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Magíster Neurociencias
Técnicas de Desarrollo Cognitivo - Dr. Claudio Maffet
Erikson (2005), menciona que la existencia y desarrollo de una persona depende en todos
los momentos de su vida de tres factores, primero, el proceso biológico, que involucra “la
organización jerárquica de los sistemas biológicos, orgánicos y el desarrollo fisiológico”, a
lo que denominó soma; segundo, el proceso psíquico, que implica las vivencias personales
y las experiencias relacionales, a lo cual llamó psique, y tercero, el proceso ético-social, que
integra la organización cultural, ética y espiritual de los seres humanos y de la sociedad, lo
cual se expresa en principios y valores de orden social.
Los atributos que posee un niño/a resiliente estarían determinados por la competencia
social, la resolución de problemas, capacidad autónoma, y poseer un sentido de propósito
y futuro. La primera se relaciona con “cualidades como la de estar listo para responder a
cualquier estímulo, comunicarse con facilidad, demostrar empatía y afecto, y tener
comportamientos prosociales”, lo cual es posible de visualizar desde muy temprana edad,
pues los niños resilientes tienden a establecer mayor cantidad de relaciones interpersonales
positivas, mientras que la resolución de problemas, sería una capacidad que se desarrolla a
muy temprana edad y que incluye la habilidad para pensar en abstracto, reflexiva y
flexiblemente, y la posibilidad de intentar soluciones nuevas para problemas tanto
cognitivos como sociales.
Según Bordignon (2005), estas capacidades se van adquiriendo a lo largo del desarrollo del
niño, lo que se va relacionando con la superación de las crisis experimentadas en este
período. Es decir, confianza básica v/s desconfianza, entre los 0 y 18 meses; autonomía v/s
vergüenza y duda, entre los 18 meses y 3 años; la iniciativa v/s culpa, entre los 3 y 6 años; e
industriosidad v/s inferioridad, que se desarrolla en la edad escolar entre 6 años hasta la
pubertad.
que se inicien relaciones sentimentales que tengan valor como indicadores positivos de
competencia social”. Justamente es en esta etapa de la vida cuando se debe tener la
capacidad para resolver la crisis de la identidad v/s confusión de la identidad, donde la
resiliencia precisamente actúa en contextos donde no se posee las condiciones para una
resolución positiva del conflicto.
En la adultez joven, período caracterizado por ser una transición para alcanzar la adultez,
entre los 23 y 29 años aproximadamente, la resiliencia se relaciona con el fortalecer la
autonomía, cuyo aprendizaje vital ha adquirido en la niñez, por lo cual se basa en la puesta
en práctica de esta capacidad autónoma que permite gestionar los propios proyectos
responsablemente). Esto se vincula a su vez con la resolución de la crisis de intimidad v/s
aislamiento, donde el justo equilibrio de resolución estaría dado por el fortalecimiento de
la capacidad de realización en el amor y en el ejercicio profesional.
• Gómez Díaz, Magdalena, & Jiménez García, María. (2018). Inteligencia emocional,
Resiliencia y Autoestima en personas con discapacidad física y sin discapacidad. Enfermería
Global, 17(50), 263-283.
• C.J. Montes-Rodríguez, E. Urteaga-Urías (2018). Plasticidad sináptica como sustrato de la
resiliencia. Rev. Neurol. 67:453-460
Tendemos a idealizar la niñez como una época sin problemas, pero la tierna edad por sí sola
no ofrece ninguna protección contra los daños emocionales y los traumas que pueden
enfrentar los niños. Se les puede pedir a los niños que enfrenten problemas, como
adaptarse a una nueva clase, ser intimidados por sus compañeros o incluso al abuso en el
hogar. Si sumamos a eso la incertidumbre que forma parte del crecimiento, la infancia
puede ser cualquier cosa menos una época sin problemas. La aptitud para desarrollarse
pese a estos desafíos surge de la capacidad de resiliencia.
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Todos podemos desarrollar resiliencia y ayudar a que nuestros hijos la desarrollen también.
Implica conductas, pensamientos y acciones que pueden aprenderse con el paso del
tiempo. A continuación, presentamos consejos para desarrollar la resiliencia.
EDUCACIÓN SUPERIOR
Si bien sus hijos adolescentes pueden haberle superado en estatura, siguen siendo muy
jóvenes y pueden sentir intensamente el miedo y la ansiedad de las tensiones propias de la
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adolescencia, así como de los sucesos en su alrededor. Las emociones pueden ser volátiles
y superficiales durante la adolescencia y puede resultar difícil para usted hallar la mejor
forma de identificarse con su hijo adolescente.
Converse con sus hijos siempre que pueda, incluso si parece que no quisieran hablar con
usted. A veces el mejor momento para hablar puede ser cuando van juntos en el auto; otras
veces puede ser cuando hacen los quehaceres juntos, permitiendo que su hijo adolescente
tenga la mirada puesta en otra cosa mientras conversan. Cuando sus hijos adolescentes le
hagan preguntas, respóndales francamente, pero en tono tranquilizador. Pídales su opinión
sobre lo que está sucediendo y escuche sus respuestas.
Muchos adolescentes sienten altos y bajas emocionales extremas debido a los niveles
hormonales en sus cuerpos; esto sumado al estrés o el trauma puede hacer que estos
cambios parezcan más extremos aún. Sea comprensivo pero firme cuando los adolescentes
reaccionen al estrés con hosquedad o enojo. Tranquilícelos diciéndoles que sólo espera que
hagan el mejor esfuerzo posible.