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CARTOGRAFÍA DE LA AUSENCIA

LA PLEGARIA MUDA DE DORIS SALCEDO


CARTOGRAFÍA DE LA AUSENCIA

LA PLEGARIA MUDA DE DORIS SALCEDO

La obra pensada a fondo exige una generosidad radical

del movimiento que va del sí mismo hacía el otro.

Emmanuel Lévinas

Al ingresar a la sala del museo, sentí como si hubiera penetrado en un


cementerio. El silencio era sepulcral. Cada una de esas mesas dobles aparecía
ante mí como una tumba vacía, la uniformidad del espacio era perturbadora. Eran
noventa y seis en total –me enteré después– pero, tal y como estaban dispuestas,
parecían más numerosas. Había dos mesas colocadas una encima de otra,
separadas por un montículo de tierra de unos quince centímetros; la mesa de
abajo, de color chocolate, con patas largas y delgadas, llegaba a la altura de la
cintura; la de encima, estaba invertida y era de igual tamaño, forma y color. La
tierra había germinado ya, algunas aisladas fibras de pasto habían hallado salida
entre la madera de la mesa superior, único signo de vida de la muestra. Todo el
resto remitía a la muerte, pero, cobijada quizá por los enormes muros de la sala
del museo, la pieza no me representaba peligro, sino un gran duelo, la presencia
herida de lo ausente; a partir de entonces regresó a mi mente esa imagen de
manera intermitente hasta que decidí ahondar en su significado o, mejor, construir
uno para aquella inquietante sensación que permeaba en la sala y que dejaba sin
habla a todos los asistentes.

La pieza que describo es Plegaria Muda1, de Doris Salcedo2, presentada


en 2011 en el MUAC, dentro del ciclo “Fantasmas de la libertad”, en

1
Plegaria Muda es una instalación comisionada por la Fundación Calouste Gulbenkian (Lisboa) y el Museo de
Arte Moderno de Malmö (Suecia) que, en su mayor despliegue, consiste en 166 unidades donde cada una está conformada
por dos mesas invertidas y unidas por una estructura de tierra que permite el crecimiento de pasto.
conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la
Revolución Mexicana. Un ciclo que, más que celebrar, abría cuestionamientos
sobre el pasado, presente y futuro de México, poniendo en duda las narrativas
oficiales y dando visibilidad a historias marginales y censuradas de nuestro país.
En ese contexto, la pieza hacía una alusión directa a la violencia que se ha vivido
durante la llamada “guerra contra el narco”, la misma que en 2012 ha acumulado
ya un saldo de 60,000 muertos, aunque el gobierno no se ha encargado de
esclarecer las cifras oficiales, ni los nombres de los fallecidos. Pensando en dicho
contexto y reflexionando sobre la materialidad de la pieza y sus atributos formales,
comprendí que la artista había realizado una obra donde la denuncia, el luto y la
empatía se daban cita para hacer reflexionar a los asistentes sobre nuestra
dolorosa realidad.

Doris Salcedo es una artista colombiana que se ha dedicado a cartografiar


los silencios marginales y los procesos de violencia que se dan en los sectores
más vulnerables de la sociedad. Se vale de objetos cotidianos para reconstruir con
ellos la trama del dolor. En sus múltiples obras, explora los vacíos, las rupturas,
los quiebres; introduce el extrañamiento al oponer elementos que hacen evidentes
los absurdos y abusos de nuestra sociedad contemporánea, intentando con ello
reconstruir la memoria colectiva, dar visibilidad a los conflictos sociales silenciados
por los grupos de poder y confrontarnos con nuestra responsabilidad ética.

Hay tres operaciones que, desde mi punto de vista, ejercen esa fuerza
penetrante en Plegaria Muda; he nombrado cada una para dar cuenta de las
poderosas reflexiones que de ellas derivan. Las he denominado: tragar muerte, el
silencio como mudo grito y morir al otro. A continuación ahondaré en cada una.

2
Doris Salcedo estudió bellas artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá, y un posgrado en la
Universidad de Nueva York. Su trabajo ha sido exhibido en numerosos eventos artísticos, museos y galerías internacionales
de amplio prestigio, entre ellos el MOMA en Nueva York y la Tate Modern en Londres.
TRAGAR MUERTE

Lo primero que llama mi atención es la manera en la que la artista nos


coloca frente a un espacio tan cotidiano como una mesa de comedor para
trastornar nuestro imaginario y hacernos conscientes de nuestro estado de
vulnerabilidad, operación a la que me he referido como tragar muerte.

