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En los inicios del siglo pasado los tipos de drogas que solían comercializarse formaban parte de
los productos que se ofrecían normalmente en las farmacias, los vinos (cordiales) con coca y los
cigarrillos de marihuana (para combatir el asma) eran artículos bastante comunes por su fácil
obtención a todo tipo de personas.
Desde entonces (por lo menos desde 1978) existía ya una preocupación por controlar este
tipo de sustancias y algunas otras más, entre ellas el láudano.
Así, a propuesta del Consejo Superior de Salubridad Pública, el gobernador del DF,
Luis C. Curiel, dispone que los productos de boticas, droguerías y fábricas de
productos químicos en la capital del país observen ciertas reglas, como la de no
vender tales sustancias –entre las que se mencionan la morfina, sus sales y el opio-
sino por prescripción médica y garantizar su pureza. (Astorga, 2004: 19-20)
Es con esto que en el año 1883 el Consejo Público crea el reglamento sobre el expendio de
medicinas y otras sustancias en boticas y farmacias. En él se señala que los medicamentos
peligrosos no podrán venderse si no es por prescripción médica.
A finales del siglo XIX (1898) la heroína era considerada y a como u buen remedio para la
tos según algunas empresas farmacéuticas. En México así como también en otras partes el mundo
esta sustancia fue utilizada con ese fin durante un buen tiempo.
Los años veinte se inician con la prohibición del cultivo y comercialización de marihuana
por considerarla peligrosa en otras manos que no fueran las de un médico o un farmacéutico.
Para la década de 1930 los delitos de tráfico de drogas y toxicomanía pasan a ser de carácter
federal. Para los vendedores se establecen penas de seis a siete años de prisión y multas de
cincuenta hasta cinco mil pesos (dinero de aquella época). En estos momentos México ya es
considerado (según la síntesis periodística) un centro de concentración y comercialización de
estupefacientes.
En 1931 entra en vigor el reglamento federal de toxicomanía que sufrió modificaciones
para el año 1940. En él se estipulan de manera concisa las características que convierten a una
persona en delincuente de las drogas. “El toxicómano es clasificado como aquella persona que sin
fines terapéuticos sea usuario habitual de las drogas señaladas en los artículos 198 y 199 del Código
Sanitario vigente”. (Astorga, 2004: 43)
La escasez de productos derivados del opio o de la coca se vio reflejada durante la Segunda Guerra
Mundial, a pesar de esto, el noreste de México, especialmente el estado de Sinaloa se consolida de
manera indiscutible como la región de mayor cultivo de adormidera y tráfico de opio. “Según la
PGR, en 1949 fueron destruidos 933 plantíos con una superficie aproximada de 400 hectáreas en
los cuatro estados mencionados y había 1600 individuos consignados”. (Astorga, 2004: 61)
La palabra narcotraficante aparece desde finales de los años cincuenta pero se vuelve más
popular en los años setenta. Sin embargo a estos “agricultores” se les sigue llamando gameros
según la tradición popular.
Para los 80s el negocio del tráfico de drogas adquiere tales proporciones que resulta ya
imposible no darse cuenta de la terrible situación que tiene como protagonistas a las corporaciones
policiacas y a los traficantes. Fue en estos años que ciertos grupos delictivos crean una enorme red
de comercialización de drogas nacional e internacionalmente. Estos grupos se bautizan así mismos
con el nombre de carteles y a partir de ese momento son considerados un peligro para la economía
y la seguridad de la sociedad.
A la llegada del nuevo milenio la situación se encontraba ya por encima de las expectativas
de todos. De 2000 a 2010 la principal temática social fue la violencia derivada de los grupos
antagónicos. Fue precisamente en el año 2006 con el inicio del periodo presidencial de Felipe
Calderón que estalla la llamada Guerra contra el Narcotráfico de la cual se deriva la Guerra entre
Carteles cuya principal característica son las sangrientas batallas entre 2 o más bandos en las que
se ven implicadas incluso la sociedad civil.
