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Orlando Mauricio Rodríguez Cuesta

Profa. Anna Juliet Reid

Ensayo Final

La transgresión entre las figuras religiosas en La marca

de la bestia de Rudyard Kipling

Alumno

Orlando Mauricio Rodríguez Cuesta

Profesora

Anna Juliet Reid

Universidad Autónoma del Estado de Morelos


Orlando Mauricio Rodríguez Cuesta
Profa. Anna Juliet Reid

“Never walk

away from home

ahead of your axe and sword.

You can't feel a battle

in your bones

or foresee a fight.

― the Hávamál
Orlando Mauricio Rodríguez Cuesta
Profa. Anna Juliet Reid

La transgresión entre las figuras religiosas en La marca de la bestia de Rudyard

Kipling

Joseph Rudyard Kipling (Bombay, India Británica, 30 de diciembre de 1865 - Londres, Gran

Bretaña, 18 de enero de 1936), fue un escritor y poeta británico aclamado por obras como El

libro de la selva (colección de relatos) y The man who would be King. Rudyard también fue

reconocido por sus pomas y cuentos infantiles. Además, la defensa que mantenía a favor del

imperialismo lo marcó como figura pública durante años. En múltiples ocasiones fue

nominado a distintos reconocimientos / títulos que rechazó, a excepción del premio nobel de

literatura en 1907. Esto lo colocó como el primer autor británico en recibir el galardón, así

como también el más joven en obtener el premio nobel de literatura.

En 1890 fue publicada su novela corta titulada La marca de la bestia, uno de los

primeros textos en describir a la licantropía como una “maldición”. El argumento del texto

relata la crónica de tres amigos británicos situados en la Inda (Fleete, Strickland y el narrador),

los cuales, al volver de una noche de celebración previa al festejo de año nuevo, pasan cerca

de un templo dedicado a la deidad mono llamada Hanuman. Al acercarse, Fleete, decide

trepar a una de las estatuas que el templo poseía y apagar su cigarrillo en la frente de una de

estas. El acto de Fleete desencadena la ira de los monjes que habitan el templo y, cuando

están a punto de tomar cartas en el asunto, un misterioso hombre llamado “el hombre de
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plata”, denominado así por su pálido color provocado por la lepra que padecía, asoma de

entre las tumbas del recinto, para abalanzarse contra Fleete.

El acto va seguido de un pequeño roce por parte del hombre de plata hacia Fleete. La

acción hace retroceder a los monjes que se notan atemorizados. Los amigos de Fleete se

acercan a él, reprochando su comportamiento y deciden regresar a la vivienda de uno de estos.

A la mañana siguiente, notan una herida en el pecho de Fleete y de cómo su comportamiento

empieza a cambiar en forma lenta y agresiva: la ansiedad de que el personaje denota por

consumir carne “poco hecha” y que derramase sangre, movimientos bruscos y

comportamiento que podría denominarse “bestial”. Los dos amigos de Fleete deciden aceptar

que su camarada comienza a ser poco a poco un ser ajeno a lo humano y, en un acto

desesperado, deciden hacer algo con el estado actual de su compañero, contactando al médico

local el cual le diagnostica hidrofobia, pero estos no quedan convencidos del todo al

corroborar ala presencia de un extraño familiar.

Strickland y el narrador idean un plan para atrapar al hombre de plata, al notar que

este ronda por la casa que habitan los tres amigos, con el fin de obligarlo a retirar la maldición

o embrujo que este plantó sobre Fleete y a base de torturas (inferibles en la narración), logran

deshacerse de la maldición de su amigo el cual, al día siguiente, no puede recordar nada de

lo ocurrido en los días en que permaneció en este estado. Ahí es cuando Strickland y el

narrador deciden mantener en secreto los hechos suscitados a lo largo de la narración.


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El texto está escrito en primera persona, como si de una crónica o narración se tratase por un

narrador del cual el nombre se desconoce. La estructura narrativa de la novela permite que

los hechos ocurridos a lo largo del texto sean poco verosímiles, puesto que la visión

expresada en cuanto a lo sucedido se encuentra en la voz de un testigo que, a pesar de no solo

apreciar el acto, fue partícipe, ciertos elementos permiten poner en duda la verosimilitud de

estos. Un ejemplo claro es el pequeño fragmento a continuación, donde el narrador no está

muy seguro de que lo sucedido sea real del todo:

Pero Strickland no respondió. Se agarró al respaldo de una silla y, sin previo aviso,
cayó presa de un sorprendente ataque de histeria. En ese momento me vino a la
cabeza la idea de que nosotros habíamos luchado por el alma de Fleete contra el
Hombre de Plata en esa misma habitación, y que nos habíamos deshonrado para
siempre como ingleses, y entonces me eché a reír, a jadear y gorgotear tan
vergonzosamente como Strickland, mientras Fleete creía que nos habíamos vuelto
locos. Jamás le contamos lo que había sucedido.

Es remarcable también lo borrosa que es la línea entre las creencias religiosas que

rodean el texto de Kipling, puesto que a lo largo de la narración podemos encontrar una

considerable cantidad de referencias a la religión judeocristiana como a la antigua religión

india. El basto conocimiento de Kipling sobre las regiones en India y su educación británica

le permitieron incursionar de esta forma para jugar con el texto a través de pequeñas

referencias que, puestas a discusión, se convierten en una mínima batalla, una pelea discreta

entre el Dios Hanuman, descrito como un ser basto en poder contra el débil y falto de la

presencia Dios Judeocristiano, que vela ciegamente por sus pobres devotos en una nación

que no es propiamente parte de sus dominios. La transgresión de la religión originaria de


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India a la que se desarrolló en una vertiente en Britania es evidente dentro de los siguientes

ejemplos. Empezaremos remarcando la cita al inicio del texto original: “Vuestros dioses y

mis dioses; ¿acaso sabemos quiénes son más poderosos? (proverbio indígena)”.