El tamaño de las mesas corresponde al de un ataúd estándar: una figura


rectangular que esta elevada a una altura cercana a la de los féretros durante la
velación. La madera oscura de la mesa afianza esa sensación de estar presente
en un sepelio.

No es casualidad que la artista haya usado mesas para simular este


proceso mortuorio. La mesa es el lugar donde la vida se restablece a través de la
ingesta de alimentos; es también una superficie donde se producen encuentros
afectivos, ya que se suele comer rodeado de familiares y amigos. Por otro lado,
es territorio de festejo, pues las ocasiones importantes se celebran alrededor de la
mesa con una copiosa comida; la mesa se ha construido en nuestro imaginario
como un espacio de afectos, de comunión, de intercambio; es, para muchos, un
remanso en medio del caos cotidiano. Doris Salcedo, al utilizar este elemento y
transgredirlo, busca hacer visible hasta qué punto ha entrado en nuestra vida el
desconcierto. No hay personas alrededor, no hay festejo; en lugar de manjares
sobre la mesa hay una tumba.

En cada unidad se percibe la tierra negra como una matriz vacía. La


oscuridad palpita en ese sepulcro inhabitado. La falta de un cuerpo interrumpe el
proceso de luto y hace aún más evidente la ausencia, el cuerpo que debía ser
velado y las lágrimas no lloradas hacen un silencioso eco que es más violento que
cualquier pésame que pudiera pronunciarse.

La pieza nos lleva a reflexionar sobre esta brutalidad cotidiana. Todos los
días nos llevamos a la boca con amargura esa tierra negra de nuestros muertos,
pan hecho de huesos, bolsas negras, casquillos de balas, informes sin
seguimiento, cabezas mutiladas, huérfanos y olvidos que desgarran la garganta; y
tenemos que digerir el desagradable y pútrido banquete de la impunidad.

EL SILENCIO COMO GRITO MUDO

No sólo se trata de la ausencia de sonidos; la plegaria de Doris Salcedo es


muda pues aquellos por los que se ruega no pueden escucharnos (los muertos
nada saben de estos rezos) pero, también, porque estas muertes tan numerosas
se convierten en algo casi imperceptible: uno las escucha a diario en la radio y en
los medios masivos, hasta que el oído se acostumbra a su molesto sonido y se
vuelven tan cotidianas como los motores de los autos en el tráfico. Asimismo, la
plegaria es silenciosa porque aquellos que tienen el poder para terminar con estas
masacres se hacen de oídos sordos, evitan tocar el tema, no se responsabilizan y
tratan de esconder las pérdidas humanas tras un discurso económico y político
sobre supuestos beneficios.

Los familiares de las víctimas se incluyen en este grito mudo, pues se han
quedado afónicos de tanto increpar, sofocados por la pena, no logran emitir ningún
sonido. De ellos se sabe poco o nada, algunas pancartas aparecen aisladamente
en el Zócalo capitalino, se han hecho algunas marchas con vestidos blancos en
busca de la paz, pero poco se ha alcanzado; la guerra contra el narco sigue su
curso y las muertes sin rostro se continúan acumulando.

La plegaria muda de Doris es un esfuerzo por reconstruir una memoria


colectiva de nuestra historia; ante la tentación de instaurar el olvido como táctica
de supervivencia, la artista nos invita a reflexionar sobre nuestra tragedia, a no
permitir que se borre de la narrativa oficial, a que esos muertos no sean sólo una
estadística, como sus mesas sin epitafio.
Se calcula que hasta la fecha ha habido 60,000 muertos en México como
resultado de la violencia ligada al narcotráfico3. Si las 96 unidades mostradas en el
MUAC por la artista parecían inquietantes, el número de personas fallecidas es
inimaginable, está tan fuera de proporción que dejamos de sentirlo, por eso Doris
Salcedo decide realizar una pieza íntima, con ella aproxima a nosotros el dolor de
la pérdida, un dolor que al multiplicarse por las cifras reales nos arroja la magnitud
verdadera de esta guerra, su corrosivo saldo. Si bien la autora no realizó la pieza
específicamente para el contexto mexicano al haber sido presentada en el MUAC
de la Ciudad de México la obra se adhirió a este entorno sofocado por la violencia
y el luto de los crímenes irresueltos.