La captura de Miguel Ángel Feliz Gallardo (mejor conocido como El Jefe de Jefes) en
1989, puso punto final al monopolio de la organización en Sinaloa y los diferentes grupos
fragmentados se consolidan autónomos para así repartirse las plazas o regiones.
Una cuarta etapa se dio de 1990 a 2006 cuando se hace evidente la lucha entre los
grandes carteles que han venido surgiendo desde 1980.
El de Tijuana, liderado por Benjamín Arellano Félix (el Min); el de Ciudad Juárez,
por Amado Carrillo Fuentes (el Señor de los Cielos); el del Golfo, por Juan
Nepomuceno Guerra y Juan García Abrego, y el de los Zetas (originalmente brazo
armado del anterior y que devino en cartel), por Arturo Guzmán Decena (el Z-1).
Asimismo, el cartel de la Familia Michoacana, encabezado por José de Jesús
Méndez Vargas (el Chango); el de Sinaloa, por Joaquín Guzmán Loera (el Chapo)
e Ismael Zambada García (el Mayo), y el de Jalisco Nueva Generación, por
Nemesio Oseguera Cervantes (el Mencho), solo por citar a las organizaciones
criminales con mayor presencia en el país y más allá de sus fronteras. (Brice, 2018:
99)
La quinta y última etapa ocurrió de 2006 a 2012, precisamente durante el sexenio de Felipe
Calderón quien dio inicio a la guerra contra las drogas. Sin embargo esta fuerte lucha que se ha
prolongado hasta la actualidad no solo no ha logrado acabar con el crimen organizado y con sus
consecuencias en la sociedad, por el contrario ha aumentado la inseguridad de la que son víctimas
decenas de ciudadanos inocentes.
Al ritmo de la mafia
Los corridos han tenido una importante presencia a lo largo de la historia de México como signo
viviente de hechos y personajes relevantes de un lugar y una época. “El corrido mexicano es más
bien una tragedia puesto que describe, expone en canto bélico, lúgubre infausto, épico, vengativo,
tanto tierno como cruel, según los hechos. Alternan cobardía, traición y heroísmo no siempre en
defensa de cusas justas”. (Duran, 1996:9)
Los orígenes del corrido se remontan, según los expertos a la tradición oral prehispánica.
Así es que se tiene conocimiento de su existencia desde el periodo colonial, la guerra de
Independencia hasta su fase de mayor popularidad durante la Revolución Mexicana.
La magnitud del conflicto que se extendió por la mayor parte del territorio e hizo
mucho impacto en la clase desheredada produjo muchos corridos que recuerdan
hechos, personajes, circunstancias y hazañas. Pancho Villa, el guerrero mexicano
del siglo XX, quien tuvo simpatizantes y partidarios en la mayor parte del país y en
el extranjero, acaparo muchos de los corridos de la época. Por el sureste hasta se le
veneraba en un altar y le prendían veladoras. Fue el genuino luchador a favor del
pueblo mexicano. (Duran: 1995: 41)
De entre los personajes que el corrido se ha encargado de hacer fama se encuentran las
personas dedicadas al negocio del narcotráfico. Tal es la demanda y aceptación que con el paso
del tiempo este género musical ha adoptado su propio subgénero cuya característica principal es
la limitación a hablar única y exclusivamente sobre la temática del narcotráfico, los narcocorridos.
Esta subcategoría musical respeta y posee la misma estructura del corrido norteño
tradicional “una breve introducción que permite que permite situar en el tiempo y el espacio el
suceso que se va a relatar, la narración propiamente dicha, y una despedida frecuentemente
acompañada de alguna moraleja”. (Brice, 2018: 93) la gran mayoría de las acciones que son
relatadas se desarrollan en la parte norte de la Republica, principalmente en los estados de gran
incidencia al narcotráfico como Chihuahua, Sinaloa, Durango y Sonora. El contexto de las
composiciones puede variar, sin embargo todas hacen referencia al tráfico de drogas sea de forma
directa o indirecta.
