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El mapa no es el territorio
A. Korzybsky
Si bien una pregunta no debe responderse con otra, cabe preguntar: “¿por qué no?”.
Numerosas y múltiples pueden ser las respuestas a ambos interrogante puesto que cada uno de
nosotros posee un “mapa”, o representación mental de lo que supone alfabetizar. Representación
relacionada directamente con los particulares cristales construidos, a lo largo de nuestras vidas, en
los propios contextos de socialización primarios y secundarios.
Al respecto de las diferentes miradas, resulta oportuna la siguiente anécdota1:
Desde estos aportes es posible responder el enunciado planteado en el título de este apartado
expresando: “No acabamos de entender por qué surge esta duda si está científicamente
demostrado que a edad temprana los niños son aprendices activos capaces de dar significado al
lenguaje escrito.” Asimismo, en lugar de aludir al tamaño y la bidimensionalidad del retrato de la
fotografía tomada como punto de comparación el diálogo podríamos continuar haciendo referencia,
entre otros, al enfoque sociohistórico que focaliza su interés en el estudio de los cambios sociales,
culturales y cognitivos que la alfabetización ha promovido a lo largo de la historia y a la investigación
realizada por Dolores Durkin (1958) en relación con la escritura en niños de cuatro años.
En su obra “El desarrollo de los procesos psicológicos superiores” (1979), Vigotsky plantea que,
al relacionarse con su contexto inmediato, a través de acciones mediadas por instrumentos
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O’ Connor, J. & Seymur, J. (1995) Introducción a la PNL. Madrid: Urano. pág.. 31
materiales y simbólicos, los niños desarrollan su interés por comprender y producir los textos
empleados en su grupo de pertenencia, porque constituyen herramientas para interactuar
socialmente. Explicita, además, que, en las situaciones comunicativas cotidianas, los pequeños
descubren que los mensajes orales y escritos sirven para conversar, narrar, describir, dar
indicaciones, explicar, etc.; y que, mientras vivencian las funciones de los textos con su
correspondiente modo de expresión, descubren cómo su comunidad organiza cada estructura
textual. Así aprenden a construirlos, al mismo tiempo que los usan para aprender y
simultáneamente internalizan, poco a poco, las convenciones lingüísticas necesarias para mantener
una comunicación eficaz. El lenguaje verbal permite a los niños configurar mentalmente el mundo
que los rodea, los contenidos y las categorías, las relaciones y la estructuración de los mensajes
orales y escritos; posibilita la planificación de acciones, la organización de ideas, el análisis de los
propios procesos de pensamiento y el registro, la fijación y la memoria de estos. Por medio del
lenguaje, los niños se apropian de imágenes del mundo compartidas y de saberes socialmente
convalidados e históricamente acumulados. En relación específica con la escritura, el autor señala
que al comienzo el niño reconoce el lenguaje escrito como un simbolismo de segundo orden que
designan los sonidos y palabras del lenguaje hablado y que poco a poco se transforma en un sistema
de signos que simbolizan directamente las relaciones y entidades entre ellos” (Vygotsky, 1979).
En relación con la edad en que los niños pueden aprender a leer y escribir, una de las primeras
investigaciones fue la de Dolores Durkin (1958) quien comprobó que, a los 4 años, niños de familias
que les leían y respondían a sus preguntas, se interesaban por el material escrito, trataban de
dibujar las letras y disfrutaban jugando con la escritura.
Cabe preguntarse entonces, por qué si la lengua escrita posibilita el desarrollo del pensamiento
lógico superior; si los niños pueden interesarse por ella a los cuatro años y si la tarea de la escuela
es brindar igualdad de oportunidades, existen aún docentes que se oponen a iniciar el proceso
alfabetizador en el nivel inicial.
¿Será, tal vez, porque nuestras representaciones previas se constituyen en espejos retrovisores
que nos impiden darnos cuenta de que los niños del siglo XXI que, incluso antes de caminar,
manipulan libros, tablets, smartphones, controles remotos etc. y que incorporan a partir de las
páginas impresas y las pantallas, no solo palabras sino también letras y números, a su enciclopedia
personal, necesitan una nueva escuela?
Con seguridad, usted ha podido reflexionar sobre lo expuesto y puede reconocer que los
tiempos han cambiado y que las necesidades, inquietudes y habilidades de los niños de la era del
conocimiento, no son las mismas que las de los de fines del siglo XX. Sin embargo, tal vez vengan a
su mente, como en este momento a la nuestra, aquello niños de nuestra provincia que no se han
contactado antes de llegar a la sala de cuatro con ninguno de los materiales enumerados ni con la
escritura por pertenecer a grupos sociales desfavorecidos. ¿Por qué postergar, entonces, su
contacto durante dos años hasta su ingreso a primer grado? ¿Por qué seguir acentuando diferencias
si es posible acortarlas?
Más allá de lo expresado, es preciso agregar que la propuesta de comenzar a alfabetizar en el
nivel inicial trasciende a Mendoza y a Argentina.
“Las Metas Educativas para el 2021: la educación que queremos para la generación de los
Bicentenarios”, proyecto impulsado por la Conferencia Iberoamericana de los Ministros de
Educación y por la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de Estados
Americanos (OEI), plantea la necesidad de atención integral de la primera infancia y pone de relieve
la importancia de las experiencias personales de aprendizaje de los primeros años como
oportunidad de desarrollo personal y social, desde considerar que el desarrollo infantil temprano
constituye la mejor inversión para superar las debilidades que una buena parte de la población, que
ha completado la educación primaria e incluso media, posee para comprender y producir mensajes
necesarios para una vida adulta autónoma, en especial en los sectores desventajados.
“La necesidad de programas de intervención temprana de alta calidad, que promuevan el
desarrollo del lenguaje, la adquisición de destrezas cognitivas y la interacción con diversos
tipos de textos durante los primeros años de vida están ampliamente respaldados por los
antecedentes de la investigación internacional”. (Villalon, 2008, pág. 58).
Bibliografía
Braslavsky, B. (2000). Las nuevas perspectivas de la alfabetización temprana. Lectura y Vida, 21(4),
32-43.
Infante, M. I., & Letelier, M. E. (2013). AlfAbetización y educación. Lecciones desde La práctica
innovadora en América Latina y eL Caribe. Chile: ORELAC/UNESCO.
O’ Connor, J. & Seymur, J. (1995) Introducción a la PNL. Madrid: Urano
Vygotsky, L.S. (1979). El Desarrollo de los Procesos Psicológicos Superiores. Barcelona: Crítica. (
Braslavsky, 2000)