frente a nosotros no he podido
conocer a Benjamín. Dónde estará? Yo quisiera saludarlo y pedirle excusas por
lo que le dije allá en el Centro. Cuando estoy aquí, comprendo mejor a
Benjamín.
El Guía.—Efectivamente, no ha pasado entre tantos blancos como hemos
visto de cerca esta noche, pero ahora no lo busque porque esta ocupado.
Benjamín trabaja mucho, como todos sus compañeros.
Estrella.—Yo quisiera que en una de esas venidas que hago al plano se me
ordenara no volver a buscar a ese cuerpo que deje allá en la tierra.
El Guía.—Y no piensa en su pequeño, en ese espíritu que vive de su cariño y
de sus cuidados, y en sus compañeros de Centro, que se verían en grande
apuro para librarse de la responsabilidad que les exigiera la justicia humana?
Estrella.—Por lo que hace a mi pequeño, le digo francamente, nuestro Guía,
que no me impresiona dejarlo. Cuando estoy aquí se llena mi espíritu de tanta
fe en el poder de las inteligencias que gobiernan los mundos y que velan por
los espíritus que evolucionan sumidos en la materia humana, que se esfuman
todo eso que nosotros creemos allá debilidad y desamparo. Además, tengo la
certeza de que desde aquí podría ayudarle mejor. Por lo que respecta a mis
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Un espíritu interesante.
Estrella se entrevista con su madre en el Astral.
Benjamín y Estrella se conocieron en otras vidas.
N o hay demora alguna esta noche para principiar los trabajos, pues
apenas dormida Estrella declara que el Guía y Benjamín están en el
centro y le ordenan transmitirnos su saludo a los asistentes, saludo
que nosotros retornamos en la misma forma.
Benjamín.—Me creo en el deber imperioso de declarar, para que lo sepan los
asistentes, que mi presencia esta noche ha sido una verdadera sorpresa para
Estrella. Durante todo el día estuvo pensando en las reprensiones que hubo de
soportar la sesión anterior a causa de las rebeldías de su materia, y como este
recuerdo, naturalmente, vino acompañado de mis pronósticos, tuvo vergüenza
de la derrota sufrida y deseó ardientemente que no volviera yo a este sitio.
Pero una cosa piensan los médiums y otra los espíritus blancos. Cómo les
parece a ustedes, señores asistentes, la intención de la médium? Mañana desea
que el Guía no vuelva para que se le eviten esas penas de ver sus faltas
descubiertas.!
Estrella.—A mí no me llame médium, Benjamín! He repetido muchas veces que
si me someto a estos trabajos es porque mi espíritu así libremente lo quiere. Si
yo dejo mi materia en las horas que duran las sesiones, lo hago por un deseo
de que las verdades superiores que nuestro Guía viene a enseñarnos sean
conocidas un día por muchas almas que no se conforman con las verdades de
fe ciega predicadas por las religiones de culto externo. Sé que esas almas son
muchas y presiento en enorme beneficio que ha de aportarles una obra que se
escriba sobre estas enseñanzas. Yo no puedo llamarme, por consiguiente, un
médium, porque la humanidad traduce esta palabra por instrumento
inconsciente, por aparato mecánico para un espectáculo de farsa. Ahora creo
que me he explicado bien y que usted, Benjamín, no volverá a tratarme así.
Benjamín.—Muy elocuente, Estrella! Precisamente esa aclaración que acaba de
hacerme, en tono tan bravo, buscaba yo cuando la traté de médium. Queda
solo pendiente el asunto de su deseo de que yo no volviera. A eso, qué
contesta?
Estrella.—Que efectivamente fue así. Yo no soy un espíritu desencarnado:
tengo una materia verdaderamente no muy suave, que reclama sus derechos
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que ellos suponen los tiene confinados en ese sitio. Estrella suplica al Guía que
cierre sus ojos a esa visión que la llena de congoja.
Cuando entraron al plano gris, Estrella se sintió redimida de una pesadilla. La
luz gris opaca de aquel mundo que siempre la entristecía se le antojó la más
hermosa de las maravillas.
Estrella.—Sólo ahora, nuestro Guía, puedo apreciar la verdad que impregna
esas afirmaciones de los grises que, contestan a mis preguntas que están
contentos, muy contentos con su estado. Pero para llegar a ese conocimiento
es necesario haber visto ese cuadro dantesco que acabamos de dejar. Esos
espíritus no han llegado a la comprensión de que su estado, de que todos sus
padecimientos son obra exclusiva de sus mismas acciones, que ellos mismos
se han recluido en esa cárcel de sombras y que únicamente ellos, por su propio
esfuerzo, habrán de salir de allí. Cuánto tiempo tardarán en llegar a ese
convencimiento? Me figuro que años y siglos, muchos años y muchos siglos
en los que irán enebrándose, como en un hilo invisible, vidas torturadas, vidas
llenas del fatalismo creado por sus pasiones. Cómo quisiera yo que todos los
hombres estuvieran dotados de la facultad de abandonar un momento su
materia todos los días para venir, acompañados de un conductor instruido, a
estudiar en estos mundos, a ver con sus propios ojos interiores todo el drama
que los míos han visto!
