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ENSAYO LA RENDICIÓN DE CUENTAS Y EL CONTROL SOCIAL

Maestría: Maestría De Administración Y Políticas Publicas

Asesor: Mtro. Luis Enrique García García

Maestrante: Brenda Elizabeth Michel Somohano

PIJIJIAPAN, CHIAPAS A AGOSTO DEL 2019


INTRODUCCIÓN

Los gobiernos municipales interactúan en relaciones de rendición de cuentas. Una


interna, en donde el cabildo debe exigir cuentas a los miembros de la administración
pública municipal. El resultado es una rendición de cuentas frágil que suele no tener
al ciudadano como destino final y que se concentra en la justificación del ejercicio
del gasto, sin relación con el desempeño ni los resultados y con pocas posibilidades
de incidir con éxito en las decisiones cotidianas.

Si bien, como se demuestra en el proyecto colectivo de diagnóstico de la rendición


de cuentas en México, la arquitectura institucional de los gobiernos federal y estatal
es aún incapaz de garantizar una rendición de cuentas eficaz, la situación en el
espacio municipal es todavía más precaria. Puede decirse que, por lo menos, existe
un régimen de rendición de cuentas municipal por cada estado de la federación,
pues los mecanismos básicos están definidos en la constitución estatal, las leyes
orgánicas municipales y las normas de transparencia, coordinación fiscal,
responsabilidades de funcionarios públicos y fiscalización vigentes en cada entidad.

Los poderes ejecutivo y legislativo del gobierno municipal están fusionados en un


cabildo, tal cual lo están en el parlamento cuando hablamos de regímenes
parlamentarios. El cabildo a su vez, delega en el presidente municipal la autoridad
de dirigir y coordinar este proceso. Esta sucesión de delegaciones, mandatos y
encomiendas al interior de un municipio tiene como reflejo una cadena de
responsabilidades que se mueve en sentido inverso.

Por tanto, un gobierno municipal exitoso debe ser efectivo en resolver potenciales
problemas de coordinación. Por una parte, el presidente municipal no está sujeto a
un voto de confianza por parte del cabildo, como sí lo está el primer ministro en los
regímenes parlamentarios. Por otra parte, aunque las reglas electorales aseguran
la representación de más de una fuerza política, el presidente municipal tiene
garantizado el apoyo de la mayoría en el cabildo. Este último punto hace que los
contrapesos institucionales al presidente municipal dentro del cabildo sean menos
efectivos que los controles institucionales que puede enfrentar un primer ministro en
un parlamento multipartidista.
LA RENDICIÓN DE CUENTAS Y EL CONTROL SOCIAL

La rendición de cuentas hacia la sociedad y el control social son dos caras de la


misma moneda que, aunque no agotan el problema de la rendición de cuentas,
constituyen una dimensión para su potencionamiento.

La interpretación que se realiza de la crisis del Estado es clave para comprender los
énfasis. Las posibilidades de elección intentan ser recreadas incluso en el seno del
sector público, a través de la creación de cuasi-mercados, bajo una óptica similar.
Con base en tales presunciones, el enfoque de mercado supone que puede ser
fortalecida no sólo la ciudadanía, sino la propia responsabilización de la
administración pública. Un fundamento distinto del control social como un medio de
lograr la responsabilización del Estado ofrece sin embargo, otro enfoque que hace
de la democracia y de la construcción de la ciudadanía sus nortes, y que también,
aunque más recientemente, encuentra anclaje en varios programas de reforma del
Estado.

Parte de él reconoce que el control que los ciudadanos ejercen sobre la


administración pública a través de los políticos se ha revelado insuficiente para
lograr la responsabilización de aquélla. Esto, unido a la creciente automatización de
la administración, y a la insatisfacción con sus resultados convierte a la contabilidad
en un problema mayor y erigen a la sociedad en un sujeto directo de su ejercicio.

Pero hay experiencias de participación ciudadana que aunque no persiguen ni


buscan tales efectos, tampoco pueden ser asimiladas al control social. La
constatación de este hecho nos obliga a precisar cuál es la especificidad del control
social respecto del fenómeno más amplio de la participación ciudadana en tanto
intervención directa de los sujetos sociales en asuntos públicos.

