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Universidad Pedagógica Nacional

Licenciatura en filosofía
Seminario de filosofía medieval: Séneca
Sebastián Ardila Yopasá

Sobre la brevedad de la vida

En el siguiente texto se pretende presentar los argumentos más relevantes del diálogo sobre la
brevedad de la vida del filósofo romano, Séneca. En este diálogo Séneca nos habla de cómo se
desperdicia el tiempo y de cómo resulta muy breve la vida para quienes no son capaces de
aprovechar el tiempo y de hacerse dueños de sí mismos.

Sobre la naturaleza del tiempo

En principio, el filósofo romano considera que la mayor parte de los seres humanos se queja
de la supuesta malicia de la naturaleza, ya que se dice que somos engendraros para vivir un
tiempo escaso, porque el tiempo discurre muy velozmente, muy rápido. Sin embargo, no
tenemos escaso tiempo, sino que perdemos mucho. La vida es suficientemente larga y se nos
ha dado en abundancia para hacer cosas nobles, si se invierte bien el tiempo. No obstante, si se
disipa la vida en lujos y apatías, y no se dedica a nada bueno, en lo último de nuestras vidas nos
percatamos que ya ha transcurrido la vida que no habíamos comprendido que corría. En otras
palabras, “no recibimos una vida corta, sino que nos la hacemos, y no somos indigentes de ella,
sino dilapidadores” (brev.1, 1). De ahí que nuestras vidas pueden resultar muy extensas si
somos capaces de organizarlas bien y aprovecharlas.

Teniendo en cuenta las opiniones comunes sobre la naturaleza, Séneca arguye que no hay por
qué quejarse de la vida, pues ella se ha portado generosa con nosotros, según él, la vida es larga
si nos sabemos servir bien de ella. Aun así, la mayoría de las personas se dejan dominar por
cuestiones superfluas de la vida y no son capaces de dominar sus propias vidas. Algunos, son
dominados por la avaricia, el vino; otros, por los deseos de comerciar, la pasión por la guerra,
asimismo, hay quienes se entregan en una voluntaria esclavitud. Para éstos resulta cierto que es
escasa la porción de la vida que vivimos. Ellos se ven agobiados por los vicios que no los deja
contemplar la verdad, en vez, los sumerge en la pasión. En consecuencia de esto, nunca les es
posible volver en sí, no se ocupan de sí mismos, es decir, cada uno se desgasta por el otro. Si
bien uno es servidor de aquél, y aquél de otro, ninguno es su propio dueño, ni siquiera tiene

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tiempo para sí mismos, nunca se han dignado a mirarse, escucharse; ni siquiera a examinar sus
propias vidas y los actos que han hecho.

Ahora bien, Séneca analiza la vida de un viejo de la multitud quien está llegando al fin de una
vida humana. Tal anciano debe pensar en cuánto tiempo se ha llevado su padre, su madre, su
rey; las peleas con su esposa, las enfermedades y el tiempo desaprovechado. Calculando esto,
tal anciano se dará cuenta de que tiene menos años de los que pensaba tener, y que morirá
prematuramente. Tal anciano y la mayoría del vulgo, viven como si siempre fueran a vivir, y
nunca comprenden su propia fragilidad. La mayoría habla sobre sus vidas como si tuviera total
control sobre el futuro, algunos dicen que a los cincuenta harán tal cosa, a los sesenta tal otra,
etc. Pero cómo saber que tal cosa que esperamos en el futuro saldrá como disponemos. Para el
filósofo romano,

No hemos de preocupamos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir
largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma. La vida es larga si es plena; y
se hace plena cuando el alma ha recuperado la posesión de su bien propio y ha transferido a sí el
dominio de sí misma (Epist. 93,2).

En todo caso, lo que parece peligroso es querer comenzar a vivir cuando hay que dejar la vida,
además, el olvido de la condición mortal y dejar para la vejez los buenos propósitos de la vida.

Sobre el ocio

Para Séneca, los más poderosos optan por el ocio, lo prefieren a todos sus bienes. Por un lado,
Augusto pide para él, el reposo para descansar de la política, siempre esperando el ocio
distrayendo sus afanes con este falso consuelo, pues él pensaba que ya dejando la política
podría vivir para él. Augusto “ansiaba el ocio, con la esperanza y el pensamiento de él se
aliviaban sus afanes; éste era el anhelo de quien podía hacer que todos vieran realizados sus
anhelos” (brev.4, 6). Para aquellos que aborrecen sus vidas y que piden más tiempo para
cambiar, por más que sus vidas se prolonguen mil años, se reducirá a estrechos límites.