El Guía.—Y sin embargo, ese buen deseo es irrealizable, porque el espíritu
poco evolucionado, aún cuando viera todo esto, no llegaría a la comprensión
que usted ha tenido del problema. Toda la clave reside en la claridad a que se
llegue en la inteligencia de esa palabra que como un manto infinito cobija las
miríadas de los mundos: EVOLUCIÓN!
Estrella guarda un momento de silencio. Su mirada recorre el gran panorama
del plano.
Estrella.—Aquél gris oscuro viene a buscarme. Le hablo yo primero o guardo a
que él cumpla con la orden que lo conduce hasta mí?
El Guía.—La idea que ha tenido usted de hablarle primero es la más acertada;
el gris que la busca esperará –tales son las instrucciones que recibió—a que
usted lo interrogue.
Conforme a la voluntad del Guía, apenas llegado el gris oscuro, la médium le
pregunta si se siente muy feliz con su nueva vida.
El gris oscuro.—Pudiera estarlo; todas las cosas de este mundo parecen haber
sido hechas para la felicidad de los que lo habitan, pero desgraciadamente me
acompaña el recuerdo de algunos cometidos en la tierra en mi última
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en la tierra hombres que tienen la resistencia física necesaria para escalar los
grandes nevados desde cuya cumbre se domina un inmenso panorama que
llena de emociones indescriptibles el alma de quien pueda contemplarlo. Para
esos hombres el mundo es más amplio, más complicado y más hermoso. Para
los otros, que no pueden subir a la cumbre nevada y viven en el valle, el
horizonte es más limitado, pero será por eso menos hermoso y menos real su
mundo? Los caminos de la evolución son innumerables, porque cada espíritu
va trazando el suyo conforme a su libertad y todos ellos, tarde o temprano,
llegarán a la cumbre. Cada hombre va iluminando su camino con la misma
llama que va adquiriendo, y la llama del uno y la de todos es fuego de la
misma vida. Esos compañeros suyos han escogido el sendero de la devoción
religiosa; todo en sus organismos físicos y en sus almas está sensibilizado para
esa clase de vibraciones, y sería no solamente inútil sino nocivo para su
evolución cegarles su sendero. Al dictar mis enseñanzas en el Centro, no he
podido menos que contestar a esas preguntas de carácter religioso porque así
era necesario para bien de sus espíritus. Mis enseñanzas se refieren únicamente
a la vida del espíritu desencarnado en los planos astrales y a las maneras de
evolución en esos mismos mundos.
Estrella.—Y siendo así, nuestro Guía, que hay almas que siempre estarán
apegadas a las enseñanzas y al cálculo de las religiones, cómo podrán adquirir
un exacto conocimiento de las verdades de esos mundos que hemos visto?
El Guía.—Usted ha podido observar que, excepción hecha del plano inferior,
todos los pueden seguir progresando en el conocimiento en sus planos y
avanzando a grados cada vez más superiores. Aquellas de que hablamos, al
venir a estos mundos, encuentran que muchas de sus creencias allá en la tierra
no parecen realizadas en su nuevo mundo; esto las mueve a la meditación, y el
consejo oportuno de sus compañeros más avanzados hace fructificar en
conocimiento aquella meditación. No hay que olvidar, Estrella, que todas las
religiones positivas que viven en la tierra tienen en su esencia la verdadera
revelación; lo que ocurre es que las modificaciones que de tal revelación han
hecho los hombres para convertirlas en fuentes de especulación, han ocultado
la verdad esencial bajo grandes y oscuros velos de absurdo. Al llegar el alma a
los mundos astrales, los velos empiezan a desvanecerse y la forma tosca e
inútil debajo de la cual yacía la verdad, va cayendo poco a poco de esas
conciencias que la luz de lo superior ilumina entonces.
Estrella.—Ahora comprendo perfectamente su actitud, nuestro Guía; sólo
siento que al bajar al Centro y sumirme en mi materia humana, esos
razonamientos que comprendo tan bien se oscurezcan a causa de la enorme
relatividad de mis conocimientos allí. Es una gran tragedia esta, nuestro Guía,
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disimulan los trazos que dejó toscos, a otro, que dispone de instrumentos
apropiados, se le pide la obra acabada y el menor detalle imperfecto puede
anular su trabajo, así también ocurre con el espíritu. Quien apenas va
buscando el sendero a la luz de una conciencia tosca, puede muy bien caer a
cada paso y la responsabilidad de su caída es relativa, pero el que va iluminado
por una conciencia amplia, brillante, tiene la obligación de conocer todos los
salientes del sendero y colocar el pie en terreno firme, dominando y salvando
las asperezas.