Nuestra primera respuesta al respecto es que hay formas de participación


ciudadana que suponen corresponsabilidad o poder compartido con el Estado; en
cambio, el control social exige de una relación de exterioridad con el Estado. Puede,
por tanto, afirmarse que el control social constituye una forma de participación
ciudadana expresada como crítica y vigilancia sobre lo público cuyo primer
atributo es la autonomía. Este primer atributo condiciona la autenticidad del
control social.

Un segundo atributo del control social, no necesariamente presente en otras formas


de participación ciudadana, es que él supone el ejercicio de poderes
para que efectivamente pueda traducirse en consecuencias sobre los actores
públicos. Los poderes puestos al servicio del control social condicionan, de hecho,
su eficacia.

Hemos visto que tanto la elección como la participación ciudadana pueden constituir
formas de control social. Acá buscamos hacer algunas precisiones sobre la última,
habida cuenta de sus particulares potencialidades para la ampliación de la
ciudadanía. La experiencia latinoamericana está llena de ejemplos de mecanismos
de control social asociados a programas sociales que son inducidos desde los
gobiernos como una condición para recibir recursos. Como ha sido reconocido, en
esos cas os se corre el riesgo de que la participación se simule, o sea capturada, o
se convierta en un obstáculo para la eficiente implementación de las políticas.

La independencia y autonomía que mantengan los sujetos sociales hace parte de


la especificidad del control social. La relación entre el Estado y la Sociedad que se
expresa a través del control social es regulativa, no constitutiva. No es demasiado
difícil preservar una relación regulativa cuando el control social es ex –post, o sea,
cuando se ejerce sobre los resultados de las acciones públicas. Si el control social
sólo se puede traducir en conocer las justificaciones de los sujetos interpelados, su
eficacia es mínima.

De allí que sea consustancial a su ejercicio la posibilidad de imponer sanciones a


fin de conseguir los cambios necesarios. El poder que ha estado siempre a
disposición del control social es un poder directo. Pero las sanciones que se aplican
a través del ejercicio de este tipo de poder suelen ser simbólicas y por tanto, sin
efectos mandatorios. El poder comunicativo, también siempre ha constituido un
recurso directo de poder desplegado por movimientos y organizaciones sociales.
Lo cierto es que para que el control social devenga en consecuencias jurídicas sobre
los poderes públicos ha debido tornarse dependiente de la institucionalidad estatal,
sea la judicial o la contralora. La posibilidad de que este tipo de poderes crezca,
potenciando con ello las consecuencias del control social, está abierta dado el
evidente refuerzo que ha experimentado la estructura institucional para la rendición
de cuentas.

La primera consideración al respecto es que la institucionalización del control social


no depende de la mayor cantidad de órganos, leyes ni sistemas que se creen en
torno a él. En este último sentido hay que comenzar por hacer la distinción entre
control social promovido desde el Estado y el que se desarrolla en forma
espontánea desde la sociedad. De cualquier manera, el problema de la
institucionalización del control social es particularmente pertinente cuándo él es
promovido desde el Estado. Además de estas condicionantes, es posible que la
institucionalización del control social, dependa de algunos factores singulares.

En segundo lugar, la práctica de uso pareciera depender fuertemente de la utilidad


percibida de ella misma. Ésta, por su parte, es una clara función de los recursos de
poder puestos a disposición del control social a fin de generar consecuencias
públicas, por lo que necesariamente remite a la infraestructura disponible. Al
respecto cabe hacer dos distinciones. Una incumbe a las distintas modalidades que
puede adoptar el control social.

