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Sentado frente al mar mil besos yo le di
REVISTA LA TÍA NÚMERO 3
Editorial »

DIVINOS TESOROS
Al pie de la letra

Sección Divinos Tesoros / por Débora Kantor


AL PIE DE LA LETRA
Tomás se presenta con remera deportiva holgada e impecable de tela acrílica y potentes
colores. Brillan más los ribetes dorados del escudo del equipo que sus ojos negros o su
sonrisa áspera. Va de rigurosa gorrita con visera, unas veces sobre la nuca, otras sobre la
frente, y mechones decolorados en el moteado pelo oscuro que gobierna el gel de
peinado. Las bermudas anchas por debajo de las rodillas y los descentrados bolsillos
posteriores anticipan la nota al pié: unas zapatillas a todas luces nuevas, caras,
imponentes, con “resortes” transparentes y fluorescentes de última generación.
Los músculos tonificados y contorneados no lo son sólo por jóvenes, también se
muestran trabajados. Tomás entrena para entrar a un equipo de fútbol; él preferiría
boxeo, pero su padre ya le adelantó que ni lo sueñe.

Uno intuye que Tomás es rápido, astuto, fuerte y pobre.

Dadas las representaciones hegemónicas acerca de adolescentes y jóvenes como Tomás,


es posible imaginarlo más apto para el deporte que para el estudio, y además, claro,
sospecharlo de peligroso. La astucia y la rapidez de ciertos pibes, su fuerza física y sus
condiciones de vida –precarias, restringidas- suelen representar una amenaza cuando
uno intuye que habitan Buenos Aires porque sus mayores descendieron del norte
postergado o de la desazón limítrofe, y no porque bajaron de los barcos con
persecuciones y hambre europeos.

La gorra transformada en símbolo de vidas en los bordes provoca la acción refleja de la


(auto) protección. Los resortes de la suela de marca, que amortiguan vaya uno a saber
qué penas, son comúnmente asociados en estos pibes –no así en otros- a gasto
irresponsable, despilfarro o robo.

Manuel, por su parte, solo sueña con comprarse pilchas y zapatillas nuevas, y malvende
su ropa en inconfesables transacciones que aprendió a realizar para conseguir algo de
dinero.

Ema, su madre, dice que está cansada de la conducta de su hijo: desaparece de la casa
por varios días, está llevando por mal camino a su hermano menor, le hace perder a ella
días de trabajo por los problemas que tiene en la escuela y en la calle, se junta con lo
peor del barrio, etc. Ella ya no sabe que hacer y acusa: “en la villa todos saben quienes
comercian paco; la policía para en la puerta del local donde se lo venden a los pibes. Y
ustedes lo consienten mucho, profesora. Yo también le tuve paciencia, pero ahora
decidí que lo voy a curar a los golpes, como se hacía antes”.

Cuenta que el día anterior empezó a darle varillazos a Manuel, para que aprenda de una
vez por todas. Está cansada de comprarle las cosas que pide, sobre todo zapatillas, y eso
que le viene comprando las de verdad, las caras, no las truchas sino las originales.
Inclusive -dice- cuando él hace una changa se gasta la ganancia en eso, ya no se
conforma con las que se consiguen en la feria. Dice que le pegó para que tenga y
mientras cuenta sacude su brazo con fuerza como si tuviera a Manuel delante suyo:
“¡tomá!, ¡ésta por las Nike que vendiste, ésta por las Adidas que le sacaste a tu
hermano, ésta por la remera Puma que te robaron, ésta por la gorra Lacoste que
embargaste!”. El relato de Ema posee una estructura y una cadencia elocuente: cada
frase un varillazo, cada varillazo una marca, cada marca más furia, cuanta más furia más
lágrimas.

No son aquellos sectores populares, son estos excluídos. No son aquellos pobres, los del
ascenso social; son estos jóvenes, los de teléfonos celulares y esperanza cero. No son
aquellas familias humildes y trabajadoras, son estos padres marginalizados,
desorientados, desvastados.