El Guía hizo una pausa y luego continuó: Muchos de ustedes, que llevan un
espíritu bastante evolucionado, no pueden ignorar que si es verdad que la
materia tiene sus derechos durante los años de vida que pasa asociada con el
espíritu humano, esos derechos tienden siempre, como toda fuerza, a
desarrollar la mayor amplitud de potencia de que son capaces y corresponde a
su compañero, el espíritu, fijar por medio de la voluntad el radio de extensión
en que deben cumplirse esos derechos, conforme a las finalidades de la
evolución. Tolerar que las pasiones inferiores se desmidan y que lleguen a
imponer sus caprichos a la esencia superior, es una falta que para todos los
encarnados tiene graves consecuencias. Los mismos blancos encarnados han
de sufrir el fruto de esos dominios inferiores y hay un sitio que no me es
permitido mencionar ni describir, donde esos blancos reciben la recompensa
de su debilidad. Las pasiones inferiores no son otra cosa que tendencias
puestas por el Pensamiento Supremo en cada átomo de materia para el
sostenimiento, desarrollo y propagación de la vida, que es el vehículo –en el
tiempo limitado—del perfeccionamiento del Universo para cumplir los
misteriosos destinos a que lo ha llamado el Padre: pero es labor del espíritu
impedir que esas fuerzas desborden y tomen los senderos oscuros de la
destrucción. Dominar esas fuerzas, conociéndolas, y encauzarlas por el
camino luminoso que indican las más elevadas cumbres de la conciencia
individualizada en el hombre, es precisamente la labor a que hemos venido
todos a la tierra. Cómo puede concebirse que precisamente porque la
evolución a que algunos han llegado es considerable, vaya ella por lo mismo a
librarlos del dominio que deben ejercer sobre las fuerzas inferiores?
Estrella aprovecha un nuevo silencio del Guía para rogarle no vaya a revelar a
los asistentes su falta y para prometerle, con el acento mas firme, que de hoy
en adelante su espíritu, velará constantemente sobre los pensamientos que su
materia formule con el fin de llevarla a cometer errores. Le arguye también
que su espíritu anhela siempre el bien, busca, por todos los medios que tiene a
su alcance, su progresivo perfeccionamiento, pero que hay ocasiones, como la
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la sesión. Y si la médium sigue por el mismo camino de hoy, habrá que llegar
hasta suspender definitivamente estos trabajos.
El Guía corta sus amonestaciones a Estrella para hablarnos directamente a
todos sus discípulos:
El Guía.—La lección que acaban de presenciar es demasiado clara para que
insistan sobre ella. Debemos, en consecuencia, pasar a otros asuntos que
considero de interés. He venido observando que, unos por entusiasmo, otros
por deseo de hacer el bien a los demás, se dan a la tarea de conversar con
todos los que pueden de los puntos doctrinarios o filosóficos tratados en las
sesiones: tal conducta es por demás imprudente y a veces motivo de
verdaderos daños espirituales para algunos individuos. No todos están
preparados para saberlo todo y otros—que no son escasos—no sienten
ningún interés ni deseo alguno de esas revelaciones. Así que, por última vez,
aconsejo prudencia. Es conveniente esperara a que los demás busquen, con
preguntas, la revelación que necesitan, y entonces ustedes podrán darla tal
como la han aprendido aquí, sin excesos, limitando la respuesta al tema
planteado por la pregunta y nada más.
Uno de los asistentes pregunta si es verdad que con motivo de la falta
cometida por la médium –falta que nosotros ignoramos—pueden llegar a
suspenderse las sesiones.