Más este espacio que, por más que la naturaleza lo cruza corriendo, la razón ensancha, es
inevitable que se os escape rápidamente; pues no lo cogéis ni lo retenéis ni ponéis freno a la
cosa más fugaz de todas, sino que dejáis que se esfume como una cosa superflua y subsanable
(brev.6,4).

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Aquellos que no tienen tiempo para nada más que para el vino y la lujuria, están
vergonzosamente ocupados, y su deshonra es infame. Los demás, aunque se dejan cautivar por
una imagen vana de la gloria, se extravían, según Séneca, con cierta dignidad. En fin, todo el
mundo está de acuerdo en que un hombre obsesionado no puede ejercer ningún oficio, ni la
elocuencia ni las profesiones liberales. De ahí que nada sea menos propio para un hombre
obsesionado que el vivir, además de difícil el aprendizaje, pues “a vivir hay que aprender
durante toda la vida y, cosa que quizá te extrañe más, durante toda la vida hay que aprender a
morir. (brev.7, 4).

Séneca señala que “es propio del hombre eminente y que está por encima de los extravíos
humanos no dejar que le quiten nada de su tiempo, y su vida resulta larguísima precisamente
porque todo cuanto se ha prolongado ha quedado enteramente libre para él” (brev.7, 5).
Entonces, aquél que aprovecha su tiempo, en ningún momento se ha quedado inactivo, no ha
cedido su vida a otro, pues no ha encontrado nada digno para intercambiar por su tiempo. En
cambio, algunos pueden decir que les resulta imposible vivir, enfrentando demandas judiciales,
éstos les resulte imposible vivir, pues todos los que reclaman para sí, otro le sustrae la vida. Se
extraña Séneca de los que piden tiempo esperando a quienes lo solicitan, como si no pidieran
nada. Juegan con una de las cosas más valiosas, los engañan pues el tiempo no es algo material,
siguiendo a Edwards “Acording the traditional Stoic scheme, time is one of four incorporeal
things (along with the sayable, void, and place). Séneca acknowledges time´s incorporealitiy”
(Edwards, 2014, pp.324, 325).

Lo importante para Séneca radica en que “nadie valora el tiempo; lo emplean sin restricciones,
como si fuera gratuito.” (brev.8, 3). La mayoría suele decirle a las personas que aprecia mucho,
que están dispuestos a darles un par de sus años, sin embargo, dan su tiempo y no saben qué
hacen, pues se despojan de su propio tiempo sin beneficio alguno. Nada más insensato que
aquellos hombres que organizan sus planes para un lejano futuro. La mayor pérdida de la vida
para Séneca es la dilación “el obstáculo mayor para vivir es la espera, que depende del día de
mañana, desperdicia el de hoy. Dispones de lo que está puesto en manos de la suerte, desechas
lo que está en las tuyas.” (brev.9, 2).Séneca aconsejan que contra la fugacidad del tiempo hay
que competir con la celeridad en emplearlo.

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Al encuentro de la muerte, los atareados y los ociosos

Para Séneca “en tres etapas se divide la vida: la que ha sido, la que es, la que va a ser. De ellas,
la que estamos pasando breve, la que vamos a pasar, incierta, la que hemos pasado, segura”
(brev.10, 2). La vida de los atareados es la más corta, éstos pierden su pasado, pues no tienen
tiempo de mirarlo, y si tienen, les es desagradable el recuerdo de cosas de las que se
arrepienten.

Memory plays a key role here. But only those who have lived all their lives well are in a position
to take pleasure from looking back (10.3.f.). And as he comments in the Epistles, it is only
contemplation of the past that enables us to formulate a productive plan for the future
(epist.83.2)” (Edwards, 2014, p. 328).

