Está en la página 1de 3

La planificación estratégica regional

En América Latina la planificación nacional tiene sus inicios en los años de la posguerra;
por su parte, la planificación regional surge en América Latina a fines de los años cincuenta
del siglo pasado. En el caso de Brasil la creación de instituciones específicas para llevar
adelante el desarrollo regional consistió en iniciativas para estimular el desarrollo
económico y social en áreas más pobres del territorio nacional.
Se observa que la planificación regional siguió el mismo modelo en el ámbito nacional, o
sea, la optimización de la asignación de recursos económicos. Sin embargo, contaba con
ciertas particularidades: las zonas geoeconómicas de las regiones abarcadas por los planes
muchas veces no coincidían con las fronteras geográficas y los instrumentos de política
económica eran de carácter nacional.
Esto trajo dos consecuencias principales: los efectos de las políticas globales no se
propagaron equitativamente entre las diferentes regiones y los líderes regionales tuvieron
y tienen poca autonomía en la asignación de los fondos públicos.
El plan regional debe adecuarse a los objetivos nacionales. Dentro de esta lógica, es
necesario compatibilizar los objetivos de maximización del producto nacional con la
minimización de las disparidades regionales. La coordinación entre las diferentes entidades
nacionales es fundamental para la consecución de este objetivo.
La estrategia de adoptar la planificación regional requiere la definición de instrumentos de
fomento productivo y de incentivos fiscales para resolver la desigualdad entre las regiones,
siendo en definitiva una solución de carácter político y técnico.
En su concepción original, el gobierno utilizó las nuevas instituciones como elemento de
planificación y de administración de los recursos públicos, con la intención de promover el
desarrollo, financiando proyectos que inducirían el crecimiento económico y corregirían las
desigualdades.
El proceso de regionalización que se trató de implementar en América Latina, a partir de
los años sesenta, no logró articular en un mismo marco los problemas conceptuales y de
definición con aquellos de naturaleza política y de orden práctico. Hasta los años setenta,
todavía perduraba el crecimiento de la posguerra y la planificación regional respondía a
problemas fundamentales que el desarrollo latinoamericano enfrentaba en el periodo, entre
ellos su naturaleza de concentración en las zonas metropolitanas.
La planificación regional adoptó entonces un enfoque en que las metas de equidad social
fueron trasplantadas a la política territorial, asumiendo las premisas de la distribución futura
de los beneficios que se estaban generado y del mantenimiento de aquel crecimiento en el
largo plazo.
La incompatibilidad entre las políticas regionales propuestas y las políticas
macroeconómicas que, una vez definidas, limitaban los patrones espaciales de variación
tecnológica y del régimen de trabajo, ponía de manifiesto la debilidad del marco teórico
utilizado por la planificación regional, pues no incluía las relaciones explícitas entre las
transformaciones estructurales, la composición interna de los sectores y la formación y
evolución de los patrones de localización espacial. Esto dificultaba el análisis de la
compatibilidad entre las estrategias
recomendadas y el marco general de las políticas nacionales (Echeverría, 1990).
Planificación estratégica urbana
La planificación estratégica, utilizada masivamente como una técnica de las compañías
privadas en los años 50 del siglo XX, comenzó a aplicarse a nivel urbano en la década del
80 en algunas ciudades de los Estado Unidos de Norteamérica como San Francisco, entre
otras.
El principal objetivo de todo proceso de planificación estratégica urbana es el de influenciar
el futuro de la ciudad a través del consenso y la coordinación de las acciones que llevarán
a cabo los actores económicos y sociales. Justamente aquí yace el principal punto de
diferencia entre la planificación estratégica urbana y la planificación urbana tradicional: se
trata de orientar e integrar las acciones socioeconómicas a través del consenso y la
cooperación entre los actores del territorio en lugar de “imponer” un determinado tipo de
distribución y uso del suelo. Más concretamente, un plan estratégico es un proceso político
y no un marco regulador. Sin embargo, la clave está en interconectar ambos tipos de plan,
el estratégico y el urbano, y crear una complementariedad, partiendo de un proyecto único
de ciudad.
Desde este punto de vista, un plan estratégico es un pacto entre todos los actores
económicos y sociales de una ciudad para asegurar la gobernabilidad, anticipándose al
futuro con propuestas posibles y deseables. Es también un sistema para la toma de
decisiones políticas y técnicas en un marco de consenso.
En otras palabras, de forma consensuada entre los actores, se determinan los objetivos
estratégicos que, al mediano plazo, la ciudad debe seguir para lograr una mejor posición
nacional e internacional, una mayor competitividad y un más alto nivel y calida de vida de
sus habitantes.
Sin una visión compartida de la ciudad y de su futuro es difícil que los actores sociales y
económicos interactúen en una misma dirección y pongan en marcha acciones que lleven
a un mismo resultado. Un plan estratégico urbano logra orientar las energías y unificar la
dirección del cambio. El plan estratégico permite definir y ordenar las acciones de los
actores individuales que, convergen, para alcanzar el objetivo común y compartido.
Las características básicas de la planificación estratégica urbana son:

 La ciudad es considerada como un todo económico y social


 Es el instrumento que permite la coordinación de todos los actores, públicos y
privados, en miras a un objetivo único común
 Está orientada a la acción, en tanto, de forma proactiva, anticipa y promueve
acciones y eventos
 Las acciones deseables se conciben definiendo simultáneamente los medios reales
para alcanzarlas
 Establece niveles de calidad en las acciones que, separada pero coordinadamente,
los actores ponen en marcha
 Resalta la importancia de toda la gran cantidad de pequeñas acciones que deben
ser puestas en marcha, al incluirlas unificadamente bajo objetivos comunes
 Asegura la continuidad de las acciones, de los inputs y, en definitiva, del cambio
 Inculca un espíritu de progreso sobre la base de objetivos comunes de interés
general
Un plan estratégico, convocado generalmente por una oficina pública, involucra a todas las
principales instituciones socioeconómicas de la ciudad. El éxito de un plan, en gran parte,
estará condicionado por la actuación de todos estos actores los que, además de tomar parte
en el proceso, deben asumir el liderazgo y, especialmente, demostrar verdadero
compromiso por los resultados.
Otros componentes que ayudan a que un plan estratégico se culmine con éxito, son la
disposición de recursos, tanto humanos como técnicos y financieros; la disposición de
sentido común y realismo para la priorización de propuestas y acciones y la determinación
de llevar adelante el plan y de darle continuidad.
En todo plan estratégico la comunicación, la difusión y la imagen pública son también
aspectos centrales en la medida que se asegura una mayor participación ciudadana y un
mayor compromiso de todos los actores.
Es evidente que para que una ciudad pueda abrir un proceso plan estratégico necesita tener
un cierto grado de autonomía, tanto decisional como de recursos. La descentralización de
la administración y del gobierno se vuelve así aspectos centrales y puntos de partida de
cualquier proceso de planificación.
¿Cuáles son los actores que participan en un plan estratégico urbano?

 Los ciudadanos como usuarios y destinatarios finales


 Los políticos y técnicos del gobierno como responsables de la gestión pública de la
ciudad
 Las empresas como agentes económicos de la ciudad
 Las organizaciones de la sociedad civil, como instituciones que representan los
intereses de los ciudadanos

Nombre: Jhonny Quispe Camacho

También podría gustarte