El Guía.—No; Como tampoco es exacto el que como consecuencia de tal falta
no pudiera llevarla esta noche a los planos. El impedimento verdadero es la
mala salud de Estrella, que no da lugar a que su espíritu desatienda por una o
más horas el cuidado que debe prestarle a su cuerpo. Creo que se hace
necesario aclarar también que la falta cometida por Estrella y por la cual tan
severamente la ha reprendido, fue solo la de una ociosidad mental. Mi
severidad era necesaria en este caso para que, viendo ella la consecuencia de
lo menos, vigile y no permita la llegada de lo más que pudiera venirle. Porque
hay un fenómeno muy grave y que debo comunicárselo a todos ustedes para el
gobierno de sus vidas. Cuando un espíritu resuelve emprender decididamente
el camino más corto para llegar a su perfeccionamiento y salvar la línea de
necesidad de reencarnaciones, las fuerzas inferiores despiertan y reanudan con
más vigor nunca sus embates. Es como si la materia se diera cuenta de que el
espíritu va a abandonarla para siempre y resuelta impedir este viaje que le
entristece, se empeñará en hacer más unidos los hierros de su jaula. Es
entonces cuando el espíritu necesita una extrema vigilancia sobre su materia y
toda la fuerza de la voluntad para imponerse una vez por siempre. Ese caso es
ahora el de Estrella. Su espíritu, una vez en las regiones del blanco, tiende a
subir a un sitio más alto donde ya está libre, por muchas eternidades, de las
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H an transcurrido los quince días fijados por el Guía para reanudar los
trabajos. Con motivo de la enfermedad de Estrella, Carlos,
obedeciendo a las ordenes secretas insinuaciones de su espíritu, ha
logrado encontrar la manera de acercarse a su antigua amiga. La vida ha
tornado a reunir lo que ayer separó, y esas almas, venidas a la tierra para una
misma obra, han reanudado su camino. Hay, con este motivo, alegría secreta
en todos los miembros del Centro. Carlos se ha encargado, asistiendo
diariamente a su compañera, de que ésta lleve ordenada su medicación. Sin
embargo, al presentarse esta noche en el Centro, no la hallamos
completamente restablecida. Se nota en sus movimientos el cansancio de su
materia desgastada por la enfermedad, a la que se ha agregado una inflamación
glandular en la garganta que le dificulta un poco la conversación.
En vista de este estado de la médium, el evocador somete al consejo de sus
compañeros el aplazamiento de las sesiones, pero hay un gran deseo en todos
de escuchar al Guía y optamos por una sesión corta, a la cual se somete
Estrella, dócil y gustosa como siempre.
El Guía no tarda en presentarse; examina atentamente la su discípula y declara
que, aun cuando el organismo de Estrella no ha recobrado la normalidad de
salud necesaria, ha mejorado notablemente. Respecto a la novedad de la
garganta, le notifica que es indispensable que se someta, lo más pronto, a una
ligera operación que habrá de consistir en recortar esas glándulas que se han
crecido demasiado.
Estrella.—No; nuestro Guía, yo no me someto a esa operación, que debe ser
muy dolorosa. No hay otro medio para curar esa inflamación?
El Guía.—Lo hay, pero la curación sería transitoria y la novedad volvería a
presentarse con mucha frecuencia, trayéndole fastidios inútiles. No le tenga
miedo al dolor. Cuando vaya a efectuarse la operación, piense usted en mí,
refracte en su mente mi imagen, y yo intervendré para evitarle padecimientos.
La promesa del Guía soluciona inmediatamente el problema de la operación.
Estrella le promete que mañana mismo hablará con su médico.
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obra en este medio donde se tiene tan equivocada idea del espiritualismo
experimental, pero que, en cambio, se le ocurre que no haya inconveniente en
buscar otro centro para editarla.
El Guía. Sus pensamientos no tienen razón de ser. Cuando ese libro esté listo
para publicarse, el ambiente estará preparado también. El libro debe salir de
aquí.
Estrella.—También he pensado, nuestro Guía, en que mi amistad con Carlos
ha llenado las aspiraciones de la que fue su madre, pero en noches pasadas
soñé largamente con ella, la vi muy satisfecha y sin embargo, al despertar, me
acompañó la idea de que la obra de reconciliación todavía no era completa.
Por qué sería esto?
El Guía.—Evidentemente han llegado su espíritu y el de Carlos a la
reconciliación –de parte de él especialmente, porque en el suyo no existía
rencor—pero a esa unión espiritual le falta su complemento: la unión humana
que habrá de efectuarse un día u otro. Estas palabras que le dejan comprender
el final de la intervención de Mercedes, no deben llegar a oídos de Carlos ni a
persona alguna que no forme parte de este Centro; las gentes juzgan estas
cosas con un criterio poco levantado, y no es necesario exponerlas a tales
comentarios. Los espíritus al encarnar, traen en su destino la suerte ligada con
otros, y han de equilibrar unidos lo que en otra existencia desequilibraron.
Algunos de los asistentes manifiestan al Guía que tienen preguntas para
hacerle sobre asuntos particulares, pero que guardan íntima relación con las
enseñanzas; por toda respuesta reciben orden de aplazarlas para otra sesión.
Repitiéndonos la prohibición de mencionar a Estrella lo que acaba de decirle
referente a Carlos—y que ella olvidará al despertar—se despide de los
asistentes.
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solo momento. Carlos llegará a Bogotá como se propone, y cuando más mal le
vaya, tendrá comida para su cuerpo material y abrigo que lo guarde del frío de
las noches. No se preocupe usted por eso, ya que la preocupación en nada
modificará el destino de su amigo y en cambio si le hace daño a su materia.
Había transcurrido el cuarto de hora, y fiel a la orden recibida, el Guía,
acompañado por Benjamín, se remontó a su mundo.
