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Lizbeth Arlene Ordaz Tapia

¡¿Un día sin chile?! La concepción del picante vista a través del mexicano.
Antropología e Historia
Dr. Rodrigo Laguarda

¿Qué pasaría si un día los mexicanos nos quedáramos sin picante? considero que es una

pregunta que a muchos de nosotros (los mexicanos, claro está) nos ha robado algunos

valiosos segundos de nuestra vida mientras estamos aspirando la variopinta mezcla de olores

que nos regala el metro a las 18:30 la estación Hidalgo, esperando en una eterna fila del

banco, o un día cualquiera atorados en avenida Insurgentes aguardando pacientemente que el

tráfico disminuya como por arte de magia. La respuesta a la que pude llegar es que sería un

día caótico, no concibo la idea de comer unos chilaquiles sin ese rico sabor picante de la salsa

de tomate o jitomate (depende los gustos) mezclada con unos chiles verdes y su epazote, o de

unos ricos tacos de pastor con una buena cucharada de salsa de aguacate, como dejar de lado

de una rica pieza de pollo bañada en un riquísimo mole rojo acompañado con un suculento

arroz rojo. Me era imposible idealizar un día así, incluso un país así, sin picante, y más que el

nuestro se caracteriza por ser el primer consumidor y exportador de tan suculento manjar.1

Sin embargo, un día conocí a un joven de origen venezolano que me permitió comprender

mejor que tal vez los mexicanos tenemos un tipo de filia por el picante.

Venezuela, al igual que México cuenta con una diversa variedad de chiles, en su

mayoría son dulces y se utilizan para aderezar diversos guisos. Sí existen los chiles que pican,

no obstante, el nivel de picor no se compara al chile mexicano. En varias conversaciones con

el joven venezolano, él me comentaba que no comprendía por qué el mexicano se empeñaba

en agregar picante a toda la comida, y honestamente, nunca había reflexionado en ello, y mi

1
​ bril, 2019.
López Michelle, “el picante alrededor del mundo”, ​Gourmet de México, a
<​https://docs.google.com/document/d/10jeuKQEAqn4WW7dDX5iZOFlgoTP9oNziOYSe5MHu3ms/edi
t​> [Consultado: 3 de mayo 2019].
primera respuesta fue: “pues porque si no se le pone, no sabe” y partir de ahí la conversación

se volvió una discusión interminable con dos posturas muy polarizadas; la primera, la de él,

que argumentaba que el picante más allá de aderezar o “darle sabor” (como solemos decir los

mexicanos) lo que pasaba es que se perdía el sabor original del alimento, y la segunda; la

mía, explicándole que el picante permitía una nueva experiencia de sabor, ya que el picante

mezclado con los guisados o con la carne tomaba un sabor diferente y particularmente

adictivo. Los mexicanos tenemos un gusto muy particular por el picante desde la época

prehispánica. Fray Bernardino de Sahagún en su texto ​Historia general de las cosas de la

Nueva España expone los diversos usos del chile, no sólo como alimento base de la dieta de

los aztecas, sino de su uso como arma bélica, así como sus propiedades medicinales e incluso

pedagógicas.

El comer picante, visto desde una perspectiva mundial es significado de valentía y de

honor, no cualquiera se atreve a comerse un chile habanero de una sola mordida, sin embargo

es una práctica muy común por los extranjeros y que es erronea. El masticar un chile de

manera literal demuestra que no saben consumir picante, ya que aquel que se considere un

valiente aventurero y coma unos chilaquiles que piquen como los mil infiernos o unos buenos

tacos de tripa con una salsa de cacahuate y habanero sin derramar una sola lágrima, serpa

digno de llamarse conocedor de la comida mexicana. El significado esencial del picante y la

comida mexicana radica en el ingenio del mexicano para poder realizar guisos que tengan un

grado insoportable de picante, pero que no puedas dejar de comer.

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