La sinceridad de la cita lo convierte en un punto remarcable dentro del texto de

Kipling que permite mentalizarse o premeditar al lector de que, en breve, la comparativa

entre la fuerza de las divinidades se hará presente y que el implacable poder británico podría

ser mancillado fácilmente mientras este se vea distribuido en sus colonias, en vez de

permanecer dentro de la sede imperial. La segunda imagen destacable se aloja en el acto

vandálico de un ebrio Fleete, cuando este le apaga su cigarrillo en la frente de la estatua de

Hanuman. Esto está fundamentado en varias representaciones de esta deidad, donde la

ilustran con el rostro quemado por fuego, y esta creencia es fuerte dentro de la isla de Sri

Lanka. Aquí podemos apreciar el esmero de Kipling por dejarnos en claro ciertas partes de

la novela que rozan lo verosímil, teniendo un fuerte equivalente en la vida más allá de la

ficción de la narración.

El término que se utiliza para nombrar a la novela no es utilizado por el autor con

inocencia. Cualquier lector que se encuentre bien informado sobre mitos básicos del

cristianismo o catolicismo, sabrá que la marca de la bestia está relacionada directamente con
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la representación del mal (el demonio) dentro del sistema religioso cristiano. Esto se

convierte en un factor de vital importancia al momento de enumerar las imágenes que

transgreden tanto a las religiones / creencias religiosas como a los ficcionales hombres

involucrados en esta. Está claro que Kipling dejó este término para Hanuman, el leproso, la

marca del cigarrillo y la mordida en Fleet por una razón en específico: denotar que todo

aquello ajeno al imperio británico es un enemigo potencial. Lo cual podemos explicar

retomando la previa explicación y ejemplificando al Dios judeocristiano como el imperio y

los Dioses o divinidades extranjeras que amenazan a la corona, sus territorios y ocupantes,

como la imagen satánica o satanizada.

Proseguiremos con la forma en que el hombre de plata dejó plasmada la marca de la

bestia y las repercusiones de esta en Fleete, para remarcar otra imagen principal de la novela

que juega con los saberes religiosos de las creencias en discordia. La deshumanización del

hombre de plata (al cual se le llega a describir como falto de cara por la lepra y que emana

un color blanquecino) tiene una sola consecuencia que, es otorgada de forma no opcional a

Fleete: la maldición de la licantropía. Los licántropos, como seres cambiantes de forma,

específicamente de humano a bestia, son la mejor ejemplificación de la habilidad de Kipling

para introducir un mito en otro, sin ser necesaria la proximidad geográfica de estos, y que

transgrediría ambas creencias religiosas al grado de hibridarlas para crear esta

deshumanización de los implicados. Si bien, mostrar al hombre de plata como un ser

degenerado, permitió al lector construir una figura amorfa y descompuesta de lo que el


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hombre tiene por significado, donde no solo su condición de leproso fomenta esta

construcción, sino también su andanza y comportamiento bestial que dejan entrar a la mente

esta condición licantrópica de este antiguo humano. Basta con recordar a Fleete andando por

allí, a ras de suelo, caminando con las cuatro extremidades, olfateando, aullando y

consumiendo carne completamente cruda para entender perfectamente que se trataba de una

maldición de licántropos lo que la ira De Hanuman significaba, tomando en cuenta que la

representación de esta Deidad es la de un hombre con cabeza de mono. Una forma fácil de

argumentar que el enojo de este poderoso Dios extranjero, maldiga a los desafortunados con

algo tan retorcido y siniestro como lo sería un hombre no tan hombre y no tan bestia.

Podemos concluir que La marca de la bestia es una novela que agrede y transgrede

de innumerables formas las estructuras religiosas construidas en dos regiones dispares del

mundo, Un texto que permite apreciar lo débiles que pueden ser los miembros del imperio si

se encuentran fuera de este y como la corona británica puede ser acechada y asediada por

múltiples e inesperadas amenazas, no solo constituidas por poderío militar, sino también

colocadas en lo profundo del alma de sus ciudadanos, esperando a engendrarse con el tiempo

exacto y atacando desde el corazón del imperio, de forma silenciosa, imperceptible y, por

ende, mortal para su integridad como nación.


Orlando Mauricio Rodríguez Cuesta
Profa. Anna Juliet Reid

Bibliografía

Piñeiro, Aurora. El gótico y su legado en el terror: una introducción a la estética de

la oscuridad. México: Bonilla Artigas Editores. 2017. Digital

*Fuentes Rodríguez, César. Mundo Gótico. Barcelona: Quarentena Ediciones. 2007.

Impreso.

*Díez de Velasco, Francisco. Introducción a la historia de las religiones. Madrid:

Trotta, 1995. Impreso.

*Vyasa, Bhagavān. Los Vedas. Madrid: Ediciones Ibéricas. 1982. Digital.

*Baring-Gould, Sabine. El libro de los hombres lobo Información sobre una

superstición terrible. Madrid: Editorial Valdemar. 2004. Impreso.

*Botting, Fred. Gothic. Nueva York: Routledge. 1996. Digital.

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