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voluntad sobre las fuerzas inferiores se logrará la libertad del espíritu. Mientras
una pasión baja luche contra la voz interior y la venza, el hombre será un
esclavo, esclavo del mundo de los deseos físicos, y a él estará atado por una
larga cadena de renacimientos. Les he enseñado a respetar la libertad de los
hombres y a no juzgar sus actos buscando en ellos lo censurable. Todo
hombre, ya lo hemos visto, por más errores que lo agobien, tiene, si se le
examina con los ojos de la serenidad, la marca luminosa de su origen. Es allí, a
esa marca, a donde ustedes deben dirigir las miradas de su inteligencia para
que su juicio de los demás hombres no peque de egoísmo.
Y dónde está el bien y dónde está el mal? – me preguntarían algunos de
ustedes—y yo les diría primero: cambiemos estas palabras bien y mal, por
otras que se aproximen más a la claridad de este problema que los hombres no
han solucionado todavía. Llamémoslas verdad y error, polo positivo y polo
negativo de la vida que evoluciona, de la conciencia que se remonta desde los
planos más densos de la manifestación a los más sutiles y brillantes, y entonces
nos habremos aproximado un poco a esta solución. La verdad es siempre todo
aquello que lleve lo creado a la realización final y perfecta del pensamiento de
su creador, y el error es todo lo que entorpece esta realización. Así tenemos
que la verdad para el hombre es la expansión, el crecimiento de la conciencia
hasta abarcar los dominios de los más altos mundos del espíritu, y el error es
el predominio, en el hombre, de las fuerzas que tiene un movimiento de
descenso o de estatismo. Quien haya aprendido con el espíritu—no con la
sola inteligencia—esta realidad, se habrá preparado para las más altas
evoluciones, porque aquí está la raíz y el jugo que alimenta y da crecimiento al
árbol del amor superior. Quien haya visto este árbol con los ojos interiores, ya
no volverá a permitir que su pensamiento y que sus labios digan delante de los
hombres: aquel es malo, este es bueno, y sus juicios llegarán a ser profecías,
porque serán juicios de eternidad. Así, pues, cada uno de ustedes medite
mucho en estas enseñanzas para penetrarlas en todo su sentido, y al hacerlo
así, al ponerlas en práctica, estaremos siempre unidos hoy más que ayer, y
todos los días más.
Estrella.—Nuestro Guía, sus palabras nos consuelan, pero qué hacemos si, al
acabarse las sesiones, la falta de su manifestación casi sensible, nos dejará
siempre la idea de su ausencia.?
El Guía.—Deben alejar, matar ese pensamiento, porque él llegaría a
convertirse en un verdadero creador de esa separación. El pensamiento—ya
va descubriéndolo así el mundo de los hombres—es una fuerza viva que,
secunda en cantidad suficiente por la voluntad, construye y destruye mundos.
Las ideas emitidas por los hombres van i vienen en el plano de los globos
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Estrella.—Siendo las cosas como usted nos las declara, por qué nuestro Guía,
no hace unas sesiones precisamente para esos asistentes preparados? Por que-
- me parece a mí—si ellos están para conocer más allá de donde se nos ha
enseñado, cómo va a privárseles de lo que se merecen sólo porque sus
compañeros van un poco atrasados?
Benjamín.—Esta médium tiene a veces objeciones interesantes! Voy a
explicarle el problemita ese: la misión que ha traído el Guía es la de dar a
muchas personas, por mediación de este Centro, una enseñanza sobre los
planos astrales; esa enseñanza ha de ser graduada conforme a cierto nivel de
evolución de los pueblos que van a disfrutar de ella, y conforme a tal
propósito se han verificado las sesiones. Los más adelantados de este Centro,
los que pudieran saber más, nada han perdido, porque ellos lo sabrán en
tiempo oportuno y conforme a las necesidades de su espíritu. En cambio, por
su mayor conocimiento podrán interpretar claramente los asuntos aquí
tratados y exponerlos de modo que sea uso y costumbre en su mundo
intelectual. Y aquí tiene señora médium, solucionado a grandes rasgos el
problemita.
Estrella.—No hable más, Benjamín, porque allá muy lejos, viene nuestro Guía.
Le he conocido la luz que despide su cuerpo sutil.
Benjamín.—Si es el Guía, como usted dice, déjelo que llegue, no vaya a suceder
que con tanto deseo de que llegue resuelva castigarla devolviéndose.
Efectivamente, según declara Estrella, el Guía parece haberse detenido en su
descenso. Por qué será.?
La médium se angustia creyendo en la amenaza de Benjamín, y éste ríe de
buena gana contemplando su turbación.
Benjamín.—Se lo decía yo. Ahora el Guía se queda pegado allá, sin poderse
desprender, todo por culpa de una imprudencia de la médium.
Estrella.—No, no es así, Benjamín! El Guía baja, sigue bajando rápidamente
hasta aquí. Usted es muy malo, porque me hace sufrir.