Consignas simples, jóvenes a conquistar


Tomás va a la escuela y quiere pasar de año, a Manuel eso no le importa tanto y (o
porque) presiente que va a repetir de nuevo. A ambos, en la escuela, les cuesta mucho
todo.

Algunos docentes y sus clases significan para ellos algo valioso. Otros, en cambio, no.
Estos no soportan -no tiene con qué ni saben cómo- la presencia inquieta de cuerpos que
necesitan otra cosa aunque no reclaman nada y de prioridades que colisionan con las
clases de palabras, los tiempos verbales y las reglas ortográficas.

Algunos profesores intentan, procuran y a veces logran, ofrecerles herramientas para


que hagan con ellas algo bueno en y de sus vidas, y otros usan las herramientas de que
disponen para constatar -y para demostrarles- que el saber es para otros, y que la vida es
y será una palabra grave que no lleva tilde ni admite adjetivos confortables.

La escuela no puede con ellos y ellos no pueden con la escuela. Pero van, siguen yendo.
La escuela prueba ofrecerles otra cosa y, entre adversidades y adhesiones, implementa
proyectos para que la inclusión no quede traspapelada en el estante socio educativo o en
innovaciones a contraturno.

Una propuesta de cursada alternativa dentro de la propia escuela destinada a Tomás,


Manuel y otros/as tantos/as compañero/as, contempla un espacio curricular destinado a
talleres expresivos optativos -como música, teatro, etc.-. Tomás no tardó ni un minuto
en optar por la libre expresión: “eso es para putos” –sentenció- recostado sobre el
respaldo de la silla, acariciando su camiseta de fútbol.

La cultura griega, como sabemos, constituye un tema insoslayable en la escuela


secundaria. La pregunta de una prueba escrita, administrada en función de cierta
interpretación de naps a la carta, reza: En la Grecia antigua existían varios géneros
literarios. a) Comedia: explicá. b) la escultura (sic) en Grecia: desarrolle.

Aristófanes –creo- no le encontraría la gracia pero igual se haría un banquete y el


Discóbolo de Mirón –si pudiera liberarse de la causa material- lanzaría finalmente el
disco contra alguien.

Sin embargo, muchos alumnos responden correctamente: desarrollan, explican y


aprueban. No es el caso de Tomás ni de Manuel, que no se han apropiado aún del oficio
de alumno con la misma facilidad que algunos de sus compañeros. Sí lo han logrado, en
cambio, con otros oficios: son, fueron, volverán a ser, repartidores de delivery,
colaboradores de punteros que colaboran con políticos, ayudantes de albañilería, etc.

Los alumnos de los primeros años no comprenden consignas simples, indican los
diagnósticos. La preocupación se incrementa en tiempos de obligatoriedad de la
educación secundaria. (Inclusión: explicá; derecho a la educación: desarrolle, nuevos
formatos: aplique).

Tomás y Manuel fracasan en el aula y perciben que la Polis a lo sumo los admite pero
no los cobija, los precisa en la periferia. Y puesto que el templo del saber no les
garantiza un lugar aunque les asegure una vacante, buscan el amparo de otros dioses.
En la mitología griega, Niké era la diosa de la Victoria capaz de correr y de volar a gran
velocidad; más allá de ello no se le atribuían otras cualidades extraordinarias (sic). Se la
representaba a menudo como una pequeña escultura alada en la mano de otro dios más
importante, como Zeus o Atenea.

Idioma extranjero es también un problema para Tomás y para Manuel, sin embrago,
para decodificar “Just do it” y actuar en consecuencia no resulta indispensable aprobar
inglés; queda claro tanto por las zapatillas que portan como por las situaciones que son
capaces de provocar o de soportar dentro de la escuela y fuera de ella.

Niké lanzó hace más de 20 años aquel exitoso slogan; una de las marcas líderes en
calzado deportivo, que convoca y reúne en el consumo de onerosas zapatillas a millones
de personas del mundo entero, con-mueve a adolescentes y jóvenes de diferentes
sectores sociales en torno a su gran hallazgo: “simplemente hazlo”.