Los títulos narcocorridos suelen ser explícitos en la mayoría de los casos. Títulos como:
“Por morfina y cocaína”. “Carga blanca”, “El cartel de a kilo”, “Cruz de marihuana”, “Regresan
los mafiosos”, “Asesino a sueldo”, “El Chapo Guzmán” o “Le Reina del sur” hacen evidente las
duras temáticas de las que se hablara sin antes haber escuchado las melodías.
Muchas agrupaciones se han consolidado como de gran importancia dentro del mundo
musical gracias a la enorme labor de popularizar el género musical. Algunas de ellas que fueron
pioneras del estilo siguen hasta la actualidad. Los Tigres del Norte, Los Capos de México, Cadetes
de Linares, Los Huracanes del Norte, Luis y Julián, Chalino Sánchez, por citar algunos, se han
encargado de perdurar la existencia del narcocorrido del que no cabe la menor duda nos hace ver
la realidad del país en tiempos pasados y en la actualidad.
La narcopantalla
El auge del narcotráfico ha inspirado la realización de numerosas y exitosas series de televisión
así como un sin fin de películas. Estas se encuentran basadas en la vida de narcotraficantes muy
famosos así como también de ciertos grupos delictivos de gran incidencia delictiva.
Entre las narcoseries más vistas se encuentran las inspiradas en biografías de Amado
Carrillo de la serie “El Señor de los Cielos”, Pablo Escobar (narcotraficante colombiano) en la
serie “Narcos” que se transmitió entre los años 2015-2018 y “La Reina del Sur” que narra la vida
y experiencias de una mujer narcotraficante (Teresa Mendoza).
La corrupción
Muchas personas piensan que el hecho de que las organizaciones criminales ocupen un papel
relevante en la vida de México es gracias a la enorme ayuda de los políticos y evidentemente lo
es, hasta a veces en gran medida. La principal cuestión es ¿dónde queda la guerra contra el
narcotráfico entonces?
La corrupción ha estado presente en la historia del país desde tiempos remotos, solo que
fue a partir del periodo presidencial de Felipe Calderón (2006-2012) con el inicio de la guerra
contra las drogas que se empezó a hacer evidente la enorme cantidad de violencia y delincuencia.
Es por esto que se considera a Calderón como uno de los autores intelectuales de la fuerte desgracia
que ha vivido México desde entonces. Se dice que este personaje fue el que le dio chance a los
narcotraficantes de tomar las riendas y hacerse con muchos territorios.
A todo esto se le suman gran cantidad de escándalos en los que los protagonistas principales
son los políticos vinculados con líderes del narcotráfico. Quizás uno de los casos más sonados fue
el de Humberto Moreira, gobernador de Coahuila de 2005 a 2011 que fue investigado por la Corte
Federal del Distrito Oeste división San Antonio, luego de que fuera señalado de haberse reunido
para acordar el pago de sobornos por parte del cártel de Los Zetas. Así como este, ha habido un
número incontable de casos de corrupción.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018) los índices de corrupción
aumentaron muy considerablemente y el impacto social que hubo fue bastante duro a comparación
de periodos presidenciales anteriores, esto tal vez como consecuencia del regreso del PRI (Partido
Revolucionario Institucional) al gobierno federal después de 12 años.
La captura, fuga y recaptura de Joaquín Guzmán Loera fue un punto crítico y sin duda
alguna una de las acciones más controversiales durante el periodo presidencial de Peña Nieto.
Este acontecimiento fue pieza clave y motivo suficiente para hacer creer a la gente que existía
alguna especie de alianza entre los grupos delictivos y el gobierno federal. Queda más que claro
que este tipo de suposiciones no pasan de ahí ya que nunca se llegó a verificar total certeza la
veracidad de estos argumentos.
Para una persona con sentido común es muy difícil de creer que la guerra contra el
narcotráfico se haya prolongado durante más de 10 años, ante esta situación se han hecho una
cantidad innumerable de especulaciones relacionadas con los actos de corrupción. Pero de lo que
si se tiene gran certeza es que la supuesta guerra contra las drogas no tendrá un fin definido, al
menos no por el momento.