Benjamín.—Malo por naturaleza, ya lo ve usted, y cuando me dan orden para
ello, sí que me deleita duplicar esa maldad.
El Guía acaba de llegar al salón. Presenta su saludo. Mira uno a uno a todos
los asistentes y luego en su tono pausado nos trasmite el tema de la sesión.
El Guía.—Pasan rápidamente los días señalados para la clausura de esta
escuela de espiritualismo verdadero, pasan como vienen y van en estos y en
todos los mundos los deseos, las aspiraciones, los proyectos…. Y vendrán
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otros. Ya dos de los asistentes se han ido. El destino los llamaba urgentemente
para alegrías y dolores que les están reservados y de los cuales sus espíritus
sacarán mayor luz. Dentro de poco se habrán ido todos ustedes. Los unos,
pensando en practicar estas enseñanzas que les he dado y en difundirlas
cuanto les sea posible; los otros, tal vez para olvidarlas un poco, seducidos
todavía por los atractivos de esta tierra, vendados todavía por el velo de la
ilusión. Todo cambia, todo pasa, porque esa es la esencia de la vida misma:
eterno movimiento, y quien dice esto dice también eterna mutación. Lo que se
sabe hoy siempre es pequeño comparado con lo que se aprenderá mañana, y
en esto reside la felicidad inagotable del alma. Es un viaje sin fin por un país
sin fin también, de maravillas.
El Guía hizo una pausa; volvió a contemplar a sus discípulos uno a uno como
para seguir la marcha de sus pensamientos a través de nuestras almas. Luego
siguió:
Pero esta noticia no va a entristecerlos como la primera vez que la di. Ya sé
que mis explicaciones pasadas sobre la manera de mantener viva nuestra
comunicación, han reconfortado sus espíritus, y esta noche quiero
reafirmarlos en esa certeza. Con gran deseo por el bien de ustedes pedí a
Quien me ha enviado, autorización para indicarles de una manera perceptible
a su conciencia humana mi compañía cada vez que sus espíritus la pidieran a
El para nobles propósitos, pero no me ha sido posible esto; sin embargo,
ustedes tienen fe, no esa fe nacida de la confianza ciega en la palabra y en la
ciencia de los hombres, sino de esa otra que es la resultante del conocimiento.
Es esta la verdadera comunión de los santos de que hablaban todas las
religiones de la tierra, sin entenderla en su verdadero, en su único sentido.
Estrella.—Y por qué no pudieran sentir mis compañeros algo parecido a lo
que siento yo allá en los planos cuando llega una orden que yo puedo recibir?
Siento como si una corriente eléctrica me empapara toda: son vibraciones que
se le parecen mucho a las eléctricas, pero que no tienen la intensidad
molestosa de estas corrientes. Yo creo, nuestro Guía, que eso no sería difícil.
El Guía.—Esas vibraciones de que me habla las reciben continuamente los
hombres en muchas circunstancias, y ellas se traducen con el significativo
nombre de corazonadas en el lenguaje popular. En la mayoría de los casos
esas ordenes, así sentidas, producen la acción inmediata que resuelve
venturosamente un problema que parecía oscuro, pero en otras falla la
intención benefactora, porque la libertad del hombre se niega a obedecer. Ah,
libertad! Cuánto han escrito los hombres, cuánto han discutido, sin llegar a su
verdadero sentido, a la concepción de su verdadera utilidad! Esta palabra—
porque sólo es hasta ahora una palabra en las humanas instituciones – ha
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espíritu se llenara de las vibraciones musicales que tanta alegría y tanto bien le
dan; pero en el momento de ir a cumplir esta orden, recibí otra de esperar.
Esperé, como usted lo vio; y vino la orden negativa. No trate de averiguarme
la causa, porque no podría decírsela. Será otra vez o no será ya más en este
Centro.
Estrella, contra todo nuestro presentimiento, no se lamentó.
Estrella.—Está bien, nuestro Guía. Ya me ha enseñado usted a obedece y, más
que todo, ya me ha enseñado a comprender. Antes, cuando apenas empezaban
las sesiones, toda negativa a mis deseos, toda valla a mis curiosidades me
llevaba hasta la protesta y me producía verdadero dolor. Entonces no sabía
gobernar mis impulsos, y hasta allá, en los mismos planos, le llegaba a mi
espíritu el mandato imperativo de esta materia que todavía se revela tanto.
Iremos a los planos, nuestro Guía, cuando El lo disponga, o no iremos,
porque su Voz es la justicia, su Voluntad la verdad y su Deseo, el bien. Esto es
lo que yo he conocido, lo que yo he sabido y lo que nunca olvidaré.
Estrella se detuvo un poco. Estaba visiblemente emocionada, y sus palabras, a
pesar del silencio completo con que la escuchábamos, apenas se hacían
perceptibles.