De esto que quienes han vivido bien sus vidas están en condiciones de tener placer al mirar
hacia atrás para formular planes productivos; mientras que los que han vivido mal no quieren
recordar el tiempo perdido de mala manera. Puesto que quienes han sido ambiciosos, han
triunfado despóticamente, han engañado, han derrochado, en general han actuado mal, es
natural que teman sus recuerdos. Los días pasan uno a uno como si fueran los últimos, “por el
contrario, el tiempo pasado, cuando se le ordena, acudirán, consentirán ser examinados y
retenidos a voluntad, cosa que los atareados no tienen tiempo de hacer” (brev.10, 5). Según
séneca, lo propio de una mente tranquila y sosegada es desplazarse por todas las etapas de su
vida, los espíritus de los atareados, no pueden girarse y mirar atrás. “Solo a los atareados, por
tanto, concierne el tiempo presente, al estar ocupados en muchos quehaceres, se les sustrae”
(brev .10, 6).

Los ancianos que mendigan una prorroga de sus vidas, reconocen que no han vivido, y que en
caso de liberarse de esa indisposición, van a vivir en el ocio; entonces piensan cómo se han
procurado inútilmente cosas de las que no disfrutaban, cómo todo su trabajo ha sido en vano.
Empero, aquellos cuya vida se desarrolla lejos de toda ocupación, su vida resulta extensa, nada
se entrega a la suerte, nada se pierde por negligencia, nada es superfluo, por eso en el día en
que llega su día final, el sabio no vacilará en ir a la muerte con paso firme. Así, Séneca llama
atareados a quienes vemos ahogarse entre todos sus honores. El ocio de algunos es atareado,
pues resultan fastidiosos para sí mismos. Estos ociosos son los que prefieren que su cabello

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esté bien que el Estado. No obstante, al filósofo romano le parece que aquellos que se llaman
ociosos, no tienen ocio, sino negocios inútiles. Teniendo en cuenta lo anterior, no son ociosos
aquellos que se dedican al cuidado de broncearse bajo el sol. Por ende, no son ociosos aquellos
cuyos placeres tiene mucha relevancia y ocupación. Además, no se dudará de que no hagan
algo laborioso los que se entretienen en el estudio de erudiciones inservibles. Ya los griegos se
habían encargado de estudiar cosas como: si había sido escrita primero la Ilíada o la Odisea, y
si eran del mismo autor. También a los romanos los ha invadido según el filósofo una vana
afición por aprender cosas innecesarias, como que Lucio Sila fue el primero que ofreció en el
circo leones sueltos, o que Pompeyo fuera el primero que presentó en el circo la pelea de
dieciocho elefantes, enfrentado a unos hombres valientes. El punto de Séneca era mostrar el
inútil celo de algunos en idénticas cuestiones, que podían resultar falsas y engañosas.

Ocio digno con los sabios del pasado

“Son hombres ociosos sólo quienes están libres para la sabiduría, solo ellos están vivos” (brev
.14, 1). Gracias al trabajo de los sabios, nos vemos conducidos a los hechos más hermosos
sacados de las tinieblas a la luz. Nos es posible debatir con Sócrates, dudar con carnéales, con
Epicuro, etc. En tanto que la naturaleza nos permite extendernos para participar en cualquier
época. De ahí que cómo no salir del tránsito temporal a las cosas ilimitadas, eternas, comunes a
los mejores. Para Séneca quienes se ocupan de auténticas obligaciones, son aquellos que
quieren ser más íntimos de Zenón, Pitágoras, Demócrito, Aristóteles y Teofrasto, y los
maestros de buenos conocimientos. Ninguno de estos maestros dejará de despedir a sus
lectores más felices, satisfechos; ningún maestro consentirá que alguno de sus lectores se vaya
con las manos vacías. Aquellos maestros, enseñaran a cada lector, le agregaran sueños. Las
conversaciones con ellos no serán peligrosas. En consecuencia de tal lectura, una buena vejez
aguardará a quien se ha convertido en lector de tan buenos maestros. Pues bien, quien se
encuentre entre los admiradores de los maestros, tendrá con quien deliberar sobre las
cuestiones más importantes, consultar sobre sí mismos, de quiénes oír la verdad. Los maestros
“te facilitaran el camino hacia la eternidad y te alzarán hasta una posición de la que nadie puede
ser desalojado” (brev.14, 4). De ahí que este es el único sistema para prolongar la mortalidad,
más aún, para transformarla en inmortalidad. La escritura también tiene esta posibilidad, pues

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“There is an important sense in which letters have the power to transcend constraints of both
space and time. The act of writing can serve as a strategy to fix time, and thus to transcend
death. The writers, too, can hope to overcome mortality (Edwards, 2014, p. 340).

