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Viendo robar el busto de Girardot

Santiago Londoño Vélez

Entre los testigos del vaciado en bronce del busto de Atanasio Girardot, realizado por Francisco
Antonio Cano en diciembre de 1909 en la Fundición de Velilla y Escobar, estaba el escritor Efe
Gómez y la niña Margarita Escobar Mejía, mi abuela. Los Talleres de Robledo, como se conoció a la
fundición, se especializaban en producir herramientas para la agricultura y máquinas para despulpar
café.
Efe Gómez escribió un texto titulado “Viendo fundir el busto de Girardot”, donde cuenta con emoción
lo que sintió durante el proceso de vaciado a la cera perdida. “El molde estaba rojo, rojo y ardiente”,
escribió en 1911.”La matriz vacía, que la fundida cera dejó correr, esplende y arde, y espera –
ardiente– el metal líquido que ha de llenarla y que al enfriarse, conservará eterna impresión de los
pulgares febriles del artista cuando en la blanda arcilla persiguió su ensueño”.
La técnica la aprendió Cano de su padre y al parecer la perfeccionó en Europa. Era el segundo
bronce que se realizaba en Antioquia. El primero, de 1909, fue la fuente de la Iglesia de San José,
también de Cano.
Después de luchar contra la falta de fondos, el artista logró llevar a buen término la obra. Diseñó una
escalinata sobre la que se encontraba una bandera caída. En el centro, un pedestal sostenía el busto
del joven de 22 años, nacido en San Jerónimo, Antioquia. Era un monumento modernista y poco
complaciente, que rompió con los cánones clásicos provistos por la academia francesa para las
esculturas conmemorativas neoclásicas que invadieron a Hispanoamérica y que transformaron los
mestizos héroes locales en figuras con perfiles griegos. Para el rostro tomó como referencia algunas
imágenes del prócer y, además, se cuenta que hizo una competencia entre muchachos que subieron
corriendo una loma. Entonces dibujó al ganador con el gesto de un esfuerzo supremo. Tomás
Carrasquilla, impresionado con el rostro de Girardot, escribió que “tanto expresa que hasta de noche
espanta”.
El busto fue inaugurado en 1910 con motivo del primer centenario de la independencia de Colombia.
Quedó ubicado donde estaba, cerca de la casa natal de Atanasio Girardot. Girardot nació en
Medellín pero no luchó en su tierra natal sino al lado de Bolívar en Venezuela, donde murió
acribillado en el cerro del Bárbula y de pronto se convirtió en leyenda.
Del día de la fundición quedó una foto que fue reproducida en una revista de la ciudad, donde se ve
a Cano y al fundidor con sus herramientas. En el ejemplar que está en la Sala Antioquia de la
Biblioteca Pública Piloto falta la página original donde se reprodujo la foto mediante fotograbado. Un
alma caritativa la reemplazó con una fotocopia.
Una desafortunada intervención “remodeló” el pedestal y luego fue devuelto a su estado original.
Pero la pesadísima bandera de bronce fue robada tiempo después ante la indiferencia de muchos y
estupor de unos pocos. Al tiempo se recuperó, ya no se sabe dónde, y estuvo guardada en el Museo
de Antioquia.
Se cuenta que durante tres días estuvieron los ladrones subidos en una escalera y con una segueta
decapitaron la escultura, según reportó una emisora radial la madrugada del 11 de agosto de 2017,
justo el mismo día de la independencia de Antioquia, para acentuar el despropósito. Quedó una
escalera abandonada contra un pedestal vacío, cual macabra instalación postmoderna o inesperada
“plataforma curatorial”, como se dice ahora, que acaso exprese el ascenso al vacío de las oscuras
fuerzas que circulan entre nosotros. Tanto expresa que hasta de noche espanta.
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