Las cuestiones relativas a la construcción de identidad se vinculan cada vez más con el
consumo y cada vez menos con las agencias socializadoras tradicionales. Si esta
realidad es posible de ser postulada para el conjunto de la población, lo es más aún en el
caso de adolescentes y jóvenes para quienes el acceso a ciertos bienes materiales y
simbólicos se inscribe en el proceso que supone una identidad en construcción.

La conformación de agrupamientos de clase, de generación o de estamentos dentro de


ellas, en torno a ciertos consumos, ritos y prácticas, es plataforma de inscripción y
reconocimiento, fuente de satisfacción, espacio de afirmación y de diferenciación. Los
bienes materiales y simbólicos que se ofrecen en el mercado, que se eligen, se
comparten y se rechazan no son meras mercancías, también constituyen propuestas
identitarias.

Las empresas lo saben de sobra, es por eso que -como señala Reguillo Cruz (2000)- más
que la función de un producto, buscan crear y sostener estilos de vida: hacer existir el
cuerpo juvenil a través del acceso a ciertas mercancías es propósito explícito de
empresas multinacionales que buscan conquistar nuevos mercados a través de la
conquista de los jóvenes. El caso de la firma Nike es paradigmático, como muestra el
siguiente párrafo extraído de Nike. Investor Annual Report, 1998, citado por Reguillo
Cruz (2000: 83):

“Este puede ser el capítulo más corto de nuestro informe, pero pensamos que algún día
ustedes deberán releer esta parte como el capítulo uno. Si Europa es nuestro todavía
`adolescente en desarrollo´, y Asia y el Pacífico nuestro `precoz jovencito´, entonces la
región de las Américas, conformada por Latinoamérica y el Canadá, es nuestro `sereno
niño´ que empieza a andar. Una región repleta con una enorme población menor de 25
años con un ferviente amor por los deportes. Nuestra clase de pueblo”.

Así las cosas, si el discurso publicitario de las marcas líderes no se estructura solamente
en función de la captación de cierta franja de consumidores sino también en torno a
mensajes eficaces en términos de configuración de sentidos y afirmación de
subjetividades de época, “nothing is imposible” ratificó con tres tiras el discurso de la
iniciativa, la osadía y la potencia que transmitía la esbelta plumita griega.
Es posible sostener entonces que, en comunión –más que en competencia-, de cara al
segmento joven que percibieron como altamente rentable y que contribuyeron a
consolidar como tal, Nike y Adidas pregonan autoestima, seguridad y autonomía, en
una clave que no muestra fisuras: solo hay que animarse, tu puedes.

Tales premisas remiten al “drama del hombre sin guía” propio de esta época, llamado a
extremar la responsabilidad individual frente a estímulos que se renuevan, se
multiplican y se complejizan, con el fin de hacerse a sí mismo a la medida de los
desafíos (Ehrenberg, 2000).

En tiempos en que –como señala Ehrenberg- el par “permitido – prohibido”, que


constituyó un potente regulador de los intercambios entre las personas y un marco
sólido para educar y para disciplinar, ha sido desplazado por el par “posible –
imposible”, nos encontramos sujetos al imperativo de tener que juzgarlo todo por
nosotros mismos para discernir qué es lo correcto y lo posible o lo esperado en cada
situación.

Asistimos entonces a la absorción de lo permitido por lo posible, a la ampliación del


campo de lo posible: una época de transgresiones sin prohibiciones.

En la escuela –observa Antelo (2003)- para dirimir qué hacer o no hacer, para discernir
acerca de lo que se debe y de lo que no se permite, ya no resulta eficaz la pregunta
“¿usted donde se cree que está?” (que resultaba inequívoca en cuanto a las posiciones,
los límites, las prohibiciones y las transgresiones que señalaba). Hoy, en cambio, son
otras las preguntas estructurantes: ¿de qué y de cuánto soy capaz?, ¿me animo o no me
animo?.

Cuando todo parece posible, así en los laboratorios como en la calle o en las
instituciones… (efectivamente) “nada es imposible”; lo (único) importante es atreverse.
Tomás y Manuel aceptan el reto; Ema descarga sobre su hijo y la escuela, oscilando
entre aquella pregunta ineficaz y el ensayo de nuevos modos de convivir con el mensaje
de estas zapatillas, acusa “la fatiga de ser uno mismo”.