Las letras según esta interpretación de Edwards pueden trascender las limitaciones del espacio
y el tiempo. En ese sentido, la longevidad de la escritura ofrece otro tipo de dominio del
tiempo, es decir, por medio de la escritura se puede trasformar la mortalidad en inmortalidad.
En conclusión, la escritura puede ser un medio para continuar la existencia más allá de los
límites del ser humano.

Todas las estatuas, y monumentos rápidamente se derrumban. Sin embargo, no puede causar
daño a las cosas que ha inmortalizado la sabiduría, pues ninguna edad las podrá borrar. En ese
sentido, “la vida del sabio, entonces, es muy extensa, no lo ciñen los mismo límites que a los
demás; solo él se libera de las leyes del género humano, todos los siglos están a su servicio
como al de un Dios” (brev.15, 5). En contraposición, es breve y angustiosa la vida para los
demás que se olvidan de las cosas pasadas, descuidan las presentes y tiene temor por las
futuras, y cuando han llegado a los últimos días de sus vidas comprenden que han estado
atareados todo ese tiempo en no hacer nada. A ellos, los inquieta la muerte, desean a veces la
muerte, porque le temen. Sin embargo, aceptar la muerte es algo difícil, pero es algo que debe
hacerse si es está en búsqueda de la felicidad y la imperturbabilidad del alma. No obstante, solo
se puede aceptar la muerte al comprender la brevedad del tiempo y su aprovechamiento.

Algunas veces aquellos que no aprovechan el tiempo, sienten que los días son largos, porque
cuando sus ocupaciones los dejan libres y están ociosos, no saben cómo organizar su ocio y se
desesperan, o cuando esperan la batalla de algún gladiador, cualquier plazo de tiempo de espera
les resulta largo. En efecto, todo instante que esperan resulta breve y precipitado, pues al
alcanzar algo ya desean otra cosa. En consecuencia, no son largos los días para ellos, en cambio
cortos cuando se entregan a la lujuria y al vino. Para Séneca es lógico que la vida de quienes
laboriosamente logran lo que quieren y angustiosamente lo que han logrado, tengan una vida
infeliz y corta, pues nuevas ocupaciones sustituyen a las que habían, las esperanzas despiertan
más esperanzas. “todo créeme, resulta incierto aun para los afortunados; nadie debe
prometerse nada acerca del futuro; hasta lo que uno posee se le escapa entre las manos y la
misma hora que apuramos al azar nos la cercena” (Epist.101.1, 5). Para Séneca el mayor
defecto de nuestras vidas radica en que ella siempre está inacabada que todos los días

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reservamos cosas para el futuro, cuestión que nos produce inquietud, y esta inquietud, se evita
solo haciendo que nuestras vidas no se extiendan hacia afuera, sino que se concentre en sí
misma.

Por último, Séneca exhorta a Paulino de que se aleje del montón y se vaya a un puerto más
tranquilo y que pruebe a ver qué hace en el ocio, pues la mayor parte de su vida la dedicó a la
política, entonces lo exhorta para que tome también algo de tiempo para sí. Pero no lo está
invitando a descansar accediendo a los placeres más caros del vulgo, para Séneca eso no es
descansar, ya en el ocio, él encontrará tareas más importantes de las que hasta ahora ha
realizado. Lo invita a que use la fuerza de su espíritu para una vida feliz, refugiándose en
asuntos más importantes y seguros. Pues “le aguardan buenos conocimientos, el apego y
práctica de las virtudes, el olvido de las pasiones, la ciencia de vivir y de morir, el profundo
sosiego de las cosas” (brev.19, 2). Pues mientras quienes resultan desdichados en sus
ocupaciones, sus vidas resultan sin provecho y sin ningún progreso del espíritu, pues no tiene
presente la muerte, no dejan de concebir proyectos para el futuro basados en la esperanza.

Bibliografía

Edwards, C. (2014) Ethics V. Death and time en: Brill's Companion to Séneca. Boston: Leiden.

Séneca, L. (1986) Epístolas morales a Lucilo I. Madrid: Gredos.

Séneca, L. (1986) Epístolas morales a Lucilo II. Madrid: Gredos.

Séneca, L. (2008) Sobre la brevedad de la vida, en: Diálogos. Madrid: Gredos.

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