El gobierno municipal cuenta con la habilidad para expedir reglamentos, siendo el


más importante el Bando de Policía y Buen Gobierno que es el conjunto de normas
administrativas que regulan el funcionamiento de la administración pública
municipal y sus relaciones con la comunidad. Aunado a lo anterior, los gobiernos
municipales deben responder por el patrimonio municipal y son además
responsables del manejo de recursos estatales y federales que, en su mayoría,
tienen objetivos delimitados. Por un lado, el marco legal propicia este sesgo pues
delimita las responsabilidades de las principales oficinas administrativas a labores
de control de las actividades financieras del municipio. Segundo, la mayor parte de
las obligaciones de información de los gobiernos municipales con los poderes
estatales y algunas dependencias federales gira en torno al ejercicio de los recursos
públicos.

Sin embargo, el análisis de la estructura de los gobiernos municipales es una tarea


complicada debido a la diversidad que existe entre los municipios del país. Respecto
al acceso a la información, debe destacarse la enorme transformación que han
tenido los gobiernos municipales debido a los cambios en la legislación estatal y a
los reglamentos que muchos municipios han promovido. Pero los avances son aún
limitados, pues entre los municipios del país persiste el desconocimiento de la
normatividad, lo que inevitablemente se traduce en el incumplimiento de la ley.

Los municipios rinden cuentas a las legislaturas estatales porque éstas son la
representación de la soberanía del estado y porque ante ellas los municipios
sometieron a consideración sus leyes de ingresos y además presentaron para
conocimiento su presupuesto de egresos. En todos los estados de la República, los
municipios rinden cuentas a las legislaturas estatales sobre el uso de los recursos
públicos y en todas las entidades, las legislaturas locales son responsables de
fiscalizar las cuentas públicas municipales. La fiscalización superior a nivel local ha
recibido particular atención en los últimos años.
CONCLUSIÓN

Ejercer la rendición de cuentas aporta al mejoramiento del desempeño


gubernamental al permitir el pleno acceso de la ciudadanía a las determinaciones y
procesos desarrollados por los órganos de gobierno, así como a los resultados e
impactos de programas y procesos que operan las dependencias y entidades
gubernamentales. Desafortunadamente, en el país, no hay una adecuada rendición
de cuentas. Las autoridades de la mayoría de los tres órdenes de gobierno se
resiste a dejar al escrutinio público los datos sobre su desempeño, gastos,
resultados e impactos, ya sea porque no existen incentivos para trabajar sobre ello;
o que para algunos, transparentar esta información le ocasiona al gobierno costos
políticos al dar a conocer los beneficios discrecionales de ciertos grupos dentro y
fuera de la burocracia, que si bien no implican necesariamente la ocurrencia de
actos de corrupción legalmente sancionables; es cuestionable que una buena parte
de los programas públicos adopten configuraciones tendenciosas que van más allá
de las obvias e inevitables vinculaciones que toda política asume, es decir acciones
no siempre reconocidas por las dependencias y entidades gubernamentales de
México, que involucran la adopción de un criterio de un sector productivo o de un
grupo de interés a la hora de formular una cierta política o programa; y con ello,
atienden desde la actuación gubernamental los propósitos o despropósitos de los
grupos favorecidos.

La responsabilidad pública de la rendición de cuentas se basa en el derecho de los


ciudadanos a recibir datos medibles y comparables que guíen el debate público
entre los ciudadanos y sus representantes electos sobre la efectividad de la gestión.
De esta forma, la información y análisis de la gestión financiera pública, juega un
papel fundamental en una sociedad democrática ya que el cumplimiento del deber
de los gobiernos es precisamente el de ser públicamente responsables por el buen
uso de los recursos otorgados y responsabilidades conferidas por ello.

La finalidad atribuida a la rendición de cuentas, consiste en demostrar la


responsabilidad de los actos de los gobiernos ante los ciudadanos; dichos actos
pueden abarcar tanto la necesidad de proporcionar información que facilite el
análisis de la posición y condición financiera de la gestión gubernamental; la
transparencia al permitir a los usuarios su evaluación, y el análisis para determinar
la suficiencia de los ingresos del año para atender los pagos provocados por los
servicios prestados del mismo, o demostrar la conformidad con la normativa
presupuestaria y financiera y otras normas legales o contractuales vigentes, y por
último, el de proporcionar información que permita la valoración de los servicios
municipales, sus costos y el grado de cumplimiento entre otros.

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