Elegí tu arma

Por estos días, Nike salió al ruedo con un nuevo slogan: elegí tu propia arma. La frase
sin atenuantes, escrita sobre vidrieras lustradas en letras de gran tamaño, domina la
fachada de los locales; detrás de ella la exhibición de botines de fútbol de alta gama. El
slogan y los productos (sus perfiles, suelas, diseños, colores) embelezan, amedrentan,
tientan o impresionan, según la edad, el género, el universo cultural y el sector social del
observador.

Es altamente improbable que la impecable y obscena instalación alarme a ciudadanos,


vecinos y medios de comunicación saturados de quejas y de noticias sobre pibes
chorros que salen de caño con llantas de última generación.

Elegí tu propia arma no ha despertado la indignación que correspondería a la


preocupación que despiertan los jóvenes a causa de sus valores, sus referentes, sus
consumos y sus desmanes, cuyo incremento se mide minuto a minuto cual versión
aggiornada del tristemente célebre “riesgo país”.
La omisión podría justificarse, por ejemplo, señalando que una lectura literal del slogan
solo es pensable en caso de consumidores de dudosas intenciones previas, turbios
antecedentes y pronósticos reservados, inexpertos en el manejo de elipsis y metáforas.
En definitiva -podría pensarse- se trata de una estrategia publicitaria que promociona
indumentaria deportiva; es solo un slogan. Veamos entonces los contenidos que lo
acompañan en una página web que presenta los modelos de la serie, ofreciendo motivos
y consignas para orientar la elección del producto según el estilo de juego y la posición
en la cancha.

(…). Los pases de Cesc y los quites de Mascherano en Inglaterra y el dominio de la


mitad de la cancha de Battaglia en Boca no hacen más que dar cuenta de esto. Para
ganar una batalla, el primer paso es elegir tu arma y si la lucha va a ser ardua, los
CTR 360 son tu mejor opción. Elegí control. Elegí los CTR 360.

(…) En los partidos donde todo es lucha y nada es juego, donde la pierna fuerte es
moneda corriente, sólo los distintos prevalecen y para ellos fueron creados los Tiempo,
para marcar la diferencia con su toque mortal. (…).

Con una suela disociada que convierte al botín en más ligero y ultra cómodo, ahora
podrás humillar a tu rival con elegancia, podrás destruirlo con habilidad, podrás
distinguirte con ese toque mortal que diferencia a los distintos de los que sólo quieren
jugar. Por eso, elegí como Tévez y como Agüero. Elegí ser distinto. Elegí Tiempo.

¿Qué edad tendrán los inimputables gerentes de marketing y los publicistas de la diosa
griega de la victoria, que corre rápido y no sirve para mucho más?

¿Y qué edad quiénes les venden o les alquilan las armas a los pibes para que consigan –
entre otras cosas y si no lo logran por otros medios- las zapatillas que se promocionan
bajo el lema violento e inescrupuloso?

Cuando adolescentes y jóvenes demuestren que comprenden consignas sencillas como


esta tal vez sea tarde para enseñarles inglés o matemática, para que prefieran no
perderse oportunidades de expresión y experiencias estéticas, para que construyan
masculinidad sin recurrir a la homofobia y la discriminación, para que disfruten de jugar
sin humillar y para que se conmuevan con Antígona o La Odisea: la “tragedia griega” se
habrá adueñado de toda la cancha.

O incluimos nosotros también, de verdad, o “incluyen” solo ellos.

Elegí tu arma.

Bibliografía citada.

Antelo, Estanislao (2003), Lo posible escolar. Notas sobre lo que no sabemos, Posgrado
en Gestión Educativa, Buenos Aires, Flacso.

Ehrenberg, Alain (2000), La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad, Buenos
Aires, Nueva Visión.
Reguillo Cruz, Rossana (2000), Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del
desencanto, Buenos Aires, Norma.

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