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Renni Ottolina Sobre La Televisión
Renni Ottolina Sobre La Televisión
La televisión venezolana, hoy por hoy, no aporta lo que debiera a la cultura nacional. Es más, su
influencia es, quizás, negativa. Para tener un punto de partida me veo obligado a comenzar por el
final, que en caso de un juicio es el veredicto. Encuentro la televisión venezolana culpable de
ignorar la dignidad de los habitantes de nuestro país. Paralelamente la encuentro culpable de
desidia en su programación y de pecar de ligereza en cuanto a la responsabilidad que implica su
inmenso poder. Responsables por igual de esta situación: los patrocinantes, las agencia de
publicidad y las estaciones de televisión. Conocido el veredicto y los culpables estudiemos las
razones determinantes, y veamos cómo un principio razonable puede ser distorsionado por una
miopía de la industria, hasta el punto de convertirse en causa del mal causado.
A mi entender, al pensar que las clases económicosociales menos avanzadas sean, por su escasa
o ninguna educación, básicamente estúpidas y vulgares es un gravísimo error. El ser humano tiene
una tendencia natural hacia lo mejor. La televisión venezolana no estimula esta tendencia, si por el
contrario, hace todo lo posible para desvirtuarla. El hecho de que una persona no haya recibido la
educación a la cual tiene derecho, el hecho de que una persona no tenga la capacidad adquisitiva
que ojalá tuviera, no hace de ella una persona vulgar, chabacana e indigna. Solo la hace
desgraciadamente, pobre e ignorante. Pero la calidad humana sigue estando allí, al alcance de
quien quiera estimularla. Con contadísimas excepciones, patrocinantes, agencias y estaciones
ignoran este hecho. La televisión venezolana está cometiendo el grave pecado de subestimar al
público venezolano con el agravante de que, haciendo gala de una inconsciencia inconcebible, lo
está haciendo a conciencia.
Una persona ignorante frente a una persona con conocimiento es, en cierta forma, como un niño.
Ese « grueso del público» famoso es el niño. Me llena de tristeza ver que se engañe a un niño,
porque lo que la televisión venezolana está diciendo a su pueblo no es toda la verdad de la vida: la
vida no es solamente gritería, la vida no es que sea normal el que nazcan niños de padres
desconocidos. La vida tiene valores que son los que la televisión venezolana no está enseñando al
niño. No se puede ni se debe pagar el rating a costa de la dignidad del venezolano y lo que
patrocinantes, agencias y estaciones no han llegado a preguntarse todavía es si no venderían más
los productos anunciados o por lo menos en igual cantidad, destacando valores positivos en lugar
de exaltar los aspectos negativos de la vida. Y no es tan complicado. Ni siquiera es difícil.
La televisión tiene una influencia en el hogar mucho mayor que la de cualquier otro medio de
comunicación masiva. Su fuerza es terrible. Esa fuerza implica una mayor responsabilidad. Quien
no sabe asumir esta responsabilidad no está a la altura de la fuerza de la cual dispone. Es hora de
que la televisión venezolana esté a la altura de su fuerza. Es hora de que la competencia entre
estaciones cese en su lucha por demostrar quién puede ser el más vulgar de todos. Es hora que la
competencia sea para ver quién puede lograr el mayor respeto, el mayor aprecio y el mayor cariño
de la comunidad venezolana. Los patrocinantes no deben pagar programas donde haya
situaciones que vayan en contra de la dignidad familiar ni aquellos que puedan deformar la
percepción que los niños deban tener de la vida. Las agencias de publicidad tienen la obligación de
no recomendarlos las estaciones de televisión tienen el deber de no producirlas.
Tremenda fuerza de este medio y los 75.000.000 Bs 1ue anualmente se invierten en televisión, el
20% es comisión de las agencias publicitarias, implica un mínimo de deber para elevar el nivel de
las clases socioeconómicas más bajas. De ninguna manera da el derecho de denigrarlos más aún.
Yo estoy convencido de que se puede tener éxito con la televisión, trabajando dentro de un mínimo
de dignidad. Pensando con sinceridad que hay principios elementales que es necesario respetar.
Actuando con el convencimiento de que es mucho lo que se gana cuando lo que se da es también
mucho. Y no deja de ser descorazonador el recordar que hace 12 ó 14 años, en sus comienzos, la
televisión venezolana tenía una calidad de altura excepcional.
Es, además, económicamente aconsejable hacer los máximos esfuerzos por elevar los niveles de
ese «grueso del publico» a quien hoy por hoy se le dan gritos y situaciones equívocas por la
televisión. Es del propio y básico interés de los patrocinantes de hoy en día el que la población
venezolana tenga un nivel de educación más alto lo antes posible, por cuanto mayores sean los
conocimientos de esas masas mayor será su poder adquisitivo. Hacer hoy todo lo posible por
mejorar intelectualmente a la gran masa venezolana, es el mejor seguro de supervivencia con el
cual los industriales de hoy pueden contar en un mañana muy cercano, es absurdo, que en vista
de lo anterior, no sepan aprovechar mejor la magnífica oportunidad que la televisión ofrece para
este propósito. Quienes pagan a la televisión deben hacerse un examen de conciencia y
preguntarse en qué lugar queda su responsabilidad para con el país. Las estaciones de televisión
deben estar en capacidad de ofrecer programas que puedan ser comprados por esos
patrocinantes que se han hecho ese examen de conciencia. Y las agencias de publicidad no deben
vacilar en recomendar, además de la cosa cuantitativa, el valor cualitativo. De no ser así yo predigo
que la televisión venezolana se irá hundiendo cada día más, en su mar de irresponsable vulgaridad
con la única consecuencia de provocar la intervención del Estado. Y tendrá que intervenir el estado
atendiendo el clamor de los hombres y mujeres responsables del país, que cada día hacen sentir
más fuerte su voz de justa protesta.
Cuando estemos en manos del Estado habremos perdido la libertad de competencia, la libertad de
escogencia entre canales, y con toda probabilidad habremos perdido la libertad de expresión;
como es lógico pensar por cuanto ningún gobierno en su sano juicio va a permitir que se use un
medio por él directamente controlado para que se le hagan críticas que podrían ser acerbas si así
lo ameritase la situación de tal gobierno. ¿De quien será entonces la culpa? La respuesta es una
sola: de quienes hoy en día pagan y administran la industria de la televisión venezolana.
Soy solo un venezolano más que tiene televisor en su casa y que con su familia ve televisión.
Como tal creo hacerme eco del hombre pobre que quiere dejar de serlo si tan solo le dieran la
oportunidad de saber un poco más de lo que sabe, y del hombre pudiente que tiene en sus manos
la decisión final de este problema.
Ambos, estoy seguro coincidirán en pensar que nuestra televisión debe seguir el camino correcto
para construir el algo, de lo mucho que puede al mejoramiento de la comunidad venezolana. No es
mucho pedir