Estrella.—Tal vez pudiéramos, nuestro Guía, hablar desde aquí de otros
mundos, de esos mundos que brillan en el cielo de la tierra y que se niegan
obstinadamente a revelar sus secretos a los más poderosos telescopios. En
mis viajes a los planos he tenido que pasar por en medio de ellos y, sin
embargo, los ojos de mi alma no los han visto. Por qué? Es la primera vez
que puedo formular esta pregunta, y la he traído lista en mi pensamiento a
muchas sesiones.
El Guía.—y para qué verlos si nada que se relacione con ellos es objeto de
estas enseñanzas? Es esta la razón por la cual usted no vio el sistema solar en
sus viajes. De lo contrario, hubiera querido que la llevara a la Luna, a Marte, a
Júpiter, y esto no es posible. No por causa de su espíritu, que perfectamente
podría visitarlos, como otros muchos desencarnados de su misma evolución lo
hacen, sino por su materia, que recibiría de él las influencias de atmósferas
muy distintas, muchas de las cuales le producirían la muerte instantánea de su
vida física.
Estrella.-- Pero todos esos mundos estarán habitados?
El Guía.—Sí y no. Si porque nada, absolutamente nada hay que carezca de
vida, y donde quiera que hay vida, hay espíritu que trabaja por llegar en el
transcurso infinito de los tiempos, a la adquisición de la conciencia
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condicionada. No, porque su pregunta, como humana que es, sólo concibe los
seres vivientes en la forma animal o humana que conoce, y en este sentido la
respuesta no sería exacta. La misma distinción tendría que hacer si un pez
que, por cualquier accidente, hubiera logrado permanecer vivo en la cubierta
de un trasatlántico y al regresar al fondo de los mares otro pez de su especie le
preguntara si esos enormes mundos que como rápidos cometas atravesaban su
cielo, estaban habitados también como el mar. Por sencillo, este ejemplo no
deja de darle alguna luz.
Estrella.—Le he comprendido bien, nuestro Guía, y sé ahora perfectamente
que todos esos lejanos mundos tienen sus habitantes, que luchan también por
su evolución como nosotros.
El Guía.—Sí, Estrella, están habitados todos esos globos, pero la forma de sus
organismos no puede ser concebida por la más poderosa imaginación del
hombre. No guardan esas formas ninguna relación con los postulados de esa
ciencia de ustedes que llaman estética. La forma es producto del medio, está
adaptada al medio y fue ideada por las grandes inteligencias para vivir en su
medio como apropiado vehículo del espíritu que evoluciona.
Estrella.—Y la evolución de esos mundos es superior o inferior a la nuestra?
El Guía.—Esa pregunta no puedo responderla claramente porque, como le
dije, esos asuntos no corresponden al radio de las enseñanzas que he venido a
dictar. Sólo me ha sido permitido—en este momento—decirle que hay unas
más avanzadas y otras más atrasadas que las de este globo.
Si los miembros del Centro, en quienes veo gran curiosidad por estos
conocimientos de la evolución en otros planetas, estudien el problema por la
revelación hecha ya en algunas obras, podrán acercarse un poco a la solución.
La médium interrumpe aquí al Guía, con grandes muestras de alegría.
Estrella.—Mire a Benjamín, nuestro Guía! Acaba de llegar y está tomando su
forma humana. Se ve como cuando yo salgo de mi materia, pero al revés. El
espíritu va como borrándose y en los sitios donde se esfuma, aparece una
parte del cuerpo. Qué bello es esto, nuestro Guía!
Benjamín.—déjese de alarmas, Estrella! Casi me interrumpe en el trabajito de
mudar de ropa, como la otra vez! No vuelvo a hacer esta gracia aquí. La
próxima sesión—si es que me mandan venir—me mudo sobre el techo de la
casa.
Estrella.—Bueno: aparte burlas, a qué ha venido a estas horas? Nuestro Guía
estaba enseñándonos cosas muy interesantes y para nada lo necesitábamos a
usted.
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algunos de ustedes, en esta misma vida, si siguen el sendero más corto, podrán
penetrarlas.
Y vamos a otra cosa: han terminado mis lecciones. Les he mostrado, hasta
donde se me ordenó, cómo las almas viven, gozan y sufren al otro lado de los
sepulcros que la humanidad abre reverente y acongojada para los cuerpos de
sus hermanos en especie. Les he enseñado cómo esos cuerpos no son sino el
vaso que contiene la esencia más pura, y cómo en ellos beben las almas el licor
redentor de las experiencias que luego se complementan y se amplían en esos
otros mundos de materia más sutil que llamamos, para darles un nombre en el
idioma de la tierra, los planos astrales. Supieron ustedes que esas almas tienen
sus sitios donde todo está en armonía con su conciencia y donde llegan los
anuncios de un estado y de un mundo mejores, que las impulsan, las alientan y
las conducen por el sendero de un inagotable perfeccionamiento. Vieron
cómo sobre esos mundos vigila el pensamiento de Dios, haciendo que para
todos brille su luz en la medida de la justicia, que el más avanzado haga de
lazarillo del que viene detrás.