MORIR AL OTRO

Así como amamos al otro, con su obra Doris Salcedo nos invita a morirlo,
es decir, a sentir su pérdida. Como Suely Rolnik4 plantea “una de las búsquedas
que ha movido especialmente las prácticas artísticas es la de la superación de la
anestesia de la vulnerabilidad al otro, propia de la política de subjetivación en
curso. Es que la vulnerabilidad es condición para que el otro deje de ser
simplemente un objeto de proyección de imágenes preestablecidas y pueda
convertirse en una presencia viva, con la cual construimos nuestros territorios de
existencia y los contornos cambiantes de nuestra subjetividad.” La obra de Doris
Salcedo redescubre nuestra potencia sensible, nos acerca al otro, hace íntimo
este pesar, regresándolo al mismo tiempo al campo de lo colectivo, porque la
responsabilidad de proteger la vida y todo lo vivo es nuestra. Quizá por eso Doris
ha dejado que nazcan algunas hierbas en la mesa, para hacernos reflexionar
sobre estas frágiles existencias que, pese a todo, se abren paso para poder vivir,
pero que están absolutamente amenazadas; probablemente sean una metáfora de
nosotros mismos, tratando de acercarnos a la luz desde áridos terrenos.

3
Carlos Ramírez, Inseguridad:causa-efecto, consultado 03/02/2012
http://www.elfinanciero.com.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=699&Itemid=43
4
Cfr. Suely Rolnick, Geopolítica del Rufián, Traficantes de sueños, Madrid, 2006.
“ El artista es una persona completamente frágil, yo miro al mundo
desde la perspectiva de la víctima, desde la perspectiva de los derrotados”5,
comenta la artista en una entrevista para la serie Art 21 de PBS. Doris Salcedo
apela a nuestra responsabilidad por los otros pues, como indica el filósofo
Emmanuel Lévinas6, “la obra pensada a fondo exige una generosidad radical del
movimiento que va en él mismo hacia el otro.” Ese es también el llamado de Doris
Salcedo, una apelación a la ética en la estética contemporánea. Según comenta la
autora “siempre habría que redactar de nuevo el valor ético y moral de la sociedad
globalizada. El arte contemporáneo tiene que permanecer dentro de los límites de
la ética y cada artista debe poner en duda su responsabilidad. Debemos abordar
los problemas de la violencia y la política, pero fuera de las imágenes explícitas.”7
Este es otro aspecto significativo de Doris Salcedo: ella reconstruye la trama del
dolor a través de metáforas emotivas. “La expresión libera afecto, y el afecto es lo
que mueve. La presencia, la gestualización y el habla transforman la cualidad del
contacto entre las personas, crean tanto quiebres como junturas, y las técnicas
expresivas del arte pueden multiplicar estos cambios inmediatos a lo largo de
miles de caminos de la mente y los sentidos”, propone Brian Holmes en su
Manifiesto afectivista.8

Doris Salcedo relata que Plegaria muda surgió a partir de un proceso de


reflexión iniciado en 2004 con un viaje a los ghettos de Los Ángeles y de un
informe oficial, el cual indicaba que en un periodo de veinte años, más de diez mil
jóvenes han fallecido violentamente, así como también han muerto mil quinientos
jóvenes colombianos asesinados entre 2003 y 2009 por el ejército9. Ya no se trata
sólo de los mexicanos, los colombianos, los tercermundistas; todos los países

5
Doris Salcedo, Compassion, Art 21, PBS, Sesión 5, 2009.
6
Emmanuel Levinas, Humanismo del otro hombre, Siglo XXI editores, México, 2009, p.
50.
7
Doris Salcedo, Plegaria Muda: Doris salcedo en el MAXII de Roma, consultado el
22/03/2012, http://esferapublica.org/nfblog/?p=23824
8
Brian Holmes, Manifiesto Afectivista, consultado el 01/01/2011,
http://www.enmedio.info/manifiesto-afectivista-brian-holmes/
9
Antonio Arevalo, Plegaria Muda: Doris Salcedo en el MAXXI de Roma, consultado
22/03/2012, http://www.artishock.cl/2012/03/plegaria-muda-doris-salcedo-en-el-maxxi-de-roma/
sucumben a la depredación. Nuestro momento histórico es tan violento, que vaya
a donde vaya, la obra sigue siendo un homenaje a los más vulnerables dentro del
sistema de poder mundial.

En Doris Salcedo encontramos este compromiso ético del artista que


aborda las problemáticas de su tiempo. Ella cartografía la ausencia en sus obras
para que no se conviertan en olvido, usa el silencio para hacernos hablar sobre los
temas trascendentes a los que estamos ligados por una responsabilidad social y
un compromiso ético. Doris Salcedo ha hallado una manera de hacernos sentir su
ausencia, de dar forma a la pena que sentimos por aquellas vidas que no pudimos
defender, que se lloran privadamente y en público se silencian. Esta obra nos
confronta con nuestra labor estética, con la sensibilidad y la humildad del artista,
que no pueden quedarse mudas ante las dolorosas circunstancias que hoy
presenciamos.

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