El Guía hizo una pausa.
Estrella.—En qué piensa nuestro Guía?
El Guía.—No pienso, Estrella; espero, como esperé otras veces, como habré
de esperar gustoso siempre la autorización de los Altos para ciertas
actuaciones. Se me anunciaba ahora algo que les revelaré pero que debe
permanecer en secreto entre ustedes, porque si lo revelan al mundo, el mundo
no lo creería y lanzaría burla de ignorancia sobre la sagrada alegría de sus
almas. Otra cosa, y esta si pueden decirla: antes de finalizar esta última sesión,
descenderán de sus planos Azul, Blanco, y Radiante unos cuantos espíritus
que en otras ocasiones vinieron para ser ellos mismos ejemplo y testimonio de
esta enseñanza.
Sigamos con lo anterior. Les enseñé también cómo el hombre—o su espíritu,
que es el verdadero hombre—es el único autor de su propio destino, que
nadie, fuera de él mismo, se crea para sí el dolor o la alegría en esta tierra, y la
luz o las tinieblas en los otros. Con el ejemplo vivo, no con teoría de la
palabra, vieron ustedes marcados los senderos de la evolución y tuvieron los
anuncios más aproximados que podían recibir, de más grandes destinos y más
luminosos cielos que a todos, para un día en que así lo quiera cada cual, les
están destinados.
El desarrollo de la conciencia, he aquí el secreto de la evolución. Como un
torrente de luz, la sabiduría inagotable del Padre desciende desde su trono a
través de mundos más y más densos de materia hasta el último plano de la
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El Guía habló otra vez: qué lejos están ustedes, mis discípulos humanos, de
imaginar toda la grandeza, toda la importancia real de este momento!
Venciendo la repugnancia natural del hombre que se ha hecho libre por su
pensamiento y por su meditación, a tomar esa actitud humilde, han seguido
ustedes ese ejemplo de sus compañeros invisibles. Está bien así, porque en
este momento, aunque invisible para los mismos ojos espirituales de Estrella y
de algunos de los acompañantes astrales, desciende hasta esta humilde
habitación de la tierra, para darles su bendición. Aquél que en las más
luminosas alturas ha inspirado a mi espíritu las enseñanzas que les di. Cómo
ama Él a los hombres! Qué grande es también, como su amor, su humildad!
Estrella relata que la luminosidad que brota de la ilusoria forma humana del
Guía se ha intensificado de tal manera, que se ha hecho irresistible a sus ojos
espirituales.
Aquí termina nuestra narración. Lo que siguió después de este momento, se
nos ha ordenado reservarlo, porque el mundo no lo creería y su incredulidad,
como mancha de aceite, trataría de opacar la sencillez, la claridad y la lógica de
nuestra obra. En lo que ocurrió en ese instante, el más intenso seguramente
que disfrutarán nuestras almas sobre la tierra, está echada la raíz siempre
fecunda de nuestro entusiasmo para llevar a todas las almas que lo pidan,
nuestro conocimiento sobre esos misteriosos mundos donde el espíritu va a
vivir nueva vida de progreso.
Paz a los hombres sobre la Tierra.
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APÉNDICE
“... La inmortalidad de las almas, es la base del mundo físico; ellas son
parte del espectáculo de la Creación. Sabemos con certeza, que los
mundos, son la residencia de estos seres que contemplan admirados el
poder y la sabiduría de quien los creó, pero lo más importante es que
las almas que los pueblan son solidarias entre sí.
... En esas regiones lejanas del Cosmos hay magníficos crepúsculos,
noches espléndidas, soles fecundos y días radiantes como nadie se los
ha podido imaginar. En esos mundos hay hermosos valles e
imponentes montañas donde las producciones múltiples de la
naturaleza han desplegado todo su esplendor y pompa; es un
espectáculo Divino con el cual las almas se fortalecen con su propia
vida.
... Este espectáculo tan maravilloso, para los encarnados en este
Planeta, dificultosamente podrán tener una idea de esta realidad.
... Una misma familia fue creada en el Universo y a esos mundos los
unen lazos fraternos aún desconocidos por nosotros. Esos astros que
armonizan en sus vastos sistemas, no están habitados por inteligencias
extrañas unas a otras, sino por seres marcados con un mismo destino;
quienes volverán a encontrarse en algún momento de acuerdo a sus
funciones de vida y se buscarán siguiendo sus mutuas simpatías.
... Esta es la gran familia de los Espíritus que pueblan los mundos
celestes, es la irradiación del Espíritu Divino que abarca la extensión de
los cielos y que permanece como tipo primitivo y final de la perfección
espiritual...”
GALILEO GALILEI.
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GLOSARIO
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